Informe Leydimar Modulo 2
Informe Leydimar Modulo 2
Informe Leydimar Modulo 2
Guanare-Portuguesa
INFORME
Una política pública es una acción desarrollada por un gobierno con el objetivo de satisfacer una
necesidad de la sociedad. A través de una política pública, las autoridades a cargo de la administración
del Estado emplean los recursos disponibles para solucionar un problema o para responder a una
demanda de la población.
Cuando la noción se emplea en plural (políticas públicas), suele aludir al conjunto de los programas de
un gobierno. Las políticas públicas, por lo tanto, son diseñadas y ejecutadas por los gobernantes.
Un ejemplo
Supongamos que un presidente, al llegar al poder, decide desarrollar políticas públicas tendientes a
mejorar el acceso a la educación y a incrementar la calidad de los servicios educativos.
Con dicho fin, ordena la construcción de escuelas en zonas humildes, incorpora tecnología en los
establecimientos y aumenta el salario de los docentes para incentivarlos en su trabajo. Como se puede
advertir, estas políticas públicas buscan optimizar los procesos de enseñanza y aprendizaje.
1) Orientada a metas
Toda política pública tiene como finalidad llevar a cumplimiento ciertas metas que el gobierno ha
determinado resolver. El motivo principal de la formación e implementación de la misma es el bienestar
de la ciudadanía. El gobierno se basa en ella para implementar programas orientados a lograr tales
objetivos.
La política pública es el resultado del conjunto de todas las acciones gubernamentales. Entonces, las
actividades y las resoluciones de todos los funcionarios en el gobierno se integran de manera colectiva
para conformar a la política pública.
La política pública está guiada por las decisiones del gobierno de resolver diversas cuestiones, o incluso
de no resolverlas. Tales decisiones pueden cobrar muchas formas, tales como leyes, avisos, ordenanzas,
decisiones judiciales, órdenes ejecutivas y sentencias, etc.
También es de gran importancia para los líderes empresariales de un país, pues requieren garantías de
que el gobierno también se concentra en sus preocupaciones e intereses económicos.
Las políticas públicas implican un proceso de toma de decisiones: decidir que existe un problema, decidir
que ese problema requiere de una solución, decidir la mejor manera de resolver el problema y decidir
legislar sobre ese problema.
El método pluralista:
La teoría pluralista del poder tiene por objeto “verificar la afluencia e influencia en los poderes públicos
de la pluralidad de agentes a la hora de la formación de la Agenda Pública”1. Según el pluralismo, no
existe en realidad un poder dominante, sino más bien una diversidad de los mismos, que determina que
se produzcan intercambios entre ellos al desarrollar las políticas públicas. En este sentido, se considera
el análisis de la política como el análisis de los grupos. De esta manera, “el proceso de elaboración de
políticas es, fundamentalmente, un continuo conflicto e intercambio entre diferentes grupos, y el
gobierno se considera un grupo más”2. En consecuencia, analizar esta política pública desde el
pluralismo clásico3 no resulta adecuado, en cuanto “proceso de elaboración de políticas publicas que
refleja precisamente una búsqueda de consenso”4. De hecho, si por algo se caracteriza la Ley de Calidad
de la Educación, como veremos, es porque su aprobación ha estado caracterizada precisamente por la
falta de consenso y por la oposición directa de grupos de interés relevantes, que han presentado
distintas posibilidades de acceso a la arena política. Por este motivo, partimos del enfoque del
pluralismo institucional ya que éste corrige el pluralismo clásico, en el que el Estado sería como una
organización independiente que hace políticas para responder a la presión de innumerables grupos
sobre el gobierno. En cambio, el pluralismo institucional admite la relevancia del papel de la burocracia,
puesto que no son únicamente los grupos de presión quienes influyen en la formulación de políticas,
sino también “los agentes públicos, en última instancia, intentarán aplicar sus perspectivas y buscar la
satisfacción de sus intereses”5. En consecuencia, este enfoque reconoce el papel de la pluralidad de
intereses tanto en la sociedad como en el Estado.Por otro lado, en el enfoque denominado pluralismo
reformado se reconoce que las relaciones entre el gobierno y los grupos de interés se encuentran casi
siempre institucionalizadas y se excluye a ciertos grupos del proceso de elaborarla. Esta teoría permite
comprender las razones para el cambio de la política educativa, ya que analiza las correlaciones de
fuerzas entre grupos de interés, al momento de elaborar esta política.
Para analizar la teoría pluralista de acceso e influencia en el poder de los distintos agentes
sociales, primero nos detendremos en la identificación de los problemas y en las demandas e intereses
de los actores públicos y privados; posteriormente, en su capacidad de acceso al diseño de la agenda y
en los mecanismos de interacción entre los actores.
El modelo elitista:
En una democracia no sería posible que una elite manipulara abiertamente a la población. Por lo
mismo, el concepto de elitismo no apela a una confabulación oligárquica, sino que a la desigual
distribución del poder que proviene de una ventaja estructural que permite a ciertas personas influir e
interferir en las decisiones políticas sin rendir cuentas por ello. En opinión de Higley y Gunther (1992),
individuos que son capaces, en virtud de sus posiciones estratégicas dentro de poderosas
organizaciones, de afectar los resultados de la política de manera regular y sustancial. De este modo, el
elitismo representa el liderazgo factual del que gozan algunos individuos para imponer sus reglas
teniendo conciencia de ser o pertenecer a una élite.
Entonces, el elitismo político se puede concebir como el monopolio del poder institucional que ostentan
las elites políticas –mayoritariamente masculinas– para cooptar el proceso de toma de decisiones y
mecanismos de acceso a la política sin contrapeso ciudadano. Unas elites que no están necesariamente
conformadas por la clase social dominante. A ellas también pueden acceder políticos de origen e
ideología disímiles cuya principal característica sea su poder de influencia en las no elites. Por tanto, el
origen de los miembros importa menos que el interés común de mantener un modus vivendi elitista.
Las carreras políticas excesivamente prolongadas afianzan esa idea de miembros de un club exclusivo en
muchos políticos que no provienen de los grupos privilegiados. En muchos casos, esto también les
permite asentarse en una realidad socioeconómica superior a la de origen, e incluso por encima de la
inmensa mayoría de la ciudadanía. Un hecho que no ha pasado desapercibido en la esfera pública,
donde los ciudadanos se han vuelto cada vez más conscientes de que sus representantes y gobernantes
viven en un mundo completamente diferente y autorreferencial (Schmitter, 2015).
Por lo general, la inclusión en este tipo de élites se produce en el entorno cercano de la clase política
que construyó el pacto originario de gobierno de la sociedad. En las sociedades post dictatoriales estas
elites, además, se auto-confieren el rol de guardianas de la democracia. En definitiva, el elitismo político
define el modus procedendi de un grupo de individuos que coopta el poder político para incidir
fuertemente en las funciones de gobierno en las democracias contemporáneas. Un proceder en el que
sus miembros actúan con la intención de obtener recompensas o incentivos internos (partidos) o
externos (estatus social). Por lo demás, esta dinámica de poder provoca el retraimiento de los
ciudadanos hacia su vida privada, mientras los líderes políticos se refugian en las instituciones y sus roles
como representantes públicos. Un signo de la fractura entre política y pueblo que quedó expuesta tras
el estallido social en Chile. Un factor central para entender la crisis de representatividad del sistema
político.
Modelo corporativista:
El corporativismo plantea un sistema económico y político donde las decisiones son tomadas por las
instituciones y no por los individuos.
Visto desde otro punto de vista, bajo este esquema, los dirigentes de las organizaciones tienen el poder
de firmar o formalizar los acuerdos sociales. Estos determinarán, a su vez, las condiciones bajo las cuales
se establecerán las relaciones comerciales y laborales.
Cabe señalar que esta doctrina tendría como origen la Europa de entre finales del siglo XIX e inicios del
siglo XX. Así, fue inicialmente aplicada por gobiernos fascistas como el de Benito Mussolini en Italia, que
creó un ministerio de las Corporaciones en 1929, un Consejo Nacional de las Corporaciones en 1930 y la
Cámara del Fascio y las Corporaciones en 1939.
Tres frentes
El corporativismo también puede verse como una negociación entre tres frentes:
Asociaciones de empresarios: Organizaciones que pueden estar agrupadas por sectores, por ejemplo,
el agrícola o el textil.
Sindicatos de trabajadores: Gremios que a través de sus representantes tratan de canalizar los
reclamos de los empleados.
El Estado: Ente que actúa como mediador entre los dos anteriores.
Tomando lo anterior en cuenta, el corporativismo puede incluir en mayor o menor medida a los
trabajadores. Esto, dependiendo del poder de los sindicatos en la negociación.