Novellae Constitutiones
Novellae Constitutiones
Novellae Constitutiones
Será mediante leyes específicas (Novelas) cuando el emperador Justiniano cree un sistema
sucesorio fundamentado en la cognatio.
El emperador Justiniano en la Novela 118 de 16 de julio del año 543 acomete una reforma de
la sucesión intestada que no está marcada por un sentido de conyunturalidad y oportunismo,
sino más bien la búsqueda de una unificación del sistema, ante la proliferación legislativa
existente.
Se establecen cuatro clases de posibles sucesores, en cada clase el más próximo en grado es
llamado a la herencia, en caso de que falte éste o renuncie se pasa al grado siguiente y
solamente faltando los herederos de la clase se pasa a la siguiente, no existiendo diferencias
por razón de sexo. En definitiva, el nuevo régimen abandona todo criterio de agnatio y
solamente toma en consideración la cognatio.
A falta de todos los parientes del difunto llamados a sucederle, el cónyuge no divorciado podía
pedir la bonorum possessio unde vir et uxor.
El Estado, a partir del Imperio interviene por razones políticas y económicas en aquellos
supuestos en que el heredero incurría en una conducta inmoral o indigna frente al causante,
en cuyo caso el fisco se apropiaba del patrimonio hereditario. Para Voci, el Estado era el
beneficiario de los despojos económicos. La intervención estatal tenía una naturaleza punitiva.
No se trataba de una sucesión normal, sino de un caso extraordinario situado al margen de la
herencia testada e intestada.
ANTECEDENTES DE LA COLACION
En el Derecho Romano, la colación fue concebida como la aportación de bienes que hacía un
heredero en favor de otros de igual clase, para poder participar en la división y partición de la
herencia en forma equitativa. Según el Derecho justinianeo, cuando eran varios los
coherederos, existía la obligación de aportar a la herencia lo recibido por cada uno de ellos en
vida del causante.
1. Colación bonorum: Se refería a la herencia en que concurrían hijos emancipados con hijos
no emancipados. Para evitar el desequilibrio que pudiera surgir a la muerte del causante, el
Pretor no concedió la bonorum possesio al hijo emancipado mientras éste no prometiera dar
una parte de sus bienes propios a sus «coherederos sui» -es decir a sus coherederos no
emancipados- la cual debía ser proporcional a la que él recibiría en la herencia pretoria. Dado
que el hijo no emancipado carecía de capacidad patrimonial propia mientras vivía su padre y
estaba sujeto a su patria potestad, los bienes que adquiría revertían al patrimonio paterno,
formando de tal manera parte de su futura herencia Luego, al morir el padre y procederse al
reparto del patrimonio hereditario, el hijo emancipado participaba en la propiedad adquirida
por el otro hijo no emancipado y, por el contrario, el hijo no emancipado no participaba en la
propiedad adquirida por el otro hijo después de su emancipación.
2 Colación dotís: También de origen pretoriano. Su finalidad, como en el caso anterior, era
establecer cierta equivalencia de posiciones entre los hijos emancipados y los no emancipados,
debido a que si por la colación bonorum los primeros se veían obligados frente a los segundos,
era justo que la hija también -sujeta a la patria potestad- colacionara con lo que había recibido
del padre como dote.
La collatio dotis consistía en esto: las hijas del difunto que hubieran contraído matrimonio
provistas de dote estaban obligadas a conferir ésta a sus coherederos, como conditio sine qua
non para poder participar en el patrimonio del padre difunto.
En síntesis, se pensaba que no era justo admitir gratuitamente a la sucesión mortis causa del
pater a la hija, cuando ésta había adquirido la dote por haber contraído matrimonio. La razón
de esto consistía en mantener la igualdad de trato de todos los co-sucesores, lo cual hizo que
se obligara a la hija a conferir la dote a sus hermanos.