M. Isnardi-Platón y El Problema de Los Agrapha
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PLATÓN Y EL PROBLEMA DE LOS ÁGRAPHA
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teles retoma los argumentos en una forma tan sintética que a ve-
ces resulta enigmática.
Algo más debe agregarse acerca de autores para los cuales el
'Platón no escrito' se había vuelto quizá tan enigmático como lo sea
ahora para nosotros: autores que dependían puramente de los tes-
timonios de Aristóteles, Aristóxeno o Teofrasto, o aun de referen-
cias de Alejandro de Afrodisia, y no hacían, en realidad, más que
parafrasearlos, como por ejemplo, Temistio, Porfirio o Simplicio;
o también otros que en su lectura de Platón oscilaban entre una
propia exegesis de los diálogos en clave teorética y las aporias so-
bre los testimonios aristotélicos (es el caso de Plotino) ; u otros
todavía, a quienes el material antiguo-académico les llegaba reela-
borado a través de tradiciones colaterales, en su mayor parte neo-
pitagóricas, como por ejemplo Sexto Empírico. Todos estos autores
tienen para nosotros un peso netamente secundario a los fines de
nuestra investigación; sus testimonios tardíos y mediatos son váli-
dos cuanto mucho para la reconstrucción de la imagen de Platón
en el mundo antiguo ya avanzado.
Nos basamos por lo tanto en, o bien los testimonios más cerca-
nos a Platón en el tiempo, o bien los que se apoyan en la lectura
directa de obras perdidas de Aristóteles ; y examinándolos en forma
no acrítica, sino con el rigor que ellos requieren, nos daremos cuen-
ta de cuán problemáticos resultan aun estos mismos. No sólo pre-
sentan notables incoherencias recíprocas (que hacen difícil su re-
construcción de conjunto) sino que también están viciados de cierto
tipo de interpretación filosófica que es propia de la historiografía
filosófica antigua y no corresponde a nuestra empresa. Los cánones
de la historia de la filosofía en el mundo antiguo nos resultan hoy
singulares e inaceptables. Al autor del que se habla se le hace decir,
en general, no sólo lo que éste, en efecto, dijo, sino aquello que se
considera implícito en su pensamiento; y completando esta exten-
sión, a menudo se opera una retraducción de la teoría de aquel
autor en los esquemas de la propia teoría y una ambigua asimila-
ción al propio discurso filosófico. 1 Fácilmente podemos darnos
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cuenta de esto cuando tenemos oportunidad de confrontar aquello
que un autor efectivamente escribió con aquello que su discípulo
o adversario le hace decir: y es preciso suponer este mismo modo
de proceder allí donde falta la inequívoca confrontación con el es-
crito original.
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las de los diálogos, que se está refiriendo a los ágrapha dógmata :
como por ejemplo, en los libros A, B, M, N de la Metafísica , donde
polemiza a la vez con Platón y sus discípulos más inmediatos.
Por otra parte está claro, y lo veremos, que le atribuye a Platón
posiciones que van mucho más allá de lo que nosotros notamos
a lo largo de su obra escrita, y esto nos obliga a formular un cierto
canon valorativo por tratarse de una materia tan problemática.
El testimonio de Platón que nos viene de Aristóxeno, el dis-
cípulo de Aristóteles, ha sido a menudo exaltado en la tradición
antigua así como por la crítica moderna. 3 Leído sin presupuestos
deformantes el testimonio dice simplemente que Platón no solía
decir con anticipación el tema de su discurso; y así, aquellos que
asistían para escucharlo basados en una pura indicación genérica
del contenido de sus lecciones, quedaban después por lo general
decepcionados y hallaban su discurso parado jal. Aristóxeno es un
testigo malicioso, que quiere insinuar con esto que Platón no era
un buen maestro de filosofía; su posición antiplatónica y antiso-
crática, en favor de un marcado filopitagorismo, 4 es bien notoria.
El marco malicioso de su declaración corresponde a una tendencia
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frecuente de la anécdota antigua. Lo que sí es atendible en este
testimonio es que Platon efectivamente daba lecciones ( akróasis
está utilizado generalmente para designar no una sino varias lec-
ciones que conformaban una unidad) sobre el bien, que las dictaba
en una escuela abierta, a la cual podían acceder también personas
extrañas a la Academia, y, nos es dado suponer, se daban en el
gimnasio de la Academia que Platón eligió como sede de la escuela.
Aristóxeno usa el verbo en tiempo imperfecto, y se está refiriendo
por lo tanto a una acción que debe considerarse repetida.
Más tarde se dieron versiones noveladas, construidas a partir
de este mismo testimonio pero rellenadas con datos nuevos reuni-
dos arbitrariamente: Temistio hace hablar a Platón en el Pireo (es
un recuerdo del libro I de la República ), en un teatro (para poder
introducir gran cantidad de gente) ante oyentes que son campesi-
nos del Ática (para poder dar a su tosquedad una connotación
social que la hiciera más evidente). Proclo no habla de lecciones
orales, o de la expresión de una teoría no escrita: es más, afirma
que en cuanto los incultos se fueron Platón "empezó a leer otra vez"
( anagignóskein ) . 5 Simplicio agrega nuevos académicos al grupo
de oyentes que habrían "transcripto" la lección; o, en otras pala-
bras, incluye a todos los que habían escrito una obra titulada Del
Bien. 6 Pero, en el siglo VI Simplicio recoge sólo las tradiciones por
entonces corrientes, sin posibilidades ya de verificación directa, y
trabaja solamente sobre fuentes secundarias.
Un pasaje del Index Academicorum de Filodemo (que cita pro-
bablemente palabras de Dicearco) ha sido considerado sin razones
por algunos como testimonio en favor del carácter literario protrép-
tico de los diálogos en contraste con la doctrina de la escuela (Index,
Col 1, 11 y ss., Y, 2 y ss., 36 y ss.). Él, sin embargo, habla sólo de
los diálogos, por un lado, como poderoso estímulo para la filosofía,
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y, por otro, como dotados también de una capacidad de desviar y
seducir a los jóvenes. No hay aquí contraposición alguna de "escri-
tos protrépticos" con doctrina oral: el pasaje más bien se explica
por la desaprobación que sabemos Dicearco manifestó por el conte-
nido erótico de algunos diálogos (así dicen Diógenes Laercio y
Cicerón).7 A esto se agrega el hecho de que las dos columnas del
papiro están extremadamente mutiladas en algunas partes, y la
reconstrucción de las mismas es diferente en las versiones de los
tres editores que se ocuparon recientemente: Lasserre, Gaiser, Do-
randi; no será entonces sobre una base tan incierta que podamos
reconstruir una interpretación válida. 8
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tipo de discurso filosofico que él llama brachús, 'breve', contrapo-
niéndolo como ya había hecho (cf. Prot. 334d-335b) a la makrolo-
gía, al "largo discurso" de los retóricos y los sofistas. Este discurso,
que se desarrolla a través de preguntas, respuestas, refutaciones,
reiteraciones con mejores argumentos, tiene la clave de su desarrollo
en el discurso oral: es esto lo que permite boetheîn tôi logo ("ayu-
dar al discurso") o boetheîn hautôi ("ayudarse a sí mismo"). La
mejor boétheia es aquella que el filósofo, "padre" del discurso, se
da a sí mismo, reviendo y perfeccionando sus hipótesis ( Fedro
278c), si bien no se descarta que el discípulo aporte boétheia al
maestro, también con "escritos", grámmata, como en el caso de
Zenón en las confrontaciones con Parménides {Parm. 128c). El
escrito se detiene en cierto punto, y no puede ya responder, porque
queda fijado en ese juego ( paidiá ) técnico que es la escritura y
aprisionado en ella: el que posee en sí "bienes superiores" o razo-
nes más válidas ( timiótera ) está capacitado para superar con la
dialéctica lo que ya fijó en el escrito. El timi&teron es aquella
phúsis filosófica que en la República Platón aseguraba que perte-
necía a pocos; es aquel "bien del alma" que en las Leyes (III 697b)
declara timiótaton, de máximo valor. 10
En la Carta VII, en el marco del excursus filosófico, Platón
retoma este argumento en forma más amplia, el campo de la comu-
nicación cultural se halla ahora invadido de téchnai , tratados, lo
que implica reglas, modelos, abstracciones, tratamientos de conjun-
to; este tipo de lectura filosófica triunfará de hecho en la época
helenística. Pero Platón lucha contra este método sosteniendo que
la filosofía no se enseña hos alia mathémata, como las demás dis-
ciplinas, sino por medio de la sunousía, convivencia con el dis-
cípulo, acompañada de un dialogar constante "friccionando los
conceptos unos contra otros" (344b2-3), regresando incesantemen-
te sobre las cuestiones ya tratadas, refutando con espíritu de co-
laboración (los eumeneîs élenchoi de 344b5) a los propios com-
pañeros de investigación. Dionisio el joven, que creyó poder
condensar todo lo que había aprendido de Platón en una téchne
propia o tratado (341b4) falló así como aquellos otros que malin-
terpretaron el discurso platónico sobre el método de la filosofía
(341b5 y ss.). Por esto Platón afirma que no escribirá nunca
sobre temas filosóficos un tratado ( súngramma ) de este género
(S41c4). El significado pleno de la palabra súngramma está dado
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por el contexto en el que ella está inserto: se trata de un discurso
integral que pretende enseñar la filosofía a través de reglas. 11
En la misma Carta VII, sin embargo, Platon considera tam-
bién el hecho de que la filosofía pueda ser confiada no sólo a un
mal escrito sino a un mal discurso. Las verdades filosóficas pue-
den ser mal escritas tanto como mal dichas (341c3-6; 343d5-6) ; se
puede errar por un mal método no sólo en grámmasi, sino también
en lógois. Sólo en el discurso dialéctico existe la posibilidad de
alcanzar esta intuición intelectual del valor y de la verdad que es
como una iluminación del alma (344b-c). Implícitamente Platón
muestra que también el discurso dialéctico puede fallar: Dionisio
no entendió el discurso mismo de Platón y algunos de sus discípu-
los lo han malinterpretado, esto sucede cuando aquel a quien se
dirige no tiene en sí naturaleza filosófica, no está "naturalmente
constituido en buena forma", eu pephukós (343e2-3).
¿Qué tiene que ver todo esto con la doctrina sistemática de
la escuela? El método que Platón persigue en su discurso escrito
es exactamente el que él recomienda para el discurso oral. Él es-
cribe siempre y sólo en lógoi sokratikoí, género dramático que lleva
al máximo el movimiento de la palabra hablada, en tanto le es
dado hacerlo a un escrito: no diégesis, resumen, sino mimesis de
la acción, drama. 12 Esto queda revelado en el curso de los diálo-
gos, que responde al método de la boétheia (encontrar cada vez
nuevos y mejores argumentos). Que él haya elegido este tipo de
expresión escrita dice por sí solo, sin que sea necesario para Platón
enunciarlo en forma programática, que pretende someter la es-
critura a reglas y normas típicas del discurso dialéctico; para al-
canzar y hacer que los otros alcancen, mediante el lògos brachús ,
aquel brachútaton que es la intuición de la Idea, forma inmediata
de contacto intelectivo con su objeto, lo inteligible. 18
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3. Los contenidos de la llamada doctrina oral
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son para él entidades compuestas, contra las afirmaciones de Platón
(Fedón 78c, Fttebo 59c) según las cuales ellas están exentas de
mezcla; y, sorprendentemente, contra las mismas afirmaciones que
el mismo Aristóteles utilizará en el De ideis contra Eudoxo de
Cnido, que interpretó la relación entre Ideas y realidad como una
especie de mezcla, ocasión en la que Aristóteles hace bien en repro-
charle que esto no es conciliable con la simplicidad de las Ideas,
con su carácter de entes simples y absolutamente unitarios. ¿Cómo,
entonces, en este pasaje pueden ser consideradas las Ideas formadas
sobre la base de stoicheîal En este punto, el problema adquiere
su propia lógica interna sólo si se recuerda que en el libro A de la
Metafísica Aristóteles tiende a interpretar toda la filosofía ante-
rior - incluida la platónica - como una intuición imperfecta de
los dos principios fundamentales materia y forma, finalmente pre-
cisados y postulados en forma correcta por él. Pero cómo es que
el concepto de Grande-Pequeño, que conlleva variación cuantitativa,
pueda pasar a formar parte de la realidad de las Ideas, eso Aristó-
teles no lo explica, ni aquí ni más adelante.
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primeras, son simples y unitarias: son monoeideîs, es decir: lo con-
trario de compuestas, pero unitarias por excelencia (p. 55, 26 y ss.).
Como en Metafísica A, afirma que los mismos principios deben
estar en la base de las Ideas y de los números; pero mientras que
allí se hablaba de una materia y una forma también para las Ideas,
en el De bono la afirmación tiene una justificación muy escasa
por el hecho de que de las Ideas se ha hablado sólo como de realida-
des unitarias. En efecto, el curso del tratamiento temático parece
concentrarse exclusivamente sobre los números, y su formación so-
bre una base operativa : la duás es presentada como forma que pro-
duce multiplicidad, pero ella misma depende de multiplicidad, en
tanto depende de una operación originaria: la duplicación de la
unidad (p. 56, 10 y ss.; 57, 3 ss.). No se habla ya de eíde, sino de
arithmoí , y la duos que resulta de "uno más uno" se manifiesta
exactamente al revés de aquel carácter de asúmbleton, no combina-
ble, sustraído a toda operación, que debería corresponder a la reali-
dad ideal.
Si observamos la paráfrasis que de esta argumentación hará
más tarde Simplicio, se nos manifiesta claramente el carácter com-
binatorio de aquélla. Simplicio (In Phys., p. 494, 19 y ss. Diels)
combina ambos textos: el de Metafísica y el de De bono ; además
hace referencia a la exegesis de Porfirio, quien cuando comenta el
Filebo se vale (como algunos intérpretes modernos) del testimo-
nio de Aristóteles sobre los principios. Simplicio no ofrece a nues-
tro propósito, por lo tanto, nada nuevo ni digno de atención. 15
15 Gaiser, Test. Plat. 22B (Pl. ung. Lehre , p. 478), que se da cuenta de la
incongruencia del texto de Alejandro, curiosamente parece dar mayor impor-
tancia al mucho más ecléctico y derivado texto de Simplicio (Test. Plat. 23B,
ibid., p. 481 y ss.) .
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den de ellas. No se habla de números matemáticos como entidades
intermedias.
Esta teoría exalta al Número al máximo grado y lo coloca
como superior a la Idea. Su falta de congruencia con la interpre-
tación de Aristóteles ya fue notada por la crítica. 16 Teofrasto tenía
un particular interés por las teorías de Jenócrates, el discípulo de
Platón que desarrolló al máximo la teoría de las Ideas-Números;
en el catálogo de escritos de Teofrasto (Diógenes Laercio V 47)
tenemos también una obra titulada Las opiniones de Jenócrates,
quizás reunidas con el objeto de refutarlo. En cuanto a Jenócra-
tes, era conocido por presentar siempre sus interpretaciones como
exegesis ortodoxas y fieles de la doctrina del maestro. Jenócrates
hacía nacer la matemática de la geometría, considerando a los nú-
meros no distinguibles de las Ideas, fuera del espacio y absoluta-
mente incorpóreos, mientras que la geometría necesita de un espa-
cio propio, ideal; no admitía entonces números matemáticos como
intermediarios. Sostenía que las Ideas estaban compuestas intrín-
secamente sobre una base y estructura numérica. ¿Podría quizá
Teofrasto estar refiriéndose a un eco de su interpretación? No
debemos excluirlo; pero esto demuestra una vez más que la enig-
mática teoría de Platón se prestaba a interpretaciones muy diversas.
La versión de Teofrasto es también una de las teñidas por
la influencia neopitagórica. Veamos a Sexto Empírico, quien en
medio de un largo excursus de proveniencia neopitagórica ( Adv .
phys. II 257-283 aprox.), introduce un breve pasaje relativo a
Platón, presentando la doctrina de la Idea en forma afín a la
presentada por Teofrasto: las Ideas, compuestas sobre base numé-
rica, y por lo tanto el número es su superior, y ellas dependen de
los Números. Esto no es extraño, ya que la exaltación del número
al máximo grado se insertaba perfectamente con la lógica neopita-
górica. Y nos confirma en la creencia de que esta versión pueda
ser de origen jenocrático; ya que, en el conjunto del pasaje de
Sexto, algún otro trazo nos lleva a pensar en tópicos de doctrina
jenocrática. 17
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d) El primer principio
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imprecisa. Al atribuir a Platón una teoría unitaria del Bien, Aristó-
xeno estaba simplemente siguiendo las huellas de Aristóteles, quien
en el libro I de la Ética Eudemia, había polemizado sostenidamente
contra la teoría del "Bien en sí", o de la Idea del Bien, que encon-
tramos en la República {EE I 1217a-1218b).
En la Academia, como sabemos por el De Ideis, circulaban,
como boétheia de Platón y de la doctrina de las Ideas, lógoi o
apodeíxeis que tienen todo el aspecto de argumentaciones escolás-
ticas; Aristóteles nos informa de algunas en la obra citada más
arriba, pero probablemente alude a una de estas también en EE
I 1218a 24. Allí habla de una apódeixis particularmente absurda,
parábolos, según la cual lo Uno se identificaría con el Bien porque
los números tienden a lo Uno como a su propio bien. Ya fue no-
tado, en el verbo ( ephíentai ) un paralelo con expresiones de Jenó-
crates ; 19 choca, entonces, la posición de aislamiento en la que está
puesta la demostración y la desvalorización máxima con que se la
castiga. Estas son en general las actitudes que Aristóteles demues-
tra hacia Jenócrates, considerado siempre, entre los académicos,
aquel que presenta peores soluciones y las más absurdas. ¿Quizá
deba considerarse proveniente de Jenócrates la primera asimilación
entre el Bien de la República y lo Uno de la primera hipótesis del
Parménides, asimilación que luego tendrá tanta importancia en el
platonismo de época tardía?
e) El segundo principio
Aristóteles, como se vio, en Metafisica A 987b habla de "Gran-
de y Pequeño" también como una suerte de materia, en general
contrapuesta a la forma. Pero al comienzo del libro N describe
claramente la variedad de formas con las que Platón y sus discípu-
los concebían aquello que él consideraba el "Principio" contrapuesto
a lo Uno o a las Ideas: como múltiple ( plêthos ), como desigual
( ánison ), como duás, en tanto la diada es la primera forma de la
multiplicidad, o en tanto ella ostenta en sí la misma desigualdad
(contiene el más y el menos), o en tanto ostenta el indefinido ( duás
aóristos) ; como otro (állo) ; o a la manera de una duplicidad de
términos distinta, sin embargo, de grande-pequeño como mucho-
poco, exceso-defecto. 20 A esta variedad de formas podemos agre-
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gar aún la version del platónico Hermodoro, que nos llega vía Der-
cílides y a través de Simplicio {In Phys., p. 256, 31 ss. Diels = fr. 8
Isnardi Parente) : donde se habla primero de grande-pequeño en
forma recíprocamente relativa (tò méga prós tò mikrón), luego
llega a usar la expresión ouk ón, "no ser"; la conclusión es pre-
cisamente que, según semejante lógica, no existe un verdadero
segundo principio, y el principio es uno solo. 21
Queda entonces bastante claro que, si un rasgo de esta inves-
tigación de aquello que debe suponerse más allá del mismo mundo
sensible ordenado como su raíz irracional puede ser ofrecido por
Platón (y veremos ahora cómo semejante rasgo se halla a menudo
en su obra), por cierto la doctrina se ofrecía a todas las posibles
interpretaciones, y se encontraba todavía en estado incoativo. En
la escuela de Platón no regía un acuerdo sobre la naturaleza de
aquella realidad que se contrapone al orden ideal impidiendo a lo
sensible alcanzar la perfección de la forma. Se prefería a veces
reconocerla en la relatividad, en el indefinido, en la multiplicidad,
en la alteridad, en la privación de ser, en la desigualdad. Pero se
trataba de definir la esencia porque el mismo Platón había dicho
(en Timeo, 48 y ss.) que los dos conceptos hasta ahora utilizados,
el de Idea como forma trascendente y el de devenir que participa
de la racionalidad de la Idea, no bastan ya para cubrir toda la
complejidad de lo real, y es preciso individualizar en cuanto sea
posible, con un esfuerzo de la razón para salirse de sí misma
( logismôi nótho, Tim. 52b), la raíz oscura de la realidad sensible.
21 Ibid., p. 440-442; para una apreciación correcta del valor de este pasaje
en función del problema de los principios cf. Cherniss, ACPA , p. 179, n. 96 y
p. 285, n. 192.
22 Pueden leerse hoy en los Testimonia de Krämer, II, p. 358-369, una
serie de pasajes que son considerados por este crítico como los más impor-
tantes entre los que aluden a un 'sistema* de Platón escondido tras la litera-
tura filosófica' de los diálogos. En realidad esos pasajes son perfectamente
comprensibles dentro del marco de la doctrina misma de los diálogos, y la
hermenéutica 'cifrada* de la escuela de Tübingen, más que a una nueva ima-
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los diálogos de Platón se muestran claramente contradiciendo los
testimonios aristotélicos. Pero hay, especialmente en los último3
diálogos de Platón, rasgos que son susceptibles de desarrollar en
sentido dual, si bien Platón nunca llegó al dualismo. En el Político
(270al), en el marco de un relato mitológico por lo demás muy
transparente, Platón afirma aun lo contrario: no hay 'dos dioses'
contrapuestos en el gobierno del universo; está por un lado el dios
que rige el todo con orden, y del otro la "ausencia de dios", una
fenomenología desordenada y amorfa que no puede ser causa ni
principio.
Ni es lícito tampoco leer en Platón la teoría de un principio
unitario y supremo del cual lo real adquiera su origen, incluidas
las Ideas mismas. En República VI, 509a ss., Platón presenta la
Idea del Bien como la Idea por excelencia, ya que todas las Ideas
son bienes, en tanto perfección y valor; sin embargo Platón nunca
nos dice que las Ideas provengan del Bien; ellas no pueden ser
derivadas de nada, porque están más allá de cualquier proceso de
génesis. El Bien es 'deber ser', y como tal, superior al ser (epé-
keina tês ousias ) ya que todas las realidades son, pero ninguna es
lo que debería ser, y, por lo tanto, el deber ser absoluto está situada
más allá de todo lo que es. Hablando en otra ocasión del Bien (Rep.
VII, 532a) Platón lo define "lo mejor entre todo aquello que es"
(< aristón en toîs oûsin) sin retomar la ambigua fórmula del epékeina
que será luego tan cara a los neoplatónicos. 23
El Bien es Idea y, como tal, es expresable : las Ideas están liga-
das a las palabras, existen tantas Ideas como palabras existen para
las diferentes clases de objetos (Rep. X 596a) y la primera forma
de conocer una Idea es la palabra (Carta VII, 342b5). Cuando
en el Parménides Platón pone como hipótesis la existencia de lo
Uno en sí, más allá de toda multiplicidad, pone esta hipótesis como
absurdo: lo Uno así supuesto es inefable, es negación absoluta
(Parm. 137c-142a). Esta hipótesis postulada como absurdo, y que
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luego será reemplazada por la hipótesis que integra en una relación
dialéctica lo Uno y lo múltiple, no se parece en nada al Bien en sí
de la República, que es una Idea; y sólo la exegesis combinatoria de
la escuela puede haber establecido una relación entre ambas teorías.
Esta relación será fecunda en la historia ulterior del platonismo,
pero no debe servirnos de guía en la exëgesis de Platón.
Las Ideas son múltiples, pero cada una forma en sí una uni-
dad absoluta y perfecta, a la que se remiten las formas sensibles.
Ellas son, como se vio, asúntheta (entes simples, no compuestos, Fe-
don 78c) o ameiktótata (realidades exentas de toda mezcla, Filebo
59c). Es en el Filebo , diálogo tardío, donde aparece una división
de las formas de lo real que comprende también lo indefinido,
ápeiron : uno de los modos que Platón utiliza (el término es de
origen pitagórico) para señalar o caracterizar de alguna forma el
desorden originario que está en la raíz de lo sensible. En el Füebo
(23c-27c) supone un peras (orden racional), un ápeiron (indefi-
nido), una causa y una mezcla que no es la Idea, sino la realidad
en devenir, miktè kaì gegenoméne ousía, "esencia mixta o devi-
niente". Las Ideas están excluidas de la mezcla y el Sofista lo ilus-
trará mejor, al colocar entre las Ideas relaciones de koinonía y
sumphonia, compatibilidad lógico-ontológica, pero nunca de mezcla
recíproca. 24
En el mismo Füebo, Platón define lo ápeiron más precisamen-
te como mállon-hétton, más-menos, fluctuación indefinida entre
dos extremos, al que se impone, desde afuera, el orden ideal (24c9).
Los ejemplos que elige son de naturaleza física y valen para el
mundo físico. Los discípulos que quisieron generalizar a lo que ellos
llamaban los "Principios", llevando la mezcla a las Ideas mismas,
fueron mucho más allá de lo especificado por el mismo Platón.
Y probablemente la forma méga-mikrón utilizada por Aristóteles
es un modo imperfecto de referirse al mállon-hétton del Filebo-,
esta última fórmula, en su valor comparativo, alcanza a expresar
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mucho mejor la fluctuación indefinida y la relatividad absoluta de
la naturaleza de lo sensible tal como la veía Platón. Pero tampoco
se puede excluir que Platón, en alguna versión nunca trasladada a
la escritura, haya usado la otra fórmula más imprecisa: en un pa-
saje del Político , que por otra parte no habla de los "principios",
hallamos grande-pequeño formulados en forma de correlación recí-
proca {Polít. 283a).
Que el interés por la matemática y su relativa introducción
en el ámbito del discurso filosófico crezca en el Platón de los últi-
mos diálogos es un dato de hecho. El orden impreso por las Ideas
en el mundo sensible se define en lo sucesivo, y cada vez con mayor
claridad, como medida ( Filebo 65a) : la realidad física, ya sea en
el solo contexto de un discurso "probable" de carácter metafórico,
es descompuesta y analizada en el Timeo en formas y figuras ma-
temáticas, ya que, más allá de los elementos físicos, se vislumbra
su posterior formación sobre la base de triángulos elementales que
forman a su vez poliedros regulares destinados a convertirse en
corpúsculos de los cuatro elementos tradicionales (la pirámide para
el fuego, el cubo para la tierra, y así sucesivamente) {Tim. 53d y
ss.). Cuando Aristóteles dice que las realidades matemáticas son
para Platón intermedias entre las ideales y las sensibles, alude,
tal vez, y a su manera, al hecho de que Platón haya concebido en
forma matemática la traducción del orden ideal en la realidad sen-
sible: el "demiurgo" ordena la realidad física según números (o
relaciones armónicas) y figuras (o poliedros elementales). A través
de la relación con el número, para cuya realidad sería, por sí, difícil
poner un modelo ideal (como duda el joven Sócrates del Parm . 130c),
entran a formar parte de un orden racional : si bien no hay una Idea
del fango, el fango es, sin embargo, una especie de tierra, y la tierra
está compuesta de hexaedros, dado que su modelo ideal es la misma
Idea del seis, la hexás. 25 Podríamos ir más lejos hasta atribuir a
Platón este tipo de cosas, que no contradicen sus propias declaracio-
nes ; pero no podremos nunca llegar a atribuirle correctamente una
teoría que reduce las Ideas a estructura numérica, o que hace a
los números superiores a las Ideas ē
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5. Conclusiones
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con él, en general, a la historiografía filosófica antigua en su con-
junto. Ni se trata de preguntarse si la interpretación de Platon
deba conducirse según un esquema schleiermacheriano, existencia-
lista u otro. 28 La interpretación de Platon debe partir de una co-
rrecta postura historiográfica. En el desarrollo innegable de la doc-
trina platónica emergieron, en verdad, rasgos que podían conducir
hacia una interpretación dualista o matematizante ; y nunca se podrá
negar que Platón pueda haber expresado en la escuela algunos
momentos de su problemática tardía con variantes formales respecto
de lo expresado en forma escrita. Pero los testimonios sobre lo que
él dijo o escribió, si no pueden hallar confirmación en lo que se le
puede atribuir de modo inequívoco - en los diálogos, que son sus
únicos y verdaderos autotestimonios - caen bajo el esquema de la
pura hipoteticidad justamente en virtud de los cánones típicos de
la interpretación antigua. Discípulos, adversarios, discípulos que
también eran adversarios - es el caso de Aristóteles - solían llevar
las expresiones del maestro, al referirlas, mucho más allá de lo que
hubiera implicado una rigurosa interpretación de su texto o sus
dichos; desarrollaban siempre lo que se consideraba implícito en
su discurso. Toda la exegesis antigua se atiene a estos esquemas
interpretativos. Platón mismo no había introducido a Sócrates en
forma casual en sus diálogos: lo había hecho portavoz de la teoría
que evidentemente él consideraba implícita en la doctrina del maes-
tro, y que él mismo, Platón, estaba desarrollando. También para
el Platón que no conocemos directamente vale la misma regla.
Università di Roma "La Sapienza"
(traducción de Ivana Costa)
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