PDF La Voragine Catalogo Exposicion Blaa Compress
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La vor agine
´
expSición
blota
naoal d
colomba
2009
noviembre
marzo
2010
Intervención de
Liliana Sánchez en la
Biblioteca Nacional
para acompañar la
exposición
La vorgine, 2009
[2] [3]
rn á g ei
2009 noviembre marzo 2010
xpsiió
El arte vive de la discusión, del experimento, de la L a L e c t u r a d e u n a obra literaria tendrá en cada tiempo
curiosidad, de la diversidad de intentos,
i ntentos, del intercambio interpretaciones distintas; La vorgine de José Eustasio Rivera
de pareceres y de la comparación de puntos de vista. plantea un contexto que hoy, desde visiones económicas,
HEN R Y JA ES culturales, ecológicas y políticas, pareciera estar a la orden del
día en la sociedad contemporánea: la relación orgánica entre
La vorágne ha sido desde su publicación un oco de atracción hombre y naturaleza, entre sistemas culturales, económicos y
para sucesivas generaciones de lectores. Lo ha sido de maneras biológicos. En este sentido, esta exposición pretende refejar
muy variadas, según los públicos y los tiempos, tal como se visiones múltiples partiendo de la idea de viaje y territorio
puede apreciar en toda la literatura crítica que ha girado en como un espacio amplio de acciones; lugar y contenedor de las
torno a la obra y que habla de su apertura y su complejidad. negociaciones entre los distintos sistemas que se plantean en
Aparentemente no hay nada resuelto ni denitivo en ella. Ni los la novela misma. Se incluyen diversos elementos que se cruzan,
héroes son héroes, ni el amor es amor, ni la belleza encierra dialogan y generan lecturas distintas de la experiencia de la obra
belleza. La naturaleza provoca a la vez ascinación y terror. Todo literaria, enatizando en muchos casos la ambigüedad entre
puede ocurrir en ese escenario inmenso y poderoso en el que cción literaria y realidad histórica que el autor mismo planteó.
el hombre se enrenta a uerzas desatadas y a veces pierde la Las investigaciones de Carlos Páramo y Roberto Franco han
razón. El territorio nacional no existe, no protege, no dado soporte a un guión que acompaña este
[6] da identidad. La civilización produce desazón, hastío. viaje y que se incluye en la presente publicación. [7]
Las ronteras son tierras de nadie en las que ele l ser En él, aparte de dársele un contexto histórico y
humano se convierte en victimario o en esclavo. Y en cultural a la novela, a sus personajes, al autor y a
medio de ese panorama, la majestuosidad, la pasión, su época, también se decodica un vasto tejido de
el valor, la uerza que une a una maraña de seres vivos en una vínculos entre hechos históricos y personajes reales plasmados
ópera de una riqueza y un horror insondables. en clave por Rivera en La vorgine y que han sido objeto de
La vorgine es una construcción de una extrañeza deliberada; análisis de un gran número de académicos desde los tiempos del
una denuncia documentada de los desmanes de los caucheros autor.
en las selvas del Putumayo, un recorrido por los territorios mul- Las uentes a las que acudió la investigación comprenden
tiormes de la violencia, un canto ascinado ante el poder de la documentos ya conocidos dentro del contexto de Rivera y su
naturaleza y las exaltaciones de la imaginación. Un libro lleno obra, al igual que otros inéditos. Incluyen denuncias acerca de la
de resonancias. ¿Qué pasó con la novela desde que salió a la luz explotación del caucho, artículos de prensa sobre la publicación
pública? ¿Qué ha suscitado en las mentes lectoras? ¿Qué le dice de la novela, manuscritos y documentos personales de Rivera.
al público actual? Estas son algunas de las refexiones que dieron Estos provienen de los ondos de la Biblioteca Nacional y de
origen a esta exposición sobre La vorgine, su recorrido, su terri- otras instituciones o colecciones personales que han prestado
prestado su
ble denuncia y, sobre todo, su s u vitalidad creativa. colaboración, como el Archivo General de la Nación, la Biblioteca
Luis Ángel Arango, la Universidad de Caldas y la Universida
Universidadd
a r directora de la Biblioteca Nacional de Colombia Javeriana.
Este viaje lo acompañan imágenes tan diversas como las del en esta “vorágine”. Su estructura es indeterminada y devela, más
artista brasileño Helio elo y las de archivos otográcos como que una supercie, un interior de apariencia brutal y seductora
los de la Fundación Archivo Fotográco de la Orinoquía (FAFO) como la selva de Rivera. Claramente sistemático pero aleatoria-
o del botánico, otógrao y cineasta Jose Kaspar Eberhard, que mente construido, se aleja de cualquier guración o abstracción,
uncionan como enlaces entre la novela y territorio. es en sí mismo una simulación y un símbolo de vida, y en conse-
La mirada de las imágenes de Eberhard –tomadas entre las cuencia de su extinción.
1925 y 1965–, que se presentan por primera vez en esta muestra, La instalación Vorgine, materia prima de Felipe Arturo cons-
es la del occidental que observa con distancia. A dierencia de truye, a través de ediciones piratas de La vorgine, una estructura
las de otros contemporáneos suyos, estas otos carecen de la orgánica que recorre el espacio. Opera como una metáora de la
condición estetizante
estetizante de la otogra
otograía
ía etnográca y son en este obra literaria como construcción cultural en dos niveles: el papel
sentido tan limítroes como el territorio mismo que documentan. –al igual que el caucho– como producto industrial de explotación
Eberhard, como tantos otros inmigrantes de la primera mitad de la selva y la serialidad como paradoja del sistema de circula-
del siglo XX, salió de la Europa arrasada por la guerra en busca ción y lectura en un país como Colombia, donde la gran mayoría
de sentido para su vida, que pareció emerger, al igual que para de quienes han leído la novela lo han hecho desde la ilegalidad en
Arturo Cova, en la promesa romántica de los territorios vírgenes este tipo de ediciones.
de la selva suramericana. Los dibujos de ateo Lopez plantean por otro
[8] Las imágenes de las obras de Helio elo, por lado un juego entre cción y realidad similar al que [9]
otro lado, comparten con la obra de Rivera el tono propone la novela con su autor y protagonista: José
simbólico y poético con respecto a las relaciones del Eustasio Rivera y Arturo Cova parecieran tener una
hombre y la selva, los sistemas de explotación, y la vida de los presencia museológica en la exposición a través de elementos
trabajadores del caucho. elo, artista autodidacta, ue uno de que van desde el avión Ricaurte –en el que Rivera envió la quinta
los miles de brasileños reclutados como soldados da borracha edición de la novela desde Nueva York–, la silla del poeta o los
durante
el injustoelsistema
segundodeboom cauchero
trabajo “queboom
del primer repitió punto por
llamado puntode
sistema dados
azar”. y barajas con los que Arturo Cova “juega su corazón al
aviamento en el cual el trabajador siempre debía más de lo que Finalmente, los videos de iguel Salazar son un viaje a través
producía”” .
producía 1
de imágenes y citas de la novela, abordados desde temas como
Las intervenciones de los artistas Liliana Sánchez, ateo la selva antropóaga, la última rontera, las ebres de la selva o
López y Felipe Arturo, y el proyecto audiovisual del cineasta naturaleza y barbarie. Ellos enatizan, a través de ragmentos, los
iguel Salazar proponen lecturas paralelas de la obra de Rivera. potenciales cinemáticos
cinemáticos contemporáneos de la obra de Rivera y
La intervención de Liliana Sanchez crea una piel que soporta esta son, de alguna manera, premoniciones de una historia pasada,
relación simbiótica entre naturaleza y hombre, constituyéndose presente y por venir que sigue hoy vigente con nombres, ebres
en el contenedor mismo de las dierent
dierentes
es rutas que se proponen de riqueza y sujetos de explotación distinto
distintos.
s.
1 Todo acre cabe en un solo rbol, José Roca, cls B curador
Catálogo de la 27ª Bienal de São Paulo, 2007.
• Viajes al inramundo 15
• El mito de Occidente 16
• Secuelas 20
• Ruido y desolación 22
• Lecturas y lectores 23
• Señor inistro… 26
• ¿Novela indigenista? 28
• Los escándalos del Putumayo 31
• Autor y protagonista 34
• “Un desequilibrado tan impulsivo como teatral” 37
• La otra Selva 40
• ¿Quién escribió La Vorgine? 43
• Los modelos de Arturo y Alicia 45
• Alicia: semilla en el viento 47
• El Pipa, guía del extravío 49
ateo López Parra
• La puerta a lo desconocido:
Naipe, tinta sobre papel, 2009
el pleito de ata de Palma 53
Forma continua, bolígrao sobre papel, 2009
• Los llanos, paraíso o entrada al inerno 54
• Los llaneros 57
• Llegando a la rontera 60
• Jugué mi corazón al azar… 62
• apiripana y la cárcel verde 62
• Los límites desconocidos 66
• La explotación del caucho 68
• Barrera y Zoraida 72
• Un hombre elegante, de botas altas,
vestido blanco y eltro gris 75
• El terror de Funes 78
• El Isana y el Río Negro brasileño 80
• Julio César Arana, el rey del caucho 84
• Oídos sordos ante el horror 86
• El paraíso del Diablo 87
• Clemente Silva, arquetipo de la rontera 90
• Viajes y orígenes de don Clemente 93
Señor inistro:
[12] [13]
De acuerdo con los deseos de SS he arreglado para la publicidad los
manuscritos de Arturo Cova, remitidos a ese inisterio por el cónsul
de Colombia en anaos.
En esas páginas respeté el estilo y hasta las incorrecciones del
inortunado escritor, subrayando únicamente los provincialismo
provincialismoss de
más carácter.
Creo, salvo mejor opinión de SS, que este libro no se debe publicar
antes de tener más noticias de los caucheros colombianos del río
Negro o Guainía; pero si SS resolviere
resolviere lo contrario, le ruego
ru ego que se
sirva comunicarme oportunamente los datos que adquiera para
adicionarlos a guisa de epílogo.
Soy de SS muy atento servidor,
VIAJES
AL INFRAUNDO
La vorgine es una nueva rendición del mito más
infuyente de la antigüedad greco-latina: Oreo, poeta
y semidiós cuya lírica conmovía hasta a las bestias,
descendió a los inernos a rescatar a su esposa
Eurídice, muerta a causa de la mordedura de una
serpiente.
Variaciones sobre este tema se encuentran en la
historia de Jesucristo, quien también bajó al inerno
durante tres días antes de su resurrección. En la Enei-
da, Virgilio narra cómo su héroe buscó en el Hades el
espíritu de su padre. Por lo mismo, Dante quiso hacer
de Virgilio su guía hacia el Averno, cuando “a la mitad
de la vida” se “encontraba en una selva oscura”, en el [15]
comienzo de su Divina comedia.
El tema de Oreo dio pie para que naciera la ópera
en el siglo XVII, en particular con los “dramas para
música” de Jacopo Peri, Giulio Caccini y Claudio
onteverdi. También inspiró los ritos de iniciación
masónica, tal y como se describen en La auta mgica
de ozart. En Viaje al centro de la Tierra, Julio Verne
produjo una versión secular y cientíca del viaje al in-
ramundo, mostrándolo como un retorno al principio
de los tiempos. Luego, en El corazón de las tinieblas,
Joseph Conrad retomó este último punto y situó el
inerno –sede del terror colonial– en las proundida-
des del río Congo. ás o menos por la misma época,
tragedia. Es un viaje
tación cauchera, en iniciático a la sombra
el que Arturo de la explo-
Cova encuentra el
lado salvaje de su existencia y sabe que a su paso no
dejará “más que ruido y desolación”.
Algunos pasajes de Inerno verde delatan su uerte
infuencia en La vorgine. En las últimas páginas del
diario de Arturo Cova aparece mencionado quien le
.
obsequió esta novela a Rivera: d
r
a
Y en San Gabriel, pueblo edicado sobre el h
r
e
congosto por donde el río gigante [el Vaupés] se b
E
r
precipita, hubimos de abandonar el bongo para a
p
s
[16] no arriesgarlo en el raudal. El preecto apostó- a
K
f
lico, monseñor asa, nos acogió benévolamente e
s
o
y nos ha orecido la gasolina de la isión para J
e
d
seguir a Umarituba. a
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f
a
r
g
o
En un artículo clásico, Eduardo Neale-Silva ob- t
o
F
EL ITO
DE OCCIDENTE
La vorgine sintetiza el mito que le da sentido a Oc-
cidente: el surgimiento de la cultura por oposición a la
naturaleza. En ese sentido, encontrarse con la selva
signica encarar el lado oscuro de la civilización: lo
que no ha sido domesticado, los instintos, el mundo
descontrolado de los sueños, el rompimiento de los
SECUELAS
La infuencia de La vorgine en la literatura lati-
noamericana ha sido enorme. Horacio Quiroga, otro
gran escritor de la selva y la rontera, la consideraba
“ el
el libro más trascendental que se ha publicado en el
continente”.
Se ha dicho que la obra de Rivera inaugura el género
conocido como “novela de la tierra”, en el que una situa-
ción real o cticia da pie para describir con temor y asci-
nación al paisaje y las uerzas de la naturaleza, así como
para exaltar la geograía nacional y los dramas o glorias
[20] de sus habitantes. También se ha señalado su carácter
de denuncia y, en ese sentido, su preocupación por los
confictos sociales. Uno o ambos atributos converg
convergen
en en
obras como To (1933) de César Uribe Piedrahíta, Doña
Brbara (1929) y Canaima (1935) de Rómulo Gallegos, La
serpiente de oro (1935) de Ciro Alegría, Sangama (1942) de
paraíso del diablo (1966) de Alberto
Arturo Hernández y El paraíso
ontezuma Hurtado. Igualmente, el boom latinoame-
ricano hizo eco de La vorgine en Los paso
pasoss per
perdido
didoss
(1953) de Alejo Carpentier y La casa verde (1966) de ario
Vargas Llosa. La crónica periodística también mostró
su impronta. Varios libros de Alredo olano y Germán
Castro Caycedo así lo atestiguan.
Pero acaso la infuencia más palpable y notoria se
demostró en la guerra con el Perú (1932-1934). La invo-
cación a La vorgine no sólo ue obligada en casi todos
los reportajes y memorias sobre el conficto, sino que César Uribe Piedrahíta, To: narraciones de
muchas veces sirvió literalmente de guía de viajeros a caucherías, anizales, Arturo Zapata, 1933.
Biblioteca Nacional de Colombia.
los soldados del interior del país que por primera vez se muchos combatientes, el equivalente del inerno en
adentraban en la espesura amazónica. Así por ejem- la tierra), era igualmente perturbador. También eran
plo, en 180 días en el rente (1933), Arturo Arango Uribe tiempos de revolución: en éxico, la agraria; en Rusia,
recuerda cómo sus compañeros de campaña la leían la obrera. De las trincheras de Palonegro y de Verdún
“para escribir a Bogotá sus impresiones de la selva, parecía surgir la misma angustia: la civilización era
vista a través del prismático aebrado del poeta”.
po eta”. incapaz de sobreponerse a la selva que habitaba el
interior de cada ser humano. Ese era el problema
RUIDO existencial que acometía La vorgine. No en vano ue
Y DESOLACIN escrita en la también era de Freud, el expresionismo y
La vorgine retrata muy bien el clima intelectual el surrealismo en las artes.
y político de la Colombia de los años veinte. En cierto No obstante, en 1921 Rivera había producido otra
sentido, su aán por examinar y denunciar los muchos obra, una colección de 55 sonetos que marcaba otra
problemas de la rontera –de la geográca, como la mirada. Tierra de promisión, cuyo título y exaltación
explotación inrahumana producida por las econo- a la naturaleza incontenible del paisaje y la auna
mías extractivas; pero también de la rontera entre americanos se oponían a la idea de “tierra de nadie”
la naturaleza y la cultura, entre el mundo blanco y el e, incluso sin saberlo, a la de un libro de poemas aún
[22] mundo indígena, entre la selva, el llano y el altiplano, más célebre, La tierra baldía (1922) de T. S. Eliot. [23]
entre el bien y el mal, entre la razón y la locura, etc.–
respondió a las inquietudes propias de la llamada LECTURAS Y LECTORES
“generación del Centenario”, a la que perteneció José Hoy en día, La vorgine es una de las novelas más
Eustasio Rivera, las cuales eran: ¿qué era Colombia importantes de la literatura colombiana. Pero en la
al cabo de cien años de existencia? ¿Había logrado época de su aparición, su impacto ue mucho mayor.
congurarse como nación, política y culturalmente? Luego de Tierra de promisión (1921), el poeta Raael
¿Conocía sus límites? aya opinó que “la aparición de Rivera ue como si
En 1924 las respuestas eran más bien pesimistas. el viento de la selva hubiera penetrado de improviso
El siglo había iniciado con una guerra ratricida de tres en una sala hermética”. El eecto ue todavía mayor
años –la guerra de los il Días–, cuyo trauma sólo se con La vorgine, obra que desde el inicio planteaba
había hecho aún más uerte con la pérdida de Pana- justamente esa idea de Occidente como viento, que
má, justamente por el desdén rente a las ronteras impulsado por la atalidad deja en su camino “ruido y
del país. La toma de La Pedrera (1911) y la expansión desolación”. El Hado era el motor mítico de la historia:
de la Casa
persistía eseArana en el YPutumayo
abandono. conrmaban
el panorama que,
internacional
internacional, “Antes
“Ant
juguéesmi
que me hubiera
corazón apasionado
al azar porlamujer
y me lo ganó Viol alguna,
Violencia”.
encia”.
al cabo de la Primera Guerra undial con sus otos y Nada hasta nuestros días plasma mejor la con-
testimonios de la desoladora “tierra de nadie” (para dición del hombre de rontera. No obstante, otros
lectores
lectores de su época encontraron deectos en este
vigoroso aserto. Críticos y amigos del poeta, como
Luis Eduardo Nieto Caballero, iniciaron su reseña
señalando que “ Tiene
Tiene un deecto este libro: dema-
siada cadencia… Hay mucho consonante. Hay mucho
SEOR INISTRO…
La vorgine es la primera genuina pieza de de-
nuncia social en la literatura colombiana. Y aunque
con anterioridad varios relatos retrataron distintas
ormas explotación social, estas obras no sólo se con-
ormaban con enunciar sin propiamente denunciar,
sino que la mayoría de veces hacían una distinción
sucientemente clara entre el dominio de la cción
y aquel de la cruda realidad. José Eustasio Rivera
procuró deliberadamente mezclar ambos géneros y
jugar con esa ambigüedad.
La vorgine inicia con una carta a quien presumi-
blemente es el ministro de Relaciones Exteriores de
Colombia, dando a entender que lo que sigue es un
manuscrito del desaparecido Arturo Cova. Este texto,
a su vez, dice Rivera que le ue remitido “por el Cón-
[26] sul de Colombia en anaos”. uy probablemente el
ministro en cuestión uera Antonio Gómez Restrepo,
reconocido literato y mentor poético de Rivera, y a
quien estuvo dedicada la primera edición de la nove-
la. El cónsul podía ser su amigo Demetrio Salamanca
Torres, autor del notable tratado La amazonía colom-
biana (1916), cuyo segundo volumen ue proscrito y
mandado incinerar por el gobierno nacional dado que
denunciaba la laxitud y la corrupción de los diplo-
máticos colombianos en la rontera sur. Con ambas
reerencias,
reer encias, que debían ser claras para alguien de la
época, La vorgine iniciaba enatizando su arraigo en
la “realidad”.
Y no sólo eso: la “campaña de expectativa” ade-
lantada por la Editorial de Cromos en varios periódi-
cos aprovechó el equívoco.
A poco tiempo de aparecida, la crítica –sobre todo Campaña de expectativa en torno a la primera edición de
la internacional– empezó a compararla con Yo acuso, La vorgine. Nuevo Tiempo , agosto 29 de 1924.
¿NOVELA INDIGENISTA?
Se ha dicho que La vorgine inauguró el género de
las “novelas de la tierra”, pero de manera indirecta
también ue un antecedente importante de la litera-
tura indigenista. Ciertamente, obras como Huasipun-
[28] go de Jorge Icaza, Los ríos proundo
proundoss de José aría
Arguedas o José Tombé de Diego Castrillón Arboleda,
aparecieron en la década del cuarenta, cuando do-
minaban otros movimientos, estéticas y lenguajes.
Sin embargo, la perspectiva que dio Rivera a la pro-
blemática indígena ue igualmente importante, pues
era la visión que el blanco tenía de los indios: miope
e instrumental que, justo por eso, selló el destino de
la población nativa rente al avance de la colonización.
Un ejemplo temprano de esta preocupación es un
soneto que apareció en Tierra de promisión
promisión cargado de
gran violencia:
Por saciar los ardores de mi sangre liviana
y alegrar la penumbra del vetusto caney,
un indio malicioso me ha traído una indiana
de senos forecidos, que se llama Riguey.
Sueltan sus desnudeces ondas de mejorana;
Fotograía Jose Kaspar Eberhard.
siempre el rostro me oculta por atávica ley, violencia con que Occidente entra en la selva y ultraja
y al sentir mis caricias apremiantes
apremiantes,, se aana a sus habitantes, también muestran que las relacio-
por clavarme las uñas de rosado carey. nes del mundo blanco con el indígena han partido de
un trágico equívoco: al querer dominar una selva que
Hace luna. La uente habla del himeneo. no entienden, los blancos se han vuelto más salvajes
La indiecita solloza presa de mi deseo, que los “salvajes” que la habitan.
y los hombros me muerde con salvaje crueldad.
LOS ESCÁNDALOS
Pobre… ¡Ya me agasaja! Es mi lecho un andamio, DEL PUTUAYO
mas la brisa y la noche cantan mi epitalamio Antes de La vorgine hubo varias obras que se
y la montaña púber huele a virginidad. encargaron de denunciar las atrocidades de los cau-
cheros blancos en las selvas del Putumayo. uchas
Escenas similares pasan al mundo de La vorgine: de estas ueron uente directa de inormación para
Sucede que estas noches los siringueros
han invadido el zarzo de las mujeres, para go- José Eustasio
viaje de Rivera
Clemente y, en particular, para ilustrar el
Silva.
zarlas como premio de su semana, según vieja Ya en 1908, Raael Uribe Uribe había publicado
[30] costumbre.
costumbr e. Hediondos a hu
humo
mo y a mugre, apenas en Por la América del Sur los dolidos testimonios de [31]
acaban de umigar, se le presentan al centinela y varios colonos colombianos
colombianos de la zona que habían sido
con gesto lascivo encargan el turno. Los menos asesinados o desplazados por los agentes de Julio
rijosos cambian su derecho a los impacientes César Arana y sus asociados. Sin embargo, en 1909,
por tabacos, por goma o por píldoras de quinina. con la publicación en Londres de una serie de repor-
Anoche, dos niñas montubias lloraban a gritos en tajes sobre el mismo asunto a cargo de la revista The
lo alto de la escalera, porque todos los hombres Truth y basadas en el testimonio del estadounidense
las preerían y les era imposible resistir más. Walter E. Hardenburg, se destaparon verdaderamente
Una de ellas, desesperada, se tiró al suelo y se los escándalos del Putumayo. Allí se acusaba no sólo
astilló un brazo. Acudimos con luces a recoger
recogerla
la a los peruanos, sino se daba a entender que los socios
y la guarecí en mi chinchorro. británicos de Arana eran cómplices de todo aquello
–¡Inames, inames! ¡Basta de abusos con y se ponía en evidencia que buena parte de las tor-
estas mujeres desgraciadas! ¡La que no tenga turas eran ejecutadas por barbadianos al servicio de
hombre que la deenda, aquí me tiene! la empresa. Por ser entonces Barbados una colonia
británica, los crímenes de estos capataces los hacían
Arturo Cova, y acaso Rivera, creen que los indios directamente responsables ante la corona.
no son capaces de deenderse solos. En ello refejan Fruto de todo esto ue la aparición, en 1912, del libro
los prejuicios de su tiempo. Sin embargo, al mostrar la de Hardenburg, The Putumayo, the Devil’ s Paradise (El
Putumayo, el paraíso
paraíso del diablo) y, más infuyente aún,
del inorme presentado ante el Parlamento británico
por el cónsul Roger Casement –quien visitó la región
en 1910–conocido como El Libro Azul del Putumayo.
Aprovechando el escándalo, el periodista Sidney G.
Paternoster presentó al año siguiente The Lords o the
Devil’ s Paradise (Los señores del paraíso
paraíso del diablo).
Asimismo, el papa Pío X emitió en 1911 su bula La-
crimabili Statu, en la que condenó los crímenes contra
la población indígena y solicitó a los obispos de Amé-
rica Latina que pusieran remedio a “tan monstruosa
ignominia y deshonra”. Tal disposición, así como las
recomendaciones de Casement en su inorme, ueron
undamentales para el ingreso de las misiones capu-
chinas a la zona.
En todo este panorama, el gobierno colombiano
–hasta entonces indolente rente al etnocidio– reactivó [33]
sus reclamos limítroes rente al Perú. Como parte de
la campaña comisionó al publicista inglés Norman
Thomson para que recogiera las denuncias, las cuales
aparecieron en Londres bajo el título de El Libro Rojo
del Putumayo (1913), buscando que su aparición coin-
cidiera con el enjuiciamiento de Arana y sus socios.
Bajo un espíritu similar, Vicente Olarte Camacho había
publicado poco antes su volumen Las crueldades de los
peruanoss en el Putumayo y
peruano y en el Caquet, y el poeta y
diplomático Cornelio Hispano (seudónimo de Ismael
López) su recuento De París al Amazonas. Las feras
del Putumayo . En 1933, durante la Guerra con el Perú,
se publicó La guarida de los asesinos , una interesante
memoria de un ex empleado de la Casa Arana, Ricardo
A. Gómez.
Ricardo Gómez A., La guarida de los asesinos: relato histórico de los En Perú también aparecieron varios volúmenes.
crímenes del Putumayo, Pasto, Imprenta La Cosmopolita, 1933. ás devastador que el inorme de Casement ue El
Biblioteca Nacional de Colombia.
Y PROTAGONISTA
AUTOR d
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La relación entre José Eustasio Rivera y Arturo a o
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[34] Cova aún es un misterio. a ,
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La vorgine es una de las primeras novelas en la o
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literatura universal que se sirvió de otograías para ,
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darle veracidad a su trama y diuminar los linderos a ó
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entre la realidad y la cción. Tanto así, que en las tres G d
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primeras ediciones (1924, 1925 y 1926) aparecía la oto d 1 ,
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de “Arturo Cova en las barracas del Guaracú, tomada a n
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por la madona Zoraida Ayram”. Sin embargo, muchos r r
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críticos y amigos de Rivera,
Ri vera, como Jorge Añez o Ricardo a
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Charria Tobar, se aprestaron a identicar al personaje n a
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de la imagen con el propio escritor. No les altaba a i
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razón. C o
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Aún así, no es claro si Rivera, apelando a la técnica u
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del otomontaje (muy en boga por entonces), superpu- é
s
qu e podía ser el verdadero
so su imagen a la de alguien que J
o
Arturo Cova o la inspiración de su modelo. Pero no
importa demasiado, pues ambos personajes se pare-
cían en varios aspectos: ser poetas tolimenses y haber
estudiado leyes, por ejemplo. Pero también en muchas “centenaristas” en los días de estas cívicas y
cosas se distinguían. Rivera era una gura pública, religiosas. 2
reconocida en su época no sólo como literato sino por
su labor como diplomático genuinamente preocupado
por la deensa de la soberanía nacional. Un polemista “UN DESEQUILIBRADO TAN
agudo y prolíco, tanto en lo que concernía a asuntos
de lírica como en cuestiones de límites geográcos,
ge ográcos, tal IPULSIVO
Sabemos COO
que una de las TEATRAL”
novelas que más infuyó en
y como lo atestiguó su copiosa producción de artículos José Eustasio Rivera ue Don Quijote. Tal parece que lo
para la prensa. Y a dierencia de
d e Cova, a Rivera no se le mismo sucedió con Arturo Cova. Ciertamente hay algo
conoció novia. de quijotesco en el protagonista de La vorgine. Algo
Su amigo Ricardo Charria Tobar dejó esta elo- que a veces es ridículo y hasta cómico, como cuando,
cuente descripción de la época en que Rivera viajó por al cabo de escuchar las desdichas de Clemente Silva,
segunda vez al llano. ¿Podría ser el retrato de Arturo le dice con grandilocuencia: “Sepa usted que soy por
Cova antes de su uga? idiosincrasia el amigo de los débiles y de los tristes”.
[C]reo que ue un Domingo de Ramos, o un En otras ocasiones su carácter asume un desvarío
Jueves de Corpus, que para el caso da lo mismo, cruel e inhumano, como cuando sin inmutarse –y casi
[36] cuando a eso de las tres de la tarde se presentó con gozo– ve cómo a los dos indios maipureños que [37]
en el departamento de mi hermano un hombre los guían los succiona la mítica vorágine. Es entonces
corpulento, de alta estatura, de color trigueño, cuando Franco le espeta con ira que él ese s “un desequi-
negros ojos luminosos, más bien grandes que librado tan impulsivo como teatral”.
pequeños, amplia la rente, luciente el rostro A veces asume aires de mesías, como cuando
recién aeitado, con aquella brillantez que da la dice a sus compañeros, que lo toleran pero que lo
navaja de barba y luciendo un bigotillo de puntas saben inestable y débil, “Aunque vosotros andáis
erguidas, a la usanza de aquella época, el cual conmigo, sé que voy solo. ¿Estáis atigados? Podéis ir
retorció incesantemente durante nuestra con- caminando en pos de mí”.Y a veces nos deja entrever
versación, con cierto deleite táctil. Después de sus propias dudas sobre su capacidad de raciocinio y
colocar con natural lentitud, en el paragüero, su su proclividad para urdir planes imposibles, cuando
bastón de mango plateado, se quitó los guantes, con angustia se pregunta “¿estaría loco? ¡Imposibl
¡Imposible!e!
para tenderme en seguida la diestra, gesto que La ebre me había olvidado unas semanas. ¿Loco
se complementó con un abrazo. Un sacolevita, por qué? i cerebro era uerte y mis ideas limpias.
un chaleco de antasía y pantalón de lo mismo, ¿Loco yo? ¡Qué absurdo más grande!”. En cada caso,
o a rayas, ormaban el atuendo del poeta, que se su vanidad (a veces irritante, a veces conmovedora)
complementaba con un espléndido prendedor recrea con gran veracidad los estados de ánimo
de perla en la corbata. Así vestían los cachacos por los que pasa quien entra en contacto con las
LA OTRA SELVA
José Eustasio Rivera murió en Nueva YYork,
ork, el 1 de
diciembre de 1928, a los 40 años. Allí se encontraba
negociando los derechos de lmación de La vorgine y
acababa de supervisar el tiraje de las ediciones quin-
ta y sexta de su novela, en las cuales había incluido
varias correcciones y hecho varios cambios, como la
sustitución de las otos por mapas.
No sabemos de qué alleció Rivera. Los partes
[40] médicos describieron la sintomatología como similar
a la de un absceso cerebral o algo relacionado con el
avance de la malaria que desde hacía varios años le
aquejaba. Si ue lo segundo, la selva tampoco quiso
perdonarlo.
El último evento público en que se le vio ue el
20 de noviembre, cuando despidió al piloto Benjamín
éndez Rey en el que ue el primer vuelo Nueva York-
Bogotá. El aeroplano de éndez era un Curtiss Falc
Falconon
0-1 bautizado Ricaurte en homenaje a San ateo, el
municipio donde había nacido el poeta (el capitán
Antonio Ricaurte se hizo célebre en la Independencia
por haberse volado con sus hombres, antes de que Gastos de
hospitalización
los españoles pudieran capturar un polvorín en la de Rivera en el
hacienda venezolana de San ateo, en 1814. El pueblo
Policlínico de
donde nació Rivera se llamó así en conmemoración Nueva York, 1928.
del hecho, y desde 1934 ue rebautizado justamente Archivo Rivera,
como Rivera, hoy en el departamento del Huila). A Universidad
de Caldas.
LOS ODELOS DE
ARTURO Y ALICIA
Por un censo de caucheros del Orinoco y Casi-
quiare (1911) se sabe que hubo un Arturo Cova dueño
de un barracón cauchero en Puercoespín, entre el río
Casiquiare y San Fernando de Atabapo, con 16 peones
a su servicio. Tal vez Rivera supo de él en San Fernan-
do en 1922 o a su paso por el Casiquiare en camino
a anaos, en 1923. Tal vez Luis Franco Zapata, su
amigo, le habló de él, ya que ue vecino de Cova en el
Casiquiare, en 1912.
Pero para Eduardo Neale-Silva, biógrao de Rivera,
Arturo Cova y Alicia representan a Luis Franco Zapata [45]
y a su esposa Alicia Hernández Carranza. De acuerdo
con sus investigaciones, las historias de Luis Fran-
co y su mujer sirvieron para congurar las escenas
importantes de la novela. Franco recorrió el Vaupés
hasta
los Yavaraté
Yavaraté
llanos en la rontera
con Alicia, con el Brasil
una muchacha y escapó
de Guateque quea
querían casar contra su voluntad con un viejo terra-
teniente. Bajaron por el río eta y se instalaron en
el barracón La Ceiba, junto al caño Casiquiare, donde
conocieron a varios de los personajes que aparecen
en la novela. Posteriormente subieron a Orocué, don-
de hicieron amistad con Rivera (1918).
El poeta dejó constancia de la incondicional
solidaridad de Franco, llamándole Fidel (es decir,
el) en La vorgine. También se dice que Franco tomó
José Eustasio Rivera en Yavita, 1923.
la oto de Rivera/Cova que aparece en las primeras
Archivo Rivera, Universidad de Caldas. ediciones.
ALICIA: SEILLA
EN EL VIENTO
El domingo la vi en misa,
el lunes la enamoré,
el martes ya
ya le propuse
propuse,
el miércoles me casé;
el jueves
jueves me dejó solo,
el viernes la suspiré;
el sbado el desengaño...
y el domingo a buscar otra
porque solo no me amaño.
Abism os de a mor (1949), rodada en éxico. De allí en adelante no tendrá problema en trai-
Archivo Rivera, Universidad de Caldas. cionarla, incluso después de enterarse que espera un
hijo suyo. Aún así, cuando ella parte con los engan- EL PIPA, GUA DEL EXTRAVO
chados por Barrera hacia el Vichada, tampoco dudará La vorgine es una novela de pasos: entre la ciudad
en ir en su búsqueda. Y cae en la vorágine. y el llano, entre el llano y la selva, así como entre la
A ratos, la voz de Arturo Cova es despechada: razón y la locura, la civilización y la barbarie, la natu-
¿Y yo por qué me lamentaba como un
eunuco? ¿Qué perdía en Alicia que no lo to- ralezaestán,
guía: y la cultura. Cada paso
por ejemplo, don se da con
Rao, quela ayuda
saca de un
a Arturo
para en otras hembras? Ella había sido un y Alicia de Bogotá hacia Casanare, el catire Helí esa
mero incidente en mi vida loca y tuvo el n o Clemente Silva. Sin embargo, de entre todos ellos
que debía tener. ¡Barrera merecía mi gratitud! hay un guía particular porque su unción es despistar.
despistar.
Además, la que ue mi querida tenía sus de- Se trata del Pipa.
ectos: era ignorante, caprichosa y colérica. Su Su nombre era Pepe orillo Nieto. Creció entre
personalidad carecía de relieve: vista sin el lente llaneros, teniendo que soportar el maltrato constante
de la pasión amorosa, apare
aparecía
cía la mujer común, de sus superiores, hasta que un día mató a alguien.
la de encantos atribuidos por los admiradores El dueño del hato apresó al chicuelo, lián-
que la persiguen. Sus cejas eran mezquinas, su dole garganta y brazos con un mecate, y mandó
cuello corto, la armonía de su perl un poquillo dos hombres a que lo mataran ese mismo día,
[48] convencional. Desconoció la conciencia del beso abajo de las resacas del Yaguarapo. Por ortuna, [49]
y sus manos ueron incapaces de inventar la pescaban allí unos indios, que destrizaron a los
menor caricia. Jamás escogió un perume que la verdugos y le dieron al sentenciado la libertad,
distinguiera; su juventud olía como la de todas. pero llevándoselo consigo.
Errante y desnudo vivió en las selvas más de
Sinseembargo
Alicia, entera decuando Arturo
que ella se reencuentra
ha comenzado con
a ejecutar veinte años, como instructor militar de las gran-
des tribus, en el Capanaparo y en el Vichada; y
la venganza que él habrá de terminar. Es ahí donde la como cauchero, en el Inírida y en el Vaupés, en
novela nos hace saber que ella también tiene carác- el Orinoco y en el Guaviare, con los piapocos y
ter, que vive una vida propia. Ante la inestabilidad de los guahibos, con los banivas y los barés, con los
Arturo Cova, ella ha asumido las riendas de su desti- cuivas, los carijonas y los huitotos. Pero su mayor
no. Ha aprendido a disparar. Ha aprendido a resistir. infuencia la ejercía sobre los guahibos, a quie-
Se ha hecho respetar. Todo eso mientras transcurre nes había pereccionado en el arte de las guerri-
su embarazo.
llas. Con ellos asaltó siempre las rancherías de
los sálivas y las undaciones que baña el Pauto.
Cayó prisionero en distintas épocas, cuando una
raya le lanceó el pie, o cuando las ebres le con-
sumían; pero, con riesgosa suerte, se hizo pasar
LA PUERTA A LO
DESCONOCIDO: EL PLEITO
DE ATA DE PALA
En abril de 1918, Jorge Ricardo Bejarano y José
Nieto llegan al buete del recién graduado Rivera para
solicitarle que los represente en un pleito que tienen
en Casanare por el ganado del Hato ata de Palma,
que era del nado Ramón Oropeza. Rivera acepta y
parte para Orocúe, donde conocerá la vida de los
llanos. [53]
Ramón Oropeza había sido el dueño del hato más
rico del Casanare a nales del siglo XIX y comienzos
del XX. Jorge Brissón, ingeniero rancés al servicio
del gobierno de iguel Antonio Caro y autor del libro
Casanare (1896),ormado
no y que había cuenta el
quehato
eraata
de origen venezola-
de Palma en la
vecindad de Trinidad, sobre el río Pauto, en 1856. La
mujer de Oropeza era Josea Esteves y su hermano
Jacinto –casado a su vez con una hermana de Orope-
za– era dueño del hato vecino.
Cuando murió Ramón, en 1914, se desató un pleito
que duró varios años, en el que las amilias Oropeza y
Esteves se trenzaron en una serie interminable de de-
nuncias y acusaciones. José Nieto decidió contratar al
recién graduado Rivera por su tesis sobre Liquidación
de las herencias, pues había comprado el ganado a los
herederos de Oropeza-Esteves. A los pocos meses de
Folio del pleito de ata de Palma.
llegar a Orocué, Rivera, no se sabe exactamente por describía con emoción la exuberancia del paisaje y la
qué, pasó a deender a la contraparte representada auna. El tenor era muy similar
simi lar al de Arturo Cova cuan-
por Josea Esteves. Rivera perdió el pleito en el tri- do hacía la conmovedo
conmovedorara descripción del amanecer en
bunal superior de Santa Rosa de Viterbo, pero de su la primera parte de La vorgine. En esos momentos, el
estancia en los llanos de Casanare y de su amistad con llano era una visión del paraíso en la tierra, y Rivera y
Luis Franco Zapata en Orocué surgió la primera parte Cova podían decir “Hasta tuve deseos de connarme
de La vorgine. para siempre en esas llanuras ascinador
ascinadoras”.
as”.
Aunque Rivera no conoció a Oropeza, se cree que Pero para ambos la ensoñación dura poco. En
lo investigó y ue la base del viejo Zubieta, uno de los aquella misma carta nos enteramos de que Rivera vio
llaneros que aparece en la primera parte de la novela. cómo un amigo suyo moría ahogado, “probablemente
También
Tam bién allí se en
encargó
cargó de retratar a uno de los jueces paralizado por el temblador, que es un pez eléctrico
que terminó sentenciando en su contra: que inmoviliza cuando toca”:
[E]se uncionario era el que rmaba José Al otro día emprendí marcha a Villavicencio
Isabel Rincón Hernández… que de peoncejo de con miedo de perderme en esas inmensidades,
carretera
carrete ra ascendió a músico de banda municipal sin poder olvidarme del ahogado… Todavía
y luego a juez de Circuito de Casanare, donde sus creía sentir en mi epidermis el roce de la car-
[54] abusos lo hacían célebre. ne del muerto cuando rebullido bajo las aguas [55]
El tísico rostro del señor juez era bilioso translúcidas lo agarré del pelo y de la cintura… Y
como sus espejuelos de celuloide y repulsivo sobre todo me perseguía el recuerdo de que ya al
como sus dientes llenos de sarro. Simiescamen- descenderlo al hoyo, cayó de medio lado, por lo
te risible, apoyaba en el hombro el quitasol para que bajé a enderezarlo y a taparle la cara con mi
enjugarse el pescuezo con una toalla, maldi- pañuelo para que no se le llenara de tierra, y me
ciendo los deberes de la justicia que le imponía alejé son ojos llorosos para no verlo.6
tantos sacricios, como el de viajar mal montado
por tierras de salvajes, en inevitable comercio El llano se torna así en el preámbulo de la catás-
con gentes ignorantes y mal nacidas, dándose al troe. En la misma puerta del inerno de la que Dante
riesgo de los indios y de las eras. decía que quien la ranqueaba “perdía toda esperan-
za”. Eso justamente le sucedió a Cova, luego de que
el llano le mostrara su inclemencia con la muerte de
illán, y la misma sensación de terror y angustia le
LOS LLANOS,
ENTRADA AL INFIERNO
PARASO O invadiera cuando describió el cortejo únebre:
Los llanos orientales causaron ascinación en Lentamente, el desle mortuorio pasó ante
Rivera. Allí viajó por primera vez en 1916. De esta incur- mí: un hombre de a pie cabestreaba el caballo
sión inicial dejó como testimonio una carta en la que únebre, y los taciturnos jinetes venían detrás.
LOS LLANEROS
…Por sobre yo, mi sombrero.
Por grande que sea la tierra,
me quea bajo los pies.
En sus buenos tiempos, los hatos ganaderos de
los llanos orientales colombianos eran unidades
autosucientes –sólo necesitaban comprar sal– que
reproducían el ganado y caballos de orma extensiva
en sabanas comunales sin cercas. En los hatos se es- que no uera el suyo. No en vano era zona de reugio
tableció una estructura social de tipo jerárquico,
je rárquico, a cuya para próugos y aventureros con un pasado oscuro, así
cabeza se encontraba el dueño o “blanco”. A su servicio como para excluidos del régimen de castas. Ni siquie-
se encontraban el caporal, los undacioneros, los va- ra después de la Independencia cesaron de concebir
queros, los caballiceros, los mensuales y las cocineras. su tierra como una sola extensión undamentalmente
En el trabajo de llano –proceso mediante el cual suya. Le pregunta Arturo Cova a Bastiana:
se recogía el ganado de las sabanas llevándolo a los –ulata –le dije–: ¿cuál es tu tierra?
corrales de “palo a pique”, para marcar los terneros –Esta onde me hayo.
orejanos , escoger los novillos y vacas viejas para la –¿Eres colombiana de nacimiento?
venta, y curar las reses enermas o engusanadas–, se –Yo soy únicamente yanera, del lao de ana-
destaca un personaje muy curioso e interesante, el re. Dicen que soy craveña, pero no soy del Cravo;
velador, que le canta, habla y silba al ganado durante que pauteña, pero no soy del Pauto. ¡Yo soy de
la noche para evitar que se “barajuste” rompiendo los todas estas yanuras! Pa qué más patria, si son
corrales y dispersándose por la sabana. tan beyas y tan dilatáas! Bien dice el dicho: ¿Onde
Desde tiempos coloniales, estos llaneros se ca- tá tu Dios? ¡Onde te salga el sol!
racterizaron por su independencia de cualquier orden
[58] [59]
Llanero. Foto cortesía de Cilita de Rey y FAFO.
LLEGANDO A LA FRONTERA
Desde los tiempos de las estancias y misiones
jesuitas en el siglo XVI y XVII, el ganado y el hato se
convirtieron en el vehículo de colonización de los
llanos orientales, hasta entonces ocupado por los
indígenas achaguas y guahibos.
Los guahibos pertenecen al grupo indígena sikua-
ni del Vichada y el eta, y están divididos en cuatro
amilias lingüísticas: macaguanes de Arauca, guaya-
.
beros del río Guaviare, cuivas del Casanare y sikuanis d
r
a
del Vichada. Estos grupos, originalmente nómadas y h
r
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hoy sedentarios, vivían trashumantes por los caños E
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y sabanas. Su movilidad les permitió resistir a los a
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a
intentos de reducirlos, mientras que los sedentarios K
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achaguas sucumbieron a la violencia colonizadora e
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española. e
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[60] Las autoridades civiles y judiciales de Colombia a
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llegaron de orma tardía a los llanos orientales. Regía r
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la ley del más uerte. En este territorio se presentó t
o
F
una conrontación entre los llaneros y los indios, que .
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tuvo su expresión más acusada en las guahibiadas y b
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cuibiadas. Estos dos términos se reeren a la matanza u
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de estos indios como si ueran seres irracionales. a
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En su novela, Rivera menciona en varias partes el g
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n
grave conficto entre llaneros e indios. Los llaneros I
las balas, apedazado por los molosos. as con ¡Oh selva, esposa del silencio, madre de la soledad y de la
repentina resolución surgieron indígenas de neblina! ¿Qué hado maligno me dejó prisionero en tu cárcel
todas partes y cerraron con los potros para des- verde…? ¡Tú me robaste el ensueño del horizonte y sólo
jarretarlos
jarretarlos a macana y vencer cuerpo a cuerpo
tienes para mis ojos la monotonía de tu cenit, por donde pasa
a los jinetes. Diezmados en las primeras aco-
metidas, desbandáronse a la carrera, en larga el plácido albor, que jamás alumbra las hojarascas de tus
competencia con los caballos, hasta reugiarse senos húmedos…! Déjame huir, oh selva, de tus enermizas
en intrincados montes. penumbras ormadas con el hálito de los seres que agonizaron
en el abandono de tu majestad. ¡Tú misma pareces un
cementerio enorme donde te pudres
pud res y resucitas! ¡Quiero volver
JUGU I CORAZN a las regiones donde el secreto no aterra a nadie, donde es
AL AZAR…
En el llano, Arturo Cova encuentra su destino, imposible la esclavitud, donde la vida no tiene obstáculos y
marcado por el juego. El destino son los dados y nai- se encumbra el espíritu en la luz libre! ¡Quiero el calor de
pes que juega con Zubieta, y los gallos que al nal le los arenales, el espejeo de las canículas, la vibración de las
hacen perder todo. pampas abiertas! ¡Déjame tornar a la tierra de donde vine, para
[62] En los dados le acompaña Clarita, esa “escoria de desandar esa ruta de lágrimas y sangre que recorrí en neando [63]
lupanar”, “sobra del bajo placer”, “loba ambulante y
día, cuando tras la huella de
d e una mujer me arrastré por montes
amélica” que aún así le protege sin más interés que
su propio desamparo. A ella también la jugaron: la y desiertos, en busca de la Venganza diosa implacable que sólo
“riaron al tresiyo, como simple cosa”. En lo gallos le sonríe sobre las tumbas!
auspicia el tuerto auco: brujo, curandero y “amigo La vorgine segunda parte
de tóo el mundo”. La una trata de salvarlo, el otro lo
contamina.
Arturo juega su corazón al azar… y gana la Vio-
lencia.
APIRIPANA
Y LA CÁRCEL VERDE
Ninguna
fexionado obrasobre
tanto en lalaliteratura
selva comooccidental ha .re-
La vorgine En
ella aparecen todos los temas con que la selva es re-
presentada por Occidente: como mujer cruel y venga-
tiva, como prisión, como inerno, como cementerio.
Al nal, el misionero reconoció que esos hijos Abism os de a mor (1949), rodada en éxico.
Archivo Rivera, Universidad de Caldas.
dirimirque
el conficto ue ellasuti ronteras
possidetis juris
possidetisestablecidas
juris de 1810,por
es Ramón Ignacio éndez Llamozas (centro), quien
decir, se tomarían le atendió sus varios ataques de paludismo.
los españoles entre el virreinato de la Nueva Granada Según éste, “ue en los largos y tediosos días de
la permanencia en Yavita cuando José Eustasio
y la Capitanía General de Venezuela. escribió muchos de los capítulos de La vorgine ”.
A pesar de esto, sólo a nales del siglo XIX se Archivo Rivera, Universidad de Caldas.
DELEXPLOT
LA EXPLOTACIN
ACIN
CAUCHO
La principal actividad económica en la zona ron-
teriza de Colombia y Venezuela, donde se encuentran
los ríos Orinoco, Guaviare, Inírida y Atabapo, era la
extracción del caucho y la balata, gomas de gran valor
en el mercado internacional hasta 1916.
Los primeros caucheros en entrar al territorio al
sur del río Caquetá ueron los colombianos Crisósto-
mo Hernández y Benjamín Larrañaga. Hernández era
un negro del alto Caquetá, quien descubrió las tribus
del Caraparaná y al gran cacique uitoto Ié, y los puso
a trabajar el caucho a cambio de mercancías que traía Un cauchero. Foto aparecida en la primera edición de La vorgine,
Bogotá, Cromos
Cromos,, 1924. Biblioteca Nacional de Colombia.
de Florencia. Con Hernández entró Gregorio Calderón, asegurar la esclavización. Justamente en La vorgine,
quien se estableció en El Encanto. Clemente Silva increpó
increpó a un juez señalándole que
Benjamín Larrañaga ue un pastuso que trabajó […] el crimen perpetuo no está en las selvas
con Raael Reyes en el tiempo de las quinas (1875- sino en dos libros: en el Diario y en el ayor. Si Su
1884), lo que le permitió amiliarizarse con la región Señoría los conociera, encontraría más lectura
amazónica y sus posibilidades. A nales del siglo en el DEBE, que en el HABER, ya que a muchos
XIX descendió el Orteguaza en compañía de algunos hombres se les lleva la cuenta por simple cálculo,
caucheros, se asentó en el Caquetá, más abajo del según lo que inorman los capataces. Con todo,
puerto de Hernández, y se encontró con una tribu de hallaría datos inicuos: peones que entregan kilos
uitotos. Desde allí reconoció el terreno y undó su casa de goma a cinco centavos y reciben ranelas a
cauchera en lo que llamó Colonia Indiana, hoy en día veinte pesos; indios que trabajan hace seis años,
La Chorrera, último punto navegable a vapor en el y aparecen debiendo aún el mañoco del primer
Igaraparaná. Rivera denió a Larrañaga como: “ese mes; niños que heredan deudas enormes, proce-
pastuso sin corazón, socio de Arana y otros peruanos, dentes del padre que les mataron, de la madre
que en la hoya amazónica han esclavizado más de que les orzaron, hasta de las hermanas que les
treinta mil indios”. violaron, y que no cubrirán en toda su vida, porque
[70] Las dicultades para transportar el caucho eran cuando conozcan la pubertad, los solos gastos de [71]
tan grandes que, cuando aparecieron los primeros su niñez les darán medio siglo de esclavitud.
vapores de Arana, Larrañaga y Calderón no dudaron
en vender. Arana compró a Larrañaga La Chorrera en El sistema de extracción del caucho consistía en
1904 y El Encanto a Calderón en 1907. Los restantes rayar una serie de árboles con un cuchillo o machete
caucheros colombianos vendieron o ueron expulsa- y recoger el líquido blanco. Cada cauchero debía tra-
dos por los peruanos. bajar en tres “ábricos” o “zaras” en el año. Por cada
La explotación del caucho se hacía con indígenas ábrico tenía que entregar unos 60 kilos de caucho,
de las etnias Piaroa, Puinave, Curripaco-baniwa, que elaboraban en la orma de chorizo, por lo que
Baré, Uarequena, aquiritare, Piapoco, entre muchas ueron llamados “chorizos del Putumayo”. La entrega
otras, y de los colonos de la región. El control de la del caucho se hacía en una serie de “puestas” de 10 a
mano de obra estaba basado en un sistema de deudas 12 kilos cada 10 días. Cuando los indígenas no llega-
a perpetuidad en la que los trabajadores recibían mer- ban con la cantidad estipulada, los empleados de la
cancías a precios escandalosos y entregaban la goma sección capturaban al jee de la tribu y lo ponían en el
a precios muy bajos. Era común la venta de las deudas cepo hasta que uera entregado el altante. Y si había
de los trabajadores traspasándolos a otros explota- ugas, el jee de la cuadrilla era golpeado y enviado en
dores, así como la herencia de las deudas de padres busca de los próugos. Si no lograba encontrarlos, era
a hijos. La violencia y el terror ueron el método para torturado o asesinado.
BARRERA
Y ZORAIDA
Julio Barrera alo ue un cauchero y comerciante
que se internó en la selva durante las primeras dos
décadas del siglo XX. El Vichada ue el río de sus in- ,
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cursiones y donde buscó instalar su hegemonía. En e .
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medio de sus extensos y prolongados viajes encontró a d
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la clave para enriquecerse: el auge del caucho en el a
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mercado internacional. Se dedicó a engañar gente en a d
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el eta y el Vichada, entregándoles baratijas en con- d d
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signación y con el argumento de que se harían ricos n e
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con el caucho. , U
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Enganchados con un adelanto,
ade lanto, los llevaba al Ori- r r
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noco o al río Negro, donde los vendía con su deuda a R
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a caucheros como iguel Pezil o Tomás Funes. De a i
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hecho, en 1923 Rivera denunció ante el inisterio de Z r
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[72] Relaciones Exteriores de Colombia cómo, trece años o r
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antes, Julio Barrera había vendido a iguel Pezil 62 m b
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colombianos, algunos de los cuales todavía sobrevi- L o
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vían en la cuenca del río Negro. ñ a
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Barrera
Sabah estuvo
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Sabas. con que
Se sabe la libanesa
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macén en Orocué llamado “La Puya”, que viajaban a u r
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Ciudad Bolívar en el bajo Orinoco y que tenían casa n o
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comercial en San Fernando de Atabapo. d a
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La identicación de Nasira Sabah con la madona m e
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Zoraida Ayram y de Julio Barrera con Narciso Barrera a o
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