Alvarez Bejar, Recuento Histórico Del Neoliberalismo Global

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Capítulo Seis

Recuento histórico del


neoliberalismo global: sus bases
teóricas, sus mitos y la crisis
de hegemonía
6.1 Introducción

C on la caída de la ex Unión Soviética, los neoliberales brin-


caron de felicidad, pues sus mitos sobre las inviolables
leyes del mercado aparentemente demostraban la inuti-
lidad de la planificación social, y la desgracia que supuestamente
significaba la ausencia de consumo masivo de bienes. Pero cuando

• 137 •
138 • Alejandro Álvarez Béjar

la Gran Crisis Global de 2008-2009 derribó muchos de los más


preciados mitos neoliberales, como los gatos con sus excrementos,
corrieron a esconder sus implicaciones, para seguir medrando por
todo el mundo con sus recetas.
En este capítulo, haremos primero una reconexión histórica en-
tre liberalismo y neoliberalismo; en seguida, recuperaremos algunas
implicaciones del ascenso global del régimen de acumulación finan-
ciarizado; más adelante, mostraremos el empujón que recibió el neo-
liberalismo con la caída del “socialismo real”. Como a éste ya se le
achacaban la ausencia de democracia electoral al estilo occidental y
los excesos autoritarios de regímenes salidos de la Segunda Guerra
Mundial, fácilmente se redondeó la imagen del fracaso total del so-
cialismo.
Luego, reconstruiremos las condiciones del paso de la democracia
formal al autoritarismo real, para después adentrarnos en los impul-
sos teóricos, institucionales y culturales del neoliberalismo. Al final,
trataremos de condensar en qué sentido y con qué consecuencias, la
Gran Crisis Global de 2008-2009 derribó varios de los mitos más im-
portantes del neoliberalismo.
El neoliberalismo, nos dice Harvey (2005), es una teorización eco-
nómica que combina ciertas prácticas políticas autoritarias a las que
se considera necesarias para liberar las capacidades individuales y
potenciar las libertades empresariales, fortaleciendo un entorno ins-
titucional que asegure fuertes derechos de propiedad privada, el libre
comercio y unos mercados libres de regulaciones, empujando al mis-
mo tiempo una gran hostilidad a toda forma de solidaridad social,
hasta cambiar el balance del gobierno entre el uso de la coerción y
la búsqueda de consenso, entre el poder del capital y el interés de los
trabajadores y los movimientos populares, entre el poder Ejecutivo y
Cómo el neoliberalismo enjauló a México … • 139

el Judicial respecto al poder Legislativo, entre el ámbito de lo público


y lo privado, ahondando las asimetrías de poder entre las corporacio-
nes privadas y los individuos. No es extraño pues, que como “hoja de
ruta” para la reorganización estatal, haya logrado implantarse por
todo el mundo.

6.2 El neoliberalismo: reaparición


del liberalismo de los siglos xviii y xix

Planteado como respuesta frente a la caída de la rentabilidad del ca-


pital de los grandes países desarrollados, y ante la pérdida del poder
de clase del sector financiero, problemática ya exacerbada desde los
años setenta del siglo xx, el neoliberalismo llegó combinando viejos
aportes teóricos del liberalismo económico de los siglos xviii y xix, así
como las nuevas experiencias de gobiernos nacionales y organismos
internacionales en transferir a sectores populares los costos de los de-
sastres financieros privados y públicos.
El neoliberalismo ha sido muy exitoso en restaurar el poder de la
oligarquía, pero no en asegurar la fluidez de la acumulación de capi-
tal, lo que ya cuestiona su viabilidad económica, política y social en el
largo plazo.
El neoliberalismo se pensó como estrategia para cambiar la co-
rrelación social de fuerzas, manipulando la desocupación para minar
el poder de los sindicatos; tampoco hay duda de que se fraguó al calor
de la lucha de clases, al imponerse como discurso e intereses hege-
mónicos la prevalencia del capital financiero dentro de los diversos
bloques estatales y productivos.
Así llegó a depurarse un proyecto ideológico avasallador, un dis-
curso hegemónico con enorme capacidad de penetración cultural,
140 • Alejandro Álvarez Béjar

debido entre otras cosas a la contundente simpleza de sus fórmulas


económicas básicas: reformar las relaciones económicas y el sistema
en su conjunto sobre tres principios económicos: abrir, desregular y
privatizar.
Aunque es ideología global, el neoliberalismo también fue pro-
ducido en una matriz doméstica por los ideólogos de las escuelas
privadas de economía, como el Instituto Tecnológico Autónomo de
México (itam), pero llegó a México desde arriba, como imperativo
condicionado por los organismos financieros internacionales, frente
a la urgencia de resolver la grave crisis de la deuda externa, ocurrida
en 1982.
A esas alturas ya era un proyecto global que buscaba cambiar tres
relaciones fundamentales en las economías capitalistas: la relación
entre el trabajo asalariado y el capital, la relación del Estado con el
mercado y la relación entre el Estado y la sociedad.
Por eso los principales referentes cronológicos de irrupción del
neoliberalismo están esparcidos por el mundo: el primero, es el golpe
militar de Augusto Pinochet en 1973 en Chile, que pronto reformó la
economía asesorado de cerca por los temibles “Chicago Boys”, egre-
sados de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago.
El segundo, y no menos importante, fue el anuncio hecho por
Deng Xiaoping de que en el curso de los dos decenios siguientes Chi-
na pasaría de ser una economía “cerrada” a una “abierta”, modelo que
luego se aplicaría sin cortapisas para las economías de Latinoamérica
tras la crisis de la deuda.
Un tercer referente fue planteado por Margaret Thatcher en
1979, al anunciar el combate frontal al estancamiento con inflación,
desregulando la economía.
Cómo el neoliberalismo enjauló a México … • 141

Y en el mismo año, un cuarto referente fue introducido por Paul


Volcker en la política monetaria de la Reserva Federal estadouni-
dense (Federal Reserve System, Fed), rompiendo abiertamente con el
objetivo del “pleno empleo” como tarea del Banco Central, y virando
exclusivamente a la lucha contra la inflación, al elevar las tasas de
interés sin ninguna consideración con respecto a sus impactos en el
nivel de desempleo.
Un referente más se tuvo en 1980, cuando se despliega por parte
de Ronald Reagan (pero ya como consenso entre republicanos y de-
mócratas) una agresiva política antisindical combinada con fuertes
impulsos a la desregulación de la industria, el transporte aéreo, las
comunicaciones, la agricultura y la extracción de recursos naturales,
al tiempo que se avanzaba hacia la liberalización de las finanzas na-
cionales, pero con la mira puesta en la proyección y el dominio esta-
dounidense sobre las finanzas globales.
El neoliberalismo y la globalización financiera se reforzaron en
espiral ascendente: ésta creció como resultado del progreso tecnoló-
gico (tecnologías de la información y la comunicación [tics]) en las
comunicaciones y el transporte; aquél, como forma de ampliar a es-
cala global un nuevo régimen de acumulación financiarizada (Ches-
nais, 2016).

6.3 Un nuevo régimen de acumulación


con dominación financiera

El neoliberalismo, bajo la hegemonía cultural y el poder económico


estadounidense ―aunque ya en franco deterioro en casi todos los te-
rrenos, menos en el militar―, irrumpe asociado al predominio de los
intereses del capital financiero dentro del bloque dominante, mismos
142 • Alejandro Álvarez Béjar

que se habían desbordado con el reciclaje de petrodólares durante el


primer “shock petrolero” internacional (1974-1975) y aprovechando
el despliegue del euromercado de dólares a mediados de los años se-
tenta del siglo xx.
A partir de entonces el interés, la renta y las ganancias especu-
lativas en apariencia quitaron relevancia a la ganancia productiva
industrial, con lo cual condicionaron el funcionamiento del conjun-
to del sistema económico, al convertir la “financiarización” en rasgo
mundial predominante y en brújula de la rentabilidad. Entre 1973 y
2007, las ganancias del sector financiero en Estados Unidos pasaron
de 16 a 41% del total de las ganancias corporativas domésticas.
La riqueza que concentra y maneja hoy el sector financiero le ha
permitido detentar un poder político colosal, que se ha ido acrecen-
tando en los últimos 25 años hasta otorgarle la capacidad de veto so-
bre el contenido de las políticas públicas. Ello, gracias en parte a los
giros provocados inicialmente en la política monetaria ―donde el
alza de las tasas de interés hizo más lucrativo el comercio acciona-
rio y cambiario―, a la desregulación y las innovaciones financieras
―que abrieron avenidas nuevas para que florecieran los mercados
financieros― y a que la titularización disparó el número de transac-
ciones y el dinero que se podía ganar con ellas.
Los excesos asociados a este gran cambio estructural internacio-
nal están presentes hasta hoy en día, sólo que ahora en forma de un
retroceso del crecimiento de la economía global, una disminución del
comercio global, la reducción significativa de los flujos de inversión
y con las realidades de una recesión global que ocurrió sincronizada,
que fue desencadenada por la crisis financiera sistémica, con epicen-
tro en Estados Unidos, ocurrida en 2008-2009, y de la que no ha sido
posible salir completamente por el exceso de endeudamiento del go-
Cómo el neoliberalismo enjauló a México … • 143

bierno, y el apalancamiento excesivo de las empresas y los hogares


por varios rincones del mundo.
Así que la “era de las finanzas” o de la “economía casino”, según
popularizaron otros autores, es una transición en la economía global,
de la que con certeza sólo podemos decir que será compleja, incierta
y larga.

6.4 La caída del “socialismo real”, inesperado


empujón ideológico a favor del neoliberalismo

La caída de la Unión Soviética, a finales de la década de 1980, fue el


evento que consolidó este ciclo a favor del neoliberalismo, al cristali-
zar, ante los ojos de todo el mundo, lo que se percibía como el fracaso
de la planificación socialista y el castigo brutal por haber negado la
supuesta supremacía de los mercados. Decimos supuesta porque, die-
ciocho años después, la crisis financiera global de 2008-2009 es, para
el neoliberalismo, lo que fue la caída de la Unión Soviética para el
socialismo real: una debacle económica, política e ideológica.
En realidad, la rigidez de la economía centralmente planificada, la
pobreza en el desarrollo del sector productor de bienes de consumo
durables y no durables, así como el dominio de la burocracia del Par-
tido Comunista (la “nomenclatura”) que restringía la representación
y la acción democrática en la ex Unión Soviética, que algunos atribu-
yen a las concepciones leninistas y la praxis autoritaria del estalinis-
mo, ahora podemos verlas más como secuelas de una economía de
guerra montada en un país atrasado, con una cultura centenaria del
poder despótico de los zares y los años de guerra civil, seguida por la
Gran Guerra Patria contra el nazismo.
144 • Alejandro Álvarez Béjar

Con los giros cruciales que impuso en las prácticas estatales de


países desarrollados, y aprovechando el fracaso de las experiencias
planificadoras socialistas o estatizadoras de los países atrasados, el
neoliberalismo combatió en la década de 1980 a tres enemigos ideo-
lógicos: el Estado de Bienestar (que en México hemos llamado “Es-
tado Social Incompleto”), a los trabajadores con sus sindicatos y al
socialismo real, que tenía muchos rasgos de un capitalismo de Estado.
Los neoliberales pasaron, de la connotación negativa del Estado
y el sector público, a postular la búsqueda de un nuevo y supuesta-
mente neutral “Estado mínimo”, reducido convenientemente a las
funciones de policía y buen gobierno, que permitiera la “operación
eficiente” de los mercados.
Así, al final de la Guerra Fría, junto al disparo del desempleo, la
pobreza, la economía informal, los mercados negros y el narcotráfi-
co en los países neoliberalizados, llegó un nuevo discurso del Banco
Mundial sobre los sistemas políticos y la gobernanza (gobernabili-
dad), para empujar globalmente el neoliberalismo, con base en la
consideración de que la globalización neoliberal sólo podría exhibir
un éxito si creaba un ambiente de “sólida gobernanza y democrati-
zación”.
De manera que, desde principios de la década de 1990, el alegato
a favor de “menos Estado” fue poco a poco sustituido por el llamado a
un “mejor Estado”, esto es, un funcionamiento mejor y más transpa-
rente de lo que quedaba del Estado, así como la democratización en
calidad de tarea permanente, dada la inmadurez política, la corrup-
ción y la ineficiencia de las administraciones estatales que precedie-
ron la llegada del neoliberalismo.
De ahí el énfasis formal que han dado desde entonces a la separa-
ción de poderes, al respeto del estado de derecho, a la vigencia de los
Cómo el neoliberalismo enjauló a México … • 145

Derechos Humanos, a la relevancia de la transparencia institucional


y hasta a la existencia de un sistema multipartidista basado en elec-
ciones libres. Todas ellas, cosas que se han cumplido siempre parcial-
mente, al menos en México.

6.5 Democracia formal y práctica


del autoritarismo real

No es por casualidad que el discurso de la democratización neoliberal


llegara y buscara asentarse como impulso despolitizador de la econo-
mía, pues la democracia electoral se ofrecía como vía al poder, justo
cuando el Estado ya contaba con un programa económico inamovi-
ble y habían sido derrotados, uno a uno, los discursos nacionalistas,
estatistas, comunistas y socialdemócratas.
En esas condiciones, el saldo real de más de treinta años que nos
deja el neoliberalismo en el terreno del Estado es: la consolidación
de un peligroso Estado oligárquico, un Estado orientado por y a fa-
vor de los intereses de unos pocos acaudalados. Toda una regresión
histórica: como diría Norbert Lechner (Lechner, 2004), de un lado
nos dieron la despolitización de la economía y, del otro, nos dejaron
la política colonizada con la idea de la “racionalidad de los merca-
dos”. Así cambió en todo el mundo la relación Estado-mercado y Es-
tado-sociedad.

6.6 Teoría e impulsos institucionales


y culturales del neoliberalismo

En el despliegue teórico del neoliberalismo en el mundo, convergen


figuras intelectuales conservadoras como los economistas de la escue-
146 • Alejandro Álvarez Béjar

la austríaca Frederick Hayek y Ludwig von Misses, Milton Friedman


de la Universidad de Chicago y el filósofo alemán Karl Popper.
Para nuestro país, probablemente sea Friedman, el padre del mo-
netarismo, el más influyente a través de la Escuela de Economía de
Chicago. En Estados Unidos, Gran Bretaña y México, los think tanks
conservadores, y los departamentos de economía de algunas univer-
sidades, potenciaron el impacto y ampliaron el consenso.
Pero fueron los banqueros suecos, a través del Premio Nobel de
Economía, los que dieron a la teoría económica cuantitativa neoclá-
sica no sólo autoridad académica y respetabilidad universal, sino que
la elevaron al rango de única ortodoxia legítima en método y técni-
cas: en concreto porque esa corriente se asentaba sobre la base de que
el sistema económico per se tiene un orden (no se interesaba en los
desórdenes del mismo), confiaba en los mercados abiertos, postula-
ba la competencia como noción articuladora del mundo económico,
y la primacía del individuo como valor supremo. Al ejercerse como
profesión, la teoría se colocaba convenientemente ajena a cualquier
noción de contrato económico o social.
En economía, la escuela neoclásica tiene como eje la “teoría del
equilibrio competitivo general”. Con sus altos niveles de abstracción
del mundo real, esa teorización ha sido útil en la práctica para ar-
gumentar dos cosas: que la intervención del Estado sólo se justifica
cuando es necesario cubrir “externalidades del mercado”, y que una
política proteccionista ofrece siempre un resultado inferior al libre
mercado.
Con la sofisticación teórica y el conservadurismo implícito tras
la idea de que el sistema reposa en un “orden natural”, la teoría del
equilibrio competitivo general tiene por lo menos tres debilidades:
primera, que la existencia de un recurrente y crónico desempleo ma-
Cómo el neoliberalismo enjauló a México … • 147

sivo choca de frente con cualquier noción de equilibrio, sobre todo en


entornos donde hay un enorme debilitamiento sindical.
Segunda, que las empresas siempre tienen sus ventas limitadas
por los ingresos de los consumidores demandantes, y no porque ellas
dispongan de la supuesta voluntad de producir sólo cuando hay un
cierto nivel de precios (idea importante para entender la persistencia
del ciclo económico).
Y tercera, que tras la evidente complejidad de los cálculos implí-
citos en la teoría, está el equívoco de suponer que las empresas y los
individuos son entes “totalmente racionales” (la realidad muestra
siempre lo contrario).
Los gobiernos, organismos internacionales y economistas de todo
el mundo utilizan en su trabajo modelos de equilibrio general com-
putables, que no sólo descansan en algunos supuestos irreales, sino
tienen la enorme ventaja de que siempre dan como resultado el re-
fuerzo de la tesis de que la liberalización económica es condición in-
superable.
Desde la Crisis de los años treinta (1929-1932) con John Maynard
Keynes, la macroeconomía se pensó para que, mediante las políticas
fiscal y monetaria, se cambiara el comportamiento de toda la eco-
nomía, como algo distinto a la suma total de los comportamientos
individuales que producen por sí mismos los agentes económicos. Fue
Keynes quien formuló la idea contraintuitiva de que “lo que es racio-
nal para los actores individuales puede no serlo para la economía en
su conjunto” (Shaikh, 2004).
Keynes sostenía que el gobierno debería hacer, deliberadamente,
lo contrario de lo que hacen los agentes económicos: gastar cuando
ellos no gastan, para evitar que caiga la demanda agregada; y reducir
148 • Alejandro Álvarez Béjar

su gasto y aumentar los impuestos, cuando se trata de evitar que la


demanda rebase a la oferta agregada.
Utilizado apropiadamente, el Estado puede ser la fuerza que di-
rige un sistema individualista en direcciones socialmente deseables.
Así, sigue enfatizando Shaikh, donde los neoclásicos minimizan cual-
quier consideración sobre los desórdenes del sistema, Keynes y los
poskeynesianos enfatizan ese desorden para probar que hace falta
que el Estado regule los negocios, el empleo, el producto agregado y el
ambiente general (Shaikh, 2004).
Desde los años treinta hasta los setenta del siglo xx, el principal
fin de las políticas macroeconómicas fue reducir la magnitud de las
oscilaciones en el ciclo de negocios, enfatizando especialmente la im-
portancia de mantener un nivel de “pleno empleo”.
Con el ascenso neoliberal, la versión monetarista cambió eso radi-
calmente: para ella, la estabilidad de precios, y no el nivel de empleo,
es el fundamento de la prosperidad económica; y la disciplina mo-
netaria, el objetivo básico de los bancos centrales. Friedman alegaba
que “la inflación es una forma de aplicar impuestos sin necesidad de
legislar”, y sostenía que los precios subirán siempre que haya dema-
siado dinero circulando, ante una suma dada de bienes y servicios
(Chang, 2008).
Hasta antes de la Gran Crisis Global de 2008-2009, después de
varios desastres notables, los banqueros centrales triunfaron en la
lucha contra la inflación, confundiendo eso con que “habían doma-
do el ciclo económico”, lo que generó enorme consenso intelectual
alrededor de dos ideas: una, que “el” objetivo del banco central era la
estabilidad de precios; y dos, que “la” herramienta clave era la tasa de
interés a corto plazo.
Cómo el neoliberalismo enjauló a México … • 149

En México, el conservadurismo económico “nativo” estuvo his-


tóricamente asentado en el Banco de México, cuyos estudios domi-
naron las investigaciones desde la década de 1930 hasta la década de
1950; el Banco pronto optó por enviar a muchos de sus profesionales
a realizar estudios de posgrado en Harvard, Yale, el Massachusetts
Institute of Technology (mit) y la Universidad de Chicago.
En la década de 1970, salieron becados por el Banco de México a
Yale, Leopoldo Solís y Gustavo Petriciolli, que después aparecieron
como prominentes profesores del itam. Por influencia de ellos y a
partir de la década de 1970, Francisco Gil Díaz, Miguel Mancera y
Pedro Aspe, alumnos y profesores del itam, se proyectaron como al-
tos funcionarios del Banco Central y de la Secretaría de Hacienda
(Babb, 2003), formados en la corriente monetarista de Chicago.
Pronto, el Banco Central optó por formar sus cuadros desde la
licenciatura en la carrera de economía del itam, apoyada por ban-
queros; entonces la carrera combinaba economía, administración y
negocios.
Por supuesto, las conexiones reales fueron más variadas: el Co-
legio de México primero, y el Centro de Investigación y Docencia
Económicas (cide) después, también fueron formadores de grupos
de élite para el sector público. Para las décadas de 1970 y 1980, el
propio Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) apuntaló
ese proceso con un importante programa de becas para que alumnos
de esas instituciones se fueran a las universidades de Estados Unidos,
política que coronó al introducir, como prueba de excelencia de los
economistas, que publicaran sus investigaciones en revistas estadou-
nidenses “arbitradas” y dentro de un “índice de citas” establecido con
base en ellas.
150 • Alejandro Álvarez Béjar

Pero el factor crucial fue la decisión estatal de reclutar el más alto


nivel, para todas las áreas relacionadas directamente con la econo-
mía, entre los egresados de estas instituciones.
Para asegurar cohesión, disciplina y lealtad, elevaron los sueldos
de todos los mandos superiores y medios, no sólo de los economistas.
Todo esto contrarrestó la influencia de las ideologías nacionalistas e
izquierdistas (keynesianas y desarrollistas) prevalecientes dentro de
los economistas formados en la unam, cuyos egresados fueron al mis-
mo tiempo, crecientemente excluidos de los mandos altos y medios.
A lo largo del siglo pasado, el empirismo estadounidense, como
raíz histórica característica de sus ciencias sociales, derivó desde la
década de 1980 en una imbricación cada vez más compleja de la eco-
nomía con las matemáticas, cuyo saldo fue la tecnificación extrema
de los economistas, bajo el supuesto de que cuanto más matematiza-
dos, más convenientemente alejados de las ideologías.
Así fue como se incubaron en nuestro país las condiciones para un
prodigioso salto del nacionalismo económico liberal al neoliberalis-
mo, lo que ciertamente también era parte de un proceso global.
Por otro lado, la teoría neoclásica, desde el siglo xix y hasta la
primera mitad del siglo xx, postuló la noción de que había un solo
conjunto de leyes económicas que “se aplican para todos los países en
todos los tiempos”.
Esa idea de un pensamiento único era una mezcla del “liberalismo
económico” de Adam Smith y David Ricardo, del “monetarismo” de
Friedman, la teoría de “las expectativas racionales” de Robert Lucas,
la “elección pública” de James Buchanan y Gordon Tullock, más el
enfoque de “economía de la oferta” de Arthur Laffer, que en conjun-
to sirvieron para popularizar la idea de que la intervención estatal
constituía el problema, más que la solución, y que una política mone-
Cómo el neoliberalismo enjauló a México … • 151

taria estable, combinada con recortes fiscales a favor de los grupos de


altos ingresos, producirían una economía saludable para la actividad
empresarial, al darle los incentivos correctos (Blyth, 2002).
Quienes criticamos ese poderoso consenso conservador, lo hi-
cimos siempre reivindicando en el estudio de la economía, el com-
promiso social y el espíritu crítico: primero dijimos que hay que
conocer la historia, después incorporar la política, porque sin ella no
se entiende el carácter general del Estado y el sentido de sus acciones;
debemos usar la sociología, para entender la dinámica de las orga-
nizaciones sociales; la antropología, para tender los puentes con el
ámbito de la cultura y la civilización; y por supuesto, las matemáticas,
para procesar las regularidades estadísticas y aprovechar el poder del
pensamiento probabilístico en una ciencia que no conoce procesos ni
resultados lineales. O sea, reivindicamos la interdisciplina.

6.7 La Gran Crisis Global de 2008-2009


y el derrumbe de los mitos del neoliberalismo

En la ciencia, los mitos son siempre difíciles de desentrañar, porque


suman prejuicios culturales que interactúan con el llamado “imagina-
rio popular”. Siempre tienen un grano de verdad, pero les queda una
parte sobreestimada y otra artificialmente simplificada y hasta dis-
torsionada, de modo que no siempre coinciden con las evidencias his-
tóricas, y al final, esto incluso acaba hasta por no importar. Como, por
ejemplo, el mito de que el libre comercio ha sido una política aplicada
por todos los países hoy desarrollados no tiene respaldo histórico y, a
pesar de eso, se sigue vendiendo como tal (Chang, 2002).
Hay dos mitos fundacionales para el neoliberalismo: uno es el de
la superioridad del libre comercio en la maximización de la eficiencia
152 • Alejandro Álvarez Béjar

y del bienestar económico; el otro es que, en todas las actividades eco-


nómicas, los resultados producidos por los mercados siempre serán
superiores a cualquier resultado socialmente predeterminado, pese a
que hay fuertes evidencias en contrario (Dunkley, 2004; Hart-Lands-
berg, 2006; Chang, 2008).
Hagamos pues un rápido recuento de los mitos neoliberales que ya
se han colapsado. El primero, lo socializó Margaret Thatcher con su
desplante autoritario: tina, There Is No Alternative (No hay alterna-
tiva) o sea, no hay de otra más que las políticas neoliberales de abrir,
privatizar y desregular. Está probado que, en política fiscal y moneta-
ria, en la industrial, la agrícola, en política científica y tecnológica, en
política educativa, por lo menos, hay muchísimas más opciones que la
receta neoliberal “unitalla”.
El mito de que la intervención estatal en la economía es negativa,
porque los mercados se ajustan solos, se vino abajo cuando en 2008
George Bush Jr. y Henry Paulson se vieron forzados a ensayar, en el
espacio breve de tres meses, nacionalizaciones de hipotecarias y asegu-
radoras en problemas, compras parciales de activos bancarios, después
de dejar caer bancos con larga historia como Lehman Brothers, para,
finalmente, instrumentar un plan de rescate financiero general por
750,000 millones de dólares, en lo que, de pasada, una cantidad signi-
ficativa, y por intermediación del Congreso, fue a parar en manos de
las tres grandes empresas automotrices, bajo el argumento de que su
quiebra podría “desencadenar un enorme potencial disruptivo”.
Con ello, se derrumbó también otro mito muy importante: el de
que “la desregulación es el camino directo para fomentar la eficiencia
de los mercados financieros globales”. Y no sólo ése, también cayó por
los suelos la idea de que “no hay que proteger a la industria nacional”,
pues la experiencia estadounidense dice que todo es recomendable,
Cómo el neoliberalismo enjauló a México … • 153

si se trata de las grandes empresas del sector industrial de Estados


Unidos.
Se vino abajo, también, el mito de que la teoría neoliberal había
domado el ciclo económico. Como lo plantea con crudeza Paul Krug-
man (2009): dos premios Nobel de economía, y el entonces banquero
central de Estados Unidos, habían decretado en diversos momen-
tos la muerte de la depresión económica, como problema teórico y
práctico.
Milton Friedman cuando recibió el Premio Nobel, Robert Lucas
(otro Premio Nobel) en un discurso que pronunció en 2003, y Ben
Bernanke al entrar como miembro de la Reserva Federal (Fed) en
2004, hablaban con desenfado sobre cómo había sido domado el ciclo
económico, y de que las recesiones severas “ya eran cosa del pasado”.
La crisis financiera de 2008, y la severa secuela recesiva de la eco-
nomía mundial en 2009-2010, indican que el ciclo no sólo estaba vivo
y coleando, sino que, como advirtió Krugman, esta crisis tenía cada
uno de los componentes malos que habíamos visto antes, pero ahora
todos a la vez.
En concreto, quedamos ante evidencias de la ineficacia de la polí-
tica monetaria, cuando vemos que la Reserva Federal estadounidense
(Federal Reserve System, Fed) prácticamente ya cayó en lo que Key-
nes llamaba “la trampa de la liquidez” (una situación en la que el ban-
co central no puede activar el crédito general durante una recesión,
después de que ha llevado la tasa de interés a cero, lo que significa
que su herramienta clave, la manipulación de la tasa de interés, quedó
cerca de estar anulada).
El mito de que las tecnologías informáticas y los modelos mate-
máticos podían volver segura toda inversión financiera, manejando
probabilísticamente el riesgo, fue cayendo de mal en peor: primero
154 • Alejandro Álvarez Béjar

fue el caso de Long Term Capital Management, una empresa de fon-


dos de cobertura de riesgos con base en Connecticut, que en 1994
había contado entre sus directivos a dos premios Nobel de economía,
Myron Scholes y Robert Merton (de este último, Robert Lucas alar-
deaba que era “el Newton de las finanzas”), los cuales crearon porta-
folios de acciones basados en sofisticados modelos matemáticos que
analizaban datos históricos, “asegurando” un alto rendimiento con
un riesgo mucho menor al general.
Pero como sus modelos de cómputo no anticiparon una ocasional
perturbación severa del mercado, llegado el caso no pudieron impedir
que la empresa quebrara al término de ese decenio, ni que tuviera
que rescatarla la Fed, poniéndola en manos de otro grupo de grandes
inversionistas.
Posteriormente está el caso del fondo de cobertura de riesgo
“Bearns Hedge Fund”, del banco Bearn Sterns, en su momento uno
de los cinco bancos de inversión más grandes de Estados Unidos, que
vio el colapso de sus fondos de cobertura en marzo de 2008, más la
Reserva Federal (Fed) y el Tesoro concurrieron, no a salvarlo, sino a
salvar las contrapartes perjudicadas (por eso fue vendido al J. P. Mor-
gan Chase en esa fecha).
Finalmente, está el caso destacado por Krugman como inicio de
la crisis financiera actual, ocurrido el 9 de agosto de 2007, cuando
suspendieron los retiros de tres fondos de la Banque Nationale de
Paris (bnp Paribas), de Francia. La respetabilidad por contar con va-
rios premios Nobel detrás de sus innovaciones financieras permitió a
los inversionistas tomar posiciones hasta 100 veces mayores que su
capital. Pero se esfumó dicha respetabilidad cuando esas novedades
se evidenciaron como vehículos para perder mucho dinero.
Cómo el neoliberalismo enjauló a México … • 155

Está también el derrumbe del mito de que los grandes interme-


diarios financieros se regulan solos, y que los mercados financieros
desregulados se ajustan también por sí solos. La experiencia de 2008,
con la práctica desaparición del segmento de la banca de inversión,
que creció en Estados Unidos desregulada, indica que no había nada
parecido a la autorregulación.
Hay finalmente otro mito a conveniencia, pues ha multiplicado
por el mundo la anomalía de que haya entidades económicas “dema-
siado grandes para dejarlas caer”. De modo que, al entrar en graves
problemas, las grandes empresas y bancos se rescatan con cargo al
Estado, y se acaban convirtiendo en todavía más grandes y más pode-
rosas, capaces de bloquear las reformas que urgentemente se necesi-
tan en el sistema financiero.
La fórmula que quedó más a la mano ha sido la experimentada en
México: que los rescates bancarios se hagan con cargo a los contribu-
yentes, de modo que los platos rotos los pagamos todos, sin siquiera
la posibilidad de imponer una regulación que afecte a los grandes ju-
gadores financieros. El problema es que eso amenaza con agravar la
crisis sistémica mundial, y que objetivamente secuestra las finanzas
públicas para beneficio del gran capital financiero. En el siguiente ca-
pítulo, vamos a examinar con detalle las bases de lo que hemos llama-
do crisis civilizatoria, pues contiene la crisis financiera, la productiva
y la crisis ecológica que las reformas neoliberales han exacerbado.

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