El Protagonismo Civico de Los Jovenes-1
El Protagonismo Civico de Los Jovenes-1
El Protagonismo Civico de Los Jovenes-1
un Estado social activo que busca promover la solidaridad colectiva. Otro ejemplo de los inte-
resantes matices que separan a los neoliberales de los defensores de la tercera vía tiene que
ver con la concepción del voluntariado. En ambos casos se defiende el trabajo voluntario
como la expresión de una ciudadanía activa y responsable, pero para el neoliberalismo se
trata de una opción espontánea de individuos que quieren ayudar en sus ámbito comunitarios
más cercanos; en cambio, para la ‘tercera vía’, el voluntariado y la implicación comunitaria
no es algo que hacen individuos aislados sino individuos insertos en grupos y asociaciones;
una forma de intervenir en la marcha de la sociedad. La acción voluntaria constituye, pues,
un componente imprescindible del protagonismo que los ciudadanos tienen en la esfera públi-
ca y que comparten con múltiples agencias, organizaciones, poderes públicos, etc.
El verdadero reto de esta propuesta política e ideológica es demostrar si, más allá de su
insistencia en la dimensión moral de las responsabilidades individuales, sigue habiendo una
preocupación real y efectiva por reducir las desigualdades sociales y por lograr que aumen-
te la influencia democrática de los ciudadanos.
La construcción de una ciudadanía activa entre los jóvenes
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“La crisis actual de la ciudadanía no es quizás mas que la continuación de una larga
historia comenzada con la aparición del individuo moderno ...De aquí surge que un dilema
lógicamente irresoluble sea tan sociológicamente necesario para el funcionamiento de una
sociedad: la combinación de dos principios contradictorios, el individuo privado, calcula-
dor que optimiza en el mercado, productor y producto de un nuevo tipo de desigualdad de
clase, y el individuo, que participa en una comunidad de derechos, igual a los otros, que
intercambia derechos y obligaciones por el bien público e invierte lealismo en la ciudad, es
quizás el resorte no lógico de las sociedades contemporáneas. El individuo de la ‘teoría
económica de la política (economics of politics) y el de la teoría política de la economía
(political economy) forman parte de una misma sociedad pero no de un mismo sistema... Su
tensión, nacida de la pertenencia a dos sistemas diferentes, funda la sociedad democrática,
siempre atravesada por el principio civil, liberal y desigualitario y el principio cívico, inter-
vencionista e igualitario.” (Leca 1991: 207).
Esta tensión también subyace en nuestra concepción de ciudadanía activa entre los jóve-
nes. Ahora bien, antes de entrar en la misma hay que aclarar brevemente la perspectiva que
aquí defendemos sobre la relación entre juventud y ciudadanía. En muchos de los estudios
(16) Hay que recordar que Aristóteles en “La Política” define a los jóvenes como ‘ciudadanos incompletos’
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Una vez aclarada nuestra perspectiva acerca de la juventud, podemos avanzar en el aná-
lisis de este tipo específico de ciudadanía, la ciudadanía activa, que concede una especial
relevancia a la dimensión política, contrariamente a lo que ocurría en otros momentos his-
tóricos en los que el principal reto consistía en desarrollar el componente social de la ciu-
dadanía de los jóvenes. Pues bien, de acuerdo con nuestra concepción de la ciudadanía acti-
va, ésta significa básicamente presencia y protagonismo de los jóvenes, desde su condición
de ciudadanos, en el desarrollo de los procesos sociales y políticos de la sociedad en la que
viven. Dos son, por tanto, los elementos fundamentales a tener en cuenta para hablar de ciu-
dadanía activa: presencia y protagonismo. Veamos algo mas en detalle cada uno de ellos.
El primer componente es la presencia. Estamos ante un tema clásico de la sociología políti-
ca de las identidades y de los movimientos sociales: el reconocimiento de nuevos sujetos de
derechos, intereses y necesidades en el ámbito de lo público. En este caso se trata de con-
siderar a la juventud como un nuevo sujeto de ciudadanía. Para avanzar en este proceso es
necesario abandonar la idea de ciudadanía vinculada al estatus de adulto y apostar por una
concepción procesual de la misma, en la que lo importante no es cuándo el individuo posee
el estatus de ciudadano sino mas bien cómo los jóvenes van adquiriendo los recursos nece-
sarios para actuar como ciudadanos.
La construcción de una ciudadanía activa entre los jóvenes
Es aquí donde hay que situar el debate sobre la educación para la ciudadanía, en tanto
en cuanto el objetivo de ésta no debería ser, tal y como ocurre en muchos proyectos educa-
tivos, tratar de que los jóvenes sean ‘buenos ciudadanos’, según un modelo en el que se exal-
ta la conformidad y el respeto con las normas17, sino más bien dotar a los jóvenes de los
conocimientos, competencias, valores y sentimientos que les lleven a implicarse activa-
mente en la sociedad, independientemente de cuales sean los resultados finales de la impli-
cación. Asimismo, no podemos olvidar el tema del reconocimiento de los derechos cívicos
a los jóvenes, especialmente el desfase que a veces se observa entre el reconocimiento for-
mal de los derechos civiles y políticos, por una parte, y los derechos sociales por el otro.
Este desfase se hace aún más agudo en algunos contextos sociales con problemas de desa-
rrollo, como por ejemplo en bastantes países de América Latina, donde los jóvenes empie-
zan a trabajar desde edades bien tempranas pero sin que se les considere sujetos de derechos
dada su situación de minoría de edad.
Pero a veces se nos olvida que más importante aún es que los jóvenes puedan llegar a
estar presentes. Utilizando la conocida metáfora de la representación teatral, la cuestión fun-
damental es que se den las condiciones imprescindibles para que, si lo desean, los jóvenes
puedan asistir a la representación. Antes de pensar en el lugar que los jóvenes deben ocupar
dentro de la representación de la esfera pública, hay que detenerse en las condiciones nece-
sarias para que los recursos de ciudadanía puedan ser puestos en práctica. En primer lugar,
hay que referirse a un entorno social y económico que permita el acceso y ejercicio de los
derechos de ciudadanía al mayor número posible de jóvenes; es decir, que reduzca los efec-
tos de las pautas sociales de desigualdad y de los procesos de exclusión social. Demasiado
a menudo los discursos sociopolíticos actuales (un buen ejemplo puede ser el discurso de la
sociedad del riesgo) caen en el error de olvidar que, a pesar de la innegable diversificación
(17) Esta orientación parece ser, precisamente, la más habitual en nuestro sistema educativo, de acuerdo con los primeros
resultados de nuestra investigación sobre las representaciones sociales de la ciudadanía en la juventud española. Según nuestros
resultados, tanto profesores como alumnos tienden a reducir el significado de la ciudadanía al de civismo, es decir, respeto a las
normas de convivencia (Moran y Benedicto 2002).
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e individualización de las trayectorias vitales, éstas siguen estando en buena medida deter-
minadas por las condiciones estructurales que restringen o amplían, según los casos, las
oportunidades de elección de los jóvenes. Asimismo las políticas económicas y sociales, en
tanto en cuanto son instrumentos decisivos para crear un entorno de mayor o menor seguri-
dad material, constituyen elementos fundamentales para que el ejercicio de la ciudadanía
entre los jóvenes pueda ser una realidad mas allá de las declaraciones formales.
La segunda de las condiciones para poder estar presente en la representación de la esfe-
ra pública es la implicación de los jóvenes en contextos participativos. Una implicación que
les convierte en público específico y les proporciona las capacidades necesarias para reco-
nocerse como tal público que asiste a la representación y que mantiene vínculos comunica-
tivos con otros públicos también asistentes. Esta implicación es fundamental en tanto que
fuente de aprendizaje y construcción de una experiencia cívica que, según todos los indicios,
resulta decisiva para formar ciudadanos competentes y conscientes de sus obligaciones.
Puede concluirse que la experiencia de la juventud en el campo de la implicación participa-
tiva marca en buena medida la vida cívica de los adultos.
El tercer requisito es la existencia de diseños institucionales que permitan a los jóvenes
poner en práctica los recursos que han ido adquiriendo. Se trata de políticas, estructuras ins-
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Ser protagonista significa intervenir activamente y tener la capacidad de influir sobre el
desarrollo de los procesos sociales y políticos en los que se está presente. En la vida social
se habla de protagonismo para referirse a aquellos individuos o colectivos cuya acción es
capaz de tener repercusión sobre la orientación y el resultado de los procesos en los que se
interviene. Recurriendo nuevamente a la metáfora de la representación teatral, podemos
decir que en la escena actual proliferan los actores que interpretan los guiones preestableci-
dos, pero solamente podemos atribuir el calificativo de protagonistas a aquellos actores que
son capaces de modificar esos guiones mediante su interpretación de los mismos. De la
misma manera, hay ciudadanos, públicos, asociaciones, movimientos que a través de su
acción colectiva en el espacio público son capaces de modificarlo, de transformarlo. Pero
hay que tener cuidado para no construir una imagen utópica del ciudadano activo. En el
espacio público moderno, los ciudadanos intervienen en la representación dependiendo del
tema o del problema que se trate en cada momento, de tal forma que unas veces nos los
encontraremos como protagonistas y otras como espectadores atentos. La participación es
pues contingente respecto a múltiples factores sociales, lo cual no quiere decir que se parti-
cipe de manera instrumental, en función de intereses individuales. Como afirma K. Eder:
La construcción de una ciudadanía activa entre los jóvenes
“quien actúa y quien mira depende de la obra interpretada. Hay obras que atraen a
mucha gente y necesitan muchos actores. El medio ambiente es una obra de este tipo (...) El
ciudadano activo y el ciudadano pasivo son las dos caras de la misma moneda: son los dos
elementos necesarios para la interpretación de los eventos públicos. Necesitamos interpre-
tes y espectadores, unos que hablan y otros que escuchan. Pero esto es la ciudadanía en
estado de naturaleza. Las instituciones son necesarias para garantizar que los interpretes y
los actores se encontrarán. Necesitamos horarios, espacios y guiones. Actuar como un ciu-
dadano es un fenómeno complejo.” (Eder 2000: 231).
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ingenuo de muchos comunitarismos como de la despolitización liberal predominante en
nuestras sociedades, tiene como correlato necesario el desarrollo de una política de la influen-
cia dirigida a dotar a los jóvenes de una voz eficaz, capaz de intervenir para intentar –para-
fraseando a Hirschman– ‘cambiar un estado de cosas poco satisfactorio’. Tres son, a nuestro
juicio, los aspectos fundamentales en los que esta política de la influencia tendría que cen-
trarse teniendo en cuenta la estructura del espacio público y su lógica de funcionamiento.
En primer lugar, la influencia sobre la agenda de temas del debate. Desde hace varias
décadas los especialistas en comunicación están de acuerdo en la importancia decisiva de
manejar la agenda de los temas que entran en el debate público: que temas entran y cuáles
no, en qué momento se plantean y con qué secuencia temporal, cuáles son los actores que
los enuncian, etc. Pues bien, en el caso de los jóvenes es necesario lograr que tengan mayor
protagonismo en la selección previa de los sucesos, acontecimientos y temas que son deba-
tidos en el espacio público, con el fin de que sus necesidades y problemas específicos pasen
a un primer plano y se conviertan en prioridades sociales. En segundo lugar, la influencia
sobre el vocabulario que se utiliza. No hay que olvidar que el espacio público está construi-
do comunicativamente y, por tanto, el modo en que se enuncian los problemas de los jóve-
nes, el tipo de argumentación que se utiliza o los recursos retóricos resultan fundamentales
(18) En esta misma investigación se utiliza un interesante concepto, el de “participación social constructiva” para referirse a
un conjunto de actividades que no son expresión directa de ciudadanía pero que indirectamente la refuerzan a través del reforza-
miento del capital social. Bajo este rótulo se incluyen actividades como: trabajo voluntario, acción política informal, actividades
con implicaciones políticas, actividades informativas, actos altruísticos y participación social general. Según los autores de la inves-
tigación esta noción inclusiva y fluida de participación puede ser entendida como una expresión de responsabilidad cívica de los
jóvenes (Lister et al. 2002)
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