BROWN, K. El Estudio de La Historia de Los Precios en La América Espaã Ola

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EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LOS PRECIOS EN LA

AMÉRICA ESPAÑOLA COLONIAL: METODOLOGÍA Y


OPORTUNIDADES

Kendall W. Brown*

l analizar la economía latinoamericana colonial, los historiadores están


llegando a conclusiones tentativas sobre la producción de los sectores
económicos. Consideremos, por ejemplo, tres casos poco relacionados del
siglo XVIIL Primero, la producción de plata en México creció de 48 000 000
de pesos de a ocho reales en 1701-1710, hasta 202 000 000 de pesos para la
última década del siglo.' Segundo, en la diócesis de Buenos Aires, los diezmos
subieron de 35 000 pesos al inicio del siglo hasta casi 350 000 a fines del
siglo.* Para el mismo periodo, la producción de vino en el valle de Vítor, fuera
de Arequipa (Perú), creció un mezquino 0.1 % anualmente.* En los dos pri-
meros Casos, se asumiría que los grandes aumentos significaron prosperidad
para los productores, mientras que en el tercero los vinicultores sufrieron el
estancamiento. No obstante, sin tomar en cuenta la historia de los precios
durante aquel siglo, es imposible dar más que una interpretación superficial
de aquellos datos de producción.

* Dept. of History, Brigham Young University, Provo, Utah 84602, EE.UU.


' John J. TePaske, “Bullion production in Mexico and Peru, 1581-1810” (trabajo inédito, s.a.),
derivado de John TePaske, La Real Hacienda de Nueva España, la Real Caja de México, 1576-1816,
Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 1976; y John J. TePaske y Herbert Klein,
Ingresos y egresos de la Real Hacienda de Nueva España, 2 vols., Instítuto Nacional de Antropología
e Historia, México, 1986-1988. Véase también Richard S. Garner, “Long term silver mining trends
in spanish America: a comparative analysis of Peru and Mexico”, American Historical Review, vol. 93,
núm. 4, octubre 1988, pp. 898-935.
* Cándido P. Guerrero Soriano, “Producción, evolución económica y análisis decimal. Un estudio
sobre el Río de la Plata en el siglo xvu”, Anuario de Estudios Americanos, vol. 51, núm. 1, 1994, pp.
105-108,120-121.
3 Kendall W. Brown, Bourbons and brandy: imperial reform in eighteenth-century Arequipa,
University of New Mexico Press, Albuquerque, 1986, p. 43.

19
20 Kendall W. Brown

Examinemos más de cerca las conclusiones mencionadas arriba. La plata


obviamente era un producto económico y tenía un valor en el mercado. ¿El
gran aumento de producción devaluó la plata en relación con otras mercan-
ciías?¿Ello obligó a pagar más plata por una fanega de trigo o maíz a finales
del siglo XVI? Si así fue, ¿qué nos indica esto sobre el impacto verdadero de
la bonanza mexicana de la plata? Los historiadores han utilizado los ingresos
de los diezmos eclesiásticos para entender los cambios en la producción agrí-
cola. Sin embargo, el valor de la plata pudo haber sufrido una devaluación
relativa a la de los productos agrícolas, inflando así las rentas decimales. En
ese caso, el valor monetario de los diezmos da una engañosa impresión del
cambio en el rendimiento agrícola. Para el caso del vino peruano, los datos
de producción explican poco por sí solos sobre la prosperidad de los hacen-
dados de viñas. Si el valor del vino se incrementó en relación con otros géneros,
los hacendados habrían obtenido ganancias, aunque su producción variara
poco durante el siglo. Por otra parte, si el valor del vino bajó en relación con
otras mercancías, los hacendados habrían sufrido una pérdida significativa.
Una comprensión de la historia de los precios es por lo tanto esencial para
cualquier análisis de una economía de mercado. Ciertamente el análisis de los
precios es importante para interpretar la evolución de la economía latinoame-
ricana, ya que hace posible una comprensión más completa de los cambios en
la producción y sus relaciones con el consumo, los niveles de salarios, im-
puestos y comercio. Escribiendo específicamente sobre la historia económica
de América Latina colonial, John Coatsworth ha concluido: *“El descuido
relativo de la historia de los precios por los historiadores de América Latina,
al contrario de los de Europa y Estados Unidos, ha constituido por mucho
tiempo el obstáculo individual más importante para el progreso en el campo.”
El presente trabajo tiene como objetivo examinar algunos de los temas meto-
dológicos e interpretativos de la historia de los precios en América Latina
colonial, tanto para evaluar el estado actual de los estudios como para indicar
las áreas en que se necesita más investigación. Estas observaciones provienen
en gran parte de un estudio de precios que realicé para Arequipa, Perú, durante
el siglo XVIII.”

* Coatsworth, “Economic history and the history of prices in colonial Latin America”, en Lyman
-L. Johnson y Enrique Tandeter (comps.), Essays on the price history of eighteenth-century Latin
Ámerica, University of New Mexico Press, Albuquerque, 1990, p. 21. Una versión española es Johnson
' y Tandeter (comps.), Economías coloniales: precios y salarios en América Latina, siglo xvi11, Fondo
de Cultura Económica, Buenos Aires, 1992.
5 Brown, “Price movements in eighteenth-century Peru-Arequipa”, en Johnson y Tandeter (comps.),
Essays on the price history, op. cit., pp. 173-200.
El estudio de la historia de los precios 21

OBSERVACIONES METODOLÓGICAS

En su nivel más básico, la historia de los precios requiere de series de datos


para un género particular. Idealmente, el precio anual sería el valor promedio
de algunos datos en lugar de uno solo.” En el caso de mercancías sujetas a
variaciones estacionales, el historiador debe cuidar de ajustar la serie para
compensar las fluctuaciones estacionales. Esto resulta especialmente verda-
dero para un análisis de largo plazo en un alimento básico, donde los precios
pueden ser altos inmediatamente antes de la cosecha y sustancialmente más
bajos justo después de ésta.” Quizá la serie más famosa de este tipo en la
historiografía de América Latina colonial es el estudio hecho por Enrique
Florescano de los precios mexicanos del maíz, serie basada en los registros
de la alhóndiga de la ciudad de México.* Florescano seleccionó un género de
primera necesidad, esperando poder determinar la relación entre los cambios
en el precio del maíz y los tumultos civiles.
La elaboración de tal serie para una localidad depende de la disponibilidad
de fuentes documentales apropiadas. Como he mencionado, Florescano em-
pleó las cuentas de la alhóndiga. Otros historiadores también se han servido
de registros institucionales, incluyendo cuentas de conventos y hospitales, y
listas de alimentos y otras mercancías compradas por agencias del gobierno
y por las fuerzas militares coloniales.? Tales fuentes son más abundantes para
el siglo XVHI que para periodos anteriores. De hecho, para el siglo XVI los
datos de precios tienden a ser fragmentarios, en parte porque llevar el registro
de las cuentas no había sido institucionalizado. Mientras más registros ecle-
slásticos sean accesibles, mejor nos proveerán de materia prima para aumen-
tar el conocimiento actual de la historia de los precios. También ofrecen re-
compensas potenciales las series de protocolos notariales que han sobrevivido
en muchas localidades. Para la historia de los precios, sin embargo, los pro-
tocolos notariales presentan dificultades considerables; contienen volumino-
sas informaciones inaplicables a la elaboración de una serie de precios y por
tanto se emplea demasiado tiempo en extraer los datos, además de que también
es necesario verificar que las ventas y las compras realizadas por individuos
diferentes tuvieron circunstancias semejantes. Por otra parte, los protocolos
pueden ofrecer información sobre los precios de vivienda, salarios, capital y
otras mercancías que muchas veces faltan en los registros institucionales.

o Comparado con el promedio, el valor medio no se tergiversa tanto cuando sólo hay un precio
muy alto o muy bajo.
Por supuesto, se podrían también estudiar los cambios estacionales de precios. En aquel caso,
sería importante diferenciar entre las estaciones en vez de los años.
5 Enrique Florescano, Precios del maíz y crisis agrícolas en Mexico, 1708-1810, Ediciones Era,
México, 1986 (la primera edición es de 1969; esta está revisada).
” Compárese, por ejemplo, las fuentes consultadas por los autores de los artículos contenidos en
Johnson y Tandeter (comps.), Essays on the price history.
22 Kendall W. Brown

Para obtener los datos, son necesarios procedimientos sistemáticos. Los


precios de la serie deben ser de igual cantidad y calidad para un mismo género
comprado por entidades de un mismo lugar. En condiciones ideales, el histo-
riador podría obtener todos los datos contenidos en series documentales. Si
las fuentes registraran muchos precios para cada año, nos darían información
sobre los cambios anuales y estacionales, pero este ideal no siempre es posible.
Al analizar las cuentas del colegio de los jesuitas de Arequipa, por ejemplo,
tuve tiempo limitado para mi investigación, y las cuentas contenían precios
de muchas mercancías diferentes. Cuando empecé a recopilar datos, tenía sólo
una idea parcial de los géneros que quería incluir en mi estudio. Trigo, maíz,
papas, vino y tejidos fueron preferencias obvias, pero encontré referencias de
muchas otras mercancías. Decidí registrar todos los precios, pero sólo para
meses específicos de cada año. La decisión de hacer un muestreo significó
idear un método que no distorsionara los datos. Finalmente recogí datos para
los mismos meses de cada año, esperando así alcanzar una consistencia anual.
Sin embargo, mi método hizo imposible el estudio de cambios estacionales
de los precios agrícolas.
Otro problema que enfrenté fue la duración de la fuente documental. A
partir de 1627 las cuentas de los jesuitas pueden consultarse en la Sección
Histórica del Archivo General de la Nación en Lima, y continúan así hasta
1688. Pero posteriormente se presenta una falta de registros hasta 1723, y otra
de 1748 a 1754. Con la expulsión de los jesuitas en 1767, sus cuentas cesaron.'*
Sin embargo, quería continuar mi análisis hasta el fin del periodo colonial.
En consecuencia, consulté los documentos de la Aduana de Arequipa, que
van, con escasas faltas, desde 1774 hasta 1818.!' Más tarde tuve que determi-
nar si esta fuente era compatible con los registros de los jesuitas. En general,
hube de cuidarme de no mezclar datos de fuentes diferentes. Además, la Adua-
na de Arequipa no recaudaba impuestos sobre maíz, trigo y papas, por lo que
no ofrecía datos sobre los precios de dichos géneros.
Para registrar los datos, diseñé un formulario y recopilé un libro de códi-
gos. El formato contenía ocho variables: lugar, mes, año, género, medida o
peso, número de unidades, precio pagado y unidad monetaria. Incluí el lugar
esperando que fuera posible analizar en el futuro los precios de otra región.
Para cada caso registrado, apunté las ocho variables en una fila del formulario.
(La gráfica 1 muestra una fila típica).

'9 Archivo Nacional del Perú, sección Histórica (en adelante ANP), Compañía de Jesús, legs. pp.
28-30.
e ANP, Aduanas, legs. pp. 1-85.
El estudio de la historia de los precios 23

Gráfica 1. Ejemplo de una fila del formulario


1 10 20 30

AQ 311171614 2 5/2

Las primeras dos columnas identificaron el lugar; las columnas 4 a 9


contuvieron la fecha; las columnas 11 a 14, el código del género; las 16 a 17,
el código del peso o la medida; las 19 a 23, el número de unidades; las 25 a
29, el precio pagado, y la 30 el tipo de moneda. Por tanto, en el ejemplo
mostrado en la gráfica 1 es de “AQ” (Arequipa); el mes es “3” o marzo; el
año 1764; el código del género es 2”, azúcar; el código del peso **1” para
arroba; la cantidad es una; el precio cinco; y el tipo de moneda, **2” para pesos
de a ocho.
De acuerdo con lo que encontraba en las cuentas de los jesuitas, cada
mercancía recibió un número de identificación, registrado en el libro de có-
digos. Para géneros que empezaban con la letra “a”, tal como aceite o azúcar,
reservé los números 1 a299, designando un número para cada nueva mercancía
encontrada. En el libro de códigos, asigné cuatro páginas para cada letra,
dando más espacio que el comúnmente necesario para registrar muchos gé-
neros diferentes. Cuando había acabado de leer las cuentas arequipeñas, la
sección “a” contuvo 33 géneros, como se ve en el cuadro 1. Las mercancías
que empezaban con “*b” tenían códigos entre 300 y 599, y así sucesivamente.
A veces las cuentas mencionaban géneros aparentemente semejantes pero con
nombres diferentes. Les di códigos diferentes; recibieron un código las me-
didas (cuadro 2), y otro el tipo de moneda usada (peso ensayado, peso de a
ocho, real, patacón, etc.). Por supuesto, si yo hubiera coleccionado los precios
de un solo género, el código de la mercancía no habría sido necesario, y po-
siblemente podría haber dispensado la unidad de medida o de peso, Pero todos
fueron esenciales para obtener los precios de muchos géneros diferentes.

CUADRO 1. PRODUCTOS QUE EMPEZABAN CON “A” Y SUS CÓDIGOS

Il aceite 10 aceite de almendra 20 abas [sic] 30 anascote blanca


2 azúcar 11 afrecho 21 alfeñique 31 anascote negra
3 aceituna 12 algodón 22 aves 32 añil de China
4 ají 13 azafrán 23 anchoveta 33 añil de Guatemala
S arroz 14 alfalfa 24 acero
6 aguardiente 15 anascote 25 alberja
7 arado 16 anís 26 alambique
8 almendra 17 adobe 27 azafrán
9 alfalfa, 18 añil 28 ají mattara
semillade 19 ajo 29 ají amarillo
24 Kendall W. Brown

CUADRO 2. PESOS Y MEDIDAS HALLADAS EN LAS CUENTAS DEL COLEGIO DE LA


COMPAÑÍA DE JESÚS, AREQUIPA

l arroba 17 — cesto 33 arrobado


2 costal 18 mazo 34 fardo
3 libra 19 jarro 35 tercio
4 quintal 20 cajita 36 día
5 fanega 21 petaquilla 37 mes
6 onza 22 petaca 38 calz
7 botija 23 madeja 39 toldo
8 carga 24 caja 40 chipa
9 odre 25 pares 41 tercio
10 unidad 26 manojo 42 semana
11 olla 27 docena 43 año
12 resma 28 pan 44 par
13 — perulera 29 zurrón 45 ducia
14 vara 30 botijuelas 46 cabo
15 media 3l por cien
16 par 32 saco

Al regresar de Perú, el siguiente paso fue preparar los datos para su ma-
nipulación en la computadora. Con un software de estadística llamado StatPac
(otros como SAS OSPSS me podrían haber servido bien, pero StatPac estaba
disponible entonces para la computadora personal), traté de convertir cada
precio de un género al mismo tipo de medida y moneda. Esto no siempre fue
posible. Algunas veces las cuentas ofrecían medidas o pesos diferentes para
el mismo género. Se registraba el azúcar, por ejemplo, en arrobas, libras y
panes. Fue posible convertir las libras en arrobas, o viceversa, pero “panes”
era un término demasiado vago para ser útil. También fue difícil la decisión
de agregar o no las mercancías semejantes pero registradas con nombres di-
ferentes en las cuentas. En el cuadro 1, por ejemplo, ¿sería legítimo agregar
“anascote”, ““anascote blanca” y “anascote negra””?
Después de preparar los datos para su ordenación, empecé los análisis
iniciales. Primero hice una distribución de frecuencias para determinar cuán-
tos datos había de cada mercancía. Por mis investigaciones anteriores, tenía
alguna idea de los géneros que me interesaba estudiar, pero las frecuencias
fueron útiles para identificar otros bienes comúnmente comprados y usados
por el colegio de los jesuitas. Entonces preparé gráficas para los géneros más
importantes, mostrando los movimientos anuales de sus precios, y calculé
también las tendencias lineales. Esto concluyó la parte más directa del pro-
yecto, pues había compilado series individuales de precios para un grupo de
productos diferentes. Éstos incluyeron mercancías producidas localmente, ta-
les como trigo, maíz, papas, vino, azúcar, aceite de oliva, carneros y ají. Otros
El estudio de la historia de los precios 25

géneros venían de la región andina, como hojas de coca, bayeta y paños de


Quito. De Europa, los jesujtas obtenían muchos tipos de lienzo, así como
hierro, acero y papel, entre otras mercancías.
Después de obtener los datos y prepararlos para el análisis, estaba listo
para estudiarlos. De pronto el proyecto se complicó ya que aun la historia del
precio de un solo género, como el maíz, es problemática. Durante el periodo
colonial, solamente algunas partes de la economía estaban monetarizadas.
Grandes porciones de las mercancías producidas localmente, incluyendo los
alimentos básicos, no se vendían, sino que se trocaban. Además, los altos
costos de transporte impedían el comercio de géneros abundantes, como maíz,
trigo y papas, en mercados distantes.
Los factores de mercado tampoco estaban completamente libres para es-
tablecer los niveles de precios. El concepto de un precio justo a veces entraba
en juego, dando el peso teológico a los intentos del gobierno por controlar
las fluctuaciones de los precios.'* Cuando la población sufría un terremoto,
una inundación u otro desastre, a veces el gobierno decretaba una rebaja de
la tasa de juros y censos para que el capital fuera menos caro. Esto ocurrió
después del terremoto que destruyó Lima en 1746, motivando a otras ciudades
a solicitar rebajas semejantes.'* En una sociedad colonial donde los campesi-
nos sufrían coerción y dependencia, factores fuera de la oferta y la demanda
tenían con frecuencia un papel en la determinación del nivel de precios. Un
hacendado, por ejemplo, podía arbitrariamente fijar precios bajos para los
granos cultivados por sus peones inquilinos. Los corregidores andinos exigían
precios exorbitantes por las mercancías vendidas através de sus repartimientos
de comercio, sabiendo que su poder político y judicial podía obligar a los
indios a pagarlos. En tal caso, los precios del mercado libre no correspondían
a lo que se pagaba por los repartos. En un caso como éste, el historiador ha
de determinar los objetivos de su estudio. Para examinar los costos de vida
para los indígenas andinos, no sería suficiente considerar solamente los pre-
cios urbanos del mercado libre. Al mismo tiempo resultaría interesante com-
parar los costos rurales con los urbanos para ayudar a determinar el nivel de
opresión.
Por tanto, en mi estudio cada serie de tiempo de un género individual daba
una impresión general de cómo el nivel de precios para ese producto había
cambiado. Consideremos, por ejemplo, el caso del vino arequipeño.'* Hacia

'2 Para un ejemplo del comportamiento del virrey de México y la Iglesia durante una crisis
agrícola tratando de bajar el precio del maiz, véase R. Douglas Cope, The limits of racial domination:
plebeian society in colonial Mexico city, 1660-1720, University of Wisconsin Press, Madison, 1994,
pp. 129-132,
'3 Por ejemplo, “Poder del myc para pedir mercedes; al señor marqués de Monterreal, 28 junio
1784”, Archivo Municipal de Arequipa, LCA.0l, fol. 305.
'4 Brown, “Price movements”, loc. cit., pp. 176-179,
26 Kendall W. Brown

1630 una botija de vino se vendía en aproximadamente 25 reales. El precio


subió un poco hasta 1660, pero entonces comenzó un declive gradual. Durante
el decenio de 1720 una botija valía 20 reales, y hacia la década de 1760 el
vino había subido otra vez a 25 reales. Sin embargo, ¿qué significaron estos
cambios?, ¿qué revelaron sobre la economía local o virreinal? Por sí sola, la
serle de precios de vino ofrecía pocas señales. Para interpretar los precios del
vino, habría que considerar otros factores, como los cambios demográficos,
las mudanzas de gusto (¿cambió la preferencia de la población por otra bebi-
da?), así como la producción y comercio de vino dentro del mercado arequi-
peño y en la región donde los arequipeños vendían sus vinos. Los cambios
fiscales y las fluctuaciones en la reserva de dinero pudieron también influir
en los precios del vino.
Además de la historia de los precios de los géneros individuales, los his-
toriadores se interesan también por los precios relativos, cómo los valores
cambiantes de mercancías se relacionan unos con otros. Para Arequipa fue
importante considerar los precios relativos de vino y de aguardiente de uva,
porque éste se destilaba de aquél. Los precios del vino aumentaron de 2.3
pesos por botija hacia 1680, hasta cuatro pesos en 1760, y después llegaron a
un precio más alto. Mientras tanto, el precio del aguardiente también aumentó
durante la primera mitad del siglo XVIIL, pero después cayó drásticamente en
1760. Muchos factores influyeron obviamente en estos movimientos de pre-
cio. Los gustos de los consumidores, la política real de impuestos, las epide-
mias, la rebelión andina de 1780-1782 y las condiciones económicas del mer-
cado causaron cambios en los precios del vino y del aguardiente.'? Por su-
puesto, los precios locales de estos productos se vieron afectados también por
la oferta y la demanda en otras partes, como Potosí, La Paz y Cuzco, algunos
de los principales mercados de Arequipa.
Obviamente no todos los precios se movían paralelamente. La oferta y la
demanda influyeron los precios de manera individual más que colectivamente.
Las condiciones de mercado también diferían mucho entre regiones. Por tanto,
los movimientos de precio en México probablemente eran diferentes a los del
Alto Perú, así como los precios cubanos no necesariamente fueron iguales a
los argentinos. Además, aun dentro de una misma localidad, las amplias di-
ferencias sociales y culturales influían en los patrones de consumo. Para los
campesinos indígenas el trigo no fue tan importante como para los españoles;
en los Andes, el mercado del vino no fue el mismo que para la chicha.
Con todo, sería útil tener una idea general de los cambios en el costo de
vida en América española colonial. No obstante, debido a las dificultades de
transporte, un índice único de precios para toda la América española no sería
suficiente. Algunos historiadores han intentado construir índices para el costo

3 Brown, Bourbons and brandy, op. cit., pp. 40-53.


El estudio de la historia de los precios 27

de vida de regiones específicas, '*pero determinar cuáles géneros y la cantidad


de cada uno que debería incluirse en el índice es extremadamente difícil. En
verdad nuestro conocimiento del consumo colonial, especialmente entre las
clases bajas rurales y urbanas, es muy impresionista. Por supuesto, sin tomar
en cuenta los cambios en el nivel de los salarios, es también imposible evaluar
los índices de consumo. Los precios de géneros de primera necesidad podrían
haberse elevado modestamente, por ejemplo, mientras los sueldos aumenta-
ban más. En consecuencia, lo que inicialmente parecería ser un costo de vida
relativamente más alto, al ser corregido por el nivel de salarios, se volvería
en lo contrario.
La consideración del costo de vida conduce inevitablemente al nivel ge-
neral de precios y a su comportamiento de cambio en la América española
colonial. El nivel general de precios (M%-18p ) se ha definido tradicionalmente
como p= (mv)/ c, dondem representa el volumen de la reserva monetaria, v la
velocidad de su circulación y c la cantidad de bienes y servicios disponibles.*”
Para el historiador de la América española colonial, sería muy difícil medir
precisamente estas variables económicas. La reserva de dinero consistía prin-
cipalmente en el oro y la plata de las minas coloniales, y la producción minera
ha sido estudiada considerablemente por los investigadores así como también
la cantidad de metales preciosos exportados desde la región.'* En teoría,
entonces, estos análisis deberían proporcionar una buena aproximación de
m. No obstante, algunas cuestiones han surgido sobre la cantidad de produc-
ción minera de contrabando y la cantidad de oro y plata que, sin registrar, se
exportaba de las colonias. Michel Morineau, por ejemplo, asegura que los
registros oficiales subinformaron seriamente del derrame de metales precio-
sos.'” De igual forma, m, que parece ser la variable más fácil de calcular,
resulta problemática.
El pensamiento económico monetarista afirma, especialmente para los
siglos XIX y XX, que la cantidad de la reserva monetaria es la causa principal
de los cambios en el nivel general de precios. Los estudios de Earl J. Hamilton
intentaron mostrar la relación entre las importaciones españolas de metales

16 Véase, por ejemplo, tres artículos en Johnson y Tandeter (comps.), Essays on the price history,
op. cit.: Lyman L. Johnson, “The price history of Buenos Aires during the viceroyal period”, pp.
137-172; Brown, “Price movements”, loc. cit., pp. 173-200, y Dauril Alden, “Price movements in
Brazil before, during, and afterthe goldboom, withspecial referencetothe Salvadormarket, 1670-1769”,
pp. 335-373.
Véase, por ejemplo, Y. S. Brenner, “The inflation of prices in early sixteenth-century England”,
en Peter H. Ramsey (comp.), The price revolution in sixteenth-century England, Methuen, Londres,
1971, p. 69,
'$ Véanse las fuentes citadas por Garner en “Long-term silver mining trends”, loc. cit., para una
idea de la bibliografía relevante.
'2 Morineau, Incroyables gazettes et fouleux métaux: les retours des tresors américains d 'aprés
les gazettes hollandaises (xv1e-XviHle siecles), Cambridge University Press, Nueva York, 1985.
28 Kendall W. Brown

preciosos y los cambios en el nivel general de precios durante los siglos XVI-
XVIII.” La conveniencia de esta teoría para esos siglos ha recibido numerosas
críticas por parte de los estudiosos de la historia económica europea.” Por
otra parte, los historiadores de la América española colonial no se han esfor-
zado, hasta ahora, en estudiar la relación entre la producción minera y los
cambios en el nivel general de los precios colontales.

OPORTUNIDADES EN LA HISTORIA DE LOS PRECIOS


HISPANOAMERICANOS

El último cuarto del siglo ha visto pasos concretos para llenar la falta de
estudios detallados sobre los precios coloniales. Existen análisis para algunas
ciudades durante el siglo XVIIL* Los trabajos dan una idea general del movi-
miento de precios para el siglo borbónico, tanto de los géneros americanos
como de las mercancías europeas. Para el periodo anterior a 1700, tenemos
pocos estudios,” aunque algunos historiadores han intentando dar una visión
general de los precios para aquel periodo, especialmente Ruggiero Romano.”

22 E, J. Hamilton, American treasure and the price revolution in Spain, 1501-1650, Harvard
University Press, Cambridge, 1934, y E. J. Hamilton, War and prices in Spain, 1651-1500, Harvard
University Press, Cambridge, 1947.
2! Ingrid Hammarstróm, “The price revolution of the sixteenth century: some swedish evidence””,
en Ramsey (comp.), The price revolution, op. cit., pp. 42-68, y Pierre Vilar, A history of gold and
money, 1450-1920, Humanities Press, Atlantic Highlands, 1976.
22 Además de las obras contenidas en Johnson y Tandeter (comps.), Essays on the price history,
op. cit., véase también Marcel Haitin, “Prices, the Lima market, and the agricultural crisis of the late
cighteenth century in Peru”, Jahrbuch fúr Geschichte von Staat, Wirtschaft under Gesellschaft Latei-
namerikas, núm.22, 1985, pp.167-198;Richard L. Garner, “Pricetrendsineighteenth-century Mexico”,
Hispanic American Historical Review, vol. 65, núm. 2, 1985, pp. 279-325; Silvia Galicia, Precios y
producción en San Miguel el Grande, 1661-1803, Dirección de Estudios Históricos, INAH, México,
1975; Virginia García Acosta, Los precios del trigo en la historia colonial de México, Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México, 1983; Aníbal B. Arcondo, £l
ocaso de una sociedad estamental: Córdoba entre 1700 y 1760, Universidad Nacional de Córdoba,
Córdoba, 1992; Enrique Tandeter y Nathan Wachtel, Precios y producción agraria: Potosí y Charcas
en el siglo xvi11, Centro de Estudios de Estado y Sociedad, Buenos Aires, 1983; y Pablo Macera, Precios
del Perú: siglos XVI-XIX: fuentes, Fondo Editorial del Banco Central de Reservas, Lima, 1992.
23 Además de al gunos trabajos mencionados arriba, los de Woodrow W. Borah merecen atención:
con SherburneF. Cook, Price trends ofsome basiccommodities incentral México, 1534-1570, University
of California Press, Berkeley, 1958, y Price trends of royal tribute commodities in Nueva Galicia,
1557-1598, University of California Press, Berkeley, 1992, Ibero-Americana, vol. 55.
AR Romano, “Movimiento de los precios y desarrollo económico: el caso de Sudamérica en
el siglo xvi”, Desarrollo Económico, núm. 3, 1963, pp. 31-43; y R. Romano, “Some considerations
on the history of prices in colonial Latin America” en Johnson y Tandeter (comps.), Essays on the
price history, pp. 35-72. Como una obra precursora, la base de datos para el primero es débil. El
segundo es muy polémico, pero contiene observaciones penetrantes y una comprensión global de los
problemas. Véase también Pedro Pérez Herrero, “Comercio y precios enla Nueva España: presupuestos
teóricos y materiales para una discusión”, Revista de Indias, vol. 44, núm. 174, 1984, pp. 465-488; y
El estudio de la historia de los precios 29

Por tanto, los historiadores tienen muchas investigaciones que realizar


antes de que existan los análisis necesarios para una comprensión tanto de los
movimientos de los precios coloniales como de su relación con la economía.
En especial, necesitan series de precios de los géneros básicos para la regiones
principales de la América española. Es notable que no exista un análisis para
Lima, la Ciudad de los Reyes y capital del virreinato peruano.” En cuanto a
los siglos XVI y XVIL, casi todo está por hacer, las fuentes documentales son
más escasas haciendo más difícil la tarea. Por otra parte, los historiadores
deben empezar a integrar en sus trabajos lo que se sabe de la historia de los
precios. Por ejemplo, un bosquejo muy informativo sobre la historia econó-
mica colonial, resumiendo las investigaciones más recientes, no brinda casl
ninguna atención al tema de los precios.? Para lograr un óptimo beneficio de
las investigaciones sobre la economía colonial, debe reconocerse la impor-
tancia de la historia de los precios, ya que casi no hay tema de la vida econó-
mica que no esté influido por los precios.
Un aspecto final de la historia de los precios merece atención: la necesidad
de hacer accesibles los datos para el uso de otros investigadores. Tradicional-
mente, los historiadores han guardado sus notas de investigación para uso
exclusivo; sin embargo, para un historiador no tiene sentido repetir la laboriosa
recolección de datos ya realizada por otro. Una vez que el historiador termina
su proyecto, debe proveer sus datos a la comunidad investigadora, para que
todos puedan emplearlos. Con la acumulación de series de datos, sería posible
desarrollar análisis comparados de la historia de los precios en las diferentes
regiones de América Latina. Los economistas con interés en la historia tam-
bién podrían aprovechar tales fuentes, haciendo los cálculos sofisticados que
quizá estén fuera del alcance de la gran mayoría de los historiadores.
Para conseguir progresos en el estudio de los precios, necesitamos encon-
trar una manera de compartir los datos. Para una imprenta universitaria o casa
editorial, sería muy caro imprimirlos. Más práctica es la posibilidad de ofrecer
los datos a otros investigadores por medio del Internet. Algunas series de datos
pequeñas ya están disponibles, con la dirección electrónica de http://milk-
man.cac.psu.edu/rlg7/hist/proj/garner.html.?” Latin American Economic His-
Oreste Popescu, “Contribuciones de teoría monetaria a la economía indiana”, Desarrollo Indoame-
ricano, núms. 96-97, noviembre de 1994, pp. 5-15.
25 Con excepción del artículo de Haitin mencionado arriba.
“6 SohnR. Fisher, Relaciones económicas entre España y América hasta la independencia, Mapfre,
Madrid, 1992.
“7 Se incluyen una serie de los precios de maíz mexicano para 1525-1820 (ftp://squash.la.psu.edu
/pub/ladatabank/prices/colonial/mex:co/maize/1 525-820); una serie de salarios mexicanos para 1700-
1815 (ftp://squash.la.psu.edu/pub/ladatabank/wages/colonial/mexico/1700-815);losingresosdelacaja
matriz de México para el siglo xvin (ftp://squash.la. psu.edu/pub/ladatabank/treasury/colonial/mexi-
co/central/1701-809); la producción de plata en Zacatecas, 1690-1821 (ftp://squash.la.psu.edu/- pub/la-
databank/silver/colonialproduction/zacatecas/1690-821);lospreciosde algunos génerosseleccionados
en Zacatecas, 1760-1821, incluyendo maíz, jabón, lana, chile y azúcar (ftp://squash.la.psu.edu/pub/la-
30 Kendall W. Brown

tory Newsletter también se publica en Internet y podría ayudar a coordinar la


adición de otros datos a la colección. Esto haría posible que los historiadores
de todo el mundo obtuvieran las series de datos que ya existen.

databank/silver/colonial/production/zacatecas/1690-821);lospreciosdealgunosgénerosseleccionados
en Zacatecas, 1760-1821, incluyendo maíz, jabón, lana, chile y azúcar (ftp://squash.la.psu.edu/pub/la-
databank/silver/colonial/production/zacatecas/1760-821); y la producción de plata en México y los
Andes, 1559-1810(ftp://squash.la.psu.edu/pub/ladatabank/silver/colonial/production/total/1 559-810).
Las series han sido puestas en el Internet por el profesor Richard L. Garner, de Penn State University.

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