Unidad Ii
Unidad Ii
Unidad Ii
Segunda Unidad
Objetivo específico:
Que el futuro Counselor:
1. comprenda los distintos modos de abordaje
2. conozca los aspectos jurídicos y legales qua dan el marco al problema y a
los procedimientos profesionales en el abordaje de las adicciones.
MANUAL DE ORIENTACIÓN PARA EDUCADORES
I) SÍNTESIS DE LA INTRODUCCION
La promulgación de la Ley 23.737 en octubre de 1989, puso fin al debate que
impidió su puesta en marcha durante más de cuatro años. El Estado argentino
tomó un camino determinado -y determinante- al compartir la posición de los 85
países que suscribieron la Nueva Convención contra el Tráfico Ilícito de
Estupefacientes y Psicotrópicos, el 19 de diciembre de 1988, en una
Conferencia Internacional en Viena.
El capítulo 3º de esta Convención, titulado “Delito y Sanciones”, condena la
posesión de estupefacientes para uso personal. Por consiguiente, rescata en el
país la tendencia imperante en el mundo.
SOBRE LA DESESPERACIÓN
TESIS SOCIOPOLITICAS SOBRE LAS DROGAS
Las siguientes tesis pretenden servir para orientar el necesario debate
institucional sobre el llamado “problema de las drogas”. Actualmente sólo
vemos prosperar la histeria punitiva, la demonización de productos químicos y
personas, la desinformación patológica y la descarada fabulación
pseudocientífica. El precipitado mítico al uso puede exponerse así: “Las drogas
–o, como suele decirse, la Droga- son un invento maIéfico promocionado por
una mafia internacional de desaprensivos para atesorar inmensos beneficios,
esclavizar a la juventud y corromper la salud física y moral de la humanidad;
ante tal amenaza, sólo cabe una enérgica política represiva a todos los niveles,
desde el más simple camello hasta las plantaciones de coca en la selva
boliviana; cuando la policía haya encarcelado al último gran narcotraficante, el
Hombre se verá libre de la amenaza de la droga”. En esta socorrida leyenda se
mezclan los hechos y los prejuicios, se presentan los" efectos como si fueran
causas y se soslaya olímpicamente el fondo del problema; pero se crea un
chivo expiatorio político de evidente utilidad, se fomenta a contrario un
excelente negocio, se utiliza la desdicha ajena como refuerzo de la buena
conciencia propia y se retrocede ante las posibilidades jurídicas y técnicas de
un Estado realmente moderno. El hecho de que los intelectuales llamados «de
izquierda» colaboren unánimemente por acción u omisión a este oscurantismo
demuestra -por si falta hiciere que el problema del intelectual hoy no es su
reciclaje al servicio del poder (como siguen creyendo los que no quieren
abandonar e! Palacio de Invierno que nunca tomaron porque fuera hace frío) ni
su falta de una visión global del mundo, como sostienen los neocuras, sino su
tenaz carencia de opiniones válidamente fundadas ante los conflictos
específicos de la sociedad actual.
Las tesis que proponemos aquí y el llamamiento final no se refieren más que a
los aspectos sociopolíticos del asunto entre los que se incluyen los que por lo
general suelen llamarse con impropiedad «éticos» simplemente por algún
residuo de creencia religiosa. Es decir, que no se habla de lo realmente
importante en la cuestión de las drogas: sus posibilidades como fuente de
placer o derivativo del dolor, como estimuladoras de la creatividad, como
potenciadotas de la introspección y del conocimiento, en una palabra, sus
aspectos de auxiliares válidos para la vida humana, en cuyo concepto han sido
consumidas durante milenios, son consumidas hoy y lo seguirán siendo. Pero
ello sería tema de un tipo de estudio mucho más minucioso del que aquí
planteamos.
Primera tesis: Todas las sociedades han conocido el uso de drogas –es decir,
sustancias, o ejercicios físicos que alteran la percepción normal de la realidad,
la cantidad y cualidad de la conciencia- las han utilizado abundante y
destacadamente, a veces ligadas a rituales sacros, las han adorado y temido,
han abusado en ocasiones de ellas, etc. La historia de las drogas es tan larga
como la de la humanidad y paralela a ella. Lo específico de tener conciencia es
querer experimentar con la conciencia.
Segunda tesis: La sociedad contemporánea está basada en la potencialización
del individuo, en la realización compleja y plural de su libertad. La libertad de
opción política, expresión, información, indagación, realización artística,
religiosa o sexual, etc., son las bases de la democracia moderna. El
totalitarismo, su reverso, no es sino una supeditación del individuo al todo
social –tal como lo establecen unos cuantos garantes del Bien Común-,
hipostasiado en forma de nación, estado, dogma político o tipo de vida por
encima de los conflictivos intereses y gustos individuales. El derecho jurídico de
habeas corpus hay que extenderlo a todos los aspectos de la libre disposición
por el individuo de su cuerpo, de sus energías, de su búsqueda de placer o
conocimiento, de su experimentación consigo mismo (la vida humana no es o
no debe ser más que un gran experimento), incluso de su propia destrucción.
Tercera tesis: Prohibir la droga en una sociedad democrática es algo tan injusto
como prohibir la pornografía, la heterodoxia religiosa o política, la divergencia
erótica, los gustos dietéticos. También hay que decir que es algo tan inútil y
dañoso como cualquiera de las otras prohibiciones: a la vista está.
Según parece, se da por hecho que vivimos en Estado Clínico, es decir, que el
Estado tiene derecho irrestricto a determinar lo mejor para nuestra salud,
mientras que ha perdido el que antes tuvo para marcarnos la pauta en lo
político, lo religioso, lo artístico o lo alimenticio.
Cuarta tesis: El problema de la droga es el problema de la persecución de las
drogas. El uso de drogas no es sencilla y expeditivamente un peligro a
erradicar (el peligro estriba en su prohibición, su adulteración, la falta de
información sobre ellas y de preparación para manejarlas, las actitudes
anómalas que suscita frente al conformismo, el gangsterismo que las rodea, la
obseción de curar que las proscribe o las prescribe, etc.) sino que son también
y principalmente un derecho a defender.
Quinta tesis: La persecución contra la droga es una derivación de la
persecución religiosa: hoy la salud física es el sustituto laico de la salvación
espiritual. Las drogas siempre fueron perseguidas por razones religiosas, pero
ayer se les reprochaba sus efectos orgiásticos –es decir, los trastornos que
producían en el alma y en las costumbres- y hoy los que causan en el cuerpo –
enfermedades, gastos de reparación, improductividad, muerte- y en la
disciplina laboral. Se fomenta así un miedo al espíritu (¿qué tendremos dentro
que la droga pueda liberar?) y un miedo al descenso de productividad (a esta
última se la suele llamar “salud pública”). Naturalmente, hay drogas que
pueden ser peligrosas (tanto como el alpinismo, el automovilismo o la minería)
y dañinas (como los excesos sexuales, el baile o la credulidad política, nunca
tanto como la guerra).
Hay gente que ha muerto, muere y morirá por causa de las drogas: pero
recordemos, a) que la vida que pierden es suya, no del Estado o de la
comunidad, y b que su muerte puede deberse no a la sustancia misma que
desean tomar, sino a la adulteración de ésta, la falta de información y
formación en su manejo, el hampa que rodea al tráfico de droga a causa de la
prohibición, etc.
Sexta tesis: Los drogadictos que quieren abandonar su manía (todos tenemos
nuestras manías, hasta que las sentimos como tóxicas y queremos dejarlas)
tienen obviamente derecho a ser ayudados por la sociedad a ello, tal como el
que desea divorciarse, cambiar de religión, modificar su sexo o renunciar al
terrorismo. La sociedad está para ayudar en lo posible a los individuos a
realizar sus deseos y rectificar sus errores, no para inmolarlos punitivamente a
los ídolos de la tribu. La rehabilitación custa dinero, pero también la sociedad
nos cuesta trabajo a cada uno de los miembros y todos procuramos cumplir
pensando que ese dinero común está precisamente para paliar los efectos de
los accidentes -naturales o inducidos por imprudencia- que nos ocurren a los
socios en la búsqueda de la satisfacción personal. También hay accidentes
laborales y, que yo sepa, nadie ha hablado todavía de prohibir el trabajo o el
tráfico rodado por los accidentes de carretera. Pero es que aquello que produce
se considera necesario, y por tanto justificado en sus pérdidas, mientras que lo
que solamente gasta y disfruta, carece de justificación social por su
derrochadora gratuidad: ninguna tesis puede ser más estrictamente totalitaria y
antidemocrática que ésta. Así se expresa la culpable enemistad pública a la
intimidad individual que debería justificar lo colectivo.
Séptima tesis: A veces se hace equivaler la despenalización de las drogas a
legalizar el crimen, la violación o los secuestros. Evidentemente nada puede
ser más distinto, pues estos delitos tienen como primer objetivo el daño a otro
en beneficio propio, mientras que ninguna droga es en sí misma un mal, sino
que puede llegar a serlo por las circunstancias de su uso. A lo que se parece
en cambio tal despenalización es a la del suicidio, el aborto, la eutanasia, el
divorcio, la homosexualidad, etc., es decir al levantamiento de las trabas que
impiden el disfrute consciente y libre del propio cuerpo. No es fácil entender, ni
ellos encuentran argumentos para explicarlo, por qué quienes apoyan el
reconocimiento jurídico de estas figuras emancipadoras pueden negarse en
cambio a la despenalización de las drogas. El único argumento plausible contra
la despenalización no es en realidad tal, sino la constatación de una dificultad
para llevarla a cabo: en efecto, esta medida debe ser lo más internacional
posible para tener auténtica eficacia. Puede suponerse razonablemente que la
despenalización en un solo país traería dificultades a este pionero. Foros y
reuniones internacionales para tratar este problema no faltan, donde podría
plantearse esta cuestión en lugar del aumento de penas a los traficantes, que
no sirve más que para encarecer los productos. De todas formas, se presenta
aquí una situación conflictiva semejante a la que tienen los partidarios del
desarme unilateral, que reivindican para sus países la postura que creen más
justa confiando en que esta actitud lleve a otros por el mismo camino y
aceptando los peligros indudables que de ellos pueden derivarse.
Octava tesis: El daño a la salud pública es el principal argumento actual contra
las drogas, detallándose los muertos por sobredosis, horas de trabajo perdidas,
gastos que producen a la hacienda estatal los drogadictos que quieren
rehabilitarse, etc….
Han pasado así a segundo plano los motivos condenatorios de índole
estrictamente moral, orgiástica, que durante siglos han motivado esta
persecución. Respecto a la cuestión de las pérdidas económicas causadas por
la drogadicción, me remito a lo dicho en la sexta tesis. Sólo es preciso añadir
que las adecuadas tasas impositivas de los productos hoy descontrolados en el
mercado negro podrían subvenir a estas necesidades, re distribuyendo el
beneficio que hoy sólo lucra a unos pocos. En cuanto a los réditos políticos de
la cruzada contra la droga, tampoco pueden ser cuestionados: si antes la
guerra fue considerada la salud del Estado, hoy la salud puede ser la principal
guerra del Estado, dando la impresión de un activo esfuerzo político en un
campo que goza de reputación unánime y donde se tiene la tranquilidad de que
nunca faltará pábulo demagógico. ¿A qué otra actividad mejor podrían
dedicarse si no las primeras damas de los países, dado que besar a niños
desconocidos en concentraciones públicas puede acarrearle a una el SIDA?
Parece que la sociedad actual toda se ha hecho políticamente
drogodependiente, pues no sabría prescindir de este chivo expiatorio. Pero la
compasión por la muerte y el dolor ajeno ya me parecen razones menos
creíbles. Primero, porque la mayoría de las drogas no matan a nadie y muchas
suprimen muchísimos más dolores de los que causan (¿qué es más doloroso,
la cirrosis de los alcohólicos o todo lo que han ayudado a vivir un par de copas
a tiempo a millones de personas?). Segundo, porque las que matan, matan
mucho más por la adulteración o las circunstancias clandestinas de su empleo
(ignorancia de dosis, jeringuillas contaminadas) que por la nocividad del
producto en sí mismo. Si tanto preocupase a los gobiernos las muertes y
sufrimientos provocados por las drogas, se apresurarían a despenalizarlas. Lo
cierto es que, por debajo de todas las racionalizaciones clínicas, la ancestral
envidia, al goce improductivo y no compartido debe seguir latiendo en la
prohibición y en la histeria punitiva contra las drogas. El gran Macaulay, en su
Historia de Inglaterra, afirma que «los puritanos no odiaban la caza del oso con
perros porque produjese daño al animal, sino porque daba placer a los
espectadores». Me temo que aquí ocurre algo parecido.
Novena tesis: Otro argumento importante contra las drogas y a favor de su más
enérgica persecución legal en su incidencia entre los jóvenes, sobre todo entre
los jóvenes mas desfavorecidos socialmente. En primer lugar, hay que decir
que la razón de esta extensión es la prohibición misma y el negocio que
procura, motivo de que los traficantes quieran extender su mercado entre
personas más ingenuas, más atrevidas y sobre todo más capaces por lo
emprendedor de su edad de hacer cualquier cosa para conseguir las enormes
sumas que quieren sonsacarles. Se habla de la venta de heroína a la puerta de
los colegios o en los centros de reunión juvenil, pero no del tráfico de ginebra o
de revistas pornográficas: estas últimas, al ser fácilmente accesibles, no
producen beneficios. Naturalmente, el paro y el abandono de gran parte de los
jóvenes favorecen ésta y cualquier otra forma de delincuencia, violencia, etc.
Para aquel a quien toda otra intensidad vital le ha sido hurtada, la lúgubre
marginación letal de la droga más condenada le confiere una ocupación
absorbente y siniestra. La mítica Droga permite hablar de ella como la causa de
los males juveniles, cuando en realidad no se trata más que del efecto de una
determinada situación social. En el último término, la obvia necesidad de
proteger a la infancia y la adolescencia de maniobras desaprensivas nunca
justificará la maniobra desaprensiva de tratar a toda la población como si fuese
una guardería infantil.
Décima tesis: La droga, se asegura, es causante de la degradación moral de la
población. El planteamiento de esta degradación admite varios modelos, desde
el vacuamente retórico con pretensiones antropológicas de sacristía «No existe
actualmente un riesgo -excepto en guerras nucleares- para el alma humana,
para el individuo inmaduro y sensual de la sociedad moderna, mayor que la
droga, al tiempo que el desconcierto y la desmoralización cunden por doquier»,
nos asegura el doctor Francisco Llavero, en El País», 11 de mayo de 1987. No
sé qué es más interesante, si saborear que las guerras nucleares son un
peligro para el alma humana o inquirir por cuáles sociedades formadas de
individuos maduros y ascéticos conoce el doctor Llavero), hasta el posmoderno
título de un artículo de Antonio Papell (“Las drogas ya no son progresistas”),
pasando por la teología de la liberación ad usum que denuncia el tráfico de
droga por parte de Ia policía para disminuir el potencial combativo y
revolucionario de la juventud vasca. Estos moralistas muestran, unánimemente,
un inmenso desprecio hacia la libertad humana, base de su dignidad: como
ante la droga nadie puede ser libre, la única forma de garantizar la salud moral
del pueblo es retirar la ocasión de pecado. La base de cualquier propuesta
moral, que es precisamente el dominio de sí, no merece ni estudio: estamos
condicionados por la irresistibilidad del mal. Vuelta, pues la heteronomía moral,
de la que el pobre Kant creía haberese visto ya libre en el siglo XVIII. Porque la
postura de una ética autónoma ante el tema de las drogas no puede ser más
que la expuesta así por Gabriel Matzneff:- «El haschisch, el amor y el vino
pueden dar lugar a lo mejor o a lo peor. Todo depende del uso que hagamos
de ellos. De modo que no es la abstinencia lo que debemos enseñar, sino el
autodominio» (Le taureau de Phalaris).
Llamamiento final: El precipitado mítico expuesto en el preámbulo de estas
tesis debería ser sustituido por este otro planteamiento: nuestra cultura, como
todas las demás, conoce, utiliza y busca drogas. Es la educación, la inquietud y
el proyecto vital de cada individuo el que puede decidir cuál droga usar y como
hacerlo. El papel del Estado no puede ser sino informar lo más completa
razonadamente posible sobre cada uno de los productos, controlar su
elaboración y su calidad, y ayudar a quienes lo deseen o se vean damnificados
por esta libertad social. Naturalmente, dada la situación de frenesí policial y
persecutorio (al menos cara al exterior, frente a la ingenuidad pública) contra
las drogas, será necesaria una etapa de reacomodo hasta la situación final de
normalidad despenalizad. También será preciso difundir internacionalmente la
postura despenalizadora y procurar adoptar medidas conjuntas. Como no cabe
duda de que más tarde o más temprano habrá que llegar a ello, lo mejor será
comenzar cuanto antes, a lo cual ha querido contribuir la proposición de estas
tesis.
NIDA – EL SIDA
Tasa de infección
Desde que comenzó la epidemia, el uso de drogas inyectables ha sido directa o
indirectamente el origen de más de un tercio (36 por ciento) de los casos de
SIDA en los Estados Unidos. En el 2002, aproximadamente el 28 por ciento de
los casos de SIDA diagnosticados entre adultos y adolescentes estaban
relacionados con el uso de drogas inyectables. De acuerdo a un análisis de
datos de vigilancia del VIH de los Centros de Control y Prevención de
Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), de los 859.000 casos
acumulativos de SIDA reportados hasta diciembre del 2002, un total de
209.920 (25 por ciento) ocurrieron entre usuarios de drogas inyectables (UDI).
Entre 1998 y el 2002, se calcula que alrededor de 240.268 de los casos
diagnosticados de SIDA fueron resultado directo del uso de drogas inyectables,
siendo aproximadamente el 72 por ciento de estos casos en hombres. Durante
este mismo período de tiempo ha habido una reducción gradual en el número
de casos nuevos de SIDA asociados con el uso de drogas inyectables, tanto en
hombres como en mujeres.
Entre los grupos raciales y étnicos, hasta diciembre del 2002, el 43 por ciento
de casos acumulativos de SIDA reportados entre los hombres hispanos, tanto
adultos como adolescentes, eran directa o indirectamente relacionados al uso
de drogas inyectables; entre hombres afroamericanos fue el 42 por ciento de
los casos. Sin embargo, los porcentajes fueron mayores entre las mujeres. Los
casos acumulativos de SIDA directa o indirectamente relacionados al uso de
drogas inyectables reportados entre mujeres, tanto adultas como adolescentes,
fueron 58 por ciento entre las hispanas, 57 por ciento entre las blancas, y 51
por ciento entre las afroamericanas. En contraste, solamente el 18 por ciento
de los casos acumulativos de SIDA reportados hasta el 2002 entre hombres
blancos eran directa o indirectamente relacionados al uso de drogas
inyectables.
La reducción gradual entre 1998 y el 2002 en el número de casos nuevos de
SIDA en los UDI contrasta con el leve y constante incremento de casos nuevos
de SIDA entre hombres que tienen sexo con otros hombres (MSM, por sus
siglas en inglés). Sin embargo, el mayor contraste ocurre con los casos nuevos
de SIDA que se deben a contactos heterosexuales, los cuales han aumentado
constantemente de 1998 al 2002, tanto en hombres adultos y adolescentes (18
por ciento) como en mujeres (16 por ciento).
El uso de drogas no-inyectables (como cocaína “crack”) también contribuye a la
propagación de la epidemia cuando los usuarios intercambian sexo por dinero,
o cuando participan en actividades sexuales de alto riesgo bajo la influencia de
drogas. Un estudio de los CDC en una muestra de 2.000 adultos jóvenes
ubicados en tres barrios citadinos encontró que los fumadores de crack tenían
tres veces más riesgo de infectarse con el VIH que los no fumadores.
Casos de SIDA por Categoría de Exposición y Sexo hasta el 2002, Número
Acumulativo y Porcentaje
Contacto Sexual de
384.784 55% N/A N/A 384.784 55%
Hombre a Hombre
Uso de Drogas
151.367 22% 58.552 39% 209.919 30%
Inyectables
Contacto
36.692 5% 63.379 42% 100.071 14%
Heterosexual
EL CONSUMO DE DROGAS
POR QUE SE CONSUMEN DROGAS
La respuesta no es fácil. No hay una "causa" de la dependencia de drogas. El
tema es más complejo. Hoy parece más acertado hablar de "factores de riesgo"
y buscar la solución en la interrelación de los tres elementos: Sujeto, Sustancia,
Sociedad. Sin embargo, se han dado ya numerosas respuestas.
Para algunos la raíz de la drogadicción se encuentra exclusivamente en la
persona frustración o insatisfacción, necesidad de evasión, limitación
humana...). Se ha hablado de que hay una "personalidad adictiva" sujetos
pasivos, dependientes, con rasgos de “oralidad", inmaduros, depresivos).
En la misma línea anterior se encuentran los que buscan las explicaciones en
el organismo: habría sujetos genéticamente más predispuestos para la
dependencia de ciertas sustancias o bien organismos trastornados que
necesitarían alguna droga para sentir bienestar.
Para otros, la explicación se encuentra en la sociedad. El ambiente social
presiona, coarta y margina; se compondría así un entramado complejo y
asfixiante una de cuyas salidas sería la droga dependencia. Por otra parte, hay
anualmente un gasto enorme para la publicidad y promoción de las drogas
legales, especialmente alcohol y tabaco. El esquema "droga-bienestar
inmediato y fácil" se repite continuamente como reclamo publicitario,
cambiando la droga por un coche, un chicle, una bebida... que proporcionarán
la felicidad sin esfuerzo; estos anuncios, en realidad, promocionan la droga.
Todas estas explicaciones son, al menos, parciales. Hay múltiples factores
interrelacionadas que predisponen, favorecen y precipitan el consumo y la
dependencia de drogas.
FACTORES DE RIESGO PARA LA DROGODEPENDENCIA
Son determinados estados o situaciones que se asocian a la adicción. Al decir,
por ejemplo, que "la carencia de metas en la vida" es un factor de riesgo
expresamos la idea de que las personas que "no tienen metas en su vida", o
ilusiones, están más próximas a la adicción y que es menos probable que sean
adictos los individuos con metas claras y definidas.
Algunos de estos factores de riesgo son inespecíficos, es decir, que suponen
riesgo para la salud mental en general o para conductas perjudiciales para el
individuo o la sociedad. Otros son específicos de las drogas y son más
evidentes en lo que a las drogas ilegales se refiere.
FACTORES PERSONALES
Determinados rasgos psicológicos como inmadurez, pasividad,
dependencia, inseguridad, egocentrismo, incapacidad para posponer las
satisfacciones, ansiedad, pesimismo, carencia de control interno,
dificultades para relacionarse con los demás, tomar decisiones, superar
dificultades.
Algunos estados tales como insatisfacción, frustración, culpabilidad,
depresión, falta de expectativas.
Ciertas actitudes vitales: hedonismo, escepticismo, pasotismo, rechazo
de casi todos los valores sociales.
Es posible que haya factores orgánicos de origen genético que
intervengan en la mayor o menor facilidad de ciertos individuos para la
dependencia a determinadas drogas. (Es una hipótesis aún no
demostrada).
FACTORES FAMILIARES
Falta de comunicación en la familia.
Despreocupación de los padres por lo que hacen sus hijos.
Abuso de drogas en la familia (tanto si se trata de drogas legales:
fármacos, alcohol, tabaco..., como ilegales) El modelo: "resolver el
problema mediante una pastilla o una copa" suele aprenderse en la
familia.
Deficiente educación de los hijos: no promover paulatinamente el sentido
critico, la independencia y superación.
Conflictos familiares frecuentes (familias rotas, con discusiones
continuas, con malos tratos...).
FACTORES SOCIALES
El fracaso escolar, que deja a muchos adolescentes con un sentimiento
de frustración, rencor y sin el soporte social que supone la institución
educativa.
El sistema educativo en sí, preocupado por el rendimiento en
conocimientos y poco por la educación.
El paro y sobre todo el paro juvenil.
La disponibilidad de la droga.
Los grupos de consumidores. La relación o integración en alguno de
ellos supone un grave riesgo; en esos grupos el fenómeno de la
"presión" grupal va a hacer que todos sus miembros sean consumidores
o se excluyan de la relación.
LA EMBRIAGUEZ
Es la intoxicación aguda por alcohol. El alcohol; es un depresor del Sistema
Nervioso por lo que las alteraciones de la embriaguez vienen por esta causa.
En una primera fase se afectan los centros superiores, la corteza cerebral. Se
piensa con dificultad, disminuye el auto control y la ansiedad, el sujeto se
vuelve más locuaz y atrevido.
En una segunda fase se alteran los centros del movimiento y la coordinación.
El bebedor habla con dificultad, tiene problemas para mantenerse en pie (va
haciendo "eses"), no coordina las manos (se le caen los objetos), ve "doble".
En una tercera etapa se afectan ya los centros vitales. Puede haber caída al
suelo con pérdida de conocimiento, coma etílico y parada respiratoria con
resultado de muerte.
Los problemas de índole laboral que se plantea el alcohólico son muy diversos
y van desde el número de accidentes que sufre hasta la incapacidad laboral.
El fumador pasivo:
Es el individuo que se encuentra en un recinto en el que hay humo de tabaco.
Este humo es inhalado como si esta persona estuviese fumando. Las
sustancias que inhala son, por lo tanto, sólo las contenidas en el humo,
especialmente la nicotina. Se producen alteraciones sobre todo a nivel
pulmonar y cardíaco, tanto más cuanto más frecuente e intensa sea esta
inhalación. No está comprobado el aumento de cáncer.
SUSTANCIAS QUÍMICAS DE Y LA CANNABIS
La planta contiene numerosos compuestos químicos. De entre ellos se pueden
destacar los cannabinoles especialmente el delta-9 y delta-8 tetrahidrocannabis
(THC), que son los que producen la mayoría de los efectos psíquicos. El
aislamiento de estas sustancias y su utilización en laboratorio son realmente
recientes. Hasta la década de los sesenta no se llegó a conseguir su
producción sintética.
El THC se absorbe muy bien por vía pulmonar, porque es muy soluble en las
grasas; sin embargo, por vía digestiva se necesitan dosis mucho más elevadas
(unas 4 veces superiores) para conseguir los mismos efectos. El efecto máximo
se produce en seguida, antes de una hora. Se elimina sobre todo por heces y
algo por la orina; a la semana de haber fumado aún queda una tercera parte de
la dosis en el cuerpo. Para que produzca sus efectos el THC debe ser
transformado en el organismo; en el consumidor crónico este proceso es cada
vez más rápido. El resultado de todo es que el efecto de varias dosis se hace
acumulativo y que un cigarrillo tiene más efecto que el anterior (fenómeno de
"tolerancia inversa”.
La "dosis letal", es decir, la dosis que pude producir la muerte, es muy elevada.
No conocemos que haya sido descrito ningún caso de fallecimiento debido a
fumar o ingerir Cannabis sin otros contaminantes.
Como ya indicamos más arriba la supresión de marihuana y/o de hachís no
produce síndrome de abstinencia, aunque algunos autores indican que habría
un cuadro de leve ansiedad, insomnio, irritabilidad, temblores, etc. Hemos
calificado la tolerancia que producía la Cannabis como dudosa; de hecho se
produce tolerancia a algunos de sus efectos, pero no a otros. Es de notar la
llamada tolerancia inversa a la que ya nos hemos referido.
Efectos de la heroína
Cuanto se ha dicho de la morfina es válido para la heroína. Un fenómeno
peculiar de la heroína es el "pico", que en el argot significa una inyección
intravenosa. El rito de la preparación: tomar la "papelina", echar el contenido de
una cuchara con agua que se calienta para su mejor disolución, llenar la
jeringuilla... hasta presionar el émbolo, de suerte que el golpe dé en el cerebro.
es una huella que permanece grabada para siempre en el espíritu del adicto.
Después hay tranquilidad, paz, desaparecen las preocupaciones, sólo existe el
sosiego... Hasta que pasadas unas horas, cada vez menos, vuelve la inquietud,
la ansiedad, el malestar, la zozobra..., la necesidad de una nueva dosis; todo
debe supeditarse a conseguirla. Con el tiempo los "picos" son cada vez más
frecuentes, ya no por placer, sino para que desaparezcan el ansia y el
malestar. Con el tiempo toda la vida gira alrededor de la búsqueda de la dosis;
lo demás, no importa. No importa la familia, ni la pareja, ni la vida de los
demás, ni siquiera la propia. Hay un temor que está siempre presente: la
llegada del "mono".
El "Mono"
El "mono", o síndrome de abstinencia, es una referencia continua en la vida del
adicto. Sucede cuando se ha consumido durante algún tiempo diariamente y se
suspende este consumo. El organismo, que había disminuido la producción de
opioides propios, ya que tenía provisión externa, de improviso queda carente
totalmente de ellos. Esto lleva a un cuadro que se caracteriza por
intranquilidad, ansiedad, sudoración, dolores, debilidad. Tiene síntomas de una
fuerte gripe con escalofríos, carne de gallina, exudación nasal. Duerme
superficialmente o no duerme. Padece retortijones intestinales, diarrea,
náuseas y vómitos.
Esta situación será más o menos intensa según la dosis que antes consumía y
otros factores, entre los que se encuentran las expectativas o temores del
adicto y la representación que culturalmente se tenga del síndrome. Puede
comenzar a las 8-10 horas de la última dosis y la intensidad máxima será a los
2-3 días para terminar todo en poco más de una semana. El "mono" de quien
se pone una "papelina" al día será muy distinto del que padecerá el que se
pincha siete.
Antes se consideraba el síndrome de abstinencia como un momento clave para
la recuperación del adicto; se procuraba el ingreso hospitalario y se le rodeaba
de un halo terrorífico. Actualmente, en la inmensa mayoría de los casos se
realiza en el propio domicilio, con la ayuda de fármacos o sin ella. El adicto, en
general, es indolente y soporta muy mal el dolor y el sufrimiento del tipo que
sea. Empero, el síndrome de abstinencia de la heroína no supone riesgo para
su vida, por lo que rara vez es aconsejable la hospitalización.
Cuando una heroinómana da a luz, el recién nacido tendrá síndrome de
abstinencia. En realidad, y debido a que la heroína pasa la barrera placentaria
el niño se ha convertido antes de salir a la luz en adicto. Su síndrome será
similar al de los adultos pero, claro está, más grave, con riesgo de
deshidratación por la diarrea, los vómitos y la sudoración. Es una emergencia
que, por su gravedad, debe ser tratada en un centro hospitalario.
Utilización en medicina
La utilización actual de las anfetaminas en medicina es mínima. Se usan para
la narcolepsia, para el "trastorno por déficit de atención" en el niño y en el
adulto y para algunos trastornos conductuales en la infancia. Rara vez para
depresiones resistentes. La narcolepsia es una enfermedad caracterizada por
excesiva somnolencia diurna y trastornos del sueño nocturno; el sujeto se
duerme en cualquier actividad (conduciendo. comiendo...), lo que hace que sea
una alteración peligrosa. Las anfetaminas mejoran el cuadro. El trastorno por
déficit de atención en la infancia se caracteriza además por impulsividad e
hiperactividad. Los estimulantes mejoran su nivel de atención, disminuyen su
hiperactividad y a la vez ayudan a la socialización de estos niños.
Un problema con las anfetaminas es que con el uso diario se establece
rápidamente la tolerancia; será necesario aumentar pronto las dosis para
conseguir los mismos efectos. Cuando se suprimen, sobreviene el síndrome de
abstinencia, que se caracteriza por apatía, depresión, hipersomnia y aumento
del apetito. La depresión puede durar meses y a veces es un cuadro grave con
riesgo de suicidio, que debe ser tratado por especialistas.
LOS EFECTOS DE LOS INHALANTES
Producen desde un ligero "atontamiento", hasta una especie de "embriaguez" o
alucinaciones. Después de una inhalación se siente como un mareo, impresión
de debilidad, dificultad para centrarse en cualquier actividad, a veces sensación
de euforia. Aparecen síntomas de despreocupación por todo: estudios,
alimentación, normas sociales. El consumo crónico trae irritabilidad,
desconexión del ambiente, estados de confusión, descoordinación motriz y
disminución del rendimiento académico o laboral. Cuando se realiza una
inhalación profunda o prolongada puede producirse la muerte instantánea por
parada cardíaca o respiratoria. A veces también pueden dar lugar a una
insuficiencia hepática o renal.
Los efectos son inmediatos. El compuesto pasa al pulmón y de ahí va
inmediatamente a la sangre, que lo lleva a todas las partes del organismo.
Algunos inhalables se eliminan a los pocos minutos; pero otros permanecen
horas en el cuerpo humano, debido a que son solubles en grasa y se depositan
en los tejidos grasos como el cerebro, donde causan cuadros de encefalopatía.
Con algunas sustancias se produce tolerancia muy pronto (pegamentos,
gasolina), por lo que el aumento de la dosis incrementa los peligros. El
síndrome de abstinencia que aparece después de la suspensión de un
consumo crónico y mantenido, se caracteriza por irritabilidad, ansiedad,
depresión, insomnio, dolores de cabeza. etc.
En el ámbito escolar, los educadores deben conocer bien este tema,
especialmente en lo que se refiere a la toxicidad de los diversos productos, y
estar atentos para prevenir su consumo entre los alumnos.
MUSACCIO DE ZAN, AMELIA
“DROGADICCIÓN” ED. PAIDÓS. BS. AS. 1996
INTRODUCCION
Las sociedades actuales se ven asoladas por el terrible mal de la drogadicción.
Este es un fenómeno ubicuo y preocupante en nivel mundial, que mueve a
aunar esfuerzos para su comprensión y prevención.
Así como desde la antigüedad, el hombre, por su naturaleza vulnerable, no se
ha visto libre de enfermedades, tampoco ha estado exento de búsqueda de
placer enfermizo y de la sofisticación de los ilusorios paraísos de la
intoxicación. Pero, en general, el fenómeno estaba limitado a determinadas
personas que padecían desarmonías psicoafectivas o a núcleos reducidos de
diferentes elites, atraídos por el esnobismo y la tenencia a la deificación de lo
extrasensorio y al desapego de la realidad.
Actualmente, el fenómeno se ha convertido en una grave enfermedad social,
entendida como “aquella que dañando el organismo y la mente del enferm,o,
trasciende sus límites, para invadir y propagarse a los optros individuos de su
medio, mediante la interacción social; atacando y destruyendo la trama de la
sociedad y desencadenando secundariamente vicios sociales tales como las
desocupación, la delincuencia, la violencia, la promiscuidad y el deterioro de los
vínculos familiares”.
Para contraer la drogadicción es necesario la concurrencia de por lo menos dos
de los siguientes factores:
a) un agente exterior: la droga
b) un medio facilitador: el medio sociocultural
Reflexionando de forma abarcativa, consideramos que es difícil anular
completamente el primer factor, porque en mayor o menor medida la droga o
los elementos o situaciones susceptibles de ser elegidos para satisfacer el
fenómeno adictivo es probable que existan siempre.
Sobre el segundo factor se puede actuar. Es posible crear elementos, positivos
en la cultura y en la sociedad que neutralicen las influencias negativas. Pero es
una realidad que, tal como las cosas están planteadas en la actualidad, somos
impotentes como individuos frente a poderes que nos sobrepasan.,
¿Qué es lo que podemos hacer entonces?
Es en el nivel del ser humano individual, de la persona y de su medio
inmediato, la familia, donde creemos que se nos ofrece la posibilidad de
intentar el desafío de una activa e intensa acción preventiva, mediante la
investigación de las condiciones que protejan a los seres humanos y por
consecuencia a la sociedad, del riesgo de enfermar.
No todos los individuos que se encuentran expuestos a situaciones de riesgo
contraen la enfermedad. Las personas que cuentan con recursos internos que
les confieren un sentimiento de seguridad en sí mismos, de sana autoestima y
una disponibilidad bondadosa hacia sus semejantes, capaces de ideales,
metas y valores solidarios, es difícil que claudiquen.
En un artículo anterior nos preguntábamos si los cambios de la cultura
contemporánea podrían llegar a ser determinantes en el desarrollo temprano
de la personalidad adicta.
Respondíamos entonces: las alteraciones en los hábitos sociales, resultantes
de las modificaciones culturales, no producen vivencias crónicas de vacío,
futilidad y depresión, salvo si inciden en la estructura familiar de manera tal que
lleguen a afectar los estadios más precoces de la infancia. Si éste fuera el
caso, tendrían un efecto destructivo en la formación de la personalidad.
Por estas razones, al proponemos estudiar los fundamentos y los mecanismos
psicológicos subyacentes a la drogadicción, hemos creído de utilidad que,
previo considerar los mecanismos patológicos de naturaleza psicológica que
están en juego en estos pacientes, es necesario delimitar cuáles son aquellas
funciones o características del ser humano normal, que actuarían como
protección o disminuirían su riego de enfermar.
Este criterio ha sido elegido a partir del conocimiento de que el fenómeno de la
drogadicción se ha intrincado en la sociedad y ha invadido sus distintos
estamentos. Se ha constituido en frentes de poder inexpugnables, que toman
difícil combatir las circunstancias que introducen el flagelo.
Tanto la miseria material como la miseria moral de las sociedades opulentas
son el resultado de condiciones de vida donde los seres humanos crecen
carentes de la fuerza psíquica y espiritual necesaria para ejercer la capacidad
de adaptación inherente a la naturaleza humana. Son seres vencidos desde el
comienzo de sus vidas.
“Pero la droga es una muleta, incapaz de prevenir la invalidez psíquica”.
Ocuparnos del ser humano en los inicios de su vida y de la íntima relación,
profundamente necesaria, entre él y su familia, es colocar el basamento más
sólido para los fines que nos proponemos.
Madre
1. Comprensión empática.
2. Escudo protector contra los estímulos
3. Modelo de capacidad de tolerancia a la angustia y de calma
4. Modelo de conductas adaptativas sensorio-motoras.
5. Frustraciones óptimas
6. Amor desinteresado y aceptación del niño tal cual es
Niño
1. Capacidad de empatía y mutualidad
2. Incorporación del modelo de autocuidado y cuidado de los demás,
discriminación entre lo auténticamente bueno o dañino
3. Sentimiento de confianza y seguridad, tolerancia a la angustia
4. Manejo de la realidad
5. Control de impulso - fortaleza. Capacidad de decir NO, independencia de
criterio
6. Sentimiento de ser valioso y querido, seguridad en sí mismo y confianza en
los demás y generosidad
CORRESPONDENCIA CLÍNICA ENTRE LA PERSONALIDAD DEL
DROGADICTO Y LAS ESTRUCTURAS PSiCOLÓGICAS TEMPRANAS
DAÑADAS
Fracaso de la relación simbiótica o de sostén Deseo de volar, fantasía de
desafío, depresión vacía: Hastío
y futilidad, falla de vida, estar
muerto por dentro
CAUSAS
Existe en nuestros días una preocupación en el ámbito mundial por la
extensión e intensidad con que se presenta el flagelo de la drogadicción.
Todos los países están involucrados y atentos a formar una conciencia que
permita el control de este mal y por tal motivo buscan no solo prevenir sino
tratar de conocer más profundamente las causas que llevan al hombre a
sumarse a las huestes de los adictos.
El hombre desde la antigüedad se visto tentado a seguir el camino del placer
enfermizo buscando el paraíso a través de la intoxicación descontrolada. Este
fenómeno estaba circunscripto a determinadas elites, atraídas por el
esnobismo, tratando de despegar de la realidad para encontrar la satisfacción
de placeres no posibles de lograr fuera de la intoxicación sofisticada. Por otro
lado tenemos los que llegan a la droga por problemas psicoafectivos, buscando
llenar vacíos que sus afectos no logran compensar.
Pero hoy, y de allí la preocupación generalizada, se ha extendido de tal modo
su utilización que podemos identificarla como una enfermedad social, pudiendo
definirla como "aquella que dañando el organismo y la mente del enfermo,
trasciende sus límites, para invadir y propagarse a los otros individuos de su
medio, mediante la interacción social; atacando y destruyendo la trama de la
sociedad y desencadenando secundariamente vicios sociales tales como la
desocupación, la delincuencia, la violencia, la promiscuidad y el deterioro de los
vínculos familiares."
Analizando la drogadicción podemos identificar factores básicos que concurren
para su presencia:
1. un agente exterior: la droga
2. un medio facilitador: el medio sociocultural
3. un ser humano cuyas carencias lo transformen en terreno fértil
para que momentáneamente o permanentemente caiga en el uso de
drogas.
Accionar sobre estos factores conducentes resulta la preocupación que ya
hemos mencionado, si desmenuzamos cada uno de ellos nos daremos cuenta
que tratar de eliminar o minimizar la presencia de la droga es por demás difícil
por no decir imposible, ya que sus componentes podrán se elegidos entre
muchas opciones y que se encuentran en casi todas partes. Un elemento
activador es el gran desarrollo de las comunicaciones, la sofisticación de los
medios utilizados para su transporte y el crecimiento de las organizaciones
destinadas a la comercialización, promoción y distribución de la droga.
Sobre el segundo factor se puede actuar con mayor o menor posibilidad de
éxito. Como veremos más adelante existen varios modelos de prevención que
han sido creados y modelados para crear en la sociedad un crecimiento cultural
que permita neutralizar las condiciones de superioridad con que nos
enfrentamos. Esto no solo represente una tarea difícil por la desigualdad de las
"armas" empleadas, sino una falta de unidad mundial para tratar de encontrar
modelos válidos de lucha.
Por lo expuesto resulta que lo más adecuado y con reales posibilidades de
éxito es el conocimiento y tratamiento del individuo y su medio ambiente
inmediato, para que a través de una acción preventiva, activa e intensa se logre
proteger al ser humano y por extensión a la sociedad, de ser alcanzada por la
enfermedad.
Es indudable que los cambios culturales ocurridos en la sociedad en los últimos
años ha favorecido la aparición de un campo propicio para el desarrollo de la
"personalidad adicta temprana". Con respecto a los cambios culturales,
podemos hacer mención de sensaciones de vacío, carencia de ideales, valores
y metas, tendencia a la depresión; sin duda ayudados por las condiciones
socioeconómicas producidas por la globalización, falta de oportunidades y
escasez de trabajo que influyen en el desempeño familiar afectando los
procesos de desarrollo de la personalidad en los estadios más precoces de la
infancia.
Partiendo del concepto "la droga es una muleta, incapaz de prevenir la
invalidez psíquica", debemos entonces encarar el estudio de la drogadicción
partiendo del análisis del ser humano desde los inicios de su vida, su relación
con el medio ambiente inmediato y su desarrollo en las etapas de adolescente
y adulto.
PERFIL DE IDENTIDAD
La drogadicción debe ser estudiada dentro de un marco psicosocial, si no hay
droga no hay drogadicción.
Otro concepto importante es el de la disposición del individuo a usar drogas.
Este fenómeno es inherente a la condición de fragilidad y finitud del ser
humano. Debemos tener en cuenta que drogadicción no es un diagnóstico que
se corresponde en forma lineal con una estructura de personalidad definida. Es
cierto que entre los adolescentes que hoy usan drogas, hay un porcentaje muy
significativo de trastornos narcisistas de la personalidad, pero esta no es una
condición excluyente, ya que también pueden existir trastornos neuróticos,
psicóticos, depresiones graves, etc. Por otra parte hay personas que padecen
algunos de estos cuadros y que jamás se drogan.
En primer término, las personas con diferentes patologías podrán usar drogas
si existe la posibilidad de tener acceso a su suministro. Donde esta alternativa
no existe, la persona podrá desarrollar otras conductas adictivas: el juego, el
trabajo, la comida, etc., pero no una drogadicción fármaco-dependiente.
La droga es una necesidad que se registra como una constante a lo largo de la
historia de la humanidad, y cuyo fundamento está basado en la incapacidad
humana para aceptar la condición de finitud inherente al fenómeno de la vida.
El hombre es el único animal que no acepta su destino biológico que es nacer,
crecer, reproducirse y morir. Todos los demás desarrollan esta secuencia
aceptándola como un mandato natural.
Para ampliar este concepto Kalina hace una disociación absolutamente
artificial, y considera al hombre como un cuerpo y una mente.
El cuerpo del hombre es igual al de cualquier animal, nace, crece, se reproduce
(o no) y muere. Tiene que cumplir el destino biológico. Nuestra mente, en
cambio, siempre ha querido escapar de este determinismo biológico, y sólo
mentalmente podemos intentar trascender los límites que nos corresponden.
Nuestra fantasía nos permite hacer cualquier cosa que deseemos, siempre que
esta realización sea en el nivel mental. En cambio, en el nivel corporal, físico, la
finitud y la muerte como final inevitable de nuestra existencia es un hecho
capital que duele intensamente y cuesta aceptar, y cuanto más débil es una
persona más dificultad tiene para tolerar el conocimiento de la realidad que es
la vida.
Kalina se refiere a la fragilidad de los adolescentes, en el sentido de aquellos
que han sufrido grandes frustraciones, que han lesionado su YO, debilitando y
distorsionando sus posibilidades de un normal funcionamiento.
Estos adolescentes tienen más problemas para aceptar sus limitaciones, su
finitud, por eso cuando tienen que enfrentarse a situaciones que experimentan
como terribles, horrorosas, un recurso defensivo es refugiarse en su interior y si
esta interioridad está muy dañada, lesionada, carente de objetos buenos
internalizados, producto de relaciones parentofiliales amorosas, que ayuden a
encontrar sentido a la vida, es decir, desilusionante, su sensibilidad a la oferta
externa de substancias mágicas que les brinden ilusiones aumentan
peligrosamente.
Adolescencia y drogadicción
Entonces, ¿que se modifica en el psiquismo del joven que llega a la
adolescencia?
1) Los impulsos instintivos.- La pubertad, con el desarrollo de la capacidad
reproductiva y orgásmica, trae aparejada una eclosión de la sexualidad que
muchas veces toma “por sorpresa” al adolescente aun no habituado a
satisfacer sus deseos sexuales.
Esta irrupción incipiente de la sexualidad genital se pone de manifiesto tanto en
sensaciones físicas, -sus preocupaciones románticas, su masturbación, sus
escrúpulos morales y sus obsesiones sexuales- como en las costumbres
grupales o la vestimenta, tendiente a seducir al sexo opuesto.
Ahora bien, en la mayoría de las concepciones psicológicas tradicionales, se ha
tendido a centrar el proceso de transformación adolescente en el desarrollo de
su sexualidad. Sin duda este es un aspecto fundamental, pero por cierto que no
el único. A las otras transformaciones nos referimos a continuación.
2) El YO, o sea el agente encargado del gobierno y distribución de los
impulsos. Todo el sistema defensivo, los mecanismos que utiliza el YO para
protegerse, están sometidos a una mayor presión y el YO tiene que modificarse
para afrontarla. Pero los cambios del YO, no se reducen a sus funciones en
relación con los impulsos instintivos; también se consolida, en el comienzo de
la adolescencia, la transición del pensamiento concreto a otro de mayor nivel
de abstracción, simbólico.
Meltzer menciona, como se suele creer y realmente así parece ser, en muchos
casos, que el adolescente esta fundamentalmente interesado en la sexualidad,
pero en realidad él esta preocupado por el conocimiento y el comprender.
3) Surgen nuevos objetos de amor.- Se produce una desidealización de las
figuras parentales que priva al joven de la protección omnipotente que le
significaban sus padres cuando él era pequeño.
Asimismo, existen fuertes contradicciones entre la tendencia del joven a
alejarse de sus objetos infantiles de amor, asimilando previamente en su
personalidad características de sus figuras parentales, y el hecho de que estas
identificaciones se vuelvan más y más prescindibles.
Hay oscilaciones erráticas del humor, vaivenes emocionales en el transcurso
de los cuales se suelen restablecer antiguas formas de relación objetal.
Inconscientemente se reaniman fantasías de fusión con los objetos, merced a
las cuales el joven intenta fortalecerse y protegerse de la sensación de
fragilidad que le produce la perdida de la imagen de sus padres vistos como
todopoderosos en sus primeros años.
Esto se pone de manifiesto en la búsqueda de ídolos y líderes que satisfagan
estas necesidades primitivas de idealización, al tiempo que le permitan tomar
distancia de sus antiguos amores familiares.
También aparecen las llamadas vivencias del vacío. El adolescente atraviesa
necesariamente por momentos en los que se siente vacío y teme esa
sensación desagradable que se reitera sin que el pueda gobernar su aparición.
A veces la sensación de vacío se liga a alguna razón conocida: la perdida de
algún amigo/a, o un novio/a, la muerte de algún ser querido, un fracaso escolar.
La vivencia de vacío consiste en una experiencia dolorosa y perturbadora que
los jóvenes a veces llaman “depresión”. No es tristeza, mas bien es hastío,
desinterés, sensación de futilidad ante la vida, así como pérdida de la normal
capacidad para enfrentar la sociedad y sobreponerse a ella.
Las vivencias de vacío, tal como los sentimientos de vergüenza, inferioridad y
los procesos de idealización y desidealización son resultado de fenómenos de
desequilibrio narcisista, perturbaciones en los sectores de la personalidad que
regulan el estado del si-mismo (self) y la valoración que el individuo hace de si
mismo, su autoestima.
Ahora bien, desde la timidez vergonzante hasta la desfachatez y los aires
grandiosos de superioridad, desde la introversión inhibida hasta la arrogancia,
podemos adscribir sin dificultad estas características de los fenómenos de
desequilibrio narcisista a un joven que esta atravesando una adolescencia
normal, siempre y cuando no constituyan pautas rígidas y estereotipadas de
funcionamiento y en tanto se alternen con momentos de alegría, entusiasmo e
ilusiones esperanzadas.
La adolescencia es la etapa más susceptible para desarrollar una drogadicción,
pues es el período de resolución del proceso simbiótico.
Es cuando se produce la separación-individuación, la separación del grupo
familiar, el duelo por la exogamia y el enfrentamiento con el mundo externo.
Si el adolescente tiene un YO débil, producto de todos los factores expuestos
anteriormente, entonces va a necesitar una fuerza extra para poder cumplir con
este desafío, y si tanto la familia como la sociedad le muestran que las drogas
son el combustible adecuado para afrontar las exigencias de la vida, él podrá
poner en marcha la “experiencia tóxica".
Una de las patologías más susceptibles de ser vulnerable, es la de los
trastornos de la personalidad, en especial en los casos de personalidad
fronteriza, porque son seres deficitarios en su personificación.
En síntesis, si nos colocamos ante las realidades que debe enfrentar el
adolescente de nuestra época, y si le sumamos la estresante tarea de asimilar
los cambios propios de su crecimiento, tanto corporales como psicosociales, se
hace aún más claro comprender por qué los adolescentes son una población
de alto riesgo.
La búsqueda de riesgos
En la adolescencia, las emociones y riesgos son buscados porque consolidan
el sentimiento del sí-mismo. Un joven lo explicaba mejor: “solo se tiene la
máxima seguridad de estar vivo, y bien vivo, cuando un escalofrío te recorre la
espalda”.
Lichtenberg, un autor que ha estudiado profundamente la búsqueda de
emociones y riesgos, dice que por ello, es parte de este “desafío regulatorio”
para los padres ver como sus hijos se exponen a emociones ante las cuales el
sí-mismo del chico se refuerza, y el riesgo es controlado. Un antecedente y
prototipo infantil de ello es la sensación de ser arrojado al aire y caer en los
brazos fuertes y seguros del padre.
El adolescente busca emoción y riesgo en un intento de expandir y consolidar
su sí-mismo, mientras mantiene estas experiencias bajo su control, con cierto
grado de autorregulación. Quiere ser él mismo quien elija cual riesgo asumirá y
cual no. Quiere él decidir cuales serán sus modelos, cuales sus rivales en estos
desafíos.
El también deseará elegir en que “brazos” confiar para que lo sostengan; un
líder político, su entrenador deportivo, una novia o un novio, o el amigo más
influyente de su grupo, que ahora ha conocido el “excitante” mundo que le
provee la marihuana.
Toda esta actividad del adolescente transita el terreno de la normalidad, y más
allá del éxito o fracaso de los intentos, usualmente es beneficiosa para su
desarrollo. El joven aprende de los demás y de si mismo. Pero, he aquí una de
las injurias que nuestro tiempo produce en la juventud, esa demanda de
emociones y riesgos puede hallar la oferta de la droga, provista muchas veces
por el grupo, al que el adolescente necesita como marco de referencia.
Es cierto que las distorsiones sensoperceptivas que producen las drogas
adictivas suelen provocar una perturbación del sentido del sí-mismo mas que
esa consolidación que el joven busca. Pero no es menos cierto que merced a
las drogas se viven emociones hipertensas y las modificaciones del esquema
corporal crean la ilusión de una expansión del self. Por otra parte, el solo hecho
de consumir algo prohibido entraña un desafío personal que, para colmo, a
veces es compartido por otros amigos o ídolos especialmente valorados por el
adolescente.
El proceso de transformación adolescente es naturalmente más complejo que
esta apretada síntesis, pero a nuestros fines lo importante es que en todas las
características mencionadas podemos encontrar motivos internos de peso,
para acercarse a la droga. No es menos cierto también que de igual modo
hallamos en los jóvenes fuertes razones para combatirla, sustentadas en
poderosos ideales y valores éticos.
En términos generales podemos decir que la perturbación del equilibrio ya
mencionada acarrea sentimientos tanto placenteros como displacenteros. Los
placenteros van desde la sana alegría y frescura juvenil hasta estados de
franca exaltación del YO. Los sentimientos displacenteros oscilan entre la
inferioridad, la vergüenza y culpa ya nombradas, hasta estados de tristeza, de
esa vasta, difusa y a veces profunda melancolía adolescente tan bien descrita
por muchos poetas.
Ahora bien, con frecuencia los adolescentes perciben que muchas sustancias
psicoactivas permiten un alivio transitorio a esos estados disforicos y también
una huida temporaria de otras circunstancias vitales externas desagradables,
de orden familiar o social.
La droga constituye, en este sentido, el intento de restablecer el equilibrio
perturbado por estos procesos de reacomodación psíquica. Aquellos jóvenes
que por factores constitucionales o ambientales presentan un umbral bajo, la
tolerancia a la frustración y poca capacidad de soportar el sufrimiento y esperar
su recuperación espontanea, padecen más intensamente la desarmonía
emocional de su edad y caen con mas facilidad en esta seudosolución química.
La Presión Social
Decíamos que el joven se halla en una búsqueda de nuevos objetos
extrafamiliares para experimentar, y lucha contra su propia dependencia infantil
de las figuras parentales. En consecuencia, pasa a depender en mayor grado
de su grupo social y se torna más influenciable en sus opiniones, costumbres y
hábitos por la presión que ejercen los medios modernos de comunicación, que
muchas veces presentan el consumo de drogas como privilegio exclusivo,
placentero y excitante.
De un modo más directo aun, la necesidad de nuevas figuras de identificación
alienta la incorporación de patrones de conducta pertenecientes a otros
jóvenes o adultos más o menos cercanos, que gocen de estima, prestigio y
reputación. Esto puede brindar al adolescente que sufre por su debilidad
relativa, una sensación de madurez y pertenencia grupal en la medida que
consume drogas. Le facilita también el afrontar situaciones de honda angustia
social. Cree sentirse más fuerte, más aun si, como ocurre especialmente
merced al uso del algunos alucinógenos, se siente cohesionado con sus pares
y con sus ídolos.
Otra perspectiva interesante de la situación grupal de los adolescentes surge
de aplicar las ideas de Meltzer sobre la visión de la sociedad que tienen los
adolescentes.
Este autor observó que los adolescentes distinguen básicamente tres
comunidades:
1) la de los niños, débiles, dependientes y sometidos al arbitrio de los adultos;
2) la de los adultos, los que ostentan el poder, el conocimiento y el pleno
derecho a la sexualidad y
3) la propia, la de los adolescentes, que se sienten relegados pero poseedores
de la fuerza, la justicia y la esperanza.
Enfocando el consumo de drogas desde esta perspectiva podemos observar
como muchos adolescentes, vacilantes por naturaleza en cuanto a su ubicación
grupal, pueden utilizar el consumo de drogas en su intento por diferenciarse
tanto del grupo desvalorizado de los niños como del de los adultos, al que de
esa manera combaten también en sus preceptos.
También es necesario considerar la influencia que tiene la imagen que brindan
los padres y la presión que ejerce el grupo social a través del uso de drogas
“legales”. El consumo de alcohol y tabaco es parte integral y crucial de la
secuencia adictiva. Su uso precede, prácticamente siempre, al de las drogas
ilegales, independientemente de la edad en que se inicie el consumo estas
últimas. Es muy raro el comienzo directo con drogas ilícitas.
Las primeras sustancias que los jóvenes suelen experimentar son alcohol y
tabaco (cerveza, vino y cigarrillos). Mas adelante pasan a las bebidas blancas
y/o a la marihuana. También es muy raro que se utilicen otras drogas ilegales
como la cocaína o los opiáceos sin pasar previamente por la marihuana.
Se desprende de esto la influencia toxicomanígena perniciosa que pueden
ejercer al respecto sobre el niño el consumo abusivo de alcohol, cigarrillos o
tranquilizantes por parte de los padres, modelos tempranos de identificación.
A veces la falla del medio familiar radica en su insuficiencia para proveer
seguridad y calma al niño que por cualquier suceso cotidiano esta angustiado,
con temor o ansiedad por motivos internos o externos. El abrazo tierno, que
permite una suerte de fusión del niño con su madre o padre serenos, es en
ocasiones imposible por la magnitud de la angustia o irritación que sufren los
propios padres.
Naturalmente, la acción patógena no se ejerce en episodios únicos o aislados
sino por efecto de una sucesión acumulativa de pequeños traumas. Esto
determina un déficit estructural de la personalidad, en aquellos aspectos que al
desarrollarse proveen al individuo de la capacidad de autoapaciguarse, de
tolerar y atenuar su angustia, de evitar su difusión.
Mas adelante estos individuos buscarán en las sustancias psicoativas un
elemento compensatorio que les permita eludir la invasión de angustia que
ellos no pueden evitar con sus propios recursos.
Ahora bien, no podemos abandonar el tema de la presión social sin referirnos
al contagio, al papel que cumplen adictos y traficantes en la difusión del
consumo de drogas.
Existe una vasta mitología popular acerca de vendedores siniestros y viciosos
que corrompen a jóvenes ingenuos a través del engaño o la seducción. Sin
embargo, esto es usualmente falso. En términos generales, los traficantes de
drogas comercian con clientes conocidos y habituales, y prefieren no
arriesgarse a vender su mercancía a desconocidos por más jóvenes e
inocentes que parezcan.
Como lo señala el informe norteamericano sobre la Estrategia para el Control
de las Drogas, quienes no se han iniciado en el consumo rara vez aceptan una
sustancia desconocida de una persona extraña,
Mas aun, es muy infrecuente que un adolescente haga un esfuerzo individual
para buscar drogas por primera vez. En realidad no es necesario, porque las
experiencias iniciales con drogas surgen del ofrecimiento de otros
consumidores con los que se tiene un vínculo personal.
La amistad
Al entrar un adolescente en el terreno de la adicción, renuncia a un tipo de
mundo con determinados valores éticos y mediante su mutación entra a formar
parte de otro, donde no existe tal ética y por lo tanto no puede existir la
amistad, que significa un tipo de vínculo que requiere como condición
indispensable el respeto al otro como un otro, complementado por una historia
en común que puede tener muchas variables en cuanto a la situación y al
tiempo de duración.
La vinculación por factores miméticos circunstanciales y/o parciales es la
característica esencial de los vínculos entre los adictos.
En vez de identificaciones asimiladas y producto de interacciones a través del
tiempo, en el mimetismo basta verse, usar algunos términos semejantes
cargados de significados mágicos y ya somos amigos. Posteriormente el
cemento vincular en vez de ser el amor es el miedo.
Adolescencia y drogadicción
Eduardo kalina
ADOLESCENCIA Y DROGADICCIÓN
Evidentemente la adolescencia es la etapa más susceptible para desarrollar
una drogadicción, pues es el período de resolución del proceso simbiótico. Por
tal razón, Masterson la llamó “la segunda etapa de separación-individuación”,
siguiendo la nomenclatura de M. Mahler. Es la etapa de la separación del grupo
familiar, del duelo por la exogamia y del enfrentamiento con el mundo externo.
Si el adolescente tiene un Yo débil, producto de todos los factores expuestos
anteriormente, entonces va a necesitar una fuerza extra para cumplir con este
desafío, y si tanto la familia como la sociedad le muestran que las “drogas” son
el equivalente de “la espinaca para popeye”, es decir, el “combustible”
adecuado para enfrentar las exigencias de la vida, él podrá poner en marcha la
“experiencia tóxica”. En la sociedad actual los factores inductores son
numerosos y reiterados a lo largo de las 24 horas de cada día, y cuando
encuentran terreno propicio fructifican con gran facilidad. Una de las patologías
más susceptibles de ser vulnerable es la de los trastornos de la personalidad;
en especial los casos de personalidad borderline o fronteriza, porque son seres
deficitarios en su personificación. En psicopatología se les considera como
detenciones en el proceso de desarrollo.
En síntesiss, si nos colocamos ante las realidades que debe enfrentar el
adolescente de esta época, y si le sumamos la ya de por sí estresante tarea de
asimilar los cambios propios de de su crecimiento, tanto corporales como
psicosociales, se hace aún más claro comprender por que los consideramos
una población de alto riesgo.
TRATAMIENTO
Existen diferentes programas de tratamiento para pacientes adictos, pero
ninguno tiene una validez universal.
Cada institución debe diseñar sus propios modelos de abordaje, y en
consecuencia trataré de desarrollar el programa que diseñé para nuestro
contexto de trabajo en la actualidad, en la Clínica Psiquiátrica Guadalupe de
Buenos Aires.
Nosotros tratamos inclusive a aquellos que no se consideran a sí mismos como
enfermos, ya sea porque son menores y contamos con el aval de los padres, o
por orden de los padres, o por orden de las autoridades judiciales cuando son
mayores de edad.
Mi postura personal es que independientemente de su decisión voluntaria, el
adicto debe ser tratado, pues él es un “esclavo”(como lo indica el estudio
etimológico de esta palabra) que niega su esclavitud y además cree que es
libre, pues desconoce y/o niega el libreto que contiene el argumento inductor
de su actitud psicótica y suicida.
Toda adicción es una psicosis y una enfermedad suicida a corto o largo plazo.
Antes de seguir en el tema del tratamiento, quiero aclarar que cuando digo que
toda adicción es una forma de psicosis no me refiero a que el adicto pueda
volverse psicótico o que un psicótico pueda volverse un adicto, lo cual si puede
suceder en realidad, ni tampoco al riesgo de que haya una psicosis tóxica. Me
refiero más bien a que estamos viendo una nueva patología del área del
psicotismo, siguiendo la línea de ideas de José Bleger sobre “la parte psicótica
de la personalidad”.
El adicto es un ser en el cual se ha puesto en actividad la parte psicótica de la
personalidad. La drogadicción tiene un tipo de delirio que puede afectar a un
área parcial o a la totalidad del self de una persona.
El adicto no responde a la prueba de la realidad ni a la de la experiencia, no
tiene conciencia de enfermedad, o la tiene parcialmente o mejor dicho
disociadamente, y vive de acuerdo con el delirio, que se convierte así en su
propia “ideología de vida”, tal como ocurre en el psicótico en su sentido más
clásico. Funciona egosintónicamente con su delirio drogadictivo, y por ello la
internación por norma general debiera ser la primera medida a tomar para
intentar su rehabilitación, pues necesitamos crearle un conflicto, una
egodistonía, y para ello al intentarlo en una institución con un programa
especialmente diseñado para el tratamiento de adictos, y al suprimirle el
consumo de drogas, comenzamos estableciendo el NO, el límite tan ansiado
como odiado, y favorecemos además la emergencia de los estados de
abstinencia. Reiteramos, generamos conflictos para poder empezar a trabajar
terapéuticamente.
Dentro del período de internación, lo fundamental es comenzar a enseñar al
adicto a decir NO. Estos pacientes desconocen el NO. Nunca aprendieron a
decir NO, ya que nadie en su familia pudo enseñarles esto.
El adicto debe aprender leyes, límites que implican decir NO. La familia
también. Todos son transgresores.
En nuestra comunidad terapéutica tenemos tres leyes fundamentales: NO
drogas, NO sexo y NO violencia.
Estas tres leyes están basadas en la necesidad de enseñarles a los pacientes
a controlar los impulsos y la agresividad. En la medida en que ponemos un
freno a la persona a mirar su interioridad, a pensar reflexivamente y a tomar en
cuenta a los otros.
Usamos técnicas de terapia individual, familiar y grupal (grupos de convivencia,
confrontación y reflexión), actividad física (gimnasia dirigida y terapias
corporales), tetro, acompañamiento terapéutico por parte de un equipo
especializado, grupos de recreación, etcétera.
Los grupos de convivencia son grupos terapéuticos, dirigidos con un enfoque
inreccional y dinámico, y constituyen la actividad central de todas las mañanas.
En cambio los grupos de confrontación, que se realizan por las tardes, son el
único lugar en el que se puede expresar la violencia, pero sólo en el nivel
verbal y con la obligación de escuchar al otro y a los otros. Con esta
metodología intentamos enseñar a los pacientes a hablar de sus conflictos en
vez de actuarlos, y a aprender a hacerlo en el lugar y el momento adecuados.
Además deben escuchar a los otros, y a los co-terapeutas, que son los
encargados de regular las re-introyecciones, pues las sesiones suelen ser muy
intensas y requieren de terapeutas hábiles para evitar los acting-out, o sea las
re-proyecciones hacia fuera, que suelen producirse como intentos de evitar el
proceso introyectivo que buscamos forzar, dada la circunstancia de que la
mayor parte de los miembros del grupo son pacientes internados. También
concurren algunos de los ya externados que participan de las actividades del
“Hospital de día”.
He aquí una razón más para avalar nuestro criterio de que la internación
constituye un recurso fundamental en una etapa del tratamientote los pacientes
adictos, que independientemente de su estructura básica presentan en la
mayoría de los casos un predominio de mecanismos paranoides
(identificaciones proyectivas masivas) y de negación omnipotente.
Otra parte complementaria de nuestro tratamiento la constituyen la gimnasia
(cinco veces semanales), las terapias corporales (dos clases semanales), el
teatro (dos clases semanales) y el trabajo de los grupos recreacionales, a
cargo de para profesionales especializados en el tema, que se llevan a cabo
todas las noches después de la cena hasta la medianoche, para completar la
tarea socializante o resocializante para aquellos que perdieron su capacidad
de relacionarse entre gente sin que intervengan el objeto del delirio en común:
la droga. Además, de este ritmo nos facilita nuestra tarea de evitar los
psicofármacos para inducir o mantener el sueño y ayuda a reubicarlos en el
ciclo nictameral.
Existen también las reuniones grupales a cargo de ex-pacientes, que se
realizan varias veces por semana, y que resultan estimulantes por el momento
de nihilismo patético como es el que existe alrededor del tratamiento de
personas drogadictas.
El cuerpo, como lo hemos dicho, es el más grande enemigo del adicto, y hay
que hacerle tomar conciencia del mismo, ya que lo tiene disociado y negado.
Los profesionales que se ocupan de estas tareas son los encargados de
indicar las técnicas a utilizar, informando luego al equipo de los resultados de
sus experiencias, ya sea en la historia clínica compartida, o en las reuniones
de equipo.
Los coordinadores (por norma general son dos por grupo), profesores,
acompañantes terapéuticos, médicos internos, enfermeros, encargados de la
limpieza y directores, todos conformamos un equipo que sigue consignas
prefijadas para el grupo y para cada paciente en particular, a través de varias
reuniones semanales.
Al ser tanta gente la que lleva a cabo la labor terapéutica, se evita la
simbiotización característica de la forma de relacionarse de este tipo de
personalidades, y por lo contrario se favorece la desimbiotización, siguiendo la
metodología que nos enseñó José Bleger, en cuya obra fundamentamos gran
parte de nuestro trabajo clínico.
Damos medicación cuando es estrictamente necesario, según nuestros
criterios, y preferentemente lo hacemos en dosis bajas; salvo el clonazepan, no
utilizamos las benzodiazepinas por los riesgos adictivos que presentan.
Cuando el paciente ya está en condiciones de aceptar trabajar sinceramente
sobre su problemática, a través de todo el trabajo con las técnicas
enumeradas, tiene la posibilidad de ampliar su proceso de reeducación fuera
de la institución y se lo autoriza a salir sin acompañantes y posteriormente
incorporarse a hogares sustitutos. Durante las etapas iniciales sale solamente
con acompañamiento, ya sea de su familia o de los acompañantes terapéuticos
de la institución.
Finalmente, un intenso trabajo con la familia nos indicará el momento en que el
adicto puede volver a ella.
El período de tratamiento internado toma como promedio dos a cuatro meses
en dos etapas, y luego hacemos seguimientos grupales, familiares e
individuales, que poco a poco vamos suprimiendo a medida que la evolución
del paciente así lo justifica.
Por regla general diremos que en la parte final sólo resta la psicoterapia
individual de orientación dinámica, que cuando hay condiciones –me refiero a
una adecuada capacidad Yoica en el paciente- poco a poco va tomando la
forma de un proceso psicoanalítico.
En las primeras etapas tanto la psicoterapia individual como todas las otras
terapias a las que me referí anteriormente deben estar centradas en llevarlo a
tomar conciencia de su enfermedad, para así producir una disociación útil en el
Yo del paciente y tener una parte del mismo con la cual trabajar. Recordemos
que “hasta que no se demuestra lo contrario”, todo adicto que acude por sí
mismo al tratamiento lo hace para “perfeccionarse” y no para “curarse” en los
términos que para nosotros significa una verdadera curación.
DROGADICCION: INTERACCION INDIVIDUO- FAMILIA-
SOCIEDAD
Estamos en septiembre de 1987. Ya no es posible aceptar una descripción
fenoménica clínico-psiquiátrica como era tradicional encontrar en los grandes
libros de la psiquiatría, sin incluir lo contextual, en el más amplio sentido de la
palabra, para describir cualquier tema de la psicopatología humana. En nuestro
caso la drogadicción.
Pues bien, las palabras, el medio por excelencia para lograr la transmisión de
nuestras ideas, constituyen un limitado aunque precioso instrumento, que
reduce su poder de comunicación afectiva a pesar de que puede ganar en
consistencia, al tener que transmitidas por escrito. Digo esto porque la palabra
escrita nos da tiempo para pensar, volver una y otra vez sobre el tema, tanto
para el que escribe, mientras lo hace, corno para el lector, que puede así
dialogar mejor con el autor, y muchas otras posibilidades. Pero no está el
expositor presente, con sus modulaciones, movimientos, capacidad de
encantar al otro con la vocalización de sus ideas, escuchar cuestionamientos,
etc. De todas maneras seguimos necesitando escribir, leer y dialogar en todas
las formas, por nuestra conciencia de necesidad del otro, y una conferencia
escrita como la que ustedes me piden me expone a estas reflexiones, a veces
contradictorias, que intento transmitirles y resolver con toda mi pasión por la
comunicación entre los hombres.
Vaya hablarles escribiendo, y voy a hacerla sobre un tema que centra mi
interés como profesional y como hombre de mi tiempo, desde hace muchos
años, tal vez desde las toses de fumador de mi padre, con las consecuentes
promesas de dejar de fumar, en mi primera infancia, y la compulsión a
suministrarme medicinas por parte de mi madre afligida por mis ataques de
asma. Por supuesto que las indicaciones estaban rubricadas por los médicos.
Pero ella las suministraba a su manera. Trataba de salvarme. Muchos años
después comencé a estudiar el tema de las "adicciones recetadas". Mi padre la
dejaba hacer. Un día vinieron siete médicos para atenderme. Creyeron que
podía morir. Luchaban y me enseñaron que hay que hacer todos los esfuerzos
para no morir. He aquí algunas de las raíces de mi vocación.
Muchos años después dedico mi vida a luchar para que seres que buscan la
muerte puedan cambiar su proyecto tanático por otro de vida.
Al introducirme también como objeto de estudio amplio el enfoque contextual e
intento transmitirles mi pasión por la vida, que es mi antídoto ante las
permanentes "ceremonias de la destrucción" que nos acechan por todos lados.
Luego el segundo impacto motivador. Ocurrió en mí época de estudiante de
medicina y fue mi sorpresa y dolor al acceder al tema de las personas que
expresan su tragedia a través del alcohol. Más aún, el alcoholismo como una
problemática psicosocial.
Finalmente, durante mi práctica como psicoanalista de adolescentes, en la
década del 60, con la entrada en el consultorio de las nuevas drogas, además
de las socializadas que ya forman parte del patrimonio cultural de la
humanidad. Las consecuencias del uso abusivo de éstas las habíamos
estudiado en la facultad; en cambio el significado de las nuevas constituía un
capítulo en blanco para nosotros.
Ahora han pasado más de 25 años, miles de horas de práctica clínica,
docencia, conferencias, clases, congresos, libros, visitas a centros de
tratamiento en otros países, y una sensación muy especial: ¿cómo hablar?, y
más difícil aún, ¿cómo escribir? sobre estos seres, los mutantes, que es como
intento denominarlos, para expresar mejor mis sentimientos ante un adicto a
las drogas.
En cualquier contexto, incluyo todo lo posible en esta palabra: tiempo- sociedad
- familia - política - geografía - historia-economía, etc.; un adicto a las drogas
es alguien que a través de substancias químicas, las drogas, modifica la
percepción interna de su realidad contextual mediante la alteración transitoria o
definitiva del equilibrio neuroquímico cerebral, con consecuencias
autodestructivas y a veces heterodestructivas a corto o largo plazo, que pueden
culminar con su muerte. Es decir que constituye una práctica que tiene un
carácter suicida, reitero, a corto o a largo plazo.
El hombre es el único miembro de la escala animal que no acepta su destino
biológico: nacer-crecer-reproducirse y morir. Este ciclo así, tal como está,
igualitariamente planteado, a pesar de las múltiples variables que registramos
no nos gusta. Nuestra finitud nos resulta insoportable.
Somos los máximos ejemplares de la creación. Podemos pensar. Dios nos hizo
a su imagen y semejanza. ¿Por qué morir entonces?
Buscamos todas las formas de trasponer los límites de la finitud, tanto más
cuanto más débiles somos. Los psicóticos se crean mundos alucinatorios y
delirantes, los adictos buscan "los paraísos artificiales". Para no morir buscan la
muerte, triste paradoja de la vida triste de estos seres. Sigo eligiendo palabras.
Quisiera transmitirles algo que siento y no hallo cómo hacerla plenamente,
simplemente no lo sé, y si agregara el video, el cine, la música, etc. también
serían insuficientes. Siempre me pregunté y me lo pregunto cada día de mi
vida: ¿Por qué estos seres no aman la vida? Hace algunos meses, frente a la
Catedral de Quito, miraba con mis hijos a un indiecito de unos 18 años, muy
chiquito de cuerpo, jorobado y sin brazos. Con sus piecitos escribía, dibujaba,
recibía limosnas, cortaba frutas, pelaba con una navaja colocada entre los
dedos de sus pies papas pequeñas, con tal perfección que apenas raspaba las
cáscaras. Transmitía su adhesión a la vida. Era conmovedor.
He conocido jóvenes inteligentísimos, hermosos, cultos, con acceso a todo tipo
de recursos socio- político- económicos, que se hicieron drogadictos y se
destruyeron a pesar de nuestros esfuerzos terapéuticos por transmitirles amor
a la vida.
¡Qué difícil tarea la de dar un sentido racional a tanta irracionalidad! O, en otras
palabras, tratar de encontrar una explicación que nos ayude en nuestra tarea
de intentar revertir el proyecto de muerte del drogadicto en un proyecto de vida.
Mis conclusiones
1) No todo el que experimenta con drogas se hace adicto. Existen bases
predisponentes: individuales, familiares y sociales que condicionan la
posibilidad de una adicción.
2) La adicción es una de las formas en que puede exteriorizarse la actividad de
la parte psicótica de la personalidad, y se puede encontrar funcionando en
cualquier estructura psicopatológica. Por lo tanto, desde este enfoque teórico
debe considerársela como una forma de psicosis, que se acompaña de un
delirio crónico sistematizado que, tal como todos los delirios, no responde a la
prueba de la realidad ni de la experiencia y no se revierte a través de las
explicaciones lógicas; la persona no tiene conciencia de enfermedad o la tiene
disociada (agregado del autor) y vive de acuerdo con esta ideología delirante.
3) Toda adicción constituye una vía regia hacia la muerte, es decir una práctica
suicida a corto o largo plazo, dependiendo de una amplia serie de variables.
4) A partir de estas conclusiones surgen nuevos caminos terapéuticos y un
material significativo para el diseño de programas de prevención primaria que
no serán tratados en esta conferencia.
La familia y el individuo