I.R.D.A Lenguaje Infantil
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Aarón Mundo
Edición
Jesús Rodríguez
Corrección
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Francisco Romero
Diagramación
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Serie Didáctica
Modos y herramientas de la pedagogía son publicados
en esta serie dedicada a quienes deseen construir nuevos saberes.
Serie Léxicos
Todo estudio requiere el dominio del vocabulario y sus
respectivas etimologías. Diccionarios y demás textos lexicográficos
estarán dispuestos en esta serie.
Lenguaje infantil
Isabel Rivero De Armas
Lenguaje infantil
Isabel Rivero De Armas
Presentación
En estas páginas reúno la información publicada en algunos
artículos relacionados con el área de adquisición del lenguaje infan-
til, en los que se analiza el proceso complejo por el que atraviesan
los niños en el desarrollo de sus habilidades verbales, proceso que se
inicia con el llanto, sigue con el balbuceo hasta la aparición de la pri-
mera palabra y culmina a la edad de doce años con el dominio de una
gramática y una competencia comunicativa similar a la que tiene un
adulto, tal como aparece explicado en la primera parte del libro, que
he llamado “Adquisición del lenguaje infantil”.
En dicha sección, del mismo modo doy algunos consejos a los
papás para que estimulen a sus hijos en el desarrollo de su lenguaje,
tomando en cuenta tanto la edad del niño como la necesidad comu-
nicativa del momento.
Asimismo, en una segunda parte de este libro que he denomi-
nado “Habilidades narrativas de niños en edad escolar”, reflexiono
sobre las habilidades narrativas de los infantes en esta etapa; de las
ventajas que ofrece la práctica de la narración y sobre cómo hacer
que los chamos mejoren su capacidad de contar historias.
Igualmente, en un tercer capítulo llamado “El proceso de la ense-
ñanza y del aprendizaje de la lectura”, se presentan unos textos que
versan sobre el proceso de la lectura. En gran medida, las competen-
cias de lectura y escritura dependen de los estímulos que reciban los
pequeños como del conocimiento que tengan las personas cercanas
a los niños sobre cómo hacer que estas actividades, que comienzan
mucho antes de la escuela, sean atractivas para los chamitos.
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Lenguaje infantil
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Nota editorial
Los siguientes artículos fueron publicados por la autora en dia-
rios de circulación nacional tales como la revista Fascinación del
diario 2001, Últimas Noticias (2002) y La Voz de Guarenas desde el
año 2004 al 2009.
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Primera parte:
Adquisición del lenguaje
infantil
1. ¿Por qué los bebés lloran?
Cuando el bebé acaba de nacer se comunica a través del llanto
para manifestar sus necesidades neurofisiológicas. Aunque en el
rostro del pequeño aparece a las seis semanas, la sonrisa que expresa
agrado se produce a partir de las doce semanas.
Asimismo, a partir de los tres meses, el bebé busca comunicarse
volteando la cabecita en el momento en que le hablan y da muestras,
de esa manera, del instinto primario que tiene de relacionarse con
su entorno. Estas formas de comunicación son muestras de ese len-
guaje no verbal, prelingüístico, que desde el nacimiento del párvulo
comienza a hacerse presente.
Como el llanto es el modo de comunicarse más importante que
tiene el bebé para expresar sus necesidades de tipo neurofisiológico,
una vez que se aprende a reconocerlo se puede diagnosticar desde
problemas futuros del lenguaje hasta una patología severa.
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Primera parte
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2. Hablando con mi bebé
La habilidad para conversar no es algo —como muchos padres
piensan— que se deba a la genética. Depende, en gran medida, de
la estimulación que los papás ofrezcan a sus bebés. Les hablaré de
lo que pasa a partir de los ocho o nueve meses de vida del niño y
hasta casi los tres años de edad. En esta etapa, los pequeños obtie-
nen importantes logros sociales. Empiezan a desarrollar conductas
con fines e intenciones. Adquieren progresivamente, de manera
rudimentaria, conciencia de su rol de hablante y oyente, hasta que
han completado esa adquisición hacia los tres años de edad. Sacar
provecho de esas conductas dependerá de la estimulación —que
se traduce en apoyo social— que ustedes, padres, brinden en esta
etapa de adquisición temprana del lenguaje, a sus chamos.
Los logros a los que me refiero se centran en un proceso de
tres pasos. Estos son etiquetar las cosas (aquello que rueda es un
“carro”); capacidad de relacionarse con el entorno, con las personas
que están a su alrededor (“dile adiós a la señora”) y aprender las pri-
meras bases de lo que será, en un futuro, una conversación (dice la
mamá: “¿qué comes? ¿Es una galleta? Dame de eso”, y el niño le da un
pedazo).
El primer paso —colocar las denominadas etiquetas— consiste
en denominar los objetos. Estos cobran vida a través de la magia de
las palabras. El etiquetaje constituye una forma de comunicación
que reemplaza lo que sería un verdadero diálogo con el nené. Aquí
los bebés descubren que las cosas tienen nombre. He aquí el papel
de la madre, que se centra en enseñar al niño cómo se llaman los
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Primera parte
como, por ejemplo, señalar objetos y personas por las que se siente
agrado o desagrado.
A los dos años y medio, el niño ya se vale del lenguaje verbal para
comunicar sensaciones y percepciones. Estamos hablando de con-
versaciones tal como las conocemos, en que el niño respeta el inter-
cambio de turnos y comienza a tener conocimiento del efecto de la
palabra en el entorno que lo rodea.
De la estimulación de los padres dependerá que, a mediano y
largo plazo, sus pequeñines aprendan, al ritmo apropiado según su
edad, sus primeras palabras y se percaten del efecto de las mismas
en sus semejantes. Así, sus hijos manifestarán, el día de mañana, sus
ideas, sentimientos e impresiones con la desenvoltura y libertad que
los demás esperan de ellos.
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3. El blablablá de los bebés
Aparte de que muy probablemente influya en el carácter del indi-
viduo la mayor o menor habilidad para conversar, esta dependerá
muchísimo de la estimulación que los papás ofrezcan a sus bebés.
En el primer y segundo año de vida, los pequeños obtienen
importantes logros sociales porque empiezan a desarrollar conduc-
tas con fines e intenciones que van más allá de satisfacer sus necesi-
dades f ísicas, como las alimenticias o las de sueño.
De manera rudimentaria, progresivamente, los bebés van adqui-
riendo conciencia de sus roles tanto el de hablante como con el
oyente. Entonces, sacar provecho de esa adquisición comunicativa
dependerá de la estimulación: esta se traduce en el apoyo social que
—en esta etapa de adquisición temprana del lenguaje— los padres
les puedan brindar a sus chamos.
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Primera parte
ella hace algo para él, y este para ella, y se crea así un intercambio de
roles, como se da en el juego de toma-dame.
En el juego de toma-dame, al principio, los bebés actúan como
receptores. A partir de los diez meses de edad, los chamos mues-
tran el objeto y, posteriormente, son capaces de ofrecerlo. También
es bueno saber que el lenguaje no verbal, que se da mediante gestos
y señas, tiene una importancia crucial y su estímulo dará inicio al
lenguaje verbal.
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4. Antes de la primera palabra
A veces, muchas mamás no saben todavía cuán importante es
prestar la debida atención a los pequeños en los primeros meses de
existencia. Una forma de hacerlo es a través de los ruidos sin sentido
que emitimos los adultos para captar la atención de los bebés. Con
este comportamiento, que hasta parece tonto, aunque ustedes no lo
crean, se favorece el desarrollo del lenguaje del niño, como también
su evolución intelectual.
Aquellos papás y mamás que, por ejemplo, hacen de payaso,
sacan la lengua y se colocan las manos en la cara, a la par de que
emiten ruidos, no tienen idea de lo mucho que están ayudando al
infante en lo relativo al estímulo de sus capacidades lingüísticas.
Por consiguiente, las palabras cantadas favorecen el desarrollo
cognitivo (intelectual) y, por supuesto, el desarrollo del lenguaje
también. Asimismo, tocar a los pequeños, acariciándolos y sonrién-
doles, aparte de ser importante en el desarrollo emocional, lo es en
el aspecto intelectual y en el lingüístico. Equivalente a esto, cuando
se les pregunta algo a los bebés y se hace una pausa en señal de que se
espera una respuesta, se les está enseñando que la conversación se
da por turnos. Entonces, esa pausa corresponde al turno de él, inter-
vención que, en un futuro próximo, realizará el niño.
En cada etapa, el bebé va haciendo algo nuevo. Los bebés desde
los dos meses de edad tienen conversaciones rudimentarias con
la madre: ella dice algo a su hijo y este responde haciendo ruidos o
moviendo sus manitas.
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Primera parte
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5. Después de la primera palabra
La habilidad para conversar depende, en gran medida, de la esti-
mulación que los papás ofrezcan a sus bebés. Dicha estimulación
comienza desde el vientre materno. Como ya se habló antes de la
primera palabra en el artículo anterior, ahora lo haré a partir de los
ocho o nueve meses de vida del niño. En esta etapa, los pequeños
obtienen importantes logros. Ellos empiezan a desarrollar conduc-
tas con fines e intenciones. Adquieren progresivamente, de manera
rudimentaria, conciencia de su rol de hablante y oyente, hasta que
completan esa conciencia, por llamarla de alguna forma, hacia los
tres años de edad. Sacar provecho de esas conductas dependerá de
la estimulación, que se traduce en el apoyo que los papás brinden a
sus hijos en esta etapa de adquisición temprana del lenguaje
Los logros en la mencionada etapa se centran en un proceso de
tres pasos. Estos son: etiquetar las cosas (aquello que rueda es un
“carro”), es decir, el niño utiliza la misma palabra de forma “sobreex-
tendida”, también llamada ampliada, en virtud de que no conoce
el significado completo de las voces cuando comienza a usarlas,
sino solo uno o algunos sentidos, como quien llama “perro” a todo
animal que tiene cuatro patas; la capacidad de relacionarse con el
entorno, con las personas que están a su alrededor (“dile adiós a la
señora”); y por último, aprender las primeras bases de lo que será, en
un futuro, una conversación (dice la mamá: “¿qué comes? ¿Es una
galleta? Dame de eso”, y el niño le da un pedazo de galleta en señal de
su participación en una conversación).
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6. De los siete a los doce meses de vida
La palabra es un don bendito y glorioso que permite estable-
cer contacto con los seres queridos y con el mundo circundante.
Gracias a este don, comparable solo con el poder del rey Midas, se
puede transformar el entorno para bien. Por eso una de las tareas
que me he propuesto a través de este espacio es poner al alcance de
los padres o de las personas encargadas de la educación de los cha-
mos los consejos necesarios para la estimulación del lenguaje.
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Primera parte
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7. Entre los dos y tres años de edad
El desarrollo del lenguaje infantil se da por etapas o momentos
claves como bien sabemos. Cada momento está representado por
importantes cambios. Uno de esos momentos es cuando el niño está
entre los dos y los tres años de edad.
El pequeño entre los dos y los tres años incrementa su vocabula-
rio. Dicho vocabulario, sobre todo en este momento de exploración,
va en aumento, tanto que cada dos horas, aproximadamente, el niño
aprende una nueva palabra. El desarrollo del lenguaje es progresivo
y es resultado de la superación de ciclos anteriores. Dicha supera-
ción le permitirá al niño pasar de uno a otro nivel.
En momentos anteriores, el bebé ha cerrado ciclos en el desa-
rrollo de su lenguaje. Ya adquirió, por ejemplo, el repertorio silá-
bico que consiste en la producción de todos los sonidos que puede
emitir la voz humana. Consiste también en la capacidad de enlazar
sílabas formadas por vocales abiertas (a, e, o) y consonantes explo-
sivas (p, b, d) o consonantes nasales (m, n), originando los sonidos:
ba, da, ma y pa.
Asimismo, el bebé después de la adquisición del repertorio silá-
bico, ha cerrado el ciclo del aprendizaje de las llamadas pseudopa-
labras, compuestas por varias sílabas unificadas, reproduciendo la
estructura sonora de la palabra o enunciando solo el esquema silá-
bico de esta, y sin intento alguno de aproximación al sonido real, por
ejemplo: “nanana” por “medicina”.
A los dos años, el bebé ya cerró, igualmente, el ciclo de pronun-
ciar palabras onomatopéyicas. Estas palabras son resultado de la
combinación particular de sonidos que, aunque ya tienen algún tipo
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Primera parte
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8. Trencitos de palabras
Hasta no hace mucho se pensaba que las niñas, mucho más que
los varones, poseían habilidades comunicativas que facilitaban el
desarrollo de su lenguaje. Sin embargo, recientes estudios demues-
tran que lo anterior no es cierto, o por lo menos no del todo, ya que
—a partir del primer año de vida— los niños sin distingo de género
sexual dicen la primera palabra como a los diez meses de edad.
Luego del primer año de vida, articulan dos palabras que equi-
valen a una oración, y hasta una sola palabra puede equivaler a una
frase después de haber transcurrido los doce meses de vida.
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Lenguaje infantil
para referirse a objetos; para nada usan aquellas que sirven de enlace,
como las conjunciones y las preposiciones. A los tres, los artículos
comienzan a escucharse en las voces de los niños, y del mismo modo
los sufijos. A los tres años se da un cambio curioso: aparecen los
verbos en concordancia con los sujetos.
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9. Un sol que alumbra nuestro hogar1
El desarrollo del lenguaje es un proceso que dura toda la vida. Se
inicia desde que intentamos pronunciar la primera palabra —gra-
cias a un don bendito y supremo— hasta el final de nuestras vidas.
No obstante, cuando hablamos de lenguaje infantil, este proceso
dura aproximadamente hasta los doce años. A esta edad los pre-
adolescentes ya pueden hablar de manera similar a como lo hace un
adulto que ha tenido una evolución normal. Se entiende por normal
el aprendizaje del manejo adecuado del lenguaje de acuerdo con las
intenciones de quien habla, siempre y cuando los mayores realicen
un uso constructivo de este instrumento preciado.
A los seis años de edad, se cierra un ciclo importante en la
adquisición del lenguaje de los niños. Es importante que los padres
sepan esto para que puedan sacar el mejor provecho de las habili-
dades potenciales del pequeño en esta edad, y estén en capacidad
de estimularlo a madurar sus destrezas comunicativas en el menor
tiempo posible. Por ello, dirijo las siguientes palabras a los padres
o a las personas cercanas al niño, como el maestro, para que en esta
fecha significativa, el Día del Niño, se sientan motivados a educar a
los chamos más allá de los patrones convencionales que impone la
enseñanza tradicional.
A los seis años, los pequeños son capaces de equiparar dos habi-
lidades esenciales: comprender y hablar. Esto antes de los seis no
ocurre así. Ellos pueden captar con muchísima claridad lo que pasa
a su alrededor: cuando los padres tienen problemas afectivos o de
1 Los ejemplos dados en este artículo sobre el lenguaje infantil son extraídos de la obra
Estudios sobre el habla infantil en los años escolares de Rebeca Barriga de Villanueva.
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Lenguaje infantil
otro tipo que los puedan involucrar de manera directa. Sin embargo,
no es hasta que llegan a la edad de seis años cuando son capaces de
emitir frases simples que, progresivamente, se harán más complejas
en la medida en que van cumpliendo más edad.
Igualmente, los chamos irán tanto procesando los sentidos más
abstractos de las palabras ya conocidas como adquiriendo otros sig-
nificados de las mismas. Esto es debido a la enseñanza escolar.
Si menciono la facultad de construir frases más complejas, justo
cuando tienen mayor edad, me refiero a que los chamos ya han
aprendido una gramática básica, la cual se irá diversificando, por
decirlo de alguna manera. No obstante, no han aprendido a sacar
provecho de todas las ventajas que ofrece este conocimiento. Ellos,
con el tiempo, van desarrollando ese bagaje elemental. Luego ten-
drán la facultad de ir adquiriendo, paulatinamente, otras destrezas
comunicativas de tipo gramatical más complicadas. Un ejemplo
de esto es el uso de los conectores (“pero” y “porque”). A los seis
años, por lo general, no han procesado el significado adversativo o
de oposición de la conjunción “pero” (“quería abrir la puerta pero
no podía”). Usan el pero, más que todo, como un adverbio de inten-
sidad, es decir, equivale a “muy” (“los niños de quinto grado bailan
pero bien bonito” o “las maestras lo regañan pero bien feo”).
En cuanto al “porque”, no han adquirido el valor justificativo,
explicativo o de causa de este conector (“quiero estudiar psicología
porque [ya que, pues] me gustan mucho los niños”), sino un valor
superficial de esta partícula, por ejemplo: “todos fuimos porque nos
llamaron por el teléfono”.
En relación con el vocabulario, a esta edad, los pequeños cono-
cen bastantes palabras, pero no entienden todos los significados de
las mismas. Tal es el caso del adjetivo “grande”. A los seis, lo interpre-
tan de manera literal (“la pelota es grande”). Es decir, “grande” equi-
vale a tamaño o estatura; después, a mayor edad, “grande” se asocia
con el sentido metafórico, figurado, de dimensión psicológica de
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Primera parte
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10. Conversando con el consentido del hogar
Una vez escuché decir a una compañera de estudio esto: “Si una
persona tiene un niño a su lado es en esencia un ser feliz”. Yo com-
parto esa forma de pensar. Y aseguro que ustedes también la com-
parten. Pues bien, esa felicidad que da el hecho de ser padres nos
compromete con el aprendizaje de la primera lengua de nuestros
hijos, en el caso que nos concierne, el español.
Hablaré entonces del proceso que atañe al desarrollo del len-
guaje de los pequeños. Enfatizaré en que los padres deben enseñar a
los chamos a tener conciencia del don creador, bendito y glorioso de
establecer contacto con los seres queridos y con el mundo circun-
dante. Este don de transformar el entorno a través de la palabra solo
es comparable con el poder del rey Midas. Según la leyenda, este rey
todo lo que tocaba lo convertía en oro.
Cuando hablo del lenguaje infantil me refiero a las etapas que
van desde ese intento de pronunciar los primeros sonidos (el balbu-
ceo) hasta los doce años cuando ellos ya han culminado, en cierta
forma, el proceso de adquisición de su lengua materna. En este
momento, los chamos ya pueden conversar, de manera similar, a
como lo hace un adulto. Digo que, en cierta forma, ellos han com-
pletado ese proceso porque el desarrollo de nuestro lenguaje es algo
que, sin duda alguna, dura toda la vida.
A partir de los cinco años se debe saber que ellos han cerrado un
ciclo del desarrollo de su lenguaje para dar inicio a otro. Eso se mani-
fiesta a través de muchas formas. Una de ellas consiste en el aumento
del vocabulario. Los niños, al ir al colegio, aprenden cosas nuevas.
Estas cosas, por lo general, escapan del conocimiento cotidiano del
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Primera parte
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Segunda parte:
Habilidad de narrar de niños
en edad escolar
1. Cuéntame qué te pasó
Cuando echamos un cuento lo hacemos para divertir, entretener
o informar, argumentar y así persuadir. O narramos simplemente
para acercarnos a los demás cuando deseamos “romper el hielo”, así
que la narración de historias es una de las actividades más frecuen-
tes y útiles a las que podemos acudir.
A pesar de lo anterior, se puede narrar de diferentes maneras y
esos modos en el momento de contar una historia varían según la
cultura de las comunidades donde se realice esa práctica. Un niño
japonés narra distinto a uno argentino, por ejemplo, porque las dis-
tintas culturas influyen en los estilos de narrar relatos empleados
por cada uno.
En el caso de las narraciones personales, los acontecimientos se
organizan en un espacio temporal, donde aparecen personajes y el
hablante tiñe lo narrado de expresiones evaluativas, para calificar
lo ocurrido (“me gustó”, “me dolió”, “fue horrible”), o demuestra su
perspectiva afectiva con las onomatopeyas (como “quiquiriquí” al
hablar del gallo).
Por ser la narración una práctica trivial es la mejor forma de
motivar a los niños a que nos relaten sus vivencias personales, rela-
tos tradicionales y hasta chistes, sin dejar de hacerles preguntas
para ayudar a involucrarlos mucho más en esta actividad que ofrece
muchas ventajas.
Narración vivencial
Como los pequeños disfrutan un mundo al contar sus experien-
cias cotidianas, por ejemplo: lo que pasó en el colegio a la hora de
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Lenguaje infantil
jugar con los amiguitos o cuando la maestra los regañó porque gri-
taban mucho, es necesario estimularlos a contar sus vivencias per-
sonales para ayudarlos a desarrollar su lenguaje.
La narración llamada “vivencial” es definida como “un recuento
de hechos que ocurrieron en el pasado”. Estos hechos tienen una
secuencia temporal, o sea, suceden en un tiempo que transcurre.
No todos los chamitos narran de igual manera. Algunos lo hacen
con más madurez, o de mejor forma, que otros. Es necesario tener
presente que el entorno social al que está expuesto el niño como la
edad de este son dos aspectos que juegan un papel importante en
esta actividad.
Como ya he mencionado, cuando se habla de grado de madurez
en una narración infantil, se hace referencia a un número mayor de
componentes en una historia. Estos componentes pueden ser: com-
plicación de un suceso (más eventos y personajes) y evaluación de
un acontecimiento, por ejemplo, mediante la expresión de estados
internos a través de verbos, tales como los afectivos (le gusta), los
f ísicos (le duele) y los cognoscitivos (reconoce).
Narración tradicional
Aunque la narración vivencial es vital para persuadir a los niños
a emplear su lenguaje cada vez más y mejor, contar cuentos tradi-
cionales o del folclore venezolano, por ejemplo, también resulta una
magnífica estrategia para que los niños desarrollen sus habilidades
lingüísticas, ya que cuando narra el niño usa el lenguaje más allá
de los contextos inmediatos de la situación comunicativa de habla
(el tiempo presente, el aquí y el ahora), y el desarrollo de su pensa-
miento, la capacidad de razonamiento y la abstracción se ven favo-
recidos.
Narrar cuentos de autores de la literatura infantil (o ficticios) y
contar historias que les hayan acontecido a las criaturitas (o mejor
dicho narrar sus experiencias personales: un accidente en el hogar,
una visita al médico o la llegada de la Navidad) les facilita el desarrollo
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segunda parte
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2. Los niños y sus cuentos
En la adultez, una de las prácticas tanto más frecuentes como
íntimas es narrar historias para divertir, entretener o informar, en
que comenzamos con un “tú no sabes lo que me pasó ayer cuando…”.
Es ahí cuando los acontecimientos se organizan en un espacio tem-
poral, donde aparecen personajes y el hablante tiñe lo narrado de
expresiones evaluativas para calificar lo ocurrido (“me gustó”, “me
dolió”, “fue horrible”).
De igual modo, cuando somos adultos, narramos no solo para
entretener sino también para informar, argumentar y hasta persua-
dir, por lo que echar cuentos es tan común como un saludo matutino.
Lo novedoso del asunto es que una práctica cotidiana para
nosotros resulta ideal para incentivar el desarrollo del lenguaje en
los niños, a quienes debemos pedirles que nos relaten sus viven-
cias personales, sin dejar de hacerles preguntas para ayudar a invo-
lucrarlos mucho en esta actividad que aparte de divertida ofrece
muchas ventajas.
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segunda parte
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Tercera parte:
El proceso de la enseñanza y
del aprendizaje de la lectura
1. La lectura comienza en el hogar
Aquella frase conocida de que todo comienza en el hogar es
cierta. La ausencia de estímulos positivos alrededor nuestro puede
tener una repercusión negativa. Esa ausencia se debe más que todo
al desconocimiento de cosas que son esenciales para la debida ini-
ciación en esa actividad. Aunque parezca inevitable que existan
diferencias, por ejemplo, que algunos sean más aventajados que
otros, hay casos en que esas desigualdades son producto de la repe-
tición de ciclos. Tal es la circunstancia de una persona cuyo núcleo
familiar lee poco. Probablemente, esa persona se sentirá desmoti-
vada a realizar esa actividad en un futuro. Pero si adquiere concien-
cia de esto, la apatía podría desaparecer.
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Lenguaje infantil
tenga muchos libros regados por toda la casa, puede ser suficiente
para despertar ese interés del que hablamos por leer.
Al igual que ver a otros tomar notas, dejar mensajes, por ejem-
plo, ayuda a comprender por qué la escritura junto a la lectura repre-
sentan formas de comunicación tan importantes como el hablar.
El proceso de lecto-escritura comienza, asimismo, cuando los
chamitos ven a los adultos cercanos a su entorno leer el periódico,
disfrutar de los libros de su preferencia o escribir mensajes.
Desde donde se mire, entonces, se trata, pues, de un proceso
interactivo o participativo. En un primer momento, la imitación, o
sea, el modelo, juega un papel fundamental, ya que estimula en el
niño una inclinación a seguir el hábito de leer. Tal es el caso de la lec-
tura de cuentos antes de dormir, que ayuda a crear expectativas en
estos lectores iniciales; a fomentar la distracción y la conciencia de
que la diversión puede ir más allá de ver la televisión.
Los niños no deberían tener una edad específica para aprender a
leer. Ese proceso se puede iniciar cuando los pequeños pronuncian
sus primeras palabras, ya que la lectura es la reproducción del habla,
o del lenguaje hablado.
La diferencia entre el habla y la práctica de la lectura radica en
que, por lo general, la primera es informal, aunque no siempre es
así sino que depende de la situación en sí, es decir, del grado de con-
fianza que exista entre los involucrados en una conversación (si es un
amigo o un desconocido), o de la formalidad (si es un acto serio o una
plática amistosa), de la posición, de la mayor o menor autoridad.
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tercera parte
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2. ¡Qué bueno es leer!
Cuando era pequeña, entre los cuatro y cinco años, “disfrutaba
un mundo” leer y más aún que me leyeran. Andaba con un maletín
lleno de cuentos. Aquellos en que uno halaba una etiqueta y se abría
una ventana o salía un muñequito. Si llegaba una visita a mi casa,
seleccionaba uno de tantos cuentos que tenía en la especie de bulto
que cargaba para arriba y para abajo, y le pedía que por favor me lo
leyera. No dejaba de insistir hasta que me complacían. Esos cuentos
tenían grandes enseñanzas: cómo actuar en determinadas situacio-
nes siempre en función del bien común.
Ahora —trayendo a la mente lo anterior— me preocupa mucho
cuando escucho a los padres decir que sus hijos no tienen hábitos de
lectura, que leen muy poco o, simplemente, que no les gusta realizar
esta práctica. También siento lo mismo por los maestros que les
ponen a sus alumnos la etiqueta de lectores “poco competentes”,
y engavetan así las posibilidades de hacer algo para mejorar esta
situación.
Existe, por consiguiente, un gran desconocimiento de todo lo
que implica el proceso de la enseñanza y del aprendizaje de la lectura
tanto en la escuela como en el hogar. Hasta el momento la mayoría
piensa que la lectura es solo emparejar —de manera mecánica— sig-
nos o palabras con significados, como “bueno” significa lo opuesto
de “malo”. Es mucho más que eso. Por ello los niños, jóvenes y hasta
adultos, a veces, rechazan esta agradable y provechosa práctica.
Consideran, por consiguiente, que la lectura es solamente la
reproducción literal de la información. Ellos la perciben como
una actividad pasiva, solo de recepción. A través de la misma, se
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tercera parte
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3. Leer es como hablar
¿Qué es leer?
Cuando los maestros califican a los niños de lectores apáticos
desconocen que la lectura va mucho más allá de interpretar los sig-
nos que las palabras representan, o de equiparar letras o graf ías con
significados o mensajes ya establecidos, como “bueno” es lo que se
entiende por “bueno”, opuesto a “malo”. Así que leer no es solamente
la reproducción literal de la información. Tampoco es una actividad
pasiva, o solo de recepción. Esta visión errada tiene graves conse-
cuencias en la enseñanza y en el aprendizaje de la lectura.
Es un proceso participativo (o interactivo), ya que se necesi-
tan dos personas, autor y lector. Este modifica de alguna manera el
mensaje recibido con el que podrá cambiar su entorno. Igualmente,
el que lee puede relacionarse con otros lectores cuando se comentan
las obras leídas; ahí hay interacción.
Los niños, los jóvenes y hasta los adultos sienten rechazo en el
momento de leer porque no han descubierto que dicha actividad
es una ventana al conocimiento de: diferentes culturas, maneras
distintas de pensar, sentir y concebir la realidad, por lo que resulta
indispensable para el desarrollo de la creatividad y la libertad de
pensamiento.
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tercera parte
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4. Epitafios, palabras y milagros
Es tan común oír frases como: “a mi hijo no le gusta leer”; “tiene
problemas de lectura” o “le cuesta mucho realizar esa actividad”.
Los maestros y los padres califican a los niños de lectores apáticos.
Parece, entonces, que desconocen que la lectura va mucho más allá
de interpretar los signos que las palabras representan, o de equi-
parar letras o graf ías con significados o mensajes ya establecidos,
como “bueno” es lo que se entiende por “bueno” opuesto a “malo”.
Consideran, por consiguiente, que la lectura es nada más la
reproducción literal de la información. Ellos la perciben como
una actividad pasiva, solo de recepción. Esta visión errada tiene
graves consecuencias en la enseñanza y en el aprendizaje de la lec-
tura. Los niños, los jóvenes y hasta los adultos sienten rechazo en
el momento de leer. No han descubierto que dicha actividad es una
ventana al conocimiento de: diferentes culturas, maneras distintas
de pensar, sentir y concebir la realidad. Es también un proceso par-
ticipativo (o interactivo): se necesitan dos personas, autor y lector,
para su práctica.
El aprendizaje o la enseñanza de la lectura se realiza en el salón
de clases bajo la supervisión del educador. Ahí se genera un acto de
comunicación con varios participantes: el autor del libro; el docente,
como facilitador; los alumnos; los lectores potenciales; un mensaje,
a través de lo leído; un lugar, el aula; una situación, enseñar a leer.
Los estudiantes, con la ayuda del maestro, desentrañan los signi-
ficados del texto: lo que se esconde detrás de sus frases encadenadas
para darle sentido hasta la construcción de un modelo equiparado,
de alguna manera, con el mensaje que el autor quiso transmitir.
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Lenguaje infantil
Rodríguez señala así que leer no puede ser una actividad mecá-
nica sino consciente: las palabras tienen vida independiente, quien
las lee, entonces, las revive, les da un sentido propio, las hace suyas.
Según los estudiosos del lenguaje, la comprensión del receptor
dependerá de la experiencia del mismo como lector, de su conoci-
miento sobre el tema y del manejo de estrategias que le permitirán
acceder al texto como un todo. Estas estrategias pueden ser buscar el
tema, adelantarse a los hechos, identificar su orden, etc. Si los niños
sienten que al leer pueden cambiar el estado de las cosas, construir
nuevos mundos y viajar a través del tiempo, sin duda, empezarán a
amar la lectura.
Con base en lo anterior, los maestros y los padres deben acabar
de una vez por todas con las concepciones que hacen ver la lectura
como una actividad robotizada, en que las palabras mueren en boca
de otros, donde los autores de los libros son esculturas de mármol
inmunes al tiempo.
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Cuarta parte:
Problemas del desarrollo del
lenguaje que influyen en el
aprendizaje de los niños
1. Cuando aprender se hace cuesta arriba
Los padres —e incluso el maestro— tienden erróneamente a
asociar cualquier desventaja académica en la escuela —como las
dificultades de lectura o la pérdida de atención en clase, por ejem-
plo— con la baja capacidad intelectual de niño, quien, de inmediato,
es etiquetado como “poco inteligente” tan solo por no adaptarse al
sistema escolar tradicional, del cual incluso puede ser expulsado.
Dicha expulsión le ocasionará traumas imborrables siendo el pro-
blema de otra índole.
En realidad —en general— puede ser todo lo contrario a lo
expresado anteriormente. La mayoría de los chamos que presentan
ese déficit de aprendizaje tienen un nivel de inteligencia normal o
hasta superior.
Entonces, solo porque el niño parezca perdido en la escuela, por
decirlo de alguna manera, no debe atribuirse la razón de la desven-
taja académica a su bajo nivel intelectual —o escasa inteligencia—,
sino que muy posiblemente se están presentando problemas de
aprendizaje, para los cuales hay una oportuna solución.
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Lenguaje infantil
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cuarta parte
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2. Cuando les bailan las letras a los chamos
Aunque el desarrollo del lenguaje, por lo general, parece estar
vinculado con la capacidad intelectual o con la parte emocional del
pequeño, no siempre ocurre de esa manera. Se puede tratar de una
dificultad del lenguaje conocida como dislexia: un desorden del
aprendizaje originado por un trastorno del lenguaje.
Los niños disléxicos no tienen deficiencia sensorial ni tampoco
motriz. En cambio, sí presentan problemas de percepción y de cons-
trucción de palabras. Esas dificultades se traducen en un retraso del
niño en las áreas de la lectura, la escritura y el deletreo. Lo anterior
influye para que luzca descuidado, flojo, desordenado o distraído.
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Lenguaje infantil
Secuelas de la dislexia
Debido a las desventajas con las que el niño disléxico se enfrenta
día a día, desarrolla alteraciones en su vida afectiva producto de los
fracasos reiterados; se muestra desinteresado en el estudio; tiene
una disminución de su autoestima que compensa siendo vanidoso
o aparentemente confiado en exceso; sufre de ansiedad; puede com-
portarse de manera negativa y, al mismo tiempo, presentar retroce-
sos en su aprendizaje.
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cuarta parte
¿Cómo actuar?
Por consiguiente, en ningún momento, los papás deben per-
der la paciencia con el niño, sino, por el contrario, necesitan man-
tenerse firmes y darle confianza como también hacerle notar al
pequeño que —a pesar de sufrir de dislexia— puede ser exitoso en
todo lo que haga siempre y cuando se lo proponga, bajo un trata-
miento adecuado.
Únicamente, habrá que tener bien claro que el chamo necesita
más tiempo para realizar sus actividades de rutina. Si lo compa-
ramos con sus hermanos o sus compañeros de clase, le estaremos
causando un daño irreparable de tipo emocional, en vez de darle
una mano para que sepa cómo conducirse de la mejor manera, aun
padeciendo de dislexia.
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3. Cuando falla el lenguaje
El lenguaje es una herramienta fundamental del individuo para
desenvolverse en su ámbito social con éxito. Él mismo está en cons-
tante construcción al igual que la imagen que tiene ese individuo en
el ámbito donde se desenvuelve. Se entiende como imagen la valora-
ción que se devenga hacia sí misma como también la percepción que
tienen los demás de esa persona. Estos aspectos son cambiantes.
Por consiguiente, el desarrollo del lenguaje dependerá de la
interacción del hablante con su medio y de cuán acertada sea o no
esa interacción. Eso estará en manos de nosotros a menos que exista
algún tipo de trastorno.
La evolución de la sagrada herramienta que nos permite comu-
nicarnos dependerá, asimismo, del nivel de maduración del orga-
nismo del niño, del contexto donde se desenvuelve y de la calidad del
estímulo que reciba el infante por parte de los adultos de su entorno.
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Lenguaje infantil
Habla reiterativa
El rasgo más resaltante de la afasia es que quien la padece tiene
un habla ininteligible, producto de la repetición de sonidos y de
palabras huecas, por ser incapaz de saber a lo que aluden esos fone-
mas. En este aspecto, se encuentran las perseveraciones silábicas y
verbales, que pueden ser tan intensas que vuelven el lenguaje ininte-
ligible. Esto recibe la designación de idioglosia.
Asimismo, se observa en quien padece de afasia poca concen-
tración puesto que su memoria se ve perturbada y en su habla se
presenta una abundancia de errores, que dificultan su comprensión
aún más.
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cuarta parte
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4. Actitudes negativas delante de los niños
Los niños están pendientes de todo lo que ocurre a su alrede-
dor. De ahí que los padres digan, por ejemplo, que son sumamente
despiertos o avispados. Estas criaturitas son esponjas que absor-
ben todo. Su aprendizaje, en una primera etapa, se da a través de
la imitación. En una segunda, cuando ya se han definido los rasgos
de su personalidad, los chamos son capaces de crear conductas
propias. En esa primera etapa, el niño busca, más que en cualquier
otro período, ser aceptado por los demás. La aceptación de otros le
produce sentimientos de satisfacción y seguridad. Es una forma de
recompensa.
Por consiguiente, el chamo imita los comportamientos de sus
mayores que juegan un papel importante en su vida: copia el modo
de actuar del padre usando sus zapatos, en el caso de los varones, y
poniéndose los tacones altos o los collares de mamá, en el caso de las
niñas. De esa manera, se va formando la personalidad del pequeño.
Esto se da gracias a la selección de modelos que el niño considera
apropiados o aceptados. Selecciona entonces esos modelos o con-
ductas para evitar el rechazo de los demás.
¿Qué pasa entonces cuando los padres, sin querer, mediante
prácticas o actitudes negativas, incitan a los pequeños a actuar de
manera perjudicial inculcando comportamientos inadecuados que
se manifestarán cuando estos sean adultos?
El modelo es la imagen que un individuo, en este caso, el niño,
tiene de otra persona. Esta imagen constituye para él un ejemplo a
seguir. Por consiguiente, el modelo es como un patrón que regula
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cuarta parte
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5. Un niño abusado...
… es también un adulto abusado. Sabemos que la influencia
de los padres en el niño es grande. He hablado en este espacio de la
importancia del papel de los padres en la adquisición del lenguaje
infantil. En cada etapa o cierre de ciclo, esa influencia es decisiva.
Eso es un ejemplo de cómo ese influjo se convierte en una estimula-
ción positiva. Si, por el contrario, los papás, conscientemente o no,
ejercen un efecto negativo, los daños son irreparables. Una forma de
causar un mal al pequeño para toda la vida es a través del maltrato.
Hay muchas clases de maltrato. Tocaré aquí el f ísico y el emocional.
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6. Padres de hijos adolescentes
Como la personalidad no está definida todavía, la adolescen-
cia es una de las etapas más complejas por las que atraviesa el ser
humano. En ese período, se rechaza lo aprendido en la niñez; se
asume una actitud de rebeldía, en que la crítica y el cuestionamiento
de la realidad van de la mano; y, con frecuencia, se reacciona exage-
radamente.
El comportamiento anteriormente descrito parte de un deseo
del individuo de reafirmarse, de sentirse a salvo de alguna manera,
cuando se atraviesan tantos cambios juntos y no se sabe qué pasará
en un futuro.
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cuarta parte
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7. Lenguaje infantil: un largo camino por recorrer
Los niños recorren un largo camino antes de comunicarse acer-
tadamente. Ese proceso empieza desde temprana edad y va pasando
por momentos culminantes, como son los seis años de edad, cuando
ya se pueden desenvolver con relativa soltura en sus conversaciones,
amén de poder narrar y describir situaciones o relatos con muchos
aciertos.
Luego, los chamos siguen su proceso de desarrollo del lenguaje
hasta los doce años. Aunque culminan, después de esa edad con-
tinuarán perfeccionando el lenguaje a lo largo de toda la vida, en
todos sus niveles, mediante el conocimiento de nuevo vocabulario y
con las habilidades que les permitan ser más persuasivos a la hora de
comunicar un mensaje.
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cuarta parte
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Índice
Presentación……………………………………………………………………………………………………… 9
Nota editorial………………………………………………………………………………………………… 11
Primera parte:
Adquisición del lenguaje infantil…………………………………………………………………… 13
8. Trencitos de palabras………………………………………………………………………………… 43
¿Qué clase de palabras dicen los chamos? …………………………………………………… 43
¿Cómo estimular al niño a que hable más? …………………………………………………… 44
Importancia de la etapa escolar……………………………………………………………………… 44
Segunda parte:
Habilidad de narrar de niños en edad escolar………………………………………………… 53
Cuarta parte:
Problemas del desarrollo del lenguaje que influyen en el aprendizaje
de los niños…………………………………………………………………………………………………… 79
5. Un niño abusado...……………………………………………………………………………………… 97
¿Qué es el maltrato infantil?………………………………………………………………………… 97
Maltrato físico y emocional …………………………………………………………………………… 97
Cuando la disciplina se convierte en maltrato……………………………………………… 98