I.R.D.A Lenguaje Infantil

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Isabel Rivero De Armas

Fundación Editorial El perro y la rana, 2017 (digital)

Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio,


Caracas - Venezuela, 1010
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Aarón Mundo

Edición
Jesús Rodríguez

Corrección
Vanessa Chapman
Francisco Romero

Diagramación
Hernán Rivera

Hecho el Depósito de Ley


Depósito Legal DC2017002263
ISBN: 978-980-14-3920-2

Esta licencia permite la redistribución comercial y no


comercial de la obra, siempre y cuando se haga sin
modificaciones y en su totalidad, con crédito al creador.
“… el educador ya no es solo el que educa sino aquel que,
en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando,
quien, al ser educado, también educa. Así, ambos se
transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos y en el cual los
argumentos de la autoridad ya no rigen. Proceso en el
que ser funcionalmente autoridad, requiere el estar siendo con las
libertades y no contra ellas”
Paulo Freire

Ubicándose como parte de los oprimidos, Paulo Freire es, quizás,


uno de los pedagogos más irreverentes y revolucionarios de nuestra
América. Su propuesta emancipatoria surge desde los cimientos de
pueblos que han sido históricamente excluidos y oprimidos por las
grandes potencias dominantes. Desde allí, mirándose y mirando
a su pueblo, postula que una pedagogía del oprimido —que no así
para el oprimido— debe necesariamente surgir desde sus propias
vivencias y acervos. La pedagogía del oprimido significa, en resumen,
la pedagogía de la emancipación, de la liberación y, por tanto, de la
autodeterminación.
En homenaje a su pensamiento y a su praxis, brindamos al público
lector la Colección Paulo Freire, dedicada a la publicación de textos
del pensamiento pedagógico y didáctico de nuestra América y del
mundo. Sus tres series abarcan varias de las tendencias del pensamiento
pedagógico y didáctico, mostrándolas en debate y reivindicando así su
carácter diverso.
Serie Pensamiento Educativo
Brinda al público lector el debate y disertación de
distintas tendencias y escuelas del pensamiento educativo.

Serie Didáctica
Modos y herramientas de la pedagogía son publicados
en esta serie dedicada a quienes deseen construir nuevos saberes.

Serie Léxicos
Todo estudio requiere el dominio del vocabulario y sus
respectivas etimologías. Diccionarios y demás textos lexicográficos
estarán dispuestos en esta serie.
Lenguaje infantil
Isabel Rivero De Armas
Lenguaje infantil
Isabel Rivero De Armas
Presentación
En estas páginas reúno la información publicada en algunos
artículos relacionados con el área de adquisición del lenguaje infan-
til, en los que se analiza el proceso complejo por el que atraviesan
los niños en el desarrollo de sus habilidades verbales, proceso que se
inicia con el llanto, sigue con el balbuceo hasta la aparición de la pri-
mera palabra y culmina a la edad de doce años con el dominio de una
gramática y una competencia comunicativa similar a la que tiene un
adulto, tal como aparece explicado en la primera parte del libro, que
he llamado “Adquisición del lenguaje infantil”.
En dicha sección, del mismo modo doy algunos consejos a los
papás para que estimulen a sus hijos en el desarrollo de su lenguaje,
tomando en cuenta tanto la edad del niño como la necesidad comu-
nicativa del momento.
Asimismo, en una segunda parte de este libro que he denomi-
nado “Habilidades narrativas de niños en edad escolar”, reflexiono
sobre las habilidades narrativas de los infantes en esta etapa; de las
ventajas que ofrece la práctica de la narración y sobre cómo hacer
que los chamos mejoren su capacidad de contar historias.
Igualmente, en un tercer capítulo llamado “El proceso de la ense-
ñanza y del aprendizaje de la lectura”, se presentan unos textos que
versan sobre el proceso de la lectura. En gran medida, las competen-
cias de lectura y escritura dependen de los estímulos que reciban los
pequeños como del conocimiento que tengan las personas cercanas
a los niños sobre cómo hacer que estas actividades, que comienzan
mucho antes de la escuela, sean atractivas para los chamitos.

9
Lenguaje infantil

Seguidamente, en un cuarto capítulo titulado “Problemas del


desarrollo del lenguaje que influyen en el aprendizaje de los niños”
aparecen artículos sobre algunos trastornos —como la dislexia y la
hiperactividad— que afectan tanto el desarrollo del lenguaje como
el proceso de aprendizaje de los chamos; acá también me refiero a
las actitudes negativas de los padres que influyen en el comporta-
miento de los infantes, para, finalmente, tocar el tema de los abusos
que los padres cometen cuando por disciplina, por ejemplo, casti-
gan a sus hijos ocasionándoles daños tanto f ísicos como psicológi-
cos por los maltratos que les ocasionan.
Finalmente, espero que la información que ofrecen las siguien-
tes páginas resulte de gran ayuda a los padres y a los maestros en el
desarrollo de habilidades en los niños, que por naturaleza cuentan
con un gran potencial que, con unas cuantas estrategias, no tardará
en manifestárseles para positivamente sorprender a quienes tienen
en sus manos la hermosa tarea de educarlos.

Isabel Rivero De Armas

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Nota editorial
Los siguientes artículos fueron publicados por la autora en dia-
rios de circulación nacional tales como la revista Fascinación del
diario 2001, Últimas Noticias (2002) y La Voz de Guarenas desde el
año 2004 al 2009.

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Primera parte:
Adquisición del lenguaje
infantil
1. ¿Por qué los bebés lloran?
Cuando el bebé acaba de nacer se comunica a través del llanto
para manifestar sus necesidades neurofisiológicas. Aunque en el
rostro del pequeño aparece a las seis semanas, la sonrisa que expresa
agrado se produce a partir de las doce semanas.
Asimismo, a partir de los tres meses, el bebé busca comunicarse
volteando la cabecita en el momento en que le hablan y da muestras,
de esa manera, del instinto primario que tiene de relacionarse con
su entorno. Estas formas de comunicación son muestras de ese len-
guaje no verbal, prelingüístico, que desde el nacimiento del párvulo
comienza a hacerse presente.
Como el llanto es el modo de comunicarse más importante que
tiene el bebé para expresar sus necesidades de tipo neurofisiológico,
una vez que se aprende a reconocerlo se puede diagnosticar desde
problemas futuros del lenguaje hasta una patología severa.

Importancia del llanto


El llanto es tan importante que durante el primer año de vida es
señal de la salud con que cuenta el niño, símbolo de su vigor, de tal
forma que sirve de referencia para que el pediatra pueda diagnos-
ticar mediante el mismo algún tipo de enfermedad o trastorno que
afecte al párvulo, inclusive la asfixia.

¿Cómo reconocer el llanto?


Entre más sonoro sea el llanto, posea una melodía de ascen-
dente a descendente, está más saludable el bebé. En cambio, cuando
hay un mayor tono y el tipo de melodía cambia a variadas formas

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Lenguaje infantil

haciendo la frecuencia inestable, el niño puede presentar, por ejem-


plo, una deficiencia de oxígeno o algún daño cerebral.
A medida que la madre se va familiarizando con su rol, podrá
ir descifrando las claves del llanto, interpretando su significado
para saber, por ejemplo, si el niño llora porque tiene hambre, sueño,
pánico, etc.

Las causas más comunes del llanto


Una de las causas más comunes por las que el niño llora es el
hambre. Si, por ejemplo, el bebé se adelanta a las comidas, significa
que se quedó hambriento la vez anterior cuando se le alimentó.
En segundo lugar, está dentro del orden de las causas que moti-
van el llanto si el muchachito se siente incómodo, ya sea porque
tiene frío, debido a que no se encuentra bien abrigado o, por el con-
trario, siente calor, o porque presenta fiebre, o está húmedo, puesto
que el pañal está mojado.
Es importante saber que durante las primeras semanas de vida
es aconsejable no dejar al niño sin ropa debido a la tendencia de los
pequeñitos a tener frío. De todas maneras, hay que comprobar en la
nuca cómo está su temperatura. La misma será una especie de ter-
mómetro.
Por esa tendencia a la frialdad, se mantiene a los bebés bien abri-
gados, con sus gorros, guantes y mantas.
Cuando se lava al pequeño, se deberá hacerlo por partes, como
aconsejan algunos pediatras, para evitar que sientan la incómoda
frialdad.
Otras posibles causas del llanto son la necesidad de contacto
f ísico, la reacción ante fuertes ruidos, gases o cólicos. Los bebés
con cólicos lloran casi todas las noches, usualmente entre las seis de
la tarde y la medianoche. Pueden hacer muecas de dolor, subir las
rodillas hacia su abdomen o soltar gases. La causa del cólico es des-
conocida. Los bebitos con cólicos usualmente comen bien y ganan
peso normalmente.

16
Primera parte

¿Cómo calmar el llanto del niño?


Del primer mes de vida al cuarto, para calmar al bebé es acon-
sejable: colocarle música, porque se tranquiliza al escuchar soni-
dos de fondo; tomarlo en brazos, hablarle o pasearlo en su propio
auto debido a que el movimiento lo armoniza; y por último, darle
un masaje; así como es relajante para el adulto, también es un gran
método para consolar al bebé.
En especial, la acción de acunar o de mecer al niño resulta muy
positiva, ya que el movimiento del vaivén estimula los huesecillos
del oído y desencadena así un mecanismo reflejo a través del cual las
paredes de los intestinos del bebé se relajan.

El sabio instinto materno


La naturaleza es sabia. Prueba de esto es que las madres prime-
rizas gozan de un instinto natural que les permite cuidar bien a sus
bebés. Lo más curioso del asunto es que cuando nos adentramos
en algunas conductas de las mamás, nos damos cuenta de que tales
comportamientos tienen una explicación científica, tal como en los
momentos en que llora el bebé y lo movemos para tranquilizarlo,
o cuando tratamos de mantener siempre abrigado al recién nacido
para evitar que sienta un frío que pueda crearle malestar.

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2. Hablando con mi bebé
La habilidad para conversar no es algo —como muchos padres
piensan— que se deba a la genética. Depende, en gran medida, de
la estimulación que los papás ofrezcan a sus bebés. Les hablaré de
lo que pasa a partir de los ocho o nueve meses de vida del niño y
hasta casi los tres años de edad. En esta etapa, los pequeños obtie-
nen importantes logros sociales. Empiezan a desarrollar conductas
con fines e intenciones. Adquieren progresivamente, de manera
rudimentaria, conciencia de su rol de hablante y oyente, hasta que
han completado esa adquisición hacia los tres años de edad. Sacar
provecho de esas conductas dependerá de la estimulación —que
se traduce en apoyo social— que ustedes, padres, brinden en esta
etapa de adquisición temprana del lenguaje, a sus chamos.
Los logros a los que me refiero se centran en un proceso de
tres pasos. Estos son etiquetar las cosas (aquello que rueda es un
“carro”); capacidad de relacionarse con el entorno, con las personas
que están a su alrededor (“dile adiós a la señora”) y aprender las pri-
meras bases de lo que será, en un futuro, una conversación (dice la
mamá: “¿qué comes? ¿Es una galleta? Dame de eso”, y el niño le da un
pedazo).
El primer paso —colocar las denominadas etiquetas— consiste
en denominar los objetos. Estos cobran vida a través de la magia de
las palabras. El etiquetaje constituye una forma de comunicación
que reemplaza lo que sería un verdadero diálogo con el nené. Aquí
los bebés descubren que las cosas tienen nombre. He aquí el papel
de la madre, que se centra en enseñar al niño cómo se llaman los

19
Lenguaje infantil

objetos: “aquella es tu sonaja favorita”, “ese es tu osito”, “él está en la


cuna”, y el reconocimiento: “saluda a la abuelita”.
Esta etapa consiste además en el aprendizaje de que un nombre
puede servir para designar varias cosas, o una clase de objetos (un
juguete puede ser un carrito, un peluche o un muñeco). Este período
consiste, finalmente, en el aprendizaje de que el significado de las
cosas es compartido, conocido por todos.
El segundo paso —la capacidad de relacionarse con el entorno,
con los objetos y las personas cercanas— se desarrolla mediante
prácticas tales como la utilización de objetos llamativos para atraer
la atención del bebé, la coordinación de estos objetos (golpear un
taco de madera con otro), el uso de juegos con figuritas geométricas
que se van encajando en una base, y la coordinación de personas:
reconocer a la mamá en presencia de un extraño.
El tercer paso —el inicio del diálogo rudimentario— consiste en
el aprendizaje de que existe una reciprocidad, o sea, una conciencia
de que las personas, a diferencia de los objetos, tienen actuaciones
independientes y que la palabra ejerce una influencia en el compor-
tamiento de estas.
Consiste, asimismo, en la asimilación de la existencia de papeles
cambiantes, lo cual se manifiesta mediante los turnos: la adquisi-
ción de formatos, sencillos, repetitivos, en que la madre estimula al
niño a participar: ella hace algo para él, y este para ella, y se crea así
un intercambio de roles.
Un ejemplo de actividades para desarrollar al máximo las habi-
lidades en esta etapa sería el juego de toma-dame, como señalan los
especialistas. Aquí el lenguaje no verbal, mediante gestos y señas,
tiene una importancia crucial y el estímulo del mismo dará inicio
al lenguaje verbal. En el juego de toma-dame, al principio, los bebés
son solo receptores.
Es a partir de los diez meses de edad cuando muestran el objeto
y, posteriormente, son capaces de ofrecerlo. En esta etapa, al final
del primer año, se aprende, además, que existe una intencionalidad

20
Primera parte

como, por ejemplo, señalar objetos y personas por las que se siente
agrado o desagrado.
A los dos años y medio, el niño ya se vale del lenguaje verbal para
comunicar sensaciones y percepciones. Estamos hablando de con-
versaciones tal como las conocemos, en que el niño respeta el inter-
cambio de turnos y comienza a tener conocimiento del efecto de la
palabra en el entorno que lo rodea.
De la estimulación de los padres dependerá que, a mediano y
largo plazo, sus pequeñines aprendan, al ritmo apropiado según su
edad, sus primeras palabras y se percaten del efecto de las mismas
en sus semejantes. Así, sus hijos manifestarán, el día de mañana, sus
ideas, sentimientos e impresiones con la desenvoltura y libertad que
los demás esperan de ellos.

21
3. El blablablá de los bebés
Aparte de que muy probablemente influya en el carácter del indi-
viduo la mayor o menor habilidad para conversar, esta dependerá
muchísimo de la estimulación que los papás ofrezcan a sus bebés.
En el primer y segundo año de vida, los pequeños obtienen
importantes logros sociales porque empiezan a desarrollar conduc-
tas con fines e intenciones que van más allá de satisfacer sus necesi-
dades f ísicas, como las alimenticias o las de sueño.
De manera rudimentaria, progresivamente, los bebés van adqui-
riendo conciencia de sus roles tanto el de hablante como con el
oyente. Entonces, sacar provecho de esa adquisición comunicativa
dependerá de la estimulación: esta se traduce en el apoyo social que
—en esta etapa de adquisición temprana del lenguaje— los padres
les puedan brindar a sus chamos.

Uno, dos y tres


Los logros de la mencionada edad se pueden simplificar en un
proceso de tres pasos, tales como: 1) etiquetar o colocar un nombre
que generalice las cosas (aquello que rueda es un “carro”); 2) capaci-
dad de relacionarse con el entorno, en especial, con las personas que
están a su alrededor (“dile adiós a la señora”); y 3) aprender las pri-
meras bases de lo que será, en un futuro mediato, una conversación
(dice la mamá: “¿qué comes?, ¿es una galleta? Dame de eso”, y el niño
le da un pedazo).
El primer paso de poner las llamadas etiquetas radica en deno-
minar los objetos. Mediante esa denominación, los mismos cobran
vida a través de la magia de las palabras. El etiquetaje constituye una

23
Lenguaje infantil

forma de comunicación que reemplaza lo que sería un verdadero


diálogo con el nené. Aquí, los bebés descubren que las cosas tienen
nombre. Esta etapa consiste también en el aprendizaje de que un
nombre puede servir para designar varias cosas o una clase de obje-
tos (un juguete puede ser un carrito, un peluche o un muñeco). Este
período consiste, finalmente, en el aprendizaje de que el significado
de las cosas es compartido: conocido por todos.
El segundo paso, o la capacidad de relacionarse con el entorno,
con los objetos y las personas cercanas se desarrolla mediante prác-
ticas tales como: la utilización de objetos llamativos para captar la
atención del bebé, la coordinación de estos objetos (“golpear un taco
de madera con otro”), el uso de juegos de figuritas geométricas —que
se van encajando en una base— y la coordinación de personas: reco-
nocer a la mamá en presencia de un extraño.
El tercer paso del inicio del diálogo rudimentario trata sobre el
aprendizaje de que existe una reciprocidad, es decir, una conciencia
de que las personas, a diferencia de los objetos, tienen actuaciones
independientes, y que la palabra ejerce una influencia en el compor-
tamiento de estas. En esta etapa, al final del primer año, se aprende,
además, que existe una intencionalidad.

¿Cómo estimular al bebé?


En la etapa de etiquetaje, el papel de la madre consiste en ense-
ñar al niño cómo se llaman los objetos: “aquella es tu sonaja favo-
rita”; “ese es tu osito”; “él está en la cuna”, y el reconocimiento:
“saluda a la abuelita”. La mamá debe estar atenta dónde el pequeño
posa su atención para satisfacer la demanda de este, y darle al niño la
información que necesita en el momento oportuno.
En lo que se refiere a una tercera etapa del proceso, para hacer
que los niños asimilen la existencia de papeles cambiantes —mani-
festados mediante los turnos o de la adquisición de formatos, sen-
cillos, repetitivos— la madre deberá estimular al niño a participar:

24
Primera parte

ella hace algo para él, y este para ella, y se crea así un intercambio de
roles, como se da en el juego de toma-dame.
En el juego de toma-dame, al principio, los bebés actúan como
receptores. A partir de los diez meses de edad, los chamos mues-
tran el objeto y, posteriormente, son capaces de ofrecerlo. También
es bueno saber que el lenguaje no verbal, que se da mediante gestos
y señas, tiene una importancia crucial y su estímulo dará inicio al
lenguaje verbal.

¿Cuán bueno es estimular al bebé?


De la estimulación de los padres dependerá que –a mediano
y largo plazo– al ritmo apropiado, según su edad, sus pequeñines
aprendan sus primeras palabras y se percaten del efecto de las mis-
mas en sus semejantes. Así, manifestarán el día de mañana sus ideas,
sentimientos e impresiones con la desenvoltura y libertad que los
demás esperan de ellos.

25
4. Antes de la primera palabra
A veces, muchas mamás no saben todavía cuán importante es
prestar la debida atención a los pequeños en los primeros meses de
existencia. Una forma de hacerlo es a través de los ruidos sin sentido
que emitimos los adultos para captar la atención de los bebés. Con
este comportamiento, que hasta parece tonto, aunque ustedes no lo
crean, se favorece el desarrollo del lenguaje del niño, como también
su evolución intelectual.
Aquellos papás y mamás que, por ejemplo, hacen de payaso,
sacan la lengua y se colocan las manos en la cara, a la par de que
emiten ruidos, no tienen idea de lo mucho que están ayudando al
infante en lo relativo al estímulo de sus capacidades lingüísticas.
Por consiguiente, las palabras cantadas favorecen el desarrollo
cognitivo (intelectual) y, por supuesto, el desarrollo del lenguaje
también. Asimismo, tocar a los pequeños, acariciándolos y sonrién-
doles, aparte de ser importante en el desarrollo emocional, lo es en
el aspecto intelectual y en el lingüístico. Equivalente a esto, cuando
se les pregunta algo a los bebés y se hace una pausa en señal de que se
espera una respuesta, se les está enseñando que la conversación se
da por turnos. Entonces, esa pausa corresponde al turno de él, inter-
vención que, en un futuro próximo, realizará el niño.
En cada etapa, el bebé va haciendo algo nuevo. Los bebés desde
los dos meses de edad tienen conversaciones rudimentarias con
la madre: ella dice algo a su hijo y este responde haciendo ruidos o
moviendo sus manitas.

27
Lenguaje infantil

Etapas previas a la primera palabra


A los dos meses, los bebés empiezan a emitir sonidos que están
condicionados por necesidades f ísicas como el hambre y el sueño. A
los seis meses, hacen un canturreo que se asemeja a los sonidos con-
sonánticos o vocálicos, pero sin llegar a serlos todavía.
Aproximadamente, a los siete meses, los bebés comienzan a bal-
bucear, es decir, a producir las primeras emisiones silábicas, que pri-
mero aparecen aisladas y luego se presentan como series, tales como
mamá, papá, baba y tata. Entre el primer año de vida y los dieciocho
meses, el niño dice su primera palabra, tan esperada y ansiada por
los padres.

Estableciendo tres contactos con el bebé en sus primeros


meses de vida
Contacto visual y auditivo. Consiste en ciertas preferencias. Las
mismas dan al niño tanto la posibilidad de buscar algo de orientación
como de responder a los halagos que le hacen las otras personas. A
los niños les llama mucho la atención los rostros; les gusta bastante
cuando les sonríen. Y cuando los miran los hacen sentir importantes.
Estas manifestaciones de afecto los ayudan en su evolución.
En el momento en que algo le llama la atención y posa sus ojos
ahí, aprovechen ese instante para distraerlo, mostrándole sus obje-
tos favoritos. Pueden darle, por ejemplo, esa sonaja que le regaló su
tía. El interés que demuestren los papás por las cosas que el bebé
observa, a la larga, le permitirá a este establecer fácilmente contacto
con los demás y mantener exitosamente conversaciones con los
adultos.
Contacto f ísico. Los bebés disfrutan cuando los abrazan, los
acarician y juegan con sus manitas. Esto los hace sentir conforta-
bles, seguros y queridos. Así fortalecemos el vínculo madre e hijo.
Ciclos. Tales como cuando se alimenta al bebé, se le duerme y se
le despierta. Los bebés se expresan a través del llanto, el cual, en un
futuro inmediato, será sustituido por la palabra.

28
Primera parte

La estimulación, la debida atención y el afecto son sumamente


importantes en el desarrollo del lenguaje del niño. También son cru-
ciales en el modo como los niños van a relacionarse, en etapas poste-
riores, con los otros niños y, luego, con los adultos. Al año, vendrán
las esperadas palabras; y a los tres, la narración de historias, la cual, a
medida que pasa el tiempo, se hará más compleja y sofisticada.

29
5. Después de la primera palabra
La habilidad para conversar depende, en gran medida, de la esti-
mulación que los papás ofrezcan a sus bebés. Dicha estimulación
comienza desde el vientre materno. Como ya se habló antes de la
primera palabra en el artículo anterior, ahora lo haré a partir de los
ocho o nueve meses de vida del niño. En esta etapa, los pequeños
obtienen importantes logros. Ellos empiezan a desarrollar conduc-
tas con fines e intenciones. Adquieren progresivamente, de manera
rudimentaria, conciencia de su rol de hablante y oyente, hasta que
completan esa conciencia, por llamarla de alguna forma, hacia los
tres años de edad. Sacar provecho de esas conductas dependerá de
la estimulación, que se traduce en el apoyo que los papás brinden a
sus hijos en esta etapa de adquisición temprana del lenguaje
Los logros en la mencionada etapa se centran en un proceso de
tres pasos. Estos son: etiquetar las cosas (aquello que rueda es un
“carro”), es decir, el niño utiliza la misma palabra de forma “sobreex-
tendida”, también llamada ampliada, en virtud de que no conoce
el significado completo de las voces cuando comienza a usarlas,
sino solo uno o algunos sentidos, como quien llama “perro” a todo
animal que tiene cuatro patas; la capacidad de relacionarse con el
entorno, con las personas que están a su alrededor (“dile adiós a la
señora”); y por último, aprender las primeras bases de lo que será, en
un futuro, una conversación (dice la mamá: “¿qué comes? ¿Es una
galleta? Dame de eso”, y el niño le da un pedazo de galleta en señal de
su participación en una conversación).

31
Lenguaje infantil

Pasos importantes después de la primera palabra


Poner las llamadas etiquetas. Radica en denominar los obje-
tos. Estos cobran vida a través de la magia de las palabras. El etique-
taje constituye una forma de comunicación que reemplaza lo que
sería un verdadero diálogo. Aquí los bebés descubren que las cosas
tienen nombre. Esta etapa consiste también en el aprendizaje de que
un nombre puede servir para designar varias cosas, o una clase de
objetos (un juguete puede ser un carro, un peluche o un muñeco).
Antes de aprender el lenguaje, el niño forma conceptos en torno
a la utilidad de cada objeto (las muñecas sirven para jugar, las ropas
para vestirse) y las acciones que realizan (los animales se mueven,
las personas hablan). El papel de la madre se centra entonces en
enseñar al niño cómo se llaman los objetos: “aquella es tu sonaja
favorita” o “ese es tu oso”. Se centra también en el reconocimiento:
“saluda a la abuelita”. Este período consiste, en general, en el apren-
dizaje de que el significado de las cosas es compartido, conocido por
todos, y en eso radica la comunicación.
La capacidad de relacionarse con el entorno, con los obje-
tos y las personas cercanas. Se desarrolla mediante prácticas tales
como: la utilización de objetos llamativos para despertar la aten-
ción del bebé; la coordinación de estos objetos (“golpear un taco de
madera con otro”); el uso de juegos didácticos, como el de figuritas
geométricas que se van encajando en una base; y la coordinación de
personas: reconocer a la mamá en presencia de un extraño.
El diálogo rudimentario. Consiste en el aprendizaje de que
existe una reciprocidad, o sea, una conciencia de que las personas, a
diferencia de los objetos, tienen actuaciones independientes, y que la
palabra ejerce una influencia en el comportamiento de las mismas.
Consiste, asimismo, en la asimilación de la existencia de papeles
cambiantes, lo cual se manifiesta mediante los turnos: la adquisición
de formatos, sencillos, repetitivos, en que la madre estimula al niño
a participar: ella hace algo para él, y este para ella, y se crea así un
intercambio de roles. Un ejemplo de actividades para desarrollar al

32
Primera parte

máximo las habilidades en esta etapa sería el conocido juego de toma-


dame. Aquí el lenguaje no verbal, mediante gestos y señas, tiene una
importancia crucial y el estímulo del mismo dará inicio al lenguaje
verbal.
En el juego de toma-dame, al principio, los bebés son solo
receptores. Es a partir de los diez meses de edad aproximadamente
cuando muestran el objeto y posteriormente son capaces de ofre-
cerlo. En esta etapa, al final del primer año, se aprende, además, que
existe una intencionalidad como, por ejemplo, para señalar objetos
y personas por las que se siente agrado o desagrado.
A los dos años y medio, el niño ya se vale del lenguaje verbal
para comunicar sensaciones y percepciones. Estamos hablando de
conversaciones tal como las conocemos en las que el niño respeta el
intercambio de turnos y comienza a tener conocimiento del efecto
de la palabra en el entorno que lo rodea.
De cuánto se estimule al bebé dependerá que él aprenda, a un
ritmo apropiado según su edad, sus primeras palabras y se percate
del efecto de las mismas en sus semejantes.

33
6. De los siete a los doce meses de vida
La palabra es un don bendito y glorioso que permite estable-
cer contacto con los seres queridos y con el mundo circundante.
Gracias a este don, comparable solo con el poder del rey Midas, se
puede transformar el entorno para bien. Por eso una de las tareas
que me he propuesto a través de este espacio es poner al alcance de
los padres o de las personas encargadas de la educación de los cha-
mos los consejos necesarios para la estimulación del lenguaje.

¿Por qué los padres deben conocer sobre el desarrollo del


lenguaje de sus hijos?
Existen tres razones de por qué es importante que los padres
conozcan el lenguaje infantil. La primera: el habla es uno de los
indicadores del desarrollo integral del niño. La segunda: sirve para
detectar las dificultades que puedan aparecer en el proceso de
adquisición del lenguaje. La tercera: permite determinar trastornos
más delicados como, por ejemplo, el autismo. De ahí que mientras
más rápido se identifique cualquier aspecto que no esté en orden,
una vez que los padres soliciten la ayuda profesional y le sea asig-
nado al pequeño el tratamiento adecuado, el pronóstico sin duda
será mejor.

El lenguaje de los pequeños de siete a doce meses


En líneas generales, los niños emiten sonidos bisílabos a los siete
meses, como —ba, —da, —ma y —pa. A los ocho meses el chamo
empieza a incrementar el repertorio silábico y convierte el balbuceo
en una especie de jerga, lo que se conoce propiamente como el

35
Lenguaje infantil

lenguaje de los bebés. Alrededor de los nueve meses los bebés


comprenden órdenes sencillas. A los doce meses, conocen partes del
cuerpo. Y al año pronuncian la primera palabra que generalmente
es “mamá”, cuya pronunciación conlleva varios significados como
“mamá, mira”, “mamá, lleva”, “mamá, viene” y “mamá, ¿dónde estás?”.
En este período que va de los siete meses en adelante, el bebé
adquiere el repertorio silábico que consiste en la producción de
todos los sonidos que puede emitir la voz humana. Consiste tam-
bién en la capacidad de enlazar sílabas formadas por vocales abier-
tas (a, e, o) con consonantes como p, b, d o sonidos nasales (m, n),
originando sílabas como ba, da, ma y pa.
Después de la adquisición del repertorio silábico, el niño com-
pleta el ciclo del aprendizaje de las llamadas seudopalabras, com-
puestas por varias sílabas unificadas, reproduciendo la estructura
sonora de la palabra o enunciando solo el esquema silábico de esta,
y sin intento alguno de aproximación al sonido real (“nanana” por
“medicina”).
Igualmente, en este momento, el lenguaje no verbal, mediante
gestos y señas, tiene una importancia crucial y el estímulo del
mismo dará inicio al esperado lenguaje verbal.

Tipos de balbuceos a esta edad


El balbuceo, es decir, la manifestación de sonidos que los adultos
perciben como emisiones silábicas, se divide en dos etapas o se pre-
senta de dos maneras.
La primera es el balbuceo reduplicativo que se da desde el sexto
mes hasta el noveno. El niño forma cadenas silábicas (consonante-
vocal) reiteradas y largas.
La segunda es el balbuceo no reduplicativo que va desde el
noveno mes hasta la aparición de las primeras palabras. Junto a las
sílabas (consonante-vocal), se registran cadenas más cortas, pero
con otras estructuras silábicas (vocal-consonante, vocal, conso-
nante-consonante-vocal, etc.), que obedecen al uso del contexto

36
Primera parte

o que responden a la situación comunicativa, por ejemplo, el bebé


mira al adulto en búsqueda del nombre del objeto que tiene cerca y
una vez que escucha cómo se llama intenta pronunciar su nombre.

Algunas posibles causas de problemas del desarrollo del


lenguaje
Si existe un retardo en las etapas iniciales de adquisición del len-
guaje en la vida de los pequeños, en situaciones menos graves, se
debe a factores como la pobre estimulación, poca socialización o
circunstancias en que los chamos se ven obligados a aprender por lo
menos dos lenguas, como es el caso de niños de origen hispano que
viven en zonas de Estados Unidos donde se habla solo inglés.
El momento que va de los siete a los doce meses representa un
paso trascendental en el desarrollo del lenguaje del pequeño. Por
ello los papás o las personas que los cuidan deben estar conscien-
tes de esto para poder estimularlos de manera oportuna logrando
así que el niño llegue de exitosamente a otros momentos igual de
importantes en el proceso de adquirir su lenguaje.

37
7. Entre los dos y tres años de edad
El desarrollo del lenguaje infantil se da por etapas o momentos
claves como bien sabemos. Cada momento está representado por
importantes cambios. Uno de esos momentos es cuando el niño está
entre los dos y los tres años de edad.
El pequeño entre los dos y los tres años incrementa su vocabula-
rio. Dicho vocabulario, sobre todo en este momento de exploración,
va en aumento, tanto que cada dos horas, aproximadamente, el niño
aprende una nueva palabra. El desarrollo del lenguaje es progresivo
y es resultado de la superación de ciclos anteriores. Dicha supera-
ción le permitirá al niño pasar de uno a otro nivel.
En momentos anteriores, el bebé ha cerrado ciclos en el desa-
rrollo de su lenguaje. Ya adquirió, por ejemplo, el repertorio silá-
bico que consiste en la producción de todos los sonidos que puede
emitir la voz humana. Consiste también en la capacidad de enlazar
sílabas formadas por vocales abiertas (a, e, o) y consonantes explo-
sivas (p, b, d) o consonantes nasales (m, n), originando los sonidos:
ba, da, ma y pa.
Asimismo, el bebé después de la adquisición del repertorio silá-
bico, ha cerrado el ciclo del aprendizaje de las llamadas pseudopa-
labras, compuestas por varias sílabas unificadas, reproduciendo la
estructura sonora de la palabra o enunciando solo el esquema silá-
bico de esta, y sin intento alguno de aproximación al sonido real, por
ejemplo: “nanana” por “medicina”.
A los dos años, el bebé ya cerró, igualmente, el ciclo de pronun-
ciar palabras onomatopéyicas. Estas palabras son resultado de la
combinación particular de sonidos que, aunque ya tienen algún tipo

39
Lenguaje infantil

de significado porque expresan deseos e intenciones, todavía no se


pueden considerar palabras del todo como, por ejemplo, el “tiquiti-
qui” para imitar el andar de un payaso y “ñau” que indica la aparición
de un gato.
La pronunciación de palabras onomatopéyicas da pie a la emi-
sión de voces más complejas como las que aparecen a los dos años
de edad, una vez que el chamo ha perfeccionado sus habilidades
cognitivas.
A los dos años, entonces, las palabras se aprenden como tales,
lo que significa que cada voz empieza a tener sentido para el niño.
Este incremento le permite designar con facilidad los objetos que
forman parte de su entorno.
Ya a los dos años ha aparecido la sintaxis, la adquisición de ora-
ciones. Al principio, dos palabras forman una frase. Y hasta con una
palabra él puede formar una oración, que es equivalente en el habla
adulta a toda una frase. Estas frases, al carecer de preposiciones y de
conjunciones, son rudimentarias y forman parte de lo que se llama
el “habla telegráfica”, por su capacidad de síntesis.
A los tres años de edad, los artículos, las conjunciones, prepo-
siciones y demás palabras comienzan a hacerse presentes en las
oraciones del niño. A través de tales oraciones, él expresa y con-
trola sus necesidades corporales. Al igual que comienza también la
emisión de diferentes tipos de oraciones; entre ellas se incluyen las
interrogativas. En sus oraciones, a pesar de la aparición de toda una
gramática, en que diferentes categorías de palabras, como sustan-
tivos, pronombres, verbos y artículos salen a relucir, el niño aún no
domina el lenguaje. Por ello, solo una o dos frases de cada cincuenta
pueden considerarse oraciones completas. Esto se debe a que, aun-
que ha logrado aprender los mecanismos lingüísticos, le queda aún
un largo camino por recorrer. Esos mecanismos, de manera gradual,
se complementan a los diez o los doce años de edad.
Otra vez el papel de los padres es fundamental en el desarrollo
del lenguaje de los pequeños. Cada cierre de ciclo abre el espacio

40
Primera parte

para el aprendizaje de una nueva habilidad lingüística que le permi-


tirá al niño desenvolverse mejor en el hogar y en la escuela. Cada
cierre de ciclo dependerá entonces de cuán efectivo sea el incentivo
de los papás a la hora de enseñar a los pequeños las primeras herra-
mientas, para que, de esta manera, estos puedan comunicarse exito-
samente en todos los espacios donde les tocará participar.

41
8. Trencitos de palabras
Hasta no hace mucho se pensaba que las niñas, mucho más que
los varones, poseían habilidades comunicativas que facilitaban el
desarrollo de su lenguaje. Sin embargo, recientes estudios demues-
tran que lo anterior no es cierto, o por lo menos no del todo, ya que
—a partir del primer año de vida— los niños sin distingo de género
sexual dicen la primera palabra como a los diez meses de edad.
Luego del primer año de vida, articulan dos palabras que equi-
valen a una oración, y hasta una sola palabra puede equivaler a una
frase después de haber transcurrido los doce meses de vida.

¿Qué clase de palabras dicen los chamos?


A medida que la edad aumenta el número de palabras también
va en aumento. Igualmente, las oraciones se van haciendo más
complejas a medida que el chamo es más grande. Entre el primer
y el segundo año, el promedio de palabras es dos. A los dos años y
medio, el número de voces por oración es de tres. A los tres años,
cuatro o cinco se harán presentes. A los cinco años, de cinco en ade-
lante se pueden escuchar en boca del chamo.
Entonces, la edad del niño es bien relevante en el aumento de
voces en una frase. Igual de importante es el ambiente familiar y
escolar como también el círculo de amistades donde se desenvuelve
el niño. Por consiguiente, la interacción de la que forma parte el pár-
vulo, y hasta el grado de instrucción de la madre, juegan un papel
fundamental.
En el año número dos del chamo, las palabras emitidas son
sustantivos o las llamadas nominales, que son aquellas que se utilizan

43
Lenguaje infantil

para referirse a objetos; para nada usan aquellas que sirven de enlace,
como las conjunciones y las preposiciones. A los tres, los artículos
comienzan a escucharse en las voces de los niños, y del mismo modo
los sufijos. A los tres años se da un cambio curioso: aparecen los
verbos en concordancia con los sujetos.

¿Cómo estimular al niño a que hable más?


La manera de enriquecer el vocabulario del niño es a través de
la conversación cotidiana, ya que mediante la práctica de esta él
logrará: adquisición de nuevas palabras gracias a la influencia de su
interlocutor; corrección de la pronunciación de las mismas; lugar de
las frases en función, tanto de la coherencia como de la organización
del discurso, para facilitar la comprensión y aprender a transmitir
sus ideas y sus sentimientos.

Importancia de la etapa escolar


Cuando se inicia la escolarización es cuando mejor se puede
detectar los problemas de comunicación, que se deben diferenciar
de ciertas manifestaciones propias del desarrollo madurativo que
están en relación con la edad del niño, como la mencionada sobre
el aumento de las voces en la oración en la medida que la edad
aumenta.
Por este motivo, se hace necesaria una evaluación para detectar
si hay o no un problema lingüístico y valorarlo para lo que se puede
tomar como referencia una vez que se catalogue como propio o no
de la edad, siempre de forma flexible, como parte del desarrollo del
lenguaje, en sus diferentes etapas evolutivas.

44
9. Un sol que alumbra nuestro hogar1
El desarrollo del lenguaje es un proceso que dura toda la vida. Se
inicia desde que intentamos pronunciar la primera palabra —gra-
cias a un don bendito y supremo— hasta el final de nuestras vidas.
No obstante, cuando hablamos de lenguaje infantil, este proceso
dura aproximadamente hasta los doce años. A esta edad los pre-
adolescentes ya pueden hablar de manera similar a como lo hace un
adulto que ha tenido una evolución normal. Se entiende por normal
el aprendizaje del manejo adecuado del lenguaje de acuerdo con las
intenciones de quien habla, siempre y cuando los mayores realicen
un uso constructivo de este instrumento preciado.
A los seis años de edad, se cierra un ciclo importante en la
adquisición del lenguaje de los niños. Es importante que los padres
sepan esto para que puedan sacar el mejor provecho de las habili-
dades potenciales del pequeño en esta edad, y estén en capacidad
de estimularlo a madurar sus destrezas comunicativas en el menor
tiempo posible. Por ello, dirijo las siguientes palabras a los padres
o a las personas cercanas al niño, como el maestro, para que en esta
fecha significativa, el Día del Niño, se sientan motivados a educar a
los chamos más allá de los patrones convencionales que impone la
enseñanza tradicional.
A los seis años, los pequeños son capaces de equiparar dos habi-
lidades esenciales: comprender y hablar. Esto antes de los seis no
ocurre así. Ellos pueden captar con muchísima claridad lo que pasa
a su alrededor: cuando los padres tienen problemas afectivos o de
1 Los ejemplos dados en este artículo sobre el lenguaje infantil son extraídos de la obra
Estudios sobre el habla infantil en los años escolares de Rebeca Barriga de Villanueva.

45
Lenguaje infantil

otro tipo que los puedan involucrar de manera directa. Sin embargo,
no es hasta que llegan a la edad de seis años cuando son capaces de
emitir frases simples que, progresivamente, se harán más complejas
en la medida en que van cumpliendo más edad.
Igualmente, los chamos irán tanto procesando los sentidos más
abstractos de las palabras ya conocidas como adquiriendo otros sig-
nificados de las mismas. Esto es debido a la enseñanza escolar.
Si menciono la facultad de construir frases más complejas, justo
cuando tienen mayor edad, me refiero a que los chamos ya han
aprendido una gramática básica, la cual se irá diversificando, por
decirlo de alguna manera. No obstante, no han aprendido a sacar
provecho de todas las ventajas que ofrece este conocimiento. Ellos,
con el tiempo, van desarrollando ese bagaje elemental. Luego ten-
drán la facultad de ir adquiriendo, paulatinamente, otras destrezas
comunicativas de tipo gramatical más complicadas. Un ejemplo
de esto es el uso de los conectores (“pero” y “porque”). A los seis
años, por lo general, no han procesado el significado adversativo o
de oposición de la conjunción “pero” (“quería abrir la puerta pero
no podía”). Usan el pero, más que todo, como un adverbio de inten-
sidad, es decir, equivale a “muy” (“los niños de quinto grado bailan
pero bien bonito” o “las maestras lo regañan pero bien feo”).
En cuanto al “porque”, no han adquirido el valor justificativo,
explicativo o de causa de este conector (“quiero estudiar psicología
porque [ya que, pues] me gustan mucho los niños”), sino un valor
superficial de esta partícula, por ejemplo: “todos fuimos porque nos
llamaron por el teléfono”.
En relación con el vocabulario, a esta edad, los pequeños cono-
cen bastantes palabras, pero no entienden todos los significados de
las mismas. Tal es el caso del adjetivo “grande”. A los seis, lo interpre-
tan de manera literal (“la pelota es grande”). Es decir, “grande” equi-
vale a tamaño o estatura; después, a mayor edad, “grande” se asocia
con el sentido metafórico, figurado, de dimensión psicológica de

46
Primera parte

una persona de “desarrollo de carácter” o de “grandeza de ánimo,


sentimientos y acciones” (“papá es grande”).
Solo me queda decirles a los padres y a los maestros —como
también a la persona que pasa mucho tiempo con nuestros hijos—
lo significativo que es enseñar a los chamos el poder que les otorga
la palabra. Los niños realizan un milagro cada vez que emplean el
verbo en su entorno con fines positivos.
A medida que ellos van conociendo cómo utilizar su lenguaje,
van creando una atmósfera ideal para su desarrollo integral. Saber
comunicarse representa entonces la herramienta más valiosa que
existe para desenvolverse con éxito en la sociedad. Eso hay que
inculcarlo a los hijos, los soles que alumbran nuestro hogar.

47
10. Conversando con el consentido del hogar
Una vez escuché decir a una compañera de estudio esto: “Si una
persona tiene un niño a su lado es en esencia un ser feliz”. Yo com-
parto esa forma de pensar. Y aseguro que ustedes también la com-
parten. Pues bien, esa felicidad que da el hecho de ser padres nos
compromete con el aprendizaje de la primera lengua de nuestros
hijos, en el caso que nos concierne, el español.
Hablaré entonces del proceso que atañe al desarrollo del len-
guaje de los pequeños. Enfatizaré en que los padres deben enseñar a
los chamos a tener conciencia del don creador, bendito y glorioso de
establecer contacto con los seres queridos y con el mundo circun-
dante. Este don de transformar el entorno a través de la palabra solo
es comparable con el poder del rey Midas. Según la leyenda, este rey
todo lo que tocaba lo convertía en oro.
Cuando hablo del lenguaje infantil me refiero a las etapas que
van desde ese intento de pronunciar los primeros sonidos (el balbu-
ceo) hasta los doce años cuando ellos ya han culminado, en cierta
forma, el proceso de adquisición de su lengua materna. En este
momento, los chamos ya pueden conversar, de manera similar, a
como lo hace un adulto. Digo que, en cierta forma, ellos han com-
pletado ese proceso porque el desarrollo de nuestro lenguaje es algo
que, sin duda alguna, dura toda la vida.
A partir de los cinco años se debe saber que ellos han cerrado un
ciclo del desarrollo de su lenguaje para dar inicio a otro. Eso se mani-
fiesta a través de muchas formas. Una de ellas consiste en el aumento
del vocabulario. Los niños, al ir al colegio, aprenden cosas nuevas.
Estas cosas, por lo general, escapan del conocimiento cotidiano del

49
Lenguaje infantil

hogar. Además, los pequeños, a esta edad, conocen suficientes pala-


bras, aunque no procesan todos los significados de las mismas. Tal es
el caso del adjetivo duro (“corazón duro”). A los seis, lo interpretan de
manera literal, “duro” por “de piedra”, después, a mayor edad, “duro”
se asocia con “robusto” hasta que, a los doce años, ellos entienden el
sentido metafórico, figurado, abstracto o connotativo, como lo quie-
ran denominar, de “dureza de sentimientos”.
También ellos —ya a los seis años— cuentan con una gramática
básica. Gracias a este conocimiento, los pequeños —aunque con
ciertas imperfecciones— se pueden comunicar con los adultos y
con otros niños de igual o de diferente edad. Llamo imperfecciones
a esos errores en que incurren los niños al hablar, como “yo cabo”,
del verbo caber, por “yo quepo”. Asimismo, los chamos irán, pro-
gresivamente, usando frases cada vez más complejas, enlazadas por
algunos conectores —también llamados enlaces o relacionantes—
tales como pero y porque.
Ahora bien, los niños cuentan con una herramienta más. Uste-
des, padres, deben saber cómo sacar el mejor provecho de la misma.
Aludo a la capacidad de entablar conversaciones con objetivos pre-
cisos. Aludo también a la capacidad de defender los puntos de vista
y conseguir efectos particulares en el receptor, o en la persona con la
cual ellos están hablando. Los chamines aprenden, a partir de los seis
años, a argumentar. Esto significa dar testimonios a favor o en contra
de una idea. Significa asimismo saber cómo persuadir de acuerdo a la
intención que tengamos en mente al comunicarnos.
Conversar es dialogar de manera comprensible. En este diálogo,
existen por lo menos dos participantes. Estos participantes deben
ser capaces de negociar. Cuando hago alusión a “negociar”, me
refiero tanto a la capacidad de acordar como de quedar conformes
en ese intercambio de roles que es la conversación, cuya participa-
ción se da por turnos.
Un turno es la intervención de un hablante que da pie a otra
intervención (dice uno: “¡Hola! ¿Cómo estás?”. Y responde el otro:

50
Primera parte

“¡Bien! ¿Cómo va todo?”). Estas intervenciones se tejen alrededor de


un tema, ya sea la familia, el trabajo, el acontecer diario, etcétera.
En toda conversación, juega un rol importante la argumenta-
ción, la cual se da mediante el uso de las partículas ya mencionadas,
como pero (“el animal ya se había comido el alimento envenenado
pero no se murió”) y porque (“todos fuimos porque nos llamaron
por el teléfono”). Estas partículas —también llamadas conectores—
cumplen una función importante. El primero (el pero), hablando de
un modo muy general, obliga al interlocutor —por decirlo de alguna
manera— a defenderse de lo dicho anteriormente. El porque com-
promete al locutor a dar justificaciones de algo para hacer más con-
vincente lo dicho. Sin embargo, salvo algunas excepciones —a los
cinco y unos cuantos meses o ya habiendo el niño entrado en los seis
años—, no emplea aún esas partículas con el significado como lo
hace, por ejemplo, un muchacho de nueve, diez o doce años.
Estas partículas, pero y porque, tienen varios sentidos. El
hablante, en este caso, el niño, a mayor edad, va adquiriendo pro-
gresivamente cada sentido. Esta adquisición dependerá del estímulo
particular que manifieste el adulto al chico, como el orientarlo a
la hora de usar cada conector según la intención que el niño desee
comunicar en determinado momento. Si quiere convencer a su inter-
locutor de algo, deberá elegir el enlace más apropiado para conseguir
su objetivo, ya sea pero o porque. Un ejemplo de esto son las frases
siguientes: “Los niños de quinto (grado) bailan pero bien bonito”, esto
es aproximadamente a los seis años y, a mayor edad, diría: “quería
abrir la puerta pero no podía”. También el uso del conector depen-
derá del tipo de expresión: si se quiere intensificar algo, o dar fuerza
a lo dicho, defenderse, convencer a otro o autoconvencerse. En cada
situación, existen varias opciones. El chamito deberá saber elegir la
más apropiada de acuerdo al momento.
Al pequeñito se le debe enseñar entonces que existe todo un aba-
nico de posibilidades, de las cuales él tiene el privilegio de escoger la

51
Lenguaje infantil

que más le convenga, dependiendo del objetivo preciso que, en cada


circunstancia, el niño se haya planteado.
Solo me queda recordarles a los padres —o a la persona que está
al cuidado de nuestros hijos cuando estamos fuera del hogar, como
también a los maestros que comparten con los chamos medio día en
la escuela— la responsabilidad que tienen de enseñar a los pequeñi-
nes el poder que les da el uso de la palabra.
Asimismo, los niños a medida que van conociendo cómo utili-
zar su lenguaje, van creando, de igual manera, una mejor atmósfera
para su desarrollo integral. Saber comunicarse representa la herra-
mienta más valiosa que existe en el mundo para desenvolverse con
éxito. Esto hay que inculcarlo, con mucho amor, a los consentidos
del hogar.

52
Segunda parte:
Habilidad de narrar de niños
en edad escolar
1. Cuéntame qué te pasó
Cuando echamos un cuento lo hacemos para divertir, entretener
o informar, argumentar y así persuadir. O narramos simplemente
para acercarnos a los demás cuando deseamos “romper el hielo”, así
que la narración de historias es una de las actividades más frecuen-
tes y útiles a las que podemos acudir.
A pesar de lo anterior, se puede narrar de diferentes maneras y
esos modos en el momento de contar una historia varían según la
cultura de las comunidades donde se realice esa práctica. Un niño
japonés narra distinto a uno argentino, por ejemplo, porque las dis-
tintas culturas influyen en los estilos de narrar relatos empleados
por cada uno.
En el caso de las narraciones personales, los acontecimientos se
organizan en un espacio temporal, donde aparecen personajes y el
hablante tiñe lo narrado de expresiones evaluativas, para calificar
lo ocurrido (“me gustó”, “me dolió”, “fue horrible”), o demuestra su
perspectiva afectiva con las onomatopeyas (como “quiquiriquí” al
hablar del gallo).
Por ser la narración una práctica trivial es la mejor forma de
motivar a los niños a que nos relaten sus vivencias personales, rela-
tos tradicionales y hasta chistes, sin dejar de hacerles preguntas
para ayudar a involucrarlos mucho más en esta actividad que ofrece
muchas ventajas.

Narración vivencial
Como los pequeños disfrutan un mundo al contar sus experien-
cias cotidianas, por ejemplo: lo que pasó en el colegio a la hora de

55
Lenguaje infantil

jugar con los amiguitos o cuando la maestra los regañó porque gri-
taban mucho, es necesario estimularlos a contar sus vivencias per-
sonales para ayudarlos a desarrollar su lenguaje.
La narración llamada “vivencial” es definida como “un recuento
de hechos que ocurrieron en el pasado”. Estos hechos tienen una
secuencia temporal, o sea, suceden en un tiempo que transcurre.
No todos los chamitos narran de igual manera. Algunos lo hacen
con más madurez, o de mejor forma, que otros. Es necesario tener
presente que el entorno social al que está expuesto el niño como la
edad de este son dos aspectos que juegan un papel importante en
esta actividad.
Como ya he mencionado, cuando se habla de grado de madurez
en una narración infantil, se hace referencia a un número mayor de
componentes en una historia. Estos componentes pueden ser: com-
plicación de un suceso (más eventos y personajes) y evaluación de
un acontecimiento, por ejemplo, mediante la expresión de estados
internos a través de verbos, tales como los afectivos (le gusta), los
f ísicos (le duele) y los cognoscitivos (reconoce).

Narración tradicional
Aunque la narración vivencial es vital para persuadir a los niños
a emplear su lenguaje cada vez más y mejor, contar cuentos tradi-
cionales o del folclore venezolano, por ejemplo, también resulta una
magnífica estrategia para que los niños desarrollen sus habilidades
lingüísticas, ya que cuando narra el niño usa el lenguaje más allá
de los contextos inmediatos de la situación comunicativa de habla
(el tiempo presente, el aquí y el ahora), y el desarrollo de su pensa-
miento, la capacidad de razonamiento y la abstracción se ven favo-
recidos.
Narrar cuentos de autores de la literatura infantil (o ficticios) y
contar historias que les hayan acontecido a las criaturitas (o mejor
dicho narrar sus experiencias personales: un accidente en el hogar,
una visita al médico o la llegada de la Navidad) les facilita el desarrollo

56
segunda parte

de su lenguaje, porque incide en el progreso de la lectura y de la escri-


tura en edad escolar como también en la interpretación de los hechos
y su asimilación.

¿Cómo lograr que el lenguaje de los chamos aumente?


Una de las actividades que le da al niño la oportunidad de mejo-
rar sus habilidades lingüísticas es la práctica de la narración. A sus
hijos, los papás pueden invitarlos a hablar, por ejemplo, de lo que
pasó en la escuela o de sus andanzas con los amiguitos; leerles cuen-
tos antes de dormir para hacer que, en poco tiempo, los chamitos
mejoren su capacidad de análisis como también de percepción de
la realidad e incitarlos a narrar historias tanto propias como ajenas,
reales o ficticias, sobre todo en edad escolar, los ayuda en la práctica
de la lecto-escritura como también en el desarrollo de las capacida-
des académicas en general.

57
2. Los niños y sus cuentos
En la adultez, una de las prácticas tanto más frecuentes como
íntimas es narrar historias para divertir, entretener o informar, en
que comenzamos con un “tú no sabes lo que me pasó ayer cuando…”.
Es ahí cuando los acontecimientos se organizan en un espacio tem-
poral, donde aparecen personajes y el hablante tiñe lo narrado de
expresiones evaluativas para calificar lo ocurrido (“me gustó”, “me
dolió”, “fue horrible”).
De igual modo, cuando somos adultos, narramos no solo para
entretener sino también para informar, argumentar y hasta persua-
dir, por lo que echar cuentos es tan común como un saludo matutino.
Lo novedoso del asunto es que una práctica cotidiana para
nosotros resulta ideal para incentivar el desarrollo del lenguaje en
los niños, a quienes debemos pedirles que nos relaten sus viven-
cias personales, sin dejar de hacerles preguntas para ayudar a invo-
lucrarlos mucho en esta actividad que aparte de divertida ofrece
muchas ventajas.

Narrar las experiencias del día


Como los pequeños “disfrutan un mundo” contando sus expe-
riencias cotidianas, por ejemplo: lo que pasó en el colegio a la hora
de jugar con los amiguitos o cuando la maestra los regañó porque
gritaban mucho, es necesario estimularlos a narrarlas día a día.
La narración de vivencias propias desempeña un papel fun-
damental en el proceso de adquisición del lenguaje infantil. Este
tipo de narración llamada vivencial es definida como “un recuento

59
Lenguaje infantil

de hechos que ocurrieron en el pasado”. Estos hechos tienen una


secuencia temporal, es decir, suceden en un tiempo que transcurre.
No todos los chamitos narran de igual manera. Algunos lo
hacen con más madurez, o de mejor forma, que otros. Tanto el
entorno social al que está expuesto el niño como la edad de este son
dos aspectos que juegan un papel importante a la hora de contar
historias.
Cuando se habla de grado de madurez en una narración infantil,
se hace referencia a un número mayor de componentes en una his-
toria. Estos componentes pueden ser la complicación de un suceso
(más eventos y personajes) y la evaluación de un acontecimiento,
por ejemplo, mediante la expresión de estados internos a través de
verbos, tales como los afectivos (le gusta), los f ísicos (le duele) y los
cognoscitivos (reconoce).
Entre más edad tenga el chamo, de cuatro en adelante, por ejem-
plo, él o ella evaluará, en un grado más pronunciado los hechos y
manifestará mejor su percepción de los acontecimientos. También
entre más estimulación reciba, de acuerdo a la edad, contará histo-
rias más interesantes, donde hechos y personajes formarán un todo
armónicamente concatenado.

Narración y lenguaje infantil


Cuando comienza a hacer conciencia de su lenguaje, el niño
puede reorganizar sus experiencias: volver sobre ellas para nivelar
lo que ve y lo que dice. Hasta antes de los tres años, el presente es
el tiempo que, por ofrecer la inmediatez comunicativa, se vuelve el
más utilizado. A partir de cuatro años, la narración se manifiesta en
los intercambios comunicativos de los chamos, y con ella aparecen
los verbos en pasado.
Cuando narra, el niño usa el lenguaje más allá de los contextos
inmediatos, de la situación comunicativa de habla (el tiempo pre-
sente, el aquí y el ahora). Esto favorece el desarrollo de su pensa-
miento, la capacidad de razonamiento y abstracción. Antes de ir al

60
segunda parte

tiempo pasado, los chamos adaptan la realidad a su lenguaje que,


con la edad, de sencillo se va haciendo más complejo.
Narrar cuentos de autores de la literatura infantil (o ficticios)
como también historias que les hayan acontecido a las criaturitas (o
mejor dicho, narrar sus experiencias personales: un accidente en el
hogar, una visita al médico o la llegada de la Navidad) les facilita el
desarrollo de su lenguaje porque favorece el progreso de la lectura y
de la escritura en edad escolar. Favorece asimismo la interpretación
de los hechos y su asimilación.

61
Tercera parte:
El proceso de la enseñanza y
del aprendizaje de la lectura
1. La lectura comienza en el hogar
Aquella frase conocida de que todo comienza en el hogar es
cierta. La ausencia de estímulos positivos alrededor nuestro puede
tener una repercusión negativa. Esa ausencia se debe más que todo
al desconocimiento de cosas que son esenciales para la debida ini-
ciación en esa actividad. Aunque parezca inevitable que existan
diferencias, por ejemplo, que algunos sean más aventajados que
otros, hay casos en que esas desigualdades son producto de la repe-
tición de ciclos. Tal es la circunstancia de una persona cuyo núcleo
familiar lee poco. Probablemente, esa persona se sentirá desmoti-
vada a realizar esa actividad en un futuro. Pero si adquiere concien-
cia de esto, la apatía podría desaparecer.

Leer comienza desde temprana edad


De la misma forma que hacemos que una torta agarre el tamaño
esperado usando el polvo para hornear, la desmotivación puede tor-
narse en interés. Eso es lo que ocurre con el aprendizaje de la lectura
y la escritura, o de la lecto-escritura, entendiendo estos procesos
como dos en uno. La capacidad de leer, en particular, surge desde
temprana edad, a partir de los tres años, y no en la escuela como
ustedes, papás, piensan.

Factores que repercuten en el éxito de la lectura


El éxito del aprendizaje de la lecto-escritura dependerá de
muchos factores. El más importante es fomentar el interés por tales
prácticas. De allí la importancia del rol que juegan los padres y las
personas cercanas a los niños. Un familiar asiduo a la lectura, que

65
Lenguaje infantil

tenga muchos libros regados por toda la casa, puede ser suficiente
para despertar ese interés del que hablamos por leer.
Al igual que ver a otros tomar notas, dejar mensajes, por ejem-
plo, ayuda a comprender por qué la escritura junto a la lectura repre-
sentan formas de comunicación tan importantes como el hablar.
El proceso de lecto-escritura comienza, asimismo, cuando los
chamitos ven a los adultos cercanos a su entorno leer el periódico,
disfrutar de los libros de su preferencia o escribir mensajes.
Desde donde se mire, entonces, se trata, pues, de un proceso
interactivo o participativo. En un primer momento, la imitación, o
sea, el modelo, juega un papel fundamental, ya que estimula en el
niño una inclinación a seguir el hábito de leer. Tal es el caso de la lec-
tura de cuentos antes de dormir, que ayuda a crear expectativas en
estos lectores iniciales; a fomentar la distracción y la conciencia de
que la diversión puede ir más allá de ver la televisión.
Los niños no deberían tener una edad específica para aprender a
leer. Ese proceso se puede iniciar cuando los pequeños pronuncian
sus primeras palabras, ya que la lectura es la reproducción del habla,
o del lenguaje hablado.
La diferencia entre el habla y la práctica de la lectura radica en
que, por lo general, la primera es informal, aunque no siempre es
así sino que depende de la situación en sí, es decir, del grado de con-
fianza que exista entre los involucrados en una conversación (si es un
amigo o un desconocido), o de la formalidad (si es un acto serio o una
plática amistosa), de la posición, de la mayor o menor autoridad.

Lo mejor que le puedo dar a mi hijo: un buen libro


El libro es una caja de sorpresas del que una a una va saliendo,
a medida que se van dando, alternativas y herramientas para irlas
descubriendo. Los libros adecuados según la edad del niño son
infaltables en esta actividad. En una primera etapa están los libros
llenos de imágenes, figuras y muñecos que constituyen un estímulo
importante para el desarrollo de esta actividad. Una vez adquirido el

66
tercera parte

hábito de leer, se les puede ofrecer a los pequeños cuentos o histo-


rias de mayor extensión, o con más páginas y complejidad, es decir,
más personajes y acciones.
Las diferencias en lo que se refiere al aprendizaje de la lecto-
escritura surgen debido a la falta de motivación en el inicio en estas
actividades. Igualmente, existen estrategias que ayudan a incenti-
var dicho hábito. Estas estrategias dependen de los padres en una
primera instancia, y del maestro, en una segunda. Entonces, si todo
comienza en el hogar, como dice la consabida frase, la lectura tam-
bién comienza en casa.

67
2. ¡Qué bueno es leer!
Cuando era pequeña, entre los cuatro y cinco años, “disfrutaba
un mundo” leer y más aún que me leyeran. Andaba con un maletín
lleno de cuentos. Aquellos en que uno halaba una etiqueta y se abría
una ventana o salía un muñequito. Si llegaba una visita a mi casa,
seleccionaba uno de tantos cuentos que tenía en la especie de bulto
que cargaba para arriba y para abajo, y le pedía que por favor me lo
leyera. No dejaba de insistir hasta que me complacían. Esos cuentos
tenían grandes enseñanzas: cómo actuar en determinadas situacio-
nes siempre en función del bien común.
Ahora —trayendo a la mente lo anterior— me preocupa mucho
cuando escucho a los padres decir que sus hijos no tienen hábitos de
lectura, que leen muy poco o, simplemente, que no les gusta realizar
esta práctica. También siento lo mismo por los maestros que les
ponen a sus alumnos la etiqueta de lectores “poco competentes”,
y engavetan así las posibilidades de hacer algo para mejorar esta
situación.
Existe, por consiguiente, un gran desconocimiento de todo lo
que implica el proceso de la enseñanza y del aprendizaje de la lectura
tanto en la escuela como en el hogar. Hasta el momento la mayoría
piensa que la lectura es solo emparejar —de manera mecánica— sig-
nos o palabras con significados, como “bueno” significa lo opuesto
de “malo”. Es mucho más que eso. Por ello los niños, jóvenes y hasta
adultos, a veces, rechazan esta agradable y provechosa práctica.
Consideran, por consiguiente, que la lectura es solamente la
reproducción literal de la información. Ellos la perciben como
una actividad pasiva, solo de recepción. A través de la misma, se

69
Lenguaje infantil

presentan diversos modos de entender y de percibir la realidad. Esto


implica comprender el aquí o reflexionar sobre la experiencia del día a
día, sobre el antes, o nuestro pasado, y hasta podemos predecir cómo
será el futuro.
La lectura sin duda es un proceso complejo. No por ello deja de
ser sumamente interesante. En este proceso participan dos personas
(autor de la obra y el lector), por separado, en una actividad. Las dos
personas trabajan en la consecución de metas y comparten intereses.
Los padres, junto al maestro, desconocen, asimismo, que dicha
actividad es interactiva. Eso significa que el lector modifica de algún
modo el mensaje recibido. Además, está el conocimiento compar-
tido: lo que el autor conoce del receptor, del público para el cual
escribe, y lo que el lector sabe del autor del libro que lee y cómo este
conocimiento influye en él. Por eso, la lectura es un acto de comu-
nicación tal como una conversación. Tiene, en esencia, tres compo-
nentes: el autor del libro, el lector y el mensaje del libro. Igualmente,
existen otros factores como, por ejemplo, la situación; lugar donde
se realiza esta actividad: el aula de clases donde se enseña o el padre
cuando lee un cuento a su hijito antes de dormir.
La lectura como acto de comunicación implica, además, el
aporte que hace el autor de la obra al lector: cómo cambia él, de
alguna manera, su conocimiento en relación con el tema. Todo el
proceso de reflexión que el lector hace de la obra añade un signifi-
cado nuevo al sentido original que le dio el autor de la misma.
La comprensión de la lectura, por lo demás, está determinada
por la experiencia que el lector posee en dicha actividad, de su
manejo, bueno, mediano o malo, de estrategias, como la identifi-
cación de la temática, la formulación de predicciones en cuanto al
desarrollo de dicho tema o de las inferencias, por ejemplo, si el pro-
tagonista de la novela resolverá o no el conflicto.
Se olvida, finalmente, que el sentido de un texto, obra o libro,
resulta de cómo se encadenan las frases que lo conforman, para
constituir un todo único y finito, una imagen mental, si se quiere

70
tercera parte

empaquetada, que el lector desempaquetará como lo hacemos con


un regalo.
Nosotros sin saberlo podemos ser responsables de la desmo-
tivación que sienten los pequeños y los jóvenes hacia la lectura.
Recordemos, pues, que leer puede ser uno de los grandes placeres
de nuestros pequeños. Todo dependerá de lo que hagamos para
conseguir que sea así.

71
3. Leer es como hablar
¿Qué es leer?
Cuando los maestros califican a los niños de lectores apáticos
desconocen que la lectura va mucho más allá de interpretar los sig-
nos que las palabras representan, o de equiparar letras o graf ías con
significados o mensajes ya establecidos, como “bueno” es lo que se
entiende por “bueno”, opuesto a “malo”. Así que leer no es solamente
la reproducción literal de la información. Tampoco es una actividad
pasiva, o solo de recepción. Esta visión errada tiene graves conse-
cuencias en la enseñanza y en el aprendizaje de la lectura.
Es un proceso participativo (o interactivo), ya que se necesi-
tan dos personas, autor y lector. Este modifica de alguna manera el
mensaje recibido con el que podrá cambiar su entorno. Igualmente,
el que lee puede relacionarse con otros lectores cuando se comentan
las obras leídas; ahí hay interacción.
Los niños, los jóvenes y hasta los adultos sienten rechazo en el
momento de leer porque no han descubierto que dicha actividad
es una ventana al conocimiento de: diferentes culturas, maneras
distintas de pensar, sentir y concebir la realidad, por lo que resulta
indispensable para el desarrollo de la creatividad y la libertad de
pensamiento.

¿Cuándo se inicia la lectura?


Como el aprendizaje de la lectura y la escritura son procesos
que se inician desde temprana edad, a partir de los tres años, y no
en la escuela como la mayoría piensa, el éxito de estas prácticas

73
Lenguaje infantil

dependerá del interés que se fomente en las mismas antes de llegar


a la escuela.
Con base en lo anterior, la no presencia de estímulos puede
tener una repercusión negativa. Esa ausencia se debe tanto a la falta
de recursos como también al desconocimiento de aspectos que son
esenciales para la debida iniciación en esas actividades. Un fami-
liar asiduo a la lectura puede ser suficiente para incentivar el amor
a esta. Al igual que ver a otros tomar notas y dejar mensajes ayuda a
comprender por qué la lectura junto con la escritura son formas tan
importantes como lo es hablar.

¿Cuán importante es el ejemplo?


Muchos padres piensan que los niños deben tener una edad
específica para aprender a leer, por lo que ignoran que el proceso se
puede iniciar cuando los pequeños pronuncian sus primeras pala-
bras: la lectura es la reproducción del habla, o del lenguaje hablado.
Solo puede cambiar el tono, por lo general, de más formal a menos
informal.
El proceso de lecto-escritura comienza asimismo cuando los
chamitos ven a los adultos cercanos a su entorno leer el periódico,
disfrutar de los libros de su preferencia y escribir mensajes. Desde
donde se mire, se trata, pues, de un proceso interactivo.
En un primer momento, la imitación, es decir, el modelo juega
un papel fundamental: estimula en el niño una inclinación a seguir
el hábito de leer. La lectura de cuentos antes de dormir ayuda a crear
expectativas en estos lectores iniciales, a fomentar la distracción y la
conciencia de que la diversión puede ir más allá de ver la televisión si
se activa la imaginación.
Luego, en una segunda instancia, la motivación viene dada por la
comprensión de la lectura, la cual está determinada por la experiencia
que el lector posee en dicha actividad, de su manejo, bueno, mediano
o malo, de estrategias, como la identificación de la temática, la

74
tercera parte

formulación de predicciones en cuanto al desarrollo de dicho tema o


de las inferencias: ¿el protagonista resolverá el conflicto?

Libros: cajas de sorpresas


Aunque gracias a la tecnología se puede acceder a la lectura a
través de una pantalla, nada sustituye al libro que se puede llevar a
cualquier parte, por lo que se transforma en el compañero ideal en
las colas y en los viajes.
Es el libro una caja de sorpresas, de donde una a una van saliendo,
a medida que se van dando estrategias para irlas descubriendo. Los
apropiados, de acuerdo con la edad del niño son infaltables en esta
actividad. En una primera etapa, esos libros llenos de figuras cons-
tituirán un estímulo importante para el desarrollo de esta actividad.
En una segunda, van los que tienen argumentos de menor a mayor
complejidad, según el dominio del tema que tenga el niño.

Consejos para motivar a los chamos a leer


Permitirles que vean, toquen y lean libros; con orientación, dar-
les aquellas obras que sean del interés de ellos, colocarles textos en
la mesa de noche y leerles cuentos antes de dormir, sumergiéndolos
en esos relatos y buscando que se compenetren con los personajes.

75
4. Epitafios, palabras y milagros
Es tan común oír frases como: “a mi hijo no le gusta leer”; “tiene
problemas de lectura” o “le cuesta mucho realizar esa actividad”.
Los maestros y los padres califican a los niños de lectores apáticos.
Parece, entonces, que desconocen que la lectura va mucho más allá
de interpretar los signos que las palabras representan, o de equi-
parar letras o graf ías con significados o mensajes ya establecidos,
como “bueno” es lo que se entiende por “bueno” opuesto a “malo”.
Consideran, por consiguiente, que la lectura es nada más la
reproducción literal de la información. Ellos la perciben como
una actividad pasiva, solo de recepción. Esta visión errada tiene
graves consecuencias en la enseñanza y en el aprendizaje de la lec-
tura. Los niños, los jóvenes y hasta los adultos sienten rechazo en
el momento de leer. No han descubierto que dicha actividad es una
ventana al conocimiento de: diferentes culturas, maneras distintas
de pensar, sentir y concebir la realidad. Es también un proceso par-
ticipativo (o interactivo): se necesitan dos personas, autor y lector,
para su práctica.
El aprendizaje o la enseñanza de la lectura se realiza en el salón
de clases bajo la supervisión del educador. Ahí se genera un acto de
comunicación con varios participantes: el autor del libro; el docente,
como facilitador; los alumnos; los lectores potenciales; un mensaje,
a través de lo leído; un lugar, el aula; una situación, enseñar a leer.
Los estudiantes, con la ayuda del maestro, desentrañan los signi-
ficados del texto: lo que se esconde detrás de sus frases encadenadas
para darle sentido hasta la construcción de un modelo equiparado,
de alguna manera, con el mensaje que el autor quiso transmitir.

77
Lenguaje infantil

No importa el tipo de obra, o género, ya sea un cuento o poesía. El


tema importa algo, su grado de receptividad, gusto, conocimiento
o importancia para los lectores, pero más importante es cómo ese
texto modificará el estado de conocimiento de los educandos, cómo
cambiará su visión, dejará algo en sus conciencias que servirá para el
mañana.
Simón Rodríguez en su obra Sociedades americanas dice que

… leer es resucitar ideas sepultadas en el papel; cada palabra es


un epitafio: llamarlas a la vida es una especie de milagro, y para
hacerlo es menester conocer los espíritus de las difuntas, o tener
espíritus equivalentes que subrogarles; un cuerpo con el alma de
otro sería un disfraz de carnaval; y un cuerpo sin alma sería un
cadáver.

Rodríguez señala así que leer no puede ser una actividad mecá-
nica sino consciente: las palabras tienen vida independiente, quien
las lee, entonces, las revive, les da un sentido propio, las hace suyas.
Según los estudiosos del lenguaje, la comprensión del receptor
dependerá de la experiencia del mismo como lector, de su conoci-
miento sobre el tema y del manejo de estrategias que le permitirán
acceder al texto como un todo. Estas estrategias pueden ser buscar el
tema, adelantarse a los hechos, identificar su orden, etc. Si los niños
sienten que al leer pueden cambiar el estado de las cosas, construir
nuevos mundos y viajar a través del tiempo, sin duda, empezarán a
amar la lectura.
Con base en lo anterior, los maestros y los padres deben acabar
de una vez por todas con las concepciones que hacen ver la lectura
como una actividad robotizada, en que las palabras mueren en boca
de otros, donde los autores de los libros son esculturas de mármol
inmunes al tiempo.

78
Cuarta parte:
Problemas del desarrollo del
lenguaje que influyen en el
aprendizaje de los niños
1. Cuando aprender se hace cuesta arriba
Los padres —e incluso el maestro— tienden erróneamente a
asociar cualquier desventaja académica en la escuela —como las
dificultades de lectura o la pérdida de atención en clase, por ejem-
plo— con la baja capacidad intelectual de niño, quien, de inmediato,
es etiquetado como “poco inteligente” tan solo por no adaptarse al
sistema escolar tradicional, del cual incluso puede ser expulsado.
Dicha expulsión le ocasionará traumas imborrables siendo el pro-
blema de otra índole.
En realidad —en general— puede ser todo lo contrario a lo
expresado anteriormente. La mayoría de los chamos que presentan
ese déficit de aprendizaje tienen un nivel de inteligencia normal o
hasta superior.
Entonces, solo porque el niño parezca perdido en la escuela, por
decirlo de alguna manera, no debe atribuirse la razón de la desven-
taja académica a su bajo nivel intelectual —o escasa inteligencia—,
sino que muy posiblemente se están presentando problemas de
aprendizaje, para los cuales hay una oportuna solución.

Dificultad a la hora de aprender: causa y remedio


Las causas de las dificultades al aprender pueden tener su origen
en la forma como el cerebro procesa la información, debidas a un
problema del sistema nervioso central.
Aunque no existe un modo totalmente certero de detectar que
el chamo confronta una dificultad en el momento de aprender,
cuando se registran algunos signos en su conducta tales como hipe-
ractividad y/o poca atención —de ahí que se distraiga con mucha

81
Lenguaje infantil

facilidad—, puede pensarse que esta dificultad esté ocasionando


las referidas anomalías para las que existe un tratamiento que, de
seguirlo, le ayudará bastante.
Si el niño recibe entonces la atención profesional necesaria,
podrá solventar la dificultad. Lo importante es detectarla tempra-
namente para evitar así que la situación se agrave, ya que el niño se
esforzará por aprender y al no conseguirlo podrá desarrollar con-
flictos emocionales que lo lleven a perder la confianza en su capa-
cidad y, quizá, eso influya en que adopte un comportamiento de
agresividad en el aula, pues es preferible ser considerado “malo” que
“estúpido”.

Algunos trastornos que alertan del problema


Dificultad en entender y seguir instrucciones; recordar lo que
se le acaba de decir; distinguir entre la derecha y la izquierda; con-
fundir el número 25 con el número 52, la “b” con la “d”, y “le” con “el”;
no dominar las destrezas básicas de lectura y escritura, porque se
maneja el lenguaje con cierto nivel de atraso y se tiene un vocabula-
rio limitado; o problemas con las matemáticas, por lo cual se fracasa
en el trabajo escolar; falta coordinación al caminar, jugar deportes
o llevar a cabo actividades sencillas, tales como aguantar un lápiz o
amarrarse el cordón del zapato; fácil pérdida o extravío de sus asig-
naciones, libros de la escuela y otros artículos, y no poder entender
el concepto de tiempo: se confunde el “ayer” con “hoy” y “mañana”.
Si el chamo presenta varios de los trastornos mencionados ante-
riormente, los papás deben considerar la posibilidad de que esté
confrontando dificultades del aprendizaje. Cuando hay muchas
probabilidades de que sea de esa manera, buscar únicamente los
mejores materiales pedagógicos o el docente correcto no bastarán
para orientar al chamo.

82
cuarta parte

Una alternativa: terapia sistémica


Será oportuno analizar la dificultad de aprendizaje desde un
enfoque sistémico. Dicho enfoque se ocupa de la dinámica de las rela-
ciones humanas y, en concreto, de la organización familiar del niño.
Se parte de la idea de que cada ser expresa tanto la historia como
la trama de su familia. En cada núcleo familiar hay versiones domi-
nantes con las que trabaja el terapeuta tomando en cuenta además el
contexto educativo del chamito, es decir, todo su entorno sin excluir
alguno.
Asimismo —dentro de la terapia sistémica—, el niño puede
expresar un acontecimiento en lenguajes diferentes. A través de
esos lenguajes, reflejará cada nuevo conflicto o modificación de su
estructura familiar, debiendo buscar un acomodo en ese núcleo,
de la misma manera que lo buscarán también los miembros de su
familia. Por ende, un trastorno en el aprendizaje demuestra que algo
anda mal en el mundo emocional del pequeño.
Por consiguiente, las etiquetas están de sobra. Las mismas pue-
den hacer mucho daño en el niño que es víctima de ellas, ya que no
tiene mecanismos de defensa para rechazar tal descalificación.

83
2. Cuando les bailan las letras a los chamos
Aunque el desarrollo del lenguaje, por lo general, parece estar
vinculado con la capacidad intelectual o con la parte emocional del
pequeño, no siempre ocurre de esa manera. Se puede tratar de una
dificultad del lenguaje conocida como dislexia: un desorden del
aprendizaje originado por un trastorno del lenguaje.
Los niños disléxicos no tienen deficiencia sensorial ni tampoco
motriz. En cambio, sí presentan problemas de percepción y de cons-
trucción de palabras. Esas dificultades se traducen en un retraso del
niño en las áreas de la lectura, la escritura y el deletreo. Lo anterior
influye para que luzca descuidado, flojo, desordenado o distraído.

Un trastorno con una causa poco clara


La causa de la dislexia aún es desconocida o, mejor dicho, está
en discusión. Se manejan diferentes teorías. Una dice que la misma
es producto de una falla de la memoria a corto plazo; por consi-
guiente, surgen dificultades de organización y coordinación. Otra
habla de que uno de los hemisferios —ya sea el izquierdo o el dere-
cho— no domina sobre el otro y, por ende, no asume las funciones
del lenguaje. Una tercera teoría expresa que la misma se debe a un
problema de tipo genético o hereditario.

¿Cómo detectar que mi niño es disléxico?


A partir de los cinco años, el niño puede padecer de dislexia si
presenta las siguientes limitaciones: no diferencia las palabras que
comienzan con el mismo sonido, como ambulancia o ambiente;
confunde el vocabulario debido a falta de orientación espacial; se

85
Lenguaje infantil

equivoca en el paso de una línea a otra; no puede repetir frases por


fallarle la memoria a corto plazo; no comprende bien lo leído y se le
dificulta nombrar colores o emparejar palabras.
Con mucha probabilidad, el chamo está sufriendo un trastorno
de la dislexia cuando lee con lentitud e invierte las sílabas de una
palabra (sol por los), no emplea los signos de puntuación y confunde
las vocales (la a con la o) como también las consonantes (la p con b o
m con n).

Secuelas de la dislexia
Debido a las desventajas con las que el niño disléxico se enfrenta
día a día, desarrolla alteraciones en su vida afectiva producto de los
fracasos reiterados; se muestra desinteresado en el estudio; tiene
una disminución de su autoestima que compensa siendo vanidoso
o aparentemente confiado en exceso; sufre de ansiedad; puede com-
portarse de manera negativa y, al mismo tiempo, presentar retroce-
sos en su aprendizaje.

¿Se puede superar la dislexia?


Como todos los trastornos del lenguaje, su detección temprana
ayuda enormemente en su control. Se detecta en particular aproxi-
madamente a partir de los cinco años cuando el chamo está cul-
minando una etapa de su lenguaje en que ya debe contar con una
gramática y un vocabulario básico que facilita el desarrollo de las
prácticas de la lectura y de la escritura.
Aunque la dislexia no tiene cura, un tratamiento prolongado le
puede hacer al niño olvidar que la sufre una vez que busca la forma
de crear un código particular que le permita interpretar adecuada-
mente los signos gráficos a la hora de escribir o de leer.
Ahora, la motivación del niño como también el apoyo familiar y
del docente que reciba, al igual que el seguimiento del proceso por
un especialista, marcarán la diferencia en esta dif ícil circunstancia.

86
cuarta parte

¿Cómo actuar?
Por consiguiente, en ningún momento, los papás deben per-
der la paciencia con el niño, sino, por el contrario, necesitan man-
tenerse firmes y darle confianza como también hacerle notar al
pequeño que —a pesar de sufrir de dislexia— puede ser exitoso en
todo lo que haga siempre y cuando se lo proponga, bajo un trata-
miento adecuado.
Únicamente, habrá que tener bien claro que el chamo necesita
más tiempo para realizar sus actividades de rutina. Si lo compa-
ramos con sus hermanos o sus compañeros de clase, le estaremos
causando un daño irreparable de tipo emocional, en vez de darle
una mano para que sepa cómo conducirse de la mejor manera, aun
padeciendo de dislexia.

87
3. Cuando falla el lenguaje
El lenguaje es una herramienta fundamental del individuo para
desenvolverse en su ámbito social con éxito. Él mismo está en cons-
tante construcción al igual que la imagen que tiene ese individuo en
el ámbito donde se desenvuelve. Se entiende como imagen la valora-
ción que se devenga hacia sí misma como también la percepción que
tienen los demás de esa persona. Estos aspectos son cambiantes.
Por consiguiente, el desarrollo del lenguaje dependerá de la
interacción del hablante con su medio y de cuán acertada sea o no
esa interacción. Eso estará en manos de nosotros a menos que exista
algún tipo de trastorno.
La evolución de la sagrada herramienta que nos permite comu-
nicarnos dependerá, asimismo, del nivel de maduración del orga-
nismo del niño, del contexto donde se desenvuelve y de la calidad del
estímulo que reciba el infante por parte de los adultos de su entorno.

Alteración en la comprensión del lenguaje


A pesar de lo anterior, pueden existir sombras que empañan el
desarrollo del lenguaje del infante. Una de ellas es la afasia: tras-
torno que tiene como característica la alteración de la comprensión
del lenguaje, en que el niño emite continuamente palabras o sílabas
que carecen de sentido. Se trata de alteraciones conocidas con los
nombres de ecolalia o diglosia.
Para cualquier tipo de trastorno, lo ideal es su detección tem-
prana. La mayoría de las alteraciones del lenguaje tienen su
momento propicio cuando los niños inician la etapa escolar y los
parámetros de comparación para diagnosticarla son los momentos

89
Lenguaje infantil

culminantes de la adquisición del lenguaje del párvulo, tales como


la edad entre los dos años y medio y los tres; los seis años y los nueve
años. A los doce años, el preadolescente deberá haber completado el
proceso exitosamente.

Habla reiterativa
El rasgo más resaltante de la afasia es que quien la padece tiene
un habla ininteligible, producto de la repetición de sonidos y de
palabras huecas, por ser incapaz de saber a lo que aluden esos fone-
mas. En este aspecto, se encuentran las perseveraciones silábicas y
verbales, que pueden ser tan intensas que vuelven el lenguaje ininte-
ligible. Esto recibe la designación de idioglosia.
Asimismo, se observa en quien padece de afasia poca concen-
tración puesto que su memoria se ve perturbada y en su habla se
presenta una abundancia de errores, que dificultan su comprensión
aún más.

Parámetros para diagnosticar la afasia


En cuanto a la atención, el niño no es capaz de mantener con-
tacto visual con el interlocutor; o no atiende cuando le hablan ni
presta atención durante la realización de una tarea.
Del mismo modo, el chamo puede presentar algún tipo de mal-
formación en los órganos fonadores; mantener la boca abierta al
respirar; o no tener control de la salivación.
No se vuelve si se produce algún sonido detrás de él/ella y hay
que elevar la voz para que entienda los mensajes; además, dice que
“no oye”.
Discrimina sonidos y su lenguaje es incomprensible por la repe-
tición constante de palabras y frases.

90
cuarta parte

¿Qué hacer con un chamo afásico?


El aprendizaje de niños afásicos de escasa gravedad es posible
siempre y cuando se acompañe este trastorno con una reeducación
del lenguaje, como ocurre con los niños disléxicos.
Al igual que lo anterior, para curar o mejorar este síndrome es
necesario realizar adecuados estudios fisiopatológicos, para basar
en estos tanto la reeducación antes mencionada como el trabajo
escolar.
Antes que nada, los papás deben saber que la detección tem-
prana de este tipo de alteración, como ya se mencionó, es vital para
sobrellevarla o conseguir su cura definitiva. De igual manera, el
amor y la paciencia que devenguen al niño harán que las respuestas
oportunas para la mejora de esta clase de trastorno lleguen cuando
se las espera o antes de ello.
Para lo anterior, los padres deberán seguir con mucha atención
todos los momentos culminantes del desarrollo del lenguaje del
niño, que vienen dados por logros particulares en su aprendizaje
mediante los que se van cerrando ciclos significativos.

91
4. Actitudes negativas delante de los niños
Los niños están pendientes de todo lo que ocurre a su alrede-
dor. De ahí que los padres digan, por ejemplo, que son sumamente
despiertos o avispados. Estas criaturitas son esponjas que absor-
ben todo. Su aprendizaje, en una primera etapa, se da a través de
la imitación. En una segunda, cuando ya se han definido los rasgos
de su personalidad, los chamos son capaces de crear conductas
propias. En esa primera etapa, el niño busca, más que en cualquier
otro período, ser aceptado por los demás. La aceptación de otros le
produce sentimientos de satisfacción y seguridad. Es una forma de
recompensa.
Por consiguiente, el chamo imita los comportamientos de sus
mayores que juegan un papel importante en su vida: copia el modo
de actuar del padre usando sus zapatos, en el caso de los varones, y
poniéndose los tacones altos o los collares de mamá, en el caso de las
niñas. De esa manera, se va formando la personalidad del pequeño.
Esto se da gracias a la selección de modelos que el niño considera
apropiados o aceptados. Selecciona entonces esos modelos o con-
ductas para evitar el rechazo de los demás.
¿Qué pasa entonces cuando los padres, sin querer, mediante
prácticas o actitudes negativas, incitan a los pequeños a actuar de
manera perjudicial inculcando comportamientos inadecuados que
se manifestarán cuando estos sean adultos?
El modelo es la imagen que un individuo, en este caso, el niño,
tiene de otra persona. Esta imagen constituye para él un ejemplo a
seguir. Por consiguiente, el modelo es como un patrón que regula

93
Lenguaje infantil

el comportamiento del chiquillo, le permite “autoevaluarse”, funcio-


nando como una especie de brújula.
El proceso de sacar partido de la imitación se da sobre todo a
partir de los seis años, una vez que el niño ha adquirido las habili-
dades básicas para comunicarse. Si los padres no están conscientes
de la enorme influencia que ejercen sobre sus hijos, pueden come-
ter errores a la hora de formarlos. Esto puede ocurrir en determi-
nados casos, por ejemplo, cuando fuman en su presencia; muestran
desconsideración hacia los demás; se expresan de manera no ade-
cuada delante de ellos, o cuando los padres se agreden cruelmente
entre sí en presencia del niño. Este comportamiento de agresión va
generando traumas en el pequeño y formas equivocadas de reaccio-
nar en circunstancias donde se hace pertinente mantener la calma.
Otro error en que incurren los padres y los maestros es comparar a
los niños, cuando dicen, por ejemplo, tu hermano o menganito es
más educado que tú, en vez de incentivarlos a que desarrollen un
comportamiento más cortés, ya que así serán bien recibidos en
todas partes o serán tratados igualmente, o sea, de forma cortés.
Las comparaciones van generando también traumas que se
manifestarán en la adultez. Cada niño es diferente a los demás, un
individuo con cualidades, potencialidades y talentos particulares.
Eso hay que tenerlo presente en todo momento.
Una vez que el chamo ya tiene, digamos, una personalidad defi-
nida —esto ocurre como a los seis años—, es capaz no solo de imitar
sino de construir modelos nuevos, es decir, de ser original. Esto lo
hace basándose en sus experiencias y en su aprendizaje personal.
Poco a poco, entre más experiencias tenga el pequeño, y gracias
a la ayuda de los padres, sabrá sacar provecho de todas las viven-
cias y tendrá más control sobre su ambiente. Se dará cuenta enton-
ces de que con su participación puede modificar lo que ocurre en su
entorno. Asimilará que su imagen delante de las otras personas no es
estática sino que está en constante construcción. Y eso es para bien.

94
cuarta parte

La idea no es coaccionar entonces a los chamos imponiéndo-


les un comportamiento rígido, estricto, sino conducirlos para que
desarrollen sus habilidades en un contexto flexible. En ese contexto,
en que el aprendizaje se da por ensayo y error, el ejemplo será la
mejor herramienta para guiarlos, dejándolos actuar con soltura y
espontaneidad y, al mismo tiempo, de forma acertada.

95
5. Un niño abusado...
… es también un adulto abusado. Sabemos que la influencia
de los padres en el niño es grande. He hablado en este espacio de la
importancia del papel de los padres en la adquisición del lenguaje
infantil. En cada etapa o cierre de ciclo, esa influencia es decisiva.
Eso es un ejemplo de cómo ese influjo se convierte en una estimula-
ción positiva. Si, por el contrario, los papás, conscientemente o no,
ejercen un efecto negativo, los daños son irreparables. Una forma de
causar un mal al pequeño para toda la vida es a través del maltrato.
Hay muchas clases de maltrato. Tocaré aquí el f ísico y el emocional.

¿Qué es el maltrato infantil?


Es cualquier acción u omisión relacionada con el cuidado,
la atención y el amor que afecte negativamente la salud f ísica y/o
mental de un niño o una niña. Es también cualquier agresión de tipo
verbal, como un insulto o amenaza, que cause en el pequeño senti-
mientos de frustración, inseguridad, temor, culpa o humillación, o
sea, que le ocasione un daño emocional.
El maltrato se produce cuando la salud f ísica, emocional o la
seguridad del pequeño están en peligro debido a acciones negativas
o negligencia de parte de las personas encargadas de su cuidado.

Maltrato físico y emocional


El maltrato f ísico es aquel que implica el uso de la fuerza f ísica,
que va desde una cachetada, seguida de distintos golpes o empu-
jones, hasta lesiones graves que puedan provocarle la muerte al
infante.

97
Lenguaje infantil

El maltrato emocional generalmente ocasionado por una agre-


sión de tipo verbal es más dif ícil de detectar, quizá porque todavía
nos aterramos de la violencia f ísica (golpes y demás daños corpo-
rales), pero justificamos los ataques verbales, sobre todo cuando
se trata de la supuesta educación del niño, ya que muchos padres
pueden maltratar al chamo y disculpar ese maltrato diciendo que se
trata de disciplina.
El niño no debería recibir una nalgada por haber olvidado arre-
glar su cama. A la hora de que haya cometido una falta considerada
como “grave”, se aconseja aplicar un castigo como hacer algún tra-
bajo para pagar lo que arruinó o extravió, o no dejarle disfrutar su
actividad favorita, pero nunca hacerlo víctima de la violencia f ísica
o verbal. Las nefastas consecuencias no se harán esperar.

Cuando la disciplina se convierte en maltrato


Los papás deberán asegurarse por completo de que su hijo tiene
la capacidad de hacer lo que ellos le están exigiendo. Nunca debe-
rán castigarlo, por ejemplo, por orinarse involuntariamente en la
cama o por no obtener buenas notas en la escuela cuando el chamo,
debido, por ejemplo, a problemas del desarrollo de su lenguaje, no
tiene la capacidad para lograr el éxito escolar esperado.
Las exigencias que son imposibles de cumplir ponen al niño en
un conflicto que no puede resolver, lo cual le produce un daño inevi-
table en su sistema emocional.
Los niños que han sido abusados pueden exhibir una baja
autoestima; incapacidad para confiar o amar a otros; conducta agre-
siva; problemas de disciplina; a veces, comportamiento ilegal, coraje
y rabia; actitud autodestructiva o pensamientos suicidas; pasividad,
esto es, comportamiento retraído o apegamiento; miedo de estable-
cer relaciones o de comenzar actividades nuevas; ansiedad; proble-
mas en la escuela o fracaso escolar; sentimientos de tristeza u otros
síntomas de depresión; visiones de experiencias ya vividas y pesadi-
llas; abuso de drogas y/o de alcohol, o problemas al dormir.

98
cuarta parte

Los padres deben evitar el maltrato tanto f ísico como verbal.


Para no caer en el segundo, que es más sutil, no deberán olvidar
nunca, bajo ninguna circunstancia, que las palabras pueden tener
consecuencias mayores que un golpe o que una herida corpórea
profunda. El dolor del insulto va por dentro, desgarrando el corazón
y ensuciando el alma del afectado, en este caso, del niño.
Los actos que implican conductas que desvalorizan, humillan,
crean miedo y culpa en los niños, ocasionan daños emocionales
severos que, por lo general, no se reflejan hasta la adolescencia, o
aún más tarde, cuando muchos de estos niños maltratados se con-
vierten en padres o esposos abusivos, así como también en hom-
bres y mujeres expuestos a un riesgo mayor de ansiedad, depresión,
abuso de sustancias, enfermedades médicas y problemas en el tra-
bajo. Por ende, un niño abusado es entonces un adulto abusado con
muchísimas dificultades para desenvolverse con éxito a la hora de
establecer relaciones con los demás.

99
6. Padres de hijos adolescentes
Como la personalidad no está definida todavía, la adolescen-
cia es una de las etapas más complejas por las que atraviesa el ser
humano. En ese período, se rechaza lo aprendido en la niñez; se
asume una actitud de rebeldía, en que la crítica y el cuestionamiento
de la realidad van de la mano; y, con frecuencia, se reacciona exage-
radamente.
El comportamiento anteriormente descrito parte de un deseo
del individuo de reafirmarse, de sentirse a salvo de alguna manera,
cuando se atraviesan tantos cambios juntos y no se sabe qué pasará
en un futuro.

Una prueba de fuego para los padres


El asunto de ser adolescente es complicado, pues no hay
esquemas o cánones establecidos ni mucho menos manuales que
se puedan seguir literalmente con observaciones a pie de página
con las claves de cómo guiar a los hijos en las edades que abarca la
adolescencia.
Entonces, aquellos que están conscientes de cuán estresante
puede resultar ser padre de un chamo adolescente dan en el clavo.
Criar a un jovencito en esos años es todo un reto, o, mejor, una
prueba de fuego, para los padres.
La adolescencia es una etapa de encuentros y desencuentros. En
el caso de los primeros, cuando van de los quince a diecinueve años,
los jovencitos se encuentran en una fase en que la independencia se
vuelve clave. De manera tajante, comienza la definición de la perso-
nalidad. En cuanto a los segundos, a veces, la mayoría de las veces,

101
Lenguaje infantil

actúan irracionalmente, ya sea para llamar la atención o para poner


a prueba la capacidad de tolerancia del adulto: ¿cómo reaccionará
con lo que le digo o lo que hago? Si se logra sacar de quicio a los papás,
ellos habrán perdido más que el jovencito.

Salir airosos en el intento


A pesar de lo anterior, uno de los momentos más bonitos en
nuestra vida es la adolescencia. La sinceridad resulta ser la principal
cualidad que se tiene. Debido a esto, siempre es aconsejable que los
adultos se muestren tal como son y evitar someter a los jóvenes a
pruebas o a juicios incesantes. Y sobre todo, conducirlos con mucho
amor porque es cuando este más se necesita, aunque parezca lo
contrario.
En la adolescencia, se es tan sincero que, en ocasiones, no importa
emitir opiniones fuertes, porque decir lo que se piensa es parte de la
consigna. Por ende, el reto se convierte en la principal arma.
Uno de los aspectos que deben entender los padres es que la
adolescencia representa una de las etapas en que los seres humanos
somos más susceptibles a la crítica. La gran parte de los chamos son
víctimas de complejos de inferioridad. Por eso —aunque demues-
tren lo contrario—, tienen la imperiosa necesidad de sentirse cómo-
dos consigo mismos, amados, comprendidos, respetados, valorados
y aceptados.
Por lo anterior, es aconsejable no emitir comentarios a modo de
chanza o, mejor dicho, hacer juegos verbales con ellos. Con mucha
probabilidad, estos juegos podrán ser interpretados como ofensi-
vos: los chamos pensarán que se les está ridiculizando delante de las
demás personas, sin que sea esa la verdadera intención de los papás.
Por lo general, los jóvenes en la adolescencia piensan que si fallan
pierden el amor de sus padres; por consiguiente, hay que demostrar-
les que —aun cuando ellos comentan errores, como todo el mundo lo
hace— se les seguirá amando de la misma forma. En ese proceso en
que se les refuerza la autoestima a los jóvenes, es oportuno hacerles

102
cuarta parte

saber que se espera de ellos que mantengan una actitud responsable


ante la vida, como también incentivarlos a que se esfuercen por desa-
rrollar ese comportamiento comprometido en la edad adulta.

Ser independiente es la meta


La adolescencia es un período en que se está buscando cierta
independencia. Los amigos son muy significativos. Por eso, los
padres deberán conocerlos para descubrir cuáles son las cualidades
de estos y poner interés en esas cualidades.
Ninguno de los momentos cruciales por los que atravesamos
los seres humanos resultan fáciles de conducir para los papás. Sin
embargo, estos deberán tener la información apropiada de todos
esos momentos para sacar de cada uno más provecho. Si consideran
que la situación se les está yendo de las manos, pedir ayudar a un
consejero es lo mejor.
Lo más importante es dejarse conducir por el instinto paterno
que —junto al amor que sientes por tu hijo— será la mejor guía
para encontrar respuestas acertadas cuando se requiere de estas
más que nunca.

103
7. Lenguaje infantil: un largo camino por recorrer
Los niños recorren un largo camino antes de comunicarse acer-
tadamente. Ese proceso empieza desde temprana edad y va pasando
por momentos culminantes, como son los seis años de edad, cuando
ya se pueden desenvolver con relativa soltura en sus conversaciones,
amén de poder narrar y describir situaciones o relatos con muchos
aciertos.
Luego, los chamos siguen su proceso de desarrollo del lenguaje
hasta los doce años. Aunque culminan, después de esa edad con-
tinuarán perfeccionando el lenguaje a lo largo de toda la vida, en
todos sus niveles, mediante el conocimiento de nuevo vocabulario y
con las habilidades que les permitan ser más persuasivos a la hora de
comunicar un mensaje.

Tratando de pronunciar bien


En una etapa anterior al lenguaje, o prelingüística, técnicamente
hablando, antes del primer año de edad, los niños lloran. El llanto
tiene por finalidad garantizar la supervivencia, ya que mediante el
mismo el chamo busca satisfacer las necesidades biológicas, tales
como comer, dormir o expresar si tiene frío o calor.
En definitiva, llorar es una manifestación primaria del bebé para
decir que algo anda mal y lograr, de ese modo, que le presten aten-
ción. Igualmente, y por instinto, la madre reconocerá cuán grave es
la necesidad de su bebé cuando llora.
Luego, comienzan los sonidos de arrullo y risas, hasta aproxi-
madamente los cuatro meses, momento en que los chicos pronun-
cian sonidos en que está la “j”, que es lo que se llama el gorjeo; en

105
Lenguaje infantil

un momento previo, como modo de práctica, antes de la pronun-


ciación de la primera palabra. Una vez que ha llegado al estadio de
repetición de la misma sílaba, que es lo que se conoce como redu-
plicación de los sonidos —por ejemplo, “mamama” por “mamá”—,
muchos papás la confunden con la primera palabra, que, por lo
general, se da entre los nueve meses y el primer año de vida.
Después de la primera palabra, los niños van adquiriendo los
fonemas de acuerdo con la edad, como “lete” por leche; de igual
modo, lo hacen con la gramática: una palabra que equivale a toda
una oración, como “papá” por “papá está ahí”, y de un vocabulario
básico, que identifica una palabra con un sentido, como “grande”,
por tamaño.
Algunos trastornos de la pronunciación de sonidos en edad
infantil antes de los seis años son la sustitución de un sonido
por otro, como “fujar” por “jugar”; omisión de un fonema, como
“pobema” por “problema”; o la anteriorización, que, en cierta forma,
es la sustitución de un sonido por otro, como “coco”, por “toto”,
cuando no puede pronunciar el sonido “k” representado en la com-
binación silábica como “co”.
Los niños a los seis años ya debieron haber adquirido todos
los sonidos del lenguaje, para, así, tener una mediana fluidez en el
momento de comunicarse.

Conociendo y empleando más palabras


Aunque la primera palabra aparece entre los nueve meses y el
año, las palabras iniciales se pronuncian a los catorce meses. A los
dieciocho meses, los chamos adquieren unas cincuenta palabras,
las cuales en su mayoría son sustantivos que se refieren a comida,
animales, objetos que el niño utiliza y partes del cuerpo, en fin, un
vocabulario inmediato al niño.
Asimismo, en un mínimo porcentaje, cuentan algunos ver-
bos, por lo menos antes de los dos años de vida, cuando el niño ya
conoce un número no desestimable de palabras, aunque, a veces,

106
cuarta parte

no las emplea de manera correcta, como la alteración denominada


sobreextensión, cuando dice “ota” por “pelota” a todo lo que es
redondo.
A los cuatro años, el niño es capaz de entender frases u oraciones
complejas, aunque siempre será mayor su comprensión que su pro-
ducción o la capacidad de emitir, de pronunciar con conocimiento
del sentido las palabras, así como también de narrar y de describir
aunque, solo medianamente, de argumentar, dar justificaciones de
algo, porque la argumentación es una de las habilidades más com-
plejas del desarrollo del lenguaje; proceso que tendrá su momento
culminante hacia los nueve años de edad.
A los seis años, el niño habrá adquirido un porcentaje bastante
alto de palabras, pero no será capaz de entender todos los sentidos
de cada una, por ejemplo, asocia “grande” por tamaño, pero no por
grandeza, por lo menos la espiritual, mientras que a los nueve años
sí podrá entender este sentido y utilizarlo con facilidad.

Motivos para preocuparse


Los problemas del lenguaje se detectan cuando los niños a
determinada edad no pronuncian correctamente una palabra, como
a los seis años, cuando ya han debido poder pronunciar cualquier
sonido; o manejan muy poco vocabulario, cuando por el momento
en que están deberían usar una cantidad no desestimable de voces,
por ejemplo, que a los dos años solo empleen menos de cincuenta
palabras.
Algunas manifestaciones para preocuparse podrán ser las
siguientes: cuando a los seis meses un chamo no reaccione cuando
se le llama ni dirija la mirada hacia un ruido, ni tampoco balbucee; o
emita sílabas como ba, ba, ba; a los dieciocho meses no comprenda
frases cortas ni órdenes; a los dos años no sea capaz de utilizar una
palabra que sirva para sustituir una frase, como “pelota” por “toma
la pelota”; a los cinco años no comprenda un relato ni sea capaz de
narrar o de describir.

107
Lenguaje infantil

En general, cuando el chamo muestra desinterés por comu-


nicarse, se aísla o su lenguaje después de los tres años es poco com-
prensible, hay motivos para solicitar ayuda especializada que permita
identificar la clase de trastorno y asistir al niño de manera adecuada
antes de que esa dificultad se convierta en un gran problema.
Los papás deben saber que los chamos en cada edad son capaces
de manifestar avances en su lenguaje hasta los seis años, momento
en que podrán comunicarse con relativo acierto, mientras que a los
doce lo harán como un adulto. Si de acuerdo a la edad, el niño no
muestra un avance que es oportuno para su desarrollo, es bueno
consultar a un especialista que dirá qué hacer o a quién acudir para
superar el trastorno antes que se sea una dificultad mucho mayor.

108
Índice
Presentación……………………………………………………………………………………………………… 9

Nota editorial………………………………………………………………………………………………… 11

Primera parte:
Adquisición del lenguaje infantil…………………………………………………………………… 13

1. ¿Por qué los bebés lloran?………………………………………………………………………… 15


Importancia del llanto…………………………………………………………………………………… 15
¿Cómo reconocer el llanto?…………………………………………………………………………… 15
Las causas más comunes del llanto………………………………………………………………… 16
¿Cómo calmar el llanto del niño?…………………………………………………………………… 17
El sabio instinto materno……………………………………………………………………………… 17

2. Hablando con mi bebé ……………………………………………………………………………… 19

3. El blablablá de los bebés……………………………………………………………………………… 23


Uno, dos y tres………………………………………………………………………………………………… 23
¿Cómo estimular al bebé?……………………………………………………………………………… 24
¿Cuán bueno es estimular al bebé?………………………………………………………………… 25

4. Antes de la primera palabra……………………………………………………………………… 27


Etapas previas a la primera palabra ……………………………………………………………… 28
Estableciendo tres contactos con el bebé en sus primeros meses de vida……… 28
5. Después de la primera palabra …………………………………………………………………… 31
Pasos importantes después de la primera palabra………………………………………… 32

6. De los siete a los doce meses de vida………………………………………………………… 35


¿Por qué los padres deben conocer sobre el desarrollo del lenguaje
de sus hijos?…………………………………………………………………………………………………… 35
El lenguaje de los pequeños de siete a doce meses ………………………………………… 35
Tipos de balbuceos a esta edad……………………………………………………………………… 36
Algunas posibles causas de problemas del desarrollo del lenguaje ……………… 37

7. Entre los dos y tres años de edad……………………………………………………………… 39

8. Trencitos de palabras………………………………………………………………………………… 43
¿Qué clase de palabras dicen los chamos? …………………………………………………… 43
¿Cómo estimular al niño a que hable más? …………………………………………………… 44
Importancia de la etapa escolar……………………………………………………………………… 44

9. Un sol que alumbra nuestro hogar …………………………………………………………… 45

10. Conversando con el consentido del hogar………………………………………………… 49

Segunda parte:
Habilidad de narrar de niños en edad escolar………………………………………………… 53

1. Cuéntame qué te pasó………………………………………………………………………………… 55


Narración vivencial………………………………………………………………………………………… 55
Narración tradicional……………………………………………………………………………………… 56
¿Cómo lograr que el lenguaje de los chamos aumente?………………………………… 57

2. Los niños y sus cuentos……………………………………………………………………………… 59


Narrar las experiencias del día……………………………………………………………………… 59
Narración y lenguaje infantil………………………………………………………………………… 60
Tercera parte:
El proceso de la enseñanza y del aprendizaje de la lectura…………………………… 63

1. La lectura comienza en el hogar………………………………………………………………… 65


Leer comienza desde temprana edad……………………………………………………………… 65
Factores que repercuten en el éxito de la lectura…………………………………………… 65
Lo mejor que le puedo dar a mi hijo: un buen libro……………………………………… 66

2. ¡Qué bueno es leer!……………………………………………………………………………………… 69

3. Leer es como hablar…………………………………………………………………………………… 73


¿Qué es leer?…………………………………………………………………………………………………… 73
¿Cuándo se inicia la lectura?………………………………………………………………………… 73
¿Cuán importante es el ejemplo?…………………………………………………………………… 74
Libros: cajas de sorpresas……………………………………………………………………………… 75
Consejos para motivar a los chamos a leer…………………………………………………… 75

4. Epitafios, palabras y milagros…………………………………………………………………… 77

Cuarta parte:
Problemas del desarrollo del lenguaje que influyen en el aprendizaje
de los niños…………………………………………………………………………………………………… 79

1. Cuando aprender se hace cuesta arriba……………………………………………………… 81


Dificultad a la hora de aprender: causa y remedio………………………………………… 81
Algunos trastornos que alertan del problema………………………………………………… 82
Una alternativa: terapia sistémica………………………………………………………………… 83

2. Cuando les bailan las letras a los chamos…………………………………………………… 85


Un trastorno con una causa poco clara…………………………………………………………… 85
¿Cómo detectar que mi niño es disléxico?……………………………………………………… 85
Secuelas de la dislexia…………………………………………………………………………………… 86
¿Se puede superar la dislexia?……………………………………………………………………… 86
¿Cómo actuar?………………………………………………………………………………………………… 87
3. Cuando falla el lenguaje……………………………………………………………………………… 89
Alteración en la comprensión del lenguaje…………………………………………………… 89
Habla reiterativa…………………………………………………………………………………………… 90
Parámetros para diagnosticar la afasia………………………………………………………… 90
¿Qué hacer con un chamo afásico?………………………………………………………………… 91

4. Actitudes negativas delante de los niños…………………………………………………… 93

5. Un niño abusado...……………………………………………………………………………………… 97
¿Qué es el maltrato infantil?………………………………………………………………………… 97
Maltrato físico y emocional …………………………………………………………………………… 97
Cuando la disciplina se convierte en maltrato……………………………………………… 98

6. Padres de hijos adolescentes …………………………………………………………………… 101


Una prueba de fuego para los padres…………………………………………………………… 101
Salir airosos en el intento …………………………………………………………………………… 102
Ser independiente es la meta……………………………………………………………………… 103

7. Lenguaje infantil: un largo camino por recorrer…………………………………… 105


Tratando de pronunciar bien……………………………………………………………………… 105
Conociendo y empleando más palabras……………………………………………………… 106
Motivos para preocuparse…………………………………………………………………………… 107
Edición digital
noviembre de 2017
Caracas, Venezuela

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