Módulo 4

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Autonomía de

la voluntad. El
negocio jurídico y
la representación
PID_00260890

Francisco Capilla Roncero


Manuel Rivera Fernández

Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 6 horas


© FUOC • PID_00260890 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Francisco Capilla Roncero Manuel Rivera Fernández

Catedrático de Derecho civil en la Catedrático de Derecho civil en la


Universidad de Sevilla. Universidad de Sevilla.

Quinta edición: febrero 2019


© Francisco Capilla Roncero, Manuel Rivera Fernández
Todos los derechos reservados
© de esta edición, FUOC, 2019
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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 6

1. La autonomía privada. El negocio jurídico................................ 7


1.1. La autonomía privada ................................................................. 7
1.1.1. La conformación de las relaciones jurídicas .................. 7
1.1.2. Libertad de generación y de configuración de
relaciones jurídicas ........................................................ 10
1.1.3. Ámbito de la autonomía privada .................................. 13
1.1.4. Paradigmas de la autonomía privada: el contrato y el
testamento ..................................................................... 16
1.1.5. Contenido de la autonomía privada. Límites ................ 20
1.2. El negocio jurídico. Concepto y clases ....................................... 25
1.2.1. Concepto ........................................................................ 25
1.2.2. Clases de negocios jurídicos .......................................... 27
1.3. El negocio jurídico: estructura .................................................... 29
1.3.1. Sujeto ............................................................................. 29
1.3.2. La voluntad .................................................................... 31
1.3.3. Forma de la declaración de voluntad ............................ 32
1.3.4. Cauces de la declaración de voluntad ........................... 34
1.3.5. Contenido y objeto ....................................................... 35
1.3.6. Causa .............................................................................. 36
1.4. El negocio jurídico: vicios ........................................................... 38
1.4.1. Vicios de la voluntad y de la declaración ...................... 38
1.4.2. Vicios del objeto ............................................................ 41
1.4.3. Vicios de la causa .......................................................... 42
1.5. El negocio jurídico: eficacia ........................................................ 43
1.5.1. La condición .................................................................. 44
1.5.2. El término ...................................................................... 48
1.6. El negocio jurídico: ineficacia ..................................................... 48
1.6.1. Invalidez ......................................................................... 48
1.6.2. Nulidad .......................................................................... 49
1.6.3. Anulabilidad ................................................................... 51
1.6.4. Rescisión ......................................................................... 52

2. La representación............................................................................... 54
2.1. Concepto de representación ....................................................... 54
2.2. Clases de representación ............................................................. 54
2.3. La representación voluntaria ...................................................... 55
2.3.1. El apoderamiento ........................................................... 55
© FUOC • PID_00260890 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

2.3.2. El poder .......................................................................... 56


2.3.3. Las formas de actuación del representante ................... 57
2.3.4. La voluntad del representante y representado .............. 58
2.3.5. El ejercicio del poder de representación. La
sustitución del representante ........................................ 58
2.3.6. El representante sin poder ............................................. 60
2.3.7. La ratificación ................................................................ 60
2.3.8. Causas de la extinción del poder .................................. 61
2.3.9. El poder irrevocable ....................................................... 62
2.3.10. La representación indirecta ........................................... 62
2.4. La representación legal ............................................................... 63

Resumen....................................................................................................... 64

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 65

Solucionario................................................................................................ 67

Glosario........................................................................................................ 70

Bibliografía................................................................................................. 72
© FUOC • PID_00260890 5 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Introducción

Este módulo se centra en el análisis de los conceptos que integran dos impor-
tantes áreas de estudio: la autonomía�de�la�voluntad y el negocio�jurídico
y la representación.

Las personas pueden crear, al amparo de la autonomía�privada, ciertas reglas


a las que el ordenamiento jurídico dota de eficacia vinculante y, por tanto, de
fuerza coercitiva. En relación con las consecuencias jurídicas que esto origina,
podemos distinguir entre hechos, actos y negocios�jurídicos. Estudiaremos el
contenido y límites de la autonomía privada y, como paradigma de la misma,
se hará especial referencia al contrato y al testamento. Por lo que al negocio
jurídico se refiere delimitaremos su concepto, clases y estructura, y también
analizaremos sus posibles vicios, su eficacia (que puede quedar sometida a
condición o a término), y su ineficacia por invalidez (y en relación con ella
se expondrán los regímenes jurídicos de nulidad y anulabilidad) o rescisión.

Mediante la representación, una persona gestiona los asuntos de otra frente a


terceros, a partir de lo cual se crearán consecuencias jurídicas en el patrimonio
del representado. Repasaremos las distintas clases de representación y concre-
tamente, dentro de la representación voluntaria, se analizarán: las figuras del
apoderamiento y el poder; las formas de actuación del representante; los po-
sibles vicios que puede presentar la voluntad del negocio representativo y la
buena o mala fe de la actuación del representante y representado; el concepto
de ratificación; las causas de extinción del poder; y la representación indirecta.
© FUOC • PID_00260890 6 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Objetivos

Los objetivos específicos de este módulo didáctico son los siguientes:

1. Explicar el concepto de autonomía privada y sus límites.

2. Distinguir entre hechos, actos y negocios jurídicos.

3. Identificar específicamente dos de los instrumentos jurídicos de la auto-


nomía privada: el contrato y el testamento.

4. Describir la estructura y clases del negocio jurídico.

5. Conocer los posibles vicios que pueden afectar al negocio jurídico.

6. Señalar los elementos que pueden condicionar la eficacia del negocio ju-
rídico.

7. Establecer qué causas pueden originar la ineficacia del negocio jurídico y


analizar los regímenes jurídicos de la nulidad y la anulabilidad.

8. Conocer el concepto y clases de representación, y las formas de actuación


del representante.

9. Analizar las figuras del apoderamiento y del poder.

10. Identificar los posibles vicios que pueden afectar al negocio representati-
vo.

11. Conocer el concepto de ratificación.

12. Definir la representación indirecta.


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1. La autonomía privada. El negocio jurídico

1.1. La autonomía privada

1.1.1. La conformación de las relaciones jurídicas

La relación jurídica está sometida al Derecho en cuanto a su origen, desarrollo,


contenido, efectos y extinción. Surge como relación jurídica cuando concu-
rren las circunstancias o se cumplen los requisitos establecidos por el Derecho.
Genera y comprende los derechos subjetivos, potestades, facultades, deberes
u obligaciones previstos por el Derecho. Sus consecuencias (atribución de un
derecho, transmisión de una cosa, prohibición de una conducta, reparación
de un daño, etc.) están previstas igualmente por el Derecho, como sucede para
su extinción.

Así pues, las personas quedan incursas en las relaciones y situaciones jurídi-
cas cuando concurren los requisitos previstos por las normas. Estos requisitos
constituyen el supuesto de hecho de la norma que regula el nacimiento de
aquella relación o situación jurídica. Y tal supuesto de hecho puede consistir
en los eventos más variados: eventos materialmente considerados con inde-
pendencia del comportamiento de los sujetos implicados, en comportamien-
tos humanos valorados como tales, etc.

Por otro lado, las reglas aplicables a la situación o relación jurídica de que se
trate pueden estar íntegra, exhaustiva e imperativamente establecidas por el
ordenamiento jurídico. Sin embargo, también es posible que el ordenamiento
no agote su regulación, o que la que establezca sea total o parcialmente dispo-
sitiva, confiando a los sujetos implicados un margen de libertad para acomo-
dar las consecuencias de su situación a sus deseos.

Las situaciones y relaciones jurídicas también se extinguen conforme a lo pre-


visto en las normas. Es perfectamente posible que la causa de extinción sea
precisamente el comportamiento humano valorado como tal.

Comportamiento humano

Cuando hablamos de comportamiento humano valorado como tal, estamos haciendo


referencia a cómo el evento, fuente de consecuencias jurídicas, puede incorporar el pro-
ceder de personas que gozan de libertad, más o menos amplia, al realizar la conducta
de la forma en que la observan, con lo cual se valora, en consecuencia, el margen de
entendimiento, libertad y conciencia con que esas personas hayan procedido.
© FUOC • PID_00260890 8 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

En suma, siendo las personas las protagonistas de las relaciones jurídicas y


ostentando la persona el atributo de la libertad, lo que se plantea es en qué
medida y cómo la libertad personal es ponderada y respetada por el ordena-
miento jurídico a la hora del nacimiento, conformación, efectos y extinción
de las relaciones y situaciones jurídicas.

Ya hemos tenido ocasión de conocer instituciones jurídicas que plantean el


problema de la tensión entre la eficacia ordenadora del Derecho y la libertad
personal. Así, por ejemplo, la figura del derecho subjetivo es básicamente un
ámbito de libertad, exención o prerrogativa del que goza la persona para actuar
conforme a sus propios intereses, asumiendo una posición de poder respalda-
do jurídicamente, aunque dentro de los límites establecidos por el Derecho.
No obstante, el tratamiento de la tensión libertad-ordenación no se agota con
el cauce de los derechos subjetivos, puesto que esa tensión también se plantea
desde el punto de vista del establecimiento de reglas vinculantes jurídicamen-
te. En este aspecto adquiere relevancia la llamada autonomía privada.

La autonomía privada consiste en el "principio de autoconfiguración de


las relaciones jurídicas por los particulares conforme a su voluntad" (Flu-
me, 1998, pág. 23).

De esta enunciación merecen ser destacados sus extremos, algunos explícitos


y otros no:

• Autonomía es sinónimo de autonormación, autorregulación o, más en ge-


neral, autodeterminación. Conecta, como resulta evidente, con la noción
más elemental de libertad personal, que, como atributo inherente a la dig-
nidad, derechos inviolables inherentes y libre desarrollo de la personali-
dad, se eleva a principio capital de todo el sistema jurídico (art. 10 de la
CE).

• La libertad implícita en la autonomía es libertad frente o respecto al efecto


regulador del ordenamiento. Significa poder excluir la aplicación de las
normas jurídicas, pero no se agota en esa eficacia negativa, sino que la au-
torregulación exige una regulación propia sustitutiva de la que resultaría
del ordenamiento. Se evidencia que la autonomía es normación o regula-
ción empleando el término nomía, derivado de nomos, esto es, norma.

• La libertad se predica de las personas consideradas como particulares o


como privados (de ahí que se hable de autonomía privada); luego el poder
de reglamentar que tienen quienes detentan un cargo público no tiene
nada que ver con la autonomía privada.
© FUOC • PID_00260890 9 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

• La reglamentación creada por los privados se proyecta sobre sus creadores,


que son quienes deberán ajustar su conducta futura a las reglas que ellos
mismos han creado. Por este motivo, se emplea el prefijo auto, esto es, ‘a
uno mismo'. Entre particulares, iguales entre sí, no se admite que la deci-
sión de uno sea impuesta a otros; por ende, el destinatario o destinatarios
de la regla autónoma tienen que haberla creado o haberse sometido a ella
libremente.

Ejemplo de jerarquía y sujeción

Entre particulares puede haber situaciones de jerarquía y sujeción, pero entonces no es-
tamos dentro de la autonomía privada, sino en otro ámbito. Por ejemplo, los padres ti-
tulares de la patria potestad deben ser obedecidos por los hijos sometidos a ella (art. 155
del CC), pero las normas impuestas por los padres no constituyen actos de autonomía,
sino de heteronomía desde la posición de los hijos. Asimismo, el poder reglamentario
del empleador no es ejercicio de autonomía privada. En efecto, el fundamento de la efi-
cacia vinculante de esas reglas no es la libre voluntad, sino la titularidad de la empresa
o de la potestad de los padres.

• Las reglas creadas al amparo de la autonomía privada son jurídicamente


relevantes. Su relevancia consiste en que el ordenamiento las dota de efi-
cacia vinculante, poniendo a disposición de los privados la fuerza coerci-
tiva caracterizadora del Derecho para que esa eficacia vinculante lo sea en
sentido jurídico.

• La libertad personal es el fundamento de la autonomía privada. Su crea-


ción es la decisión de los privados, y la sumisión a ella es la libre decisión
de su destinatario. Dicho en otras palabras, las reglas vinculantes son crea-
das por los privados mediante su libre decisión, esto es, mediante su vo-
luntad. Así pues, la libre voluntad del privado es la fuente básica de las
reglas en que se plasma la autonomía privada y su eficacia vinculante.

• Las reglas creadas por los particulares son reconocidas como reglas vincu-
lantes por el ordenamiento jurídico en cuanto son queridas por los intere-
sados; y pueden ser queridas dentro del margen de libertad, no ilimitada,
que el ordenamiento enmarca.

• El campo de juego de la autonomía privada, en consecuencia, es el mismo


que el de la libertad de la persona (el cual hemos identificado como el
ámbito de exención o prerrogativa en que consisten los derechos subjeti-
vos). En realidad, la autonomía o autorregulación es un modo de ejercer
la libertad, que se caracteriza porque la restringe para el futuro mediante
la creación del cauce de regulación al que va a ser sometida en lo sucesivo.

• El ámbito de la autonomía privada es más restringido que el de los dere-


chos subjetivos, dado que su ejercicio supone una autorrestricción de la
libertad del sujeto que no siempre es posible. Por ello, el ejercicio de la au-
© FUOC • PID_00260890 10 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

tonomía privada requiere disponibilidad de la propia libertad en el grado


suficiente como para poderla someter a reglas de limitación creadas por el
propio sujeto para el futuro.

• Las reglas autovinculantes sólo tienen sentido cuando atribuyen faculta-


des o imponen deberes al sometido a ellas respecto de otra u otras perso-
nas. No tiene sentido considerar vinculante el modo en que un titular de
un derecho decide que va a ejercitar su poder, si tal decisión es irrelevante
para terceros. En estos casos, se entiende que el titular del poder regulador
no está vinculado y, por ende, puede variar de criterio cuantas veces quie-
ra. La nota de la alteridad ha de estar presente para que adquiera relevan-
cia jurídica la regla creada por un particular. De ahí deriva que la autono-
mía privada permita configurar las reglas que determinan qué efectos se
producen en las relaciones jurídicas.

Se comprende bajo la autonomía privada el ejercicio de la libertad de


autodeterminación de los particulares, por virtud del cual están inves-
tidos del poder de crear reglas jurídicas voluntarias y vinculantes en el
ámbito respecto del cual gozan de libertad de decisión.

1.1.2. Libertad de generación y de configuración de relaciones


jurídicas

Podemos enfocar la autonomía privada desde el punto de vista del ordena-


miento jurídico. En este sentido, las normas jurídicas contemplan que si suce-
de un determinado evento (supuesto�de�hecho) se generarán unos determi-
nados efectos (consecuencia�jurídica). La autonomía privada consiste preci-
samente en la posibilidad de que los particulares determinen, con mayor o
menor amplitud, las consecuencias jurídicas mediante su decisión voluntaria.

En este sentido, la voluntad del particular es el supuesto de hecho del que


se deriva la consecuencia jurídica decidida por esa misma voluntad. Así, es
la decisión del particular la que crea la situación jurídica que se somete a las
reglas creadas por el propio sujeto. O, como mínimo, se toma la decisión de
que, tras haberse producido determinado evento, sus consecuencias jurídicas
sean las determinadas por el particular.

Esto que acabamos de decir guarda relación con una clasificación tradicional
que distingue entre hechos, actos y negocios�jurídicos. Esta clasificación to-
ma como punto de partida la ponderación que le merece la voluntad humana
al Derecho, de manera que cuando sucede un evento en cuya realización y
conformación interviene o no la voluntad humana, el Derecho puede ponde-
rar la presencia de ese elemento de diferente forma o grado.
© FUOC • PID_00260890 11 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Partimos de que cualquier evento o hecho puede ser productor de consecuen-


cias jurídicas, si así está contemplado por el ordenamiento. En este sentido, la
palabra hecho se identifica en la expresión habitualmente aplicada desde el
punto de vista de la estructura de la norma: supuesto de hecho. De manera
que, y en este sentido, hecho será cualquier evento productor de efectos o con-
secuencias jurídicas. De forma común, en este caso se habla de hecho�jurídico
en�sentido�amplio.

Ahora bien, dentro de esa categoría en sentido amplio se aíslan y distinguen


eventos en los que no interviene la conducta humana y eventos en los que sí.

Para ser más concretos, cabe distinguir los eventos, en cuya realización no Transcurso del tiempo
interviene la voluntad humana en absoluto o, si interviene, su presencia no
El transcurso del tiempo pro-
es tenida en cuenta. duce consecuencias jurídicas:
al cumplir los 18 años se al-
canza la mayoría de edad, por
Si, por el contrario, se trata de un acontecer en el que puede intervenir la ejemplo.

voluntad humana, ésta no es valorada por el Derecho. Por ejemplo, la muerte


de una persona produce siempre, como consecuencia jurídica, la apertura de
su sucesión, independientemente de que la muerte haya sido accidental, por
suicidio, asesinato, etc.

Ciertamente, el Derecho tiene en cuenta cómo se ha producido la muerte y


si ésta es o no, la consecuencia de la conducta de alguien, pero no lo tiene
en cuenta a la hora de establecer que la muerte de una persona determina la
apertura de la sucesión. Luego, desde ese punto de vista, se considera sólo el
hecho de la muerte como tal, sin perjuicio de que a otros efectos sí se valore
el ingrediente del comportamiento voluntario de algún sujeto. Los eventos
considerados de este modo suelen identificarse con el nombre de hechos�ju-
rídicos�en�sentido�estricto.

Por otro lado, en contraposición a los anteriores, el Derecho pondera la pre-


sencia de una conducta humana en el evento generador de las consecuencias
jurídicas. Si se pondera el carácter humano de la conducta, esto quiere decir
que se está teniendo en cuenta la presencia de un ser que opera a instancias de
su razón y voluntad en el ejercicio de su libertad. Tales eventos, consistentes
en comportamientos humanos tomados en consideración como tales, forman
la categoría de los actos�jurídicos�en�sentido�amplio, categoría que se con-
trapone exactamente a la anterior (hechos jurídicos en sentido estricto).

Intencionalidad

A la hora de determinar la sanción que merece quien lesiona la vida o integridad física
de otro, el Derecho pondera la intencionalidad del causante de la lesión, sancionando
con mayor dureza a quien actúa con deliberado propósito de herir o matar que a quien
causa esa muerte o lesión por descuido. El evento que se tiene en cuenta es la conducta
humana del causante de la muerte o lesión, valorando especialmente su voluntariedad.
© FUOC • PID_00260890 12 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Esa categoría es muy amplia, por lo que para llevar a cabo su tratamiento se
ha subdistinguido en función de si la voluntad es ponderada sólo como ingre-
diente del evento productor de las consecuencias jurídicas predispuestas por
el Derecho, o si la voluntad del sujeto es también ponderada a la hora de de-
terminar las consecuencias jurídicas, de suerte que el efecto producido por la
conducta humana es, en mayor o menor grado, el querido por su autor.

Sobre la base de esto, se distingue una categoría de actos�en�sentido�estricto,


que serían aquellos cuyo ingrediente principal es la voluntad humana, pero
cuyos efectos son fijados por el ordenamiento independientemente del querer
del sujeto. La sanción por la comisión de un delito de lesiones o de homicidio
es, en principio, indiferente con respecto a si al delincuente quiere o no ser
sancionado. Así pues, la existencia o la medida de la sanción no se determi-
nan conforme a la voluntad del autor; el delincuente no puede determinar las
consecuencias jurídicas de su delito.

Ahora bien, la gama de conductas humanas, consideradas como tales, capaces


de generar efectos jurídicos es inmensa. Una parte de ellas puede reconducir-
se a la noción de actos�de�voluntad o declaraciones�de�voluntad. Estamos
en presencia de una declaración de voluntad cuando el evento jurídicamen-
te relevante es la voluntad exteriorizada por uno o varios sujetos. En sentido
propio, se trata de la emisión de palabras (por vía oral o escrita) o la adopción
de conductas inequívocas que exteriorizan una determinada voluntad de su
autor. Tal declaración de voluntad incorpora la decisión de su autor de asumir
unos compromisos o generar unas consecuencias previstas por él. En suma,
el comportamiento voluntario del sujeto actuante se encamina precisamente
a determinar, en mayor o menor medida, las consecuencias jurídicas que se
producirán cuando así esté previsto, con la amplitud y efectos prefigurados
voluntariamente por ese particular. En este último caso hablamos de negocios
jurídicos, negocios que se caracterizan por ser declaraciones de voluntad en-
caminadas a la creación y configuración de reglas jurídicas.

En general, el margen dentro del cual la voluntad privada puede crear reglas Voluntad del adoptante
jurídicas no es ilimitado. Esto plantea problemas de clasificación, pues existen
La voluntad del adoptante es,
declaraciones de voluntad, cuya intención es crear una relación jurídica con entre muchos otros, requisito
un contenido que viene establecido casi por completo e inderogablemente por indispensable para la adopción
(art. 177.1 del CC), pero los
el Derecho. efectos de la adopción no son
determinados por esa volun-
tad, sino por la ley.
En otras ocasiones, del conjunto de efectos que produce una declaración de
voluntad, la parte más inmediata y sustancial es sustraída de la decisión de
los sujetos interesados, aunque pueden determinar una parte de los efectos
mediante una declaración adicional.

Matrimonio

El matrimonio es esencialmente un acto de voluntad de los contrayentes manifestado


con unas ciertas formalidades. Los efectos personales del matrimonio son fijados por la
ley (arts. 66 a 71 del CC) y no por el acuerdo entre los contrayentes; pero los efectos
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patrimoniales sí pueden ser fijados por los contrayentes mediante el otorgamiento de las
capitulaciones matrimoniales oportunas (arts. 1325 y siguientes del CC).

1.1.3. Ámbito de la autonomía privada

El poder de autorreglamentación, como ya hemos indicado antes, está ceñido


al ámbito de prerrogativa en el que los particulares pueden adoptar decisiones
libres. Este ámbito es el de los derechos subjetivos, pero no coincide exacta-
mente con sus asignaciones, pues no son infrecuentes los derechos subjetivos
cuyo contenido y reglamentación están determinados minuciosa e inderoga-
blemente por las normas jurídicas. Por consiguiente, la autonomía privada só-
lo puede operar respecto de los derechos subjetivos y relaciones jurídicas, cuyo
contenido es disponible.

Y esto es así porque la autonomía privada implica la creación de reglas que


limitan o restringen la libertad, en especial para el futuro. El Derecho, en algu-
nas ocasiones, atribuye o reconoce derechos subjetivos, pero no permite que
se limite o renuncie por anticipado a la libertad de ejercerlos actualmente con
la mayor amplitud (y si existe se tiene por no puesta).

Autonomía privada

El artículo 2.º apartado 2 de la Ley Orgánica de Protección del Honor, Intimidad e Imagen
prevé el caso de que una persona haya dado su consentimiento para que un tercero reali-
ce un acto de intromisión en esos derechos, determinando que entonces no se conside-
rará que se ha producido intromisión ilegítima. Pues bien, esto significa reconocer una
cierta disponibilidad sobre esos derechos de la personalidad. Sin embargo, el sujeto que
consiente no está vinculado por su autorización previa, y estará habilitado expresamente
para revocar con libertad (aunque indemnizando los daños y perjuicios causados) el con-
sentimiento previamente dado, según dispone el apartado 3 del mismo precepto. De ahí
se desprende que el contrato celebrado entre un personaje y un medio de comunicación,
en virtud del cual el primero se compromete a autorizar la difusión de hechos íntimos
o imágenes, no impide que pueda arrepentirse más tarde y denegar la autorización para
que se publiquen las fotografías o se difundan hechos atinentes a su intimidad. La auto-
rreglamentación establecida no es, en ese sentido, vinculante para el titular del derecho
a la intimidad o imagen, por lo que prevalecerá su libertad de cambiar de opinión acerca
de los compromisos que haya podido asumir. No es infrecuente que sea así en lo que
concierne a los derechos de la personalidad.

El ámbito en el que opera la autonomía privada más propiamente es el de


los derechos patrimoniales, en los que el margen de disponibilidad es mucho
mayor. Estos derechos se articulan al servicio de intereses económicos de sus
titulares y el Derecho parte de que tales titulares deben ser quienes decidan
acerca del mejor modo de ejercitarlos. En el ejercicio de esa libertad de deci-
© FUOC • PID_00260890 14 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

sión, el titular del interés patrimonial puede crear reglas que lo limiten para
lo sucesivo y que sean jurídicamente vinculantes. Se admite, pues, una amplia
gama de posibilidades de autorregulación de los intereses patrimoniales de los
particulares.

La admisión o reconocimiento de un amplio margen de libertad de au-


torregulación de los intereses patrimoniales privados a los propios in-
teresados constituye uno de los pilares básicos de la organización social
y económica.

La respuesta a la cuestión de quién tiene la posibilidad de decidir acerca de las


libertades económicas es uno de los factores conformadores del sistema eco-
nómico y, por ende, del sistema social. Por este motivo, tiene sentido plantear-
se en qué medida goza de superprotección jurídica el respeto de ese margen
de libertad individual o privada; es decir, si existe reconocimiento y garantía
constitucional�de�la�autonomía�privada en nuestro sistema jurídico.

No hay ningún precepto constitucional que aborde la cuestión de manera ex-


plícita y directa. Sin embargo, hay acuerdo general en que la libertad de confi-
guración y autorregulación de los intereses patrimoniales es un presupuesto o
consecuencia necesaria de algunos de los derechos y libertades que sí gozan de
reconocimiento constitucional explícito. Así, el reconocimiento de la propie-
dad privada, en el artículo 33 de la CE, no se agota en el problema de la atribu-
ción de la riqueza a los particulares, sino que se extiende al reconocimiento de
que los particulares tienen un elevado grado de libertad a la hora de ejercer el
control sobre la riqueza. De ahí que sea consecuencia de la propiedad privada
el reconocimiento de la libertad de autorregulación de sus intereses por parte
del propietario, que constituiría parte de su contenido esencial garantizado
por el texto constitucional (art. 53.1 de la CE).

Todavía más claro, el reconocimiento de la libertad de empresa en el marco de


la economía de mercado (art. 38 de la CE) presupone necesariamente la deno-
minada libertad de contratación, en cuyo seno se comprenden varias liberta-
des básicas, entre ellas la libertad de configuración del contenido de los contra-
tos (esto es, la libertad para que los particulares contratantes pacten mediante
sus voluntades recíprocas las reglas aplicables en el intercambio de bienes o
servicios que constituye el objeto de su contrato). El mercado es el ámbito de
los intercambios libres, por lo que la constitucionalización de la economía de
mercado alcanza la libertad de intercambio, la cual, a su vez, comprende la
libertad de contratación. También se extiende a esta libertad la garantía del
artículo 53.1 de la CE.

De este modo, podemos afirmar que la autonomía privada en el ámbito pa-


trimonial goza de reconocimiento constitucional. Y esto no significa que la
Constitución señale con precisión la magnitud con que opera ese reconoci-
© FUOC • PID_00260890 15 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

miento, pues, a la par que se reconoce a los particulares la libertad de empresa


y la economía de mercado, la propia Constitución también atribuye a los po-
deres públicos el poder de iniciativa económica. Dicho poder puede ejercerse
bien en régimen de mercado, bien mediante reserva a los poderes públicos
de ciertos "recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopo-
lio" (art. 128.2 de la CE). La misma norma prevé que los poderes públicos pue-
den acordar la intervención de empresas cuando así lo exija el interés general.

Iniciativa privada

Dentro del ámbito en el que se reconoce el juego de la iniciativa privada de los particu-
lares, la libertad de decisión y autorregulación puede ser restringida, lo cual se produce
mediante la planificación a la que se alude expresamente como límite en el texto cons-
titucional (arts. 38 y 131 de la CE).

También son reflejo del reconocimiento constitucional de la autonomía pri-


vada algunas menciones expresas a determinados actos de autorregulación de
sus intereses por parte de los particulares (por ejemplo, el derecho de asocia-
ción, del artículo 22, o el derecho de fundación, del 34).

Fuera del ámbito patrimonial el juego de la autonomía privada es menos pre-


ciso y más contingente.

Así, por ejemplo había ámbitos en los que la autonomía privada tenía tradi-
cionalmente un papel muy secundario, como el caso del Derecho de familia:
los derechos y deberes entre los miembros del grupo familiar estaban rígida-
mente regulados por la ley, la cual dejaba poquísimo margen para el poder de
autorregulación; incluso, en la medida en que se reconocía (curiosamente, el
de las relaciones patrimoniales entre cónyuges mediante el otorgamiento de
capitulaciones matrimoniales), se imponían importantes cortapisas (inmodi-
ficabilidad del régimen económico del matrimonio durante su subsistencia y
consiguiente inmutabilidad de las capitulaciones que debían de ser previas al
matrimonio).

Sin embargo, y debido a múltiples y complejas razones cuyo estudio excede


estas páginas, se ha producido una clara ampliación del juego de la libertad de
autoconfiguración y autorregulación en el seno de las relaciones familiares:

• Han desaparecido las antiguas trabas temporales al otorgamiento de capi-


tulaciones.

• Se reconoce la posibilidad de alcanzar acuerdos en el plano de las relacio-


nes personales, aunque con control externo (convenios reguladores de las
situaciones de crisis matrimonial).

• Se dota de ciertos efectos (por ende, de reconocimiento) a los meros pactos


reguladores de la convivencia interconyugal.
© FUOC • PID_00260890 16 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Se aprecia una acusada tendencia a la privatización de las relaciones persona- STC 93/2013
les en este sentido, tendencia que llega acompañada de una crisis de la tradi-
La STC 93/2013, de 23 de
cional institucionalización (con el consiguiente control social) de los grupos abril de 2013, en relación con
familiares. la Ley Foral 6/2000, de 3 de
julio, para la igualdad jurídica
de las parejas estables, estable-
ce que “este respeto a la auto-
En este sentido, se avanza en el reconocimiento de un mayor grado de libertad nomía privada de quienes han
decidido conformar una unión
en la propia configuración y constitución de las relaciones de convivencia, de hecho se traduce en el re-
que, como es lógico, tienen el reflejo normativo oportuno. Tal es el caso de conocimiento de que, en aras
a su libertad individual, pue-
las normas reguladoras de las llamadas parejas de hecho aparecidas en varias den desarrollar sus relaciones
―antes, durante y al extinguir-
comunidades autónomas que, con el paso del tiempo y de forma imparable, se esa unión― conforme a los
se acabarán generalizando. Aunque, paradójicamente, la propia existencia de pactos que consideren oportu-
nos, sin más limites que los im-
normas reguladoras de tales parejas implica, no sólo dotar de reconocimiento puestos por la moral y el orden
público constitucional; y esta
jurídico explícito a estas situaciones, sino también sustraerlas parcialmente libertad debe ser respetada por
el ordenamiento jurídico en
del ámbito meramente privado, institucionalizándolas y, como consecuencia, todo caso, salvo que su ejerci-
generando restricciones a la libertad individual de sus componentes. cio concreto pudiera entrar en
conflicto con valores constitu-
cionales superiores que justifi-
caran su constricción”.
Con todo, dado que el ámbito más característico de la autonomía privada es
el de los intereses patrimoniales, no es de extrañar que el reconocimiento más
explícito de la misma se contenga precisamente entre las normas reguladoras
de los contratos. El precepto general básico de reconocimiento de la autono-
mía privada en el Derecho español es el artículo 1255 del CC, que establece el
reconocimiento de la libertad de pacto entre contratantes: "Los contratantes
pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conve-
niente [...]".

1.1.4. Paradigmas de la autonomía privada: el contrato y el


testamento

Si lo que hemos visto hasta ahora es cierto, no es de extrañar que los instru-
mentos jurídicos mediante los cuales se encauza el juego de la autonomía pri-
vada estén especialmente diseñados para operar en el seno de los intereses pa-
trimoniales. Hay dos instrumentos principales que están legalmente diseña-
dos para ese fin: el contrato y el testamento.

El contrato es un acuerdo de voluntades mediante el que se generan


obligaciones y derechos de crédito entre los contratantes (art. 1089 del
CC) como mecanismo de cooperación entre ellos, cuyo objetivo consis-
te en el intercambio de bienes y servicios.

Su inserción en el tráfico de los bienes resulta a tenor del artículo 609 del CC,
en el que se regulan los medios de adquisición y transmisión de la propiedad
y los demás derechos reales. Entre los mencionados medios hallamos los con-
tratos acompañados de la tradición o entrega de los bienes. Para transmitir
la propiedad de una cosa, el sistema español requiere, entre otras posibilida-
des, la mediación de un contrato suficiente y adecuado (por ejemplo, la com-
© FUOC • PID_00260890 17 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

praventa) y que la cosa sea entregada. Una vez cumplidos ambos requisitos,
la propiedad de la cosa vendida pasa de manos del comprador a manos del
vendedor.

Los contratos también son el medio de cooperación patrimonial mediante la


cesión del uso de bienes. Así, por ejemplo, por medio del contrato de arren-
damiento de cosas, el arrendador facilita al arrendatario el uso y goce de una
cosa a cambio de una remuneración; o bien mediante el comodato se cede
el uso gratuito de una cosa a otra persona; o también existe la posibilidad de
convenir la entrega de una cosa para que sea objeto de custodia mediante el
depósito, etc.

También tenemos los servicios: actividad que un sujeto se compromete a desa-


rrollar de conformidad o por encargo de otro. Así pues, se acuerda que un
sujeto fabrique una cosa para otra persona (contrato de obra) o que desarro-
lle una determinada actividad (contrato de servicios) a cambio de remunera-
ción; también puede asumir la gestión de los intereses de una persona que así
lo encomienda (mandato) o prestar garantías de que un determinado deudor
cumplirá las obligaciones que le incumben o, si no es así, cumplirá el garante
(fianza), etc.

El Derecho ha ido tipificando las relaciones de cooperación patrimonial más


habituales y básicas, para lo cual ha creado una regulación de los diferentes
contratos típicos. La mencionada regulación contiene los requisitos necesarios
para que se establezcan vínculos jurídicos entre los contratantes y la previsión
del desarrollo normal de sus relaciones contractuales. No obstante, una buena
parte de las normas reguladoras de los contratos son de carácter dispositivo,
precisamente porque se parte de la base de que las reglas establecidas de ma-
nera convencional por los propios interesados deben gozar de preeminencia.
De modo que se respeta la autonomía privada y a la vez se dispensa regulación
legal supletoria, regulación que, por otra parte, viene a cubrir los huecos de
regulación que dejen los particulares.

Asimismo, el Código civil contiene unas reglas generales aplicables a todos o la


mayor parte de los contratos en los artículos 1254 a 1314. Tales normas son el
fruto de una labor de abstracción y generalización que permite un importante
ahorro normativo. Los problemas comunes de la mayor parte de los contratos
quedan regulados en esas normas, sin perjuicio de la existencia de reglas sin-
gulares o adaptaciones de las generales en la regulación legal de los diferentes
contratos en particular. Además, estas reglas también son aptas para regular o
dispensar criterios de cara a resolver los problemas que plantea el surgimiento
de nuevos contratos que la creciente complejidad de las relaciones económi-
cas exige. Por norma general, pasa un periodo de tiempo dilatado desde que
las exigencias prácticas del mercado generan nuevas modalidades contractua-
les, o nuevas modalidades de viejos tipos de contrato, hasta que existen regu-
laciones legales modernas y suficientes. Uno de los modos de evitar el vacío
© FUOC • PID_00260890 18 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

normativo y sus riesgos consiguientes es la existencia de esas disposiciones


generales en materia de contratos, además del recurso a la analogía legis en los
casos en los que proceda.

En resumen, existen normas legales reguladoras de los contratos en particular


y en general, reglas que, por otra parte, han sido posibles gracias a un proceso
de elaboración y abstracción teórica desarrollado a lo largo de los siglos. De
esa tradición se hace eco nuestro Derecho (y el de muchos de los países de
nuestro entorno), que disciplina el régimen jurídico del contrato en general.

Derecho europeo

La coincidencia de enfoque entre los países europeos posibilita incluso el avance de tex-
tos que pretenden facilitar una armonización futura del Derecho europeo en materia de
contratos, de lo cual es buena muestra el texto Principles of European Contract Law elabo-
rado por la conocida como Comisión Lando (nombre de su presidente).

La esencia del contrato, según se desprende del régimen de los artículos 1254,
1258, 1261, etc., es el acuerdo de voluntades. En esencia, el contrato exige
que dos o más personas consientan, es decir, deseen o sientan algo en común,
por lo que convienen en la creación de obligaciones entre ellas mediante las
que se articula el intercambio de bienes o servicios. Ese acuerdo de voluntades,
resultado de la concordancia de las voluntades de los contratantes, es genera-
dor de vínculos jurídicos que, según la expresión muy gráfica (aunque técni-
camente incorrecta) del artículo 1091 del CC, "tienen fuerza de ley entre las
partes contratantes".

El acuerdo de voluntades contractual compromete a cada uno de los contra-


tantes respecto del otro, de suerte que el contratante que se compromete u
obliga lo hace frente al otro, a quien se le confiere el derecho de crédito, es
decir, el derecho de que la conducta prometida por el deudor sea cumplida.
Las partes contratantes son las que acuerdan. En suma, el contrato requiere
siempre y como mínimo la presencia de dos sujetos o partes. De ahí que se
caracterice diciendo que el contrato es un acto bilateral.

El acuerdo de las partes contratantes debe reunir unos requisitos regulados


por leyes. No es éste el momento de anticipar cuestiones que deberemos estu-
diar con mayor detenimiento en el seno de asignaturas ulteriores; baste aho-
ra señalar que el contrato vincula efectivamente (por ello es irrevocable), que
vincula a quienes prestan su consentimiento (surte eficacia relativa entre los
contratantes) y que su esencia es la voluntad de los contratantes formada y
manifestada de manera libre.

Existen actos de voluntad que no requieren el concurso de dos o más personas


para producir los efectos jurídicos deseados. Su caso paradigmático es el otro
gran instrumento tradicional en el que se identifica la autonomía privada: el
testamento.
© FUOC • PID_00260890 19 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

El testamento es una declaración de voluntad realizada por una persona


que, en previsión de su muerte, decide el destino de su patrimonio a
favor de sus sucesores.

El testamento está jurídicamente perfecto por la voluntad unilateral de su au-


tor, motivo por el que es calificado de acto unilateral, sin necesidad de que
recaiga sobre él conformidad de nadie (cuestión distinta es que el heredero,
uno de los tipos de sucesor, pueda aceptar o repudiar la herencia, lo cual es,
a su vez, un acto voluntario y también unilateral). Al adoptar esa decisión, el
autor del testamento (testador) crea reglas jurídicamente vinculantes para sus
sucesores.

El testador

El testador puede ordenar la realización de pagos o entregas de bienes a terceras personas


(legados), establecer restricciones acerca del modo en que sus sucesores pueden ejercer
ciertos derechos (por ejemplo, gracias a la creación de una sustitución fideicomisaria que
implica la existencia de un primer sucesor que deberá conservar los bienes para atribuirlos
a un ulterior sucesor), etc.

El testamento es objeto de regulación específica en nuestros derechos civiles. Testamento


Aun siendo contrato y testamento los paradigmas clásicos de la autonomía
El Código civil se ocupa del
privada, conviene subrayar una diferencia básica entre ambos: testamento en los artículos
662 y siguientes.

El contrato es autovinculante y su razón de obligar se basa en que ha sido


querido por las partes contratantes.

El testamento crea reglas jurídicas que vinculan a terceras personas (los suce-
sores), siendo, desde ese punto de vista, un acto de heteronomía más que de
autonomía (atendiendo al sentido literal de las palabras).

Los sucesores

La razón por la cual los sucesores quedan vinculados no es, sin embargo, que estén so-
metidos o subordinados al testador. Por ello, se exige que el sucesor, a su vez, acepte (o al
menos no rechace), esto es, manifieste su voluntad de asumir lo estatuido en el testamen-
to que, por este motivo, le terminará vinculando. Y esto no quiere decir que existan actos
jurídicos unilaterales y vinculantes (autovinculantes): sin ir más lejos, la aceptación de
la herencia por parte del heredero lo es, quedando perfecta y surtiendo todos sus efectos
por la sola voluntad del aceptante, sin necesidad del concurso de ninguna otra persona.

Tampoco debemos pensar que el ámbito de operatividad de contrato y testa-


mento está disociado, de manera que para el tráfico patrimonial inter vivos
opera el contrato, y para las atribuciones mortis causa opera el testamento, de
suerte que no haya lugar a actos unilaterales inter vivos o actos bilaterales mor-
tis causa. Así, por ejemplo, según la opinión más común, la promesa pública
de recompensa es acto de autonomía privada inter vivos de carácter unilateral.
Por otro lado, aunque de forma muy restringida en el ámbito del Código civil
(véase el artículo 1271), pero con mucha más amplitud en los derechos forales
o especiales (véanse los artículos 431-1 y siguientes CCCat, artículos 377 y si-
© FUOC • PID_00260890 20 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

guientes del Código del Derecho Foral de Aragón, los pactos sucesorios de las
leyes 172 y siguientes del Fuero Nuevo de Navarra, etc.) se permiten contratos
sucesorios en virtud de los cuales una persona pacta de común acuerdo con
sus sucesores cómo se deferirá la sucesión a su fallecimiento.

En conclusión, nuestras leyes civiles regulan los principales actos jurídicos ne-
gociales, el contrato y el testamento, dotándolos de régimen propio. A dife-
rencia de otros sistemas jurídicos, como ocurre con el Derecho alemán, nues-
tra legislación civil no recoge la categoría ni el régimen general del negocio
jurídico. Aunque es materia opinable, la opción elegida es plausible, dado que
un régimen general del negocio jurídico aporta poco a la solución de los pro-
blemas concretos y no impide la aplicación analógica de las normas en materia
de contratos o testamentos a otras hipótesis carentes de regulación o reguladas
de manera insuficiente.

1.1.5. Contenido de la autonomía privada. Límites

De lo que hemos tenido ocasión de ver hasta ahora también se desprende que,
dentro del ámbito que le es propio, la libertad de autorregulación (es decir,
de creación de reglas jurídicas vinculantes por los particulares en el ejercicio
de su autonomía privada) no es ilimitada. Las reglas creadas por los propios
interesados son protegidas por el Derecho siempre que no excedan determi-
nados límites. El precepto cuyo tenor se reproducía antes (el artículo 1255 del
CC), tras reconocer la libertad de los particulares para establecer los pactos que
tengan por conveniente, concluye: "[...], siempre que no sean contrarios a las
leyes, a la moral ni al orden público".

El reconocimiento constitucional implícito de la autonomía privada que con-


tiene en el artículo 38 repite el mismo esquema: junto a la enunciación del
principio de reconocimiento del ámbito de libertad de empresa en el marco de
la economía de mercado, se limita la mencionada libertad o su tutela por par-
te de los poderes públicos conforme a "las exigencias de la economía general
y, en su caso, de la planificación". El texto constitucional, en el artículo 128,
insiste en la subordinación del interés particular a los intereses generales.

En consecuencia, podemos afirmar que la autonomía privada se proyecta en


la creación de reglas jurídicas vinculantes (reglas reconocidas como tales por
parte del Derecho). Y, en segundo término, el Derecho no da fuerza a las reglas
creadas por los particulares en todos los casos, sino dentro de unos ciertos
márgenes que, conforme a la fórmula acrisolada por el tiempo, se identifican
con los términos ley,� moral� y� orden� público que enuncia el artículo 1255
del CC.

Ante todo debemos señalar que el artículo 1255 del CC, como ya pusimos
de relieve antes, pertenece al terreno de los contratos, y éstos son una de las
manifestaciones de autonomía privada, aunque hay más. Sin embargo, la ge-
neralidad con que se enuncian estos límites permite sostener que en general
© FUOC • PID_00260890 21 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

juegan respecto de la autonomía privada considerada en su conjunto. En con-


secuencia, los tres límites enunciados operan para todas las manifestaciones
de la autonomía privada.

La ley

Los particulares no pueden crear reglas ilegales; si lo hacen, carecen de validez


y de eficacia vinculante. No obstante, debemos recordar una distinción bien
conocida: la que diferencia leyes imperativas de leyes dispositivas. Su base tie-
ne precisamente que ver con lo que ahora tratamos.

Ley dispositiva

La ley dispositiva es renunciable, en el sentido de que los interesados pueden decidirse


por evitar que sea de aplicación, aunque para ello tendrán que crear una regulación sus-
titutoria. Esa regulación creada por los particulares consiste precisamente en un acto de
ejercicio de la autonomía privada. En consecuencia, el límite del artículo 1255 del CC se
debe entender en el mismo sentido en el que se interpreta el artículo 6.2 del CC en tema
de exclusión voluntaria de la ley aplicable.

Cuando los particulares excluyen la ley dispositiva crean una reglamentación


diferente y excluyente (en la medida en que lo sea) de la regulación legal. Por
ende, sí cabe ejercicio de la autonomía privada en contra de la ley cuando, por
su carácter dispositivo, la propia ley lo permite. En estos casos el contenido de
la autonomía privada puede ser positivo o negativo:

• Positivo, cuando se crea una reglamentación sustitutiva que desplaza la


aplicación de la norma legal dispositiva en la medida en que efectivamente
lo haga.

• Negativo, cuando la autonomía privada se ejercita mediante la mera ex-


clusión de la ley dispositiva, con lo que el asunto comprendido queda
huérfano de regulación.

En aquellos casos en los que sucede esto último será necesario averiguar, me-
diante la técnica interpretativa, qué quisieron los interesados: pactar una nor-
ma idéntica a la legal, pero en negativo, o pura y simplemente excluir la aplica-
ción de la norma legal a su situación, en cuyo caso se deberá cubrir la eventual
laguna de regulación mediante técnicas de integración, pero procurando no
recurrir a las normas dispositivas que han sido objeto de exclusión deliberada.

Con toda esta flexibilidad, sin embargo, parece exigible que, en el ejercicio de
su libertad de exclusión de las normas dispositivas, los particulares se doten
de regulación alternativa, explícita o implícita, que permita resolver los pro-
blemas que se planteen.
© FUOC • PID_00260890 22 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

No cabe autonomía privada contra ley imperativa. En caso de colisión


entre reglas de autonomía privada y reglas legales imperativas, prevale-
cen las últimas y se consideran nulas las reglas privadas.

Un problema distinto es el de la amplitud de la nulidad.

Testamento vs contrato

En materia de testamento, la regla habitual es que sólo pierden validez las reglas concretas
ilegales, y conserva su validez el resto del testamento. Por el contrario, en materia de
contratos, lo normal es la nulidad total del contrato, aunque no es así cuando las reglas
nulas forman parte de las condiciones generales de la contratación o se vulneran normas
protectoras de la parte débil.

Las normas imperativas inciden sobre la autonomía privada limitándola de


muy distintas formas: imponiendo el contenido de ciertos actos o contratos,
prohibiendo ciertas determinaciones o actos, imponiendo requisitos especia-
les para su validez (formales, de capacidad o legitimación), etc.

La moral

La moral como límite de la autonomía privada es la moral social generalizada.


Lo contrario sería permitir la formulación de un juicio sobre las reglas creadas
por la autonomía privada desde la moral subjetiva y personal del juzgador,
y esto, aparte de inseguro y arbitrario, puede resultar contrario a principios
básicos del sistema jurídico como la prohibición de discriminación por razón
de creencias o de religión (art. 14 de de la CE), o la aconfesionalidad de los
poderes públicos (art. 16 de la CE).

La moral, como límite de la autonomía privada, es el conjunto de con-


vicciones éticas generales y vigentes en una sociedad determinada.

Esta raíz social del concepto de moral se desprende del hecho de que se alude
a este límite como moral o como buenas costumbres indistintamente (arts.
792, 1271 y 1328 del CC): el modo de comportamiento reputado modélico en
un determinado momento y en un cierto lugar. Este modelo de conducta es
cambiante conforme al tiempo y las circunstancias.

Los actos negociales transgresores de la moral entendida de este modo o las


buenas costumbres carecen de validez, por lo que aquí podemos repetir lo que
afirmamos anteriormente acerca del alcance total o parcial de la invalidez.
© FUOC • PID_00260890 23 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

El orden público

El tercer límite enunciado por el artículo 1255 del CC es del orden público,
expresión que puede inducir a equívocos (no tiene que ver con la noción de
paz pública o ausencia de perturbaciones a la tranquilidad y a los agentes en-
cargados de mantenerla).

Delitos contra el orden público

Podéis ver, en este sentido, los artículos 544 y siguientes CP relativos a los delitos contra
el orden público.

La noción de orden público aquí empleada alude a un concepto jurídico inde-


terminado que cumple sobre todo una función negativa o excluyente: carecen
de validez las reglas de autonomía privada que lo contraríen y, en un ámbito
más particular, permite excluir la aplicación de normas jurídicas extranjeras
que en otro caso debieran ser aplicadas por las autoridades nacionales (art.
12.3 del CC), o bien se impide la aplicación de la norma consuetudinaria que
lo contraríe (art. 1.3 del CC).

Comúnmente, se entiende por orden público el conjunto de ideas o


principios sociales, políticos y económicos considerados básicos en la
organización jurídica de la convivencia social.

Por razones de coherencia lógica, y para evitar duplicaciones inútiles, se im-


pone diferenciar el orden público de los otros límites de la autonomía privada
que enuncia el artículo 1255:

• De la ley imperativa se diferencia por su carácter de conjunto de principios.

Normas imperativas

Los principios de orden público están inmanentes en las normas imperativas, pero no
necesariamente formulados como normas concretas. Por este motivo, el orden público
ocupa un papel residual o de reserva respecto de la ley imperativa como límite de la au-
tonomía privada: no habrá que acudir al concepto de orden público allí donde haya una
norma concreta prohibitiva de un determinado acto (por ejemplo, para la invalidez de la
promesa de recompensa hecha a un funcionario para que dicte una decisión beneficiosa
no hay que acudir al concepto genérico de orden público, pues basta con la tipificación
del delito de cohecho). Al mismo tiempo, la identificación de los principios de orden
público ayuda a interpretar las normas con el fin de calificar si son imperativas o no en
los casos de duda (así, la imparcialidad e independencia del juez como principio de orden
público permite afirmar, sin lugar a dudas, el carácter imperativo del artículo 1459-5.º
del CC, si alguna cupiera).

• De la moral, se diferencia por su carácter exquisitamente jurídico.

Carácter jurídico
© FUOC • PID_00260890 24 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

El orden público está compuesto por principios formulados o inducidos del ordenamien-
to jurídico, mientras que la moral es un orden ajeno que se interconecta con el orden
jurídico en virtud de llamamiento autónomo (el cual efectúa, por ejemplo, el artículo
1255) o como legitimadora de la eficacia social de las normas jurídicas (donde exista
principio de orden público no es necesario, ni posible, que opere la moral como límite
de la autonomía privada).

En su función de control de exclusión del Derecho extranjero, se citan co-


mo principios de orden público los principios básicos del sistema económico
(regulación de la competencia, situaciones concursales, etc.), de organización
conyugal (monogamia), etc.

En su función de límite de la autonomía privada (de contornos más amplios),


se indican como principios de orden público el de propiedad privada, libertad
del dominio, libertad de iniciativa económica privada, conmutatividad del
tráfico económico, libertad personal, dignidad de la persona, igualdad esencial
entre los seres humanos, etc.

Las enunciaciones anteriores plantean un problema de difícil enfoque y solu-


ción: ¿en qué medida los principios de orden público se plasman en los prin-
cipios constitucionales y derechos fundamentales, de suerte que, mediante el
juego del orden público como límite de la autonomía privada se termina do-
tando de eficacia a los principios constitucionales en las relaciones jurídicas
entre privados?

Pues bien, esto sería así por lo menos en sentido negativo: los acuerdos entre
particulares contrarios a los principios constitucionales y a los derechos fun-
damentales serían inválidos por atentar contra el orden público.

Esta cuestión, conocida como Drittwirkung (eficacia vinculante de los derechos


fundamentales entre particulares en relaciones privadas) en la doctrina ale-
mana es compleja y, seguramente, no puede merecer una respuesta única y
simple. De esta forma se pone de relieve la necesidad de establecer una grada-
ción: por una parte hay que distinguir el estatuto y actuación de los poderes
públicos que están explícitamente sometidos a los principios constitucionales
y derechos fundamentales, y el estatuto y actuación de particulares, de mane-
ra que podemos afirmar sin más que aquello que no se permite a los poderes
públicos tampoco debe estarlo a particulares.

Ejemplo de Drittwirkung

Un ejemplo de Drittwirkung de origen legal lo encontramos en el artículo 69 (igualdad de


trato en el acceso a bienes y servicios) de la Ley orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva
entre mujeres y hombres, que establece que “todas las personas físicas o jurídicas que,
en el sector público o en el privado, suministren bienes o servicios disponibles para el
público, ofrecidos fuera del ámbito de la vida privada y familiar, estarán obligadas, en sus
actividades y en las transacciones consiguientes, al cumplimiento del principio de igual-
dad de trato entre mujeres y hombres, evitando discriminaciones, directas o indirectas,
por razón de sexo.
© FUOC • PID_00260890 25 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

En segundo término, señalamos que no todos los derechos fundamentales


plantean el problema con la misma intensidad, centrándose la cuestión sobre
todo en lo tocante a la igualdad y prohibición de discriminaciones típicas (que
son las enunciadas en el artículo 14 de la CE).

Ejemplos
Lectura recomendada

Los poderes públicos no pueden discriminar por razón de raza o religión a la hora de Salvador�Coderch,�P.
subvencionar o becar los estudios de personas sin recursos suficientes. Pero ¿podría un (coord.);�von�Münch,�I.;�Fe-
particular dotar una beca para financiar los estudios de personas de religión judía? ¿Puede rrer�i�Riba,�J. (1997). Asocia-
un empresario o un profesional negarse a prestar sus servicios o suministrar sus productos ciones, derechos fundamentales
y autonomía privada. Madrid:
a personas de origen andaluz? ¿Puede constituirse una asociación que sólo admita como
Civitas.
socios a hombres que sepan jugar al dominó o a mujeres aficionadas a hacer punto de
cruz? ¿Puede restringirse la libertad de expresión de los trabajadores de un periódico de
determinada tendencia ideológica, de suerte que pueda despedirse al periodista que se
aparte de la línea del periódico? ¿Puede ser despedida una trabajadora por haber contraí-
do matrimonio o por haber quedado embarazada? ¿Puede un empresario interceptar los
mensajes de correo electrónico enviados o recibidos por un trabajador en su puesto de
trabajo? ¿Puede ser retirada la guarda de menores a una persona divorciada por el hecho
de haberse integrado en determinada confesión religiosa inusual?

No podemos abordar aquí con detenimiento esta cuestión; baste señalar que
uno de los cauces por medio de los cuales las relaciones privadas entre parti-
culares se permeabilizan de los valores constitucionales existen, precisamente,
considerando que las determinaciones de autonomía privada contrarias fron-
talmente a determinados derechos fundamentales (a la igualdad, en cuanto
se estipulen discriminaciones típicas) chocan con el orden público. No obs-
tante, debemos tener en cuanta que, como vimos antes, la protección de la
autonomía privada enlaza también con el sistema de valores que representan
los derechos constitucionales.

1.2. El negocio jurídico. Concepto y clases

1.2.1. Concepto

Conforme a lo que hemos visto, el concepto de negocio jurídico se correspon-


de con una determinada construcción doctrinal elaborada fundamentalmente
en Alemania durante el siglo XIX, que ha cristalizado como concepto técnico
de amplia difusión, aunque de éxito dispar.

Negocio jurídico

El Código civil alemán (conocido habitualmente por sus siglas en alemán BGB) regula
el negocio jurídico como tal. Sin embargo, los códigos latinos (el francés, el español y el
italiano) prescinden de la categoría, y prefieren emplear la terminología más tradicional
de actos y regular propiamente los contratos o los testamentos.

Su ausencia de recepción legislativa, su excesiva abstracción y generalidad, su


utilización como concepto meramente técnico enmascarador de las realidades
económicas y sociales de las que a veces los juristas han preferido prescindir,
etc. han sido argumentos utilizados para justificar que se prescinda de su em-
pleo, en especial en la formación de nuevos juristas. Ante esto se aducen como
© FUOC • PID_00260890 26 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

argumentos en pro de mantener el estudio del concepto de negocio jurídico,


entre otros, el hecho de que constituye una elaboración conceptual eficaz para
la conformación de la mentalidad y razonamiento jurídicos, y que facilita el
establecimiento de paralelismos que pueden dispensar criterios útiles a la hora
de cubrir lagunas de regulación.

Sea como fuere, y advirtiendo que en Derecho español no es un concepto nor-


mativamente acogido, puede ser útil y formativo realizar una breve y esque-
mática exposición de los principales puntos que la doctrina del negocio jurí-
dico desarrolla. Conviene, no obstante, resaltar que debemos tener siempre
presente que en la realidad no existe el negocio jurídico, sino contratos con-
cretos, testamentos, acuerdos o convenios.

Podemos considerar como concepto comúnmente aceptable de negocio


jurídico el siguiente: declaración de la voluntad (o voluntades concor-
des) de particulares encaminada a producir los efectos jurídicos deter-
minados en ella con el amparo del ordenamiento jurídico.

Destaca con claridad que el negocio es ante todo una declaración de voluntad
de particulares; esto es: su autor es uno o varios sujetos privados (no autori-
dades o poderes públicos), quienes mediante su voluntad (su inteligencia y
sus deseos), en pos de alcanzar algún resultado, crean efectos o reglas jurídi-
camente vinculantes.

Puesto que el mero proceso volitivo interno no exteriorizado parece irrelevan-


te para el Derecho (que se ocupa de relaciones sociales externas), es necesario
que la voluntad del autor o autores sea declarada, y todo ello conforme al or-
denamiento jurídico: el Derecho dota de eficacia jurídica y coercibilidad a esas
reglas y efectos queridos, aunque siempre dentro de los límites generales que
ya hemos visto y, con mucha frecuencia, sumando a los efectos establecidos
voluntariamente otros que son impuestos o dispuestos por él, como marco que
debe ser respetado o como efectos que se producirán en defecto de previsión
contraria o diferente de los interesados (normas imperativas o dispositivas).

El núcleo del negocio jurídico es la declaración�de�voluntad, pero no basta


con ella, por lo que se hace necesario analizar la estructura o elementos aisla-
bles en el concepto de negocio.

Por el momento será suficiente con destacar que la declaración de voluntad


es la voluntad declarada. Y ahora nos encontramos en presencia de, por lo
menos, dos conceptos distinguibles:

• La voluntad.
© FUOC • PID_00260890 27 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

• La declaración de esa voluntad.

Para que haya voluntad (declarada) es necesario que exista un sujeto a quien
pertenezca esa voluntad. Por consiguiente, hay presupuestos a la existencia
del negocio, los cuales pasamos a detallar.

1.2.2. Clases de negocios jurídicos

El concepto de negocio jurídico es muy abstracto y general. De ahí la conve-


niencia de establecer clasificaciones que permitan encuadrar con mayor preci-
sión los actos singulares que entran dentro de aquel concepto. Como se puede
suponer, la posibilidad de ensayar varias clasificaciones es muy amplia. Aquí
nos ceñimos a las más comunes:

• Negocios unilaterales. Incorporan la voluntad de un solo sujeto, quedan-


do perfectos cuando ese sujeto formula la declaración pertinente. Su pro-
totipo es la renuncia a los derechos, el testamento o la aceptación de la
herencia.

• Negocios bilaterales. Requieren el concurso de la voluntad concorde de


dos sujetos; su prototipo es el contrato.

• Negocios plurilaterales. Requieren el acuerdo de más de dos sujetos, como


sucede, por ejemplo, con el acuerdo creador de asociaciones o el contrato
creador de sociedades.

También se distingue entre negocios o declaraciones de voluntad recepticias


y no�recepticias, según si para su eficacia se requiere que la declaración sea
dirigida y llegue a conocimiento de otras personas, o no.

Ejemplos de negocio unilateral y bilateral

Un ejemplo típico de negocio unilateral no recepticio es el testamento o la renuncia a


un derecho.

Los negocios bilaterales o plurilaterales se descomponen, a su vez, en declaraciones re-


cepticias, cuyo prototipo es la aceptación del contrato que sólo es eficaz cuando llega al
ámbito y es conocida o puede ser conocida por el oferente.

En función de los intereses a que afecten podemos distinguir:

• Negocios patrimoniales. Hacen referencia a intereses de carácter patrimo-


nial, siendo sus ejemplos principales los contratos y los actos reguladores
de la sucesión por causa de muerte (testamentos, contratos sucesorios).
© FUOC • PID_00260890 28 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

• Negocios extrapatrimoniales. Se refieren a intereses de carácter extrapa-


trimonial; ejemplos de negocios extrapatrimoniales son el reconocimien-
to de hijos no matrimoniales o el matrimonio.

Ejemplo de negocio patrimonial y extrapatrimonial

El ámbito de la autonomía privada suele ser más pleno para los negocios patrimoniales
dado que se refieren a materias disponibles. Por el contrario, el campo de lo extrapatri-
monial a menudo se somete a reglamentaciones de carácter imperativo o bien abundan
los principios que impiden la disponibilidad total. Entre los extrapatrimoniales, por el
tipo de relaciones concernidas, podemos, a su vez, hablar de negocios familiares, estric-
tamente personales, etc.

Dentro de los negocios patrimoniales es importante la clasificación que dife-


rencia los actos onerosos de los gratuitos.

Ejemplo de negocio patrimonial gratuito y oneroso

Ejemplo de negocio patrimonial gratuito es el empobrecimiento de un sujeto en benefi-


cio de otro, quien no asume ningún sacrificio a cambio; su prototipo es la donación, el
comodato o el préstamo mutuo sin interés.

Cuando es necesario asumir sacrificios con el fin de poder obtener alguna ventaja, enton-
ces nos hallamos en el terreno de los actos onerosos. A esta categoría pertenecen muchos
contratos (compraventa, arrendamientos, etc.).

Cuando los sacrificios están predeterminados en su cuantía y certidumbre, los Nota


contratos son conmutativos; cuando se introduce un elemento incierto que
Estas subclasificaciones son es-
produce incertidumbre azarosa en la cuantía o certidumbre del intercambio, pecialmente relevantes en ma-
entonces se habla de contratos aleatorios. Si, por otra parte, las posiciones teria de contratos, razón por la
cual procede remitir su estudio
jurídicas respectivas de las partes contratantes se articulan de manera inter- a la asignatura correspondien-
te.
dependiente, entonces estaremos en presencia de contratos llamados sinalag-
máticos.

También es importante la clasificación que diferencia entre negocios inter�vi-


vos y mortis�causa:

• Los negocios mortis causa constituyen un grupo típico y limitado de nego-


cios que persiguen que su autor (o autores) adopte disposiciones en pre-
visión de su propia muerte, determinando el régimen de su sucesión. Su
objeto típico es la disposición del propio patrimonio de un sujeto cuando
muera. En nuestro Derecho entran en esta categoría, principalmente, el
testamento y, en la medida de lo posible y donde se admiten, los contratos
sucesorios. Estos negocios mortis causa poseen un régimen propio caracte-
rizado sobre todo por su formalismo exigido, pues se orientan a producir
efectos en un futuro mediato y para cuando su autor (o uno de sus auto-
res) no exista. Por ello, es interesante que quede clara constancia de su
existencia y contenido.
© FUOC • PID_00260890 29 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

• El resto de los negocios patrimoniales son inter vivos, incluso aquellos que
pueden condicionar sus efectos o parte de ellos a la muerte de una persona,
incluido alguno de sus autores (por ejemplo, los contratos de seguro de
vida para caso de muerte).

1.3. El negocio jurídico: estructura

La dogmática tradicional del negocio jurídico distingue unos elementos de


dicho negocio que han dado origen a diferentes clasificaciones. En general,
este enfoque se considera inadecuado y aquejado de exceso de dogmatismo.
Por ello, nos limitamos a especificar aquellos elementos que deben estar pre-
sentes en todo negocio (elementos o requisitos esenciales).

1.3.1. Sujeto

El núcleo del negocio es la voluntad, la cual se corresponde con el deseo de


una persona de provocar unos determinados efectos jurídicos conformados
por esa misma voluntad. La voluntad está presente por doquier y sólo puede
proceder de los seres humanos. En consecuencia, el negocio demanda un autor
o autores que han de ser seres humanos, cuya voluntad crea el propio negocio
jurídico. Así pues, y en definitiva, el negocio tiene como elemento el sujeto.

No toda voluntad es, sin embargo, suficiente o capaz para configurar negocios
jurídicos: es preciso que sea una voluntad madura, consciente y libre en la
medida adecuada. La madurez y la conciencia presuponen que el sujeto que
quiere debe poseer una cualidades de aptitud suficiente como para que su que-
rer sea relevante desde una perspectiva jurídica.

Capacidad jurídica y capacidad de obrar

Llegados a este punto debemos recordar que, desde la perspectiva jurídica, se distingue
entre capacidad jurídica y capacidad de obrar que provoca una cierta disociación.

El Derecho exige determinadas condiciones de madurez y conciencia para que la persona


pueda operar de manera eficaz, pero esto es compatible con el hecho de que cualquier
persona puede ostentar la titularidad de posiciones jurídicas, si bien aquellos sujetos que
no poseen la aptitud requerida para actuar eficazmente por sí solos habrán de hacerlo
por vía de sus guardadores, que son sus representantes. Esta última expresión alude al
mecanismo de la representación que más adelante tendremos ocasión de analizar.

Será suficiente con señalar aquí que mediante esa representación se posibilita que todas
las personas se puedan considerar autoras de negocios jurídicos, pues los mecanismos
representativos permiten imputar a sujetos no aptos para querer con relevancia jurídica
los actos de voluntad que se forjan mediante la actuación de sus representantes.

En consecuencia, la autoría de un negocio jurídico puede ser imputada a cualquier per-


sona, si bien, para su válido y eficaz nacimiento, el ordenamiento exigirá que intervenga
un sujeto, bien actuando por y para sí, bien actuando por y para el titular del negocio
que posea los requisitos de capacidad necesarios.
© FUOC • PID_00260890 30 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

La capacidad para realizar negocios jurídicos no está establecida de una manera


uniforme, sino que depende de la trascendencia que puede tener para su titular
de cada tipo de negocio o declaración de voluntad.

Ejemplos de exigencias de capacidad

Para donar se requiere plena capacidad de obrar (art. 624 del CC).

Para aceptar donaciones se mitigan los requisitos de capacidad (art. 625 del CC).

En general, para hacer testamento se relajan en gran medida las exigencias de capacidad
(podéis ver los artículos 662 a 666 del CC, artículos 421-3 y 4 del CCCat, artículo 408
Código del Derecho Foral de Aragón, ley 184 Compilación Navarra), dado que el autor,
el testador, no queda concernido por su propio testamento.

Cuando un sujeto carece de la aptitud requerida por el Derecho para realizar Ved también
determinados actos o negocios, a menudo puede actuar por medio de su re-
Consultad, en este sentido, los
presentante legal. Pero si se trata de actos especialmente peligrosos, se suele artículos 166 y 271-2.º, 4.º,
imponer un control a la actuación del representante. 8.º, 9.º del CC.

Hay determinados negocios que requieren la intervención personal de su ti-


tular, de manera que quedará prohibida la intervención de un representante.

Representación

El Código civil prevé que no pueda intervenir un representante en los testamentos (art.
670 del CC).

Tampoco es sustituible la intervención del contrayente en el matrimonio, aunque está


permitido el llamado matrimonio por poder, que obedece a unas pautas diferentes de las
que hemos visto aquí.

Las personas jurídicas pueden ser titulares de negocios jurídicos actuando por
medio de su sistema de representación (orgánica).

También se puede realizar un negocio mediante el concurso de representantes


voluntarios, quienes intervienen en la celebración del negocio, pero éste se
considera realizado por la persona en cuya representación se actúa. Cuando
interviene un representante para realizar el negocio, se exige que éste posea
legitimación para celebrar el negocio en nombre e interés del verdadero titular
(el representando), es decir, que actúe dentro del ámbito de las posibilidades
de actuación que ostente el titular verdadero (el representado) y que cuente
con facultades para actuar del modo en que lo ha hecho.

En conclusión, por norma general, todos los sujetos que gozan de plena capa-
cidad de obrar pueden realizar negocios jurídicos por sí mismos. Los sujetos
carentes de plena capacidad de obrar pueden realizarlos por medio de sus re-
presentantes legales (con o sin control externo), salvo que se trate de negocios
personalísimos que están excluidos del ámbito de la representación legal. Hay,
© FUOC • PID_00260890 31 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

finalmente, negocios que por ser poco comprometidos para su autor pueden
ser realizados personalmente por sujetos que no gozan de plena capacidad de
obrar, pero que sí poseen capacidad natural.

1.3.2. La voluntad

El sujeto formula su voluntad, jurídicamente relevante, y en ésta consiste el


negocio. Esa formulación de la voluntad del sujeto se descompone, a su vez,
en varios factores:

• Un proceso volitivo interno mediante el cual se forma, madura y decide


el deseo del sujeto.

• Una manifestación de la voluntad para que asuma relevancia jurídica, pues


el Derecho no se ocupa, en este sentido, de los meros deseos no manifes-
tados.

La voluntad se desdobla en, por un lado, la llamada voluntad�interna


y, por otro, en la declaración�de�voluntad.

Si el Derecho sitúa en el fundamento de la tutela de la voluntad negocial el


hecho de que ésta es, en efecto, así querida, es lógico que se exija que la volun-
tad se haya formado de manera adecuada atendiendo en especial a que la vo-
luntad se forme consciente y libremente. Por ello, si la libertad o la conciencia
de la formación de la voluntad flaquean, estaremos en presencia de vicios o
defectos�en�la�formación�de�la�voluntad que producirán como consecuen-
cia que el Derecho no reconozca en tanto que voluntad negocial plenamente
eficaz aquella que se ha formado de manera defectuosa.

También puede suceder que se produzca una manifestación o declaración de


voluntad que no se corresponda exacta o adecuadamente con la voluntad for-
mada de forma interna. Estaremos, entonces, en presencia de vicios o defec-
tos�en�la�declaración�de�voluntad que igualmente pueden provocar que el
Derecho no reconozca eficacia negocial a esa declaración de voluntad, aten-
diendo a si esa disociación fue querida por el declarante, si pudo ser razona-
blemente evitada, etc.

Voluntad interna y voluntad declarada

Es habitual aludir a la discusión que se da entre quienes sostienen que es de mayor im-
portancia la voluntad interna y quienes sostienen que es más relevante la voluntad de-
clarada.

Para aquellos que sostienen la primera tesis, los efectos del negocio sólo son posibles en
tanto que verdaderamente queridos por el sujeto.
© FUOC • PID_00260890 32 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Para los que mantienen la segunda, es posible la producción de efectos no queridos ver-
daderamente por el sujeto, siempre que se haya generado una declaración de voluntad
(total o parcialmente discorde con la voluntad interna), en cuya regularidad se pueda
confiar en general.

La trascendencia de estos enfoques dispares se refiere principalmente a los actos o nego-


cios propios del tráfico económico corriente, en especial al ámbito de los contratos, a
cuyo estudio nos remitimos.

1.3.3. Forma de la declaración de voluntad

Como es natural, la declaración o exteriorización de voluntad tiene que valerse


de algún medio o modo de exteriorización que haga patente la existencia de
la voluntad declarada. En este sentido, siempre será necesario que la voluntad
sea declarada de alguna forma.

Cuando hablamos de forma de la declaración de voluntad, en general


estamos aludiendo a si el Derecho requiere que la manifestación de la
voluntad sea realizada observando unos determinados requisitos forma-
les para desenvolver plenamente sus efectos.

En este asunto, como en tantos otros, podemos apreciar una diferencia sus-
tancial de enfoque dependiendo de si aludimos a los contratos (negocios pa-
trimoniales inter vivos) o a las disposiciones sucesorias (testamentos y demás
negocios mortis causa), por ceñirnos sólo a los negocios patrimoniales.

Mientras que para los negocios patrimoniales inter vivos se dice que está vigen- Ejemplos
te el principio�espiritualista, según el cual no es requisito de existencia del
• Estatutos de asociaciones y
contrato el hecho de que éste haya de manifestarse de una manera determina- fundaciones
da, por el contrario sí que se exige constancia formal concreta a los testamen- • Capitulaciones matrimonia-
les
tos (sirva de ejemplo la comparación entre los artículos 1278 y 687 del CC). • Estatutos de la llamada pro-
piedad horizontal
También es normal exigir constancia formal a las declaraciones de voluntad
dotadas de una cierta eficacia estatutaria, esto es, que crean unas reglas com-
plejas que van a regir la vida o actividad futura de los sujetos implicados con
pretensiones de estabilidad.

Podemos decir que hay negocios formales y negocios no formales, según si el


ordenamiento exige que la voluntad que los erige deba manifestarse de deter-
minada forma o libremente. Sin embargo, la distinción se complica si atende-
mos al alcance de la exigencia de forma, pues podemos encontrarnos con que
se requiera la observancia de requisitos formales para la existencia del propio
negocio jurídico, o que el ordenamiento imponga exigencias formales a otros
efectos diferentes. Sobre la base de lo expuesto tenemos:
© FUOC • PID_00260890 33 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

• Negocios formales ad substantiam. Sólo son reconocidos como tales por el


Derecho si se manifiestan en una forma determinada (el matrimonio, el
testamento, la constitución de hipoteca, las capitulaciones matrimoniales,
etc.).

• Negocios formales ad probationem. Aquellos casos en los que el Derecho


impone la observancia de una forma determinada, pero no como requisito
de validez del negocio, sino como medio de acreditación de su existencia.

Negocios formales ad probationem

En sentido propio, deberíamos hablar de negocios formales ad probationem para aludir


a los casos en los que la ley restringe los medios de prueba de la existencia de un deter-
minado negocio. Pero esto no ocurre comúnmente en Derecho español, de ahí que la
expresión comentada se haya hecho sinónima de aquellos casos en los que se exige la
observancia de requisitos formales, pero no para la validez o existencia del negocio.

• Negocios formales ad utilitatem. La forma se puede exigir para alcanzar


determinados efectos u obtener ciertas ventajas.

Negocios formales ad utilitatem

La constancia de las titularidades jurídicas reales en el Registro de la Propiedad exige que


el acto o contrato mediante el que se adquiere la propiedad y demás derechos reales so-
bre inmuebles conste en documento público (art. 3 LH); la adquisición de la calificación
de sociedad anónima exige, por su parte, el otorgamiento de escritura pública y la ins-
cripción en el Registro Mercantil. Los requisitos formales adicionales se exigen no para
la validez ni la prueba del negocio, sino para que éste sea capaz de reportar una cierta
utilidad o procurar una determinada ventaja.

En materia de contratos, la regla general es que impera el principio de libertad


de forma o principio espiritualista (art. 1278), de manera que si se exige forma,
se suele entender que no es como requisito de validez (ad substantiam), sino
a otros efectos. De ahí que si se ha celebrado un contrato sin haber cumplido
los requisitos de forma, las partes contratantes pueden compelerse recíproca-
mente para cubrir las exigencias formales y dotar así de plena efectividad el
contrato que ya había sido celebrado con validez (art. 1279).

En los casos en que se exige la forma, ésta puede ser muy variada. En ciertas Ved también
ocasiones se requiere que la declaración sea formulada de palabra en presencia
Consultad, en este sentido, los
de determinadas personas (testigos, autoridades, etc.). artículos 57 y 58 del CC refe-
rentes al matrimonio.

Lo más frecuente es que nos encontremos con la exigencia de que la voluntad


negocial conste por escrito (privado o público). El documento público más ha- Ved también
bitual es la escritura pública, en la cual el notario autorizante registra la decla-
Consultad, en este sentido, el
ración de voluntad del otorgante u otorgantes. En una escritura pública deben artículo 1280 del CC.
constar como requisito de validez las capitulaciones matrimoniales; en escri-
© FUOC • PID_00260890 34 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

tura pública también deben contar los actos y contratos de creación, transmi-
sión, modificación o extinción de derechos reales sobre bienes inmuebles para
poder acceder al Registro de la Propiedad, etc.

1.3.4. Cauces de la declaración de voluntad

Conforme al principio espiritualista, la voluntad del sujeto puede manifestarse


de cualquier forma, aunque, en efecto, se requiere la existencia de una exte-
riorización de la voluntad mediante la utilización de los medios idóneos para
tal fin.

La palabra es el modo idóneo por antonomasia para declarar la voluntad, tanto


si se ha plasmado por escrito como verbalmente. También se pueden utilizar
otros signos idóneos para comunicar la voluntad del declarante y empleados
con ese propósito (asentir con la cabeza, levantar la mano en una subasta, etc.).

Cuando se emplea un medio idóneo específicamente para comunicar


o exteriorizar la voluntad del sujeto, se habla de declaración�expresa
de�voluntad.

La voluntad también puede manifestarse, en general, mediante la observan-


cia de una conducta activa, un comportamiento consistente en hacer algo
(cuando de las circunstancias resulte inequívoco que esa conducta presupone
la existencia de una determinada voluntad).

Voluntad de adquirir

El hecho de coger el periódico del quiosco y depositar su precio en el mostrador es una


conducta que inequívocamente incorpora la voluntad de adquirir el periódico pagando
el precio, conducta que de este modo queda manifiesta.

En estos casos se habla de declaración�tácita�de�voluntad, es decir, la efec- Ved también


tuada mediante actos concluyentes.
Podemos ver el reflejo de es-
ta modalidad de declaración
En ocasiones, y con respecto a determinados hechos, cabe inferir la existen- de voluntad en el artículo 999,
párrafo 3.º CC.
cia de una determinada voluntad negocial. En tal caso podemos hablar de vo-
luntad�presunta, que hallaremos, por ejemplo, en el artículo 1191: "si la cosa
pignorada se encuentra en poder del deudor después de haber sido entregada
al acreedor, se presume perdonada la prenda".

En otras ocasiones, la ley atribuye eficacia de declaración negocial a determi-


nados comportamientos, pero prescindiendo de que en realidad permitan o
no presumir la existencia de una determinada voluntad. Así, la realización de
los actos enunciados en el artículo 1000 del CC produce ope legis el efecto de
la aceptación pura de la herencia, con independencia de cuál sea la verdadera
voluntad del actuante.
© FUOC • PID_00260890 35 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Generalmente se exige un comportamiento activo por parte del sujeto para Silencio
que éste sea vehículo de una declaración de voluntad. El comportamiento pu-
Por regla general, en Derecho
ramente omisivo no es, en sí, apto para incorporar una manifestación de vo- no se aplica el refrán quien ca-
luntad inequívoca. De ahí que, en general, el silencio no pueda ser interpre- lla, otorga, sino que se aplica:
quien calla nada dice.
tado como declaración de voluntad negocial, equiparándolo a la aquiescencia.

Artículo 18.1 Convención de Naciones Unidas sobre los contratos de


compraventa internacional de mercaderías

"Toda declaración u otro acto del destinatario que indique asentimiento a una oferta
constituirá aceptación. El silencio o la inacción, por sí solos, no constituirán aceptación."

Sin embargo, en ciertas ocasiones esta regla se modifica, de suerte que allí
donde el acuerdo, los usos, la buena fe o la ley imponen el deber de hablar,
cabe entender que el silencio puede tener significado de declaración negocial
de conformidad o aquiescencia.

Ejemplos

La no oposición a la prórroga del contrato de seguro suele producir su prórroga (art. 22


LCS).

El silencio del comerciante minorista ante el envío del suministro habitual de una mer-
cancía por parte del suministrador puede entenderse como su aceptación.

Es necesario aclarar que, en el ámbito de la contratación a distancia realizada


con consumidores, la falta de respuesta a la oferta de contratación jamás po-
drá considerarse como aceptación de esta (art. 101 TRLGDCU). Es más, si el
empresario, sin aceptación explícita del consumidor y usuario destinatario de
la oferta, le suministrase el bien o servicio ofertado, el consumidor y usuario
receptor no estará obligado a su devolución o custodia, ni podrá reclamársele
pago alguno por parte del empresario que envió el bien o suministró el servi-
cio no solicitado (art. 66 quáter TRLGDCU).

1.3.5. Contenido y objeto

La voluntad negocial tiene como contenido las reglas que se aplican a los efec- Ejemplos
tos jurídicos pretendidos mediante su celebración. Tales reglas pueden ser crea-
• El contenido del testamen-
das íntegramente por la propia voluntad negocial (dentro del marco delimita- to
dor ya visto), por el ordenamiento o, lo que es más común, por el concurso • La institución de heredero
• La atribución de legados
de ambos. Entre esas reglas se incluye la precisión de los efectos o finalidad • La definición de reglas so-
bre la ordenación de la su-
perseguida por el sujeto o sujetos. cesión

En los negocios unilaterales, el contenido es determinado por la sola voluntad


del otorgante.

En los bilaterales, el contenido es fijado por el acuerdo común, el consenti-


miento de las partes. En principio se requiere que ese acuerdo sea libre y volun-
tario para ambas partes, lo cual puede producirse bien porque ambas, tras las
pertinentes negociaciones, lleguen a delinear en común ese contenido, bien
© FUOC • PID_00260890 36 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

porque una de ellas realice una propuesta a la otra que la acepta y se suma
a ella. Cuando esto último sucede, puede ocurrir que el proponente se valga
de un contenido predeterminado de manera estándar que pretende aplicar a
todos sus negocios de un determinado tipo (algo frecuente en el ámbito de
la contratación).

Defensa de consumidores

El legislador se ha hecho eco de los riesgos que existen de que, mediante estos clausula-
dos homogéneos o formularios, se produzcan situaciones de abuso o desequilibrio, en
especial cuando la parte contraria es un consumidor. De esta materia se ocupan la Ley
para la Defensa de Consumidores y Usuarios y la Ley de Condiciones Generales de la
Contratación, encontrándose ambas muy determinadas en este sentido por el Derecho
comunitario.

Según el tipo de negocio jurídico de que se trate, podemos distinguir el objeto


como elemento autónomo del contenido, algo que ocurre con los contratos,
para los cuales el artículo 1261 del CC exige como requisito esencial "objeto
cierto que sea materia del contrato". Con esa expresión, el Código alude a la
cosa o servicio que constituyen, a su vez, el objeto de las obligaciones que
genera el contrato.

En este mismo sentido, podríamos decir que el objeto del testamento son las
cosas o titularidades que constituyen, a su vez, el objeto de la transmisión mor-
tis causa. El estudio del objeto se debe remitir al tratamiento de los contratos,
testamentos y contratos sucesorios.

Baste aquí con señalar que la voluntad del sujeto debe proyectarse sobre ese
objeto y el resto del contenido del negocio jurídico. Asimismo, deben respe-
tarse los límites legales, de manera que no son admisibles los contratos para
traficar con cosas de tráfico prohibido o las disposiciones testamentarias que
pretenden imponer deberes o condiciones contrarias al Derecho.

1.3.6. Causa

El artículo 1261 del CC exige como requisito de validez de los contratos la


existencia de la "causa de la obligación que se establezca", y sobre ella y el ob-
jeto debe recaer el consentimiento contractual (art. 1262 del CC). Su ausencia
o defectos provocan la invalidez de los contratos (art. 1275 del CC). Parece,
pues, que se trata de un requisito no de todos los negocios jurídicos, sino es-
pecíficamente de los contratos.

No obstante, si lo entendemos como un mecanismo de medición de la rele-


vancia o admisibilidad de las declaraciones de voluntad, utilizado por el or-
denamiento jurídico para dispensar o denegar su tutela, podemos considerar
que, respecto de toda declaración de voluntad, el Derecho puede decidir si
otorga o no su reconocimiento y, por consiguiente, si dota de los efectos que-
ridos a esa declaración.
© FUOC • PID_00260890 37 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Causa

De ahí que no se permitan los contratos con causa ilícita o inmoral (art. 1275 del CC; por
otro lado, límites de la autonomía privada) o se desconfíe de los que sólo poseen causa
aparente que se revela falsa (art. 1276 del CC), aunque se parta de que todo contrato la
posee (art. 1277 del CC).

La definición del concepto de causa es extremadamente dificultosa y excede


la finalidad de estas páginas.

Será suficiente con señalar, aunque de manera muy breve, que la causa de
los contratos se identifica con el modelo de intercambio de bienes o servicios
característico de cada tipo de contrato comparado con el propósito o finalidad
prácticos perseguidos por las partes.

Ejemplos de causa

Por ello, si se pretende celebrar una donación, pero ésta se disfraza de compraventa, en-
tonces se dice que hay un problema de simulación y falsedad de causa, ante lo que resulta
aplicable el artículo 1276 del CC. En consecuencia, la finalidad perseguida en común por
las partes es enjuiciada y contrastada con la función de intercambio, que legalmente jus-
tifica la tipificación de cada contrato. Como es natural, al valorar la finalidad perseguida
por las partes se abre la posibilidad de que los motivos que animan a celebrar el contrato
o realizar una declaración de voluntad sean también controlados. Estos motivos son re-
levantes en diferente medida según el tipo de negocio ante el cual nos encontremos: en
los contratos, los motivos individuales de un contratante y no compartidos por el otro
suelen ser irrelevantes; en el testamento, si se realiza una atribución patrimonial sobre la
base de un motivo o finalidad equivocados, cabe la posibilidad de anular esa atribución,
pero sólo si ese motivo o finalidad son determinantes de la voluntad de beneficiar a ese
sujeto (art. 767 del CC).

También se habla de causa para aludir al hecho de que las atribuciones patri-
moniales no se producen porque sí, sino sólo en función de la preexistencia
de una causa jurídica suficiente.

Causa en atribuciones patrimoniales

Por este motivo, si alguien paga algo indebidamente, tiene derecho a reclamar la devo-
lución (arts. 1895 y siguientes del CC). Asimismo, si alguien se compromete a pagar algo
que debe, utilizando un instrumento jurídico dirigido precisamente a facilitar los pagos,
como puede ser el giro de una letra de cambio o el libramiento de un cheque o un pagaré,
en principio se exige que el giro de esos títulos-valores obedezca a una obligación de pago
preexistente ("firmo la letra de cambio o el cheque porque debo el precio de la compra
de un electrodoméstico").

No obstante, por razones de seguridad y protección del tráfico, la ley establece


la disociación entre la obligatoriedad de pago de ese tipo de instrumentos y las
vicisitudes por las que atraviesa la relación jurídica verdaderamente existente
entre los sujetos implicados. De esta suerte se produce una cesura o corte entre
la vida de la relación cambiaria (vida de la letra de cambio, cheque o pagaré)
y la de la relación llamada causal o subyacente. En estos casos se habla de
títulos o actos abstractos. En nuestro Derecho, la regla general es contraria a
la abstracción, por lo que se afirma que el nuestro es un sistema causalista.
© FUOC • PID_00260890 38 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

1.4. El negocio jurídico: vicios

El negocio jurídico puede padecer defectos debido a que alguno de sus elemen-
tos es defectuoso. Esos defectos o carencias se conocen con el nombre de vicios,
especialmente cuando afectan al elemento básico del negocio: la voluntad.

1.4.1. Vicios de la voluntad y de la declaración

Se habla de vicios de la voluntad (referidos a la voluntad que antes llamábamos


interna), para aludir a aquellos casos en los que la voluntad se forma de manera
no libre o no consciente.

Son vicios de la voluntad los defectos de libertad o conciencia con que


se lleva a cabo el proceso de formación de la voluntad del sujeto; acaba
por haber voluntad, pero viciada.

Junto a estos vicios en sentido propio, también podemos hablar de vicios pa- Nota
ra aludir a defectos que producen la ausencia total de voluntad negocial en
Es dudoso que esta distinción
aquellos casos en los que se produce una declaración aparente que no se co- posea consecuencias prácticas
rresponde con ninguna voluntad negocial real, aunque en estos casos no hay en Derecho español, razón por
la cual estudiaremos en lo su-
voluntad viciada, sino mera declaración aparente de una voluntad inexistente. cesivo todos los vicios o defec-
tos del modo tradicional.

Violencia e intimidación

Violencia e intimidación aluden a dos posibles defectos de la libertad del su-


jeto declarante, quien se ve forzado o constreñido a fingir una declaración de
voluntad en realidad no querida.

La violencia consiste en la fuerza física irresistible empleada sobre el


sujeto para arrancarle una declaración de voluntad que sin aquélla no
hubiera efectuado (art. 1267, párrafo 1.º del CC).

La intimidación consiste en la amenaza seria que genera en su destina-


tario el temor racional y fundado de padecer un mal inminente y grave
en su persona o bienes, o en las personas o bienes de sus allegados pró-
ximos (art. 1267, párrafo 2.º del CC).

Para que haya intimidación, el mal con el que se amenaza debe ser injustifica-
do o emplearse de forma injustificada. De este modo, amenazar con el ejerci-
cio de un derecho no es en principio constitutivo de intimidación, salvo que
se emplee para fines ajenos a la razón de ese derecho. El mero y simple temor
reverencial no es intimidación.
© FUOC • PID_00260890 39 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Ambas situaciones están muy próximas, si bien, en sentido estricto, se distin-


gue la violencia de la intimidación en que en la primera no hay ninguna vo-
luntad del declarante, mientras que en la segunda hay una voluntad de de-
clarar por causa de la amenaza. Quedaría en un grado intermedio la amenaza
brutal e inmediata (vis compulsiva) de tal naturaleza que priva de toda volun-
tad al declarante.

La violencia y la intimidación pueden haber sido empleadas por un tercero


o, en los contratos, por la otra parte contratante. Constituyen un ilícito que
puede ser fuente de responsabilidad de su autor.

Violencia e intimidación vician la voluntad haciendo inválido el negocio (arts.


673 y 1265 del CC).

Error

El error o equivocación puede afectar a la voluntad de varias formas:

• Error�vicio. Error en la formación de la voluntad negocial. El sujeto parte


de un conocimiento inexacto o ignorancia que le reportan una impresión
que no se corresponde con la realidad, de donde toma la decisión de rea-
lizar el negocio.

Error espontáneo o inducido

En principio, es irrelevante que el error haya sido padecido espontáneamente por el equi-
vocado o que haya sido inducido (deliberada, negligente o inocentemente) a error por
otra persona. Pero esto tiene un límite: si el error es causado por las maquinaciones do-
losas de uno de los contratantes, entonces estaremos en presencia del vicio del consen-
timiento conocido con el nombre de dolo.

• Error�en�la�declaración�o�error�obstativo. El sujeto ha formado correcta Error en la declaración


e informadamente su voluntad, pero la equivocación se produce al mani-
El Código civil no los distingue
festarla bien por descuido o despiste (un lapsus: por ejemplo, marcar de suficientemente (aunque aflora
forma equivocada la casilla contigua a la deseada al rellenar un formulario en el artículo 773 del CC para
el testamento), pero la distin-
contractual), bien por ignorancia del significado de su declaración (por ción está registrada en la juris-
prudencia (ved, por ejemplo,
ejemplo, ignora que levantar la mano es el mecanismo de puja en una la STS de 10 de abril de 2001).
subasta).

En términos generales, la relevancia del error es tratada restrictivamente por


el Derecho como consecuencia de que nos encontramos ante dos intereses
contrapuestos:

• El del declarante equivocado, cuya intención será desvincularse de las con-


secuencias de su error.
© FUOC • PID_00260890 40 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

• El de las personas que han confiado en esa declaración en apariencia re-


gular, que no tienen por qué verse afectadas por una circunstancia que
normalmente les será ajena.

Por ello, no todo error es relevante. La ley requiere que sea sustancial (recaiga Error
sobre elementos o factores fundamentales), determinante de la prestación del
A diferencia de otros ordena-
consentimiento y, como consecuencia del principio de autorresponsabilidad, mientos, el Derecho español
que sea excusable o disculpable (en este caso, se considera que quien se equi- no exige que el error sea reco-
nocible por la contraparte o
voca por descuido debe acarrear con las consecuencias de su error –consultad destinatario de la declaración
de voluntad.
el artículo 1266 del CC).

Error sustancial

Se considera sustancial el error que recae sobre aquello que pueda considerarse motivo
principal del negocio. Así, puede ser sobre la identidad del objeto, sobre su sustancia
material o sobre otras condiciones de la cosa que sean determinantes de la celebración
del negocio. El error también puede incidir sobre la identidad o cualidades de la persona
que hayan sido determinantes. En general, el error es también sustancial en los motivos
determinantes. Por ello, aunque silenciado por la ley, no hay inconveniente en mantener
un amplio concepto de error sustancial que dé acogida también al error in negotio (cele-
bración de un negocio creyendo que es otro) y en admitir la relevancia tanto del error
de�hecho, como del error�de�Derecho. Alude esta última distinción a que lo conocido
de manera errónea (o lo ignorado) puede referirse a circunstancias puramente fácticas
(de hecho) o a circunstancias jurídicas (de Derecho), como sucede cuando se consiente
aceptar una herencia tácitamente creyendo que así se gozará de responsabilidad limitada
por las deudas del difunto.

El mero error de cuenta no es suficiente para invalidar el consentimiento, pues-


to que tan sólo da lugar a la rectificación pertinente (art. 1266, último párrafo
del CC).

La presencia de error en la formación de la voluntad o en la declaración de


voluntad invalida el negocio jurídico.

Dolo

El dolo es el engaño deliberado o las argucias mediante las cuales se consigue


que un sujeto celebre un negocio.

Haciendo referencia a los contratos, y de manera muy gráfica, el Código civil


dice que "hay dolo cuando, con palabras o maquinaciones insidiosas de parte
de uno de los contratantes, es inducido el otro a celebrar un contrato que, sin
ellas, no hubiera hecho" (art. 1269). Luego el dolo es un error inducido delibe-
radamente para que su víctima celebre un negocio, y también las influencias,
manipulaciones o emboscadas mediante las cuales se determina la voluntad
de la víctima para que celebre un determinado negocio.

El dolo debe haber sido empleado por un contratante contra el otro (o por
un tercero con su anuencia), no siendo admitido el efecto de invalidación del
dolo de tercero. También se exige que el dolo no sea recíproco.
© FUOC • PID_00260890 41 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Estas restricciones están relacionadas con la necesidad de proteger al contra- Ved también
tante inocente que confía en la regularidad de la declaración de voluntad del
Consultad, en este sentido, el
otro. artículo 1270 del CC.

El dolo debe ser determinante, es decir, inducir a celebrar el contrato. Desde


un punto de vista tradicional, se distingue, en atención a esto, entre dolo cau-
sante, que sería el determinante, y dolo incidental, que carece de eficacia in-
validante, aunque sí que origina el deber de indemnizar los daños que cause
(art. 1270 del CC).

El dolo causante invalida el negocio celebrado con su influjo.

Reserva mental

Se produce reserva mental cuando el declarante libre y voluntariamente efec-


túa una declaración de voluntad sin tener la intención real de asumir el ne-
gocio que aparenta celebrar. Hay, pues, una apariencia de voluntad negocial
declarada y una voluntad interna y oculta contraria a lo declarado.

La reserva mental es estrictamente unilateral. Si es conocida y aceptada por Ved también


la otra parte (en los negocios bilaterales) o compartida por ella, entonces nos
La simulación se define en el
movemos en el terreno de la simulación de la ausencia de declaración y vo- apartado "Vicios de la causa".
luntad negociales.

Está comúnmente admitido que la reserva mental es irrelevante como conse-


cuencia del juego de los principios de autorresponsabilidad (prohibición de ir
contra los propios actos) y protección de la confianza de los destinatarios de
la declaración.

En algún ámbito (por ejemplo, el matrimonio canónico) se admite la relevan-


cia de la reserva mental como causa de invalidez del negocio.

1.4.2. Vicios del objeto

El objeto del negocio debe ser adecuado para que se pueda negociar con él.
Depende del tipo de contenido del negocio de que se trate. Así, en los negocios
patrimoniales (respecto de los cuales cobra más sentido hablar de objeto), la
cosa o servicios objeto del negocio deben ser susceptibles de tráfico (deben
estar en el comercio de los hombres).

Por regla general, los bienes patrimoniales son, en principio, susceptibles de


tráfico; no lo son las cosas comunes a todos (que suelen ser no patrimoniales),
las de dominio público o las de tráfico prohibido.

Además, se requiere que el objeto sea posible, lícito y determinado o determi-


nable.
© FUOC • PID_00260890 42 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Objeto

• "Posible" alude a existente materialmente, ya sea en el momento de realizar el nego-


cio, ya sea en el futuro.

• "Lícito" alude a que el Derecho no prohíba o restrinja la posibilidad de traficar o


disponer de determinadas cosas o servicios.

• "Determinado" alude a la exigencia lógica de concreción en la voluntad negocial (en


determinados negocios, como los contratos, tiene un significado especial cuyo estu-
dio debe quedar remitido).

Si el objeto es ilícito, imposible o indeterminable, el negocio es inválido.

1.4.3. Vicios de la causa

La causa debe existir, aunque su existencia se presuma –artículo 1277 del CC–,
ser verdadera y lícita. La ley prevé la invalidez de los contratos cuya causa
no exista, sea falsa o ilícita, mereciendo tal consideración la causa que sea
contraria a las leyes o a la moral (en cuyo caso se suele hablar de causa torpe).

Dentro de los negocios sin causa o con causa falsa se incluyen habitualmente
los llamados negocios simulados.

La simulación consiste en fingir que se celebra un determinado nego-


cio jurídico, cuando en realidad no se pretende celebrar ninguno o se
pretende celebrar uno diferente del fingido.

Cuando la simulación no pretende celebrar ningún contrato, entonces se ha-


bla de simulación�absoluta; cuando se pretende celebrar un contrato diferen-
te del simulado, en ese caso se habla de simulación�relativa. En este último
caso, podemos identificar dos negocios: el negocio aparente o negocio simu-
lado y el negocio real subyacente o negocio disimulado.

La simulación requiere la existencia de un acuerdo simulatorio, en virtud del


cual, en los negocios bilaterales, ambas partes convienen en realizar la apa-
riencia del negocio fingido, y en los unilaterales recepticios, el autor de la de-
claración y el destinatario convienen en fingir la apariencia del negocio. No
parece que propiamente haya lugar a simulación en los negocios unilaterales
no recepticios, dado que estos serán, a lo sumo, susceptibles de reserva mental.

En Código civil no alberga una regulación suficiente del negocio simulado. El Negocio simulado
negocio simulado, como no se corresponde con una voluntad real de celebrar-
En el artículo 1276 del CC en-
lo de manera efectiva, carece de validez. Entre los implicados, esta invalidez contramos una referencia al
es plenamente denunciable, pero frente a terceros que hayan confiado en la negocio simulado, pues cuan-
do se habla de causa falsa, se
apariencia generada por el acuerdo simulatorio puede resultar inoponible tal considera que también com-
prende los casos de simula-
invalidez. ción.
© FUOC • PID_00260890 43 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Si nos encontramos en presencia de simulación relativa, también prevalece la


voluntad real sobre la manifestada en apariencia, de suerte que no valdrá el
negocio simulado, pero sí será válido el disimulado si, en efecto, concurren
sus requisitos, como establece el artículo 1276.

Donación encubierta

Una abundante jurisprudencia del Tribunal Supremo se ha planteado la validez o nuli-


dad de la donación encubierta como compraventa, decretándose con frecuencia que no
hay compraventa, pues es simulada, ni donación, por incumplimiento de los requisitos
formales constitutivos de la misma.

En la simulación relativa se produce una disparidad de tipo negocial entre el


negocio simulado y el disimulado. Por ello, no es propiamente simulación,
aunque se aproxime, el caso en el que de común acuerdo se falsean datos del
negocio que efectivamente se quiere y se manifiesta celebrar; por ejemplo,
haciendo constar un precio más bajo del efectivamente pagado en la venta.
Estos casos son tratables por analogía con el régimen de la simulación.

Diferente es, o puede ser, el caso de la interposición de persona, consistente


en hacer constar como partícipe del negocio a un sujeto aparente, ocultando
con ello la participación de otro. Las hipótesis son o pueden ser variadas.

Ejemplo de simulación relativa

Se celebra una venta efectiva entre el vendedor A y el comprador B, pero se hace figurar
como comprador a C, ante lo que todos ellos están de acuerdo. En este caso (interposi-
ción ficticia), aunque no haya simulación en sentido estricto, son aplicables las reglas de
la simulación relativa, por lo que deberá prevalecer la situación real sobre la aparente,
sin perjuicio de terceros de buena fe. Sin embargo, si A no se encuentra en el acuerdo
simulatorio, de manera que sólo aparece ante él C como comprador (interposición real),
entonces deben aplicarse las reglas de la representación indirecta, que más adelante ten-
dremos ocasión de estudiar y que implican la validez del contrato entre A y C, y la ulterior
repercusión de este contrato en la esfera de B.

Es también reconducible a la noción de interposición de persona el caso lla-


mado de intestación, consistente en que se realiza un determinado negocio
de adquisición de manera efectiva, poniendo los bienes adquiridos a nombre
de una persona diferente del adquirente (por ejemplo, padres que compran un
piso a la inmobiliaria y que ponen la compra a nombre de uno de sus hijos).

1.5. El negocio jurídico: eficacia

El negocio produce los efectos queridos por el sujeto o sujetos, siempre y cuan- Nota
do se encuentren dentro del margen enmarcado por los límites de la autono-
Recordad lo que explicamos a
mía privada. Las reglas negociales sólo vinculan al autor o autores del negocio propósito de la autonomía.
(recordemos la autonomía), en la medida en que en efecto les vinculen.

Ejemplos

Los contratantes quedan vinculados por su contrato (el artículo 1091 del CC dice gráfi-
camente que las obligaciones contractuales tienen fuerza de ley entre los contratantes).
© FUOC • PID_00260890 44 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Quien reconoce a un hijo queda vinculado por su declaración.

El autor del testamento no queda vinculado por su testamento, que puede ser revocado
libremente.

Puede haber terceros sometidos a las reglas negociales, bien porque ocupen
el lugar de alguna de las partes negociales (sucesores o causahabientes, en la
terminología legal), bien porque hayan aceptado someterse a esas reglas (lo
cual sucede con el heredero que ha de aceptar la herencia, pero que puede
repudiarla).

Ved también
En materia de contratos, la regla según la cual el contrato sólo vincula
a los contratantes (y sus causahabientes) se conoce con el nombre de Consultad, en este sentido, el
artículo 1257 del CC.
principio�de�relatividad.

La vigencia de los efectos del negocio puede venir determinada por la declara-
ción negocial: el propio negocio puede determinar cuándo comienzan o cesan
sus efectos. Existen unas figuras típicas que abordan esta cuestión en las que
conviene que nos detengamos.

1.5.1. La condición

Concepto y clases

Los efectos del negocio pueden quedar sometidos al cumplimiento de un even-


to incierto que se pone como condición.

La condición es un evento incierto, de cuya realización se hacen depen-


der los efectos (todos o algunos de ellos) del negocio jurídico, bien para
que se produzcan a partir de ese evento, bien para que dejen de produ-
cirse si tal evento se produce.

Condición suspensiva y resolutoria

Hablamos de condición� suspensiva cuando el inicio de la producción de los efectos


depende del cumplimiento de la condición: hasta entonces los efectos del negocio han
estado suspendidos.

Hablaremos de condición� resolutoria cuando la producción del evento pone fin a la


producción de los efectos: a partir de entonces cesan los efectos del negocio como si éste
nunca hubiera existido.

Es necesario que el evento puesto como condición sea incierto en cuanto a


si sucederá o no. Por ello, lo normal es que trate de eventos futuros, aunque
también son admisibles los eventos pasados pero ignorados (art. 1113 del CC).
© FUOC • PID_00260890 45 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

El evento en sí puede ser de cualquier naturaleza. Atendiendo a esta naturaleza


podemos distinguir entre condiciones potestativas, casuales y mixtas:

• Condición potestativa. Un evento cuya realización o no depende de la


voluntad de una de las partes del negocio, o del favorecido por éste. En los
contratos no es admisible cuando depende del mero capricho del obligado
(art. 1115 del CC), en cuyo caso se habla de condición puramente potes-
tativa (diferente de la simplemente potestativa, en la que no se operaría
por mero capricho, aunque la distinción es vidriosa). En el testamento sí
que es admisible (art. 795).

• Condición casual. Un evento que no depende de la voluntad de ninguna


de las partes o del beneficiario. Puede depender del puro azar (si graniza,
por ejemplo) o de la voluntad o intervención de terceras personas ajenas
a los implicados.

• Condición mixta. El cumplimiento del evento requiere la voluntad o


cooperación de una de las partes o implicados y también de un hecho
ajeno a ella.

El hecho puesto como condición tiene que ser posible, lícito y moral; o dicho
de otro modo, no son válidas las condiciones imposibles, ilícitas o inmorales.
El efecto que esa invalidez de la condición desencadena sobre el conjunto del
acto o negocio condicional varía dependiendo del caso:

• En los contratos queda anulada la obligación que dependa de la condición


imposible, ilícita o inmoral (art. 1116 del CC).

• En los testamentos, la condición que adolezca de tal falta se tiene por no


puesta, purificándose la atribución condicional (art. 792 del CC).

Por último, se distingue entre condición positiva y negativa:

• La condición positiva consiste en la producción de un determinado evento


antes inexistente.

• La condición negativa consiste en que las cosas siguen como están sin que
se produzca un determinado evento.

En algunas ocasiones, las expresiones empleadas pueden inducir a equívocos:


es negativa la condición de no contraer matrimonio, idéntica a la de perma-
necer soltero, aunque en este caso no se utiliza una locución negativa para
© FUOC • PID_00260890 46 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

expresar la misma idea. La distinción puede tener importancia en materia su-


cesoria (art. 800 del CC y a la hora de apreciar si ha habido cumplimiento o
no (arts. 1117 y 1118 del CC.

Son sometibles a condición la mayor parte de los negocios jurídicos patrimo-


niales. Sin embargo, el Derecho catalán, mallorquín y menorquín no permi-
ten la institución de heredero bajo condición resolutoria por influencia del
Derecho romano.

Es discutible que los negocios familiares puedan someterse a condición (no lo Ved también
es, por ejemplo, el matrimonio).
Consultad, en este sentido, el
artículo 45 del CC.
Fase de pendencia

Desde que se celebra el negocio hasta que la condición se cumple se abre una
fase de interinidad o de pendencia que opera:

• En la condición suspensiva, dejando las cosas como están, a la expectativa


de que tras haber sucedido el evento comiencen a producirse los efectos
definitivos del negocio.

• En la condición resolutoria, mediante el inicio de la producción de efectos,


pero sometidos al albur de que si se cumple la condición haya que deshacer
lo hecho.

Ejemplos de negocio en condición suspensiva y en condición resolutoria

Pensemos en un negocio de atribución de bienes bajo condición:

• Si es suspensiva, el adquirente no ha adquirido todavía, sino que queda en expecta-


tiva de adquirir, conservando mientras tanto la titularidad del derecho otra persona
(el disponente normalmente en los negocios inter vivos; otros sucesor, en los mortis
causa).

• Si es resolutoria, el adquirente adquiere efectivamente, pero su adquisición no es


firme, pues si se cumple la condición habrá de restituir las cosas al disponente (o a
un tercero), el cual mantiene así una expectativa de recuperación.

Por consiguiente, durante esta fase de pendencia de la condición se generan


unas expectativas que son susceptibles de tutela jurídica.

En los contratos, el acreedor bajo condición puede ejercitar actos de tutela


conservativa de su derecho eventual (art. 1121) y puede trasmitir sus expecta-
tivas a un tercero.
© FUOC • PID_00260890 47 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

En el ámbito sucesorio, el heredero bajo condición suspensiva no trasmite su Ved también


expectativa a sus herederos en caso de que fallezca antes de que la condición
Conforme a la interpretación
se cumpla. dominante de los contradic-
torios artículos 759 y 799 del
CC.
Entre las medidas cautelares de que puede valerse el titular del derecho even-
tual, hallamos la exigencia de que los bienes son conservados de manera ade-
cuada por quien los tiene en su poder; en materia sucesoria, incluso puede
instar la puesta en administración de los bienes hereditarios y, según los casos,
reclamar para sí la administración de los bienes.

Cumplimiento de la condición

La condición se cumple cuando efectivamente sucede el evento puesto como Ved también
condición; pero si su realización es impedida por obra del obligado, entonces
Consultad, en este sentido, los
la ley la considera cumplida (ficticiamente). artículos 1119 y 798 del CC.

La condición debe cumplirse cuando haya sido estipulada en el negocio. Si no


Ved también
se ha previsto nada, la ley determina el momento en que se ha de cumplir,
distinguiendo si se trata de contratos o de testamentos. Consultad, en este sentido, los
artículos 1117, 1118 y 795,
797 del CC.
Una vez se ha cumplido, real o ficticiamente, la condición, se comenzarán
a producir los efectos suspendidos en las suspensivas, o bien se resolverá la
situación creada por el negocio en las resolutorias, naciendo, entonces, los
deberes restitutorios pertinentes.

En nuestro Derecho, por regla general y en la medida de lo posible, el cumpli-


miento de la condición opera con eficacia retroactiva:

• Si la condición era suspensiva, se considera que los efectos que produce el


negocio se generaron desde que éste se celebró (art. 1120).

• Si la condición era resolutoria, se considera que los efectos no se han pro-


ducido nunca, naciendo de este modo el deber de restituir lo obtenido con
él (art. 1123).

Condición suspensiva y resolutoria


Ved también

Cuando se interpone una condición suspensiva, la atribución de la propiedad de un bien Consultad, en este sentido, los
a favor de A, una vez cumplida la condición, se entiende que A ha sido propietario de la artículos 1120 y 1122.
cosa desde que el negocio se celebró. En consecuencia, los frutos producidos por la cosa
en el ínterin son suyos y él debe pechar con las alteraciones experimentadas por la cosa
sin culpa del obligado.
Ved también

Consultad, en este sentido, el


Cuando se interpone una condición resolutoria, ocurre lo mismo, pero a la inversa: ad-
artículo 1123.
quirida por A la propiedad de la cosa bajo condición resolutoria, cuando se cumple la
condición, la cosa retorna al disponente como si nunca hubiera salido de su patrimonio.
© FUOC • PID_00260890 48 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Esta retroacción es un efecto jurídicamente dispuesto, esto es, una ficción le-
gal. De ahí que se deba aplicar con cautela y, en la medida de lo posible (como
también se preocupa de prever la ley), especialmente para el caso de las obli-
gaciones diferentes de las de entregar cosas (art. 1120 in fine).

1.5.2. El término

El término es la fijación del tiempo hasta el cual (término�final) o a partir Ved también
del cual (término�inicial) se van a producir los efectos (todos o parte de ellos)
Consultad, en este sentido, el
de un negocio jurídico. Se diferencia de la condición por la certidumbre: del artículo 1125, párrafo 3.º CC.
término se sabe que llegará a suceder siempre, mientras que la condición es
incierta por definición.

No obstante, se habla de término cierto y término incierto, aunque esto no Término incierto
se refiere a la incertidumbre sobre si se cumplirá o no el término, sino a la
Es término incierto el fijado
incertidumbre acerca del momento exacto en que se cumplirá. por referencia a la muerte de
una persona, pues es obvio
que morirá, aunque no se sepa
Se habla de término� esencial para aludir a los casos en los que el tiempo cuándo.

previsto para el cumplimiento de los efectos del negocio se eleva a la categoría


de requisito básico, de suerte que el cumplimiento tardío no puede producirse.

Los negocios sometidos a término son muy frecuentes, en especial en el ámbito


de los contratos.

El término

Es caso de término la fijación de un plazo para el cumplimiento de las obligaciones de-


rivadas de los contratos, materia de la que se ocupa específicamente el Código civil (arts.
1125 y siguientes). Las disposiciones testamentarias también pueden someterse a término
(art. 805 del CC, salvo en Cataluña (art. 423-12.1 del CCCat), Mallorca y Menorca (art.
16 de la Compilación Balear).

El matrimonio, en cambio, no es susceptible de ser sometido a término (art. 45 del CC.

A semejanza de la condición, en el término inicial hay un periodo de penden-


cia del término; pero, y a diferencia de aquélla, en el término no hay incerti-
dumbre. De ahí que se considere que el sujeto llamado a la titularidad de un
derecho lo adquiere desde el principio, si bien no podrá ejercitarlo mientras
esté pendiente el término.

1.6. El negocio jurídico: ineficacia

1.6.1. Invalidez

Se dice que es ineficaz el negocio cuando no produce los efectos previstos en


su creación. No obstante, el término ineficacia resulta muy equívoco.
© FUOC • PID_00260890 49 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Aquí sólo haremos referencia a los supuestos de ineficacia que se producen


como consecuencia del fallo de los requisitos necesarios para que se dé un ne-
gocio constituido regularmente y al caso en que el negocio, aun regularmente
constituido, produce un resultado injusto remediado por el ordenamiento. En
consecuencia, ceñimos el estudio de la ineficacia a los casos de invalidez y
de rescisión.

Un negocio es inválido cuando fallan sus requisitos constitutivos o se han ex- Negocio inválido
cedido los límites de la autonomía privada. Desde su origen, el negocio ado-
Esta distinción está formulada
lece de un defecto que genera o puede generar que no produzca los efectos básicamente al hilo de los con-
apetecidos. Pero la invalidez no es una categoría de la ineficacia negocial o, tratos por obra de doctrina y
jurisprudencia, pues el tenor
mejor, un régimen jurídico de la misma. El Derecho prevé, básicamente dos del Código civil en la mate-
ria (arts. 1300 a 1314) es muy
regímenes jurídicos de ineficacia por causa de invalidez: equívoco.

• La nulidad produce como consecuencia la privación total de efectos al


negocio o a la parte inválida, como si éste nunca hubiera sido celebrado
(quod nullum est nullum effectum producit).

• La anulabilidad permite la impugnación del negocio defectuoso de mane-


ra que, si no es impugnado, éste funciona como si fuera un negocio ple-
namente regular.

En materia de matrimonio también se pueden reconocer signos que permiten


distinguir la nulidad radical de la impugnabilidad (arts. 73 a 79). Más dificul-
tosa es la distinción en materia de testamentos, aunque parece que en Catalu-
ña se registra en el artículo 422-1 y siguientes del CCCat.

Nulidad y anulabilidad

Los criterios para determinar cuándo es procedente la nulidad y cuándo, la anulabilidad


conjugan varios factores: índole del vicio padecido por el negocio, intereses lesionados
por el negocio ilícito, suficiencia de la protección dispensada al perjudicado por uno u
otro tipo, etc. Es mejor estudiar cada uno de estos regímenes por separado.

1.6.2. Nulidad

La nulidad, a menudo apellidada radical, es la sanción general prevista por el


ordenamiento para los actos contrarios a la ley imperativa (art. 6.3 del CC).

En nombre de la nulidad, un negocio ilegal es privado totalmente de


efectos por el ordenamiento, como si no se hubiera realizado, de ma-
nera que se destruyen los efectos materialmente producidos al amparo
del negocio ilegal. Por ende, si en cumplimiento del negocio ilegal ha
habido desplazamientos patrimoniales, éstos serán restituibles.
© FUOC • PID_00260890 50 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Según la opinión común, la nulidad radical es la regla general en los negocios


ilegales, de manera que podemos decir que todo negocio ilegal es radicalmente
nulo, salvo que esté previsto otro régimen de ineficacia o de sanción, conforme
al ya mencionado artículo 6.3 del CC).

La lista de causas de nulidad ha de hacerse de forma residual: dado que, en


general, los regímenes de la invalidez son la nulidad y la anulabilidad, son
causas de nulidad todas aquellas que no lo sean de anulabilidad.

Contratos nulos

Son nulos los contratos que contravienen los límites generales de la autonomía privada,
los carentes de sus requisitos esenciales o los que tienen vicios en sus requisitos esencia-
les (salvo que sean defecto de capacidad), los que contienen vicios del consentimiento
o falsedad de la causa (entendida como causa equivocada, no como causa simulada), el
caso particular de los contratos onerosos realizados por un cónyuge sin consentimiento
del otro cuando éste es exigido (art. 1301 del CC). También es nulo el matrimonio en el
que fallen sus presupuestos (por ejemplo, la disparidad de sexo entre los contrayentes) o
falten sus requisitos esenciales (salvo que sea un vicio del consentimiento o defecto de
capacidad –artículos 75 y 76 del CC–). De todo esto resulta que son nulos los contratos
que contravienen la ley, la moral o el orden público, así como los que carecen de consen-
timiento, objeto o causa (estos últimos son ilegales o imposibles). Asimismo, son nulos
los negocios formales celebrados sin observar los requisitos de forma.

En ocasiones se habla de inexistencia del negocio para aludir a casos en los


que no existe una ilegalidad flagrante, sino la mera no concurrencia de los
requisitos básicos o presupuestos para apreciar la existencia de un negocio; en
cambio, sus efectos serían los mismos que los de la nulidad radical, razón por
la cual no identifica un régimen especial de ineficacia negocial.

Por el hecho de implicar un atentado contra el orden jurídico se facilita la


expulsión del negocio ilegal de su ámbito. Por ello, están legitimados para
pedir la nulidad quienes hayan sido parte en el negocio, los afectados por el
mismo, cualquiera que tenga interés en ello e, incluso, aunque no haya sido
invocada la nulidad, ésta es apreciable de oficio por los tribunales. Esto último
tiene la intención de impedir que los tribunales cooperen en la producción de
los efectos dimanantes de un negocio ilegal.

La nulidad es reclamable ante los tribunales de justicia mediante el ejercicio


de una acción�meramente�declarativa: se endereza a que el tribunal consta-
te que efectivamente el negocio es nulo y así lo manifieste o declare, pero el
negocio es nulo desde su origen. Por ello, la declaración de nulidad tiene efec-
tos retroactivos (ex�tunc, ‘desde entonces o desde el principio'). Esta acción
declarativa se considera imprescriptible.

Los negocios nulos, por el carácter radical del defecto que les aqueja, no pue-
den ser subsanados por el paso del tiempo ni por una declaración posterior de
convalidación de los interesados. Lo que sí podrán hacer es celebrar ulterior-
© FUOC • PID_00260890 51 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

mente y con todos sus requisitos legales el negocio que intentaron celebrar
antes inútilmente. En este sentido, y en general, la nulidad se dice que es in-
sanable.

La nulidad puede afectar a la totalidad o sólo a una parte del negocio, en cuyo Nulidad total
caso se habla de nulidad�parcial.
En materia de contratos, da-
da la unidad y especialidad del
En materia de testamentos se aplica la regla utile per inutile non vititatur, que propósito contractual, es habi-
tual que se decrete la nulidad
significa que solamente se consideran inválidas las disposiciones testamenta- total.

rias ilegales, salvándose todo lo que sea posible de lo demás.

Depende, pues, del contenido y estructura del negocio que se prefiera uno u
otro tipo de nulidad. Así, cuando la anulación de una parte del contenido del
negocio no afecta gravemente a la posibilidad de perduración del mismo, con
lo que pasa a ser posible rellenar las lagunas dejadas por las cláusulas nulas
mediante el recurso a mecanismos de integración (ley supletoria, buena fe,
usos, etc.), entonces permanece el negocio con las adaptaciones oportunas.
Ésta es la regla sentada para el caso de condiciones generales de los contratos
nulos: si es posible, se salva el contrato decretando la nulidad solamente de
las cláusulas preformuladas ilegales (art. 8 de la Ley de Condiciones Generales
de la Contratación).

1.6.3. Anulabilidad

Este término se reserva para aludir a los casos en los que un contrato o el
matrimonio padecen falta de capacidad de alguna de las partes o vicios del
consentimiento (violencia, intimidación, error o dolo). Los contratos onero-
sos celebrados por una persona casada sin consentimiento de su consorte son
también anulables (arts. 75, 76 y 1301 del CC).

En estos casos (excluido el último que es un tanto anómalo), estamos en pre-


sencia de negocios bilaterales en los que la voluntad de una de las partes pue-
de no ser lo suficientemente madura (defecto de capacidad) o puede haberse
formado sin la libertad o conciencia deseables (vicios del consentimiento). No
obstante, el resultado concreto alcanzado puede no ser perjucidial para el in-
terés del menor, incapaz o sujeto que padeció el vicio. Por ello, y debido a que
la Ley contempla que nadie mejor que el propio interesado (o sus guardado-
res) para juzgar sobre su propia conveniencia, lo que hace es dotar a ese sujeto
"débil" de una posibilidad de impugnar el negocio si lo desea. Además, para
evitar que la situación de incertidumbre acerca de si el negocio va a ser im-
pugnado o no, se alargue, se establece un plazo limitado de ejercicio de dicha
pretensión impugnatoria.

De lo que acabamos de ver se deriva (por contraposición a la nulidad) que la


anulabilidad sólo puede ser instada por el interesado que tenía el defecto de
capacidad (personalmente o mediante sus guardadores), o por quien padeció
el vicio del consentimiento una vez que éste desaparezca. Es decir, se establece
© FUOC • PID_00260890 52 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

una legitimación�restringida. Por este motivo, no cabe la apreciabilidad de


oficio de la anulabilidad por parte de los tribunales de justicia. Asimismo, la
anulabilidad tiene que instarse dentro de un plazo, que comúnmente se con-
sidera de caducidad: cuatro años para los contratos y un año para el matrimo-
nio. También es común considerar que el negocio anulable surte sus efectos
en la medida en que no sea impugnado, señalándose que goza de una eficacia
claudicante. Por ello, una vez ejercitada la pretensión de anulación, la sen-
tencia que la determina goza de eficacia�constitutiva. Tras ser declarada la
anulación, se entiende que ésta afecta al negocio desde su origen, surtiendo,
como la nulidad, efectos retroactivos o ex�tunc.

A diferencia de la nulidad, la pretensión de anulación está al servicio,


pues, de los intereses de la parte legitimada.

La anulabilidad es disponible bien mediante el no ejercicio de la pretensión de


anulación, bien mediante la declaración no viciada de la voluntad defectuosa
una vez ha desaparecido el vicio del consentimiento o se ha alcanzado la ple-
na capacidad. Esta figura de subsanación del defecto que padecía el negocio
anulable es conocida con el nombre de confirmación.

1.6.4. Rescisión

En materia de contratos, la ley prevé que, con independencia de que se reúnan


o no los requisitos legalmente establecidos, cuando mediante ellos se produce
un resultado especialmente injusto o lesivo, es posible instar su ineficacia. Es
un supuesto excepcional que sólo cabe en los casos legalmente establecidos
(arts. 1290 y 1293 del CC).

Las causas más generales de rescisión son (aparte de casos singulares y particu-
lares dispersos): la lesión de alguno de los contratantes, el fraude de acreedores
o el carácter litigioso del objeto.

En el régimen del Código civil la lesión (perjuicio patrimonial experimentado


por un contratante que exceda del 25 %) sólo permite rescindir cuando el
lesionado es un ausente o un menor o incapaz sometido a tutela.

Lesión

En Cataluña, el artículo 621-46 del CCCat recoge la figura histórica conocida con el nom-
bre de lesión ultra dimidium o lesión en más de la mitad, según la cual, el contrato de
compraventa y los demás de carácter oneroso pueden rescindirse si la parte perjudicada
prueba que, en el momento de la conclusión del contrato, el valor de mercado de la pres-
tación que recibe es inferior a la mitad del valor de mercado de la prestación que realiza;
igual en Navarra (lesión enorme, ley 499 y siguientes de la Compilación Navarra).
© FUOC • PID_00260890 53 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Si se celebra un contrato en perjuicio de los acreedores de una de las partes,


tales acreedores pueden promover la rescisión del contrato fraudulento, si ca-
recen de cualquier otro modo de evitar el perjuicio. La ley exige que el sujeto
que contrata con el disponente esté enterado de sus intenciones defraudatorias
(consilium fraudis) cuando la disposición ha sido onerosa (art. 1297 del CC).

Asimismo, la enajenación de cosas objeto de litigio sin aprobación de los liti-


gantes o del juez es susceptible de ser impugnada por rescisión.

Mediante la rescisión se reintegran las cosas de las que se dispuso indebida-


mente al patrimonio de origen, en caso de que éstas no se encuentren en po-
der de un tercero que haya actuado de buena fe. Su efecto es, pues, más limi-
tado que en la nulidad o anulabilidad. Si el otro contratante actuó de mala fe,
puede pedírsele la indemnización de daños y perjuicios.
© FUOC • PID_00260890 54 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

2. La representación

2.1. Concepto de representación

Aunque el Código civil no contempla la figura de la representación, se trata de


una institución jurídica de enorme importancia para el funcionamiento y la
articulación correcta de las relaciones económicas en una sociedad moderna.

Contrato de mandato

En nuestro Código civil se regula el contrato de mandato como fenómeno representativo


vinculado a las relacionesde gestión (arts. 1709a 1739 del CC. El Código civil catalán
también regula el mandato en los artículos 622-21 y siguientes.

La representación es una situación jurídica en la que una persona presta


a otra su cooperación mediante una gestión de sus asuntos en relación
con terceras personas, produciéndose los efectos de tal actuación directa
o indirectamente en el patrimonio del sujeto representado.

2.2. Clases de representación

Representación voluntaria
Podemos decir que hay dos grandes tipos de representación:
En la representación voluntaria
• Representación voluntaria, que tiene su origen en la voluntad del se distingue:
• Representación directa. Se
interesado (representado), quien autoriza la actuación representati- da cuando el representante
va de otra persona (representante). actúa en nombre del repre-
sentado.
• Representación indirecta o
mediata. Se da cuando el
• Representación legal, en la que la ley legitima al representante para representante actúa en in-
terés ajeno, pero en nom-
actuar. bre propio.
© FUOC • PID_00260890 55 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

2.3. La representación voluntaria

2.3.1. El apoderamiento

Concepto, características y naturaleza

El apoderamiento es un negocio jurídico por medio del cual el poder-


dante o representado concede a otra persona un poder de representa-
ción.

El negocio de apoderamiento es, por un lado, unilateral (STS de 5 de febrero de


1969, 6 de marzo de 1978), puesto que la concesión del poder emana exclu-
sivamente de la declaración de voluntad del poderdante, y, por otro lado, re-
cepticio, ya que tal declaración debe conocerse para que produzca sus efectos.

La abstracción e independencia del negocio de apoderamiento

La doctrina jurídica suele sostener que el apoderamiento es independiente de la relación


subyacente existente entre poderdante y apoderado (contrato de gestión, de sociedad,
arrendamiento de servicios, etc.), constituyendo, de esta forma, un negocio abstracto y
ajeno a sus vicisitudes.

No obstante, esta conclusión ha sido matizada, ya que el apoderamiento siempre tiene


una causa (tanto típica, como fin economicosocial del negocio). Es más, si se considera
que la causa del apoderamiento es la relación subyacente, desde el punto de vista de las
relaciones entre poderdante y apoderado resulta evidente que el apoderamiento no se
desvincula de dicha relación, ya que las incidencias que padezca siempre le afectarán.
Respecto a los terceros que contraten con el apoderado, éstos únicamente serán protegi-
dos por el ordenamiento frente a las incidencias de la relación subyacente siempre que
se trate de terceros de buena fe (arts. 1734 y 1738 del CC.

Por todo lo que acabamos de ver, la doctrina afirma que no hay verdadera abstracción
e independencia del apoderamiento, sino una serie de normas especiales de protección
de terceros de buena fe.

Requisitos del negocio de apoderamiento

Para otorgar un poder se exige gozar de la capacidad de obrar necesaria para


celebrar el acto para el que se apodere al representante, así como de los mismos
complementos de capacidad.

Ejemplo de apoderamiento

En principio, un menor emancipado no podría otorgar unilateralmente un poder a un


tercero para enajenar sus bienes inmuebles, ya que es algo que a él mismo no le está
permitido (art. 323 del CC). No obstante, el menor emancipado puede otorgar el poder
siempre y cuando su capacidad sea complementada por el padre, madre o tutor.

El apoderado no tiene por qué tener plena capacidad de obrar, ya que el artícu-
lo 1716 del CC establece que el menor emancipado puede ser representante.
© FUOC • PID_00260890 56 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

En cuanto a la forma, puede aplicarse al apoderamiento el principio


espiritualista registrado en el artículo 1710 del CC.

No obstante, debemos tener en cuenta que el artículo 1280.5.º del CC exige


el documento público en determinados apoderamientos, pudiendo las partes
compelerse recíprocamente a completar esta forma que es presupuesto de ple-
na eficacia (art. 1279 del CC).

Cita

"Deberán constar en documento público: el poder para contraer matrimonio, el general


para pleitos y los especiales que deban presentarse en juicio; el poder para administrar
bienes, y cualquier otro que tenga por objeto un acto redactado o que deba redactarse en
escritura pública, o haya de perjudicar a tercero".

Artículo 1280.5.º del CC

El apoderamiento tácito

Cabe decir que el apoderamiento, además de expreso, puede ser tácito, lo cual ocurrirá
cuando éste nazca de un comportamiento o de hechos concluyentes que susciten en los
terceros la confianza de que la representación existe. Para determinar la existencia de tal
apoderamiento, es necesario prestar especial atención a la conducta del representado o
dominus (teoría objetiva), que bien puede haber observado un comportamiento positivo
(colocar a un dependiente en un establecimiento mercantil), o negativo (tolerar las ges-
tiones representativas de un tercero). Además, el tercero ha de ser de buena fe, esto es,
debe haber confiado razonablemente en la existencia del poder.

2.3.2. El poder

Concepto y clases

El poder es el efecto jurídico derivado del negocio de apoderamiento.


Mediante el poder se otorga al representante una legitimación especial
para ejercitar con plena eficacia jurídica un derecho ajeno.

Los poderes pueden clasificarse según dos criterios:

• Por su objeto, hay poderes generales que comprenden todos los negocios
del mandante, y poderes especiales, referidos a uno o más negocios deter-
minados (art. 1712 del CC).

• Por su extensión, se habla de poderes concedidos en términos generales,


que no comprenden más que los actos de mera administración (art. 1713.1
del CC, y poderes expresos, exigidos para los negocios de disposición, con-
sistentes en "transigir, enajenar, hipotecar o ejecutar cualquier acto de ri-
guroso dominio" (art. 1713.2 del CC).
© FUOC • PID_00260890 57 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Límites del poder

El CC emplea la expresión límites para delimitar las facultades propias que le Ved también
son otorgadas al apoderado de las que no posee.
Consultad, en este sentido, los
artículos 1714, 1715 y 1727
Sin embargo, en otros preceptos se refiere a las instrucciones (art. 1717) o a la del CC.

manera de cumplir el encargo (art. 1715).

En las relaciones internas entre poderdante y apoderado, éste debe seguir las
instrucciones especificadas por aquél y actuar dentro de los límites estableci-
dos.

Ahora bien, en las relaciones externas, aun cuando el representante debe se-
guir las instrucciones fijadas, frente a terceros éstas no serán operantes salvo
cuando las hayan conocido o debido conocer mediante la observación de la
diligencia adecuada a las circunstancias del caso.

2.3.3. Las formas de actuación del representante

El representante puede actuar en nombre ajeno (agere alieno nomine), indican-


do que actúa por cuenta de otro (contemplatio domini). En este caso se habla
de representación�directa.

La representación directa implica que los efectos de la gestión represen-


tativa se producen de forma inmediata en la esfera del representado
(arts. 1259, 1717 y 1725 del CC.

No es necesario que el representante dé a conocer directamente el dominus


negotii, por lo que será suficiente con la manifestación de ese actuar en nombre
ajeno.

Junto a la contemplatio domini expresa se encuentra la tácita, que concurre


cuando de las circunstancias del caso y de la actuación del representante pue-
da deducirse que el negocio se concluye para el representado.

Cita

La contemplatio domini "significa consentir explícita o implícitamente que los efectos del
negocio serán para el dominus y no para el gestor" (Núñez Lagos).

Hay representación indirecta cuando el representado actúa por cuenta


del dominus, pero en nombre propio (agere nomine propio).
© FUOC • PID_00260890 58 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

2.3.4. La voluntad del representante y representado

Con relación a los vicios de la voluntad que puedan afectar al negocio repre- Teoría intermedia
sentativo (el llevado a cabo por el representante frente a terceros), en la ac-
La teoría intermedia ha sido
tualidad predomina la teoría que sostiene que tanto la voluntad del represen- acogida por el Código civil ita-
tante, como la del representado deben ser tenidas en cuenta, pues ambas han liano vigente (art. 1389), por
el Código civil portugués de
contribuido a su conclusión. 1966 (art. 259) y por la Comi-
sión de Reforma del Código ci-
vil francés.
Según esto, los vicios de la voluntad se han de apreciar, por lo general, en el
representante, salvo respecto a elementos predeterminados por el representa-
do (Díez-Picazo).

Además, la legitimación para impugnar corresponde al dominus, aunque el


vicio de la voluntad lo haya sufrido el representante (STS de 19 de noviembre
de 1990).

El profesor Díez-Picazo, siguiendo ciertas disposiciones del BGB (§166), del


Código civil italiano (art. 1391) y del Código civil portugués (art. 259), esta-
blece que:

• El representado de mala fe no puede aprovecharse de la buena fe de su


representante.

• En lo demás, se tiene en cuenta el estado subjetivo del representante, de


donde se concluye una comunicación de la mala fe del representante al
representado.

2.3.5. El ejercicio del poder de representación. La sustitución del


representante

Aunque la concesión del poder de representación se basa en la existencia de


una situación de confianza (fiducia) en la persona del apoderado, el CC prevé
la sustitución del representante (arts. 1721 y 1722 del CC), donde se pueden
distinguir tres reglas fundamentales:

• Si al representante se le ha prohibido la sustitución, lo hecho por el sus-


tituto es nulo.

• Si no ha sido facultado para sustituir, debe entenderse que ni ha sido au-


torizado ni se le ha prohibido, por lo que puede sustituir aunque responde
de la gestión del sustituto.

• Si fue facultado para sustituir, el representante no responde, si el sustituto


era capaz y solvente.
© FUOC • PID_00260890 59 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Doctrina del Tribunal Supremo sobre la sustitución

El Tribunal Supremo, con relación a la figura de la sustitución del representante, ha dis-


tinguido dos posibilidades:

• Una sustitución por vía de transferencia, en la que el representante queda fuera de la


relación de apoderamiento (siendo sustituido por otro).

• Una sustitución por vía de delegación o subapoderamiento, en la que el representan-


te, dentro del círculo de sus facultades, concede poder a otra persona para que ejercite
algunas o todas estas facultades, sin que quede excluido de la relación de apodera-
miento el representante delegante.

En ambos casos el representante ha de conceder un poder al sustituto para que represente


al dominus y no a él mismo.

El abuso de poder de representación

Se produce un abuso de poder cuando el representante emplea el poder


para una finalidad distinta de la perseguida por el representado y en
función de unos intereses distintos a los suyos.

En principio, el negocio concluido será válido frente a terceros de buena fe,


aunque generará en el representante que abusó de su poder un deber de resarcir
o indemnizar daños y perjuicios.

Si el tercero hubiera conocido o debido conocer el carácter abusivo, el negocio


será ineficaz.

La autocontratación

El autocontrato o contrato consigo mismo surge cuando una persona,


actuando en nombre e interés propio y también en el de otra u otras
personas cuya representación ostenta, realiza un negocio que las rela-
ciona y del cual se derivan consecuencias jurídicas para ambas partes.

Nuestro ordenamiento no contempla esta figura, y sólo algunos preceptos la Ved también
tienen en cuenta para prohibirla.
Consultad, en este sentido, los
artículos 1459.1.º y 2.º del CC
No obstante, la jurisprudencia la admite cuando media la autorización del y 257 C. de Co.

dominus o cuando no hay conexión entre los intereses del representante y


representado (STS de 23 de mayo de 1977 y 8 de enero de 1980; RRDGRN de
1 de febrero 1980 y 1 de marzo de 1982).

Ejemplos

Una persona a la que se le ha encargado la venta de una casa situada en primera línea
de playa acaba siendo su adquirente.
© FUOC • PID_00260890 60 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Un sujeto al que dos personas distintas le encargan la venta y compra de un automóvil


de una determinada marca acaba vendiéndole a uno el coche del otro.

2.3.6. El representante sin poder

Cuando una persona asume sin suficiente poder de representación una acti-
vidad externamente representativa, se produce una representación sin poder.
Este representante carente de poder se conoce como falsus o fictus procurator.

El acto llevado a cabo sin poder puede ser ratificado a posteriori por el dominus,
cuando una vez conocido lo acepta y asume.

Antes de la ratificación, el negocio concluido sin poder no es un negocio ra-


dical y nulo, sino incompleto o inacabado.

El representante aparente y la representación sin poder

La carencia absoluta de poder es una situación marginal, siendo más habitual el supuesto
de un representante aparente, en el que la apariencia de poder puede deberse, por ejem-
plo, al comportamiento del dominus negotii que, por medio de sus actos, haya contribuido
a crear una apariencia de representación en la que los terceros confían. El tercero puede
entender, en este caso, que se ha producido un apoderamiento tácito derivado de actos
concluyentes.

2.3.7. La ratificación

Ved también
La ratificación es una declaración de voluntad unilateral y recepticia,
expresa o tácita mediante la cual el dominus negotii acepta la actuación Consultad, en este sentido, los
artículos 1727.2.º del CC y STS
de su gestor y asume sus consecuencias. de 10 de mayo de 1984.

La ratificación suple la falta de apoderamiento previo y permite que el negocio


concluido sea considerado válido y eficaz.

El efecto de la ratificación es retroactivo, por lo que el negocio se considera


válido desde que se celebró, aunque esta regla general puede verse modifica-
da como consecuencia de la voluntad expresa de las partes o del proceso de
interpretación del negocio.

En cualquier caso, la ratificación no perjudica los derechos adquiridos por ter- Ved también
ceros de buena fe durante el tiempo que media entre la celebración del nego-
Consultad, en este sentido, la
cio y la ratificación definitiva. STS de 2 de julio de 1964, 25
de junio de 1946; la RRDGRN
de 3 de marzo de 1953 y 23
La ratificación se somete a los mismos requisitos de forma que los del poder. de octubre de 1980.
© FUOC • PID_00260890 61 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

2.3.8. Causas de la extinción del poder

De acuerdo con el artículo 1732 del CC, el poder se extingue por tres causas
basadas en el intuitus personae de la relación representativa:

• Revocación. La revocación es un negocio jurídico unilateral y recepticio


que realiza el poderdante ad nutum, es decir, sin necesidad de que haya
mediado causa justa para invocarla.

El representante es el destinatario de la declaración de revocación, salvo que


el mandato se haya dado para contratar con determinadas personas, en cuyo
caso la revocación no les perjudica si no se les hace saber (art. 1734 del CC).

La revocación puede ser expresa o tácita, algo que ocurre cuando tiene lugar
el nombramiento de un nuevo mandatario para el mismo negocio (art. 1735
del CC), o cuando el poderdante lleva a cabo por sí el negocio para el que
concedió el poder.

Una vez producida la revocación, el representado puede compeler al represen-


tante a la devolución del documento en que conste el poder (art. 1733 del CC).

• Renuncia�del�mandatario�e�incapacitación. La renuncia es una declara-


ción de voluntad emitida por el representante. que debe ser puesta en co-
nocimiento del representado (art. 1736 del CC).

El renunciante está obligado a indemnizar los perjuicios sufridos por el poder-


dante, salvo que base su renuncia en la imposibilidad de seguir actuando sin
grave detrimento suyo (art. 1736 del CC).

La resolución judicial de incapacitación del mandatario también provoca la


extinción del mandato. Respecto a la incapacitación sobrevenida del mandan-
te, hay que señalar que extinguirá el mandato a no ser que en el mismo se
hubiera dispuesto su continuación o el mandato se hubiera dado para el ca-
so de incapacidad del mandante apreciada conforme a lo dispuesto por este.
En estos casos, el mandato podrá terminar por resolución judicial dictada al
constituirse el organismo tutelar o posteriormente a instancia del tutor (art.
1732.4 del CC).

• Por�muerte,�declaración�de�prodigalidad�o�concurso�o�insolvencia�del
mandante�o�del�mandatario. En caso de muerte del representante, sus he-
rederos deberán poner en conocimiento del representado el fallecimiento.
© FUOC • PID_00260890 62 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

2.3.9. El poder irrevocable

Aunque el poder se extingue mediante la revocación, puede configurarse un


poder como irrevocable al amparo del principio de la libertad de pactos (arts.
1255 y 1091 del CC).

La eficacia del poder irrevocable puede ser de dos tipos:

• Eficacia obligacional, que significa que la revocación que pudiera llevar a


cabo el poderdante equivale al incumplimiento de una obligación negati-
va o de no hacer que genera la obligación de indemnizar.

• Eficacia real o absoluta, que hace que cualquier revocación sea considerada
ineficaz y carente de toda validez.

Revocación

Montés Penadés sostiene que, por aplicación analógica del artículo 1692 del CC, debería
admitirse la revocación por causa justificada o legítima del poder irrevocable.

2.3.10. La representación indirecta

La representación indirecta implica que el representante actúa por cuenta aje-


na, pero en nombre propio (agere in nomine proprio), como si de un acto reali-
zado por él se tratara.

El representante

Esta figura se encuentra regulada en los complejos artículos 1717 del CC y 246 C. de
Co., a partir de los que parece deducirse que en la representación indirecta el asunto se
presenta como personal frente al tercero que contrata con el representante, siendo éste
el único obligado por el negocio concluido.

No obstante, Díez-Picazo propone un replanteamiento del concepto de repre-


sentación que, en su opinión, debe gravitar sobre la actuación por cuenta de
otro, y no también en su nombre.

De esta forma, debemos entender que los efectos pueden darse de inmediato
para el representado, quedando a su vez el representante obligado a entregarle
cuanto haya recibido (art. 1720 del CC).

Por otro lado, cuando el artículo 1717 del CC exceptúa de su régimen "las cosas
propias del mandante" parece que se refiere a un supuesto de representación
directa, pero en el sentido de que el tercero, una vez descubierto que el asunto
es de otra persona, tendría acción directa frente al representado (De Castro).
© FUOC • PID_00260890 63 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

2.4. La representación legal

En la representación legal, la actuación del representante viene legitimada por


ley. Los supuestos clásicos de este tipo de representación se encuentran en el
Derecho de la persona y de familia, como el representante legal del declarado
ausente (art. 184 del CC), los padres que ejercen la patria potestad (art. 154.2.º
del CC), el tutor del menor o incapacitado (art. 267 del CC), etc.

Cita

"Ninguno puede contratar a nombre de otro sin estar por éste autorizado o sin que tenga
por la ley su representación legal."

Artículo 1259 del CC

Las diferencias más notables entre la representación legal y la voluntaria son


las siguientes:

• Existe una tipificación legal y un numerus clausus de supuestos.

• La norma que crea el supuesto contempla el régimen de la representación


(facultades, límites, control).

• El representante no depende de la voluntad del representado ni recibe ins-


trucciones de él.
© FUOC • PID_00260890 64 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Resumen

Mediante la autonomía�privada, las personas pueden regular sus relaciones


jurídicas de acuerdo con su voluntad. Las reglas creadas a su amparo son jurí-
dicamente relevantes, ya que el ordenamiento jurídico les otorga eficacia vin-
culante, si bien dentro de un margen de libertad no ilimitada. Dentro de la
posibilidad de configuración de relaciones jurídicas, es destacable el negocio
jurídico como declaración de voluntad encaminada a la creación de reglas ju-
rídicas. En cuanto al negocio jurídico hay que hacer especial mención de los
vicios que pueda padecer, así como de su eficacia, que puede estar sujeta a
condición o a término, y de su ineficacia por causa de invalidez o rescisión.

La representación supone la gestión por parte de una persona de los intere-


ses de otra, con eficacia frente a terceros y con efectos en el patrimonio del
sujeto representado. La representación puede ser legal y voluntaria, y dentro
de esta última son figuras clave el apoderamiento y el poder que se otorga al
representante.
© FUOC • PID_00260890 65 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Ejercicios de autoevaluación
La�autonomía�privada.�El�negocio�jurídico

1. ¿En qué consiste la autonomía privada?

2. El fallecimiento de una persona da lugar a la sucesión hereditaria. La muerte por sí misma


puede considerarse...

a) un negocio jurídico.
b) un hecho jurídico en sentido amplio.
c) un hecho jurídico en sentido estricto.
d) un acto jurídico en sentido amplio.
e) un acto jurídico en sentido estricto.

3. Según el artículo 1100 del Código civil, los obligados a entregar o hacer algo incurren en
mora desde que el acreedor lleva a cabo la intimación, esto es, desde que exige judicial o
extrajudicialmente al deudor el cumplimiento de su obligación. Ese acto de intimación, ¿es
un acto jurídico en sentido estricto? Razonad vuestra respuesta.

4. ¿Opera la autonomía privada por igual, esto es, con el mismo alcance en todos los derechos
subjetivos?

5. ¿Qué artículos de la Constitución española reconocen la autonomía privada como ele-


mento de nuestro sistema jurídico?

6. ¿Qué se quiere decir al afirmar que las normas reguladoras de los contratos típicos son de
carácter dispositivo?

7. ¿A qué característica del testamento creéis que hace referencia la siguiente frase?

"El testamento está jurídicamente perfecto por la voluntad de su autor, sin necesidad de que
recaiga sobre él conformidad de nadie."

a) El testamento es un negocio jurídico bilateral.


b) El testamento es un acto mortis causa.
c) El testamento es un acto inter vivos.
d) El testamento es un acto unilateral.

8. ¿Qué ocurre si una persona, en el legítimo ejercicio de su autonomía de la voluntad, decide


someter una relación jurídica de la que forma parte a sus propias reglas sustituyendo direc-
tamente la regulación establecida por una norma imperativa? Razonad vuestra respuesta.

9. ¿Qué es el orden público?

10. ¿Qué es el negocio jurídico?

11. Luis realiza el reconocimiento de un hijo menor de edad no matrimonial ante el encarga-
do del Registro Civil (art. 120.1.º del CC. En vuestra opinión, este acto se puede calificar de...

a) negocio jurídico oneroso.


b) negocio jurídico extrapatrimonial.
c) negocio jurídico recepticio.
d) negocio jurídico plurilateral.

12. Un contrato de seguro de vida para caso de muerte, ¿es un negocio jurídico inter vivos
o mortis causa?

13. Teniendo en cuenta la diferencia entre voluntad interna y declaración de voluntad, dis-
tinguid entre viciosodefectos de la formación de la voluntadyvicios o defectos de la declara-
ción de voluntad.

14. ¿Qué significa el principio espiritualista en materia de contratos? ¿Es aplicable este prin-
cipio a los testamentos?

15. ¿Es lo mismo una declaración tácita de voluntad que el silencio?

16. Enumerad los requisitos exigidos para que el error-vicio sea relevante.

17. ¿Qué se entiende por dolo?


© FUOC • PID_00260890 66 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

18. "Una persona encubre la donación de una finca realizada a favor de su hijo con la apa-
riencia de un contrato de compraventa". En vuestra opinión, ¿se trataría de una simulación
absoluta o relativa? ¿Por qué? ¿Qué consecuencias tendría la declaración judicial de simula-
ción?

19. ¿Qué es el principio de relatividad?

20. Un padre le dice a su hija, estudiante de Derecho en la UOC: "si en junio apruebas todos
los exámenes de Civil I, me comprometo a regalarte un coche". En vuestra opinión, ¿se trata
de una condición suspensiva o resolutiva? Por otro lado, ¿es potestativa, causal o mixta?

21. La ineficacia por causa de invalidez de un negocio jurídico puede manifestarse mediante
dos instituciones distintas: la nulidad y la anulabilidad. Señalad brevemente la principal
diferencia que hay entre ambas.

22. ¿Son rescindibles por lesión los contratos en el Derecho común? ¿En qué casos? ¿Y en
el Derecho foral?

La�representación

1. ¿Qué tienen en común la representación directa y la indirecta o mediata? ¿Qué diferencia


existe entre ambas?

2. ¿Es lo mismo el apoderamiento que el poder? Distinguid ambos conceptos.

3. Si Casimiro otorga a su abogado un poder para que lo represente en un litigio que lo


enfrenta a su vecino, se tratará de...

a) un poder concedido en términos generales.


b) un poder especial.
c) un poder expreso.
d) un poder general.

4. Si el representante no se encuentra facultado expresamente para ejercer de sustituto, ¿po-


dría nombrar a un sujeto que lo sustituya?

5. ¿Qué es el subapoderamiento?

6. ¿Permite nuestro ordenamiento jurídico la autocontratación?

7. Leed la situación siguiente y contestad a las preguntas planteadas argumentando jurídica-


mente las respuestas.

Faustino ha llevado a cabo una serie de gestiones comerciales en representación de su amigo


Juan, quien monta en cólera al enterarse del hecho, ya que no le había otorgado poder alguno
al respecto. En ese momento Juan se hace las siguientes preguntas:

a) Como Faustino carecía de poder, las gestiones que ha realizado, ¿son radicalmente nulas?
b) La gestión llevada a cabo en el fondo le satisface. ¿Podría tener alguna eficacia dicha
gestión?
c) En caso de existir esa posibilidad, ¿desde cuándo sería eficaz la gestión?

8. ¿Es preciso que el representado alegue una causa justa para poder revocar su mandato
representativo?

9. ¿Puede el representante desvincularse del poder representativo? ¿Cómo? ¿Podría derivarse


alguna obligación para el apoderado que decide extinguir el poder?

10. ¿Qué tipo de representación asumen los padres respecto de sus hijos?
© FUOC • PID_00260890 67 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Solucionario

La�autonomía�privada.�El�negocio�jurídico

1. La autonomía privada es, ante todo, el ejercicio de la libertad de autodeterminación de los


particulares en virtud del cual éstos se encuentran investidos del poder de crear reglas jurídi-
cas voluntarias y vinculantes en el ámbito respecto del cual gozan de libertad de decisión.

2. c)

3. Porque se trata de un acto de voluntad (intimación o reclamación de lo debido) que pro-


duce no los efectos jurídicos queridos por su emisor, sino ciertos efectos que las normas (arts.
1100 y 1101 del CC predisponen necesariamente para tal voluntad (inicio de la mora y obli-
gación de indemnizar por daños y perjuicios).

4. No, de hecho su ámbito natural de actuación es el de los derechos subjetivos de contenido


patrimonial (derechos reales y derechos de crédito), mientras que su eficacia es mucho más
limitada en lo que concierne a los derechos de la personalidad.

5. Fundamentalmente dos: el artículo 33, que reconoce la propiedad privada, y el artículo


38, que hace lo propio con la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado.

6. Significa que son normas de derecho supletorio que vienen a cubrir los huecos de regula-
ción que dejan los particulares. Por lo tanto, las reglas establecidas de manera convencional
por los propios interesados deben gozar de preeminencia respecto de las reglas dispositivas.

7. d)

8. En caso de colisión entre las reglas creadas por la autonomía privada y las reglas legales
imperativas, prevalecen éstas y se consideran nulas las reglas privadas. Y esto es así porque
la autonomía privada no es absoluta, sino que se debe ejercer dentro de unos límites (art.
1255 del CC, entre los que cabe destacar la prohibición de crear reglas contra el dictado de
las leyes imperativas.

9. La noción de orden público, que opera como límite de la autonomía de la voluntad exar-
tículo 1255 del CC, es un concepto jurídico indeterminado que comúnmente se identifica
con un conjunto de ideas o principios sociales, políticos y económicos considerados básicos
en la organización jurídica de la convivencia social.

10. El negocio jurídico es una declaración de voluntad de particulares que mediante su vo-
luntad (su inteligencia y sus deseos), en pos de alcanzar algún resultado, crean efectos o re-
glas jurídicamente vinculantes.

11. b)

12. Se trata de un negocio jurídico inter vivos, ya que el contrato se ha celebrado y surtido sus
efectos propios durante la vida del asegurado, limitando su ejecución concreta –consistente
en la percepción de una suma por el beneficiario – en el momento de la muerte de dicho
asegurado.

13. Los vicios de la voluntad son de dos tipos. Si afectan al proceso interno de formación
de la voluntad (esto es, a la libertad y conciencia del implicado), se denominan vicioso de-
fectos en la formación de la voluntad, y producirán como consecuencia que el Derecho no
reconozca como voluntad negocial plenamente eficaz la formada de manera defectuosa. Por
el contrario, cuando tiene lugar una manifestación o declaración de voluntad que no se co-
rresponde exacta o adecuadamente con la voluntad internamente formada, estaremos ante
un vicio o defecto de la declaración de voluntad. En realidad, en este caso no hay voluntad
viciada, sino una mera declaración aparente de una voluntad inexistente.

14. El principio espiritualista significa que no es un requisito para la existencia del contrato
que éste haya de manifestarse de una manera determinada (art. 1278 del CC). Por el contrario,
para los testamentos no es aplicable este principio, ya que se exige su constancia formal
concreta (art. 687 del CC).

15. No. Se habla de declaración tácita de voluntad cuando la voluntad de un sujeto se ma-
nifiesta mediante la observancia de una conducta activa o de un determinado comporta-
miento, esto es, la efectuada mediante actos concluyentes (art. 999 párr. 3.º del CC). Por el
contrario, el silencio no puede ser interpretado como una declaración de voluntad negocial
(aquiescencia), ya que en Derecho, salvo en ciertos casos específicos, opera la regla general:
quien calla nada dice.
© FUOC • PID_00260890 68 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

16. Nuestro ordenamiento jurídico requiere que el error sea sustancial, esto es, que recaiga
sobre elementos o factores fundamentales, que sea determinante de la prestación del con-
sentimiento y, como consecuencia del principio de autorresponsabilidad, que sea excusable
o disculpable (art. 1266 del CC).

17. El dolo es el engaño deliberado o las argucias mediante las cuales se consigue que un
sujeto celebre un negocio.

18. Se trataría de un supuesto de simulación relativa, pues consiste en fingir que se celebra un
determinado negocio jurídico (compraventa) cuando en realidad se pretende celebrar uno
diferente del fingido (donación). En este caso, el negocio aparente o negocio simulado sería
la compraventa, mientras que el negocio real subyacente o negocio disimulado sería la do-
nación. De acuerdo con la doctrina del Tribunal Supremo, no habría compraventa (por ser
simulada), ni tampoco donación, por incumplimiento de los requisitos formales constituti-
vos de la misma.

19. En materia de contratos, el principio de relatividad es la regla según la cual el contrato


sólo vincula a los contratantes y a sus causahabientes (art. 1257 del CC).

20. Se trata de una condición suspensiva porque el inicio de la producción de los efectos
pactados (donar un coche) depende del cumplimiento de una condición (aprobar los exáme-
nes), y hasta entonces los efectos del negocio están suspendidos (el padre no procederá a la
donación del automóvil hasta que se verifique el cumplimiento de la condición suspensiva).
En principio, es además una condición potestativa, puesto que el hecho establecido como
condición del negocio jurídico depende de la voluntad de una de las partes del negocio inter
vivos.

21. La nulidad produce como consecuencia la privación total de efectos al negocio o a la


parte inválida, como si nunca se hubiera celebrado (quod nullum est nullum effectum producit).
La anulabilidad permite la impugnación del negocio defectuoso de manera que, si no es im-
pugnado, éste funciona como si fuera un negocio plenamente regular. A partir de esta dife-
rencia básica podemos pueden deducir otras muchas, como la legitimación restringida de la
anulabilidad (que impide la apreciabilidad de oficio por parte de los tribunales de justicia), su
sometimiento a plazo de ejercicio, la eficacia claudicante del negocio anulable y, por último,
el hecho de que es susceptible de confirmación.

22. La rescisión por lesión en el sistema de Derecho común recogido por el Código civil es
una figura marginal que sólo se prevé cuando un contratante experimenta un perjuicio pa-
trimonial que excede el 25 % o cuarta parte, y siempre y cuando el lesionado sea un ausente,
un menor o un incapaz sometido a tutela. Por el contrario, en Cataluña son rescindibles por
lesión ultradimidium (superior a la mitad) los contratos onerosos sobre inmuebles (art. 621-46
del CCCat). En Navarra también se contempla la rescisión por parte de quien hubiere sufrido
una lesión enorme (más de la mitad) a causa de un contrato oneroso que hubiere aceptado
por apremiante necesidad o inexperiencia (Ley 499 ss. Comp. Nav.).

La�representación

1. Ambas son modalidades distintas de la llamada representación voluntaria. La diferencia


que existe entre una y otra reside en que en la representación directa el representante actúa
por cuenta y nombre ajeno, mientras que en la indirecta lo hace en nombre propio.

2. No. El apoderamiento es el negocio jurídico por medio del cual el poderdante concede a
otro la facultad de representación. El poder es el efecto que se deriva del negocio de apode-
ramiento consistente en otorgar al representado la legitimación especial para ejercitar con
plena eficacia un derecho ajeno.

3. b)

4. Sí, puesto que se entiende que ni se le ha autorizado ni se le ha prohibido, aunque debe


responder de la gestión del sustituto.

5. Se trata de una sustitución por vía de delegación en la que el representante, dentro del
círculo de las facultades que le han sido concedidas, otorga a otra persona el poder para
ejercitar algunas o todas estas facultades. El representante delegante en principio no queda
excluido de la relación de apoderamiento.

6. El CC guarda silencio al respecto, con la excepción de ciertos casos en los que parece
mostrarse contrario a su admisión (art. 1459.1 y 2 del CC). No obstante, la jurisprudencia la
admite cuando media autorización del dominus o cuando no hay conexión entre los intereses
del representante y representado.

7.�a) No, ya que se trata simplemente de un contrato incompleto o inacabado.


© FUOC • PID_00260890 69 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

b) Sí, puesto que a Juan le cabe la posibilidad de ratificar a posteriori el acto realizado.
c) La ratificación tiene efectos retroactivos, por lo que el negocio se consideraría válido desde
el momento de su celebración.

8. Sí, por medio de su renuncia puesta en conocimiento del representado. El renunciante


puede estar obligado a indemnizar los perjuicios sufridos por el poderdante, salvo que base la
renuncia en la imposibilidad de seguir actuando sin grave detrimento suyo (art. 1736 del CC).

9. En principio no, ya que la revocación tiene lugar ad nutum, esto es, sin necesidad de que
haya mediado justa causa para invocarla.

10. Una representación legal.


© FUOC • PID_00260890 70 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

Glosario
apoderamiento  m   Negocio jurídico por medio del cual el poderdante o representado
concede a otra persona un poder de representación.

autocontrato  m   El autocontrato se da cuando una persona, actuando en nombre e inte-


rés propio y también en el de otra u otras personas cuya representación ostenta, realiza un
negocio que las relaciona y del que se derivan consecuencias jurídicas para ambas partes.

autonomía privada  f   Principio de autoconfiguración de las relaciones jurídicas por los


particulares conforme a su voluntad.

causa  f   Concepto jurídico de definición compleja, aunque podemos decir que la causa de
los contratos se identifica con el modelo de intercambio de bienes o servicios característico
de cada tipo de contrato comparado con el propósito o finalidad prácticos perseguidos por
las partes.

colisión de derechos  f  Situación en la que determinados derechos, ostentados por dife-


rentes titulares, tienen un mismo objeto o contenido y, por consiguiente, su ejercicio simul-
táneo resulta imposible o, al menos, parcialmente imposible por motivo de la concurrencia.

condición  f   Evento incierto de cuya realización dependen los efectos de un negocio jurí-
dico, bien para que se produzcan a partir de ese evento (condición�suspensiva), bien para
que dejen de producirse si tal evento se produce (condición�resolutoria).

contrato  m   Acuerdo de voluntades mediante el cual se generan obligaciones y derechos


de crédito entre los contratantes (art. 1089 del CC) como mecanismo de cooperación entre
ellos dirigido al intercambio de bienes y servicios.

doctrina de los actos propios  f  Ejercicio de un derecho cuando resulta incompatible


con la conducta anteriormente observada por su titular respecto del mismo derecho o de las
facultades que lo integran. Es un límite del ejercicio de un derecho subjetivo o de una facultad
como consecuencia del principio de buena fe y, en particular, de la exigencia de observar
dentro del tráfico jurídico un comportamiento coherente, siempre y cuando concurran los
requisitos o presupuestos que tal doctrina exige para su aplicación, como son que los actos
propios sean inequívocos, en el sentido de crear, definir, fijar, modificar, extinguir o esclarecer
sin ninguna duda una determinada situación jurídica que afecte a su autor, y que entre la
conducta anterior y la pretensión actual exista una incompatibilidad o una contradicción
según el sentido que, de buena fe, hubiera de atribuirse a la conducta anterior.

dolo  m   Engaño deliberado o argucias mediante las cuales se consigue que un sujeto celebre
un negocio.

error obstativo  m   Error que recae en la declaración de voluntad. El sujeto se ha formado


correctamente su voluntad, pero al manifestarla incurre en una equivocación, bien por des-
cuido o despiste, bien por ignorancia del significado de su declaración.

error vicio  m   Error en la formación de la voluntad negocial que se debe a que el suje-
to parte de un conocimiento inexacto o a la ignorancia, ambos elementos le reportan una
impresión que no se corresponde con la realidad y a partir de la cual toma la decisión de
realizar el negocio.

extinción del derecho  m  Desaparición absoluta de un derecho que deja de existir para
el titular y para los demás.

falsus procurator  loc   Persona que asume una gestión representativa sin tener suficiente
poder de representación para ello.

invalidez  f   Un negocio es inválido cuando fallan sus requisitos constitutivos o se han


excedido los límites de la autonomía privada.

moral  f   La moral opera como un límite de la autonomía privada y está formada por el
conjunto de convicciones éticas generales y vigentes en una determinada sociedad.

negocios formales ad substantiam  m pl  Negocios que sólo son reconocidos como tales
por el Derecho si se manifiestan en una forma determinada (el matrimonio, el testamento,
la constitución de hipoteca, las capitulaciones matrimoniales, etc.).

negocios formales ad probationem  m pl  Negocios respecto a los cuales el Derecho


impone la observancia de una forma determinada, pero no como requisito de validez del
negocio, sino como medio de acreditar su existencia.
© FUOC • PID_00260890 71 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

negocio jurídico  m   Declaración de la voluntad (o voluntades concordes) de particulares


cuya intención es producir los efectos jurídicos en ella determinados con el amparo del or-
denamiento jurídico.

negocio jurídico gratuito  m   Negocio en el que un sujeto se empobrece en beneficio de


otro (donación, comodato, o el préstamo mutuo sin interés).

negocio jurídico oneroso  m   Negocio en el que alguien se desprende de una ventaja


patrimonial para recibir un correspectivo (compraventa, arrendamientos, etc.).

orden público  m   Conjunto de ideas o principios sociales, políticos y económicos consi-


derados básicos en la organización jurídica de la convivencia social.

potestad  f  Poder jurídico que se atribuye y confía a una persona, no para que satisfaga y
defienda sus propios intereses, sino para que lo haga respecto de otras personas que normal-
mente dependen de ella, de tal manera que su ejercicio y defensa no son libres y voluntarios,
dado que le vienen impuestos en atención y beneficio de los intereses de esas otras personas.

prescripción  f  Manifestación de la incidencia del tiempo en la vigencia de los derechos,


pues por su transcurso se puede llegar a adquirir o extinguir un derecho.

ratificación  f   Declaración de voluntad mediante la cual el dominus negotii acepta la ac-


tuación de su gestor y asume sus consecuencias, supliendo la falta de apoderamiento previo
y permitiendo que el negocio concluido sea considerado válido y eficaz.

renuncia  f  Declaración de voluntad emitida por el representante y mediante la cual se


extingue la representación.

renuncia de derechos  f   Acto unilateral mediante el que el titular hace dejación volun-
taria del derecho.

representación directa  f   Tipo de representación voluntaria en la que el representante


actúa en nombre ajeno (agere alieno nomine), indicando que actúa por cuenta de otro (con-
templatio domini).

representación indirecta  f  Tipo de representación voluntaria en la que el representante


actúa por cuenta ajena, pero en nombre propio (agere nomine proprio).

representación legal  f  Tipo de representación en la que la actuación del representante


viene legitimada por ley.

representación voluntaria  f   Representación que tiene su origen en la voluntad del in-


teresado (representado) que autoriza la actuación representativa de otra persona (represen-
tante).

rescisión  f   Remedio jurídico que opera cuando un negocio produce un resultado especial-
mente injusto o lesivo para determinadas personas, siendo su finalidad declarar su ineficacia.

responsabilidad  f   Consecuencia (sanción) que acarrea el incumplimiento del deber ju-


rídico.

revocación  f   Negocio jurídico unilateral y recepticio que extingue el poder y que realiza el
poderdante ad nutum, es decir, sin necesidad de que haya mediado justa causa para invocarla.

simulación  f   Fingimiento de celebración de un determinado negocio jurídico, cuando en


realidad no se pretende celebrar ninguno (simulación�absoluta) o se pretende celebrar uno
diferente del fingido (simulación�relativa).

subrogación real  f   Sustitución del objeto del derecho por otro objeto distinto. Se en-
tiende que el nuevo objeto sustituye el originario en la misma posición que ocupaba éste
respecto de personas distintas del titular. Consiste en sustituir el objeto sobre el que recae
una determinada afección o afectación por otro distinto, en protección, básicamente, de los
intereses de terceros.
© FUOC • PID_00260890 72 Autonomía de la voluntad. El negocio jurídico y la representación

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