LEVÍTICO La Biblia en 40 Días

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LEVÍTICO

En esta tercera lección nos acercamos al libro de Levítico, que significa: “Lo referente
a Leví” (según la Septuaginta). Moisés y Aarón eran de esta tribu, que se encargaría de
todo lo relacionado con el Tabernáculo (posteriormente el Templo), siendo ellos los
sacerdotes, los intermediarios o representantes de Dios ante los hombres, y de los hombres
ante Dios. Levítico nos va a hablar de todo lo concerniente a este sector del pueblo.

En el primer versículo vemos a Dios hablando con Moisés “desde” ese Tabernáculo que ya
veíamos en Éxodo, pero Moisés está “afuera”. Es interesante que en hebreo el libro se
llama “vayikrá”, que significa: “Y llamó”, en referencia a esta invitación de Dios. Pero, en el
primer verso del siguiente libro de Números vemos que Jehová habló a Moisés “en” el
Tabernáculo de reunión. ¿Qué ha pasado en estos 27 capítulos de Levítico para que ahora
Moisés ya pueda estar en su presencia?

Porque hay una idea central en este libro: Dios es santo. ¿Cómo Dios, el estándar más alto
posible, puede relacionarse con gente como nosotros? Cuando vas a un quirófano de
operaciones tienes primero que cumplir con todo su protocolo de limpieza para mantener su
máxima asepsia.

Cuando estábamos en pandemia nos poníamos las mascarillas, y si alguien daba positivo
teníamos que alejarnos y guardar la distancia de seguridad; porque el que estaba sano no
podía estar sin más con el que tenía el virus. El pecado es como un virus, entonces ¿cómo
Dios que es santo, que está limpio, puede relacionarse con nosotros que tenemos
pecado? ¿Cuál es el protocolo? Bien, de eso va Levítico.

La estructura de Levítico es, a grandes rasgos, y para nuestra sorpresa, quiástica. Es


decir, “rima” la primera parte con la última, la segunda con la penúltima, la tercera con la
antepenúltima, y así sucesivamente, hasta que se llega al centro, donde se encuentra el
mensaje más importante. Los hebreos no piensan de manera secuencial: Argumento uno,
dos, tres, cuatro, cinco, con lo más importante al principio, o al final como resumen. La
Biblia está repleta de quiasmos del tipo: a b c D c b a. Y bueno, todo Levítico es un quiasmo
en sí mismo, además de estar en el centro del Pentateuco.

Algunos detalles interesantes. Levítico es un libro lleno de fiestas y simbologías. Dios


quiere que sean un pueblo único, con sus marcas de identidad, desde lo externo hasta lo
más profundo. Y lo profundo va a marcar lo externo. La gente va a ver fiestas, tradiciones,
costumbres que se “corresponden” con su cultura, pero que “responden” a los principios
que están en lo más profundo, responden a lo más importante.

Cómo se expresen esos principios profundos en otras culturas u otras épocas puede
depender. Por ejemplo, hoy en día no aplicamos el libro de Levítico a nivel legal: pero eso
no le quita su valor teológico fundamental. De hecho, aunque ha sido denostado, por su
belleza es mi libro favorito del Pentateuco porque comunica el mensaje de salvación en su
totalidad de una manera hermosa, preciosa, y muy, muy, clara.

Aquí encontramos el mandamiento más importante de todos. Cuando le preguntaron esto al


Señor (Mc 12.), dijo que era doble. Sí: “Amarás al Señor, tu Dios” (Dt 6); pero lo conectó
con: “Y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lv 19:18), que es la cumbre de la moral humana
(Ghandi). Así que, mucho cuidado con denostar este libro de buenas a primeras. Debemos
analizarlo con detenimiento, para entender propuestas tan “escandalosas” como la de
unir el amor a Dios con el amor al prójimo.

Vamos a ver su estructura a la manera hebrea. Primero las partes más externas para luego
ir llegando hasta el centro. La primera sección (a … a), se corresponde con Lv 1-7 y 23-27,
y nos habla de rituales. Los primeros capítulos básicamente de ofrendas y de
holocaustos. Cuidado, la gente suele imaginar siempre ofrendas cruentas con sacrificio de
animales, pero había otras ofrendas, por ejemplo, de cereales, que no tenían que ver con el
sacrificio de una vida. Y tampoco todas las ofrendas eran para pedir perdón; también
estaban las ofrendas voluntarias de paz, de gratitud.

Así, vemos cinco tipos de rituales de sacrificios y ofrendas. El holocausto (un becerro o un
carnero era sacrificado para consagrarte, para apartarte para Dios), la ofrenda cereal, la de
reconciliación (panes, tortas), la de expiación por el pecado (ganado), y la ofrenda por la
culpa. Pero no suponiís para todos lo mismo, sino que se ofrecía proporcional a su
capacidad adquisitiva, desde un sentido de justicia muy marcado. No hay que olvidar que la
actual carta de Derechos Humanos está basada sobre todo en la tradición judeocristiana
y en el Antiguo Testamento, en textos como estos que, a veces, hemos desconsiderado
demasiado rápido.

Paralelamente, del capítulo 23 al 27, nos encontramos con rituales más externos. No son
sacrificios u ofrendas, sino siete fiestas que tienen que ver con la expresión cultural:
Pascua, Panes sin levadura, Primicias, Pentecostés, Trompetas, Perdón/expiación,
y Tabernáculos.

Los sacrificios y ofrendas, por un lado, y las fiestas como expresión cultural, por el otro, son
lo más superficial. Pero todo significa algo, es decir, son símbolos. Esta fiesta, este día de
descanso, o montar la tienda, representa o recuerda algo que Dios había hecho.

Igual en el caso de los sacrificios y ofrendas. No es que el propio cordero “mágicamente”


provea el perdón. Claramente en hebreos vemos que la sangre animal no puede “per se”
perdonar pecados. Pero sí es un símbolo. Como el anillo de boda simboliza el amor entre
esposos, pero en sí mismo no crea el amor, y si no hay amor no tiene valor. Igualmente, la
ceremonia de boda representa el pacto matrimonial; pero también puede ser solo una
apariencia, por ejemplo, para conseguir la nacionalidad de un país.

Vamos a acercarnos un poquito más al centro, a la parte siguiente (b … b), capítulos 8-10
y 21-22, que tiene que ver con los sacerdotes. El capítulo 8 vemos la consagración de
Aarón y sus hijos con el aceite de la unción. En el 9 cuáles deben ser los sacrificios
pertinentes y la gloria de Jehová manifestada en ello (Lv 9:6). Y en el 10 aparece el terrible
error (fuego extraño) de los hijos de Aarón, Nadab y Abiú. Todo tiene que ver con los
sacerdotes, y con el estándar de aquellos que van a representar a Dios ante a los hombres
y a los hombres ante Dios. Paralelo a esto nos encontramos con los capítulos 21 y 22, que
nos hablan de la santidad de los sacerdotes y de cómo presentar las ofrendas.

Así que tenemos en primer lugar, los rituales (a ... a) con los cinco tipos de ofrendas y las
siete fiestas. Luego los sacerdotes (a b … b a), con su estatus, performances, y protocolo.
Y ahora nos acercamos un poco más al centro (a b c … c b a), capítulos 11 al 15, que riman
con 18 al 20, que tratan temas que tienen que ver con la pureza y la santidad. Normas que
les recordaban de qué trataba la identidad profunda del pueblo, como dice Lv 2:19: “Seréis
santos (apartados), porque santo soy yo, el Señor, vuestro Dios”.

En el capítulo 11, los animales puros que se pueden comer, y los impuros que no. Como
norma general, no pueden comer animales que son como mezclas (rumian, pero no tienen
pezuña, o al revés; son de mar, pero no tienen aletas y escamas; insectos que vuelan sin
zancas, animales que se arrastra sobre el vientre, etc, etc), que parecen, según su
comprensión, que no se ajustan a cómo deberían ser. Y también los animales que no
pueden comerse juntos… Por ejemplo, no mezclando la leche de la madre con la carne de
su cría, por considerarlo falta de compasión. De todo esto vienen las normas de la comida
“kosher” en la religión judía.

En el capítulo 12, la purificación de una mujer que da a luz (la sangre y la vida). El 13 y 14
acerca de la lepra. El capítulo 15 trata impurezas de carácter sexual. Interesantes todas
estas leyes de salubridad, de cuidarse de virus y toxinas. Y ahora saltamos al capítulo 18,
relaciones sexuales prohibidas. En el capítulo 19 leyes de santidad y de justicia.
Y finalmente en el 20 las consecuencias de no cumplir con esto.

Así que, un poco más cerca del centro, nos encontramos con las leyes de pureza que
tienen que ver con la salud sexual, la alimentación, el cuidado del cuerpo, y en definitiva, la
salud humana, física y mental. Y es en este contexto donde aparece en Lv 19:18 “No te
vengarás ni guardaras rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti
mismo, yo Jehová”

Por lo tanto, primero tenemos lo más exterior, fiestas, rituales. Luego los sacerdotes, que
son los intercesores entre Dios y los hombres, y entre los hombres y Dios. Y luego esas
leyes de salud, de “shalom”, de cómo tener armonía con nosotros y con los demás…

¿Y en qué está basado todo esto? En el centro del quiasmo, lo que sostiene todo el texto,
capítulos 16-17: “El día de la Expiación”. El sumo sacerdote, una vez al año, sacrificaba un
macho cabrío como expiación por todos los pecados del pueblo, y a otro le imponía las
manos sobre su cabeza confesando sobre él todas las iniquidades, rebeliones y pecados de
los hijos de Israel, dejándolo ir para que las llevara “afuera del campamento”, a tierra
inhabitada.

Y ahí, detrás del velo, entraba el sumo sacerdote vestido con una túnica santa, como el que
entra a operar, totalmente limpio, aséptico. Antes, además, había traído la sangre de un
carnero para expiación por sí mismo y por su casa. Ahí, en el lugar santísimo ocurría este
encuentro que proveía perdón para todo el pueblo, al convertir a un inocente en culpable
por todos. Entraba con la sangre del macho cabrío sacrificado donde estaba el Arca del
Pacto, el centro del Tabernáculo, el lugar más sagrado. (Fíjate como en Levítico lo más
central también es lo más sagrado).

Y el capítulo 17, que también está en el centro, habla de ese santuario único, el lugar de
encuentro con Dios. Y de la prohibición de comer sangre (ya que la sangre representa la
vida), y de cómo esa sangre sacrificada se esparce por el pueblo. ¿Qué significa todo
esto…?

En el centro de Levítico está el perdón asociado al sacrificio. Es decir, lo que hay es


Gracia. Dios es santo. ¿Cómo relacionarnos con un Dios santo? Dios mismo nos da las
herramientas para purificarnos a través de un sacrificio que no hacemos nosotros. A un
animal, ni siquiera de nuestra especie, le son imputamos nuestros pecados por medio de
una “performance”. ¿Qué está haciendo Dios? Nos está enseñando cómo nos relacionamos
con Él, por pura Gracia.

Nos está hablando del proyecto de salvación Dios, de que en el centro de la historia, en el
centro del universo donde “todos fuimos creados por él y para él”, hay un “Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo”, y un perdón de Dios que emana hacia todo lo demás,
hasta llegar a las cosas más externas.

Pero el fundamento del pueblo de Israel no es el cumplimiento de la Ley. Antes,


precisamente, Dios da por hecho que la Ley no se va a cumplir, y que una vez al año va
a haber un sacrificio por el pecado de todos. Conectado con el libro de Hebreos, sabemos
que esto, por sí mismo, no sana, no cura, no perdona, no es magia…

Pero sí apunta al verdadero sacrificio que nos perdona. Dios mismo será sacerdote, será
Tabernáculo y será Sacrificio. Tendremos que esperar algunas lecciones para llegar al libro
de Hebreos y comprender mejor Levítico. Pero a la luz del Nuevo Testamento, este texto:
“Y llamó…”, ya nos enseña que Dios no está lejos de nosotros, y que podemos comenzar el
libro de Números “en” el tabernáculo.

Así podemos relacionarnos con Dios. Así Dios nos limpia y perdona, a través de un
sacrificio que él mismo da. Este es el perdón que fundamenta la historia de todo el
Antiguo Testamento.

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