Mirar y Pensar La Belleza GG Extracto

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FRANÇOIS
CHENG

MIRAR Y
PENSAR LA

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BELLEZA

Traducción de Cristina Zelich

GG

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Í NDI CE

Prólogo de
Xavier Antich ............... 7

¿Cómo mirar y

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pensar la belleza? ...... 15

Ilustraciones ................. 55

Discurso sobre
la virtud .......................... 79

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PRÓLOGO

E
xiste un hilo rojo, sutil, que vincula
desde los antiguos bien y belleza.
O, si el bien parece una noción
excesiva, incluso metafísica, podemos
entender el bien en su dimensión humana,

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como bondad, y precisar el vínculo
recordando que, desde tiempos remotos,
belleza y bondad han vivido hermanadas,
casi como inseparables. Así sucede, a pesar
de la distancia geográfica, en dos culturas
tan potentes y deslumbrantes como la
griega y la china antiguas. En tiempos
de Platón y Confucio, hace veinticinco
siglos, la relación entre belleza y bondad
expresaba una verdad profunda: que lo
bueno es bello, y que lo bello, bueno. Esta
verdad sugiere que la belleza no afecta solo
al aspecto o la forma de las cosas, ya sean
naturales o artísticas, proporcionando así
en quienes las contemplan una sensación

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de agrado y placer, de bienestar emocional
y de estímulo intelectual, sino que la belleza
es también manifestación de la bondad,
puesto que no puede reconocerse belleza
allí donde hay maldad, inhumanidad o
barbarie: la monstruosidad siempre ha
aparecido como maligna. Y, de modo
correlativo, esta verdad también sugiere
que la bondad, como plenitud en la virtud
y como estado de perfección en aquello
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que hace que una cosa o persona sea lo


que es, es bella, puesto que, justamente por
haber alcanzado ese estado, es deseable y
deseada.

Algo de esa sabiduría milenaria, que se


remonta a siglos atrás de nuestra era,
pervive todavía en el lenguaje común actual
cuando alguien se refiere a una bellísima
persona para elogiar su actitud, como
ejemplo en su comportamiento de virtud
y bondad, o cuando hablamos de una cosa
fea para identificarla como indeseada por
su maldad ética o moral.

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Los tiempos modernos, sin embargo, han
acentuado una tendencia cultural, que
es también educativa y social, incluso
laboral, a la especialización, es decir, a la
separación de las diversas dimensiones
del ser humano. Tal vez, ello sea fruto
inevitable del no siempre beneficioso
progreso, que parece impulsar a desarrollar
algunas aptitudes, habilidades o intereses,
y también por supuesto ocupaciones, en

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detrimento de otras. Sin embargo, ello
ha comportado separaciones artificiales
o forzadas entre ámbitos que, de hecho,
solo pueden comprenderse de manera
articulada y conjunta. Así, hemos acabado
separando la belleza de la bondad, así
como la belleza natural de la belleza
artística, pensando de manera reductiva
que la belleza tiene que ver con el arte y
con la estética, o con el gusto y el deseo,
sin que ello tenga necesariamente que ver
con la ética y el comportamiento moral. No
ha ayudado, en este sentido, esa tendencia
a entender la belleza como una cosa de las
bellas artes y de esos extraños objetos que

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