Artículos: Hegelianism As Family Philosophy: Hegel From Jacques Derrida's Eyes
Artículos: Hegelianism As Family Philosophy: Hegel From Jacques Derrida's Eyes
Artículos: Hegelianism As Family Philosophy: Hegel From Jacques Derrida's Eyes
Resumen: De todas las respuestas posibles a la pregunta «¿Qué relación guarda la filoso-
fía de Hegel con lo femenino?» la de Jacques Derrida es seguramente una de las más ex-
trañas que quepa imaginar: se trata, dice, de una relación de identidad. Según Derrida, el
movimiento de relevo que organiza todo el Sistema –la Aufhebung– es femenino, y ello
en el sentido mismo que Hegel da a la feminidad. La interpretación del hegelianismo que
fundamenta esta respuesta constituye lo esencial de Glas –un libro extraño, difícil y poco
estudiado– o al menos de su columna izquierda, dedicada, como es sabido, a la familia de
Hegel. Nuestro objetivo en estas páginas es reconstruir dicha interpretación, establecer
sus límites y aportar así algo de luz a la cuestión del papel que desempeña la mujer en la
filosofía hegeliana.
Abstract: Of all the possible answers to the question “What is the relation of Hegel’s phi-
losophy to the feminine?”, Jacques Derrida’s is surely one of the strangest imaginable: it is,
he says, a relation of identity. According to Derrida, the supersession movement that or-
ganises Hegel’s System –the Aufhebung– is feminine, and this in the very sense that Hegel
gives to femininity. The interpretation of Hegelianism underlying this response is at the
heart of Glas –a strange, difficult, and little-studied book– or at least of the text’s left col-
umn, devoted, as it is well known, to Hegel’s family. In these pages I intend to reconstruct
Derrida’s interpretation, to elucidate its limits and thus to shed some light on the ques-
tion of the role of women in Hegel’s philosophy.
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No he nacido para compartir el odio, sino el amor
Sófocles, Antígona
1. Introducción
1 Una primera versión de este trabajo formó parte de nuestra tesis doctoral, La déconstruction
de la famille. Étude sur l’antihégélianisme de Jacques Derrida (inédita) dirigida por el profesor Ja-
cob Rogozinski y defendida en la Universidad de Estrasburgo el 10 de septiembre de 2021. Di-
cha investigación se llevó a cabo bajo el auspicio de la École Doctorale des Humanités (ED520)
y el Centre de Recherches en Philosophie Allemande et Contemporaine (CREPHAC).
2 El análisis directo más sistemático, de los publicados antes de Glas, se encuentra en Márge-
nes bajo el título «El pozo y la pirámide. Introducción a la semiología de Hegel». Previamente
la filosofía de Hegel había ocupado un lugar importante en La escritura y la diferencia, especial-
mente en el ensayo titulado «De la economía restringida, a la economía general: un hegelia-
nismo sin reservas» dedicado a la lectura de Hegel realizada por Georges Bataille. Además de
algunas menciones en textos programáticos, por ejemplo, en Posiciones, Derrida ha analizado
con cierto detenimiento la filosofía hegeliana también en De la gramatología y en el largo pre-
facio a La diseminación. Menos conocidas son las importantes y numerosas referencias a Hegel
en la tesina El problema de la génesis en la filosofía de Husserl. En estas páginas no nos ocupare-
mos de ninguno de estos textos, al menos no directamente, no solo por razones de espacio y
tema, sino porque, como hemos sostenido en otro lugar, consideramos que la interpretación
que Derrida hace de Hegel en Glas es la más sutil y coherente del autor, y la que, en cualquier
caso, no recibirá modificaciones ulteriores por su parte.
3 DERRIDA, J., Glas, Galilée, Paris, 1974. Para reducir las llamadas a pie de página, citaremos en
lo sucesivo este libro siempre en el cuerpo del texto. Existe una excelente traducción castellana
–Clamor, La Oficina, Madrid, 2015–, coordinada por Cristina de Peretti y Luis Ferrero Carracedo.
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RAMÓN MISTRAL
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EL HEGELIANISMO COMO FILOSOFÍA FAMILIAR: HEGEL LEÍDO POR JACQUES DERRIDA
(Glas, 10). A primera vista, parece que, en Glas, de lo que se trata es de exami-
nar un momento muy determinado de la filosofía de Hegel. Del mismo modo
que en La escritura y la diferencia y en Márgenes se estudiaron la risa, la sobera-
nía y el signo –de los que se dijo que la dialéctica apenas lograba compren-
derlos4–, ahora habría que prestar atención a la singularidad de la familia. En
las grandes exposiciones del sistema, esta ocupa, en efecto, un lugar muy pre-
ciso y siempre el mismo. No se trata de un concepto transversal, como los de
idea, negatividad, representación, etc. y Derrida así lo señala: «[la familia] es
un momento finito y nunca se pasa por él más de una vez» (Glas, 28). En la En-
ciclopedia de las ciencias filosóficas, el momento familiar se encuentra en la última
parte de sistema, la «Filosofía del Espíritu». Como es sabido, esta se articula
en tres etapas: espíritu subjetivo, objetivo y absoluto. El discurso sobre la fami-
lia pertenece al espíritu objetivo, es decir, a la ciencia de lo que el espíritu pro-
duce bajo la forma de la realidad. Dado que, tal y como la entiende Hegel, la
voluntad no puede existir sin hacerse presente en el mundo, tiene que querer
cosas que sean a la vez universales y concretas: leyes, en el sentido amplío del
término. El espíritu objetivo se desarrolla, por consiguiente, en tres momen-
tos, que coinciden con los distintos tipos de leyes: el derecho abstracto, la mo-
ralidad y la Sittlichkeit 5. La familia es el primer momento de la Sittlichkeit y, en
principio, nada más. Con él comienza el movimiento dialéctico encargado de
superar la supuesta subjetividad abstracta de la moralidad, sin caer en la ob-
jetividad formal del derecho. En los Principios de la filosofía del derecho, la familia
ocupa exactamente el mismo lugar. Allí es también el primer término del si-
logismo de la Sittlichkeit, que supera o releva6 la moralidad (descrita como una
4 «En el discurso (unidad del proceso y del sistema) la negatividad es siempre el reverso cómplice
de la positividad. No se puede hablar, no se ha hablado jamás de negatividad sino dentro del te-
jido del sentido. Ahora bien, la operación soberana, el punto de no-reserva, es ni positivo ni ne-
gativo. No se la puede inscribir en el discurso más que borrando los predicados o practicando
una sobreimpresión contradictoria que excede entonces la lógica de la filosofía». DERRIDA, J.,
L’écriture et la différence, Éditions du Seuil, Paris, 1967, p. 380. Somos responsables de todas las
traducciones de este artículo. Con frecuencia nos hemos apoyado en las existentes en castellano
–están señadas en la bibliografía–, pero sería injusto atribuir a sus autores los errores que po-
damos haber cometido en los numerosos lugares en que nos separamos de ellos. Lo hemos he-
cho la mayor parte de las veces para asegurar, aunque solo sea en nuestro texto, la coherencia
terminológica entre lo que dice Derrida (y sus comentadores) de Hegel y el lenguaje de este.
5 Las traducciones de este término son diversas tanto en francés como en castellano (vida
ética, eticidad, realidad moral…). Derrida suele conservar el término en alemán a lo largo de
su exposición.
6 Derrida se sirve de la familia léxica del verbo «relèver» –poner de pie o más arriba, también de-
pender de…– para expresar en francés la operación principal de la dialéctica. Aunque en caste-
llano el equivalente directo –relevar– tiene un sentido eminentemente deportivo, es posible
percibir en nuestro idioma la pertinencia de la traducción francesa. La Aufhebung suprime las
oposiciones conceptuales, pero las reemplaza por un concepto que toma el relevo; al mismo
tiempo, al interiorizar la negatividad de la oposición la Aufhebung la dirige hacia arriba –la eleva
o la levanta–, esto es, le otorga una forma más elevada.
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instancia subjetiva de tipo kantiano) para, tras haber pasado por la sociedad ci-
vil-burguesa, desembocar en la constitución del Estado. No se puede, por tanto,
dudar de la importancia arquitectónica del concepto de familia. La interpreta-
ción del momento familiar determina el sentido tanto de la crítica a la filosofía
moral kantiana como del pensamiento de Hegel que suele considerarse propia-
mente político. Ahora bien, presentes en Glas, estas cuestiones se encuentran,
en cierto sentido, desplazadas. «Si nos detenemos más tiempo en la familia,
será solo para hacer que aparezca en ella una pertinencia problemática para el
conjunto del campo» (Glas, 23). El interés por el concepto de familia está jus-
tificado, no por el puesto singular que ocupa en el sistema, sino porque, a pesar
de ser un episodio muy preciso, al mismo tiempo, está por todas partes. Están-
dolo, sostiene Derrida, la familia compromete al conjunto del campo, es decir,
de la filosofía de Hegel. Esto es, el interés está justificado por la generalidad de
la familia. Esta es al menos la hipótesis que Derrida se propone demostrar: que
la familia nunca es simplemente ella misma; que sus problemas afectan a la to-
talidad del sistema y no solo al espíritu objetivo, al momento ético-político del
hegelianismo. De acuerdo con esta hipótesis, la familia queda marcada dos ve-
ces, no es solo un momento muy preciso –finito– del sistema, sino, simultánea-
mente, la figura –infinita– de este. Derrida lo expresa en los términos siguientes:
A la familia hay que tenerla en cuenta de otra forma, utilizando otro regis-
tro, otro código. Este momento determinado que es la familia, esta finidad
figura (dejo, por el momento, esta palabra completamente abierta) la tota-
lidad del sistema. Un determinado esquema familiar, una determinada es-
cena de familia conviene a la totalidad del sistema. La totalidad infinita del
sistema se piensa, produce y refleja en ella (Glas, 28).
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EL HEGELIANISMO COMO FILOSOFÍA FAMILIAR: HEGEL LEÍDO POR JACQUES DERRIDA
7 Derrida se apoya en la interpretación propuesta por Hegel en el El espíritu del cristianismo, se-
gún la cual Jesús, y con él la Trinidad, es la llegada del amor y la familia, inexistentes para el
judaísmo. El amor entre Padre e Hijo, el amor que debe ser predicado y repetido, porque su-
pera todas las contradicciones (por ejemplo, de la ley), es el modelo del pensamiento dialéctico
mismo. El paso «de lo finito a lo infinito a veces puede parecer retórica o modo de exposición.
Es en verdad lo ontológico del paso, la razón de lo finito que solo se establece como tal al pasar
a lo infinito. […] Si pensamos lo que decimos cuando nombramos a Dios, este ya no puede ser
un ejemplo de la Aufhebung. Es la Aufhebung infinita ejemplar, infinitamente alta. […] Solo la fi-
gura de Cristo puede, por tanto, regular el intercambio productivo –amortización y beneficio–
entre la retórica y la onto-lógica» (Glas, 38). En las Lecciones sobre filosofía de la historia, Hegel
dice algo que confirma esta interpretación: «Esto significa que el conjunto es espíritu y no so-
lamente uno de los dos para-sí. Dios, enunciado bajo el modo del afecto, es el amor eterno que
consiste en tener al otro como su propio. Esta trinidad es lo que sitúa a la religión cristiana por
encima de las demás […] La trinidad es lo especulativo en el cristiano y por eso también la filo-
sofía encuentra en ella la idea de la razón». HEGEL, G.W.F., Die Vernunft in der Geschichte, Vol. I
de Vorlesungen über die Philosophie der Weltgeschichte, Felix Meiner, Hamburg, 1955, pp. 58-59.
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8 STEINER, G., Antígonas, Gedisa, Barcelona, 1987, p. 29. Excelente en muchos aspectos, el li-
bro de Steiner no hace, sin embargo, justicia a la interpretación de Antígona de Glas, un libro
que, en cualquier caso, el autor ha leído con cierta atención. Steiner considera que la «glosa»
de Derrida es a menudo fácil y arbitraria, que refleja ciertos malentendidos generalizados, e
incluso que delira sobre los riesgos de vampirismo y canibalismo a los que estaría expuesto el
cadáver de Polinices (Ibid., pp. 37 y 87). A pesar de todo, Steiner sitúa el libro de Derrida junto
a «dos de las más grandes lecturas filosóficas contemporáneas de la Fenomenología», a saber,
la Introducción a la lectura de Hegel de Kojève y Génesis y estructura de la Fenomenología del es-
píritu de Hegel de Jean Hyppolite. «Juntos, estos tres libros y las ramificaciones de sus posicio-
nes respecto de Hegel constituyen prácticamente una historia de la sensibilidad filosófica y
estilística francesa de posguerra» (Ibid., p. 87).
9 HEGEL, G.W.F., Vorlesungen über die Philosophie der Religion, II, en Werke in zwanzig Bänden,
Band 17, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1986, p. 133.
10 Discrepancia arquitectónica que habría que tener en cuenta: en la Fenomenología, la oralidad
aparece después de la Sittlichkeit para desembocar en la religión, mientras que precede a la eti-
cidad en el sistema acabado, tal y como se lo expone en la Enciclopedia. Adoptamos provisional-
mente la posición de J-F Kervégan: «Esquemáticamente, podría decirse que los Grundlinien der
Philosophie des Rechts y la Enciclopedia estudian la economía del espíritu objetivo desde un ángulo
estructural, presentando sucesivamente los componentes o momentos abstractos del mismo
(el derecho y la moralidad) y luego la totalidad subjetivo-objetiva concreta (la eticidad) que re-
sulta de ella y que ambas presuponen; mientras que el capítulo VI de la Fenomenología expone
estos estratos del espíritu objetivo bajo la razón de una historia que es la historia misma». KER-
VÉGAN, J.-F., «Figures du droit dans la Phénoménologie de l’Esprit», Revue internationale de philo-
sophie, n° 240, 2, 2007, p. 194. La teoría política de Hegel es la que se expone en los Principios
y que coincide con la de la Enciclopedia, donde la moralidad es fundamental para el Estado mo-
derno. Los análisis de la eticidad griega nos muestran solamente el tipo de unidad que el espíritu
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EL HEGELIANISMO COMO FILOSOFÍA FAMILIAR: HEGEL LEÍDO POR JACQUES DERRIDA
La ley humana es la ley del día por ser conocida, pública, visible, universal,
no regula la familia, sino la ciudad, el gobierno, la guerra; está hecha por
el hombre. La ley humana es la ley del varón. La ley divina es la ley de la
mujer, se esconde, no se ofrece en la apertura de manifestación (Offenbarkeit)
que produce el hombre. Es nocturna y más natural que la ley de la univer-
salidad, de la misma manera que la familia es más natural que la ciudad.
[…] La meta propia de la familia, de la mujer que la representa es, estric-
tamente, lo singular como tal. (Glas, 160)
Desde el medio familiar, los hombres se elevan hasta la ley humana, que es
una ley positiva, pública, visible, universal, vale decir, una legislación. Los va-
rones edifican la ciudad y tratan de encontrar en ella el reconocimiento. En
cambio, las mujeres permanecen en casa y se limitan a conservar la ley divina.
¿En qué consiste dicha ley? Dentro de la familia, las fuerzas de la conciencia
que actúan son las que se refieren al individuo singular. Hegel escribe: «el fin
consciente que el hacer de ese todo [la familia] se propone, en la medida en
que dicho fin concierne al todo en sí mismo, no es sino lo singular»13. La ley
divina no puede entonces consistir en la adquisición y la conservación de po-
der y riqueza, pues esto cae más bien del lado de la comunidad: aunque, en
efecto, la familia necesita de ambas cosas, para lograrlas el individuo singular
ha de abandonar el hogar y entrar en la vida política. Solo queda una posibi-
lidad, señalada de nuevo admirablemente por Hyppolite: «la función ética de
la familia, tal y como Hegel la concibe aquí, es asumir la muerte»14. En efecto,
si bien la finalidad de la familia se halla en lo singular, su hacer solo puede di-
rigirse, en tanto que momento de una eticidad intrínsecamente universal, al
tendrá que recuperar una vez descubra la moralidad y a la que entonces ya no podrá renunciar.
Nos enseñan que es posible adherirse plenamente a los valores de la comunidad depositados
en sus leyes y costumbres. ¿Pero cómo hacerlo conscientemente? La Fenomenología expone los
problemas que plantea esta concepción antigua de la Sittlichkeit, pero habrá que esperar hasta
el examen estructural de los Principios para encontrar una solución mínimamente satisfactoria.
11 HYPPOLITE, J., Genèse et structure de la phénomenologie de l’esprit de Hegel, Aubier-Montaigne,
Paris, 1946, p. 324.
12 HEGEL, G.W.F., Phänomenologie des Geistes, en Werke, Band 3, op. cit., p. 329.
13 Ibid., p. 331.
14 Ibid., p. 330.
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RAMÓN MISTRAL
ser singular total, al ser singular que es universal a la vez, es decir, al muerto.
«[Esta acción ética] tiene como objeto y contenido al ser singular, al miembro
de la familia, pero en tanto que ser universal, es decir, sustraído de la realidad
sensible, es decir, particular; esta acción ya no puede concernir al vivo sino al
muerto»15. Puesto que la singularidad solo puede darse efectivamente como
tal en la muerte, la familia, que tiene por objeto propio dicha singularidad, no
puede sino «afanarse en torno a la muerte» (Glas, 161). Su tarea es dar sepultura
a los muertos y perpetuar su culto. El muerto, singularidad pura, es en efecto
un objeto esencialmente singular: libre de cualquier determinación empírica,
no se confunde con el cuerpo en descomposición, pero tampoco es el cuerpo
universal del ciudadano. El muerto es la negación de la existencia viva, que sin
embargo todavía no ha desembocado en la vida del miembro de la comunidad.
Como es sabido, el conflicto de Antígona surge cuando Creonte rechaza por
razones políticas la inhumación de Polinices, impidiendo a su familia cumplir
con el deber que les corresponde en tanto que representantes de la ley divina
–aseo del muerto, velatorio, monumentalización, archivo, herencia, genealo-
gía, inscripciones funerarias, amortajamiento, sepultura, canto fúnebre, etc.–16.
Antígona exige entonces ante Creonte poder enterrar a su hermano y, tras la
negativa de este, le da sepultura de forma clandestina. Es condenada a muerte,
pero su sacrificio, junto a la intervención del adivino Tiresias, hace entrar en
razón a Creonte, que acepta finalmente que se entierre a Polinices. Aunque la
muerte de Antígona tiene consecuencias negativas (Creonte pierde a su hijo y
a su mujer) el orden de la ciudad y el equilibrio entre las dos leyes queda re-
establecido. Algunos comentaristas de Glas han visto en la interpretación que
hace Derrida del amor de Antígona por su hermano–y, por tanto, de la oposi-
ción entre la ley de la familia y la ley de la ciudad– una forma de escapar de la
lógica hegeliana, de otro modo inevitable17. Y es cierto que, a lo largo de Glas,
15 Ibid., p. 332.
16 Sobre la relación entre la mujer y el duelo en la Grecia clásica, cf. MÍGUEZ BARCIELA, A., El
llanto y la polis, La Oficina, Madrid, 2019.
17 Es verdad que Derrida escribe: «Si hubiese una definición de la différance sería justamente el
límite, la interrupción, la interrupción del relevo [relève] hegeliano allá donde quiera que este
opere». DERRIDA, J., Positions, Éditions de Minuit, Paris, 1972, p. 55. Sin embargo, la rela-
ción entre hegelianismo y deconstrucción es mucho más compleja de lo que podría parecer.
Contrariamente a lo que solemos pensar, Derrida no comparte la «alergia activa y organizada
respecto de la dialéctica hegeliana» –la expresión es suya– que tenían en común Althusser,
Foucault, Deleuze y Lyotard. Derrida es mucho más fiel a Hegel que cualquiera de ellos o al
menos así era percibido: toda una serie de críticas que estos mismos pensadores le dirigieron
hasta aproximadamente los años 80 se centraban en su proximidad respecto de la dialéctica.
Cf. LYOTARD, J.-F., «Discussions, ou: phraser “après Auschwitz”» en LACOUE-LABARTHE, P. y
NANCY, J.-L. (eds.), Les Fins de l’homme à partir du travail de Jacques Derrida: colloque de Cerisy,
23 juillet-2 août 1980, Galilée, Paris, 1981 y el libro de COHEN-HALIMI, M., Stridence spécu-
lative: Adorno, Lyotard, Derrida, Payot, Paris, 2014. Un ejemplo de a qué nos referimos: «“Aquí
no hay ninguna Aufhebung” escribe usted. No lo digo por ser puntilloso, sino para subrayar la
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EL HEGELIANISMO COMO FILOSOFÍA FAMILIAR: HEGEL LEÍDO POR JACQUES DERRIDA
Derrida parece sugerir que el amor fraternal que Antígona encarna sería con-
ceptualmente incompatible con ciertos presupuestos del sistema hegeliano. A
través de ese amor –que, como todo amor, siempre es para Hegel familiar– se
produce, en efecto, un reconocimiento no natural y que sin embargo no tiene
la lucha como horizonte: el amor de Antígona por su hermano Polinices es
una «relación de simetría que no necesita de ninguna reconciliación para apa-
ciguarse, que ignora el horizonte de la guerra, la herida infinita, la contradic-
ción, la negatividad. ¿Es eso lo inconcebible? ¿Lo que la gran lógica no puede
asimilar?» (Glas, 170). Así lo entiende, por ejemplo, Simon Critchley:
necesidad de reinscribir en lugar de negar, pero Aufhebung hay siempre (igual que hay repre-
sión, idealización, sublimación, etc.)». DERRIDA, J., Positions, op. cit., p. 130.
18 CRITCHLEY, S., «A Commentary Upon Derrida’s Reading of Hegel in Glas», Bulletin of the He-
gel Society of Great Britain, 9, 2, 1988, pp. 16-18, En este punto al menos Critchley coincide
con la interpretación de BEARDSWORTH, R., Derrida & the political, London; New York, Rout-
ledge, 1996, pp. 88 y ss.
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RAMÓN MISTRAL
19 CRITCHLEY, S., «A Commentary Upon Derrida’s Reading of Hegel in Glas», op. cit., pp. 17-18.
20 DERRIDA, J., Politiques de l’amitié, Galilée, Paris, 1994.
21 «Decidir cambiar de terreno, de manera discontinua y eruptiva, instalándose brutalmente fuera
y afirmando la ruptura y la diferencia absolutas. Sin mencionar las demás formas de perspec-
tivas en trampantojo por las que puede dejarse llevar un desplazamiento como ese, habitán-
dolo más ingenuamente, más estrechamente que nunca el adentro que se declara desertar,
la simple práctica del lenguaje vuelve a instalar sin cesar el “nuevo” terreno sobre el más viejo
suelo». DERRIDA, J., Marges, Éditions du Minuit, Paris, 1972, p. 162.
22 «La comunidad familiar, tal y como se hace presente en este mundo ético [el mundo ético in-
mediato] da un sentido a la muerte. El yo singular se eleva hacia la universidad y se convierte
en el singular desaparecido, pero un singular que sigue existiendo como espíritu. […] Tal es la
naturaleza ética de la familia». HYPPOLITÉ, J., Genèse et structure de la phénoménologie de l’es-
prit de Hegel, op. cit., p. 332.
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EL HEGELIANISMO COMO FILOSOFÍA FAMILIAR: HEGEL LEÍDO POR JACQUES DERRIDA
podrían la muerte del ser querido, del amor mismo y el trabajo de duelo
convertirse en el fundamento de una eticidad y una amistad que no sea ni
filosófica ni cristiana?23.
3. Duelo y relevo.
23 CRITCHLEY, S., «A Commentary Upon Derrida’s Reading of Hegel in Glas», op. cit., p. 18.
24 Critchley se refiere a la novela Pompas Fúnebres, ampliamente comentada en la columna de-
recha de Glas y en la que Genet narra su duelo por Jean Décarnin.
25 DERRIDA, J., Spectres de Marx, Galilée, Paris, 1993, p. 30. Derrida sitúa su ensayo sobre Marx
en la estela de Glas, al menos en lo que al duelo se refiere. Aquí no hay discontinuidad: «De ma-
nera más general y explícita, el presente ensayo prosigue caminos ya abiertos: en torno a un
trabajo de duelo que sería coextensivo de todo trabajo en general (véase en particular Glas,
Galilée, 1974)» (Ibid., p. 24).
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EL HEGELIANISMO COMO FILOSOFÍA FAMILIAR: HEGEL LEÍDO POR JACQUES DERRIDA
Pero, precisamente, nada debería sobrevivir y, sin embargo, sobrevive. El «fin del
falocentrismo, del idealismo, de la metafísica» (Glas, 211) solo es aparente. En
realidad, los análisis de la figura de Antígona de Glas demuestran –o al menos
pretenden demostrar–, no solo que la dialéctica es capaz de relevar la extraña
singularidad del personaje de Sófocles, sino también que es esta singularidad
familiar la que asegura el espacio de posibilidad del sistema.
Hemos visto que la sepultura y el duelo tiene por función proteger a los
muertos tanto de la naturaleza como de los excesos que soportarían si la ley
humana no encontrara en la familia una contrapartida. Ahora, si bien es cierto
que la vida política es una amenaza para la ley divina, esta se defiende, y lo
mismo ocurre en sentido opuesto: la familia amenaza la vida política, como
mínimo en la medida en que corre el riesgo, como escribe Derrida, de ence-
rrarse en su interés privado, de conformarse con su derecho de propiedad y dis-
frute y que es esencialmente distinto del bien común. Es un problema clásico:
los intereses privados de las familias amenazan siempre el proyecto comuni-
tario. Para tratar de evitarlo, recordemos, Hegel considera necesario pertur-
bar la tranquilidad familiar, con el fin de fortalecer el espíritu del pueblo. El
gobierno debe convertirse, por así decirlo, en el enemigo de aquellos a quie-
nes gobierna: «guerra del gobierno de la ciudad contra la familia, […]. No es
una guerra entre otras, es la guerra. El único o, en todo caso, el mejor modo de
impedir que la familia disuelva la ciudad consiste, en efecto, en arrastrar a la
comunidad a la guerra» (Glas, 165). Donde antes había mera oposición, se es-
tablece ahora una relación dialéctica entre la ley familiar y la ley de la ciudad.
El gobierno entra en guerra –lo que implica perturbar la seguridad de los in-
dividuos que él mismo debería garantizar– con el fin de renovar los vínculos
comunitarios, al tiempo que da a los individuos la posibilidad de ser reconoci-
dos políticamente. El gobierno logra de este modo que la familia no se hunda
en la esfera privada, pero esta no puede ir sin más a la guerra: tiene que resis-
tirse, oponerle al gobierno su fuerza de conservación. Pues, si solo hubiese guerra,
la comunidad y las familias que la componen serían destruidas29. Y entonces
29 La familia debe hacer, por tanto, dos cosas aparentemente contradictorias: ir a la guerra y re-
chazar ir. Según Derrida esto demuestra que «las dos leyes no se enfrentan como dos volúme-
nes o dos superficies plenas, idénticas a sí mismas, homogéneas en sí mismas. Cada una está
fisurada, muescada en su interior, por el trabajo de la otra en ella» (Glas, 166).
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EL HEGELIANISMO COMO FILOSOFÍA FAMILIAR: HEGEL LEÍDO POR JACQUES DERRIDA
por la totalidad, puede ser reconocido como singular por su hermana dentro
de la vida familiar. Por su parte, la mujer, que tiene que permanecer en la casa
para conservar la ley divina, tiene la posibilidad de ser reconocida, no como
esposa o hija, pero sí en tanto que hermana. La mujer-esposa y la mujer-hija
seguían siendo deseantes y permanecían atadas a la naturaleza y a lo nega-
tivo, pero en tanto que hermana, la mujer alcanza el «presentimiento más ele-
vado de la esencia ética»31: ella y su hermano se reconocen mutuamente en
una suerte de fidelidad o de amor sin deseo.
Los dos aparecen ante el otro como individualidades libres sin necesidad de
haberse vinculado a la ley universal de la ciudad. ¿Por qué Hegel habla solo de
un presentimiento o de una intuición éticos? Porque la feminidad está impli-
cada. Y eso hace que, cuando se trata de deseo, este lo sea siempre de lo uni-
versal (un marido, hijos en general), y cuando se trata de reconocimiento, solo
lo sea de lo singular. A la feminidad, la espiritualidad ética, que es necesaria-
mente universal, le resulta y le ha de resultar extraña, solo puede presentirla
o barruntarla. Desde el punto de vista del sistema, esto apunta a la insuficien-
cia de la ley familiar. Pero no por ello es menos cierto que se trata del único
reconocimiento de lo singular en cuanto tal que cabe encontrar en Hegel. En
su lectura, Derrida ha sabido ver que se trata de un momento único en el sis-
tema: «Son, pues, según parece, las dos únicas conciencias que, en el universo
hegeliano, se relacionan mutuamente sin entrar en guerra. […] Los para-sí se
reconocen sin dependencia; y ni se desean ni se despedazan» (Glas, 169).
Dada la generalidad de la ley que organiza la relación entre conciencias
en la filosofía de Hegel, hay razones para estar sorprendidos por este recono-
cimiento sin lucha. Es preciso, sin embargo, en nuestra reconstrucción de la
interpretación derridiana, mantener esta sorpresa dentro de ciertos límites.
Hegel apenas da importancia a la relación hermano-hermana; la esboza bre-
vemente en unos pocos párrafos de la Fenomenología y apenas vuelve sobre ella.
Por eso el gesto y la retórica de Derrida también deberían sorprendernos: De-
rrida parece querer extender e incluso exagerar el alcance del vínculo fraternal.
Es cierto, se trata de dos conciencias que se relacionan y reconocen sin lucha.
Que haya reconocimiento sin ningún conflicto, sin ninguna lesión, sin violencia
31 Ibid., p. 337.
32 Idem.
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de ningún tipo es bastante inaudito. ¿Pero significa esto que estamos ante «lo
inconcebible, lo que la gran lógica no puede asimilar» (Glas, 170)? Así parece
sugerirlo la extraña forma que Hegel tiene de referirse a Antígona, no solo en
la Fenomenología, sino también en las Lecciones de Estética. Allí Hegel recupera lo
esencial de los análisis de la Fenomenología –incluida la referencia al reposo y
al equilibrio del amor hermano/hermana (lo que corrobora la interpretación
de Derrida)–, pero cambia de registro: «De todo lo que de exquisito hay en el
mundo antiguo y moderno –y lo conozco casi todo, y debe y puede conocerse–
la Antígona me parece desde este punto de vista la obra de arte más admirable
y la más apaciguante»33. En esta ocasión, la referencia a Antígona adquiere el
tono de una confidencia personal. Hegel hace alusión a sus lecturas, da con-
sejos, habla en primera persona. Derrida interpreta estos giros inusuales del
discurso hegeliano como signos de la inadmisibilidad de la relación fraternal:
33 HEGEL, G.W.F, Vorlesungen über die Ästhethik, Vol. III., en Werke, op.cit., Band 15, p. 550.
34 «A priori es paradójico e imposible que algo subsistente pueda quedar fuera del movimiento
de la Aufhebung. Derrida sabe bien que aquí no hay escapatoria concebible. […] La prueba a la
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que Derrida no dejará de someterse es la de presentar al sistema hegeliano, y dentro del sis-
tema hegeliano, islotes de resistencia. […] Las propias construcciones teóricas de Derrida no
son más que otras tantas formas de retrasar, de ralentizar, en una palabra, de diferir el relevo
del signo por el sentido. En este sentido, se podría argumentar que los principales conceptos
forjados por Derrida […] son maquinarias anti-hegelianas, o, mejor dicho, granos de arena des-
tinados a paralizar las maquinarias hegelianas». RAMOND, C., «Derrida-Hegel dans Glas (le dé-
gel)» en Colloque Les interprétations de Hegel au XXème siècle, 27-30 sept 2006, s. l., 2006, pp. 8-9.
35 Por ejemplo: «Lo que aquí se busca es una escalera que no sea hegeliana, una forma un poco
ingenua de decir otra escalera del espíritu, a partir de la cual comprender, remontar y desmon-
tar la escalonada marcha hegeliana» (A24). Pero supongo que no hace falta recordar que uno
no siempre encuentra lo que andaba buscando.
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RAMÓN MISTRAL
Pues esta es la tercera posibilidad –«la tercera hipótesis es siempre la que más
posibilidades tiene de ser la correcta en el caso de Hegel, al menos la que me-
jor concuerda con al querer-decir del discurso tal y como hay que comentarlo
en lugar de interpretarlo»37–: nada debería poder seguirse del amor de Antí-
gona, el anuncio de su muerte debería tocar a muerto por la metafísica hegeliana,
y, sin embargo, Hegel prosigue.
36 Según la fórmula empleada por Derrida en sus primeras interpretaciones de Hegel: «El len-
guaje filosófico, en cuanto habla, recupera la negatividad –o la olvida, que es lo mismo– incluso
cuando pretende confesarla, reconocerla. […] Ha llegado el momento quizás de […] confesar
–en silencio– la negatividad. Es esta, y no la verdad positiva, la que constituye el fondo no his-
tórico de la historia. Se trataría entonces de una negatividad tan negativa que ni siquiera se la
podría llamar así. La negatividad ha sido determinada siempre por la dialéctica –es decir, por
la metafísica– como trabajo al servicio del sentido. Confesar la negatividad en silencio es ac-
ceder a una disociación de tipo no clásico entre pensamiento y lenguaje». DERRIDA, J., L’écri-
ture et la différence, op. cit., pp. 54-55.
37 IMEC, Archives Derrida, «La famille de Hegel», Cours à l’ENS (1971-72), 219 DRR 224.3, 12e
séance. Para elaborar este trabajo hemos consultado, en el Institut Mémoires de l’Édition Con-
temporaine, el texto del seminario sobre «La familia de Hegel» que está en el origen de Glas.
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Que nadie vaya a ver aquí, precipitadamente, el final del falocentrismo, el idea-
lismo y la metafísica. La destrucción de la familia constituye una etapa en el
advenimiento de la Bürgerlichkeit (sociedad civil y burguesa) y de la propiedad
universal. Momento de reapropiación infinita, la más tranquilizadora norma-
lidad metafísica del idealismo, de la idealización interiorizadora (Glas, 211).
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RAMÓN MISTRAL
Mientras que la sustancia ética une a ambas leyes, el hacer, la operación co-
rresponde siempre al individuo singular. Hace entonces renacer la escisión,
la oposición de lo divino y lo humano, de la mujer y el hombre. Cada uno
por su lado, Antígona y Creonte no leen ni atienden más que a una ley; la
otra la incumplen y la traicionan (Glas, 192).
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Eso que se había representado como movimiento simple del pathos indi-
vidualizado adquiere otro aspecto, y el delito y la destrucción que causa
42 Ibid., p. 351.
43 Idem.
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Por eso Derrida advierte que, aunque la represión que lleva a cabo la ley hu-
mana produce «aquello mismo que sofoca como su momento esencial –la sin-
gularidad de lo inconsciente, la ironía de la feminidad–» (Glas, 211), no por ello
hay que apresurarse a identificar dicho producto con el principio del final de la
metafísica. La destrucción de lo familiar emprendida por la Ciudad es en reali-
dad una negación dialéctica, que, al negarla, conserva la ley divina. La reacción
vengativa de la familia está perfectamente prevista y comprendida por el movi-
miento del Espíritu. ¿Cómo podría ser de otro modo, si este movimiento siempre
ha sido femenino? «Si Dios es (probablemente) un hombre en la dialéctica espe-
culativa, la deidad de Dios –la ironía que lo divide y lo hace salirse de sus goz-
nes–, la inquietud infinita de su esencia es (si es que es posible) mujer» (Glas, 211).
Que el amor de Antígona sea el fundamento trascendental de un pensa-
miento filosófico, como decía Critchley, es perfectamente posible, pero su rea-
lización es precisamente la dialéctica especulativa –no la ética de lo singular
que él imagina–. Es verdad, el reconocimiento sin lucha desaparece cuando
la relación hermana/hermano se ve relevada por la fraternidad, pero desde
el punto de vista de Hegel, este era su destino. ¿Cómo hacer compatible este
resultado con la Destruktion de la dialéctica que se supone que es Glas? Segura-
mente se nos responderá que, o bien, nos hemos equivocado en algo o que es
en realidad el amor de Genet –que Hegel tenía que desconocer– el que pro-
porciona el verdadero modelo de un pensamiento ajeno al horizonte de la lu-
cha. Contrapuesto a la columna familiar, el escritor maldito debería aparecer
como lo que Antígona habría sido, si no se hubiese convertido en el objeto de
la reflexión hegeliana. La intención de Derrida seguiría intacta: nada debería
haber podido seguirse de la muerte de Antígona, pero si ella no pudo poner
patas arriba la filosofía hegeliana, por la razón que fuera, nada debería poder
seguirse entonces de la obra de Genet. Y esta sería la razón por la que Derrida
opone lo galáctico a lo dialéctico.
En absoluto es así y esperamos que la identificación que hemos establecido
entre el amor familiar, la feminidad, el duelo y la Aufhebung sirva, al menos, para
empezar a desconfiar de este tipo de interpretación.
44 Ibid., p. 352.
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