Y Ahora Qué Libro Final 0808 Comp PDF
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Hecho en México
María José
AGRADECIMIENTOS
A mis papás; a pesar de que no estamos juntos y no
hemos podido coincidir en muchas cosas en esta
vida, los amo. Gracias por enseñarme a ser tenaz,
responsable y a sentir tanta pasión por la vida. Gra-
cias porque, sin saberlo, me prepararon para lograr
esto y sé que soy capaz de lograr mucho más.
Gracias a Edén (mi productor, y uno de mis mejores
amigos), desde el primer día de este proyecto te
atreviste, sin pensarlo, a ser mi socio. Has sido mi
hombro para llorar, me has escuchado y has sido mi
familia desde entonces. Eres un gran ser humano, te
adoro con todo mi corazón.
A mi mentor e inversionista Marco Romero, porque,
sin ti, esto hubiera tomado más tiempo. Gracias por
ser mi mentor, por enfrentarme cuando he sido
mediocre y por alentarme y apoyarme a cumplir mi
sueño.
Gracias a todo mi equipo, porque no podría
haberlo hecho sola: a María José Sanabria (editora),
gracias por haber tenido la confianza de buscarme
hace un par de años y aceptar mis consejos, y gra-
cias por ser parte de esta historia; a Silvia Gómez
(manager legal), gracias por tus consejos y por tu
amistad, han sido de mucha ayuda para mí, gracias
por siempre cuidar de mí más allá del trabajo; a
Jorge Aparicio (mejor amigo), porque tú más que
nadie, me conoces a detalle y me has visto crecer,
espero poder compartir más años contigo.
Gracias a Karyme Saavedra, quien ayudó a revisar
la edición y se unió a tantas personas más que se
han ido sumado poco a poco al proyecto, a quienes
han creído en mí y en mi equipo, y que creen en el
cambio que podemos lograr con este movimiento.
Y, sobre todo, gracias a ti: espero que este libro te
sirva como guía de vida y que, con mi experiencia,
puedas evitar errores que puedan distraerte de tus
objetivos.
EL
PRINCIPIO
El primer recuerdo que tengo es de aquel día, en
sexto de primaria, en el que estaba peleada con
Ángela, mi mejor amiga desde quinto año. No
recuerdo el motivo de la pelea, pero supongo que
fue algo grande porque dejamos de hablarnos por
semanas. Siempre he tenido el carácter fuerte y he
sido muy firme con mis convicciones y decisiones,
entonces, a pesar de que moría por hablarle, me
torturé bastante tiempo, haciendo todo lo posible
para no coincidir con ella en el colegio: algo difícil
porque estábamos en el mismo salón y teníamos
las mismas amigas. Qué boba. Qué situación tan
innecesariamente complicada para una niña de 12
años.
Habían pasado días desde el problema y yo me
rehusaba a hablarle, verla a los ojos o incluso estar
cerca de ella. Nuestro grupo de amigas intentaba
mediar la situación, pero yo era soy, hasta la fecha,
necia.
Recuerdo que un día decidí bajar la guardia y
acercarme a ella para poder disculparme y que
pudiéramos ser amigas de nuevo porque me sentía
muy frustrada, pero, siendo la persona más perfec-
cionista que conozco, sentía la necesidad de
planear algo para que no fuera tan simple como
sólo llegar con ella con mi cara de arrepentida y
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y ojos de perrito triste a reconciliarnos.
Entonces, un día llegué del colegio a mi casa y
busqué la manera de hacerle un regalo. Conseguí
una especie de recipiente metálico con forma de
corazón (lenchita intensita desde chiquita),
compré un pequeño oso de peluche muy cute y lo
puse adentro del recipiente junto con dos chocola-
tes. Estaba decidida a que mi plan fuera perfecto,
me sentía ultra mega nerviosa, pero sabía que un
regalo así ayudaría mucho a que volviéramos a ser
amigas.
En la mañana del día siguiente, me levanté con
una mezcla de emociones: estaba nerviosa y
ansiosa, pero al mismo tiempo me sentía feliz
porque por fin tendría el valor de hacer algo para
que mi mejor amiga y yo nos reconciliáramos.
Desayuné y subí a mi cuarto de manera sigilosa
para que mi papá no notara que estaba metiendo
las cosas a mi mochila, porque mi familia es bien
metiche, en el buen sentido, nos contábamos todo
y platicábamos de todo… bueno, casi todo, por eso
tenía que ser muy cuidadosa con mi regalo, para
evitar preguntas incómodas.
Me subí a la camioneta de mi papá y todo el
camino fui con el corazón acelerado, latiendo al
ritmo de Highway to Hell, ansiosa por llegar y
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ejecutar mi plan. Llegué al colegio y corrí a mi salón
para dejar la mochila junto con el regalo. Normal-
mente era de las primeras en llegar de toda la
escuela: sí, mi papá era de esos intensos que si
entrábamos a las 7:00 am, llegábamos a las 6:15 am
cuando muy apenas había llegado el conserje a
limpiar el edificio. Ángela, por el contrario, llegaba
a las 6:55, por lo que no iba a poder dejar el méndi-
go regalo en su banco antes de la hora de entrada.
El timbre sonó a las 7 en punto y subimos al salón.
Decidí que mi plan sería mejor si le daba el oso en
el recreo.
Si estaba impaciente en el camino de mi casa a la
escuela, estuve peor en las clases, antes de salir al
patio para el receso. Todo el tiempo en clase estuve
dándole vueltas al asunto en mi cabeza. Empecé a
preguntarme a mí misma por qué diablos estaba
tan nerviosa, por qué diablos me dolía tanto el que
Ángela, en específico, dejara de hablarme (porque
antes, en ese mismo colegio, había tenido otras
mejores amigas con las que dejar de hablar no me
había afectado) … claro que tenía mis teorías, pero
me negaba completamente a aceptar que eran cier-
tas.Recuerdo que cuando llegó la hora del recreo
estaba temblando de miedo porque sentí que
Ángela se había dado cuenta de que yo quería
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acercarme. Quizás lo notaba por la cara de idiota
que tenía cuando la veía, quizás porque ella tam-
bién ya tenía planeado arreglar algo, no sé. Me atra-
ganté con mi sándwich de jamón, medio terminé mi
manzana y subí al salón a escondidas. Tomé de mi
mochila el oso en su base de corazón y los chocola-
tes con la enorme ilusión de que por fin llegaría el
momento en que esta tortura terminara para así
regresar a la normalidad de platicar y estar juntas
todos los días otra vez.
Me acerqué a su lugar, dejé las cosas sobre el escri-
torio del banco y bajé corriendo para antes de que
sonara el timbre y tuviéramos que hacer las filas
por salón para volver a clases.
Diez minutos pasaron como un segundo en mi
cabeza, y para cuando me di cuenta ya estábamos
subiendo en fila al salón (QUÉ NERVIOS, ¿Y SI LA
REGUÉ? ¿Y SI ME VEO MUY TONTA?, ¡YA NO
PUEDO HACER NADA!). Entré antes que ella y me
puse a observar su reacción, desde lejos, cuando
vio que tenía un regalo en su lugar. Lo primero que
hizo fue correr para tomarlo; lo vio y lo abrazó con
mucha emoción, su cara cambió por completo,
pero, para mi desgracia, volteó y empezó a buscar
a la persona que se lo había dejado.
Volteó y dijo “¡ROBERT!”, y mi primer pensamiento
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fue “¡ME LLEVA…!, piensa que se lo dejó Roberto, su
novio, ¡rayos!” Tenía que hacer algo para que no
hubiera un malentendido enorme e incómodo. Me
acerqué a ella y le dije, toda mensa, “fui yo”, riéndo-
me con nervios, y, en eso, sin pensarlo, me abrazó.
Sentí un gran alivio. Le gustó y lo tomó mejor de lo
que tenía planeado. ¡Asunto arreglado! Tenía a mi
amiga de vuelta.
Pero… algo no me cuadraba. Cuando me abrazó
sentí algo muy extraño, algo que no había sentido
antes, una sensación que, pensé, seguro no era
normal en estos casos. ¡Mi estómago estaba a
punto de estallar de tantas mariposas que sentía
dentro! Estaba emocionada, intentaba pasar saliva
y mi boca estaba seca. Los nervios no me dejaban
respirar ni moverme. Nopuedesernopuedeser-
nopuedeser, Lucio, ¡NO ESTÁ PASANDO ESTO!
¿Estoy enamorada de Angie? ¡Estoy enamorada de
Angie! ¡¿QUÉ?! Esto no es posible, esto no está
bien, esto no es real, no, no, no, no. Ella me sonreía
y me decía que ya estaba harta de no poder juntar-
se conmigo por esta pelea estúpida, pero yo no
podía hablar por estar peleando con mi corazón, le
rogaba que se callara, lo que sentía era completa-
mente absurdo.
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Llegué a mi casa y todo el día estuve en mi cuarto,
debatiendo mentalmente sobre este nuevo descu-
brimiento ridículo. Me sentía fatal, porque para mí
no era posible que una mujer estuviera enamorada
de otra mujer. Toda la vida mis papás me habían
enseñado lo que Jesús decía sobre los homosexua-
les: que son del mundo, de satanás y que no son
bienvenidos en el cielo, en sus calles de oro y con la
felicidad eterna. ¡Estaba aterrada! Debía quitar
esos pensamientos de mi cabeza, para mí, eran
condena segura y directa.
Por un lado, yo misma trataba de convencerme de
que estaba confundiendo mi amistad con amor, y,
por el otro, muy dentro de mí, sabía que era algo
distinto... que mis sentimientos no eran iguales a los
de otras niñas o a los de mi familia. Todo el año
escolar mantuve estos pensamientos muy reprimi-
dos y me prohibí incluso pensarlo porque obvio no
era posible, yo quería ir al cielo, no quería quemar-
me en el infierno con todos los demás pecadores
que mis papás criticaban a diario.
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LA
SECUNDARIA
Esta fue, por mucho, la peor etapa de mi vida.
Todas las niñas que conocí en primaria se empeza-
ron a desarrollar. Veía a mi alrededor y se veían más
como mujeres y dejaban de parecerse a aquellas
niñas que jugaban voto en el patio de la escuela.
Sus caderas y sus pechos crecían, y ellas comenza-
ban a interesarse en el maquillaje, los zapatos, la
ropa y los niños, ya no tan niños, del salón.
En esta época yo me sentía aún muy niña, inocente
y fuera del lugar, física y mentalmente. Toda mi
vida, desde niña, practiqué deporte de competen-
cia con mucha disciplina, la gimnasia fue en lo que
más tiempo duré y, por lo tanto, mi cuerpo era dife-
rente, no tenía grasa por ningún lado, tenía el abdo-
men marcado con cuadritos, los brazos fuertes y las
piernas muy fornidas y torneadas. Me veía muy
masculina comparada con todas las demás; no
tenía pechos grandes ni dotes que considerara que
me hicieran sentir o parecer una verdadera mujer.
Por otro lado, mi familia era muy conservadora y
tenían la idea de que las mujeres podían empezar a
maquillarse mínimo hasta cumplir los 18 años, cosa
que ahora agradezco porque mi piel está intacta a
los 26.
Todo esto me hacía sentir menos femenina todo el
tiempo, fueron tres años muy duros para mí porque
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sufrí de bullying por verme diferente, y eso me
marcó de por vida. Mis aspiraciones académicas
eran altas: quería entrar a la preparatoria más
importante y de alto rendimiento en el estado, por
lo que tenía que buscar siempre la excelencia en
mis calificaciones para poder al menos aplicar y, en
un futuro, poder ingresar a la universidad que yo
quisiera.
Ser aplicada y lucir diferente no fueron buena com-
binación en esta etapa de mi vida. Mis compañeros
y compañeras estaban explorando su sexualidad y
su independencia, desafiando a todo tipo de autori-
dades en casa y en la escuela. Nunca fui excluida, al
contrario, siempre me junté con los más populares
del colegio y, con eso, sentía mucha más presión de
seguirles el ritmo en sus experimentos de desobe-
diencia. El mayor problema era que la familia Lucio,
comenzando por mi abuelo, mi mamá y mis tíos,
tenían ideales muy conservadores y disciplinarios.
Me sentía entre la espada y la pared todo el tiempo
porque no quería meterme en problemas ni decep-
cionar a mi familia, pero también quería crecer
como una adolescente normal.
Desde entonces noté que no encajaba realmente en
ningún lado, ni con mis amigos del colegio, ni con
mis amigos de la iglesia, ni con mi familia.
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En muchas ocasiones los niños de mi salón, entre
bromas (porque era parte de su “grupo de popula-
res”), me decían machorra, marimacha y otros
insultos parecidos, y yo sabía que era porque se
sentían amenazados cuando teníamos competen-
cias de velocidad o de fuerza en la clase de depor-
tes. Las niñas no me insultaban, pero sentía que
percibían mi incomodidad cuando se maquillaban y
alistaban antes de salir a una plaza o fiesta, y era
raro.
Desde muy pequeña mis papás me exigieron un
nivel muy alto de compromiso y disciplina en mis
actividades académicas y extracurriculares, por lo
que no tenía mucho tiempo libre entre semana para
crear amistades profundas con mis amigos del
colegio. Ellos, por su lado, se juntaban en casa de
una de las niñas, y ahí sucedía todo lo que puede
suceder con adolescentes descubriendo su cuerpo
y el mundo.
Me perdí del 95% de esos momentos, junto con la
mayoría de los chistes locales, y me quedaba atrás
en la amistad, y un poco excluida, por lo que se me
dificultaba aún más el poder sentirme normal.
Estos tres años fueron eternos, mi lucha interna por
adaptarme frente al bullying, frente a mis papás,
con sus expectativas, e integrarme con mis amigos,
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hicieron que la secundaria fuera una etapa llena de
obstáculos.
Anhelaba graduarme para poder irme muy lejos, a
la preparatoria de mis sueños, donde, en mi mente,
habría chavos que pensaban más como yo, que
buscaban más académicamente, y que eran muy
cool. Me preparé por meses para el examen de
admisión y, entre miles de personas, me aceptaron.
Estaba emocionada por iniciar desde cero, porque
nadie supiera quien era y así crear una nueva y
mejorada yo ante nuevas personas y que, estaba
segura, muy difícilmente conocerían a alguien de
mi pasado como para arruinar mi plan.
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LA
PREPARATORIA
A pesar de que sabía que el nivel de exigencia de la
preparatoria sería muy alto y que mis papás espe-
rarían resultados académicos impecables, estaba
convencida de que nadie me quitaría la oportuni-
dad de por fin encajar.
Conocí a personas increíbles, con mi misma menta-
lidad y con las mismas metas y expectativas del
futuro. Me sentía increíblemente feliz. Mis papás
notaron la gran diferencia en mi actitud porque
estaba contenta, me sentía libre y parte de algo.
En la prepa hice grandes amigos de todo tipo; me
impresionaba conocerlos dentro y fuera del salón
de clase, y saber sus historias. Estaba el chico que
fue segregado en secundaria por ser “ñoño”, la
chava popular que todos catalogaban de “fácil”, los
“rebeldes” y, por supuesto, quienes eran como yo,
criticados por aparentar una no concordancia con
su cuerpo biológico y su manera de ser, también
conocidos como los amanerados, las machorras, o
los curiosos y nadie, nadie, los juzgaba, o al menos
no se sentía así. Me sentía libre, podía ser yo misma
y estar tranquila y segura de quién era.
Los primeros tres semestres de preparatoria fueron
increíbles, me divertí muchísimo y aprendí más.
Sentía que de verdad me estaba desarrollando
emocional y académicamente. Aún me sentía muy
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inocente porque muchos de mis amigos ya habían
experimentado mucho más que yo, como tomar,
fumar o tener interacciones sexuales, pero ya no
me intimidaba ni sentía la presión de la secundaria.
Al iniciar mi cuarto, y último, semestre regresaron
las dudas sobre mi sexualidad inesperadamente,
pero traté de silenciarlas por un buen tiempo, con
la esperanza de que bajaran su intensidad. Me ena-
moré, o, más bien, pensé que me había enamorado
de Héctor, quien era mi mejor amigo desde que
inicié la preparatoria.
Todo iba bien: Héctor me confesó que también le
gustaba y empezamos una relación, mi primera
relación “bien”, mis papás sabían sobre ella y esta-
ban de acuerdo porque él era un “buen niño”. No
pasó mucho tiempo después de comenzar a ser
novios cuando la tensión sexual comenzó a sentir-
se: yo moría de miedo porque jamás había hecho
nada más allá de besos tontos con otros niños en
secundaria.Sin embargo, en este periodo de mi
vida, sabía que tenía que dar, al menos, un paso
más, porque mi relación ya no era de niños, o
bueno, así me sentía yo, tenía 15 años. Duré con
Héctor quizás unos 3 o 4 meses y nunca pasó algo
más allá de los besos.
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En los últimos dos meses de clases, en una feria de
ciencia de la escuela, todos los alumnos que no
eran de 4º semestre estaban visitando nuestros
stands para conocer los proyectos que exponía-
mos. Yo tenía productos comestibles especiales
para diabéticos y todo iba marchando perfecta-
mente. En este momento yo seguía siendo la novia
de Héctor.
Para los alumnos de tercer y cuarto semestre las
clases eran por la tarde, y para los de primero y
segundo, eran en la mañana. Había un lapso en el
que los grandes cruzábamos con los chiquitos al
momento de salir del último periodo. Mis primas
Clarissa y Melissa eran un año menor que yo y asis-
tían a mi escuela. El día de mi exposición me topé a
Clarissa con una amiga y me saludaron al salir del
edificio.
Mi prima entró con su amiga, pero regresó y me
dijo, “le gustaste a mi amiga”. Recuerdo que en mi
cabeza retumbó de una manera muy extraña la
última “A”, pero fingí desinterés y le dije: “¿A tu
amigo?” A lo que me respondió: “No, a mi amiga. Se
llama Fernanda”.Algo dentro de mí provocó un
caos cuando escuché su nombre. ¿Por qué es tan
normal esto para mi prima? ¿Por qué lo dice con
tanta naturalidad? ¿Qué está pasando?
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¿Por qué no hay vergüenza ni culpa? ¿A la tal Fer-
nanda no le importa o qué?
Con mucha curiosidad entré al edificio y vi que mi
prima y Fernanda también estaban exponiendo su
proyecto de ciencia. Me acerqué e hice contacto
visual con ella. ¡WOW!, ¿qué diablos estoy sintien-
do? Estoy reviviendo sexto de primaria, cuando
Angie me abrazó. ¿Qué? ¿Por qué? ¡AYUDA!
Bueno, no tanta, porque sí me gusta la sensación.
¡Esta sensación no es nada nueva pero sí es muy
fuerte!, ¡la había controlado por años! Mi mente me
decía “huye”, y mi corazón me pedía a gritos que
me quedara, quería saber más de ella.
Me quedé platicando con ellas unos minutos antes
de tener que irme a casa. No quería, anhelaba
conocerla, escucharla, observarla. Era inevitable.
Regresé en el autobús que me llevaba a casa con
todos mis amigos de la escuela, incluyendo a
Héctor. Íbamos lado a lado, como todos los días,
excepto que ahora no podía dejar de pensar en Fer-
nanda. Me sentía terrible porque él era muy bueno
conmigo y sabía que me quería de una manera muy
pura, y yo, por otro lado, no podía dejar de imagi-
nar el rozar de mi mano con la de ella.
Faltaban unas semanas para que nos graduáramos
mis amigos y yo, y, en esas semanas, no pude evitar
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comenzar una amistad con Fernanda, lo cual llevó a
que tomara la decisión de terminar con el chico que
me adoraba, pero que no provocaba en mí lo que
ella.
Él, devastado, me enviaba mensajes para decirme
que me extrañaba y que necesitaba verme para
hablar. Nada de esto fue suficiente para que yo
regresara. Le rompí el corazón a mi mejor amigo,
me sentía avergonzada y me sentía demasiado mal,
tanto que no tenía el valor ni de verlo a los ojos.
Las últimas semanas de escuela hacía de todo para
poder estar con Fernanda. Mi escuela estaba muy
lejos de mi casa, así que me quedaba en esa zona
para poder esperar a que ella saliera de clases y
pudiéramos estar juntas. Les inventaba excusas a
mis papás, diciendo que tenía montones de proyec-
tos o tareas para poder quedarme sin problema en
el sur de la ciudad, pero era tanto que mis papás
empezaron a sospechar que algo sucedía.
Sin saber nada de relaciones entre el mismo sexo, le
pedí a Fernanda que fuera mi novia. No podía ima-
ginar mis días sin ella, la quería en mi vida y la única
manera en que esto podría suceder era pidiéndole
ser mi novia.Ella fue mi primer amor, estaba enamo-
rada del amor, era la primera vez que de verdad me
sentía completamente enamorada, que entendía
27
qué era lo que mis amigos habían sentido con su
primer amor, lo que veía en las películas, todo lo
que sentía era igual.
Siempre fui muy honesta con mis papás, siempre
les contaba todo, teníamos muy buena comunica-
ción, en general, ellos confiaban en mi porque no
les daba motivos de lo contrario. Esta vez iba a ser
diferente, esta vez tenía que ocultar todos mis sen-
timientos, toda emoción, toda duda que tuviera
que ver con Fernanda porque sabía que el día que
ellos se enteraran iba a explotar con una magnitud
inimaginable para mí.
Unos días antes de mi graduación fue la graduación
de mi hermana menor. Mis abuelos llegaron a la
ciudad y se quedaron en casa con nosotros. Eran
los últimos días de clases y todos estábamos rega-
lando fotos y cartas para despedirnos. Alicia, mi
amiga, me regaló una carta y una foto donde escri-
bió que iba a extrañar mi “lesbiandad”, lo cual era
un chiste local porque NADIE sabía de mi relación
con Fernanda.Entre nosotras, como amigas, era
algo que usábamos para jugar porque siempre
estábamos juntas, o entre el grupo de amigas tenía-
mos mucho contacto físico (no sexual).
Dos días antes de la graduación de mi hermana mi
abuela vio la carta y no me lo dijo. Todo en mi vida
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se iba a caer y yo no me lo esperaba. Mi plan hasta
ese momento había sido tener una especie de
“doble vida” hasta ser mayor de edad o poder irme
de casa para no tener problemas. El único y peque-
ñísimo detalle: soy muy transparente con mis emo-
ciones y mis papás no pudieron evitar notar un gran
cambio en mí, desde mucho antes ya tenían sospe-
chas.
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CONFESIONES
Un día antes de la graduación de mi hermana mis
papás decidieron enfrentarme. Lo hicieron de una
manera muy pre-meditada, incorrecta y agresiva.
Ese día me pidieron hablar con ellos en su cuarto y
empezaron a cuestionarme entre los dos. Sabía a
donde iban todas estas preguntas y acusaciones.
Me doblegaron y, entre gritos e insultos de su parte,
no pude ocultarlo más y lo vomité: “¡Me gustan las
mujeres!”.
Nunca me imaginé el impacto y el dolor que causa-
ría en ellos el escucharlo. No voy a poder olvidar
sus reacciones. Los ojos de mi mamá se abrieron
como nunca antes, su cara cambió drásticamente,
expresando enojo y disgusto, mi papá se quedó sin
palabras por unos segundos mirando hacia el suelo
mientras yo estaba sentada en su cama.
Mi mamá comenzó a insultarme, me dijo que era
“mierda de la mierda”, que me iba a ir al infierno y
que ella sabía que yo “andaba en malos pasos”,
como si fuera un problema de adicciones o fuera
una criminal. Mi papá, usando un tono más tranqui-
lo, me hablaba de la biblia, pero no podía escuchar-
lo bien o poner atención por los gritos de mi mamá.
Trato de recordar en dónde estaban mis abuelos en
ese momento y no lo sé. Mi hermana estaba en su
cuarto escuchando todo.
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La noche fue una montaña rusa de emociones
porque mis papás, en su impotencia, tampoco
sabían cómo manejar la situación. Llegó un punto
donde tuve que aceptar que cambiaría para que se
tranquilizaran y dejáramos el tema por un lado. Esa
noche me obligaron a dormir con ellos, en su
cuarto. Me quitaron mi celular, mi laptop y todo
dispositivo con el cual me pudiera comunicar. Fue
una noche terrible, tuve que dormir entre ellos dos.
De niña, cuando tenía pesadillas o miedo, dormir
entre mis papás era mi lugar seguro. A mis 15 años
esa noche de junio, era todo menos seguro. Sólo
sentía miedo y ansiedad.
Esa noche fue la noche en que mis papás cambia-
ron toda su percepción de mí como persona, como
hija, como estudiante, y jamás volvieron a verme
igual. Al mismo tiempo yo perdí toda la confianza y
seguridad que ellos me hacían sentir.
Al día siguiente tenía que ir a la escuela a recoger
mi toga y mi birrete para la entrega de papelería,
parte de mi ceremonia de graduación. Mis papás no
me permitieron ir y mi papá fue a la escuela a reco-
ger lo que necesitaba. Mis amigos no sabían nada
de mí, estaba completamente incomunicada.
Ese día mi mamá me llevó con ella a todos lados, no
me dejaba alejarme de ella, recuerdo que me llevó
32
con ella al gimnasio, se subió a una caminadora y
yo me fui a un aparato donde no me podía ver
llorar. Estaba desesperada por avisarle a Fernanda
que estaba bien, que iba a estar sin comunicación
por un tiempo pero que estaba bien.
Mi mamá me obligó a acompañarla a todos los pen-
dientes que tenía, así que, en mi desesperación, le
pedí su celular para llamar a un amigo, Daniel, que
era de los pocos que ya sabían que tenía una rela-
ción con Fernanda, para que él pudiera darle mi
mensaje. Estábamos en una tienda y entre claves y
monosílabos le di a entender a Daniel lo que pasaba
y me confirmó que él iba a pasar mi mensaje. Mi
mamá estuvo casi todo el tiempo vigilando la
llamada.
Me sentía fatal, no podía tener un momento a solas
porque mi mamá veía todos mis movimientos,
estuve pasiva y callada. Al día siguiente fui a mi
entrega de papelería y aprovechando que mis
papás estaban alejados de donde estaba con mis
compañeros, pude platicarles un poco la situación
a mis pocos amigos que sabían sobre mí y mi
“nueva” orientación sexual.Me sentí un poco alivia-
da porque al menos pude hacer llegar el mensaje a
algunas personas y salir de casa sin mis papás
encima.
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Durante el evento mi abuela estaba comportándose
raro, su cara era como de desagrado y fingía mucho
la sonrisa. Mis papás no le habían compartido la
vergüenza de que su hija era lesbiana. Días después
mi mamá me dijo que había leído la carta donde
mis amigas me llamaban lesbiana.
Por la noche fue la graduación de primaria de mi
hermana. Todos íbamos al evento, como familia,
pero se sentía la incomodidad, la tensión y la
molestia. Nadie disfrutó el evento. Regresamos a
casa y sí, tuve que dormir de nuevo en el cuarto de
mis papás, vigilada y sin permiso de moverme de
ahí.
Al día siguiente era mi fiesta de graduación, la cual
se había planeado con muchos meses de anticipa-
ción, mis papás habían pagado una mesa para que
todos estuviéramos juntos esa noche. A regaña-
dientes, mi mamá me dio dinero para ir al salón
para el peinado y maquillaje, llegué a casa, mis
abuelos ya no estaban y mis papás no estaban
listos, así que me vestí y aliñé para irme al evento,
me asomé al cuarto de mis papás para ver si podía-
mos irnos, pero apenas se estaban vistiendo, no los
veía con muchas ganas de ir.
Días antes habíamos tenido discusiones, les dije
que yo ya no quería estar en casa con ese nivel de
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abuso e invasión a mi privacidad y a mi persona y
les pedí que me dejaran ir, lo cual, obviamente, no
les pareció. Antes de salir de mi casa para ir a la
graduación, tomé una maleta y guardé algunas
cosas en ella. Cuando era hora de irnos, nos subi-
mos al carro y subí mi maleta también. Llegamos al
lugar del evento mis papás se detuvieron al frente
del salón y mi papá dijo: “No vamos a quedarnos,
no tenemos nada que celebrar contigo, bájate”.
Tomé mi maleta y me fui caminando con ella hasta
la entrada del salón. Le llamé a algunos amigos
míos y nadie respondía. Después de varias llamadas
Jorge, un buen amigo, me respondió y me explicó
que estaban bailando con los papás y mamás, que
bajaría en cuanto terminara. Estuve sentada lloran-
do frente a la puerta principal alrededor de 5 minu-
tos, Jorge bajó y, con cara de asustado, sólo tomó
mi maleta y me abrazó.
Me llevó a su coche y guardó mis cosas en la cajue-
la. Subimos al evento y, al ver a todos celebrando
con su familia, yo no podía creer que mis papás no
hayan querido compartir, aunque fuera un rato, mi
celebración de la preparatoria, a la cual me costó
tanto ingresar y terminar. Sentía que ni eso los
hacía sentir orgullosos de mí, porque en general ya
habían perdido todas sus esperanzas en mí.
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Durante el evento, algunos de mis amigos se acer-
caron a preguntar por qué había llegado tan tarde,
y sin poder evitarlo me solté a llorar por todo lo
que no había sacado esos días que estuve encerra-
da e incomunicada. Me sentía ultrajada, desprecia-
da y sucia.
Jorge me propuso irnos de la graduación para estar
tranquilos en otro lado, donde nadie estuviera pre-
guntando por qué lloraba o por qué mi mesa no
tenía a nadie de mis familiares. Nos fuimos a un
parque, estuvimos horas sólo sentados, platicando,
y más tarde me llevó a casa de Fernanda para pasar
la noche. Los días siguientes me estuve quedando
ahí y su familia siempre fue muy comprehensiva y
nos apoyó en todo momento. Su mamá, en espe-
cial, me hizo sentir en casa, me cuidó y me dio de
comer sin pedirme un peso a cambio.
Semanas antes de graduarme de preparatoria había
presentado mi examen de ingreso a la Facultad de
Medicina y unos días después de la graduación
sabría si había sido aceptada. El problema era que
si era aceptada no iba a tener dinero para poder
pagar mi inscripción o el material que me pidieran
de ingreso.
Llegó el día de los resultados y, en efecto, había
pasado el examen para convertirme en Médico
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Cirujano y Partero. Lo que mis papás soñaban, que
su hija fuera doctora. En cuanto me enteré comen-
cé a llamarles por teléfono para avisarles, pero no
respondieron mis llamadas. Meses antes, habían
planeado un viaje de vacaciones a Disneyland, en
Los Ángeles, así que entendí que se fueron sin mí.
Seguí insistiendo porque se acercaba la fecha límite
para pagar mi inscripción en la universidad, y yo no
tenía ni un solo centavo. No obtuve respuesta de mi
familia.
Mientras tanto, la mamá de Fernanda buscaba la
manera de ayudarme, pedimos una prórroga en la
universidad, becas de escasos recursos y présta-
mos a algunos conocidos.
Logré juntar la cantidad exacta para poder pagar e
ingresar a clases, por fin. La universidad inició en
agosto y yo aún no tenía noticia alguna de mi fami-
lia, colgaban mis llamadas y la única vez que con-
testaron, mi papá me dijo que no contara con su
apoyo, que sufriera mis consecuencias de no estar
en la escuela por mi decisión de ser lesbiana.
La última semana de agosto, que ya estaba toman-
do mis clases, mi papá se apareció en casa de Fer-
nanda por la noche, amenazando a su mamá con
una denuncia a las autoridades por el hecho de que
yo era menor de edad y me estaba manipulando.
37
Tratamos de conversar con él para poder calmarlo
y que me dejara vivir mi vida sin problemas, sin
embargo, no lo permitió y nos amenazó con un
lapso de 24 horas para salir de esa casa e irme a mi
casa con mi familia, de lo contrario la policía llega-
ría a detener y arrestar a la mamá de Fernanda.
Sin otra opción, con mucha impotencia, tuve que
juntar mis cosas y prepararlas para regresar a casa.
Al día siguiente llegó mi papá, tomó mis cosas y me
subió a su camioneta. Nos dirigimos al lugar al que
menos quería ir: a casa. Para mis papás, mi decisión
de ser lesbiana era rebeldía y deseo de dar la
contra, por eso, para ellos, mi identidad representa-
ba una lucha de poder constante.
Querían controlar de nuevo todos mis movimientos,
no me dejaban salir, me llevaban a la universidad y
sabían mi horario completo de clases, así se asegu-
raban de que no me inventara que tenía que estar
más tiempo ahí para ir a otro lado.
Pasaron aproximadamente 4 semanas para que
todo volviera a explotar. Yo, cansada de tanto
abuso y chantaje emocional, me armé de coraje y
hablé. Discutimos porque les pedí que me dejaran
ir, que no iba a pedirles nada más, solo que me
dejaran libre. Sin embargo, no me lo permitieron.
38
la
confronta-
ciñon
Como mis papás no me dejaban ir, pedí ayuda.
Hablé con la mamá de Fernanda y le pedí que nos
comunicáramos con las autoridades para ver si
alguien podía hacer algo al respecto. La mamá,
frustrada y con impotencia, se comunicó con el DIF
y les comentó la situación. Días después, el DIF
comenzó una investigación con los vecinos, pre-
guntaron si habían escuchado algo o si había
signos de maltrato físico.
Después de la denuncia, el DIF dio un citatorio a
mis papás para ir a sus oficinas y dar seguimiento al
caso. Recuerdo que mis papás estaban enfurecidos,
ahora los vecinos sabían que su hija es lesbiana y
que algo andaba mal con la familia cristiana que
tanto presumía ser perfecta.
Cuando fuimos a la cita, unos médicos nos hicieron
pruebas para buscar signos de violencia física pero
no los encontraron. Después nos llevaron a una sala
de espera, el ambiente lleno de incomodidad y mi
hermana completamente confundida ante lo que
ocurría.
Después de 40 minutos me llamó una mujer y me
pidió pasar a un cuarto con una trabajadora social.
Me senté y comenzó a preguntarme si sabía por
qué estaba ahí, si en casa sufrí de algún tipo de
violencia y por qué había una denuncia hacia mis
papás.
40
Le platiqué toda la situación con detalle, con un
poco de miedo, pero de todos modos lo hice, no
tenía nada que perder, mis papás ya estaban moles-
tos y no había nada que los hiciera enojar más. Sali-
mos de ahí después de 3 horas, nadie dijo habló en
el camino.
Días después, mis papás me sentaron y me dijeron
que por indicación del DIF todos debíamos ir a
terapia, pero principalmente yo, que se mantendría
un récord y que si al menos un día no iba el psicólo-
go lo reportaría y tendría un problema. No supe
que esto era parte chantaje emocional hasta mucho
después. Incluso ahora me duele y molesta pensar
que, por su frustración, toda situación era potencial
para chantajearme.
Por cierto, años después mi papá me confesó que el
DIF les dio la oportunidad de que ellos eligieran un
psicólogo o psiquiatra para mi terapia. Malamente,
porque mis papás iban a buscar un “profesional”
que trabajara basándose en la biblia. Buscaron
incluso un psiquiatra de un grupo dedicado a las
terapias de conversión a nivel mundial llamado
Exodus International, pero yo no lo sabía.
El primer día en de esta “terapia” llegué a un con-
sultorio en una casa y me llevaron al segundo piso,
donde estaba un hombre sentado.
41
Entré a la habitación y lo vi: piel morena, lentes
delgados, sentado, me observaba al entrar al
cuarto. Con una voz muy baja me saludó y me pidió
que me sentara en el sillón frente a su silla. Comen-
zó a hacerme las típicas preguntas que todos los
terapeutas hacen: “¿Por qué estás aquí?”, “¿Qué fue
lo que pasó entre tus papás y tú?”, “¿Qué está
pasando contigo?”.
Yo sólo estaba preocupada por quedar bien para no
tener problemas con el DIF e irme en paz de mi
casa cuando fuera momento. La terapia era todos
los sábados y mis papás no me dejaban faltar a
ninguna. Ellos iban los jueves, pero recuerdo que
dejaron de ir después de 4 sesiones, y yo no enten-
día por qué ellos no tenían consecuencias por dejar
de asistir y yo sí. Siempre me sentí como la respon-
sable de todo. Ahora sé que así funciona el chantaje
emocional.
42
LOS LUCIO
Cada año, en casa de mi abuela materna, celebra-
mos navidad. La familia Lucio es muy unida y tiene
tradiciones decembrinas muy bien definidas. Yo no
sabía, pero esta iba a ser la última navidad en casa
de mis abuelos antes de que todos en mi familia me
dejaran de ver como parte de ellos.
Navidad era de mis festividades favoritas, pero a
partir de ese año dejó de serlo. Estas fechas signifi-
caban mucho para mí; tenía la oportunidad de ver a
mis primos que vivían lejos, a mis abuelos que veía
dos veces al año y a mis tíos que no frecuentaba
por sus ocupaciones diarias. Toda la familia se
reunía en casa de mis abuelos días antes del 24 de
diciembre y hacíamos las típicas actividades antes
del día tan esperado: cocinábamos, comprábamos
la piñata con el abuelo y ayudábamos a envolver
regalos. Todo esto cambió para mí desde ese año,
de hecho, los días especiales como mi cumpleaños
o navidad perdieron sentido por completo para mí.
Hasta hoy.
44
PRE OSCURIDAD
Después de haber intentado estar en distintos
trabajos, conocí el mundo de los call centers y, para
mi suerte, contrataban a personas desde los 17
años. Era mi solución económica, con esto podría
guardar dinero y a los 18 estar lista para volver a
salir de mi casa sin preocupaciones. Esta fue una de
mis épocas favoritas, pero también de las más
difíciles. Aprendí el valor del trabajo y la responsa-
bilidad, conocí a personas que marcaron mi vida de
manera positiva, que conocían mi historia y que, en
vez de compadecerme, me animaban para seguir
adelante.
Algunos de ellos, mis superiores, me entrenaron
incluso para crecer dentro de la empresa. Otras
personas, mayores que yo, me inspiraron y aconse-
jaron para tomar mejores decisiones con mi dinero
o con mi vida en general. Este trabajo marcó mi
carrera profesional de una manera impresionante.
Aquí aprendí que, aunque de más pequeña le hacía
el feo, era muy buena vendiendo.
Dada mi necesidad de trabajar para sobrevivir, tuve
que salirme de estudiar medicina. Aquí comenzaron
mis inquietudes por estudiar fotografía y diseño.
No tenía mucha oportunidad de explorar estos inte-
reses porque no ganaba tanto dinero, tenía que
estudiar en una universidad que estuviera dentro
46
de mi presupuesto. Me puse a investigar escuelas y
carreras, y encontré la carrera de Publicidad en la
facultad de comunicación, que era lo más parecido
a lo que quería, así que con mucho esfuerzo pagué
el examen de admisión, me aceptaron, e hice el
depósito de mi primer semestre.
Empecé el semestre con ilusión de, al menos, termi-
nar una licenciatura. Aunque la carrera no era la de
mis sueños, al menos era algo muy parecido. Tenía
la esperanza de después tendría dinero suficiente
para estudiar la carrera que tanto quería. Con la
carga de la universidad y el trabajo, mi necesidad
de hacer esfuerzo incrementó de manera impresio-
nante: debía estar en el trabajo a las 6 am para salir
a las 3:00 pm, de ahí me tenía que ir a la universi-
dad porque mis clases iniciaban a las 3:30 pm y
salía a las 10:00pm.
Estudié dos semestres en total y fueron muy pesa-
dos, no dormía mucho y pedía horas extras en el
trabajo para poder pagar mi escuela y asegurarme
de tener dinero suficiente para vivir al día. Recuer-
do que en ese entonces unos amigos míos de
Laredo, que conocí en medicina, me dieron asilo en
su departamento porque yo no tenía a dónde ir, ya
que mi relación con Fernanda había terminado.
47
Mis amigos eran foráneos, no tenían mucho dinero
extra y su departamento tenía justo lo necesario
para ellos, por lo tanto, yo no tenía una cama,
colchas ni muebles. Dormía en el cuarto de Cristó-
bal, en la base de una cama con una sábana que
ellos me habían prestado.
48
LA OSCURIDAD
A estos meses les llamo mis días oscuros. Como era
mi primer año fuera de casa, tuve un shock emocio-
nal muy intenso. Estaba acostumbrada, además, a
un estilo de vida y un nivel socioeconómico que me
daba todas las comodidades y facilidades al vivir
con mi familia sin preocuparme por el dinero.
Viví aproximadamente 4 meses fuera de casa de
Fernanda. Esos meses fueron los más complicados;
tuve pensamientos suicidas, sufrí de abuso sexual y
caí en el alcoholismo. Esta fase es la más triste en
este largo recorrido: apenas estaba conociendo la
soledad. Mi dinero era exacto y si gastaba un peso
de más, afectaba mis finanzas de todo el día, así
que debía ser muy meticulosa para no cometer
errores.
Mis días empezaban a las 3:40am. Debía levantar-
me a esa hora porque entraba a trabajar a las 6:00
am y mi trabajo estaba lejos del departamento de
mis amigos, por lo que tenía que tomar dos camio-
nes y era bastante tiempo de traslado. Tomaba el
primer camión a las 4:45 am, el cual me llevaba al
centro de la ciudad, ahí bajaba y caminaba un par
de cuadras en la oscuridad total para acercarme a
la siguiente parada de camión y en el camino llega-
ba a comprar mi desayuno.
Tenía aproximadamente 18 pesos para desayunar.
50
Siempre compraba una leche con sabor a fresa y
unas galletas. Subía al otro camión, desayunaba e
iba tratando de no quedarme dormida por miedo a
que me robaran, tocaran o hicieran algo, porque iba
entre puros hombres que trabajaban en fábricas o
cosas similares. Honestamente, el camino de las
mañanas me daba mucho miedo, pero siempre
llegué sana y salva a mi trabajo.
Mi día comenzaba tomando llamadas a las seis en
punto, durante el día laboral no tenía dinero para
comprar comida extra en mis descansos. Tenía des-
tinados 24 pesos para comer saliendo de trabajar:
cuando no tenía clases era cuando mejor comía,
porque de regreso tomaba el metro y en el camino
estaba una señora que vendía gorditas y tortas con
guisos. Recuerdo que con 10 pesos podía comer mi
torta y hasta me alcanzaba una gordita de azúcar
de 3 pesos, esos días me iba muy feliz con mis 11
pesos sobrantes. Cuando sí iba a clase debía con-
formarme con una promoción de dos hot dogs del
Oxxo por 19 y un barrilitos de piña de 5 pesos.
La calidad de mi alimentación en ese entonces era
pésima, no podía darme el lujo de aspirar a comprar
más que frijoles, pan, queso y atún. Ni pensar que
algún día podría comprar un paquete de pollo o
carne.
51
Me veía enferma, estaba demasiado delgada, la
ropa se me caía y me colgaba de los hombros.
Mi problema con el alcohol comenzó por estas
fechas, me sentía sola, sentía que mi vida no tenía
mucho sentido ni propósito, vivía en una rutina y ni
siquiera podía disfrutar como una persona de mi
edad e ir a fiestas, irme de intercambio en la univer-
sidad o irme de viaje en semana santa con mis
amigos sin preocupaciones. Tenía que vivir una vida
adulta que nadie me enseñó a sobrellevar. Empecé
a faltar a la escuela, me sentía agotada todo el
tiempo y prefería usar mi poco dinero para comprar
un paquete de 18 cervezas, tomármelas sola y que-
darme dormida llorando en el suelo hasta la madru-
gada del día siguiente para irme a trabajar. Muchas
veces me fui alcoholizada al trabajo o muy cruda.
Cada día esperaba el poder irme a mi casa para
volver a tomar y calmar un poco el dolor.
En ese entonces tenía muy pocas cosas, mis papás
me quitaron mi laptop cuando salí de casa y mi
celular, sólo pude conservar el iPod que me habían
regalado en un cumpleaños. Cuando estuve con
Fernanda, su mamá me ayudó a que pudiera com-
prar una laptop para mi escuela, una cámara profe-
sional y un teléfono, era todo lo que tenía de valor
y lo cuidaba como a nada en el mundo.
52
Un día decidí salir sin esas cosas por miedo a que
me asaltaran en el transporte público, pero, para mi
sorpresa, cuando regresé a casa ya no estaban.
Había varias personas que entraban a ese departa-
mento con las llaves de mis amigos y uno de ellos
era J (así le llamaré para no revelar su identidad). J
se ganó mi confianza, se la pasaba en el departa-
mento y pretendió ser mi amigo. Algunas veces
hizo intentos para tocarme o querer convencerme
de tener sexo con él. J sabía que a mí me gustaban
las mujeres, pero nunca se cansó de insistir. Él tenía
un problema con las drogas.
Yo, inicialmente, acusé a un vecino de haber
tomado mis cosas, pero más adelante descubrí que
había sido J.
Un día, J me llamó para decirme que quería convivir
conmigo en el departamento, teníamos un par de
semanas sin vernos. Nos encontramos cerca de ahí
y fuimos a una tienda por alcohol. Recuerdo que
empezó a hacer comentarios de insinuación, fingí
que no lo escuché, pero en ese momento algo me
hizo sentir que todo esto tenía una mala intención
escondida.
Llegamos al departamento y empezó a beber
tequila, un shot tras otro, quería que yo tomara al
mismo ritmo que él, pero no lo logró.
53
Estábamos escuchando música y platicando. pero
al mismo tiempo yo estaba muy alerta de sus movi-
mientos porque no dudé ni un segundo de mi intui-
ción.
Dicho y hecho, a los 30 minutos de estar bebiendo,
J ya estaba muy alcoholizado y empezó a pedirme
que tuviéramos sexo. Me negué. Pasó un rato más y
yo empecé a perder el control de mi cuerpo por el
alcohol, para cuando me di cuenta me tenía arriba
de él, besándome los labios, reaccioné y me hice
para atrás, minutos más tarde, se bajó el pantalón y
quería que le diera sexo oral a lo cual me negué.
Alcoholizado y con los pantalones abajo, J me per-
seguía alrededor de la mesa para “abrazarme” con
el pene erecto, en un abrir y cerrar de ojos me tenía
en el suelo con los pantalones abajo, estaba entre
mis piernas e intentó penetrarme. En un segundo
reaccioné y me levanté rápido del suelo. Corrí al
baño y me encerré, pasó unos minutos tocando la
puerta pidiendo que saliera, se rindió y se metió al
cuarto de mi amigo, aproveché la oportunidad y me
salí corriendo del departamento. Desde entonces
no volví a hablar con él.
Después de eso, volví a tener comunicación con
Fernanda, hablamos y regresé por un par de meses
a vivir con ella en lo que conseguía otro lugar.
54
Fernanda y yo no éramos las de antes, pero nos
queríamos mucho y ése fue uno de los motivos
principales por los cuales ella me volvió a abrir las
puertas de su casa.
En mi trabajo, las relaciones que tenía con mis com-
pañeros se hacían más fuertes y me sentía menos
sola conforme pasaba el tiempo. En diciembre de
ese año me tocó trabajar hasta tarde con Jorge. Ese
día, inició nuestra amistad, platicamos sobre nues-
tras familias y los problemas por cuáles estábamos
pasando por no ser aceptados. Hicimos clic inme-
diatamente.
Semanas después, a Jorge lo corrieron de su casa
por ser gay, y yo, sin pensarlo, le di asilo en donde
me estaba quedando, en un área independiente que
rentaba dentro de la casa de Fernanda, sin pedirle
dinero a cambio. Entre los dos nos hacíamos com-
pañía, nos cuidábamos mucho y nos consolábamos
cuando era necesario.
Jorge y yo juntábamos lo poco que ganábamos y
comprábamos despensa, poníamos gasolina a su
pequeño carro que nos llevaba a todos lados y nos
divertíamos cuando era posible. Con Jorge comen-
cé a explorar la vida nocturna, siempre la pasába-
mos muy bien juntos.
55
Mi soledad desapareció y con ella mis pensamien-
tos negativos hacia la vida y mi dependencia al
alcohol para parar mi sufrimiento. Jorge me hizo
mucho bien cuando llegó a mi vida. Comencé a sen-
tirme motivada de nuevo. Nunca dejé caer mi cali-
dad de trabajo, pero en esta época me sentía impa-
rable. Siempre era top 3 en los reconocimientos de
mi área, me encantaba que me reconocieran, me
felicitaban constantemente por mi servicio al clien-
te y me empezaron a motivar para subir de puesto.
Cada semana ganaba un moment of excellence con
mención pública en mi equipo, me sentía mejor de
lo que me había sentido en mucho tiempo. Jorge
eventualmente se arregló con su familia y regresó a
vivir con ellos.
Tuve una fuerte discusión con Fernanda y tuve que
salir del cuarto donde vivía, otro amigo me dio
asilo, estuve un par de semanas ahí y después junto
Rojo, mi jefe en ese entonces, juntamos dinero y
nos fuimos a un departamento juntos.
Esto fue alrededor de abril de 2011.
En mayo del mismo año, tuve contacto de nuevo
con mi familia, justo era 9 de mayo y yo estaba en
una plaza comercial cuando me armé de valor para
llamarles de nuevo.
56
Por los intentos fallidos anteriores de querer hablar
con ellos para verlos, sentí pánico cuando contes-
taron mi llamada. De todos modos, seguí la conver-
sación y llegamos al acuerdo de que el día siguien-
te, que se festejaba el día de las madres, nos vería-
mos.
Tengo muy pocos recuerdos de este día, honesta-
mente, pero recuerdo que en el trabajo estaban
vendiendo cosas para las mamás y compré un
cuadro que decía algo como “Love you mom”
donde se podían poner un par de fotos. Mi papá
pasó por mí al trabajo y fuimos directo a casa
donde estaban mi mamá y mi hermana.
Hay un ciclo muy marcado, el cual me genera
muchísima ansiedad, siempre que intento volver a
conectar con mi familia. Va algo así:
Llego a la casa y me sientan en la sala, como si
fueran a interrogarme,
La primera pregunta de mi mamá siempre es la
misma: ¿Qué pasó Karen? Como si fuera un delin-
cuente que debe explicar su delito,
Tengo que pedir perdón y todos empiezan a llorar
(Al inicio tenía un poco de sentido ya que hacía o
decía cosas que herían a mi familia en mis intentos
de querer protegerme, pero eso fue la primera vez,
de ahí en fuera no le encuentro sentido a pedir
57
perdón por mi orientación sexual o por mis decisio-
nes).
Debo confesar que detesto este ritual con el que
siempre me siento la culpable del rompimiento con
mi familia, pero era necesario si quería volver a
acercarme a ellos. Esta vez mis papás, no sé cómo,
sabían que yo ya no estaba con Fernanda y, para
ellos, fue como si se me hubiera quitado la gripa.
Recuerdo que unos días después me propusieron
regresar a casa y, honestamente, acepté. Sabía que
a cambio iban a querer meter presión de que fuera
a la iglesia, a terapia o de que saliera con un
hombre para que ellos vieran cambio. Yo, por el
otro lado, quería a mi familia de vuelta y quería un
descanso de todo lo que había pasado en los años
previos. Acepté regresar y, con esto, mi papá me
llevó a mi departamento por mis cosas y me regre-
sé a casa.
58
LA HIJA
PRÓDIGA
Mis papás siempre me pintaban como la hija rebel-
de que por desobediencia se había salido de casa a
complicarse la vida. Por mi lado, creo que nunca
tuve ni he obtenido el respeto y admiración como
adulta que todo papá le da a su hijo cuando tiene
un trabajo estable, logros profesionales y logros
personales. Al contrario, hasta la fecha le dan la
impresión a mi familia y a sus amigos de que soy la
hija que se salió del camino “del bien” y luego, arre-
pentida, regresó para ser guiada.
Yo nunca he sentido que voy por el mal camino. De
hecho, cuando iba a la iglesia, me sentía hipócrita
porque no creía en nada de lo que escuchaba.
Nunca me ha convencido la religión de mis padres.
Cuando regresé a casa todos mis primos, tíos y
abuelos me recibieron con “amor”, pero ese amor
se sentía cargado de lástima, como si hubiera
tenido una enfermedad contagiosa y aún no me
recuperara por completo. Incluso sentía cómo me
abrazaban con un poquito de asco, como si les
fuera a contagiar de lo que yo tenía. Nunca hubo
comentarios descaradamente negativos, de hecho,
todos eran muy exagerados al querer ser positivos
con sus afirmaciones de que mi vida iba a cambiar
y que El Señor iba a tocar mi corazón, etc.
60
Con el paso del tiempo, y como bien me lo había
imaginado, llegó el punto en donde comenzaron a
pedirme que fuera a “terapia”. Y lo digo así porque
esta “terapia” era con una persona que NO tenía un
título profesional, era consejera en la iglesia de mis
padres, y para ellos era fundamental que yo asistie-
ra. La verdad es que no me negué porque para mí
era una manera de demostrarles que, por amor a
ellos, iba a intentarlo, pero dentro de mí sabía que
no iba a cambiar nada. Meses después de empezar
dicha “terapia” comenzaron las preguntas de por
qué no salía con algún hombre.
En ese entonces, mi mamá conoció a un chavo en el
trabajo de mi hermana que le gustaba para mí y
siempre me hacía comentarios sobre lo buen
muchacho que él era y que le gustaría que pudiera
estar con alguien como él. Creo que en su momento
ella también le habló de mí porque, semanas des-
pués, me agregó a Facebook. Comenzamos a plati-
car, la verdad me cayó bien y, obviamente, cuando
le conté a mi mamá que tenía contacto con él se
emocionó y se puso feliz (seguro en su cabeza era
la última esperanza de que su hija dejara el lesbia-
nismo). Yo, la verdad, me quise probar a mí misma
mi identidad y comencé a salir con él.
61
Salimos durante, aproximadamente, un mes y
medio, y al final ambos nos dimos cuenta de que no
iba a funcionar. Yo, por mi parte, nunca me sentí
atraída sexualmente a un hombre y eso lo incluía a
él, y él por otro lado, se enteró de que yo era lesbia-
na y se asustó.
A mi mamá le afectó muchísimo y hasta le reclamó
por mensaje el haberme “dejado”. A mí me afectó el
ego, pero no me dolió que saliera de mi vida senti-
mentalmente. Al contrario, el dejar de salir con él
me dejó el campo abierto para poder conocer a una
persona con la que pasé 5 años. Justo en la semana
de mi cumpleaños, en agosto del 2012, terminé con
Daniel y unos días después conocí a Pao.
62
EL CAOS
Aunque dejé de hablar con Daniel, yo seguía en la
casa de mis papás. Ya tenía un año, aproximada-
mente, viviendo con mi familia, estaba disfrutando
los buenos momentos con ellos y, no puedo negar,
que también disfrutaba de los beneficios de ser hija
de una familia con privilegios.
Sabía en mi interior que pronto iba a estallar la
bomba de tiempo en mi casa. Sentía la tensión de
parte de mis papás porque no tenía novio, no me
veían tan entusiasmada ni involucrada en la iglesia
y sabía que era cuestión de tiempo para que
comenzaran a cuestionar todo de nuevo.
Llegó el lunes en que iba a verme con Pao por
primera vez y tuvimos nuestra primera cita oficial y,
a pesar de que todo se puso en nuestra contra para
vernos ese día, la cita tuvo lo suficiente para que
nos gustáramos y quisiéramos seguir saliendo.
Durante el tiempo que terminé con Fernanda, mi
primera novia, hasta que conocí a Pao, seguí expe-
rimentando con y conociendo a otras mujeres, pero
sin una relación formal. Comencé a salir con ella y
nos empezamos a conocer. Por alguna razón de la
cual no estoy muy segura, mis papás comenzaron a
sospechar que mi “lesbianismo” (¡jajaja!) nunca se
había ido (y pues no, no es gripa).
64
Desde que tengo memoria, mi núcleo familiar ha
sido muy problemático. La relación de mis papás
era muy intensa y polar: siempre los vi quererse y
demostrarse amor y, al mismo tiempo, tenían unas
peleas horribles. Mi mamá es una mujer muy impo-
nente y mi papá se queda callado la mayoría del
tiempo para evitar problemas. Hubo una crisis
entre ellos dos en el tiempo que yo aún estaba en
casa y me alegra haber estado ahí porque pude ser
apoyo emocional para mi mamá y mi hermana.
A partir de esta crisis que tuvieron mis papás, se
vieron en la necesidad de trabajar en su matrimonio
y su solución fue comenzar a viajar solos. Mi herma-
na y yo nos quedamos solas varias veces en casa
algunos días mientras ellos no estaban. Para mi
suerte, yo me sentía un poco más libre y no con su
ausencia no me enfrentaba a los cuestionamientos
que acompañaban mis salidas para ver a Pao.
Un fin de semana todo cambió: yo no estuve en
casa de viernes a domingo y llevé a mi hermana con
su mejor amiga para que no estuviera sola.En estos
días, mi hermana perdió dinero y lo primero que
hizo fue culparme a mí, mi mamá me llamó y me
acusó de haberlo robado y yo no podía defenderme
porque no podía decir que no había estado en casa
en todo el fin de semana.
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Mi mamá no me creyó y me dijo que iba a llamar a
la policía. Yo ya estaba en el límite porque cada vez
que algo malo sucedía querían culpar a la lesbiana.
Para ellos, el “andar en malos pasos” (así le llamaba
mi mamá a ser lesbiana) me convertía, por default,
en la responsable de cualquier suceso negativo;
incluso años antes me hicieron un análisis de
drogas con un cabello para ver si había consumido
algo en los últimos 6 meses. El simple hecho de ser
lesbiana me vinculaba a todo lo malo.
Esa noche, con mi mamá gritándome al teléfono,
diciéndome que yo me había robado el dinero y
acusándome de mentirosa, decidí que era momen-
to de volver a dejar a mi familia, porque por más
que yo los quisiera, su rechazo hacia mí permane-
cía. Su amor siempre fue “condicionado” a existir
sólo si yo era lo que ellos querían que yo fuera.
Comencé a sacar todas mis cosas enfurecida y
decepcionada. Dejé las llaves y le grité a mi herma-
na que era una chismosa y que por su descuido del
dinero me había provocado ese gran problema.
He tenido la suerte de que los papás de mis parejas
siempre las han apoyado y aceptado tal cual son y,
por lo tanto, me han aceptado e incluso hecho
parte de su familia.
66
Creo que en esta historia lo que más me ha dolido
perder fue a esta familia, la familia de Pao, “Los
Panales”. El día que decidí irme de mi casa me
abrieron las puertas de su hogar con todo el cariño
del mundo. Yo tenía planeado estar un par de
semanas en lo que juntaba dinero y podía moverme
a un departamento. Poco tiempo después, conse-
guí algo de mi presupuesto y me mudé.
Para cuando acordé, Pao ya se había ido a vivir
conmigo. Sus papás fueron de increíble apoyo en
nuestra relación los cinco años que estuvimos
juntas. Poco a poco crecimos juntas. Yo me involu-
cré profundamente con su familia y me frustraba no
poder involucrarla a ella con la mía. Nunca me sentí
presionada por su parte con el tema de mi familia,
siempre me apoyó en mis decisiones y me consoló
cuando lo necesitaba. En el tiempo de nuestra rela-
ción, su familia fue mi hogar en las fechas impor-
tantes que ya había comenzado a despreciar, como
los cumpleaños, la navidad, y esas cosas que se
supone que pasas con personas importantes y
cercanas.
En 2015, tres años después de haber salido de casa,
me animé a intentar reconectar con mi familia, sin
volver a vivir con ellos.
67
La misma rutina de siempre me esperaba en casa,
con la diferencia de que ahora mi hermana era un
poco más grande y consciente, en esta ocasión, las
únicas disculpas genuinas fueron a ella por haberla
culpado de todo, la demás parte del ciclo fue por
mera obligación.
Quisiera que pudieras ubicarte en el siguiente esce-
nario:
Todos los domingos iba a casa de mis papás, me
sentaban en la sala, los tres frente a mi y su “convi-
vencia” de calidad era leer la biblia y hacer un estu-
dio. Rara vez hacíamos otra cosa, las pláticas tenían
indirectas y directas culpándome, cuando yo sabía
que todos debíamos trabajar personalmente para
poder tener una mejor relación familiar.
Honestamente empecé a fastidiarme porque ir ya
parecía una obligación ya que era la única manera
en la que podían “intervenir” con la palabra del
Señor en mi vida. Yo me negaba a ir a la iglesia.
Durante todos los años que llevo fuera de casa
empecé a darme cuenta de que tenía que ser firme
con mis convicciones, que yo no tenía la culpa de
ser lesbiana y que no tenía que sentirme culpable y
darle explicaciones a mi familia de quién soy, por lo
que mi tolerancia hacia sus intentos de cambiar mi
identidad disminuyó drásticamente, así que ese
68
año decidí ser más firme y honesta con ellos.
Ese fue también el año en el que me comprometí
con Pao. Siempre fui muy transparente con mi rela-
ción y con mi vida hacia el exterior y, sin embargo,
me daba terror pensar que les llegara a mis papás
el rumor de que me iba a casar sin habérselos dicho
yo.
Así que, en uno de esos “domingos familiares”, me
armé de valor para decirles. La reacción fue algo
parecida al día que salí del clóset. Todo el tiempo
me atacaron por mi “decisión” y no por el compro-
miso, porque para ellos el casarme era una balde de
agua fría, demostrándoles que lo lesbiana no se me
iba a quitar, que no había vuelta atrás y que lo
estaba haciendo incluso mediante un contrato ante
la ley. Sus caras de angustia y decepción siguen
siendo una memoria muy vívida.
A partir de ahí, por su reacción decidí alejarme de
nuevo.
A finales de 2016, Pao y yo tomamos, como pareja,
un nuevo rumbo profesional. Nuestra relación iba
en declive y pensamos que cambiar la rutina sería
lo mejor para las dos. Comenzamos un trabajo
nuevo, en un nuevo lugar, en una nueva casa, donde
empezamos de cero pero, lamentablemente, no era
lo que necesitábamos.
69
No hubo mejoras en la relación y tomamos la deci-
sión de terminar. Después de tantos años de rela-
ción y un compromiso de por medio, fue algo muy
doloroso para ambas.
Tuve una crisis emocional y constantemente me
sentía perdida, tanto que llamé por teléfono a mi
papá y por primera vez en muchos años y le pedí
que me escuchara como su hija, que no pensara en
si estaba pasando por un tema de rompimiento con
una mujer o con un hombre, que estaba sufriendo y
que necesitaba escuchar a mi papá para sentirme
mejor.
Pasó lo que nunca pensé: mi papá me escuchó y
hasta me dio un consejo que nunca se me va a olvi-
dar: de lo que se derrumbó, queda sólo lo bueno
para construir algo nuevo. Creo que era tanto mi
dolor que hizo que mi papá se sensibilizara y me
hablara así.
Después de esto le dije que necesitaba terapia y me
apoyó. En esos momentos necesitaba a mi familia,
así que accedí a ir a terapia con la psicóloga cristia-
na con la que ellos iban.
Por un lado, ir a terapia me ayudó a entender algo
importante sobre la decepción: las expectativas.
Entendí que, desde niña, mis papás tenían expecta-
tivas de mi futuro y de quién iba a ser, y mi
70
terminaba drásticamente con la ilusión de que yo
sería el ideal de hija: casada con un hombre, tenien-
do hijos e involucrada en la iglesia.
Al ir a terapia con una psicóloga cristiana, tuve la
oportunidad de acercarme más a ellos, ya que al
acceder a abrirme con alguien que ellos habían pro-
puesto hacía que ellos estuvieran más dispuestos a
escucharme y trabajar nuestra relación. Con esta
apertura, y con la ayuda de la psicóloga, tuve el
valor de intentar reincorporarme a la familia. Y sí,
esto suponía volver a vivir el típico ritual que tanto
odiaba para poder romper el hielo y que me volvie-
ran a abrir las puertas.
Esto sucedió unos meses antes de que dejara de
hablar con ellos por última vez. Una parte de mi
sabía que el estar cediendo ante sólo lo que ellos
querían no estaba correcto.
Creo que ahora puedo reconocer que siempre hubo
abuso psicológico de parte de mi mamá. Para ella
nada está bien, nadie cumple sus expectativas. Si
estás pasado de peso, si tienes granos, si tienes los
dientes chuecos, siempre encuentra la manera de
verle lo negativo a las personas. Incluso cuando
todos intentábamos tener una buena relación fami-
liar, ella, en un momento u otro, nos hacía comenta-
rios hirientes: “Karen, ¿quién te dijo que te ves bien
71
con el cabello corto?”, “pareces hombre”, “no me
gusta tu ropa”, “deberías ponerte una falda o un
vestido”, “¿por qué no te maquillas?”.
72
LIBERACIÓN
Me cansé de tener que ceder ante ellos porque,
¿sabes qué?, estos actos disfrazados de buenas
intenciones son violencia, y mi necesidad de ser
aceptada por mi familia era tan grande que dejaba
pasar este tipo de comentarios y, peor aún, no me
defendí ni busqué protegerme de ellos.
En 2018, después de haber intentado restaurar mi
relación con mi familia por última vez, decidí que ya
estaba cansada de intentar acomodarme a moldes
ajenos sobre quién debía ser. Con que yo me gusta-
ra sólo a mí sabía que era suficiente, y tomé todo
este dolor y decidí buscar maneras de ayudar a mi
comunidad para que no tuvieran que pasar lo que
yo pasé, o al menos ayudar a liberar un poco de
carga emocional, problemas financieros o de baja
autoestima.
Mi mayor inspiración para este libro y para este pro-
yecto eres tú, que estás leyendo esto. Mi intención
al haberte contado mi historia es que puedas darte
cuenta que no eres la única persona pasando por
una situación de rechazo, y que en comunidad
podemos sanar, aprender, y cuidarnos.Te comparto
este proyecto con el propósito de que veas que no
hay imposibles, que puedes ser quien tú elijas ser y
aportar algo positivo, con tu mera existencia, a este
mundo tan diverso.
74
Aférrate a tus cualidades, a tu verdadera pasión, a
tu verdad, y sigue adelante. A veces no todos esta-
rán de acuerdo con tu camino, pero no te detengas
por nada ni por nadie. Diez años después, aquí
estoy demostrándote que hay sacrificios y dolor en
el camino, pero que, al final, la libertad no tiene
precio.
75
SEGUNDA
PARTE
Y, ¿AHORA QUÉ?
.Ahora que ya conoces mi historia, te voy a compar-
tir mi metodología para sobrevivir en este confuso
mundo. Una de las primeras cosas que pasaron por
mi mente cuando salí de mi casa fue “y ahora, ¿qué
chingados voy a hacer?”.
Al principio fue fácil porque me quedaba en casa
de mi novia de ese entonces y no tenía que pensar
en qué comer y dónde vivir. Lamentablemente mi
relación terminó porque cuando me mudé a su casa
éramos unas niñas que no estaban listas para ese
tipo de compromiso.
Justo cuando terminé con ella, busqué a mis
amigos foráneos para ver con quién me podía ir a
vivir en lo que encontraba un trabajo y un departa-
mento. El primer lugar en donde viví estaba muy
lejos de mi trabajo y me tomaba mucho tiempo
cruzar la ciudad, pero al mismo tiempo tenía la ven-
taja de que mis amigos no me cobraban por vivir
con ellos.
A pesar de que tenía un techo donde vivir, no tenía
lujos. La verdad, dormía en el box de una cama (en
la base que va debajo del colchón entre el colchón
y la madera), mi dinero era muy limitado, sólo me
alcanzaba para comer y para transportarme a la
escuela y al trabajo.
Muchas veces me han preguntado cómo encontré
77
.la fuerza de voluntad para ir al trabajo, ser cons-
tante y disciplinada para llegar hasta donde estoy.
La clave aquí era que yo entendía que si no trabaja-
ba o que si faltaba un día al trabajo mi dinero ya no
iba a ser suficiente para sobrevivir. Entonces, todas
las mañanas, incluso con unas ganas nulas de vivir,
me levantaba para trabajar y mejorar económica-
mente.
Estos consejos se basan en mi propia experiencia
para superar los tres aspectos (emocional, nutricio-
nal y financiero) que, para mí, fueron los más com-
plicados al salir de casa.
78
¿QUÉ DIABLOS
DEBO SENTIR?
Definitivamente este es el tema más complejo al
momento de salir de casa. Después de saber coci-
nar y administrar, algo aparentemente sencillo pero
sobre el cual podemos tener poco control son las
emociones y vaya que hay días que nos desperta-
mos un poco más cansados del corazón, y no nos
ayuda mucho a tener inteligencia emocional.
¿A qué me refiero? por ejemplo: aunque hayan
pasado más de diez años desde que salí del clóset,
tengo momentos durante el día, semana o mes, en
donde me siento con baja energía emocional. Las
fechas festivas normalmente son difíciles para mí.
El golpe de sentirse sola en el mundo o sin mi fami-
lia de sangre se siente duro y como que nadie
nunca va a reemplazar ese amor tan especial que
mi familia me debería de dar.
Yo me considero una persona muy fuerte y creo
que he podido superar muchos de esos momentos,
aún así he tenido días en donde quiero tirar la toalla
por completo, pero mis ganas de vivir feliz y plena
son mayores. Y sí, suena a cliché pero esa es la
realidad.
Vas a encontrarte en varias etapas o momentos
emocionales durante toda tu vida respecto a este
tema, prepárate y aprende a identificarlos para
poder trabajarlos y sanarlos.
80
RENCOR
81
Aún fuera de casa, para mí como para otros jóve-
nes, era muy fácil tomar la vía rápida para hacer
dinero y sobrevivir porque nadie podía decirme
qué hacer y, sin embargo, me enfoqué en demos-
trarles (de nuevo) de lo que yo era capaz siendo
siempre la mejor en mi trabajo, buscando tener una
buena vida, buena ropa, carro del año, clientes que
me recomendaran por mi desempeño, premios
nacionales e internacionales en la universidad y ni
así voltearon a verme.
RENCOR
82
competencia y de alto rendimiento, tenía buenos
hábitos, era obediente, respetaba a mi familia, iba a
la iglesia y hasta tocaba en el grupo de jóvenes.
Cuando por fin salí del clóset y decidí ser yo misma,
todo esto perdió su valor por completo. Ningún
miembro de mi familia parecía recordar quién era y
sólo se enfocaban en mi orientación sexual. Es
obvio que te vas a frustrar y que vas a querer hacer
hasta lo imposible por agradarles, pero recuerda
que todo tiene su límite.
Aún fuera de casa, para mí como para otros jóve-
nes, era muy fácil tomar la vía rápida para hacer
dinero y sobrevivir porque nadie podía decirme
qué hacer y, sin embargo, me enfoqué en demos-
trarles (de nuevo) de lo que yo era capaz siendo
siempre la mejor en mi trabajo, buscando tener una
buena vida, buena ropa, carro del año, clientes que
me recomendaran por mi desempeño, premios
nacionales e internacionales en la universidad y ni
así voltearon a verme.
Al inicio me daba mucho coraje ver que eso era
completamente ignorado y puesto contra el
enorme peso que tenía el que me gustaran las
mujeres.Les daba pena, les daba lástima, percibía
su mirada de disgusto, como si yo realmente no
entendiera que el hecho de ser homosexual me
83
hiciera estar muriendo en vida, según sus creencias.
Después con un par de años de terapia, entendí que
algo que puede arruinar las relaciones son las
expectativas. Tanto ellos como yo teníamos expec-
tativas completamente distintas, ellos esperaban
ciertas cosas y yo otras, algo que no iba a cambiar,
al menos no en un futuro cercano. Siendo conscien-
te de esto, me di cuenta de que es tan sencillo
entender las diferencias como cuando son perso-
nas con culturas diferentes que conviven en el
mismo planeta. Por ejemplo, para una persona que
vive en Asia ciertas tradiciones son básicas en su
vida y para alguien que vive en Norteamérica son
hábitos descabellados. De ahí, entiendo que no
debo obsesionarme al querer esperar reacciones de
alguien que prácticamente vive en otro “continen-
te” emocional.
No voy a mentir, es frustrante el 99% de las veces
que lo analizo, pero al menos al estar consciente de
que se puede entender como diferencias culturales,
me puedo vivir un poco más tranquila y seguir con
mi día.
84
TRISTEZA
85
internada dos veces en el hospital, una de ellas
requería cirugía para quitarme la vesícula, que me
estaba causando síntomas con los que no podía
vivir. Estos síntomas me causaron mucho miedo,
vomitaba sin parar, me mareaba muy fácilmente y
no podía comer.
En ese entonces ya tenía un trabajo más “adulto”,
donde tenía que justificar mi ausencia de la manera
más horrible: a través del sistema IMSS(Instituto
Mexicano del Seguro Social).
Para quienes no saben, en México nuestro sistema
de salud pública es deplorable, no hay insumos, hay
demasiadas personas para pocos médicos, quienes
muchas veces son violentos o groseros con sus
pacientes y falta espacio para poder tener más
apoyo quirúrgico. Si estás en situación de dificultad
económica, tienes que aguantar todo esto en dolor
y en enfermedad, porque la salud es muy cara, y si
tuviste el privilegio de nacer en un hogar con el
poder adquisitivo para pagar un seguro de gastos
médicos privado, no tienes que vivir esta horrible
experiencia cuando estás agonizando por dolor.
Yo, por miedo de preguntar a mi papá si podía usar
mi seguro de gastos médicos, decidí ir al IMSS, pero
cuando me enfrenté a 8 horas de espera para aten-
ción en urgencias y a tener que cargar mi propio
86
suero sin recibir más ayuda, me armé de valor para
pedir apoyo a mi familia. Me arrepentí a los 20
segundos de hablar por teléfono con mi papá.
Sus palabras me lastimaron mucho. Me dijo que lo
que pasaba eran las consecuencias por las decisio-
nes que había tomado en mi vida, o sea por ser
lesbiana, y que eso me hacía merecer estar en cama
con un dolor que no me permitía moverme ni un
centímetro, me dijo que quizás algún día terminaría
muriendo así por ser lesbiana (refiriéndose a que
moriría de VIH).
Este tipo de pensamientos y de deseos me rompían
y me siguen rompiendo el corazón. No podía creer
que después de escucharme enferma, en dolor, y la
historia de y todo lo que pasé en ese hospital, lo
único que pudiera responder fuera eso.
Días después busqué con mi nombre si aún tenía la
póliza vigente y me di cuenta de que sí, así que me
fui al hospital, estuve siete días internada y hasta el
tercer día pudieron darme un diagnóstico porque
por el daño interno que tenía había afectado a mi
páncreas y perjudicaba los resultados.
Cuando me ingresaron en urgencias, le llamé a mi
papá y le dije que estaba ahí.Mi mamá, papá y
hermana estaban fuera de la ciudad y hasta el
siguiente día mi papá fue a ver si todo estaba en
87
de gastos médicos, cuando vio que no necesitaba
el firmar o involucrarse se retiró sin decir o pregun-
tar algo.
Me dio mucha tristeza saber que aún enferma y
cuando necesitaba ayuda de mi familia no fue sufi-
ciente para que dejaran sus convicciones por un
lado.
88
Es chistoso cómo las relaciones tóxicas no sólo se
dan con tu pareja, pero no nos damos cuenta o no
le damos mucha importancia. Las relaciones tóxi-
cas y codependientes también se dan con familia-
res o amigos. En mi caso, siempre he sentido que
mis papás son como mi ex-novia, a la que amo pero
sé que no debo acercarme porque me lastima y
cuando apenas la estoy superando u olvidando,
viene, me habla bonito y caigo de nuevo a querer
forzar una relación que fundamentalmente no
funciona.
A veces queremos obligarnos a nosotros mismos a
tener una relación con nuestra familia nuclear/bio-
lógica cuando es imposible y en vez de ayudarnos,
nos perjudica más. En estos casi once años de que
salí del closet me he acercado a ellos fácil unas seis
veces, todas con resultados negativos. No digo que
sea culpa de ellos, es responsabilidad de ambos
lados, todos tenemos expectativas cuando nos
reencontramos y cuando no sucede lo que estába-
mos esperando, comenzamos a tener roces.
El ejemplo más sencillo:
Le llamo a mi papá y le digo que quiero verlos, que
los necesito y que si puedo visitarlos o comer con
ellos, al principio es un no rotundo, más adelante
me dan la oportunidad pero bajo muchas
89
condiciones que al inicio yo acepté por “ceder” y
luego me doy cuenta, en 2018, el último intento, de
que ya no iba a permitir condiciones si ellos no se
esforzaban un poco en también ceder. Cada vez
que regresaba como hija pródiga (porque muchas
veces me decían eso) era el mismo ritual que me
fastidiaba, pero lo hacía por el simple hecho de que
quería agradarles y me iba a ayudar a que estuvie-
ran más receptivos.
Llegaba y lo primero que pasaba era que me senta-
ban en la sala en un sillón sola y ellos en el que
estaba frente a ese, listos para el interrogatorio,
tenían una actitud prepotente, fría. Y su primera
pregunta siempre era: ¿Qué pasó Karen? Con un
tono de exigencia de cuentas como si les debiera
algo y tuviera que dar razón por mi comportamien-
to. Una vez que iniciaba este interrogatorio, seguía
la parte donde todos llorábamos por la situación,
yo tenía que pedir perdón incluso aún que no
creyera que fuera necesario o hubiera un motivo,
después siempre querían leerme la biblia o un libro
relacionado con la homosexualidad o las heridas
emocionales para como querer demostrarme que
podía cambiar y que ellos podían ser mis guías.
Las últimas veces que me acerqué a mi familia ya lo
veían como obligatorio, ir los domingos por la
90
tarde, leer la biblia o libro, conversar en familia el
tema, cenar y luego irme. Se frustraban cuando yo
no iba ese domingo por que para ellos como no
asistía a la iglesia era la única forma en que podían
controlar esa parte de mi vida.
Todo el tiempo he sido muy clara con mi familia en
cuanto a mis creencias, siempre les he dicho que
soy agnóstica y que no me interesa para nada creer
o aprender de alguna religión, lo que les parece un
doble pecado, una hija lesbiana y que no cree en
Dios.
Nunca podíamos tener una convivencia familiar
normal, ir a comer, platicar de nuestra semana. No
me sentía en confianza de platicar alguno de mis
problemas personales y sentía que vivía una doble
vida todo el tiempo porque solamente podía com-
partir ciertos aspectos de mi vida con ellos para no
lastimarlos. Ellos, por el otro lado, no se medían y sí
podían opinar de mi vida, orientación sexual, vesti-
menta o cualquier decisión que tomara. Esto pasó
la penúltima vez que me acerqué a ellos.
La última vez cedí mucho más. Asistí a terapia con
la psicóloga a la que ellos iban, cristiana, sólo para
poder agradarles. Debo decir que terapia en ese
entonces me ayudó en lo personal pero nunca me
sentí cien por ciento cómoda de compartir todo
91
con ella por lo mismo de los prejuicios religiosos
que ella compartía con mis papás. En terapia, la
psicóloga me “ayudó” a tener un último acerca-
miento con mi familia, y lo planeamos por meses. Y
sí, a pesar de todo tuve que volver a pasar por la
misma situación que vivía cada que me acercaba a
ellos, pero ahora hasta iba a la iglesia los domingos
para agradarles. Yo tomaba ese espacio para convi-
vir con ellos, pero siempre sentí que yo era la que
hacía de más, sacrificaba más, para que estuvieran
cómodos y pudiéramos estar bien. Esta última vez
me aceptaron de manera diferente, eran menos
fríos y entendí que era porque iba a terapia con
quien ellos querían, así me había ganado un poco
más de su respeto, pero no lo suficiente como para
que respetaran mi vida.
Después de ir a la iglesia, íbamos a comer en familia
y siempre habían comentarios hirientes de parte de
mi mamá hacia mí o mi físico. Y te aclaro algo, NO
PORQUE SEA TU FAMILIAR DEBES TOLERARLO.
Mi mamá hacía comentarios muy hirientes como
“¿Quién te dijo que te ves bien vestida así?”, “Ese
corte de cabello te hace parecer un niño”, “¿Por
qué no te maquillas?”... estar conviviendo y de la
nada recibir estos comentarios sin sentido me
generó conflicto y opté por alejarme. Y creo que
92
todos estamos en nuestro derecho de alejarnos de
quien sea que altere nuestra paz.
Para mí ha sido difícil estar lejos de las personas
que amo, mi familia, pero a lo largo de todo este
tiempo he entendido que a veces la familia también
puede ser conformada de otras personas, nuestra
familia elegida.
93
INDIFERENCIA
94
totalmente a esa tribu. Ellos, por ejemplo, amaban
acampar, la naturaleza, su manera de pensar y
vestir era muy “libre” y yo vengo de una familia que
ama vacacionar en ciudades grandes, en playas,
que no conoce nada de armar tiendas de campaña
o prender una fogata y son muy metódicos en todo
lo que hacen, ya te imaginarás mi shock cultural
cuando me involucré en la familia de mi ex-novia.
Tanto para ellos como para mí fue, a veces, cansa-
do, y no los culpo, yo fui siempre una extraña a
pesar de todo el amor que nos teníamos, que era
muchísimo. Esto te va a suceder muy seguido con
amigos o parejas y no tiene nada de malo que te
sientas extraño o como que no perteneces, estás en
el limbo, lo entiendo, poco a poco irás disfrutando
y aceptando lo que otros tienen que tú no conocías
y ellos aprenderán a apreciar lo que tú aportes en
todo sentido.
Por otro lado, el sentimiento de indiferencia hacia
los tuyos también será inevitable y es normal
porque hay dolor detrás de ese rechazo.Es impor-
tante que puedas identificarlo porque después es
difícil ser empático con otras personas.A mí, en lo
personal, me sucede que no puedo empatizar con
temas familiares: si el familiar de mi pareja está
enfermo o muere, para mí es difícil sentir dolor.
95
He aprendido que esto no es porque sea insensible
o mala persona, simplemente sucede porque mi
relación familiar está dañada y hay dolor por la
falta de aceptación. El dolor ocasiona que cuando
sucede algo, mi cerebro y corazón lo bloquean para
no sentir que me afecta, y sé que también has sen-
tido algo así en algún momento, y no te juzgo, es
completamente normal.
96
ACEPTACIÓN
97
¿QUÉ DIABLOS
DEBO HACER?
Como bien sabes, esta segunda parte del libro es
un busca ser un manual de supervivencia para ti,
que estás fuera de casa. Seas parte de la comuni-
dad LGBTQIA+ o no, el mundo es muy confuso y
todos necesitamos a alguien que nos pueda guiar o
aconsejar para navegarlo de manera más segura,
aunque sea en lo más básico.
Ahora que ya tienes una base para no caer emocio-
nalmente no costosa es importante que aprendan
algo del mundo de los adultos y eso es cómo
funciona el dinero y cómo administrarlo para que
situaciones de urgencia no vayan a afectarte tan
duro como lo hicieron conmigo.
Tenía 16 años cuando salí por primera vez de casa,
vengo de una familia de clase media alta, tuve
muchos privilegios, disfruté de vacaciones en dife-
rentes playas, grandes ciudades, parques temáti-
cos, etc, tuve ropa, juguetes y acceso a gadgets
tecnológicos. Mis papás buscaron darme educación
privada desde el kínder hasta la preparatoria,
clases particulares de inglés y alemán, clases de
arte, deporte, y me enseñaron el valor del trabajo.
Sin embargo, creo que nunca se imaginaron que su
aportación conmigo terminaría a tan corta edad y
de manera tan abrupta.Creo que hubieron muchas
cosas que me faltaron aprender, como, por ejemplo,
99
el funcionamiento del dinero en la vida real, las
responsabilidades de un adulto como pagar renta,
recibos, deudas y cómo ser una ciudadana activa.
Estas cosas, que suenan tan básicas, me hicieron
falta por el poco tiempo que estuve con ellos.
Algo que me importa muchísimo que aprendas es
administrar tu dinero: que conozcas cuál es el pro-
ceso para rentar un departamento, cómo llevar a
cabo procesos burocráticos, etc. Quiero que te
sientas seguro de ti mismo, de que puedes hacer
estas cosas, y que no pierdas el control de tu vida
económica, porque, créeme, aún a los 27 años
tengo momentos donde por no querer ser respon-
sable no cuido mis finanzas y luego estoy batallan-
do por malas decisiones. Así que, nos guste o no,
tenemos que hacerlo.
100
CONOCE TU PRESUPUESTO
101
A los 16 años no hay muchas opciones de trabajo,
principalmente porque no tienes una licenciatura ni
mucha experiencia laboral, entonces te tocarán
trabajos que quizá te puedan pesar emocionalmen-
te o físicamente, pero que van a ser muy útiles para
generar dinero y que ganes experiencia.
Mis primeros trabajos fueron de mesera o hostess
en restaurantes de cadena. Pero tenía una gran
ventaja: hablaba inglés fluido y pude aplicar a un
call center. A diferencia de los restaurantes, son
trabajos un poco más relajados para tu cuerpo, tal
vez no tanto para tu mente, pero al menos no tienes
que estar parado 5 o 6 horas seguidas. En este
trabajo aprendí mucho sobre disciplina, si no vas se
te rebaja el día, si no vas tienes que justificar el
porqué no fuiste, si llegas tarde firmas un acta
administrativa, si no haces bien tu trabajo te
pueden despedir. También descubrí habilidades
que no sabía que tenía, como las ventas y el servi-
cio al cliente. Estas me ayudaron y me siguen ayu-
dando muchísimo para hacer negocios e incluso
para establecer mi marca personal.
Mi sueldo ahí era aproximadamente de 7,000 pesos
mexicanos al mes, que para una niña de entre 17-18
años no estaba nada mal si vivía con mis padres, de
lo contrario era lo justo para tener lo básico.
102
Rentar un departamento es todo un problema en
México.
¿Qué te piden normalmente?
1.Comprobantes de ingresos: los renteros quieren
asegurarse de que recibes dinero suficiente para
poder pagarles cada mes,
2.Identificaciones oficiales: los renteros quieren
saber que si eres tú quien va a rentar y hacerse
responsable de cualquier cosa,
3.Pagarés: los renteros quieren garantizar que si no
pagas a tiempo o sales del departamento sin que el
contrato haya terminado, te van a cobrar de una
manera u otra),
4.Aval que habite en el estado donde se renta: este
es uno de los requisitos que más dolor de cabeza
dan porque piden a alguien, quien sea, que firme
como responsable en dado caso de que no pagues
lo acordado y que esa persona ponga en riesgo
alguna propiedad o terreno propio, por lo que
muchas personas le piensan mucho para prestarse
en este trámite,
5.Depósito de renta: es un depósito para ocupar el
departamento, usualmente se pide un mes de renta
pero hay otros que piden hasta dos. Este depósito
sirve como seguro en caso de que el departamento
sufra algún daño durante tu estancia,
103
6.Un mes de renta por adelantado: no satisfechos
con el depósito, tienes que pagar la renta por ade-
lantado. Muchas veces terminas pagando tres
veces el costo de tu renta mensual para poder
entrar a ocupar un departamento (sí, es pesadísi-
mo).
Sólo de ver estos requisitos, puede dar miedo e
intimidar buscar un lugar dónde vivir, ya lo sé, pero
siempre hay formas de negociar con el dueño o
agente inmobiliario, y si no se puede ahí, sigue bus-
cando. Siempre hay alguien que sí se presta para
poder rentar su departamento, casa, o cuarto, al
final de cuentas es de lo que viven.
La opción B para conseguir dónde vivir es mudarte
con personas que ya tienen un contrato y ya están
viviendo en el departamento. Hay muchas maneras
para encontrar compañeros de piso gracias a la
tecnología.
Cuando encuentres algún lugar que te guste, los
mismos inquilinos o compañeros de piso van a
pedir ciertos requisitos que normalmente son:
Adaptarte a las reglas de esa casa o departamento:
hay algunos roomies que piden mucha tranquilidad,
limpieza y tú, que vas a integrarte, debes ser cons-
ciente de que tendrás que respetar las reglas esta-
blecidas,
1.Depósito y mes de renta
104
2.Pagar los recibos a tiempo
3.Cuando vives con compañeros de cuarto es un
poco más sencillo porque todo se divide entre
todos, pero al mismo tiempo que se comparten las
cuentas, se comparten los espacios comunes y
tienes que aprender a convivir sí o sí, de otro modo
tu estancia ahí será muy incómoda.
105
Todos, como humanos, caemos en la tentación de
malgastar nuestro dinero, pero cuando ya tienes
experiencia siendo independiente te frenas un poco
más. Cuando tenía aproximadamente 18-19 años, al
recibir mi quincena, necesitaba ejercer mucho
autocontrol. Como mis amigos de la preparatoria,
quería viajar y divertirme y mis ganas de hacerlo
me martirizaba porque sabía muy dentro de mí que
era imposible con mis ingresos y egresos mensua-
les. Créeme, fueron varios años que vi en redes
sociales a mis amigos en Europa, en la playa en
Semana Santa, en invierno en Nueva York y yo no
podía ir ni a una ciudad pequeña a media hora de
Monterrey.
No te voy a negar que algún par de veces en ese
entonces gasté mal mi dinero para compensar mi
aburrimiento o frustración de no poder viajar com-
prando ropa o en el antro, pero al final de cuentas
terminaba arrepintiéndome porque no me alcanza-
ba a veces ni para poder comprar comida, transpor-
tarme al trabajo o pagar mi renta. A punta de golpe,
como dicen, en mi ciudad aprendí que debía ser
más disciplinada y firme ante mis emociones de
querer gastar sabiendo que tenía responsabilida-
des.
106
GUARDA EL 10%
108
USA SOBRES PARA TU DINERO
109
PERMÍTETE GUSTOS A TU PRESUPUESTO
110
PAGA A TIEMPO
111
CONCLUSIÓN
Honestamente, leer estos consejos es sencillo, pero
aplicarlos en tu vida diaria es lo difícil. Al leer este
libro lo que menos quiero es que sientas presión
para hacer todo al pie de la letra, al contrario, este
libro es para guiarte, hacerte saber que no estás
solx y que hay diferentes opciones para mejorar tu
situación.
Ve aplicando poco a poco los consejos y adapta lo
que sea necesario a lo que estás viviendo. No te
estreses si algo no sale como querías: vuelve a
intentarlo. De eso se trata todo este camino, encon-
trar métodos que te ayuden a vivir mejor, que te
hagan sentir mejor y a que puedas alcanzar tus
metas en cualquier aspecto. No te compares con
otras personas y date la oportunidad de vivir tu
propio proceso.
Hoy, a mis 27 años, sigo aprendiendo sobre finan-
zas, presupuestos, trabajo duro y todo lo que te
compartí en en el texto. Lo increíble de crecer es
que puedes ir deconstruyendo y reconstruyendo tu
vida y tu camino cada que lo amerite o que lo
desees.
Espero que el manual de supervivencia y mi historia
sean de mucha ayuda para poder sobrellevar este
interesante y complicado viaje. Te prometo que
cada experiencia, tanto buena como no tan buena,
va a valer la pena.
113
CONSEJOS
DE UN
MILLONARIO
MARCO ROMERO III
MI INVERSIONISTA Y
MENTOR
TIENE UNA FÓRMULA PARA EL
ÉXITO DE TUS FINANZAS
Todas las personas millonarias lo son definitiva-
mente por dos cosas clave, la primera es su menta-
lidad, constituida por su filosofía y su manera de
pensar, y la segunda es que son disciplinadas, pero
de ambas lo más importante es que son consisten-
tes. Una de las primeras cosas que debes dominar
para tener dinero es saber cómo manejarlo y, para
que veas la importancia de hacerlo, te cuento una
pequeña historia:
Supón que vas con tu sobrino de 5 años a la nevería
y le compras un cono de helado de una bola. Al salir
de la nevería caminando, a los pocos pasos, a tu
sobrino se le cae el helado y el chico, desconsola-
do, inmediatamente se echa a llorar. Tú, compade-
cido por su accidente, le dices que le comprarás
otro y regresan juntos a la nevería. Ya ahí el chico te
pide que ahora le compres un helado de dos bolas.
La pregunta es ¿lo harías? Y la respuesta es: proba-
blemente no, porque si el chico no es capaz de
manejar una bola no le vas a dar el doble. Y así más
o menos funciona el Universo. No te dará más de lo
que estás capacitado para manejar.
Ahora bien, hay miles de métodos para manejar el
dinero, pero es el propósito de esta guía es darte
soluciones sencillas y prácticas y por eso te daré mi
consejo como un millonario, que te sirva una fórmu-
117
la que, si sigues rigurosamente, te pondrá en el
camino de la abundancia.
La fórmula consiste en que, no importando cuál es
el nivel de ingresos que tú tengas, destines porcen-
tajes claros y fijos para cada una de las categorías
que vienen a continuación. También te daré una
breve explicación de lo que significa cada una y por
qué es importante.
Puedes usar diferentes sistemas, puedes usar
sobres rotulados por cada categoría y ahí separar
tu dinero en cuanto lo recibas o puedes usar cuen-
tas bancarias separadas para ciertas categorías, o
puedes combinar ambas formas. No hay una
manera fija de hacerlo, sino la que sea más sencilla
para ti. Lo importante es que respetes los porcenta-
jes SIEMPRE.
Tal vez tengas que hacer un poco de preparación
antes de empezar a usar la fórmula, como verás
más adelante, haciendo un presupuesto, o si no
estás seguro de tus gastos llevando un diario, o de
plano tal vez te des cuenta de que necesitas conse-
guir otro trabajo. Lo importante es que entiendas
cómo funciona y que lo empieces a aplicar lo antes
posible.
118
LA FÓRMULA
30 POR CIENTO
GASTOS FIJOS
20 POR CIENTO
PARA TI
10 POR CIENTO
PARA AYUDAR
10 POR CIENTO
PARA AYUDAR
10 POR CIENTO
AHORRO
20 POR CIENTO
INVERSIONES
La razón de que destines porcentajes específicos a
cada área es para que salgas del hábito que tiene
sumido en la pobreza al 95% de las personas y que
es gastar absolutamente todo el ingreso que reci-
ben cada mes o peor aún, gastar más de lo que
ganan y endeudarse de tal manera que no solamen-
te están viviendo al día sino pagando los gastos del
pasado.
Son los gastos que tienes que hacer para vivir y que
en general se pueden agrupar en tres áreas: casa,
vestido y sustento. Sin embargo, es importante
desglosarlos detalladamente para que los tengas
presentes y para ello lo primero que tienes que
hacer es hacer un presupuesto mensual para saber
en dónde estás parado y cuánto necesitas. Dentro
de esta categoría están tu renta, servicios, el pago
del celular, despensa, artículos de limpieza e higie-
ne personal, comidas, corte de cabello, manteni-
miento del auto, etc. Este presupuesto debe estar
lo más detallado y completo posible y la razón de
ello es que para tener dinero es preciso que empie-
ces por conocer tus hábitos de compra y de consu-
mo.
120
Ahora bien, al hacer el presupuesto es sumamente
importante que no dejes cosas fuera, incluyendo
esos pequeños gastos que a veces pasan desaper-
cibidos como las propinas, los chicles, el café, los
cigarros, los estacionamientos y que no se sienten
mucho al hacerlos pero que si los sumas te podrías
llevar una sorpresa de lo que gastas al año en ellos.
121
Este paso es importante porque lo primero que hay
que hacer si estás gastando más del 30% en tus
gastos fijos son ajustes. Te doy algunos ejemplos.
- Si pagas a una persona para que limpie tu
casa aunque sea una vez a la semana podrías consi-
derar hacer tú mismo esa limpieza y bajar el gasto.
- Comer fuera es un lujo, si estás por encima del
30% podrías considerar preparar en casa y llevar
comida al trabajo o a la escuela.
- Si tu gasto fijo está por encima del 30% podrías
considerar cancelar una o dos suscripciones como
Spotify, Netflix o algún otro servicio de streaming o
TV por cable.
- Si actualmente tienes algún hábito que te daña
a ti o a tu salud como fumar o beber, esta es una
buena oportunidad para dejarlos, acercarte a la
fórmula mágica y abandonar un hábito poco sano.
- Es posible que de plano veas que ni viviendo
como ermitaño te queda dinero, y en ese caso
podrías considerar seriamente cambiar de trabajo y
esto es en serio, la mayoría de las personas sola-
mente busca trabajo hasta que lo corren, pero si
estás determinado a usar la fórmula tal vez tengas
que empezar a capacitarte para un mejor puesto o
empezar a buscar otro trabajo en donde te paguen
mejor pero con la ventaja de que no lo harías con
122
desesperación como cuando corren a alguien si no
con el tiempo y cero presión para escoger algo que
te guste y te convenga.
Sé que algunas de estas medidas pueden no gus-
tarte, pero solamente tenemos dos opciones, o
identificamos y cortamos todos los gastos super-
fluos o aumentamos nuestro nivel de ingresos. Al
principio, como te puedes imaginar, es importante
empezar por recortar los gastos, pero el punto
clave es comenzar a desarrollar la mentalidad
millonaria.
123
Este 20% es importante porque te va a permitir
entender el valor de tu trabajo, a fin de cuentas, tú
fuiste el que generó ese ingreso y es justo que lo
disfrutes, pero al vivir al día ahogados por los
gastos fijos, las deudas y los gastos triviales no
tenemos oportunidad de reconocer que trabajamos
para vivir y no al revés. Este 20% es tuyo y lo
puedes usar en lo que tú quieras y la parte más
importante es que en lo que sea que lo uses, lo
hagas con alegría, agradecimiento y sin culpa. Es
posible que cuando lo separes para ti tengas una
conversación del tipo de “este dinero debería
usarlo en tal o cuál necesidad de alguien cercano, o
en alguna reparación necesaria de la casa, etc.”
pero si permites eso, estás postergando la recom-
pensa justa por tus esfuerzos y eso termina por
cansarte. Esta regla aplica también si no eres
empleado y tienes un negocio propio porque el
95% de las personas que reinvierten el 100% de sus
ganancias nunca ve los frutos, porque el negocio se
convierte en un agujero negro que crece y que cada
vez necesita más y más capital.
Una nota final sobre el 20% para ti: Considera
usarlo en experiencias, viaja, ve algún buen espec-
táculo, cena en un buen lugar, acude a lugares que
no has ido, toma clases de algo que te apasione.
124
Se dice que de las personas que gastan su dinero
en objetos materiales, sólo un 20% están satisfe-
chos con su compra, pero de las personas que
gastan su dinero en experiencias, el 80% está satis-
fecho con ello. Toma esto en cuenta sobre el cómo
usar el 20% que te corresponde de tus ingresos.
125
disponibles en casa. La razón de esto es que una
emergencia puede ocurrir a cualquier hora del día o
de la noche en días hábiles o inhábiles y es necesa-
rio que lo tengamos a la mano en cuanto se necesi-
te dado que en una emergencia los minutos cuen-
tan.
Entonces, este 10% lo vamos a destinar, primero, a
reunir el fondo de emergencia en efectivo y cuando
lo hayamos reunido empezaremos a reunir el otro
fondo de emergencia que puede estar en una
cuenta especial hasta que lo hayamos completado.
En este apartado es importante tomar en cuenta
cuál es el concepto de “emergencia”.
Emergencia no es que haya una venta especial en
tu tienda favorita con súper descuentos, tampoco
es pagar la renta o un servicio que te cortaron (los
servicios están en el apartado de gastos fijos), tam-
poco es una reparación o gasto de tu automóvil
que puedes prever y programar, ni es prestarle
dinero a un amigo que lo necesita. Las emergencias
son eventos negativos que afectan a tu salud o
estabilidad financiera y que ocurren de manera
súbita e inesperada. Puede ser un accidente de
auto, una reparación de emergencia o un accidente
físico. Para estos últimos usaríamos el fondo en
efectivo. El otro fondo es exclusivamente para vivir
126
durante 3 a 6 meses si perdieras tu fuente principal
de ingresos.
Ahora bien, en cualquiera de los dos casos, pasada
la emergencia lo que hay que hacer, como te
podrás imaginar, es reponerlo. Ya sea el fondo de
supervivencia o el fondo en efectivo para emergen-
cias, si tomas todo o una parte, la meta es recupe-
rarlo lo más pronto posible.
10% DE AHORRO
127
Este apartado es para el ahorro. El ahorro no es
cuestión de si ganas mucho o poco, es cuestión de
disciplina. ¿Cómo se hace? sencillo, te llega tu pago
semanal, quincenal o mensual y antes de cualquier
otra cosa, tomas el 10% y lo pones en un lugar sepa-
rado, ya sea una cuenta bancaria especial para el
ahorro o incluso un sobre o caja.
Si ganas 200 pesos vas a guardar 20 y si ganas
200,000 vas a guardar 20,000. Así de simple. ¿Vale
la pena? saca la cuenta de lo que has ganado en los
últimos 10 años. ¿cuánto sería el 10% de esa canti-
dad? Si lo tuvieras en un instrumento que te da
interés compuesto ¿cuánto tendrías ahorita? Puede
que ser que, ahora que empiezas a ahorrar, 20, 30,
50 ó 500 pesos no parecen la gran cosa, pero ten la
certeza de que ese hábito hecho regularmente con
el tiempo te puede dar una fortuna.
Este apartado no necesita mucha explicación, sola-
mente necesita que tengas un lugar físico o virtual
en dónde guardarlo, y que no lo toques bajo ningu-
na circunstancia. Recuerda que tenemos fondos de
emergencias, y esos son para atender los proble-
mas inesperados. Vamos a tocar de nuevo este
punto más adelante.
128
¿Cuál es la diferencia entre este fondo y el fondo
para ahorro? Que este es para tener capital listo y
disponible para poder aprovechar oportunidades
de negocio cuando se presenten, y que este es
dinero que estamos dispuestos a arriesgar y a
invertir. ¿Cuántas veces te ha pasado que se pre-
senta una buena oportunidad? como que te ofrecen
un auto a un excelente precio, que se podría reven-
der con una ganancia interesante, o te ofrecen un
porcentaje de una empresa, o se presenta la opor-
tunidad de apartar un inmueble con potencial de
plusvalía en preventa con un enganche bajo, o cual-
quier otra cosa similar y no tienes el dinero para
aprovecharla en ese momento.
Ahora bien, el negocio puede salir bien o mal,
puede darte lo que esperabas ganar, puedes ganar
más o puedes tener pérdidas, así son los negocios,
lo importante es que no arriesgues tu techo ni
comida, y que tengas este dinero destinado a inver-
tir.
Es importante que en aquello que lo vayas a utilizar,
lo hagas de manera responsable con la investiga-
ción y análisis necesarios para invertirlo con inteli-
gencia, pero es un dinero que si lo pierdes no te
desestabiliza, porque estaba pensado desde el
principio para ser usado en eso y estar dispuesto a
129
ganar o a perder. Por eso no hay que mezclarlo con
el dinero del ahorro.
El dinero del ahorro lo podemos tener en una
cuenta a plazo fijo o en algún otro instrumento
financiero que ofrezca la mejor relación de rendi-
miento y seguridad, y el dinero para inversiones
conviene tenerlo en instrumentos o cuentas líqui-
das que nos permitan disponer de él de manera
rápida.
Este apartado es de suma importancia porque tiene
el potencial de elevar nuestros ingresos, permitir-
nos dejar de ser empleados y ser emprendedores o
incluso ayudarnos a crear fuentes pasivas que nos
den libertad financiera. Los ingresos adicionales de
este apartado se sumarían a nuestros ingresos
actuales y continuaríamos con las mismas propor-
ciones, este dinero tiene el potencial de elevar
nuestro nivel de vida, pero todo depende que
seamos disciplinados con respetar la fórmula, que
es lo que nos permite crear hábitos millonarios.
130
10 PARA AYUDAR A OTROS
131
se al servicio de los demás. Todo el dinero que
salga de nuestras manos debe ser para servir a
alguien más, y es una señal para el universo para
que nos haga llegar más en un flujo constante y
creciente, el valor que aportamos a los demás es
una indicación de que el dinero en nuestras manos
produce bienestar para otros y muestra que esta-
mos listos para recibir la abundancia, por eso dar es
un principio que todos los millonarios practican con
regularidad.
Al igual que decíamos del ahorro, es sencillo hacer-
lo, pero para ello es preciso que separemos esta
cantidad desde el momento que recibimos nuestro
ingreso, lo podemos separar en un sobre y pode-
mos destinarlo a la asociación de beneficencia que
queramos, a la iglesia a la que pertenecemos, al
proyecto o causa social de nuestra preferencia, o
incluso a un familiar que lo requiera.
Sin embargo, hay un requisito indispensable en este
punto, y es que soltemos ese dinero con alegría y
gozo, no pensando en aquello para lo que podrías
usarlo tú, porque esa energía va a crear más necesi-
dades para ti si sale de tus manos con esa emoción
de escasez. Un truco para que puedas empezar a
desarrollar la emoción correcta al dar, es conectar-
te con el bien que hará a otra persona, conectar
132
con que alguien pueda comer o estudiar o sanar
gracias a tu contribución, experimenta el bienestar
que produce que tu aportación sirve a otros y que,
aunque no te lo digan las personas, lo recibirán con
alivio y agradecimiento, y esa aportación de valor
es lo que atrae a tus manos mayor abundancia.
133
EL MÉTODO
Como ves, esta fórmula no es complicada de enten-
der. Es muy simple y todo parte de la base de que
primero te hagas consciente de cómo estás mane-
jando tu dinero haciendo un presupuesto o llevan-
do por algún tiempo un diario de gastos (ese paso
es importante porque de ahí parte todo). Primero
debes conocerte y luego hacer los ajustes necesa-
rios en tus gastos para poder aplicar la fórmula. Se
necesita determinación y paciencia para hacerlo.
La determinación para quitar los gastos superficia-
les, hacer los cambios de hábitos tanto de gasto
como de otras cosas como fumar, beber o comer en
exceso, o los hábitos de consumo de servicios
como la luz, el agua o el gas. Te darás cuenta de
cómo tu estilo de vida se ve reflejado en tus finan-
zas. Te darás cuenta de que la fórmula mágica de
los millonarios no solamente va a tener impacto en
tu economía sino en la forma en que piensas y ves
la vida.
Va requerir paciencia porque al principio sentirás
que es muy poco lo que llevas ahorrado, o que
parece que te vas a tardar una eternidad en reunir
tus fondos de emergencia o que pasará mucho
tiempo antes de que tengas una cantidad intere-
sante de capital para invertir, pero eso cambia con
el tiempo y la persistencia. En un año, en tres, en
134
cinco, a medida que vayas teniendo mejores ingre-
sos o arranques tus primeros negocios, el mantener
el balance en el uso de tu dinero tendrá cada vez
más impacto y sentido en tu vida. Considera esto,
independientemente de la edad que tengas hoy, si
llevas más de 10 años trabajando, imagina cómo
estarías hoy de haber conocido esta fórmula. Y si
eres muy joven, imagínate cómo estarás en 10 años.
Después de todo, ese tiempo va a transcurrir de
todas maneras ya sea que te decidas o no a empe-
zar a usar la fórmula.
135
HISTORIAS
LGBT+
DIANA ZIRAHUEN
CDMX,MEX
@deskarados_oficial_
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DIANA ZIRAHUEN
CDMX,MEX
@deskarados_oficial_
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DIANA ZIRAHUEN
CDMX,MEX
@deskarados_oficial_
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DIANA ZIRAHUEN
CDMX,MEX
@deskarados_oficial_
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DEYSI SAAVEDRA
ZACATECAS, MEX
@deisysaar
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DEYSI SAAVEDRA
ZACATECAS, MEX
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DEYSI SAAVEDRA
ZACATECAS, MEX
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DEYSI SAAVEDRA
ZACATECAS, MEX
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ANA MARÍA GZZ
Mosquera, Colombia
@anamagozu
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ANA MARÍA GZZ
Mosquera, Colombia
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Mosquera, Colombia
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Mosquera, Colombia
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Mosquera, Colombia
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Mosquera, Colombia
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Mosquera, Colombia
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BRENDA ARRIAGA
CDMX, MEX
@bwithacamera
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BRENDA ARRIAGA
CDMX, MEX
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BRENDA ARRIAGA
CDMX, MEX
@bwithacamera
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BRENDA ARRIAGA
CDMX, MEX
@bwithacamera
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BRENDA ARRIAGA
CDMX, MEX
@bwithacamera
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ARIADNA GUDIÑO
ESTADO DE MÉXICO, MEX
@ari_adnx
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ARIADNA GUDIÑO
ESTADO DE MÉXICO, MEX
@ari_adnx
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ARIADNA GUDIÑO
ESTADO DE MÉXICO, MEX
@ari_adnx
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Aaron Lucio
ARIZONA,USA
@aronlucio_
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Aaron Lucio
ARIZONA,USA
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ARIZONA,USA
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AITOR ELIZONDO
MONTERREY, MEX
@aitorandrs
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AITOR ELIZONDO
MONTERREY, MEX
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MONTERREY, MEX
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MONTERREY, MEX
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MONTERREY, MEX
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AITOR ELIZONDO
MONTERREY, MEX
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AITOR ELIZONDO
MONTERREY, MEX
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JORGE PÉREZ
QUERÉTARO,MEX
@jlrms96
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JORGE PÉREZ
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pamela solano
COSTA RICA
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COSTA RICA
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COSTA RICA
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EDUARDO RODRÍGUEZ
MONTERREY,MEX
@eltowner
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EDUARDO RODRÍGUEZ
MONTERREY,MEX
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MONTERREY,MEX
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EDUARDO RODRÍGUEZ
MONTERREY,MEX
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ERIC ABUNDIS
GUADALAJARA,MEX
@ariel_abundis
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ERIC ABUNDIS
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GUADALAJARA,MEX
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GALERÍA
Lucio bebé
(Aprox 1 año)
Fotografía de la escuela
Fotografía que mi abuela
vió el día de mi gradua-
ción y supo sin querer que
yo era lesbiana