Narcosis
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Después de haber vivido toda su juventud en penurias, el joven Lorenzo recibe una herencia. No obstante, malgastará su fortuna y con los últimos recursos intentará convertirse en policía con la intención de develar unos misteriosos asesinatos de los que fue testigo, encontrar a los responsables y llevarlos ante la justicia. En esta búsqueda enfermiza, Lorenzo terminará por hallar al amor de su vida y encarrilará su destino hacia su propio final.
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Narcosis - Francisco Garófalo
I
Estaba sentado en un banco bebiendo una taza de té. Vivía en una casa de color blanco, aunque nunca le gustó ese color. Tenía su mirada perdida, apuntando a ninguna dirección. Estaba tranquilo, nada lo interrumpía, nada lo molestaba, nada lo perturbaba, hasta que su mano tocó un objeto cuadrado que sintió que estorbaba dentro su chaqueta.
Lo invadió la curiosidad, y decidió extraerlo del bolsillo; era una vieja libreta arrugada, con sus pastas derruidas, sucia por tantos años de abandono. Lo curioso para él fue encontrar su nombre escrito en la libreta, pues el título decía El diario de Lorenzo.
Lorenzo abrió la libreta para ojearla y después de una corta revisión la cerró. Lo invadió una profunda curiosidad y angustia. La abrió por nueva ocasión. ¿Eran acaso palabras que no recordaba, frases sin sentidos, anécdotas o simplemente memorias que en alguna ocasión se le habría ocurrido escribir? No tenía idea, debía indagar. Sintió un dolor en el pecho. ¿Eran sucesos que ya no recordaba, una existencia que ya se había vivido, un sinfín de pensamientos que se amontonaban por momentos? Debía averiguar de qué se trataba.
Se acomodó en su banco para leer con detenimiento.
Yo, Lorenzo he decidido escribir este diario por si acaso algún día se me olvida lo vivido. No consigno mi apellido porque no lo tengo. Las circunstancias que me orillaron a cometer actos que jamás debí haber cometido son las que ahora me atormentan en el presente. Caí en deudas en el pasado y no las honré. Hoy las estoy pagando.
En realidad, todos pagamos lo que debemos, aunque en algunas ocasiones algunos más de la cuenta. Lo peor es que no recuerdo todo lo que hice y lo que dejé de hacer.
¡Quién desea acordarse de su miseria! Aunque nadie puede asegurar que toda mi vida haya sido una miseria, quizá simplemente ya estaba escrito mi destino. No lo sé.
No recuerdo donde ocurrió todo, ni las horas, ni los lugares, ni los momentos donde tal vez fui feliz. No recuerdo mucho. Por eso escribo. Por eso escribí para recordarlo, para no olvidar lo que hice, para no olvidar los pecados, para no olvidar lo que ya olvidé.
Perdí a mi madre en el momento de nacer y nunca supe el paradero de mi padre. Por esa razón fui a vivir a casa de mi tía Carlota. En aquel momento no sabía por qué mi tía se hacía cargo de mí.
Llegamos a la casa color azul que se combinaba con el hueso de sus paredes interiores y debo confesar que esos colores no me agradaban. No he sido muy amigable con los colores y, lo tengo que revelar, mucho menos he seguido un orden cronológico en mi narración. No creo en que un color haga la diferencia en tu vivir diario, como afirman ciertos psicólogos fabuladores de teorías que tal vez sean ciertas. Personalmente creo que es puro cuento. Solo nuestros buenos actos o nuestras falencias hacen la diferencia.
Nuestra forma de actuar y proceder en este maldito mundo, y digo maldito no porque en realidad lo sea, lo digo solo porque yo no tuve suerte o porque yo presté demasiado y no quise pagar.
Sabemos que somos buenos para pedir, pero muy malos a la hora de pagar. Eso lo sabemos y aun así seguimos haciendo lo mismo y nos justificamos con el banal pretexto de que somos humanos
. Pero si somos humanos deberíamos saber que somos los animales más inteligentes en este mundo. Tal vez nuestra inteligencia es la que nos liquida. No lo sé, quizá nunca lo sepa.
II
Llegué a un lugar donde no era bienvenido, donde nadie se puso contento con mi presencia. Era simplemente alguien que llegaba a irrumpir en la vida de todos. Aún más en la vida de ella.
Más tarde me daría cuenta de que mi tía no me quería, ni su esposo, ni su hijo, aunque era de suponerse, yo era alguien que llegaba a incomodar a la familia, a una familia que aparentemente estaba bien, y recalco que en apariencia porque todo era una fachada, una vida falsa como la mayoría de personas. Como esa mayoría de personas que viven diariamente sin saber por qué viven. Que no tienen un propósito y que caminan dormidos por las calles vacías, llenas de fantasma sin ideas. De esas personas mecánicas que viven perdidas y aprisionadas por las malas acciones que le condenan a un encierro en libertad, a una vida sin sentido y sin sueños.
Cuando di mi primer paso nadie se alegró, cuando dije mi primera palabra nadie se emocionó. ¿Quién se podría emocionar si para ellos no existía? Era algo nulo, ni siquiera un bulto en esa casa. Alguien que nunca estuvo en sus prioridades.
Cuando cumplí cinco años, nadie me hizo una fiesta, nadie me felicito, nadie se acordó de mí, pero lo comprendía, pues nadie me amaba. Ella fue la única que se acercó.
La recuerdo. Claro que la recuerdo. Con su blusa color rosa, peinada como si fuesen cachos, sus labios rojos, sus ojos negros, su sonrisa que me inspiraba seguir viviendo.
Ella se empezó a convertir en la razón de mi existencia, era por ella que me mantenía con vida en aquella casa, era ella la que me hacía suspirar; era ella la que me hacía soñar, ella fue la única que me felicitó y que me dio un beso como regalo y me dijo Te quiero mucho. Y desde ese día supe que ella sería para mí. Que sería mi esposa para toda la vida.
Sí, era un niño con sueños de niño, un niño que amaba con amor de niño; un niño que se aferraba a ella porque era la única que le brindaba atención. Un niño que deseaba amor.
III
Aprendí. Empecé a saber mucho. Aprendí cosas por mi cuenta. Nadie me enseñó. Era un niño que iba aprendiendo diariamente y me pasaba todo el día viendo televisión pues esa era la única forma, para mí, de distraerme y a la vez de conocer el mundo. Aprendí, o tal vez no.
¿Qué nos puede enseñar la televisión? Tal vez muchas cosas. Y la mayoría cosas malas, dependiendo de las elecciones. ¿Y qué puede seleccionar un niño de cinco años? Dibujos animados donde se ve violencia o a dos sujetos tontos que hacen de protagonistas y además son