La Infancia y El Desarrollo Del Individuo - Winnicott

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Resumen: La infancia y el desarrollo del individuo – Winnicott.

PRIMERA PARTE

Capítulo 1- El primer año de vida (1958).

El desarrollo emocional del bebé inicia desde las primeras horas y días, la última parte de la vida prenatal y el parto
también pueden ser significativas, de aquí la importancia del primer año de vida.

El cuidado del bebé se ha designado a la madre, cuya capacidad no se basa en conocimientos, sino en una actitud
afectiva, que la adquiere a medida que el embarazo avanza.

Es importante conocer el desarrollo emocional, para saber que se puede afectar cuando se realizan intervenciones
médicas tempranas.

Si se identifica los trastornos emocionales tempranamente se pueden intervenir, ya que es el momento adecuado
para el tratamiento.

A continuación. Se mencionan una serie de formulaciones, que sirven para indicar que el desarrollo emocional
durante el primer año de vida establece la base de la salud mental en el individuo humano.

Tendencia innata al desarrollo: al igual que el desarrollo del cuerpo y el neurodesarrollo, existe un proceso evolutivo
en el desarrollo emocional, el cual no lo observamos y es difícil determinar qué es lo bueno y no.

Dependencia: En el primer año de vida se logra la independencia, la cual se logra a partir de la dependencia y esta a
su vez se logra a partir de la doble dependencia (porque al principio hay una dependencia total al medio físico y
emocional) de esta última no tiene conciencia, cuando comienza a percibirla hace saber a su medio que necesita
atención.

Al año, el niño ya se ha vuelto capaz de mantener viva la idea de la madre y sus cuidados, cuando está solo y por
diferentes tiempos.

Esta independencia puede perderse y recuperarse una y otra vez.

Todos por lo tanto tenemos una dependencia relativa más no una dependencia absoluta.

Integración: al cumplir un año, la mayoría de las criaturas han alcanzado el estatus de individuo o de personal total,
porque la personalidad ha llegado a integrarse (aunque algunos tiene una personalidad deficiente y siguen
dependiendo del cuidado permanente), esta se da gradualmente en cada bebé y para que este proceso tenga lugar
debe existir ciertas condiciones ambientales, que son las que dependen de la madre.

Tanto en el aspecto físico como en formas más sutiles, la madre o el medio mantienen integrado al niño, este
proceso de integración y no de integración puede ocurrir junto con la reintegración sin que surja la ansiedad.

La integración parece estar vinculada con las experiencias afectivas o emocionales más definidas, tales como la rabia
o la excitación de una mamada, gradualmente a medida que la integración se convierte en desintegración, la cual es
penosa.

La integración es la formación de una estructura en el individuo que se hace sólida y coherente, tanto así que
impedirá que se rompa. La desintegración es la explicación a un episodio psicótico agudo, donde se rompe la
estructura y a pesar de los intentos de reconstruirla no se logra armar completamente, ni ser copia idéntica de la
estructura original. En cambio, en la no integración hay un fenómeno neurológico previo que impide la formación de
la estructura, por ejemplo, el autismo.
Personalización: Cuando se proporciona al niño un grado razonable de adaptación a sus necesidades, se ofrece las
mejores oportunidades para el temprano establecimiento de una firme relación entre la psiquis y el soma, en caso
contrario la psiquis tiende a desarrollar una existencia que solo esta vagamente relacionada con la existencia
corporal.

En el niño de un año esta relación entre psiquis y soma ya se debe estar establecida, esto se evidencia en que su
neurodesarrollo tenga buen tono motor y buena coordinación.

Aunque en esta relación, la psiquis del niño normal o sano puede perder contacto con el cuerpo y hay fases en las
que al niño no le resulta fácil regresar repentinamente al cuerpo, ejemplo, al despertar de un sueño profundo, es por
esto que las madres despiertan suavemente al bebé, o también en casos donde se ve al niño clínicamente enfermos,
pálidos, fríos, con vómitos, pero cuando lo ve el medico está bien y uno no puede comprender que alarmó a la
madre.

Si esto no sucede habrá una vaga experiencia corporal y se perderá la capacidad de integrar el cuerpo con la mente.

Mente y psique-soma: Al año de vida, ya se han desarrollado claramente los rudimentos de la mente, la cual es
diferente a la psiquis (está relacionada con el funcionamiento corporal) la mente depende de la existencia y el
funcionamiento de esas partes del cerebro que se desarrollan después (en la filogénesis), ejemplo, es la mente la
que gradualmente hace posible que el niño aguarde a que se lo alimente, debido a que escucha algunos ruidos que
le indican que eso va a ocurrir.

Al principio la madre siempre debe estar atenta a las necesidades del niño, pero son los procesos intelectuales del
niño lo que le va a permitir entender y tolerar fallas en la adaptación, cuando su madre falle a sus necesidades, es
decir la mente es la aliada de la madre y gracias a esta, la madre puede recuperar gradualmente su vida propia.

Otras funciones de la mente: consiste en catalogar acontecimientos; almacenar recuerdos y clasificarlos; utilizar el
tiempo como una medida, medir el espacio; relacionar causas con los efectos.

Fantasía e imaginación: Una de las características del bebé humano es la fantasía, que se entiende como la
elaboración imaginativa de la función física, posteriormente se hace infinitamente compleja esta puede observarse
en el juego.

El desarrollo de la fantasía se puede clasificar: I) Simple elaboración de la función; II) separación en: anticipación,
experiencia y recuerdo; III) experiencia en términos del recuerdo de la experiencia; IV) localización de la fantasía
dentro o fuera del self, con intercambio y constante enriquecimiento recíproco; V) construcción de un mundo
personal o interno, con sentido de la responsabilidad con respecto a lo que existe y sucede allí; VI) Separación de la
conciencia de lo que es inconsciente.

Realidad personal (interna): El mundo interno del individuo se convierte en una organización definida al finalizar el
primer año, los elementos positivos derivan de patrones de experiencia personal, en particular de la naturaleza
instintiva y de características heredadas, esta muestra del mundo se va organizando de acuerdo con complejos
mecanismos que tiene como propósito.

I. Preservar lo que se siente como bueno.

II. Aislar lo que se experimenta como malo.

III. Preservar un área de realidad psíquica personal, en la que los objetos tienen interrelaciones vivas, excitantes e
incluso agresivas, a la vez que afectuosas.

La visión que el niño tiene del mundo exterior está basada en gran parte, en el patrón de la realidad interna
personal, y cabe señalar que la conducta concreta del medio con respecto a un niño se ve en cierta medida afectada
por las expectativas positivas y negativas de aquel.
Hacia finales del primer año, ya existen comienzos de defensas secundarias destinadas a manejar el derrumbe de la
organización primaria.

Vida instintiva: Al principio la vida instintiva del niño está basada en las funciones relacionadas con la alimentación,
predominan los intereses vinculados con las manos y la boca, posteriormente las funciones excretorias también
comienzan a participar, aproximadamente a los 5 meses el niño ya puede relacionar la excreción con la alimentación,
las heces y orina con la ingesta oral, lo cual coincide con la adquisición de un mundo interno personal, que tiende a
localizar en el vientre a partir de este patrón las experiencias se extienden a todo el funcionamiento corporal.

Ejemplo: la respiración queda atrapada, de modo que puede estar asociada con la ingestión y con la excreción.

Se presenta el orgasmo de la excreción, el ano en ciertas circunstancias puede convertirse en un órgano receptivo y
asumir parte de la importancia de la función y la ingesta oral, la manipulación anal puede aumentar la posibilidad de
que surjan estas complicaciones.

Los esfuerzos por establecer en los niños el control de esfínteres terminan por privarlos, de las satisfacciones físicas
inherentes a ese periodo o si inician muy temprano, las consecuencias pueden ser desastrosas.

Aunque la excitación genital no sea importante en este periodo, los niños pueden tener erecciones y las niñas
actividades vaginales, sobretodo en relación con la excitación provocada por la ingesta real o imaginada.

Durante el primer año de vida, las experiencias instintivas contribuyen a desarrollar la capacidad del niño para
relacionarse con objetos, una capacidad que culmina en una relación amorosa entre dos personas totales (la madre y
él bebe).

La vida instintiva es el motor de cada individuo, el intento por controlar los instintos, es lo que hace que el individuo
no pierda su rumbo, proceso que es fundamental para el desarrollo.

Relaciones objetales: El bebé de un año es a veces una persona total que se relaciona con personas totales, este
logro se da de manera gradual, la integración gradual de la personalidad infantil en una unidad hace posible que el
objeto parcial (pecho) se experimente como una parte de una persona total, aspecto del desarrollo que provocará
ansiedades especificas llamadas capacidad para la preocupación.

El reconocimiento del objeto total está acompañado por el comienzo de un sentimiento de dependencia y por lo
tanto de la necesidad de independencia.

El niño finalmente reconoce los objetos como objetos totales, produciendo sentimientos de dependencia pero a la
vez la necesidad de independencia. Los dos grandes elementos y más importantes en el desarrollo son la vida
instintiva y las relaciones objetales, la mayoría de patologías se enmarcan en dificultades o malos vínculos con los
objetos o problemas de control de lo instintivo.

Espontaneidad: Durante el primer año de vida, las satisfacciones son de suma importancia para el niño, quien solo
gradualmente puede soportar la espera, desde luego lo que se le pide es que renuncie a la espontaneidad y se
adapte a las necesidades de quienes lo cuidan, hay dos series de factores que conspiran contra la espontaneidad.

1. El deseo de la madre de liberarse del yugo de maternidad, o la idea errónea de que se debe educar al niño
temprano.

2. El desarrollo a través de complejos mecanismos de una restricción de la espontaneidad (establecimiento


del súper yo).

Es precisamente el desarrollo de un control interno lo que constituye la única base verdadera para la moral.

Capacidad creadora: Es un impulso que le demuestra al niño que está vivo, y el cual se marchita a menos que se
realice en el contexto con la realidad externa.
Cada niño debe recrear el mundo, pero ello solo resulta posible si el mundo se hace presente en los momentos de
creatividad creadora del niño, el éxito de esta operación depende de la adaptación sensible que la madre hace a las
necesidades del niño.

A partir de esto hay una progresión natural hasta la creación por parte del niño de todo el mundo de la realidad
externa.

Motilidad externa: La motilidad constituye un rasgo del feto vivo, esta es la precursora de la agresión, un término
que va adquiriendo significado a medida que el niño crece, ejemplo de agresión es el que aparece en las actividades
prensiles y masticatorias que más tarde se convierte en la actividad de morder.

Una gran proporción del potencial agresivo se fusiona con las experiencias instintivas del niño y con el patrón de sus
relaciones, es preciso que existan condiciones ambientales suficientes para que este desarrollo tenga lugar.

Cuando no se fa la situación normal, solo una pequeña proporción del potencial agresivo se fusiones con la vida
erótica y el niño se ve entonces abrumado por impulsos que carecen de sentido, eventualmente estos llevan a una
actitud destructiva en la relación con los objetos, o peor aún constituye la base de una actividad carente de sentido,
ejemplo la convulsión, esta es una de las formas en la que puede producirse una patología del desarrollo emocional,
evidente desde muy temprana edad y que con el correr del tiempo, llega a constituir un trastorno psiquiátrico.

El potencial agresivo es sumamente variable porque depende no solo de factores innatos, sino también del azar,
ejemplo un accidente ambiental, partos difíciles.

Capacidad para la preocupación: Aproximadamente en la segunda mitad del primer año aparecen signos de una
capacidad para preocuparse o para experimentar sentimientos de culpa, tenemos aquí un estadio de cosas
sumamente complejo, que dependen de la integración de la personalidad infantil en una unidad y que el niño
acepte su responsabilidad con respecto a la fantasía total de lo que corresponde al momento instintivo, para este
logro tan complejo la presencia continua de la madre, constituye una precondición necesaria.

Posesiones: más o menos al primer año de vida, los niños ya han adquirido uno o varios objetos blandos (ositos,
muñecas), evidentemente estos objetos representan objetos parciales en particular el pecho, y solo gradualmente
llegan a simbolizar a la madre o al padre.

Este objeto llega a asumir una importancia vital, y ser valioso como objeto intermedio entre el self y el mundo
externo, es muy común que un niño se vaya a dormir aferrado a uno de esos objetos, al tiempo que se succiona el
pulgar o el labio o la nariz, este patrón puede durar incluso hasta la vida adulta, y hacer parte del desarrollo
emocional normal.

Aquí el observador tiene oportunidad de estudiar los orígenes de la conducta afectuosa, que es importante aunque
más no sea porque la perdida de la capacidad para ser afectuoso caracteriza al niño privado de más edad, que
clínicamente exhibe una tendencia antisocial y es candidato a la delincuencia.

Amor: a medida que el niño crece el significado de la palabra amor se modifica.

I) Amor significa existir, respirar y estar vivo, ser amado.

II) Amor significa apetito. Aquí no hay preocupación alguna, solo necesidad de satisfacción.

III) Amor significa contacto afectuoso con la madre.

IV) Amor significa integración (por parte del niño) del objeto de la experiencia instintiva con la madre total o
el contacto afectuoso; dar se relaciona con tomar, etc.

V) Amor significa tener reclamos con respecto a la madre, mostrarse compulsivamente ávido, obligar a la
madre a compensarlo por las de privaciones (inevitables) de las que es responsable.
VI) Amor significa cuidar de la madre (o de un objeto sustitutivo) tal como la madre cuidó del niño, lo cual
presagia ya una actitud responsable adulta.

Capítulo 2- La relación inicial de una madre con su bebé (1960).

En el estudio de la relación que existe entre una madre y su bebé, es necesario examinar por separado aquello que
es privativo de la madre y lo que está comenzando a desarrollarse en el niño.

Se dan aquí dos clases distintas de identificación: 1- la de la madre con su hijo; 2- la del bebé con la madre.

La madre tiene la disposición para despojarse de todos sus intereses personales y concentrarlos en el bebé, aspecto
que se denomina “preocupación materna primaria”.

Hay dos clases de trastornos maternos que pueden afectar esta situación: 1) Madres cuyos intereses personales son
bastantes compulsivos como para abandonarlo, lo cual impide sumergirse en este extraordinario estado que casi
siempre parece una enfermedad. 2) Madre que tiende a estar permanentemente preocupada y el niño se convierte
en su preocupación patológica.

Es parte del proceso normal que la madre recupere su interés por si misma y que lo haga a medida que el niño
pueda tolerarlo, la madre patológicamente preocupada no solo sigue identificada con su hijo durante un tiempo
demasiado prolongado, sino que además pasa muy bruscamente de la preocupación por el bebé a su preocupación
previa.

La forma en que la madre normal supera este estado de preocupación por el bebé equivale a una suerte de destete,
el primer tipo de madre no puede destetar al niño porque este nunca lo tuvo realmente, el otro tipo de madre no
puede destetarlo o tiene a hacerlo de manera muy brusca y sin tener en cuenta la necesidad que se va desarrollando
gradualmente en el niño.

La identificación del niño con la madre: Esta se produce en los niños recién nacidos, de pocas semanas o meses
(menor a 6).

Partiendo de que el niño en cuestión tiene una madre suficientemente buena, el yo del niño es muy fuerte, porque
esta apuntalado en todos los aspectos, este yo desde muy temprano puede organizar defensas y desarrollar
patrones que son personales, serán aquellos que con mayor rapidez se afirma como persona, personas diferentes de
todas las demás.

Cuando el apoyo yoico de la madre no existe, es débil o tiene altibajos, el niño no puede desarrollarse de forma
personal, estos niños tienden a parecerse en cuanto a los patrones de conducta (inquietos, suspicaces, apáticos,
inhibidos, sometidos).

En esta etapa el bebé no se ha separado del no yo, no conoce a la madre y a los objetos externos, no existe un self,
porque el self infantil aún no se ha formado, de modo que no puede decirse que esta fusionado.

La función materna: La función de una madre suficientemente buena se puede agrupar en tres categorías.

I) Sostenimiento (Holding): El sostenimiento, es decir la forma como la madre toma en brazos a su bebé, está
muy relacionada con su capacidad para identificarse con él, el hecho de sostenerlo de manera apropiada constituye
un factor básico del cuidado, cualquier falla provoca una intensa angustia por:

-La sensación de desinterés.

-La sensación de caer interminablemente.

-El sentimiento de que la realidad externa no puede usarse como re aseguración.


II) Manipulación: La manipulación contribuye a que se desarrolle en el niño una asociación psicosomática
que le permite percibir lo real como contrario a lo irreal, la manipulación deficiente afecta el tono muscular y la
coordinación, y contra la capacidad del niño ara disfrutar de la experiencia del funcionamiento corporal y de la
experiencia del ser.

III) Mostración de objetos: la mostración de objetos promueve en el bebé la capacidad de relacionarse con
los objetos, sus fallas bloquean el desarrollo de la capacidad del niño para sentirse real al relacionarse con el mundo
concreto de los objetos y de los fenómenos.

En síntesis, el desarrollo es producto de la herencia de un proceso de maduración y de acumulación de experiencias


de vida, pero no tendrá llegar a menos que se de en un medio favorable, y es posible describir el curso del
desarrollo en términos de dependencia absoluta, dependencia relativa y tendencia a la independencia.

Capítulo 3 - Crecimiento y desarrollo en la inmadurez (1950)

Cada individuo nace, se desarrolla y madura; no hay madurez adulta al margen del desarrollo previo, que es
sumamente complejo, y continúa ininterrumpidamente desde el nacimiento, o incluso antes, hasta la vejez. No
podemos permitirnos pasar nada por alto, ni siquiera los acontecimientos de la más temprana infancia.

Nos interesa ofrecer un medio que resulte adecuado a la edad del niño en cuestión que permita a cada individuo,  en
forma gradual y personal, transformarse en una persona capaz de ocupar un lugar en la comunidad sin perder su
individualidad. Volviendo al tema de los niños pequeños, ocurre que cuando los complacemos y permitimos que se
diviertan de acuerdo con su edad, lo hacemos realmente con una finalidad, a saber, posibilitar el crecimiento final de
cada niño hasta el estado adulto que colectivamente se denomina democracia.

Con todo, sabemos cuán importante es no colocar a los niños en situaciones demasiado complejas para ellos
y, asimismo, cuán inútil es «enseñar» democracia como si ello no implicara capacitar a los individuos para
crecer, para madurar, para convertirse en la materia prima de la democracia. Quisiera mencionar aquí algunos de los
equivalentes tempranos de lo que más tarde, en circunstancias favorables, puede llegar a convertirse en el material
para la democracia. No me referiré al manejo de niños mayores, a los que se le permite formar parte de clubes y
diversas instituciones adecuadas a su edad. En una etapa más temprana, sin embargo, ya encontramos el germen de
todo esto en el hecho de permitir que los niños se hagan cargo temporariamente de algunas funciones comunitarias.

No cabe esperar que los niños muy pequeños manejen sus propios grupos, pero sí que haya momentos en los que
quizás deseen jugar a ser líderes. Pero, gradualmente, los niños van adquiriendo la capacidad de identificarse con
nosotros y de aceptar así nuestras exigencias razonables sin que ello perjudique demasiado su sentido del self y de
sus derechos. Luego el niño quiere expresar algo en sus garabatos, pero no podemos descubrir qué significa a menos
que él mismo nos lo diga. El niño ve alguna cosa y todas las cosas en los trazos que hace.

Quizás la línea sobrepase el borde de la página, y eso equivalga a mojarse en la cama, o algún accidente real que fue
agradable para el niño aunque molesto para el adulto. Luego aparece quizás un círculo tosco, y el niño dice
«pato». Muy pronto, demasiado pronto, el niño coloca brazos y piernas alrededor del círculo y ojos en su interior, y
nosotros decimos Humpty-dumpty. Pero también aquí se ha ganado algo, debido a la naturaleza constructiva de lo
que el niño hace, algo que una persona que está cerca del niño y es objeto de su amor reconoce como tal, y también
porque se ha descubierto una nueva forma de comunicación que es mejor que el lenguaje.

Durante un breve período, el niño es un artista y, más importante aún, ha demostrado una creciente capacidad para
conservar la espontaneidad al tiempo que respeta la forma y todos los otros controles. Todavía no parece tener
demasiada consistencia, es algo débil y frágil, ya que depende de la persona que está en relación con el niño que
dibuja. Más tarde, este vínculo tan personal se rompe, y ello es necesario a fin de que el niño, que quizás llegará a
ser un artista o, más probablemente, un ciudadano común, pueda poseer en su interior a esta persona con respecto
a la cual se manifestó con tanta riqueza esa habilidad artística. En términos ambientales, ello significa una actitud
más y más personal y también que quien establece ese contacto personal con el niño tiene que ser cada vez más
digno de confianza.

Cuanto más pequeño es el niño, más confiable debe ser la persona desde el punto de vista de aquél. Sabemos que
en estos casos, sólo su amor por el niño permite a la persona ser bastante confiable. Si amamos a un niño y
mantenemos con él una relación ininterrumpida, va hemos ganado la mitad de la batalla. Tal como veo las cosas, el
niño necesita desde el comienzo un grado de adaptación activa a sus necesidades que sólo una persona devota
puede ofrecerle.

Evidentemente, la madre es la persona en la que esa devoción surge naturalmente, y aunque se puede demostrar
que los niños no conocen a sus madres hasta tener unos meses de vida,  debemos suponer que la madre conoce a su
hijo.

La educación de los padres: «Muchas lo pasan muy mal, y desplazan sus frustraciones sexuales a sus hijos
mostrándose irritables o de maneras más directas.» «Es absurdo decir que las madres actúan con naturalidad, o las
enfermeras o las maestras. » En nuestra labor clínica debemos tratar las anormalidades y manejarnos en términos
de enfermedad, pero en el trato con madres y niños corrientes, y en la enseñanza a niños grandes y
pequeños, debemos tener como criterio de orientación la normalidad o la salud. Y las madres sanas pueden
enseñarnos mucho. Ahora no es tan raro que en las maternidades se permita a los recién nacidos permanecer junto
a la madre.

Lo cierto es que médicos y enfermeras deben reconocer que sólo son expertos en un cierto sentido.  En lo que
respecta al comienzo de una relación emocional entre la madre y el bebé (de la cual la relación alimentaria sólo
constituye un aspecto), la madre corriente no sólo es la verdadera experta, sino también la única persona que puede
saber cómo se debe obrar con ese bebé en particular. Y hay un motivo para ello: su devoción, la única motivación
realmente eficaz.

Cuando intentamos aplicar estas consideraciones a algo tan complejo como la nursery school, podemos decir,
simplificando mucho las cosas, que en cualquiera de ellas, como en todas las escuelas hay dos clases de niños: los
que tienen padres que se han manejado bien y lo siguen haciendo; son criaturas sumamente gratificadoras, capaces
de manifestar v enfrentar toda clase de sentimientos; y los niños cuyos padres han fracasado, aunque no
necesariamente por su culpa.

Todas las escuelas deberían venir por triplicado: a) Para los niños de la primera clase descrita, que pueden
enriquecerse con lo que se les ofrece y contribuir y beneficiarse a través de su contribución. b) Para los niños que
necesitan recibir de los maestros lo que su hogar no ha logrado darles, esto es, psicoterapia más que enseñanza. c)
Para los niños que están entre estas dos categorías.

El niño «in vivo»: Quisiera ir al fondo de este problema y describir al bebé en términos del desarrollo del niño «in
vivo». Los diversos impulsos instintivos que despedazan, poco más o menos al niño debido a su intensidad, se
desarrollan de acuerdo con una progresión natural. Al principio, la boca y todos los mecanismos de
ingestión, incluyendo la prensión manual, constituyen la base para la fantasía que aparece en el momento más alto
de la excitación. Más tarde, los fenómenos de la excreción y también lo que sucede en el interior del cuerpo
proporcionan el material para la fantasía excitada.

Con el correr del tiempo, aparece un tipo genital de excitación, que llega a dominar la vida del niño entre los dos y
los cinco años de edad. La progresión natural de estas diversas clases de ideas excitadas y organizaciones de la
excitación no suele ser clara y simple, porque en todas las etapas surgen conflictos, hecho que ni el mejor de los
manejos puede modificar. Un buen manejo consiste más bien en proporcionar condiciones estables en las que el
niño pueda elaborar lo que es específico en su caso. Naturalmente, las ideas correspondientes a los momentos de
excitación constituyen la base del juego y los sueños.
En el juego, la excitación es de un tipo especial, y aquél se ve perjudicada cuando las necesidades instintivas directas
pasan al primer plano. De hecho, todos los adultos saben con qué facilidad la inoportuna aparición de la excitación
corporal puede arruinar los placeres de la vida, y parte de la técnica de vivir consiste en evitar las excitaciones
corporales que no pueden alcanzar una culminación inmediata. No obstante, en toda infancia hay síntomas múltiples
que reflejan con toda claridad lo que se conoce como «estar emperifollado y no tener dónde ir».  Es decir, estar
excitado pero carecer de la capacidad para alcanzar una culminación.

Numerosas personas saben mucho acerca de todo esto, pero quizás ignoren algunos de los resultados más indirectos
de la experiencia instintiva. En los casos de desarrollo sano, sin embargo, el niño no tarda en darse cuenta de que
aquello que ataca tan cruelmente en la fantasía es lo mismo que ama y necesita. La etapa despiadada cede el paso a
la etapa de la preocupación. Ahora el niño debe manejar dos grupos de fenómenos después de una experiencia
excitada satisfactoria.

El niño debe estar en condiciones de soportar el sentimiento de culpa. Con el correr del tiempo, encuentra una
salida, porque descubre maneras de reparar, de remediar, de dar a cambio de lo que recibe, de devolver lo que ha
robado en la fantasía. Así, podemos ver que hay una necesidad específica que el medio debe satisfacer para que el
niño pueda crecer. El niño debe estar en condiciones de tolerar el sentimiento de culpa y de modificarlo mediante la
reparación.

Para que ello ocurra, la madre debe estar allí, viva y alerta, durante el período de culpa. Cuando todo anda bien, lo
que se experimenta no es un sentimiento de culpa, sino de responsabilidad. El sentimiento de culpa se mantiene
latente y aparece cuando la reparación fracasa. Es mucho lo que podría decirse sobre la culpa y la reparación, y
sobre las ansiedades del niño con respecto a las riquezas que se están acumulando en su interior.

Pero ahora quiero poner fin a estas consideraciones sobre los estados excitados y sus consecuencias,  y pasar a otro
tema. Permítaseme decir, de paso, que las dificultades en este campo, junto con la represión de los conflictos
penosos, traen apareadas las diversas manifestaciones neuróticas y los trastornos en los estados anímicos.  Con
todo, si examinamos el material que nos ofrecen los estados no excitados, estaremos más cerca de un estudio de la
psicosis. Los trastornos que describo bajo el encabezamiento de estados no excitados son psicóticos más que
neuróticos en cuanto a su cualidad, esto es, son la materia prima de la insania.

Sin embargo, no me refiero aquí a los trastornos, sino que intento describir brevemente las tareas que debe cumplir
el niño a fin de lograr un desarrollo sano y corriente.

El desarrollo al margen de las excitaciones: Estudiamos, por ejemplo, el desarrollo en el niño de un sentimiento de


unidad de la personalidad, una capacidad para sentirse integrado, por lo menos en algunas
ocasiones. Gradualmente, el niño comienza a sentir también que es un morador de eso que nosotros consideramos
sin ninguna dificultad como su propio cuerpo. Debemos considerar también el desarrollo de una capacidad para
relacionarse con la realidad externa. Esta tarea, que todo niño debe realizar, es compleja y difícil, y requiere la
atención que una madre devota está capacitada para dar.

Si al niño se le ha presentado la realidad externa en dosis pequeñas, que corresponden exactamente a su grado de


comprensión, aquél puede llegar a tener un enfoque científico con respecto a los fenómenos, e incluso quizás a
aplicar un método científico al estudio de los asuntos humanos. En tales casos, parte de ello se debe a la madre
devota que echó los cimientos, y luego al cariño de ambos progenitores, y también a una sucesión de
maestros, cualquiera de los cuales hubiera podido entorpecer las cosas y hacer muy difícil que el niño terminara por
lograr una actitud científica.

La ciencia y la naturaleza humana: la principal dificultad radica en que la ciencia termine por ahogar lo que hay de
verdadero, bueno y natural en la naturaleza humana, siendo la única salida consiste extender la indagación científica
a todo el campo de la naturaleza humana. Queremos que cada individuo pueda encontrar y establecer su propia
identidad en forma tan sólida que, eventualmente, en el curso del tiempo y según su propia modalidad, adquiera la
capacidad de convertirse en un miembro de la sociedad, un miembro activo y creador, sin perder la espontaneidad
personal y ese sentido de la libertad que, en la salud, surge desde adentro.

Acotación clínica: Este bebé ya ha hecho todo lo que es común a esa edad, esto es, se ha succionado el puño, el
pulgar, se ha rascado la piel del vientre, ha jugado con el ombligo o con el pene, y ha tironeado del extremo de la
frazada que lo cubre. Tiene unos ocho meses y aún no se ha iniciado en la habitual serie de ositos y muñecas. Pero
ha encontrado un objeto blando y lo ha adoptado; eventualmente le pondrá un nombre. Este objeto seguirá siendo
necesario durante algunos años en la vida del niño, y terminará por quedar arrumbado en algún rincón. Este objeto
está a mitad de camino de todas las cosas. Nosotros sabemos que lo trajo una tía pero, desde el punto de vista del
niño, constituye una solución perfecta. No forma parte del self ni del mundo, a pesar de lo cual pertenece a ambos.
Fue concebido por el niño y, no obstante, él no podría haberlo creado: simplemente vino. Su llegada le mostró qué
debía concebir. Es, a un mismo tiempo, subjetivo y objetivo. Está en el límite entre lo externo y lo interno. Es sueño y
realidad.

Dejamos al bebé con ese objeto. En su relación con él, se siente en paz, en el crepúsculo celestial entre una realidad
personal o psíquica y otra que es real y compartida.

Capítulo 4- Sobre la seguridad (1960).

Cuando se habla de las necesidades básicas de los niños, escuchamos las palabras «lo que necesitan es
seguridad». Así, es posible que los padres proporcionen excesiva seguridad y, por otro lado, sabemos que los niños
realmente necesitan sentirse seguros. Pero si se nos dice simplemente que los niños necesitan seguridad, sentimos
que algo falta en esa afirmación. Los niños encuentran en la seguridad una especie de desafío, un desafío que los
lleva a demostrar que pueden escapar.

Llevada a su extremo la afirmación de que la seguridad es algo bueno implicaría que una prisión es un buen lugar
donde crecer, lo cual es absurdo. Para esclarecer estas ideas, pienso que debemos considerar al niño, al adolescente
y al adulto, y seguir la evolución, no sólo de las personas individuales, sino también de lo que ellas necesitan del
medio a medida que crecen. Confiamos en que cada uno de ellos adquirirá gradualmente una sensación de
seguridad, y en que en su interior se establezca una creencia en algo, algo que no sólo es bueno, sino también
confiable y durable, o que puede recuperarse aún después de que ha sido dañado o se ha extinguido.  El medio es el
que permite que cada niño crezca, pues, si no es confiable, el crecimiento personal no puede tener lugar, o bien
resulta distorsionado.

Por el hecho de estar presentes, confiables y congruentes, proporcionamos una estabilidad que no es rígida, sino


viva y humana, y eso hace que el niño se sienta seguro, y pueda crecer. Cuando ofrecemos seguridad hacemos dos
cosas a la vez. Por un lado, y gracias a nuestra ayuda, el niño está a salvo de lo inesperado, de innumerables
intrusiones desagradables y de un mundo que no conoce ni comprende, y, por otro, lo protegemos de sus propios
impulsos y de los efectos de esos impulsos. En esta temprana etapa las cosas no son muy difíciles porque, en la
mayoría de los casos, el niño cuenta con una madre que, durante un tiempo, se ocupa casi exclusivamente de las
necesidades de su hijo.

Durante este período el niño está protegido. Cuando una madre tiene éxito en esta etapa, el resultado puede ser un
niño cuyas dificultades corresponden realmente a la vida y a los conflictos inherentes a los sentimientos vivos,  y no a
los choques con el mundo. Así, en la mayoría de las circunstancias satisfactorias, en la seguridad del cuidado que se
le proporciona al niño, éste comienza a llevar una vida personal e individual. El niño que ha conocido la seguridad en
esa temprana infancia comienza a abrigar la expectativa de que no «le fallarán».

Lo que nos interesa aquí es qué ocurre cuando se establece en el niño un sentimiento de seguridad.  Pienso que se
inicia entonces una prolongada lucha contra la seguridad, esto es, la que proporciona el medio. Después del período
inicial de protección, la madre permite gradualmente que el mundo haga su aparición, y el niño pequeño aprovecha
ahora cada nueva oportunidad para la libre expresión y la acción impulsiva.  Esta guerra contra la seguridad y los
controles continúa durante toda la infancia, a pesar de lo cual los controles siguen siendo necesarios.

Con el correr del tiempo, y si son sanos, los niños se vuelven capaces de conservar un sentimiento de seguridad
frente al peligro manifiesto, como sucede cuando un progenitor se enferma o muere, cuando alguien se comporta
mal o, cuando un hogar se desintegra por un motivo o por otro.

La necesidad de poner a prueba las medidas de seguridad: Los niños necesitan comprobar constantemente si
pueden seguir confiando en sus padres, y estas pruebas continúan a veces hasta que los niños ya están en
condiciones de ofrecer protección a sus propios hijos, y aun después. Los adolescentes, en particular, ponen a
prueba todas las medidas de seguridad y todas las reglas y reglamentos. Abrigan un sentimiento de seguridad que se
ve continuamente reforzado por las pruebas a que someten a sus padres y a sus familias, a sus maestros y amigos, y
a todas las personas que conocen. Siempre es la relación viva entre las personas lo que permite el verdadero
crecimiento, el cual gradualmente, con el correr del tiempo, hace que el niño o el adolescente adquiera un sentido
adulto de la responsabilidad, sobre todo en lo concerniente a proporcionar seguridad a los niños de la nueva
generación.

Más que cualquier otro individuo, el artista nos recuerda que la lucha entre nuestros impulsos y el sentimiento de
seguridad, ambos vitales para nosotros, es una lucha eterna que tiene lugar en el interior de cada uno de nosotros
mientras alienta la vida. Así, pues, los niños sanos desarrollan suficiente confianza en sí mismos y en las otras
personas como para odiar los controles externos de todo tipo, pues ahora éstos se han transformado en autocontrol.

Capítulo 5 – El niño de 5 años (1962).

La flexibilidad implicaría que podemos esperar obediencia por parte del niño sin poner en peligro el crecimiento de
su personalidad y la formación de su carácter. Los padres ven crecer a sus hijos, y se sienten sorprendidos. Pocas
semanas antes tenían un bebé, que de pronto empezó a gatear, y hoy tiene cinco años y mañana irá a la escuela. En
otros términos, en tanto los padres veían las cosas desde el punto de vista del niño, el tiempo permaneció
prácticamente inmóvil, o bien comenzó así y empezó a transcurrir en forma gradual.

Esto ejerce un curioso efecto sobre la relación entre lo que los padres y el niño recuerdan.  La madre y el padre, la
familia, la casa y el patio, las imágenes, los olores y los ruidos familiares, constituían ese vallado, que también
corresponde a la etapa de inmadurez del niño, su confianza en la confiabilidad de los padres, y la naturaleza
subjetiva del mundo infantil. Dicho aliado representaba una prolongación natural de los brazos maternos que lo
rodeaban cuando era un bebé. La madre se adaptó profundamente a las necesidades del niño y luego gradualmente
se «des-adaptó», a medida que el bebé podía comenzar a disfrutar de las experiencias nuevas e inesperadas.

Y así, puesto que los niños no son en realidad muy parecidos entre sí, la madre comprueba que ha construido un
vallado para cada uno de los hijos. Y de allí precisamente emerge el niño ahora, listo para una clase distinta de
grupo, un nuevo tipo de recinto, por lo menos durante unas pocas horas por día. En otras palabras, el niño irá a la
escuela. Desde luego, para esa época los padres ya han puesto en marcha el proceso por el hecho de recurrir a un
jardín de infantes.

La escuela primaria a los 5 años: En otras palabras, el niño deberá adaptarse, tendrá que adecuarse a lo que se
espera de todos los alumnos. Habrán conversado sobre la escuela y, además, el niño ya ha jugado a ir a la escuela y
espera con impaciencia el momento de ampliar los fragmentos de instrucción que la madre, el padre y otras
personas ya le han proporcionado. Pero siempre surgen dificultades en esta etapa, ya que los cambios ambientales
deben adecuarse a los que el crecimiento provoca en el niño. Un niño que cumple años en noviembre puede estar
"tascando el freno" a la espera de que se lo admita, mientras que otro, nacido en agosto, ingresa a la escuela uno o
dos meses antes, de que esté listo para hacerlo.
De paso, alguno de los más audaces retroceden de pronto después de meter un pie en el agua y vuelven al interior
de la madre y se niegan a salir del vallado familiar durante días o semanas. Lo esencial es comprender que salir del
vallado es, a la vez, excitante y atemorizante, que, cuando el niño está afuera, le resulta espantoso no poder
regresar, y también que la vida es una larga serie de vallados que dejar atrás y de riesgos nuevos y excitantes que
enfrentar. Pero podría ocurrir que una madre, incluso la mejor de las madres, determine en cierto sentido las
dificultades de su hijo para dar ese nuevo paso. El niño percibe claramente todo esto.

Siente pena por su madre, porque sabe que ella no puede soportar la idea de perderlo, y que, por su misma
naturaleza, no está en ella alejarlo. Al niño todo le resulta más fácil si la madre puede experimentar alegría al verlo
partir y al verlo regresar. La vivacidad del niño en el medio hogareño constituía un tónico permanente. El bullicio del
niño, incluso su llanto, algo así como un signo de vida, algo tranquilizador.

Llega el momento en que el niño debe ir a la escuela, y entonces la madre comienza a temer el vacío en su hogar y
en sí misma, la amenaza de un sentimiento interno de fracaso personal que puede llevarla a buscar una
preocupación sustitutiva. Si la encuentra, no habrá lugar para el niño cuando éste regrese de la escuela, o bien
tendrá que luchar para recuperar el lugar central que ocupa en la vida de la madre.  Esta lucha puede hacerse más
importante para él que la escuela, y el resultado habitual es el abandono de la escuela, pero ansía volver a ella y su
madre anhela que su hijo sea como los otros niños. O quizás sea el padre el que complica las cosas de alguna manera
similar, y entonces el niño quiere ir a la escuela pero no puede hacerlo.

Conocí a un niño que, en esta etapa, desarrolló una pasión por atar objetos con un piolín. Quería mucho a su
madre, pero nunca estaba seguro de recuperar un lugar central en su vida, porque ella se deprimía con facilidad
cuando él la abandonaba, y no tardaba en reemplazarlo con alguna otra cosa que le provocaba inquietud o
zozobra. Quizás se alegren de que su hijo sea sensible a sus sentimientos y a los de otras personas,  pero lamentan
que su ansiedad inexpresada, e incluso inconsciente, haga que el niño sienta pena por ellas y no pueda salir del
vallado. Puede haber llegado a reconocer un cierto patrón en la renuencia del niño a dar nuevos pasos o a explorar
lo desconocido.

En cada una de estas etapas, existía la amenaza de perder la dependencia del niño con respecto a ella. La madre
participaba en el proceso por el cual su hijo lograría independencia y una actitud personal ante la vida y,  aunque veía
las ventajas que ello podía significar, no pudo manejar la situación en forma adecuada. Existe una muy estrecha
relación entre este estado vagamente depresivo, esta preocupación con ansiedades indefinidas, y la capacidad de
una mujer para dedicar toda su atención a un niño. "En mi terminología, es el cambio que tiene lugar en el pequeño
que vive en un mundo subjetivo y se convierte en un niño mayor que vive en un mundo de realidad compartida. "

Si es objeto de cuidados suficientemente buenos, el bebé tiene al comienzo un control mágico del medio, y recrea
nuevamente el mundo, incluso a su madre y al picaporte. A los cinco años, el niño se ha vuelto en gran medida capaz
de percibir a la madre tal como es, de reconocer un mundo de picaportes y otros objetos que existían antes de él,  y
de aceptar el hecho de la independencia precisamente en el momento en que se vuelve verdaderamente
independiente.

Otras complicaciones: Hay muchas otras formas en que la vida puede afectar a los niños de esa edad. Este
objeto, que en algún momento fue una frazadita, un trozo de tela, una chalina de la madre o una muñeca de
trapo, se volvió importante para él antes o después del primer cumpleaños y,  sobre todo, en los momentos de
transición, como cuando el niño se despierta. Pero es una suerte que el niño utilice este objeto y no a la madre
misma, el lóbulo de su oreja o su cabello. Un niño puede no utilizar este objeto durante el día, mientras que otro lo
lleva consigo a todas partes.

Con todo, quizás surjan dificultades cuando el niño comienza a ir a la escuela, y es necesario que la maestra proceda
lentamente y no excluya dicho objeto de la clase desde el comienzo. Diría que el niño lleva consigo a la escuela parte
de la relación con la madre que data de la etapa de dependencia infantil y de la muy temprana infancia,  de la época
en que apenas comenzaba a reconocer a la madre y al mundo como algo distinto del self. Aprendemos a esperar que
los niños manifiesten ansiedad con respecto a todo lo que les impide seguir formando parte integral de la madre y
del hogar, a lo que los obliga a pertenecer al enorme y ancho mundo. Y la ansiedad puede manifestarse como una
reaparición de los patrones infantiles que, por fortuna, siguen estando allí para tranquilizar al niño.

Dichos patrones se convierten en una suerte de auto psicoterapia que conserva su eficacia porque la madre está viva
y al alcance del niño, y porque representa permanentemente un vínculo entre el presente y las experiencias
infantiles de las que esos patrones constituyen reliquias.

Poscripto: Los niños suelen sentirse desleales si disfrutan de la escuela y de la posibilidad de olvidarse de la madre
durante unas pocas horas. Por lo tanto, experimentan una vaga ansiedad cuando vuelven al hogar, o bien postergan
el regreso sin saber por qué. La madre que tiene algún motivo para estar enojada con su hijo, no debe elegir ese
momento para expresarlo. Quizás ella también experimente fastidio porque el niño la olvidó, y debe vigilar sus
propias reacciones frente a los nuevos acontecimientos. Convendría que no se enojara porque el niño derramó tinta
sobre el mantel hasta que ambos hayan restablecido el contacto. Estas situaciones no ofrecen mayores dificultades
sí sabemos qué es lo que ocurre. Crecer no es nada fácil para el niño, y para la madre suele constituir un proceso
sumamente doloroso.

Capítulo 6 – Factores de integración y desorganización en la vida familiar (1957)

Sería una perogrullada decir que la familia constituye una parte esencial de nuestra civilización.  La familia siempre
sigue siendo importante y explica buena parte de nuestros traslados y viajes. Sin embargo, y a pesar de tratarse de
un tema que todos conocemos bien, la familia merece que la examinemos concienzudamente. La familia tiene su
propio crecimiento, y el niño pequeño experimenta los cambios inherentes a la expansión gradual de la familia y las
dificultades que ello acarrea.

La familia protege al niño del mundo pero, gradualmente, el mundo comienza a infiltrarse. Sé bien que nuestros
familiares constituyen muchas veces una molestia, y que tenemos una gran tendencia a quejarnos por la carga que
significan. Basta contemplar las penurias de los hombres y las mujeres que carecen de familiares, por ejemplo, el
caso de algunos refugiados y de niños ilegítimos, para comprender que el hecho de no tener familiares que nos den
la posibilidad de convertirlos en blanco de nuestras quejas, de amarlos, de ser amados por ellos, de odiarlos y
temerlos, constituye una tremenda desventaja y nos lleva a desconfiar incluso de nuestros vecinos más cordiales.

Tendencias positivas en los padres: Después de la ceremonia de bodas, llega un momento en que resulta muy
conveniente que el número de miembros de la familia aumente con la llegada de los hijos. Todos conocemos casos
en que, en cierto sentido, el primer hijo destrozó la relación entre el padre y la madre y sufrió a causa de
ello. También conocemos muchos matrimonios sin hijos. Consideremos los casos en que hay niños, que son una
consecuencia natural de la relación entre el padre y la madre y, supongamos que se trata de chicos sanos.

La existencia de una familia y el mantenimiento de una atmósfera familiar son el producto de la relación entre los
padres dentro del marco social en que viven. Qué es lo que aportan los padres a la familia que están construyendo
es algo que estará condicionado, en gran medida, por su relación general con el círculo más amplio que los rodea, su
marco social inmediato. Es factible pensar en círculos cada vez más amplios, en los que las condiciones interiores de
cada grupo social estarán determinadas por su relación con otro grupo social externo. Más de una familia constituye
una empresa en marcha, a pesar de lo cual no soportaría verse desarraigada y trasplantada.

Pero no es posible considerar a los padres únicamente en términos de su relación con la sociedad. Existen fuerzas
poderosas que crean y ligan a las familias en términos de la relación entre los padres mismos.  Dichas fuerzas se han
estudiado en forma muy cuidadosa, y corresponden a la muy compleja fantasía del sexo. El sexo no es meramente
una cuestión de satisfacción física.

Sin embargo, aunque el impulso sexual tiene una importancia vital, la satisfacción completa no constituye en sí
misma una meta cuando se considera el tema de la familia. Algunas personas tienen escasa capacidad para disfrutar
del sexo. Con todo, es evidentemente una experiencia muy rica y afortunada para todos los miembros de la familia el
que los padres puedan disfrutar sin problemas de la actividad que es propia de la madurez emocional del
individuo. Detengámonos por un momento para considerar lo que denominó «la fantasía del sexo».

No es difícil aceptar que este sentimiento de preocupación y culpa contribuye en gran medida a la necesidad que
experimenta cada progenitor, y los dos como pareja, de formar una familia. El incremento de la familia es el factor
que más contribuye a neutralizar las horripilantes imágenes de daños causados, cuerpos destruidos y monstruos
engendrados. Las ansiedades muy concretas que experimenta el padre cuando llega el momento del parto reflejan
con la misma claridad las ansiedades inherentes a la fantasía del sexo y no tan sólo las realidades físicas.  Sin
duda, gran parte de la alegría que la llegada del bebé introduce en la vida de los padres radica en el hecho de que
sea una criatura humana y esté intacta y, además, en que contiene algo que promueve la vida -esto es, vivir, tomado
como algo independiente del conservar la vida-, ya que el bebé tiene una tendencia innata a respirar, moverse y
crecer.

Durante un tiempo, el niño como una realidad concreta se encarga de neutralizar todas las fantasías del bien y el
mal, y la vitalidad innata de cada niño proporciona a los padres un enorme alivio a medida que éstos gradualmente
acaban por convencerse acerca de esa realidad, esto es, alivio con respecto a las ideas que se originan en su
sentimiento de culpa o de desvalorización. No es posible comprender la actitud de los padres para con los hijos si no
se tiene en cuenta qué significa cada uno de los hijos en términos de la fantasía consciente e inconsciente de los
progenitores con respecto al acto que dio lugar a la concepción. Los padres tienen sentimientos y actitudes muy
distintas con respecto a cada uno de sus hijos, lo cual obedece, en gran medida, a la relación que existía entre los
padres en el momento de la concepción, durante el embarazo de la madre, en el momento del parto y
posteriormente. En todos los casos, la relación entre los padres sufre una alteración, que a menudo consiste en un
gran enriquecimiento y en un mayor sentido de la responsabilidad mutua.

A veces oímos decir que es extraño que los hijos sean tan distintos entre sí, ya que tienen los mismos padres y se los
cría en una misma casa y un mismo hogar. Esto significa pasar por alto la elaboración imaginativa de la importante
función del sexo, y la forma en que cada niño encaja específicamente, o le resulta imposible hacerlo, dentro de
cierto marco imaginativo y emocional, un marco que jamás volverá a darse aun cuando el resto del medio físico
permanezca inmutable. Hay muchas otras variaciones sobre este tema, algunas de las cuales son complejas mientras
otras resultan evidentes, por ejemplo, el hecho de que el bebé sea varón o niña puede afectar profundamente la
relación entre los padres. Debe recordarse que la familia está compuesta por niños individuales, cada uno de los
cuales es no sólo genéticamente distinto de los otros sino también muy sensible, en lo relativo a su crecimiento
emocional, al hecho de responder o no a la fantasía de los padres, que enriquece y elabora recíprocamente la
relación física que ellos tienen invariablemente, lo más importante en todo esto es la tremenda tranquilidad que el
bebé humano.

Pero habrían preferido tener sus propios hijos. Lo que he dicho hasta ahora, entonces, es que ambos progenitores
necesitan hijos reales en el desarrollo de su relación recíproca, y los impulsos positivos que ello engendra son muy
poderosos.

Factores de desorganización en los padres: Al considerar las dificultades de los padres, siempre conviene recordar
que no necesariamente son del todo maduros por el mero hecho de haberse casado y haber formado una familia.  Es
fácil declarar que sí las personas son lo bastante maduras como para casarse y tener hijos, deberían conformarse con
lo que tienen y dejar de lamentarse de una buena vez si no se sienten satisfechos consigo mismos. En lo que se
refiere a fundar una familia, es mejor que la pareja sea joven cuando se casa. Otras veces, en cambio, transcurre un
período de enorme tensión hasta que los padres, o uno de ellos, puedan reiniciar una nueva fase del crecimiento.

La sociedad no ve con buenos ojos que los adolescentes gocen de libertad para realizar experiencias sexuales,  y
nunca faltan quienes aspiran que los hijos «se porten bien». Aplicado a la adolescencia, «portarse bien» equivale a
«ser precavidos antes de entablar relaciones» y «ser precavidos» significa evitar embarazos e hijos ilegítimos. En el
caso de los hombres y las mujeres inmaduros que se casan, muchos de ellos encuentran gran alivio y placer en el
hecho de formar una familia, pero no debe sorprendernos si, finalmente, el crecimiento de sus propios hijos los
impulsa a proseguir con el propio, que quedó interrumpido durante su adolescencia. Diría que gran parte de lo que
complica la vida familiar tiene que ver con lo que los padres hacen cuando agota su capacidad de sacrificarlo todo
por sus hijos.

Pero también ella puede llegar a experimentar más tarde una tremenda necesidad de vivir un amor romántico o
apasionado, cosa que evitó antes porque quería que su marido fuera también el mejor padre para sus hijos.  Sé muy
bien que, en la gran mayoría de los casos, existe suficiente madurez en, los padres como para que éstos puedan
sacrificarse, tal como sus progenitores lo hicieron, a fin de establecer y mantener su familia, de modo que los hijos
no sólo cuenten con una familia al nacer, sino que también puedan crecer y llegar a la adolescencia en el seno
familiar y mantenerse en relación con la familia hasta lograr una vida independiente y quizás matrimonial.  En
algunas ocasiones los padres pueden guiar a sus hijos hacia una independencia adulta satisfactoria a pesar de que
ellos mismos se han visto en la necesidad de romper el vínculo matrimonial o quizás de volver a casarse con otra
persona. Desde luego, en cierto número de casos los matrimonies jóvenes evitan deliberadamente tener hijos
porque saben que si bien han logrado algo valioso al casarse, se trata de una situación inestable y porque también
saben que quizás tengan que hacer nuevos experimentos antes de estar en condiciones de establecer una
familia, cosa que se proponen hacer eventualmente.

Este deseo de formar una familia responde, en parte, a un anhelo natural y también a que esperan ser como otros
progenitores y de esa manera llegar a socializarse e integrarse en la comunidad.  Pero una familia no constituye el
resultado natural de un amor romántico. En los casos más desafortunados, existe una situación caótica debida a
dificultades muy serias entre los padres, que les impide cooperar incluso en el cuidado de los hijos, a quienes aman.

Tendencias positivas en los hijos: Al considerar el otro aspecto del problema, es decir, los factores de integración y
desorganización de la vida familiar que provienen de los hijos, debe recordarse que cada progenitor ha sido, y, en
cierta medida, sigue siendo, un hijo. Es importante señalar que la integración de la familia deriva de la tendencia a la
integración de cada uno de los hijos. La integración del individuo no es algo que pueda darse por sentado, sino una
cuestión de crecimiento emocional. En condiciones favorables corrientes que tienen que ver con la estrecha
identificación de la mladre con el hijo y, más tarde, con el interés mancomunado de ambos progenitores, el niño se
vuelve capaz de demostrar una tendencia innata a la integración, lo cual forma parte del proceso del crecimiento.

Si las condiciones son favorables en las más tempranas etapas de gran dependencia,  y se produce una integración de
la personalidad, esa integración del individuo, que constituye un proceso activo que involucra tremendas
energías, afecta al medio. El niño que se desarrolla bien, y cuya personalidad ha alcanzado la integración desde
adentro mediante fuerzas innatas inherentes al crecimiento individual, ejerce un efecto integrador sobre el medio
inmediato. La sociedad depende de la integración de los núcleos familiares, pero creo que es importante recordar
que esos núcleos dependen, a su vez, de la integración que tiene lugar en el crecimiento de cada uno de sus
miembros. En otras palabras, en una sociedad sana en la que puede florecer la democracia, es necesario que cierta
proporción de los individuos hayan alcanzado una integración satisfactoria en el desarrollo de su propia
personalidad.

La idea de democracia y de una forma democrática de vida surge de la salud y del crecimiento natural del
individuo, y no puede mantenerse excepto por la integración de la personalidad individual,  multiplicada varias
veces, desde luego, de acuerdo con el número de individuos sanos, o relativamente sanos, que existan en la
comunidad.

Factores de desorganización en los hijos: Pasemos a considerar ahora la desintegración de la familia provocada por
la falta de desarrollo o por la enfermedad de uno de los hijos. En algunas enfermedades psiquiátricas infantiles
existen tendencias de naturaleza secundaria que se desarrollan y se manifiestan como una necesidad activa del niño
de destruir todo lo que es bueno, estable, confiable o de alguna manera, valiosos.
La familia, sea que se trate de la familia natural del niño, o bien de la comunidad o de padres adoptivos, es
constantemente sometida a una prueba, y una vez que se ha comprobado su confiabilidad, se convierte en el blanco
de los impulsos destructivos infantiles. Inconscientemente, busca algo bueno que ha perdido en una etapa previa y
con el que está enojado precisamente porque lo perdió.

Ramificaciones de ambos factores: Hay muchas familias que se conservan intactas si los hijos se desarrollan
bien, pero que no pueden soportar la presencia de un niño enfermo en la familia. Al evaluar a un niño con respecto a
la conveniencia de una psicoterapia, consideramos no sólo el diagnóstico de la enfermedad y la posibilidad de
recurrir a los servicios de un psicoterapeuta, sino también la capacidad de la familia para tolerar al niño enfermo, y
para soportar la enfermedad del niño durante el período de tiempo que transcurrirá antes de que el tratamiento
empiece a surtir efecto. Dado que lo único que el niño puede aportar a ese grupo es una tendencia integradora
relativamente escasa, el grupo debe soportar al niño y a la enfermedad. En muchos casos, progenitores que son
capaces de criar hijos sanos y de proporcionarles un buen marco familiar descubren que, por razones de las que es
imposible acusarlos, tienen un hijo enfermo, que tal vez sea un niño ansioso, o que padece un trastorno
psicosomático o episodios depresivos, o cuya personalidad está muy desintegrada, o quizás con una actitud
antisocial, etc. Lo que se impone entonces, es pedir a los padres que cuiden al niño difícil mientras nosotros
tratamos de ayudarlo, o bien, en el otro extremo, pedirles que renuncien a la tarea, esto es, hacerles saber que
aunque pueden construir un hogar y mantenerlo para hijos normales, sin embargo la familia que han creado no está
en condiciones de tolerar a este hijo en particular, que está enfermo.

Este tipo de casos plantea problemas de manejo sumamente difíciles, y si mencionamos aquí estas cuestiones es
sólo para destacar el tema central, esto es, que hay algo en el desarrollo sano de todo niño que constituye la base
para la integración del grupo familiar. Desde luego, el niño no puede crear esta familia por arte de magia, esto es, sin
los padres y el deseo de estos últimos que surge de su propia interrelación. Sin embargo, cada niño crea a la
familia. Es cierto que son los padres quienes determinan la existencia de la familia, pero necesitan algo de cada
hijo, eso que llamo la creación del niño individual.

Desde luego, pueden adoptar un niño, o encontrar medios indirectos de tener el equivalente de una familia.

Capítulo 7- Los efectos de la enfermedad depresiva en ambos progenitores o en uno de ellos (1958).

Me propongo continuar con este tema general en los tres capítulos siguientes, refiriéndome a la desintegración de la
familia que puede ser el resultado de una enfermedad psiquiátrica. Aquí examinaré las consecuencias que la
enfermedad depresiva tiene para la familia en ambos progenitores o en uno de ellos.  En primer lugar, me referiré
brevemente a las características de ciertas formas de enfermedad psiquiátrica.

Clasificación de los trastornos psiquiátricos: La enfermedad psiquiátrica puede dividirse artificialmente en dos clases:
psiconeurosis y psicosis. Esta última tiene que ver con la locura o con un elemento de insania oculto en la
personalidad. La psiconeurosis utiliza el mismo patrón que las defensas organizadas en la personalidad intacta,
evitando o manejando la ansiedad originada en la fantasía o en las relaciones interpersonales. El trastorno
psiconeurótico del padre o la madre significa una complicación para el niño, pero la psicosis configura una amenaza
más sutil para el desarrollo sano.

Por psicosis entiendo una línea más profunda de defensa, los cambios que tienen lugar en la personalidad del
individuo frente a tensiones que superan su capacidad para manejarlas mediante los mecanismos defensivos
habituales, quizás porque dicha tensión y el patrón correspondiente a ella surgieron antes de tiempo.  El extremo de
la psicosis es el individuo que debe ser internado en un hospital psiquiátrico. La depresión, el tema que trataré
aquí, es un trastorno afectivo o anímico, pero existen dos estados especiales que quisiera describir ahora. Uno de
ellos corresponde a la personalidad psicopática, y aquí nos interesan sobre todo el padre, mientras que la depresión
afecta en particular a las madres.

El psicópata es un adulto que no ha dejado atrás la delincuencia de la infancia, la cual, en la historia del
individuo, representó originalmente una tendencia antisocial en un niño depravado. Por lo tanto, la tendencia
antisocial constituyó una compulsión a obligar a la realidad externa a aumentar el trauma original que, desde
luego, fue rápidamente olvidado, lo cual impidió que una simple reversión solucionara el problema. El otro estado
especial es el matiz particular que puede acompañar a la depresión o la tendencia antisocial, y que tiene que ver con
el delirio de persecución o la suspicacia. La tendencia a sentirse perseguido es una complicación de la depresión, y
en general hace que esta última resulte menos evidente como tal, porque esta especie de locura sirve como un
desvío que permite canalizar el sentimiento de culpa que caracteriza a los melancólicos y los depresivos.

El panorama es más optimista cuando la depresión no está complicada por la suspicacia y el delirio de
persecución, pues en estos casos más normales, el individuo manifiesta cierta flexibilidad y una alternación más fácil
entre el estado de ánimo depresivo y el sentimiento de que algo en el mundo externo constituye una mala influencia
o un perseguidor.

La depresión en la madre o el padre: Voy a considerar ahora el tema de la depresión, que resulta de particular
interés dada su más estrecha relación con la vida corriente pues, aunque en un extremo de la escala ubicamos a la
melancolía, en el otro está la depresión, un trastorno común a todos los seres humanos integrados. En un
extremo, por lo tanto, están los melancólicos, que se sienten responsables por todos los males del mundo, en
particular los que a todas luces nada tienen que ver con ellos, y en el otro, las personas verdaderamente
responsables del mundo, las que aceptan la realidad de su propio odio, su mezquindad, su crueldad, que coexisten
con su capacidad para amar y construir. Si consideramos la depresión en esta forma, entendemos que son las
personas realmente valiosas de este mundo las que se deprimen, incluyendo a los padres y las madres. Quizás sea
una pena que sufran de depresión, pero peor aún es la imposibilidad de dudar o experimentar desaliento.

Y la forzada alegría que indica negación de la depresión se hace tediosa al cabo de un cierto tiempo,  incluso durante
una fiesta o una celebración. No existe una clara línea divisoria entre la desesperanza de una madre y un padre con
respecto a un hijo y la duda generalizada con respecto a la vida y el sentido de la vida. Quizás este planteo vincule la
depresión común con la experiencia corriente de la vida. Sé que la depresión puede ser una enfermedad
paralizante, que requiere tratamiento, pero, por lo común es lo que todos nosotros sentimos cada tanto.

He tenido oportunidad de observar la depresión en madres y padres porque tengo mi propio consultorio externo en
un hospital de niños desde hace treinta años. Miles de madres han acudido a él y allí hemos examinado niños con
todo tipo de trastornos, físicos y psicológicos. No tardé en aprender a pensar en mi consultorio como en una sección
para el manejo de la hipocondría materna y paterna. Para las madres es importante poder llevar a sus hijos al
médico cuando se sienten algo deprimidas.

Desde luego, a veces acuden a un consultorio para adultos y expresan su preocupación por el funcionamiento de sus
órganos internos o de alguna parte de su organismo que no está completamente sana. Por lo tanto, al llamar la
atención sobre la depresión, me refiero no sólo a una seria enfermedad psiquiátrica, sino también a un fenómeno
casi universal entre personas sanas, estrechamente vinculado con su capacidad, cuando no están deprimidas, para
cumplir una buena tarea. Una madre trae a su hijo al consultorio externo porque observa que ha adelgazado durante
la semana anterior. Pero aquí me interesa la madre y su estado depresivo crónico.

En mi consultorio externo el tratamiento no consiste en manejar la depresión de la madre por medio de la


psicoterapia, sino en examinar al niño. Por lo común no encuentro enfermedad alguna. Elijo este caso porque se
trata de un niño que había comenzado a desarrollar diabetes. Un examen objetivo de su estado de salud y el
consiguiente tratamiento eran lo que la madre necesitaba.

Naturalmente, además de un tratamiento para la diabetes, se ayudó al niño a comprender la situación


hogareña. Con todo, no me sorprende comprobar que lo que hago no resuelve el problema más grave,  es decir, la
depresión crónica de la madre.

La responsabilidad limitada en el trabajo social: En muchos casos resulta factible manejar eficazmente la depresión
de una madre examinando el problema que la preocupa y tratando de resolverlo. Gracias a que logro redactar una
cuidadosa historia clínica, la madre puede darse cuenta de sus propias fluctuaciones en lo que respecta a su actitud
para con la niña y comprobar que, en general, su hija se desarrolla bien a pesar de las preocupaciones que
experimenta cada tanto con respecto a ella. En realidad, la niña presenta algunos síntomas, que incluyen una cierta
pérdida del apetito. « En mi opinión, la niña se encuentra muy sana en este momento, y estoy dispuesto a
reconsiderar mi opinión la semana que viene o cuando usted quiera volver».

Aquí la madre ha recibido la reaseguración que necesita gracias a que he examinado a la niña y he tornado en serio
todos sus comentarios. Le resulta difícil creer que la niña está bien, pero quizás mañana habrá olvidado su
ansiedad. Sería totalmente absurdo que un médico le dijera a una madre de este tipo que está haciendo un alboroto
por nada, sobre todo cuando ello es absolutamente cierto. Además, es importante recordar que cuando los padres
padecen una enfermedad psiquiátrica, si queremos ser un apoyo para la familia debemos estar dispuestos a
mantenernos «del lado del hogar contra» la autoridad, o cualquier otro factor que se haya convertido en un
anatema para la madre o el padre.

A veces nos preguntamos por qué personas como las que he descrito no logran obtener ayuda por medios
naturales, con lo cual la acumulación de caos y desesperanza se convierte en parálisis.  Pero algunas personas no
hacen amigos con facilidad. Resulta claro que nuestra tarea no apunta tan sólo a solucionar los problemas a medida
que van surgiendo día a día, pero dicho manejo es uno de los métodos que las personas emplean en su lucha contra
la depresión.

La asistencia social como terapia: Lo que se exige de una enfermera en este tipo de instituciones es la tolerancia
frente al fracaso, que forma parte integral de su trabajo. Sin duda, ella debe envidiarnos por la oportunidad que
tenemos de triunfar debido a que nuestro contacto con la depresión tiene lugar en el extremo de la escala donde
existe una tendencia a la autocuración que a menudo podemos reforzar a través de nuestra labor.  Al mismo
tiempo, debemos reconocer que también nosotros encontramos a veces casos graves y debemos tolerar el fracaso
y, sin duda, tenemos que aprender a esperar antes de estar seguro de que se ha obtenido algún resultado.  No existe
una diferencia esencial en cuanto a la psicología de los dos casos.

Por otro lado, los casos más promisorios son aquellos en que la mujer que está deprimida puede deprimirse por
algo, algo que tiene sentido. Si la depresión asume la forma de una preocupación por algo, hay esperanzas, tenemos
un camino de acceso. Nuestra tarea no consiste en tratar de ayudar a la mujer a llegar a la verdadera fuente de su
sentimiento de culpa, como podría hacerse en un tratamiento psicoanalítico de varios años, pero sí en ayudarla
durante un período de tiempo precisamente allí donde el individuo habla de fracaso, e infundirle así alguna
esperanza. Lo que quiero decir es que cuando la depresión de una madre se expresa en términos de preocupación o
confusión contamos con una manera de tratar la depresión, ya que podemos referirnos a la preocupación o la
situación caótica concreta.

Por lo común, no resolveremos la depresión en esta forma, y a menudo lo más que podemos lograr es romper un
círculo vicioso en el que el caos o la desatención de los hijos refuerzan la depresión. En defensa de nuestra propia
cordura, debemos tener siempre presente que el problema radica en la depresión y no en la preocupación concreta
que se nos plantea. A menudo vemos que la depresión desaparece y que la madre puede entonces manejar detalles
o pequeños inconvenientes que durante muchas semanas o incluso meses le resultaron insuperables,  o bien
comienza a recurrir una vez más a la ayuda de sus amigos. Y cuando la depresión desaparece, la mujer nos dice que
todo se debió a una constipación, de la que se curó tomando unas yerbas que le recomendó la esposa del
almacenero.

Ejemplos clínicos: Una joven acude a mí para solicitar tratamiento analítico. Hace poco llegó muy deprimida por algo
que tenía que ver con la calefacción de su nuevo departamento. No veía nada alentador en su futuro, tan sólo una
batalla perdida de antemano y una vida solitaria. Con todo, lo importante para nosotros es que su depresión
desapareció antes de llegar a su casa y enterarse de que ambos problemas ya no existían. Cuando lo comprobó, ya
se sentía llena de esperanzas, y aunque su situación real en el mundo no había cambiado en absoluto, no abrigaba
dudas en el sentido de que podía ganarse la vida y yo había compartido su fase de desesperanza.
Pienso que nuestra tarea se vuelve inteligible y gratificadora si tenemos presente el tremendo peso de la depresión
que debe disiparse dentro de la persona deprimida, mientras tratamos de ayudarla con su problema
inmediato, cualquiera sea éste.

Permítaseme ofrecer ahora otros dos ejemplos

Me traen a uno de sus hijos, pues piensan que su desarrollo sigue un camino falso. Lo que quiero señalar es
que, después de haber entrevistado en varias oportunidades a los dos hijos,  descubrí gradualmente que era
necesario que estuvieran a cargo de alguien que no fuera su madre, quien estaba pasando por un período muy
depresivo. Sigue un tratamiento y no cabe duda de que resolverá el problema, pero mi labor con sus hijos, que hasta
ahora ha tenido bastante éxito, ha hecho que la madre experimente una tremenda sensación de fracaso. Cualquier
duda que yo pudiera expresar sería entendida por la madre como una confirmación de su propia ansiedad en el
sentido de que es un fracaso como madre.

Desde luego, se trata de una excelente persona, y ella y su marido han logrado construir un hogar que perdurará y
podrá velar por los hijos hasta que hayan dejado atrás la adolescencia y alcanzado esa independencia que
comenzamos a llamar vida adulta. Tuve oportunidad de entrevistarme con esta madre después de haber escrito
estas líneas. Era cirujano, y creo que él mismo se sorprendió cuando me dijo un día que quería que examinara a sus
hijos porque le parecía que estaban plagados de síntomas. Lo que encontré fue una vida familiar sana, con mucha
tensión entre los padres pero suficiente estabilidad.

Los síntomas de los niños eran normales para su edad, y sabemos qué enorme cantidad de síntomas pueden
presentar los niños cuando tienen dos, tres, y cuatro años. Estuve a punto de pasar por alto lo más importante, esto
es, la depresión de un colega, que asumía la forma de dudas acerca de su capacidad como esposo y padre. Hubiera
sido desastroso que, después de ver las ansiedades y dificultades en la vida de esos niños y en la relación entre los
padres, yo hubiera intentado resolverlas. Sé que la esposa de mi colega me habría odiado si yo hubiera sugerido que
los niños necesitaban psicoterapia.

Quisiera ahora llamar la atención sobre el grado de depresión que un individuo puede soportar, sin dañar
seriamente a los demás. Se podría decir que su vida ha sido notablemente exitosa, sobre todo en lo que se refiere a
la educación de los hijos y la formación de una familia. Pudo soportar la muerte prematura del esposo, y logró no
apoyarse excesivamente en los hijos, cuando siendo ya viuda, se vio obligada a trabajar a fin de canalizar sus
energías y ganarse la vida. Desde que despierta hasta que toma el desayuno y se arregla, experimenta una muy
profunda depresión que no sólo la lleva a llorar sino también a veces a experimentar impulsos suicidas.

Ha sufrido intensamente, y, sin duda, su familia habría llevado una vida aún más feliz sí ella no hubiera tenido que
luchar contra esta enfermedad. No obstante, en este caso, como en el de tantas otras personas, la depresión se ha
mantenido dentro de ciertos límites, sin afectar mayormente a los demás. En la medida de lo posible esta mujer ha
llegado a aceptar que así es la vida para ella. Durante el resto del día, lo único que podría decirse es que se trata de
una persona muy valiosa y que su sentido de la responsabilidad es precisamente lo que los niños necesitan para
sentirse seguros.

O bien puede ocurrir que se nos acepte como amigos y se nos idealice, de modo que permanentemente oímos
hablar mal de alguna otra persona, sea una asistente social, las autoridades locales, el comité para la vivienda, la
familia de negros que vive en la planta baja, o los suegros.

Psicología de la depresión: Concluiré con una breve descripción de la psicología de la depresión. Lo más importante
es que la depresión indica que el individuo acepta la responsabilidad por los elementos agresivos y destructivos en la
naturaleza humana. La depresión constituye un signo de crecimiento y salud en el desarrollo emocional del
individuo. Cuando las etapas tempranas del desarrollo emocional no se han cumplido en forma satisfactoria, el
individuo no llega a sentirse deprimido.
Con todo, gran parte de todo esto siempre es inconsciente, y la depresión como estado de ánimo refleja
precisamente este hecho. Con todo, conviene recordar que puesto que hay un poco de salud allí donde hay
depresión, ésta tiende a curarse por sí misma, y a menudo una pequeña ayuda exterior constituye el factor
determinante de su desaparición. La base para esta ayuda es la aceptación de la depresión y no la urgencia de
curarla. Es precisamente cuando el individuo puede dejarnos donde podemos proporcionarle ayuda, que tenemos
nuestra oportunidad para ofrecérsela en forma indirecta, recordando que lo que en realidad hacemos es actuar
como enfermeros mentales en un caso de depresión.

Capítulo 8- El efecto de la psicosis en la vida familiar (1960).

Quizás convendría que intentara explicar primero qué significa para mí la palabra psicosis. Es una enfermedad de
naturaleza psicológica pero no es una psiconeurosis. En algunos casos tiene una base física. Es una enfermedad que
se da entre los seres humanos, y las personas que la padecen no son bastantes sanas como para ser psiconeuróticas.

La psicosis es algo mucho más concreta y más relacionada con los elementos de la personalidad y la existencia
humanas que la psiconeurosis, y, para citarme a mí mismo, sin duda somos muy pobres si somos totalmente
cuerdos. Psicosis puede tomarse como el término popular que designa esquizofrenia, depresión maníaca y
melancolía con complicaciones más o menos paranoides. O bien ocurre que personas esquizoides se transforman en
depresivas. La psicosis representa una organización de las defensas, y detrás de todas las defensas organizadas
existe la amenaza de la confusión, de un derrumbe de la integración.

Lo que nos revelará con mayor claridad cuál es el efecto de la psicosis sobre la vida familiar,  será el examen de casos
concretos. Quienes nos interesamos por estos problemas sabemos que muchas familias se deshacen debido a la
existencia de psicosis en uno de sus miembros, y que la mayoría de ellas probablemente permanecerían intactas si
fuera posible aliviarlas de esa tensión intolerable. Esto constituye un tremendo problema práctico y existe una
imperiosa necesidad de contar con medidas preventivas, sobre todo en la forma de una atención psiquiátrica
hospitalaria para los niños. Pienso aquí en términos de un centro residencial que se hiciera cargo de los niños
durante un período indefinido, y del cual fuera posible sacarlos y someterlos a un tratamiento psicoanalítico diario a
cargo de profesionales que, al mismo tiempo, trataran también otro tipo de pacientes, incluyendo adultos.

Los problemas planteados por la psicosis son los mismos que los ocasionados por la deficiencia mental
primaria, deficiencias físicas tales como diplejía espástica y trastornos relacionados, los efectos secundarios de la
encefalitis , y las diversas formas clínicas de la tendencia antisocial que revela deprivación. Con todo, para nuestros
fines concretos, la psicosis propiamente dicha indicaría un trastorno del desarrollo emocional en un nivel
temprano, sin que exista lesión cerebral. En algunos casos se advierte una fuerte tendencia a la psicosis
hereditaria, mientras que en otros ello no constituye un rasgo significativo. Una mujer algo masculina tuvo un
niño, que resultó ser una especie de caricatura del padre.

No obstante, se ganaba bien la vida como experto en un tema muy especializado. Muy pronto el niño reveló signos
de que poseía una excelente inteligencia y era psicótico. Su trastorno no se reconoció desde el comienzo porque
todos los signos podían tomarse como una reproducción de las características de la infancia de su propio
padre. También su padre tergiversaba las cosas y solía decir lo mismo cuando era niño.

Mientras que las especializaciones del padre resultaron provechosas, las del niño eran totalmente
inconducentes. Ahora tiene treinta años y sus padres se han visto obligados a enfrentarse a los problemas
inmediatos y también a pensar en el futuro. No se atrevieron a tener más hijos.

He aquí otro caso a largo plazo

Fui consultado acerca de un niño de siete años y medio, hijo único, que nació con signos evidentes de lesión
cerebral. El niño, empezó a presentar problemas desde temprano. Y ahora pensemos en lo que debió significar, en
ese contexto, la aparición de un niño psicótico que grita durante toda la noche, que se ensucia y se moja encima, que
no le gusta nada la vida de campo, tiene miedo de los perros y se niega a montar un caballo. Estas excelentes
personas tuvieron que hacer una adaptación muy artificial a un tipo de vida adecuado para el niño,  pero el problema
consistía en que nada le resultaba adecuado.

El padre murió prematuramente de apoplejía, cuando estaba en la cumbre de su carrera, y la madre ha quedado


desamparada, y única responsable del niño. Por fortuna, un instituto le ha ofrecido su ayuda y el niño está
actualmente internado allí, aunque sin ninguna perspectiva de llegar a convertirse en una persona madura, capaz de
asumir responsabilidades. Lo peor es que se trata de una criatura encantadora a la que nadie pensaría en
dañar, pero que siempre necesitará contar con el tipo de atención que resulta fácil brindar a un niño normal de cinco
años, pero que ya no es tan fácil si debemos dispensarla de por vida a un mismo niño.

Quisiera presentar ahora un caso menos infortunado

Un niño, hijo de padres muy responsables, comenzó a atrasarse en su desarrollo en un momento dado, el


cual, aparentemente coincidió con el embarazo de la madre. Desarrolló una profunda psicosis infantil y, hasta hace
poco, se habría podido pensar que el niño era un deficiente mental. Los padres hicieron cuanto estaba en sus manos
por costear dicho tratamiento y por aguardar a que éste comenzara a surtir efecto, pero no habrían podido
mantener el hogar intacto de no haber sido por un arreglo al que se llegó a través del dispensario del
hospital, merced al cual varias veces por semana, un automóvil recorre veinte millas para buscar al niño y luego lo
lleva de vuelta a su casa, cosa que se viene realizando hace más de dos años. En este caso, la familia apenas si pudo
soportar la enfermedad del niño.

La psicosis latente en el adulto, que hasta ese momento se mantenía oculta y dormida, sale a la superficie debido a
los profundos cambios positivos del niño, y reclama reconocimiento y atención. El niño, el menor de varios
hijos, todos los cuales eran normales, desarrolló un estado confusional que persistió convirtiéndolo en una persona
desagradable en su escuela y en la institución en la que pasaba las noches. El padre se recluyó en su estudio y en su
rutina, mientras observaba todo de muy lejos, como quien contempla algo a través de un telescopio invertido. La
madre es una mujer de gran tenacidad, y siempre trata de ayudar a los padres que se encuentran en una situación
similar a la de ella.

La familia se habría deshecho de no haber sido porque una institución se hizo cargo del niño y lo aceptó tal como
era, sin esperar que realizara ningún cambio positivo. La enfermedad de este niño simplemente va desgastando la
estructura familiar y aquél ni siquiera obtiene placer o ventajas del hecho de intentar, fracasar o tener éxito. Los
demás hijos de tales familias se alejan en la primera oportunidad que se les presenta y los padres,  a medida que
envejecen, se van marchitando, preocupados por lo que ocurrirá cuando ellos ya no estén en condiciones de cuidar
del hijo enfermo. Un profesor del norte del país y su esposa tenían una buena familia y todo anduvo bien hasta que
se manifestó una psicosis infantil, basada en un cretinismo que hasta ese momento había pasado desapercibido.

A los padres les resultó sencillamente imposible hacer frente a la psicosis de su hija. En este caso tuve la suerte de
poder recurrir a personas amigas en una institución oficial, gracias a lo cual no tardamos en encontrar un hogar
adoptivo para esta niña, una familia de clase obrera que vivía en un distrito en el sur de Inglaterra. Aquí, la niña
atrasada, pero cuyo desarrollo no se había detenido, fue aceptada como una criatura convaleciente de una
enfermedad. Esta solución permitió salvar a la familia del profesor, quien pudo seguir adelante con su carrera.

Me interesó observar que la diferencia entre el status social de los padres y el de la familia adoptiva no parecía tener
importancia alguna, y para la niña fue muy importante que nadie esperara de ella un desempeño intelectual
brillante. Además, me alegró que hubiera tanta distancia entre el hogar de los padres de la niña y su hogar
adoptivo. A menudo ocurre que los padres se sienten culpables de la enfermedad del hijo. Sin que puedan
explicarlo, confunden la enfermedad del niño con un merecido castigo.

Los padres adoptivos no soportan este tipo de carga, lo cual les otorga una mayor libertad para aceptar que el niño
es grosero, extraño, atrasado, incontinente y dependiente.

Capítulo 9- El efecto de los padres psicóticos sobre el desarrollo emocional del niño (1959).
Quisiera seguir examinando ahora el efecto que la psicosis de los padres ejerce sobre el desarrollo emocional del
niño y sobre la familia. La sensación que transmite es la de una familia formada por hijos de diversas edades,  en la
que éstos ejercen una acción recíproca, se experimentan celos pero también se los tolera y donde toda la familia
palpita al unísono con una tremenda potencialidad vital.

La historia de Esther. El padre siempre fue muy afectuoso con Esther y muy sensible en lo que se refiere a
entenderla. Esther fue el fruto ilegítimo de esa unión. Por lo tanto, durante los primeros meses de su vida Esther
vivió junto a una madre que le pertenecía por completo. La madre era la menor de muchos hermanos.

La madre amamantó a la niña desde el nacimiento y, según el informe del asistente social, idolatraba a su bebé. Esta
situación persistió hasta que Esther tuvo cinco meses, época en que la madre comenzó a comportarse en forma
extraña y a adquirir un aspecto algo estrafalario y dudoso. El ex policía rescató a la niña en un santiamén, ilesa, pero
la madre fue detenida, e internada luego en un hospital como esquizofrénica con tendencias paranoides. Así, cuando
tenía cinco meses, Esther quedó bajo la custodia de las autoridades locales y más tarde se la describió como una niña
«difícil» en la nursery en la que permaneció hasta que la adoptaron cuando tenía dos años y medio.

Durante los primeros meses posteriores a la adopción, su nueva madre tuvo que enfrentar toda clase de
dificultades, lo cual nos indica que la niña todavía no había renunciado a sus esperanzas.  Poco a poco las cosas
fueron mejorando, pero los síntomas reaparecieron cuando un nuevo bebé de seis meses fue incorporado a la
familia, contando Esther por esa época casi tres años de edad. El niño fue adoptado legalmente, cosa que no había
ocurrido en el caso de Esther. Ésta no permitía que su madre adoptiva fuera llamada «mamita» por el niño, ni que
nadie se refiriera a ella como la «mamita» del niño.

El cambio se produjo cuando, con gran prudencia, la madre adoptiva le permitió portarse como un bebé y la trató
exactamente como si tuviera seis meses. Esther aprovechó esta experiencia en forma constructiva y se inició en su
profesión de madre y, simultáneamente, estableció una excelente relación con el padre, la cual se
mantuvo. Esther, que tenía en ese momento cinco años, se alejara del hogar por algún tiempo. El padre, siempre
sensible a las necesidades de su hija, consiguió que volviera a vivir con ellos.

Como él mismo afirmó, toda la fe de la niña en su hogar adoptivo se había marchitado. El padre, aparentemente se


convirtió en la madre de Esther y quizás a ello pueda atribuirse la enfermedad paranoide que aquél desarrolló más
tarde, así como su sistema delirante en el cual veía a su mujer como a una bruja. Esther siguió desarrollándose a
pesar de las tensiones siempre presentes en la relación entre ambos progenitores, que más adelante se
separaron, dando origen a un interminable pleito legal. Asimismo, la madre siempre prefirió abiertamente al hijo
adoptivo, quien se ha desarrollado lo suficientemente bien como para recompensarla con su amor.

Esta es, entonces la complicada y triste historia de la autora del poema que nos parece tan pleno de seguridad y vida
hogareña. Una persona tan enferma como la verdadera madre de Esther puede, sin embargo, haberle dado a su hija
una iniciación excepcionalmente buena. Creo que la madre de Esther no sólo le proporcionó una experiencia
satisfactoria de la lactancia, sino que también le brindó el apoyo yoico que un bebé necesita en las primeras
etapas, y que la madre puede dar sólo si se identifica con su hijo. Es bastante probable que esta madre haya estado
muy unida a su bebé.

Podía arrojar la niña al canal, pero no separarse de ella. Sin duda, actuó impulsada por fuerzas muy profundas
y, cuando arrojó la niña al canal lo que intentaba en realidad era solucionar algún tremendo conflicto
inconsciente, como por ejemplo su temor a experimentar el impulso de devorar a la niña en el momento de tener
que separarse de ella. Siguió luego un largo período del que no conocemos los detalles, excepto que en la nursery la
niña siguió siendo difícil, esto es, conservó parte de la primera experiencia buena. Cuando la madre adoptiva
apareció ya habían sucedido muchas cosas.

No cabe duda de que en ese momento la madre adoptiva necesitaba, casi imperiosamente, que se le explicara a qué
se exponía, qué debía esperar y cómo podía prepararse para enfrentarlo. La madre buena o idealizada en la vida de
Esther fue su padre adoptivo, situación que persistió hasta que la familia se separó. Este problema desbordó la
existencia de la madre adoptiva, que era en general satisfactoria, y que se llevaba bien con sus otros dos hijos
adoptivos. Evidentemente, Esther heredó de su madre el placer que encontraba en las palabras y también su
inteligencia, y creo que nadie diría que se trata de una psicópata.

Vive con su madre adoptiva, que se ha vuelto muy posesiva con respecto a ella y le impide ver al padre.

Esther heredara la locura de su madre. Durante este período, y desde el punto de vista de la niña, en el caso de
Esther se cometieron serios errores, y ella encontró un embrollo, donde debió haber existido algo muy simple y
directo, y sin duda muy personal.

La enfermedad psicótica: La psicosis no se transmite directamente como el cabello oscuro o la hemofilia, ni tampoco
a través de la leche con que la madre amamanta a su hijo. Para los psiquíatras que no se interesan tanto en las
personas como en las enfermedades -enfermedades mentales, como dirían ellos- la vida es relativamente fácil, pero
para quienes tendemos a considerar a los enfermos mentales no tanto como un conjunto de enfermedades,  o
casos, sino como seres humanos que integran la lista de bajas en la lucha del hombre para poder
desarrollarse, adaptarse y vivir, la tarea resulta infinitamente más compleja. En primer lugar, podemos dividir a los
progenitores psicóticos en padres y madres, pues hay ciertos efectos que sólo tienen que ver con la relación madre-
hijo, dado que ésta se inicia tan temprano, o bien, si se refieren al padre, lo hacen en tanto aquél actúa como
sustituto materno. Cabe señalar aquí que un padre puede desempeñar un papel mucho más importante, a través del
cual humaniza algo en la madre y anula en ella un elemento que, de otro modo, se vuelve mágico y potente y
menoscaba la actitud maternal de la madre.

Los padres tienen sus propias enfermedades, cuyo efecto sobre los hijos es posible estudiar, pero que no afectan a
los niños en la más temprana infancia. Además, es necesario que el niño sea antes lo bastante grande como para
reconocer al padre como un hombre. Consideremos ahora la esquizofrenia, la más grave de todas estas
enfermedades, y avancemos hacia la salud clínica. Si consideramos las características de las personas
esquizoides, encontramos una delimitación muy imprecisa entre la realidad interna y la externa, entre lo que se
concibe subjetivamente y lo que se percibe objetivamente.

Sí observamos un poco mejor, encontramos en el paciente sentimientos de irrealidad y, asimismo, que las personas


esquizoides tienen una mayor facilidad para fusionarse con objetos e individuos que las personas normales y
experimentan mayor dificultad para vivirse como entidades separadas. Los padres que poseen estas características
fracasan en múltiples y sutiles maneras en el manejo de sus hijos, excepto en la medida en que, conscientes de sus
propias deficiencias, los dejan en manos de otras personas.

La necesidad de apartar al niño de un progenitor enfermo

Esta niña tenía ocho años cuando la aparté de su madre, y en cuanto se hubo alejado comenzó a tener un
comportamiento totalmente normal. La madre se encontraba en un estado de depresión, que en ese momento
constituía una reacción frente a la ausencia de su esposo, que se encontraba en el frente durante la guerra. Cada vez
que la madre se deprimía, la niña tenía anorexia. Más tarde, la madre tuvo un varón, quien a su vez presentó el
mismo síntoma como defensa contra la anormal necesidad de la madre de demostrar sus méritos atiborrando a los
niños de comida.

No pude conseguir que éste se alejara de la madre ni siquiera durante un breve período,  y hasta el momento no ha
podido independizarse del todo de su madre. De muy diversas maneras, estas características psicóticas de los
padres, sobre todo cuando se trata de la madre, afectan el desarrollo del niño.

La madre "caótica"

La vida de los niños se ve seriamente perturbada cuando la madre se encuentra en lo que se llama un estado
caótico, de hecho, un estado de caos organizado. El hogar parecía bueno, el padre era benévolo y firme y los hijos
eran numerosos. Todos ellos se vieron afectados, de una manera u otra, por el trastorno mental de la madre, muy
similar al de su propia madre. Este caos organizado obligaba constantemente a la madre a fragmentarlo todo y a
introducir una serie infinita de distracciones en la vida de los hijos.

De innumerables maneras, y sobre todo a partir de que mi paciente, cuando era niña, aprendió a hablar, la madre no
había hecho otra cosa que confundirla. Todos sus hijos tuvieron serios problemas y el padre nada pudo hacer al
respecto, y su única alternativa fue enfrascarse totalmente en su trabajo.

Progenitores depresivos

La depresión puede constituir una enfermedad crónica, que empobrece a un progenitor en cuanto a su provisión de
afecto, o bien presentarse como una enfermedad grave con fases alternativas y una retracción más o menos
repentina del rapport. La depresión a que me refiero aquí no es tanto de tipo esquizoide como reactivo. Cuando un
niño está en la etapa en que necesita que la madre se ocupe de él, puede resultarle seriamente perturbador el
hecho de comprobar de pronto que la madre se ocupa de alguna otra cosa, de algo que simplemente pertenece a la
vida de aquélla. Un niño se siente infinitamente abandonado en esa situación.

En otros casos, la fuente de dificultad para los hijos son las oscilaciones maníaco-depresivas en el estado de ánimo
de los progenitores. Resulta sorprendente comprobar que hasta los niños muy pequeños aprenden a percibir el
estado de ánimo de los padres. La madre dijo que el niño siempre sabía cómo se sentía la gente, porque el padre, un
buen clínico y excelente padre, no siempre se sentía con ánimos como para jugar con el niño y éste debía sondear
primero cuál era el estado de ánimo de su progenitor, que se sentía a menudo cansado y deprimido. Por lo tanto, los
niños pueden prepararse para soportar los cambios en el estado de ánimo de sus padres si los observan
atentamente, pero lo que les resulta traumático es la imposibilidad de predecir cuál será la reacción de aquellos.

Naturalmente, los niños de gran inteligencia tienen una gran ventaja en lo que se refiere a la predicción, pero a veces
comprobamos que la capacidad intelectual de los niños muy inteligentes ha sido sometida a un esfuerzo
desmedido, que la inteligencia se ha prostituido en aras de la tarea de predecir estados de ánimo y tendencias muy
complejas en los padres.

Los padres enfermos como terapeutas

La existencia de una seria enfermedad mental no impide que madres o padres soliciten ayuda para sus hijos en el
momento adecuado. Su padre había tenido esquizofrenia a los veinte y fue precisamente el psiquiatra de aquél
quien me envió al niño. El padre tenía en ese momento más de cincuenta años y había llegado a manejar bastante
bien su enfermedad mental crónica. La madre de Percival es también una personalidad esquizoide, con un sentido
de la realidad muy limitado, a pesar de lo cual pudo cuidar de su hijo durante la primera fase de su enfermedad
hasta que el niño estuvo en condiciones de recibir tratamiento fuera del hogar.

Percival necesitó tres años para recuperarse de su enfermedad, que estaba muy vinculada a la de sus padres. He
presentado este caso porque pude utilizar a ambos progenitores, a pesar de su enfermedad, o quizás gracias a
ella, para que ayudaran a Percival a atravesar la primera fase crítica de su enfermedad.  La madre se convirtió en una
excelente enfermera y permitió que la personalidad de Percival se fundiera con la propia en la forma en que el niño
lo necesitaba. La experiencia del padre con su propia esquizofrenia le permitió tolerar la locura extrema en el niño,  y
la enfermedad de la madre la hizo participar en la enfermedad de su hijo hasta que ella misma comenzó a necesitar
también un período de cuidado psicológico.

Desde luego, a medida que el niño mejoró, una de las cosas que tuvo que aprender fue que sus padres también eran
enfermos, cosa que logró hacer sin mayores dificultades. Ahora, ya entrado en la pubertad, y gracias en gran medida
a sus padres muy enfermos, es un niño sano. En este caso, el padre padece de cáncer, no de un trastorno
psiquiátrico. Creo que el cáncer del padre es en realidad un factor que desorganiza la vida de toda la familia.
No es posible hacer nada porque el cáncer se yergue allí, soberano, en la cabecera del lecho del padre, sonriente y
omnipotente.

Las etapas del desarrollo y la psicosis de los padres: En la teoría subyacente a estas consideraciones, siempre se tiene
presente la etapa del desarrollo del niño en el momento en que aparece un factor traumático. El niño puede ser
totalmente dependiente, estar fusionado con la madre, o bien ser moderadamente dependiente y avanzar en forma
gradual hacia la independencia, o también puede ocurrir que ya haya alcanzado cierto grado de independencia. En
relación con estas etapas, podemos considerar el efecto de los padres psicóticos y graduar la enfermedad de los
padres de la siguiente manera aproximada:

a) Padres muy enfermos. En este caso otras personas se hacen cargo de los niños.

b) Padres menos enfermos. En algunos períodos otras personas se hacen cargo de los niños.

c) Progenitores bastante sanos como para proteger a sus hijos de su propia enfermedad y solicitar ayuda.

d) Padres cuya enfermedad incluye al niño, de modo que nada puede hacerse por este último sin violar los derechos
que un progenitor tiene sobre su propio hijo.

En muchos casos se ha tomado la decisión de separar a los niños de padres psicóticos. Cada caso requiere un
cuidadoso examen o, en otras palabras, un trabajo de caso (casework) sumamente hábil.

Capítulo 10- La adolescencia (1960).

La lucha contra la inercia

No es arriesgado suponer que existe una relación entre esta nueva conciencia social y las condiciones sociales
especiales de la época en que vivimos. Sería absurdo escribir un libro para adolescentes sobre la
adolescencia, porque ésta es una época que debe vivirse, una época de descubrimiento personal.

El remedio para la adolescencia

Los padres saben esto mejor que algunos sociólogos, y es fácil suscitar una irritación general contra el fenómeno de
la adolescencia a través de la acción del periodismo barato y de declaraciones públicas de personas que ocupan
posiciones claves, en las que se habla de la adolescencia como un problema, omitiendo por completo el hecho de
que cada adolescente está en vías de convertirse en un adulto responsable y socializado.

Formulación Teórica: Durante esta fase, el adolescente está dedicado a la tarea de afrontar sus cambios personales
inherentes a la pubertad. También como consecuencia de las experiencias de la temprana infancia y la niñez,  existen
ciertas características y tendencias personales heredadas y adquiridas, fijaciones a tipos pregenitales de experiencia
instintiva, residuos de dependencia y crueldad infantiles y, además, todo tipo de patrones patológicos vinculadas con
fallas de maduración en los niveles edípico y preedípico.

El medio

En esta etapa, el medio desempeña un papel de inmensa importancia, tanto que, si se quiere hacer una exposición
descriptiva, conviene incluir en el cuadro el interés sostenido de los padres del niño y del grupo familiar más amplio. 

Desafío y dependencia

Una característica de la adolescencia es la brusca alternación entre una independencia desafiante y una dependencia
regresiva, e incluso la coexistencia de ambos extremos en un momento dado.

El aislamiento del individuo


El adolescente es en esencia un ser aislado. Es a partir de ese aislamiento que se inicia un proceso que puede
culminar en relaciones entre individuos y, eventualmente, en la socialización. En este sentido, el adolescente repite
una fase esencial de la infancia, pues el niño también es un ser aislado, por lo menos hasta que ha repudiado el no-
yo, y se ha convertido en un individuo separado, que puede establecer relaciones con objetos que son externos al
self y se encuentran fuera del área del control omnipotente. Cabría decir que el niño está aislado por la naturaleza
subjetiva de su medio, antes de que el principio del placer-dolor haya cedido su lugar al principio de realidad.

Los adolescentes jóvenes son individuos aislados, que intentan por diversos medios constituir un agregado mediante
la adopción de gustos idénticos. Pueden llegar a agruparse si se los ataca como grupo, pero se trata de una
organización paranoide que reacciona frente al ataque; cuando la persecución desaparece, los individuos vuelven a
aislarse.

El deseo sexual previo a la madurez sexual

En muchos casos, se da un prolongado período de incertidumbre con respecto a si surgirá un deseo sexual o no.  La
actividad masturbatoria perentoria puede representar en esta etapa una manera de liberarse del sexo más que una
forma de experiencia sexual, y, sin duda, las actividades compulsivas heterosexuales u homosexuales pueden en este
período servir para liberarse del sexo o para descargar tensiones, y no para establecer una unión entre seres
humanos totales. Este tipo de unión aparece más probablemente, al comienzo, en el juego sexual en que la finalidad
está inhibida, o bien en la conducta afectuosa donde lo más importante es el sentimiento.  Aquí volvemos a
encontrar el patrón personal, que eventualmente se integrará con los instintos, pero en ese largo intervalo de espera
es necesario encontrar alguna manera de aliviar la tensión sexual y, en la gran mayoría de los casos lo más lógico
sería esperar que esa tensión se descargara a través de la masturbación compulsiva.

El momento para la adolescencia: este nuevo desarrollo provoca tensiones en la sociedad, pues a los adultos a
quienes no se les permitió pasar por este período les resulta sumamente penoso el verse rodeados por jóvenes y
muchachas que atraviesan por un estado de resplandeciente adolescencia.

Tres cambios sociales:

Considero que son tres los principales cambios sociales que han modificado todo el clima para los adolescentes
durante ese período:

I) Las enfermedades venéreas han dejado de ser un fantasma amenazador. Las espiroquetas y los gonococos ya no
son emisarios de un Dios punitivo, como se los veía hace cincuenta años. Ahora se los puede tratar con penicilina y
antibióticos.

II) El desarrollo de técnicas anticonceptivas ha proporcionado al adolescente libertad para explorar.

III) La bomba atómica es tal vez el factor responsable de cambios aún más profundos que los producidos por las dos
características mencionadas. La bomba atómica afecta la relación entre la sociedad adulta y la marea adolescente,
que parece fluir incesantemente.

Ahora debemos marchar hacia adelante sobre la base de que no habrá otra guerra.  Esta afirmación podría objetarse
diciendo que existe la posibilidad de que en cualquier momento estalle una guerra en algún lugar del mundo, pero
sabemos que ya no es posible resolver un problema social haciendo preparativos para otra guerra.  Ya no tiene
sentido manejar a nuestros adolescentes difíciles preparándolos para luchar por su patria,  lo cual nos lleva de vuelta
al problema de que esa adolescencia existe, es una realidad en sí misma. La adolescencia debe refrenarse mucho
más de lo que lo ha hecho hasta ahora, y eso, a pesar de constituir en sí misma un material bastante violento, algo
así como el inconsciente reprimido del individuo, que no resulta demasiado agradable si se pone de manifiesto ante
el mundo.

Cuando pensamos en las evidentes atrocidades de la juventud moderna, debemos poner en el otro platillo de la
balanza todas las muertes provocadas por esa guerra que ya no tendrá lugar,  toda la crueldad inherente a la guerra
que no ha de estallar y todo el desenfreno sexual que acompaña a todas las guerras que ha sufrido la humanidad
pero que ya no volverán a ensombrecerla. Así pues, la adolescencia es ahora un hecho, que es evidente, y que estará
permanentemente presente. Estos tres cambios gravitan sobre nuestra preocupación social, lo cual se revela
claramente en la forma en que la adolescencia se destaca hoy día como algo que ya no es posible pasar por alto
recurriendo a falsas maniobras, como por ejemplo la conscripción.

La inaceptabilidad de la solución falsa: Una característica básica de los adolescentes consiste en que no aceptan -
soluciones falsas. El único remedio para la adolescencia es el transcurso del tiempo, hecho que para el adolescente
carece mayormente de sentido. El adolescente busca una solución inmediata pero, al mismo tiempo, rechaza un
intento tras otro porque percibe en él algún elemento de falsedad. Cuando el adolescente ya está en condiciones de
tolerar una fórmula de transacción, pude descubrir diversas maneras de atenuar el carácter inexorable de las
verdades esenciales.

En general, los adolescentes rechazan estos recursos, y, en cambio, deben pasar por una suerte de interregno, fase
en las que se sienten inútiles y en la que aún no se han encontrado a sí mismos.  Vemos que los adolescentes se
esfuerzan por empezar de nuevo como si no pudieran tomar nada de nadie. En verdad, solemos quedar perplejos
frente a esa curiosa característica de los adolescentes, la mezcla de desafío y dependencia. Quienes tienen
adolescentes a su cargo se sienten desconcertados cuando comprueban que varones y niñas pueden mostrarse
sumamente desafiantes y, al mismo tiempo, infantilmente dependientes, con patrones de dependencia infantil que
datan de las primeras épocas de la vida.

Éste constituye un buen ejemplo de la forma en que quienes teorizan, escriben y hablan, actúan en realidad en un
estrato distinto de aquél en que viven los adolescentes, y en el que los padres o sus sustitutos deban afrontar
urgentes problemas de manejo. Aquí lo verdadero no es la teoría, sino el impacto recíproco entre el adolescente y el
progenitor.

Las necesidades adolescentes: Podríamos, pues, condensar así las necesidades exteriorizadas por los adolescentes:
La necesidad de evitar soluciones falsas. La necesidad de sentirse reales o de tolerar la ausencia de todo sentimiento.
La necesidad de desafiar dentro de un marco en el que existe y debe existir también dependencia. La necesidad de
provocar repetidamente a la sociedad, de modo que el antagonismo de ésta se ponga en evidencia y sea posible
enfrentarlo también con antagonismo.

La adolescencia sana y los patrones patológicos: en un grupo de adolescentes, las diversas tendencias suelen estar
representadas por los miembros más enfermos del grupo. Por ejemplo, un miembro de un grupo ingiere una dosis
excesiva de alguna droga, otro yace sobre la cama sumido en una depresión, al tiempo que otro se siente libre al
poseer una navaja.

La murria

Digámoslo una vez más: si queremos que el adolescente pase por esta fase del desarrollo siguiendo un proceso
natural, entonces inevitablemente debemos esperar la aparición de un fenómeno que podríamos llamar murria
adolescente. La pregunta es ésta: ¿es nuestra sociedad lo suficiente sana para adoptar esta actitud?
No he incluido aquí una descripción de las enfermedades psiquiátricas serias que aparecen durante este período de
la vida; sin embargo, existe un tipo de enfermedad que sería inadmisible omitir en una formulación sobre la
adolescencia: me refiero a la delincuencia.

La adolescencia y la tendencia antisocial

Resulta sumamente revelador estudiar la estrecha relación que existe entre las dificultades normales de la
adolescencia y la anormalidad que podríamos llamar la tendencia antisocial. La tendencia antisocial siempre es
producto de una deprivación. Incluso una deprivación pequeña, si se produce en un momento difícil, puede tener
consecuencias perdurables porque somete a las defensas existentes a un esfuerzo excesivo. Detrás de la tendencia
antisocial siempre ha existido un período de salud y luego una interrupción, después de la cual las cosas ya nunca
volvieron a ser como antes.

El niño antisocial busca de alguna manera, violenta o amablemente, conseguir que el mundo reconozca su deuda, o
bien trata de que el mundo restablezca el marco que perdió en algún momento de su vida. Por lo tanto, la tendencia
antisocial es fruto de esta deprivación. Pero no es posible afirmar que la adolescencia en general sea necesariamente
el producto de una deprivación, y, no obstante, hay algo que es similar pero que, debido a que se produce en forma
más difusa y menos intensa, no somete a las defensas a un esfuerzo excesivo. De modo que en el grupo que el
adolescente encuentra para identificarse, o en el conjunto de individuos aislados que constituyen un grupo en
relación con una persecución, los miembros extremos del grupo actúan en representación del grupo total.

Pero, si existe en el grupo un miembro antisocial, o dos, o tres, dispuestos a llevar a cabo el acto antisocial que
produce una reacción social, ello otorga unidad a todos los demás, los hace sentirse reales y, temporariamente, sirve
para estructurar el grupo. Cada uno de los miembros será leal y ofrecerá su apoyo al que actúe en nombre del
grupo, si bien, tomados aisladamente, ninguno de ellos habría aprobado el acto cometido por el miembro
antisocial. Estos sucesos pertenecen a todo el grupo, y el grupo está cambiando y los individuos están cambiando a
sus grupos pero, de alguna manera, los miembros individuales utilizan a los miembros extremos para sentirse
reales, en su lucha por sobrevivir a este período de la vida. No es esto lo que quiero decir, sino que es a nosotros a
quienes se desafía, y debemos enfrentar ese desafío como parte de la función de la vida adulta.

Pero se trata únicamente de responder a ese desafío y no de proponerse curar algo que es básicamente sano.  La que
se ve puesta a prueba frente a ese desafío que representa el adolescente, es precisamente esa parte nuestra que
nunca tuvo una adolescencia. Pero, con el correr del tiempo, comprobamos que el adolescente ha salido de esa fase
y puede comenzar ahora a identificarse con la sociedad, con los padres y con toda una gama de grupos más
amplios, sin sentirse amenazado con la aniquilación personal.

Capítulo 11- La familia y la madurez emocional (1960)

Su punto de vista radica en el individuo que comienza con una dependencia casi absoluta, alcanza grados menores
de dependencia y comienza así a tener autonomía.

El cuidado materno se convierte en el cuidado de los progenitores, en el que ambos asumen la responsabilidad
respecto al niño. Los padres están allí para recibir la contribución que los niños sanos hacen a la familia. El cuidado
de los padres evoluciona dentro del marco familiar.

En el curso del desarrollo emocional, el individuo pasa de la dependencia a la independencia y conserva la capacidad
para pasar de una a otra.

Si se acepta la idea de que la salud significa madurez de acuerdo con la edad, es imposible alcanzar madurez
emocional si no es dentro de un marco en el que la familia se ha convertido en el puente que permite dejar atrás el
cuidado de los padres y pasar a la esfera de la provisión social. Y ésta constituye en gran medida la prolongación de
la familia.

En el desarrollo sano de un individuo lo que se requiere es una progresión sostenida, es decir, una serie bien
graduada de acciones desafiantes iconoclastas, cada una de las cuales es compatible con la conservación de un
vínculo inconsciente con la figura o figuras centrales, la madre o progenitores. En el curso natural de los
acontecimientos, los padres realizan grandes esfuerzos por conservar esta serie y organizar su gradación a fin de que
no se produzca una ruptura en el encadenamiento de desarrollo individual.

Existen 2 rasgos principales que constituyen la contribución de la familia a la madurez emocional del individuo:

1. La existencia sostenida de oportunidad para un alto grado de dependencia


2. El hecho de ofrecer la oportunidad para que el individuo se separe violentamente de los padres e ingrese a la
familia.

La familia parece haber sido creada para hacerse cargo de la dependencia inconsciente con respecto a los padres y
esta dependencia incluye la necesidad del niño en crecimiento de desafiarlos y rebelarse contra ellos.

 Teoriza sobre la importancia del medio externo y cómo este influye en el desarrollo infantil. Dependencia
absoluta, relativa hacia la dependencia.
 Madre suficientemente buena, capaz de amar y de desilusionar al hijo. Empatía de esta con el bebé,
preocupación maternal primaria. Facilitar la separación y el pasaje a lo social exterior a ella.

SEGUNDA PARTE

Capítulo 12- Formulación teórica del campo de la psiquiatría infantil (1958)

I) El campo profesional

Apenas estamos empezando a comprender que esa mitad de la pediatría que es en realidad psicología, tiene tanta
importancia como la otra mitad que se interesa por los tejidos y por el efecto de la enfermedad física sobre el cuerpo
y su funcionamiento. La psiquiatría se funda en la comprensión del crecimiento emocional del bebé, el niño, el
adolescente y el adulto normales, y de la relación del individuo con la realidad externa. Es necesario considerar aquí
el lugar que ocupa la psicología académica. Está ubicada en el límite entre el crecimiento físico y el desarrollo
emocional.

Podemos ilustrar esto diciendo que al psicólogo académico le interesa a qué edad un niño comienza a caminar,  pero
la psicología dinámica debe tener en cuenta que la ansiedad puede impulsar a un niño a caminar antes de tiempo, o
que los factores emocionales pueden ejercer el efecto contrario. Rara vez sucede que la fecha en que un niño
camina por primera vez indica exactamente su capacidad para caminar basada en el desarrollo fisiológico y
anatómico. Cuando el clínico utiliza los resultados de un test de inteligencia, debe reintegrar a esos datos los
elementos de la psicología dinámica que antes fueron deliberadamente eliminadas. De hecho, este último hace un
uso muy especial precisamente de aquello que el psicólogo trata de eliminar, esto es, la complejidad
emocional, pues su objetivo no consiste en administrar un test, sino en participar en el patrón de la vida emocional
del paciente, experimentar lo que esa participación significa, y en llegar así a conocer al paciente en lugar de adquirir
conocimientos sobre él.

El médico como consejero

Puede ocurrir que reconozca una enfermedad emocional y ponga el problema en manos de un colega
psiquiatra, pero cuando se espera de él que tenga conocimientos acerca del desarrollo emocional normal,  es
probable que cometa errores, pues no está preparado para aconsejar a los padres con respecto a la crianza de un
niño normal. Desde luego, puede recurrir a su propia experiencia como progenitor, pero los padres no aprenden
psicología observando a sus propios hijos y a sí mismos en su relación con ellos. El estudio del desarrollo emocional
del niño, de la actitud de los padres y del cuidado infantil en general, constituye de hecho una disciplina científica
sumamente compleja, que plantea grandes exigencias a quienes la estudian. Evidentemente, el pediatra que está
plenamente familiarizado con el aspecto físico del cuidado infantil tampoco puede incursionar sin ningún otro
requisito en el campo de la psiquiatría infantil.

La dicotomía psicosomática

El tratamiento de los trastornos psicosomáticos constituye la mejor y más clara prueba de cuán necesario se hace
comprender estos problemas. En la práctica, el niño se ve desgarrado no sólo internamente por factores que tienden
a las manifestaciones físicas y los que se expresan a nivel psicológico, sino también, externamente, por la puja entre
ambos profesionales.

La pediatría y la psiquiatría infantil: La pediatría hace una contribución específica por el hecho de que se estudia el
problema del crecimiento. Poco a poco, los estudios clínicos lleva al pediatra a comprender las necesidades
corporales del niño en una etapa en que la dependencia física es total. Con todo, el estudio del niño sano lleva al
pediatra a tratar de establecer para ese estudio circunstancias similares a las que son naturales para el niño y muy
distintas de la situación controlada del laboratorio. El clínico no puede llevar a cabo su trabajo sin comprensión y
simpatía natural para con el niño como persona, y necesariamente llega a participar en el uso que el niño hace del
medio durante el crecimiento y en todos los problemas de la crianza.

Así, el pediatra que trabaja como clínico se va encaminando hacia la psiquiatría y se ve llevado a actuar como
consejero en lo relativo al cuidado infantil, aunque de hecho no está preparado para desempeñar ese papel. Hacia el
final de la segunda guerra mundial, la pediatría británica tenía una orientación clínica, y había logrado realizar
enormes progresos en ese campo, como resultado de los cuales habían disminuido las enfermedades físicas y cabía
predecir que continuarían disminuyendo en el futuro debido al mayor número de servicios pediátricos en todo el
país. Asimismo, se ha demostrado que resulta posible tratar al paciente psiquiátrico infantil mientras el niño sigue
siendo una criatura y mantiene su estado de dependencia. Hoy existe una tendencia cada vez mayor entre los
pediatras a ocuparse tanto del aspecto físico del crecimiento como del desarrollo emocional, y, en
consecuencia, también del desarrollo de la personalidad humana y de la relación del niño con la familia y el medio
social.

El psicoanálisis y el niño: También se ha producido un cambio en la actitud del psicoanalista con respecto al
niño, que cabría describir de la siguiente manera. El psicoanalista en su experiencia profesional trata toda clase de
pacientes adultos, los que pasan por normales, los que son neuróticos, los que son antisociales y los que están en los
límites de la psicosis. Mientras hace psicoterapia, el psicoanalista se encuentra en una posición muy favorable para
el estudio del niño como un todo. Es necesario recordar al psicoanalista que la salud física que suele dar por sentada
depende del aspecto preventivo de la pediatría, y también de la obstetricia, que ha reducido en alto grado la
mortalidad infantil en las últimas décadas y ha hecho que el parto no ofrezca mayores peligros.

II) El paciente infantil.

Aspectos del problema psiquiátrico estudiados en secuencia: Hay tres series de fenómenos, todos
interrelacionados, aunque distintivos a los de una descripción.

1. Las dificultades normales de la vida: La normalidad, o salud, es una cuestión de madurez, y no de ausencia
de síntomas. Por ejemplo, el niño normal de cuatro años experimenta una profunda ansiedad por el simple
hecho de que existen conflictos en las relaciones humanas que son inherentes a la vida y al hecho de vivir,  y
al manejo de los instintos. Resulta paradójico que en algunas edades, a los cuatro años, por ejemplo, un niño
normal pueda exhibir toda la gama de la sintomatología y que otro niño, casi carente de síntomas, pueda
estar seriamente enfermo.
2. La neurosis (o psicosis) infantil manifiesta: Las organizaciones defensivas contra la ansiedad intolerable
producen una sintomatología susceptible de ser reconocida, diagnosticada y, a menudo, tratada.
3. La neurosis o psicosis latente: El psiquiatra también aprende a descubrir en el niño la enfermedad
potencial, la que quizás se manifieste más tarde en una situación de tensión, sea ésta inherente a un
trauma, a la adolescencia, o a la adultez y la independencia. Esta tercera tarea del psiquiatra de niños es muy
difícil, pero no imposible. Como ejemplo, podemos considerar el fenómeno bastante común de un falso self
organizado.

Estos tres aspectos del trastorno psiquiátrico en un niño, si bien interrelacionados, son distinguibles en cualquier
formulación teórica del desarrollo emocional humano.
La salud como madurez emocional: Al psiquiatra le interesa el desarrollo emocional del individuo; en su campo de
actividad, la enfermedad y la inmadurez son términos casi equivalentes. Por lo tanto, la enseñanza de la psiquiatría
infantil está basada en el conocimiento del desarrollo infantil. Cuando una persona es madura puede identificarse
con el medio, y contribuir a crearlo, mantenerlo y modificarlo, sin que tal identificación implique un sacrificio
excesivo del impulso personal.
¿Qué precede a la madurez adulta? La respuesta a esta pregunta abarca todo el amplio campo de la psiquiatría
infantil.

Madurez adulta

La posibilidad de sentirse ciudadano del mundo representa un logro extraordinario y único en el desarrollo del
individuo, rara vez compatible con la salud personal o con la ausencia de depresión.

La adolescencia

La adolescencia se caracteriza sobre todo por las limitadas expectativas de la sociedad con respecto al
adolescente, de quien no se espera una socialización plena. El adolescente exhibe una mezcla de independencia
desafiante y dependencia, estados que alternan o incluso coexisten, lo cual hace del adolescente una paradoja.

La latencia

A los cinco o seis años de edad, el niño entra en una etapa que en psicología se conoce como período de
latencia, durante el cual se modifica el impulso biológico que subyace a la vida instintiva. El período de latencia
presenta ciertas características: en los varones, la tendencia al culto del héroe, y a formar pandillas o asociarse con
otros chicos sobre la base de alguna meta común; con todo, existen también amistades personales que pueden
llegar a ser más fuertes que las cambiantes lealtades de pandilla. Por otra parte, pueden disfrutar hasta cierto punto
del hecho de parecerse a la madre, en la relativo a las tareas domésticas, el cuidado de otros niños y los misterios
inherentes a ir de compras".

La primera madurez

En la etapa previa al período de latencia, el niño sano alcanza plena capacidad para el sueño o el juego adulto, con
los instintos apropiados y las ansiedades y conflictos resultantes. Esta capacidad sólo se logra en un marco familiar
relativamente estable. La clave de este período, en el que tienen su origen las neurosis, es la ansiedad, por la que se
entiende aquí una experiencia muy seria, del tipo que aparece clínicamente en la pesadilla. La ansiedad tiene que ver
con el conflicto, en gran medida inconsciente, entre el amor y el odio. Lo dicho puede aplicarse a la neurosis en
general cualquiera que sea la época de la vida en que se hace manifiesta.

Este período es psicológicamente muy complejo, si bien se ha ido haciendo cada vez más comprensible desde que
Freud inició el estudio científico del niño pequeño, investigación que llevó a cabo en gran parte en el tratamiento de
adultos.

La infancia

Antes de la etapa recién descrita en la que el niño participa esencialmente en relaciones triangulares, hay otra
durante la cual el niño se relaciona sólo con la madre, pero como un ser humano total con otra persona total. A
veces resulta algo artificial trazar un límite entre este período y el de la participación en la situación triangular, pero
la primera es muy importante y las ansiedades correspondientes a ella son de distinto tipo, pues se refieren a la
ambivalencia, esto es, el odio y el amor hacia un mismo objeto. El problema psiquiátrico relacionado con esta etapa
es más bien del tipo del trastorno afectivo, la depresión y la paranoia, y no tanto el de la neurosis.

La primera infancia
Más temprano aún, el niño es sumamente dependiente y debe cumplir ciertas tareas preliminares básicas,  tales
como la integraciónn de la personalidad en una unidad, la ubicación de la psiquis en el cuerpo, y la iniciación del
contacto con la realidad externa. Las enfermedades que tienen su origen en esta etapa temprana son de la
naturaleza de la psicosis, es decir, algunos de los trastornos que se incluyen bajo el término esquizofrenia.

Conclusiones: Al examinar así, retrospectivamente, la psicología del niño, hemos pasado de la capacidad del


individuo para tomar parte en la creación, el mantenimiento y la modificación del medio, a un estado de
dependencia absoluta que corresponde a los comienzos de la vida. El campo de la psiquiatría infantil estudia al niño
como un todo, así como su pasado y su potencial para la salud mental y la riqueza de su personalidad adulta.

Capítulo 13- La contribución del psicoanálisis a la obstetricia (1957).

Debe recordarse que la habilidad de la partera, basada en un conocimiento científico de los fenómenos físicos, es lo
que hace que sus pacientes puedan confiar en ella de acuerdo con sus necesidades.

El papel del psicoanálisis: ¿De qué manera interviene el psicoanálisis en el campo de la obstetricia? En primer lugar, a
través de su detallado y cuidadoso estudio de los seres humanos. El psicoanálisis está comenzando a esclarecer
anormalidades de todo tipo como la menorragia, los abortos repetidos, los malestares matutinos, la inercia uterina
primaria, así como también muchos otros estados físicos que pueden a veces deberse en parte,  a algún conflicto en
la vida emocional inconsciente de la paciente. El psicoanálisis ya ha provocado un cambio trascendental de enfoque
el cual se revela en la actitud de las parteras de hoy en comparación con las de hace veinte años. Si la paciente ha
sido hospitalizada, experimenta cierta inquietud con respecto al hogar al que deberá reintegrarse y,  de cualquier
manera, existe el cambio que la llegada del niño introducirá en su vida personal, en su relación con el marido, con
sus padres y con sus suegros.

El padre, en cierta medida, comparte este estado, y si se excluye, experimentará una sensación de desamparo. El


niño ya es una persona en el momento de nacer, y, desde su punto de vista, existe una enorme diferencia entre un
manejo adecuado y uno inadecuado en ese momento. Y luego tenemos a la partera, quien no sólo es una
técnica, sino también un ser humano, que tiene distintos sentimientos y estados de ánimos, excitaciones y
desengaños.

Un proceso esencialmente natural

La manera moderna de manejar la superstición consiste en adoptar una actitud científica, dado que la ciencia está
basada en la observación objetiva. El adiestramiento moderno, basado en la ciencia, prepara a la partera a fin de que
evite las prácticas supersticiosas.

El cambio en la actitud frente al bebé

Se ha producido un cambio en la actitud con respecto al bebé. Recientemente, sin embargo, se comprobó que los
bebés son efectivamente humanos, si bien lógicamente infantiles. El psicoanálisis ha demostrado gradualmente que
incluso el proceso del parto ejerce influencia sobre el niño, y que, desde el punto de vista de este último, el parto
puede ser normal o anormal.

La madre sana: Una de las dificultades que surgen con respecto a la actitud de la partera frente a la madre está
vinculada al problema del diagnóstico. Se pone temporariamente en manos de la nurse y, el hecho de que pueda
hacerlo constituye, en sí mismo, un signo de salud y madurez. En este caso, la nurse respeta la independencia de la
madre durante el mayor tiempo posible, e incluso durante el trabajo de parto si este es fácil y normal.

Relación entre la madre, el médico y la nurse

Sugiero que, precisamente porque la madre sana es madura o adulta, no puede ponerse en manos de una nurse y un
médico a quienes desconoce. Y se justifica que reaccione en esta forma, si ellos no le dieron a la madre la
oportunidad de conocerlos. Considero que lo más importante es que la madre, el médico y la nurse lleguen a
conocerse entre sí y mantengan un contacto permanente, de ser posible, durante todo el embarazo. Si esto no fuera
factible, por lo menos debe existir un contacto bien definido con la persona que se hará cargo del parto mismo,  y
que debe comenzar bastante tiempo antes de la fecha en que se calcula nacerá el bebé.

Una organización hospitalaria que no permite que una mujer sepa por anticipado quiénes serán su médico y su nurse
es absolutamente ineficaz, aun cuando se trate de la clínica más moderna, mejor equipada, más aséptica y lujosa del
país. Esta es la razón por la cual muchas madres prefieren tener el bebé en su casa atendidas por el médico de la
familia, y recurren a los hospitales sólo en los casos de emergencia. Es necesario que la persona a quien la madre ha
otorgado su confianza le ofrezca una explicación detallada de todo el proceso del parto,  lo cual contribuirá en gran
medida a disipar los efectos de cualquier información atemorizante e incorrecta que pueda haber recibido con
anterioridad. La mujer sana es quien más necesita esta explicación y quien podrá sacar más provecho del
conocimiento de la verdad.

Necesita la presencia de la nurse, su capacidad para ayudar en la forma adecuada y en el momento preciso, en el
caso de que algo anduviera mal. Pero, de cualquier manera, está a merced de fuerzas naturales y de un proceso que
es tan automático como la ingestión, la digestión y la eliminación, y cuanto más pueda dejar obrar a la naturaleza en
todo este proceso, tanto mejor será para la mujer y el bebé. No obstante, en lo que respecta al proceso natural del
parto, hay algo que rara vez puede olvidarse, esto es, el hecho de que el bebé tiene una cabeza desmesuradamente
grande.

La madre que no es sana: En contraste con la mujer sana que se pone en manos de la partera, existe también la
mujer enferma, esto es, emocionalmente inmadura, o que no ha podido asumir el papel que la mujer desempeña en
la ópera bufa de la naturaleza, o que tal vez se siente deprimida, ansiosa, desconfiada o simplemente confusa.

En tales casos, la nurse debe estar en condiciones de hacer un diagnóstico, y éste es otro de los motivos por los
cuales necesita conocer a su paciente antes de entrar en ese período especial y molesto que pertenece a la fase final
del embarazo. La madre enferma puede poner a prueba la tolerancia de la nurse y convertirse así en un verdadero
tormento, y, en ocasiones, tal vez haga falta imponerle alguna restricción, si llegara a adoptar una actitud
maníaca. En el caso de la madre con algún trastorno, que es incapaz de actuar como una persona totalmente
adulta, la partera es la nurse que colabora con el médico en el manejo de una paciente,  y en tal caso su empleador
es el hospital. Lo que quiero señalar es que la observación de que muchas madres son histéricas fastidiosas o
autodestructivas no debe inducir a las parteras a negar a la salud y a la madurez emocional el lugar que le
corresponde, ni a clasificar a todas sus pacientes como infantiles, cuando, en realidad, la mayoría de ellas es
plenamente capaz, salvo en algunas cuestiones concretas que deben dejar en manos de la nurse.

El manejo de la madre con su bebé : « Aparentemente, succionaba bien inmediatamente después de nacer, pero no


lo pusieron al pecho sino treinta y seis horas más tarde. La madre sentía que las nurses no eran comprensivas, que
no le permitían quedarse suficiente tiempo con el bebé. Afirma que introducían por la fuerza el pezón en la boca del
bebé, le sostenían la barbilla para obligarlo a succionar y le apretaban la nariz para separarlo del pecho.  » No sé si las
nurses tienen noticia de que ésta es la queja habitual de las mujeres.

Quizás nunca tengan oportunidad de escuchar esos comentarios, y, desde luego, no es probable que las madres
expresen sus quejas a la nurse a quien indudablemente le deben mucho.

Estado de sensibilización posterior al parto

En nuestra labor psicoanalítica especializada comprobamos que la madre que acaba de tener un bebé se encuentra
en un estado muy sensible, y, que, durante una o dos semanas, tiende a creer en la existencia de una mujer que es
un perseguidor. Esta situación compleja se resuelve a menudo en el hogar cuando la madre despide a la
nurse, hecho penoso para todos los interesados. Sabe cómo hacerlo, no por vías del estudio ni de la inteligencia, sino
simplemente porque es la verdadera madre. Pero sus instintos naturales no pueden desarrollarse si está asustada, o
si no ve nacer al niño, o si se lo llevan a su lado únicamente en horarios que han sido fijados por las autoridades
como los días adecuados para fines alimentarios.

Este sistema inevitablemente no dará resultado.

Dos propiedades opuestas

Así, tenemos por un lado a una persona sumamente dependiente, la madre, y, al mismo tiempo y en esa misma
persona, la experta en ese delicado proceso que es la iniciación de la lactancia, y en todas las complicaciones
inherentes al cuidado infantil. A algunas nurses les resulta difícil aceptar estas dos características opuestas de la
madre, y en consecuencia intentan iniciar la lactancia con los mismos métodos que utilizarían para provocar una
defecación en un caso de intestino constipado. En mi trabajo, me esfuerzo incesantemente por subsanar esta
falla, que en algunos casos es provocada ya en los primeros días y semanas por una nurse que no comprende que,  a
pesar de ser una experta en esa tarea, esta última no incluye el proceso a través del cual se logra establecer una
relación mutua entre el bebé y el pecho de la madre. Y también puede sentir, y en algunos casos debe sentir, que la
nurse es la madre vengativa que ha venido a quitarle el bebé.

No hay nada que la nurse deba hacer al respecto, pero conviene que evite ser ella la que separa a la madre del niño -
la que priva a la madre de ese contacto natural- y que se limite a llevarlo a su lado,  envuelto en una mantilla, a la
hora de comer. Los sueños, la fantasías y el juego que subyacen a estos problemas persisten incluso cuando la nurse
actúa de modo tal que le brinda a la madre la oportunidad de recuperar su sentido de la realidad,  cosa que logra
naturalmente al cabo de pocos días o semanas. En la mayoría de los casos, la madre termina por modificar su actitud
y puede entonces ver a la nurse tal como es, alguien que trata de comprender pero que también es un ser humano y
que, por consiguiente, no tiene una tolerancia ilimitada. También debemos señalar que a la madre, sobre todo si es
algo inmadura o si fue una criatura deprivada en su infancia, le resulta muy difícil renunciar a los cuidados de la
nurse y quedarse sola para ocuparse de su hijo tal como ella misma necesita que se ocupen de ella.

De esta manera, la pérdida del apoyo que brinda una buena nurse puede provocar serias dificultades durante la fase
siguiente, cuando la madre se desprende de la nurse, o ésta abandona a la madre.

Capítulo 14- Consejos a los padres (1957).

El título de este capítulo tal vez resulte algo equívoco. Sí se le pregunta a un médico: « ¿Qué debo hacer con mi
hijo, a quien le han diagnosticado fiebre reumática?», debe aconsejar a los padres que acuesten al niño y lo hagan
guardar cama hasta que el médico considere que ya no existe peligro de una lesión cardíaca.  Pero muchos niños que
no están físicamente enfermos requieren a veces nuestra atención; por ejemplo, en la sala de maternidad nuestra
tarea no es curativa, pues tanto la madre como el niño suelen estar sanos. Es mucho más difícil tratar la salud que la
enfermedad.

Mis observaciones sobre la cuestión de los consejos corresponden a tres categorías: 1. La diferencia entre el
tratamiento de una enfermedad y el asesoramiento sobre la vida. 2. La necesidad de convertirse en depositarios del
problema, en lugar de ofrecer una solución. 3. La entrevista profesional.

Tratamiento de la enfermedad y asesoramiento sobre la vida: Hace su diagnóstico y se lo informa a la


madre, indicándole además, en líneas generales, cuál es el tratamiento que él considera adecuado. La madre y el
niño sienten simpatía por este pediatra porque es amable comprensivo, y porque tuvo una buena actitud con el niño
durante el examen físico. El médico, que está al día en este sentido, le da a la madre la oportunidad de hablar un
poco sobre sí misma y su hogar. La madre no lo sabe, pero el médico le aconsejó un cambio de escuela únicamente
porque él mismo acababa de llevar esa sugerencia a la práctica en el caso de uno de sus hijos a quien los
compañeros acobardaban, de modo que esa idea estaba muy presente en su mente.

Una experiencia personal distinta lo hubiera llevado a aconsejar a la madre que lo dejara en el mismo
establecimiento. Al escuchar el relato de la madre, estaba cumpliendo una función eficaz, aunque sin saberlo, y
luego se comportó en forma irresponsable al darle una sugerencia, cosa por otra parte totalmente innecesaria ya
que nadie se la había pedido.

El siguiente ejemplo ilustra la posibilidad de seguir otro método

En el trasfondo existía una situación depresiva, tanto en la abuela como en la madre. Cuando todo esto se hizo
evidente, la madre se sorprendió al comprobar que estaba llorando. La resolución de este problema se debió al
reconocimiento por parte de la madre de que el problema radicaba en su relación con su propia
progenitora, después de lo cual pudo salir adelante con los problemas prácticos del destete, que exigían que se
mostrara algo cruel con su bebé además de amarlo.

La dificultad consistía en que la niña, hija única, se había convertido en un permanente problema para los padres, a
pesar de quererlos mutuo. Al tomar una historia clínica completa se comprobó que las dificultades habían
comenzado en la época del destete, cuando la niña tenía ocho meses.

El médico examinó al niño y no encontró nada anormal, cosa que comunicó a los padres. Naturalmente, la madre no
tuvo otra salida que seguir el consejo del especialista, pero éste jamás debió habérselo dado. Recibí el llamado
telefónico de una mujer, quien me dijo que si bien había recurrido ya a un hospital de niños, quería encarar el
problema relativo a su hija de otra manera. Le concedí una entrevista y acudió con la niña, que tenía casi siete meses
de edad.

La joven madre tomó asiento frente a mí teniendo al bebé en la falda,  lo cual me permitió establecer las condiciones
necesarias para observar a una criatura de esa edad. Me refiero a que pude hablar con la madre y, al mismo
tiempo, observar al bebé sin la ayuda o la intervención de aquélla.

La madre describió un intento efectuado en la sala de maternidad para obligar a la niña a comer. Ninguno de estos
procedimientos tuvo el menor éxito de modo que, si bien mucho más tarde, la madre descubrió que toda vez que
ella hacía algo activo con respecto a la alimentación de la niña, ésta se quedaba dormida. Al cabo de la primera
semana se hizo un intento de darle el pecho, pero no se le permitió a la madre utilizar su comprensión intuitiva de
las necesidades de la niña. Al cabo de un mes, la niña pesaba algo más de tres kilos y la madre regresó con ella a su
hogar, con indicación expresa de que debía alimentarla con una cuchara.

La madre había descubierto por su cuenta que podía alimentar a la niña sin ninguna dificultad,  aunque para ese
entonces ya no tenía más leche. Por esa época un hospital de niños se había interesado en esta criatura debido a
ciertas anormalidades físicas y el departamento de pacientes externos del hospital se encargó de brindarle
asesoramiento a la madre. Los consejos ofrecidos parecían estar basados en la idea de que la madre probablemente
estaba harta de todo el asunto, cuando en realidad ella disfrutaba alimentando a la niña y no le importaba cuán
difícil pudiera resultar esa tarea. En el hospital se llevaron a cabo innumerables investigaciones a pesar de las
protestas de la madre, pero ésta sentía, como es natural, que debía dejar el aspecto físico en manos de los médicos.

Debido a estas anormalidades físicas, la madre creyó necesario seguir asistiendo al hospital, pero ello significaba
tener que soportar los consejos relativos a la alimentación de la niña, consejos que por lo general se basaban en una
errónea apreciación de su propia actitud. Este intento no tuvo éxito, y la madre dejó entonces de hacerlo. Es
evidente que la madre era mucho más sensible a las necesidades de la niña que los médicos y las enfermeras.  Por lo
tanto, en el caso de esta madre el problema consistía en que reconocía claramente su dependencia con respecto al
hospital en cuanto a los problemas físicos, y trataba de hacer frente al hecho de que los especialistas, orientados
hacia los aspectos físicos, no habían caído en la cuenta de que el bebé también era un ser humano.

Cuando entré en la habitación, la niña me miró fijamente. Siempre mirándome, sonriéndome y observándome, tomó


el lápiz con la mano derecha y, sin ninguna vacilación, se lo llevó a la boca, lo cual pareció producirle gran
placer. Poco después utilizó la mano izquierda para ayudarse y luego sostuvo el lápiz con esa mano en lugar de
hacerlo con la derecha mientras lo succionaba. Esta situación continuó con algunas variantes hasta que, al cabo de
cinco minutos, y tal como es común que ocurra, inadvertidamente se le cayó el lápiz de la mano.

Al cabo de unos pocos minutos el lápiz volvió a caerse, pero esta vez no en forma tan accidental. La niña estaba
vestida, pues yo no había considerado necesario quitarle la ropa. La cuarta vez lo apoyó cerca del pecho de la madre
y lo dejó caer entre ésta y el brazo del sillón. La niña evidentemente ya estaba cansada de la situación y comenzó a
lloriquear, y entonces se produjo una situación inevitablemente molesta durante los minutos finales, pues la niña
sentía que ya era hora de irse, y en cambio la madre aún no estaba dispuesta hacerlo.

La consulta no acarreó mayores resultados, salvo en la medida en que la madre obtuvo el apoyo que
necesitaba, esto es, con respecto a su muy certera comprensión de la niña, que le resultaba imperioso defender
debido a la incapacidad de los médicos para aceptar los límites de su especialidad.

Los depositarios del problema: ¿les está permitido o no traspasar los límites de esa práctica específica e internarse
en el campo de la psicología, es decir, de la vida y el vivir? Ésta es mi respuesta: sí, siempre y cuando les sea posible
convertirse en depositarios de los problemas familiares, personales o sociales que se les confían, y permitir así que la
solución surja espontáneamente. En cambio, si una persona, por motivos temperamentales, necesita
actuar, aconsejar, entrometerse, provocar los cambios que considera beneficiosos, entonces la respuesta es: no, esta
persona no debe salirse del dominio de su especialidad, la cual tiene que ver con la enfermedad física.

No necesita comprobar si los hechos son correctos o si existe alguna parcialidad en la manera de presentar el
problema; simplemente acepta lo que viniere, y vive como propios los problemas ajenos. Y entonces el interesado se
aleja sintiéndose diferente, y a menudo hasta se siente capaz de resolver un problema que parecía insoluble.

La entrevista profesional: El hecho de hacer un juicio moral y expresarlo destruye la relación profesional en forma
total e irrevocable. El límite en cuanto a la duración de la entrevista profesional se establece en nuestro propio
beneficio, pues la perspectiva de que la entrevista ha de terminar neutraliza por anticipado nuestro resentimiento, el
cual, de otra manera, se deslizaría subrepticiamente y malograría la eficacia de lo que constituye nuestra auténtica
tarea.

Capítulo 15- Trabajo asistencial (Casework) con niños que padecen una enfermedad mental (1959).

Trabajo asistencial y psicoterapia: En este capítulo se habla de un joven que quería solicitar una beca en Cambridge o
en Oxford, como el padre no le daba dinero para el acceso, los asistentes sociales consiguieron el dinero (10 libras) a
través de los recursos comunitarios.

Winnicott explica que no estaba preparado para afrontar el examen por su identificación con un padre enfermo y
una madrastra que se adscribía al pensamiento de su pareja sin cuestionar los perjuicios de esa forma de educar que
llevó a un enfrentamiento con el padre, en el que Winnicott habló claro. Esto trascendió al Ministro de Salud y
Winnicott envió el abundante material de historiales y no volvió a saber del tema, tampoco le devolvieron el grueso
documento.

En el artículo explica como trabajaba en equipo con las asistentes sociales y un psicólogo. Él considera que la labor
del psicólogo puede ser la del psiquiatra, suministrar psicoterapia, pero también consideraba que las asistentes
sociales pueden ejercer esa labor a otro nivel. A un nivel de contención y sostén (holding).
Hay que reflexionar sobre la propuesta clínica de Winnicott y su intervención con aquel padre. Winnicott dice lo
siguiente: En algunos casos de psicosis infantil, sobre todo en los más graves, la actitud de los padres puede ser
anormal, lo cual constituye de hecho la causa de la enfermedad y sirve para mantenerla. En esta forma, hay una
interacción entre la enfermedad del niño y la de los padres, lo cual vuelve la situación intolerable. En tales
situaciones, el trabajo asistencial tiende a aliviar la angustia mediante la búsqueda de otro hogar para el niño pero,
sin duda, sólo Dios sabe lo difícil que resulta encontrarlo. Pág. 168

Capítulo 16-El niño deprivado y cómo compensarlo por la pérdida de una vida familiar (1950).
Como introducción al tema que trata del cuidado que debe dispensarse al niño que se ha visto deprivado de una vida
familiar, es importante no perder de vista que la comunidad debe ocuparse, básicamente, de sus miembros
sanos. Numerosos niños deprivados son en la práctica manejados de una u otra manera, y la solución radica en
evitar el mal manejo. Son múltiples las ocasiones en que apartamos a los niños de sus familias. Por ejemplo, en mi
clínica tenemos todas las semanas casos en los que es preciso sacar urgentemente al niño de su hogar,  si bien es
cierto que rara vez se dan estos casos en niños menores de cuatro años.

Todos los que trabajamos en este campo conocemos el tipo de caso en que,  por un motivo o por otro, se ha creado
una situación tal que, a menos que el niño se aleje durante unos días o semanas de la casa, la familia se desintegrará
o el niño terminará compareciendo ante un tribunal de menores. A menudo es posible pronosticar que el niño se
beneficiará lejos de la casa y que lo mismo ocurrirá con la familia. Hay muchos casos angustiosos que se resuelven
por sí mismos si podemos tomar estas medidas con suficiente rapidez, y sería lamentable que todo lo que estamos
realizando por evitar la destrucción innecesaria de buenos hogares significara, de alguna manera, menoscabar los
esfuerzos de las autoridades que son responsables de proporcionar alojamiento, a corto o a largo plazo, para el tipo
de niños que considero aquí. Cuando digo que tenemos casos como éstos todas las semanas en mi clínica, me refiero
a que en la gran mayoría de los casos logramos ayudar al niño dentro del marco ya existente.

La gran mayoría de los niños que requieren ayuda psicológica padecen trastornos relacionados con factores
internos, trastornos en el desarrollo emocional, que en gran medida se deben al simple hecho de que la vida es
difícil. Tales trastornos pueden tratarse sin separar al niño de su familia.

Evaluación de la deprivación: A fin de descubrir cuál es la mejor manera de ayudar a un niño deprivado, debemos
comenzar por determinar qué grado de desarrollo emocional normal tuvo inicialmente gracias a la existencia de un
medio suficientemente bueno: i) relación madre-hijo, ii) relación triangular padre-madre-hijo; y luego, a la luz de lo
que se ha logrado establecer, debemos tratar de evaluar el daño ocasionado por la deprivación, en el momento en
que comenzó y durante el período en que se mantuvo.

Las seis categorías que enumero a continuación pueden resultar útiles como métodos para clasificar los casos y
hogares deshechos: a) Un hogar bueno corriente, desintegrado por un accidente sufrido por uno de los progenitores
o por ambos. b) Un hogar deshecho por la separación de los padres, que son buenos como tales. c) Un hogar
deshecho por la separación de los padres, que no son buenos como tales. d) Hogar incompleto, por ausencia del
padre (hijo ilegítimo). La madre es buena; los abuelos pueden asumir un rol parental o contribuir en alguna medida.
e) Hogar incompleto, por ausencia del padre (hijo ilegítimo). La madre no es buena. f) Nunca hubo hogar alguno.

Además suelen hacerse clasificaciones mixtas: a) Según la edad del niño, y también la edad que tenía cuando ese
medio suficientemente bueno dejó de existir. b) Según el temperamento y la inteligencia del niño. c) Según el
diagnóstico psiquiátrico del niño.

Tratamos de evitar toda evaluación del problema basada en los síntomas del niño, o en el grado en que el niño se
convierte en una molestia, o en los sentimientos que su situación despierta en nosotros, pues tales consideraciones
suelen inducir a error.

Además, y con suma frecuencia, la única manera de determinar la existencia de un medio temprano suficientemente
bueno consiste en proporcionar un medio bueno y ver de qué manera lo utiliza el niño.  Aquí conviene hacer un
comentario especial sobre el significado de las palabras «de qué manera utiliza el niño un medio bueno». Un niño
deprivado es un niño enfermo, y el problema nunca es tan simple como para que la mera readaptación ambiental
baste para que el niño recupere la salud. En el mejor de los casos, el niño que puede beneficiarse con un simple
cambio ambiental comienza a mejorar, y a medida que ello ocurre se vuelve cada vez más capaz de experimentar
rabia por la deprivación pasada.

El odio contra el mundo está allí, oculto en el interior del niño, y la salud no se alcanza hasta haber experimentado
ese odio. Sin embargo, este resultado favorable sólo sobreviene si todo es relativamente accesible para el consciente
del niño, cosa que rara vez sucede, puesto que, sea en pequeña o en gran medida, los sentimientos
correspondientes a la falla ambiental no son accesibles a la conciencia. La madre la cuidaba muy bien y volvió a
casarse. Todo anduvo bien hasta que la madre quedó embarazada, momento en que el padre modificó su actitud
con respecto a la hijastra.

Las cosas empeoraron después del nacimiento del bebé, y la madre se encontró en una difícil situación de lealtades
conflictivas. La niña no podía prosperar en esa atmósfera pero, como pupila en una escuela, posiblemente pueda
progresar e incluso comprender las dificultades surgidas en su hogar.

La ayuda- al niño deprivado: Evidentemente alguien tiene que ocuparse del niño. La opinión pública exige que se
haga todo lo posible por el niño que carece de una vida familiar propia. Nunca llegaremos a darle a un niño lo que
éste requiere promulgando una ley ni poniendo en marcha la maquinaria administrativa.  Dicha cantidad aumenta si
la maquinaria administrativa proporciona también intermediarios, individuos que pueden por un lado hacer frente a
las autoridades y, por el otro, mantenerse en contacto con quienes efectúan realmente la tarea, apreciar sus
cualidades, reconocer el éxito cuando éste se logra, permitir que el proceso educativo fermente y haga interesante
el trabajo, examinar los fracasos y sus motivos, y estar dispuestos a ofrecer su ayuda cuando es preciso apartar en
corto plazo a un niño de un hogar adoptivo o un albergue.

El cuidado de un niño es un proceso que absorbe todo el tiempo de una persona y que la deja sin la suficiente
reserva emocional para enfrentar los procedimientos administrativos o los problemas sociales que en algunos casos
plantea la policía. Al entrar a considerar ahora cuestiones más específicas, resulta esencial recordar el diagnóstico
psiquiátrico de cada niño al que nos proponemos ayudar. Lo importante es que un niño deprivado de su marco
familiar tal vez haya tenido un buen comienzo en su infancia e incluso haya disfrutado de los albores de una vida
familiar. En ese caso, las bases de la salud mental del niño quizás estén ya bien establecidas, de modo que la
enfermedad provocada por la deprivación se produjo en un período de salud.

En cambio otro niño, que tal vez no parezca ser más enfermo, carece de toda experiencia sana que pueda
redescubrir y reactivar en un nuevo ambiente y, además, puede haber existido un manejo tan complejo o deficiente
de la temprana infancia, que las bases para la salud mental en términos de estructura de la personalidad y sentido
de realidad sean muy escasas. En estos casos extremos, es necesario crear por primera vez un buen medio, o quizás
este medio adecuado no resulte tampoco eficaz porque el niño es básicamente enfermo,  e incluso exista por
añadidura una tendencia hereditaria a la demencia o a la inestabilidad. En los casos extremos, el niño es
demente, aunque esta palabra nunca se use para referirse a una criatura. Una vez establecido el diagnóstico, en
términos de la presencia o ausencia de rasgos positivos en el ambiente temprano y en la relación del niño con él,  el
próximo aspecto a considerar es el procedimiento.

Es preciso dirigirlas con métodos dictatoriales, y lo que es provechoso para el niño individual ocupa aquí un papel
secundario, debido a las limitaciones impuestas por lo que la sociedad puede proporcionarle en forma inmediata.

Terapéutica y manejo

En el primero, como ya dije, la meta es verdaderamente terapéutica, pues se confía en que el niño, con el correr del
tiempo, se recuperará de la deprivación que, sin ese manejo, no sólo le dejaría una cicatriz sino también una
verdadera invalidez psíquica. Para que ello ocurra, se necesita mucho más que la respuesta del niño frente a su
nuevo ambiente. Es probable que al comienzo el niño responda sin demora y que quienes se ocupan de él lleguen a
pensar que ya no habrá más problemas. Pero cuando el niño adquiere mayor confianza, evidencia una creciente
capacidad para experimentar rabia con respecto a la falla ambiental previa.

Desde luego, no es demasiado probable que las cosas tomen exactamente este cariz, sobre todo porque el niño no
tiene conciencia de los cambios revolucionarios que tienen lugar en ese momento. Los padres adoptivos
comprobarán que periódicamente se convierten en el blanco del odio del niño, y tendrán que hacerse cargo de la
rabia que poco a poco el niño está comenzando a poder sentir y que corresponde a la falla de su verdadero hogar.  Si
los padres adoptivos reciben la visita de un inspector dispuesto a encontrar todo tipo de defectos,  tal vez se sientan
excesivamente ansiosos y traten de seducir al niño para que se muestre alegre y cordial, con lo cual lo privarán de
una parte muy importante de su recuperación. Para ellos, los verdaderos padres del niño fueron realmente malos y
lo repiten una y otra vez para que el niño lo oiga, con lo cual logran desviar el odio que aquél siente contra ellos.

Sin duda, es más conveniente que los padres adoptivos puedan soportar las oleadas periódicas de hostilidad y
sobrevivir a ellas, e ir estableciendo una nueva relación con el niño, cada vez más segura, porque es menos
idealizada. En cambio, el niño ubicado en una gran institución no es objeto de un manejo que tiene como meta
curarlo de su enfermedad. Debe recordarse que incluso en las comunidades muy estrictas, en tanto haya
congruencia y justicia en el manejo, los niños pueden descubrir rasgos humanos entre ellos y hasta llegar avalorar la
actitud estricta porque implica estabilidad. Por ejemplo, una de ellas consistiría en seleccionar algunos niños
apropiados y permitirles que periódicamente se pusieran en contacto con el mundo exterior,  a través de visitas a tíos
sustitutos en los que se pueda confiar.

Siempre se encontrarán personas dispuestas a escribir al niño en el día de su cumpleaños e invitarlo a sus casas para
tomar el té tres o cuatro veces por año. Estos son sólo algunos ejemplos, pero nos dan una idea del tipo de cosas que
pueden hacerse, y que de hecho se hacen sin perturbar el marco estricto en que viven los niños. Debe recordarse
que si la base del sistema es la severidad, les creará confusión a los niños que ese marco tan riguroso presente
excepciones y fisuras. Además, siempre hay niños que abusan de los privilegios, de modo que a veces no existe otro
remedio que suprimirlos, sacrificando con ello a los niños que sabrían aprovecharlos bien.

Dentro de este marco, es inevitable que, en mayor o menor grado, los niños pierdan su propia individualidad. Habrá
también algunos niños que, precisamente por ser lo que yo llamaría dementes, constituyen siempre fracasos, por
más que se les ordene lo que tienen que hacer. Para esos niños debería existir algún equivalente del hospital
psiquiátrico para adultos, y creo que aún no hemos logrado determinar qué medidas debe adoptar la sociedad para
ayudar a esos casos extremos. Quiero concluir esta sección refiriéndome a dos cuestiones de gran importancia en lo
relativo a las necesidades del niño deprivado.

Importancia de la historia temprana del niño

Si yo me ocupara de dicha tarea, ni bien destinaran un niño a mi cuidado, desearía reunir inmediatamente toda la
información posible acerca de la vida de ese niño hasta el momento presente, por insignificante que fuera. Recuerdo
lo desesperante que era, durante la Segunda Guerra Mundial, al tratar de subsanarlas fallas del plan de
evacuación, comprobar que había niños acerca de los cuales jamás podríamos obtener ningún tipo de
información. En los casos más favorables, quien está oficialmente a cargo del niño podrá mantener una larga
entrevista con la verdadera madre, permitiéndole que gradualmente vaya revelándole toda la historia de su hijo a
partir del nacimiento de éste, y quizás detalles importantes acerca de sus propias experiencias durante el embarazo
y también las que desembocaron en la concepción, las cuales pueden haber determinado o no gran parte de su
actitud para con el niño. Luego debe encarar la tarea de establecer contacto con el niño, una vez que se ha
granjeado la confianza de éste.

Habrá que encontrar la manera de hacer saber al niño que allí, o en un archivo en la oficina de ese funcionario, está
la historia de la vida que ha llevado hasta ese momento. Quizás el niño no quiera enterarse de nada por el
momento, pero puede ocurrir que esos detalles hagan falta más tarde. El niño ubicado en el otro extremo, manejado
mediante métodos dictatoriales en un grupo numeroso, cuenta con menos posibilidades de alcanzar un grado de
mejoría que le permita asimilar la verdad con respecto a su pasado. Para que el trabajo sea eficaz debe ser
personal, pues de lo contrario resulta cruel, tanto para el niño como para el experto que lo toma a su cargo.

La tarea será provechosa sólo si es personal y si quienes la cumplen no están sobrecargados de trabajo.

Fenómenos transicionales
En algunos casos, a partir de los primeros meses de vida, el niño exige la presencia personal de un ser
humano, probablemente la madre. Es improbable que alguna vez llegue a regalar ese objeto a otro niño y, de
cualquier manera, ningún otro niño tendría interés en poseerlo, ya que, con el correr del tiempo, se convierte en un
objeto roñoso y maloliente, a pesar de lo cual nadie se atrevería a lavarlo. Este objeto es lo que yo denomino un
objeto transicional, lo cual me permite ilustrar una dificultad que todo niño experimenta y que consiste en relacionar
la realidad subjetiva con la realidad compartida que es posible percibir objetivamente. Cuando pasa de la vigilia al
sueño, el niño salta de un mundo percibido a un mundo creado por él mismo.

Yo describiría este objeto tan preciado diciendo que existe un acuerdo tácito en el sentido de que nadie pretenderá
afirmar que ese objeto real forma parte del mundo, ni tampoco que ha sido creado por el niño. Esta es la
continuación progresiva de la tarea inicial que la madre común y corriente permite que su niño emprenda
cuando, mediante una muy delicada adaptación activa, se ofrece ella misma, o quizás su pecho, mil y una veces, en
el momento en que el bebé está en condiciones de crear algo similar al pecho que ella le da. Con todo, un niño
puede llegar a depositar tanta confianza en la persona que se ocupa de él, que los objetos que son profundamente
simbólicos de esa persona aparecerán espontáneamente, y eso se experimentará como una buena señal, como por
ejemplo poder recordar un sueño o soñar con un acontecimiento real. Todos estos objetos y fenómenos
transicionales permiten al niño soportar frustraciones, deprivaciones y la aparición de situaciones nuevas.

Un niño que ha sido trasladado de un hogar a otro o de una institución a otra podrá tal vez superar la situación,  si se
le permite llevar consigo un objeto blando o un trozo de tela, o se le entonan canciones conocidas a la hora de
dormir, que le permitan vincular el pasado con el presente, o si sus actividades autoeróticas son
respetadas, toleradas e incluso valoradas como un aporto positivo. Si deprivamos a un niño de los objetos
transicionales y perturbamos los fenómenos transicionales establecidos, le queda sólo una salida, una división de su
personalidad, en la que una mitad se relaciona con un mundo subjetivo y la otra reacciona sobre la base del
sometimiento frente al mundo. Cuando se establece esta división y se destruyen los puentes entre lo subjetivo y lo
objetivo, o bien cuando éstos nunca fueron muy estables, el niño es incapaz de funcionar como un ser humano
total. El mundo subjetivo tiene para el niño la desventaja de que, si bien puede ser ideal, también puede ser cruel y
persecutorio.

Al principio, el niño traducirá en estos términos todo lo que encuentre, y entonces el hogar adoptivo será
maravilloso y el hogar verdadero horrible, o viceversa. Al final, sin embargo, si todo sale bien, el niño podrá fantasear
acerca dehogares buenos y malos, y soñar y hablar acerca de ellos, y hacer dibujos que los representen y, al mismo
tiempo, percibir el hogar que le proporcionan sus padres adoptivos tal como es en realidad. Quienes manejan niños
deprivados podrán cumplir mejor su tarea sí reconocen que cada niño tiene,  en cierta medida, la capacidad de
aceptar un territorio neutral, localizado de una u otra manera en la masturbación, en jugar con un muñeco, en
disfrutar de una canción infantil o algo parecido.

Capítulo 17- Las influencias grupales y el niño inadaptado: el aspecto escolar (1955).

Me propongo estudiar aquí algunos aspectos de la psicología de los grupos, lo cual tal vez nos ayude a comprender
mejor los problemas inherentes al manejo grupal de los niños inadaptados. Consideremos en primer lugar al niño
normal, que vive en un hogar normal, tiene metas y asiste a la escuela con el deseo de aprender, y que es capaz de
encontrar su propio ambiente e incluso ayudar a mantenerlo, desarrollarlo o modificarlo. En cambio, el niño
inadaptado necesita un medio donde se ponga el acento en el manejo más que en la enseñanza, la cual constituye
algo secundario y a veces especializado, que se asemeja más a la enseñanza diferencial que a la instrucción en
asignaturas escolares. Por lo tanto, los conocimientos sobre la formación de grupos son de gran importancia para su
trabajo.

El desarrollo emocional individual: La psicología surgió de un tremendo caos a partir de la idea, ahora aceptada, de
que existe un proceso ininterrumpido de desarrollo emocional, el cual se inicia antes del nacimiento y se mantiene
durante toda la vida, hasta que llega la muerte como consecuencia de la vejez. Partiendo de esta base, podemos
estudiar la forma que adopta el proceso y las diversas etapas en las que existe peligro, sea que éste tenga un origen
interno o externo. Todos aceptamos la afirmación general de que cuanto más nos internamos en la exploración de
este proceso individual, más importancia asume el factor ambiental. Esto implica aceptar el principio de que el niño
pasa de la dependencia a la independencia.

En condiciones normales, esperamos que el individuo llegue gradualmente a identificarse con grupos cada vez más
amplios, sin perder su propia identidad ni su espontaneidad individual. Nos esforzamos enormemente por ofrecer
ampliaciones graduales del significado de la palabra grupo cuando tratamos de crear clubes y otras organizaciones
adecuadas para los adolescentes, y juzgamos los resultados en la medida en que cada niño llega a identificarse
sucesivamente con los diversos grupos sin experimentar una pérdida excesiva de su individualidad.  Cuando se trata
de proporcionar una escuela al niño de menos de dos años, vemos que aquélla está integrada con el hogar y que no
atribuye demasiada importancia a la instrucción, porque lo que un niño necesita a esa edad son oportunidades
organizadas para el juego y condiciones controladas para iniciarse en la vida social.  Aceptamos que para el niño de
esa edad el verdadero grupo es su hogar y, en lo que respecta al bebé, sabemos que una interrupción en la
continuidad del manejo familiar resulta desastrosa.

Si examinamos las etapas iniciales de este proceso, vemos que el bebé depende enormemente del cuidado de la
madre, de su presencia permanente y de su supervivencia. En un período más temprano, el bebé está en brazos de
la madre y sólo comprende el amor que se expresa en términos físicos, es decir, a través de ese sostén humano y
vital. Aquí encontramos la dependencia absoluta, y en esta etapa tan temprana no existen defensas contra las fallas
ambientales, salvo la suspensión del proceso del desarrollo y la psicosis infantil. El psicoanálisis se ocupa
fundamentalmente de la satisfacción de las necesidades instintivas, pero en este contexto nos interesa más la
provisión ambiental que posibilita todo lo demás, esto es, en este momento nos interesa concretamente la madre
que sostiene al bebé y no la madre que alimenta al bebé.

De todo lo que observamos, lo que nos interesa fundamentalmente aquí es esa parte del proceso que llamarnos
integración. Antes de la integración, el individuo no está organizado, es un mero conjunto de fenómenos
sensoriomotores, a los que el ambiente otorga cierta cohesión. Después de la integración, el individuo Es o sea, el
bebé se ha convertido en una unidad, puede decir Yo soy . No cabe duda de que las experiencias instintivas
contribuyen en gran medida al proceso de integración, pero también es fundamental que exista ese medio
suficientemente bueno, alguien que sostenga al niño y se adapte a sus necesidades cambiantes.

Esa persona sólo puede estar movida por el tipo de amor que conviene a esta etapa, un amor que entraña poder
identificarse con el bebé y sentir que vale la pena adaptarse a sus necesidades. Antes de la integración hay un estado
en que el individuo sólo existe para quienes lo observan. Para el niño, el mundo exterior no está diferenciado, ni hay
tampoco un mundo personal o interno ni una realidad interna. Después de la integración el bebé comienza a tener
un self.

También en este período previo a la integración existe un área entre la madre y el niño que es madre y niño a la
vez. Pero es inevitable que subsistan vestigios de esta área intermedia, cosa que observamos más tarde en la
primera posesión a la que el niño se aferra afectivamente, y que tal vez sea un trozo de frazada, una servilleta, un
pañuelo de la madre, etc. A los objetos de este tipo los he denominado «objetos tradicionales», y lo importante aquí
es que dichos objetos son, simultáneamente, una creación del niño y una parte de la realidad externa. El niño que
pierde ese objeto transicional pierde al mismo tiempo la boca y el pecho, las manos y la piel de la madre, la
creatividad y la percepción objetiva. Del mismo modo, resulta inconcebible que, antes de la integración, el bebé
pudiera existir siquiera sin, un quehacer materno suficientemente bueno.

Sólo después de la integración podemos afirmar que, si la madre falla, el niño muere de frío, o decae cada vez más, o
estalla como una bomba de hidrógeno y destruye al self y al mundo a un mismo tiempo. El niño recién integrado
está, entonces, en el primer grupo. Antes de esta etapa sólo existe una formación primitiva pregrupal, en la que los
elementos no integrados se mantienen unidos gracias a un medio del que aún no se han diferenciado, y que es la
madre que sostiene al niño. Un grupo constituye un logro del Yo soy, y constituye una hazaña peligrosa para el bebé.
La formación de grupos: Hemos llegado a la etapa de una unidad humana integrada y, al mismo tiempo, la de alguien
que podríamos llamar la madre que proporciona protección, y que conoce muy bien el estado paranoide inherente a
esa nueva integración. Confío en que lo que quiero decir resultará claro si utilizo los términos "unidad individual" y
"protección materna".

Los grupos pueden originarse en cualquiera de los dos extremos implícitos en estos términos: i) Unidades
superpuestas. ii) Protección.

i) La base de la formación grupal madura es la multiplicación de unidades individuales. Diez personas, todas ellas
bien integradas, superponen sus diez integraciones y, en cierta medida, comparten una membrana demarcatoria.
Dicha membrana representa ahora la piel de cada miembro individual. La organización que cada individuo aporta en
términos de integración personal tiende a mantener desde adentro la entidad grupal, lo cual significa que el grupo se
beneficia con la experiencia personal de los individuos, cada uno de los cuales ha sido cuidado durante el momento
de la integración y protegido hasta alcanzar la capacidad de protegerse a sí mismo. La integración del grupo implica
al comienzo cierta amenaza de persecución, por lo cual cierto tipo de persecución puede producir en forma artificial
la formación de un grupo, pero no de naturaleza estable.

ii) En el otro extremo, un conjunto de personas relativamente no integradas puede recibir protección, y ello da lugar
a que se forme un grupo. Aquí el funcionamiento grupal no nace de la acción de los individuos sino de la protección.
Los individuos pasan por tres etapas: a) Se alegran de recibir protección y adquieren confianza. b) Comienzan a
explotar la situación, se vuelven dependientes y hacen una regresión a la etapa de no integración. c) Cada uno de
ellos por su cuenta comienza a alcanzar cierta integración, y en esas circunstancias utiliza la protección que le ofrece
el grupo y que necesita debido a sus temores de persecución. Los mecanismos de protección se ven sometidos a un
tremendo esfuerzo. Algunos de estos individuos alcanzan la integración personal y están así en condiciones de pasar
al otro tipo de grupo, en el que los individuos mismos instrumentan el funcionamiento grupal. Otros no pueden
curarse con la terapia de protección únicamente, y siguen necesitando ser manejados por una institución pero sin
identificarse con ella.

Al examinar un grupo es posible determinar cuál de los extremos predomina. La palabra "democracia" se utiliza para
describir el agrupamiento más maduro, y la democracia sólo puede aplicarse a un conjunto de personas adultas en el
que la gran mayoría ha alcanzado integración personal, además de ser maduras en otros sentidos.

Los grupos adolescentes pueden alcanzar cierto grado de democracia bajo supervisión, pero es un error esperar que
la democracia madure entre los adolescentes, aun mando cada uno de ellos sea maduro. En el caso de niños sanos,
la protección debe ser manifiesta, al tiempo que se proporciona a los individuos todas las oportunidades necesarias
para que contribuyan a la cohesión grupal mediante el empleo de las mismas fuerzas que promueven la cohesión en
las estructuras yoicas individuales. El grupo limitado favorece la contribución individual.

El funcionamiento grupal con el niño inadaptado: El estudio de las formaciones grupales constituidas por
adultos, adolescentes o niños sanos ayuda a comprender el problema del manejo grupal con niños
enfermos, entendiéndose por ello inadaptados. Esta desagradable palabra, inadaptación, significa que, en algún
momento del pasado, el medio no logró adaptarse adecuadamente al niño, por lo cual éste se vio obligado a hacerse
cargo de la protección y a perder así identidad personal, o bien debió obligar a alguien a hacerse cargo de esa
protección, a fin de contar con una nueva oportunidad para alcanzar integración personal. En el segundo caso, Si
encuentra protección el verdadero self puede aflorar nuevamente, y es mejor vivir en una prisión que aniquilarse en
un sometimiento carente de sentido. En términos de los dos extremos descritos, resulta evidente que ningún grupo
de niños inadaptados se mantendrá unido merced a la integración personal de sus miembros.

Ello se debe en parte a que el grupo está compuesto por adolescentes o niños, que son seres humanos
inmaduros, pero sobre todo a que tales niños, en mayor o menor medida, no están integrados. Por lo tanto, cada
uno de ellos experimenta una necesidad de protección anormalmente intensa porque está enfermo -precisamente
por esa causa- esto es, por alguna falla en este aspecto del proceso de integración que tuvo lugar en algún momento
del pasado. Al comienzo, el personal les brinda protección y el grupo es un grupo de protección. En él, los niños
empiezan a empeorar y, con suerte, llegan al nivel más bajo de la no integración.

Por fortuna, éste es un proceso lento en el que los niños se usan recíprocamente, de modo que por lo común
siempre hay un niño que está peor que los otros en un momento dado.  El albergue de tipo B proporciona un 90% de
protección. El albergue de tipo C proporciona un 65% de protección. El albergue de tipo D proporciona un 50% de
protección.

El albergue de tipo E proporciona un 40% de protección. Los niños conocen los diversos albergues que constituyen el
grupo a través de visitas intencionalmente planeadas, y se realizan asimismo intercambios de personal. Así, los niños
que evolucionan llegan finalmente a un albergue de tipo E, que está en condiciones de proteger al adolescente que
se lanza al mundo. En tal caso, el grupo de albergues está protegido a su vez por alguna autoridad y por una
comisión especial, lo embarazoso del segundo método es que los miembros de los distintos albergues no lograrán
comprenderse recíprocamente a menos que se reúnan y se los mantenga plenamente informados en cuanto al
método utilizado y su eficacia.

Resumen: Entre todo lo que podría decirse acerca de los albergues como grupos, he preferido referirme a la relación
que existe entre el trabajo grupal y el mayor o menor grado de integración personal de los niños individuales.  Si
existen confusiones en cuanto a la clasificación del factor de integración personal, es imposible que un albergue
cumpla eficazmente su tarea. Las enfermedades de los niños inadaptados predominan, y los más normales, que
podrían contribuir al trabajo grupal, no cuentan con una oportunidad para hacerlo, ya que es necesario proporcionar
protección todo el tiempo y en todas partes. Creo que esta excesiva simplificación del problema se verá justificada si
puedo ofrecer un lenguaje simple para una mejor clasificación de los niños y de los albergues.

Clasificación de los casos: A) Los niños que están enfermos en el sentido de que no han logrado integrarse en
unidades, por lo cual no pueden aportar nada a un grupo. 

B) Los niños que han desarrollado un falso self, cuya función es establecer y mantener contacto con el medio y, al
mismo tiempo, proteger y ocultar el verdadero self. 

C) Los niños que están enfermos en el sentido de mostrarse retraídos. Estos niños viven en su propio mundo
interno, que es artificialmente benigno aunque alarmante debido a la acción de la magia.

D) Los niños que conservan una integración personal mediante un énfasis exagerado en la integración,  y una defensa
frente a la amenaza de desintegración que consiste en establecer una personalidad fuerte. 

E) Los niños que han contado con un manejo temprano suficientemente bueno y han podido utilizar un mundo
intermedio con objetos que asumen importancia porque representan, a un mismo tiempo, objetos valiosos externos
e internos. Estos niños son las criaturas «complejas depravadas» habituales, cuya conducta desarrolla cualidades
antisociales toda vez que vuelven a abrigar esperanzas. 

F) Los niños que han tenido un comienzo pasablemente bueno pero sufren los efectos de figuras parentales con
quienes sería inadecuado que se identificaran. Por ejemplo: a) madre caótica, b) madre deprimida, c) padre ausente,
etc.

G) Niños con tendencias maníaco-depresivas, con un elemento hereditario o genético, o sin él. 

H) Niños que son normales excepto cuando se encuentran en fases depresivas. 

I) Niños con temores de persecución y una tendencia a dejarse avasallar o a avasallar a los demás. 

J) Niños que son hipomaníacos, en los que la depresión está latente o bien encubierta por trastornos psicosomáticos.
K) Todos los niños que están suficientemente integrados y socializados como para padecer,  cuando enferman, las
inhibiciones, compulsiones y organizaciones defensivas contra la angustia y que, en general, se clasifican bajo el
término de psiconeurosis. 

L) Por último, los niños normales, por los que entendemos aquellos que, frente a anormalidades ambientales o
situaciones de peligro, pueden utilizar cualquier mecanismo de defensa, pero que no se ven llevados a utilizar un
tipo particular de mecanismo de defensa debido a distorsiones en el desarrollo emocional personal.

Capítulo 18- Algunas reflexiones sobre el significado de la palabra "democracia" (1950).

La palabra «democracia» es muy importante en la actualidad. Un sistema social en el que el pueblo gobierna. Un
sistema social en el que el pueblo elige a su líder. Un sistema social en el que el pueblo elige al gobierno.

Un sistema social en el que el gobierno otorga al pueblo libertad de pensamiento,  de expresión y de empresa. Un
sistema social que, en circunstancias afortunadas, puede permitirse conceder a los individuos libertad de acción.

Es posible estudiar La etimología de la palabra.

En todo examen de un término, como el de democracia, evidentemente es esencial llegar a una definición, adecuada


al enfoque particular que se ha elegido.

Psicología del uso del término estudios psicológicos de otros términos difíciles tales como «mente
normal», «personalidad sana», «individuo adaptado a la sociedad», y confiamos en que tales estudios resultarán
valiosos en la medida en que otorgan a los factores emocionales inconscientes toda la importancia que tienen.  Aquí
se hace un intento por iniciar un estudio de tipo psicológico.

Salud psiquiátrica Por ende, salud psiquiátrica es un término que carece de un significado fijo. De la misma
manera, el término «democrático» no necesita tener un significado específico. De esta manera cabría esperar que el
significado congelado de la palabra fuera distinto en Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética, y comprobar
sin embargo que el término conserva su validez debido a que implica reconocer que madurez es sinónimo de salud.

La maquinaria democrática: Es necesario tratar de determinar las cualidades aceptadas de la maquinaria


democrática. Tal maquinaria debe existir a los fines de la elección de los líderes a través del voto libre,  el voto
realmente secreto. La maquinaria debe existir para que la gente pueda librarse de los líderes mediante el voto
secreto, y también para la elección y eliminación ilógicas de los líderes. La esencia de la maquinaria democrática es el
voto secreto, en la medida en que asegura la libertad del pueblo para expresar sentimientos profundos, al margen
de los pensamientos conscientes.

Este proceso de ida y vuelta implica esfuerzos y lleva tiempo, y la maquinaria democrática debe encargarse de
asegurar un período de preparación.

La maquinaria democrática impuesta

Resultaría factible imponer a una comunidad la maquinaria correspondiente a la democracia, pero ello no implicaría
crear una democracia. Se necesitaría que alguien continuara manteniendo la maquinaria (para el voto secreto, etc.),
y también para obligar a la gente a aceptar los resultados.

La tendencia democrática innata: Una democracia constituye un logro, en un momento determinado de una
sociedad limitada, esto es, de una sociedad que cuenta con algún límite natural. Sería importante saber qué
proporción de individuos maduros se requiere para que haya una tendencia democrática innata.  En otras
palabras, qué proporción de individuos antisociales puede contener una sociedad sin que desaparezca la tendencia
democrática innata.
Hipótesis

Si la Segunda Guerra Mundial, y el programa de evacuación en particular, hubieran aumentado la proporción de


niños antisociales en Gran Bretaña, digamos, de un X por ciento, a un 5X por ciento, ello podría haber afectado el
sistema de educación, de modo que la orientación educativa apuntara al 5X por ciento de antisociales, que reclaman
métodos dictatoriales, en lugar de estar dirigida al 100 - 5X por ciento de niños no antisociales.

Identificación inmadura con la sociedad

Constituye una tendencia a favor de la sociedad que es anti-individual. Las personas que se desarrollan en esta
forma pueden considerarse como «antisociales encubiertos». Los antisociales encubiertos no son «personas
totales», como tampoco lo son los antisociales manifiestos, ya que necesitan encontrar y controlar la fuerza
conflictual fuera del self, en el mundo externo. Los «antisociales encubiertos» proporcionan material para un tipo de
liderazgo que es sociológicamente inmaduro.

Además, este elemento aumenta enormemente en una sociedad el peligro que deriva de sus elementos antisociales
manifiestos, sobre todo si se tiene en cuenta que las personas corrientes permiten fácilmente que quienes anhelan
gobernar ocupen posiciones clave y, una vez en ellas, estos líderes inmaduros no tardan en obtener el apoyo de los
antisociales manifiestos, quienes los acogen como sus amos naturales.

Los indeterminados

Todo el peso de la democracia recae sobre el 100 por ciento de individuos que están madurando como tales,  y que
gradualmente se vuelven capaces de incluir un sentido social en su desarrollo personal firmemente
establecido. Quizá sea muy pequeño, digamos un 30 por ciento. Quizá, si hay un 30 por ciento de personas
maduras, un 20 por ciento de individuos indeterminados estará sometido a una influencia suficiente como para que
resulte factible considerarlos maduros, con lo cual el total asciende al 50 por ciento. Pero, si el porcentaje de
individuos maduros desciende a un 20 por ciento, cabe esperar que se produzca una disminución aún mayor en el
porcentaje de individuos indeterminados capaces de actuar en forma madura.

Si un 30 por ciento de madurez en una comunidad influye sobre un 20 por ciento de indeterminados,  es
decir, abarca un total del 50 por ciento, quizás un 20 por ciento de madurez en una comunidad sólo influya sobre un
10 por ciento de indeterminados, con lo cual el total ascendería al 30 por ciento. Mientras que un 50 por ciento
podría indicar una tendencia democrática innata suficiente para los fines prácticos,  el 30 por ciento no lo sería para
evitar ser vencidos por la suma de los antisociales y de los individuos indeterminados que se verían llevados a
asociarse con ellos por debilidad o temor.

Creación del factor democrático innato: Debemos volver al grupo de individuos que constituyen el 100 - , pues todo
depende de ellos. Comprobamos que en cualquier momento dado, no podemos hacer nada para aumentar la
proporción de este factor democrático innato, cuya importancia sea comparable a lo que los padres y los hogares de
esos individuos ya han hecho cuando esos individuos eran niños y adolescentes.  Podemos tratar de no inmiscuirnos
en los hogares que están en condiciones de manejar, y de hecho lo hacen, a sus propios niños y adolescentes. Estos
buenos hogares corrientes constituyen el único marco en el que puede crearse el factor democrático innato.

Factores adversos al funcionamiento de un buen hogar corriente

Aun cuando una política gubernamental adecuada otorgue a los padres libertad para manejar su hogar según su
criterio, no es seguro que los funcionarios que ponen en práctica la política oficial respetarán la posición de los
padres. Muchos padres no son lo que llamamos padres buenos corrientes, sino casos psiquiátricos, o bien
inmaduros, o antisociales en un sentido amplio y socializados en un sentido restringido, o bien no han contraído
matrimonio, o tienen una relación inestable o agresiva, o se han divorciado, etcétera. Estos padres son objeto de la
atención de la sociedad debido a esos defectos. Aquí el padre cumple la función de agente protector que asegura a
la madre la libertad necesaria para consagrarse por completo a su bebé.

La importancia del hogar se reconoce desde hace mucho, y en los últimos años los psicólogos han aprendido mucho
sobre las formas como un hogar estable no sólo capacita a los hijos para encontrarse a sí mismos y encontrarse
mutuamente, sino que también los ayuda a convertirse en miembros de la sociedad en un sentido más amplio.  Este
problema de la interferencia en la temprana relación madre-hijo, sin embargo, requiere especial consideración. En
nuestra sociedad la interferencia en este sentido es cada vez mayor, y también la peligrosa creencia, aceptada por
algunos psicólogos, de que al comienzo lo único que importa es el cuidado físico, lo cual sólo puede significar que en
la fantasía inconsciente de la gente en general, las ideas más terribles se concentran en la relación madre-hijo. La
forma como, durante los primeros días posteriores al nacimiento, se le impide a la madre tener acceso directo a su
bebé y ser ella la primera en poner a su hijo en contacto con la realidad externa.

Al fin de cuentas, esto constituye la base de la capacidad del recién nacido para llegar con el tiempo a relacionarse
con una realidad externa cada vez más amplia, y si se perjudica o se impide que la madre haga este aporte
trascendental a través de su consagración al bebé, no hay esperanzas de que el individuo pase alguna vez a formar
parte del grupo 100 -, el único capaz de engendrar el factor democrático innato.

Desarrollo de temas subsidiarios: La elección de personas: Hay una enorme diferencia entre 1) votar por una
persona, 2) votar por un partido con una tendencia determinada y 3) apoyar a través del voto un principio
claramente definido. La elección de una persona implica que los electores creen en sí mismos como personas y, por
ende, creen en la persona por la que votan. La elección de un partido o de la tendencia de un grupo es relativamente
menos madura. Sin embargo, es el único procedimiento lógico para las personas inmaduras, precisamente porque
ellas no pueden concebir a un individuo verdaderamente maduro ni tener confianza en él.

El resultado de votar por un partido o una tendencia, por una cosa y no por una persona, es una visión rígida, que no
permite reaccionar con sensibilidad frente a las situaciones. Cabría afirmar que un sistema electoral es menos
democrático, porque es menos maduro, cuando el acento se pone en votar por un principio o un partido y no por
una persona. Hay muy poca madurez en todo lo que se refiere a un referéndum,  aunque éste pueda adecuarse a un
sistema maduro en ocasiones excepcionales. Como ejemplo de la forma como un referéndum resulta inútil podría
citarse el que tuvo lugar en Gran Bretaña entre las dos últimas guerras.

Gran número de personas se abstuvieron de votar porque sabían que la pregunta era capciosa. No existe ninguna
relación entre el hecho de poner un tilde junto a la palabra paz en un referéndum de este tipo y el de votar por una
persona a la que se conoce por su tendencia pacifista, siempre y cuando la renuencia a luchar no signifique un
cómodo abandono de las aspiraciones y responsabilidades y una traición con respecto a los amigos. El referéndum
no tiene nada que ver con la democracia.

El apoyo a la tendencia democrática: Resumen: 1. El apoyo más valioso se presta en un sentido negativo, mediante la
no interferencia organizada en la buena relación corriente madre-hijo, y en el buen hogar corriente. 2. Para un
apoyo más inteligente, incluso de este tipo negativo, se necesitan más investigaciones sobre el desarrollo emocional
del niño de todas las edades, así como sobre la psicología de la madre durante los primeros meses de vida de su
bebé y de la función del padre en diversas etapas. 3. La existencia de este estudio demuestra nuestra fe en el valor
de la educación dentro del proceso democrático, la cual, desde luego, sólo puede proporcionarse en la medida en
que hay comprensión, y sólo puede ser útil para los individuos emocionalmente maduros o sanos. 4. Otra importante
contribución de tipo negativo consistiría en evitar los intentos por imponer la maquinaria democrática a
comunidades totales, ya que el único resultado posible es un fracaso y un revés para el verdadero crecimiento
democrático. En cambio, lo valioso aquí es apoyar a los individuos emocionalmente maduros, por poco numerosos
que sean, y dejar que el tiempo se encargue de lo demás.

La persona: ¿hombre o mujer?: La cuestión que debe considerarse es si en lugar de la palabra «persona» puede
utilizarse «hombre» o «mujer». Lo que se debe considerar es el sentimiento popular inconsciente con respecto al
hombre o la mujer que se elige como dirigente político. Si existe alguna diferencia en la fantasía según que se trate
de un hombre o una mujer, es imposible ignorar este hecho, o hacerlo a un lado diciendo que las fantasías no deben
tenerse en cuenta porque son «sólo fantasías». En la labor psicoanalítica y en otros campos afines, se comprueba
que todos los individuos temor a una figura combinada, una mujer con la potencia del hombre temor a la madre que
detentaba un poder absoluto al comienzo de la vida del niño para proporcionarle, o para no hacerlo, los elementos
esenciales para el temprano establecimiento del self como individuo peligroso de la estructura de la sociedad y es el
responsable de que en muy pocas sociedades las mujeres tengan en sus manos las riendas del poder político,  y de la
enorme crueldad para con las mujeres que puede observarse en costumbres aceptadas por casi todas las
civilizaciones.

Se sabe que este temor a la mujer obedece al hecho de que en la historia temprana de todo individuo que ha tenido
un desarrollo normal, que es cuerdo y que ha podido encontrarse a sí mismo, existe una deuda con una mujer, la
que se consagró a él cuando era niño y cuya devoción era absolutamente esencial para su desarrollo sano. La
dependencia original ha caído en el olvido y, por ende, la deuda no se reconoce, excepto en la medida en que el
temor a la mujer representa la primera etapa de este reconocimiento. La relación con el padre jamás exhibe esa
cualidad, y ésa es la razón por la que un hombre que en la esfera política ha alcanzado la cumbre puede ser
apreciado por el grupo en forma mucho más objetiva que una mujer que ocupara una posición similar.  Una de las
raíces de la necesidad de ser dictador puede ser la compulsión a manejar ese temor a la mujer,  cercándola y
actuando en lugar de ella.

Además, la tendencia de ciertos grupos a aceptar e incluso a anhelar una dominación real, nace del temor a verse
dominados por una mujer que corresponde a la esfera de la fantasía. Dicho temor los mueve a buscar, e incluso a
aceptar de buen grado, la dominación de un hombre conocido, sobre todo cuando se trata de alguien que ha
tomado sobre sí la carga de personificar, y por ende limitar, las cualidades mágicas de la mujer todopoderosa de la
fantasía, con la cual se tiene una deuda tan inmensa.

La relación progenitor-niño: Aquí la apreciación psicológica consiste en que en la historia de todo individuo existe
una relación progenitor-hijo. Aunque en la forma democrática madura de vida política se supone que los electores
son seres humanos maduros, no puede darse por sentado que no existe un residuo de la relación progenitor-
hijo, con sus evidentes ventajas. En cierta medida, en la elección democrática las personas maduras eligen a
progenitores temporarios, lo cual significa que también reconocen, hasta cierto punto, que los electores siguen
siendo niños. Incluso los progenitores temporarios elegidos, los líderes del sistema político democrático, son
también niños fuera de su actividad política profesional.

Como líderes políticos, y sólo en su condición de tales, son progenitores temporarios, y cuando han perdido una
elección vuelven a ser niños. Del mismo modo, se considera negativo que las personas que juegan a ser padres
carezcan ellos mismos de progenitores. Bretaña esa función incumbe a la Cámara de los Lores, que está constituida
en parte por personas que poseen un título hereditario y en parte por personas que han llegado a ocupar un lugar en
ella por haberse destacado en diversas ramas de la actuación pública. También aquí los «progenitores» de los
«progenitores» son personas, y capaces de hacer un aporte positivo como seres humanos.

Y tiene sentido amar u odiar, respetar o despreciar a personas. Y, además, en un estudio de la situación social en


Gran Bretaña, podemos observar que los Lores son niños en relación con la Corona. Aquí, en cada caso encontramos
a personas que ocupan su posición por herencia, y también por el hecho de conservar el amor del pueblo debido a
su personalidad y sus acciones.

La frontera geográfica de una democracia: Para lograr el desarrollo de una democracia, en el sentido de una
estructura social madura, parecería necesario que exista alguna frontera geográfica natural para esa
sociedad. Evidentemente, hasta hace poco e incluso ahora, el hecho de que Gran Bretaña esté rodeada por mar ha
contribuido en gran medida a la madurez de la estructura de nuestra sociedad. De cualquier manera, la base de una
sociedad es la personalidad humana total, y la personalidad tiene un límite. Las personas no pueden superar, en
cuanto a la construcción de una sociedad, lo que pueden alcanzar en su propio desarrollo personal.

Por tales motivos miramos con desconfianza el uso de términos como «ciudadanía del mundo».  Si nuestra sociedad
abarcara el mundo entero, necesitaría entonces deprimirse en determinados momentos y tendría que estar en
condiciones de reconocer plenamente el conflicto esencial dentro de sí misma. El concepto de una sociedad global
encierra la idea del suicidio del mundo así como la idea de la felicidad del mundo.

La educación en la tradición democrática: Cualquiera que sea el grado de tendencia democrática que existe, es
posible incrementarlo mediante un estudio de la psicología de la madurez social e individual.  De otro modo no
sabrán qué deben atacar y qué deben defender, ni podrán reconocer las amenazas a la democracia cuando éstas se
presenten. Los otros están muy ocupados tratando de ser buenos padres corrientes y transfiriendo a sus hijos la
tarea de crecer y de ser adultos.

La democracia en guerra: De hecho, existen algunos motivos por los cuales, en época de guerra, debería anunciarse
la suspensión temporaria de la democracia debido al conflicto bélico.

En cuanto surge una amenaza de guerra, se produce una reorganización de los grupos, de modo que cuando estalla
la contienda los individuos sanos no son los únicos que participan en la lucha. De los individuos
indeterminados, muchos hacen lo que se espera de todo ciudadano, quizás utilizando la lúgubre realidad de la
guerra para crecer en una forma que les habría resultado imposible de otra manera. De los antisociales
encubiertos, probablemente algunos encuentran una oportunidad para ventilar su necesidad de dominar a través de
las diversas posiciones clave que crea la guerra. Asimismo, experimentan mayor preocupación por la cultura del
mundo, por la belleza y la amistad, y no les resulta fácil creer que la guerra es necesaria.

Además, algunos de los individuos sanos en tiempos de paz se vuelven antisociales en tiempo de guerra no por
cobardía sino a causa de una genuina duda personal, tal como los antisociales de los períodos de paz tienden a
participar con valentía en las acciones bélicas. Por estas y otras razones, cuando una sociedad democrática se ve
envuelta en una guerra, todo el grupo es el que lucha, y sería difícil que se diera el caso de una guerra en la que
participan sólo aquellos miembros de la comunidad que proporcionan el factor democrático innato en tiempos de
paz. Podría ocurrir que, cuando una guerra ha perturbado una democracia, resulte adecuado decir que en ese
momento la democracia ha terminado, y que quienes prefieren esa forma de vida deberán comenzar nuevamente y
luchar dentro del grupo para restablecer los mecanismos democráticos, una vez finalizado el conflicto externo.

Resumen: El uso de la palabra "democracia" puede estudiarse desde un punto de vista psicológico en tanto implica
madurez. Ni la democracia ni la madurez pueden imponerse a una sociedad.

La democracia es el logro de una sociedad limitada en un momento determinado.

El factor democrático innato de una comunidad deriva de la función que cumple el buen hogar corriente.

La principal actividad para promover la tendencia democrática es de tipo negativo: evitar toda interferencia en el
buen hogar corriente. El estudio de la psicología y de la educación, por lo que se sabe, constituye una ayuda
adicional.

La devoción de la madre buena corriente por su hijo encierra particular significación, dado que la capacidad para la
madurez emocional constituye el resultado de esa devoción. La interferencia masiva en ese momento debilitaría
rápida y efectivamente el potencial democrático de una sociedad, así como menguaría la riqueza de su cultura.

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