Día 2 - Material Adicional
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Los intentos de hacerle reflexionar solo complicarán la comunicación dándole alas para
continuar su exposición. Tampoco resulta buena idea presionar ni dejarse llevar hacia la
desesperación. En lugar de ello debemos dejarle exponer su monólogo e intentar
manipular el discurso para que parezca que el acuerdo o solución respecto a lo hablado
ha salido de él mismo. Les encanta que les den la razón, lo ven como algo normal y
natural.
Puede resultar frustrante, pero luchar no suele valer de nada, de hecho, puede tener
consecuencias fatales especialmente si se trata de un cliente. La "manipulación" no es
sencilla y solo la experiencia nos dirá cómo aplicarla con éxito.
Interlocutor sociable
Se trata de una persona habladora y positiva que suele acoger de buena gana las
soluciones propuestas. En ocasiones pueden resultar algo complejo por la tendencia que
suelen tener de desviarse del tema principal así que hay que reconducir la conversación
de forma sutil mediante preguntas oportunas.
Interlocutor maleducado
Levantar la voz mientras se realizan exigencias y quejas desde un principio pueden ser
claros indicadores de que estamos ante una persona maleducada, violenta o cuanto
menos grosera. En mi experiencia me ha quedado claro que lo mejor es dejar que se
desahogue para luego mostrar nuestra calma y amabilidad hablando de forma pausada y
a un tono correcto. Suelen causar cierto contagio y nos ayudará a mantener una
conversación asertiva.
Interlocutor tímido
Cuando una persona es especialmente reservada y se comunica poco y en un tono muy
bajo podemos procurar realizar muchas preguntas concretas y cerradas mediante las
cuales obtener la información deseada. Nuestras explicaciones deben ser suficientes pero
el silencio no debe ser interpretado como una necesidad de ampliarla o repetirla. Ante
todo, hay que transmitir seguridad y confianza mediante un discurso cercano, sencillo y
tomando la iniciativa.
Esto puede ser confundido con una persona indecisa ya que al no saber cómo actuar
puede expresarse de forma limitada. En este caso es más normal que muestre su
confusión e inseguridad pudiendo causar en nosotros una sensación incómoda y
frustrante. En cualquier caso podemos utilizar la misma técnica que con los tímidos pero
añadiendo una taza extra de paciencia.
Interlocutor objetivo
Dejo para el final a mi favorito. Es alguien que sabe lo que quiere y se comunica con
datos precisos mediante pocas pero suficientes palabras. Utilizando preguntas bien
formuladas podremos llegar a la información que deseamos y podemos tomarnos con
tranquilidad sus turnos de palabra, dándole respuestas adecuadas a sus preguntas e
intentando explicar nuestra postura ante un problema. Por desgracia, como hemos visto,
no todos son así. Sería más sencillo ¿verdad
Después de leer esto compruebas que existe una conexión entre la felicidad en el trabajo
y la productividad. Sólo hacen falta responsables de RRHH, directores, gerentes,
empresarios y líderes en general, capaces de ver dicha relación en perspectiva, para
luego comenzar a promoverlas.
“La energía disponible en nuestro cuerpo por procesos fisiológicos es mil veces
superior a la que se necesita para alimentar algunos pequeños aparatos
electrónicos”, explica Xudong Wang, un profesor de la Universidad de
Wisconsin en Madison experto en materiales piezoeléctricos. Hace algo más de
dos años, el equipo de Wang desarrolló un dispositivo capaz de convertir una
pequeña corriente de aire como la respiración en electricidad. Esto se hace
gracias a materiales que, al doblarse generan energía, es decir, materiales
piezoeléctricos. Wang diseñó una especie de molino de viento en miniatura que
consistía en una fina tira de un material piezoeléctrico que al vibrar por el paso del
aire generaba pequeñas corrientes. “Este y otros dispositivos similares son
capaces de generar decenas de microvatios, suficiente para mover dispositivos
electrónicos pequeños como sensores o implantes para medir la glucosa en la
sangre, la presión arterial o monitorizar el corazón”, añade Wang, que actualmente
está probando el comportamiento de otros materiales para extraer energía del
cuerpo humano. En muchos casos, dice, la tecnología “es factible hoy por hoy”.
Y, como los materiales funcionan de la misma forma, Wang asegura que desde el
punto de vista tecnológico no hay diferencia entre implantarlos en el interior
del cuerpo o sobre la piel. Hasta ahora se han desarrollado aparatos capaces de
En los marcapasos actuales hay que reemplazar la batería cada ocho o diez años,
lo que requiere una intervención quirúrgica. Uno de los avances más
sorprendentes en este campo ha sido un chip capaz de convertir el latido del
corazón en electricidad. La energía extraída era suficiente como para alimentar
un marcapasos convencional, un importante paso hacia una nueva generación de
implantes que no necesiten recargar las baterías.
No está claro aún cuál será la aplicación exacta. Posiblemente las primeras sean
en la electrónica de consumo, más que en la médica, en la forma de pequeños
chips externos capaces de alimentar un pulsómetro o un dispositivo similar con
nuestra propia energía. Más adelante, las cosas pueden cambiar mucho.
“Es muy difícil de predecir pero en 20 años creo que la barrera entre electrónica de
consumo y médica va a desaparecer”, opina Ernest Mendoza, del grupo de
nanomateriales de la Universidad Politécnica de Cataluña. El experto cree que el
gran impedimento de este tipo de aparatos es que, por ahora, son demasiado
caros. Esto cambiará en cuanto una empresa grande de electrónica de consumo
INVESTIGACIONES
Universidad de Santiago de Chile, Escuela de Psicología, Av. Ecuador 3650, Estación Central,
Santiago, Chile. [email protected], [email protected]
Resumen
1. REFERENTES TEÓRICOS
Hay un amplio consenso entre los científicos sociales del siglo XX sobre el papel de la interacción
del sujeto con el entorno en la generación de la realidad subjetiva e intersubjetiva. Esta, la
interacción, se ha convertido en el foco de la investigación social para explicar la acción humana
(Ray 2003; Noya 1999; Gregorio 2007; Pérez 2007).
En esta perspectiva, la acción humana es la dimensión tangible de los códigos culturales con que
el sujeto interpreta, estructura y transforma la realidad que construye con otros, donde el lenguaje
es eje del mundo generado (Bernstein 1990a, 1990b; Halliday 1994; Echeverría 2006).
Con la noción de juego del lenguaje desarrollado, el filósofo austríaco L. Wittgenstein ubica al
lenguaje más allá de su papel descriptor de mundo para entenderlo como generador de mundo
(Ray 2003). El lenguaje es acción que constituye al sujeto. En la misma dirección apunta la noción
de acto de habla, desarrollada por los filósofos ingleses Austin y Searle, que profundiza en el
carácter pragmático, interactional e intencional del lenguaje (Echeverría 2006; Tusón, Calsamiglia
2004; Abril, Lozano y Peña 2004).
Por su parte, la psicología desde sus inicios encuentra en el lenguaje verbal una vía privilegiada
para estudiar los aspectos subjetivos que explican la acción humana. Así, por ejemplo, Bajtin y
Vigotsky -precursores del enfoque sociocultural en lingüística y psicología soviética de inicios del
siglo XX- estudian al lenguaje como construcción interactiva de apropiación y transformación del
entorno social. La subjetividad para Vigotsky será la síntesis histórica del proceso de apropiación a
través del lenguaje, de las relaciones sociales en las cuales habita el sujeto (González 2003;
Pasmanik y Cerón 2005; Vigotsky 1977).
En este amplio y apretado marco de referencia queda en evidencia que sujeto, subjetividad y
realidad social se han convertido en términos vinculantes de diversas disciplinas que encuentran
en el lenguaje la unidad de análisis para explorar el significado y sentido de toda acción humana.
Desde la década de los años 1970 se han desarrollado modelos jerárquicos de análisis del
discurso dialogal (Sinclair y Coulthard 1975; Mehan 1978; Vion 1992; Kerbrat 1998), para estudiar
la estructura de interacción de la relación profesor-alumnos en contexto de sala de clase.
En términos operativos, el análisis sigue un proceso que va desde el nivel más general -definición
del cuadro comunicativo- hasta el nivel específico de carácter gramatical de la conversación -los
actos de habla-. Cabe insistir sin embargo, como suele suceder en los métodos cualitativos, que
este es un proceso recursivo, interdependiente entre los niveles.
Además del contexto socioespacial, hay un contexto extrasituacional (Tusón, Cal-samiglia 2004)
compuesto por los (a) propósitos y (b) cualidades de los participantes. Los propósitos refieren a los
objetivos o motivos que convoca a los interlocutores; estos pueden ser dados (por ejemplo,
participar de oyente en una asignatura, pedir consejo psicológico, una entrevista de trabajo, etc.) o
construidos (el ejemplo típico es el diálogo espontáneo).
El rol de los interlocutores, emisor y receptor, son construcciones dinámicas que no cesan de
modificarse en el desarrollo de la interacción. Hay secuencias conversacionales en las que el
receptor cumple el rol de emisor y viceversa. Los rasgos del contexto socioespacial condicionan la
estabilidad y cambio de estos roles en el tiempo.
Asimismo, en el Proceso de Participación se configuran tipos de receptor, que pueden ser directos
o indirectos. El receptor directo es el destinatario del mensaje. Receptor indirecto es aquel o
aquellos que participan como espectadores del intercambio, pero son también destinatarios del
mismo. No siempre es clara, para un observador externo, la distinción entre receptores directos e
indirectos, pero sí lo es para los participantes destinatarios del mensaje, lo que hace posible los
diálogos grupales, como, por ejemplo, una clase.
Con estos elementos de análisis se puede señalar que el cuadro comunicativo de la interacción
didáctica de sala de clase es una construcción espacio-tiempo con propósitos educativos
curriculares específicos. En tal sentido, posee una estructura comunicativa donde los roles
interaccionales de profesor y alumnos preexisten a los interlocutores.
Sin embargo, no siempre los interlocutores interpretan de la misma manera el contexto, por lo que
necesitan redefinir significados cotidianamente en la conversación. Es de considerar entonces que
la conversación está condicionada por el contexto y es a la vez transformador del mismo (Kerbrat-
Orecchioni 1998; Villalta 2000).
La fase de inicio señala los primeros momentos de la conversación que comúnmente contiene la
confirmación recíproca de existencia de los interlocutores y se orienta hacia la construcción de
estructuras más complejas de significado. Equivale a secuencias de saludos, preguntas y diálogos
que muchas veces son fórmulas rituales pertinentes al contexto.
La. fase de desarrollo es el cuerpo central del tiempo de interacción verbal, comúnmente es
anunciada como el propósito de la conversación -en el caso de las situaciones estructuradas de
diálogo- o sencillamente emerge como la secuencia temática que concentra la mayor cantidad de
intercambios verbales -como suele ser el caso de la conversación cotidiana-.
La fase de cierre refiere al tiempo previo al término de la interacción verbal, que suele incluir
intercambios verbales de despedida de síntesis, o del establecimiento de promesas de acción
futura.
Así por ejemplo, en la interacción de sala de clase de la educación media municipa-lizada chilena
la división en fases permite describir la dimensión temporal de la lección y reconocer el cuerpo
central de la misma (Villalta 2000):
a) Fase de inicio: el profesor entra a la sala, los marcadores discursivos con que suele iniciar su
intervención son: "antes de que comience la clase", "asiento jóvenes", "entonces el día de hoy...";
"hoy día vamos a...", etc. También hay marcadores kinésicos: entrar a la sala, pararse en silencio
frente a los alumnos hasta que estos se instalen en sus puestos, se dirige a escribir a la pizarra,
toma asiento luego de dar una consigna, camina por la sala para conversar con grupos de
alumnos, etc. Esto suele caracterizar el periodo de saludos e instalación del profesor y alumnos en
la sala.
b) Fase de desarrollo: comienza con la intervención del docente que inicia las actividades
académicas del día. Frases como: "bueno, vamos a comenzar", "vamos a lo nuestro", "saquen sus
cuadernos y anoten...", etc., son ejemplos de marcadores discursivos que inician esta fase. Y
termina cuando el profesor emite una intervención de pedir o informar actividades futuras a los
alumnos, aunque también puede ser no verbal y no determinada por el profesor como es el caso
del timbre de término de clase.
c) Fase de cierre: comúnmente la fase de cierre de la interacción didáctica comienza cuando suena
el timbre de término de clase. Otras veces, es con una intervención del profesor que señala
actividades o informes que se realizarán en el futuro. Esto es lo menos común. La clase, en la gran
mayoría de casos, no es terminada por el profesor sino por el timbre de la institución escolar.
Esta es una forma aun global de organizar todo el registro de información transcrita en que la
distinción entre una fase y otra depende de ciertos marcadores discursivos, y caracterizan la
dimensión temporal de la situación comunicativa.
En tal sentido, la duración de cada fase informa sobre lo dado o construido de los propósitos de la
conversación, las cualidades de número, estatus y disposición emocional de los participantes, el
tipo de roles preexistentes que se ponen en movimiento de tal forma que muchas veces no es
necesario explicitar marcadores discursivos que señalen el paso de una fase a otra.
Las fases están constituidas de Secuencias Temáticas.
3.2. Secuencias Temáticas. Se pueden definir las secuencias como bloques de participación con
fuerte grado de coherencia semántica y pragmática (Kerbrat-Orecchioni 1998; Villalta 2000). La
coherencia semántica refiere a que las diversas intervenciones están vinculadas por un significado
o eje temático. La coherencia pragmática refiere a la acción cooperativa de los hablantes para
construir dicho significado.
Como todos los demás elementos de análisis, las Secuencias son interdependientes del contexto
de su construcción, es decir, el cuadro comunicativo y los procesos dialogales entre los
interlocutores.
b) Secuencia de organización de grupo. Tiene como eje temático la construcción del orden físico
de los alumnos -en la sala de clases- que permita la intervención por turnos de los hablantes,
especialmente la intervención del profesor. Esta secuencia se encuentra comúnmente en la fase
de apertura, pero se repite en las otras fases dado que este orden tiende a perderse durante la
lección.
f) Secuencia de preguntas y respuestas. El eje temático es evaluar, por parte del profesor, el
dominio de contenidos académicos logrado por los alumnos. Es, al igual que la exposición, una
organización de la intervención en torno a la transmisión de contenidos. Aquí el profesor privilegia
las preguntas y la indagación de respuestas de los alumnos. El número de alumnos que
intervienen aumenta, aunque la duración de sus intervenciones es breve.
g) Secuencia de pasar lista de asistencia. El eje temático es el control -por parte del docente- de la
presencia de los alumnos, de modo individual, o de grupos de trabajo, en la sala de clases. Esta
puede ser explícita en alguna de las fases, o ser implícita al Cuadro Comunicativo, como condición
para que sea posible participar del mismo.
h) Secuencia de pedido/entrega de trabajos. Esta secuencia tiene como eje temático el control, por
parte del docente, del dominio de contenidos académicos de los alumnos, a través de trabajos
escritos.
Las Secuencias Temáticas pueden ser más, y pueden ser otras, dependiendo de los contextos
donde se recogen los datos. En todo caso, su estudio permite conocer el nivel de estructuración
predefinida y de manejo de la incertidumbre que caracteriza diversos contextos educativos.
Asimismo, su nivel de recursividad indica lo que es valioso o aún no resuelto por parte de los
interlocutores. Las secuencias temáticas están compuestas por Intercambios.
4. INTERCAMBIOS
La interacción social tiene en la conversación espontánea una de sus más cotidianas y potentes
fuentes de estructura, desarrollo y cambio. En la conversación espontánea se pone en evidencia el
carácter dialogal del lenguaje. Se considera al intercambio como la unidad mínima del lenguaje en
una perspectiva dialogal (Kerbrat-Orecchioni 1998; Vion 1992).
2) Intercambios complejos, donde la relación entre los interlocutores se abre a más de tres
intervenciones que extienden el intercambio. El término "intercambio complejo" (Roulet 1991;
Kerbrat-Orecchioni 1998) refiere a aquellos intercambios en que la reacción o respuesta de uno de
los interlocutores impide la satisfacción interaccional -y por tanto el cierre del intercambio- en tres
intervenciones, extendiéndose la negociación. Estos intercambios son también llamados
"intercambios no mínimos" por Vion (1992) e "intercambios reparadores" por Goffman (1973, citado
por Vion 1992).
Los intercambios complejos se pueden entender también como una reparación que se hace ante la
insuficiencia del intercambio simple para llegar al mutuo acuerdo entre los interlocutores.
Aquí la intervención inicial del profesor motiva la pregunta del alumno desarrollándose una
estructura extensa que construye el contenido. En este caso, la explicación es una demanda del
alumno que ha sido generada por el profesor en la intervención inicial.
Se puede señalar que los intercambios truncos tienen que ver con el débil poder estructurante que
tiene el rol de quien inicia el intercambio. En el caso de la interacción didáctica, los intercambios
truncos dan cuenta de la inestabilidad -o pérdida de poder- del profesor o de los alumnos en sus
respectivos roles. No se trata de ausencia intencional de respuesta a un pedido informational, sino
de ausencia de confirmación de roles de los interlocutores como estructura válida para la
interacción. Los intercambios truncos así definidos para estudiar la relación profesor-alumno se
convierten en un adecuado indicador de la estabilidad o flexibilidad de una determinada estructura
de interacción.
a) Búsqueda de Acuerdo. Desarrolla los intercambios simples de tipo estructurante para alcanzar el
orden de los turnos de intervención en la sala de clase.
b) Explicaciones. Cumplen con el propósito de desarrollar la transmisión de contenidos académicos
que a la vez sean respuesta a las inquietudes académicas del alumno.
c) Inducción de Respuesta. Refiere a propósitos evaluativos de contenidos de asignatura en el
alumno por parte del docente.
5. INTERVENCIONES
En todo caso, la clasificación más adecuada de las Intervenciones es aquella que mejor describe la
estructura de intercambio en un contexto comunicativo específico.
b) Actos subordinados y "hechos de la interacción". Al igual que el acto director, los actos
subordinados se reconocen al interior de la estructura del intercambio. Los "hechos de la
interacción" son de carácter no lingüístico, que están fuertemente subordinados de modo
pragmático y funcional a la intervención inicial.
Cuando las intervenciones son extensas, como suele ser el caso de conferencias, entrevistas,
relatos de vida, etc., es necesario analizar la estructura interna y sentido comunicativo con otras
estrategias de análisis que aborden la unidad monologal del lenguaje. Métodos como el Análisis
Estructural del Discurso permiten conocer cómo el interlocutor construye discursivamente su
identidad y despliega acciones en un contexto construido por su discurso (Martinic 2006). Sin
embargo, sea dialogal o monologal, la intervención se constituye de actos de habla.
El filósofo inglés Austin sostuvo que la palabra es una acción realizativa, distinguiendo que estas
acciones son: locucionarias, el acto mismo de decir algo; ilocucionarias, que tiene fuerza
convencional lo que se ejecuta al decir algo, y perlocucionarias, lo que se produce o logra al decir
algo (Austin 1982).
Desde una perspectiva interactional, los actos de habla son la dimensión gramatical de la
intervención definida en su función ilocutoria e interactiva. Son la "unidad mínima" de la gramática
conversacional (Bachman, Lindenfeld y Simonin 1981; Kerbrat-Orecchioni 1998; Vion 1992). Los
actos de habla se pueden definir como actos comunicativos que siendo de preferencia verbal
pueden ser también de naturaleza no verbal, considerados "hechos de la interacción" que
sostienen la relación entre los interlocutores. El valor ilocutorio del acto de habla radica
precisamente en la participación de todos los canales de comunicación (Vion 1992).
En el análisis pragmático del lenguaje, no hay una relación estructural entre hechos lingüísticos y
hechos pragmáticos que justifique categorías únicas de clasificación de los actos de habla
(Moeschler 1992). El valor ilocutorio y perlocutorio del acto de habla es considerado por su función
en el intercambio (Vion 1992).
Una de las clasificaciones de actos de habla más utilizada y ya clásica entre los estudiosos de la
pragmática de lenguaje es la de Searle (1979) quien establece cinco categorías:
(a) Representativas, donde la palabra da cuenta del mundo que describe, (b) Directivas: el
hablante pretende que el "mundo" encaje en sus palabras; (c) Conmisivas, donde el hablante se
compromete, en diversos grados, a la ejecución de una acción futura; (d) Expresivas, donde el
hablante manifiesta determinado estado psicológico sobre una determinada situación; y
(e) Declarativas, donde el hablante, en su habla hace efectiva la acción.
Echeverría (2006) reelabora la propuesta de Searle y señala que hay tres actos lingüísticos
básicos: Afirmaciones, orientadas a describir el mundo; Declaraciones, orientadas a generar
mundo y Promesas, que es el acto lingüístico que posibilita la coordinación de acciones con otros.
En una conversación todos estos actos lingüísticos se articulan para generar la realidad que abre o
cierra posibilidades de acción en los interlocutores.
Afirmar, explicar, preguntar, responder y evaluar son los actos de habla más comunes en la
educación escolar institucionalizada de niños y adolescentes, dados sus propósitos instruccionales
(Vizcarra 1996; Villalta 2000; De La Cruz, Scheuer, Caino 2001; Pasmanik y Cerón 2005). A
continuación el ejemplo 5:
El intercambio verbal es la unidad de análisis básica del modelo. Pero solo puede ser
adecuadamente interpretado en relación a los otros niveles de construcción aquí señalados. El
acopio de información de Cuadro comunicativo, fases, secuencias, intercambios, intervenciones y
actos de habla, ayuda a dar cuenta de las configuraciones conversacionales recurrentes que
caracterizan la cultura o red de significados que comparten los hablantes, pero también la forma de
generar y gestionar nuevas estructuras de significado.
Así por ejemplo, en el estudio de la práctica del docente en la educación media municipalizada
chilena (Villalta 2000) se encuentra que, en la Fase de Desarrollo, la Secuencia Temática
de Informar contenidos de Asignatura es inherente a la cultura escolar, independiente de las
opciones del Proyecto Educativo Institucional. Está compuesta por intercambios simples y
complejos denominados como instruccionales.
La estructura interna del intercambio instruccional tiene en la intervención del profesor, el acto de
habla director. Y aquí sí se encuentran diferencias atribuidas a la cultura escolar institucional, tipo
de asignatura, las creencias y competencias comunicativas de los docentes (Villalta 2000; De La
Cruz, Scheuer y Caino 2001; Pasmanik y Cerón 2005).
Los actos de habla representativos (como afirmaciones e informaciones) son intervenciones menos
frecuentes en comparación con los actos de habla directivos (como la pregunta) a lo largo de una
clase. Pero la estructura del intercambio indica que los actos de habla directivos están
subordinados a la intención de transmisión de contenidos.
La cultura escolar se define por los rituales que dan cuenta de acuerdos compartidos. Por lo tanto,
la innovación de la práctica pedagógica del docente requiere de nuevos aprendizajes para negociar
con los alumnos formas de relación dialogal que transformen el rol e identidad de ambos en la
interacción.
Las estructuras de intercambio en sala de clase ponen en evidencia que la práctica docente de los
últimos años se aleja del modelo de instrucción tradicional de dominio de un solo hablante -el
profesor-, para desarrollarse como una conversación. Pero posiblemente se están instalando
nuevos rituales, esta vez conversacionales, que no necesariamente promuevan el desarrollo de
nuevas estructuras de aprendizaje en tanto acción recurrente y autónoma, sino estructuras para la
transimision de información (Pasmanik y Cerón 2005; Villalta 2000).
La ruptura de acuerdos entre los actores educativos no significa ruptura de la cultura, sino
precisamente expresión de su dinamicidad y posibilidades que el mismo sistema cultural hace
posible. Pero no se trata solo de llegar a acuerdos en los microprocesos comunicativos de la sala
de clase, sino también, y básicamente, de vincular roles e identidades a la responsabilidad y
compromiso de la institución educativa.
8. A MODO DE CONCLUSION
Lo hasta aquí señalado se esquematiza en la figura 4, donde presentan las preguntas a resolver en
cada uno de los momentos de análisis -o dimensión temporal de la interacción-, así como los
niveles de profundidad o detalle que tiene el análisis -la dimensión jerárquica-.
El modelo permite distinguir los rituales de interacción, los cuales proyectan roles autoasignados y
atribuidos. Asimismo, el modelo permite distinguir los nudos conversacionales que son descritos
por los intercambios complejos y truncos. Este tipo de intercambios da cuenta de ruptura y
construcción de nuevas estructuras de significado.
En síntesis, el modelo permite describir las lógicas de acción puestas en práctica en el encuentro
conversacional, el proceso de negociación y cohesión de significados. Asimismo, permite analizar
los microprocesos que constituyen la cultura y sentido, un paso más allá de las intenciones
plasmadas por los locutores de un discurso monologal.
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