Apuntes Historia

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APUNTES HISTORIA.

Alejandro III, apodado Magno, continuó la política expansionista de su padre Filipo.


Apoyado en la falange y en la caballería macedónicas, llevó adelante la conquista de
Oriente. Según algunas fuentes, su objetivo no sólo era castigar a los persas, sino
también fusionar Oriente con Occidente y difundir la civilización griega más allá de
sus límites tradicionales. Su objetivo era crear un “imperio universal”. En diez años
realizó una enorme expedición militar; amplió los límites del mundo conocido y
construyó un amplio imperio que desapareció con su muerte.

Alejandro sucedió a su padre siendo muy joven (tenía 19 años), tras la muerte
repentina de Filipo II. Su acceso al trono contó con cierta resistencia dentro de la
corte, ya que existían varios posibles aspirantes (recordemos que dentro de la
monarquía macedonia no se daban unas normas hereditarias claras): Arrideo
(hermano de Alejandro, retrasado mental) y Amintas (sobrino de Filipo II).

Las primeras actuaciones políticas de Alejandro estuvieron encaminadas a


asegurarse la aceptación por parte de los griegos, pues a la muerte de Filipo las
actitudes contrarias a la hegemonía macedonia se habían reactivado.

Alejandro cosechó éxitos desde el comienzo. Destruyó la ciudad de Tebas que había
encabezado los movimientos contrarios a la primacía de Macedonia. Fue reconocido
como máximo representante de los anfictiones del santuario de Delfos y como
sucesor de Filipo II en la dirección de la guerra contra los persas. En el año 334 a.C.,
inició las conquistas.

El ejército de la Liga de Corinto con que contaba Alejandro no era demasiado


numeroso. La expedición que partió de Pella se componía de unos 7000 soldados de
infantería y de unos 600 jinetes, procedentes de los estados integrantes de la Liga de
Corinto. Este ejército se complementaba con tropas de mercenarios ilirios y tracios,
atraídos por el deseo de botín. La mejor parte del ejército era la que estaba
compuesta por los propios macedonios.
Alejandro pasó al Helesponto y venció a los persas (al aqueménida Darío III) en las
orillas del río Gránico (334 a.C.). Al año siguiente venció de nuevo en la gran batalla
de Issos (333 a.C.), en la frontera entre Anatolia y Siria.

A continuación, llegó a Egipto, donde fue bien recibido, ya que desde el siglo V
Grecia había apoyado todos los intentos egipcios de liberarse de los persas. Los
egipcios vieron en él al libertador que habían estado esperando. Alejandro recibió de
los sacerdotes el título de hijo del dios Sol, Re, y fundó la ciudad de Alejandría. El
motivo de esta fundación urbana era defender a Egipto de posibles ataques por mar.

Alejandro visitó el templo y oráculo de Amón (identificado por los griegos con
Zeus) en el Oasis de Siwa y difundió la noticia de que el propio dios le había
distinguido como hijo suyo. De este modo, continuaba y llevaba más lejos la antigua
política de los Argéadas de considerarse descendientes de Heracles.
En el año 331 a.C. dejó Egipto para continuar la conquista del Imperio persa,
cosechando nuevas victorias, como la que tuvo lugar en la llanura de Gaugamela.
Descendió después hasta la ciudad de Babilonia, donde estableció su capital.
Llegó más tarde a la capital Persépolis, que fue incenciada (330 a.C.), y conquistó
otra importante ciudad persa: Ecbatana. Estas victorias militares en el corazón del
Imperio Aqueménida simbolizaron el final de la guerra de los griegos contra los
persas y la consumación de su venganza. Puesto que la guerra de represalias contra
los persas se había dado por terminada, Alejandro licenció a las tropas griegas. La
continuación de su aventura debe considerarse exclusivamente macedónica.

Tras el asesinato de Darío III por parte de un usurpador del trono (Besos, sátrapa de
Bactriana), Alejandro se propuso vengarlo y se autoproclamó sucesor de los
Aqueménidas (330 a.C.). A partir de ahí la orientalización de su persona y de la corte
fueron en aumento. Esto comenzó a ser mal visto por algunos de los dirigentes
macedonios que lo acompañaban y se dieron, incluso, intentos de conspiración
contra el rey. El detonante del malestar en la corte fue el intento de Alejandro
Magno de imponer el rito iranio de la prosquínesis, esto es, la flexión de la rodilla
ante el rey.
Por otra parte, entre la tropa surgió el cansancio y el descontento ante una marcha
que no parecía tener un objetivo claro. Hay que tener en cuenta que los
expedicionarios desconocían por completo el territorio que iban conquistando y en
cualquier momento esperaban encontrar el mar que rodeaba la tierra.

Al final, tras alcanzar el río Indo Alejandro decidió regresar a Macedonia, siguiendo
tres vías diferentes desde Patala (año 326 a.C.): dos terrestres, dirigidas por el
propio Alejandro y Crátero, respectivamente, y una marítima, comandada por su
lugarteniente Nearco.
La vuelta por tierra fue la más dura. Alejandro enfermó de unas fiebres palúdicas
(¿malaria?) y murió en Babilonia a la edad de 33 años, en el año 323 a.C. Ya desde la
Antigüedad se sospechó que pudo haber sido asesinado, aunque no tenemos pruebas
para demostrarlo. A sus honras fúnebres acudieron embajadores de todo el mundo.
Sus restos mortales fueron llevados a Alejandría, donde estuvieron durante un
tiempo hasta su desaparición.
….
El Estado creado por Alejandro Magno puede considerarse una mezcla de los
sistemas monárquicos macedónico (autocrático) y aqueménida (despótico). Era una
monarquía centralizada y militar.

El Imperio que Alejandro Magno fue conquistando no pertenecía a la comunidad de


los macedonios, sino al mismo rey.
El ejército fue la institución más importante del Estado que creó Alejandro Magno.
Se trataba de un ejército jerarquizado y heterogéneo, ya que incluía efectivos de
distintas etnias y procedencias geográficas: macedonios, griegos, cretenses, tracios,
ilirios, persas, etc. Dentro de él se debe diferenciar la parte operativa, que
acompañaba a Alejandro en sus conquistas, y las tropas de ocupación que éste fue
desplegando en ciudades estratégicas, como Menfis, Babilonia, Susa y Persépolis.

Alejandro gobernaba este Imperio ayudado por un importante aparato burocrático.


Decidió conservar la división del territorio en satrapías (provincias) siguiendo el
modelo persa. El gobierno de estas demarcaciones territoriales recaía en los
sátrapas. Alejandro eligió para esta función a hombres de confianza greco-
macedonios, sobre todo en Asia Menor, y también a persas. Las funciones de los
sátrapas siguieron siendo las mismas que en el período aqueménida: administrar y
explotar las tierras reales (chora basiliké), en representación del rey; mantener la
paz de los pobladores de la satrapía; asegurar la recaudación de impuestos y el
levantamiento de las levas para el ejército; y administrar justicia.

Alejandro no introdujo cambios en la economía de los países conquistados;


simplemente se hizo cargo de las tierras reales y de los monopolios estatales que
habían pertenecido a los aqueménidas: minas, canteras, pesquerías, circuitos
comerciales, etc. En cuanto a las posesiones de los nobles iranios, en ocasiones éstas
fueron confiscadas y suponemos que en otras respetadas a cambio de la sumisión de
sus dueños. Por consiguiente, las condiciones de vida del campesinado indígena no
se vieron afectadas por el establecimiento del estado alejandrino.

Además, Alejandro se preocupó de que las vías de recaudación de impuestos


funcionaran y potenció la circulación monetaria (alejandrinos de patrón ático, en
oro, plata y bronce). Estableció varias cecas, distribuidas por el Imperio, excepto en
Egipto y la región al Este del río Eufrates.
Fundación de ciudades: uno de los aspectos más característicos de la política
imperial de Alejandro fue la creación de ciudades (lo mismo harán los reyes
helenísticos y los emperadores romanos). La finalidad de estas nuevas ciudades era,
en la mayoría de los casos, militar. A través de ellas se pretendía fortalecer las
fronteras y asegurar el control de determinados puntos estratégicos del Imperio.
Asimismo, la creación de centros urbanos ofrecía una salida a la superpoblación de
Grecia y propiciaba la sedentarización de las poblaciones nómadas de Oriente, que
de este modo pasaban a estar mejor controladas.

No todas las fundaciones urbanas se produjeron ex novo; a veces, se trataba


simplemente del asentamiento de colonos veteranos en núcleos indígenas
preexistentes. Las ciudades solían recibir nombres griegos y una constitución al
estilo de las que tenían las póleis griegas. Pero esta constitución era más bien formal,
pues las ciudades no eran independientes, sino que pasaban a depender de la
administración de la satrapía correspondiente. Muchas de las ciudades que creó
Alejandro Magno desaparecieron o vinieron a menos tras la muerte del fundador.

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