Universidad Autónoma de Santo Domingo
Universidad Autónoma de Santo Domingo
Universidad Autónoma de Santo Domingo
(UASD)
Nombres:
Catherine Santillan Garcia
Matricula:
100469364
Materia
Derecho Comercial
Sección:
261
Maestro:
Domingo Antonio Guerrero Calderon
Tema:
Derecho Comercial
Fecha:
10/02/2023
Derecho Comercial
El derecho mercantil, derecho comercial o derecho del comercio es la rama del derecho
privado que regula los actos de comercio y el estatuto de los empresarios. La creciente
internacionalización de los negocios y la necesidad de los poderes públicos de establecer un
marco de protección al consumidor y de mantener la estabilidad económica y financiera ha
dado lugar a lo que se conoce como el fenómeno de la «publificación» del Derecho
mercantil, consistente en que son cada vez más y más normas de Derecho público las que
se entremezclan con normativa puramente de Derecho privado para salvaguardar dichos
intereses. Notable ejemplo lo constituye toda la normativa de supervisión y sanción en
materia del sistema financiero, donde todas las sociedades operantes en él y las operaciones
que en él se realizan están fuertemente vigiladas.1
odríamos definir el Derecho Comercial como aquella rama del derecho privado que tiende a
la regularización de las relaciones entre comerciantes, y entre comerciantes y particulares,
como también de los actos y operaciones jurídicas realizadas por los comerciantes, sea
entre ellos, o con sus proveedores y clientes.
Pero esta definición quedaría corta, si no actualizamos sus características, y no analizamos
el papel protagónico e interventor del Estado en esta rama del derecho, para determinar con
ella la naturaleza de las normas que lo conforman.
Este derecho se manifiesta de forma tangible. Así, existe una legislación comercial (el
Código de Comercio y Leyes complementarias, y especiales que regulan la actividad
comercial); una organización administrativa (Cámaras de Comercio y Producción, [un
Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes] y otras entidades gubernamentales que
incidirán en él), una organización jurisdiccional del comercio, un cuerpo de doctrina
especializada, una jurisprudencia constante, y los usos y costumbres, tanto nacionales como
internacionales los cuales les imprimirán características particulares, entre otros.
El Derecho Comercial es, en esencia, entonces, el derecho del comercio, y esto nos ha de
llevar a definir varios aspectos, y puntualizar otros conceptos envueltos en esta concepción.
De ahí que la expresión “comercio”, comprenda o abarque desde el punto de vista jurídico,
no solamente las operaciones de circulación de bienes y servicios, y con ello la distribución
de las riquezas, sino también las operaciones de producción realizadas por los industriales,
y las operaciones financieras ejecutadas por los banqueros, sino también todas aquellas que,
de una forma u otra involucran la intermediación, y procuran una plusvalía.
Fuentes del Derecho Comercial
Ante todo, es importante destacar que en este tema no se trata tan sólo de señalar las fuentes
formales del derecho comercial, sino la vinculación existente entre éstas y los asuntos
relativos al orden institucional que serán tratados más adelante. En efecto, la especificidad
de las fuentes y de su interpretación en materia comercial, resultan en gran parte de la
existencia de un “mundo de negocios” dotado hoy día de una organización compleja, tanto
estatal como privada, y espontánea; tanto nacional como supranacional; tanto normativa
como supletoria, (ejemplo los sindicatos profesionales), como intervencionista e imperativa
(organización, monopolio público, etc.).
Es necesario entender por fuentes, los textos que rigen la materia y por interpretación de
las fuentes, la línea de conducta del jurista en presencia de una dificultad jurídica o
contenciosa determinada. Como aquellas del derecho en general, las fuentes del derecho
comercial, pueden ser agrupadas en dos categorías: las fuentes oficiales o fuentes directas.
Ante todo, es importante destacar que en este tema no se trata tan sólo de señalar las fuentes
formales del derecho comercial, sino la vinculación existente entre éstas y los asuntos
relativos al orden institucional que serán tratados más adelante.
En efecto, la especificidad de las fuentes y de su interpretación en materia comercial,
resultan en gran parte de la existencia de un “mundo de negocios” dotado hoy día de una
organización compleja, tanto estatal como privada, y espontánea; tanto nacional como
supranacional; tanto normativa como supletoria, (ejemplo los sindicatos profesionales),
como intervencionista e imperativa (organización, monopolio público, etc.
Es necesario entender por fuentes, los textos que rigen la materia y por interpretación de
las fuentes, la línea de conducta del jurista en presencia de una dificultad jurídica o
contenciosa determinada.
Usos Y Costumbres del Derecho Comercial
El origen de cualquier legislación, como el Derecho Civil, igual que el Derecho Comercial,
reposa sobre las prácticas costumbristas, pero lo que las diferencia aquí del Derecho Civil,
es el rol sustancial que aún, los usos juegan hoy en materia comercial. De hecho, en adición
a la codificación y a la abundancia
La costumbre es una práctica más o menos constante (aspecto objetivo) y, de otra parte, un
fenómeno de opinión; la convicción (para el grupo social interesado) de que esa práctica se
impone jurídicamente (opinio necessitatis). De aquí que los elementos que debe reunir una
costumbre para su aplicación, son su uso constante, y que la misma sea reputada como
norma que se impone jurídicamente a quien la reclama.
Según su alcance se distinguen diversos usos. Así, los usos internacionales o generales,
comunes al conjunto del comercio mundial, (por ejemplo los usos de competencia leal, tal
como el que impone el enviar o despachar, y en ausencia de toda otra precisión, una
mercancía de calidad); los usos nacionales y generales (ejemplo, la compra venta de tejidos
medidos por yarda, no obstante la adopción en nuestro país del sistema métrico decimal que
obliga a medir por metro, y al Kilo como medida de peso); los usos especiales propios de
determinados sectores comerciales o profesionales (como son la forma de medir
determinados rubros agrícolas, por jarro o lata, o de vender los plátanos, por “carga”); los
usos regionales, los usos de una localidad determinada, etc. Todas las costumbres o
modismos son en consecuencia concebibles. Los usos juegan así un rol importante en el
derecho interno, y en materia de comercio internacional, su rol es esencial.
Contrario a lo que sucede en otros países, en el nuestro no existe una jurisdicción llamada a
estatuir sobre los conflictos que en esta materia pudiesen surgir, y a aplicar la ley comercial
a los hechos que les son sometidos. Pero esto no ha sido óbice para que tanto los tribunales
inferiores como la misma Suprema Corte de Justicia, en funciones de Corte de Casación,
hayan dado nacimiento a una serie de teorías que han enriquecido este derecho, tal es, por
ejemplo, la teoría de la sociedad de hecho, la competencia desleal, entre otros.
Historia del Derecho Comercial
La historia del derecho comercial no debe ser confundida con la historia del comercio, pues
esta última nace
desde que se evidencia en el hombre la necesidad de intercambiar productos con otros
semejantes, para
satisfacer sus necesidades y el surgimiento del Derecho Comercial como disciplina
autónoma se presenta en
la edad media; razón por la cual la existencia de algunas normas jurídicas que aparecieron,
inclusive siglos
antes del surgimiento del Imperio Romano, pueden llegar a constituir a lo sumo sus
remotos antecedentes,
pero de ninguna manera constituyen un sistema de normas y principios que permitan inferir
que se trate de
una disciplina homogénea y autónoma
Código de Hammurabi es uno de los conjuntos de leyes más antiguos que se han
encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados de este tipo de documentos creados
en la antigua Mesopotamia. Representa un desarrollado concepto de igualdad entre los
habitantes de Mesopotamia. Se basa en la aplicación de la ley del talión,2 y es también uno
de los más tempranos ejemplos del principio de presunción de inocencia, pues sugiere que
el acusado o el acusador tienen la oportunidad de aportar pruebas.3 Fue escrito en 1750 a.
C. por el rey de Babilonia Hammurabi,456789 donde unifica los códigos existentes en las
ciudades del imperio babilónico. Actualmente está conservado en el Museo del Louvre de
Paris.
Edad Media y Edad Moderna
Edad Media:
Constituye la época en la cual se define el Derecho Mercantil como una ciencia jurídica
autónoma. Su estructuración se inicia una vez que los comerciantes se asocian para cada
arte, y con éstas se conciben las universidades y las corporaciones. Las corporaciones eran
administradas por uno o más Cónsules, asistidos por un consejo de ancianos de reconocida
trayectoria en el comercio. Se crearon normas jurídicas que fueron alimentadas por la
costumbre, dando paso no sólo a los Cónsules, sino además a los Estatutarios y Estatutos.
Los Estatutarios eran encargados de compilar las soluciones a los problemas por escrito,
dictadas mediante sentencias por los Cónsules, para luego archivarlas en la Sede de la
Corporación, dando origen a los Estatutos. La sentencia que dictaban los Cónsules eran
firmes y ejecutorias, pero podían ser apelables ante un Tribunal, integrados por
comerciantes elegidos por sorteo a quienes se les llamaba: Sobre – Cónsules.
Las ferias también tuvieron lugar en esta época, donde los comerciantes de distintas
regiones concurrían para exhibir sus mercancías, comprar o vender.
Edad Moderna:
Además de la importancia que cobra el territorio, se deben añadir otras variables que son de
especial relevancia como son: la división del trabajo3, la cooperación entre las empresas, la
interacción con la comunidad local que habita y trabaja en dicho lugar, y el papel de las
instituciones en garantizar las reglas del juego4 (North, 1994).
Durante los siglos XII, XIII y XIV –como ha señalado el catedrático Enrique Gacto
Fernández– el comercio naval abrió todo un dédalo de rutas entre las ciudades portuarias de
los Países Bajos, Normandía, Bretaña, Inglaterra, Escocia, Francia, Castilla, Escandinavia
(…) que tuvo como resultado facilitar la consolidación de un denso tráfico mercantil cada
vez más próspero (…). Y esta expansión económica, regida por una serie de normas
consuetudinarias de observancia bien arraigada entre marineros, transportistas y cargadores
de muy diversas procedencias, hizo aconsejable la redacción por escrito de esas costumbres
para facilitar su conocimiento, para dotarlas de una fijeza y de una seguridad que les
permitiera alcanzar la confianza de los negociantes y de los hombres de la mar, y para
contribuir a su más fácil aplicación en los tribunales [1].
En España, la investigación llevada a cabo por Margarita Serna Vallejo [2] es la mejor
referencia para acercarnos a conocer este Código del Mar de Poniente. La catedrática de la
Universidad de Cantabria opina que, en la Baja Edad Media, lo más importante de aquel
derecho marítimo es que se elaboró por los propios intervinientes en el comercio por mar,
por los navegantes. Lejos por tanto de la actividad de los juristas y de las cancillerías reales.
Tuvo en la costumbre, y no en la ley, su fuente principal. Realidad que permitió que se
configurara como un derecho esencialmente consuetudinario, práctico, sencillo, exento de
formalidades, a técnico y alejado por completo de las complejidades que ofrecían ya otros
sectores del ordenamiento jurídico como consecuencia de la importancia que los juristas
estaban alcanzando en Europa al compás de la difusión del Derecho Común; aunque
conviene tener presente que si bien ni la monarquía ni la justicia intervinieron en la
redacción del articulado, la actitud que mantuvieron ante el texto facilitó su consolidación
como derecho vigente.
El derecho Comercial Frances: Luis XI y las ferias
Internacional.
En primer lugar, no realiza una reforma de fondo, sino una consolidación u ordenación de
normas preexistentes. Se habla de una codificación del derecho vigente, llevada por una
comisión administrativa, no legislativa, la Comisión Superior de Codificación. (Tal vez sea
de interés más investigación sobre el concepto). Menos ambiosoa que una reforma de
fondo, la codificación del derecho vigente es realista, habida cuenta de la amplitud del
trabajo, pues ha de tener en cuenta todas las leyes dictadas desde el año 1807.
Sin embargo, no por ello esta fórmula de codificación es sencilla, pues implica una ardua
tarea: se necesita hacer inventario de las disposiciones del pasado, dar coherencia y
establecer una jerarquía entre las normas todavía en vigor, así como, al mismo tiempo,
prever el futuro, para permitir la adaptación del nuevo código a las circunstancias que vaya
ofreciendo la vida económica, que requiere regularmente reformas del derecho mercantil.
No es fácil codificar un Derecho, como el mercantil, que está en perpetuo movimiento,
siendo una realidad el que la ley va siempre por detrás del proceso económico.
El derecho Comercial en Nuestro Territorio
Derecho comercial nace, como rama separada del Derecho Civil, en la segunda mitad de la
Edad Media (baja Edad Media) - como un Derecho separado, elaborado por los
comerciantes y para los comerciantes. Los comerciantes fueron formando su propio
Derecho, basado en las prácticas y costumbres.
En las corporaciones se crearon tribunales especiales para dirimir las controversias que se
suscitaban entre sus agremiados. La justicia era aplicada por los cónsules, con recursos ante
supe cónsules y, en algunos casos, ante la asamblea. Desde luego, todos eran comerciantes,
no versados en Derecho, pero, como para resolver las controversias se aplicaban los usos y
costumbres formados en la práctica del comercio, estos jueces comerciantes estaban en
condiciones de fallar.
En los años de la colonia la República Dominicana regía la legislación de las indias y la
metrópolis española.
Nuestra isla en los años 1605 y 1606 empieza a cambiar la política fiscal que imperaba
debido a varias razones: a las devastaciones, el empobrecimiento del reino de España y la
fuerza que el reino de Francia mostraba. Se declaran varios Puertos Libres en la isla.
Los Puertos Libres, declarados en la isla, que ya en las primeras décadas del siglo XVI
presentaba signos de decadencia total, eran puertos donde solo se podía comerciar
productos básicos, como el cuero y las maderas preciosas, a cambio de productos
elaborados, lo que implicaba un no desarrollo de la actividad artesanal, ni mucho menos la
industrial, y por consiguiente de la elaboración de productos.
La actividad comercial se vio teniendo el privilegio casi exclusivo de la casa de
contratación de Sevilla, a la par con esta el consulado de mercaderes de Sevilla, encargado
de supervisar y vigilar los seguros marítimos para las naves que realizaban las travesías
transatlánticas entre las metrópolis y sus colonias.
La ordenanza de Luis XIV, se trata de una compilación de usos y estatutos locales que
tienden a regular la actividad comercial de manera particular y al margen del derecho
común. En esta se encuentra el germen de todas las nuevas instituciones que habrán de ser
reguladas por el Código De Comercio, como la letra de cambio. Esta ordenanza ha de
redundar en beneficio de la actividad comercial, y con ella el impulso para el desarrollo
industrial y comercial que experimentaba el reino francés, el cual ante la posibilidad de
beneficiarse directamente de los territorios americanos, encontró por medio del derecho
internacional lo que estaba vedado con las colonias españolas de ultramar, la forma de
Enriquecerse mediante la satisfacción de deseos banales de los españoles, tales como
perfumes, la producción de telas y modas, zapatos y pelucas, y otros bienes ostentosos que
la España medieval no estaba en condiciones de producir .
Las sucesivas guerras en las que se vio España y posteriormente su derrota, al igual que la
corriente liberal de la colonia francesa en el ámbito comercial, propiciaron que se
modificara el esquema comercial colonialista español, y así y en las primeras décadas del
siglo XVIII, se pone fin al régimen monopólico imperante hasta ese momento. Por el
tratado de Utrecht, en 1713, España se vio obligada a conceder a la corona inglesa, el
derecho del tráfico limitado de mercancías y de esclavos negros, para los barcos
matriculados en España, con sus colonias americanas. En 1756, producto de una asociación
entre la corona española y comerciantes barceloneses, se crea la sociedad comercial (Real
Compañía de Cataluña), autorizada a realizar comercio entre España y la islas de Santo
Domingo Puerto Rico y Margarita, resquebrajando con ello el monopolio de la Casa de
Contratación de Sevilla.