Consumo, Ahorro e Inversión

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CONSUMO, AHORRO E INVERSIÓN

El objetivo último de la producción es la satisfacción de los individuos, pero esa


satisfacción es posible gracias al consumo. Para poder producir necesitamos
invertir, para lo cual tendremos que hacer uso del ahorro actual o del ahorro que
hemos acumulado en el pasado, y si no tenemos fondos suficientes deberemos
recurrir a la financiación ajena, en cuyo caso habremos de devolver esa financiación
con el ahorro futuro. El ahorro, por su propia definición, pasa por dejar de consumir.
Por ello, uno de los equilibrios más complejos que existen en una economía es el
que nos sitúa en la decisión de hasta dónde consumir y desde dónde ahorrar y en
qué invertir y cómo financiarlo.

El consumo
El consumo es el objetivo último de toda la producción, es la fuente de la
satisfacción de las necesidades materiales humanas y una de las principales
justificaciones de los esfuerzos que exige la producción, que se concretan
fundamentalmente en la necesidad de trabajar y ahorrar. Es cierto que existen otras
razones, distintas a la de obtener una renta con la que poder satisfacer las
necesidades materiales, para realizar esos esfuerzos. Por ejemplo, no sólo se
trabaja por ganar un dinero, sino también como una forma de relacionarse con los
demás, en algunos casos como forma de realización personal y como forma de
cumplimiento de un deber moral. Sin embargo, lo cierto es que los esfuerzos que
exige la producción se llevan a cabo fundamentalmente con el objetivo de obtener
una renta con la que poder consumir.

Una de las características más importantes del consumo es que produce lo que
se denomina una utilidad marginal decreciente. ¿Qué significa eso? Significa que,
a medida que consumimos más, cada pequeño incremento adicional en el consumo
cada vez aumenta menos nuestra satisfacción. Es algo que tiene lógica. Pensemos,
por ejemplo, que, si un individuo tiene un solo par de zapatos, y además
desgastados, poder adquirir un par de zapatos le proporcionará más satisfacción
que si tuviese 30 pares de zapatos y pudiese adquirir el par número 31. La razón es
muy clara. Las primeras unidades de renta las dedicamos a consumir aquello que
es más necesario. Solucionar las carencias más necesarias nos produce más
satisfacción que el consumo que se produce cuando ya se han satisfecho esas
necesidades.

El ahorro
El ahorro tiene algo de sacrificio necesario y algo de solución. El ahorro es un
sacrificio necesario porque es, en última instancia, la fuente de financiación de la
inversión. Toda inversión debe encontrar una fuente de financiación. Esa
financiación puede lograrse a través del ahorro del propio país en el período que
consideremos o del ahorro de otros países, en cuyo caso o bien supondrá la
devolución de lo que ese país prestó a quienes ahora ahorran o bien un
endeudamiento que exigirá la devolución de lo prestado. En algunas ocasiones un
país ahorra para que se invierta en otro sin obtener a cambio la devolución de esos
fondos. Ese es el caso cuando se concede financiación sin exigir contraprestación,
como en el caso de determinadas ayudas a la cooperación, por ejemplo. Otro caso
será el de que no se pague lo que se debe. Pero lo que está claro es que, a nivel
mundial, toda la financiación de la inversión surge del ahorro. Sin ahorro, no hay
inversión.

En segundo lugar, el ahorro es una solución a un problema importante: la


conveniencia de que el consumo no sufra variaciones de la magnitud de las que
sufre la renta. Como decimos, cada unidad adicional que consumamos nos
proporciona menor satisfacción adicional. Ello quiere decir que sufrimos más
cuando nuestra renta se reduce en una determinada cantidad que la satisfacción
que nos produce un incremento de la renta en la misma cantidad. Un instrumento
que favorezca la nivelación del consumo, de modo que no haya momentos en los
que se consume mucho menos, proporcionaría una mayor satisfacción a la gente.
El ahorro cumple esa misión, la de nivelar el consumo a lo largo del tiempo.

Una de las características más importantes del ahorro es que es mayor cuanto
mayor es el nivel de renta. Los países más ricos son los que más ahorran. Los más
ricos dentro de un país también tienden a ahorrar más que los más pobres.

La inversión
La inversión es necesaria para acumular capital, es decir, los bienes que se
necesitan para poder producir como, por poner algunos ejemplos, las máquinas, los
edificios o los ordenadores. Cuanto mayor es la dotación de capital de un país, más
y mejor está equipado el país y es mayor también su capacidad para producir. Lo
que sucede es que el capital tiene rendimientos marginales decrecientes. Ello quiere
decir que el capital que primero se adquiere con el fin de destinarlo a la producción
es el que más puede aportar, de modo que cada incremento de la dotación de capital
añade menos producción que el anterior. Por lo tanto, llega un momento en el que
invertir más apenas proporciona incrementos en la producción de un país.

Como sucede con el consumo, el capital se echa más en falta cuando se pierde.
Por ejemplo, si tenemos 10 máquinas de un determinado tipo en una fábrica, añadir
una nueva para tener 11 provocará un incremento de la producción menor que el
decremento que sufriría la producción si se perdiese una y solamente se contase
con 9, porque se supone que primero dedicamos las máquinas a las labores que
más aportan. El capital se va perdiendo con el tiempo, las empresas deben
dotar amortizaciones en su contabilidad que reflejen la depreciación de ese capital
con el paso del tiempo, con el uso o porque el capital se va quedando obsoleto con
los nuevos tiempos. Por lo tanto, si no se realizan nuevas inversiones para
reemplazar a las que se deprecian, la dotación de capital se reduciría con el paso
del tiempo. Por ello, podemos decir que la inversión puede tener el objetivo de
aumentar la dotación de capital pero también mantenerla en el tiempo, evitando
quedarse desequipado por la depreciación del capital.
Para poder consumir más, que sería el objetivo, debemos producir más. Invertir
para tener más capital es una vía para producir más, pero es una vía que llega a
agotarse porque, cuando se tiene ya mucho capital, los incrementos en la dotación
de capital aportan muy poca producción adicional. Y entonces, ¿cuál es la fórmula?
Pues llega un momento que para producir más se necesita no tanto tener más
capital sino hacer las cosas de manera más eficiente, lograr más con los mismos
recursos, hacer las cosas de manera diferente. En este punto es capital la
innovación, en definitiva los nuevos productos, los nuevos procesos, las nuevas
materias primas, las nuevas fuentes de energía, los nuevos mercados, las nuevas
instituciones. Por lo tanto, llega un momento en que hacer las cosas de una manera
distinta, y mejor, se convierte en requisito indispensable.

Como regla general, para hacer cosas distintas se necesita servirse de


herramientas distintas. Por ejemplo, los ordenadores posibilitaron desarrollar mejor
muchas de las actividades que existían antes de que se empezasen a usar y,
además, posibilitaron que nuevas actividades comenzasen a realizarse. Además,
suponen mejorar la «calidad» de los trabajadores, al suponer una necesaria
inversión en la adquisición de nuevas destrezas que gracias a ellos son
enormemente útiles.

Por lo tanto, la inversión además de necesaria para cubrir la depreciación del


capital en funcionamiento en una economía y para aumentar la dotación de capital
es clave en los procesos innovadores. La inversión en capital moderno posibilita un
ambiente para que se desarrolle la innovación y la innovación, una vez producida,
acaba requiriendo nuevas inversiones en capital más moderno.

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