La Cuarta Dimension 2

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CONTENIDO

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Prólogo, mi historia personal . . . . . . . . . . . . . . . 12

1. El Espíritu Santo y tú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

2. La Cuarta dimensión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42

3. La renovación mental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76

4. El poder creativo del lenguaje . . . . . . . . . . . . . 87

5. El amor: la fuente de motivación . . . . . . . . . . 107

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RECONOCIMIENTOS DEL TRADUCTOR.

Dedico esta traducción a mis padres, los pastores Sungkil Kim y


Sunkee Choi, que me enseñaron el verdadero sentido del sacrifi-
cio y del amor incondicional.
Desde lo más profundo de mi corazón, quiero especialmente
agradecer y glorificar a la Persona más importante de mi vida y
mi ministerio: El Espíritu Santo, que me ha dado la visión y la
bendición de servir al pueblo latinoamericano de todo el mundo a
través de esta obra.
Expreso mis sinceros agradecimientos para David Yonggi Cho.
Joshua Cho Heeseo. Carlos Annacondia, César Castellanos, Ha-
rold Caballeros, Claudia Freidzon y Sergio Scataglini, que son de
gran inspiración para mi vida y mi ministerio.
Por último, no puedo dejar de mencionar a mis intercesores, que
nunca se olvidan de orar por mi vida y mi ministerio.

Ariel Kim, Buenos Aires, Argentina.

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INTRODUCCIÓN

En el año 1978 escribí el primer volumen de este libro titulado


La cuarta dimensión. En aquella época entendía cómo era el cli-
ma espiritual que se vivía en varios lugares del mundo; ahora de-
cidí ampliar aún más los principios revolucionarios que entonces
había descubierto. Desde aquel año tuve la oportunidad de viajar
por todo el mundo para ministrar, y también logré establecer un
ministerio a través de la televisión. Esos viajes me ayudaron a en-
tender aún más la madurez espiritual de la comunidad cristiana.
Esto fue lo que me motivó a escribir este segundo volumen, pues
quiero difundir más profundamente los principios de éxito, con
ejemplos más actualizados, que me permiten pastorear hoy la
iglesia más grande del mundo.
Quizá algunos no entiendan lo que yo quiero decir al hacer uso
del término "La cuarta dimensión". Para evitar los malos entendi-
dos, vaya explicarlo muy sencillamente.
La palabra "dimensión" es un término muy usado en el área de la
física y las matemáticas. En matemáticas, se utiliza para las medi-
das. Por ejemplo, el término "unidimensional" se usa para indicar
la extensión de una línea. Se sobreentiende que en un plano unidi-
mensional no podemos hablar de la densidad, sino solamente de
la latitud.
En cambio, cuando hablamos de "dos dimensiones", indicamos
un plano cuya latitud y longitud son mensurables. Si decimos
"tres dimensiones", hablaríamos no solamente de la latitud y la
longitud, sino también de la profundidad y densidad de un deter-
minado plano.
En la física hay otra manera de medir un fenómeno físico, y esa
medida es el "tiempo". Isaac Newton es reconocido por sus gran-
des descubrimientos en la física. Fue el que dio a conocer el mo-
vimiento de los planetas dentro de sus órbitas a través de la cono-
cida "ley de la gravedad". Sin embargo, Newton usó solamente
tres dimensiones para sus teorías.

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Einstein hizo uso del concepto del tiempo y espacio como otra di-
mensión física. Para algunos, esto es "La cuarta dimensión". En
consecuencia, si hago uso de la teoría cosmográfica tradicional de
Newton, no me equivocaría al usar el término de "La cuarta di-
mensión". Pero si me pongo en onda con la teoría de Einstein,
tendría que hablar de una "quinta dimensión".
Debido a que los principios espirituales superan las teorías cientí-
ficas, no modificaré el término "La cuarta dimensión" para desa-
rrollar mis principios. Estoy seguro de que el lector no tendrá nin-
gún inconveniente para entender este término, ya que he aclarado
lo que quiero decir.
Originalmente Dios nos creó como seres físicos. El mismo Dios
que le dio el soplo de la vida a Adán le dio también al hombre la
capacidad para entender y comunicarse con Él en un nivel supe-
rior al físico. Ese nivel es el nivel espiritual. La Biblia nos dice
que "Dios es Espíritu; y los que le adoran en espíritu yen verdad
es necesario que adoren" (Juan 4:24).
En el segundo capítulo de Génesis notamos que Dios tomó lo más
bajo y lo mezcló con lo más alto para crear al hombre. Tomó la
tierra y dio el soplo divino. Aquí está la diferencia: en el momen-
to de crear a otros seres, Dios solo dio la orden. Pero al crear al
hombre. tomó la tierra y le dio forma según su imagen. Si tene-
mos en cuenta que la imagen de Dios es Jesucristo (Juan 14:9),
podemos decir que nosotros fuimos creados conforme a la ima-
gen y semejanza de Jesucristo.
En Génesis 2: 17 vernos que Dios le dijo a Adán que si desobede-
cía a sus mandamientos, moriría. Adán pecó, pero no murió. Si-
guió viviendo con su esposa Eva, y tuvo hijos. ¿Cómo se explica
este fenómeno? Adán no murió físicamente, sino espiritualmente.
No obstante, aún en el día de hoy el hombre tiene capacidad para
comunicarse con Dios y entender la realidad en su dimensión es-
piritual. Cuando una persona recibe a Jesucristo como su Salva-
dor personal, nace espiritualmente. En otras palabras, nace de
nuevo.
Por lo tanto, nosotros, como cristianos, debemos ser conscientes
de la realidad espiritual y familiarizarnos con la cuarta dimensión,

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hasta el punto que esta sea como el plano tridimensional en el que
ahora estamos acostumbrados a vivir.
La cuarta dimensión es el plano existencial donde Dios mora. Es
una realidad de mayor importancia que el plano tridimensional en
el que vivimos. "Toda sustancia se encuentra envuelta por una
sustancia más grande." Es el plano espiritual el que contiene y en-
vuelve las tres dimensiones de la realidad física. Por medio de
este plano podemos medir el largo, el ancho y la profundidad del
amor de Dios, al igual que otras realidades espirituales. El Espíri-
tu Santo nos fue enviado con el fin de cumplir este propósito,
para que vivamos y experimentemos esta nueva realidad. Voy a
tratar de transmitirte los principios y testimonios que contiene
este libro. con la ayuda y la iluminación del Espíritu Santo.

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PRÓLOGO

MI HISTORIA PERSONAL.

Nací en Corea del Sur, cuando Corea del Sur era colonia japone-
sa. No me alcanzarían las páginas de este libro para contar todo lo
que hemos sufrido durante ese conflicto.
La península coreana se localiza entre Japón y China. A causa de
esto, Corea fue un lugar apropiado, elegido por ambos países para
librar sus batallas que perduraron por miles de años. Pero estas
dificultades no causaron daño alguno para los coreanos; al contra-
rio, desarrollaron la independencia de un pueblo que se distinguía
por su herencia particular y su propio idioma que fue creado hace
cinco mil años.
Mi padre era un hombre muy trabajador y muy religioso al mis-
mo tiempo. Para ser más específico, era un destacado líder budis-
ta de la zona en la que vivíamos. Vaya contar un poco acerca del
budismo a lo largo de este libro. Siento la necesidad de hacerlo. Y
vaya comenzar por decir que aún hoy el budismo que se practica
en Corea y Japón es diferente al de otras partes -por ejemplo, al
del sur del continente asiático-o El budismo coreano es más filo-
sófico.
El cristianismo ha ganado el respeto de la gente aquí en Corea,
gracias a la actitud que han mostrado los cristianos durante los
tiempos más críticos de la Segunda Guerra Mundial.
El patriotismo de los cristianos coreanos de aquella época fue
sencillamente algo apreciable, Apenas terminada la guerra, co-
menzamos a reconstruir nuestra patria, Muchos misioneros esta-
dounidenses habían venido para darnos una mano y estaban siem-
pre presentes en las situaciones más difíciles, Pero el anhelo de
ver a nuestro país de pie siguió siendo un sueño inalcanzable, ya
que los rusos habían apoyado a los comunistas norcoreanos para
que invadieran toda la península, Esto fue lo que se conoce hoy
en día como "el conflicto coreano", y el caos fue aún mayor en
comparación al de la Segunda Guerra Mundial. Después de la
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guerra contra los comunistas, prácticamente toda Corea quedo en
ruinas.
Me tocó vivir en medio de un ámbito muy desalentador como
este, Tuve que abandonar mis estudios para ir a trabajar ya que,
económicamente, mis padres no podían mantener a toda la fami-
lia. Tenía la mente puesta en cómo sobrevivir, y nada más que en
eso. Algunos dicen que esto es la motivación primordial del hom-
bre. Les doy la razón, pues yo buscaba todo tipo de trabajo. Lo
único que quería era ganar dinero para comprar comida para mi
familia. Tuve que vivir días intensos, ya que trabajaba en varios
lugares en una misma jornada. Un día, mientras daba clases de
apoyo a un estudiante secundario, empecé a sentir un fuerte dolor.
Mi pecho empezó a moverse convulsivamente, y comencé a tener
arcadas. Después de haber vomitado gran cantidad de sangre por
la boca y la nariz, me desmayé.
Cuando recuperé el conocimiento no sabía cuánto tiempo había
pasado. Pero hice todo el esfuerzo posible para volver a mi casa.
Mis padres tuvieron que vender lo poco que tenían para llevarme
al hospital. Los doctores no tardaron en hacer un breve análisis
sobre mi síntoma, y acordaron en definitiva que era una tubercu-
losis terminal. Tenía apenas 18 años de vida, y me estaba murien-
do en medio de la miseria. Me mandaron a casa para que mis últi-
mos días fueran un poco más tranquilos. "Tienes tres o cuatro
meses de vida, como mucho", habían sido las últimas palabras del
médico.
"¿Por qué me sucede esto?" me pregunté, muy disgustado, mien-
tras me tiraba en una colchoneta. El almanaque parecía marcar
los tres meses de vida que me quedaban. Día tras día oraba a
Buda. "Buda, ¿me ayudas a recuperarme?" Pero no pasaba abso-
lutamente nada. Me sentía cada vez peor, y lo único que podía es-
perar de mi vida era que se terminara lo más pronto posible, aun-
que sea para disminuir el dolor.
Pero un día hice una oración que cambió completamente mi vida.
"¡Oh, Dios! Si realmente existes, ven y ayúdame. Si me ayudas a
recuperar la salud, te prometo que viviré para ti y para el bien de
otros."

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Vaya contarte algo interesante. En coreano existe una palabra
muy particular que describe al Dios único: Hanna-neem. Hanna
significa "uno", y neem, "alguien que merece honra y respeto".
Este último es un sufijo que se usa junto con cualquier sustantivo
propio. Los japoneses no tienen un término tan particular y rico
como el nuestro para indicar al Dios de la Biblia. Por lo tanto, tie-
nen dificultades al querer hablar de un Dios único y todo podero-
so.
En el primer capítulo de Romanos Pablo nos dice que la verdad
de Dios fue revelada a todos los hombres. Sin embargo, la natura-
leza humana se opuso ante esa verdad. Por consiguiente, el hom-
bre no tiene excusa alguna para ignorar la existencia de Dios y
sus leyes. Para predicar el evangelio a gente que no conoce a
Dios, solamente tenemos que proclamar la verdad con el poder
del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo el que se responsabiliza
de revelar la veracidad de la palabra de Dios. No tengo ninguna
duda de que aquellos momentos de silencio fueron clave para mi
vida. Afortunadamente, no tardé mucho tiempo en dejar de lado a
un Buda que no me respondía, y empezar a buscar el conocimien-
to de la verdad y a un Dios viviente que fue revelado a través de
su hijo, Jesucristo.
Después de unos instantes de haber orado a ese Dios único, ver-
dadero y viviente, una joven vino a verme. Aparentaba ser una
estudiante de la secundaria, y noté que tenía debajo de uno de sus
brazos un libro bastante grande. "Yonggi, quiero hablarte de Jesu-
cristo", fueron sus primeras palabras, que siguieron así: "Ahora,
tienes que escucharme".
Traté de no ofenderla. "Gracias por tu visita, pero tú lo sabes, soy
un buen budista. Estoy a un paso de la muerte, y no me gustaría
cambiar de religión a último momento". En realidad, ella no sabía
cuán desesperado me encontraba en ese instante.
"Bueno, no importa", dijo y continuó como si no se hubiera per-
catado de mi terrible situación. "De todas formas, vaya contarte
acerca de Jesucristo." Y comenzó a relatarme acerca de la vida de
Jesús: su nacimiento, su vida, su muerte en la cruz del Calvario y
su resurrección. Luego, me explicó cómo podía ser salvo si reci-
bía a Jesucristo y le pedía el perdón de mis pecados. Escuché
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atentamente aquellas palabras. Sin embargo, a decir verdad, me
sentía mejor sin ella.
Al día siguiente la joven me visitó otra vez. Me habló sobre el
gran amor de Dios hacia los pecadores y la capacidad que tenía
para liberarme de todo pecado y dolencia. En realidad, lo único
que me preocupaba era la tuberculosis. Pero no hice ninguna
mención al respecto. Oía todas esas historias, pero lo único que
guardaba en mente era el deseo de estar solo.
Sabía que todos los días de la semana recibiría la visita de la jo-
ven misionera que siempre contaba lo mismo, lo que me disgusta-
ba mucho.
Después de unos días perdí la paciencia y le grité: "¡Basta! ¡No
me digas ni una palabra más! Estoy cansado de tus tontas histo-
rietas. ¡Déjame morir en paz!"
Por un momento pensé que esto lograría echarla. Pero me equivo-
qué. En ese instante, ella dobló sus rodillas y comenzó a orar por
mí, con lágrimas en sus ojos: "Señor Jesús, perdónalo. Está enfer-
mo y no sabe lo que dice". Esto me conmovió profundamente. No
podía entender por qué ella tenía que orar por mí de esa forma.
"¿Qué significan esas lágrimas? ¿Quién es este Dios que día tras
día me manda una misionera a domicilio, que demuestra su preo-
cupación e interés por mí? ¿Podría ser que el Dios de la joven sea
el Dios a quién yo le había orado?", me pregunté.
De repente, sentí algo extraño. Se me había puesto toda la piel de
gallina. Tenía miedo, confusión, esperanza, todo al mismo tiem-
po. "No llores más", traté de consolarla tocando su cabeza. "Dis-
culpa por el enojo. Vaya recibir a Jesús. ¿Sí?" Estas palabras lo-
graron que ella recuperase su sonrisa, hasta el punto que levantó
su cabeza con otro ánimo. Aún seguían cayendo sus lágrimas,
pero ya no de tristeza ni dolor, ¡sino lágrimas de gozo y felicidad!
"Quiero que tomes lo que más aprecio", dijo mostrándome la Bi-
blia muy de cerca.
La acepté. Pero aún seguía muy enfermo, tosía cada vez más. Al
abrir la Biblia en el libro de Génesis capítulo uno, ella me inte-
rrumpió con cara de preocupación. "¡Oh, no! Como te encuentras

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en estos momentos, va a ser imposible que leas todo el Antiguo
Testamento. Mejor comienza por san Mateo".
Era la primera vez en mi vida que me encontraba con una Biblia
en la mano, y no sabía qué hacer con ella. Pero con su ayuda no
tardé ni un segundo en hallar san Mateo, el primer libro del Nue-
vo Testamento.
Pero comencé la lectura y enseguida me encontré muy desilusio-
nado. "Abraham engendró a Isaac ... ". Me pregunté: "¿Qué clase
de religión es esta?" El budismo es bastante sistemático y lógico.
Sus ritos no son difíciles de comprender.
Sin embargo, la religión que presentaba la Biblia parecía un sim-
ple relato de genealogías insignificantes. No podía aceptar una re-
ligión tan aburrida como esta. "Disculpa... pero este libro parece
una guía telefónica". Traté de no ofenderla, pero le devolví la Bi-
blia, la puse en sus manos.
"¡Oh, no! Estás equivocado", dijo con firmeza. Y siguió: "No te
preocupes ahora por estos nombres hebreos. Más tarde, estos
nombres serán de gran bendición para ti. Ahora, sigue leyendo,
¡por favor!" Después de que ella salió de mi habitación, volví a
leer los evangelios. Aunque las historias no lograban conmover-
me intelectualmente, noté que mi mente se dirigía hacia una per-
sona: Jesucristo.
Lo que yo necesitaba era el apoyo de "alguien" para lograr con-
quistar la victoria. No necesitaba una nueva filosofía que me con-
moviera, sino alguien que fuera capaz de tocar mi corazón y mi
cuerpo. Ese "alguien" fue, es y será Jesucristo, lo primordial en
mi vida.
A medida que leía más y más acerca de Jesús, mi amor por Él se
incrementaba. Su amor y compasión eran la causa de las lágrimas
en mis ojos. ¿Cómo puede ser que este hombre haya sufrido todo
esto en la cruz por mí?
Aun cuando me encontraba muy débil y enfermo, me atreví a do-
blar mis rodillas, tal como la joven lo había hecho hacía unos
días. Ese fue el momento en que hice la oración que cambió no
solamente mi vida, sino también el destino de mi país. "Querido
Jesús, perdona mis pecados. Sé que no soy digno de recibir tu
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perdón. Pero si puedes, acéptame. Te entrego mi vida. Sálvame y
dame sanidad para mi cuerpo. Amén". No pude dejar de llorar
mientras hacía la oración.
De repente, sentí que había sido sanado. Me levanté y grité en
voz alta, "¡Aleluya! ¡Gracias, Dios!"
Luego de esta experiencia, mi estilo de vida cambió por comple-
to. Me levantaba todos los días por la mañana bien temprano, y
leía la Biblia hasta la noche. Sentí que tenía que saber más de este
Dios lo más pronto posible, pues Él me hablaba directamente. Me
había enamorado de Jesucristo.
Este lazo de amor es aún muy fuerte debido a la comunión que
establece y que disfruto hoy cuando ya han pasado más de cua-
renta años. No le había dicho nada a nadie, pero sabía que iba a
sobrevivir. Después de los tres meses que marcaba el almanaque,
aún seguía vivo. En seis meses me había recuperado totalmente, a
tal punto que no necesitaba estar acostado en la cama. Desde en-
tonces no he tenido nunca más ningún problema de tuberculosis.
Comencé a asistir a la iglesia del evangelio completo de Bilsan,
de las Asambleas de Dios, donde el reverendo L. P. Richard era
el pastor. Gocé de una excelente comunión en ese lugar. Mis pa-
dres se dieron cuenta de lo que me había sucedido, y no tardaron
mucho en recibir y servir a Jesucristo.
Después de terminar mis estudios en el seminario de las Asam-
bleas de Dios, comencé mi ministerio en un barrio muy pobre que
se encontraba en las afueras de Seúl. Dentro de todo, no me había
ido tan mal. Cuando logré establecer una iglesia de seiscientas
personas, me sentí realizado. Pensé que no hacía falta esforzarme y
que podía gozar tranquilamente de este ministerio que no paraba de
crecer. Sin lugar a dudas, me había equivocado. Dios tenía otros
planes.
Obedecí a Dios cuando me dijo que abandonara ese lugar, y fui a la
zona céntrica de la ciudad de Seúl, donde abrí mi segunda iglesia.
La iglesia creció y llegó a tener dieciocho mil miembros, lo que
marcaba un récord en la historia del cristianismo coreano, como la
iglesia cristiana más grande de la nación. No obstante. esto no sería

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la culminación de un ministerio exitoso, sino el comienzo de una
nueva etapa en mi ministerio.
En el año 1969 Dios me dijo que abriera una iglesia en la isla de
Yoido. El gobierno había designado a esta isla como el nuevo sitio
para los edificios gubernamentales, y el proyecto estaba dirigido
por un flamante joven llamado II-Suk Cha que era miembro de mi
iglesia. Su madre, una de mis mejores miembros, fue la que lo con-
dujo a la iglesia. Para mi sorpresa, II-Suk mostró un gran interés
por mi ministerio. Hablé con él en varias oportunidades e hicimos
un proyecto de una futura iglesia, que quedaría localizada a poca
distancia del congreso nacional.
Con mucho sufrimiento, logramos levantar un templo con capaci-
dad para diez mil personas, el que luego fue ampliado con capaci-
dad para veinticinco mil personas sentadas. Si sumamos la asisten-
cia al templo central, más todas las iglesias satélites, estimo que
más de setenta mil personas asisten en estos momentos a un mismo
culto que se realiza siete veces a lo largo de la jornada. Como si
esto fuera poco, con la incorporación de la televisión por cable y el
Internet, estimo que aproximadamente cien mil personas presen-
cian un mismo culto. Si tenemos en cuenta la velocidad del creci-
miento de la iglesia, notamos que ni los lugares anteriormente men-
cionados alcanzarán en un futuro muy cercano.
Durante más de cuarenta y dos años de ministerio, he aprendido
muchas cosas. En este libro quiero trasmitirte las claves del éxito,
que me permiten pastorear la iglesia más grande del mundo en la
historia del cristianismo.

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1

EL ESPÍRITU SANTO Y TÚ

Nos encontramos en la era del Espíritu Santo. Nunca vamos a te-


ner éxito en el ministerio si no reconocemos su obra.
El Antiguo Testamento describe al Dios Padre en primer plano.
El Dios Padre obró a través del Espíritu Santo, que usó a profetas,
sacerdotes y reyes de Israel para cumplir su propósito. En el Anti-
guo Testamento los profetas anunciaron la venida del Mesías, Je-
sucristo, por más de trescientas veces. Con su venida, nuestro Se-
ñor Jesucristo, el Hijo de Dios, se convirtió en el centro de la fi-
gura divina por la que Dios habló y cumplió su propósito.
Es cierto que Jesús no dejaba de glorificar al Padre; sin embargo,
era Él ahora el que se había puesto en el primer plano según el
perfecto plan divino. Aun así. el Espíritu Santo nunca dejó de
obrar. Cabe aclarar que todos los milagros de Jesús se manifesta-
ron después de que fuera bautizado por el Espíritu Santo. Juan el
Bautista dijo lo siguiente acerca de Jesús: "Y yo no le conocía;
pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre
quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es
el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimo-
nio de que este es el Hijo de Dios" (Juan 1:33-34).
Una vez que su ministerio en la Tierra había casi culminado, Je-
sús resucitó y luego ascendió al cielo. Al poco tiempo envió al
Espíritu Santo para que este siguiera con su misión que involucra
tanto al mundo como a la Iglesia.
Desde aquel día de Pentecostés. hace más de dos mil años, el Es-
píritu Santo mora en nosotros. Su presencia se halla en este mun-
do, en la Iglesia y en el corazón de cada cristiano. Estamos en la
era de la Iglesia. En este período, el Padre y el Hijo han acordado
en obrar a través del Espíritu Santo. Aclaro que no tengo inten-
ciones de tratar y de definir la doctrina de la trinidad, como si
fuera una discusión de moda, ya que el Dios Padre, el Dios Hijo y
el Dios Espíritu Santo conforman un Dios único. No obstante,
19
digo que Dios ha sido manifestado en tres Personas. En forma
sintética. lo que quiero dejar en claro es que vivimos en la era del
Espíritu Santo, y es Él el que se encuentra en primer plano en es-
tos tiempos.
Si deseamos formar parte de la obra de Dios -en verdad el deseo
que sentimos es del Espíritu Santo- es fundamental que entremos
en una relación personal con Él. No podemos solamente depender
de las teorías teológicas. Debemos esforzarnos para relacionarnos
con el Espíritu Santo mismo. A medida que lo vayamos cono-
ciendo más, desarrollaremos aún mejor nuestra comunión con Él.
Antes de comenzar nuestra comunión con el Espíritu Santo. debe-
mos aprender algo de su persona. Si lo ignoramos se nos hace im-
posible conocer la cuarta dimensión; porque es el mismo Espíritu
el que nos lleva a esa dimensión.
¿Cómo es el Espíritu Santo?
Ya que tenemos un conocimiento básico de cómo el Dios el Pa-
dre ha manifestado sus planes a profetas, sacerdotes y reyes en el
Antiguo Testamento, y como sabemos cómo es un padre de fami-
lia, creo que no tendremos ninguna dificultad en entender cómo
es el Padre. Jesús también ha revelado al Padre por medio de su
vida y de sus enseñanzas. El Espíritu Santo fue enviado por Dios
para que este revelase a Cristo: "Él me glorificara; porque toma-
rá de lo mío, y os lo hará saber" (Juan 16: 14). Por lo tanto, el
Espíritu Santo toma de las Escrituras para revelar a Cristo, y ha-
cer resplandecer no solamente sus enseñanzas, sino también su
personalidad. Es cierto que la Biblia no describe claramente la
personalidad del Espíritu Santo, sino que solo revela sus obras.
Pero notemos que su función no era glorificarse a sí mismo, sino
glorificar al Hijo.
Ya que en la Biblia el Espíritu Santo nunca fue descrito en forma
física, no podemos hablar de su apariencia, sino solamente de su
característica que obra en nuestro corazón. Hay una parte de la
Biblia que describe al Espíritu Santo en forma física. Cuando Je-
sús fue bautizado, dicen las Escrituras que el Espíritu Santo des-
cendió sobre Él en forma de paloma. La razón por la que es des-
crito como paloma, se debe a su generosa personalidad. Puede en-

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tenderse mejor su sensibilidad, si nos damos cuenta de que el pe-
cado de la blasfemia contra el Espíritu Santo es imperdonable.
Pablo hace referencia a la personalidad del Espíritu Santo de esta
manera: "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el día de la redención" (Efesios 4:30). De-
bido a que el Espíritu Santo vive la vida de Cristo en cada cristia-
no, se asocia no solamente con nuestra fe, sino también con nues-
tros actos. Pablo sigue narrando los malos actos que entristecen al
Espíritu Santo de la siguiente forma: "Quítense de vosotros toda
amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia"
(Efesios 4:31). En el versículo 32, el apóstol describe los actos
que son características de la personalidad del Espíritu Santo así:
"Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonán-
doos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en
Cristo". Pablo nos enseña también cómo vivir en obediencia sin
entristecer al Espíritu Santo. Es interesante saber que la fuente del
poder de Dios, que es capaz de darle forma a la Tierra y de mover
montañas, pueda ser limitada o reducida a causa de la desobe-
diencia del hombre.
Nuestro Señor Jesús describió al Espíritu Santo como el Espíritu
de la verdad. Esto nos permite saber que en el Espíritu Santo
abunda la verdad. y su misión es guiarnos hacia toda verdad. Esto
es una parte de su personalidad. El Espíritu también es conocido
como el Espíritu de la sabiduría, el Espíritu del entendimiento y
como el Espíritu del juicio. Por lo tanto, debemos resplandecer a
través de la comunión personal con ÉL que impartirá su carácter
en nosotros.
Tres niveles de comunión
Jesús nos prometió que estaría con nosotros, dentro de nosotros y
sobre nosotros para siempre. Existen tres niveles de comunión
con el Espíritu Santo

1. El Espíritu Santo está con nosotros


Debemos saber que el Espíritu Santo obra como soplo (pneuma)
de Dios.
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El símil del viento se usa para describir al Espíritu Santo, pues el
viento no se ve, pero se siente. El viento puede ser poderoso, pero
también suave. Se halla en cualquier tiempo y en cualquier parte
del planeta. Esto significa que el Espíritu Santo obra según el pro-
pósito de Dios en todo el universo. Con la venida del Espíritu
Santo Jesús dejó de tener esa limitación física que le impedía es-
tar en varios lugares al mismo tiempo. Gracias a la obra del Es-
píritu, Jesús comenzó a obrar en todo lugar y en todo momento.
En realidad, no hace falta buscar al Espíritu Santo, ya que está
presente en todo lugar. Por el contrario, Él es el que nos busca.
El Espíritu Santo fue enviado no solamente para los cristianos;
por eso es importante que entendamos su rol para con el mundo.
Jesús dijo: "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado,
de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de
justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio,
por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado" (Juan
16:8-11). Por lo tanto, la razón por la que fuimos convencidos de
nuestros pecados, y el hecho de que deseemos recibir a Jesús
como nuestro Salvador personal, significa que el Espíritu Santo
es el que ha obrado en nuestras vidas. Jesús dijo a sus discípulos
que el Espíritu Santo estaba con ellos, pero que, al nacer de nue-
vo, moraría dentro de ellos (véase Juan 14:17). Una vez que reci-
bimos a Jesucristo como nuestro Salvador personal somos purifi-
cados por su sangre, y quedamos de este modo sin manchas para
que el Espíritu Santo obre en nosotros.
2. El Espíritu Santo está dentro de nosotros
Podemos estar seguros de que el propósito de Dios se llevará a
cabo exitosamente, pues su poder transformador está dentro de
nosotros. "Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpia-
dos de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro
de vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os
daré un corazón de carne. y pondré dentro de vosotros mi Espíri-
tu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos,
y los pongáis por obra" (Ezequiel 36:25-28).
En este pasaje el profeta revela un nuevo pacto de Dios para con
su pueblo. En el pasado, Israel estaba sujeto a los mandamientos
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de Dios, los que tenían que ser obedecidos. Pero el Señor haría
algo nuevo a partir de ese momento. Los limpiaría y pondría en
ellos un nuevo corazón dispuesto a andar en los caminos del Se-
ñor. Esto se lograría únicamente con el derramamiento del Espíri-
tu Santo en cada una de las personas, ya que Él se manifestaría a
través de sus vidas. Ya se sabe que esta profecía fue cumplida
cuando Jesús envió al Espíritu Santo a sus discípulos.
3. El Espíritu Santo está sobre nosotros
"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Es-
píritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1: 8).
Lucas nos explica que Cristo respondió al deseo de sus discípulos
al decirles que recibirían un poder más importante que el político
que aspiraban poseer. Los discípulos recibirían poder para ser tes-
tigos, y el mismo no tendría límites geográficos. Este poder les
fue otorgado cuando el Espíritu de Dios descendió sobre ellos. La
promesa del poder divino (dinamos) también se la puede llamar
como la llenura del Espíritu Santo.
En síntesis, el Espíritu Santo viene a nosotros en tres niveles. Está
con nosotros -convicción de pecado- dentro de nosotros -conver-
sión- y sobre nosotros -llenura-.
Esta experiencia del Espíritu en sus distintos niveles, no solamen-
te nos permitirá gozar de una buena comunión personal con Él,
sino también nos enseñará a trabajar junto a Él. ¡No podemos
quedamos satisfechos solo con una experiencia "con alguien que
obra"! El Espíritu Santo es una Persona y, por lo tanto, es funda-
mental que lo conozcamos en una forma personal
Jesús no dijo que el Espíritu Santo era un consolador temporario;
al contrario, dijo que Él estaría con nosotros para siempre. Esta
verdad nos permite estar junto a la tercera Persona de la trinidad
de por vida, y experimentar una transformación hasta que la ima-
gen de Cristo sea formada en nosotros. La versión Reina Valera
nos relata: "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubier-
ta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados
de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del
Señor" (2 Corintios 3:18).
23
Las teorías teológicas, en caso de que las mismas no sean experi-
mentadas, dejan literalmente "seca" a la gente. Pero hay un nivel
espiritual más alto que alcanzar, y esto se logra únicamente por
medio de la comunión personal con el Espíritu Santo. ¿Cómo lo-
gramos eso? Existen cuatro pasos que me permitieron no sola-
mente gozar de una excelente comunión con el Espíritu Santo,
sino que también han revolucionado tanto mi vida como mi mi-
nisterio.
Primero: El desarrollo de la koinonia (comunión) con el Es-
píritu Santo
Para tener comunión con una persona, es primordial estar juntos,
y esto requiere tiempo. Debemos transmitir nuestros sentimien-
tos, nuestros conocimientos y las aspiraciones que guardamos en
nuestro corazón por medio del lenguaje. En otras palabras, la co-
munión requiere expresión. En una relación de pareja, por ejem-
plo, el afecto y el cariño que un cónyuge siente por el otro debe
ser expresado. Al igual, si deseamos tener comunión con el Es-
píritu Santo, debemos aprender cómo adorarlo y darle las gracias.
Debemos aprender cómo orar en el Espíritu. Debemos darle la
bienvenida a su presencia, y expresar nuestro amor por Él. Sin
hacer esto, no podrás tener comunión con el Espíritu Santo. El
Espíritu de Dios nunca nos forzará con el fin de manifestar su
presencia dentro de nosotros, pues ese es su carácter. Tal como te
digo, el Espíritu Santo es todo un caballero, de carácter muy gen-
til.
La iglesia del Nuevo Testamento experimentó al Espíritu Santo
de una forma dinámica. "Ministrando estos el Señor. y ayunando.
dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la
obra a que los he llamado" (Hechos 13:2). Queda en claro que el
Espíritu Santo es el que llama a los hombres para la cosecha.
El Espíritu Santo, Señor de la cosecha, es el que elige a sus obre-
ros. Esta es la razón por la que la Iglesia debe reconocer al Espíri-
tu como el Señor de la cosecha y otorgarle todo el reconocimien-
to que Él es digno de recibir. Él es el que nos revela el amor de
Dios y la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
En el año 1964 Dios me indicó la importancia de desarrollar una
comunión íntima con el Espíritu Santo. Hasta esa época, Él no
24
pasaba de ser una simple experiencia espiritual para mí. Dios co-
rrigió mi error, y a partir de ese mismo instante comencé una nue-
va vida de relación con el Espíritu. Decidí esforzarme para tener
una profunda y genuina comunión con Él. Antes de subir al púlpi-
to a predicar, le decía: "Amado Espíritu Santo, ¡vamos a predicar
la palabra de Dios!" Después de haber dado el mensaje le hablaba
de nuevo: "Espíritu Santo, ¡cuán grande es tu obra! Tus palabras
fueron de mucha bendición".
Aun cuando estaba en mi oficina, mientras preparaba mis mensa-
jes, solía decirle: "Amado Espíritu Santo, vamos a leer juntos la
Palabra que has escrito. Ayúdame a abrir mis ojos para que pueda
ver tu verdad, y así proclamar tu mensaje a tu gente". Por la no-
che, solía decir: "Buenas noches, Espíritu Santo. ¡Tuvimos juntos
un gran día hoy!" Por la mañana, lo primero que hacía era salu-
darlo y reconocer su presencia: "Buenos días. Espíritu Santo. Va-
mos hoy también a proclamar el mensaje de Jesucristo a los per-
didos. Sé que no fallarás. y por lo tanto yo tampoco fallaré".
Me esforcé para tener más comunión con el Espíritu Santo, aun
en los tiempos más difíciles, lo que me condujo a gozar de una
plena comunicación con Él. Mi estilo de vida fue transformado.
Segundo: El desarrollo de la comunión con el Espíritu Santo.
No debemos olvidar que es fundamental estar en constante comu-
nión. Ya sabemos cuán importante es la asociación en el ámbito
de los negocios. Cuando dos o tres personas se reúnen para for-
mar una sociedad, es de vital importancia que cuenten con un
contacto mutuo y permanente. No solamente tienen que estar en
contacto, sino que también tienen que cooperar para lograr de esa
forma las ganancias esperadas, ya que el objetivo de una sociedad
es ganar dinero. En caso de que la sociedad no logre las ganan-
cias previstas dentro de un período de tiempo establecido, queda-
ría en bancarrota.
¿Por qué te hablo de negocios? Porque el ministerio es el negocio
de Dios. Somos hombres de negocios y nuestro objetivo no es ga-
nar dinero, sino ganar almas. Lamentablemente, hay muchas igle-
sias en el mundo que no logran cumplir con este objetivo. Mu-
chas iglesias quedan vacías a medida que pasan los años.

25
Cada vez que viajo a Europa me sorprendo más al ver los tem-
plos, muy hermosas en sí, pero vacíos. Algunos de ellos ya se han
convertido en fábricas o en edificios para otras actividades. Me
sentí bastante mal al ver todos esos templos que una vez habían
sido dedicados a Dios. Me hubiera gustado mucho tener varios de
ellos en mi país, ya que lo hubiésemos llenado de almas.
La razón por la que se halla poco o casi ningún progreso en la
obra de Dios se debe a los niveles de comunión con el Espíritu
Santo que han desarrollado los ministros. Estoy persuadido de
que no existen tierras difíciles para que fluya la obra del Señor.
Si tú mantienes la comunión con el Espíritu Santo, Él se encarga-
rá de traerte las finanzas, la gracia y todo el amor que necesites.
El Espíritu Santo es nuestro socio mayoritario, nosotros los socios
menores. En los negocios, la responsabilidad que tiene un socio
menor es oír atentamente las instrucciones del socio mayoritario.
¡El mayor es el que se responsabiliza de hace!" planes y estrate-
gias, mientras que el menor se responsabiliza de ponerlas en ac-
ción.
Tenemos el buen ejemplo de Pablo, que había sido Saulo: era un
hombre muy religioso, a tal punto que no cesaba de acosar a los
cristianos pues creía que el cristianismo era una secta del judaís-
mo tradicional. Cuando Saulo se dirigía a Damasco con el propó-
sito de encarcelar a algunos cristianos, Jesús lo visitó de una for-
ma extraordinaria. A partir de ese momento dedicó su vida al mi-
nisterio del servicio a Dios. Lucas nos dice así: "En seguida pre-
dicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que este era el Hijo
de Dios" (Hechos 9:20).
Sin embargo, los judíos intentaron matarlo varias veces. Los gen-
tiles tampoco lo aceptaron debido a sus antecedentes. La iglesia
tomó la decisión de enviarlo a Tarso, su pueblo natal.
Después de que Pablo abandonara el lugar, cuenta Lucas que "las
iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria" (Hechos
9:31). Había un corazón ardiente dentro de Pablo. Era una perso-
na muy talentosa, muy intelectual y religiosa a la vez. Sin embar-
go, le hacía falta una cosa: la comunión con el Espíritu Santo.

26
En Hechos 16 vemos que experimentó algo que revolucionó no
solamente su vida, sino también su ministerio. Después del éxito
ministerial que había saboreado en Asia menor, el apóstol pasó
por varias dificultades que pudieron haberlo dejado en un segun-
do plano y obligado a abandonar el ministerio. Pablo pasó por
una prueba de fe, la que Dios usó para transformar su estrategia
ministerial, que literalmente cambió el destino de la historia mun-
dial.
Bernabé era una persona clave, ya que era el que había convenci-
do a los apóstoles de Jerusalén para que aceptaran a Pablo. Era un
hombre muy rico, y estaba dispuesto a dejarlo todo por la obra de
Dios. Su sobrino, Juan Marcos, se sentía defraudado por su pasa-
do, pues había abandonado el ministerio. Debido a esto, Pablo no
quería contarlo dentro de su equipo. Sin embargo, Bernabé se
mostró más tierno al aceptarlo como si no hubiese pasado absolu-
tamente nada, y le brindó una segunda oportunidad. Pablo y Ber-
nabé no terminaron de ponerse de acuerdo y esto causó la separa-
ción de los dos ministros.
Pablo eligió a Timoteo, e hizo un viaje con el objetivo de visitar
las iglesias que Él mismo había fundado. No podemos dudar de
que el apóstol no haya invertido gran parte de su tiempo para orar
y hacer planes; sin embargo, el Espíritu Santo guardaba algo más
extraordinario para él. Timoteo era la persona más adecuada que
Pablo estaba buscando, ya que tenía un conocimiento profundo de
la cultura griega. Cuando Pablo quiso ir a Asia, el Espíritu Santo
no se lo permitió.
Luego, cambió el rumbo hacia Bitinia, pero el Espíritu Santo se
lo prohibió nuevamente. Descendió a Troas, pero sin saber qué
hacer. En una noche, el Espíritu le mostró una visión de un euro-
peo que pedía socorro. ¿Acaso era el propósito del Espíritu Santo
que el evangelio fuese proclamado a los europeos? Si nuestra res-
puesta es afirmativa, entonces debemos notar que hay un gran
cambio estratégico, hasta el punto que podría hablarse de un cam-
bio parcial de planes por parte de Dios.
Cabe recordar que Europa fue cl canal dc bendición por el que el
evangelio fuera luego proclamado en América y el resto del mun-
do.
27
Pablo debía aprender a aferrarse no de sus estrategias, sino de la
comunión con el Espíritu para alcanzar el éxito. Tenemos que
aprender a esperar en Él, a oírlo. La restauración de la iglesia pri-
mitiva de los primeros dos siglos fue el resultado de la comunión
con el Santo Espíritu por parte de los apóstoles. ¿Cómo se logra
el éxito? Toda persona que aspire al éxito debe saber que el Es-
píritu Santo es su socio mayoritario.
Tercero: Moverse en el Espíritu.
Se dice que podemos conocer el progreso de una civilización por
medio de la importancia de su sistema de transporte. Vivimos en
un tiempo donde el transporte es fácil y masivo, ya que hoy con-
tamos con los últimos avances tecnológicos de las aeronaves que
nos llevan a una velocidad increíble.
He descubierto que para lograr el éxito en nuestras vidas es pri-
mordial que aprendamos a movemos con el Espíritu Santo. ¿Có-
mo funciona el sistema de transportes en el mundo espiritual? El
Espíritu Santo es el canal por el que fluye el amor y la gracia de
Dios. Él es el que toma nuestras oraciones y las presenta ante
Dios.
"Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar; con un incen-
sario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las ora-
ciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba de-
lante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de
Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos" (Apo-
calipsis 8:3-4).
Puede haber grandes obstáculos para que la oración sea respondi-
da. Daniel descubrió que las oraciones podían ser perjudicadas
por las fuerzas de la oscuridad. No obstante. Ningún estorbo po-
drá impedir el paso de nuestras oraciones si las mismas se en-
cuentran ungidas por el Espíritu. Sin su unción las oraciones pue-
den ser severamente perjudicadas. Pero nadie puede interrumpir
el sistema de transportes del Espíritu Santo.
"y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos
fue dado" (Romanos 5:5). ¿Cuál es el secreto para no perder la

28
esperanza en Dios? La respuesta es depender del Espíritu Santo.
que llena nuestros corazones con el amor de Dios.
Cuarto: La unidad del Espíritu Santo
Estamos sujetos al Espíritu cuando recibimos a Jesús como nues-
tro Salvador personal. A partir de ese momento dejamos de ser
seres individuales e independientes, pues nada nos separará de Él.
Tenemos que estar conscientes de que el Espíritu Santo forma
parte de lo más íntimo en nuestro corazón, y de que somos uno.
Me gustaría describir mi relación con Él en términos cotidianos,
como "vivir juntos", "dormir juntos", "levantamos juntos", "co-
mer juntos", "trabajar juntos", "orar juntos", etc.
El momento en que dejemos de estar conscientes de que el Espíri-
tu Santo está con nosotros, nuestro ministerio se tomará insignifi-
cante. Nunca debemos olvidar de que Dios observa la "calidad"
de nuestro ministerio, no la "cantidad" del mismo. No se aceptará
ningún fruto del hombre camal en los lugares celestiales. Se acep-
tará únicamente el fruto producido por el Espíritu Santo. Por lo
tanto, es importante que mantengamos una comunión permanente
con Él. Nuestros frutos no serán en vano y perdurarán para siem-
pre, ya que tales frutos serán los producidos por Él.
Ya que hemos aprendido cómo tener comunión con cl Espíritu
Santo, ahora estudiemos cómo manejar el principio de la incuba-
ción.
El Principio de la Incubación
En Génesis hay un pasaje que nos llama mucho la atención: "Y la
tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre
la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz. de
las aguas" (Génesis 1:2).
Aun cuando la Tierra se hallaba en estado de caos, el Espíritu del
Señor se movía sobre la faz de las aguas. Literalmente, "la faz de
las aguas" significa que el Espíritu Santo se encontraba "incuban-
do" sobre las aguas. Otra expresión podría ser "empollando". El
mundo entero era incubado por el Espíritu. Luego, la Palabra de
Dios dio forma a un nuevo mundo.

29
Para lograr el éxito en nuestras vidas, es fundamental que apren-
damos el principio de la incubación. Tomemos el ejemplo de la
gallina y el huevo. No tengo interés en discutir en estas páginas la
polémica de cuál es primero. Simplemente, quiero afirmar que
para que haya gallinas, se necesitan huevos. La gallina debe em-
pollar los huevos hasta que los pollitos salgan de los mismos.
En Hebreos 11: 1 vemos cómo el Espíritu Santo hace uso de
nuestra cooperación para producir fe: "Es, pues, la fe la certeza
de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".
Para que puedas entender mejor el principio de la incubación, voy
a presentarte los siguientes puntos. Son cuatro. Sigue con aten-
ción; a medida que lo hagas, tengo la absoluta convicción de que
tu vida cambiará. Estoy seguro de que te convertirás en un visio-
nario.
Primero: Necesitamos fijar un objetivo claro.
"La fe es la certeza... ". Puede decirse que "la certeza", si usamos
la comparación anterior, es como el huevo. No hay que empezar a
incubar algo sin aferrarte a tus deseos. Debes tener un objetivo
claro, y mirarlo como si estuvieses a poca distancia del mismo.
La certeza tiene que dominar por completo tu corazón e imagina-
ción. Tu ser tiene que llenarse de un objetivo claro, ya que el Es-
píritu Santo obrará según la magnitud del mismo.
Dios tenía muy en claro para qué quería que el Espíritu Santo in-
cubase toda la Tierra. Deseaba que los hombres llenasen toda la
Tierra. Quería que los seres humanos lo glorificasen, y anhelaba
un lugar donde su Hijo sea no solamente el Redentor, sino el Se-
ñor de toda la creación. Por lo tanto, la Tierra es el lugar donde
obra el poder de Dios, y su gloria es manifestada a toda la crea-
ción.
Querido lector, disculpa que te haga una pregunta muy personal,
pero ¿cuál es el deseo de tu corazón en estos momentos? ¿Es tu
deseo que alguien de tu familia vaya a los pies de Cristo? ¿Es así?
Pero necesito preguntarte lo siguiente: ¿cuál es el grado de tu de-
seo? ¿Realmente lo ansías? ¿Anhelas ver a tu hijo o hija recibir a
Jesucristo? ¿Alguna vez soñaste que tu hijo fuese atrapado por el

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amor de Días y se convirtiese en un canal del evangelio de Cris-
to?
Si tu respuesta es afirmativa, déjame decirte que ese deseo viene
del Señor. El deseo es como el huevo que necesita ser empollado.
Jesús dijo: "Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a
este monte: Quítate y echare en el mar, y no dudare en su cora-
zón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será
hecho" (Marcos 11: 23). "Este monte" señala el objetivo claro que
debemos tener, pues Jesús no dijo "un monte" o "algún monte",
sino "este monte".
Por lo tanto, tenemos que tener un objetivo claro al orar por la so-
lución de algún problema o al incubar un sueño. Sin esto, todas
nuestras oraciones y meditaciones serían en vano.
Necesito contarte estas experiencias personales que ya escribí en
el tomo uno. pero debido a que han sido clave en La cuarta di-
mensión, debo volver a contarlas para que todos los lectores. ha-
yan o no leído el volumen anterior. puedan comprender lo que
digo.
Aprendí y apliqué este principio desde el mismo comienzo de mi
ministerio.
El primer lugar que me tocó ministrar fue una zona muy pobre.
Pasaba días y noches en oración y ayuno. pero no porque fuera
una persona muy "espiritual". sino debido a que no tenía nada
para comer. Como era soltero, vivía en un ambiente muy peque-
ño. Aun cuando estaba dentro de mi habitación. hacía tanto frío
que tenía que envolverme en unas cuántas mantas para no morir
congelado. Aun así, la gente venía a mi iglesia y recibía salvación
No tenía nada en mi habitación, ni siquiera una silla donde sentar-
me. Todo lo que había era el piso. Tampoco tenía ningún medio
de transporte; entonces empecé a pedirle al Señor: "Dame un es-
critorio. una silla y una bicicleta". Mientras oraba. trataba de ima-
ginar que alguien abría la puerta de mi habitación para entregar-
me lo pedido. Pasé varios meses así; siempre oraba por lo mismo.
pero no pasaba absolutamente nada.

31
Desilusionado, le dije al Señor: "Tú sabes cuán pobre soy. Predi-
co a tu gente que deposite su confianza en ti. Y he estado pidién-
dote tres cosas que necesito urgentemente. Estuve orando y oran-
do y no me diste nada. Tal vez tomes un buen tiempo para res-
ponderme. ya que para ti el tiempo es insignificante. Pero si tar-
das en responderme. voy a estar muerto cuando me hayas dado el
escritorio. la silla y la bicicleta"
Comencé a llorar. muy desalentado por mi situación. Pero sentí
que la paz de Dios me inundaba. Cada vez que siento la presencia
del Espíritu Santo. sé que ese es el momento cuando Dios quiere
hablarme. Me tranquilicé y traté de oír su voz.
Oí que me decía en un tono muy suave:
- "Hijo mío, he oído tu oración desde hace cuatro meses, cuando
oraste por primera vez."
- "¿y dónde están, entonces?" grité, un poco enojado.
- "Hijo, cometes el mismo error que muchos cristianos cometen.
Las oraciones son muy indefinidas e incomprensibles, tanto que
no puedo responderlas. ¿Acaso tú no sabes que existen muchas
clases de sillas, escritorios y bicicletas? ¡Quiero que seas más es-
pecífico!"
Estas palabras marcaron un punto en mi vida. Ahora sabía la cla-
ve para que las oraciones fuesen respondidas por Dios. De repen-
te, surgió un interrogante en mí: "¿Por qué los profesores del se-
minario no me habían enseñado a orar con eficacia?" "Quizá ellos
tampoco sepan este principio de oración".
"Y ahora, ¿cómo hago para orar específicamente?", murmuré.
Luego de un determinado período de meditación, oré de esta for-
ma: "Padre que estás en los cielos, quisiera un escritorio hecho de
caoba de las Filipinas. Tiene que ser lo suficientemente grande
como para dejar todos mis libros junto a la Biblia. En cuanto a la
silla, quisiera una fuerte, de acero, y que tenga ruedas para ir de
un lugar a otro, aunque esté sentado, como hacen los ejecutivos
en las películas". Sonreí, pues me imaginaba a mí mismo sentado
en esa silla dando vueltas y vueltas de alegría en el mismo lugar.

32
Cuando llegó el tumo de la bicicleta, pensé y dije: "Padre, quiero
una estadounidense". En esa época, había bicicletas nacionales, y
las importadas eran de Alemania y Japón. Sin embargo, yo sabía
que las estadounidenses eran las más fuertes. Pero esto requería
un mayor grado de fe, ya que no solamente eran muy caras, sino
que tampoco se conseguían con facilidad.
El día siguiente, al despertarme por la mañana, me sorprendí al
notar que no sentía ninguna unción en especial. Esperaba algo
mágico, pero en realidad seguía caído en un abismo de absoluto
desaliento. Es fácil creer en Dios cuando su presencia se mani-
fiesta en forma innegable. El problema es que no es fácil mante-
ner en la vida cotidiana un alto grado de fe todos los días. Es
tiempo de darnos cuenta en que debemos estar firmes no en las
promesas que recibimos en oración, sino en las Escrituras, que es
la Palabra de Dios. Al abrir la Biblia, encontré un pasaje que au-
mentó mi fe. "Dios da vida a los muertos, y llama las cosas que
no son, como si fuesen" (Romanos 4: 17).
Lo confesé en voz alta, y me pregunté: "Si Dios llama las cosas
que no son como si fuesen, ¿por qué no hacerlo yo?" Dios nos ve
en integridad en Cristo Jesús. Pero ¿cómo es que Dios nos ve de
esa forma, si nosotros vemos que no somos así? El secreto es que
Dios nos ve en Cristo. Él no nos ve tal como somos, sino que juz-
ga tal como deberíamos ser. Dios tiene un principio que nosotros
debemos aprender a seguir. Él no mira solo el presente, sino que
observa todo desde una perspectiva que abarca el comienzo y el
fin, y llama las cosas que no son como si fuesen, porque Dios ve
culminada su obra, aunque se encuentre en marcha si observamos
desde un punto de vista humano.
Aprendí también que no solo hacía falta orar específicamente,
sino que también era necesario visualizar y proclamar como si
fuese un hecho real ya ocurrido.
Un día, mientras predicaba, dije a mi congregación que Dios me
había dado una silla, un escritorio y una bicicleta. Al escuchar
esto, todos murmuraron pues se preguntaban cómo había hecho
yo para adquirir todo eso. Lo peor sucedió cuando tres jóvenes se
me acercaron y me dijeron que querían ver lo que yo había obte-
nido.
33
"Y ahora ¿qué hago? ¿Señor?", pregunté desesperado. "Cuando
vean que la habitación está vacía, seguramente dejarán de creer
en mis palabras. Tendré que mudarme a otro lugar, ya que esta
será la última vez que la gente me crea".
Para sorpresa, lo único que vieron los jóvenes en mi pequeño
cuarto fue una colchoneta. No tardaron ni un segundo en pregun-
tarme lo esperado: "Pastor, ¿y dónde está la silla, el escritorio y la
bicicleta estadounidense de la que tanto habló?" No obstante, me
encontré dándoles palabras proféticas. Pregunté:
- "¿Dónde estabas tú antes de nacer?"
- "Pues... en el vientre de mi mamá", contestó.
- "¿Seguro que ya existías?", pregunté.
- "Sí."
- "Pero si nadie podía verte, ¿cómo puedes estar seguro de eso?",
insistí.
- "Aunque no podían verme, estoy seguro que estaba dentro de mi
madre."
- "Así que existías, pero nadie podía mirarte", dije con firmeza,
pensando que ellos lograrían entender mis palabras. "Anoche, du-
rante mi comunión con el Espíritu Santo, quedé embarazado de
una silla, un escritorio y una bicicleta. No se los ve, pero existen.
Como podrán observar, es como si estuviera embarazado. Sim-
plemente, hablo sobre las cosas que Dios me ha revelado, como
un hecho real", expliqué sin querer oír ni una pregunta más de
parte de ellos.
Entonces comenzaron a reírse; decían: "Pastor, eres el primer
hombre embarazado de la historia". Lo peor fue que esta anécdota
comenzó a difundirse rápidamente de boca en boca por toda la
zona, y lamentablemente el protagonista era yo. Seguía viniendo
gente a la iglesia, pero no para buscar la presencia de Dios, sino
para ver al primer hombre de la historia, embarazado. Venían y se
fijaban una y otra vez en mi vientre. Y como yo era flaco y alto,
me había convertido en el centro de la diversión: lucía como un
payaso.

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Un domingo por la tarde, noté a unos jóvenes que se reían fuera
de la iglesia, me dijeron: "Pastor, mira tú estómago, está más
grande ahora. ¿Cuándo crees que podrás parir'?" No me gustaba
nada, pero sabía que este era un principio espiritual muy impor-
tante que produciría una gran bendición en los próximos meses.
Pero al poco tiempo tenía conmigo todo lo pedido. Y las cosas
que recibí fueron exactamente iguales a las que siempre había so-
ñado: un escritorio hecho de caoba filipina, una silla Mitsubishi
con ruedas y una bicicleta estadounidense casi nueva, la que me
regaló un misionero norteamericano. Desde aquel entonces, no he
olvidado jamás de hacer las oraciones específicas. Y Dios nunca
falló en responderme.

Segundo: Debemos visualizar claramente el resultado de nues-


tro objetivo.
"La fe es la certeza de lo que se espera." Debes arder en la visión.
Si todavía no has podido visualizarla claramente, esta seguirá
siendo solo un sueño, nunca se transformará en un hecho real.
Esto se debe a que no tienes en claro qué es lo que quieres que el
Señor haga para ti. Los deseos se alcanzan únicamente a través de
la visualización de los mismos. El deseo específico se convierte
en una visión, hasta el punto que no vas a poder dejar de soñar en
oración día y noche, aún en tu lugar de trabajo. Sin haber visuali-
zado los deseos, no podemos decir que estemos dentro del reino
espiritual en una dimensión "de lo que se espera".
Romanos 4:17 dice que "Dios da vida a los muertos, y llama las
cosas que no son, como si fuesen". Como las promesas de Dios
son seguras, podemos estar seguros de que "lo que se espera" ya
es una realidad dentro de su perfecto plan. El siguiente paso es
que "lo que se espera" sea incubado por sus hijos por medio de
visiones. Anímate a recibir la visión de "lo que se espera" en tu
corazón, y piensa como si la visión fuese una realidad. Sueña y
agradece a Dios por esta nueva realidad. Visualiza tu sueño. Apli-
ca la palabra de Romanos 4:17. Notarás que tu fe ha sido incre-
mentada a tal grado que creerás a Dios hasta ver los sueños reali-
zados. ¡Dios es un Dios bueno! Si Él es el que te ha prometido,
será fiel contigo. ¡Ten fe en Dios! ¡Anímate a creer!
35
¿Cuál es el resultado de una oración sin la visualización? Falta de
gozo. ¿Por qué? Porque no podemos estar seguros de que lo reci-
bido ha sido una respuesta de oración por parte de Dios. Debemos
aprender a hacer uso de los sueños. Nunca debemos olvidarnos de
visualizar el fruto de lo que pedimos. De esta manera, nos emba-
razamos del sueño que queremos alcanzar a través del poder del
Espíritu Santo.
Tenemos muchos ejemplos de este principio espiritual en el Anti-
guo Testamento. Abraham, por ejemplo, tenía noventa y nueve
años de edad, y su esposa Sara, noventa. Dios quería darles un
hijo, pero ellos dudaron de esa palabra ya que eran muy viejos.
Una noche, Dios despertó a Abraham, y pidió que contara las es-
trellas del cielo, una labor imposible. El Señor le dijo: "Así será
tu descendencia" (Génesis 15:5). Basado en el principio de la vi-
sión, Abraham empezó a mirar y a contar los rostros de sus des-
cendientes. No había dudas de que esa visión sería una realidad.
La duda ya no formaba parte de su corazón.
Tenemos aún más ejemplos de este principio no solamente en el
Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo Testamento. Es
vital que comprendamos la importancia que tiene.
En 1958, al comenzar a ministrar en la ciudad de Seúl, nada me
resultaba fácil. El templo de la iglesia era una carpa, y los asien-
tos eran nada menos que cartones y bolsas. Así comencé mi mi-
nisterio. Muy poca gente venía a oír mis prédicas, lo que me des-
alentaba mucho. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos para
orar, mi espíritu se llenaba de sueños, veía cómo la obra de Dios
se manifestaría a través de mi iglesia. Veía claramente en la vi-
sión los tres mil miembros que Dios me había dado. Podía visua-
lizarlos sin ningún tipo de inconvenientes. Mi espíritu se en-
contraba sumergido en esa visión, hasta el punto que comencé a
actuar y a predicar como si fuese un pastor de una iglesia de tres
mil miembros.
En el año 1964, ya pastoreaba a tres mil.
Los sueños son la causa de un fuerte deseo de ver la realización
en el mundo real. Querido lector, es fundamental que poseas un
deseo ardiente para alcanzar un ministerio de éxito. Este deseo se
logra únicamente a través de una visión clara y específica. Dios
36
responde a los sueños. El Salmo 37:4 dice: "Deléitate asimismo
en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón".
Tercero: Una vez que poseas la visión, ora con intensidad hasta
obtener la "certeza".
La fe es la "certeza". Para esto, tienes que contar con la seguridad
en tu corazón. La palabra griega para "certeza" es nupostasis,
cuyo significado literal es "título de propiedad". Tal como tú po-
sees en tus manos un título de propiedad por algo que te pertene-
ce, de igual manera debes estar seguro de la visión que ya ha sido
incubada. Por lo tanto, primeramente, debes tener una visión con
un objetivo claro, y luego orar para que tu fe aumente hasta con-
vertirse en "certeza". Puede ser que se obtenga la certeza rápida-
mente, pero puede también ocurrir que tome bastante tiempo. Es
allí donde debes volcar toda la energía en oración. Puedes estar
seguro de que solamente será una cuestión de tiempo para ver
cumplida la obra en el mundo real, una vez que Dios te haya otor-
gado esa seguridad. ¡Este principio es realmente maravilloso!
El Señor quiere que nuestras oraciones sean específicas.
En el evangelio según san Marcos, vemos que Jesús al pasar por
Jericó en camino hacia Jerusalén, escucha a Bartimeo, un ciego,
que le grita: "Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí". La
gente reprendió al ciego para que callase y guardase silencio.
Pero él gritó aún más fuertemente, hasta que Jesús le preguntó:
"¿Qué quieres que te haga?" Jesús sabía que el mendigo era un
ciego, pero lo que pretendía era que fuese más específico en su
petición. Cuando Bartimeo dijo que quería recobrar la vista, Jesús
lo sanó de inmediato.
Mientras yo dirigía una conferencia en el exterior, un pastor me
pidió que orara por una dama de su iglesia. Era de unos treinta
años de edad, soltera.
- "¿Qué pedido de oración tienes, hermana?", pregunté.
- "Quisiera casarme. Quiero un esposo", contestó tímidamente.
- "¿Cómo quieres que sea tu futuro esposo?", le pregunté.
- "Bueno, no sé... que sea según la voluntad del Señor", contestó.

37
Le expliqué que Dios no respondía a esa clase de oraciones, y que
tenía que ser más específica. Le dije que Dios no había respondi-
do sus oraciones, porque quería darle como marido a un hombre
que ella deseara de corazón, y no a cualquier varón que ande por
allí.
La hice sentar en una silla, y le di un papel y un bolígrafo, y le
hice escribir los números de uno al diez.
- "Te vaya hacer diez preguntas acerca del esposo que te gustaría
tener. Escribe la respuesta en la hoja, ¿sí?" Y empecé con las pre-
guntas:
- "Numero uno: ¿Quieres que tu esposo sea europeo, asiático o
africano?"
- "Europeo", contestó sin dudar.
- "Número dos: ¿Qué altura debería tener?"
- " 1.85 metros."
- "Número tres: ¿A qué se dedica?"
- "Es profesor."
- "Número cuatro: ¿Cuál es su hobby?"
- "La música."
Seguimos de esta manera hasta llenar los diez detalles del futuro
esposo que Dios tenía en sus planes para ella. Le pedí que llevara
la hoja consigo a casa, y que la pegara justo aliado del espejo que
habitualmente usaba, para mirarla diariamente.
Ella comenzó a orar todos los días por un hombre que tuviese to-
das las características mencionadas anteriormente. Logró visuali-
zarlo, y eso incrementó su fe. Tenía confianza en que Dios le da-
ría un esposo así. Después de un año, cuando volví a visitar esa
zona, llamé al pastor de esa iglesia.
- "Doctor Cho, ¿podría venir a almorzar a mi casa?", me dijo en-
tusiasmado. Al llegar, lo primero que me dijo el pastor fue:
"¡Se casó, se casó!"
- "¿Quién se casó?", pregunté lleno de dudas.
38
- "La hermana a la que tú ministraste hace un año", me respondió,
y me narró todo lo acontecido.
Un profesor de una escuela secundaria había visitado la iglesia
para cantar algunas alabanzas en varias reuniones. Era un hombre
alto, flaco y muy lindo. Todas las hermanas solteras de la iglesia
parecían estar interesadas por este hombre. Sin embargo, él no
mostraba ningún interés. Pero no fue así al ver a la hermana por
la que yo había orado hacía un año. La misma semana en que co-
menzaron a salir, el joven le propuso matrimonio. La hermana no
le había dicho a nadie acerca de las diez características que esta-
ban anotadas en la hoja, pero a medida que iba conociendo a este
hombre, quedó sorprendida. porque el profesor coincidía con
aquél hombre que guardaba en su visión. Sin lugar a dudas, era la
respuesta de parte de Dios.
Me llamó mucho la atención cuando recibí una carta de una her-
mana que vivía en Japón. Decía que había leído la anécdota de
esta hermana, y que ella también había comenzado a hacer lo
mismo. Escribió en una hoja las diez características del hombre
que guardaba en su corazón, y la había pegado en la pared. Y ha-
bía logrado casarse en pocos meses. La carta terminaba con estas
palabras: "Dios respondió a mi oración al orar específicamente y
al visualizar el fruto de mi deseo".
Quizá este no sea un método eficaz para todas las hermanas del
mundo. Sin embargo, estos testimonios demuestran el resultado
de una oración específica basada en la visualización.
Cuarto: Para incubar exitosamente, debes hacer fluir el poder
de la fe por medio de la confesión de la palabra.
En Génesis vemos que la Palabra de Dios vino después de que el
Espíritu Santo incubó el mundo. De igual manera, una vez que
tengas la certeza de la visión, tienes que hacerla fluir por medio
de la confesión. Usa tu boca y confiesa que la visión será una rea-
lidad, tal como tu fe lo asegura. Por medio de la confesión experi-
mentarás cosas extraordinarias. Hay un pasaje en Romanos que
explica cómo obtener la salvación: "Que, si confesares con tu
boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le
levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se

39
cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación"
(Romanos 10:9-1O).
Marcos 11:23-24 dice: "Porque de cierto os digo que cualquiera
que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare
en su corazón. sino que creyere que será hecho lo que dice, lo
que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidie-
reis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá"
Únicamente la confesión con la boca hará fluir el enorme poder
de la fe. Como habrás notado, primeramente, debes incubar la vi-
sión con el Espíritu Santo, ya que sin Él no podrás disfrutar de los
milagros en tu vida. Muchos creyentes niegan e ignoran este prin-
cipio en su vida de oración. "Cualquiera que (...) creyere que será
hecho lo que dice, lo que diga le será hecho" (Marcos 11 :23).
Este es un principio que Dios me ha enseñado y lo he experimen-
tado. Hoy me animo una y otra vez a confesar y proclamar todo
lo que quiero, sin necesidad de pasar por un tiempo de medita-
ción, ya que he comprendido que los milagros nunca se manifies-
tan sin pasar por un período de incubación.
Desde el año 1980 soñé con tener medio millón de miembros en
mi iglesia. Por medio de la oración y la ayuda del Espíritu Santo
establecí esa nueva meta, y en 1984 la alcancé. Este objetivo fue
para mí como el huevo para una gallina. Lo soñé y visualicé; ese
resultado no fue una casualidad sino una realidad ya obtenida en
mi espíritu. Ahora mi meta es tener un millón de personas en la
iglesia. Estoy incubando días y noches para alcanzar esta meta.
Me encuentro incubando un millón de personas las veinticuatro
horas del día. Paso días y noches en oración, hasta ver mi fe con-
vertirse en certeza. Esta es la razón por la que puedo declarar que
ya tengo ese millón de miembros, y vamos a lograrlo.
Tanto en mi corazón como en la visión, ya tengo el millón. Será
solamente una cuestión de tiempo para que la visión rompa exito-
samente la cáscara.

40
2

LA CUARTA DIMENSIÓN

Mi conocimiento actual del concepto sobre la cuarta dimensión es


el resultado de una experiencia pastoral durante mis primeros
años de mi ministerio. Una mujer que se había mudado a Seúl de-
cía haber recibido poder para sanar a los enfermos. Mucha gente,
incluso cristianos, iban a verla y obtenían algunos resultados po-
sitivos.
Pero al percibir que no glorificaba al Señor ni confesaba a Jesu-
cristo como el Señor, me di cuenta de que el poder de esa mujer
no era de Dios. Advertí a los miembros de mi iglesia para que se
apartaran de esa espiritista. La Biblia nos enseña que debemos
probar los espíritus: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino pro-
bad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas
han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios:
Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es
de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido
en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual
vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo"
(1 Juan 4: 1-3).
Estas palabras fueron escritas para los cristianos de la época del
apóstol Juan, que eran invadidos y amenazados por el docetismo
herético y el gnosticismo de la ciudad de Corinto. No obstante,
esta advertencia es también para nosotros. Muchos falsos profetas
se esfuerzan al máximo para incrementar la cantidad de fanáticos
en cada rincón del planeta. El versículo uno nos advierte muy cla-
ramente que debemos probar los espíritus.
"Pero pastor, ¿cómo hace ella entonces para sanar a los enfer-
mos?", me preguntó un hermano que se veía bastante confundido.
Entonces el confundido era yo. Este interrogante me guio hacia la
oración. Comencé a orar con la Biblia a mi lado, pedía una res-
puesta de parte de Dios.

41
Quizá este dilema no sea algo serio en el Occidente como lo es en
Corea. Tuve que luchar por un tiempo, ya que veíamos con nues-
tros ojos a monjes budistas y a practicantes de yoga hacer todo
tipo de milagros y obrar sanidades. Estaba confundido. Pero tenía
la convicción de que Dios iba a darme la respuesta.
He descubierto que la oración es la clave que tenemos los cristia-
nos para la solución de los problemas. A veces es necesario que
luchemos varias horas, que hagamos guerra espiritual para desha-
cemos de toda turbulencia mundana y lograr de esta manera oír la
voz de Dios.
Después de unos días el Espíritu Santo me dio la respuesta, me
reveló la característica de la realidad de una nueva dimensión, a
la que comencé a pertenecer al recibir a Jesucristo. Las primeras
tres dimensiones están bajo el control del mundo material. No
obstante, existe una dimensión mayor que cubre todo el esquema:
el mundo espiritual, es decir, la cuarta dimensión. A través del
pasaje de Génesis 1:2 he descubierto la característica de esta di-
mensión.
Génesis no es un libro de historia; sin embargo, toda historia que
se cuenta en él es real. Tampoco es un libro de ciencia; sin em-
bargo, la ciencia que contiene es perfecta. En Génesis vemos có-
mo Dios revela su propósito a Moisés y a través de él a nosotros.
Vemos el comienzo de la creación del universo, y sobre todo su
eterna relación con el hombre en Cristo Jesús.
En cuanto a la creación del universo, dice la Biblia que Dios lo ha
creado; y ni una palabra más. No explica su proceso en forma de-
tallada, pues Dios no muestra interés en esto. En el versículo dos
Dios comienza a relatar que el mundo estaba desordenado y va-
cío. Y, como hemos mencionado anteriormente en el primer capí-
tulo de este libro, el Espíritu Santo puso orden al caos preestable-
cido. El orden del plano tridimensional fue establecido por el mo-
ver del Espíritu Santo en una dimensión mayor. El Espíritu Santo
es el Creador de las dimensiones materiales a las que estamos
acostumbrados.
Existen tres fuerzas espirituales en la Tierra. El Espíritu de Dios,
el espíritu del hombre (véase Génesis 2:7) y el espíritu de Sata-
nás. Este último se opone al Espíritu de Dios (véase Génesis 3).
42
En los tres primeros capítulos de Génesis hallamos las tres fuer-
zas espirituales que han tomado el control de la historia. Estas
tres fuerzas espirituales se encuentran en el plano tetra dimensio-
nal, los que les permite tomar los objetos físicos tridimensionales
y ejercer sus poderes. Por supuesto, que tanto el espíritu del hom-
bre como el espíritu de Satanás tiene sus limitaciones para ejercer
su poder tetra dimensional en el mundo físico. En cambio, el Es-
píritu de Dios no se limita en nada.
Al meditar sobre estos temas, el Espíritu Santo me iba iluminan-
do la respuesta. "Hijo mío, muchos no saben el poder espiritual
que yo les he dado. Yo quería que el hombre señoreara toda la
Tierra", aclaró el Espíritu Santo.
"Sí", respondí, al darme cuenta a lo que se refería. Al hombre le
fue otorgada la autoridad para colocar el nombre de todas las
criaturas que Dios había creado, la habilidad para cultivar la tie-
rra, más toda la capacidad para dominar y no ser dominado. Al
pecar, el ser humano perdió la capacidad para comunicarse con
Dios. Los falsos profetas poseen cierto poder espiritual, ya que
tienen conocimiento de su potencial. Pero todo cristiano puede
gozar de un poder mayor, si logra conocer el poder del Espíritu
Santo que le ha sido dado.
Al fin parecía encontrar una solución a este problema. En vez de
temer a la gente que ejercía poderes satánicos, empecé a usar el
poder que Dios me había dado, el que es mayor, para glorificar al
Dios viviente.
¿Y cómo explicamos a las personas el fenómeno del poder del ser
humano? El poder del hombre se manifiesta cuando este se da
cuenta de su habilidad natural -por ser descendiente de Adán-.
Ese poder es limitado, pero si no está rendido a Dios, verá que
Satanás influye en su destino.
Algo importante que debía enseñar a los miembros de mi iglesia
eran las palabras de Juan: "El poder que está en nosotros es ma-
yor que el que está en el mundo" (l Juan 4:4). Al impartir estas
enseñanzas, los miembros de mi iglesia entraron en un nuevo ni-
vel de conocimiento espiritual, dejaron atrás la confusión. Des-
pués de varios años de haber descubierto esta verdad, seguí lu-
chando y meditando para que el nivel espiritual de la cuarta di-
43
mensión se convirtiera en un estilo de vida por completo. Es cier-
to que todavía sigo viviendo en el mundo material, pero a medida
que pasa el tiempo comprendo cada vez más acerca de las cosas
espirituales que son fundamentales para todo cristiano.
¿Qué es el hombre?
¿Qué es el hombre? Este interrogante aparece en el Salmo 8 en
forma poética. David lo había cantado mientras se celebraba la
vendimia. Gitit es un instrumento musical fabricado en Gat, y po-
siblemente David lo utilizó para acompañar este canto de alaban-
za. Existen dos salmos más relacionados con este, donde se des-
cribe que la gente estaba feliz cuando celebraba la excelencia de
la gloria de Dios (véase Salmos 81 y 84). No dudo que este salmo
fue recitado en una noche, pues David hace mención de las estre-
llas del cielo al ver la gran magnitud de la creación de Dios. Al
alzar sus ojos y ver estas maravillas, tuvo un tiempo de medita-
ción acerca de cuán pequeño es el hombre.
Si consideramos solamente lo físico, el hombre no deja de ser un
ser insignificante. Es apenas una partícula de polvo en la Tierra.
¡Cómo será si lo comparamos con todo el sistema solar! Si toma-
mos en cuenta que el tamaño de una estrella visible es millones
de veces más grande que nuestro sistema solar, el ser humano en
sí realmente es insignificante. David sigue exclamando: "¿Qué es
el hombre, para que tengas de él memoria?"
Puede hablarse acerca de la dignidad del hombre en Dios, pues
Dios es el que lo tuvo en su memoria, hasta el punto que envió a
su hijo Jesucristo para salvarlo. El hombre no solamente es digni-
ficado por las consideraciones de Dios, sino que también lo es por
el llamado del Señor: "Le hiciste señorear sobre las obras de tus
manos; todo lo pusiste debajo de sus pies" (Salmos 8:6).
Este llamado contiene un cierto riesgo, ya que a causa del pecado
el potencial para señorear puede causar tragedias. En vez de seño-
rear de acuerdo a los principios de Dios, el hombre ha usado su
potencial para señorear sobre otros, y esto es solamente un aspec-
to del carácter original del ser humano. El individuo es capaz tan-
to de subir a lo más alto, como de bajar a lo más profundo; de al-
canzar tanto lo mejor, como lo peor. A pesar de que el hombre ha

44
sido creado para emprender grandes cosas, ha dejado su potencial
en el nivel más bajo.
Todo hombre, sea cristiano o no, fue creado conforme a la ima-
gen y semejanza de Dios. Génesis 1:26 es claro al afirmar que el
hombre no fue producto de la evolución, sino que fue creado por
el Señor. El ser humano fue creado conforme a la imagen de
Dios. Y este le sopló aliento de vida para que fuese más que un
ser físico. Sé que esta afirmación se opone a la teoría de la evolu-
ción que muchas personas hoy aceptan.
En muchas escuelas a los niños se les enseña que el hombre es
producto de la evolución. Quizás esta sea unas de las razones por
las que la moralidad y la calidad de vida son desvalorizadas. No
obstante, este concepto no es nada nuevo.
J. B. de Monet Lamarck, un famoso naturalista francés del siglo
XIX, implementó una teoría en la que insistía que todo ser vivo
era producto del desarrollo de una célula germinal que Dios había
creado. Según esta teoría, el desarrollo de células que eran esti-
muladas por una energía como el calor o la electricidad, causaron
la sobrevivencia de los seres vivos. Lamarck también hizo men-
ción de que los seres vivos habían adoptado nuevos órganos se-
gún sus necesidades mediante un proceso de selección. La teoría
de Lamarck fue presentada a través de su libro que se publicó en
1809. En el mismo año había nacido Charles Robert Darwin.
¿Cómo podemos explicar este fenómeno? ¿Cómo puede ser que
una célula pueda desarrollarse por sí misma según su necesidad
sin ningún tipo de límites? Sin embargo, cabe afirmar que, al es-
tudiar la teoría de Lamarck desde un punto de vista crítico, una
persona necesitaría más fe para creer en esta teoría que para creer
en lo que la Biblia enseña.
Aunque las recientes teorías parezcan negar la de Darwin -lo que
añade una nueva dimensión- estas explican el origen del hombre
como una sustancia independiente, y niegan de esta forma la exis-
tencia de Dios. Hoy la gente quiere resolver este problema tan
solo con añadir el concepto del "tiempo". No obstante, si el desa-
rrollo resultó imposible en cierto período de tiempo, tampoco es
posible en un período largo, aunque se trate de millones o de bi-
llones de años.
45
La perspectiva bíblica
El hombre es la amada creación del Señor. Esta es la razón por la
que en sociedades donde es considerado desde una perspectiva
bíblica, se respeta la vida. El cristianismo muestra que el ser hu-
mano es mucho más de lo que imaginamos, pues fue creado con-
forme a la imagen y semejanza de Dios.
El individuo es una trinidad compuesta por cuerpo, alma y espíri-
tu.
1. Cuerpo
El hombre fue creado primeramente como un ser físico. Cabe re-
cordar que el soplo de aliento de vida vino luego de la formación
del cuerpo (véase Génesis 2:7). Después de que el hombre pecó,
Dios le dijo: "Pues polvo eres, y al polvo volverás" (Génesis
3:19). Por consiguiente, el cuerpo es temporario. Lamentable-
mente, nuestra mayor atención está dedicada al cuerpo.
Existen ocho características del cuerpo, según la Biblia.
a. Es el lugar donde mora el alma y el espíritu (Daniel 7:15).
b. Es afectado por el alma, según lo que esta mire (Mateo 6:
22-23).
c. Puede recobrar vida por medio del Espíritu Santo (Romanos
8: 10).
d. Se convierte en el templo del Espíritu Santo en el momento
de la conversión (1 Corintios 6: 19).
e. Se le requiere un cuidado especial (Colosenses 2:23).
f. Es afectado fuertemente por las palabras (Santiago 3).
g. Es el símbolo mayor de la Iglesia (Efesios 4: 12, 16).
h. Será transformado en el día de la resurrección (1 Corintios
15: 14).
2. Alma
El alma y el cuerpo aparecen como dos conceptos completamente
distintos en el Antiguo Testamento. Eclesiastés 12:7 dice así: "Y
el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios
46
que lo dio". En el Nuevo Testamento Jesús también marca la di-
ferencia entre estos dos conceptos al decir: "y no temáis a los que
matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien
a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno"
(Mateo 10:28). El alma y el cuerpo se hallan tan ligados entre sí,
que en ocasiones se nos hace difícil distinguirlos.
El alma controla la voluntad del hombre y tiene una influencia
muy poderosa sobre su cuerpo. He oído a los médicos cirujanos
decir que la voluntad de un paciente es de vital importancia para
que una operación resulte exitosa. También existen algunas in-
fluencias de la mente sobre el cuerpo, pues esto es considerado
como una parte importante que compone el alma. Por ejemplo. la
mente observa objetos por medio de los órganos ópticos. escucha
por medio de los órganos auditivos y capta por medio de los órga-
nos táctiles.
Otro componente del alma es la emoción. El estado de emoción
como el gozo, la vergüenza y la felicidad también afecta el cuer-
po. Por ejemplo, una persona cuando se enoja, tanto sus músculos
como su corazón se tornan más activos.
El deseo es otro componente del alma del hombre. Es lo que mo-
tiva la actitud de una persona. Todos hemos oído acerca de atletas
que por medio de un entrenamiento constante han alcanzado sus
metas. Es el deseo ardiente el que lo logra.
El entendimiento también es un elemento del alma. El alma es el
hombre en sí, es decir su consciencia. Al hablar de una persona,
generalmente nos referimos a una personalidad integral y no a un
simple cuerpo físico. En un matrimonio, la pareja desarrolla entre
sí una relación intelectual que supera todo lo superficial. El cuer-
po puede ser la causa del desarrollo de una relación; no obstante,
una persona siempre debe ser evaluada por su alma, o sea por su
personalidad en un concepto más amplio.

3. Espíritu
Al considerar lo relacionado acerca del espíritu del hombre, nos
encontramos con una gran variedad de conceptos, aún dentro de
la teología.
47
Charles Hodge, en su Teología Sistemática, aclaró que la doctrina
de la tricotomía de Platón, que una vez fue aceptada parcialmente
por la iglesia en los primeros siglos, fue luego considerada como
una doctrina herética. Los gnósticos consideraban el espíritu
(pneuma) como una porción de la esencia divina y, por consi-
guiente, incapaz de cometer cualquier pecado. Los apolinaristas
insistieron en que Cristo no tenía pneuma, sino solamente soma
(cuerpo) y psucha (alma). No obstante, la teoría de la distinción
entre pneuma y psucha, en la que los heréticos estaban funda-
mentados, fue rechazada por la iglesia. Los semipelagianos ense-
ñaron que el alma y el cuerpo, sin incluir el espíritu, eran los fac-
tores causantes del pecado original. Todos los protestantes, tanto
luteranos como calvinistas, mantuvieron el concepto de que el
alma (psucha) y el espíritu (pneuma) era uno, de la misma sustan-
cia y de la misma esencia. Esta teoría ha sido aceptada y funda-
mentada por la Iglesia como una doctrina.
Hodge aceptó la teoría de la dicotomía, y rechazó de esta manera
la tricotomía. Según él, el hombre está compuesto por alma y
cuerpo, y no por cuerpo, alma y espíritu. La teoría de Berkhof, se-
gún su libro de teología sistemática, también coincide con la di-
cotomía.
Estas son las palabras de Berkhof una porción del libro de teolo-
gía sistemática que se titula: La enseñanza bíblica acerca de los
elementos que componen la esencia del hombre: "En la Biblia, la
representación predominante acerca de la esencia del hombre es
claramente dicotómica. Por un lado, la Biblia nos enseña que de-
bemos ver la esencia del hombre en unidad y no en dualidad, la
que está compuesta por dos elementos distintos. Van en forma
paralela, y nunca se unen para formar un solo organismo. El con-
cepto del paralelismo entre estos dos elementos de la esencia del
hombre, que se halla en la filosofía griega, es totalmente ajeno a
la Biblia".
Estos teólogos han desarrollado sus teorías en base al pasaje de
Génesis 2:7, pues el mismo no hace ninguna mención acerca de
un espíritu creado por Dios. Sin embargo, debemos recordar que
en el capítulo 3 dice que el hombre cometió pecado, y que el re-
sultado del pecado era muerte. El hombre fue muerto, pero ¿qué
es lo que se murió? Obviamente, el cuerpo y la conciencia del
48
hombre siguieron con vida. Lo que había muerto era su espíritu.
En I Tesalonicenses Pablo también marca una diferencia cuando
dice: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo
vuestro ser, espíritu. alma y cuerpo. sea guardado irreprensible
para la venida de nuestro Señor Jesucristo" (5:23).
El autor de la epístola a los Hebreos también lo distingue: "Por-
que la palabra de Dios es viva y eficaz" y más cortante que toda
espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu,
las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón" (4:12).
Pablo ubicó a Adán en contraste con Cristo, y explicó que el pri-
mero introdujo muerte al hombre, y el postrero vida (véase Ro-
manos 5: 17, 19; 1 Corintios 15:22). Y lo hace con mayor clari-
dad en 1 Corintios 15:45 cuando dice: "Así también está escrito:
Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer
Adán, espíritu vivificante". En este versículo Pablo marca una
clara diferencia entre el alma y el espíritu. Adán fue un ser con
alma. En él fuimos muertos por el pecado; pero a través de Cristo,
fuimos vivificados.
Aunque no tenga ninguna intención de encontrar una solución a
esta falta de coincidencia que perdura hasta el día de hoy, creo
firmemente que ambas teorías están fuera del peligro de la here-
jía. Tal vez, al hacer mención del espíritu, Pablo se refería a la
nueva condición del alma que había sido redimida. Lo que no po-
demos dudar es que la condición del hombre se convierte en un
estado totalmente diferente al experimentar el nuevo nacimiento.
El Espíritu Santo da vida al espíritu del hombre, e inicia de esta
manera una nueva dimensión espiritual a la que este deberá adap-
tarse. Como consecuencia, el espíritu es el elemento del hombre
que recobra vida a través de Cristo, para que pueda comunicarse
con el Creador.
Cinco características del espíritu del hombre
1. Dios quiere guiarnos a través de su Espíritu (Romanos
8:14).

49
2. El hombre, en su condición natural, es incapaz de entender
la realidad espiritual. Para el no nacido de nuevo, lo espiritual
es una locura (1 Corintios 2: 14).
3. Debido al desarrollo de los sentidos espirituales, el hombre
espiritual es capaz de diferenciar las cosas de Dios y las cosas
que son de este mundo o de Satanás (1 Corintios 2: 15).
4. Solo los que han ejercitado su sentido espiritual son capaces
de entender la madurez espiritual (Hebreos 5: 14).
5. Los hombres espirituales son los que restauran a los que
han caído en pecado (Gálatas 6: 1).
Como lo mencioné anteriormente, toda sustancia es envuelta por
una sustancia más grande. Sin embargo, vaya aclarar esto mejor
para evitar malos entendidos. Dios quiere que estemos conscien-
tes de que no somos tres personas que compiten entre sí. El hom-
bre no fue creado para ser dividido de esta manera. Somos una
sola persona. No obstante, cada una de estas partes cumple dife-
rentes roles en nosotros, los que no deben ser ignorados si es que
queremos desarrollarnos en forma completa.
El cuerpo, que no debe ser descuidado, es sumamente importante.
Por lo tanto, uno de los deberes del cristiano debe ser el cuidado
de su salud a través de un régimen alimenticio, del deporte y de
los buenos hábitos. Muchas veces notamos que la gente tiende a
volcar su atención en una sola esfera. Es decir, parece algo raro
que una persona intelectual se preocupe por su físico, o un reli-
gioso por su inteligencia o cuerpo. Sin embargo, no es así. Debe
haber un balance en todo. Una sustancia mayor nunca disminuye
una sustancia menor, sino que la primera incluye a la postrera.

Sueños y visiones: instrumentos clave de la cuarta dimensión


Si un hombre logra entender el carácter de su ser, este se encon-
trará asimismo con el deseo de desarrollarse en la cuarta dimen-
sión. El Espíritu Santo fue enviado por Dios para que nos guíe a
toda verdad, ¿pero de qué manera obra el Espíritu de Dios?

50
La era del Espíritu Santo dio su inicio en el día de Pentecostés.
Pedro predicó su primer mensaje el día en que el Espíritu se ma-
nifestó poderosamente. Su mensaje se basaba en la palabra de
Joel 2 que dice: "Y en los postreros días, dice Dios. derramaré de
mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas
profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancia-
nos soñarán sueños" (Hechos 2: 17).
Los sueños y las visiones son muy similares en cuanto a su carác-
ter. Los jóvenes tienden a imaginar su futuro, mientras que los
ancianos lo hacen con su pasado. No obstante, ambos pertenecen
a un mismo esquema.
Antes de fijarnos en el desarrollo de sueños y visiones, es necesa-
rio que comprendamos primero la esfera donde estos se desarro-
llan: la imaginación.
La imaginación: el alma del sueño y la visión
En el capítulo 10 de 2 Corintios, Pablo nos advierte que debemos
andar en el Espíritu Santo y no en la carne. La versión Reina Va-
lera hace uso de la palabra "argumento" en el versículo 5, pero
creo que, según el griego, la expresión "razonamiento" o "lógica"
quedaría mejor. Al mencionar esto, Pablo no trata de decir que no
debamos razonar, sino que nos advierte que no debemos depender
de la lógica que no ha sido purificada por el Espíritu de Dios.
Muchos de nuestros problemas son más que naturales, y deben
ser tratados y examinados en el plano espiritual. "Porque las ar-
mas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda
altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando
cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Corintios
10:4-5).
Pablo hace uso de términos militares al referirse al mundo de la
imaginación. La mente que no ha sido convertida es incapaz de
comprender las cosas espirituales; a esto se refiere al hablar de
"argumento".
El corazón, desde una perspectiva bíblica, es el área del alma que
envuelve a la imaginación. Jesús dijo: "No se turbe vuestro cora-

51
zón" (Juan 14: 1). Existen siete áreas del corazón donde se mani-
fiestan los problemas.
1. El corazón puede hallarse endurecido a la realidad espiri-
tual (Marcos 6:52).
2. El corazón puede quedarse ciego, y esa condición es inca-
paz de ver lo que el hombre espiritual puede ver (Juan 12:40).
3. El corazón es el lugar donde se inicia el pecado (Mateo 15:
19).
4. Las palabras son el fruto de lo que una persona guarda en
su corazón (Mateo 12:34).
5. Satanás ataca el corazón del hombre (Juan 13:2).
6. Las dudas se inician en el corazón (Marcos 11 :23).
7. La tristeza y la turbulencia se hallan en el corazón (Juan
14:1-16:6).
Por lo tanto, las enseñanzas de Pablo acerca del cuidado del cora-
zón están basadas en las mismas palabras de Cristo, que también
enfatizó su importancia.
El corazón del hombre es como el cuadro de un pintor profesio-
nal. Lo que el hombre sueña equivale a una pintura. Si un cristia-
no toma el pincel de la fe y comienza a pintar las visiones que
Dios le ha mostrado en el cuadro, esas visiones se convertirán en
una realidad.
La inconsciencia
Puede decirse que la pre-conciencia es en realidad la inconscien-
cia. La inconsciencia es la fuerza de la motivación que hace que
el hombre actúe sin consciencia alguna. He hallado varios libros
acerca de este tema en estos últimos años.
Carl Gustav Jung, hijo de un ministro y alumno de Sigmund
Freud, desarrolló un área de la psicología conocida como la psi-
cología analítica, como una crítica al psicoanálisis de Freud. Se-
gún él, lo que motiva la acción del hombre no es solo la conscien-
cia, sino también la inconsciencia. Jung distinguió la inconscien-
cia de la siguiente manera: 1. El factor personal o la inconsciencia
52
individual de una persona; 2. El factor colectivo o la inconscien-
cia colectiva heredada por los ancestros de una persona.
Con base en este fundamento, Jung desarrolló la idea de que la
inconsciencia colectiva del hombre era buena en sí, y que las nor-
mas sociales habían sido establecidas para controlar y limitar al
hombre. Un gran número de antropólogos, artistas y filósofos via-
jaron a lugares donde se hallan las culturas primitivas que nunca
fueron deterioradas por las normas de la cultura occidental, en
busca de la bondad e ingenuidad del hombre.
La idea de la bondad del hombre por herencia, es totalmente
opuesta a la Biblia. "Engañoso es el corazón más que todas las
cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño
la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su
camino, según el fruto de sus obras" (Jeremías 17: 9-10).
En el libro de Jeremías el Señor revela tres aspectos del corazón
humano. 1. El corazón no es de carácter bueno por herencia, sino
malo. 2. El hombre no es capaz de conocer su pro pio corazón.
Solo el Señor lo conoce y revela lo que en él hay. 3. Los actos de
una persona revelan su corazón.
Sí nuestros actos y logros son el resultado de una fuerza de moti-
vación que supere la consciencia, ¿no sería obvio que el Espíritu
Santo obrara dentro de este plano para purificarlos y motivarlos
para que estos cumplan con el propósito de Dios?

La capacidad para ver y soñar


En el día de Pentecostés Pedro describe al Espíritu Santo como
un río. Dios había prometido derramarlo en toda carne, sin reque-
rir una cierta posición social, ni determinado sexo ni edad. Joel
había profetizado que la lluvia temprana y la tardía (o cosecha)
serían derramadas una vez en "el día de Jehová". Los truenos del
Espíritu Santo de Dios formarían un río espiritual para que todo
cristiano sea lleno y produzca fruto espiritual.

53
En el último día de los primeros frutos, el Espíritu Santo descen-
dió de una forma muy poderosa. Cabe recordar que el día de Pen-
tecostés -cincuenta días después de la fiesta de la Pascua- era una
fiesta de anticipación. Si la semilla era buena, el fruto de la cose-
cha también sería bueno.
La Iglesia nació dentro del período de la fiesta de anticipación,
cuya culminación será el día en que Cristo venga por segunda
vez. Para ese tiempo la Iglesia habrá alcanzado a proclamar el
evangelio de Jesucristo a toda criatura, y obtendrá la victoria por-
que el Espíritu Santo la ha ungido en un nivel sobrenatural.
El Espíritu Santo no ha venido en el día de pentecostés solo para
dar al hombre el don de la profecía, sino también la capacidad
para soñar.
En el Antiguo Testamento vemos que Dios da a sus siervos sue-
ños y visiones sobre el futuro. ¿Recuerdas que a Samuello llama-
ban vidente? (1 Samuel 9:9). Daniel fue capaz de ver, aun cuando
estaba en Babilonia, el desarrollo generacional de varios reinos,
hasta la era de la Iglesia y mucho más. Ezequiel también pudo ver
el futuro de su país, cuando estaba en el extranjero.
Este fenómeno no solo aparece en el Antiguo Testamento, sino
también en el Nuevo. Tenemos ejemplos como el de Ananías, Pa-
blo y Camelia -que era un romano- que vieron visiones proféti-
cas.
Con esto, no quiero decir que nosotros deberíamos estar en un es-
tado de éxtasis espiritual. No obstante, sí quiero decir que debe-
mos formar parte de la visión de Dios a través de los sueños y vi-
siones.
Por consiguiente, el creyente no debe limitarse en el plano tridi-
mensional, sino que debe ir más allá de la cuarta dimensión. De-
bemos vivir en el Espíritu. Hay que prever los pensamientos ne-
gativos. De esta manera lograremos dejar la tela limpia y sin
manchas para que el Espíritu Santo haga su obra maestra en noso-
tros. El poder creativo, la percepción, la inteligencia y la motiva-
ción espiritual serán el resultado de una imaginación activada por
el Espíritu Santo.

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"Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él" (Prover-
bios 23:7). Estoy convencido de que nosotros seremos tal como
hayamos pensado, y el resultado puede ser tanto positivo como
negativo. El impacto y la influencia que trajo la televisión a la co-
munidad contemporánea es realmente profundo. Cada vez que es-
cucho a alguien decir que la televisión no tiene gran influencia en
la sociedad, me pregunto: "Entonces, ¿por qué será que las socie-
dades invierten tanto dinero en los comerciales'?" La violencia y
la inmoralidad sexual, entre otras cosas que muestra la televisión,
son las responsables del desorden que padece la sociedad contem-
poránea.
Satanás ha luchado para deshacer la mente del hombre, para que
el hombre no cumpla con su propósito en la Tierra. Las películas
y revistas pornográficas hacen que identifiquemos al sexo como
una actividad puramente animal y pierda de esta manera la digni-
dad y la autoimagen del hombre. ¿Por qué? Porque seremos se-
gún lo que pensemos.
Esta es la razón por la que Dios se interesa en nuestros pensa-
mientos. "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero,
todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo
lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de
alabanza, en esto pensad" (Filipenses 4:8).
Este principio no solamente es una palabra de advertencia para
los que tienden a vagar con los pensamientos negativos, sino que
también es una palabra de esperanza para los que desean ardiente-
mente obedecer y someterse a la voluntad de Dios. Si te paras fir-
me en lo que Dios tiene para tu vida, cumplirás con el propósito
divino. Yo siempre predico este mensaje a los miembros de mi
iglesia. Un hombre de negocios nunca alcanzará el éxito si guarda
un espíritu de fracaso. A las personas que vienen a una consulta
pastoral tras un fracaso, les digo: "El hecho de que hayas fracasa-
do no quiere decir que seas un fracaso. Serás un fracaso si es que
bajas los brazos de aquí en más y no lo intentas nuevamente.
Piensa en el éxito, y lo alcanzarás".
Frutos del pensamiento de la cuarta dimensión.

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Tu éxito o fracaso depende de tu pensamiento en cuarta dimen-
sión: sueños y visiones. Vemos que este principio fue aplicado
desde el mismo comienzo de la Biblia.
¿Por qué Eva comió el fruto prohibido por Dios? O, mejor dicho,
¿qué fue lo que la impulsó para cometer pecado delante de Dios?
Ella estaba consciente de las consecuencias que podía causar su
desobediencia. Pablo explica que Eva fue engañada, ¿pero cómo?
La serpiente le dijo a Eva que mirara el fruto del árbol. Eva, al al-
zar sus ojos y mirar el árbol, comenzó a admirarlo. Fue en ese
instante que su imaginación quedó atrapada. Creo que nunca hu-
biese sido engañada si no hubiese visto el árbol, ya que en este
acto captó la imaginación que estaba en contra de la voluntad de
Dios. Su fracaso se debió al mal uso de su pensamiento en cuarta
dimensión.
Sodoma era una ciudad donde abundaban el pecado, la corrup-
ción y la perversión sexual. Dios había decidido exterminarla.
Pero Lot y su familia hallaron gracia ante los ojos del Señor. El
Señor les dijo que huyeran, sin mirar atrás. A pesar de esta adver-
tencia, la esposa de Lot se detuvo y miró hacia atrás, y se convir-
tió de esa manera en una estatua de sal. Mientras esto acontecía,
Abraham observaba la tragedia desde la cima de un monte. ¿Por
qué Abraham pudo observar todo el acontecimiento, y la esposa
de Lot no?
Porque el corazón de la esposa de Lot se sentía cómodo con el es-
tilo de vida que llevaba en Sodoma. Al mirar hacia atrás, su ima-
ginación comenzó a desear todo lo que había dejado. En cambio,
Abraham no había sido contaminado por la vida pecaminosa, y de
esta manera se salvó del juicio.
Génesis 19 no nos relata en detalle cuánto fue el tiempo en que la
esposa de Lot se detuvo para mirar hacia atrás hasta convertirse
en una estatua de sal. No obstante, tengo la convicción de que
contempló la ciudad por un largo tiempo, lo que permitió que su
imaginación funcionara, pero de una manera incorrecta, hasta for-
mar parte de la destrucción de la ciudad. La esposa de Lot es un
ejemplo de la consecuencia del mal uso del pensamiento en cuar-
ta dimensión.
Abraham, un visionario
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Las palabras de Dios que describen la fe de Abraham, escritas en
Hebreos 11, son realmente muy significativas. Abraham se animó
a salir de Ur de los caldeos, el centro de la civilización, para mu-
darse a un lugar que desconocía por completo. Me imagino que el
problema se le presentó al hablar de ello con su esposa, Sara.
- "Nos mudaremos", dijo Abraham.
- "¿A dónde iremos?", preguntó su esposa.
- "No lo sé", afirmo Abraham.
- "Entonces, ¿cómo haremos para saber si habremos llegado, si ni
siquiera sabemos dónde vamos? ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué
nos vamos?", preguntaría ella, pensando que su esposo se en-
contraba muy cansado después de una dura jornada laboral.
- "Es que Dios me lo ordenó, así que vamos", contestó Abraham,
mientras esperaba que Dios le revelara el lugar dónde ir.
Al salir de Egipto, Dios le dijo a Abraham que alzara sus ojos y
mirara hacia el norte y el sur, hacia el oriente y el occidente de la
región de Canaán. Tenía que mirar lo más lejos posible, pues todo
el territorio se convertiría en su propiedad. Dios le hizo heredar
de acuerdo al alcance de su visión. Todo lo que pudo ver marcó el
límite de su propiedad.
Nuestra realidad nunca supera la visión. Nuestra experiencia se li-
mita al alcance de lo que realmente podemos soñar. Esta enseñan-
za es realmente importante.
Todos los que estamos en Cristo somos herederos de la promesa
espiritual de Abraham, nuestro padre espiritual. La inmensa canti-
dad de los hijos de Dios que han vivido en esta Tierra desde la
época de Isaac hasta el día de hoy, son hijos de Abraham, sea
cual fuese su origen espiritual -judío o gentil-. ¡,Cómo pudo un
anciano de cien años de edad convertirse en un padre como este?
El pensamiento de la cuarta dimensión hizo esto posible.
Abraham supo cómo incubar en fe a través de sueños y visiones.
Fueron veinticinco años los que necesitó para que la promesa de
Dios se cumpliera. Abraham cometió algunas faltas. Sin embar-
go, no son mencionadas en la epístola a los Hebreos. El hecho de
que también haya cometido faltas. demuestra que era una persona
57
vulnerable, y nos hace saber que todos somos capaces de cumplir
con el propósito de Dios en su totalidad. Dios no necesita a hom-
bres perfectos para cumplir con su plan perfecto.
El mandamiento de Dios puede ser dividido en tres pasos.
1. Abram tenía que mirar la tierra (Génesis 13:14-16).
2. Dios le dijo que mirase y contase las estrellas del cielo, las
que representaban a sus hijos espirituales (Génesis 15:53).
3. Su nombre fue cambiado. Su nuevo nombre, "Abraham",
significa "padre de una gran multitud" (Génesis 17:5).
1. Al mirar a los cuatro puntos cardinales, Abraham llenó su ima-
ginación de la promesa divina. Dios no le dijo que cerrara sus
ojos, sino por el contrario. que los abriera bien y mirara a algo es-
pecífico y concreto. Cuando nosotros pedimos algo a Dios, tende-
mos a dudar de las promesas del Señor. y esto nos priva de la res-
puesta. No debemos cansarnos de pedir. Dios quiere que nuestra
fe sea certera, que espere algo concreto. Por medio de la incuba-
ción, el Espíritu Santo transformó un mundo desordenado en un
mundo habitable. Si el Espíritu Santo no hubiese incubado la Tie-
rra. este planeta hubiese seguido en su estado de caos como los
demás planetas de nuestro sistema solar. Dios quiere que nosotros
también concibamos nuestra fe, que visualicemos el fruto de su
promesa.
Reconozco que mi iglesia, que ahora cuenta con más de setecien-
tos cincuenta mil miembros, no es producto de mis talentos. El
crecimiento se debe al principio de la visualización. En el año
1984 vi claramente que tendríamos medio millón de miembros.
Cuando llegó esa fecha pude contarlos. También empezamos a
ver en el Espíritu programas de televisión que serían emitidos no
solamente en Corea y Japón, sino también en los Estados Unidos
y Canadá, donde cubriríamos todo el programa en inglés. Pude
verlo, y puse en mi oficina el mapa de cada uno de los países
nombrados, oraba por ellos y tenía una clara visión dónde esta-
rían las emisoras que transmitirían los programas. Cuando llegó
el tiempo, todo eso el Señor lo dio a luz.
2. Dios le dijo a Abraham que mirara las estrellas del cielo, e hizo
centrar su atención en la futura descendencia. Dios quería que la
58
sensibilidad de su siervo no solo captase la magnitud de la visión,
sino también que contase las estrellas una por una, que se fijara
en la belleza de cada uno de sus hijos. Cada uno de ellos sería
muy importante para él.
Los hijos, en toda familia, son diferentes, distintos en apariencia
y en personalidad. Tengo tres hijos. Son distintos. Siempre los
observo individualmente, nunca los veo iguales.
Estoy persuadido de que Abraham no logró borrar de su mente
las estrellas que había observado con atención aquella noche. Su
imaginación se hallaba llena de la promesa de Dios. Al despertar
y desarrollar el pensamiento de la cuarta dimensión, permitieron
que, con cien años de vida, dejara embarazada a su esposa. La vi-
sión de la cuarta dimensión envuelve cualquier circunstancia tri-
dimensional.
3. Dios cambió el nombre de Abram por Abraham. Abram nece-
sitaba un cambio en cuanto a su autoimagen. Necesitaba llamarse
"padre de una gran multitud". Esto generó un cambio en la forma
de pensar de su familia. de sus amigos y de sus colaboradores.
Nadie podía llamarlo como acostumbraba a hacerlo en el pasado.
Cada vez que oía su nombre, Abraham recordaba la promesa de
Dios.
No podemos guardar la promesa de Dios en secreto. Debemos
trasmitirlas a otros. Al hablarlas, es importante que lo hagamos
como si fuese un hecho real: "Dios llama las cosas que no son,
como si fuesen". Respetemos este principio. Dios nos liberará de
las dudas que surgirán de la boca de otras personas que oigan so-
bre esta promesa. Sigamos hablando de acuerdo con la visión.
El milagro tenía que ser también para Sara. Lamentablemente,
ella se rió al oír la promesa del Señor, pues tenía noventa años.
Sin embargo, comenzó a mirar en otra dimensión. Al ponerse fir-
me en la promesa de Dios, su cuerpo físico parecía transformarse
hasta el punto de que el rey Abimelec, al ver su hermosura, trató
de tomarla como concubina. Una mujer que piense que es atracti-
va a sí misma, será así, ya que esto no solamente generará un
cambio en su físico, sino también en su autoimagen; empezará,
por ejemplo, a vestirse en forma más atractiva.

59
Es necesario recordar que el nacimiento de Isaac fue solo un mi-
lagro que involucró a dos personas ancianas que eran físicamente
incapaces de concebir. Dios no les entregó un bebé desde el cielo.
Ambos, Abraham y Sara participaron en el cumplimiento de la
promesa de Dios. Ellos permitieron que el lienzo de sus corazo-
nes fuera pintado con la obra de arte de la fe en la Palabra de
Dios.
"Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para bue-
nas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que andu-
viésemos en ellas" (Efesios 2:10). La palabra griega que equivale
a hechura es poema; su significado literal es "una obra de arte".
Dios nos creó como una obra de arte en Cristo con el propósito de
cumplir su obra aquí en la Tierra. Aunque nuestra personalidad
sea imperfecta, Dios nos ve completos en Cristo. "Porque en él
habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros
estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y po-
testad" (Colosenses 2:9-10). Es Dios el que ha pintado un cuadro
de nosotros en Cristo, nos ve completos y perfectos. Por lo tanto,
no podemos dejar de seguir su ejemplo.
Isaac no era un visionario
Nos llama mucho la atención al ver que la vida de Isaac no fue
como la de Abraham, su padre. El hijo de la promesa no era un
visionario. Por lo tanto, no encontramos ejemplos de actos de fe
en su vida. Isaac vivió en los sueños de su padre, nunca permitió
al Espíritu Santo establecer una relación firme con Dios como su
padre lo había hecho.
Jacob sí era un visionario
Isaac tuvo dos hijos: Jacob y Esaú. Esaú era un hombre valiente
al que le gustaba cazar animales. Era fuerte y de gran confianza
en sí mismo, no mostraba interés en las herencias espirituales, las
que le pertenecían por ser el primogénito. En cambio, Jacob solía
quedarse en la casa y se ocupaba de los quehaceres junto a su ma-
dre. Jacob era un impostor. Sin embargo, había una cualidad que
lo distinguía de su hermano: tenía un sueño.
Como engañó a su hermano y a su padre, Jacob tuvo que huir de
su familia, y fue a vivir a la casa de un pariente, en donde apren-
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dió una gran lección de vida: los impostores también son engaña-
dos alguna vez.
La condición para casarse con Raquel era trabajar siete años para
su suegro, Labán. Sin embargo, cuando cumplió con este requisi-
to, Labán no estuvo de acuerdo, no le dio a Raquel. Arregló las
cosas para que sea Lea, su primera hija, la que se casara primero.
Durante la boda Labán engañó a Jacob, pues cambió su hija me-
nor por la mayor, y de esta manera Jacob, el impostor, fue vícti-
ma del mismo pecado que había cometido.
Debió que trabajar otros siete años para poder casarse con la mu-
jer que tanto amaba. Al final terminó por casarse con las dos. No
obstante, Dios escogió a Lea, la primera esposa, y le dio un hijo,
el cuarto, al que llamaron Judá -alabanza-. De su descendencia
vendría Jesucristo, el Hijo de Dios.
Labán había sido grandemente bendecido debido al esfuerzo de
Jacob, y se dio cuenta de que en su yerno había algo que no era
usual, algo que venía de Dios. Pero Jacob deseaba independizarse
de su suegro y le hizo una propuesta.
Le ofreció que pasaría por su rebaño, y que pondría aparte todas
las ovejas manchadas y salpicadas de color, y todas las ovejas de
color oscuro, y las manchadas y salpicadas de color entre las ca-
bras, y que ese sería su salario. Por supuesto que tales ovejas te-
nían poco valor. Le aseguró que, si encontrase alguna oveja blan-
ca en su rebaño, debía ser considerado como un robo.
Labán se vio algo sorprendido y dijo: "¡Que sea como tú dices!"
En el mismo día, Labán apartó los machos cabríos manchados y
rayados, y todas las cabras manchadas y salpicadas de color, y
toda aquella que tenía en sí algo de blanco, y todas las de color
oscuro entre las ovejas, y las puso en mano de sus hijos; las sepa-
ró a distancia de tres días de camino.
Jacob se quedó sin rebaño alguno. La más lógica de todas las ex-
pectativas era negativa para él. pues sería raro que las ovejas y
cabras blancas pariesen unas de color. pintadas y manchadas. La-
bán entonces estaba seguro de que su yerno jamás podría inde-
pendizarse. Tendría de seguro un trabajador para toda la vida. Sin

61
embargo. Jacob ya había comprendido el lenguaje de los sueños y
las visiones.
El sueño de Jacob comenzó en Bet-el. lugar donde había hecho su
primer altar al Dios de Abraham. Al reconocer la experiencia de
su abuelo y al darse cuenta de que sus engaños impedían que el
llamado divino se cumpliera. se arrepintió y volvió a Dios. El Se-
ñor le mostró cómo crear algo de la nada. cómo podía ver lo im-
posible corno una oportunidad.
Jacob, que estaba a cargo del rebaño de Labán, comenzó a soñar
con ovejas y cabras manchadas y rayadas. Utilizó las varas verdes
de álamo, de avellano y de castaño. descortezadas en mondaduras
blancas, para concentrarse en la visión, mientras las ovejas blan-
cas se acercaban para beber el agua.
Estas ovejas que eran todas blancas, comenzaron a parir de acuer-
do a los sueños de Jacob. Para el suegro, esto fue una sorpresa ¿o
era un milagro? Pero Jacob reveló su secreto ante su familia
cuando dijo: "y sucedió que al tiempo que las ovejas estaban en
celo, alcé yo mis ojos y vi en sueños, y he aquí los machos que
cubrían a las hembras eran listados, pintados y abigarrados"
(Génesis 31: 10).
Los sueños y las visiones. en su cuarta dimensión, fueron los fac-
tores clave que permitieron que Jacob se independizara de Labán
y se llevara con él casi todo el rebaño. Jacob oyó la palabra y se
dejó llenar de imaginación, se fundamentó en la promesa divina.
El engaño de su suegro hizo que el milagro fuera aún más sor-
prendente. Labán le había cambiado diez veces el monto del sala-
rio. Pero, aun así, cuando la bendición de Dios fluye en una per-
sona. nada puede impedir el éxito.
José, un visionario
Jacob tenía doce hijos. pero solamente uno de ellos comprendió
el secreto del éxito: José. Jacob, ahora llamado Israel. al volver a
su tierra natal encargó el rebaño a José. Este era el más amado de
sus hijos, pues en ese momento era el menor de todos y lo había
tenido en su vejez. Fue esa la causa de envidia por parte de todos
sus hermanos. El problema se complicó gravemente cuando José
tuvo un sueño.
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"Por favor, oigan lo que soñé", dijo José a sus hermanos. "He
aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que
mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros mano-
jos estaban alrededor y se inclinaban al mío." Pero las circuns-
tancias que se le presentaron a José a continuación no parecían
una garantía para que el sueño se cumpliera, sino todo lo contra-
rio, ya que fue vendido como un esclavo, con destino a una tierra
lejana.
Fue en ese lugar que los sueños se volvieron aún más importantes
en su vida, hasta que se convirtió en Primer Ministro de la poten-
cia número uno de esa época, Egipto. Debido a una crisis econó-
mica mundial los hermanos de José tuvieron que ir hasta donde él
estaba para conseguir comida. Allí fue cuando sus hermanos, aún
sin saberlo, doblaron las rodillas ante José.
Dios, es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. ¿Pero por qué?
Porque el Señor es el Dios de los que siguen su ejemplo. de los
que incuban los frutos por medio de sueños y visiones.
Punto final a la bancarrota
Los últimos años fueron bastante difíciles para el mercado comer-
cial de nuestro país. Tuvimos que pasar por un túnel de recesión.
Los intereses subieron mucho, y la inflación seguía sin rumbo
fijo. A pesar de todo este caos, hemos visto cómo el principio de
Dios puede ser aplicado no solamente en los momentos fáciles,
sino también en los más difíciles.
Durante este período de crisis económica, no dejé de predicar so-
bre los principios bíblicos de éxito, y esto marcó un punto final
en la bancarrota de las cajas y cuentas de ahorros de los miem-
bros de mi iglesia. Los ingresos no disminuyeron, y esto nos per-
mitió pensar en nuevos proyectos.
Seguimos invirtiendo millones de dólares en extender el Reino de
Dios en todo el mundo. No abandonamos nunca la edificación de
templos, ni dejamos de invertir en cruzadas evangelísticas, ni
tampoco en nuestros programas de radio y televisión en varios lu-
gares del mundo.
¿Cuál fue la clave para este logro? El uso del potencial de la cuar-
ta dimensión, es decir, la visualización. Los miembros de nuestra
63
iglesia nunca aceptan el pensamiento negativo, siempre hablan
positivamente de las circunstancias que se les presentan. Lamen-
tablemente, en nuestro país no existe una ley o un programa polí-
tico para la contribución y mantenimiento de entidades religiosas.
Sin embargo, nuestra gente ha comprendido la importancia del
diezmo y de la ofrenda.
Los principios de que hablo contigo, amigo lector, son muy prác-
ticos. Por consiguiente, pueden ser aplicado en cualquier parte del
mundo. Es una porción de la sabiduría de Dios, que ha usado a un
hombre de un país pequeño, que ahora forma parte del desarrollo
mundial, y siendo "el lugar" elegido por Dios para la implanta-
ción de la iglesia más grande del mundo. Nadie hubiera previsto
tal cosa, pero por medio del proceso de la cuarta dimensión, he-
mos visto cómo Dios toma lo más pequeño de lo nuestro y hace
grandes obras para impactar no solamente una nación, sino a todo
el mundo.
¡Dios puede hacer lo mismo en tu vida!
Incuba tu sanidad
Hace algunos años, en una nochebuena, me llamó un médico des-
esperado para decirme lo siguiente: "Pastor Cho, por favor, venga
al hospital ahora mismo. Uno de los miembros de su iglesia tuvo
un accidente muy serio, y no creo que pueda sobrevivir". Luego
supe que este joven, al terminar de trabajar se dirigía a su casa.
En el camino se demoró pues buscaba un regalo de Navidad para
su esposa. No se percató de un taxi que venía a gran velocidad
hacia donde él estaba y lo arrolló. Como el accidente había ocu-
rrido muy tarde por la noche, no hubo testigos.
En esa época, en Corea, en caso de que un automóvil llegase a
atropellar a un peatón y este falleciera, debían abonar una multa
de tan solo dos mil quinientos dólares. Sin embargo, si la persona
sobrevivía, el conductor era responsable de pagar todos los gastos
clínicos hasta que se recuperase por completo. El conductor, al
darse cuenta de que nadie había visto el accidente, colocó al jo-
ven en el asiento trasero y comenzó a dar vueltas alrededor de la
ciudad por mucho tiempo, con el fin de que muriese.

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Después de varias horas, alguien observó un herido en el asiento
trasero del taxi, y sin dudar un instante llamó a la policía.
Luego de ser trasladado el hospital, el joven fue diagnosticado y
puesto en la sala de terapia. El resultado del accidente fue que la
parte intestinal de su cuerpo se había desgarrado, y en la herida
abierta se había producido una gran infección. En pocas palabras,
pronto perdería la vida.
Cuando llegué al hospital, el médico me dijo que su estado em-
peoraba, que había perdido la consciencia. Me dirigí hacia la ha-
bitación donde se encontraba; sabía que ni siquiera esta situación
podía impedir la obra del Señor, pues nada es imposible para
Dios. Para Él no existen cosas fáciles ni difíciles. Es exactamente
lo mismo dividir el mar Rojo que sanar una fiebre.
Me acerqué a la cama donde se encontraba el joven y oré en voz
alta: "Amado Señor, permite que recupere su consciencia, aunque
sea por cinco minutos". En medio de la oración, me di cuenta de
que el hermano me miraba, pero con miedo y sin esperanzas de
vivir. "¿Qué será de mi esposa y de mis hijos?" No oí estas pala-
bras, pero podía percatar sus pensamientos a través de sus ojos.
Al saber que el hermano estaba consciente, intenté hablarle lo
más rápido y claro posible, ya que le había pedido a Dios solo
cinco minutos.
"Sé en qué piensas ahora", le dije. Y añadí, "Ya piensas en la
muerte, ¿verdad? Pero Dios quiere que seas parte del milagro que
está por hacer. Has recuperado la consciencia, porque Dios quiere
que uses el poder de la cuarta dimensión para empezar a pintar
una nueva obra en el cuadro de tu corazón."
Percaté que la enfermera se reía de mis palabras. Pero no era
tiempo para preocuparme por esto. Este muchacho se moría y yo
debía obedecer la voz del Espíritu Santo. Seguí: "Quiero que ha-
gas una nueva imagen de ti mismo en tu imaginación. Estás en
camino a tu casa, y no ha ocurrido ningún accidente. Golpeas la
puerta, y tu esposa sale a recibirte. Se la ve muy hermosa. Es el
día de Navidad, ella abre el paquete de tu regalo, y emocionada te
agradece por tu dedicación y amor. Al día siguiente, te levantas y

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tomas el desayuno junto a tu familia. De esa manera borras de tu
mente la muerte y dibujas una obra de felicidad"
"¿Ya tienes el dibujo hecho? ¿puedes verlo claramente?"
Pregunté, con la esperanza de que él pudiese entender y aplicar
todas estas palabras. Fue en ese instante que observé por primera
vez brillar sus ojos.
Insistí: "Deja que la oración la haga yo. Vaya orar con fe, así que
tú solamente tienes que seguir la oración. Usa tu potencial para
soñar sobre la salud y la felicidad".
Al orar, sentí que la presencia del Espíritu Santo desbordaba el
lugar. La enfermera me dijo: "Pastor, disculpe que le interrumpa
la oración, ¿pero no le parece que ahora hace calor? Creo que se-
rá mejor abrir la ventana para que entre aire fresco".
Sabía que la temperatura no se había elevado y hacía mucho frío
afuera, ya que era pleno invierno. La enfermera había notado
algo, pero que estaba fuera de su entendimiento. Ese "algo" era el
poder de Dios en acción.
Seguí orando, aferrándome esta vez de la cama. La cama comen-
zó a moverse. El milagro de Dios se manifestaba. Unos días des-
pués ese hombre se recuperó completamente y volvió feliz junto a
su familia.
Luego, al compartir su testimonio, me explicó que había sentido
una profunda paz interior en el momento de escuchar mi oración.
Había renunciado a la muerte y alabado a Dios por su futura sani-
dad.
El joven actualmente trabaja en una industria química, y es reco-
nocido y respetado en su área. Cada domingo, al verlo en la igle-
sia, me viene a la mente el recuerdo de ese milagro y no puedo
dejar de alabar a Dios por ello.
Una vez Jesús notó que el hombre que se acercaba era ciego. Sin
embargo, le preguntó: "¿Qué quieres que te haga?" El Señor que-
ría que el ciego fuera más específico, y al confesar que Jesús po-
día recuperar su vista, comenzó a ver su sanidad en una nueva di-
mensión. Su fe fue activada hasta el punto de verse a sí mismo
sano. Vio en la visión no a un pobre ciego, sino a un hombre que
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miraba, trabajaba y llevaba una vida sana y normal. Jesús le dijo:
"Tu fe te ha salvado", y el hombre recibió sanidad.
Dios quiere darnos salud y prosperidad
"Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y
que tengas salud, así como prospera tu alma" (3 Juan 2). El esta-
do del alma afecta todo el cuerpo. Dios quiere que todos los cris-
tianos sean prosperados en cuerpo, alma y espíritu. Según Juan, la
clave de la prosperidad es el alma.
Una vida espiritual saludable
El Señor desea que nuestra alma goce de buena salud. Quiere que
nuestra mente sea purificada, y que esté sin mancha para cumplir
su obra. También quiere que nuestros deseos sean purificados,
para usarlos en el proceso de incubación. Desea que nuestras
emociones sean saludables, para que no nos desilusionemos. De
esta manera, permitamos que nuestra alma sea lo suficientemente
sensible para oír la voz del Espíritu Santo y poner en acción nues-
tro potencial en la cuarta dimensión.
La Palabra de Dios no tiene límites
La gran diferencia que existe en la gente es el grado del uso del
potencial de la cuarta dimensión. El razonamiento es lo que do-
mina el mundo físico. Nosotros también utilizamos el razona-
miento, pero tenemos algo más: El Espíritu Santo. Él es el dueño
del plano tridimensional que puede llevarnos a un plano superior.
La Palabra de Dios no tiene límites dimensionales. Pablo aclaró
que él no se avergonzaba del evangelio de Jesucristo, porque es
poder de Dios. Utilizó el razonamiento para explicar los grandes
misterios del reino de Dios, sin ningún tipo de límites. Dijo a los
corintios que caminaba en manifestación de espíritu y poder. Por
lo tanto, su fe no estaba limitada a la sabiduría humana.
El autor de la epístola a los Hebreos dijo que la palabra era pode-
rosa y eficaz, capaz de discernir no solo la mente, sino también
las intenciones del corazón.
Podemos decir que el cristiano cuenta con la Palabra de Dios y el
Espíritu Santo. Con estos dos poderes a su disposición, puede
confrontar cualquier tipo de obstáculo y salir victorioso.
67
Las tentaciones de Satanás se manifestarán más poderosamente a
medida que se aproxime el fin del mundo. Habrá hombres que se
harán pasar como si fueran Cristo, aún con manifestaciones in-
creíbles. Sin embargo, de ninguna manera debemos temerlos. La
iglesia contará con la gracia del Espíritu Santo para utilizar las ar-
mas espirituales a su disposición y ver el cumplimiento de la vo-
luntad divina en esta Tierra.

Los engaños del diablo


Vivimos los últimos días de la era eclesiástica; en este período el
diablo engaña al hombre como nunca antes lo había hecho. No es
raro, en el día de hoy, ver cómo las herejías y sectas religiosas
crecen no solo en Europa, sino también en los Estados Unidos, a
una velocidad sorprendente. Cuando sus dirigentes ven a los cris-
tianos moverse en el plano de la cuarta dimensión y recibir los
milagros de Dios, muchos imitan e inventan sus propias manifes-
taciones.
Moisés tuvo que pasar por esta prueba ante Faraón. "Habló Jeho-
vá a Moisés y a Aarón, diciendo: Si Faraón os respondiere di-
ciendo: Mostrad milagro; dirás a Aarón: Toma tu vara, y échala
delante del Faraón, para que se haga culebra. Vinieron, pues,
Moisés y Aarón, e hicieron como Jehová lo había mandado. Y
echó Aarón su vara delante de Faraón y de sus siervos. y se hizo
culebra. Entonces llamó también Faraón sabios y hechiceros, e
hicieron también lo mismo los hechiceros de Egipto con sus en-
cantamientos; pues echó cada uno su vara, las cuales se volvie-
ron culebras; más la vara de Aarón devoró las varas de ellos"
(Éxodo 7:8-12).
Una de las sectas más populares de los últimos tiempos en el oc-
cidente es la Nueva Era, un desprendimiento del budismo. En los
últimos veinte años, muchos centros de investigaciones han acep-
tado esta secta; algo que en el Oriente ya había sido descartado.
Tomas Altizer dijo: "Hoy puede decirse que el budismo se pre-
senta como otro factor importante dentro de la religión tradicio-
nal, el que presenta a la meditación como el punto máximo del
68
hombre, ya que por medio de ella el ser humano puede convertir-
se en un dios inmortal. El cristianismo es la única religión que
tiene posibilidades de exterminar esta secta".
Por un lado, hay un gran número de evangélicos que comprenden
la importancia del uso del lenguaje del Espíritu Santo: los sueños
y visiones. Por otro, un gran número de espiritistas desarrollan
sus actividades, tanto en América como en Europa, aún como una
amenaza para con las entidades educativas cristianas. Sus ense-
ñanzas producen experiencias engañosas, incluso milagros.
En un principio no lograba comprender por qué los occidentales
pasaban por alto al cristianismo y se fijaban en el misticismo
oriental para llenar su vacío espiritual. Durante mis visitas a India
y Japón, pude observar a muchos jóvenes americanos y europeos
vestidos con la ropa tradicional de esos países, que aparentemente
buscaban una experiencia espiritual. Estos jóvenes habían aban-
donado la herencia sociológica y psicológicamente cristiana, y se
afiliaron a las doctrinas del diablo.
¿Cuál fue el motivo que los impulsó a fijarse en los templos
orientales para buscar algo que las iglesias cristianas no eran ca-
paces de brindar? ¿Qué pasa con las iglesias en América y Euro-
pa que se muestran débiles e indefensas para llenar el vacío espi-
ritual de esos jóvenes intelectuales? Esos interrogantes me lleva-
ron a pensar en la iglesia de Occidente. Y, a través de los viajes,
descubrí cuál es la causa principal del problema. Muchas iglesias
han perdido la vida y vitalidad del cristianismo original. Esta es la
razón por la que el número de los miembros en las iglesias locales
ha disminuido dramáticamente en los últimos veinte años, mien-
tras que en regiones donde ha penetrado el evangelio por primera
vez, el número de creyentes se ha incrementado.
El vacío espiritual en el Occidente
Arnold Toynbee dijo: "El hombre ha sido un éxito en el área inte-
lectual, pero un fracaso en las cosas espirituales". En su libro "Ci-
vilización en prueba", explica cómo el pensamiento occidental,
que no es otra cosa que el cristianismo bíblico, fue decayendo de
su origen espiritual. La decadencia de la cultura occidental viene
manifestándose por varios años, hasta que en algunos lugares se
ha desintegrado casi por completo y muestra la triste realidad en
69
que se encuentran en el día de hoy. Ese vacío espiritual permitió
que las sectas orientales se infiltraran en los corazones de los oc-
cidentales.
Albert Schweitzer sostuvo que, sin un fundamento moral firme,
todos los esfuerzos del hombre, y dentro de ellos los descubri-
mientos científicos, las culturas y las civilizaciones, sufrirían de
decadencia y corrupción.' Schweitzer no dudó que la única solu-
ción era que el ser humano se volviera a las raíces espirituales del
cristianismo.
La cultura europea fue fundada sobre la filosofía espiritual de
Agustín. Su libro "La ciudad de Dios" fue la base donde la hones-
tidad, el trabajo y la autoimagen positiva se convirtieron en la
parte integral de la sociedad. Sin embargo, antes de que estos fun-
damentos fuesen difundidos hacia el norte de Europa, los germa-
nos y los escandinavos no eran como lo son hoy.
Philip Schaff dijo: "En su pasión, los escandinavos fueron peores
que las bestias salvajes, más feroces que el diablo mismo. La ven-
ganza era considerada como lo más noble y el perdón como un
pecado. El fuego y la sangre que quedaban como resultado de una
guerra era para ellos lo más hermoso de esta Tierra. La paciencia
y la paz era una abominación en sí. Mataban a los misioneros e
incendiaban iglesias y escuelas cristianas. Después de un siglo, el
cristianismo obtuvo la victoria".
La iglesia venció, usó el arma más poderosa que pueda existir: el
evangelio de Jesucristo. Después de la decadencia espiritual que
sufrió Europa, cuando la iglesia perdió la fuerza moral, surgió La
Reforma. Juan Calvino, Martín Lútero y Juan Knox influenciaron
no solamente el sector religioso, sino todos los sectores de la so-
ciedad. A pesar de que los reformadores no estaban interesados
en la misión evangelística, debían estar alertas a ella, ya que se
trataba de una lucha para lograr la supervivencia del cristianismo
bíblico.
El movimiento misionero de los siglos XVII Y XIX se basó en el
sacrificio de los reformadores. Cuando la iglesia se fundamenta
en la Palabra de Dios, alcanza a ser lo suficientemente fuerte
como para transformar la sociedad, y entonces está preparada
para alcanzar hasta lo último de la Tierra con el evangelio.
70
No obstante, con la aparición del reconocido teólogo Friedrich
Schleiermacher (1768-1834), el cristianismo se inclinó a las teo-
rías de la teología humanística. En vez de creer y depender de la
Palabra de Dios como hicieron los reformadores, Schleiermacher
presentó su concepto religioso a través del siguiente término:
"Sentimiento de absoluta dependencia". Aunque fue ignorado por
los tradicionales, su teología alcanzó una gran influencia en todas
las áreas.
Ritschl, Van Harnack y Kierkegaard fueron otros personajes muy
importantes que desempeñaron su papel como teólogos, pero
siempre dejaron un vacío espiritual en la Iglesia.
Carl Gustav Jung sostuvo que el hombre contemporáneo ha per-
dido todo lo espiritual y trató de llenar su vacío con lo material.
Sin embargo, ni siquiera en lo material se puede ser optimista,
pues se ha ido hasta el extremo, hasta el punto de que el hombre
tiene la convicción de que cualquier avance tecnológico causaría
una catástrofe mayor.
La ciencia también ha dejado en ruinas lo interior del ser humano.
El rápido avance en el área de la psicología demuestra que el
hombre contemporáneo ha renunciado a lo material y se ha incli-
nado de esta manera a su propio proceso subjetivo. Jung notó que
las teorías de Freud ejercían mayor influencia que el evangelio en
la sociedad contemporánea. Esto es solo un aspecto del pensa-
miento del hombre que ha generado lo que Rousas Rushdoony
llama "esquizofrenia intelectual".
La bancarrota cultural, espiritual, filosófica y religiosa del pensa-
miento occidental hizo que la Nueva Era ganara mayor influencia
a lo largo y ancho del continente.
La diferencia del cristianismo
El Espíritu Santo quiere que todo cristiano se adapte a una nueva
dimensión espiritual. Él nos hace orar y meditar, no en nosotros
mismos, sino en la Palabra de Dios. Después de todo, el cristia-
nismo no es producto de una teoría académica, sino el resultado
de una experiencia dinámica con el Espíritu Santo en el día de
Pentecostés. Por consiguiente, el cristianismo no puede tratarse

71
como un ejercicio teológico, sino como una relación espiritual
importante con Cristo Jesús.
Mientras que algunas sectas ignoran o condenan el concepto del
pecado, el Espíritu Santo nos libera de él a través de la sangre de
Jesucristo. La Nueva Era hace que el hombre medite en sí mismo,
pero el Espíritu Santo nos libera del egoísmo y nos hace poner la
mente en la gente y sus necesidades. Además, la Nueva Era sos-
tiene que la perfección espiritual se logra al entrar en la dimen-
sión del vacío mental pero el Espíritu Santo nos guía a una rela-
ción personal con Cristo Jesús. Por lo tanto, puede conocerse a
Dios a través de una relación íntima con su Hijo.
El Espíritu Santo purifica y renueva nuestro razonamiento para
que podamos entender su propósito y contemplar la gloriosa crea-
ción que nos ha regalado. El Espíritu Santo nos permite experi-
mentar el reino de Cristo aquí en la Tierra.
Las religiones orientales hacen que el hombre experimente un es-
tado de éxtasis por sí mismo a través de la meditación y la absti-
nencia, pero el Espíritu Santo hace que el hombre sueñe y vea vi-
siones del propósito divino, y sea prosperado en espíritu, alma y
cuerpo. Dichas religiones guían al hombre hacia la desesperanza,
pero Cristo nos brinda vida y vida en abundancia. La Nueva Era
hace que el hombre quede en la esfera de la ignorancia, pero Cris-
to hace que el hombre conozca la verdad.
Pablo profetizó así: "Pero el Espíritu dice claramente que en los
postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a es-
píritus engañadores y a doctrinas de demonios: por la hipocresía
de mentirosos que. teniendo cauterizada la conciencia. prohibi-
rán casarse. y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creo
para que con acción de gracias participasen de ellos los creyen-
tes y los que han conocido la verdad" (1 Timoteo 4: 1-3).
Pablo previó el caos de los días postreros. Vio que el cristianismo
iba a ser amenazado por las sectas. Observó también que estas
doctrinas engañosas obligarían a que algunos renunciaran a las
actividades cotidianas corno el casamiento y la comida diaria.
Aun así, tenernos el ejemplo del milagro de la vara de Aarón. Los
hechiceros egipcios también lograron hacer que las varas se con-
72
viertan en culebras, pero la vara de Aarón devoró las varas de los
hechiceros. Nos aproximarnos cada vez más al fin de esta era.
cuando observamos las obras de Satanás en nuestra sociedad,
pero sabemos que Cristo ha vencido y ha derrotado al diablo.
Nuestro poder es más grande que el de Satanás. No podemos caer
en las trampas del diablo porque somos más que vencedores en
Cristo Jesús, Señor nuestro.

73
3

LA RENOVACIÓN MENTAL

"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de


la renovación de nuestro entendimiento, para que comprobéis
cuál será la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Ro-
manos 12:2).
Uno de los misterios más grandes de la historia de la humanidad
ha sido el órgano físico llamado cerebro. Pero la mente del hom-
bre es mucho más que el cerebro. La mente es el cerebro que se
encuentra en acción dentro de la consciencia.
¿Qué diferencia existe entre la mente y el cerebro? ¿Qué cambios
surgen en la mente de una persona en el momento de la conver-
sión? ¿La renovación mental es de carácter instantáneo, o existe
un período de proceso de renovación? ¿Cómo funcionan la mente
y el cerebro que se encuentran bajo control del Espíritu Santo en
un cristiano, al aprender a caminar por las sendas de la cuarta di-
mensión? Voy a responder a estas y otras preguntas en este capí-
tulo.
Pero antes de analizar y hallar una solución a estos interrogantes
que todavía siguen vigentes. creo que es importante que estudie-
mos primero el pasaje de la epístola de Pablo a los Romanos que
he citado al comienzo de este capítulo.
Pablo escribió esta epístola antes de su visita a la ciudad de
Roma. Esta carta es de vital importancia. pues aclara las doctrinas
de Pablo, y fue escrita en una época donde los problemas en la
iglesia todavía no habían surgido. Después de aclarar la importan-
cia de Israel en los capítulos 9, 10 Y 11. el apóstol comienza a ex-
plicar a los cristianos de aquella ciudad el estilo de vida que de-
bían llevar.
Según Pablo, no debían conformarse a la sociedad romana. A.T.
Robertson hace su comentario sobre este pasaje de la siguiente
forma: "No tomen el sistema mundano como un esquema mode-
74
lo". Tanto las presiones sociales como otras en contra de la igle-
sia, podían causar el conformismo por parte de los cristianos fren-
te a la sociedad romana, que en esa época tenía todo el poder del
mundo. No obstante, Pablo no solamente da a conocer la adver-
tencia, sino también las debidas instrucciones para evitar tal con-
formismo: la renovación mental. Al tener la mente renovada, el
cristiano puede entrar en el reposo de la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta.
La renovación mental genera una transformación completa. La
palabra griega que usa Pablo para la palabra "transformación" es
metamorphousthe, la que Mateo había usado al relatar la transfi-
guración de Jesucristo. Pablo hace uso de esta palabra nuevamen-
te en 2 Corintios: "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en Un espejo la gloria del Señor, somos trans-
formados de gloria en gloria e11 la misma imagen, como por el
espíritu del Señor" (3: 18). En griego, metamorphose se usa al
describir un cambio de estado o condición.
Por lo tanto, para no conformarnos debemos ser transformados.
¿Cómo logramos esto? A través de la renovación mental.
La mente y el cerebro
El concepto de la mente no es nada nuevo, y no dudo que para
Pablo fue lo mismo. Pablo era un hombre muy intelectual y tenía
conocimientos profundos sobre la poesía y la filosofía griega.
Esta es la razón por la que fue capaz de atraer la atención de la
gente en Atenas.
de la gente en Atenas. Hubo una gran polémica en los años 460-
370 a.C. sobre la composición de la mente, entre Democritus y
Platón. Pablo tenía un conocimiento profundo de esta polémica, y
deseaba evitar debates; por lo tanto, aclaró simplemente que la
mente tenía que ser renovada. Pablo nos señala que la mente es el
centro de nuestra atención. Nuestras vidas tienen que ser guiadas
por una transformación y culminar en una renovación mental. La
mente y el cerebro son dos sustancias o conceptos distintos.
Para comprender la diferencia que existe entre la mente y el cere-
bro, necesitamos primeramente investigar un poco más los dos
conceptos.
75
El hombre es único dentro de la creación, pues Dios nos ha crea-
do conforme a su imagen. Somos más de lo que aparentamos ser
físicamente, y más de lo que pensamos nosotros mismos de nues-
tro ser. Nuestro potencial equivale mucho más que a nuestra pro-
pia experiencia. Dios, al observar la torre de Babel, dijo que el
hombre era capaz de realizar todo lo que llegara a ambicionar.
Los avances tecnológicos son una muestra de ese potencial.
Interpreto que el pasaje citado en la primera parte de este capítulo
es un mensaje de advertencia al conformismo. Pero también po-
demos interpretarlo como un gran reto para todo cristiano. Si que-
remos ver al mundo salvado, debemos proclamar la Palabra de
Dios con el poder del Espíritu Santo. El objetivo de la renovación
mental no es para evitar el conformismo solamente, sino también
para conocer el poder del potencial que hay en nosotros, que fui-
mos creados conforme a la imagen de Dios. De esta manera, lo-
gramos traspasar los límites de conocimiento que el mundo ha es-
tablecido. Nuestro potencial se limita únicamente cuando noso-
tros mismos lo limitamos.
Después del diluvio, Dios dijo que el hombre era capaz de hacer
todo lo que llegara a ambicionar. ¿Querrá decir que nosotros, al
tener la mente renovada, podremos entrar en una dimensión ma-
yor de visiones? ¿Podría ser que el mundo espera a gente que ten-
ga la mente renovada y que traspase los límites establecidos por
la sociedad para superar los problemas actuales? Antes de contes-
tar a estas preguntas, miremos cómo trabaja el cerebro.
El cerebro humano es el sistema más complicado que pueda exis-
tir en el universo. Si no fuese por la protección del cráneo, el ór-
gano sería lo más vulnerable del cuerpo humano. El mismo puede
ser dañado fácilmente por una pequeña presión, pero también
puede sobrevivir a serios daños ya que transfiere funciones cru-
ciales desde el área que ha sido dañada hacia el área que no ha
sido afectada. La perfecta combinación de la delicadeza estructu-
ral y aspereza funcional hace que el cerebro sea una maravilla
para los científicos.

Desde una perspectiva histórica

76
El hombre no siempre ha pensado que el cerebro ha sido el centro
de las actividades mentales y emocionales. Los griegos pensaban
que el pensamiento se originaba en el estómago. Aristóteles creía
que en el corazón nacían los pensamientos. En el año 1637, en la
Universidad de Bologna, Italia, algunos científicos desarrollaron
los primeros estudios acerca del funcionamiento del cerebro; usa-
ron los distintos recursos de hombres y mujeres de todo el mun-
do. Desde hace miles de años hasta hoy, el cerebro fue una de las
áreas más estudiadas por científicos, médicos y filósofos. A pesar
de los nuevos descubrimientos, todavía el cerebro sigue siendo un
misterio para el hombre.
¿Cómo funciona el cerebro?
El sistema nervioso central del hombre está compuesto por el ce-
rebro y la columna vertebral, de la que sale una cantidad de fi-
bras, similares a una red telefónica, que unen todo el cuerpo. Es-
tas fibras se conocen como los nervios. Estos, que circulan en un
solo sentido, se encargan de brindar toda la información al siste-
ma nervioso central, y desde allí transmite órdenes del sistema
central a todo el cuerpo. Los nervios que transmiten órdenes son
conocidos como el sistema eferente, y se divide en dos catego-
rías: el voluntario y el autónomo. Los nervios voluntarios contro-
lan aquellas partes que nosotros movemos conscientemente,
como son los músculos. Los nervios autónomos controlan aque-
llas partes que no las movemos o controlamos conscientemente,
como el corazón, las glándulas y la temperatura del cuerpo.
Aunque el cuerpo esté compuesto por muchos elementos, todo es-
tá bajo el mando de un solo centro de control. Al pensar en noso-
tros mismos, todos somos conscientes de que somos uno solo. No
dividimos el corazón, el brazo, la pierna, el cerebro, etc. Esta es
la razón por la que Dios unió todos estos componentes en un solo
cuerpo, y lo dio como ejemplo también de lo que tenemos que ser
unos con otros. El cuerpo de Cristo tiene una sola consciencia. Y
nosotros, los miembros, solo funcionamos bajo el orden de la ca-
beza, que es Jesucristo. Todo el cuerpo se encuentra unido por un
sistema que es la personalidad del Espíritu Santo. Él se encarga
de brindar información al sistema central y de transmitir órdenes
al resto del cuerpo cuando oye nuestras oraciones; algunas de
ellas requieren obediencia de nuestra parte. pero la mayoría son
77
de carácter independiente como la justicia, el juicio y la victoria
sobre el pecado.
Esperar en el Señor
Hace miles de años, antes de que se descubriesen los estudios
complejos que hoy tenemos, el profeta Isaías reveló: "Los mu-
chachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero
los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán
alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y
no se fatigarán" (Isaías 40:30-31).
El mensaje es muy claro. Existe un límite evidente de las fuerzas
que puede tener un joven. Por supuesto que con esto no quiero
decir que un muchacho tiene menos fuerzas que un anciano. Sin
embargo, la verdadera fuerza viene cuando esperamos en el Se-
ñor.
He aprendido que una idea es mucho más valiosa que un recurso
material. Hay obstáculos que lo no material no puede eludir, pero
el poder creativo de las ideas sí. La causa principal de los proble-
mas que tuvo el hombre a lo largo de la historia no fue la falta de
recursos, sino de ideas.
Hace unos años, en la bella ciudad de Helsinki, Finlandia. una
iglesia hizo un proyecto de construcción de un templo en la zona
central de esa ciudad. No obstante, no había terreno vacío para
semejante construcci0n. A decir verdad, sí había un terreno, pero
en él se hallaba una roca gigante. No había posibilidades de ad-
quirir el terreno y hacer la construcción, ya que la roca era inamo-
vible. En medio de la dificultad, dos jóvenes se pusieron a esperar
en el Señor hasta concebir una idea.
"¿y qué tal si hacemos la iglesia dentro de la roca?" Pensaron. Así
nació una de las iglesias más hermosas del mundo: La Iglesia La
Roca. Desde afuera es una simple roca inmensa, pero al entrar se
contempla un hermoso templo. La solución no estaba en remover
la roca, sino en perforarla.
Los problemas que tuvimos en el pasado pueden solucionarse por
medio del pensamiento creativo, si es que aprendemos a esperar
en el Señor. El profeta Isaías usa una palabra que se tradujo al es-
pañol como "tener", pero creo que "cambiar" sería una traducción
78
mejor. Esto quiere decir que, al esperar en el Señor, nosotros po-
demos cambiar nuestras fuerzas por las del Todopoderoso. Esa no
es una simple fuerza física, sino que también es una fuerza men-
tal. Por lo tanto, podemos adquirir la fuerza creativa de Dios para
solucionar los problemas que se nos presentan y que sobrepasan
nuestra habilidad.
Si tenemos en cuenta que el mundo material es como una sombra
del mundo espiritual, el conocimiento de lo material ayuda y enri-
quece nuestro conocimiento espiritual. Jesús enseñó verdades es-
pirituales, y para ello tomó ejemplos de lo material. En cierta
oportunidad explicó que la conversión es como nacer de nuevo.
Otra vez, en cuanto al reino de Dios, tomó un grano de mostaza
para explicarlo, pequeño en sí, pero que crece hasta convertirse
en una planta muy grande. Pablo también hizo uso de este princi-
pio al enseñar a los corintios sobre la importancia de la resurrec-
ción física de Jesucristo.
Por consiguiente, cuando sabemos que el cerebro genera un pen-
samiento creativo durante tiempos de descanso de su vertiginosa
actividad, descubrimos una implicación espiritual muy grande:
entendemos entonces que es muy valioso aprender a esperar en el
Señor.
Los sentidos
Adquirimos la mayor parte del conocimiento por medio de lo que
vemos. Mirar implica mucho más de lo que contemplamos con
nuestros ojos. No solamente vemos, sino que también percibimos.
Por ejemplo, imagínate que paseas en una hermosa tarde de oto-
ño. Alzas tus ojos hacia el cielo. ¿Qué es lo que ves? Dependerá
de tu percepción, basada en lo que hayas aprendido y experimen-
tado en el pasado. En pocas palabras. nuestros sentidos captan
mucho más de lo que observamos con nuestros ojos. Lo que ob-
servas es una luz, que luego se reproduce como información al
cerebro.
Si eres un artista, lo que vendrá primeramente a ti serán los movi-
mientos de las nubes, ya que pensarás en tu próxima obra. Pero si
eres un poeta, te sentirás inspirado a escribir tus emociones en un
papel. Si trabajas en meteorología, tu fijación será en la composi-
79
ción de las nubes o en los vientos, para pronosticar el cambio de
clima en las próximas horas.
Con esto no quiero descartar el hecho de que los sentidos puedan
recibir un estímulo directo desde los objetos que estos perciben.
Por ejemplo, al estar sedientos y observar un vaso de agua, esta
imagen puede producir el estímulo suficiente para que nosotros
bebamos el vaso de agua. No obstante, la influencia de nuestro
conocimiento y experiencia es mayor al estímulo de nuestros sen-
tidos.
Esta es la razón por la que se nos hace casi imposible aprender
algo nuevo desde el punto cero. Tendemos a acumular nuevos co-
nocimientos sobre la base de los conocimientos que hemos adqui-
rido en el pasado. Esto se implica también en el área espiritual.
En Lucas 9 hallamos este principio. Los discípulos habían visto
dos hechos fundamentales en la vida de Cristo: la transfiguración
y luego la liberación de un endemoniado. Se impresionaron mu-
cho al ver los actos del Maestro. Fue en estos instantes que Jesús
dijo una cosa muy notable: "Haced que os penetren bien en los
oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre
será entregado en manos de hombres". Pero Lucas sigue así:
"Más ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas
para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre estas
palabras" (Lucas 9:44-45).
Los discípulos oyeron las palabras de Jesús, pero no lograron
percibir lo que Él pretendía decir. La percepción de Jesús no era
la muerte, sino la victoria. Ellos no lograron percibir esta palabra,
porque se basaba en lo que habían visto. Esta es la razón por la
que no creyeron en Jesús hasta verlo resucitado, aunque las expli-
caciones del Señor habían sido claras.
Los fariseos observaron los milagros de Jesús, pero no los perci-
bieron. Si Cristo hubiese venido en otra forma, o si el concepto de
los fariseos sobre el Mesías hubiese sido distinto, posiblemente
no solamente habrían visto los milagros, sino también lo habrían
percibido. Nuestra actitud tiene mucho que ver con nuestra per-
cepción. Si nos encontramos sin interés de ver ni oír, no podre-
mos percibir ni recibir lo que se nos trata de enseñar.

80
Jesús dijo: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres"
(Juan 8:32). Si estamos dispuestos a percibir la realidad, lograre-
mos que nuestro entendimiento se libere del área de falsos pre-
conceptos; tenemos que conocer la verdad de la Palabra de Dios,
y esto involucra no solamente el área mental, sino también el área
experimental.
Si permitimos que Dios nos guíe a una vida de la cuarta dimen-
sión, llena de experiencias, seremos capaces de ver y oír lo que
no hemos podido percibir antes de haber conocido la verdad.
Tengo un buen ejemplo que te ayudará a entender mejor este pun-
to. Se trata de una experiencia que tuvo un artista profesional en
un museo europeo. Cuando lo visitaba y apreciaba las obras de
arte junto a un amigo. se detuvieron frente a una escultura del fa-
moso Miguel Ángel. Mientras el artista contemplaba extasiado la
obra, le coment6 en forma de pregunta a su compañero de viaje:
¿No es hermosa'? Como respuesta, este hombre solo recibi6 un
gesto de indiferencia como demostraci6n de lo poco que le intere-
saba. Un querido amigo mío me contó de este incidente. Entonces
yo simplemente le pregunte: ¿Cuál de los dos hombres vio el cua-
dro?
Las incomparables verdades de la Palabra de Dios fueron escritas
durante miles de años. Gente de todo tipo ha leído estas páginas;
sin embargo, no todos han observado las verdades que contiene
esta Palabra. ¿Por qué? Porque todo lo que vemos y oímos se
basa no solamente en la interpretación del lenguaje, sino también
en los conceptos mentales que las personas tienen ya acumulados,
en los deseos y experiencias. Jesús dijo: "Para juicio he venido
yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven,
sean cerrados" (Juan 9:39).
Por lo tanto, nuestra mente puede ser renovada si permitimos que
el Espíritu Santo transforme nuestros preconceptos, actitudes y
experiencias. El Espíritu Santo nos guía a un nivel de experien-
cias que nos fortalecerán para ir más allá. Así es el proceso de
madurez de un cristiano. El escritor de la epístola a los Hebreos
lo dijo así: "Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto
tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles
son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis
81
llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimen-
to sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en
la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es
para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tie-
nen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del
mal" (Hebreos 5: 12-14).
La realización del sueño
Antes de iniciar una obra un artista hace un modelo en su mente,
para luego así volcarlo en el cuadro. Si nos fijamos detalladamen-
te en los pasos que da un artista, descubriremos grandes verdades.
La idea siempre se inicia en su mente. Luego que ha sido expre-
sada en el lienzo, en la forma en que la mente sugirió la idea,
también nace la idea de hacer modificaciones para lograr la mejor
culminación de la obra. Al al1ista puede gustarle o no esta modi-
ficación; sin embargo, tiene todo el derecho y la responsabilidad
de decidir cómo terminar su cuadro.
Bach también necesitó tocar un instrumento musical para ver si lo
que había compuesto sonaba bien. Si uno quiere crear algo, no
puede ser solo algo en la mente, hay que realizarlo para saber si
es como se lo pensó.
El lenguaje también cumple con la misma función. Hablar en voz
alta es una forma de expresar y de aclarar lo que guardamos en la
mente. Si no expresamos nuestros sentimientos, estos no podrán
ser analizados. Los psicólogos sostienen que los niños desarrollan
su lenguaje no al hablar con otros, sino al hablarse a sí mismos.
En el siguiente capítulo voy a explicarte sobre la influencia que
ejerce el lenguaje sobre la mente. El lenguaje produce una ima-
gen de sí misma de acuerdo a las palabras que uno pronuncia.
Este principio tiene un significado muy rico, espiritualmente ha-
blando.
Como lo he mencionado en el capítulo anterior, uno de los princi-
pios de la vida en la cuarta dimensión es aprender a hablar el len-
guaje del Espíritu Santo: sueños y visiones.
¿Cómo utiliza el Espíritu Santo los sueños y las visiones para co-
municarse con nosotros? Ya hemos visto los ejemplos de

82
Abraham. José y otros más en un capítulo anterior. Ahora fijémo-
nos cómo funciona este principio.
Existen dos verdades. Una es que nuestro pensamiento es una se-
rie de imágenes que se generan en la mente, y las mismas se en-
cuentran bajo la influencia de nuestro lenguaje. La otra es que el
Espíritu Santo revela al cristiano el propósito de Dios. Esto nos
lleva a la conclusión de que el Espíritu Santo se comunica con
nosotros, los cristianos, en la parte donde surge el pensamiento
dentro de la mente. Poseemos un modelo interno. Allí es donde
hacemos referencia de todos nuestros actos.
Si es así, ¿por qué no podrá el Espíritu Santo usar este modelo
para revelar el propósito de Dios?
El problema es cómo distinguir la voz del Espíritu Santo. Esto se
logra únicamente a través de la Palabra de Dios, la que nos ayuda
a discernir el propósito del Señor.
Sigo insistiendo en que para poder alcanzar un objetivo debemos
visualizarlo primero. Porque nuestro cuerpo siempre va de acuer-
do con nuestros pensamientos. Podemos formar parte del cumpli-
miento del propósito de Dios, si tomamos el pincel del propósito
de Dios, lo mojamos con la tinta de la fe y pintamos su propósito
en el cuadro de nuestra imaginación. Nuestra imaginación cumple
una función fundamental en nuestras vidas, pues es un factor inte-
gral de nuestros actos.
Los atletas dicen que la mente ayuda a obtener un buen resultado.
Esto es simulación mental. Por lo tanto, los principios que los
científicos están investigando y dando a conocer hoy, son verda-
des espirituales que la Biblia ha anunciado por miles de años.
¿Recuerdas que en un capítulo anterior te hablé sobre Abraham,
que se puso a contar las estrellas del cielo como respuesta de la
orden de Dios? Abraham pudo visualizar las estrellas como sus
descendientes. Utilizó la simulación mental en su imaginación
para poder tener un hijo.

83
4

EL PODER CREATIVO DEL LENGUAJE

¿Sabías que tus palabras tienen un poder creativo? Pueden usarse


tanto positiva como negativamente. Pueden producir vida o muer-
te. Las palabras son más poderosas de lo que nosotros imagina-
mos. Psicólogos, médicos y filósofos empiezan ahora a compren-
der lo que la Biblia nos ha enseñado durante miles de años. "Por-
que todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en pala-
bra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el
cuerpo" (Santiago 3:2). La verdad que refleja este versículo es
muy importante, pues nos permite fijar el impacto que ejercen
nuestras palabras sobre todo el cuerpo. Santiago nos explica que
existen tres principios acerca del poder de las palabras:
Primero. Las palabras pueden ser incontrolables.
¿Cuántas veces has dicho una cosa y tuviste que arrepentirte de
haberla dicho? Muchas veces nuestras emociones sobrepasan
nuestra lógica. Tendemos a reaccionar rápidamente hacia la per-
sona que nos disgusta, pero en la mayoría de los casos nos arre-
pentimos de haber reaccionado tan mal. Por esta razón.
Santiago nos dice que ofendemos con nuestras palabras.
Nuestro vocabulario puede variar según la gente que nos rodea.
Si a nuestro alrededor encontramos personas que tienen pensa-
mientos negativos y derrotistas, nuestro vocabulario será negati-
vo, o más negativo de lo que acostumbrarnos a ser normal mente.
Nuestras palabras pueden ser controladas por la imaginación. Ha-
blamos de lo que imaginamos normalmente. Si soñamos con lo
carnal, nuestro lenguaje será carnal.
Segundo. ¿Cuál es la diferencia que existe en una persona madu-
ra?
Una persona madura es aquella que controla sus palabras. Por su-
puesto que esto no Justifica de ninguna manera a aquellas que
84
siempre permanecen calladas. Sin embargo. Santiago nos afirma
que alguien que sepa controlar sus palabras es, sin lugar a dudas,
una persona espiritualmente madura. La palabra griega teleos
(perfecto) significa maduro. Pero la palabra varón, en griego, no
es anthropos, sino aner. Kittel señala que esta palabra, en el grie-
go clásico. se refiere al hombre masculino en particular. Y que en
el Nuevo Testamento significa esposo.' Robertson coincide con la
idea de Kittel. al traducir esta parte como "esposo perfecto".
Las personas casadas entenderán lo que Santiago trata de decir. Si
no guarda precaución en sus palabras. su cónyuge sería afectado.
Sin embargo, este principio no es solo para el bien del matrimo-
nio, sino para todo tipo de relaciones personales.
Tercero. Las palabras cuidan tu cuerpo.
Santiago hace referencia al uso de la Lengua y lo compara con el
uso del freno en la boca de los caballos. El apóstol usa el verbo
refrenar. El freno en la boca de los caballos sirve para avanzar,
frenar, y también para cambiar de dirección cuando se le da un
poco de presión hacia un lado. Una parte pequeña del freno en la
boca da la presión necesaria para que el caballo sepa las intencio-
nes del jinete. No se observa la presión a simple vista, pero para
el caballo es lo suficientemente fuerte como para captar lo que el
jinete desea hacer. Nuestras palabras son muy similares. A veces
sentimos que no tienen ningún significado en especial; sin embar-
go, pueden causar grandes efectos en nuestro cuerpo, mente y es-
píritu.
Santiago, en el versículo 4 del capítulo 3. usa la metáfora del ti-
món dc una nave. Ni los vientos, ni las corrientes ni las velas de-
terminan el rumbo de una nave. Únicamente el pequeño timón
marca el rumbo a seguir. Es muy pequeño. pero su influencia es
realmente muy importante.
Lo que el escritor sagrado trata de explicar a través de estos dos
ejemplos, es que cualquier cosa que pueda controlar tus palabras,
también puede controlar tus actos. Si no dominas tus palabras, se-
rás como un caballo desbocado, sin dirección y sin logro alguno.
Una persona espiritualmente madura sabe que sus palabras tienen
un poder creativo; por lo tanto, no se dejará llevar por las circuns-
tancias. sino que se asegurará de dominarlas. Maduro es aquel
85
que sabe hacia dónde se dirige, y usa inteligentemente el poder
creativo de las palabras.
¿Qué son las palabras?
Antes de reconocer la importancia de las palabras debemos enten-
der el concepto de las mismas. Puede decirse que nosotros. los
cristianos, somos orientados mediante las palabras. Creemos en la
Palabra (Jesucristo) tal como lo indica san juan 1: 1-3. Reconoce-
mos también que la Palabra sustenta todas las cosas de este mun-
do: "El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen mis-
ma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la pala-
bra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros
pecados por medio de su mismo, se sentó a la diestra de la Ma-
jestad en las alturas" (Hebreos 1:3).
Nuestra fe se basa en un Dios que se ha revelado por el Espíritu
Santo. También aceptamos la verdad de la Biblia. la que está lle-
na de palabras. Sin embargo. ella es mucho más que simples ho-
jas con letras impresas: es la Palabra de Dios. Jesucristo nos dio
la misión de ir y predicar las buenas nuevas por todo el mundo.
Por consiguiente. nuestra fe debe ser expresada por medio de las
palabras. Nosotros. los cristianos. debemos saber y comprender
mucho más que otros grupos religiosos, la importancia y el uso
eficaz de las palabras.
Centenares de años de estudios e investigaciones lograron algu-
nos descubrimientos muy importantes en esta área. F. de Saussu-
re. uno de los lingüistas más destacados, sostuvo que: "La fun-
ción del lenguaje produce una interacción compleja entre elemen-
tos objetivos (físicos) y subjetivos (mentales). Los sonidos, como
las actividades físicas. son utilizados como símbolos que llevan
en sí un significado. los que son los factores que generan el len-
guaje como un fenómeno mental más que un fenómeno físico".
Saussure continúa diciendo que: "Todo lo lingüístico es básica-
mente psicológico",
Lo que este lingüista nos quiere decir es que las palabras son mu-
cho más ele lo que imaginamos. Las palabras se originan en la
mente en forma ele pensamientos. Esta es la razón por la que los
mudos pueden comunicarse a través de las señales y ciertos movi-

86
mientos. Aunque no puedan hablar. pueden comunicar sus ideas a
través del lenguaje gestual ·que equivale a las palabras.
Platón hizo mención sobre la naturaleza dc las palabras.
Agustín sostuvo que toda palabra tenía un significado. y que las
oraciones eran solamente una combinación de varios significados.
No obstante, el estudio sobre la influencia de las palabras en el
área psicológica, física y emocional. fue toda una novedad para
los científicos.
Varios filósofos occidentales se concentraron para definir el sig-
nificado de las palabras. No obstante. Ludwing Wittgenstein, que
había formado parte de este grupo. sostuvo que ningún objeto po-
día ser definido tan específicamente debido al cambio de natura-
leza en el mundo del lenguaje. Esta conclusión lo llevó a investi-
gar la esencia misma del lenguaje. "Antes de que se genere una
idea de una cierta palabra, ¿qué es lo que realmente precede?". se
preguntó. "¿No será como una imagen? ¿Podría ser una imagen?"
Lo que él creía era que el entendimiento se generaba en el área de
la imaginación. Entendemos algo cuando primero lo imaginamos
en la mente. Así lo definimos. Pareciera que las palabras no pu-
dieran expresar todo el significado de nuestra imaginación. Sin
embargo. el objetivo de la comunicación es expresar nuestra ima-
ginación lo más claramente posible.
Por lo tanto, entendemos que las palabras son originadas en la
mente. Primero visualizamos la idea, y luego la asociamos con un
fenómeno. Toda palabra que pronunciamos con la boca se origina
en la mente. Al hablar, hay una dinámica que se añade al concep-
to que hemos visualizado, y el sonido de la palabra también pue-
de añadir otro significado.
En el idioma chino una misma palabra varía su significado según
cómo uno la pronuncie. Tanto el tono como el acento de la voz
puede añadir una nueva dimensión de significados a las palabras
pronunciadas.
Los chicos parecen comprender muy bien este concepto. Perso-
nalmente, soy padre de tres hijos, y tengo que confesar que he
aprendido muchas cosas por medio de ellos. Un día, uno de mis
hijos se demoraba en vestirse. Teníamos una cita en la iglesia y
87
nos habíamos retrasado, necesitábamos estar listos urgentemente
para salir. Al ver que se demoraba mucho, fui a su cuarto y le gri-
té: "¡Apúrate!" Como era muy chico, se asustó al escuchar mi gri-
to y comenzó a llorar. Yo podía haber usado la misma palabra,
pero con un tono distinto, para evitar que mi hijo llorase. Él sabía
lo que yo trataba de decirle. Pero mis palabras fueron muy rudas.
Solamente quería que se apurara un poquito más. Sin embargo, el
tono de mi voz parecía decir: "¡Apúrate! ¡Ahora sí que me hiciste
enojar, y voy a golpearte!"
John William Miller describe que las palabras son como símbolos
que nos dirigen hacia el entendimiento. Por consiguiente, las pa-
labras reproducen la imagen de lo que una persona transmite en la
mente de otra persona. Miller sostiene que el arte es también un
símbolo, en el que se trata de comunicar imágenes o ideas que es-
tán en la mente de un artista a través del uso de los símbolos, por
ejemplo, una obra de arte.
La Palabra en el Nuevo Testamento griego
Según Kittel, tanto el verbo hablar (lego) como pensar (logismos)
tienen una misma raíz, se refiere a logos. Por lo tanto, los aspec-
tos psicológicos de las palabras era algo que ya los griegos tenían
en mente. Para decirlo en forma más específica, la idea de la rela-
ción que existe entre el pensar, el hablar y el escribir no es nada
nuevo.
La palabra logos, en el idioma griego, tiene un significado y una
historia muy rica. Juan, al describir sobre nuestro Señor, hizo uso
de la variedad de estos matices.
Figuran a continuación, algunos de los significados de la palabra
logos.
a. Un conjunto de informaciones.
b. Contar o calcular algo.
c. Cálculos matemáticos en contabilidad.
d. La evaluación de hechos.
e. La evaluación de las cosas en general y su correlación. (De
esta palabra deriva la palabra "catálogo" en castellano.)
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f. En la época de Homero -un poeta griego- esta palabra signi-
ficaba una explicación racional acerca de una cosa.
g. Después de la época de los poetas griegos de la antigüedad,
logos significó "hablar", y reemplazó de esta manera a la pala-
bra epos.
La causa del cambio de significado se debe al cambio de la gente.
Como los filósofos ejercían una gran influencia sobre toda la po-
blación, el significado del lenguaje se vio afectado por ellos. De-
bido a la importancia que los griegos daban a la lógica, el verbo
"hablar" sufrió varias modificaciones: su significado original ha-
bía sido "un conjunto de informaciones" y "la presentación de he-
chos". Esta palabra en particular tenía otro matiz y se distinguía
de las palabras epos y rama, cuyo significado era "discurso". Es-
tos términos se relacionaban más con la fonética que con la filo-
sofía. Aristóteles dijo: "El significado de logos es hacer que algo
se observe tal como lo es, y la posibilidad de orientarse con eso".
Luego, la palabra logos fue utilizada con relación a Hermes, el
dios mitológico. Hermes, según la mitología, era el mediador en-
tre todos los otros dioses. Era el revelador de la verdad. Por con-
siguiente, logos tuvo una connotación religiosa durante el período
helenístico. El uso secular de logos era distinto al del Nuevo Tes-
tamento griego, ya que Juan se refirió a Jesucristo cuando hizo
uso de esta palabra
Las palabras destacan el peso de la persona que habla
H. Meyer, un teólogo del Nuevo Testamento, indica que la pala-
bra griega logos tenía un significado especial el que variaba se-
gún quién la pronunciara. A medida que la persona era más im-
portante, sus palabras cobraban mayor peso. Creo que Meyer tie-
ne toda la razón. En un país, por más que se pronuncien las mis-
mas palabras, las del presidente de esa nación tienen un mayor
peso que las de un ciudadano común.
Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor del mundo, abría su boca y
sus palabras acumulaban tanto peso que generaban vida. En caso
de que alguien repitiese las mismas palabras de Jesús, pero como
un dicho propio, no producirían ningún poder. La implicación de
este principio es que las palabras no solamente transmiten algún
89
significado, sino también el carácter y la personalidad de la per-
sona que habla.
Puede decirse que las palabras revelan las intenciones de nuestros
pensamientos, pues son el fruto de lo que guardamos en nuestro
corazón. Esta es la razón por la que no es lo que entra en la boca
lo que contamina al hombre, sino lo que sale de ella. Cuando tú
hablas, todas las personas deben darse cuenta de la importancia
de las cosas que dices, más si eres alguien respetado e importante.
En Corea, prácticamente toda la población me conoce. Y la gente
toma muy en serio las cosas que yo digo, aunque personalmente
no me considero una persona importante. A causa de esto tuve
muchas dificultades para adaptarme a un ambiente donde todos
tomaban las cosas muy seriamente, aún las cosas que decía sin
darle mucha importancia. He aprendido que no debo bromear en
público. En cada momento tengo que fijarme en lo que vaya de-
cir. En caso de que yo diga un disparate y la gente lo tome muy
seriamente, entonces esta historia se difundirá rápidamente por
todo el país, y la gente lo identificará con mi persona. Debo ser
muy precavido en mis palabras, pues sé que la gente me escucha
atentamente.
Otro factor importante en cuanto a la palabra es la misma persona
que habla, debido a la autoridad de la dimensión del que la pro-
nuncia. En la época de Jesús los grupos de gente se acercaban al
Maestro y se sentaban en el monte o a la orilla del mar para oír
sus palabras. Eran personas que habían oído a los sacerdotes en
las sinagogas. Sin embargo, notaron que había una gran diferen-
cia entre ambos; entonces dijeron que Jesús enseñaba como al-
guien que tenía autoridad, y no como los escribas.
Cuando alguien dice algo, la autoridad del que habla determina
hasta qué grado sus palabras serán recordadas y obedecidas por
los oyentes. El centurión romano le dijo a Jesús que entendía
exactamente los términos militares. No era digno de recibir a Je-
sús en su propia casa, porque sabía que un judío podía caer en
deshonra al ir a la casa de un gentil. Pero entendía lo que signifi-
caba estar bajo autoridad y por lo tanto cómo ejercerla sobre
otros.

90
Podemos inferir que para él, la autoridad en el reino espiritual de
Cristo era igual a su autoridad en el Imperio Romano, pues le pi-
dió a Jesús que solamente diera la palabra para que su criado fue-
se sanado (véase Mateo 8:8). Jesús se maravilló al ver el entendi-
miento que tenía el soldado romano sobre la realidad espiritual.
¡Qué gran honor era este!
El centurión sabía que necesitaba solamente una palabra -logos-
para que el milagro ocurriera. Comprendía la autoridad con la que
Jesús hablaba. Esto no significa que el Señor hablaba a los gritos.
No. Debido a su inseguridad, hay gente con poca autoridad que
grita y grita. No obstante, cuando alguien habla con autoridad,
esta se transmite por la forma, la función y el carácter del que lo
hace. Aquellos que tienen la oportunidad de oír algunas palabras
bajo estas características.
comprenden el peso que está sobre esos dichos. aunque carezcan
de explicaciones adicionales
La Palabra de Dios
En Hechos 6 vemos que los apóstoles se dieron cuenta de que su
deber no era ministrar a las necesidades de los santos, sino estu-
diar y enseñar la Palabra -logos- de Dios. Creo que esta verdad
hoyes omitida. Muchos ministros están en sus oficinas y ocupan
su tiempo más en las cosas administrativas que en la enseñanza
de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios tiene varias dimensio-
nes, por lo tanto, no se la puede comprender a simple vista. La
Biblia no es una mera obra literaria. No se puede leerla una sola
vez, entenderla y darse el lujo de sentirse capacitado para ense-
ñarla a otros. La Palabra de Dios tiene varias dimensiones y debe
ser estudiada una, y otra y otra vez.
El Espíritu de verdad nos fue enviado para guiarnos a toda ver-
dad. ¿Cómo nos guía, entonces? El Espíritu Santo conoce la men-
te de Dios. Por consiguiente, puede explicarnos qué tenía Dios en
su mente antes de proclamar algo a través de los profetas, en el
Antiguo Testamento, y por medio de los apóstoles en el Nuevo
Testamento. Ya sabemos que las palabras tienen sus limitaciones
para explicar perfectamente una imagen en su totalidad. Esta ver-
dad nos hace sentir la necesidad de una persona que sepa las in-

91
tenciones de la mente del que habla. Por lo tanto. es imprescindi-
ble que el Espíritu Santo nos guíe en el estudio de las Escrituras.
También sabemos que las palabras tienen sobre sí el peso
de la persona que habla. Si es así. el logos de Dios tiene una
dinámica tanto espiritual como intelectual que hace que las pala-
bras sean especiales. Si Dios fue el que nos advirtió que seamos
prudentes en el uso de las palabras, podemos asegurar también de
que Dios fue prudente cuando usó cada palabra que está escrita
en la Biblia. Si las palabras transmiten una imagen mental, tene-
mos que aprender a visualizar la Palabra de Dios y tratar de en-
tender lo que Él veía. Para esto necesitamos la ayuda del Espíritu
Santo.
El Espíritu Santo fue el que inspiró a los profetas. para que pro-
clamasen la Palabra de Dios "Porque nunca la profecía fue traída
por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios habla-
ron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 Pedro 1:21). El
Espíritu Santo es, sin lugar a dudas, el mejor intérprete de la Bi-
blia, ya que fue su autor
Jesús dijo que el Espíritu Santo había descendido sobre los profe-
tas mientras hablaban en el Antiguo Pacto. Estas profecías fueron
proclamadas mientras el Espíritu Santo inspiraba a los profetas
para que abrieran sus bocas. Todas estas palabras son lo que lla-
mamos: Las Escrituras o la Palabra de Dios (Marcos 12:10;
15:28; Lucas 4:21; Juan 7:38; Hechos 8:32. etc.). Sin embargo, la
Palabra de Dios expresada en el Antiguo Testamento y los dichos
del Señor en el Nuevo, no son las únicas que llamamos Las Escri-
turas, sino también todo el resto de las cartas apostólicas son es-
critos inspirados y a todo el conjunto denominamos La Palabra de
Dios.
"Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, pro-
curad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensi-
bles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor
es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo,
según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en to-
das sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cua-
les hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e in-
92
constantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su
propia perdición" (2 Pedro 3: 14-16).
Por lo tanto, es el mismo Espíritu Santo el que vino sobre los pro-
fetas y los movió a hablar. También inspiró a los escritores del
Nuevo Testamento, pero ya desde una ubicación diferente. Jesús
dijo que el Espíritu estaría en el interior del creyente. Desde allí
inspiró las palabras a dichos escritores.
El Espíritu Santo fue enviado para morar en el corazón de los que
creen y confiesan que Jesucristo es el Señor. Eso no es producto
de una casualidad. Es la vida de Cristo mismo que mora en noso-
tros. El Espíritu Santo puede hacernos ver lo que nadie ha visto,
ni siquiera los profetas que han oído la voz de Dios y lo obedecen
cuando proclaman su Palabra. Era imprescindible que Cristo as-
cendiera al cielo para enviar a otro Consolador, el Espíritu Santo.
Esta es la razón por la que tenemos que depender del Espíritu a
medida que profundicemos nuestro entendimiento sobre la Pala-
bra de Dios.
Pablo dijo: "Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sa-
biduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para
nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo co-
noció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucifica-
do al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que
ojo no vio, no oído oyó, ni han subido en corazón del hombre,
son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman. Pero
Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu
todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios" (1 Corintios 2:7-10).
Aunque en el Antiguo Testamento figuran muchos ejemplos de
cómo la Palabra de Dios vino sobre los profetas, en el Nuevo
Testamento solo hallamos dos instancias donde el Espíritu Santo
viene de la misma manera: sobre Simeón y Juan el Bautista. Dice
la Biblia que Simeón había ido al templo movido por el Espíritu
Santo al mismo tiempo en que Jesús sería llevado al mismo lugar
para hacer conforme al rito de la ley (véase Lucas 2:25-30).
Cuando miró al bebé Jesús, fue movido por el Espíritu Santo y
comenzó a profetizar.
También Juan el Bautista fue movido en el desierto por el Espíri-
tu Santo, y comenzó su ministerio profético. El término "pala-
93
bra", usado en griego es rema Theou. La traducción literal sería
así: "vino la palabra de Dios sobre Juan". Esta fue la última vez
que Dios habló de esta forma a través del Espíritu Santo. Kittel
señaló lo siguiente: "Las expresiones logos tou Theou, logos tou
Kuriou y rema Kuriou (la Palabra de Dios y la Palabra del Señor)
no tienen un significado especial en el Nuevo Testamento, pues
son expresiones ordinarias. Pero con excepción de los dos casos
mencionados, estas expresiones no indican ningún tipo especial
de guía divina.
Esto no quiere decir que en el Nuevo Testamento no haya tal tipo
de guía. Al contrario, tenemos muchos ejemplos de guía divina en
la época de los apóstoles. La diferencia está en que tales manifes-
taciones fueron expresadas de distinta manera"
Llegamos a la conclusión de que, a partir de la encarnación del
Señor, la Palabra de Dios nunca más vendría de la misma forma.
Jesús no necesitó recibir una Palabra de Dios, porque Él era la
Palabra de Dios. Al fin, todo lo que se había dicho en el pasado a
través de los profetas, era solamente una revelación parcial acerca
de la verdad. Pero cuando Cristo vino, toda la verdad fue revelada
en una sola Persona. Dios habló de una manera sobrenatural en el
momento de la transfiguración y del bautismo de Cristo. Sin em-
bargo, la audiencia, en estos casos, no era Cristo mismo, sino la
gente que lo veía.
No es que Dios ha dejado de hablar proféticamente a través de
sus siervos en el Nuevo Testamento, sino que hubo un cambio en
el ministerio profético. Por consiguiente, Jesús anunciaba la Pala-
bra, y era él mismo la Palabra de Dios. La esfera profética tiene
sus limitaciones: "Porque en parte conocemos, y en parte profeti-
zamos; más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en par-
te se acabará" (1 Corintios 13:9-10).
¿Cómo podemos proclamar la Palabra de Dios de una manera
completa y perfecta? Pedro nos da la respuesta: "Porque no os
hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Je-
sucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto
con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de
Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica
gloria una voz que decía: Este es mi hijo amado. En el cual tengo
94
complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo.
Cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la
palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar
atentos como a una antorcha que alumbra lugar oscuro, hasta
que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros
corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la
Escritura es de interpretación privada" (2 Pedro 1 : 16-20).
El lenguaje escrito tiene una característica más permanente que el
lenguaje hablado. Los miembros de mi iglesia entienden este
principio muy bien. Saben que hablar por teléfono puede causar
serios problemas debido a malos entendidos. Por el contrario, la
carta, por ejemplo, ayuda a evitar esos desentendimientos, ya que
contamos con una prueba de lo que se ha comunicado. Nuestra fe
no depende de una tradición oral como en otras religiones. Dios
habló al hombre en el Antiguo Testamento y esas palabras fueron
escritas. Dios nos habla hoy a través de las Escrituras: tanto desde
el Antiguo como del Nuevo Testamento.
Pedro testifica que las Escrituras son más confiables que el oír la
voz de Dios personalmente. Hace una comparación entre la voz
que se escuchó en el monte de la transfiguración y las Escrituras;
dice que estas son una profecía más segura. Esto no significa que
el hombre no pueda hoy profetizar. No obstante, tampoco signifi-
ca que cuando alguien predica con base en las Escrituras es con
seguridad una palabra totalmente inspirada.
Las palabras tienen poder
El rey Salmón dijo: "La muerte y la vida están en poder de la
lengua, v el que la ama comerá de sus frutos" (Proverbios 18:21).
En el primer volumen de La cuarta dimensión hice mención so-
bre un neurólogo que me había dicho acerca de un nuevo descu-
brimiento en su área. Hoy, ese principio dejó de ser un misterio.
El centro lingüístico del cerebro influye directamente todo el sis-
tema nervioso. El rey Salomón aclaró esta verdad antes de que la
ciencia lo descubriera hace pocos años.
En una cirugía, se dice que la voluntad del paciente es un factor
vital para lograr una intervención exitosa. La voluntad del pacien-
te no solamente es la fuente de energía que le permite permanecer
95
con vida durante la operación, sino que también es vital para la
recuperación en el proceso postoperatorio. El paciente es suma-
mente afectado por sus propias palabras. En caso de que comien-
ce a pronunciar la palabra "muerte". esta comenzará a obrar en su
sistema; pero, por el contrario, si se proclama "vida", el cuerpo
producirá una fuerza natural que ayudará a superar la enferme-
dad.
Esta verdad es aún más importante para la gente de edad avanza-
da. Uno de los factores más debilitantes de la sociedad contempo-
ránea es la jubilación a los 65 años de edad. Personalmente, con-
sidero que una persona de esa edad podría seguir trabajando nor-
malmente, pues ese es un período de vida en el que puede real-
mente comprender, debido a las experiencias adquiridas, el verda-
dero sentido de la vida.
El hecho de no seguir trabajando puede causar serios problemas.
La mente comenzará a pensar de una manera distinta, y su confe-
sión será: "Ahora he dejado de trabajar. y estoy muy viejo para
hacer algo". El cuerpo comenzará a envejecer más rápidamente a
causa de estas palabras. Esto no significa que todos los jubilados
sean incompetentes. Sin embargo, eso parece ser, lamentablemen-
te, una realidad en el mundo de los jubilados. Muchos de ellos
desperdician su tiempo cuando deberían ser usados por Dios y
aprovechados por la sociedad para volcar sus experiencias y sabi-
duría. La edad de una persona es más que una simple cronología,
es el estado mental. El lenguaje es lo que afecta la condición de
una persona.
La pobreza es una maldición de Satanás. Dios quiere que su pue-
blo sea prosperado en todas las cosas, y que tengamos salud, así
como prospera nuestra alma (3 Juan 2). No creo que sean muchos
los que hayan experimentado la pobreza como yo. Especialmente
en el Tercer Mundo, la gente vive en medio de la desesperación,
lucha cada día para sobrevivir. Personalmente, soy del Tercer
Mundo. Sé lo que siente una persona al no tener nada para comer.
Mi país fue devastado por los japoneses y fuimos víctimas de dos
guerras. Pero ahora nuestra nación prospera económicamente.
¿Por qué? Una de las razones primordiales de este desarrollo se
debe al cambio de nuestra autoimagen nacional. Durante el domi-
96
nio japonés, nosotros, los coreanos, tuvimos que enfrentar mu-
chas dificultades para tener una buena autoimagen y una sana
dignidad nacional. No obstante, frente a todos los pronósticos que
indicaban lo contrario, hemos conservado nuestro idioma, nuestra
cultura y nuestra identidad nacional.
Recuerdo que cuando comencé a ministrar el conflicto coreano
acababa de culminar. Los miembros de nuestra iglesia luchaban
para sobrevivir. Me percaté de que Dios quería bendecimos en lo
material como parte del testimonio de su gracia y poder. Con esto
no quiero decir que los cristianos en general, exceptuando la gen-
te de clase alta, sean creyentes de segunda clase. Pero sí quiero
dejar en claro que debemos creer que la bendición de Dios es par-
te de su provisión redentora
Comencé desde entonces a notar la importancia de enseñar a mi
congregación el poder creativo de la confesión de la palabra. No-
té que, si seguíamos confesando que éramos pobres, creábamos
de esa manera una autoimagen de pobreza, quedaríamos estanca-
dos en la miseria y necesitaríamos siempre la ayuda de los occi-
dentales; pero que, si confiábamos en Dios y trabajábamos inten-
samente, nuestros miembros podrían levantarse por sí mismos del
abismo de la pobreza y transformarse en instrumentos de bendi-
ción en la obra de Dios, no solamente en el ámbito nacional, sino
también en el internacional.
Hace algunos años tuve la oportunidad de predicar en Sri Lanka,
durante nuestra Conferencia Internacional de Iglecrecimiento. Sri
Lanka, que antes se llamaba Ceilán, es uno de los países más po-
bres del mundo. Les dije que debían cambiar su autoimagen. Que
necesitaban saber que Dios es el proveedor de Sri Lanka, y no so-
lamente de los estadounidenses y europeos.
Una forma estratégica de cambiar la autoimagen en un grupo de
personas es el uso de palabras positivas que producen dignidad,
no solamente en el que confiesa la palabra, sino también en todas
las personas que las escuchan. Sigo recibiendo algunos informes
muy relevantes en cuanto a este tema, de parte de los quinientos
líderes cristianos de todas las denominaciones que participaron en
la conferencia durante mi visita a Sri Lanka.

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En el evangelio según san Marcos encontramos un muy buen
ejemplo que describe el potencial de la confesión de la palabra.
Después de la entrada triunfal a Jerusalén, Jesús se dirigió direc-
tamente al templo. Sabía lo que acontecía, pero no dijo una pala-
bra; al anochecer se dirigió a Betania con el fin de pasar la noche
en la casa de unos amigos. Al día siguiente por la mañana, se
acercó a una higuera. Pero al buscar algún fruto, no encontró
nada, solo hojas. La higuera de lejos parecía estar llena de higos,
pero no había nada en ella. Entonces el Señor dijo: "Nunca jamás
nazca de ti Futo". Inmediatamente la higuera se secó, mientras
Jesús siguió su recorrido en dirección al templo
Todos los actos de Cristo tienen un significado muy especial. En
este caso, la higuera simbolizaba a Israel. Los discípulos, al re-
gresar al día siguiente, observaron la higuera totalmente seca.
Uno de ellos, Pedro, dijo: "Maestro, mira, la higuera que maldi-
jiste se ha secado". Jesús usó esta situación para hacer un mila-
gro. Quizá esto nos sorprenda un poco, debido a que Pedro había
visto al Señor hacer milagros. Sin embargo, Jesús aprovechó esta
ocasión para enseñar el potencial de las palabras que habían de
tener los cristianos.
"Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este mon-
te: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino
que creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será he-
cho" (Marcos 11:23). El solo pensar no genera milagros. El mila-
gro se produce al confesar lo que creemos. Cristo prometió que
recibiríamos lo que confesamos. El ejemplo del monte era sola-
mente con el fin de dar énfasis en el potencial de la confesión de
la palabra. Si los cristianos tan solo supiéramos el poder que se
desata al confesar por fe, usaríamos ese potencial con más efica-
cia los trescientos sesenta y cinco días del año.
Nuestras palabras son importantes. Malaquías dijo que Dios guar-
daba un libro de palabras. El ángel Gabriel dijo a Daniel que ha-
bía venido por sus palabras. Pablo nos explicó que recibimos la
salvación de Dios al confesar a Jesucristo como nuestro Salvador:
"Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación". Tú puedes ser justo en tu corazón, pero
necesitas confesar para recibir la salvación. El pensamiento en fe
no alcanza para desatar el poder de Dios. Debemos aprender a ha-
98
blar y a confesar por fe. Nuestras palabras tienen un poder creati-
vo. Pueden ser utilizadas tanto para el bien como para el mal.
Dios nos ha dado la gracia para aprender a usar este potencial
para establecer el reino del Señor en esta Tierra.
¿Cómo desarrollamos este potencial?
En Génesis observamos cómo Dios mismo hace uso de este po-
tencial. Antes de decir: "Sea... ", tenía un objetivo claro y especí-
fico. Según el relato de la historia de la creación, podemos decir
que todo fue creado desde una sola perspectiva: la Tierra. Pero
¿por qué Dios concentraría su creación en este planeta solamente,
si tenemos en cuenta que el universo es inmenso, en el que se en-
cuentran billones de estrellas aún de tamaño más grande que el
Sol de nuestro sistema?
La razón por la que Dios ha elegido a este planeta es porque era
el lugar donde el hombre habitaría. Si no fuese por este objetivo,
la Tierra hubiese sido como cualquier otro planeta, un lugar inca-
paz de ser habitado
Pablo muestra el propósito central del hombre, no solo en esta
Tierra, sino también en todo el universo. En Romanos 8 dice que
toda la creación fue sujetada a un proceso de decadencia por cau-
sa del pecado de Adán, pero cuando el hombre llegue al lugar de
la victoria y redención total la creación que ha aguardado en es-
peranza, será libre. Aún la ley que la ciencia ha Llamado "entro-
pía", será anulada y hasta nuestros cuerpos vencerán el proceso
de la corrupción.
En la epístola a los Colosenses Pablo dijo que Cristo era la ima-
gen de Dios, y que mediante Él fue hecha toda la creación, la vi-
sible y la invisible. Pablo sigue sus enseñanzas e identifica a Cris-
to como la iglesia, su cuerpo físico aquí en la Tierra.
En Efesios. Pablo señala que nos encontramos en Cristo antes de
la fundación del mundo. Y al culminar el capítulo uno dice que
somos su plenitud, que todo lo llena en todo. Este pasaje. en el
texto original del idioma griego. tiene un significado muy espe-
cial. La traducción literal del mismo sería: "Llena todo lo que se
pueda llenar". La deducción es que la Iglesia, llena de la gloria de
Cristo, es la que cumple su último propósito de llenar toda la
99
creación de su gloria. Por consiguiente, nuestra influencia no se
limita a esta Tierra. sino que abarca toda la creación de Dios.
Si tenemos en cuenta que antes de ser creados estuvimos en la
mente de Dios. podemos entender claramente el propósito del Se-
ñor de haber elegido a esta Tierra para que pueda habitarla el
hombre.
Tenemos que fijarnos en la lección que Dios quiere darnos. antes
de aprender a usar las palabras, porque estas tienen un poder crea-
tivo. Hablamos mucho sobre la fe, pero pareciera que nunca esta-
blecemos metas claras. No sabemos hacia dónde nos dirigimos,
porque vivimos día a día. Quizás te preguntes: "Y... ¡,no era que
Jesús nos había dicho que viviéramos así?" Es verdad, pero este
mensaje estaba dedicado a aquellas personas extremadamente
preocupadas por sus propias vidas. Lo que yo indico es que debe-
mos tener un claro objetivo y una meta específica para el futuro
que hemos recibido de parte del Espíritu Santo.
Cuando Dios dijo: "Sea…", sabía cómo iba a culminar la obra.
Nos observó claramente. pero no tal como somos. sino cómo íba-
mos a ser en Cristo. Dios tenía un objetivo claro: crearía un pla-
neta, con el propósito de que sea un lugar perfecto para que el
hombre pueda habitarlo.
Antes de que Dios dijera "Sea...", el Espíritu Santo obró dentro
del deseo de Dios. El Espíritu trabajó para que las Palabras de
Dios fuesen realizadas en su tiempo. Entenderás mejor este prin-
cipio si aprendes a usar el potencial de la confesión de la palabra.
Debemos aprender a caminar junto al Espíritu Santo, y que Él sea
nuestro guía, que nos revele los deseos de Dios. Una vez que el
Espíritu Santo nos dé las instrucciones apropiadas, podemos con-
fesar con autoridad sobre las circunstancias caóticas, y de esta
manera veremos los milagros.
Permíteme contarte una historia. Cuando uno tiene más de sete-
cientos mil miembros en su iglesia, le sobran las historias para
contar. Pero esto que deseo narrar es algo muy personal para mí.
Un día, mientras hablaba en una convención en Corea, recibí una
llamada de emergencia. Mi esposa sollozaba incontrolablemente
cuando me dijo: "Nuestro segundo hijo se está muriendo. Ven
pronto". Cuando llegué a casa, en efecto, encontré a mi hijo que
100
se moría, tendido sobre mi cama. Nunca había visto a una perso-
na que agonizara de esa manera. Todo su cuerpo temblaba y se
retorcía. Estaba envenenado.
Durante el recreo de la escuela un grupo de niños habían compra-
do algo de comer que había sido contaminado con insecticida.
Hoy hay mucha gente loca que hace cosas así.
Simplemente le pusieron veneno a la comida, porque sí, y treinta
niños murieron al instante. Mi hijo se desmayó y alguien lo llevó
a casa. En mi desesperación llamé a todos los médicos que asis-
tían a mi iglesia -que son muchos- y todos me dijeron que no po-
dían hacer nada. El veneno era muy fuerte. No se atrevieron ni a
venir para no presenciar a su propio pastor en semejante situación
con su hijo y no poder ayudarlo en nada. Mi hijo estaba cubierto
de sudor. Temblaba de pies a cabeza y me dijo: "Papito, ayúda-
me, ayúdame". El corazón se me rompía dentro de mí, tanto que
pedí al Señor que me llevara a mí y no a él.
Después de todo, le dije al Señor: "Yo ya he vivido más de cua-
renta años en este mundo. y esta criatura recién comienza a vivir.
Déjame morir en su lugar".
Pero esa actitud no trae ningún resultado. Y por fin me decidí a
luchar. Me vino la convicción de que no era la voluntad de Dios
que mi hijo muriera, sino más bien que era algo del diablo. Por lo
tanto, no me sometería sin luchar. "Padre celestial" comencé a de-
cir, "dale vida a mi hijo". Luego seguí confesando mis pecados,
desde mi niñez, y clamé por el poder de la sangre de Jesucristo.
El poder de Satanás era tan horrible que el orar se me hacía una
formidable lucha. Me afiancé de lo que la Biblia dice en Marcos
16 en cuanto a tomar veneno.
Si no podemos aceptar las promesas de Dios no tenemos derecho
a reclamar victoria e insistir en la oración. Seguí orando por una,
dos, tres horas... Cuando me levanté vi a mi hijo que ya no respi-
raba. tenía el color de la muerte. El diablo me dijo: "Tu hijo ha
muerto, de nada te sirve orar ya. Mañana vas a leer en la primera
página del diario la noticia del 'hijo del sanador' que ha muerto.
Has predicado por toda Corea la sanidad divina y mira ahora, tu
hijo está sin vida". El corazón se me paralizó en ese instante, pero
luego me repuse. "Los cielos y la tierra pasarán, más la Palabra
101
de Dios no pasará. La Biblia dice que el veneno no nos dañará.
En el nombre de Jesús venceré." Con la confesión de esas pala-
bras seguí luchando.
De repente algo se rompió y una inmensa paz llenó mi corazón.
Me sentí completamente aliviado. Fe, paz y gozo inundaron mi
espíritu. Sabía que tenía la victoria y comencé a gritar de gozo y a
sonreír. Mi esposa creyó que me había vuelto loco, pues mi hijo
estaba muerto y yo me reía y me gozaba.
Me acerqué al niño y le dije: "Samuel hijo mío, en el nombre de
Jesucristo, levántate y anda". En el momento se levantó y vomitó
sobre la cama todo el veneno. Luego comenzó a respirar libre-
mente, me abrazó y me dijo: "Papá, papá, ya regresé. Jesús me
trajo. Él está aquí. Dale las gracias al Señor Jesús". Yo no vi al
Señor, pero comencé a darle las gracias.
Luego mi hijo me relató cómo había sentido la muerte y cómo se
había encontrado en los brazos del Señor. Los ángeles lo rodea-
ron y vio a hermanos que habían muerto, y todo era muy hermo-
so. Luego Jesús le dijo que tenía que regresar porque su padre ro-
gaba por su regreso.
Ese hijo ahora estudia en la universidad y cada vez que lo veo tan
alto y sano glorifico al Señor. Si yo no hubiera persistido en la
oración, quizás lo hubiera perdido en aquel momento. Pero por-
que persistí en mi confianza en la Palabra de Dios, he ganado a
mi hijo de la muerte.
Estamos en una sociedad donde abunda el caos, tal como estaba
la Tierra -desordenada y vacía- antes de que Dios creara el Sol y
las estrellas. A medida que andemos en obediencia junto al Es-
píritu Santo, aprenderemos a usar el potencial de las palabras con
el propósito de establecer orden en medio del caos.
La confesión de la palabra puede marcar la diferencia, si tan solo
la usamos con eficacia. Nuestra vida cristiana puede carecer del
control de las palabras, pero también puede manifestarse la im-
portancia y el poder creativo de la palabra de acuerdo al propósito
original de Dios.
Comienza a confesar palabras positivas. Medita cosas positivas y
creativas. Llena tu mente de la Palabra de Dios y quedarás sor-
102
prendido al observar la Palabra de Dios salir de tu propia boca.
"Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi cora-
zón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío" (Salmos
19:14).

103
5

EL AMOR: LA FUENTE DE MOTIVACIÓN

¿Qué es lo que te motiva o impulsa a hacer algo? Creo que esta es


una pregunta muy importante que debe ser analizada cuidadosa-
mente. Los psicólogos han analizado este tema por muchos años.
Ya sabemos que nuestros actos son motivados por una fuente
como la aspiración al poder, al dinero o quizás por el carácter
propio de cada uno. Por ejemplo, los artistas gastan gran cantidad
de dinero para culminar una obra, ya que serán distinguidos por
ella. Entonces, ¿qué es lo que impulsa a los cristianos a pasar de
lo común a lo sobrenatural, de lo usual a lo inusual, de la tercera
dimensión a la cuarta dimensión? ¿Cuál es la causa del impulso
que sienten los cristianos para aplicar los principios espirituales
que he descrito a lo largo de este libro? Quiero analizar junto a ti
esta fuente de motivación.
Antes de hacer el análisis, es importante que comprendamos el
significado de la palabra "motivación". La palabra motivación es
un término que se usa para explicar el comportamiento o la con-
ducta de una persona. Esta palabra proviene de motivo, la razón
ya sea interna o externa por la que algo que se hizo fue hecho.
Déjame darte un ejemplo de lo que trato de explicarte. Puede ser
que una persona sepa jugar al tenis, pero en un determinado mo-
mento recibe una invitación para ir a jugar, pero no desea hacerlo.
Diríamos que no está motivada para vestirse la ropa adecuada y
aceptar el desafío. Por otro lado, podemos conocer a otra persona
que sí desearía jugar, pero no sepa cómo hacerlo.
Existen dos factores que determinan los actos de una persona: la
habilidad y el deseo. La motivación es expresada por verbos
como querer, gustar, desear, necesitar y procurar.
Hoy, tanto sociólogos como psicólogos muestran gran interés so-
bre un aspecto más práctico de la motivación. Se desarrollaron
estudios sobre la causa de la diferencia que existía entre personas
que aún con la misma capacidad y los mismos talentos, llevaban
104
cierta ventaja sobre otros. Si la industria llegase a descubrir la
causa de esta diferencia, la productividad en el ámbito social se
incrementaría de una manera increíble.
En los libros más recientes figura que la productividad en los paí-
ses industriales varía según el cambio de incentivos dentro de su
economía. En el pasado, los agricultores plantaban las semillas
porque tenían la motivación y la esperanza de que pronto cose-
charían lo que habían sembrado, lo que hacía que el tiempo de la
primavera y del verano fuese bastante significativo para ellos. En
la época de migraciones, la gente se mudaba en masas a las gran-
des ciudades. A partir de ese momento se olvidó el concepto de la
cosecha, y surgieron los cheques y los beneficios adicionales.
Debido al énfasis de hoy de la especialidad por áreas, un obrero
nunca puede ver su obra culminada, pues es responsable solo por
una parte del trabajo. Entonces la satisfacción que un obrero tenía
cuando su labor llegaba al final, ha sido reemplazada por una
cierta cantidad de dinero. El énfasis de la especialidad causó tam-
bién una ganancia de tiempo adicional.
En el pasado, el hombre invertía su tiempo en el desarrollo de su
personalidad, pero a partir de un cierto punto, comenzó a invertir
su tiempo en vacaciones, tomó el trabajo solo corno un medio
para ganar dinero.
En consecuencia, ni los salarios ni los beneficios adicionales mo-
tivan al individuo para lograr una mejor productividad. Celebro la
noticia que parece que ahora los industriales comprenden la im-
portancia del tema de la motivación que causa mayor productivi-
dad. La cuestión no está en el salario, sino en el interior del ser
humano.
Los educadores también muestran gran interés sobre el tema de la
motivación. Se ha descubierto que existe una relación sumamente
importante entre la motivación y el conocimiento. Los estudiantes
aprenden y retienen lo aprendido en un grado más alto si conside-
ran que el nuevo conocimiento es aplicable para sus vidas, que
será práctico en el futuro. Por consiguiente, nuevos métodos de
enseñanza son implementados para que el alumno desarrolle sus
talentos en los primeros años de su vida a través de talleres espe-
ciales.
105
Nosotros, los cristianos, también somos motivados. Pero tenemos
una fuente que no tienen los que viven alejados del Señor. Noso-
tros no somos ciudadanos de este mundo. Nuestra ciudadanía
traspasa los reinos de esta Tierra y nos coloca bajo la soberanía
del reino de Dios. Pablo dijo: "El cual nos ha librado de la potes-
tad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo" (Co-
losenses 1: 13).
No solamente contarnos con los recursos de este mundo, sino
también con los recursos eternos de nuestra herencia en Cristo. A
través de la fuente de motivación que tiene el reino de Dios. so-
mos capaces de soñar y lograr mucho más que los no cristianos,
que solo cuentan con los recursos de este mundo. Nuestra fuente
no tiene límites, y esta es la que debería motivar todos nuestros
actos. Hablo del amor de Dios.
El amor de Dios: la fuente de motivación
Creo que el versículo más conocido del Nuevo Testamento es el
siguiente: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, más tenga vida eterna" (Juan 3: 16).
W. Frank Scott, en su Comentario homilético, escribió lo siguien-
te: "Sin lugar a dudas, Juan era el apóstol del amor. Pareciera que
este discípulo hubiese recibido una unción especial para com-
prender más la profundidad del amor de Dios, y así poder expli-
carlo a la gente. El Espíritu Santo es el inspirador y elige a los
instrumentos que considera más aptos para cumplir su obra. Coin-
cidimos que fue Juan la persona más adecuada para ser usada
como un heraldo del evangelio de esta fuente eterna, el amor".
La fuente eterna a la que Scott se refería era la causa, el origen de
la motivación del Padre que entregó a su Hijo, Jesucristo, para ser
sacrificado. ¿Cuál fue el motivo o la causa de este sacrificio que
estaba dirigido no solo a Israel, sino también a la iglesia y a toda
la humanidad? La respuesta es: el amor. La causa del sacrificio
fue cl amor. Por lo tanto, debemos enfocarnos en el amor divino
sobre todas las cosas
¿Qué es el amor de Dios? Es su esencia misma. Dios nos ama a
causa de su esencia. Él nunca se esfuerza por amar, pues su amor
106
es su naturaleza. "El que no ama, /10 ha conocido a Dios; porque
Dios es amor" (1 Juan 4:8). Sus actos no son motivados por senti-
mientos, Sino por su naturaleza: Dios es amor.
En el tiempo de la estadía del Señor en la Tierra, el Antiguo Tes-
tamento era el centro de las controversias. Se discutían todos los
días hasta los puntos más minuciosos de la ley. Los fariseos y los
saduceos tenían una interpretación muy particular de los escritos
antiguos. Un día, un intérprete de la ley se acercó a Jesús y, con
el propósito de tentarlo, le preguntó lo siguiente: "Maestro, ¿cuál
es el gran mandamiento de la ley?" Después de todo, si todos los
mandamientos vienen de Dios, ¿quién se atrevería a elegir a uno
como el más importante? En caso de que Jesús optara por uno,
cometería un grave error, ya que de esta manera reduciría la im-
portancia de los otros mandamientos.
Sin embargo, Jesús no tardó en contestar: "Amarás al Se1101' tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu men-
te. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es se-
mejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas" (Mateo 22:37-
40).
En vez de juzgar la importancia de cierto mandamiento, Jesús
sintetizó todos los mandamientos, explicó la esencia y el propósi-
to de Dios para con el hombre: debe amar a Dios y a su prójimo
como a sí mismo. Jesús fue el que sintetizó todo el Antiguo Tes-
tamento en estos dos mandamientos. Luego, Juan explicó que
ambos eran uno solo. Juan se pregunta: "Si alguno dice: Yo amo
a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no
ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a
quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él:
El que ama a Dios, ame también a su hermano" (1 Juan 4:20-21).
A este mandato del Señor se lo ha llamado "el gran mandamien-
to"; es tan perfecto que no se le puede añadir ni restar nada. Sin
embargo, muchos han tratado de dividirlo en dos. En algunas
iglesias liberales, el énfasis está en amar al prójimo, mientras que
en las conservadoras. colocan toda la fuerza en amar a Dios. La
historia registra, de una forma objetiva, las presiones que ejercie-

107
ron algunos cristianos sobre otros grupos de creyentes que creían
en el mismo Dios, pero de otro modo.
Las personas que ponen énfasis en amar al prójimo, no de dican
su tiempo a Dios en meditaciones devocionales. Cristo Jesús nos
enseñó que tanto el amar a Dios como al prójimo eran de igual
importancia como señal de obediencia a Dios. Llevo más de cua-
renta y dos años de ministerio, y tengo la firme convicción de que
cuando amo a Dios, también amo a su pueblo.
Es cierto que algunas iglesias muy liberales han dejado de predi-
car la Palabra y han dedicado su tiempo a la parte social; se con-
virtieron de este modo en una entidad de bienestar social. Las
personas que viene a las iglesias lo hacen porque tienen hambre
de Dios, y estas iglesias dan mensajes que solo justifican su bien-
estar social. El fin de la reunión y la ofrenda pareciera ser una la-
bor social. De ninguna manera esto justifica la obra de Dios. Esto
no es el amor de Dios. El amor del hombre es motivado por la
responsabilidad y la compasión; pero el amor de Dios es motiva-
do por el Espíritu Santo.
Sin embargo, en algunas iglesias conservadoras se predica única-
mente el tema de la salvación. Nunca hablan de las necesidades
básicas del hombre y la salud de sus cuerpos. Invierten todo su
tiempo en adoración y oración, pero ignoran a los necesitados. El
amor de Dios nos trae armonía. El amor de Dios nos motiva a
amar a Dios en integridad, sin ignorar a los necesitados. Conoce-
mos la iglesia primitiva a través del libro de los Hechos. Lucas
nos describe la manera en que los primeros cristianos amaban al
Señor en integridad, y ofrendaban sus propiedades y sus bienes
para suplir las necesidades de otros hermanos.
La historia de la iglesia nos revela que un cambio social seguía a
los grandes avivamientos. Por ejemplo, el gran avivamiento de la
Iglesia Metodista salvó a Gran Bretaña del cataclismo que había
sufrido Francia. A través de una genuina revolución espiritual por
parte de la Iglesia, hubo una efectiva acción de ayuda para los
más necesitados en Gran Bretaña. En aquel momento fueron fun-
dadas nuevas organizaciones sociales con el fin de suplir las ne-
cesidades de la gente. Una de ellas fue el "Ejército de Salvación
", fundado por William Booth en el año 1865. Esta organización
108
fue uno de los frutos del avivamiento británico. Varias organiza-
ciones. como la Cruz Roja, fueron fundadas durante este período
de avivamiento. Si el amor de Dios fluye en nosotros, este debe
fluir naturalmente hacia otros.
¿Qué es el amor?
Pareciera que todos conocen el significado de la palabra amor.
Sin embargo, considero que dicha palabra esta mal entendida. En
la cultura coreana esta palabra tiene una connotación muy parti-
cular, ya que implica un acto determinado y no una simple acti-
tud. Creo que hemos alterado el significado bíblico original. A
decir verdad, ni siquiera el idioma griego coincide con el concep-
to bíblico. Por lo tanto, para entender el significado del amor de
Dios debemos primero fijarnos en la diferencia que existe entre el
concepto del idioma griego y el bíblico.
La intensidad del amor
"y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu
alma, y con todas tus fuerzas" (Deuteronomio 6:5). No obstante,
el hombre contemporáneo dice: "Yo te amo porque tú me amas y
me beneficias". Sin dudas, esta actitud tiene un carácter tempora-
rio. Dios reveló la intensidad del amor cuando ordenó a Israel que
lo amara. Existen varias implicaciones derivadas del pasaje que
he citado.
a. El amor de Dios está a nuestro alcance
Dios nunca nos pide algo que esté fuera de nuestro alcance.
Cuando el Señor nos dice: "Tienes que amar", es porque posee-
mos en nosotros la capacidad de amar o podemos elegir hacerlo.
El concepto del amor en el occidente es un resultado de la era ro-
mántica. Durante ese período, la gente pensaba que el amor solo
pasaba a ser un impulso emocional y no lo relacionaba con la vo-
luntad. Como veremos más adelante, el amor de Dios no es emo-
cional, aunque sea emotivo. Por consiguiente, podemos elegir
amar al Señor como un acto de obediencia a Él.
b. El amor es completo.

109
Dios ordenó a Israel que amara con todo su corazón, y no con
solo una parte. Israel no podía guardar ni siquiera una porción de
amor para brindar a otro dios; el Señor había pedido todo.
c. El amor es un acto del corazón, de la mente (alma) y de la vo-
luntad (fuerza).
Es cierto que el amor comienza por el corazón; no obstante, invo-
lucra también a la mente. Hallamos muchos ejemplos, en los que
Dios da al pueblo de Israel una explicación lógica del porqué de-
bían amarlo a Él. Las circunstancias cambian y los desentendi-
mientos surgen, pero el amor se mantiene por un acto de la volun-
tad. Amar a una persona puede causar perjuicio. No obstante, si
decidimos hacerlo por nuestra propia voluntad, entonces verdade-
ramente amaremos con todo el corazón, a pesar de las circunstan-
cias negativas que puedan surgir. La mayoría de la gente funda-
menta el amor en lo emocional, pero la voluntad no es algo de lo
que se habla cuando hablamos de amor, pero es un ingrediente in-
dispensable. Por eso, cuando pensamos en el amor de Dios, ve-
mos que es mucho más que emocional: es eterno.
Nuestra lógica indica que debemos amar a las personas que nos
benefician. A menudo expreso el dicho que dice que cuando ha-
cemos buenos actos, la gente los escribe en el agua, pero en cam-
bio, cuando procedemos mal, los tallan en las rocas. En un parti-
do de fútbol, se prueba que este dicho es verdad. Se escuchan los
silbidos desde todo el estadio cuando un jugador hace dos o tres
yerros. La gente se olvidó que ese mismo jugador hizo el gol del
triunfo en el partido anterior
Dios nos pide que andemos en un mayor nivel de amor. Debemos
tomar ejemplo de nuestro Señor Jesús; Él sí anduvo en ese nivel
cuando nos enseñó "el gran mandamiento". Dijo que el amar a los
amigos no era nada especial. Después de todo, esta clase de amor
era algo ordinario. Sin embargo, afirmó que debemos amar a
nuestros enemigos. Esa clase de amor es algo extraordinario.
Dios ya ha dado su ejemplo, pues ama a este mundo.
Pablo nos dice que el sistema mundano está en enemistad con
Dios. El mundo actual se encuentra en oposición a Dios. Pero
este es el mismo mundo que Dios ha amado tanto, hasta el punto
de dar a su propio Hijo, Dios no ha esperado a que el mundo se
110
arrepienta y torne hacia Él, sino que tomó la iniciativa. envió a
Jesús. sacrificó a su Hijo.
El amor y el pacto.
Según la Biblia, la base del amor es el pacto de la relación entre
Dios y su pueblo. Un pacto es un acuerdo legal entre dos partes.
Ambas partes se comprometen a cumplir algo. En el libro de
Deuteronomio, Moisés vuelve a relatar el pacto que Dios había
hecho con Israel en el monte Sinaí. Básicamente, el Señor había
prometido darle al pueblo judío la tierra prometida, siempre y
cuando obedecieran sus mandamientos. La promesa incluía no
solamente la tierra por heredar, sino que también Dios prometió
protección, prosperidad y crecimiento, hasta formar de ellos una
poderosa y gran nación.
El gran mandamiento era amar a Dios en forma incondicional,
eterna, exclusiva e intensamente. Los israelitas acordaron este
pacto con Dios. Él sería su Dios e Israel sería su pueblo.
Si nos fijamos atentamente, descubriremos que aquí no hay nin-
gún tipo de elección. Lo emotivo y sentimental era solamente un
aspecto periférico en esta relación. Lo mismo pasa con nosotros,
Dios nos ha amado porque decidió hacerlo, y entonces tomó la
iniciativa. Esta relación requiere de nuestra parte, obediencia.
Bajo ningún punto de vista trato de decir que lo emotivo deba ser
descartado. Solo digo que sin obediencia nuestro amor es en
vano.
El Señor hizo un pacto para amarnos. Ese pacto de amor es natu-
ral, pues Dios es amor. la misericordia, la compasión, la generosi-
dad, el perdón, son ingredientes que se añaden al amor de Dios;
sin embargo, lo primordial está en el cumplimiento del pacto: Él
ama a su pueblo.
Creo que una explicación de la palabra griega agape, nos ayudará
aún más a entender mejor este concepto. En la época del Nuevo
Testamento se usaba esta palabra para distinguir el amor de Dios
del amor del hombre.
El amor y la fidelidad

111
El amor de Dios no solamente se expresa de una forma judicial:
debido a un pacto, nos perdonó en Jesucristo y nos declara sin
condenación. Eso es solamente un aspecto del inmensurable amor
de Dios. También debemos entender y conocer el amor del Señor
sobre la base de su dedicación y fidelidad. El ejemplo en este as-
pecto puede ser la relación de una pareja.
En la sociedad contemporánea normal, cuando se establece un
matrimonio, lo que se espera del cónyuge es fidelidad. Por más
que los seres humanos hayan abierto las puertas para los llamados
'"matrimonios abiertos", ya es sabido que eso resultó un fracaso
total. El hombre fue creado conforme a la imagen de Dios. Dios
fue el que estableció el matrimonio entre un hombre y una mujer.
Aún los no creyentes sienten la necesidad de abrir la Biblia para
ver los principios de conducta que se espera en una pareja. El
hombre debe dejar a su padre y a su madre y unirse a su mujer, y
llegan a ser así una sola carne. Esto sigue siendo una verdad res-
petada no solamente en la época de Moisés, sino también hoy.
Sin embargo, la fidelidad es apenas una sombra de la relación de
amor que Dios ha elegido tener con su pueblo.
"En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi (mi marido), v
nunca más me llamarás Baali (mi Señor)" (Oseas 2: 16). Pablo
nos indica el cumplimiento de esta promesa cuando dice: "Por
esto dejara el hombre a su padre y a su madre, y se mira a su
mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio;
más yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia" (Efesios 5:31-
32).
El marido o esposo es Cristo. Él ama, protege, sacrifica y da su
vida por su pueblo. La iglesia es la esposa. Ella debe amar. obe-
decer. respetar y entregar su vida solo a Él. En una relación como
esa, el amor se mantiene por la fidelidad de ambas partes. Esta
unión es algo más que emocional, es una relación legal. Tienen
los derechos del uno con el otro, ambos están protegidos por el
pacto que acordaron en el día del casamiento. Aunque la relación
carezca de emoción, su unión como pareja sigue vigente, pues el
efecto del pacto es eterno.
Moisés aclaró que a los israelitas les fue dada la ley del divorcio
debido a su incredulidad. No obstante, en la relación entre Cristo
112
y la iglesia no existe el divorcio. Esta relación tiene un carácter
eterno.
Las tres palabras griegas para "amor"
En el griego de la época del Nuevo Testamento, existían tres pa-
labras que se usaron para trasmitir el término "amor". Estas tres
palabras son: eros, phileo y agape.
1. Eros: una fuerte pasión.
La revolución sexual de la sociedad actual no es nada nuevo. Los
griegos vivían por la pasión. Deducimos esto por los escritos de
Platón, en los que describió el amor como la pasión. Muchos poe-
mas y anécdotas fueron escritos en base del eros. Según la mito-
logía, los dioses griegos se enamoraban entre ellos. Estos dioses
no eran servidos por devoción, sino por temor; no eran ejemplos
de pureza y castidad, sino víctimas de la misma debilidad del
hombre.
Eros es tan contrario al amor que Dios espera de su pueblo, que
esta palabra nunca se usa en el Nuevo Testamento. Esto no signi-
fica que la pasión no tenga lugar dentro de la relación matrimo-
nial, pero el concepto de pasión con otra persona, en forma des-
enfrenada e ingobernable, es estrictamente ajeno a la Biblia.
No es un accidente que las Escrituras ignoren la palabra más co-
mún que tenían los griegos cuando se referían al amor. Lo que
ocurre es que los escritores del Nuevo Testamento estaban dema-
siado conscientes de ese concepto, y para cualquier creyente ju-
dío, la idea de eros era repugnante, causaba rechazo. Esta es una
de las razones por la que hubo tal aversión en predicar el evange-
lio a los griegos. Dios tuvo que hacer un llamado particular a un
apóstol especial, para llevar primero el mensaje de Cristo a Mace-
donia.
Pablo tuvo que advertir a los corintios que no se conformaran con
los hábitos populares del mundo, ya que podían ser afectados por
ellos. Aquellos que habían recibido a Jesucristo y sus enseñanzas,
debían purificar sus vidas y evitar los comportamientos que la so-
ciedad griega tenía por costumbre.
2. Phileo: una amistad genuina basada en el afecto.
113
Otra palabra que sí se halla en el Nuevo Testamento en griego es
phileo, que significa "amistad". Platón usó esta palabra para des-
cribir la actitud que debía tener una persona hacia la comunidad.
Esta palabra describía lo que se consideraba como el sentimiento
más noble. Phileo no se caracterizaba por la exageración o exceso
como eros, sino que describía la actitud que generaba la admira-
ción de la gente. En la antigua Grecia, la gente desarrollaba su
personalidad a través de la exposición de uno mismo: esto era el
phileo.
Después de la resurrección, la Biblia relata un diálogo entre Jesús
y Pedro. En este pasaje aparecen las dos expresiones: phileo y
agape. Cuando Jesús le preguntó: "¿Me amas más que estos?"
Pedro respondió: "Señor, tú sabes que phileo a ti".
3. Agape: Expresión muy peculiar se refiere al amor de Dios.
La etimología de agape es incierta en el griego clásico. Esta pala-
bra nunca implicó la pasión ni la emoción de eros, ni tampoco la
nobleza de phileo. Se dice que agape se usaba para expresar pre-
ferencia en algo o en alguien. o una decisión voluntaria de desear
algo. Hubo excepciones, sin embargo: esta palabra no fue usada
por los poetas. que mostraron mayor interés en lo popular. Ploti-
nus hizo uso de ella para referirse a un acto de generosidad y no a
una fuerte emoción.
Por consiguiente. el Espíritu Santo tomó una palabra no muy co-
nocida, para inspirar a los autores del Nuevo Testamento. pues en
él aparece con mucha frecuencia. De esta forma se evitó el pro-
blema de que el amor de Dios fuera descrito dentro del contexto
griego. Dios tomó una palabra y la purificó. para que el hombre
pueda entender su esencia y su mandamiento.

El amor y el ministerio de Jesús


La vida y el ministerio de Jesús no solamente cumplieron con la
voluntad de Dios. sino también revelaron al Padre mismo. A tra-
vés de la vida de Cristo podemos conocer el carácter de Dios Pa-
dre. En el Pacto Antiguo. el Dios Padre era el que daba a conocer
los mandamientos al pueblo de Israel. Su justicia debía ser satis-
fecha por medio de los sacrificios.
114
Dios sigue siendo el mismo. Sin embargo. el Antiguo Testamento
solo nos revela un aspecto de su carácter. La misión de Jesucristo
fue darnos a conocer el carácter del Dios Padre en su totalidad.
Jesús reveló el amor y la misericordia del Padre.
Lamentablemente. los que más sabían de la palabra de Dios eran
los que más ignoraban acerca del carácter de Dios. Esta es la ra-
zón por la que Jesús tuvo que decir: "El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre" (Juan 14:9). Cristo no vino a al rogar la ley. sino
para cumplirla. La venida de Cristo satisface la justicia de Dios.
logra que el hombre tenga acceso libre a su presencia.
Cristo revolucionó el concepto del amor. Al decir que nosotros
deberíamos amar (agape) a Dios. Jesús no se refería a una emo-
ción temporaria. sino a un acto de relación y obediencia para ser-
vir a Dios.
Además. el Señor rompió con la tradición judía. Cuando le dijo al
joven rico que debía vender todas sus riquezas y seguirlo como
discípulo. Jesús le decía: "Tú no puedes servir a Dios y a las ri-
quezas". Este joven líder era un ejemplo en cuanto a las leyes.
Guardaba cada punto de la ley; además, era muy fiel pues pagaba
sus diezmos. A los ojos de quienes seguían a Jesús, este joven era
un buen candidato para ser discípulo. Sin embargo. el Señor sabía
que amar a Dios demandaba un alto grado de sacrificio. Las ri-
quezas no eran en sí un problema. El problema era la prioridad.
Amar a Dios requiere servicio y nadie puede servir a dos señores.
Las riquezas eran aceptables siempre y cuando estas no fueran la
prioridad número uno en una persona.
En Mateo capítulo 6 Jesús explica la demanda del amor (agape).
El joven rico tenía a su alcance una oportunidad que hubiera cam-
biado por completo la trayectoria de su vida. Sin embargo, la re-
chazó. Si había sido lo suficientemente inteligente y listo para ad-
quirir tantas posesiones, también podría haber ser usado grande-
mente por Dios, como lo fue Pedro o Juan. Pero este joven nunca
terminó de entender la demanda del verdadero amor (agape).
Cabe recordar que fue el único hombre al que Jesús le extendió la
invitación para que sea parte de su equipo de discípulos. Ninguno
de los discípulos había contado con semejante privilegio. El men-
saje de este pasaje no es la capacidad de un cristiano para adquirir
115
grandes riquezas, sino el servicio exclusivo que el amor demanda
al convertirnos en discípulos de Jesús.
Tanto la prosperidad como las riquezas son parte del deseo y el
propósito de Dios. Sin embargo. quiero dejar en claro que agape
demanda un servicio completo.
Amor versus orgullo.
Encontramos muchas críticas por parte de Jesús hacia los fari-
seos. El Señor estaba preocupado por su religiosidad carente de
buenos actos (véase Lucas 11 :43). Los fariseos mostraban gene-
rosidad en cuanto a las ofrendas. Diezmaban regularmente. Sin
embargo, estos hechos tenían otro objetivo: el reconocimiento de
la gente. Como esa era la intención primaria, ya habían recibido
el galardón celestial aquí en la Tierra
Santiago señala este punto muy claramente al decir lo siguiente:
"¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es
enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo
del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Es-
critura dice en vano: El espíritu que él ha hecho morar en noso-
tros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto
dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes"
(Santiago 4:4-6).
Pablo también aclara muy precisamente el tema del amor de Dios
en su epístola a los Corintios. En su primera carta a esa iglesia, el
apóstol trata este asunto ya que consistía en un gran problema que
aquejaba a la iglesia. Los corintios habían colocado un énfasis
exagerado sobre los dones espirituales, pero carecían de énfasis
sobre el fruto del Espíritu Santo. En el capítulo doce Pablo reveló
el ministerio del Espíritu Santo a través del cuerpo de Cristo. En-
señó que todos eran miembros de un solo cuerpo, y por lo tanto,
que no podían criticarse entre sí ni colocarse en lugares de pree-
minencia. Después de todo, el pie nunca se pone celoso por la
mano. Y cuando finaliza este capítulo dice que la iglesia debía
prepararse para un camino aún más excelente (véase 1 Corintios
12:31). Es fundamental que comprendamos el sentido de este pa-
saje. Pablo no dice que lo que seguirá es una cosa aún más exce-
lente, sino un camino aún más excelente.

116
Hay mucha gente que interpreta mal 1 Corintios 13. el "capítulo
del amor". He leído vez tras vez este capítulo, y siempre pensé
que era más importante que los capítulos doce o catorce, pero es-
taba equivocado. El amor no es un mayor don que la fe, la sani-
dad o las lenguas. Después de todo, el amor no es un don, sino es
un fruto del Espíritu Santo. Lo que Pablo enseñó a los corintios
era una mejor motivación en cuando al desarrollo de los dones
del Espíritu. Esta más excelente motivación era precisamente el
amor. Alguien que ama nunca se preocupará por quién sea el pre-
dicador. Ya no le importa que no lo hayan elegido para predicar
ese día, pero sí le importa ministrar junto al Espíritu Santo a todo
el cuerpo de Cristo, sin preocuparse por su fama o su reconoci-
miento
Pablo dice muy claramente que la motivación para desarrollar los
dones espirituales, que incluyen la fe, la profecía o el discerni-
miento de espíritus, tiene que ser el amor. Es asombroso que defi-
ne al amor no como lo definiría un diccionario, sino por cómo el
amor actúa. Es este capítulo Pablo especifica catorce característi-
cas del amor. Cinco de ellas son acciones positivas del amor, y
nueve son comportamientos que nada tienen que ver con el amor
Las cinco acciones positivas son:
1. Es sufrido.
2. Es benigno.
3. Se goza de la verdad.
4. Todo lo sufre.
5. Todo lo cree.
Los nueve comportamientos negativos son:
1. No tiene envidia.
2. No es jactancioso.
3. No se envanece.
4. No hace nada indebido.
5. No busca lo suyo.

117
6. No se irrita.
7. No guarda rencor.
8. No se goza de la injusticia.
9. Nunca deja de ser.
Si un cristiano guarda estas cualidades en su personalidad y las
vive en su ministerio, puede decir que es una persona que com-
place al Señor, ya que Dios es amor. Y que no solamente mani-
fiesta la naturaleza, la personalidad y la esencia de Dios, sino que
también recibe el reconocimiento de otros como una persona dig-
na de imitar.
¿Has experimentado alguna vez que conociste a una persona que
se mostraba bastante "espiritual", con conocimientos bíblicos pro-
fundos? ¿pero que no era digna de ser imitada? ¿Por qué? Porque
quizás sabía hablar, había dedicado muchas horas al estudio y era
buena al predicar. pero no sabía amar, no trasmitía amor en sus
palabras. Pablo señala que este acto no beneficia ni siquiera a
ellos mismos.
Primero. la motivación de cada cristiano debe ser el amor de Dios
que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.
Esta motivación no solamente cambiará tu vida espiritual sino
también tu vida cotidiana. Sin el amor de Dios,
todos nuestros esfuerzos espirituales edificarán muy poco.
¿Por qué enfatizo tanto que debemos entrar a la realidad de la
cuarta dimensión y aprender a hablar el lenguaje del Espíritu San-
to? En primer lugar, porque amamos a Dios y anhelamos cono-
cerlo cada vez más. Pablo expresó esta motivación en su epístola
a los Filipenses.
"Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor
del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a
Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es
por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de
Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección,
ya la participación de sus padecimientos, llegando a ser seme-
jante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resu-
118
rrección de entre los muertos". y sigue así: "Hermanos, yo mismo
no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidan-
do ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento
de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3: 8-11,13-14).
El apóstol no solamente expresó cuál era su motivación personal,
sino también reveló sus deseos para aquellos que seguían a Jesús,
influenciados por su ministerio:
"Por esta causa dobló mis rodillas ante el Padre de nuestro Se-
ñor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y
en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria,
el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíri-
tu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin
de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente ca-
paces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la
longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de
toda la plenitud de Dios" (Efesios 3:14-19, énfasis mío).
En segundo lugar, la motivación debe fundamentarse en el amor
hacia nuestros hermanos. "Nosotros sabemos que hemos pasado
de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama
a su hermano, permanece en muerte" (1 Juan 3: 14). Pedro tam-
bién hace mención de una motivación hacia un nuevo nivel espi-
ritual a causa de nuestros hermanos y hermanas en Cristo. "Ha-
biendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad,
mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos
unos a otros entrañablemente, de corazón puro" (1 Pedro 1:22).
En los últimos años vimos un cambio en la motivación en nuestra
sociedad. En la década de 1960-1970 surgió una rebelión contra
las normas sociales y las autoridades gubernamentales. En esa
época el hombre pensaba que cualquier cambio era posible, y que
el mismo sería beneficioso. En los años 1980-1990, el hombre se
volvió a sí mismo. Ese período puede ser denominado como la
generación de "lo que es bueno para mí". Los temas que habían
surgido en 1960 ya no eran de su interés, ya que estos demanda-
ban un precio muy alto.

119
En esa época todas las librerías del mundo se llenaron de títulos
sobre la autoestima y la autoconfianza. En estos días vemos cada
vez más el creciente desarrollo del egoísmo, el mundo se ha olvi-
dado de la compasión y del amor. La iglesia también estuvo suje-
ta a las fuerzas de los cambios sociales que surgieron en el ámbito
mundial. No obstante, la Palabra de Dios nunca ha sido cambia-
da. Lo que ha sido verdad en el pasado. sigue siendo verdad en el
presente. Dios demanda amor, no solo a nosotros mismos, sino
también a todas sus criaturas.
Personalmente, lo que me motiva para sacrificar mi vida para el
evangelio, es el amor de Dios. Este amor está dirigido por el Es-
píritu Santo a Dios, y también enfocado y dedicado a su pueblo
por el mismo Espíritu.
En estos momentos me encuentro incubando un millón de miem-
bros en sueños y visiones para tenerlos para el año 2004. ¿Por
qué estoy embarazando a esta multitud en el plano de la imagina-
ción de la cuarta dimensión? Porque no tengo la menor duda de
que lo mejor que puede pasarle a una comunidad, en cada nación
y en todo el mundo, es que la Iglesia de Jesucristo se afirme fuer-
te y poderosamente, motivada por el amor de Dios, y salga a las
calles a predicar el único mensaje de esperanza. Nosotros somos
la sal de esta Tierra y, sin la Iglesia, esta Tierra carece de futuro.

La fuerza del amor


Cuando yo era joven, vivía atrapado por un sentimiento de infe-
rioridad. Me sentía incapaz de hacer algo significante en este
mundo. Mi hogar estaba en una zona muy pobre y, como se espe-
raba, tampoco había recibido una alta educación. Como padecía
de tuberculosis, cada vez me sentía más débil. No tenía esperanza
alguna. No obstante, fui atrapado por el amor de Dios.
He descubierto que una persona puede refugiarse a sí misma en la
autocompasión, que junto con el orgullo y el complejo de inferio-
ridad, son algunos de los factores causantes de que una persona
no desarrolle sus talentos personales ni tenga grandes sueños para
su vida. Al enamorarme de Jesucristo, con la ayuda del Espíritu
120
Santo, no podía esconderme dentro de mí. Sentí un impulso para
romper los complejos que me detenían y salir por medio de la fe,
creí a Dios en que debía alcanzar el éxito.
En estos momentos me encuentro incubando sueños y visiones
que jamás habría ni siquiera podido imaginar. Si alguien me hu-
biese dicho hace diez años dónde estaría hoy y cuál sería mi sue-
ño, me hubiese reído en su cara. Sin embargo, siento una podero-
sa motivación dentro de mí que me empuja a creer en lo que Dios
me ha prometido.
Tengo en mi mente un proyecto evangelístico aún más grande
para alcanzar todas las naciones del mundo. No mal interpretes
esto, por favor. No digo que Dios no ha llamado a otros ministe-
rios para la última cosecha de este siglo; solamente quiero afirmar
que Dios ha puesto en nosotros una inquietud por las almas perdi-
das como si nosotros fuésemos los únicos canales del mensaje del
evangelio. Para poder cumplir con todo lo que Dios nos ha enco-
mendado, no puedo darme el lujo de sentirme relajado, incapaci-
tado o inadecuado para esta obra.
Personalmente, no me es nada difícil sentirme relajado al pensar
en mis cuarenta y dos años de grandes logros ministeriales. Po-
dría descansar gracias a mis líderes de células, ya que cada miem-
bro de mi iglesia es ministrado por estos líderes. Sin embargo, me
encuentro más ocupado que nunca antes. No solamente predico
siete veces solo los domingos, sino que también viajo permanen-
temente por todas las naciones de la Tierra para llevar a cabo las
conferencias de iglecrecimiento. ¿Me preguntas por qué no me
doy el lujo de tomarme un descanso o jubilarme? Mi respuesta a
esta pregunta es: por el amor de Dios.
He aprendido a abrir mis ojos y ver los lugares de cosecha. He
hablado mucho con el Señor de la cosecha. el Espíritu Santo. Él
me ha dado un amor especial por cada alma perdida y por la Igle-
sia que necesita afirmarse aún más. Esta es la razón por la que no
puedo dejar de ministrar. Así es la fuerza del amor.
Actualmente notamos que muchos hombres de Dios se encuen-
tran desanimados, porque no han visto lo que habían anhelado y
creído. Al viajar por todo el mundo. he visto a muchos siervos
que han perdido la esperanza.
121
Hace muy poco recibí una carta de un pastor estadounidense que
me decía lo siguiente: "Pastor Cho, yo había estado muy desani-
mado. hasta el punto que había perdido todo tipo de esperanza.
Aunque me esforzaba y hacía todo lo que podía, la iglesia no cre-
cía. Fue en esos momentos de duda que vi su programa de televi-
sión. Sus palabras me ayudaron a recuperar la esperanza. He sido
cambiado, y mi ministerio también. Mi iglesia está creciendo".
Este pastor, aunque en su interior ya había bajado los brazos, no
estaba consciente de la importancia de cultivar su esperanza en el
amor.
Pablo comparte la clave de la esperanza: "Y la esperanza no
avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nues-
tros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos
5:5).
La causa del desaliento se debe a la oposición y las críticas que
reciben los pastores. Al encarar estas circunstancias sin el amor
impartido por el Espíritu Santo, pierden la esperanza. El ministe-
rio se vuelve muy monótono, y la gente no recibe el alimento es-
piritual que necesita.
Solo el amor de Dios. fuente de motivación, nos hará sobrepasar
toda clase de desaliento y de desesperanza. El amor de Dios nos
hace actuar y no reaccionar. El amor de Dios nos hace concen-
trarnos en lograr el consentimiento del Espíritu Santo, y no el de
la gente. El amor de Dios nos motiva a amar a los que nos criti-
can. Nos anima a poner nuestros ojos en la meta que debemos al-
canzar. y no en las presentes adversidades. Al aprender a caminar
en el amor. volveremos a encender la vela de la esperanza. la que
es fundamental si queremos lograr algo.
El agricultor planta las semillas con esperanza. El arquitecto hace
un proyecto de un edificio con esperanza. El artista pinta el cua-
dro con esperanza. Sea un trabajo secular o religioso, toda obra
debe estar fundamentada en la esperanza.
El agricultor visualiza la cosecha, aunque en ese instante todo lo
que alcanza a ver es un terreno vacío. Según su imaginación, todo
está listo y terminado. Cuando salgan las primeras espigas, el
agricultor espera con mucha paciencia el día de la cosecha, Exis-
ten varios factores que podrán impedir una cosecha exitosa: una
122
sequía o una inundación, por ejemplo. No obstante, el agricultor
no puede mostrarse preocupado por esto, sino que debe trabajar
como si todo fuese un éxito.
Por lo tanto, el desaliento y la desesperanza pueden ser superados
por medio del amor de Dios. Pablo había sido el centro de la críti-
ca, y tuvo que defender su ministerio en más de una ocasión. Sin
embargo, al escribir la epístola a los Corintios, el apóstol dijo:
"No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos
ocasión de gloriarnos por nosotros, para que tengáis con qué
responder a los que se glorían en las apariencias y no en el cora-
zón. Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos,
es para vosotros. Porque el amor de Cristo nos constriñe" (2 Co-
rintios 5: 12-14, énfasis mío).
Pablo había aprendido que es el amor de Dios el que nos obliga -
constriñe- en contra de las reacciones naturales que guardaba de
sus acusadores, más la ambivalencia que al mismo tiempo sentía.
Agape es el amor del sacrificio, y no necesita de ningún intercam-
bio ni recompensa. El amor de Dios constriñe nuestras reacciones
naturales que causan muchos conflictos. El amar es un acto de li-
beración. El acto de amar es convertirse en un agente del Espíritu
Santo, no reaccionar a las circunstancias ni a las críticas de la
gente. Amar es entrar en una dimensión de existencia que nos li-
bera de todo temor y frustración que domina este mundo.
Superar la ansiedad mediante el amor.
El hombre contemporáneo padece de muchas presiones y estrés
causados por la ansiedad. Todos los días millones de personas
viajan en automóviles, colectivos o trenes para ir a trabajar. El
tránsito, el ruido y la presión hacen que toda esa gente vaya a sus
lugares de trabajo con mucha carga emocional. Aún en las ofici-
nas y fabricas la gente padece de un mayor grado de presión; de-
bido a la inestabilidad de la economía el temor a quedarse sin em-
pleo ha surgido como un problema social.
Los que solemos viajar mucho, sabemos la presión que ejercen
sobre nosotros los horarios y las largas horas de estadías en los
aeropuertos. Hay veces en que se pierden las conexiones debido
al atraso de la llegada de un vuelo. Es muy común ver en las ter-

123
minales aéreas a gente que corre desesperadamente, lo que genera
mucho estrés y ansiedad.
La Academia Americana de Psíquicos realizó un estudio que
arrojó el resultado asombroso de que dos tercios de sus pacientes
padecían de síntomas relacionados con el estrés diario. Se estima
que hay una pérdida de hasta setenta y cinco mil millones de dó-
lares anuales por parte de las compañías estadounidenses a causa
del bajo rendimiento, ausentismo y costos médicos por síntomas
relacionados con el estrés. En el ámbito médico, también se cree
que la ansiedad es la causa mayor de enfermedades cardíacas,
cáncer, dolencias pulmonares, daños accidentales y hasta suici-
dio. En los más recientes reportes farmacéuticos figuran que los
tres medicamentos más vendidos en todo el mundo son calman-
tes, antibióticos para tratar las úlceras y remedios contra la hiper-
tensión.
No obstante, la mayor causa de esta epidemia social ha sido el
cambio brusco de los valores. Los psiquiatras sostienen que los
sucios roles sexuales, causados por el cambio de los valores mo-
rales, son el mayor problema en los matrimonios. Los médicos
descubrieron que el estrés, producido por la ansiedad y la adrena-
lina, puede convertirse en una adicción. Por ejemplo, hombres de
negocios que llevan jornadas muy intensas pueden llegar a quedar
adictos a su propia adrenalina.
Thoman Holmes, profesor de la universidad de Washington, des-
cubrió que la gente que padecía de ansiedad era más susceptible a
cualquier enfermedad en comparación con los que no eran afligi-
dos por ningún síntoma. También descubrió que las personas,
ante una situación difícil, tenían una mayor posibilidad de pade-
cer resfríos u otras enfermedades.
El cuerpo produce anticuerpos que combaten contra gérmenes
que entran en su sistema; sin embargo, cuando el cuerpo sufre de
grandes presiones emocionales, estos anticuerpos demoran en ge-
nerarse, y el cuerpo pierde resistencia para combatir contra los
gérmenes y virus.
La ansiedad y el estrés no es un problema que padecen solo los
occidentales. En el mundo global izado de hoy, todos los proble-
mas que padece la sociedad moderna se expanden rápidamente
124
hasta convertirse en un problema que abarca a todos. Hay una
gran preocupación universal en busca de una solución a este pro-
blema. Debido a los instantáneos medios de comunicación, el
mundo actual no parece estar tan distante como en el pasado.
El mundo pasa por un período en donde el individuo siente más
soledad en medio de la multitud. La gente percibe que cada vez
va perdiendo más control sobre su vida. Las computadoras, las
tarjetas electrónicas y teléfonos celulares han hecho impersonal a
nuestra sociedad.
Un estudio realizado por la universidad de California demostró
que un gran número de personas sufren de ansiedad. Esto se debe
a que la gente se siente incapaz de controlar sus propias vidas. El
doctor Robert Karasek, profesor de la universidad de Columbia,
descubrió que las personas que apenas podían controlar sus vidas
y llevaban jornadas muy intensas tenían una mayor posibilidad dc
padecer un ataque cardíaco en comparación de los que manejaban
sus vidas con un mayor grado de responsabilidad.
¿Cómo podemos superar la ansiedad y el estrés en este universo
que se encuentra sumergido en ellos? La solución está en la Pala-
bra de Dios.
Vivimos en este mundo, pero no somos del mundo. A nosotros
nos fue otorgado el poder para superar cualquier ansiedad. Dios
dijo al pueblo de Israel que no temiesen lo que las naciones te-
mían, y que tampoco tuviesen miedo (véase Isaías 8: 12- 13). El
profeta clamaba que las alianzas naturales, más el pensamiento si-
rio no podría ayudarlos en caso de que los israelitas fuesen ataca-
dos. Su seguridad estaba en el Dios de Israel. Debían confiar en
Dios y mantenerse en adoración. De esta manera serían libres de
toda presión y temor.
Louis Ferman, de la universidad de Michigan, conoció a un hom-
bre que había quedado vacante en varias oportunidades, pero no
se quedó allí, y logró superar toda clase de temor y ansiedad. Esa
persona había perdido su empleo en la compañía de automóviles
Chrysler en el año 1962. En esa época el desempleo había arrasa-
do toda la industria automotriz de la ciudad de Detroit. El secreto
estaba en que esta persona iba todos los domingos a la iglesia y,
como era de esperarse, su fe se incrementaba. Lo que el Dr. Fer-
125
man descubrió no es nada nuevo para nosotros, los cristianos que
ya conocemos la Palabra de Dios.
En Lucas vemos que Jesús dice que el corazón del hombre falla a
causa del temor. Lo que Jesús profetizó en el primer siglo, ahora
es una verdad dentro de la medicina. El temor es la causa mayor
de los ataques cardíacos. Si logramos superar el temor. lograre-
mos también superar la ansiedad y el estrés, más toda clase de
preocupaciones. El temor a perder el empleo, entre otros, es el
mayor factor causante por el que la gente se sumerge en el al-
cohol, las drogas y los calmantes.
Juan dio a conocer la base en la que el temor no puede asentarse:
esa base es el amor perfecto de Dios: "En el amor no hay temor,
sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor
lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfecciona-
do en el amor" (1 Juan 4:18). Tenemos a nuestra disposición la
clave para superar el temor.
La falta de control sobre nuestra vida produce temor y ansiedad,
pero el amor de Dios nos brinda la confianza de que el Señor es el
que controla todas nuestras circunstancias. El amor de Dios nos
brinda un propósito y un significado especial que el mundo no
puede ofrecernos. Sabemos que el amor de Dios se dirige a cada
individuo, y que Cristo murió por el pecado de cada persona. Esto
significa que cada uno de nosotros somos significativos e impor-
tantes. El amor de Dios nos da la plena confianza de que todas las
cosas ayudan a bien, a los que lo aman y a los que conforme a su
propósito fueron llamados. No somos ni la causa ni el propósito
de la casualidad. Todo lo contrario. Tenemos un llamado y un
destino a seguir que es muy significativo.
Una de las mayores causas de estrés y ansiedad son las relaciones
personales. La solución a este problema también es el amor de
Dios. Debe tenerse en cuenta de que el amor del Señor no es sola-
mente para nosotros, sino también para la gente que nos rodea.
Debemos hacer llegar a ellos este inmenso y poderoso amor. Solo
hace falta tratar a los demás, tal como nosotros queremos que nos
traten. Pon este principio en acción y verás los resultados.
Muchas veces la gente guarda temor, y en algunas oportunidades
nosotros también lo hacemos. Las personas esperan que alguien
126
rompa ese círculo superficial. El calor y la amistad logran traspa-
sar lo superficial. Dentro de un ascensor, es fácil observar a per-
sonas que miran los números de los pisos que van pasando. Te-
men sonreír y actuar generosamente. No obstante, el amor de
Dios no necesita de ninguna reciprocidad. Tú puedes ser un canal
para transmitir sonrisas y palabras de afecto. Más que nunca, la
gente te devolverá la sonrisa y la relación impersonal podrá cam-
biar para todos.
En los centros urbanos la gente que vive en departamentos no co-
nocen a sus vecinos. El estrés y la ansiedad, que en cierto modo
se relaciona con la enajenación, pueden ser superados por el amor
de Dios. Y esto puede comenzar a través de ti.
El amor también nos hace andar en las sendas del perdón. Pode-
mos edificamos emocionalmente, sin guardar resentimientos y
enojos en nuestros corazones. Por consiguiente, cuando estamos
cargados y el estrés nos afecta, contamos con los recursos emo-
cionales para combatirlo. Así es, Cristo nos dijo que perdonára-
mos setenta veces siete cada día; así como Él nos perdonó incon-
table número de veces, debemos extender el perdón a otros.
¿Cuántas veces nos perdonará el Señor a nosotros? No volvemos
nuestra mirada atrás cada vez para recordar todas las faltas que
hemos cometido desde que tenemos uso de razón, sino que sabe-
mos que nuestro pasado ha sido perdonado por la misericordia y
gracia de nuestro Señor Jesucristo, y nuestro futuro está en sus
manos. Por consiguiente, el único tiempo en el que tenemos que
ocuparnos es en el presente. He descubierto que a la gente que no
se siente perdonada, generalmente le cuesta mucho perdonar a
otros. Por lo tanto, el primer paso hacia el perdón es saber que
nosotros hemos sido perdonados.
Cuando estamos seguros de que Cristo nos ha perdonado, podre-
mos perdonar a otros sin ningún tipo de inconvenientes por el res-
to de nuestras vidas. Si perdonamos, seremos libres de toda ten-
sión, de todo temor, de toda ansiedad y de todo el estrés que surja
de las relaciones personales.
El amor de Dios nos hará saber, como dice Pablo, que hemos sido
llamados para llevar a cabo un ministerio de reconciliación. Cris-
to es el modelo a seguir. Él se hizo pecador, aún sin conocer el
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pecado, para que nosotros fuéramos transformados por la justicia
de Dios. El mensaje de la cruz es el mensaje de la reconciliación.
Nuestra misión es reconciliar a los hombres con Dios. Cuando te
des cuenta de que esta ocupación es apenas una parte de tu res-
ponsabilidad y que te fue encomendado un ministerio de reconci-
liación, habrás cerrado las puertas al temor y a la ansiedad, y las
habrás abierto para gozar del amor a Dios y a sus criaturas.
El amor de Dios no solamente nos motivará a seguir el propósito
de Dios en el plano de la cuarta dimensión, sino que también será
un medio en el que podremos gozar de una vida saludable y exi-
tosa.

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