Dufour - Triulzi - Mapa Bicontinental
Dufour - Triulzi - Mapa Bicontinental
Dufour - Triulzi - Mapa Bicontinental
(Ley 26651).
dufour.e @gmail.com
El Cartógrafo anota lo que le interesa, en donde hay agua, si el agua es navegable, potable,
útil, donde están los puertos, como están dispuestos los obstáculos, los pasos naturales, la
calidad de las tierras, la población, sus defensas. Hacer un mapa es dibujar el teatro en
donde el autor proyecta realizar un sueño por eso siempre es mejor guiarse por mapas
hechos por nosotros mismos. Si el mapa que seguís no es el tuyo es posible que sin darte
cuenta termines trabajando para el sueño de otros.
Julio Cardoso
Introducción
El tono crítico respecto el mapa bicontinental - que llegó a alcanzar, incluso, grados de
denostación - giró en torno a la “persistencia de un ideario nacionalista con fuertes contenidos
militares y territoriales” que la nueva cartografía oficial sería portadora. El debate - en rigor,
un posicionamiento unívoco al interior de la disciplina geográfica; de carácter prescriptivo y
concluyente frente a la esfera pública a la que estaba dirigido - da cuenta del estatuto
epistémico de la cartografía que, lejos de expresar una supuesta “mímesis con la realidad”, se
erige como artefacto simbólico, vehículo de determinaciones culturales y políticas más
amplias 1.
De esta manera, mapa bicontinental “pone en escena” el espacio crítico del Atlántico Sur,
atravesado por el conflicto de soberanía con Gran Bretaña ya no sólo simbólico sino
estrictamente real, al tiempo que visibiliza la Antártida Argentina, espacio en disputa latente
apenas pospuesta por el Tratado Antártico. Así, el mapa bicontinental reactualiza la disputa
por el sentido de Malvinas y los acontecimientos de 1982, visibilizando el avance “en
sordina” sobre los espacios marítimos, por parte de Gran Bretaña, ampliando notablemente la
superficie usurpada durante el periodo de posguerra en el marco del proceso de
desmalvinización y la concomitante consolidación de la ocupación británica.
1
Quintero, Silvina, 1999, “Pensar los mapas” en Besse- Escolar comp. En Topografías de la Investigación
(2000), cap 6. Eudeba. Bs As.
IGN
Con la sanción de la Ley de Carta n° 26651 en el año 2010 que establece la obligatoriedad de
la utilización del mapa bicontinental en el sistema educativo y su exhibición en todas las
reparticiones públicas y organismos del Estado se produjo un intenso debate en los
principales diarios de circulación masiva. Allí manifestaron sus puntos de vista, de cuño
fuertemente condenatorio, renombrados especialistas del campo académico de la geografía
como Carlos Reboratti, Carla Lois, Guillermo Cicalese además de los historiadores Hilda
Sábato y Luís Alberto Romero, entre otros, acompañados a su vez por sendas editoriales en
La Nación y Clarín.
Todas ellas contienen como común denominador, el tono fuertemente crítico respecto del
mapa bicontinental desde , básicamente, dos dimensiones. Por un lado, la crítica general
apuntaba a cuestiones de índole técnico -aunque subsidiaria de la dimensión ideológica -
centradas en los conceptos de escala y proyección cartográfica adoptados en la confección
del nuevo mapa así como también en la “errática” implantación de símbolos cartográficos
sobre espacios (Malvinas y Antártida) donde Argentina no ejerce soberanía efectiva. Por otro,
y objeto principal de las críticas, a los preceptos ideológicos que orientarían el diseño y la
implementación de la nueva cartografía oficial en el marco de lo que los autores interpretan
como un “nacionalismo territorialista enfermizo” 2.
2
Cicalese Guillermo, “El mapa bicontinental argentino: la venganza póstuma del geógrafo nacionalista Raúl
Rey Balmaceda” de, Diario La Capital de Mar del Plata, 11 de Octubre de 2015.
3
Convención de los Derechos del Mar de las Naciones Unidas.
4
Para profundizar ver Zusman, Perlay Haesbaert, Rogério et al [ed.], 2011, Geografías culturales
aproximaciones, intersecciones y desafíos,Ed. F,Fy L UBA, Buenos Aires. Disponible en:
http://publicaciones.filo.uba.ar/sites/publicaciones.filo.uba.ar/files/Geograf%C3%ADas%20culturales_interactiv
o.pdf
los núcleos más potentes de la cultura popular argentina 5 y que la bicontinentalidad argentina
es una cuestión latente - y creciente- en el marco del escenario pos tratado antártico hacia el
que nos encaminamos en las próximas décadas.
Yendo a la letra de las notas de opinión y en cuanto a las cuestiones técnicas del diseño
cartográfico, Cicalese 7 argumenta “ el mapa así tal cual está no suma conocimiento ni una
ampliación de la conciencia, no hay correspondencia entre el dibujo y la realidad (el
terreno). Sería entonces conveniente para los territorios en cuestión fuera de la soberanía
nacional utilizar otros trazos, diseños y colores que operen como advertencia, para llamar
fuertemente la atención y sacar a los observadores del rol de espectadores pasivos”.
Entiende que “ un mapa podría ser pensado como un dispositivo racional de orden
matemático y geométrico. Sus pautas son muy específicas y unívocas de cómo se debe
interpretar cada signo, color o trazo estampado”. Y, a continuación, agrega, “no es correcto
utilizar el mismo diseño gráfico, colores y signos para las provincias argentinas, el Sector
Antártico y las Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur; sobre las provincias se ejerce
soberanía en los otros dos territorios no, a pesar de que se les adjunte la sigla ARG”, “(...)
se podría estampar una leyenda que no sea simplemente parásita de la figura y que indique
‘cómo leer’ esas indefiniciones soberanas”.
9
Lois, Carla, “ El mapa no alcanza para cambiar la realidad” , Clarín, 12 de Noviembre 2013. Disponible en:
https://www.clarin.com/opinion/mapa-alcanza-cambiar-realidad_0_ByMGcHGsDmg.html
10
Reborattti, Carlos, op. cit.
11
Cicalese, Guillermo, op. cit.
del nacionalismo territorial”. Aunque afirma que el mapa en sí mismo es portador de
“berretines y empeños de los geógrafos nacionalistas de aquellos tiempos “ 12.
Esta mirada restringida deja fuera del análisis la propia naturaleza del estado- nación, el papel
que juega lo simbólico en su gestación, consolidación e incesante ( es decir, histórica)
reapropiación por parte de las mayorías bajo su seno conforme a las coordenadas histórico-
geograficas particulares y el proceso de formación territorial ( es decir, concreto) de la parte
austral del continente suramericano que no puede entenderse sin considerar determinaciones
de poder a escala mundial.
12
Se refiere al geógrafo Raúl Rey Balmaceda ligado al pensamiento geográfico tradicional que hasta la década
del 70 su obra tuvo una fuerte gravitación en los textos escolares , universitarios y colecciones de geografía
popular.
13
Precisamente, Carlos Reboratti tuvo un destacado papel en la renovación teórica y metodológica de la carrera
de la UBA en el marco de la recuperación democrática en 1983. En términos teóricos y disciplinarios, los
intentos de democratización encontraron su antagonismo en el pensamiento geográfico tradicional nucleados en
instituciones como GÆA (Sociedad Argentina de Estudios Geográficos) ligados a la geopolítica clásica,
fuertemente resistida en el campo de la geografía académica.
Los postulados de los autores citados no profundizan aquello que está vívidamente presente y
en latencia, el conflicto real con Gran Bretaña por la usurpación territorial del atlántico sur y
su pretensión antártica que se superpone en su totalidad al reclamo argentino y parcialmente
en el caso chileno que el mapa bicontinental coloca en primer plano de visibilidad.
Profundizar este conflicto irresuelto en pleno curso implicaría dar cuenta de un
posicionamiento de tipo ético- politico por parte de los autores no solo en su rol de
académicos sino también como ciudadanos. Precisamente en un conflicto de soberanía
territorial con la potencia neocolonial que constituye el factor estructurante central del vasto
espacio de Malvinas, Atlántico sur y Antártida que el mapa bicontinental viene a hacer foco,
colocando “el dedo en la llaga”.
Por último, los postulados antedichos parecieran -paradójicamente- ratificar las mismas
premisas que pretenden problematizar en torno al estatuto conceptual de la cartografía.
Aquella concepción cartográfica tradicional que entiende a los mapas como “reflejo mimético
de la realidad”. En las notas de opinión se le reclama al mapa bicontinental que en su
simbología no da cuenta del estatus quo del Atlántico sur y la Antártida. Un real- geográfico
signado por las determinaciones de poder británico - vigentes y proyectadas- insertas en el
dispositivo de seguridad de la OTAN que aparece, de algún modo, naturalizado ¿Existirá allí
también un “retrógrado” y “enfermizo” nacionalismo territorialista de alcance, en este caso,
global? Nada de lo escrito en las notas de opinión brinda pistas al respecto.
14
Una versión resumida del planteo aquí desarrollado se encuentra en: “Imágenes cartográficas: Geografía,
cultura y poder”, en Jaramillo, A. (Org), 2016, Atlas histórico de América Latina y el Caribe . Aportes para la
descolonización pedagógica y cultural, Tomo III. Remedios de Escalada, EDUNLA, en el cual uno de los
autores del presente trabajo fue parte integrante del equipo autoral.
Sin embargo, no es posible concebirlos sino desde “algún lugar”, vale decir, desde alguna
idea, necesidad, teoría, interés, demanda, estímulo o deseo que oriente la percepción y
permita dotar de sentido a esa “fisicidad”, que devendrá directa o indirectamente en una
determinada manera de intervenir en él. Un “desde algún lugar” que incluye su sentido
estricto, un punto localizado a partir del cual captar el mundo que se extiende más allá de la
mirada. Pero ¿hasta dónde? hasta donde se pueda y tenga sentido imaginar.
Desde hace ya varias décadas, el espacio geográfico dejó de ser concebido al modo de la
geografía tradicional como un mero receptáculo físico donde apenas se montan procesos
políticos, económicos o culturales definidos en otras esferas. Los espacios geográficos no
solo son plausibles de ser apropiados materialmente sino también simbólicamente – al
estimular ideas y valores- e identitariamente -al formar parte de nuestra estructura de
sentimientos y sentidos de pertenencia-. El conjunto vívido de representaciones,
identificaciones y afectos que los lugares nos inspiran y provocan van configurando –
también- los territorios en la medida que condicionan, obturan o promueven determinadas
acciones u omisiones a partir y a través de ellos. Los espacios -dadas ciertas condiciones
históricas y contingentes- pueden devenir en sí mismos agencia política e identitaria.
Somos hijos tanto del tiempo como del lugar donde nos tocó nacer y crecer. No hay tiempo
sin espacio, "todo presente es ante todo una presencia". Y toda presencia del sujeto no se
reduce a un mero posicionamiento locacional en un plano de coordenadas sino que es
indisociable a un emplazamiento de tipo vivencial y ético-político. El planteo marca el pasaje
de la crasa topografía a una topología de tipo vivencial, la cual implica una distancia o
proximidad emocional, afinidad o repulsa de los sujetos involucrados que no tiene expresión
numérica o geométrica 15.
"Malvinas", por caso, no solo hace referencia a la superficie de las islas y sus mares
circundantes o, incluso, únicamente a la usurpación británica en pleno curso; sino que -al
mismo tiempo- interpela las propias “capas tectónicas” de nuestro fuero íntimo como
comunidad nacional ( que incluye pero que, por supuesto, excede la noción de “comunidades
epistémicas”). Remite a sentidos de pertenencia que siempre gravitan y cristalizan de manera
directa o indirecta en la espacialidad. Y esos valores y sentidos no son un mero anexo o
15
Dufour, Ernesto et al. 2017, “Gráficas del pueblo. Memoria de la Causa Malvinas en el paisaje”, informe de
investigación no publicado, Observatorio Malvinas, Universidad Nacional de Lanús. Disponible en
http://memoriamalvinera.unla.edu.ar/pdf/graficas-del-pueblo-informe-de-investigacion-diciembre-2017.pdf
agregado “superestructural” sino que también constituyen ontológicamente al espacio no
reducido a la crasa “fisicidad” de las islas en la medida que estimulan, promueven u obturan
distintas acciones u omisiones en los modos de intervenir en el real-geográfico. En tanto
símbolo, Malvinas, desborda todo territorio pero -sin embargo- no puede inteligirse sino a
través de él 16. Poco importa la distancia medida en km respecto de las islas sino “cuánto
tienen que ver conmigo, o lo que es lo mismo, o "como hacemos para llegar allá", implícito
en la consigna “Malvinas Volveremos” 17.
El espacio geográfico realmente existente tanto en el terreno como en el propio cuerpo, -el
cuerpo, acaso, como el primer territorio- será aquel que logre sedimentar en algún momento
del proceso histórico incesante. En definitiva, algunos espacios geográficos son -o pueden
devenir en- espacios existenciales.
16
Litorales. Revista de Geografía y Ciencias Sociales. Editorial n° 0. Instituto de Geografía,FyL.UBA
Disponible en: https://web.archive.org/web/20090327072045/http://litorales.filo.uba.ar/web-
litorales/numero0.htm
17
Vassallo, Sofía et al. op. cit.
La cartografía aparece entonces como un instrumento por excelencia de representación por su
indudable utilidad práctica para tornar visibles geografías lejanas. La geografía (concreta y
representada) también tiene que ver con mover cosas, tangibles e intangibles a la vez, a
despecho de la concepción estática e inmóvil del espacio, propia de la geografía tradicional,
en la medida que los espacios pueden ser pensados como un sistema integrado de fijos y
flujos 18. Los espacios pueden ser pensados como lugares donde se fija el movimiento 19 tanto
de elementos materiales como ideacionales. En los mapas, los lugares encuentran su
escritura, entonces pueden ser vistos como poderosos factores de estructuración de geografías
particulares 20.
La elocuencia del mapa conlleva el efecto en el plano de los imaginarios geográficos que la
forma de percibir – y prescribir- los territorios “emana del suelo”, en una supuesta
correspondencia mimética entre mundo material y universo simbólico representado 21. Sin
embargo, las representaciones y los imaginarios territoriales operan por detrás y a través de
los mapas que no son inocuos en la medida que promueven u orientan distintos modos de
intervenir en los espacios, paisajes y lugares, por acción u omisión. Todo representar es una
apropiación simbólica en busca de su referente empírico que pulsa por generar efectos reales.
18
Santos, Milton. 2008. “Espaço e método”. São Paulo: Edusp.
19
Escolar Marcelo (1992). “Los lugares donde se fijo el movimiento : diferenciación e identificación
geográfica”. Tesis de Doctorado. F,Fy L UBA. Buenos Aires.
20
Quintero, Silvina, op. cit.
21
Quintero, Silvina, op. cit.
22
Quintero, Silvina, op. cit.
cartografía. En el cual , como resalta Quintero, la función connotativa de los mapas se
impone a la función denotativa 23.
Vemos ,por tanto, que la representación de un país no remite a “meros dibujitos” de carácter
neutro sino que involucra pasiones, sentimientos y proyectos políticos y culturales que se
expresan a través de esa imagen en apariencia inocua tal como evidencia el debate suscitado
luego de la sanción de la ley. Mucho más en el caso del mapa-logotipo de un país elaborado
por los organismos cartográficos oficiales en el cual la función simbólico-identitaria, se
impone a otros usos de cara a la ciudadanía bajo su seno al tiempo que cumple, a escala
mundial, una función estratégica primordial de su política exterior ante el resto de los estados
del sistema internacional.
23
Quintero, Silvina, op. Cit.
24
Bourdieu,Pierre, 1999, “Sobre el poder simbólico (pp. 43-68)”. En Intelectuales, política y poder. Eudeba,
BsAs, 1977.
Mapa Bicontinental de Nicolás Boschi
25
Quintero, Silvina, op. cit.
Desde mediados del siglo XIX el desarrollo de la cartografía asume nuevas significaciones
con la expansión de los aparatos burocráticos del estado territorial moderno y con el avance
del reformismo liberal y positivista en el espacio latinoamericano y otras regiones periféricas.
En ese contexto, comienza a vincularse la cartografía de base con la información estadística y
catastral tendiente a satisfacer requerimientos de centralización y homogeneidad de la
información territorial en el marco de expansión y consolidación de los estados nacionales,
forma institucional que fueron adquiriendo las unidades políticas hacia fines del siglo 26.
26
Ver Nadal, F. y Urteaga, L., 1990, “Cartografía y Estado. Los mapas topográficos nacionales y la estadística
territorial en el siglo XX. Geocrítica, nº 88. Barcelona.
27
Ver Abrams, P. (1977). “Notas sobre la dificultad de estudiar al estado”. En Journal of Historical Sociology,
vol. 1, nro, 1, 1988, pp. 58-89.
28
Weber, M (2002). Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva. (pág.: 224) FCE, Madrid, 1922.
El mapa adquiere una función política nodal en la construcción del estado- nación más allá de
su utilidad instrumental. Desde el planteo de Anderson 29, es posible pensar el mapa no
únicamente como una mera herramienta de gestión administrativa o de estrategia militar sino
como un dispositivo fundamental en la construcción de imágenes identitarias. Según el autor,
el mapa vehiculiza otras funciones vitales para la consolidación y el accionar del estado
colonial: “ (…) tres instituciones del poder que, aunque inventadas antes de mediar el siglo
XIX, cambiaron de forma y de función cuando las zonas colonizadas entraron en la época de
la reproducción mecánica. Estas tres instituciones fueron el censo, el mapa y el museo: en
conjunto, moldearon profundamente el modo en que el Estado colonial imaginó sus
dominios” 30. Estaríamos entonces ante un nueva utilidad del mapa. La función simbólico-
identitaria que permite dar forma a una identidad nacional. De aquí que la cartografía
topográfica como tarea de Estado implica su incorporación como práctica estatal, como un
saber crítico del estado a través de organismos cartográficos oficiales por su capacidad de
moldear imágenes y representaciones geográficas que brindan cuerpo y encarnadura a la
nacionalidad y al conjunto de instituciones que la promueven.
29
Anderson, Benedict Anderson, 2000 Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del
nacionalismo. Cap X. El censo, el mapa y el museo. Bs. As. Fce.
30
Anderson, B. op. cit., pág. 228.
31
Thrower, N.,2002, Mapas y civilización. Historia de la cartografía en su contexto cultural y social. ( pág. 245)
Ediciones del Serbal, Barcelona. 1996.
32
Nadal, F. y Urteaga, L., op. cit.
internacionalmente 33. En este sentido, el estudio de la cartografía representa una puerta de
entrada fecunda a un amplio campo analítico al hacer visible el entramado social , cultural y
político y las relaciones de fuerza a nivel multiescalar, inmanentes al proceso incesante de
reapropiación y/o relanzamiento del sentido -y alcance- de la nacionalidad por tras – y a
través- de la “forma estado”.
Las regiones tenían existencia previa a la nación la cual se superpuso a las realidades
territoriales preexistentes. Lógicamente, los atributos de estatidad no se desplegaron sobre
una tabula rasa sino antes bien en “fricción” o amalgama áspera debido a las -en palabras del
geógrafo brasileño Milton Santos- “rugosidades” propias de las formas espaciales heredadas.
Esto es, toda la materialidad y legados culturales cristalizados forjados durante tres siglos en
el anterior orden español en América - que tuvo centro de gravitación en el Perú y estaba
volcado hacia el pacífico- sedimentó una sociedad indiana conformada por la vivida fusión
entre españoles, africanos e indígenas. Una real -geográfico signado por las cosmovisiones
criollas e indomestizas fundantes.
La elaboración político- intelectual llevada a cabo por las elites ilustradas no “derramó” de
manera fluida o armónica sobre el mayoritario, al decir de Halperin Donghi, “conglomerado
mestizo-criollo”. Consecuentemente, no existía en el espacio americano una identificación
nacional como tal con anterioridad y al momento de las guerras independentistas sino, al
menos, una doble pertenencia territorial. Por un lado, aquella ligada al terruño, a los lugares
vitales más próximos, la provincia - que es la base del federalismo argentino- y por otro -en
continuidad no como contraposición-, una pertenencia omniabarcativa y ecuménica a escala
33
El proceso de internacionalización de los mapas se dio, paradójicamente, en simultáneo con el apogeo de las
soberanías nacionales individuales. Ver Thrower, N. 1999, “Maps and Civilization”.Cap 8. En: Cartography in
Culture and Society. University of Chicago press.
continental o “patria americana”, que el postulado de Simón Bolívar “no somos ni indios ni
europeos” es una clara expresión.
El pasaje del estado colonial al estado nacional supone un nuevo principio de legitimidad
fundado en la soberanía popular restringida 34 y acotada a una determinada – e inédita hasta
el momento – escala o alcance geográfico, ahora “nacional”, entre el continente y la
provincia. Nación y pueblo ( a partir de ese momento “investido” como argentino, uruguayo,
ecuatoriano, peruano, etc.) emergen en el largo histórico como entidades que se co-
constituyen producto de determinaciones de poder que se expresan a través de las nuevas
unidades político-territoriales en reconfiguración. Dicho pasaje conflictivo supuso la
necesidad de gestar un nuevo principio de legitimidad que se expresa ontológicamente a
través de las nuevas unidades político-territoriales bajo la forma estado que reorganiza
dramáticamente la realidad territorial preexistente 35.
En Argentina, luego de las batallas de Caseros y Pavón a mediados del siglo XIX marca el
momento, tal como advierte Oporto 36, en que ser argentino implicaba “dejar de ser
americano”. No solo como diferencia o ajenidad entre Argentina/ América (latina) sino como
su contraposición. El proceso de “invención de la nación” por parte de la oligarquía
terrateniente y portuaria es concomitante con la transformación del pueblo realmente
existente signado ontológicamente por la cultura criollo-hispánica, la religión católica, ya
profundamente mestizada o apropiada, conforme al orden valórico del proyecto de país
oligárquico, excluyente en lo político, agroexportador en lo económico, socialmente desigual
y culturalmente iluminista/positivista. La construcción de la identificación territorial, ahora
nacional, bajo tales parámetros implicaba refundar los sentidos de pertenencia con base en
34
Ansaldi, Waldo y Giordano, Verónica, 2016, América Latina. La construcción del orden., tomo 1: capítulos 3
y 4. Buenos Aires: Ariel.
35
Un ejemplo prototípico de esta reorganización geográfica lo representa la clásica regionalización del territorio
argentino. Las regiones de Cuyo, Comahue, Patagonia, pampeana, andina y mesopotamia, cada una con sus
características y recursos que, en conjunto, constituyen y dan forma al país llamado Argentina. Esta visión de
base naturalista, es decir, prepolítica, tiene un efecto performativo en el plano de los imaginarios geográficos.
Ver Silvina Quintero, 2002, Geografías regionales en la Argentina. Imagen y valorización del territorio durante
la primera mitad del siglo XX. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, y Silvina
Quintero, 2004, “Los textos de Geografía: un territorio para la nación” en La argentina en la escuela en La idea
de nación en los textos escolares coordinado por Luis Alberto Romero. Ed. Siglo XXI.
36
Oporto, Mario,2020, “La educación argentina y la deslatinoamericanización”. En: Pensamientos
nuestroamericanos en el siglo XXI : aportes para la descolonización epistémica / Carlos Godoy ; Magali Gomez.
- 1a ed . - Remedios de Escalada : De la UNLa - Universidad Nacional de Lanús, 2020. Disponible en:
https://upc.edu.ar/wp-content/uploads/2020/04/pensamientos_nuestroamericanos.pdf
una entidad geográfica particular: la Nación Argentina. La crasa fisicidad de la multiplicidad
de elementos naturales y culturales incluidos dentro de sus límites jurisdiccionales precisa ser
“connotada”, es decir, reinvestida simbólicamente como requisito previo para su constitución
como tal. El poder simbólico inherente a los procedimientos político-institucionales
desplegados desde finales del siglo XIX en pos de la generación e internalización de una
identidad nacional “de patria chica” se desplegó a través de la escuela, el servicio militar, el
folletín y, fundamentalmente, el mapa 37.
En rigor, el llamado “nacionalismo territorialista” encuentra su origen no en la cosmovisión
nacionalista in strictu sensu, de fuerte gravitación en las escena politica política y cultural de
las décadas del 20-30 del siglo XX, sino en el liberalismo porteño triunfante en Pavón en
1861 y en el horizonte que se abre para su proyecto político en esa decada que adquiere
dimensiones nacionales. El nuevo escenario se diferencia del anterior proyecto liberal en la
etapa rivadaviana que entendía que la provincia de Buenos Aires y su puerto debia “plegarse
sobre sí misma” para aprovechar las oportunidades del comercio inglés desentendiéndose del
destino del resto de las provincias unidas. Por fuerza de la realidad geográfica realmente
existente la oligarquía porteña y terrateniente debe construir un “proyecto nacional”
subordinando, a sangre y fuego, al resto de las provincias a sus intereses ligados a la
apropiación exclusivista de la renta generada por el comercio exterior con base en la aduana
del puerto de Buenos Aires 38.
En ese contexto, el sistema educativo en gestación con la creación de los colegios nacionales
en distintas provincias que tenían como objetivo la formación de las elites provinciales en
función de las necesidades del proyecto porteño en donde la geografía como disciplina tuvo
un papel preponderante por su capacidad de internalizar una determinada imagen de país y
representaciones geográficas legitimadas conforme a los valores dominantes del proyecto
encarnado por el mitrismo 39. Una formación territorial argentina que luego de la
37
Quintero S., op. cit y Wortman, A, 2009. “Cultura y Estrategia para el Mercosur”. Ficha Seminario DPPIR
FLACSO, Bs. As.
38
De ahí que Juan Bautista Alberdi afirme que “la federación argentina es una especie de alcancía en que todas
las provincias guardan sus rentas, pero cuya llave está en manos de Buenos Aires y cuyo tesoro sólo sirve al que
tiene la llave. La llave es el puerto de Buenos Aires”. Agregando que “no son los unitarios y federales, son
Buenos Aires y las provincias. Es una división de geografías, no de personas; es local, no política. Con razón
cuando se averigua quiénes son los unitarios y federales y dónde están, nadie los encuentra; y convienen todos
en que esos partidos no existen hoy; lo que sí existe a la vista de todos es Buenos Aires y las provincias,
alimentando a Buenos Aires” Alberdi, Juan B. 2007, “Grandes y pequeños hombres del Plata”. Bs. As.: Punto
de Encuentro.
39
Para profundizar ver Quintero,S. 1995, “Geografía y Nación. Estrategias educativas en la representación del
territorio argentino (1862-1870)”. Cuaderno de territorio n° 7. Instituto de Geografía , F,Fy L.
federalización de Buenos Aires en 1880, donde el mitrismo es derrotado militarmente por las
fuerzas nacionales al mando de Julio Argentino Roca en tanto expresión del antiguo
patriciado de raíz federal devenido en oligarquías provinciales, adquiere la configuración
contemporánea con la incorporación efectiva de la Patagonia y el Chaco al estado federal ya
consolidado luego de 70 años de guerras civiles, en el contexto del proceso de estatalización
de las unidades políticas a escala mundial y la emergencia del imperialismo británico.
Nuevo mapa de la República Argentina publicado por la Oficina Cartográfica de Pablo Ludwig ,
1914.
Desde la perspectiva aquí asumida, la identidad nacional contingente “ Argentina, granero del
mundo”, “ sucursal de Europa en América”, “ país de la pampa y la estancia” entre otras
representaciones, si bien producto de una construcción político-cultural que opera en una
instancia subjetiva, imaginaria e ideacional que nada tiene de natural, no deja de ser
expresión de lo real. Detener la reflexión en aquella primera premisa- “la nación como
constructo”- implicaría dejar de ver que las identidades ofician de marcos de percepción,
referencia y significación que guían y motorizan la acción efectiva de los grupos y
personas 40 . En este sentido, se materializan no solo en el plano imaginario, retórico o
argumental sino estrictamente real, en tanto se internalizan como habitus 41. Así, lo identitario
no estaría determinado de antemano al no poseer un carácter esencial, prepolítico o a-
espacial. Su contenido y alcance dependerá de la dinámica sociopolítica de cada contexto en
función de coordenadas histórico- geográficas específicas pero tampoco se reduciría a meros
juegos de sentido, en alguna medida arbitrarios, o “ficciones” impuestos de arriba hacia abajo
por parte de las elites de producción simbólica supeditadas a las determinaciones de poder.
Una perspectiva en la que mayorías devienen actores pasivos y que niega al pueblo realmente
existente su carácter de sujeto político por excelencia.
40
Grimson, Alejandro, 2011, “Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad” Buenos Aires.
Siglo XXI Ed.
41
Bourdieu, P. op. cit.
42
En este sentido, la construcción nacional resultó eficaz en tanto que “(..) una formación social se reproduce
como nación sólo en la medida en que el individuo se instituye como `homo nationalis` desde su nacimiento
hasta su muerte, por una red de aparatos y de prácticas cotidianas", más allá de las sucesivas erosiones,
resignificaciones y/o reconfiguraciones.Ver Balibar y E. Wallerstein, I.,1991, Raza, nación y clase.
Madrid:IEPALA
es decir, se encuentran internalizados, reapropiados y reactualizados en el día a día, formando
parte de la experiencia cotidiana de las mayorías interpeladas, que lo han hecho cuerpo ( el
cuerpo, acaso, como el primer territorio). Se trataría entonces de un triple movimiento. El
proceso de institucionalización de un orden de poder se encuentra fuertemente imbricado a
los procesos de espacialización que, a su vez, es inescindible de procesos de subjetivación en
tanto “garante de última instancia” de su legitimidad ontológica. Politización, espacialización
y subjetivación como un “nudo borromeo” cuyos lazos se convocan y constituyen
mutuamente en incesante interpenetración en tanto como dimensión constitutiva del estado
territorial.
Reflexiones finales
El sentido de nacionalidad forjado a partir del siglo XIX no es estático ni se plasma de una
vez y para siempre. Sedimenta, adquiere relativa estabilidad al tiempo que se encuentra en
continua disputa y reapropiación por parte de los grupos dominantes tanto como de las
mayorías de a pie, “ayunos de todo, a los que solo les queda la patria” . Y afirmar esto no es
esencialismo. El espacio geográfico además de un territorio jurisdiccional, administrativo,
ámbito de expresión de un orden triunfante o espacio de flujos económicos es un espacio
43
Bolívar, I.,2010, “Formación del Estado y biografía de las categorías”, en Nómadas, nro. 23, Bogotá, pp. 93-
107.
existencial que bajo ciertas coordenadas históricas y geográficas, deviene en sí mismo
agencia política y otorga sentido ( algo más que mero significado, la unión fecunda entre
sentir, pensar y hacer) a la pregunta acerca de que es la patria, y quienes somos -o quienes
vamos siendo- como comunidad nacional, a partir y a través de ella . O como dice el filósofo
europeo “maldito”, Martin Heidegger sobre el habitar – la patria es un poco el hogar que nos
da cobijo y sustento- ”[ hogar es] estar en y con las cosas, velando por ellas”.
Metodológicamente, la pregunta geográfica clave en torno al sentido de patria ya no sería
solo el dónde sino el porqué las cosas/ el sentido de lo propio ahí y no en otro lugar, en un
giro que va desde el discurso sobre la realidad a lo real que está ahí 44. La pregunta del
Porqué ahí habilita una secuencia incesante de interrogantes, ¿cuándo? ¿cómo? ¿quiénes?
¿con qué? ¿para qué? ¿para quiénes? Las potenciales respuestas involucran aspectos
geopolíticos, históricos, económicos, tecnológicos y culturales que desbordan las
características intrínsecas de los lugares en cuestión “a escala doméstica”, en nuestro caso
Antártida, Atlántico sur y Malvinas. Espacios cargados de densidad histórica y geocultural y
que la comunidad los ubica en la dimensión de lo sagrado ( muy particularmente Malvinas).
“Geografías inquietantes” que el mapa bicontinental nos trae a un primer plano de visibilidad.
¿Son esos espacios núcleos legítimos del sentido de pertenencia nacional, es decir, de lo
propio o, por el contrario, representan meros anexos, complementos o excrecencias, en un
relación de ajenidad respecto de la argentinidad forjada a finales del siglo XIX con epicentro
en Buenos Aires y la pampa húmeda? ¿ Somos un país agrícola- ganadero o una nación
marítima? ¿ Miramos al norte o al sur? ¿ Desde cuál centro de referencia o punto de apoyo no
solo locacional sino espiritual? 45 ¿ Cuáles imágenes cartográficas pueden coadyuvar a
promover uno u otro sentido?. Se trata de representaciones geográficas del sentido de
nacionalidad que remueven/ (re)lanzan / friccionan sedimentaciones identitarias que a su vez
pulsan condiciones para eventuales proyectos territoriales presentes y futuros, dentro del
entramado de relaciones de fuerza realmente existente que se expresa de manera
multidimensional y trans escalar.
44
Torres Roggero, Jorge ,2002, Elogio del pensamiento plebeyo. Geotextos: el pueblo como sujeto cultural en
la literatura argentina, Córdoba, Sílaba.
45
Siguiendo el pensamiento de kusch, y el foco en el Estar antes que en el Ser tan caro a la cultura europea,
como lo propio el pensamiento indigena y popular americano, allí donde no operan las escisiones tajantes del
racionalismo occidental entre sentir/ pensar, individuo/ comunidad, razón pura / razón poética y el ser no puede
concebirse sin el estar, o “el estar-siendo”, “(...) Detrás de toda cultura está siempre el suelo. No se trata del
suelo puesto, así como la calle Potosí en Oruro o Corrientes en Buenos Aires, o la pampa, o el altiplano, sino
que se trata de un lastre en el sentido de tener los pies en el suelo, a modo de punto de apoyo espiritual, pero que
nunca logra fotografiarse porque no se lo ve […] Y ese suelo así enunciado que no es ni cosa, ni se toca, pero
que pesa, es la única respuesta cuando uno se hace la pregunta por la cultura.” en Kusch, Rodolfo, 1976,
Geocultura del hombre americano, Buenos Aires, F. García Cambeiro.
El mapa bicontinental “pone en escena” la geograficidad - es decir, la condensación del
conflicto entre proyectos de poder antagónicos a través del espacio - en Malvinas ,
Atlántico sur y la Antártida que cala hondo en los sentimientos mayoritarios -no así en las
elites de producción simbólica- en tanto constituye uno de los núcleos más potentes de la
cultura popular argentina que, en buena medida, su condición de política de estado
ineludible. El solo nombre o la imagen del contorno de las islas moviliza acciones ( y
omisiones) y sentidos vitales en torno a los dos polos dilematicos que moldean Malvinas
como campo problemático, “Malvinas, gesta patriótica” o “Malvinas como continuidad del
terrorismo de estado” 46. Desde el planteo propuesto, Malvinas es porque está. Se hace
presente - desbordando toda pretensión de constreñir su riqueza y complejidad a esquemas
dicotómicos- porque la comunidad así lo ha decidido e investido más allá de las referencias
culturales o ideológicas de los analistas 47.
De esta manera, el mapa bicontinental participa activamente como herramienta heurística
dentro del áspero campo de disputas en torno al proceso de desmalvinización 48 y al sentido de
los acontecimientos de 1982, los caídos, sus familiares y la causa por la cual pelearon. A su
vez, interviene de manera creciente en el debate por explotación de recursos en los espacios
usurpados, por la presencia argentina en sus espacios marítimos y en el reclamo soberano en
la Antártida de cara al próximo escenario post-tratado hacia la década del 2040 o incluso
antes 49.
46
Para profundizar ver Vassallo, Sofía et al op. cit.
47
Para dar cuenta de la rica y fecunda constelación de marcas malvineras en el paisaje, o “textualidades de la
comunidad”, ver el portal multimedial Muro de la Memoria Malvinera, elaborado por el Observatorio Malvinas
de la UNLa. Una herramienta que permite el acceso a “un decir” que no había sido explorado sistemáticamente
por el campo académico. Disponible en http://memoriamalvinera.unla.edu.ar/
48
Entendido por Julio Cardoso como el proceso de desactivación de pensamientos, sentimientos y acciones en
torno a la recuperación de la soberanía territorial en Malvinas y el atlántico sur. Ver Cardoso, Julio, 2013, “La
posguerra como campo de batalla” En Primer congreso latinoamericano. Malvinas, una causa de la patria
grande, (pág. 198) Remedios de Escalada, UNLa. Disponible en:
http://www.unla.edu.ar/documentos/observatorios/malvinas/1er_congreso.pdf
49
Nada garantiza en el actual proceso de reconfiguración del orden mundial en pleno curso, con la emergencia
de la alianza entre Rusia y China como bloque de poder que disputa el comando de la globalización al bloque
atlantista controlado por la alianza EEUU- Gran Bretaña, que las condiciones que posibilitaron la firma del
Tratado Antártico sean ratificadas en el 2041. De la misma manera, ningún análisis sólido puede aseverar que
dicho Tratado no pueda ser vetado con anterioridad a esa fecha conforme a la dinámica de creciente y flagrante
conflictividad - que no excluye la esfera militar- entre las potencias mundiales tradicionales y emergentes.
Mapa de los Espacios Marítimos de la República Argentina, Comisión Nacional del Límite exterior de la plataforma
Continental ( COPLA), 2021.