Favelukes y Graciela (2013) - Mapas Catastrales y Control Territorial Mensuras, Mapas, Atlas
Favelukes y Graciela (2013) - Mapas Catastrales y Control Territorial Mensuras, Mapas, Atlas
Favelukes y Graciela (2013) - Mapas Catastrales y Control Territorial Mensuras, Mapas, Atlas
Departamento de Historia de
la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013.
Favelukes y Graciela.
Cita:
Favelukes y Graciela (2013). Mapas catastrales y control territorial:
mensuras, mapas, atlas. XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de
Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras.
Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
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XIV Jornadas
Interescuelas/Departamentos de Historia
2 al 5 de octubre de 2013
ORGANIZA:
Favelukes, Graciela
http://interescuelashistoria.org/
A lo largo del siglo XIX se fue definiendo una cartografía catastral en la que estuvo en
juego la construcción de la esfera estatal y de la esfera privada, en lo relativo a la
propiedad de la tierra y la formación de un sistema tributario. Frente a las formas de
propiedad agraria propias del período colonial, ¿qué implicaba la introducción del
catastro? La cuestión abre un abanico amplio de interrogantes. Como viene planteando
la historia de la cartografía, ponderar los distintos géneros cartográficos ya no implica
una mera evaluación de exactitudes técnicas y fidelidades representativas. Se trata en
cambio de situar esos géneros en su contexto de producción, de restituir sus conexiones
con los marcos culturales y sociales que les dieron origen y que también resultaron
definidos y modelados por unas prácticas técnicas que de ninguna manera fueron
neutras.
Esta puesta en contexto de algunos casos que proponemos examinar plantea preguntas
amplias acerca de las relaciones entre técnica y cultura, entre formación de profesiones
y de instituciones, entre esfera de gobierno y esfera privada. Pues por una parte ¿cuáles
fueron las circunstancias de realización de los primeros catastros?, ¿cuáles las técnicas
utilizadas?, ¿qué reparticiones y qué técnicos los llevaron a cabo?, ¿cómo fueron los
productos finales, y su uso posterior? Y por otra parte ¿qué relación se suponía entre
logros técnicos y afirmación en el ejercicio de la autoridad?, ¿qué aspectos del
conocimiento exacto de la materialidad del territorio debían permitir afirmar una esfera
de gobierno?
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catastral como producto técnico y como producto editorial, dentro del contexto de los
mapas geográficos que se estaban produciendo localmente en esos años, un contexto
marcado por la construcción del estado y de las instituciones científicas, y por el
desarrollo de instrumentos para la afirmación de la propiedad privada de la tierra y de la
fiscalidad del estado.
Los trabajos de topografía, mensura y catastro de las primeras décadas del período
independiente han recibido bastante atención, especialmente la historia del
Departamento Topográfico de la Provincia de Buenos Aires. Entre trabajos pioneros en
el tema se encuentran los libros de Esteban (1960) y de Martínez Sierra (1975), que
sirvieron de base a las investigaciones más recientes. El énfasis ha estado dirigido a las
formas de tenencia de la tierra y de la formación de los sectores agrarios por una parte
(Barcos, Infesta, Garavaglia), y por la otra en trabajos relacionados con los procesos de
ocupación y conformación territorial y urbana (Aliata, Cacopardo, Dócola, Zweifel,
entre otros). También se han enfocado aspectos de la formación de la administración
estatal moderna, como en los trabajos contenidos en el volumen dirigido por Garavaglia
y Gatreau (2011). En la mayoría de los casos, el interés se dirigió a los trabajos
realizados desde la esfera estatal, pero existe una cantidad importante de mapas
catastrales realizados por profesionales del ámbito privado, entre los que se destaca el
trabajo de Carlos de Chapeaurouge. Estos emprendimientos, que se realizan en el
marco de las reglamentaciones e instituciones estatales pero no coinciden con ellas,
requieren una historia particular que permita dar cuenta de los aspectos de un tipo de
3
trabajo privado que se vincula de maneras particulares con la administración estatal y
las reglamentaciones oficiales.
Dentro de las numerosas clases y subclases cartográficas, los planos topográficos y los
catastrales fueron dos formas de registro y visualización de datos espaciales. Desde el
último tercio del siglo XVIII se realizaron planos topográficos de Buenos Aires que
apuntaban a reconducir una expansión desordenada y que había alterado los patrones
legales y morfológicos establecidos desde la fundación (Favelukes, 2008). El interés
principal de las autoridades, y de los técnicos asociados a ellas, se orientaba a delimitar
y asegurar el espacio público, garantizando el trazado regular de las calles, y los límites
de la superficie ocupada, objetivo que requería el uso de recursos gráficos anteriormente
ajenos al gobierno local.
El catastro, en cambio, había tenido una presencia muy limitada en la ciudad, aunque
como instrumento fiscal es una figura que existe desde antiguo. En sus versiones
históricas, catastro deriva del latín capitastrum y este de capitum registrum que era en la
antigua Roma el registro de propietarios per capita de parcelas, y por extensión el
registro de unidades territoriales pasibles de tributar. Es decir, los sistemas de impuestos
basados en el pago de una cuota calculada en base a la propiedad de terrenos existen
desde la antigüedad. En la etapa medieval y los primeros siglos de la etapa moderna la
percepción de estos gravámenes –sea pagados a la corona o sobre todo a los grandes
propietarios de señoríos, sea en dinero o en especie- se basaba en la recogida de
información por expertos (agrimensores o idóneos) y la formación de libros manuscritos
en los que se anotaban los datos necesarios, como en los terriers franceses o ingleses.
La modernización de estos catastros se dio por varias vías. Por una parte el recurso a la
inscripción gráfica, por la otra la adopción del catastro –en alguna de sus variantes- por
las monarquías centralizadas. Por cierto que este camino no fue sencillo, y de hecho
fueron más los fracasos que los éxitos, como sucedió en Francia con el proyecto de
Turgot para realizar un catastro del reino en 1763, que debió ser retirado por la
resistencia de los parlamentos, o en España con el Catastro de Ensenada (Camarero
Bullón, 2006), que llegó a un grado de avance importante en la llamada “averiguación”,
pero que no llegó a percibirse. Como indica Alliés (1980) para el caso francés, más que
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dificultades técnicas, lo que impidió su concreción hasta la etapa revolucionaria y la
realización del catastro napoleónico a partir de 1807, fue una estructura social y jurídica
de tipo estamental que resistía los avances del poder central. Resistencia que incluía
específicamente las mediciones que deberían realizar los técnicos al servicio de las
monarquías, que eran miembros de cuerpos centralizados, y por ello ajenos a las redes
interpersonales que mediatizaban los efectos de los tributos y permitían su
redistribución desigual entre sectores poderosos y subalternos (Touzery, 2002).
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parcelario urbano resultó un éxito, ya que la percepción del nuevo impuesto redituó un
aumento del 31 por ciento en los ingresos de la Real Hacienda (Camarero Bullón,
2006).
¿En el seno de qué encrucijadas se ubican los catastros de tierras rurales? Hablamos de
un tipo de mapas en los que se presenta la distribución de las tierras de un sector rural a
escala constante. Las parcelas se delimitan mediante líneas, y pueden, o no, contener
información topográfica. La identificación de los lotes depende de las intenciones de
cada mapa particular, pues puede tratarse de esquemas de distribución de tierras, en
cuyo caso cada terreno se identifica mediante letras o números, o puede mostrar la
distribución de las propiedades, identificando con nombres a los dueños de los terrenos.
El otro tipo de información que puede contener se refiere a la producción agraria que se
obtiene de cada parcela (cultivos, rendimientos, productos). Estos mapas catastrales se
desarrollaron históricamente en occidente en el marco de tres situaciones diferentes: la
construcción de la cartografía general del estado, la recolección de información con
fines impositivos para las administraciones estatales, y la obtención de registros de las
tierras de uno o varios propietarios de tierras.
Dentro de la genealogía de los catastros argentinos, entre los que los más conocidos y
estudiados son Registros Gráficos de la provincia de Buenos Aires, el Atlas de
Chapeaurouge no termina de encontrar su lugar. Los historiadores se han concentrado
en el estudio de los mapas y catastros dentro del marco de los procesos de expansión
territorial, de ocupación y reparto de la tierra, y en menor medida y más recientemente,
dentro de los procesos de formación de las administraciones locales provinciales y
nacionales (Garavaglia y Gatreau, 2011).
En las tierras sudamericanas que terminaron por conformar el territorio argentino, las
mensuras habían sido poco habituales en el período hispánico, y se relacionan casi
siempre con litigios entre propietarios, o peticiones ante la corona. En el Río de la Plata,
los agrimensores escaseaban, y repartían su actividad entre los ocasionales encargos de
los cabildos y los trabajos que les encomendaban los propietarios. Escasas en el siglo
XVII, se conservan testimonios de mensuras de tierras como aquellas realizadas por el
piloto Cristóbal Barrientos en Buenos Aires y su campaña en la década de 1760, y son
más abundantes a partir de 1780. Mostramos un ejemplo de una mensura realizada en la
jurisdicción de Santa Fe en 1795 por el piloto Manuel de Ozores, en el marco de un
litigio de tierras y por orden del Alcalde de Hermandad de esa ciudad.
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Figura 1: Manuel de Ozores, 1795. “Plano topográfico que designa con toda claridad y distinción la
latitud, longitud y ubicación con demarcación de los parajes circumbecinos, linderos y con su
correspondiente escala por Auto proveíd por el Alcalde de 1° voto de la ciudad de Santa Fé …, Buenos
Aires 13 de agosto de 1795. Fuente: Archivo General de la Nación,
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manera, el Departamento reunió no sólo una importante colección de mapas anteriores,
sino las mensuras que se iban realizando. En base a esta información se realizaron los
Registros Gráficos de 1830, 1833, 1857 y 1864 (Cacopardo 2008 y 2010; Zweifel
2010).
Figura 2: Saturnino Salas y otros, “Registro Gráfico de las propiedades rurales de la Provincia de Buenos
Aires construido por el Departamento Topográfico y publicado con autorización del Superior Gobierno de
la Provincia”, 1864. Hoja n° 5. Fuente: Archivo de Geodesia de la Provincia de Buenos Aires
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Es importante señalar que estos Registros Gráficos constituyen catastros de tierras de
tipo jurídico, es decir, se orientan a poner de manifiesto y garantizar la propiedad, su
forma general, su ubicación y sus linderos. No eran, en cambio, catastros fiscales, ya
que, incluso a partir de la implementación de la contribución directa a partir de 1853
(primer impuesto general), los mecanismos de establecimiento del valor de los terrenos,
y del impuesto correspondiente, corrían por cuenta de los jueces de paz y los municipios
locales, y no pasaba por el Departamento Topográfico.
Del Atlas existen dos ediciones: 1901 y 1905, impresas en la Litografía de la Compañía
Sudamericana de Billetes de Banco y administradas por la firma Eigendorf y Lesser,
con oficinas ubicadas en la calle San Martín 421 de la zona central de Buenos Aires.
Los ejemplares que se conservan en diversas bibliotecas y mapotecas están
2
Entre 1876 y 1903, en veintisiete años, el Estado entregó a 1843 personas una cantidad aproximada de
41.787.923 hectareas, superaba la tercera parte de la superficie de los nuevos territorios nacionales (plano
6). Aproximadamente 24 personas concentraban entre un mínimo de 150.000 y un máximo de 650.000
hectareas cada uma, 15 personas contaban entre 100.000 y 150.000 hectareas y 38 personas habían
adquirido cada una entre 70.000 y 80.000 hectareas, Odone, Jacinto, 1967, La burguesia terrateniente
argentina, Libera, Buenos Aires, cit. en Cacopardo, 2007.
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encuadernados en 1 o tres tomos, y se conoce al menos uno que se conserva en forma de
hojas sueltas dentro de una caja3.
La hoja que sigue a la portada principal, muestra la figura abstracta y sobre fondo
blanco del conjunto del territorio argentino y parte de los países vecinos, los mares y las
3
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2010/04/10/escenariosysociedad/SOCI-11.html
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islas, que se han dividido según una grilla de 7 por 17 partes, modulación que no parece
haber seguido ningún criterio geográfico, sino más bien un criterio editorial y de
impresión. Cabe señalar que en aquellas hojas que según el esquema general debían
corresponder a zonas marítimas se reemplazaron por hojas que contienen los perfiles
geográficos (de uno a tres por cada grado de latitud, un total de 67 cortes transversales)
y con planos de las ciudades capitales de las provincias argentinas y sus alrededores.
Las hojas siguientes despliegan cada una el área definida en el esquema general. Los
datos que se muestran no son sólo catastrales. Contienen también información referida a
distritos (límites internacionales y entre provincias, partidos o departamentos, que se
identifican mediante bordes y fondos levemente coloreados), poblaciones (ciudades
principales y secundarias, pueblos y poblados, además de algunos sitios notables como
estaciones de ferrocarril o parroquias), vías de circulación (caminos, senderos y vías
férreas), cursos y cuerpos de agua (en azul), y datos topográficos de relieve (se indican
las elevaciones mediante rayados más o menos separados para sugerir mayores o
menores pendientes y alturas). Los nombres de todos estos datos se vuelcan con
distintas tipografías en letra minúscula de diversos tamaños. Finalmente, las parcelas se
grafican con línea negra continua, con la identificación del nombre de los propietarios,
ocupantes o pretendientes en letra mayúscula. Para las aéreas de reciente adquisición
por parte del Estado en el Chaco y la Patagonia, se muestra un trazado regular de
parcelas numeradas y se brinda la información topográfica disponible, o su ausencia.
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Figura 2: Carlos de Chapeaurouge, 1901, Hojas 17, 25, 46 y 79 del Atlas del Mapa Catastral de la
República Argentina, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco – Eigendorf y Lesser, Buenos Aires.
Fuente: Instituto de Arte Americano.
Como señalamos antes, las hojas de la grilla que correspondían a zonas marítimas se
utilizaron para incluir los planos de ciudades y sus áreas aledañas, en una escala más
amplia, que permite incluir a las parcelas de menores dimensiones que forman la zona
rural cercana a los trazados urbanos. Se trata de 16 hojas en las que se muestran 19
ciudades, con escalas variables que van desde 1:125.000 para los alrededores de Buenos
Aires hasta 1:1000 para los alrededores de Rawson o Resistencia.
Figura 3: Carlos de Chapeaurouge, 1901, Hojas 89 y 90 del Atlas del Mapa Catastral de la República
Argentina, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco – Eigendorf y Lesser, Buenos Aires. Fuente:
Instituto de Arte Americano.
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gráficos provinciales, mapas parciales, mensuras colectivas e individuales, además de
los grandes mapas síntesis que se estaban publicando en las incipientes instituciones,
como la Sociedad Geográfica Argentina (Lois 2006; Menvielle y Zusman 2000).
Resumiendo, esta presentación exploratoria pone de manifiesto un objeto gráfico que
puede pensarse como parte de procesos de modernización económica y social, y que
también puede analizarse como objeto técnico, editorial y comercial, dentro de redes
más amplias de significado, y en el marco de la construcción de los actores, los saberes
y las representaciones del territorio.
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