1998, Defior, Preparac Apr Lectura, Conceptos de Educ PDF
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1998, Defior, Preparac Apr Lectura, Conceptos de Educ PDF
Facultad de Psicología
Universidad de Granada
Cada curso miles de niños inician el aprendizaje formal de la lectura; el esfuerzo para
escolaridad primaria e incluso de la secundaria. Para la mayoría de los niños este aprendizaje
discurrirá sin problemas y pronto llegaran a ser expertos lectores. Un grupo reducido lo llevaran
a cabo con mayor lentitud, experimentaran algunas dificultades lectoras, pero finalmente lo
conseguirán. Para unos pocos, que serían los disléxicos propiamente dichos, este aprendizaje
supone una fuente inesperada de desasosiego y de problemas escolares y las dificultades, a veces,
perdurarán hasta llegar incluso a la edad adulta. Precisamente, la lectura es uno de los
aprendizajes que más preocupan a los padres, profesores y a los propios niños, al comienzo de la
escolaridad obligatoria. Y tienen sobrados motivos para ello puesto que, como es bien conocido,
fracaso en este aprendizaje va a tener consecuencias a corto, medio y largo plazo, afectando al
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Este trabajo ha sido realizado gracias a la subvención otorgada por el Ministerio de
Educación y Ciencia (DGICYT) al Proyecto PB95-1169.
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dominio significa una cierta forma de exclusión social.
No es de extrañar que esta preocupación se traslade ya a la etapa infantil que, junto con la
primaria, son las etapas clave para la adquisición de la lectura. Las cuestiones sobre cuál es la
metodología más adecuada para su enseñanza inicial y sobre que tipo de actividades se pueden
realizar durante la etapa infantil para facilitar su aprendizaje mantienen un claro interés
educativo a lo largo del tiempo y en este artículo intentaré examinar algunas ideas en torno a
estas temáticas. Tras presentar brevemente las concepciones actuales sobre la naturaleza de la
ejecución lectora, en el siguiente epígrafe veremos las enormes diferencias individuales que
pueden presentar los niños respecto a la preparación para la lectura en función de sus
preparatorias que pueden llevarse a cabo en relación con los mecanismos generales y específicos,
tanto a nivel escolar como familiar y, finalmente, abordaré la cuestión de los métodos de
enseñanza.
Naturaleza de la lectura
cara a su enseñanza sino también respecto a cómo se expliquen las dificultades en su aprendizaje
consenso general en que la lectura consiste en una actividad que se basa en el lenguaje. Esto que
puede parecer una obviedad, no lo era tanto en los años sesenta y setenta en la comunidad
internacional y hasta los años ochenta en el contexto español. Hasta esos años, prevalecía la idea
de que la lectura era un acto visual y, por tanto, los aspectos perceptivo-visuales y espaciales
dificultades en su aprendizaje.
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De acuerdo con la concepción tradicional, la preparación para la lectura se entendía en
Esta concepción fue criticada y a lo largo de las dos últimas décadas se han llevado a cabo
psicolingüística (Alegria, 1985) y que las dificultades en su aprendizaje se explican por una serie
preparación para la lectura se concibe hoy más en términos de conocimientos sobre el lenguaje
escrito y de sus relaciones con el lenguaje oral, de identificación de las letras y sus
Los niños de nuestra cultura para lograr comprender y expresar mensajes escritos tienen
representación de los sonidos del habla o, mejor dicho, de los fonemas2. De forma general, se
pueden distinguir dos tipos de mecanismos que intervienen en la lectura. Unos son generales y,
por tanto, comunes a otras actividades lingüísticas, como son la producción y la comprensión del
habla. Entre éstos se encuentran la amplitud y profundidad del vocabulario, las capacidades
estos factores juegan un papel tanto en el lenguaje comprensivo como receptivo, ya sea en la
2
Los sonidos (fonos) son lo que realmente producimos al hablar. Los fonemas son la
representación abstracta de todas las variantes de un mismo sonido (alófonos). Por ejemplo,
la emisión del sonido /b/ en una palabra varía según esté en posición inicial, intermedia o
vaya unido a la consonante “r”, pero se representa siempre como el fonema /b/.
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modalidad oral o escrita, es decir, en las capacidades de habla, escucha, lectura y escritura. Otros
son específicos a la lectura, que son justamente los que permiten la identificación y
reconocimiento de las palabras escritas. Hoy día se aceptan como específicos los procedimientos
palabras escritas de una manera directa y el segundo utiliza una mediación fonológica, a partir de
la conversión de los símbolos gráficos en sus fonemas correspondientes (ver en Defior, 1996a,
una explicación más detallada de los componentes de la lectura). Ambos mecanismos son
importantes para la decodificación y la comprensión lectoras, que son los dos grandes
componentes de la lectura, aunque los generales están más relacionados con la comprensión y los
específicos con el reconocimiento de las palabras. Ahora bien, la relación entre ambos es
asimétrica, ya que para lograr la comprensión los mecanismos específicos son un requisito
ineludible pero no ocurre lo mismo en el caso contrario, ya que se pueden reconocer las palabras
y no comprender. Tal como expresa Morais (1998), “La comprensión del lenguaje escrito es la
capacidad de comprensión del lenguaje oral. [...] En consecuencia, las diferencias individuales
(inclusive las deficiencias) en la comprensión del lenguaje escrito pueden deberse a la una, a la
otra o a las dos. [...] No parece que existan excepciones a esta regla: cuando la comprensión del
lenguaje escrito es mala, al menos una de sus fuentes, ya sea el reconocimiento de palabras
escritas, ya sea la comprensión del lenguaje oral, debe ser deficiente. Por el contrario, cuando es
buena, las dos capacidades que la hacen posible también lo son.” (p. 167).
lectura aparece formando parte del desarrollo lingüístico general del niño y no como algo
bien, los niños al llegar a la escuela obligatoria presentan enormes diferencias individuales
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debidas a sus experiencias en el llamado período del “lenguaje emergente” (Adams, 1990),
término que se refiere al conjunto de conocimientos relacionados con la lectura que los niños van
Los niños llegan a la escuela con diferentes niveles de conocimientos sobre las
convenciones del lenguaje escrito y sobre las conexiones que existen entre éste y el lenguaje oral,
Una investigadora de la lectura, Marilyn Adams (1990), describe las enormes diferencias
entre los niños con una rica y apropiada experiencia en este sentido y los niños con escasa o nula
experiencia en la etapa prelectora. Para ilustrar estas diferencias pone como ejemplo de los
primeros el caso de su propio hijo, en el momento de entrar en la escuela primaria. A este niño le
habían leído en su casa, de manera regular, a lo largo del periodo infantil y esta autora calcula
que eso significaba de 1.000 a 1.700 horas pasadas con los libros ya antes de que el niño
comenzara la escolaridad obligatoria. Además, calcula que su hijo había invertido unas 1.000
horas viendo el programa “Barrio Sésamo” y otras 1.000 horas en actividades relacionadas con el
lenguaje escrito, como jugar con las letras magnéticas adheridas a la nevera, jugar a juegos de
la propia escuela infantil. Ciertamente, tanto este niño, como aquellos que están en medios
familiares semejantes, cuando llega el momento del aprendizaje formal de la lectura, ya han
ocupado miles de horas en actividades prelectoras que van a facilitar dicho aprendizaje.
Por el contrario, los niños a los que nunca o casi nunca se les ha leido, que viven en
hogares sin libros, sin poder observar a adultos que les sirvan de modelo, que valoran y utilizan
la lectura y que, por otro lado, no tienen letras, lápices, papel o pinturas a su disposición y menos
todavía un ordenador con juegos lingüísticos, tienen una preparación mucho menos adecuada y,
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por esa razón, la escuela debe jugar un papel compensatorio. Por su parte, los profesores deben
tener en cuenta estas diferencias y adaptar su enseñanza de modo que puedan atender al amplio
abanico de diferencias individuales que se les presentan en sus clases. De todos maneras, estas
actividades generales no son los únicos condicionantes, ya que existen niños que, a pesar de vivir
en medios muy estimulantes, fracasan al aprender a leer ya que no logran establecer las
conexiones entre el lenguaje oral y el escrito. Este hecho abunda en la idea de que no existe un
método de enseñanza ideal en estas etapas, que convendría a todos los niños, sino que los
profesores deben llevar a cabo las necesarias modificaciones en su metodología para lograr un
De acuerdo con los planteamientos anteriores, ¿qué tipo de sugerencias se pueden hacer
un ambiente estimular rico tanto respecto al lenguaje oral como al escrito y tanto a nivel familiar
como escolar. En lo que se refiere al contexto escolar, dado que muchos niños llegan a la escuela
con una gran diferencia en sus experiencias tempranas, la escuela debería jugar un rol
orales de todos los niños y, sobre todo, de aquellos procedentes de medios desfavorecidos.
Así, durante la etapa infantil se deben fomentar las conversaciones, que los niños den
explicaciones, descripciones, cuenten cuentos e historias y discutan sobre ellos o sobre los que
les cuentan los adultos, estimular el aprendizaje de canciones, rimas, poesías y la realización de
juegos lingüísticos. También se deben estimular las experiencias con el lenguaje escrito,
palabras en contextos muy familiares. Igualmente, los niños deben adquirir una serie de
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conocimientos sobre las convenciones y finalidades del lenguaje escrito: que los símbolos
escritos representan unidades del lenguaje, que las letras representan los sonidos que emitimos
para formar las palabras, que estos símbolos gráficos son diferentes a otros símbolos como por
ejemplo los números, que escribir/dibujar o leer/mirar son actividades distintas, que se lee de
izquierda a derecha, que los símbolos tienen una posición y dirección determinadas, que los
libros transmiten informaciones y también sirven para divertirnos, etc. Todos estos
conocimientos sobre las características generales del lenguaje se consideran facilitadores del
aprendizaje posterior de la lectura. Lomax y McGee (1987) estudiaron como surgen estos
conocimientos precoces estudiando las respuestas de 81 niños, de tres a seis años, en una amplia
Conceptos sobre el lenguaje escrito, que se refiere a si los niños saben distinguir una letra de una
palabra y de una frase, o las letras de los números, si conocen la direccionalidad de la escritura,
Conocimiento grafémico, donde incluyen el ser capaz de reconocer las letras aunque tengan
orientaciones distintas, el reconocimiento de una palabra dada en una lista de palabras, etc.
Conciencia fonémica, que se refiere a la habilidad para agrupar dibujos en función de los sonidos
iniciales o finales de sus nombres, a la capacidad para discriminar palabras que sólo difieren en
mayúsculas y minúsculas, emparejar dibujos con las letras iniciales de su nombre, etc.
Lomax y McGee, al analizar los resultados, encontraron que existía una cierta jerarquía
en estos conocimientos precoces, de manera que las ejecuciones en las tareas que reagruparon en
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segunda categoría y éstas, a su vez, explicaban el 99% de la varianza de las de la tercera. Es
decir, los conceptos generales sobre el lenguaje escrito determinarían el conocimiento grafémico
de las correspondencias y éstas en la lectura de palabras. Esto no quiere decir que los niños
tengan que dominar los conocimientos incluidos en una de las categorías para poder adquirir los
de las siguientes sino que a medida en que se desarrollan van incrementando la conciencia y la
comprensión de todas ellas. Las principales implicaciones educativas que se señalan en este
trabajo subrayan la importancia de ayudar a los niños a descubrir los conceptos sobre el lenguaje
Precisamente, una de las actividades de preparación general, más fructíferas que se puede
llevar a cabo tanto en el ámbito escolar como en el familiar, consiste en leerles cuentos a los
niños (Feitelson, Kita y Goldstein, 1986; Hewison y Tizard, 1980; Mason, 1992; Scarborough y
Dordrich, 1994; Tizard, Shofield y Hewison, 1982). Existen una serie de investigaciones que
ponen de relieve las ventajas que conlleva y que muestran sus efectos positivos en el aprendizaje
posterior de la lectura, sobre todo cuando se inicia muy temprano. De acuerdo con Morais
A nivel cognitivo general, la lectura de libros ya sea realizada por los padres, por los
profesores o por otras personas familiares a los niños, propicia que aparezcan una serie de temas
que los niños establezcan conexiones entre la experiencia de los otros y la suya propia.
nuevas informaciones, les ayuda a interpretar mejor los hechos y las acciones que suceden en su
propios.
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A nivel lingüístico, la lectura de cuentos e historias, aporta una serie de conocimientos
sobre el lenguaje en sí mismo y sobre las relaciones entre el lenguaje escrito y el oral como, por
entre ellas, las diferencias entre las letras, las correspondencias letra-sonido, el uso de los signos
frases que son poco frecuentes en el lenguaje oral como las relativas o las pasivas. Estos
conocimientos lingüísticos adquiridos durante la escucha de cuentos les proporcionan a los niños
un bagaje considerable para cuando posteriormente tengan que hacer frente a la lectura
mágico, de intensa relación emocional con el adulto que le lee al niño, que pacientemente le
deseo de leer.
Por todas estas razones, la lectura en voz alta de libros de cuentos no sólo es deseable en
el ámbito familiar sino que debería formar parte de las actividades cotidianas de la escuela
infantil. A la función compensadora para aquellos niños que ni ven leer ni en sus casas se les lee
nunca, se añade el efecto de las interacciones que posibilita al compartir con sus compañeros las
aventuras, las preguntas, las discusiones y las actividades que vayan surgiendo en torno a dicha
lectura. De hecho, existen trabajos, como los de Feitelson et al. (1986), que muestran, con niños
de primer curso, que leerles cuentos cada día, durante los últimos veinte minutos de clase, tiene
comprensión. Otros estudios, obtienen resultados similares pero en este caso se estimulaba a los
padres de clase social desfavorecida para que les leyeran cuentos a sus hijos, que eran
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proporcionados por la propia escuela (Hewison y Tizard, 1980; Mason, 1992). Además de la
cantidad de lectura importa la calidad de esa lectura (lugar donde se realiza, comentarios sobre su
por tanto, es preferible que los niños pasen mucho más tiempo en actividades lingüísticas que
importantes.
que el aprendizaje del código alfabético está estrechamente relacionado con el desarrollo de las
conciencia fonológica (ver en Defior, 1994, 1996b, una revisión sobre estas habilidades); de
La enseñanza de la lectura
A lo largo de este siglo se ha producido un debate sobre cómo debe enseñarse a leer a los
niños pequeños en el que se enfrentaban, simplificando mucho, dos posturas, una que defendía
los métodos fonéticos y otra los métodos globales. Hoy día, todavía continúan debatiéndose en
algunos medios (aunque es una batalla que está prácticamente superada en las aulas), donde la
mayoría de los profesores utilizan un método mixto, aprovechando las ventajas de cada uno de
estos métodos.
En realidad, lo que está en la base de esta discusión es la idea de cómo los niños deben
llegar a comprender la forma en que el lenguaje escrito se relaciona con el oral o, lo que es lo
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mismo, lo que se discute es si, para aprender a leer y a escribir, los niños deben conocer o no las
unidades en que se puede segmentar el habla y el modo en que el lenguaje escrito representa esas
unidades (las correspondencias grafema-fonema). Así, para unos la conciencia fonológica (el
conocimiento de las unidades que componen el lenguaje) es muy importante como preparación
últimas décadas ha mostrado que una de las tareas fundamentales a la que se enfrentan los niños
que aprenden a leer y escribir, en un sistema alfabético, es comprender que el habla puede
dividirse en segmentos y que sus unidades pueden ser representadas mediante formas gráficas.
El lector experto sabe que las letras del alfabeto representan, en mayor o menor grado, los
sonidos del habla, pero a los niños pequeños les va a costar mucho llegar a ese tipo de
cuenta de que para comunicarse está utilizando palabras, sílabas o fonemas. Al iniciar el
aprendizaje formal de la lectura estas representaciones tienen que llegar a hacerse conscientes
puesto que el principio alfabético se basa en la naturaleza segmental del lenguaje y, de hecho, el
estas unidades.
Para hacerse una idea de la dificultad del aprendizaje al que el niño se enfrenta es
necesario examinar la compleja relación que existe entre los fonemas tanto en el habla como en
la escritura. El habla no consiste en la emisión de fonemas aislados, producidos uno tras otro. Tal
como señalan Liberman y Shankweiler (1991), cuando producimos, por ejemplo, la sílaba “ba”,
el hablante asigna la consonante B a los labios y la vocal A a la forma de la lengua y emite los
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dos elementos casi al mismo tiempo, dándose el conocido fenómeno de la coarticulación entre
los dos fonemas, es decir, el solapamiento entre la consonante y la vocal. Este fenómeno, que es
el que permite la enorme velocidad con la que los seres humanos producimos los sonidos del
habla, a su vez, hace difícil la percepción de los segmentos que la componen ya que están
superpuestos. Por otra parte, los procesos de percepción del habla son bastante automáticos e
inconscientes mientras que, en el caso del lenguaje escrito, la conciencia de los segmentos
fonológicos de las palabras juega un importante papel puesto que permite comprender que las
lenguaje hablado, en el mismo número y en el mismo orden. Otro factor que contribuye a esta
dificultad es el carácter abstracto de los fonemas, ya que, en realidad, son entidades abstractas,
que no tienen una existencia real. Lo que realmente pronunciamos al hablar son sonidos (fonos o,
mejor, alófonos) y a una gran velocidad, la cual es posible por la ya mencionada relación
1967). Así, Pinker (1995) describe en cierta forma esta complejidad cuando dice que “la forma
independientes de sonoridad, tono, modo y punto de articulación, para después ser objeto de
Como titulaba Liberman (1991) en uno de sus artículos, leer es difícil justamente porque
escuchar es fácil, es decir, el alto grado de rapidez y de automatización con que se procesan los
para el dominio del lenguaje escrito. Precisamente, el aprendizaje del código alfabético hace que
los fonemas pasen a ser audibles (Morais, 1998), es decir, los grafemas hacen que los fonemas
tomen una forma tangible, visible (Hohn y Ehri, 1983), aunque existen otras formas de
conciencia fonológica, como son las habilidades de rima, de detección de las sílabas o del sonido
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inicial de las palabras, que se desarrollan antes del aprendizaje de la lectura y que son predictoras
del éxito en este aprendizaje. Ahora bien, la capacidad para analizar y manipular
intencionalmente los fonemas del habla (llamada conciencia fonémica, que es una parte de la
Por las razones señaladas anteriormente, no es de extrañar que el niño pequeño tenga un
acceso difícil a las unidades fonológicas aunque el propio aprendizaje de la lectura contribuirá al
metafonológicas (de reflexión sobre la fonología) han sido objeto de intensa y fecunda
investigación a lo largo de las dos últimas décadas. Sus resultados indican claramente que los
niños que tienen mayores habilidades fonológicas, es decir, que son capaces de clasificar las
palabras por sus unidades iniciales, intermedias o finales, o que pueden sustituir, omitir o añadir
unidades (ver en Defior, 1996, una clasificación de las habilidades fonológicas), también son
mejores lectores. Por el contrario, las dificultades lectoras de muchos niños se relacionan con un
déficit de conocimiento acerca de la naturaleza segmental del habla y, por esta causa, no llegan a
entender el funcionamiento del código alfabético (Stanovich, 1986, 1988; Williams, 1979, 1980,
1987).
fonológicas sino que también se ha puesto en evidencia que las habilidades fonológicas que
tienen los niños en la etapa infantil son alta y consistentemente predictoras del éxito posterior en
habilidades, que puede llevarse a cabo tanto en la etapa infantil como en primer curso de
Blachman, 1988 y 1991; Bradley y Bryant, 1983; 1985; Defior y Tudela, 1994; Lundberg, Frost
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y Peterson, 1988). Parece ser que una vez que se le enseña al niño a reconocer que el habla puede
ser dividida en partes más pequeñas y que esas unidades se representan mediante las letras, se les
hace mucho más fácil captar las relaciones sistemáticas entre las letras y los sonidos y pueden
utilizar este conocimiento tanto para leer como para escribir. De hecho, no es necesario que
conozcan todas las correspondencias grafema-fonema sino que una vez que captan el
correspondería con el momento en que los niños “despegan” en la lectura, esa especie de insight
parece como si hasta ese momento los niños llevaran a cabo un aprendizaje a ciegas, de tipo
memorístico, sin comprender la esencia del código alfabético y a partir de ese momento la
Evidentemente, para dominar la lectura al niño le quedan por realizar muchos otros
aprendizajes pero con éste consigue la llave que le abre el código alfabético y, por tanto, el uso
aplicar los mecanismos no específicos de los que hablábamos al principio y de lograr el objetivo
La conciencia fonológica no es necesaria para aprender a leer. Los partidarios de esta idea
arguyen que para aprender a leer y a escribir no se requiere un alto grado de desarrollo de la
(Goodman, 1967; Goodman & Goodman, 1979; Smith, 1971). Para ellos, el lenguaje escrito
evoluciona de manera natural, al igual que el oral, motivado por la necesidad de comunicarse, de
comprender y de ser comprendido. Incluso llegan a defender que las actividades que se dirigen a
segmentar el lenguaje en elementos más pequeños puede ser una fuente de dificultad a la hora de
aprender esta habilidad; al contrario, simplemente con el contacto con la lengua escrita se
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pondrían en marcha los mecanismos para su adquisición. Esta posición les ha llevado a defender
hipótesis sobre el significado y donde el rol del contexto es crucial para guiar la comprensión, sin
que sea necesaria la completa decodificación de las palabras. Esta postura, aunque sigue siendo
Tal como expresa Liberman (1987), autora de gran renombre en el campo de la lectura, en un
artículo en el que trata el debate entre métodos fonéticos y globales, al mismo tiempo que
proporciona algunas recomendaciones para la formación de los profesores, “no se puede alcanzar
el significado de una palabra hasta que se ha aprehendido la palabra en sí misma, y que la palabra
es algo distinto a su significado. Antes de obtener el significado [...] de una palabra representada
en letra impresa, primero se debe ir de lo impreso a la estructura fonológica. Hasta que los
lectores aprendices pueden hacer esto no pueden aprovecharse de las ventajas del sistema
alfabético, es decir, no pueden leer palabras nuevas que nunca han visto con anterioridad” (p. 8).
Es probable que los niños que provienen de ambientes estimulantes respecto al lenguaje
oral y escrito descubran rápidamente la naturaleza segmental del lenguaje por sí mismos pero los
menos afortunados, que normalmente son los que tienen una conciencia fonológica muy pobre,
necesitan una enseñanza explícita, cuidadosamente guiada por el profesor, que ponga en relación
el lenguaje escrito y el oral, tal como muestra la investigación desde el enfoque psicolingüístico,
analizada anteriormente.
Como conclusión final diremos que la preparación para la lectura debe incluir, como
aspecto fundamental, la mejora de los procesos lingüísticos de los niños desde la edad infantil y,
en particular, el incremento de las habilidades fonológicas. Esto significa llevar a cabo una serie
de actividades, tanto en el ámbito familiar como en el escolar, del tipo que he reseñado u otros.
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investigación en este campo para tomar decisiones justificadas y reflexivas y lograr el ajuste
pedagógico óptimo con las circunstancias concretas de un niño. Aunque no existe un método que
sea el mejor para todo tipo de situaciones y que, por tanto, justifique su uso exclusivo, deben ser
conscientes de que todo aquello que conduzca al niño a la mejora de los procesos de
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