Vida de Una Adolescente Sin Autoestima
Vida de Una Adolescente Sin Autoestima
Vida de Una Adolescente Sin Autoestima
AUTOESTIMA
Lloré como nunca, pero esta vez llorar no me desahogaba, y encima con el
pleno divorcio de mis padres y por la cuarentena mi gran pérdida de mis
amigas no sabía cómo resolver ese gran sentimiento de tristeza, y lo
primero que se me ocurrió fue cortarme, si, cogí la cuchilla y mi pierna y
hice una gran fuerza. Como no lo había hecho nunca, por suerte, no me
corte muy gravemente, ósea que termine de llorar y me tape la herida con
una gasa de lo cual no sirvió nada porque al día siguiente tenía todo el
pantalón lleno de sangre, lo puse en la lavadora y juré nunca más hacerlo.
Obviamente no mejoró nada, así que opte por quedarme todos los días
encerrada en mi cuarto pensando. Un día, obligada por mi madre, la
acompañe a comprar la comida de la semana. Llevando la compra ya a
casa con mi madre, vi a mis antiguas amigas, y por suerte, me saludaron.
Recuerdo que sentí un gran alivio, una chispa de emoción, y unas ganas de
llorar enormes al saber que no todo era tan malo. Al día siguiente tras
pensarlo mucho, les envíe un mensaje para quedar con ellas ya que, como
me habían saludado, pensaba que ya todo estaba bien. Pasaron unas
horas terribles, esperando ese dichoso mensaje, hasta que……No me lo
podía creer, ellas habían aceptado, ¡¡NO TODO ESTABA PERDIDO!!
Ahora solo faltaba el peor, mi peso. Los otros dos problemas se fueron,
pero este empeoro más, ya que mis amigas eran delgadas. Yo seguía sin
comer, y seguían los castigos de mis padres por no hacerlo. Pero un día,
una amiga mía, por la cual ella estaba bastante pasada de peso antes, me
dijo que lo mejor sería tener una propia dieta, para comer, pero ala vez
poder perder peso. OBVIAMENTE le hice caso, bajé algo de peso, pero no
era mucho, yo necesitaba más. Le pregunte que, porque no bajaba de
peso, y me dijo que no solo tenía que seguir la dieta, sino hacer ejercicio.
Primero empecé por mi propia cuenta por las noches en mi habitación,
pero es no servía de nada. Mi hermano justamente una semana después,
decidió ir al gimnasio, por lo que yo también quise. Tras estar mucho
tiempo pidiéndolo ya que no me dejaban, pude apuntarme. Estuve yendo
durante tres meses, y ya todo mejoraba en mi clase, ya que mis granos se
iban porque comía bien, y mi cuerpo cada vez se veía mejor. Pero por
desgracia, yo me veía exactamente igual. Como era de esperar, los de mi
clase si que lo veían, así que si, todos esos ligoteos de parte de los chicos
fueron interminables. Aunque no me hacían sentir mejor, me daban un
momento de felicidad. Pero a lo largo del día me tenía a mí misma
diciéndome que seguía siendo la misma gorda de siempre.