Diálogo Pentecostés
Diálogo Pentecostés
Diálogo Pentecostés
NARRADOR: Jesús, lleno del Espíritu Santo, daba instrucciones a los apóstoles que había elegido y era llevado al cielo. 3. De
hecho, se presentó a ellos después de su pasión, y les dio numerosas pruebas de que vivía. Durante cuarenta días se dejó
ver por ellos y les habló del Reino de Dios. 4. En una ocasión en que estaba reunido con ellos les dijo que no se alejaran de
Jerusalén y que esperaran lo que el Padre había prometido.
JESÚS: «Ya les hablé al respecto, Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos
días.»
JESUS: «No les corresponde a ustedes conocer los plazos y los pasos que solamente el Padre tenía autoridad para decidir.
Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaría y hasta los extremos de la tierra.»
NARRADOR: Dicho esto, Jesús fue levantado ante sus ojos y una nube lo ocultó de su vista. Ellos seguían mirando fijamente
al cielo mientras se alejaba. Pero de repente vieron a su lado a dos hombres vestidos de blanco.
ÁNGEL 2: Este Jesús que les han llevado volverá de la misma manera que ustedes lo han visto ir al cielo.»
NARRADOR: Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista de la ciudad como media hora
de camino. Entraron en la ciudad y subieron a la habitación superior de la casa donde se alojaban. Allí estaban Pedro, Juan,
Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelotes, y Judas, hijo de Santiago.
Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus
hermanos.
Había allí como ciento veinte personas y Pedro les dijo:
PEDRO: «Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura, pues el Espíritu Santo había anunciado por boca de David
el gesto de Judas; este hombre, que guió a los que prendieron a Jesús, era uno de nuestro grupo y había sido llamado a
compartir nuestro ministerio común. Sabemos que con el salario de su pecado se compró un campo, se tiró de cabeza, su
cuerpo se reventó y se desparramaron sus entrañas.
NARRADOR: Esto estaba escrito en el libro de los Salmos: Que su morada quede desierta y que nadie habite en ella.
PEDRO: Pero también está escrito: Que otro ocupe su cargo. Tenemos, pues, que escoger a un hombre de entre los que
anduvieron con nosotros durante todo el tiempo en que el Señor Jesús actuó en medio de nosotros, desde el bautismo de
Juan hasta el día en que fue llevado de nuestro lado. Uno de ellos deberá ser, junto con nosotros, testigo de su
resurrección.»
NARRADOR: Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. Entonces oraron así:
LOS DISCÍPULOS Y LAS MUJERES: «Tú, Señor, conoces el corazón de todos. Muéstranos a cuál de los dos has elegido para
ocupar este cargo, y recibir este ministerio y apostolado del que Judas se retiró para ir al lugar que le correspondía.»
NARRADOR: Echaron a suertes entre ellos y le tocó a Matías, que fue agregado a los once apóstoles."
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como el
de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que se
repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar
en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran. Estaban de paso en Jerusalén judíos piadosos, llegados
de todas las naciones que hay bajo el cielo. Y entre el gentío que acudió al oír aquel ruido, cada uno los oía hablar en su
propia lengua. Todos quedaron muy desconcertados y se decían
JUDIO: «Pero éstos ¿no son todos galileos? ¡Y miren cómo hablan! Cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia
lengua nativa.
JUDIO: Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea y Asia.
JUDIO: de Frigia, Panfilia, Egipto y de la parte de Libia que limita con Cirene.
JUDIO: Hay forasteros que vienen de Roma, unos judíos y otros extranjeros, que aceptaron sus creencias, cretenses y
árabes.
JUDIO: Y todos les oímos hablar en nuestras propias lenguas las maravillas de Dios.»
NARRADOR: Todos estaban asombrados y perplejos, y se preguntaban unos a otros qué querría significar todo aquello.»
VOZ DEL PROFETA JOEL: “Escuchen lo que sucederá en los últimos días, dice Dios: derramaré mi Espíritu sobre cualesquiera
que sean los mortales. Sus hijos e hijas profetizarán, los jóvenes tendrán visiones y los ancianos tendrán sueños proféticos.
En aquellos días derramaré mi Espíritu sobre mis siervos y mis siervas y ellos profetizarán. Haré prodigios arriba en el cielo y
señales milagrosas abajo en la tierra. El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes de que llegue el Día grande
del Señor. Y todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará.”
PEDRO: Israelitas, escuchen mis palabras: Dios acreditó entre ustedes a Jesús de Nazaret. Hizo que realizara entre ustedes
milagros, prodigios y señales que ya conocen. Ustedes, sin embargo, lo entregaron a los paganos para ser crucificado y
morir en la cruz, y con esto se cumplió el plan que Dios tenía dispuesto. Pero Dios lo libró de los dolores de la muerte y lo
resucitó, pues no era posible que quedase bajo el poder de la muerte. Escuchen lo que David decía a su respecto:
VOZ DEL PROFETA DAVID: “Veo constantemente al Señor delante de mí; está a mi derecha para que no vacile. Por eso se
alegra mi corazón y te alabo muy gozoso, y hasta mi cuerpo esperará en paz. Porque no me abandonarás en el lugar de los
muertos ni permitirás que tu Santo experimente la corrupción. Me has dado a conocer los caminos de la vida, me colmarás
de gozo con tu presencia.
PEDRO: Hermanos, no voy a demostrarles que el patriarca David murió y fue sepultado: su tumba se encuentra entre
nosotros hasta el día de hoy.
NARRADOR: Pedro les explicaba diciendo: Que David era profeta y Dios le había jurado que uno de sus descendientes se
sentaría sobre su trono. Sabiéndolo, se refería a la resurrección del Mesías, no será abandonado en el lugar de los muertos,
ni su cuerpo experimentará la corrupción. Y es un hecho que Dios resucitó a Jesús; de esto todos nosotros somos testigos.
PEDRO: Después de haber sido exaltado a la derecha de Dios, ha recibido del Padre el don que había prometido, me refiero
al Espíritu Santo que acaba de derramar sobre nosotros, como ustedes están viendo y oyendo.
También es cierto que David no subió al cielo, pero estas palabras son suyas:
VOZ DEL PROFETA DAVID: Dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus
pies.»
PEDRO: Sepa entonces con seguridad toda la gente de Israel, que Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes
crucificaron.»
NARRADOR: Al oír esto se afligieron profundamente y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles:
PEDRO: «Arrepiéntanse, y que cada uno de ustedes se haga bautizar en el Nombre de Jesús, el Mesías, para que sus
pecados sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo. Porque el don de Dios es para ustedes y para sus
hijos, y también para todos aquellos a los que el Señor, nuestro Dios, quiera llamar, aun cuando se hayan alejado.»
NARRADOR: Pedro siguió insistiendo con muchos otros discursos. Los exhortaba diciendo: «Aléjense de esta generación
perversa y sálvense.» Los que acogieron la palabra de Pedro se bautizaron, y aquel día se unieron a ellos unas tres mil
personas. Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones.
Toda la gente sentía un santo temor, ya que los prodigios y señales milagrosas se multiplicaban por medio de los apóstoles.
Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían
después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el Templo con entusiasmo,
partían el pan en sus casas y compartían sus comidas con alegría y con gran sencillez de corazón. Alababan a Dios y se
ganaban la simpatía de todo el pueblo; y el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que quería salvar."