La Sexualidad A Traves Del Tiempo

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LA SEXUALIDAD A TRAVES DEL

TIEMPO

CÁTEDRA
PSICOLOGIA DE LA SEXUALIDAD
Dr. WENCESLAO FLORES GIRALDO

Dr. Wenceslao Flores Giraldo Página 1


Dr. WENCESLAO FLORES GIRALDO (*)
PSICOLOGIA DE LA SEXUALIDAD
________________________________________________________________________________

SEPARATA
LA SEXUALIDAD A TRAVES DEL TIEMPO

EPOCA PREHISTORICA. -

El hombre de las cavernas hace 30,000 años expresaba su carga sexual de manera mucho más compleja que un
acto instintivo y desinhibido con el establecimiento de las primeras comunidades, en la edad de piedra, los aspectos del
comportamiento sexual reflejan criterios que anticipan aquellos más modernos.

Uno de los dibujos que adorna la caverna “trois Fréres” (tres hermanos) en Ariege, Francia, cuya fecha probable
se estima alrededor de 15,000 años atrás, ilustra una figura masculina adoptada de un falo en erección que asoma de una
especie de cola de un animal no identificado.

Numerosos grabados de hace 10,000 años ilustran el apareamiento humano, mientras otras se refieren a figuras
femeninas con gruesos senos, caderas, nalgas y vulvas, estas figuras están, a menudo, representadas en asociación con
apareamientos con caballos y otros animales. En una caverna cercana a Rocaux, Socieres de Vienne, Francia, están
representadas tres figuras femeninas: el triángulo púbico puesto en relieve de una de ellas se encuentra casi en contacto
con un búfalo. La frecuente representación de mujeres en posición flexionada hacia adelante ha inducido a algunos
estudiosos a considerar que ésta constituye para la mujer de la edad de la piedra, una posición acostumbrada en el
apareamiento con el varón.
Esta hipótesis y otras, serían, sin embargo, en la práctica, únicamente especulativas. Es, con todo, indiscutible,
que ya entonces el sexo apareciera impregnado de cualidades mágicas en la mente humana y que los primitivos dibujos en
las paredes de las cavernas constituían un símbolo de la fertilidad. Es posible que los dibujos de las cavernas hayan sido
un intento para expresar deseos de manera visual. Esto parece verdad para las representaciones de los episodios de caza
y también para la fecundidad de las mujeres. De acuerdo con las creencias mágicas y con la práctica de aplacar el poder
sobrenatural con sacrificios, el acto sexual, en el hombre primitivo, podía quizas ser una forma de aplacar y comunicarse
con las fuerzas de la naturaleza e incluso para imitar a la misma naturaleza. El sexo asumía, por tanto, un carácter ritual
conjuntamente con su natural expresión impulsiva. Un acto sexual en contraste con las costumbres y las leyes del grupo
era probablemente considerado ofensivo para lo sobrenatural y causa de carestía, esterilidad y enfermedad. Esto explica,
por consiguiente, como el sexo, en el transcurso de los milenios, haya sido objeto de inhinbiciones y prohibiciones,
llegando a ser un acto sagrado con proyecciones cósmicas.

EL ANTIGUO EGIPTO

Una prueba concreta de la interrelación, en la mente humana, entre el sexo, la fertilidad y las creencias
sobrenaturales, se encuentra en las religiones de todo el Cercano Oriente. Ya hace 6,000 años la cultura de los egipcios y
de los sumerios documentaba gráficamente los símbolos mágicos concernientes al culto a la fertilidad.

Para los antiguos egipcios, Osiris constituía una importante personificiación de la providencia divina, que
permeaba el mundo y le otorgaba el impulso para la vida y el desarrollo. En los ritos religiosos llevados a cabo para
obtener bendiciones divinas, asumía un rol importante el simbolismo sexual, sobre todo con estatuas fálicas. En los
dibujos que lo representan en el acto de pronunciar un juramento, Osiris tiene una mano sobre el pene, otorgando con
este gesto, un valor más sagrado a sus palabras. Por otra parte, el mismo Osíris es traído de nuevo a la vida, como
consta en las antiguas representaciones gráficas, por la divinidad Isis arrodillada delante de él con su boca dispuesta a
envolver el sagrado falo.

La divinidad del cielo, Nut, es descrita con la boca hacia el horizonte occidental, y la vulva hacia aquél oriental.
Numerosos papiros la representan explicitamente en posición curva por encima del falo erecto de Geb, el dios de la
tierra, por lo que varios estudiosos han considerado que los egipcios fueron favorables a la posición superior de la mujer
en la relación sexual. La naturaleza sagrada de la relación sexual se hace evidente en las ceremonias rituales en ocasión
de la primera relación de las vírgenes, cuyo himen, verdadero guardián a la puerta de la fecundación, representaba un

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sacrificio querido por las divinidades. La desfloración, en cierta época de la vida, se hacia en un templo por medio de un
falo artificial, o bien por mano de un sacerdote o de un extranjero.

Estas costumbres acerca de la desfloración, casi universales en el antiguo Cercano Oriente, han inducido a
muchos estudiosos a considerar que existía un temor o una superstición hacia el contacto con la sangre del himen. Freud
ha afirmado que probablemente, con la desfloración de la esposa por parte de un extranjero, el marido se evitaba el
trauma del primer acto sexual, ademas. Puesto que la primera relación muy a menudo, provoca más desengaño que
satisfacción, esa costumbre evitaba la sensación de alienación, transfiriendo la hostilidad de la esposa hacia otro hombre.

Una de las formas de relación sexual ritual, estaba constituida por la prostitución sagrada. Varones y mujeres se
prostituían en un templo, llevando a cabo temporalmente o permanentemente actividades heterosexuales, orogenitales y
bestiales. La persona que se prostituía y el “cliente” actuaban en sustitución de las divinidades. Pese a la desinhibición
sexual y a la amplia aceptación de la prostitución, las relaciones extraconyugales no eran, empero, del todo libres. El
adulterio era, en efecto, perseguido por el Código de Hamurabi, por el Código de los Ititas y por las leyes asirias; estas
últimas, por ejemplo, establecian el corte del labio inferior para el varón que había besado la mujer de otro. Hay que
recordar también que varones y mujeres estaban consideradas de manera bien diferenciada. Dibujos en las pirámides
egipcias demuestran que las mujeres que servían a los hombres estaban completamente vestidas, mientras las que servían
a las mujeres estaban casi desnudas.

EL ANTIGUO ISRAEL

Alrededor de siete siguos antes de Cristo, los hebreos habían llegado desde el punto de vista religioso, a una
plena expresión ascética, aboliendo la prostitución sagrada y la excesiva sexualidad en las ceremonias de la fertilidad. Su
Dios Yaveh, estaba desprovisto de los atributos sexuales y no podía, por tanto, participar en los ritos sexuasles, ni
siquiera símbolicamente.
La principal razón para ejercer la función sexual estaba constituida por la procreación. La masturbación,
consideada una forma de contracepción, estaba en contradicción con el ideal de la procreación, y el matrimonio venía
estimulado durante la edad fértil, por lo que no se casaba a las mujeres antes de la pubertad. Todas las actividades no
dirigidas hacia la procreación, como la homosexualidad y el bestialismo, estaban prohibidas. En suma, el placer sexual
estaba del todo subordinado a las funciones reproductivas. Empero puesto que el sexo no se puede, generalmente
abstraer de la pasión, el mismo Tamud, admitía tácitamente el placer durante el acto sexual, afirmando que cuando en el
acoplamiento la mujer obtiene más placer que el varón nacerá un niño, mientras cuando el placer es mayor en el varón
nacerá una niña.
Las mujeres, sin embargo, estaban consideradas inferiores a los varones. La que habia dado a luz un varoncito
tenia necesidad de 33 días para purificarse, mientras despues del nacimiento de una hembra, tenían que pasar 55 dias
antes de emprender nuevamente las relaciones sexuales. Las relaciones entre personas no casadas, generalmente estaban
condenadas, porque toda mujer era considerada propiedad del padre si ella se entregaba a un varón, éste tenia que
recompensar en dinero al padre o bien casarse con ella. Una costumbre relativa a la importancia de la conservación del
patrimonio familiar y de la perpetuación de la línea de herencia, estaba constituída por el llamando matrimonio levirato,
según el cual, cuando un marido moría sin dejar herederos, su pariente más proximo de sexo masculino, estaba obligado
en ocuparse maritalmente de la viuda y a proveer por los hijos. Un ejemplo famoso, en el libro del Génesis, es aquel de
Onán, hijo de Juda, el cual se le obligó que cumpliera su deber hacia la viuda de su hermano; Oná, empero, frente a la
cuñada, derramó su semen al suelo, ofendiendo al Señor y siendo, por esto condenado a muerte. Esta ejemplar figura de
contestatario no solamente se había rehusado de cumplir con la ley sobre el levirato, sino que además había practicado el
coitus interruptus, verdadero antecesor de la anticoncepción moderna. El término “onanismo” sirve así para indicar el
coitus interruptus, si bien, a veces se use también para indicar la masturbación.

ANTIGUA GRECIA

Desde cuando, ocho siglos antes de la era cristiana, Homero creó los personajes de la Iliada y de la Odisea,
hasta el apogeo cultural de la Atenas clásica, se observa en la civilización griega un repetirse de expresiones sexuales en
la literatura y en las artes visuales.
En el esplendor de la civilización ateniense, la vida aparece impregnada de sexualidad y de desinhibición, como
valores inmersos en el ámbito de la belleza. La sociedad estaba despojada de su carácter sagrado, a los sacerdotes se les
había quitado su predominio intelectual y la vida sexual era entendida como un placer natural. Tambien los dioses
estaban representados de manera acorde con esta visión. Zeus pasaba de una aventura a otra con mujeres y hombres,
mortales e inmortales, no despreciando, en los momentos de soledad, la masturbación y cortejando a los jovencitos entre
ellos Ganímedes, con frecuencia igual a aquella usada con las mujeres. Su esposa oficial, Hera, aprovechaba de la
debilidad de su marido para conseguir sus propios fines. Se lee en la Iliada que, empleando todas sus artes amatorias, ella

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logró distraer la atención de Zeus de la guerra de Troya y a dirigir, por tanto, la suerte en favor de sus héroes preferidos,
los griegos.
El mito de Edipo, el discutido personaje que involuntariamente mata a sus padres y mantiene una relación
incestuosa con su madre, despertó la atención, hace pocos decenios, de Freud, quien interpretó el hecho como una
revelación del impulso inconsciente y universal del joven macho para asumir el rol y posee a su madre. Ya Sófocles, en el
“Edipo Tirano” afirmaba, empero, que esta tendencia psicológica existía en los antiguos las descripciones acerca de la
esterilidad de los varones, mujeres, animales y tierras, como consecuencia del acto de Edipo, reflejarían además lo que se
define hoy como complejo de castración.

En la Atenas clásica había la tendencia a distinguir lo simbólico de lo real y lo sagrado de lo profano. La


prostitución, por ejemplo, era una simple actividad profana, se distinguía también el término falo en su solo contexto
religioso de otros términos empleados para describir los genitales humanos. En todo caso, se encuentra repetidas veces,
referencias a falos artificiales. Columnas cuadriláteras con la cabeza de Hermes y un falo prominente a mitad, eran
numerosas frente a los edificios atenienses, como símbolo de la fertilidad y para alejar los espíritus malignos. La
mutilización de casi todas estas columnas, en el curso de una sola noche en 415 a.C., constituye uno de los más
importantes sucesos en la historia política y social de Atenas y fue interpretado como un acto ultrajante para las cosas
sagradas y una consecuencia de la decadencia moral: El hecho fue oficialmente entendido como una violación social y no
religioso y sirvió como motivo para exiliar a Alcibides, discutido general y político, considerado responsable de las
mutilaciones.

Las cambiantes opiniones sobre mitología, en el transcurso de los siglos, están claramente expresadas en la
transformación de los ritos de Dionisio, la divinidad del vino y de la fertilidad. El culto a Dionisio, importado en Grecia
desde la Tracia, estaba inicialmente caracterizado por una extrema licencia sexual. Las fiestas dionisiacas desembocaban,
en efecto, en borracheras, danzas, cantos y orgías sexuales, que contrastaban con los hábitos moderados de los griegos
en este campo. Gradualmente el rol de Dionisio, por tanto, se transformó en el de patrocinador de los actores y
cantantes, para fines esencialmente culturales.

Entre las comunes expresiones de la sexualidad, un aspecto erótico consistía en el desvestir a la esposa. Si esto
era desdeñable en la vida cotidiana, puesto que las mujeres llevaban únicamente un simple vestido, bien otro aspecto
asumía el hecho en ocasión del matrimonio: la esposa, en efecto, llevaba un cinto ornamental, expresión de la virginidad,
que el esposo desabrochaba y quitaba acompañando esta especie de ceremonia con besos y delicados mordiscos en los
hombros y en los senos. Un significado particular se atribuía al beso como expresión de afecto o de sentimiento sexual:
entendido en tal sentido, el beso se encuentra en todas las civilizaciones por ejemplo entre los Célticos, mientras para
los antiguos egipcios asumía solo un significado sagrado. El beso, en un contexto erótico, representaba, por tanto, un
aspecto significativo de la sexualidad de la Grecia antigua. La relación sexual está representada por una infinita variedad
de posiciones, más frecuentemente en la posición posterior: la ambigüedad de esta posición no nos permite empero
establecer si se trataba de relaciones vaginales o anales.

Un sujeto preferido por antiguos artistas griegos es el cuerpo desnudo, reproducido por escultores y pintores en
sus detalles anatómicos, realizando una imagen de belleza ideal que aún persiste en nuestros días: al lado de la
musculatura armónica, los artistas han subrayado el arreglo de los cabellos, pero han evitado cuidadosamente de señalar
las demás zonas periféricas del cuerpo, considerándolas probablemente antiestéticas. Esto se refleja en la realidad, puesto
que las prostitutas se depilaban cuidadosamente y así también los jóvenes efebos.
Era costumbre, antes de las relaciones sexuales, untar los cuerpos con aceite, no se sabe si por razones higiénicas o para
aumentar el placer del acto sexual. Una de las leyes de Solón, que prohibía a los esclavos de untar a los muchachos libres
con aceite después de los ejercicios en el gimnasio, indicaría que la unción precedía a menudo una relación homosexual.

Que la homosexualidad masculina fuese una costumbre muy difundida en la antigua Grecia es bien sabido por
todos; la homosexualidad no debía, empero, que sustituir las relaciones heterosexuales o ser exclusiva, en cuanto que
como tal estaba considerada como una perversión. En suma, era necesario, ser también heterosexuales. En todo caso, la
relación homosexual estaba permitida, so pena de graves sanciones, solo con jovencitos que hubiesen alcanzado la
pubertad. ¿Cómo explicar esta difundida tendencia? En la práctica, la pederastia estaba estrechamente ligada a un
concepto idealizado del hombre como “focus” de las actividades intelectuales y físicas con la relación homosexual el
pederasta activo, por decir así otorgaba al joven sus cualidades mejores transportadas a través del semen. Se dice
también que las parejas de homosexuales constituyeron los soldados mejores y mas combativos.

Escasa importancia presentaba, en cambio, la relación física intima entre mujeres, a las que no se otorgaba
ninguna finalidad ética, en la practica la mujer griega servia esencialmente para cosas como mujer para cuidar de los hijos
y de la casa y como cortesana para satisfacer los deseos sexuales del macho.

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Esto sin embargo no ha impedido algunos sonados ejemplos, entre los cuales ese clásico de la poetisa Safo que
vivía con un grupo de mujeres en la isla de Lesbo de allí los términos modernos de “Lesbianismo” y “Safismo” para
indicar la homosexualidad femenina.

La sociedad griega, si bien sexualmente permisiva estaba sin embargo sujeta a numerosas reglas tendientes a
limitar los excesos y las violencias. Ya en el primer código legal ateniense, promulgado por Dracón más de seis siglos
antes de Cristo, la violencia carnal constituía un crimen castigado con la muerte. Las leyes más comprensivas en materia
sexual se deben a Solon, el cual favoreció la creación de prostíbulos regentados por el Gobierno o sobre los cuales
cobraba impuestos, mientras contemporáneamente prohibía las relaciones sexuales entre esclavos y libres, privó de los
derechos civiles a los explotadores de la prostitución y estableció la pena de muerte para aquellos que vendían una
muchacha libre con fines de prostituirla.

El mismo argumento de Hipocrates proporcionaba un esquema de comportamiento sexual para los jóvenes que
iniciaban la profesión médica: por ejemplo, las relaciones sexuales tanto con mujeres como con varones libres o esclavos
estaban prohibidas si se trataba de pacientes. Bien distintas, por ciertos aspectos, estaban las cosas en Esparta donde las
confrontaciones bélicas de los hombres subordinaban una mayor responsabilidad y libertad para las mujeres, aquí más que
en Atenas se observaba el homosexualismo femenino y en los gimnasios mujeres y varones competían en completa
desnudez.

La homosexualidad masculina era idealizada y practicada regularmente. El mismo Licurgo, entre las leyes
promulgadas por él, estimulaba la pederastia como un elemento importante para el desarrollo de los jovencitos, sobre
todo en las escuelas militares. También Licurgo favoreció otra costumbre de los espartanos, el temporáneo intercambio
de los cónyuges, para garantizar el nacimiento de hijos más robustos, las mujeres con maridos débiles o enfermos podían
tener libremente relaciones con hombres más vigorosos. Quizás, por este estado de cosas, la prostitución tenía en Esparta
una importancia insignificante.

LA ANTIGUA ROMA

En contraste con los griegos, los antiguos romanos, hacían poco caso de los ideales estéticos y abstractos,
considerando el sexo sobre todo en términos físicos. Con todo, es necesario señalar que la relación sexual, especialmente
en los primeros siglos, era ligada ritualmente a la fertilidad de los campos y al espíritu marcial. Un punto importante se
refería al significado mágico de la virginidad femenina. En efecto, las vírgenes, eran conducidas a los campos de cultivo
para santificar la tierra, y la esposa virgen tenía un valor notablemente superior a la esposa ya desflorada. El culto de
Vesta y las vírgenes vestales constituyen claros ejemplos de los extraordinarios poderes que se atribuían a las vírgenes en
las relaciones con los dioses.

Según las leyes romanas, ninguna virgen, libre o esclava pagana o cristiana, podía ser condenada a muerte, para
hacerlo era, por tanto, necesario realizar antes una violación carnal. Otras veces, para burlar la ley, las vírgenes eran
emparedadas vivas. De modo que la muerte podía ser atribuida a la inanición y no a la violencia del hombre. En algunos
matrimonios, las esposas eran desfloradas ritualmente, sacrificando el himen al dios de la fertilidad con el auxilio del bien
conocido Priapo. En los tiempos más antiguos el primer rito sexual se consumaba con los amigos del marido y la prueba
de la virginidad se proporcionaba enseñando la sabana manchada de la sangre del himen.

A fines del Imperio se manifestaron de manera más evidente las tendencias sádicas de los romanos a través de
juegos y combates en los circos, con la glorificación de la crueldad como fuente de placer. Entre las causas de esta
tendencia está la violencia propia de una sociedad guerrera, pero también tiene importancia significativa la frustración de
las bajas clases sociales, cuyo sentimiento de impotencia y la existencia gris disminuía presenciando lo juegos como una
forma de liberación y de excitación sexual. Son bien conocidos las relaciones sexuales llevadas a cabo públicamente en la
arena, también entre mujeres y animales, espectáculos que estimulaban aún más el sadismo de las masas y que constituían
una poderosa fuente de excitación sexual desahogada posteriormente con las numerosas prostitutas que pululaban
alrededor de los circos.

Para los romanos que a diferencia de los Griegos consideraban el cuerpo principalmente como instrumento del
sexo, el desnudo era inicialmente despreciado y visto como indecente sólo con la mayor difusión de los baños públicos,
fue aceptada. La mujer ideal era aquella dotada de cutis suave y aterciopelado, con muslos duros y líneas esbeltas,
mientras el varón ideal era musculoso y bronceado.

Las prácticas sexuales se producían en cualquier lugar, en las casas, en los templos, en los circos, debajo de los
arcos de los acueductos. La costumbre de las prostitutas de entretener a los clientes debajo de los arcos, llamados
“fornicos” en latín, explica el origen del verbo “fornicar”, término que indica crudamente la relación sexual. Es muy

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conocido que Nesalina obligaba a las mujeres de la nobleza romana a tener relaciones con varones escogidos por ella, a
veces en presencia de los maridos, en una sala decorada con pinturas y estatuas obscenas.

La homosexualidad en la cultura romana era simplemente aceptada como inevitable componente del
comportamiento sexual, y no era idealizada como en Grecia, muchos de los más famosos hombres de la sociedad romana
eran ambivalentes, si no homosexuales declarados, como por ejemplo Julio Cesar, Nerón, Tiberio, Domiciano y Trajano.
Es interesante hacer notar que, según algunos, la costumbre de la pederastia representaba, entonces, la principal causa de
hemorroides. A los problemas sexologicos de la época puso notable atención Galeno, griego de origen, pero romano de
adopción, maestro de la profesión médica, quien en sus obras habló largamente sobre la higiene del acto sexual,
sugiriendo medidas que garantizaran los mejores resultados sin efectos negativos. Describió claramente el rol de la mujer
y del varón en la actividad sexual, precisando los aspectos fisiológicos y psicológicos inherentes a ella.

A Galeno se debe además una extensa disertación sobre medidas anticonceptivas. En relación con esto, otro
médico romano, Sorano de Efeso, fue superior al mismo Galeno, describiendo detalladamente el empleo de medidas aún
en uso hoy en día tales como los pesarios oclusivos, tampones vaginales, soluciones astringentes, sustancias gelatinosas o
astringentes, irrigaciones ácidas o alcalinas, para crear un ambiente desfavorable a los espermatozoides: anticipándose a
las opiniones actuales. Sorano subrayaba la necesidad de proveer medidas anticonceptivas más seguras para evitar los
daños de los abortos seguidos. A diferencia de los griegos, los romanos eran tradicionalmente contrarios a la regulación
del comportamiento sexual, tan es así que le fue imposible al Senado prohibir los bacanales, versión romana de las orgías
dionisiacas. Por otra parte, la importancia atribuida al sexo como actividad física y, a menudo, impersonal, no impedía a
los romanos apreciar la naturaleza íntima, tierna y sensual de las relaciones amorosas, como nos han referido, Horacio,
Marcial, Petronio, Apuleyo y Ovidio. Este último en su obra “Ars amandi” describe repetidas veces las variadas
técnicas del beso, y se extiende también sobre los diferentes estímulos de as zonas erógenas, genitales o no.

El rol activo de la mujer romana en la relación sexual estaría demostrado por la frecuencia con la que ella
practicaba la posición superior también frecuente, era sin embargo, la posición superior del varón en la relación posterior.
Una amplia documentación sobre la sexualidad en la civilización romana durante el periodo imperial, se encuentra en
Pompeya donde frescos, estatuas y dibujos se han conservado perfectamente intactos, demostrando la actitud sexual de la
época y la naturaleza desinhibida que la caracterizaba.

EDAD MEDIA

En el periodo que va desde la caída del Imperio Romano al inicio del Renacimiento, es decir en la etapa llamada
Edad Media, la potencia de la Iglesia Católica Romana, es el artífice de la creación de una nueva sociedad, teóricamente
basada en la virtud, la caridad, el ascetismo y la castidad, según prerrogativas esencialmente espirituales. El celibato
estaba considerado como la virtud principal en la fe cristiana, por la que las relaciones físicas estaban justificadas
únicamente con fines procreativos. Las intenciones de la moralidad cristiana eran esencialmente las de crear una
población de clérigos célibes y de limitar la actividad sexual a las personas unidas por el sagrado vinculo del matrimonio
y también en estos casos la tendencia era la de limitar al máximo el placer derivado de la relación sexual.

En los primeros años del cristianismo, si bien se consideraba el celibato algo ideal, el matrimonio estaba
permitido, o bien se favorecía una convivencia conyugal sin relaciones sexuales, un verdadero amor espiritual. Tal
convivencia, empero, se quedaba casta sólo en teoría, tan es así que autorizados teólogos deploraron el matrimonio
casto considerándolo un “placer más ardiente que la unión conyugal”. Hacia el siglo séptimo, fue declarado erótico y por
ende abandonado. En los siglos sucesivos, pese a las reiteradas denuncias de inmoralidad y los matrimonios clandestinos
por parte de los eclesiásticos, numerosos entre éstos continuaron infringiendo las reglas sobre el celibato, y cuyas
infracciones eran a menudo tácitamente aceptadas para evitar al máximo los escándalos.

En 1261, en el Concilio de Ravena fue ásperamente criticada la costumbre de confesar a las mujeres detrás de
los altares, lo que favorecía la posibilidad de actos no precisamente religiosos, por otra parte el confesionario, tal como
se usa todavía hoy en día, fue introducido sólo tres siglos después siempre en el concilio, de Ravena, un honesto obispo
se lanzó en contra de esos curas que tenían una numerosa prole de hijos e hijas, esos llamados en Alemania
“Pfaffenkinder” hijos del párroco. Es interesante relevar que los concilios Eclesiásticos, promovidos para regular el
problema de la incontinencia sexual, sistemáticamente atraían a las prostitutas. Ha sido calculado que para el Concilio
de Constancia llegaron a la ciudad alrededor de 700 prostitutas.

En algunos periodos y en algunas regiones, afirman los historiadores, los que regentaban los prostíbulos y las
prostitutas mismas se quejaban a menudo de la desleal competencia de los conventos descritos, a veces, como verdaderos
burdeles, donde, además de las relaciones heterosexuales florecían también las homosexuales. Sobre esta práctica existía
empero una toma de posición oficial, tan es así que la homosexualidad constituía una de las acusaciones de herejía. Un
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clásico ejemplo es el que se refiere a los Templarios, poderosa orden de caballeros, cuyos miembros fueron diezmados en
1307 mediante una verdadera persecución llevada a cabo por los monjes dominicos y franciscanos. Según estos datos, en
efecto, los Templarios eran acusados de iniciar a los neófitos a través de rituales que implicaban el desnudarse y el
practicar relaciones homosexuales. De todos modos, la homosexualidad, generalmente no traía consigo graves condenas.
La veracidad del hecho era seguida, por lo general, por la privación de eventuales cargos elevados y por el impedimento
e una ulterior carrera eclesiástica.
Es necesario recordar que el lesbianismo entre las monjas, indujo, en los Concilios, en París 1212 y en Raven
1214, a prohibir a los huéspedes de los conventos a compartir con las demás la misma cama. Al lado de esta situación en
el ámbito eclesiástico, los laicos mantenían oficialmente el concepto de limitación sexual, continuando, empero en
privado a seguir las costumbres de sus antepasados paganos. La violencia carnal era frecuente, la gente continuaba
teniendo relaciones sexuales, los nobles intercambiaban concubinas, los jóvenes fornicaban en las iglesias y la prostitución
era floreciente, las arengas de los eclesiásticos no producían grandes efectos, en general, sobre las relaciones conyugales
y extraconyugales cuando más mostraban algunas actitudes acerca de las técnicas del coito, suscitando, por lo general, un
sentimiento de culpabilidad y de temor.

Fue justamente durante la Edad Media que la Iglesia comenzó a señalar la posición superior del varón (posición
misionera) como la única apta en el sagrado matrimonio, la posición posterior y todas las demás técnicas, especialmente
las relaciones orales y anales eran denominadas como perversidades demoníacas. La oposición eclesiástica al placer
erótico desemboco en la creación para la mujer de un grueso pijama con un sólo hueco a través del cual era posible tener
la relación fecundadora con la esposa, con el mínimo contacto posible y un mínimo de placer.

La prohibición absoluta de usar medidas anticonceptivas y de practicar el aborto no impedían los intentos de no
tener hijos. Una importante técnica anticonceptiva era el coitus interruptus, importado por los Cruzados que lo habían
aprendido en el Islam. En todos los países había gran profusión de fármacos para aumentar la libido o para curar la
impotencia. Pese a las prohibiciones, la homosexualidad estaba difundida también en la Edad Media, la promiscuidad
homosexual se acentúo durante las Cruzadas, sea por el compañerismo entre los jóvenes guerreros, sea por el contacto
con el más tolerante ambiente oriental, más aún cuando las relaciones anales entre varones no eran consideradas
prerrogativas de afeminados. Famosos personajes, entre los cuales Ricardo III y Eduardo de Inglaterra y Felipe IV de
Francia, no ocultaban sus costumbres al respecto. La tendencia asumió tal difusión entre los Cruzados que Balduino II
de Jerusalén en 1120 estableció la hoguera como castigo por la homosexualidad.

A los Cruzados, sin embargo, hay que otorgar el mérito de haber introducido nuevamente en Europa la
costumbre del baño, escasamente practicado hasta entonces, en cuanto que la Iglesia consideraba el cuerpo humano
como algo vergonzoso, y desanimaba a que la gente se desnudase aún en privado: en suma, se trataba de evitar la
exposición del cuerpo al agua, y por ende la suciedad era considerada como un signo de santidad.
En verdad, los temores de la Iglesia sobre los baños públicos no eran del todo injustificados, puesto que los baños a
vapor introducidos por los Cruzados constituían en muchos casos, fuentes de tentación sexual y de encuentros entre
varones, mujeres, niños, curas y monjas completamente desnudos. Muchos baños eran en efecto, verdaderos lupanares.
En contraposición con esta libertad de costumbres, algunos movimientos religiosos trataron de promover una
mayor espiritualidad castigando el cuerpo: numerosos eran los santos que llevaban hábitos incómodos y silicio, o bien
dormían sobre tablones de madera o se imponían largos ayunos, con una austeridad física que llegaba en casos extremos
a la autoflagelaclión masoquista. La secta de los Flagelantes difundida en toda Europa en el siglo XIII, constituyen un
claro ejemplo de este autocastigo de la carne. Santo Domingo, por ejemplo, pasó a la historia, entre otras cosas, por
haberse dado 300mil golpes en una semana. La difusión maniática de esta práctica indujo a Clemente VI a emitir en
1349 una bula que declaraba esta práctica una herejía, y en base a ésta numerosos flagelantes fueron condenados a la
hoguera.

En el siglo XIV se volvió a presentar, en gran escala, el miedo a las calamidades atribuidas a las “brujas y al
poder de Satanás”. Epidemias de peste bubónica, que se presentaron repetidas veces en el periodo precedente al cisma
que dividió la Cristiandad desde 1378 a 1409 con el papado de Aviñón, crearon las premisas para el malestar social, la
pérdida de confianza en las instituciones tradicionales, acentuando los temores hacia los poderes ocultos y
sobrenaturales.

Los hechos misteriosos y aparentemente inexplicables venían atribuidos a lo sobrenatural y los sentimientos
intensos, como la pasión amorosa, se creía también que fuesen provocados por los espíritus malignos. Los enfermos
mentales eran considerados “poseídos por el demonio” y a menudo eran acusados de brujería.
El texto clásico de la Inquisición escrito por Jacob Spencer y Heinrich Kramer a pedido del Papa Inocencio
VIII - Malleus maleficarum - constituye la prueba más convincente de la íntima interrelacilón entre brujería y sexualidad.
Es evidente en este texto una ansiedad acerca de la función sexual, en especial la impotencia, la esterilidad y el aborto, el
temor inconsciente a las mujeres, unido a profundas frustraciones sexuales.

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Los dos autores atribuían la impotencia y la infertilidad a encantamientos diabólicos, haciendo una distinción
entre impotencia natural, es decir la incapacidad de relaciones sexuales con todos los sujetos del sexo opuesto, y una
impotencia sobrenatural, es decir la incapacidad de tener relaciones sexuales con una persona específica, mientras con
otras no había tal incapacidad.
Las mujeres que eran sindicadas como brujas por los inquisidores tenían que ser despojadas de todos aquellos
atributos estéticos considerados medios diabólicos para llevar al hombre a la perdición. En el “Maleficarum” se lee que
las brujas tenían que ser afeitadas completamente en todas las partes del cuerpo y puestas completamente al desnudo por
miedo a que pudieran esconder algún objeto de superstición entre la ropa, los vestidos, los cabellos o en las partes más
escondidas de sus cuerpos. Además, los eventuales lunares o verrugas, considerados insensibles, eran traspasadas por
afiladas agujas. Por otra parte, para obtener la confesión, se empleaban las torturas más crueles: aplastamiento de los
miembros y de los ojos, fustigaciones y quemaduras. La teología justificaba en la práctica una actitud misoginia: esto
explica porque las “brujas” eran siempre de sexo femenino y porque eran siempre las mujeres las que mantenían las
relaciones con el diablo.

Los psicólogos han elaborado más de una hipótesis sobre los elementos sociales y psicológicos que pueden estar
en la base de la brujería y sobre sus aspectos sexuales. Según algunos, las fantasías de las personas acusadas, que se
referían casi siempre a la actividad sexual, constituían las manifestaciones de conciencias con complejos de culpabilidad o
las proyecciones de deseos ligados a una vida llena de frustraciones de origen sexual. Se ha señalado también que las
mismas actitudes de los inquisidores fuesen dominadas por un temor inconsciente hacia las mujeres y por una
gratificación de sus deseos sexuales reprimidos.

Las actitudes misóginas evidenciadas en “la caza a las brujas” aparecen en numerosos otros aspectos de la
civilización medioeval. Las mujeres en general, eran subevaluadas, subvaloradas y consideradas a menudo como simples
instrumentos para hacer hijos o satisfacer los deseos sexuales. Puesto que no contaban con protecciones legales o con
conceptos morales, ellas frecuentemente eran violadas y también matadas. Es clásico el ejemplo del capitán inglés John
Arundel quién secuestro nada menos que 60 mujeres y jovencitas de un convento para utilizarlas como prostitutas
durante la expedición militar a Francia. Las violencias iniciaron de inmediato después de la salida de los barcos de
Inglaterra, luego a raíz de una violenta tempestad, para reducir la peligrosa sobrecarga de los navíos, no se tuvo reparos
en tirar al agua a las pobres infelices que por cierto terminaron ahogadas miserablemente. No hay ninguna referencia
histórica que señale que Arundel o algunos de sus subalternos han sido castigados por esta masacre.

Otro ejemplo del estado de esclavitud moral en la que se encontraba sumida la mujer en la Edad Media, es el
“Jus primae noctis” derecho que le tocaba ejercer al señor feudal quien podía disponer libremente de la primera noche de
bodas de toda esposa residente en su jurisdicción: esto en base al concepto según el cual, cada mujer, antes de casarse
pertenecía a su señor. Para casarse toda mujer tenía que presentarse ante él y solicitar su consentimiento si éste era
concedido, ella tenia, en cambio, que ofrecer los privilegios conyugales de la primera noche, a discreción del señor
feudal, quien podía renunciar a su derecho a cambio de un presente.

Algunos estudiosos ven en el “Jus primae noctis” un rezago de los ritos pre-cristianos de la desfloración
mientras otros lo interpretan, ubicándolo en el contexto cristiano, recordando que antes del premiso para la actividad
conyugal era concedido después de tres noches de castidad y luego de pagar un tributo a la Iglesia. En todo caso, el “Jus
primae noctis” es considerado como un tratamiento degradante hacia la mujer medieval.
Es necesario, sin embargo, señalar que en contradicción con el espíritu misógino imperante en ese entonces, se difundió
en Francia, en las relaciones varon-mujer un nuevo ideal de sentimientos, expresado por el así llamado” amor cortes”
celebrado en los poemas líricos de los trovadores y eternizado en los poemas épicos en ellos la mujer estaba colocada en
una posición superior al varón que aspiraba conseguir su amor.

La mujer de los caballeros, empero, perfecta, pura y casi inalcanzable. Era irreal, así como el ceremonial de los
mismos amores aparecían artificial: ella no exteriorizaba pasiones que sólo estaban reservadas para el hombre. En suma,
el amor cortés, como el ascetismo místico y la moral sexual cristiana, constituía un ideal más que una realidad.

EL RENACIMIENTO

Al comienzo en Florencia y luego en otras partes de Italia y de Europa, se observa al inicio del Siglo XV un
evidente cambio de opiniones y tendencias, orientado al abandono de los ideales medievales de fe y devoción hacia
ideales de materialismo, individualismo y escepticismo. En este periodo, llamado Renacimiento, las artes, la literatura y
la vida cotidiana están permeadas por una nueva realidad social, en la cual el sexo puede ser idealizado y expresado
dentro del contexto de un gran placer.

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Humanistas que se remontaban a la Grecia y a la Roma de la antigüedad y estudiosos traídos a Italia a la caída
del Imperio de Bisancio, contribuyeron a la introducción de esta nueva tendencia basada en los valores e ideales clásicos,
revelando a la cultura pagana aletargada por la Iglesia de la Edad Media. La famosa pintura de Botticelli que representa
el nacimiento de Venus, no sólo vuelve a presentar un tema clásico de la mitología, sino que se impone como piedra
angular del espíritu del Renacimiento, era como si, aceptando los valores clásicos en el arte, el Renacimiento aceptase
también los valores sexuales más permisivos de la antigüedad.

El profundo cambio de mentalidad se expresaba mas que en los aspectos prácticos, en el hecho de que aparecía
social y psicológicamente aceptado pensar en el sexo en términos positivos y no como una actividad que inevitablemente
llevase hombres y mujeres a la perdición. Se centraba la atención sobre la belleza plástica del cuerpo humano, buscando
el “super humano” en lugar de lo sobrenatural: la vida sexual empezaba a desarrollarse en una atmósfera de
neopaganismo, sin excesivas limitaciones por aparte de la religión. En este proceso, la Iglesia se volvía “más católica
pero mucho menos cristiana”: el clasicismo griego-romano iba excluyendo cada vez más el espíritu bíblico hebraico
(judío).

El ocaso de la espiritualidad que caracteriza el periodo que va desde el Siglo XIV al XVI se refleja claramente
en la declinación espiritual de la Iglesia, que alcanza su punta máxima negativa durante los pontificados de Alejandro VI
y Julio II. Rodrigo Borgia, elegido Papa con el nombre de Alejandro VI a la edad de 61 años, padre de por lo menos
siete hijos ilegítimos, luego de una actividad cardenalicia marcada por la iniquidad, gobernaba sobe una Roma que, entre
sus 90 mil habitantes, contaba con la friolera de 7 mil prostitutas, muchas de las cuales ejercían en burdeles oficialmente
permitidos y registrados por la Iglesia. La sífilis, según cuenta cáusticamente Cellini, era una enfermedad muy frecuente
entre los curas, el cuarto de baño del Cardenal Bibiena era un escenario pagano pintado por Rafael. Los Acardenales se
preocupaban más por los intereses corporales que por los morales.

El mismo Alejandro VI tuvo, como Papa, dos hijos ilegítimos, no gran cosa en fin de cuenta si se parangona con
otros de sus actos como, por ejemplo, sus muy conocidas relaciones con una pléyade de cortesanas, el inducir el que su
hija Lucrecia explotara el sexo para sostener los gastos papales, su tolerancia sobre el relajamiento de costumbres de la
corte pontificia. La perversión de este pontífice llega al máximo con las relaciones sexuales mantenidas regularmente con
su hija Lucrecia y con las orgías en las que participaban prostitutas y huéspedes de sexo masculino y femenino, en los
aposentos privados del papa: estos excesos, sobre los cuales algunos estudiosos han puesto el velo de la duda, han sido
cuidadosamente reportados por Burcardo de Rdytsdburgo, entonces maestro de ceremonias en la corte papal.

Muy poco hizo para mejorar la reputación espiritual del papado, su sucesor Julio II, también padres de tres hijos
ilegítimos. A él se debe la anulación del beso de los pies del papa, acto tradicional de homenaje, según los historiadores
esto se debió a que los dedos de los pies de Julio II estaban tan deformados por la sífilis, que era aconsejable no seguir
con esta costumbre. Las características de excentricidad, egocentrismo, sensualidad e individualismo demostradas por
Alejandro VI y Julio II eran propias a menudo de hombres y mujeres del Renacimiento, diferenciándolos así de aquellos
que habían vivido en la época medioeval.

Estas características permean la personalidad de los artistas que expresan los ideales y el espíritu de la época una
enorme libertad en el desahogo de las pasiones físicas y estéticas. Una clara idea de esto se encuentra en la autobiografía
de Benvenuto Cellini, personaje gigantesco en el arte y en las aventuras, según el cual el artista está por encima de la
ley, es un genio acorde con las teorías platónicas al que todo es permitido era normal para Cellini, tener relaciones
sexuales con sus modelos entre una pose y otra.

En la “Vida de Pintores “ de Giorgio Vasari, se señala como Rafael amara inmensamente a las mujeres y sin
moderación satisfaciese su placer: su obsesión sexual le impedía a menudo concentrarse sobres sus pinturas, tan es así
que para reemprender o terminar una obra, tenía que practicar un acto sexual. Es singular el hecho que, para unas
cincuenta de sus famosas Madonas, él haya utilizado la amante del momento o una prostituta: esto no ha quitado, sin
embargo, popularidad a sus obras ni ha disminuido su reputación de buen cristiano. Al parecer otro sumo pintor, fray
Filippo Lippi , presentaba este mismo temperamento. El también no podía terminar sus obras si no daba una satisfacción
amplia a su pasión. Se cuenta que recluido en casa de Cosimo de Medici para acabar una pintura, después de algunos
días encontró la forma de escaparse colándose de una ventana con sábanas anudadas para ir a desahogar sus deseos. En
otra oportunidad, Fray Felipe sedujo y embarazó una joven novicia de un convento, Lucrecia Buti, que actuaba de
modelo para pintar una Madona: el asunto concluyó favorablemente gracias a Cosimo de Medici quien solicitó al Papa
que consintiera los esponsales entre Fray Filipo y Lucrecia.

La libertad de expresión y la sexualidad del arte del Renacimiento se presenta enormemente acentuada en las
obras de Julio romano, discípulo de Rafael, quien pintó todas las técnicas sexuales toleradas en esa época, una verdadera
reseña pornográfica que fue complementada por una serie de sonetos eróticos del poeta Pietro Aretino. La publicación
de estas pinturas comentadas que ilustraban numerosas variantes de las técnicas del coito de manera explícita y que

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constituyen el primer producto comercial de masa en el campo pornográfico, crearon un clima que obligo al Aretino ya
mal visto, a dejar roma por un cierto tiempo.

El relajamiento moral de la época está expresado también en el vestido que tiende a poner en evidencia algunas
dotes físicas. Los pantalones de los varones, en efecto más funcionales, servían también apara acentuar la natural
prominencia de los genitales que algunos vanidosos aumentaban con forros acolchados por otra aparte estos calzones
facilitaban notablemente el acto del coito. Asimismo, lo modestia y la decencia de los hábitos femeninos cambian: el
seno está más expuesto y a veces del todo descubierto.

El status de hijo ilegítimo no constituía motivo de vergüenza, si se considera que en todas las clases sociales los
“bastardos” eran numerosísimos, y, por otra parte, ellos eran reconocidos por los padres y gozaban de derechos análogos
a los de los hijos legítimos. El mismo Leonardo da Vinci era ilegítimo y Benvenuto Cellini en su autobiografía admite
haber tenido una hija con una jovencita de quince años y de haberla legitimado, previo pago de un impuesto eclesiástico,
como ya le había acontecido en otros numerosos casos.
También en la sociedad renacentista, como en épocas precedentes, la homosexualidad masculina es considerada
de manera controvertida. La difusión de esta costumbre esta confirmada por la dación de numerosas leyes en Venecia,
dirigidas a eliminar la sodomía. Esta actitud no fue sin embargo sostenida por el Papa Sixto IV, quien, parece, otorgó a
la familia de un conocido cardenal veneciano el permiso de practicar relaciones anales. También en Florencia se trató de
limitar la actividad homosexual, las leyes se orientaban mas que nada a castigar los casos de violencia y de seducción de
los jóvenes y los castigos eran aplicados sólo si lo hechos provocaban lesiones o escándalo público.

El mismo Leonardo da Vinci fue acusado de homosexual con un jovencito, pero no ha sido confirmado si él fue
homosexual o asexual. Según Freud, el famoso personaje canalizó sus instintos hacia metas intelectuales y su genio
surgió de su peculiar capacidad de reprimir y sublimar con extraordinaria tendencia, sus impulsos primitivos. Además, en
toda la producción artística de Leonaardo se evita constantemente lo erótico en favor de la precisión científica.

El renacimiento constituyo igualmente una época en la cual la prostitución encontró un renovado prestigio.
Esta podía ser libre y proficuamente ejercida y permitió a muchas mujeres sobresalir por inteligencia, educación y
comportamiento. Una famosa cortesana romana, Caterina de San Celso, mejor conocida con el clásico nombre de
Imperia de acuerdo al espíritu neoplatónico, tuvo relaciones con numerosas personalidades de la época, cuando murió a
la edad de 26 años, fue llorada por muchos, según algunos, por la mitad de la población masculina de roma y como
reconocimiento de estima fue sepultada en la Capilla de San Gregorio.
En Venecia, otra famosa cortesana, Verónica Franco, amó al Tintoretto y ofreció sus encantos a Enrique III de Francia y
al Duque de Mantua.

El prestigio de las prostitutas sufrió, empero, un duro golpe con la llegada, en el Siglo XVI, de ese verdadero
flagelo humano constituido por la sífilis, cuyas graves consecuencias indujeron a los legisladores a instaurar medidas para
eliminar la prostitución, cerrar los prostíbulos e incriminar a todos aquellos que favorecían estas prácticas. Se considera
que la sífilis haya sido importada a Europa por los descubridores de América que viajaron con colón, quienes a su
regreso la trasmitieron a las prostituías europeas. Una clara descripción de síntomas parecidos a los de la sífilis fue
proporcionada, por primera vez durante el sitio de Nápoles en 1494 que se manifestó de amanera epidémica entre los
soldados franceses. En los años sucesivos, la enfermedad ya estaba difundida en toda la Europa occidental. La primera
descripción científica de la enfermedad, llamada por los franceses, mal italiano o napolitano, por los italianos mal francés
o español, por los rusos mal polaco, ha sido proporcionada por el clásico ensayo de Girólomo Fracastoro, en el cual un
tal Syphilus se contagia del “morbus galllicus”. El mismo autor hacía un profundo estudio sobre la grave enfermedad
infecciosa, discutiendo los síntomas y las formas de contagio, creando el término sífilis.

La enfermedad se difundió rápidamente de manera dramática. Hospitales especiales acogían sólo a las víctimas
de la enfermedad, y uno de ellos en Venecia, por su nombre “incurables” reflejaba la ineficacia de las terapias disponibles.
El remedio más usado en ese entonces era el guaiaco, importado de las Indias occidentales. A su profilaxis contribuyó el
famoso anatomista Falloppio quien en su “De morbo Gallico”, quizás por primera vez describió un preservativo
constituido por una vaina de tela a ser aplicada sobre el prepucio. La enfermedad, según Juan Calvino, era un castigo de
Dios: esta afirmación se ubica en el contexto d de la Reforma, como reacción al relajo de costumbres de la Iglesia
Romana reacia a todos y cada uno de losa avisos de Girolano Savonarola, quien había denunciado la degeneración moral
de la Iglesia e instituido en Florencia un régimen puritano. Por tal razón fue excomulgado y condena a la hoguera.

En esta atmósfera, Martin Lutero en 1517, presento su tesis fundamental en abierto contraste con las doctrinas
del pontificado romano incluyendo entre ellas lo que se relacionara con el celibato, la virginidad y el matrimonio. Según
Luttero, puesto que la castidad el celibato era impuesto por la Iglesia, no eran justificados y no constituían un índice de
virtud, el sexo no era por tanto pecaminoso. Lutero reconocía la existencia de los instintos sexuales y consideraba las
relaciones como una parte necesaria del matrimonio. Por ende, curas, monjes y monjas que no podían vivir en castidad

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tenían que casarse y liberarse así de cualquier complejo de culpa: el sexo y el matrimonio, ambos creados por dios, no
tenían nada de malo y esto coincidiría con lo que afirmaba San Pablo según el cual “es mejor casarse que ser consumidos
por la pasión”. En la práctica, el voto del celibato empeoraría tan sólo la tendencia al mal, por cuanto: “es imposible
estar vivos, tener carne y sangre sin tender al pecado”.

A diferencia de Lutero, otra gran figura de la Reforma, Juan Calvino, consideraba que se debía tratar de superar
su propia debilidad y los impulsos del pecado, es decir se tenía que actuar de manera mas austera en relación con el sexo.
El también sin embargo era partidario conjuntamente con Lutero de la inutilidad del celibato, afirmando que en ese
entonces “era difícil encontrar un convento sobre diez que no fuera un burdel en lugar de un santuario de castidad”. Las
rígidas reglas de Calvino incluían la abstinencia y la prohibición de cantos, danza, vestidos llamativos y otras actividades
agradables mientras el adulterio era castigado con la muerte.

Es extraño que el calvinismo tuviese su mayor éxito en Inglaterra, nación que se separó de la Iglesia de Roma
por cuestiones relativas al divorcio: la Reforma en Inglaterra fue la consecuencia del rechazo del Papa a otorgar el
divorcio a Enrique III.

Como respuesta al cisma, la Iglesia Católica, con el concilio de Trento, emprendió la así llamada contrarreforma,
reafirmando los ideales católicos. Se declaraba indisoluble el matrimonio, se insistía en el celibato y se denunciaban las
expresiones de abierta sexualidad en el pueblo. En esta atmósfera, el Papa Pablo IV después de la negativa de
Michelangelo, ordenó a Daniel de Volterra, que cubriese las figuras desnudas de la Capilla Sixtina, trabajo éste que le
otorgo al pintor inmortalidad y ridículo y le valió el sobrenombre de “calzonudo”.

EL RACIONALISMO

A la época del renacimiento le sigue un periodo caracterizado por profundas innovaciones y descubrimientos
científicos, gracias a la obra de personalidades tales como Galileo, Cartesio, Kepler, Newton: los descubrimientos
científicos proporcionan respuestas a problemas hasta entonces misteriosos y liberan el intelecto humano de la
dependencia de las Sagradas Escrituras, mediante el paso de la fe a la razón. Sin embargo, esclarecidos muchos misterios
del sexo y eliminados los temores a lo sobrenatural por las licencias sexuales, la época del racionalismo se convierte
también en una época de desenfreno.

En Inglaterra, en el siglo XVII, se produce una revolución tanto política como sexual. La monarquía por
derecho divino se convierte en una monarquía constitucional, Desde el punto de vista sexual se pasa de una sociedad de
relajamiento moral a una era de puritanismo y luego a un periodo en el cual prevalece una licencia sin límites.

Isabel I, Hija de Enrique VIII, proclamada con orgullo el mantenimiento de su virginidad, pero no estimulaba a
sus cortesanas a emular su propio estado conyugal. Por otra parte, en la Inglaterra de entonces el sexo, con excepción de
la homosexualidad, era desinhibido y estaba considerado como un componente del goce de la vida. Además, si bien
condenadas por Enrique VIII, las prostitutas continuaban a ser parte integrante de los centros urbanos ingleses.

La época isabelina es también la época de Shakespeare, cuyas obras reflejan claramente el clima moral y la
actitud sexual del periodo comprendido entre el siglo XVI Y EL XVII. Este gran dramaturgo hace claras referencias a
toda la problemática sexual expresada a través de personajes y modalidades, evidenciando como no existía ninguna
ansiedad o angustia generalizadas referidas a las practicas sexuales.
En contraste con esta tendencia, se observa empero, durante la era isabelina, un afirmarse de reformadores
religiosos orientados a purificar a la Iglesia de Inglaterra: los puritanos de espíritu calvinista se arrojan en contra de la
conducta inmoral de la corte real y en contra del desenfreno general de las costumbres.
Esta excesiva rigidez no fue compartida por el sucesor de Isabel, el rey Jaime de Inglaterra y por el hijo de Carlos I:
sobre este último, sin embargo, prevalecieron los Puritanos bajo la guía de Oliver Cromwell, con el cual se inicia una
época de austeridad en cualquier campo.
A partir de l650 el puritanismo se concretiza en leyes que prohiben entretenimientos y actividades profanas y diabólicas
tales como la danza, el canto y el teatro. La fornicación es objeto de pena carcelaria y el adulterio puede llevar hasta la
muerte. Drásticamente prohibidos las cabelleras largas y el maquillaje para las mujeres, para no mencionar lo senos
cubiertos. Estas vedadas todas las celebraciones que se refieran a ceremonias faciles. Sin embargo, estas disposiciones
no son bien acogidas por gran parte de la población: las prohibiciones y las medidas represivas preparan en la práctica la
Restauración, con el retorno del exilio del hijo de Carlos I.

Después de poco más de un decenio de austeridad calvinista, el nuevo Rey Carlos II inicia una época de
verdadero hedonismo, que luego de la represión puritana desemboca en un caos sexual sin precedentes. El adulterio,
considerado anteriormente una ofensa a Dios y una ofensa a la Ley, se convierte en una importante manifestación de

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lealtad a la monarquía y el prestigio social es aumentado por el escandallo. El mismo Rey Carlos II, sin descendencia
legítima, tuvo 14 hijos de diferentes amantes: una de ellas Nell Gwyn, paso del prostíbulo donde ejercía este oficio, al rol
de preferida del Rey, declarándose “la puta real”.

En su obra “Sodomy” John Wilmot ejemplifica los gustos de la Restauración y comenta la práctica abiertamente
tolerada de la homosexualidad, sobre todo en el seno del ejercito. También otras obras teatrales están perradas de sexo
en todos los niveles con glorificación de la inmoralidad.
La restauración se caracteriza, en la historia inglesa, por la ausencia de la persecución de la homosexualidad: es más,
surgieron numerosos clubes privados, entre los cuales el más famosos fue el Mollies Club, frecuentado por travestis y por
hombres abiertamente afeminados.

El Puritanismo y la austeridad, sin embargo, no desaparecieron del todo. Mientras Carlos II y su corte se
dedicaban al desenfreno, las clases sociales más bajas y los campesinos continuaban viviendo seguros ideales calvinistas,
profundamente enraizados: numerosas personas consideraban la peste y el incendio de Londres, en el 1665 y en 1666
como consecuencia de las ofensas a Dios.

La reacción de la Restauración fue en efecto muy superficial y el relajo de la moral no reflejaba, según algunos,
el carácter real del periodo. Por otra parte, justo en esos años, se produjeron los mayores progresos científicos y Carlos
II patrocinó la fundación de la Royal Society de Londres. Los hombres de la época de la Razón querían un nuevo tipo
de mujer, que asociara el sexo con el intelecto y que fuese en grado de considerar el amor de manera separada. Luis XVI
consideraba importante para su corte suprimir toda muestra de emoción, bloquear toda expresión de pasión y mantener
un comportamiento refinado: cada acto debía ser racionalmente calculado.

Con el Iluminismo y con J.J. Rousseau, los ideales fríos y racionales son permeados por un espíritu más emotivo
y también sentimental. Justo en esta época los primeros marineros europeos llegan a las Islas del Pacífico meridional y el
Capitán Cook descubre en Tahití ejemplos ideales de promiscuidad sexual y de belleza femenina que subrayan la bondad
y la estética de la vida natural primitiva. Los ritos de Venus se perpetúan entre estas poblaciones: los jóvenes de ambos
sexos, en la pubertad, se acoplan públicamente, de manera que los ancianos de la comunidad puedan ofrecer consejos y
sugerencias.

Denis Diderot exaltaba las prácticas tahitianas en sus ataques a la convencional moral cristiana y se refería a la
sociedad primitiva de Tahití como a un ejemplo de sexualidad y bienestar natural no contaminadas por las ideas de
castidad o de limitación del matrimonio. El mismo autor en el libro “La Religieuse” atacaba los patrones sexuales
tradicionales, en especial, la persistencia del celibato eclesiástico: en este libro él ofrece un detallado y realístico estudio
clínico del comportamiento homosexual.

Hacia el término del Siglo XVIII , cuando el exceso sexual y la violencia eran aceptados como aspectos de la
sociedad, el marqués de Sade adquirió inmortalidad con sus obras que reflejaban en parte sus experiencias personales, en
temas de prostitutas, orgías organizadas y afrodisiacos. El trató de justificar sus opiniones sufragándolas con conceptos
de ley natural y presentándolas como parte del ideal regreso a la naturaleza. El afirmaba que tradicional moralidad era
antinatural, que los deseos naturales del hombre se inspiraban en el sexo y que el hombre era cruel en cuanto que la
natura misma era cruel.
Así como Rousseau es identificado con el ideal regreso a la naturaleza, así el Marqués de Sade, como inspirador
del término “sadismo”, se identifica con el hecho de que para alcanzar la excitación sexual se tiene que pasar por el
sufrimiento de los demás.

En Inglaterra, mientras el Siglo XVII había sido una época revolucionaria, el XVIII se identifica con un periodo
de transformación. Los prostíbulos que florecían en el Covent Garden de Londres eran conocidos en toda Europa y se
dice que emplearan 50 mil prostitutas y que a menudo intentaban seguir la moda de los grandes salones parisinos. Es en
esta época cuando florecen los clubes permeados por actividades sexuales no obstaculizadas por la Ley.

El matrimonio para muchas personas no era sino una aventura frívola, no sujeto a sanciones eclesiásticas y que a
menudo duraba solo un corto periodo hasta cuando los conyugues se cansaban de la convivencia. Poco antes de la mitad
del Siglo XVIII, empero, la influencia del movimiento Metodista sobre la opinión pública llegó a denunciar los excesos
conviviales de la sociedad, el vacío del racionalismo de la “Iglesia de Inglaterra” y la ausencia de sentimiento religioso en
el pueblo. En esta atmósfera aparecen las obras de numerosos escritorios, desde, Daniel Defoe a Samuel Richardson,
desde Henry Fielding a John Cleland en las que se acoplan a veces el componente erótico con el moralístico: el personaje
de Fanny Hill, una joven completamente desinhibida en relación con el sexo alcanza en ultima análisis una plena
respetabilidad. En la practica la inmoralidad estaba considerada sinónimo de verdad y de ausencia de hipocresía,
mientras la castidad femenina no era vista como una importante muestra de virtud moral.

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Desde el punto de vista sexual, en ésta época hombres y mujeres hacían sus experiencias sexuales en privado y
con discreción, tratando de evitar el escándalo. Un dispositivo legal proclamaba inválido los matrimonios que habían sido
consagrados por un cura anglicano.

Las actitudes permisivas hacia la homosexualidad fueron prácticamente eliminadas. Después de l780 se
producen verdaderos linchamientos de homosexuales y tal actividad era castigada con la prisión o bien con la muerte.
Estas severas medidas suscitaron, sin embargo, protestas en Parlamento que no lograron grandes resultados a causa de
los difundidos prejuicios hacia los homosexuales. También el lesbianismo era considerado un vicio horrible, prerrogativa
de las siervas y de las actrices: a los refinados sentimientos de la época, parecía casi inconcebible que una mujer
sofisticada pudiese tener tales tendencias.

ROMANTICISMO Y EPOCA VICTORIANA

Nacido sobre todo como movimiento literario y artístico, el Romanticismo participa también en el cambio de las
tradicionales actitudes hacia el sexo y la moralidad. Constituye, al inicio del Siglo XIX una reacción hacia el Iluminismo,
una rebelión del corazón hacia la mente.

La relación matrimonial es vista como una unión entre dos personas de iguales derechos basada en el amor
recíproco, en una relación total con exigencias tanto sentimentales como sexuales los elementos psicológicos y físicos
presentan igual importancia. En la práctica, el Romanticismo termina con la fragmentación de los roles de la mujer ya no
considerada como madres y esposa o bien como prostituta. La importancia referida a la compatibilidad tanto sentimental
como física era en parte consecuente con el ideal según el cual sólo aquellos que se amaban por atracción sentimental,
intelectual y sexual tenían relaciones legítimas: los impulsos debían ser atendidos y el valor convencional de la castidad
prematrimonial era rechazado. La idealización del sentimiento se trasluce típicamente en los “Lamentos” del joven
Werter, cuya pérdida del verdadero amor desemboca en el suicidio. El pathos romántico en la obra de Goethe se vuelve
a encontrar en las más prominentes figuras artísticas de la época, desde Byron a Wordsworth, desde Keats a Shelley.

Los sentimientos e ideales románticos encuentran una gran resonancia en el campo de las reformas sociales, con
la proclamación de la necesidad de nuevas relaciones entre varón y mujer, de una mayor libertad en el amor, de reformas
del estatus matrimonial, de una mayor autonomía para las mujeres. En este florecer de ideas, surge como interesante una
serie de programas elaborados por Charles Fourier, quien, en América, dio vida a un movimiento “fourierístico”. Según
este personaje, los males de la sociedad derivan de su incapacidad por dirigir las pasiones humanas hacia fines
productivos: la transformación del trabajo en placer constituiría una solución a los problemas sociales. A tal fin, Fourier
propuso la creación de comunidades de trabajo basadas en la “falange”, un conjunto de 1620 personas vivientes en
completa sociabilidad, incluidos los aspectos sexuales: un sistema permisivo de esta naturaleza habría servido a los
deseos y a las pasiones humanas más que el sistema de matrimonio tradicional.

Amplia notoriedad tuvo la comunidad fundada por John Humphrey Noyes en Oneidqa, en el Estado de New
York. En esta comunidad estaba vigente un sistema de matrimonio complejo en el cual cada miembro de sexo masculino
o femenino, podía con el consentimiento de un comité central vivir en estado de matrimonio, la relación podía ser
fácilmente disuelta, y en la práctica todos los miembros de la comunidad eran “partners” conyugales. Paralelamente se
observaban reglas eugenésicas para garantizar una descendencia mejor: con tal finalidad, como método anticonceptivo
se empleaba frecuentemente el coitus interruptus, enseñado a los varones adolescentes por mujeres de la comunidad con
amplia experiencia.

Otros ejemplos de comunidades con especificas tendencias sexológicas fueron los de “Fruitlandas and
Hopedale” en Massachussetts, en los que practicaba el nudismo y la igualdad de sexos y de “Josiah Warren’s Moderns
Times” en New York en la que se practicaba el amor libre. Conceptos opuestos en materia de sexo seguían, en cambio,
los Mormones quienes empero permitían la poligamia. En esta época se impone la figura de Thomas Robert Malthus
quien por primera vez subrayó los peligros del excesivo desarrollo de la población en el mundo, la cual tendía a aumentar
en progresión geométrica mientras las fuentes de subsistencia aumentaban en progresión aritmética. Según Malthus, en
el futuro, faltarían los recursos alimenticios, por lo que era necesario proveer una regularización de los nacimientos. Una
de las sugerencias propuestas consistía en convencer a las personas para que mantuvieran una completa abstinencia
sexual antes de los treinta años, de modo que casándose tarde habrían nacido pocos hijos, en sustancia se prescribía una
abstinencia sobre bases morales.

Otros estudiosos no estaban empero de acuerdo sobre la abstinencia sexual y aconsejaban en cambio medidas
anticonceptivas, en especial el coitus interruptus y los tampones vaginales. La falta de técnicas eficaces para el control de
la natalidad hacía, sin embargo, extremadamente incierto el futuro. Sobre estas nuevas ideas en el ámbito del
romanticismo interfirieron las tendencias de la época así llamada “Victoriana” que se caracterizó por una ética dirigida a

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reprimir la sexualidad. Se relevaba ante todo la santidad del ambiente familiar, el deber de la mujer hacia el marido, el
carácter sagrado del matrimonio. Los varones eran estimulados a retardar el matrimonio hasta cuando no habían
alcanzado una posición económica suficiente. Se afirmaba sutilmente que la verdadera virilidad se demostraba con la
capacidad de retardar las satisfacciones sexuales más allá de los 30 años. Se afirmaba que los varones difieren de las
mujeres en cuanto durante la pubertad el varón manifiesta deseos sexuales espontáneos, mientras que la mujer presenta
instintos sexuales latentes o ausentes, que para evidenciarse requiere de estímulos ilícitos. La mujer, se decía, se podía
pasar la vida entera sin conocer los placeres de los sentidos, a condición naturalmente que estuviera protegida de causas
estimulantes. La virtud de las mujeres y de los niños debía ser conservada evitando toda tentación y por lo tanto,
suprimiendo cualquier referencia sexual en los libros, en las conversaciones y en el ambiente a su alrededor. En algunas
casas victorianas se llegó al extremo de cubrir las patas de los pianos para evitar reminiscencias femeninas, a menudo no
se hablaba de seno sino de pecho, de miembros y no de piernas.

Revistas científicas y médicas consideradas obscenas o potencialmente en grado de corromper la moral de los
súbditos de su Majestad Británica, fueron requisadas o clausuradas. En este contexto, fue encausada, en 1899, la obra de
Havelock Ellis sobre la “Psicología del Sexo”. En la época victoriana se muestra una verdadera obsesión por la
masturbación, definida como un vicio horripilante, abuso de si mismo, fuente de graves consecuencias sentimentales o
físicas. Análoga consideración recibe la “espermatorrea”. Algunos médicos, parangonan la polución nocturna con la
gonorrea, atribuyéndole consecuencias terribles sobre la mente y el físico. También las relaciones sexuales durante el
embarazo eran señaladas como posibles causas de degeneración, epilepsia y de sexualidad precoz en el niño en gestación.
UN muy conocido urólogo inglés, William Acton, afirmaba que cualquier actividad prolongada o intensa de una parte del
cuerpo materno, ya sea el cerebro o la vagina, tendría como consecuencia un aumento de la zona correspondiente en el
feto. Se comprende, por consiguiente, como bajo el espectro de estas nefastas consecuencias se hayan podido idear
numerosos tratamientos drásticos.

Algunos médicos aconsejaban la castración de los niños con actividades sexuales, la clitoridectomía, la
cauterización de los genitales y de la próstata, el empleo de dispositivos mecánicos para impedir el acceso a los genitales
o para hacer extremadamente dolorosos los impulsos sexuales: se elaboró toda una serie de cinturones, fajas y anillos a
ser aplicados en los genitales, de modo que la erección involuntaria resultara automáticamente obstaculizada y dolorosa.
El temor por la masturbación y la polución nocturna llegó a ser casi universal y la misma ciencia médica contribuyo a
crear verdaderos estados ansiosos atribuyendo el título de enfermedad a fenómenos que luego serían reconocidos como
formas naturales y a menudo necesarias de liberación sexual. Sobre el concepto de neurastenia sexual fueron elaboradas
diferentes teorías. En especial George Miller Beard sostenía que el cuerpo contiene determinada cantidad de energía
potencial, que puede ser perdida a consecuencia de sucesivos desgastes de fuerza nerviosa: la excesiva actividad de una
célula nerviosa o de un sistema orgánico puede comprometer las funciones de otras partes del cuerpo menguando su
energía. Según Beard y otros médicos, los órganos sexuales constituían la sede de la pérdida de energía: se idearon por
tanto numerosas medidas terapéuticas para devolver al cuerpo su fuerza vital, pero con resultados obviamente inciertos.

En ciertos aspectos Freud se ha encontrado de acuerdo con Beard, pues él consideró a la neurstenia como
productos de la inadecuada función sexual: ésta estaría relacionada con una incorrecta descarga de la energía sexual que
se observa con la masturbación o con las puluciones nocturnas, que representan una liberacón no tan satisfactoria como
la relación normal. Al lado del comportamiento aceptado, se observa sin embargo una así llamada subcultura sexual que
se expresa por el elevado número de hijos ilegítimos, por la prostitución, la pornografía, los escándalos periódicos que
involucraban una gran parte de la sociedad.

Con el pasar de los años se hizo evidente que muchos Victorianos llevaban una doble vida. Por ejemplo, recién
en 1975, es decir 77 años después de su muerte, se dio a conocer que el primer ministro William Gladstone, una de las
columnas de la sociedad victoriana, protegía los prostíbulos y se flagelaba regularmente. Esta revelación fue posible
cuando se publicaron sus diarios que revelaron el interés de ese personaje por la redención de las prostitutas y también
subrayaron algunos aspectos dudosos de su comportamiento masoquista quizás no exento de matices pornográficos.

Sin embargo, es necesario indicar que la discreción constituía una prerrogativa de la sociedad victoriana y que
los escándalos no eran tolerados. Se da como ejemplo de ello que hacia 1880 un prostíbulo de homosexuales descubierto
en el West End de Londres, gozase de la protección de personajes influyentes por lo que ningún miembro de la
aristocracia sufrió incriminación alguna: también en este caso, sólo en 1975 se publicaron las actas oficiales de las que
resulta que el escándalo fue ahogado para proteger algunas personalidades, en especial, el Príncipe Alberto Victor hijo
del Príncipe de Gales y nieto de la Reina, y Lord Arthur Somerset, ayudante personal del futuro rey Eduardo VII
conjuntamente con otros miembros de la nobleza. En esa circunstancia, el mismo Príncipe de Gales y el Primer Ministro
bloquearon la acción emprendida por la policía y por la magistratura, justamente para evitar que llegase a ser de dominio
público la tendencia homosexual del Príncipe Alberto Victor.

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Empero, la hipocresía y la promiscuidad no eran limitadas a las clases sociales más elevadas. De acuerdo a las
estadísticas oficiales, en 1851 en Inglaterra hubo la friolera de 42 mil hijos ilegítimos: lo que significa que más del 8% de
las mujeres en edad fértil había tenido un hijo fuera del matrimonio sin contar los partos sin declarar y los abortos. En el
mismo periodo, en un año, fueron incriminadas en toda Inglaterra más de 30 mil prostitutas.

Durante todo el periodo victoriano, la pornografía estaba en abierto contraste con las opiniones de la sociedad
oficial y con la moral corriente. Mientras ésta eliminaba cualquier componente de sexualidad de los distintos aspectos
humanos, las tendencias pornográficas subentraban. Por cada denuncia de parte de los médicos sobre los efectos dañinos
de los desenfrenos sexuales, una obra pornográfica representaba inacabables orgías por cada aseveración de la cultura
oficial acerca de la frigidez de las mujeres respetables, la pornografía presentaba legiones de mujeres lujuriosas, por cada
esfuerzo dirigido a minimizar la importancia de la sexualidad, la pornografía ponía claramente de relieve que ésta
constituía la única cosa de real importancia en la vida. Justo en esta insoportable situación tan contradictoria comenzó a
establecerse un punto de ruptura.

EL SIGLO XX

La época victoriana concluye idealmente con el inicio del Siglo XX que irrumpe tumultuosamente y evoluciona
a través de una fenomenología espectacular, desde la aparición de la teoría psicoanalítica a la primera guerra mundial,
desde la creciente emancipación social y económica de las mujeres, al desarrollo de los medios de comunicación y de
transporte rápido.

Elaborando sus revolucionarias terapias relacionadas con la sexualidad humana, Sigmund Freud rechazaba de
llano el concepto victoriano según el cual los niños son pequeños inocentes sin impulsos sexuales innatos, y ponía de
manifiesto además que el sexo representaba un factor de primordial importancia en el desarrollo del hombre desde la
infancia en adelante. Estas teorías desencadenaron un sin fin de reacciones contradictorias, desde el momento que el
sexo ingresaba de llano en un debate a nivel intelectual.

En la práctica el sexo era presentado como la fuerza central que movía el género humano y como el causante, de
manera sublimada, de toda motivación humana: eran por tanto necesarias una vida sexual desinhibida y una rigurosa
obediencia a la libido para conservar el bienestar. En esta atmósfera de casi anarquía sexual, se iba entronizando una
extremada tolerancia. En los Estados Unidos, por ejemplo, la tradición puritana que había dominado la vida sexual de los
ciudadanos desde la misma Constitución del Estado, ahora era totalmente rechazada. Movimientos culturales, artísticos
y sociales contribuían a anular el concepto de mujer victoriana. El cinema, la difusión del automóvil y otras innovaciones
contribuían enormemente a una nueva valoración de la mujer, expresada en la práctica por una enmienda de la
Constitución que en 1920 otorgaba el voto a la población femenina.

En 1926, el ginecólogo holandés Teodoro Van de Velde, publicando “El Matrimonio Ideal” codificaba la
evolución sexual moderna, poniendo en duda los conceptos victorianos e ilustrando ampliamente los medios y las
expresiones del placer sexual, las alternativas a la “posición del misionero” en el coito, y los recursos del cunilingus y del
felatio: las variaciones de posturas en el coito y las relaciones oro-genitales eran presentadas como sanas y normales en
cuanto favorecían la reciprocidad en el acto sexual como forma de comunicación de la pareja. Luego, hace unos
decenios, el clásico estudio de Alfred Kinsey sobre el comportamiento sexual del varón y de la mujer, basado en el
análisis profundo, metódico y objetivo de millares de casos, vino a ofrecer finalmente una respuesta a la necesidad de una
información precisa sobre las funciones sexuales humanas y sobre las formas de comportamiento sexual, que
anteriormente no habían sido valorizadas nunca desde el punto de vista científico. Este estudio precisaba, según criterios
racionales, detalles anatómicos y fisiológicos de la respuesta sexual y del orgasmo, abriendo un claro significativo en
medio de la confusión creada por biólogos y filósofos del pasado sobre reproducción y comportamiento sexual.

El estudio de Kinsey aportaba también una notable contribución para esclarecer los problemas de la
homosexualidad y del trasvestismo. Al inicio de los años 50 los cirujanos estaban en condiciones de realizar
intervenciones para cambiar el sexo de sus pacientes. Aún cuando genotipicamente seguían siendo varones y sin órganos
de reproducción femeninos, los transexuales feminizados, sin embargo, estaban dotados de genitales externos femeninos
y sus características eran potenciadas con el empleo de estrógenos, depilación y cirugía plástica. En la práctica estas
intervenciones permitían una vida relativamente normal para numerosos individuos que, de otro lado, eran destinados a
las neurosis depresivas, el aislamiento y a los intentos de suicidio.

La tendencia a considerar el sexo en términos positivos se refleja en las numerosas publicaciones, que en los
años setenta se han expuesto el sexo y el desnudo con un estilo falto de realismo, con el desnudo estatuario sin mostrar
las zonas genitales, y luego con la pornografía “hard-core”.

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Los años setenta y ochenta además han estado caracterizados por la introducción de la “píldora” como medio
para el control de la natalidad mediante el bloqueo de la ovulación. Este medio ha permitido distinguir netamente la
función reproductiva de la actividad sexual motivada por factores sociales y de la libido, liberando varones y mujeres del
temor incumbente de un posible embarazo y del estado de ansiedad que condicionaba toda relación sexual limitando su
placer. La píldora eliminaba además muchas de las clásicas resistencias de la mujer a las propuestas sexuales del varón.
Este medio anticonceptivo y otros muchos más recientes, tales como los dispositivos intrauterinos, la ligadura de
trompas, la vasectomía han, sin dudas, desempeñado un rol importante en el enorme aumento registrado de las relaciones
prematrimoniales.

LA SEXOLOGIA

Una ciencia moderna se erigió para contrarrestar las viejas predicas moralistas sexuales que tuvieron durante
largos años a la humanidad sumida en la ignorancia, sin que la sexualidad fuera tema de las mas osadas metodologías
investigativos. Por eso es interesante echar una mirada acerca de su historia, que es la historia de nuestros conocimientos
actuales.

Para tratar sobre la sexología nos remontamos a la antigua Grecia donde el médico Hipócrates y los filósofos
Platón y Aristóteles investigaron y ofrecieron las primeras teorías acerca de la sexualidad, abordando temas como
disfunciones, reproducción y contracepción, aborto y ética sexual.

Por su parte los médicos romanos Sorano y Galeno fomentaron el conocimiento sexual avanzado y sistematizado,
incitando a su vez a eruditos islámicos a dedicar mucha atención a las preguntas sexuales. Los manuscritos islámicos,
traducidos e introducidos en la Europa medieval, junto con las reediciones de los de los griegos y los romanos se
convirtieron en los textos de referencia para las nuevas escuelas médicas de los siglos XVI, XVII y XVIII. Términos
como las trompas de Falopio, folículos de Graaf y glándulas de Cowper son el producto de la investigación anatómica de
esos siglos. El concepto de sexualidad aparece en el siglo decimonoveno surgido de las preocupaciones y debates sobre
superpoblación, psicopatía sexual, degeneración y ética sexual. A través de la investigación biológica, médica, histórica, y
antropológica de von Baer, Darwin, Mendel, Kaan, Morilla, Magnan, Charcot, Westphal, Burton, Morgan, Mantegazza,
Westermarck, Krafft-Ebing, Schrenck-Notzing, y otros, las fundaciones de la investigación del sexo culminaron su
madurez y modernización.

A finales del siglo diecinueve y principios del siglo veinte los trabajos de investigación de problemas sexuales de
Havelock Ellis, Sigmund Freud, e Iwan Bloch establecieron las bases de la sexología moderna.
El verdadero padre de la sexología moderna fue el dermatólogo berlinés Ivan Bloch (1872-1922), quien acuñó el nuevo
término "Sexualwissenschaft" que primeramente fue traducido como "ciencia sexual" y posteriormente como sexología.
Bloch era un hombre muy erudito, que hablaba varios idiomas y cuya biblioteca personal tenía más de 40.000 volúmenes.
El su estudio "La vida sexual de nuestro tiempo, 1907) Bloch ofrece la siguiente declaración programática:
"El autor del presente trabajo está convencido que la pura consideración médica de la vida sexual, a pesar de que debe
constituir siempre el núcleo de la ciencia sexual, es incapaz de dar una respuesta justa a las múltiples relaciones entre la
sexualidad y los otros aspectos de la vida humana. Para hacer justicia al amor en la vida de las personas y de la sociedad
y en relación con la evolución de la civilización humana esta particular rama del saber debe ser tratada como una parte de
la "ciencia general de la humanidad," que está constituida por una unión de el resto de las ciencias -- de la biología
general, de la antropología y de la etnología, de la filosofía y de la Psicología, de la historia de la literatura, y de la
historia entera de la civilización".

En 1908, Magnus Hirschfeld lanza el ZEITSCHRIFT FUR SEXUALWISSENSCHAFT, la primera publicación


especializada de sexología, en la que Sigmund Freud escribía el artículo "Hysterical Fantasy and Its Relation to
Bisexuality" . Tenía en principio carácter mensual, aunque sólo aparecieron los 12 primeros números ya que en su
segundo año se incorporó en otro diario menos especializado dirigido por el joven Max Marcuse.

El 21 de febrero de 1913 Bloch funda la primera sociedad de sexología, la "Arztliche Gesellschaft fur Sexualwissenschaft
und Eugenik" sociedad abierta a miembros no-médicos, pero con credenciales académicas.

En 1919 Hirschfeld funda en Berlín el primer instituto de sexología del mundo con una biblioteca de 20.000 volúmenes,
35.000 fotografías y una extensa colección de objetos y obras de arte. En 1921 Hirschfeld, organiza el primer congreso
de sexología de la historia, un congreso de 6 días al que acuden científicos del mundo entero, divido en cuatro áreas:
Endocrinología Sexual, Sexo y Leyes, Control de la Natalidad y Educación Sexual. Albert Moll, compañero y rival de
Hirschfeld criticó el congreso como puramente propagandistico y cinco años más tarde organiza en Berlín el primer
congreso "puramente científico" bajo el nombre de "Congreso Internacional para la Investigación Sexual". En 1933 el
instituto de sexología de Hirschfeld fué saqueado por los nazis y sus documentos fueron quemados públicamente.

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Terminada la Segunda Guerra Mundial la sexología experimenta un resurgimiento en Estados Unidos gracias a los
esfuerzos de Alfred C. Kinsey, culminados en los denominados "informes Kinsey", "La conducta sexual en el hombre" de
1948 y "La conducta sexual en la mujer" de 1953. Kinsey significó un nuevo avance en la investigación sexual no-
médica.

Ya avanzado el siglo XX, el médico ginecólogo William H. Masters y su ayudante y esposa Virginia Johnson
contribuyeron definitivamente a los avances en sexología con sus estudios "Respuesta sexual humana" de 1966 y
"Inadecuación sexual humana" en 1970, publicaciones que constituyen la base de la terapia sexual moderna.
Los Congresos Mundiales de Sexología de Paris (1974), Montreal (1976), Roma (1978), Mexico City (1979), Jerusalem
(1981), y Washington (1983) son la continuación del trabajo empezado por Hirschfeld y Moll.

LA OMS Y LA SEXOLOGÍA

En 1973 la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó de la falta de formación sobre sexualidad de personas
capacitadas para ejecutar los programas educativos. Su función consistiría en facilitar información, proponer terapias,
formar docentes y aconsejar donde fuera necesario. Se debería contar con su presencia en los servicios de asistencia
materno-infantil, centros de planificación familiar, de salud mental y salud comunitaria. De la multitud de necesidades y
demandas sociales se deriva la necesaria especialización del sexólogo como: asesor sexual, experto en pedagogía sexual,
experto en terapia sexual e investigador. Como en nuestro país no hay estudios reglados de sexología, las sociedades
sexológicas han ido impartiendo diversos cursos de formación.

Al año siguiente, en l974, definió que "SALUD SEXUAL es la integración de aspectos somáticos, afectivos e
intelectuales del ser sexuado, de modo tal que de ella derive el enriquecimiento y el desarrollo de la persona humana, la
comunicación y el amor".

LA SEXOLOGÍA EN LA ACTUALIDAD

La SEXOLOGIA es una disciplina que estudia la conducta sexual humana y la estructura y funcionamiento de los
órganos sexuales.

Como muy bien definió Bloch, al abarcar aspectos biológicos, psicológicos, sociales y culturales, los estudios de
sexología requieren la integración de múltiples disciplinas como la Medicina, la Biología, la Psicología, la Sociología, la
Antropología, la Filosofía y la Historia, entre otras.
En la mayoría de los países la sexología no es una ciencia oficial reconocida en los ambientes académicos, por lo que su
estudio y especialización lo proporcionan las diversas sociedades sexológicas establecidas en cada país, mediante
programas de postgrado, cursillos, etc.

En Montreal (Canadá), la facultad de ciencias humanas de la Universidad de Quebec , es la única en el mundo que tiene
una carrera con estudios oficiales de sexología. Para ejercer como sexólogo en esta provincia se requiere dicha titulación.

En Estados Unidos pueden ejercer la sexología los médicos, psiquiatras, psicólogos y antropólogos mediante estudios
adicionales de especialización en sexualidad humana.
En algunos países europeos es necesario ser doctorado en medicina previamente a poder ser reconocido como sexólogo.

La sexología moderna contempla tres campos de actuación: la investigación, la educación y la sexología clínica.

La sexología clínica es la que se ocupa del tratamiento de las problemáticas sexuales tanto de origen orgánico como
psicológico. Se divide por lo tanto en dos áreas: la médica y la psicológica.

El área médica trata la problemática sexual de origen orgánico, diagnosticando enfermedades y disfunciones orgánicas,
efectos secundarios producidos por medicamentos, etc.

El área psicológica trata la problemática sexual de origen emocional. A través de las entrevistas con el individuo o la
pareja, el sexólogo clínico o terapeuta sexual determina los síntomas y realiza los diagnósticos, prescribiendo ejercicios o
prácticas específicas para cada caso particular.

Los problemas más comúnmente consultados en el área psicológica son:


- Dificultades para mantener la erección
- Eyaculación precoz, retardada o ausente
- Disminución de lubricación en la mujer
- Dificultades para alcanzar el orgasmo
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- Pánico a la penetración
- Pérdida de deseo
- Ausencia de sensaciones placenteras durante las actividades sexuales
- Diferencias en la pareja de los niveles de deseo
- Insatisfacción conyugal
- Diferencias respecto a las practicas deseadas por cada miembro de la pareja
- Disconformidad con la propia sexualidad
- Fantasías sexuales
- Sexo compulsivo
- Preocupaciones acerca de la propia identidad sexual
- Conductas parafílicas (pedofilia, voyerismo, exhibicionismo, fetichismo, etc)

En algunos casos tanto el deseo como la respuesta sexual, pueden estar influidos por múltiples factores psicológicos y
orgánicos, por lo que el terapeuta sexual podrá requerir que la terapia sexual sea llevada a cabo de forma
interdisciplinaria, con la participación médica.

Las terapias sexuales suelen trabajar con objetivos limitados por lo que muchas problemáticas pueden resolverse en
períodos relativamente breves.
Antes de empezar la terapia propiamente dicha, el sexólogo clínico hace una evaluación de los problemas sexuales tal
como los experimenta la persona o la pareja. Dicha evaluación se suele hacer en dos entrevistas para una persona o en
cuatro para la pareja. Evidentemente en ésta etapa la comunicación y la confianza entre el paciente y el terapeuta es
fundamental para el adecuado tratamiento de los problemas sexuales.

Los objetivos de dicha evaluación son:


- Identificar con precisión la naturaleza del problema (como se presenta en la vida del individuo o la pareja, como se
percibe, sus origines psicológicos o fisiológicos, etc).
- Poder ofrecer una terapia adaptada al problema y a las personas que lo padecen.
Dependiendo del enfoque del sexólogo las entrevistas pueden ser muy distintas unas de otras, aunque todas se centran
principalmente en conocer la vida y experiencias sexuales de la persona o pareja, a fin de comprender la dificultad sexual
y encontrar la mejor solución. Algunos centran las entrevistas en el conocimiento de las experiencias conyugales,
mientras que otros se centran en proporcionar ejercicios para efectuar en casa a fin de adquirir nuevos conocimientos y
mejorar de esta forma la vida sexual de la pareja.
Algunos de los enfoques modernos en las terapias sexuales son:
- El enfoque cognitivo-conductual que permite identificar las creencias erróneas que sostienen las actuales dificultades
sexuales y confrontarlas con las conductas adecuadas.
- El sexoanálisis enfocado a la supresión de las dificultades sexuales buscando su comprensión a través del inconsciente
sexual del individuo.
- El enfoque humanístico-existencialista ayudando a las personas a comprender sus dificultades sexuales a través de la
propia experiencia de su identidad como hombre o mujer.
- El enfoque sexo-corporal que entiende los problemas sexuales como relacionados con las emociones inconscientes y
tensiones específicas del cuerpo. A través de ejercicios corporales y posturas se ayuda a corregir los problemas y
conseguir un mayor placer y satisfacción sexual.
- El enfoque interaccional, que es a menudo el mejor para las parejas. Los problemas sexuales que aparecen durante la
vida conyugal a menudo son producidos por la manera en que cada uno interactúa con su pareja.

En general, podemos decir que en el mundo actual existen diversas organizaciones que buscan desarrollar la
igualdad entre los seres humanos y específicamente la igualdad de oportunidades de goce y decisión reproductiva entre
los géneros. Instituciones como la Asociación Mundial de Sexología que agrupa a nivel del orbe a las diversas sociedades
de sexología, entre ellas la peruana, que bianualmente se reúnen y despliegan lo avances que se hacen en el tema de la
sexualidad, y lo notorio es que aun hay mucho por hacer.

En conclusión, se puede decir que el comportamiento sexual humano ha mantenido aspectos bastantes
constantes a través de los Siglos. Ha variado en cambio el espíritu de la sexualidad de una época a otra, en relación a
toda una serie de estructuras sociales, culturales, económicas y religiosas. Puede ser, sin embargo, positivo el hecho que
el sexo haya perdido su significado cósmico, sobrenatural y místico y que ya no sea considerado como una actividad
sacrílega. No se puede prever si se producirá nuevamente una involución de tendencias hacia esquemas más inhibidos y
autoconscientes. Es empero cierto que la ciencia y la Psicología que dominan la cultura actual contribuirán a mantener
un equilibrio aceptable, evitando la ignorancia y propiciando la superación de creencias que niegan al placer sexual como
un componente normal de la existencia humana.

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Recopilado de: L. Bussi. (1977)

BIBLIOGRAFIA
 FLORES, A. (1990) Respuesta Sexual. Dismar. Uruguay.
 CROOKS, R.; BAUR, K. (2000) Nuestra Sexualidad. (Séptima edición). International Thomson
Editores. México.
 HOPPER, A. (2003) El Gran Libro del Sexo. Everest. Madrid.
 WILLY, A. Y JAMONT, C. Enigmas de la sexualidad. Daimon. Barcelona.

* Psicólogo Docente de la Universidad Nacional Federico Villarreal


Magíster en Psicología Clínica
Doctor en Psicología
Miembro de la Sociedad Peruana de Sexología
[email protected] Cel. 988-342-775

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