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ARTÍCULO 3

La Iglesia, madre y maestra

2030 El cristiano realiza su vocación en la Iglesia, en comunión con todos los


bautizados. De la Iglesia recibe la Palabra de Dios, que contiene las enseñanzas de la
“ley de Cristo” (Ga 6, 2). De la Iglesia recibe la gracia de los sacramentos que le
sostienen en el camino. De la Iglesia aprende el ejemplo de la santidad; reconoce en la
Bienaventurada Virgen María la figura y la fuente de esa santidad; la discierne en el
testimonio auténtico de los que la viven; la descubre en la tradición espiritual y en la
larga historia de los santos que le han precedido y que la liturgia celebra a lo largo del
santoral.

2031 La vida moral es un culto espiritual. Ofrecemos nuestros cuerpos “como una
hostia viva, santa, agradable a Dios” (Rm 12, 1) en el seno del Cuerpo de Cristo que
formamos y en comunión con la ofrenda de su Eucaristía. En la liturgia y en la
celebración de los sacramentos, plegaria y enseñanza se conjugan con la gracia de
Cristo para iluminar y alimentar el obrar cristiano. La vida moral, como el conjunto de
la vida cristiana, tiene su fuente y su cumbre en el Sacrificio Eucarístico.

I. Vida moral y Magisterio de la Iglesia

2032. La Iglesia, “columna y fundamento de la verdad” (1 Tm 3, 15), “recibió de los


Apóstoles [...] este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad que nos salva”
(LG 17). “Compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios
morales, incluso los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre
cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo exijan los derechos
fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas” (CIC can. 747, §2).

2033 El magisterio de los pastores de la Iglesia en materia moral se ejerce


ordinariamente en la catequesis y en la predicación, con la ayuda de las obras de los
teólogos y de los autores espirituales. Así se ha transmitido de generación en
generación, bajo la dirección y vigilancia de los pastores, el “depósito” de la moral
cristiana, compuesto de un conjunto característico de normas, de mandamientos y de
virtudes que proceden de la fe en Cristo y están vivificados por la caridad. Esta
catequesis ha tomado tradicionalmente como base, junto al Credo y el Padre Nuestro,
el Decálogo que enuncia los principios de la vida moral válidos para todos los
hombres.

2034 El Romano Pontífice y los obispos como “maestros auténticos por estar dotados
de la autoridad de Cristo [...] predican al pueblo que tienen confiado la fe que hay que
creer y que hay que llevar a la práctica” (LG 25). El magisterio ordinario y universal
del Papa y de los obispos en comunión con él enseña a los fieles la verdad que han de
creer, la caridad que han de practicar, la bienaventuranza que han de esperar.

2035 El grado supremo de la participación en la autoridad de Cristo está asegurado


por el carisma de la infalibilidad. Esta se extiende a todo el depósito de la revelación
divina (cf LG 25); se extiende también a todos los elementos de doctrina,
comprendida la moral, sin los cuales las verdades salvíficas de la fe no pueden ser
salvaguardadas, expuestas u observadas (cf Congregación para la Doctrina de la Fe,
Decl. Mysterium ecclesiae, 3).

2036 La autoridad del Magisterio se extiende también a los preceptos específicos de


la ley natural, porque su observancia, exigida por el Creador, es necesaria para la
salvación. Recordando las prescripciones de la ley natural, el Magisterio de la Iglesia
ejerce una parte esencial de su función profética de anunciar a los hombres lo que son
en verdad y de recordarles lo que deben ser ante Dios (cf. DH 14).

2037 La ley de Dios, confiada a la Iglesia, es enseñada a los fieles como camino de
vida y de verdad. Los fieles, por tanto, tienen el derecho (cf CIC can. 213) de ser
instruidos en los preceptos divinos salvíficos que purifican el juicio y, con la gracia,
sanan la razón humana herida. Tienen el deber de observar las constituciones y los
decretos promulgados por la autoridad legítima de la Iglesia. Aunque sean
disciplinares, estas determinaciones requieren la docilidad en la caridad.

2038 En la obra de enseñanza y de aplicación de la moral cristiana, la Iglesia necesita


la dedicación de los pastores, la ciencia de los teólogos, la contribución de todos los
cristianos y de los hombres de buena voluntad. La fe y la práctica del Evangelio
procuran a cada uno una experiencia de la vida “en Cristo” que ilumina y da
capacidad para estimar las realidades divinas y humanas según el Espíritu de Dios
(cf 1 Co 2, 10-15). Así el Espíritu Santo puede servirse de los más humildes para
iluminar a los sabios y los constituidos en más alta dignidad.

2039 Los ministerios deben ejercerse en un espíritu de servicio fraternal y de entrega a


la Iglesia en nombre del Señor (cf Rm 12, 8.11). Al mismo tiempo, la conciencia de
cada cual en su juicio moral sobre sus actos personales, debe evitar encerrarse en una
consideración individual. Con mayor empeño debe abrirse a la consideración del bien
de todos según se expresa en la ley moral, natural y revelada, y consiguientemente en
la ley de la Iglesia y en la enseñanza autorizada del Magisterio sobre las cuestiones
morales. No se ha de oponer la conciencia personal y la razón a la ley moral o al
Magisterio de la Iglesia.

2040 Así puede desarrollarse entre los cristianos un verdadero espíritu filial con
respecto a la Iglesia. Es el desarrollo normal de la gracia bautismal, que nos engendró
en el seno de la Iglesia y nos hizo miembros del Cuerpo de Cristo. En su solicitud
materna, la Iglesia nos concede la misericordia de Dios que va más allá del simple
perdón de nuestros pecados y actúa especialmente en el sacramento de la
Reconciliación. Como madre previsora, nos prodiga también en su liturgia, día tras
día, el alimento de la Palabra y de la Eucaristía del Señor.

II. Los mandamientos de la Iglesia

2041 Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en la línea de una vida moral referida a
la vida litúrgica y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas leyes
positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene por fin garantizar a los fieles
el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral, en el
crecimiento del amor de Dios y del prójimo.

2042 El primer mandamiento («oír misa entera los domingos y demás fiestas de
precepto y no realizar trabajos serviles») exige a los fieles que santifiquen el día en el
cual se conmemora la Resurrección del Señor y las fiestas litúrgicas principales en
honor de los misterios del Señor, de la Santísima Virgen María y de los santos, en
primer lugar participando en la celebración eucarística en la que se congrega la
comunidad cristiana y descansando de aquellos trabajos y ocupaciones que puedan
impedir esa santificación de esos días (cf CIC can 1246-1248; CCEO can. 881,
1.2.4).

El segundo mandamiento («confesar los pecados al menos una vez al año») asegura la
preparación a la Eucaristía mediante la recepción del sacramento de la Reconciliación,
que continúa la obra de conversión y de perdón del Bautismo (cf CIC can. 989; CCEO
can. 719).

El tercer mandamiento («recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua»)


garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor en conexión
con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana (cf CIC can. 920;
CCEO can. 708-881, 3).

2043 El cuarto mandamiento («abstenerse de comer carne y ayunar en los días


establecidos por la Iglesia») asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos
preparan para las fiestas litúrgicas y para adquirir el dominio sobre nuestros instintos,
y la libertad del corazón (cf CIC can. 1249-1251; CCEO can. 882).

El quinto mandamiento («ayudar a la Iglesia en sus necesidades») enuncia que los


fieles están obligados de ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades
materiales de la Iglesia (cf CIC can. 222).
III. Vida moral y testimonio misionero

2044 La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del
Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los
hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser
autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. “El mismo testimonio de la
vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para
atraer a los hombres a la fe y a Dios” (AA 6).

2045 Los cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo (cf Ef 1,
22), contribuyen a la edificación de la Iglesia mediante la constancia de sus
convicciones y de sus costumbres. La Iglesia aumenta, crece y se desarrolla por la
santidad de sus fieles (cf LG 39), “hasta que lleguemos al estado de hombre perfecto,
a la madurez de la plenitud en Cristo” (Ef 4, 13).

2046 Llevando una vida según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de
Dios, “Reino de justicia, de verdad y de paz” (Solemnidad de N. Señor Jesucristo Rey
del Universo, Prefacio: Misal Romano). Esto no significa que abandonen sus tareas
terrenas, sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor.

Resumen

2047 La vida moral es un culto espiritual. El obrar cristiano se alimenta en la liturgia


y la celebración de los sacramentos.

2048 Los mandamientos de la Iglesia se refieren a la vida moral y cristiana, unida a


la liturgia, y que se alimenta de ella.

2049 El Magisterio de los pastores de la Iglesia en materia moral se ejerce


ordinariamente en la catequesis y la predicación tomando como base el Decálogo que
enuncia los principios de la vida moral válidos para todo hombre.

2050 El Romano Pontífice y los obispos, como maestros auténticos, predican al


pueblo de Dios la fe que debe ser creída y aplicada a las costumbres. A ellos
corresponde también pronunciarse sobre las cuestiones morales que atañen a la ley
natural y a la razón.

2051 La infalibilidad del Magisterio de los pastores se extiende a todos los elementos
de doctrina, comprendida la moral, sin los cuales las verdades salvíficas de la fe no
pueden ser salvaguardadas, expuestas u observadas.

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