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TEMA

EL SISTEMA DE INFORMACIÓN Y PUBLICIDAD EN LA LDC


Por Rafael F. Barreiro

1. La decisión en comentario.
En fecha reciente, 28/10/14, la Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal
decidió una cuestión recurrente en relación al ámbito sancionatorio de Ley de Defensa del
Consumidor (LDC), que ha motivado innumerables precedentes de tribunales localizados en todo el
territorio nacional.
El pronunciamiento aludido, que aquí comentamos, confirmó la sanción de multa
($ 150.000.-) impuesta al Citibank N.A. por la Dirección Nacional de Comercio Interior (D.N.C.I.),
que, en aplicación de las funciones que le son inherentes, estimó infringido el art. 7 de la ley 24.240 y
el mismo precepto de la reglamentación prevista por el Decreto 1798/94.
En concreto, la transgresión consistió en que en la publicidad aparecida en el diario La Nación,
de fecha 19 de diciembre de 2010, la firma Citibank N.A. consignó, entre otras, las frases “…Citigold
Nigths 21 de Diciembre…Costo por persona $ 170…Cupos limitados…”, sin indicar la cantidad de
lugares con los que la firma contaba para cubrir la oferta, información que no puede estimarse
cumplida con la mención relativa a la existencia de cupos limitados, ni por haberse publicado un
número telefónico en el que se podía consultar la disponibilidad y hacer las reservas, que fueron los
argumentos básicos de la defensa. Señaló el tribunal que en esta materia la sola verificación de la
omisión de la conducta impuesta —según una apreciación objetiva— es motivo suficiente para hacer
nacer la responsabilidad por la violación de las normas invocadas en la causa y que tampoco se
requiere un daño concreto.

2. El perfil de la relación de consumo en la Constitución Nacional.

Como punto de partida del análisis del caso se debe recordar que el artículo 42 de la
Constitución Nacional establece que los consumidores y usuarios de bienes y servicios
tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e
intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección,
y a condiciones de trato equitativo y digno.
Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para
el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los
mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y
eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de
consumidores y de usuarios. La legislación establecerá procedimientos eficaces para
la prevención y solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios
públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las
asociaciones de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas, en los
organismos de control.
No puede dejar de tomarse en debida consideración la relevancia que el texto constitucional
asigna a la información en la relación de consumo, elevándola al rango de expreso derecho del
consumidor que, por consiguiente, es oponible en todos aquellos vínculos jurídicos de esa naturaleza
a su correspectivo contratante, quien está obligado a observar una conducta acorde con esa exigencia.
Esa información debe ser adecuada y veraz. La precisión de la cláusula constitucional no permite
dudar de los alcances que le asignó el constituyente de 1994, en orden a la actitud que es esperable en
el proveedor de bienes o servicios como profesional que es y que se vincula directamente con el
proceso de elección y toma de decisiones. Si se lo quiere expresar de modo diverso, podría ponerse el
acento en la relación que existe entre conocimiento suficiente y prestación del consentimiento en la
relación de consumo.
Pero también cabe detenerse en los otros derechos de los consumidores mencionados en dicho
art. 42 -que presentan similar intensidad y que, por lo tanto, no admiten que se establezca un orden
de prelación en relación a ellos- en especial, en lo que en esta materia adquiere preponderancia para
el comentario emprendido, la protección de la salud, seguridad e intereses económicos y la libertad de
elección de los consumidores, que guardan entre sí una relación tan estrecha que sólo muy
dificultosamente pueden ser considerados separadamente. No es aventurado suponer que constituyen
un único bloque en el que cada garantía prevista en favor de los consumidores o usuarios funciona
como antecedente y justificación de las demás. La interpretación no puede, entonces, prescindir de
esta concepción unitaria de los derechos que confiere el art. 42 CN.

3. Sistema informativo y publicitario en la Ley de Defensa del Consumidor.

La identificación que se dio a este apartado implicó haber tomado previamente una postura
definida que exigirá una demostración. En efecto, es posible aseverar que, con base en la regla
constitucional, la ley reglamentaria ha estructurado un sistema de información en beneficio del
consumidor que tiene muy amplios alcances, pues refiere no sólo a aquellos aspectos que el
consumidor debe conocer para decidir si establece o no el vínculo de consumo , sino también a los
requerimientos que debe cumplir la oferta hecha pública y su eficacia vinculante, y a las mismas
modalidades que permiten a consumidores y usuarios el acceso al conocimiento de lo que es ofrecido,
es decir, los medios empleados para formular ofrecimientos a potenciales interesados.
En paralelo, el Código de Defensa del Consumidor del Brasil, art. 6º, contempla como derechos
básicos del consumidor, entre otros ajenos al marco de este comentario, la información clara y
adecuada sobre los diferentes productos y servicios, con especificación correcta de cantidad,
características, composición, calidad y precio, así como los riesgos que puedan presentar (inc. III); y
la protección contra la publicidad engañosa y abusiva, métodos comerciales coercitivos o desleales, así
como prácticas y cláusulas abusivas o impuestas en el suministro de productos y servicios (inc. IV).
En Perú, el Código de Protección y Defensa del Consumidor (Ley 29.571), el art. IV, 7, describe
la asimetría informativa como aquella característica de la transacción comercial por la cual uno de los
agentes, el proveedor, suele tener mayor y mejor información sobre los productos y servicios que
ofrece en el mercado a los consumidores. El art, V, inc. 3, regula el principio de transparencia que
exige que en la actuación en el mercado, los proveedores generan una plena accesibilidad a la
información a los consumidores acerca de los productos o servicios que ofrecen; la información
brindada debe ser veraz y apropiada conforme al presente Código. Paralelamente, el inc. 4 contempla
el principio de corrección de la asimetría, que formula de esa manera: las normas de protección al
consumidor buscan corregir las distorsiones o malas prácticas generadas por la asimetría informativa
o la situación de desequilibrio que se presente entre los proveedores y consumidores, sea en la
contratación o en cualquier otra situación relevante, que coloquen a los segundos en una situación de
desventaja respecto de los primeros al momento de actuar en el mercado.

3.1. La información.

Según está dispuesto por el art. 4º LDC, el proveedor está obligado a suministrar al consumidor
en forma cierta, clara y detallada todo lo relacionado con las características esenciales de los bienes y
servicios que provee, y las condiciones de su comercialización. La información debe ser siempre
gratuita para el consumidor y proporcionada con claridad necesaria que permita su comprensión.

ARTICULO 4º — Sustituyese el texto del artículo 4º de la Ley Nº 24.240 de Defensa del


Consumidor, por el siguiente:
Artículo 4º: Información. El proveedor está obligado a suministrar al consumidor en
forma cierta, clara y detallada todo lo relacionado con las características esenciales
de los bienes y servicios que provee, y las condiciones de su comercialización.
La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada con
claridad necesaria que permita su comprensión.
Por consecuencia de lo que establece el art. 5º en cuanto a las cosas y servicios éstos deben
ser suministrados o prestados en forma tal que, utilizados en condiciones previsibles o normales de
uso, no presenten peligro alguno para la salud o integridad física de los consumidores o usuarios.

ARTICULO 5º — Protección al Consumidor.


Las cosas y servicios deben ser suministrados o prestados en forma tal que, utilizados en
condiciones previsibles o normales de uso, no presenten peligro alguno para la salud o
integridad física de los consumidores o usuarios.

El art. 6º, a su turno, señala que las cosas y servicios, incluidos los servicios públicos
domiciliarios, cuya utilización pueda suponer un riesgo para la salud o la integridad
física de los consumidores o usuarios, deben comercializarse observando los
mecanismos, instrucciones y normas establecidas o razonables para garantizar la
seguridad de los mismos. En tales casos debe entregarse un manual en idioma nacional sobre el
uso, la instalación y mantenimiento de la cosa o servicio de que se trate y brindarle adecuado
asesoramiento. Igual obligación regirá en todos los casos en que se trate de artículos importados,
siendo los sujetos enunciados en el artículo 4 responsables del contenido de la traducción.

El Capítulo II de la LDC, integrado por estos tres preceptos, apunta a dotar al consumidor de
los Conocimientos básicos en relación con las características esenciales de lo que se le provee.
Certidumbre, claridad, detalle y gratuidad son los ejes que estructuran el ámbito de
protección mínimo de la salud, seguridad, intereses económicos y que se concretan en
la libertad de elección.
A ellos deben aditarse la inocuidad, en tanto el bien o servicio no debe
representar peligro en condiciones normales de uso, y la atenuación del riesgo, que se
concreta en la exigencia de suministrar información mucho más extensa y detallada y,
también, el asesoramiento adecuado si la utilización de la cosa o servicio puede
suponer riesgo para la salud e integridad física.
Corresponde enfocar debidamente el ámbito en el que opera este Capítulo II, para hacer lo cual
debe atenderse a que las exigencias impuestas al proveedor relacionadas con la información que se
halla obligado a proporcionar, se cumplen en la etapa conclusiva del vínculo jurídico.
Es cierto, sin embargo, que como consecuencia de la información que se le provea, en los
términos del art. 4º, el consumidor puede desistir de entablar la relación de consumo -o, si lo hizo,
disolverla-, pero parece que igualmente ello integraría el momento de la celebración (supuestos, en
principio, regulados por los arts. 5º y 6º). Es claro, no obstante lo dicho, que la verificación del
cumplimiento de los deberes informativos se produce en oportunidad ulterior, durante la ejecución,
para asignar a la relación concreta los efectos que según el ordenamiento de protección de
consumidores y usuarios corresponden. Ello, porque la satisfacción de los principios destacados más
arriba puede ser perfectamente examinada con sujeción a las particularidades que pueda presentar el
vínculo establecido. Recuérdese cuanto dispone el art. 4º del Decreto 1798/94, según el cual los
proveedores de cosas o servicios que, posteriormente a la introducción de los mismos en el mercado
de consumo, tengan conocimiento de su peligrosidad, deberán comunicar inmediatamente tal
circunstancia a las autoridades competentes y a los consumidores mediante anuncios publicitarios
suficientes.
La protección de los intereses económicos de los consumidores exige una garantía de la
adecuación e inocuidad de los productos. Se pretende que cumplan con estándares de calidad que los
hagan aptos para satisfacer la finalidad a la que están destinados. En esa línea, las Directrices de las
Naciones Unidas para la Protección del Consumidor exigen que los productos cumplan los
requisitos normales de durabilidad, utilidad y fiabilidad (art. 16).

ARTICULO 16. — Prolongación del Plazo de Garantía. El tiempo durante el cual el consumidor está privado
del uso de la cosa en garantía, por cualquier causa relacionada con su reparación, debe computarse como
prolongación del plazo de garantía legal.
La finalidad que persigue este deber de información previsto en favor del
consumidor es permitir que el consentimiento que presta al contratar por un producto
o servicio haya sido informado reflexivamente, teniendo en cuenta que en ese momento
la posición jurídica del proveedor es evidentemente privilegiada respecto de la del
consumidor por su conocimiento respecto de la materia objeto del contrato.
Asimismo, dicho deber de información, además de proteger el consentimiento del consumidor,
también recae sobre las características esenciales de la ejecución del contrato, es decir que, al adquirir
el producto o contratar el servicio, el consumidor o usuario debe ser informado sobre sus riesgos y
variaciones.
Por su parte, en los artículos 3º y 37º, segundo párrafo, de la mencionada Ley de Defensa del
Consumidor, se prevé el principio in dubio pro consumidor en la interpretación del contrato, precepto
que exige que en caso de duda las cláusulas cuestionadas sean entendidas en el sentido que ofrezca la
adecuada protección a los intereses de los usuarios y consumidores, interpretación que termina de
redondear la regulación de las exigencias informativas.
DE LOS TERMINOS ABUSIVOS Y CLAUSULAS INEFICACES

ARTICULO 37. — Interpretación. Sin perjuicio de la validez del contrato, se tendrán por no
convenidas:

a) Las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones o limiten la responsabilidad por daños;

b) Las cláusulas que importen renuncia o restricción de los derechos del consumidor o amplíen
los derechos de la otra parte;

c) Las cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga de la
prueba en perjuicio del consumidor.

La interpretación del contrato se hará en el sentido más favorable para el consumidor. Cuando
existan dudas sobre los alcances de su obligación, se estará a la que sea menos gravosa.

En caso en que el oferente viole el deber de buena fe en la etapa previa a la conclusión del
contrato o en su celebración o transgreda el deber de información o la legislación de defensa
de la competencia o de lealtad comercial, el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad
del contrato o la de una o más cláusulas. Cuando el juez declare la nulidad parcial,
simultáneamente integrará el contrato, si ello fuera necesario.

 El Código Civil y Comercial de la Nación define al contrato de consumo como aquel


celebrado entre un consumidor o usuario final con una persona humana o
jurídica que actúe profesional u ocasionalmente o con una empresa productora
de bienes o prestadora de servicios, pública o privada, que tenga por objeto la
adquisición, uso o goce de los bienes o servicios por parte de los consumidores o
usuarios, para su uso privado, familiar o social (art. 1093).
Las normas que regulan las relaciones de consumo deben ser aplicadas e interpretadas
conforme con el principio de protección del consumidor y el de acceso al consumo sustentable. En
caso de duda sobre la interpretación de este Código o las leyes especiales, prevalece la más favorable
al consumidor (art. 1094). Téngase en cuenta el acotado marco de vigencia de estas disposiciones,
pues refieren a los contratos de consumo y no a la pluralidad de relaciones de esa naturaleza que
pueden emerger de fuentes diversas.
Por el momento se omitirá la consideración de la regla que establece el art. 19 LDC, no porque
carezca de relación con los aspectos aquí examinados, sino porque desde una perspectiva
metodológica resulta más apropiado exponerla como expresión sintética del sistema que consagra la
ley 24.240.
3.2. Oferta hecha pública.
El art. 7º LDC, según el texto que introdujo la ley 26.361, aplicable al caso bajo
análisis en virtud de la época en que la sancionada en la causa de referencia incurrió
en falta, dispone que la oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados,
obliga a quien la emite durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha
precisa de comienzo y de finalización, así como también sus modalidades, condiciones
o limitaciones. La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una vez que haya
sido difundida por medios similares a los empleados para hacerla conocer. La no
efectivización de la oferta será considerada negativa o restricción injustificada de
venta, pasible de las sanciones previstas en el artículo 47 de la ley.
Este es el principio general en relación a la correcta interpretación del contrato que se ofrece
celebrar al consumidor, que se articula con la información que se le allega en la etapa precontractual.

Los efectos de la publicidad se encuentran asignados por el art. 8º que, como complemento de
lo que regula el precepto que le sirve de antecedente, prevé que las precisiones formuladas en la
publicidad o en anuncios prospectos, circulares u otros medios de difusión obligan al oferente y se
tienen por incluidas en el contrato con el consumidor. En aquellos casos en que las ofertas de bienes y
servicios se realicen mediante el sistema de compras telefónicas, por catálogos o por correos,
publicados por cualquier medio de comunicación, deberá figurar el nombre, domicilio y número de
CUIT del oferente.

ARTÍCULO 8º — Efectos de la publicidad. Las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios,


prospectos, circulares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor
y obligan al oferente.

En los casos en que las ofertas de bienes y servicios se realicen mediante el sistema de compras
telefónicas, por catálogos o por correos, publicados por cualquier medio de comunicación, deberá figurar
el nombre, domicilio y número de CUIT del oferente.

El Capítulo III establece la obligatoriedad de la oferta, si se la hizo pública, y su integración al


contrato que se celebre. La compulsión a su cumplimiento efectivo se completa con la amenaza de
sanción, en el marco del art. 47, bajo la consideración de tratarse de un caso de negativa o restricción
injustificada de venta si el proveedor no satisface al consumidor o usuario entregando o haciendo
exactamente lo mismo que publicó.
Integra también el marco regulatorio la disposición del art. 10 bis de la LDC, que contempla las
distintas opciones que se le confieren al consumidor en caso de incumplimiento de la oferta, salvo que
provenga de caso fortuito o fuerza mayor.
ARTICULO 10 bis. — Incumplimiento de la obligación. El incumplimiento de la oferta o del
contrato por el proveedor, salvo caso fortuito o fuerza mayor, faculta al consumidor, a su libre
elección a:
a) Exigir el cumplimiento forzado de la obligación, siempre que ello fuera posible;
b) Aceptar otro producto o prestación de servicio equivalente;
c) Rescindir el contrato con derecho a la restitución de lo pagado, sin perjuicio de los efectos
producidos, considerando la integridad del contrato.
Todo ello sin perjuicio de las acciones de daños y perjuicios que correspondan.

Resulta necesario recordar que cualquiera sea el significado que se asigne al concepto de
comunicación publicitaria (presentación, publicidad o propaganda) a que se refiere la legislación
nacional (arts. 7º y 8º de la ley 24.240 y art. 9º de la ley 22.802), bien puede ser esta identificada
como toda forma de comunicación realizada en el marco de una actividad comercial, con el fin de
promover el suministro de bienes o servicios , pues su característica determinante es la de constituir
un segmento -primordial, puede señalarse- del proceso de intercambio de bienes (productos y
servicios) de consumo, con la finalidad de contribuir con el proceso de comercialización favoreciendo
la colocación de bienes en el mercado.
Hacer pública una oferta consiste en integrarla al proceso de comercialización -término que
carece de significación jurídica precisa, pero que permite comprender acabadamente el proceso
económico que describe- de bienes y servicios, pues tiene por objeto promocionar lo que se ofrece o
hacer conocer o potenciar una marca o nuevos productos. Este propósito evidente, -que suele implicar
importantísimas erogaciones para el anunciante, quien debe afrontar no sólo el diseño de una
estrategia de difusión adecuada, sino también los altos costos de publicación- no puede abstraerse de
lo que dispone el art. 37 LDC, para el caso en que el oferente viole el deber de buena fe en la etapa
previa a la conclusión del contrato o en su celebración o transgreda el deber de información o la
legislación de defensa de la competencia o de lealtad comercial, supuesto en el que el consumidor
tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o la de una o más cláusulas y, si el juez declarara la
nulidad parcial, simultáneamente deberá integrar el contrato, si ello fuera necesario. Los altos costos
se justifican en vista a los beneficios que se esperan obtener de la actividad promocional, de modo que
con frecuencia son considerados por los empresarios como inversiones cuyos resultados concretos
serán obtenidos en lapsos más o menos diferidos en el tiempo.

3.3. Configuración del sistema informativo en el ordenamiento jurídico nacional.

Como consideración de carácter general e introductorio al tema aquí tratado, puede coincidirse
en que “el derecho a la protección de los intereses económicos está estrechamente ligado a la
pretensión de calidad de los productos y servicios y a la vigencia de una auténtica justicia contractual,
así como a un sistema de compensación efectiva en materia de reparación de daños”. Equilibrio que
se alcanza dotando al consumidor, que se encuentra al contratar con herramientas informativas
desiguales en relación al profesional, de información suficiente -como expresamente lo exigía el art.
4º LDC con anterioridad a la reforma que introdujo la ley 26.361- y acorde a las circunstancias para
formar su criterio.
A lo expuesto hasta ahora pueden adicionarse otras disposiciones de la propia LDC, como el
mencionado art. 19 y de aquellas leyes que integran el marco de protección de los consumidores y
usuarios referidos en el art. 3º de la ley 24.240, que establece la integración de las disposiciones de
esa ley con las normas generales y especiales aplicables a las relaciones de consumo, en particular la
Ley Nº 25.156 de Defensa de la Competencia y la Ley Nº 22.802 de Lealtad Comercial o las que en el
futuro las reemplacen.
El art. 19 LDC obliga a quienes presten servicios de cualquier naturaleza, a respetar
los términos, plazos, condiciones, modalidades, reservas y demás circunstancias
conforme a las cuales hayan sido ofrecidos, publicitados o convenidos.
El Decreto reglamentario de dicha norma, Nº 1798/94, remite en este caso a lo que dispone el
art. 7º, es decir, permite entender configurada una articulación normativa basada en idénticos
principios.
El art. 4° de la ley 24.240 persigue la búsqueda de la voluntad real, consciente e informada del
usuario respecto de las ventajas y desventajas del bien o servicio que contratan. La razón de la norma
se halla en la necesidad de suministrar al consumidor conocimientos de los cuales legítimamente
carece, a efectos de permitirle efectuar una elección racional y fundada respecto del bien o servicio en
relación al cual pretende contratar. Ese desequilibrio en el manejo de la información acerca de datos
relevantes que podrían influir en la toma de decisiones del consumidor, que surge del propio
reconocimiento del proveedor como quien actúa profesionalmente, aun en forma ocasional (art. 2º),
que conduce a ubicar a su contraparte en una situación en la que se encuentra asistida por lo que se
ha llamado presunción de ignorancia legítima, tiene plenos -aunque no únicos- efectos en el tramo
previo a la conclusión del contrato.
En una posición sutilmente diferente se ha sostenido que las adquisiciones de cosas, bienes o
servicios para uso personal o familiar, que tienen como destino una utilización que agota la
circulación de la prestación objeto de la adquisición –como en un destino final-, dan origen a lo que
podemos denominar genéricamente como relaciones de consumo. Éstas no parecerían necesitar, en
principio, de un derecho especial al margen de las previsiones civiles o comerciales propias del
derecho de compraventa o de la prestación de que se trate; sin embargo, dado su carácter menor, esas
relaciones han evidenciado un dispar poder negociador efectivo, como consecuencia de la incidencia
del desigual poder económico, en términos reales, entre proveedores y consumidores y es así que
aparece como una constante en la descripción de estas relaciones la contraposición entre un
contrayente de situación económica dominante y un contrayente en posición de sujeción . Este
fenómeno social ha conducido a la generación de una nueva categoría de relaciones jurídicas dentro
de las cuales emerge como caracterizante el elemento personal, dado por la existencia de un sujeto
vulnerable -el consumidor- como parte típicamente débil en la relación negocial y cuya protección
resulta justificada, en la medida en que se convierte en el objetivo final y funcional de ese ius
mercatorum especial, al que se denomina derecho del consumidor.
En ese marco, resulta indudable la aplicabilidad de la LDC, en tanto norma coactiva de orden
público interno (art. 65) o norma con soluciones especiales, en aquellos supuestos en los cuales se
encuentran configurados los requisitos legalmente previstos; en otros términos, en aquellos supuestos
en que queda evidenciada una relación jurídica que tiene como causa-fin el consumo.
Es claro que en esta línea de pensamiento se confiere mayor relevancia a la dominación que
pueda ejercer el proveedor respecto del consumidor, generada a partir de los disímiles poderíos
económicos de los que entablan la relación. Sin embargo, la entidad de esa disparidad no siempre
justifica la tutela legal y, por tal motivo, se ha preferido aquí aludir a desequilibrio que debe
solucionarse.
En esta materia no es posible prescindir del art. 9º de la Ley de Lealtad
Comercial N° 22.802, que prescribe que queda prohibida la realización de cualquier
clase de presentación, de publicidad o propaganda que mediante inexactitudes u
ocultamientos pueda inducir a error, engaño o confusión respecto de las
características o propiedades, naturaleza, origen, calidad, pureza, mezcla, cantidad,
uso, precio, condiciones de comercialización o técnicas de producción de bienes
muebles, inmuebles o servicios.
Del mismo modo, es menester destacar que la LLC y su reglamentación tienen como objetivo
evitar que los consumidores, mediante indicaciones poco claras y engañosas, sean inducidos a error o
falsedad en la adquisición de productos, mercaderías, o en la contratación de servicios protegiéndose,
de este modo, el derecho de aquéllos a una información adecuada, completa y veraz, con relación al
consumo como está dispuesto en el art. 42 de la Constitución Nacional.
La Resolución Nº 789/98 de la entonces Secretaría de Industria, Comercio y Minería,
complementaria de la ley 22.802, establece que quienes publiciten bienes y/o servicios por cualquier
medio, deberán hacer constar la información exigida por las normas legales vigentes respetando las
condiciones y modalidades establecidas por la esa Resolución. Estos requisitos deberán hacerse
extensivos a toda información de cuya omisión resulte que el mensaje publicitario de que se trate,
pueda inducir a error, engaño o confusión acerca a sus destinatarios, de las características o
propiedades, naturaleza, origen, calidad, pureza, mezcla, cantidad, uso, precio, condiciones de
comercialización o técnicas de producción, de los bienes o servicios ofrecidos (art. 1º). Toda
publicidad de bienes y/o servicios difundida a través de medios gráficos, deberá indicar la
información alcanzada por el artículo anterior con caracteres tipográficos no inferiores a 2mm de
altura o, si ésta estuviera destinada a ser exhibida en la vía pública, el 2% de la altura de la pieza
publicitaria. La misma deberá tener un sentido de escritura idéntico y contraste de colores
equivalente al de la mención del bien o servicio ofrecido y tipo de letra fácilmente legible (art. 2º).
Toda publicidad de bienes y/o servicios difundida a través de medios televisivos o cinematográficos,
deberá indicar la información alcanzada por el artículo 1° de la presente con caracteres tipográficos de
altura igual o mayor al 2% de la pantalla utilizada en el respectivo mensaje publicitario. Los caracteres
serán exhibidos con un tipo de letra fácilmente legible, un contraste de colores equivalente al de la
mención del bien o servicio ofrecido y tendrán una permanencia continuada en pantalla no inferior a
tres segundos (art. 3º). El cumplimiento de los requisitos establecidos por la presente Resolución no
eximirá a sus responsables de las exigencias establecidas por otras normas legales sobre la materia
(art. 4º).
Más allá de la preocupación demostrada en proporcionar al consumidor o usuario una
información eficaz, lo cierto es que, frente a los evidentes intereses sectoriales que han prevalecido, la
regulación no parece convincente. En efecto, la regularidad del mensaje publicitario de modo que no
provoque inducción a confusión, error o engaño asentada en dudosas condiciones de legilibilidad o
una menguada permanencia en pantalla, si se cumplen efectivamente, no siempre alcanza para
dispensar una tutela adecuada.

3.4. El derecho comparado.

Algunos ordenamientos extranjeros, a diferencia de la ley 24.240 que debe ser complementada
con otras regulaciones en su mayoría parciales, contemplan disposiciones generales que
específicamente regulan el contenido válido de la publicidad, apreciada en su faz informativa.
En Brasil, como ya se señaló, toda información o publicidad, suficientemente precisa,
transmitida por cualquier forma o medio de comunicación con relación a productos y servicios
ofrecidos o presentados obliga al proveedor que la haya transmitido o que de ella se utilice, pasando a
integrar el contrato que venga a ser celebrado (art. 30).
El art. 36 establece que la publicidad será transmitida de manera que el consumidor pueda
reconocerla como tal, fácil e inmediatamente. El proveedor, en la publicidad de sus productos o
servicios, mantendrá en su poder, para información de los legítimos interesados, los datos fácticos,
técnicos y científicos que sustentan el mensaje. El art. 37 prohíbe toda publicidad engañosa o abusiva.
Definiendo en el parágrafo 1, que es engañosa cualquier modalidad de información o comunicación de
carácter publicitario, entera o parcialmente falsa o que por cualquier otro modo, aunque por omisión,
pueda inducir al consumidor en error cuanto a la naturaleza, características, calidad, cantidad,
propiedades, origen, precio y otros datos sobre los productos y servicios. En el parágrafo 2, señala que
es abusiva entre otras, la publicidad discriminatoria de cualquier naturaleza que incite a la violencia,
explote el miedo o superstición, se aproveche de la deficiencia de razonamiento y experiencia de los
niños, infrinja valores ambientales, o que pueda inducir al consumidor a comportarse de manera
perjudicial o peligrosa para su salud o seguridad, y el parágrafo 3 establece que, para los efectos del
Código, la publicidad es engañosa por omisión cuando rescinda de informar sobre un dato esencial
acerca del producto o servicio. Finalmente, la carga probatoria de la veracidad y corrección de la
información o comunicación publicitaria es responsabilidad de quien la patrocina (art. 38).
También en México la Ley Federal de Protección al Consumidor dispone que la información o
publicidad relativa a bienes, productos o servicios que se difundan por cualquier medio o forma,
deberán ser veraces, comprobables y exentos de textos, diálogos, sonidos, imágenes, marcas,
denominaciones de origen y otras descripciones que induzcan o puedan inducir a error o confusión
por engañosas o abusivas. Para los efectos de esta ley, se entiende por información o publicidad
engañosa o abusiva aquella que refiere características o información relacionadas con algún bien,
producto o servicio que pudiendo o no ser verdaderas, inducen a error o confusión por la forma
inexacta, falsa, exagerada, parcial, artificiosa o tendenciosa en que se presenta. La información o
publicidad que compare productos o servicios, sean de una misma marca o de distinta, no podrá ser
engañosa o abusiva en términos de lo dispuesto en el párrafo anterior. La Procuraduría Federal podrá
emitir lineamientos para la verificación de dicha información o publicidad a fin de evitar que se
induzca a error o confusión al consumidor (art. 32).
En Uruguay la Ley 17.250 establece, en el art. 6º, que son derechos básicos de consumidores: c)
la información suficiente, clara, veraz, en idioma español sin perjuicio que puedan emplearse además
otros idiomas y d) la protección contra la publicidad engañosa, los métodos coercitivos o desleales en
el suministro de productos y servicios y las cláusulas abusivas en los contratos de adhesión, cada uno
de ellos dentro de los términos dispuestos en la presente ley. Según el texto del art. 12, la oferta
dirigida a consumidores determinados o indeterminados, transmitida por cualquier medio de
comunicación y que contenga información suficientemente precisa con relación a los productos o
servicios ofrecidos, vincula a quien la emite y a aquel que la utiliza de manera expresa por el tiempo
que se realice. Toda información, aun la proporcionada en avisos publicitarios, difundida por
cualquier forma o medio de comunicación, obliga al oferente que ordenó su difusión y a todo aquel
que la utilice, e integra el contrato que se celebre con el consumidor (art. 14). Se dispensa trato
diferenciado a la oferta de productos y la de servicios, exigiéndose en los dos supuestos claridad y fácil
lectura de las exigencias informativas (arts. 17 y 20).
La ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios de
Chile, en su art. 13, inc.1, establece que los bienes, productos y, en su caso, los servicios puestos a
disposición de los consumidores y usuarios deberán incorporar, llevar consigo o permitir de forma
cierta y objetiva una información veraz, eficaz y suficiente sobre sus características esenciales. El art.
2º, inc. d, menciona como derecho básico del consumidor a la información correcta sobre los
diferentes productos o servicios y la educación y divulgación para facilitar el conocimiento sobre su
adecuado uso, consumo o disfrute.

3.5. Conclusiones provisionales acerca del sistema de información y publicidad.

En verdad no puede sostenerse que la regulación nacional sea deficiente sino, simplemente,
incompleta. Acaso pueda reprochársele su dispersión, que dificulta la interpretación armónica de las
diversas disposiciones, generada a partir de la carencia en el ordenamiento tutelar de los derechos de
consumidores y usuarios de reglas precisas destinadas a regir los aspectos publicitarios.
Se podría pensar que tal afirmación es errónea porque la ley 24.240 regula la información
eficaz e impone los efectos obligatorios de la oferta publicada. Sin embargo, lo hace en dos capítulos
con finalidades diferentes: el Capítulo II referente a la información al consumidor y protección de su
salud, y el Capítulo III que establece las condiciones de la oferta y venta. Se propone aquí una visión
conjunta de las dos cuestiones, de manera que los principios propios de la información se trasladen a
la publicidad de la oferta, al menos no se sancione la injustificadamente demorada regulación general
de la actividad publicitaria. No son, de todos modos, compartimientos estancos que impidan su
consideración en conjunto.
Sin embargo, no puede dejar de señalarse que el art. 8º de la ley 24.240 hace referencia a las
precisiones formuladas en la publicidad u otras formas de proveer información. No alude a la
publicidad en sí misma ni a la materialidad que pueda revestir, sino a un único aspecto que denomina
precisiones y que puede entenderse como datos o explicaciones relativos al bien o servicio con
finalidad informativa que se dirige a potenciales consumidores indeterminados.
Como consecuencia de lo que recién se expuso, el resultado de esta armonización, coincidente
con la orientación que siguen los ordenamientos extranjeros mencionados en el apartado anterior,
conduce a parcializar la concepción de la publicidad. Una apreciación puede hacerse en concordancia
con su finalidad informativa, en relación a alguna de las características más salientes del bien o
servicio promocionado, que permita su individualización -sea por precio, por originalidad o por
calidad debidamente informados- entre los consumidores.
Otra faceta, que queda por ahora exenta de regulación expresa, refiere a la publicidad como
simple manera de hacer conocer un determinado bien, producto o servicio y alentar su consumo, pero
sin describir sus esencias ni cualidades.
En el primer supuesto es evidente que, como se provee información, deben satisfacerse los
principios de certidumbre, claridad, detalle, gratuidad e inocuidad y complementarse con la veracidad
que exigen la CN y la LLC. Pero si la finalidad de la publicidad no es la información sino la simple
promoción, sin aditamentos informativos de alguna clase, es poco razonable pretender que se respete
a ultranza la veracidad, porque la esencia del mensaje publicitario descansa en la exageración de las
virtudes y disimulo de los flancos más débiles. Ello no significa, en modo alguno, que puedan quedar
sin sanción las exageraciones u ocultamientos con suficiente aptitud para inducir a confusión o error.
La publicidad puede considerarse “como todo mensaje dirigido al público con el
fin de estimular la demanda de bienes o servicios.
Por nuestra parte dentro del concepto de publicidad incluimos no sólo a las formas
tradicionales, es decir a la realizada a través de los medios de comunicación masiva, afiches callejeros,
etc., sino también a las nuevas formas de publicación. Por ejemplo a la información individual que
llega a nuestros hogares a través de cartas, folletos, propuestas de contratos...”. y “así por ejemplo es
publicidad la folletería que acompaña a todo producto incluido al propio embalaje que en la mayoría
de los casos es también concebido con la intención de despertar en el futuro adquirente las ganas de
acceder al bien. Así entendida la publicidad....todos los folletos...quedan comprendidos en el
concepto”.

3.6. El Código Civil y Comercial de la Nación.

En materia de información, el art. 1100 del CCiv y Com, establece que el proveedor está
obligado a suministrar información al consumidor en forma cierta y detallada, respecto de todo lo
relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que provee, las condiciones de
su comercialización y toda otra circunstancia relevante para el contrato. La información debe ser
siempre gratuita para el consumidor y proporcionada con la claridad necesaria que permita su
comprensión.
El art.1101 prohíbe toda publicidad que:
A) contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza que induzcan o puedan inducir a error al
consumidor, cuando recaigan sobre elementos esenciales del producto o servicio;
B) efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando sean de naturaleza tal que conduzcan a
error al consumidor; y
C) sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor a comportarse de forma perjudicial o
peligrosa para su salud o seguridad.
Los efectos de la publicidad que en general prevé la LDC se mantienen en el nuevo ordenamiento.
El art. 1103 dispone que las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos,
circulares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y
obligan al oferente.
Los consumidores afectados o quienes resulten legalmente legitimados pueden solicitar al juez:
A) la cesación de la publicidad ilícita,
B) la publicación, a cargo del demandado, de anuncios rectificatorios
C) y, en su caso, de la sentencia condenatoria (art. 1102).
Del muy rápido repaso de estas nuevas disposiciones, aplicables únicamente a la relación de consumo
generada en fuente contractual, se desprende que no existen sensibles diferencias con el régimen de la
LDC, salvedad hecha de la consagración expresa de un régimen publicitario escueto, sencillo pero
eficaz. Se ha unificado, como se señaló en las conclusiones provisionales antecedentes, con todo
acierto la regulación de las exigencias informativas y las de los aspectos publicitarios.
Quedará, por cierto, un amplio ámbito para la discusión e interpretación de estas reglas que exigirá
una intensa labor judicial y doctrinaria.

4. Las limitaciones cuantitativas. La naturaleza formal de la infracción.

El fallo en comentario señala que el art. 7º del decreto 1798/94, prevé la forma en que debe
realizarse la oferta cuando existe un caso de limitación cuantitativa de productos y servicios, con la
finalidad de evitar engaños a potenciales consumidores. De ahí que la exigencia de determinarse el
cupo disponible no puede ser suplida con la indicación, en el aviso promocional, de un número
telefónico para que el potencial consumidor pueda hacer la reserva. Efectivamente, es la empresa la
que debe precisar el cupo de acuerdo con las posibilidades reales del lugar y no el dueño del
restaurante, ya que la publicidad de la oferta no obliga a este último, sino a aquélla dada su condición
de oferente.
Cuando el proveedor limite cuantitativamente su oferta de productos y servicios, lo mismo que
si introduce algún límite temporal de vigencia, dispone ese art. 7º de la reglamentación, deberá
informar la cantidad con que cuenta para cubrirla. Cuando por cualquier causa en una oferta se
hubieren incluido precisiones contradictorias, se estará siempre a la más favorable al consumidor o
usuario. Sin embargo, es frecuente detectar la inobservancia de estas exigencias en las relaciones de
consumo de la más variada naturaleza, como el ofrecimiento hecho en la causa que se comenta, en el
que se omitió señalar la cantidad de lugares -mesas-disponibles, con arreglo a lo acordado por la
demandada con el dueño del restaurante. Y esa carencia resulta relevante porque el consumidor debe
conocer el dato informativo ausente, aunque su sustancia no altere las bases fundamentales de la
relación de consumo. Se trata, es de toda evidencia, de evitar que se concreten otras omisiones que
podrían desnaturalizar los derechos y obligaciones de las partes, inclinando el plano hacia la posición
del proveedor en desmedro de los intereses de consumidores y usuarios.
La infracción analizada reviste carácter formal y su sola verificación hace nacer por sí la
responsabilidad del infractor, por lo que no se requiere un daño concreto, sino simplemente el
incumplimiento de una obligación formal, el que se había producido en ese caso. Se trata de una
infracción de carácter formal, que se tipifica con su simple constatación, con prescindencia de la
buena o mala fe del infractor. La simple enunciación de un “error involuntario” no reviste entidad
para relevar a la firma demandada de su responsabilidad. La Corte Suprema de Justicia de la Nación,
ha decidido que no es exigible la existencia de un perjuicio concreto al consumidor, sino que basta con
que se incurra en alguna de las conductas descriptas normativamente, con aptitud para inducir a
error, engaño o confusión.
Puede señalarse que carece de importancia alguna la circunstancia de que la demandada no sea
quien preste el servicio, porque lo verdaderamente destacable es que es ella quien ha intentado
prevalerse del servicio ofrecido para lograr una finalidad económica en su provecho.
En cuanto al principio de culpabilidad y la aplicación de los principios penales en este tipo de
procedimientos, es oportuno recordar que en el Derecho Administrativo Sancionador es posible
sostener que la culpabilidad se configura en tanto el infractor no ha observado la diligencia exigible,
en razón de la actividad que realiza, y que, en general, lo que se tiene en cuenta “no es el daño real,
sino el daño potencial o riesgo”.
Además, la opinión relativa a que en esta materia predominan las infracciones formales,
“constituidas por la simple omisión o comisión antijurídica que no precisa ir acompañada de un
resultado lesivo”. Ello es así, en tanto esta rama del Derecho “es un Derecho preventivo en cuanto
persigue las infracciones, dado que de éstas es de donde se deducen (o pueden deducirse)
ordinariamente los resultados lesivos”.
No puede admitirse, tampoco, la argumentación asentada en que las infracciones solo deben
tener fuente en la ley, porque corresponde poner de resalto que no vulnera el principio de legalidad
previsto en el art. 18 de la Constitución Nacional, la circunstancia de que, por vía reglamentaria, se
complete la descripción del tipo legal cuando la ley lo ha autorizado expresamente, siempre que el
destinatario de la norma pueda conocer anticipadamente la conducta punible.

5. Corolario.

Como punto final de este análisis debe quedar expresada la firme adhesión al criterio que
inspiró la decisión jurisdiccional que originó este comentario. Es que la consideración de los
principios ínsitos en el deber de información que consagra el art. 4º de la ley 24.240 conjuntamente
con los efectos propios del incumplimiento de la oferta hecha a potenciales consumidores
indeterminados (art. 7º de esa misma norma), originada en el caso en defectos de indicación de las
plazas disponibles en el ofrecimiento, permite balancear adecuadamente la tutela de los derechos de
los consumidores y usuarios, apreciándola con un criterio moderno y dinámico, que cuenta con apoyo
en legislaciones foráneas de reciente cuño y coincide con la regulación de los contratos de consumo en
el Código Civil y Comercial de la Nación.
De la misma manera, independizar la sanción del daño efectivo, reconociéndose la mera
potencialidad de que la infracción lo cause, significa interpretar profundamente el sentido del art. 4º y
la prevención de situaciones de peligro. Al mismo tiempo, esa prevención halló, en el caso, correlato
con la eficacia vinculante de la oferta, que no es otra cosa que exigir al profesional que cumpla con
aquello a que se obligó por expresa directiva legal.
DERECHO A LA INFORMACIÓN: COMENTARIO DE LA LDC COMENTADA
RESPECTO AL ART. 4: Debemos conocer nuestros derechos, sobre todo en la etapa pre-
contractual, por ser de suma importancia para el consumidor conocer las características esenciales de
los bienes y servicios, y de aquellas disposiciones que establecen normas obligatorias y gratuitas de
información, como por ejemplo el propio contenido del artículo 4 que estamos comentando. Así como
la de rotulación de determinados productos; la obligación del proveedor de entregar la información
básica comercial en idioma castellano; etc.; y lograr con nuestra denuncia que se sancione a aquél que
no proporciona la información gratuita debida y obligatoria, o lo hace en forma insuficiente o no
ajustada a la verdad y, en especial, a los que utilizan publicidad falsa o engañosa. Es de resaltar que
este derecho de información, en la mayoría de los casos, se presenta “débil” o “insignificante” ante el
mayúsculo cúmulo informático que obtienen o poseen las empresas; un ejemplo más de su poder
económico y negociador. En síntesis, el reconocimiento supra legal de este derecho, es entendible por
el simple hecho que todos los derechos que declara la ley son letra muerta, si el consumidor no está
suficientemente informado y educado para formar su criterio y utilizar satisfactoriamente el producto
o servicio. La única posibilidad de poder elevar ese derecho a su faz efectiva y justo límite, es que el
consumidor lo conozca cabalmente.

TEMA
TRATO DIGNO

LAS PRÁCTICAS ABUSIVAS EN LA RELACIÓN DE CONSUMO.

Rafael F. Barreiro

Los derechos a la información veraz y adecuada, a la libertad de elección y a un trato equitativo


y digno tienen reconocimiento expreso en el art. 42 CN y, por consiguiente, se hallan ubicados en un
rango supralegal, a la vez que constituyen fuente directa de la regulación de las prácticas abusivas en
el CCyC, junto con las Convenciones Internacionales sobre Derechos Humanos.
Adviértase que, la nueva codificación ha influido fuertemente en esta materia, pues ha variado
el enfoque jurídico en relación al derogado CCiv que se erigía en el centro exclusivo del sistema
normativo de derecho privado patrimonial. Gil Domínguez ha sostenido al respecto y con extrema
precisión que “lo que cambia radicalmente es el sistema de fuentes donde abreva cada norma”.
En los Fundamentos que acompañaron el Anteproyecto de Código se dijo que se “innova
profundamente al receptar la constitucionalización del derecho privado, y establece una comunidad
de principios entre la Constitución, el derecho público y el derecho privado, ampliamente reclamada
por la mayoría de la doctrina jurídica argentina. Esta decisión se ve claramente en casi todos los
campos: la protección de la persona humana a través de los derechos fundamentales, los derechos de
incidencia colectiva, la tutela del niño, de las personas con capacidades diferentes, de la mujer, de los
consumidores, de los bienes ambientales y muchos otros aspectos. Puede afirmarse que existe una
reconstrucción de la coherencia del sistema de derechos humanos con el derecho privado”.
En esta materia se entrelazan la protección de los derechos de los consumidores y esos otros
derechos, sustanciales, inderogables, de reconocimiento inexcusable, que son inherentes a las
personas humanas en cuanto son tales. La vida, la salud, los afectos y los sentimientos, la seguridad
personal, económica y jurídica guardan una estrecha vinculación con la tutela de quienes se
encuentran en posición especialmente vulnerable. Es innecesario por ello destacar la urgencia y
actualidad de su estudio.
La noción de prácticas abusivas. El Código y la Ley Nº 24.240.
El Código Civil y Comercial de la Nación (CCyC) regula estas cuestiones en los arts. 1096/1099
y la Ley Nº 24.240 (LDC) las contempla en el art. 8 bis. Como técnica legislativa se dejó un amplio
espectro interpretativo librado a la actividad de los jueces, debido a la formulación de estándares y
reglas con un contenido abierto que facilita su provechosa aplicación a una amplia gama de
situaciones.
ARTICULO 8º bis: Trato digno. Prácticas abusivas.
Los proveedores deberán garantizar condiciones de atención y trato digno y equitativo a los
consumidores y usuarios. Deberán abstenerse de desplegar conductas que coloquen a los consumidores en
situaciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias. No podrán ejercer sobre los consumidores extranjeros
diferenciación alguna sobre precios, calidades técnicas o comerciales o cualquier otro aspecto relevante sobre
los bienes y servicios que comercialice. Cualquier excepción a lo señalado deberá ser autorizada por la
autoridad de aplicación en razones de interés general debidamente fundadas. En los reclamos extrajudiciales
de deudas, deberán abstenerse de utilizar cualquier medio que le otorgue la apariencia de reclamo judicial.
Tales conductas, además de las sanciones previstas en la presente ley, podrán ser pasibles de
la multa civil establecida en el artículo 52 bis de la presente norma, sin perjuicio de otros
resarcimientos que correspondieren al consumidor, siendo ambas penalidades extensivas
solidariamente a quien actuare en nombre del proveedor.

Los comportamientos empresarios abusivos.

Las prácticas abusivas refieren a los comportamientos o métodos que debe


observar el proveedor de bienes y servicios en la relación de consumo.
Las actividades de producción e intercambio de bienes o servicios, están fuertemente influidas
por las actitudes que se asumen frente al consumidor y que se encaminan a lograr un mayor volumen
de ventas mediante lo que se conoce como un más alto grado de penetración en el mercado. Ese
resultado se obtiene con frecuencia mediante conductas que pueden lesionar los intereses –sin
distinción de su naturaleza- de los consumidores y usuarios.
Es preciso aclarar que son prácticas lícitas y hasta necesarias pero que pueden
derivar en el ejercicio abusivo de ciertas prerrogativas, que se configurará cuando se
desnaturalicen los derechos de los consumidores.
El novedoso régimen legal de los contratos de consumo, en reconocimiento de este dato
informativo que la realidad ofrece, demuestra el propósito de precaver aquél avasallamiento
imponiendo a los proveedores reglas de actuación positivas u omisivas, esto es, exigiendo un obrar
concreto y positivo o abstenciones, frente a situaciones apreciadas como particularmente
perjudiciales, mediante la remisión a conceptos jurídicos indeterminados que permitirán su
aplicación a casos precisos.
Según Stiglitz “las prácticas comerciales son todos los mecanismos, técnicas y métodos
que sirvan, directa o indirectamente, a facilitar la salida de la producción. Se trata de un concepto
extremadamente amplio que incluye el marketing, las garantías, los servicios posventa, la ejecución
del contrato y la extinción de las obligaciones derivadas de los contratos”. Agrega el autor que las
prácticas comerciales operan en un punto medio entre la oferta y la demanda o “como el proceso
mediante el cual los productos son lanzados adecuadamente al mercado o todas las medidas que se
destinan a promover la comercialización de productos y servicios y que porta como dato principal el
de la publicidad, además de todos los incentivos de venta”.
Lorenzetti, concibió las prácticas comerciales como aquellos “procedimientos,
mecanismos, métodos o técnicas utilizados por los proveedores para fomentar, mantener, desenvolver
o garantizar la producción de bienes o servicios al destinatario final”. Esta fórmula descriptiva es
amplia y, por consiguiente, tiende a encuadrar los más diversos comportamientos. Es el lineamiento
que adoptó el CCyC en el sentido de imponer la indeterminación conceptual como núcleo normativo,
reservando la precisión a los ordenamientos especiales, de modo que se requiere en esta materia una
adaptación hecha en base a parámetros legales y fácticos que, por su naturaleza, se presentan como
mutables.
El derecho comparado.
En un muy rápido repaso, el examen comparativo de los distintos ordenamientos ofrece
parecidas previsiones legales.
A) Perú (Ley 29.571). El art. v, inc. 4, dispone que las normas de protección al consumidor buscan
corregir las distorsiones o malas prácticas generadas por la asimetría informativa o la situación
de desequilibrio que se presente entre los proveedores y consumidores, sea en la contratación o
en cualquier otra situación relevante, que coloquen a los segundos en una situación de
desventaja respecto de los primeros al momento de actuar en el mercado. El art. 1, 1.1., d,
consagra ampliamente el derecho a la protección de sus intereses económicos y en particular
contra las cláusulas abusivas, métodos comerciales coercitivos, cualquier otra práctica análoga
e información interesadamente equívoca sobre los productos o servicios. El art. 51, describe de
manera enunciativa las cláusulas abusivas de ineficacia relativa y, específicamente, el inc. d
incluye las que establezcan cargas económicas o procedimientos engorrosos para efectuar
quejas ante el proveedor, así como las que establezcan procedimientos engorrosos para
proceder a la reparación del producto no idóneo, o supongan cualquier acto previo o acción por
parte del consumidor que imposibilite la debida protección de sus derechos. El art. 57 establece
que también son métodos abusivos todas aquellas otras prácticas que, aprovechándose de la
situación de desventaja del consumidor resultante de las circunstancias particulares de la
relación de consumo, le impongan condiciones excesivamente onerosas o que no resulten
previsibles al momento de contratar.
B) La Ley Federal de Protección al Consumidor de México, en sus arts. 20 y 24, apartado XX,
dispone que la Procuraduría Federal del Consumidor es un organismo descentralizado de
servicio social con personalidad jurídica y patrimonio propio. Tiene funciones de autoridad
administrativa y está encargada de promover y proteger los derechos e intereses del
consumidor y procurar la equidad y seguridad jurídica en las relaciones entre proveedores y
consumidores. Su funcionamiento se regirá por lo dispuesto en esta ley, los reglamentos de
ésta y su estatuto. Tiene, entre otras atribuciones, la facultad de requerir a los proveedores o a
las autoridades competentes a que tomen medidas adecuadas para combatir, detener,
modificar o evitar todo género de prácticas que lesionen los intereses de los consumidores, y
cuando lo considere pertinente publicar dicho requerimiento.
C) Brasil (Código de Defensa del Consumidor, ley nº 8.078, del 11 de septiembre de 1990). Según
el art. 6. Son derechos básicos del consumidor: IV - la protección contra la publicidad engañosa
y abusiva, métodos comerciales coercitivos o desleales, así como prácticas y cláusulas abusivas
o impuestas en el suministro de productos y servicios. El art. 39 prohíbe al proveedor de
productos o servicios, entre otras prácticas abusivas: IV - aprovecharse de la debilidad o
ignorancia del consumidor, considerando su edad, salud, conocimiento o condición social, para
convencerlo de adquirir sus productos o servicios; V - exigir del consumidor una ventaja
notoriamente excesiva; y VII - transmitir información despreciativa referente a un acto
practicado por el consumidor en el ejercicio de sus derechos.
D) Paraguay (Ley 1.334). El art. 6, inc. e, determina que constituyen derechos básicos del
consumidor la adecuada protección contra la publicidad engañosa, los métodos comerciales
coercitivos o desleales, y las cláusulas contractuales abusivas en la provisión de productos y la
prestación de servicios. El art.14 prohíbe al proveedor: b) aprovechar la ligereza o ignorancia
del consumidor para lograr el consumo de sus productos o servicios; c) hacer circular
información que desprestigie al consumidor, a causa de las acciones realizadas por éste, en
ejercicio de sus derechos establecidos en esta ley; y f) discriminar al consumidor por razones de
sexo, edad, religión, raza o posición económica, en la provisión de un producto o servicio
ofertado al público en general.
E) Uruguay (Ley 17.250). El Capítulo VII lleva por título “Prácticas abusivas en la oferta”; en el
art. 22, inc. b, entre otras conductas considera tales a aquellas cláusulas que importen hacer
circular información que desprestigie al consumidor, a causa de las acciones realizadas por
éste, en ejercicio de sus derechos.
F) La Ley Orgánica de Defensa del Consumidor de Ecuador (N° 2000-21), art. 4, establece que
son derechos fundamentales del consumidor, a más de los establecidos en la Constitución
Política de la República, tratados o convenios internacionales, legislación interna, principios
generales del derecho y costumbre mercantil, los siguientes: inc. 5, derecho a un trato
transparente, equitativo y no discriminatorio o abusivo por parte de los proveedores de bienes
o servicios, especialmente en lo referido a las condiciones óptimas de calidad, cantidad, precio,
peso y medida; e inc. 12, derecho a que en las empresas o establecimientos se mantenga un
libro de reclamos que estará a disposición del consumidor, en el que se podrá anotar el reclamo
correspondiente, lo cual será debidamente reglamentado. Contempla un catálogo no taxativo
de prácticas prohibidas.
G) La Ley 453 de Bolivia, en el art. 23, prohíbe las prácticas comerciales abusivas e incluye las
siguientes: cobrar en moneda que no se encuentre en curso legal y vigente; aprovecharse de la
urgencia o necesidad económica de las personas; cobrar por los productos y servicios no
provistos o no solicitados; cobrar por servicios, habiendo solicitado su corte o suspensión, salvo
lo establecido en los contratos correspondientes; realizar actos o conductas discriminatorias
para la accesibilidad a productos o servicios; el uso de métodos de cobranza que afecten la
reputación, privacidad, actividad laboral o imagen de las usuarias y los usuarios, las
consumidoras y los consumidores; la enumeración tampoco es taxativa.
H) España. El Real Decreto Legislativo 1/2007 de 16 de noviembre, dispone en su art. 8, inc. b,
que es derecho básico de los consumidores y usuarios la protección de sus legítimos intereses
económicos y sociales; en particular frente a las prácticas comerciales desleales y la inclusión
de cláusulas abusivas en los contratos. El art. 49 prevé que son infracciones en materia de
defensa de los consumidores y usuarios: (i) en el inc. l, el uso de prácticas comerciales desleales
con los consumidores o usuarios; y (ii) en el inc. m, las conductas discriminatorias en el acceso
a los bienes y la prestación de los servicios, y en especial las previstas como tales en la Ley
Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.
I) La normativa europea ha reconocido también estas nociones aunque poniendo el acento en
mayor medida en la protección de los intereses económicos. El art. 2 de la Directiva
2005/29/CE a las prácticas comerciales de las empresas en sus relaciones con los
consumidores (que en lo sucesivo enuncia como “prácticas comerciales”) como todo acto,
omisión, conducta o manifestación, o comunicación comercial, incluidas la publicidad y la
comercialización, procedente de un comerciante y directamente relacionado con la promoción,
la venta o el suministro de un producto a los consumidores. En los fundamentos de la Directiva
se aclaró que no se refiere a prácticas comerciales realizadas fundamentalmente con otros
fines, como las comunicaciones comerciales dirigidas a inversores, por ejemplo, informes
anuales y publicaciones de promoción empresarial. Tampoco trata de los requisitos legales en
relación con el buen gusto y el decoro, los cuales varían considerablemente de un Estado
miembro a otro y, también, protege directamente los intereses económicos de los
consumidores frente a las prácticas comerciales desleales de las empresas en sus relaciones con
los consumidores.
Esta sintética comparación normativa, que no excluye otras previsiones legales particulares, sugiere
que la dignidad es un presupuesto fundamental en relación a la tutela de los derechos de
consumidores y usuarios, noción que se ha universalizado por influjo del reconocimiento, aceptación
y efectiva vigencia de los derechos humanos, que han adquirido por ese motivo inusitada relevancia
como límite a la actuación del estado –y justificación última de su existencia- frente a los individuos o
grupos. Los intereses alcanzados por este ámbito de protección tienen diversas esencias, pues no solo
se vinculan con la vida y la salud, sino que comprenden también aquellos de índole exclusivamente
económica.
Ámbito de aplicación subjetivo.
El art. 1096 dispone que las normas de esta Sección y de la Sección 2a del
presente Capítulo son aplicables a todas las personas expuestas a las prácticas
comerciales, determinables o no, sean consumidores o sujetos equiparados conforme a
lo dispuesto en el artículo 1092.
En torno a esta disposición se han planteado arduos desacuerdos. Mientras, por una parte, se
sostiene que complementa la definición del art. 1092 incorporando la figura de quien se halla
expuesto a una relación de consumo, en otra postura se asevera que esas personas carecen de
protección legal. El Código peruano expresamente protege al consumidor, se encuentre directa o
indirectamente expuesto o comprendido por una relación de consumo o en una etapa preliminar a
ésta (art. III, 1).
La primera argumentación impone aceptar que se ha producido una relocalización de la figura
del expuesto a la relación de consumo (bystander), que ha sido admitido en el art. 1096, luego de
resultar expurgado de los arts. 1092 CCyC y 1 LDC, que estaría tutelado en relación a las prácticas
abusivas y a la información y publicidad dirigida a los consumidores.
Contundente en su postura, Lovece propugnó la vigencia de la figura de la persona expuesta a
una relación de consumo, desterrada del CCyC y de la LDC, porque la inconstitucionalidad intrínseca
de su eliminación violó los principios de no regresividad y de irrevisibilidad consagrados en las
convenciones sobre derechos humanos. En esta apreciación del asunto, se elimina el necesario
examen de las proyecciones que pudiera tener la regulación del expuesto a las relaciones de consumo
en relación a lo que dispone el art. 1092 CCyC.
El segundo punto de vista, que tiene punto de partida en algunas visiones negativas
adelantadas a la elaboración del Anteproyecto de CCyC , entiende que la supresión del bystander
encarrila correctamente el derecho tutelar de los consumidores, porque no resultaría sensato extender
en demasía el derecho del consumidor a situaciones o posiciones de vulnerabilidad que cuentan con
otras normas de protección.
Parece que, en un análisis axiológico y fundado en las convenciones sobre derechos humanos,
cualquier postulación que aminore los derechos de consumidores y usuarios debe descartarse. Sin
embargo, se ha provisto otra interpretación que se atiene al contexto regulatorio del CCyC: las leyes
debe interpretarse teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las
disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios y los valores
jurídicos, de modo coherente con todo el ordenamiento (art. 2). Debe advertirse que, en esta línea, las
personas protegidas serían idénticas –el consumidor y el asimilado- y las expuestas a una relación de
consumo carecerían de tutela.
Pero, aunque la redacción del art 1096 –que no es suficientemente precisa- no da pie para
afirmar que comprende a personas, determinadas o no, distintas de las enumeradas en el art. 1092, la
reiteración tornaría superfluo y estéril el precepto, además de hallarse en franca contradicción con los
Fundamentos del Anteproyecto.
Es esta una lúcida argumentación, pese a que la intención del legislador no es norma
interpretativa en esta materia, pues resulta evidentemente razonable extender la protección a las
personas expuestas ante prácticas empresarias que, por exigencia legal, serían abusivas (art. 10
CCyC).

Condiciones de atención y trato digno.


El art. 1097 CCyC dispone que los proveedores deben garantizar condiciones de atención y
trato digno a los consumidores y usuarios. La dignidad de la persona debe ser respetada conforme a
los criterios generales que surgen de los tratados de derechos humanos. Los proveedores deben
abstenerse de desplegar conductas que coloquen a los consumidores en situaciones vergonzantes,
vejatorias o intimidatorias.
➢ Las conductas positivas exigidas: las condiciones de atención y trato digno.
Para comenzar el análisis de este aspecto del tema puede decirse que tan digno debe ser el trato
como las condiciones de atención. Conductas esperadas e impuestas a los proveedores de bienes y
servicios en toda relación de consumo y no solamente en aquellas de base contractual, como cabe
inteligir de la norma del art. 8 bis de la LDC.
Como se ha dicho, “la obligación de trato digno y equitativo al consumidor se traduce en una serie
de conductas reprochables que, cuando se ‘institucionalizan’, prolongándose en el tiempo y formando
parte del modus operandi de una compañía, pasan a transformarse en prácticas comerciales ilegales o
abusivas”.
Por trato debe entenderse una referencia concreta a los comportamientos del oferente de bienes o
servicios que refieren al entorno situacional de la relación, cuya estructura no se erige sobre derechos
subjetivos sino sobre normas institucionales que modalizan la organización de la actividad del
proveedor.
En el caso “Ledesma, María Leonor c/ Metrovías SA”, la CSJN señaló que los
usuarios y consumidores son sujetos particularmente vulnerables a los que el
constituyente decidió proteger de modo especial, y por lo tanto no corresponde
exigirles la diligencia de quien celebra un contrato comercial (considerando 7º). Un
contratante racional y razonable juzgaría adecuado invertir dinero, prestar un servicio, obtener
ganancias, así como adoptar los cuidados para que los usuarios puedan gozar del mismo en paz y
seguridad. La persecución racional de la utilidad no es incompatible con la protección de la persona,
sino por el contrario, es lo que permite calificar a un comportamiento como lo suficientemente
razonable para integrar una sociedad basada en el respeto de sus integrantes (considerando 9º). El
trato digno al pasajero transportado significa que se deben adoptar medidas para que sea atendido
como una persona humana con dignidad, contemplando la situación de quienes tienen capacidades
diferentes, o son menores, o no tienen la instrucción necesaria para comprender el funcionamiento de
lo que se le ofrece (considerando 10º).
Hecho explícito el abordaje normativo adoptado por la CSJN, cuadra recordar que si los
proveedores actúan cumpliendo una pertinaz conducta lesiva, prolongada, que trasuntó una
infracción al deber de colaboración que las partes se deben entre sí en la particular relación de
consumo analizada, se ha infringido la regla de protección. Ello no significa colocarlos en un plano de
igualdad ideal porque es evidente que el proveedor asume una posición de predominio respecto del
consumidor demandante y, también, que su desinterés respecto de la suerte que pudieran correr los
reclamos del usuario. Esa actitud desaprensiva, grave y relevante, consiste entre otras muchas en
someterlo a tortuosos trámites que no alcanzan un resultado exitoso sino después de mucho tiempo y
esfuerzos.
Sea que esta vulneración de la dignidad del consumidor se origine en la falta de capacitación o
predisposición del personal destinado a recibir los reclamos, sea que el método y procedimientos
establecidos por el proveedor no fueren adecuados, o bien que se tratare de una conducta generada
intencionalmente a fin de dificultar la extinción del vínculo, lo cierto es que la impresión que se
genera es que se ha dado primacía a la satisfacción de la finalidad económica del proveedor, obtener
ganancias sin importar los medios, postergándose los intereses del usuario. El muy conocido
precedente bonaerense recaído en la causa “Machinandiarena” transitó parecidos carriles, pues
destacó la responsabilidad del proveedor por no haber adoptado las medidas necesarias para la
atención a personas con capacidades diferentes, que fue considerado como una manifestación
discriminatoria.
Si las condiciones de atención fueron deficientes cualesquiera que fueren las causas que las
motivaron , no encontrar rápida respuesta satisfactoria en los encargados de relacionarse con los
consumidores, la “cara de la empresa”, significa que carecen de formación integral eficiente o no
fueron entrenados para enfrentar con éxito esta clase de situaciones. Defectos, por cierto, que el
usuario no tiene que soportar paciente y dócilmente, y que un empresario que actúe racional y
razonablemente –como se dijo en el precedente “Ledesma”- debe procurar evitar. En España, la Ley
3/2014 del 27.03.2014 (que modificó el régimen de defensa de consumidores y usuarios, Real decreto
Legislativo 1/2007), dispuso en el nuevo texto del art. 60, apartado k, como información relevante
previa al contrato que debe ponerse en conocimiento del consumidor el procedimiento para atender
las reclamaciones de los consumidores y usuarios, así como, en su caso, la información sobre el
sistema extrajudicial de resolución de conflictos prevista en el artículo 21.4.
Y esa indignidad se proyecta también al trato dispensado. En las dos situaciones es posible intuir
que el consumidor puede sentirse inmerso en el más profundo desamparo, al carecer de un
interlocutor válido.
Cabe aclarar que aunque la regulación legal pudiera inducir a otra conclusión ante la
incorporación del régimen de las prácticas abusivas en la etapa de la formación del consentimiento, la
vigencia de dichas disposiciones alcanza a toda la duración de la relación contractual, aun a su
extinción.
El art. 41 de la legislación peruana, impone trato preferente de gestantes, niñas, niños, adultos
mayores y personas con discapacidad. El Real decreto Legislativo 1/2007 español en el art. 49 inc. j,
establece, como infracción a los derechos de consumidores y usuarios, que las limitaciones o
exigencias injustificadas al derecho del consumidor de poner fin a los contratos de prestación de
servicios o suministro de productos de tracto sucesivo o continuado, la obstaculización al ejercicio de
tal derecho del consumidor a través del procedimiento pactado, la falta de previsión de éste o la falta
de comunicación al usuario del procedimiento para darse de baja en el servicio.
➢ La dignidad.
El art. 51 CCyC establece que la persona humana es inviolable y en cualquier
circunstancia tiene derecho al reconocimiento y respeto de su dignidad. Parece que es
posible considerar que esta regla de carácter genérico comprende a la más específica incorporada,
entre otras disposiciones, al art. 1097.
La dignidad de las personas, reconocida en varias normas convencionales (artículo 11 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos; artículo 1º, Declaración Universal de los Derechos
Humanos; y Preámbulos del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre), se desprende el principio que las consagra como
un fin en sí mismas y proscribe que sean tratadas utilitariamente.
En un puntilloso estudio de la cuestión que mantiene muchos puntos de contacto con el
recordado enfoque de la CSJN, Ghersi señaló que la dignidad “es la cualidad central del ser
humano” y le asigna esencia de principio general “que nos coloca en un plano de igualdad a todos los
seres humanos del mundo, porque solo se requiere ser persona, sin contornos, estructuras y procesos
de acumulación capitalista previos”, principio que se proyecta a los más diversos ámbitos del derecho.
Para advertir la importancia y la posición central que el ordenamiento jurídico reconoce a la
dignidad de la persona humana, baste recordar la decisión de la CSJN en la causa “Pupelis, María
Cristina y otros” (Fallos 314:424) que la consideró como el centro sobre el que gira la organización de
los derechos fundamentales de nuestro orden constitucional (considerando 8º).
El proceso de humanización de los derechos de consumidores y usuarios,
concebidos como derechos humanos de segunda generación incorporados
taxativamente al CCyC, tiene basamento en la dignidad que corresponde reconocer a la
persona humana, a la que se debe respetar. La dignidad no es una noción abstracta, sino que
alcanza una demarcación concreta, en orden a su configuración y contenido, mediante las
disposiciones que a ella refieren, sea para reconocerla (art. 51), sea para ordenar la prevención y
reparación si de cualquier modo resulte menoscabada (art. 52) o bien, sea para erigir un preciso límite
en relación al objeto del contrato (art. 1004).
La atenuación de la centralidad del CCyC en materia de interpretación legal y la consecuente
preeminencia del texto constitucional y de los tratados de derechos humanos (referidos en los arts. 1,
2 y 1097), en especial aquellas garantías que tienden a establecer el marco socialmente aceptado
dentro del que debe desarrollarse la personalidad humana, permiten advertir la concreción práctica
de pautas abstractas mediante la limitación de los derechos de los proveedores de bienes y servicios.
En efecto, aunque los derechos emergentes de los contratos integran el derecho de propiedad de los
contratantes (art. 965), quienes son libres de decidir la contratación, su contenido y establecer el
vínculo obligatorio consecuente, es claro que el principio tutelar de aquellas personas humanas que se
hallan en situación de vulnerabilidad importa una valla para el ejercicio de las prerrogativas
contractuales por quien cuenta con una relación jurídica desequilibrada en su favor.
Pero el respeto a la dignidad de la persona debe conformarse a los principios emergentes de los
tratados de derechos humanos. Ya quedó señalado que como atributo inescindible de la personalidad
humana, cualquiera que fuere la postura filosófica inicial que se adoptare para su reconocimiento, la
dignidad se presenta como un límite infranqueable y, a la vez, en constante transformación al compás
de los cambios sociales y económicos en un sentido ascendente: podrá incrementarse el umbral, mas
nunca disminuirlo. La amplitud que es propia de dichas Convenciones en el reconocimiento de la
dignidad humana, que adquiere muy distintos perfiles y se disemina en relación a los derechos
personales y personalísimos, se traslada inmediatamente a la interpretación del art. 1097. Téngase en
cuenta, además, la pauta que en esta materia establecen los arts. 1094 y 1095, CCyC, y 3 y 37, LDC.
➢ Deberes de abstención.
Mediante la descripción de conductas que en ningún caso el proveedor puede cumplir
impunemente, el nuevo texto codificado se dirige, en la relación de consumo, a proteger a los
consumidores o usuarios quienes pueden exigir ser tratados con respeto a fin de evitar que se vulnere
el estándar de dignidad que les corresponde en tanto personas humanas.
Las reglas que consagran mandatos de abstención prohíben colocar a los
consumidores en situaciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias. Resulta bastante
claro que estos deberes de conducta regulados en el art. 1097 en su aspecto negativo pueden atentar
contra la dignidad de la persona humana, actúe en una determinada relación como consumidor o no
porque en el segundo supuesto toda persona humana se hallaría igualmente amparada por la regla del
art. 51 CCyC. Pero el examen debe constreñirse a la relación de consumo y, en consecuencia, el
afectado será destinatario de la tutela que le corresponde como consumidor.
Las pautas legales son forzosamente vagas; pero no debe verse en esta indeterminación relativa un
defecto, antes bien, permite incorporar bajo su ámbito la inmensa mayoría de prácticas abusivas que
se cumplan en la actividad empresarial, sea esta ocasional o habitual. En realidad no es tarea sencilla
distinguir una noción de las otras frente a la íntima relación que guardan entre sí.
Kemelmajer de Carlucci, con precisa elocuencia, señaló que “vergonzante es todo aquello que
puede resultar deshonroso, humillante, perturbador. Se trata de evitar situaciones que pongan al
consumidor en vergüenza, ridículo, absurdo o incomodidad. Vejatorio alude a conductas del
proveedor representativas de maltratos, persecuciones, perjuicios o padecimientos. Intimidatorio
refiere a comportamientos que infundan temor”.
Puede apreciarse, al analizar la lúcida opinión de la mencionada integrante de la Comisión
Redactora del Anteproyecto, que vergüenza, vejamen o intimidación, con variantes, son
comportamientos que constituyen afrentas a la dignidad. Acaso quepa formular algún reparo en
orden a las prácticas intimidatorias, en especial aquellas que se exterioricen como reclamos judiciales
sin serlo, pero no es posible desvincularlas totalmente de la indignidad que comportan.
En definitiva, se trata de cualquier actitud “que moleste, denigre, tienda a inferiorizar la condición
o situación del ser humano como consumidor, infundiéndole temor”, aprovechándose de la necesidad
o inexperiencia”.

Trato equitativo y no discriminatorio.


El art. 1098 establece que los proveedores deben dar a los consumidores un trato
equitativo y no discriminatorio. No pueden establecer diferencias basadas en pautas contrarias a
la garantía constitucional de igualdad, en especial, la de la nacionalidad de los consumidores. El
análisis de esta regla justifica hacer la diferenciación expositiva entre equidad, no discriminación e
igualdad que, en rigor, son nociones íntimamente relacionadas entre sí y con las condiciones de
existencia dignas de las personas humanas.
➢ Equidad.
La equidad o, más precisamente, el trato equitativo que el proveedor debe dar a los consumidores
consiste en “asegurar al consumidor, a través de las herramientas jurídicas de protección, que al
procurar la obtención de los bienes aptos para la satisfacción de las necesidades vitales, no se
encuentre sometido a sacrificar atribuciones esenciales que hacen a su dignidad como ser humano”.
Con referencia al derogado art. 218, inc. 6°, CCom, Lorenzetti aseveró que cuando se trata de
interpretar los contratos “el criterio preciso del vocablo es que deben tenerse en cuenta las
circunstancias del caso”.
Es, como se advierte, una concreta derivación de la antigua máxima de “dar a cada uno lo suyo”
según el contexto que el negocio celebrado sugiera.
Como se explicó, “la equidad es según Aristóteles una dichosa rectificación de la justicia
rigurosamente legal. Efectivamente, se trata de la justicia del caso singular, que permite adaptar a él
la ley abstracta, del mismo modo que la regla lesbia (de material flexible) se adapta al contorno de los
objetos que mide. Gracias a la ‘aequitas’, el juez asume en el pensar aristotélico, un poder creador o
modificador de la ley”. Así, debe entenderse conforme lo ha señalado la CSJN en reiteradas ocasiones,
que los jueces no pueden juzgar la equidad de la ley pero sí deben juzgar con equidad los casos
sometidos a su consideración y de acuerdo a los elementos de juicio que surgen del propio proceso.
➢ Ausencia de discriminación.
En los fundamentos del Anteproyecto se señaló que el Código está basado en un paradigma no
discriminatorio. En la tradición histórica, el sujeto del derecho privado ha sido el hombre. Se ha
cambiado este paradigma para concebirlo en términos igualitarios, sin discriminaciones basadas en el
sexo, la religión, el origen o su riqueza. En los textos proyectados aparecen la mujer, el niño, las
personas con capacidades diferentes, el consumidor, las comunidades originarias, y muchos otros que
no habían tenido una recepción sistemática hasta el momento.
Pero el mencionado precedentemente es sólo un aspecto de la cuestión. En efecto, el amparo legal,
además de una dimensión cuantitativa que refiere al universo de personas protegidas, admite otra
lectura, que podría entenderse como cualitativa, que se vincula con el objeto de la relación de
consumo que se considere en concreto. En esta última postura la discriminación se relacionaría con la
prohibición de establecer distinciones arbitrarias o irrazonables en el acceso a los bienes o servicios
que se comercialicen, o con la satisfacción de las necesidades –de cualquier naturaleza- de los
consumidores. Tiene evidentes puntos de contacto con la dignidad humana que es, reitero, el
fundamento de todos los derechos.
Se vincula con la discriminación la conducta que describe el art. 7, último párrafo, LDC: la no
efectivización de la oferta será considerada negativa o restricción injustificada de venta, pasible de las
sanciones previstas en el artículo 47 de esa ley.
➢ Igualdad.
Todas las personas humanas nacen libres e iguales; el sistema jurídico -nacional o internacional-
no hace otra cosa que reconocerlo. No es necesario, entonces, algún dispositivo legal que ponga en
vigencia los derechos humanos.
La garantía constitucional de igualdad, a la que expresamente remite el art. 1098, está prevista en
el Préambulo, y en los arts. 16, 20 y 75, inc. 23. Fecunda ha sido su interpretación y aplicación en la
jurisprudencia de la CSJN y los demás tribunales, así como objeto de la prolífica labor de los autores.
Además, es tradicional en la interpretación filosófico-jurídica destacar la tensión entre libertad e
igualdad con disímiles planteos argumentales que sugieren respuestas multívocas.
De la más estrecha noción que encuadraba la garantía de igualdad “como el derecho a que no se
establezcan excepciones y privilegios que excluyan a unos de lo que, en iguales circunstancias, se
concede a otros” , se ha evolucionado -en consecuencia de la Reforma de 1994- a imponer al
Congreso Nacional la elaboración de legislación y medidas de acción positiva que garanticen la
igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno ejercicio de derechos conferidos por la CN y los
tratados internacionales (art.75, inc. 23). El avance es notorio: se parte de la simple igualdad de
posibilidades hasta alcanzar la igualdad real, mediante la actuación que se exige a los poderes
públicos.
Todo el ordenamiento jurídico aparece influido por estas nociones. La Comisión Redactora afirmó
que elaboró un Código de la igualdad: los textos vigentes regulan los derechos de los ciudadanos sobre
la base de una igualdad abstracta, asumiendo la neutralidad respecto de las asignaciones previas del
mercado. El anteproyecto busca la igualdad real, y desarrolla una serie de normas orientadas a
plasmar una verdadera ética de los vulnerables. En consecuencia, aquellos perjudicados por el
desequilibrio que caracteriza a las relaciones de consumo están provistos de una tutela diferenciada,
que se evidencia en disposiciones legales como la aquí analizada.
Es notorio que la igualdad se relaciona estrechamente con la equidad en las relaciones de
consumo. Las diferenciaciones arbitrarias en el trato dispensado a los consumidores vulneran ambos
valores esenciales.
En esta dirección, el trato igualitario impide introducir distinciones basadas en la edad de los
consumidores, sus capacidades diferentes y, en general, en relación a todas aquellas posibilidades de
acceso al consumo.
La igualdad siempre supone la ausencia de discriminación; pero debe admitirse como premisa que
la desigualdad no conduce en todos los casos a la discriminación. En efecto, el dispar tratamiento
debe necesariamente fundarse en una justificación razonable y objetiva: “la clave se encuentra en que,
en unos casos se ha considerado que la exigencia de la no discriminación en la igualdad debe referirse
al tratamiento igual de situaciones iguales y desigual de situaciones desiguales”.

Libertad de contratar.
El art.1099 declara la amplia libertad de contratar. Al efecto prohíbe las prácticas que limitan la
libertad de contratar del consumidor, en especial, las que subordinan la provisión de productos o
servicios a la adquisición simultánea de otros, y otras similares que persigan el mismo objetivo.
➢ La libertad de concertación.
Como está previsto por el art. 958 CCyC, las partes son libres para celebrar un contrato y
determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las
buenas costumbres. En un plano muy general esta disposición tiene directa incidencia en la
contratación con consumidores.
En materia de protección, el CCyC contiene disposiciones específicas en los arts. 1117 a 1122,
relativas a la validez de las cláusulas insertas en los contratos celebrados con consumidores. Estas
reglas y la del art. 1099, conforman un régimen que limita la autonomía de la voluntad contra el
proveedor, generalmente predisponente de las cláusulas con las que se pretende validar las prácticas
reprobadas.
En particular el art. 1119 establece, como regla general de interpretación, que es abusiva la cláusula
que, habiendo sido o no negociada individualmente, tiene por objeto o por efecto provocar un
desequilibrio significativo entre los derechos y las obligaciones de las partes, en perjuicio del
consumidor.
No puede desconocerse que -en este ámbito- la decisión del consumidor no siempre puede
originarse en un marco de libertad absoluta, porque es frecuente que no cuente con la posibilidad de
prescindir de establecer la relación de consumo en aquellas situaciones en las que el vínculo recae
sobre bienes de primera necesidad. En tales supuestos la protección legal necesariamente debe estar
dotada de mayor intensidad, aspecto que no es ignorado en el CCyC, como se apreciará seguidamente.
➢ El derecho de información del consumidor. Consentimiento informado.
La tutela legal que se dispensa a los consumidores y usuarios reconoce el íntimo vínculo que existe
entre la información y la libre elección o, si se prefiere emplear una noción más sintética y abarcativa,
la garantía que implica para los sujetos vulnerables la prestación del consentimiento informado. No
puede negarse la trascendencia de esta concepción en la vida cotidiana porque en ella confluyen
presupuestos organizativos sociales como la igualdad, la libertad, la dignidad y los derechos que se
consideran fundamentales y que están en constante proceso de expansión.
El acceso a la información, aspecto en el que se concentran, la igualdad, la no discriminación y la
libertad, es un problema universal que ha merecido atención en otros ordenamientos jurídicos. Se ha
dicho que “los medios de información, que normalmente son un reflejo de las formas de organización
política enraizados en la sociedad en la que se insertan, deben defender la democracia y participar de
ella. Su contribución a favor de una mejor forma de organización social consisten en favorecer la
libertad e igualdad de todos los ciudadanos; «libres» para poder elegir los medios de información más
adecuados a su ideología y forma de pensar, con los que puedan contrastar contenidos e «igualdad»
en el sentido de que todo el mundo debe tener las mismas posibilidades de acceso a la información
independientemente de los recursos que pudiese tener. Todo ello favorece la pluralidad de
pensamiento y la participación de los ciudadanos, para lo cual es de suma importancia que todos
tengamos oportunidad de disfrutar de estos contenidos. La llamada revolución tecnológica ha
afectado a una de las bases de los derechos fundamentales que es la igualdad: todas las personas
deberían tener acceso a aquello que se considera un bien fundamental”.
Si se compara el art. 1100, CCyC: “el proveedor está obligado a suministrar información al
consumidor, en forma cierta y detallada, respecto de todo lo relacionado con las características
esenciales de los bienes y servicios que provee, las condiciones de su comercialización y toda otra
circunstancia relevante para el contrato. La información debe ser siempre gratuita para el consumidor
y proporcionada con la claridad necesaria que permita su comprensión”; con el art. 4, LDC: “el
proveedor está obligado a suministrar al consumidor en forma cierta, clara y detallada todo lo
relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que provee, y las condiciones de
su comercialización. La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada
con claridad necesaria que permita su comprensión”, se advierten sólo algunos matices que no
alcanzan para establecer decisivas diferencias. El primero, con toda lógica, exige que se informe al
consumidor toda otra circunstancia relevante para el contrato, disposición que parece ampliar la
obligación informativa puesta a cargo del proveedor. Por cierto, esa relevancia constituye una
directriz que debe ser examinada en cada caso para que pueda juzgarse el cumplimiento exacto del
deber.
El art. 1101, CCyC, prohibe toda publicidad que: a) contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza
que induzcan o puedan inducir a error al consumidor, cuando recaigan sobre elementos esenciales del
producto o servicio; b) efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando sean de naturaleza tal que
conduzcan a error al consumidor; c) sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor a
comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su salud o seguridad.
Por la misma razón las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos,
circulares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y
obligan al oferente (arts. 1103, CCyC, 7 y 8, LDC).
➢ La libertad de elección y su vínculo con la información.
Afirmar que el consumidor es vulnerable implica admitir que cuando a diario celebra
transacciones está ubicado en un plano desigual en relación con quienes se vincula. La noción de
vulnerabilidad, entonces, puede adherirse conceptualmente a la de desigualdad. Uno de los
fundamentos primordiales que inspiró la unificación legislativa del derecho privado argentino ha sido
la promoción del trato igualitario, que debe alcanzarse mediante la detección y superación de las
concretas desigualdades en los actos o situaciones jurídicas. El desbalance relacional, las asimetrías o
los desequilibrios vinculares son conceptos que usualmente se emplean para describir los diferentes
poderes de negociación.
En ese orden, las diferencias se acentúan en aquellas situaciones en las que frente al consumidor
se encuentra el empresario. La disparidad evidente entre uno y otro provoca consecuencias que deben
rectificarse porque pueden perjudicar a quien tiene un deficiente conocimiento técnico o jurídico. En
las relaciones patrimoniales contemporáneas y como derivado de la estructura de las transacciones, la
información es valorable económicamente. Quien tiene mejor acceso a ella (la información) puede
aprovechar más intensamente sus ventajas y, en la visión opuesta, aquel que tenga cercenado el
acceso al conocimiento estará expuesto a la resultar perjudicado.
Por estos motivos debe tenerse en cuenta la relevancia que el sistema jurídico asignó al acceso al
conocimiento, como medio defensivo que tiende a garantizar el ejercicio de opciones conscientes e
inocuas en relación a la salud, la vida y los intereses patrimoniales del consumidor y los que
correspondan a su grupo familiar o social.
➢ Confianza y apariencia.
La dinámica de los negocios como son celebrados diariamente demuestra el valor que debe
asignarse a la confianza. En efecto, el consumidor guía sus conductas en base a este específico y
verdadero elemento fiduciario –presente, a veces, de manera imperceptible para él al tomar una
decisión- que condiciona su actuación. De esta manera el consumidor confía en que el bien o servicio
que demanda tendrá aptitud para satisfacer la concreta necesidad que quiere satisfacer.
La confianza se basa en la apariencia generada por el proveedor de ese bien o servicio. Y es en
virtud de ella que el consumidor realiza la opción. Cuando materializa su elección supone que el
objeto (bien o servicio) de la relación de consumo reúne las características que se adaptan a sus
requerimientos.
Para protegerlo efectivamente el ordenamiento jurídico consagra concretas disposiciones (que
serán analizadas con algún detalle más adelante), que tienden a asegurar la inocuidad, la identidad
entre lo ofrecido y aquello entregado, la veracidad de la información y las responsabilidades objetivas
que surgen de las infracciones.
En relación a este punto, el art. 1725, CCyC, dispone que “cuanto mayor sea el deber de obrar con
prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoración
de la previsibilidad de las consecuencias. Cuando existe una confianza especial, se debe tener en
cuenta la naturaleza del acto y las condiciones particulares de las partes. Para valorar la conducta no
se toma en cuenta la condición especial, o la facultad intelectual de una persona determinada, a no ser
en los contratos que suponen una confianza especial entre las partes. En estos casos, se estima el
grado de responsabilidad, por la condición especial del agente”. Corresponde aclarar que esta regla
tiene larga tradición en la legislación argentina, al menos en cuanto refiere a la diligencia exigible al
profesional, quien debe actuar diligentemente según las circunstancias.
Pero además ha de tenerse en cuenta que se atenúa respecto de los consumidores la regla del art.
961, CCyC, que establece que “los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe.
Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un
contratante cuidadoso y previsor”. Cuidado y previsión que sólo resultarían lógicamente exigibles al
consumidor o usuario si ha sido suficientemente informado.
➢ Asimetrías condicionantes del consentimiento.
La celebración válida, en el sentido de que producirá todos los efectos legales, de una relación de
consumo supone que la voluntad y el consentimiento del consumidor se han formado contando con
toda la información relevante.
Además de los mencionados desequilibrios originados en causas económicas y profesionales,
Lorenzetti menciona las asimetrías tecnológicas, vinculadas con nuevas técnicas de marketing
invasivo y que pese a presentarse en forma simplificada a los consumidores pueden generar conflictos
e incrementar su vulnerabilidad. Las técnicas publicitarias que tienen por propósito inducir al
consumo, el análisis profundo de los comportamientos de los segmentos sociales y, por fin, la
publicidad pueden cercenar el derecho a la libre elección.
Es cierto que es esta una materia en la que es muy difícil alcanzar consensos duraderos, porque
involucran cuestiones de muy variada esencia y conciernen a distintas –y hasta excluyentes- órbitas
de intereses que tienen protección legal diferenciada. Pero es digna de ser tenida en cuenta la
preocupación que genera asegurar al consumidor el flujo de información suficiente para permitirle
entablar negociaciones con el más alto nivel de conocimiento.
➢ La información como deber del empresario derivado de la buena fe.
Proveer información fidedigna y prevenir que su carencia provoque daños a los consumidores es
un deber general del empresario. Puede sostenerse que en la estructura organizativa de su actividad,
el proveedor de bienes o servicios, es decir quien actúa profesionalmente estableciendo vínculos con
los consumidores, debe tomar en consideración los costos que el incumplimiento de esta exigencia
legal le origine porque es generador de responsabilidad.
Es pertinente señalar que el sistema jurídico argentino extiende el deber de buena fe a la etapa
precontractual, temporalmente acorde con la oferta. Lo hace por dos vías: (i) el art. 37, último
apartado, LDC; y (ii) el art. 991, CCyC.
➢ Extensión del derecho a la libre elección.
A la regulación recién mencionada puede agregarse que guarda vinculación con el tema analizado
el régimen del contrato celebrado fuera de los establecimientos comerciales del proveedor, que es
aquel que resulta de una oferta o propuesta sobre un bien o servicio concluido en el domicilio o lugar
de trabajo del consumidor, en la vía pública, o por medio de correspondencia, los que resultan de una
convocatoria al consumidor o usuario al establecimiento del proveedor o a otro sitio, cuando el
objetivo de dicha convocatoria sea total o parcialmente distinto al de la contratación, o se trate de un
premio u obsequio. Ello porque es cierta la influencia que en esas situaciones tiene la actividad del
oferente en la formación del consentimiento, consideración que puede extenderse a los contratos
celebrados a distancia.
El art. 58.1 de la legislación peruana, en forma minuciosa regula estos aspectos, pues dispone que
el derecho de todo consumidor a la protección contra los métodos comerciales agresivos o engañosos
implica que los proveedores no pueden llevar a cabo prácticas que mermen de forma significativa la
libertad de elección del consumidor a través de figuras como el acoso, la coacción, la influencia
indebida o el dolo.
➢ Las “compras atadas”.
Se trata de una práctica reprimida también por la Ley N° 25.516, de Defensa de la Competencia
(art. 2, inc. i).
La prohibición legal se dirige a evitar que el consumidor sea compelido a adquirir bienes o
servicios que no necesite o que no se ha planteado usar o adquirir en esa oportunidad. Es claro que
ello implica restringir la libertad de decisión en orden a establecer un vínculo con el proveedor, es
decir, optar entre contratar o no hacerlo. Ello suele acompañarse con un escaso lapso de reflexión y
reticencia en la información. Sin embargo, se permiten los “combos”, la combinación de diversos
bienes o servicios, siempre que cada producto que integre el conjunto pueda ser adquirido por
separado.
El art. 1104 CCyC provee un ejemplo: integra la categoría de contrato celebrado fuera de los
establecimientos comerciales del proveedor el que resulta de una oferta o propuesta sobre un bien o
servicio concluido en el domicilio o lugar de trabajo del consumidor, en la vía pública, o por medio de
correspondencia, los que resultan de una convocatoria al consumidor o usuario al establecimiento del
proveedor o a otro sitio, cuando el objetivo de dicha convocatoria sea total o parcialmente distinto al
de la contratación, o se trate de un premio u obsequio.
La distorsión que se repele legislativamente se vincula con la satisfacción plena del consumidor y
usuario. En efecto, con asiduidad se advierte que el consumidor es destinatario de técnicas agresivas
de ventas que se caracterizan por la presión que se ejerce y la consecuente dificultad para discernir los
derechos y obligaciones derivadas de la contratación. Estas prácticas inciden directamente sobre la
libre prestación del consentimiento y, en general, aparecen relacionadas con bienes o servicios que el
consumidor o usuario requiere, a los que se agregan otros que no tuvo intención de adquirir. De esta
manera, se generan obligaciones que nunca estuvieron en miras y sobre las cuales no medió la
necesaria reflexión. En síntesis, son bienes o servicios ni solicitados ni necesarios, respecto de los
cuales media una ficticia relación de accesoriedad o conexión. La admisión del derecho al
arrepentimiento es uno de los medios de protección que el CCyC ha incorporado.
La ley peruana expresamente prevé en el art. 56.1, a, de manera enunciativa y no limitativa, el derecho
de todo consumidor a la protección contra los métodos comerciales coercitivos, que prohíbe a los
proveedores emplear aquellos que impliquen, en los contratos de duración continuada o de tracto
sucesivo, condicionar la venta de un producto o la prestación de un servicio a la adquisición de otro,
salvo que, por su naturaleza o con arreglo al uso comercial, sean complementarios. La oferta de
productos o servicios no complementarios debe garantizar que puedan ofrecerse por separado .

Conclusiones.
Estas obligadamente escuetas e incompletas reflexiones, que en rigor no demuestran otra cosa
que la vigencia de ciertas reglas que se proyectan como principios generales en materia de protección
de consumidores y usuarios, se relacionan con las condiciones generales de comercialización de
bienes y servicios, es decir, con la vida diaria de cualquier persona.
El CCyC, en materia contractual, y la LDC, cualquiera fuere la fuente de la relación de
consumo, reforzaron la tutela legal de quienes están en especiales posiciones de vulnerabilidad y
constreñidos a celebrar relaciones jurídicas que puedan perjudicarlos irrazonablemente.
El régimen de las prácticas abusivas prohíbe los comportamientos abusivos de los proveedores
y atribuye la consecuente responsabilidad por su transgresión.
Tales exigencias relativas a la negociación de bienes y servicios portan, como un efecto
agregado, el ordenamiento satisfactorio de la actuación de los empresarios y la prevención de la
reiteración de conductas lesivas.

TEMA
CONSUMIDOR
¿Quién es consumidor?
El derecho comercial nació para tutelar al comerciante, otorgándole seguridad jurídica en sus
relaciones comerciales, en las que se incluía al cliente. Hoy, aquél cliente que destina la utilización de
las cosas o servicios a fines privados es el consumidor (final) que se protege la LDC. Ley que se originó
en él, quien bien hará en tomarla en cuenta para todas sus tratativas.
Como concepto actual, el consumidor es toda persona natural o jurídica
(hombres – mujeres – entidades – instituciones – empresas) que, en virtud de un acto
jurídico oneroso o gratuito, adquieren, disfrutan o utilizan bienes, o servicios como
destinatarios finales y no con fines comerciales (de intermediación), ni industriales
(de transformación).
Con la reforma introducida por la ley 26.361, aquellos sujetos que sin ser parte de una relación
de consumo, como consecuencia o en ocasión de ella, también se los considera consumidores o
usuarios. Es decir a cualquier persona que está expuesto a una relación de consumo. Y, en algunos
supuestos, las empresas pueden revestir la calidad de consumidores. Estas últimas modificaciones
provocarán un cúmulo de interpretaciones diferentes.
¡Todo usuario es consumidor, y no todo consumidor es usuario!
Antes de seguir avanzando es conveniente aclarar que la palabra consumidor debe ser utilizada
con un sentido muy amplio. Antes, la expresión consumidor aparecía tomada desde el punto de vista
puramente económico, hoy la gratuidad no es ajena sino normada expresamente, como veremos más
adelante al comentar el art.1.
En cuanto a la expresión usuario, según Farina, es empleada por la ley para referirse a quien
contrata un servicio. De modo que bien se puede decir que en la ley la palabra consumidor se refiere
en forma muy amplia a todo aquel que adquiere una cosa en general para su consumo o uso; en tanto
que usuario es quien utiliza servicios sin ser comprador de bienes.
Independientemente de esta distinción conceptual, queda claro que cuando se habla de defensa
del consumidor no se intenta excluir al usuario, basta leer el Capítulo VI que la LDC le dedica a los
usuarios de servicios públicos domiciliarios (arts. 25 al 31). Hoy en día las transacciones que tienen
lugar en una economía moderna, referidas a la prestación de servicios, son cuantitativamente tanto o
más importantes que las que involucran bienes.

La primera y más evidente modificación que introduce la reforma a la Ley de Defensa del Consumidor
24240, aprobada por ley 26361, es la referida a la ampliación del ámbito subjetivo y objetivo de
aplicación de la norma. Se amplifica considerablemente el concepto de «consumidor», y lo mismo
ocurre con la delimitación de la denominada «relación de consumo».

LOS CONSUMIDORES EQUIPARADOS


El art. 1, LDC., reformada por la ley 26361, con bastante laxitud considera consumidores a
sujetos que no han participado de una relación de consumo. Para incorporar estas «entidades» hasta
ahora desconocidas al conjunto de sujetos protegidos, la ley utiliza la expresión «se considera
asimismo, consumidor». Es decir que, en rigor, no se trata de consumidores stricto sensu, porque son
personas que o bien no participan de la relación de consumo, o simplemente están expuestos a ellas.
Aquí el texto de la ley 26361 sigue, con diferentes alcances, al Código de Defensa del
Consumidor de Brasil, que ante determinadas situaciones «equipara» al consumidor a sujetos que no
lo son, o bien que lo son en grado potencial e indeterminado.
En nuestra ley el párr. 2º del art. 1 prevé dos supuestos bien diferenciados. El primero de ellos
hace referencia a un caso concreto y determinado; mientras que el otro se ocupa de una situación
indeterminada y eventual.

a) Las personas ajenas a la relación de consumo: el «consumidor conexo» o


«consumidor de consumidor»

El primer caso de equiparación es el de quien sin ser parte de una relación de


consumo, como consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios
como destinatario final. El supuesto al que el legislador dirige su atención es aquel en el que no
existe vínculo directo entre el «consumidor conexo», si se nos permite la expresión, y el proveedor del
bien de que se trate. Aquí la norma consagra un nuevo sujeto consumidor, distinto de quien
«adquiere o utiliza bienes o servicios en forma gratuita» que es contemplado en el párr. 1º del
precepto, puesto que éste está afuera del vínculo de consumo al que se lo liga de manera mediata.
Asimismo, la adquisición o utilización mediata o por conexidad podrá ser gratuita u onerosa, ya que la
norma no restringe el supuesto a ninguna de ellas.
Está claro que si la relación de consumo es el vínculo jurídico oneroso o gratuito
entre el proveedor y el consumidor o usuario, para no ser parte de ella el acto de
consumo debe producirse entre otro consumidor y un proveedor. Y que la única
manera en que el sujeto equiparado -consumidor conexo- puede adquirir o utilizar un
bien para su consumo particular sin vincularse directamente con el proveedor, es
decir, sin ser parte de la relación de consumo, es si se vincula con otro consumidor. A
este contexto se refiere la ley al decir que el bien se adquiere o utiliza «como consecuencia» o «en
función de» una relación de consumo; se adquiere o utiliza como consecuencia o en función de la
relación de consumo concretada por otro consumidor.
Este nuevo supuesto incorporado a la Ley de Defensa del Consumidor hace referencia a
relaciones entre consumidores que habilitarán a quien recibe -adquiere o utiliza- un producto o un
servicio de parte de otro consumidor a reclamar contra el proveedor «legal» del bien cuando, en la
realidad, el proveedor «material» ha sido un consumidor.
Hasta aquí, seguramente, no habrá discusión. Pero, profundizando un poco, podría sostenerse
que la innovación no solamente recae sobre la concesión de derechos como consumidor a quien
materialmente no lo ha sido, sino que también se crea un nuevo género de «quasi» relaciones de
consumo, o relaciones de consumo también conexas o reflejas, concretadas entre consumidores,
siendo avalada esta propuesta con la derogación de la exclusión contenida en el anterior art. 2
respecto de «los contratos realizados entre consumidores cuyo objeto sean cosas usadas».
De ser ello así, las operaciones entre consumidores -onerosas o gratuitas- ahora habilitarán
ante, por ej., un vicio o defecto de un producto, a que el consumidor conexo accione contra el
proveedor original del producto ejerciendo un especie de «subrogación legal» en los derechos del
consumidor originario que le transmitió el bien. Al establecer el estatus de consumidor a quien no es
parte de una relación de consumo, no habría ninguna razón para acotar ese derecho únicamente al
círculo familiar o social del consumidor que se vincula directamente con el proveedor. Téngase
presente que el consumidor conexo también puede consumir como destinatario final, o en beneficio
de su grupo familiar o social, con lo cual, salvo que se trate de una cosa consumible con el primer uso,
el círculo de consumidores podrá ampliarse considerablemente, transmitiéndose el carácter de
consumidor conexo a través de las sucesivas transmisiones o usos.
De ahí que pueda propiciarse que, ante la existencia de una cadena de adquisiciones entre
consumidores, exista una «quasi relación de consumo» que confiere la posibilidad al último
consumidor de saltear los eslabones «no profesionales» o «no comerciales», haciendo valer sus
derechos frente al proveedor.
Así, todas las operaciones sobre productos o servicios con destino de consumo
responsabilizarán siempre al proveedor legal, independientemente de que éstos hayan sido
transmitidos con posterioridad entre distintos consumidores.
El «consumidor de consumidor», es decir, la persona que adquiere o utiliza en beneficio propio
como consecuencia o en ocasión de una relación de consumo de la que no ha participado, puede ahora
ejercer los derechos de la ley 24240 contra quien produjo, montó, creó, construyó, transformó,
importó, concesionó, distribuyó o comercializó el bien o el servicio. Y no existiendo limitaciones en la
ley, esta prerrogativa no podrá ser interpretada en sentido restrictivo, pudiendo ser ejercida no sólo
por el primer «consumidor conexo» vinculado directamente con el consumidor sino también por los
sucesivos, porque todos habrán adquirido o utilizado el producto o servicio «como consecuencia o en
ocasión» de una relación de consumo primitiva.
Ante esta hipótesis seguramente no serán pocos los interrogantes que aparecerán, desde
cuestiones sustanciales hasta prácticas. ¿Hasta dónde podrá extenderse la cadena de «consumidores
conexos»?, o dicho de otro modo: ¿quiénes integran el «grupo social» de beneficiados por una
relación de consumo?; ¿solamente están incluidas en el supuesto las operaciones gratuitas, o también
las ventas entre consumidores? Una vez más, la doctrina judicial será la encargada de delinear
contornos por ahora imprecisos que nos hacen avizorar una polvareda en el horizonte.

b) Las personas expuestas a las relaciones de consumo: el «tercero consumidor»


(«bystander»)
El segundo supuesto de consumidor equiparado que contempla el párr. 2º del art. 2 es el de
quien «de cualquier manera está expuesto a una relación de consumo». Con esta expresión la reforma
va mucho más allá del reconocimiento de las relaciones de consumo de vínculo gratuito, incorporadas
en el párr. 1º del art. 1; o de las que son derivación de otra, que vimos en el ítem anterior; también de
manera inédita, aquí se reconoce la posibilidad de que existan relaciones de consumo de vínculo
indeterminado ex ante.
Se trata de una persona o grupo de ellas que no son parte de la relación de
consumo, al igual que en el primer supuesto aludido arriba, pero que, además, ni
siquiera adquieren o utilizan bienes como destinatarias finales, sino que se encuentran
expuestos a ellos o a las consecuencias de la operación de consumo que los colocó en el
mercado.
Quien «de cualquier manera está expuesto a una relación de consumo» no es un sujeto que
participa o se encuentra involucrado -vinculado- en ella; «estar expuesto a» implica ajenidad respecto
de la relación de referencia. Aquí no existe «vínculo jurídico» desde antes, sino que el vínculo se
concreta con la materialización de los efectos de una relación de consumo que refleja sus
consecuencias en terceros o con el riesgo de que ello ocurra.
Tampoco hay una persona concreta destinataria de la tutela legal, ni un supuesto determinado
como factor de riesgo, sino que la protección se generaliza y extiende a la gran masa de consumidores
espectadores de las relaciones de consumo que los circundan.
De este modo nos encontramos por vez primera en nuestro derecho positivo con la figura del
«bystander», nacida en el derecho anglosajón, que podría traducirse como «aquel que
está al lado de», representándose con ese vocablo a todas aquellas personas que, en
grado potencial, podrían encontrarse afectadas de alguna forma por las consecuencias
de una relación que les resulta absolutamente extraña.
La Ley de Defensa del Consumidor deja atrás al acto de consumo o «acción de consumir» como
elemento caracterizante de la relación de consumo y, en una postura maximalista, avanza hacia el
paradigma de la protección, poniendo su atención en las consecuencias sociales derivadas de la
comercialización de bienes destinados a consumidores. Este verdadero golpe de timón en los rumbos
del sistema legal de tutela produce un giro copernicano en la óptica desde la cual fue abordado hasta
el presente el estudio y la implementación de los derechos del consumidor, colocándose, ahora de
manera expresa y decidida, el interés colectivo por encima del interés individual. Este enfoque que
antes propiciábamos y avizorábamos implícito en la norma y en algunos pronunciamientos judiciales
ahora es derecho positivo.
Las primeras evidencias de esta verdadera revolución normativa se advertirán seguramente en
el campo de la responsabilidad en materia de productos elaborados que, ahora expresamente,
contempla el derecho de aquellos potenciales afectados, distintos del adquirente o del usuario del
producto dañador.

FALLO MOSCA

Mosca, Hugo A c/ Pcia Bs As y otros


Mosca, Hugo Arnaldo c/ Pcia de Bs As (Policía Bonaerense) y otros sobre Daños y
Perjuicios.
Año 2007- ORIGINARIO DE LA C S J N
PARTES:
Actor: Mosca, Hugo A
Demandados:
A.F.A
Club Atlético Lanús
Provincia de Bs As----Policía Bonaerense.
HECHOS:
Hugo Mosca, es herido por un proyectil (piedra), que provino del interior de la cancha. Él se
encontraba fuera del estadio, dentro de su vehículo, a la espera de Los Reporteros Gráficos que había
trasladado al lugar para la cobertura del partido Independiente vs Lanús.
Durante el encuentro se desató una trifulca, los hinchas comienzan a arrojar elementos contundentes
a los jugadores y al cuerpo técnico cuando uno de los proyectiles sale del estadio e impacta en el rostro
de Mosca produciéndole una seria lesión.
Por el hecho, el actor demanda por daños y perjuicios al Club Lanús, a AFA y a la policía de la pcia de
Bs As.
LA CORTE:
Hace lugar a la demanda contra: Club Lanús Y A.F.A y los Condena al pago de una
indemnización.
Rechaza la demanda contra Policía Bonaerense por considerar que en el lugar había suficiente
cantidad de efectivos cubriendo el evento. (Esto basado en las pruebas, además fue la misma policía
quien auxilió al actor).
SOSTIENE QUE:
Los daños ocurridos han sido, indudablemente, “En Ocasión del Evento”.
Se estaba jugando un partido de fútbol y se produjeron desmanes que ocasionaron el daño.
El espectáculo fue la ocasión para lanzar los objetos que dañaron al actor.
Se cumple con el requisito de causalidad.
El organizador del evento responde por los daños, vinculados al hecho previsible al momento de
organizar el espectáculo. (la violencia en el fútbol no es un hecho desconocido)

FUNDAMENTOS: La Corte basa su decisión en la letra del art 42 de la CN, el cual prevé
el Derecho a La Seguridad referido a la Relación de Consumo y abarca tanto a los
contratos como a todos los actos unilaterales de Oferta a sujetos indeterminados.
La Seguridad debe ser garantizada desde la etapa Precontractual.
La Seguridad es un propósito que debe constituir la máxima preocupación por parte de
quienes organizan eventos o espectáculos públicos de cualquier índole.
El Deber de Indemnidad abarca a toda Relación de Consumo.
En este caso en particular, surge por primera vez en la jurisprudencia argentina la
figura del “Bystander” o Consumidor Expuesto o Tercero Expuesto.
“Bystander” Es aquel que sin ser parte del contrato de consumo, sin haber celebrado
acuerdo, queda expuesto al ser afectado por la situación de riesgo provocada por una
determinada situación. Y al ser dañado queda incluído a la relación de consumo o
cadena de consumidores.
El ACTOR, chofer de los reporteros gráficos, no ingresó al estadio, ni celebró contrato alguno. Sin
embargo, indirectamente, se lo suma a la relación de consumo al momento de sufrir la agresión
proveniente del interior de la cancha, producto del enfrentamiento entre los espectadores.
Aunque no haya participado del evento, ni ser parte del contrato, se lo consideró Consumidor
Expuesto.
Esta figura no existía en la legislación en el momento de dictado el fallo Mosca.
Se incluye en la Ley de Consumidores en el art 1º, con la ley 26361 que reforma la 24240
El nuevo código civil y comercial (2015) elimina esta figura de la ley 24240. La doctrina considera esta
medida como un retroceso en la defensa de los consumidores.
Sin embargo este tipo de consumidor seguirá amparado en el art 42 de la CN, que establece el deber
de seguridad de los consumidores en una relación de consumo.

TEMA
LIBROS CONTABLES ARTÍCULO 320 CCYC
LIBROS DE LOS COMERCIANTES
LIBROS DE COMERCIO OBLIGATORIOS
Los libros de comercio que obligatoriamente deben llevar los comerciantes son dos:
1-LIBRO DIARIO
2-LIBRO DE INVENTARIOS Y BALANCES

VALOR PROBATORIO DE LOS LIBROS DE COMERCIO


El comerciante puede llevar sus libros por sí o por otros.
Los libros llevados en tiempo y forma serán admitidos en juicio como medio de prueba entre
comerciantes. Harán prueba contra los comerciantes a quienes pertenezcan o contra sus sucesores sin
admitir prueba en contrario. La parte no podrá aceptar sólo aquéllos asientos que le sean favorables y
rechazar los que la perjudiquen. (Principio de uniformidad e indivisibilidad de la prueba).
También harán prueba los libros a favor del comerciante cuando la contraparte no presente
asientos en contrario o el libro no fuese llevado por la contraria en legal tiempo y forma.
Si hay prueba contradictoria de los libros de las partes y los mismos cumplen con las formalidades, el
juez prescindirá de esta prueba y procederá por el mérito de las restantes pruebas.
Los libros para admitirse en juicio deberán hallarse en idioma del país, caso contrario serán
traducidos por intérprete de oficio.
Los libros se conservan por 10 años desde el cese de actividades (*), es decir desde la
registración del último asiento; y la documentación por 10 años desde la fecha de su emisión. (* El
código derogado establecía 10 años desde que cesaba su condición de comerciante)
La obligación de llevar libros diarios sigue a sus herederos.
--- Libros que respaldan o ayudan a los obligatorios: Libro Caja, Libro Mayor. Se deben conservar 10
años a partir de su última registración.
--- La Documentación que avala los registros de estos libros se debe conservar 10 años a partir del
momento en que se celebró la operación.

CONTABILIDAD Y ESTADOS CONTABLES.-


Los obligados contables (Art. 320 CCyC): "Están obligadas a llevar contabilidad todas las personas jurídicas
privadas y quienes realizan una actividad económica organizada o son titulares de una empresa o
establecimiento comercial, industrial, agropecuario o de servicios. Cualquier otra persona puede llevar
contabilidad si solicita su inscripción y la habilitación de sus registros o la rubricación de sus libros, como es
establece en esta misma Sección".
Excepciones:
"Sin perjuicio de lo establecido en leyes especiales, quedan excluidas de las obligaciones previstas en esta
Sección las personas humanas que desarrollan profesionales liberales o actividades agropecuarias y conexas
no ejecutadas u organizadas en forma de empresa. Se consideran conexas las actividades dirigidas a la
transformación o a la enajenación de productos agropecuarios cuando están comprendidas en el ejercicio
normal de tales actividades. También pueden ser eximidas de llevar contabilidad las actividades que, por el
volumen de su giro, resulta inconveniente sujetar a tales deberes según determine la jurisdicción local".
La contabilidad voluntaria resulta útil para los casos dudosos de sujetos que no tengan claro si están o no
comprendidos en la obligación contable y la asuman expresamente para evitar contingencias, como el productor
agropecuario o el profesional no organizados como empresa, que le interese la protección de libros contables
en debida forma.

La contabilidad puede conceptuarse como la disciplina que clasifica, registra, presenta e


interpreta los datos relativos a los hechos y actos económico-financieros con el objeto de brindar
información histórica y predictiva útil para la toma de decisiones.
La contabilidad tiene importancia desde varios puntos de vista:
A) constituye un presupuesto necesario exigido por la ley para obtener ciertos beneficios legales o
formular ciertos reclamos, como: la posibilidad de presentarse en concurso preventivo, que
exige denunciar los libros contables y presentarlos oportunamente al tribunal bajo
apercibimiento de desistimiento; la posibilidad de invocar los propios libros en un litigio
judicial, ya sea contra otro comerciante(261) o contra el Fisco, para plantear la
confiscatoriedad de un impuesto; (262)
B) conoce de inmediato el estado de los negocios del empresario y puede así apreciar tanto si
progresan o decaen como la orientación que conviene imprimirles en el futuro, etc.;
C) resulta fundamental en el caso de la obligación de pagar dividendos a los socios en una
sociedad comercial, la que solo puede exigirse si existe un balance confeccionado conforme la
ley;
D) es de interés para los acreedores que han concedido crédito al empresario contando con la
seguridad de una administración ordenada del patrimonio, que es garantía común de todos y
cada uno de ellos;
E) es de interés de los trabajadores por conocer la contabilidad de la empresa;
F) en las sociedades de comercio, interesa a los socios para el ejercicio eventual de sus derechos.
(263)
Obligación, carga o deber
Parece más adecuado acudir a la idea de un deber, que es una noción más general que la de
obligación y que se diferencia de esta en que no puede ser exigido por el sujeto acreedor. La idea
de deber designa la situación de un sujeto que tiene que ajustar su conducta a los mandatos
contenidos en una norma general o en un orden particular.

Sujetos obligados
Los obligados a llevar contabilidad pueden ser agrupados en cuatro categorías:
❖ Las "personas jurídicas privadas" (sociedades y cooperativas) la exigencia contable alterna entre la
recurrencia habitual al crédito y por la administración de intereses de terceros.
❖ Las "personas humanas que desarrollan ciertas actividades económicas" el fundamento de la exigencia
contable debe buscarse en la "recurrencia habitual al crédito" propio de estas actividades.
❖ Los "agentes auxiliares del comercio" regidos por normas especiales, como es el caso de martilleros y
corredores. El fundamento debe buscarse en su conexión, por intervención o facilitación, con
operaciones económicas que interesan a terceros.
❖ Entes contables "organizados" sin personalidad jurídica, la ley les exige llevar contabilidad y, por ende,
los considera como "entes contables".
Se trata de algunos contratos asociativos como las agrupaciones de colaboración, uniones transitorias y
consorcios de cooperación.

❖ Personas jurídicas privadas

En primer lugar, se encuentran obligadas a llevar la contabilidad las personas jurídicas privadas.
Según el art. 148 CCyC, son personas jurídicas privadas las sociedades; las asociaciones civiles; las
simples asociaciones; las fundaciones; las iglesias, confesiones, comunidades o entidades religiosas;
las mutuales; las cooperativas; el consorcio de propiedad horizontal; toda otra contemplada en
disposiciones de este CCyC o en otras leyes, y cuyo carácter de tal se establece o resulta de su finalidad
y normas de funcionamiento.
El CCyC innova en esta materia, porque extiende la obligación de llevar la contabilidad a toda
persona jurídica de carácter privado, incluso las que no tienen fines de lucro. El art. 43 del Código de
Comercio limitaba ese deber a todo comerciante.

❖ Personas humanas

También tienen la obligación de llevar la contabilidad, las personas humanas que realizan una
actividad económica organizada o son titulares de una empresa o establecimiento comercial,
industrial, agropecuario o de servicios.
El CCyC admite dos categorías de “personas humanas”, una general y otra especial, sujeta a
obligaciones contables que, a su vez, necesariamente, estarán sujetas también a practicar una
inscripción de antecedentes (publicidad).
Esta categoría “especial” está compuesta por dos clases de personas humanas:

A) las que realizan una actividad económica organizada; y


B) las que son “empresarios”, en el sentido de ser titulares de una empresa o de un
establecimiento comercial, industrial o de servicios.

De ambas categorías resulta que no solo los empresarios integran esta categoría especial de
personas humanas, sino también quienes no siéndolo, realizan una actividad económica organizada
que no llega a configurar una empresa, a los que denominaremos “cuasi empresarios”.

❖ Sujetos voluntarios
Aquellas personas que no se encuentran obligadas a llevar la contabilidad, pero que deseen hacerlo,
deben solicitar su inscripción y la habilitación de sus registros o la rubricación de los libros. En tal
caso, las personas que decidan emprender la llevanza de su contabilidad, pueden voluntariamente
inscribirse como el CCyC prescribe.

Sujetos eximidos

❖ Profesionales liberales

Las personas humanas que ejercen una profesión liberal (por ejemplo, médico, abogado, contador,
arquitecto, psicólogo, etc.) no tienen obligación legal de llevar la contabilidad. En ciertos casos, los
profesionales suelen agruparse con distintos objetivos y fines.
La doctrina ha calificado esas agrupaciones de la siguiente forma:

A) Uniones o sociedades “internas”. Se trata de una situación donde varios profesionales


que, si bien actúan agrupadamente en un mismo lugar y compartiendo equipos o secretarias,
ejercen individualmente la profesión frente a los clientes o pacientes, prestando sus servicios a
título individual, y facturando y percibiendo sus propios honorarios de sus clientes o pacientes.
En este esquema interno son posibles, a su vez, dos variantes:
a. el sistema de pool de gastos. Cada profesional abona una cuota o expensa mensual
imputable a sufragar los gastos comunes de infraestructura. En este caso no existe
“sociedad” entre los profesionales, en tanto no hay “utilidad” que los socios “dividirán
entre sí” ni “participación en los beneficios” ya que, descontados los gastos en la
proporción acordada, las “ganancias” o “pérdidas” de cada uno dependerán de su propio
desempeño e ingresos individuales;
b. la sociedad interna de ganancias. En este supuesto, todos los ingresos individuales
de los profesionales son aportados a un fondo común del que se descuentan los gastos
de funcionamiento, generando un resultado, positivo o negativo, proporcional para
todos en la medida de su porcentaje de participación en la sociedad. O sea que hay una
sociedad entre los profesionales pero ella no contrata ni trasciende a terceros.
B) Uniones o sociedades “externas”. En estos casos, frente al cliente o paciente, aparece una
estructura conjunta con un nombre especial, que puede incluir a algunos o a todos los
profesionales actuantes.
Esta modalidad también admite dos variantes diversas:
a. sociedades de medios. Tienen por objeto compartir estructuras y distribuir los costos. En
estos casos, hay una bipartición de contrataciones. Las relaciones con los clientes las sigue
manejando cada profesional —que presta el servicio y contrata y factura a título propio—, pero
las relaciones “externas” vinculadas a la infraestructura en común —tales como el contrato de
alquiler, servicios de telefonía e Internet, secretarias, cadetes, etc. — las contrata una sociedad
civil o comercial de la cual los profesionales prestadores son socios. No se trata de una
verdadera sociedad, ya que la finalidad es el pago de las cuotas periódicas de los gastos pero no
la generación de utilidades, por lo que se ubicaría más cerca de la agrupación de colaboración
empresarial del art. 367 de la Ley de Sociedades Comerciales, aun cuando los profesionales no
necesariamente serían empresarios;
b. sociedades externas para el ejercicio profesional. En este caso, todas las relaciones
frente a clientes, frente a la infraestructura y frente a terceros en general, las contrata la
sociedad por su cuenta y bajo su nombre o razón social, siendo la sociedad quien factura,
presta los servicios y los cobra. Los profesionales son los socios que realizan los aportes de
industria o capital y la administran, repartiéndose los resultados. Si bien los concretos servicios
a clientes y pacientes se hacen por cuenta y orden de la sociedad, los efectos de la personalidad
jurídica se detienen allí y los socios profesionales mantienen tanto su lazo personal con los
clientes como su reserva de discrecionalidad técnica, los actos de la vida profesional se
cumplen de manera independiente, y subsiste la responsabilidad penal y disciplinaria
individual de los socios.
Solo en este último caso (sociedades externas para el ejercicio profesional) existe
obligación legal de llevar la contabilidad.

Sistema contable y registros contables: Libros indispensables y obligatorios.

Art. 321: La contabilidad debe ser llevada sobre una base uniforme de la que resulte un cuadro verídico de las
actividades y de los actos que deben registrarse, de modo que se permita la individualización de las operaciones
y las correspondientes cuentas acreedoras y deudoras. Los asientos deben respaldarse con la documentación
respectiva, todo lo cual debe archivarse en forma metódica y que permita su localización y consulta.
Responde a la necesidad de toda empresa de tener un sistema para recolectar, sumariar, analizar y presentar
en signos monetarios información relativa al negocio.
Este artículo determina el modo en que debe llevarse la contabilidad, lo que en la ciencia se
conoce como principios contables. Estos principios son:
A) uniformidad: deben mantenerse los mismos criterios contables para la preparación del
balance y estado de resultados a fechas sucesivas;
B) claridad: en los hechos se cumple en la medida que se sigan los esquemas de los estados
contables fijados por la ley y por las normas profesionales;
C) veracidad: impone que exista concordancia entre la exposición de los hechos económicos
descriptos en los estados contables y la existencia material de ellos.
D) completividad y significatividad: la contabilidad debe ofrecer un cuadro completo de la
actividad del sujeto, no una parcialidad. El principio de completividad significa que la
contabilidad refleje la totalidad del estado patrimonial del sujeto, de las operaciones realizadas
y de su resultado. Según el principio de significatividad, cuando los montos involucrados
resultan de insignificancia relativa, a los efectos de una apropiada interpretación, pueden ser
incluidos en rubros de conceptos diversos;
E) unidad: el sujeto no puede llevar simultáneamente varios juegos de registros o libros,
F) partida doble: la registración contable por partida doble reside en la definición sobre cómo
se compone el patrimonio de todo ente. Por un lado, un ente posee en su poder bienes y
derechos, los cuales configuran la estructura de inversión. Por otro lado, es necesario conocer
quiénes aportaron los fondos para obtener dichos bienes o derechos, dando lugar a la
estructura de financiación. Un ente tiene activos cuando, debido a un hecho ya ocurrido,
controla los beneficios económicos que produce un bien (un objeto material inmaterial con
valor de cambio o para uso del ente). En cambio, un ente tiene pasivo cuando debido a un
hecho ya ocurrido está obligado a entregar activos o prestar servicios a otra persona (física o
jurídica), o bien está obligado a la cancelación de la obligación. La diferencia entre el activo y el
pasivo constituye el patrimonio neto. La partida doble permite generar un método de
registración que, simultáneamente, contabiliza los recursos disponibles en el activo y la
financiación de los mismos, ya sea con pasivo, con patrimonio neto o con otro activo. De este
modo, las anotaciones referidas a los hechos económicos o financieros se realizan por medio de
asientos contables, considerando débitos a todo aumento en la estructura de inversión o toda
disminución en la estructura de financiación. Por lo contrario, se considera crédito a toda
disminución de la estructura de inversión o todo aumento de la estructura de financiación.

Art. 322: Registros indispensables:


A) diario (este registro es el más importante ya que, conforme el artículo 327 del CCCN, en él se deben
anotar de forma cronológica “todas las operaciones relativas a la actividad de la persona que tienen
efecto sobre su patrimonio”)
B) inventario y balances.
C) aquellos que corresponden a una adecuada integración de un sistema de contabilidad y que exige la
importancia y la naturaleza de las actividades a desarrollar.
D) los que en forma especial impone este Código u otras leyes
Exigencias legales sobre registros contables, en sus aspectos formales (libros y medios informáticos") y en sus
aspectos materiales (contenidos).

Requisitos legales del sistema contable: Libros (Art. 323)


ARTÍCULO 323. Libros El interesado debe llevar su contabilidad mediante la utilización de libros y debe
presentarlos, debidamente encuadernados, para su individualización en el Registro Público correspondiente.
Tal individualización consiste en anotar, en el primer folio, nota fechada y firmada de su destino, del número de
ejemplar, del nombre de su titular y del número de folios que contiene. El Registro debe llevar una nómina
alfabética, de consulta pública, de las personas que solicitan rubricación de libros o autorización para llevar los
registros contables de otra forma, de la que surgen los libros que les fueron rubricados y, en su caso, de las
autorizaciones que se les confieren.
❖ Debe presentar un "cuadro verídico" de las actividades y de los actos que deben registrarse.
❖ Debe permitirse la individualización de las operaciones y de las cuentas acreedoras y deudoras.
❖ Debe también permitir al cierre de cada ejercicio económico anual determinar:
—La situación patrimonial.
—La evolución de tal situación.
—Los resultados (ganancias y pérdidas).
❖ Los asientos deben respaldarse con la documentación respectiva.
❖ La documentación debe archivarse en forma metódica y permitir su localización y consulta.
❖ Debe conservarse por diez años desde la fecha de cada comprobante. (ver art. 328 para cada libro)
❖ Los registros contables pueden ser en papel (libros), o en soportes informáticos si se cumplen las
condiciones de autorización del art. 329. (Este art. habla de la sustitución de uno o más libros, -excepto
el de Inventarios y Balances- por otros medios mecánicos, magnéticos o electrónicos. Necesitan
autorización previa del Registro Público.
Formalidades extrínsecas e intrínsecas.
Las formalidades extrínsecas de los libros papel son:
—Estar encuadernados.
—Estar individualizados (o rubricados) por el Registro Público correspondiente.
Las formalidades intrínsecas son:
—Estar por orden, sin alteraciones, llevados en forma cronológica y actualizada.
—Estar en idioma nacional.
—Ser llevados en moneda nacional.
—Estar completos, sin blancos que permitan intercalaciones o adiciones.
—Estar sin interlineados, raspaduras, enmiendas ni tachaduras, debiendo salvarse las equivocaciones y
omisiones mediante un nuevo asiento a la fecha en que se detecten ("contra-asiento").
—No estar mutilados, con hojas arrancadas o alterados en la encuadernación o foliatura.
—No presentar ninguna circunstancia que afecte la inalterabilidad de las registraciones.
—Deben conservarse por diez años desde el último asiento, en su caso por los herederos.
ARTÍCULO 324. Prohibiciones.
Se prohíbe:
a. alterar el orden en que los asientos deben ser hechos;
b. dejar blancos que puedan utilizarse para intercalaciones o adiciones entre los asientos;
c. interlinear, raspar, emendar o tachar. Todas las equivocaciones y omisiones deben salvarse
mediante un nuevo asiento hecho en la fecha en que se advierta la omisión o el error;
d. mutilar parte alguna del libro, arrancar hojas o alterar la encuadernación o foliatura;
e. cualquier otra circunstancia que afecte la inalterabilidad de las registraciones.
Análisis:
❖ Cronología
Los registros contables deben asentarse cronológicamente. Se trata de un requisito indispensable para que la
contabilidad sea seria y ordenada. Es factible que se lleve durante períodos de tiempo (semanal, mensual, anual,
etc.) y no necesariamente en forma diaria.
❖ Actualización
La contabilidad debe ser actual y no deben existir atrasos importantes en la registración de las operaciones.
❖ Ausencia de alteraciones
Este requisito se vincula con lo dispuesto en el art. 324 CCyC. En caso de existir una omisión, debe ser
debidamente salvada.
❖ Idioma y moneda nacional
El recaudo no merece reparos. En caso de llevarse a cabo operaciones en moneda extranjera, debe efectuarse
el asiento en moneda nacional, aunque pueda hacerse mención a la existencia de obligaciones en aquella
moneda.
❖ Permanencia de los libros
Se reitera el deber de que los libros y registros permanezcan en el domicilio de su titular, cuestión que facilita
la labor de los organismos de control.

La contabilidad informática y la documentación digital.


El art. 329 permite al titular solicitar autorización al Registro Público para:
—Sustituir uno o más libros, salvo el de inventario y balance, por ordenadores u otros medios mecánicos,
magnéticos o electrónicos que permitan individualización y verificación.
—Conservar la documentación en microfilm, discos ópticos u otros medios aptos.
Para ser autorizados los medios alternativos deben ser equivalentes, en cuanto a su inviolabilidad, verosimilitud
y completitud, al sistema que se reemplaza.

El valor probatorio de las registraciones.


Art. 330: Eficacia probatoria.
La contabilidad obligada o voluntaria llevada en la forma y con los requisitos prescriptos, debe ser
admitida en juicio como medio de prueba.
Sus registros prueban contra quien la lleva o sus sucesores, aunque no estuvieran en forma, sin
admitírseles prueba en contrario. El adversario no puede aceptar los asientos que le son favorables y desechar
los que le perjudican, sino que habiendo adoptado este medio de prueba, debe estarse a las resueltas
combinadas que presenten todos los registros relativos al punto cuestionado.
La contabilidad, obligada o voluntaria, prueba en favor de quien la lleva, cuando en litigio contra otro
sujeto que tiene contabilidad, obligada o voluntaria, éste no presenta registros contrarios incorporados en una
contabilidad regular.
Sin embargo, el juez tiene en tal caso la facultad de apreciar esa prueba, y de exigir, si lo considera
necesario, otra supletoria.
Cuando resulta prueba contradictoria de los registros de las partes que litigan, y unos y otros se hallan
con todas las formalidades necesarias y sin vicio alguno, el juez debe prescindir de este medio de prueba y
proceder por los méritos de las demás probanzas que se presentan. Si se trata de litigio contra quien no está
obligado a llevar contabilidad, ni la lleva voluntariamente, ésta sólo sirve como principio de prueba de acuerdo
con las circunstancias del caso. La prueba que resulta de la contabilidad es indivisible.

En este artículo se mantiene la tradición mercantilista, ya que los libros llevados son admitidos en juicio
como medios de prueba entre los comerciantes y para acreditar asuntos relativos a la empresa. Hay unanimidad
en aceptar, desde una óptica estrictamente procesal, que son pruebas documentales, por lo que deben ser
ofrecidos como prueba —en principio, en oportunidad de promover la demanda, la reconvención o sus
contestaciones—
Exhibición total y parcial de los libros del comerciante.
La exhibición total procede en casos determinados taxativamente. Los casos en que corresponde la
exhibición total dentro de un proceso están, en principio, enumerados en el artículo 71: juicios de sucesión,
comunión, quiebra, sociedad y de administración o gestión mercantil por cuenta ajena.
Fuera del proceso, ante ciertos organismos públicos como la Dirección General Impositiva. La exhibición
parcial en cualquier juicio, como medio de prueba entre comerciantes en una contienda relacionada a un
negocio mercantil. Los libros se muestran siempre al juez, porque éste debe resolver la contienda con la prueba
que ellos producen. Los libros constituyen un medio de prueba y la exhibición es el mecanismo para su
producción.
Libros de terceros y su exhibición.
La ley nada dice sobre la prueba sobre libros de terceros, pero debe entenderse vigente el criterio que en caso
de negativa de éste, el mismo puede ser obligado solo si se acreditan vínculos o negociaciones con alguna de
las partes del litigio.
Inventario y balances. Su relación.
Con el nacimiento de la actividad debe formularse un inventario –que consiste en la descripción detallada de
los bienes y derechos con los que se inicia el negocio– y luego, al momento del cierre de cada ejercicio, se
copiarán los estados contables confeccionados que reflejen detalladamente el patrimonio del ente y la
actualización del inventario –ya sea por la variación de su composición o de las valuaciones de los conceptos
registrados. Es decir, al cierre del ejercicio deben volcarse: 1. El inventario, conteniendo el detalle de cada rubro
del activo y pasivo; Los estados contables que contengan al menos: un estado de situación patrimonial (balance)
y un estado de resultados (ganancias y pérdidas). El Libro de Inventario y Balance es importante tanto en lo
Legal como Económico ya que nos ayuda a llevar un control detallado de los Activos y Pasivos de la empresa,
legalmente nos ayuda a justificar los hechos como elemento prueba en cualquier problema como evasión de
impuestos.

TEMA
LA EMPRESA
LA EMPRESA, Es un conjunto de elementos humanos y materiales destinados a la producción
de bienes y servicios. Este es un concepto económico.

EMPRESARIO: Es el titular de una empresa entendiendo por tal la actividad organizada de los
factores de la producción para producir bienes y servicios destinados al mercado.
El empresario explota una empresa sin exigírsele que posea un establecimiento. Es el centro de una
serie de contratos
Existen otras teorías que definen el término empresa.
TEORÍAS:
❖ Concepto de Rosela Pont: La empresa es un conjunto organizado de elementos (Capital –
Trabajo) destinado a la producción o a la mediación de bienes y servicios para el mercado y
objeto de negocios jurídicos.
❖ Concepto según la ley laboral: La define como una organización instrumental de medios
personales, inmateriales y materiales ordenado bajo una dirección, destinados para el logro de
fines económicos.
❖ Concepto de Santini: Sostiene que empresa es el denominador común que se emplea para
definir una realidad que presenta puntos de contactos solamente en el plano material. El
empresario coordina los elementos de la producción para realizar y obtener el lucro previsto.
❖ Fallo plenario de la Cámara Comercial: La empresa es una organización de bienes y servicios
destinados a la producción de bienes y servicios con fin económico.
****- TEORÍA UNITARIA O SUBJETIVA: Tuvo su auge en los Estados Totalitarios. Son las que
conciben como una unidad integral que sustituye a la individualidad o diversidad de elementos que la
integran. La empresa sería el titular de los derechos y obligaciones. Y su propietario (el empresario)
sería el primero de sus servidores. La empresa sería el sujeto y el empresario el objeto.
Críticas:
Es objeto de críticas porque es la empresa o la hacienda la que en realidad está a disposición o
servicio de su titular y no puede ser que coexistan relaciones jurídicas en las cuales el objeto se tiene a
sí mismo por sujeto. Si una de las empresas va en quiebra, los acreedores sólo pueden cobrarse de esa
empresa.
****- Teoría de la Empresa como patrimonio separado o de afectación – La empresa como
patrimonio: Transporta la unidad jurídica desde el terreno de la persona al patrimonio. Esta teoría
considera al patrimonio de la empresa como autónomo, como un ente distinto por su fin y por su
destino, con una administración a cargo del empresario y vinculado a las obligaciones asumidas por
su causa. El empresario sería el primero de sus servidores.
Críticas:
Mientras que la ley no reconozca un privilegio de preferencia a los acreedores de la empresa y
una limitación de responsabilidad para sus titulares, no es posible hablar de autonomía del
patrimonio afectado.

TEORÍA DE LA EMPRESA COMO INSTITUCIÓN: Esta teoría sostiene que la empresa está
dotada de una organización permanente considerada en sus elementos materiales que permanecen
intactos a pesar del cambio de empresario.

***-TEORÍA OBJETIVA – LA EMPRESA COMO UNIVERSALIDAD: Definida como un


conjunto de bienes considerados como formando un todo se ha señalado que constituye una unidad
abstracta con un conjunto no tanto por su universalidad material y física sino por su valor pecuniario.
Se crean entre los componentes singulares una unidad, una entidad económica, donde los
componentes pierden su particular importancia mientras la adquiere el conjunto.

- TEORÍA ATOMISTA: Esta teoría es una concepción negativa. Sostiene que no hay en el
establecimiento comercial ninguna realidad unitaria sino que se trata de elementos yuxtapuestos que
no pierden su individualidad y que se rigen por las leyes que le son propias.

ELEMENTOS QUE COMPONEN LA EMPRESA

ELEMENTOS:
A) personales; por ejemplo los propietarios, los jefes o directivos, el personal.
B) Materiales; por ejemplo las instalaciones, maquinarias y mobiliarios de toda clase,
herramientas y mercadería elaborada o a elaborar
C) Inmateriales; por ejemplo la propiedad industrial, artística y literaria (nombres, marcas de
fábrica y patentes de invención), la propiedad comercial o el derecho al local, la llave o
aviamiento y la clientela.
EL VALOR LLAVE: Es un bien inmaterial que tiene una especial particularidad: a diferencia de
otros bienes no es transferible con independencia del conjunto de bienes que forman el fondo de
comercio.

TEMA
TRANSFERENCIA DEL FONDO DE COMERCIO
LEY 11867
TRANSFERENCIA DE FONDO DE COMERCIO – LEY 11867
El fondo de comercio es "el conjunto de bienes materiales e inmateriales organizados
por el empresario para el ejercicio de su actividad”.

Esta ley se creó para salvaguardar los derechos de los acreedores. La idea es transferir el fondo de
comercio funcionando. Se puede realizar de forma fraccionada.

ARTÍCULO 1
Declárase elementos constitutivos de un establecimiento comercial o fondo de comercio, a los efectos de su
transmisión por cualquier título: las instalaciones, existencias en mercaderías, nombre y enseña comercial, la
clientela, el derecho al local, las patentes de invención, las marcas de fábrica, los dibujos y modelos industriales,
las distinciones honoríficas y todos los demás derechos derivados de la propiedad comercial e industrial o
artística.
ARTÍCULO 2
Toda transmisión por venta o cualquier otro título oneroso o gratuito de un establecimiento comercial o
industrial, bien se trate de enajenación directa y privada, o en público remate, sólo podrá efectuarse válidamente
con relación a terceros, previo anuncio durante cinco días en el Boletín Oficial de la Capital Federal o provincia
respectiva y en uno o más diarios o periódicos del lugar en que funcione el establecimiento, debiendo indicarse
la clase y ubicación del negocio, nombre y domicilio del vendedor y del comprador, y en caso que interviniesen,
el del rematador y el del escribano con cuya actuación se realizará el acto.
ARTÍCULO 3
El enajenante entregará en todos los casos al presunto adquirente una nota firmada, enunciativa de los créditos
adeudados, con nombres y domicilios de los acreedores, monto de los créditos y fechas de vencimientos si las
hay, créditos por los que se podrá solicitar de inmediato las medidas autorizadas por el artículo 4º, a pesar de los
plazos a que puedan estar subordinados, salvo el caso de la conformidad de los acreedores en la negociación.

ARTÍCULO 4
El documento de transmisión sólo podrá firmarse después de transcurridos diez días desde la última
publicación, y hasta ese momento, los acreedores afectados por la transferencia, podrán notificar su oposición al
comprador en el domicilio denunciado en la publicación, o al rematador o escribano que intervengan en el acto
reclamando la retención del importe de sus respectivos créditos y el depósito, en cuenta especial en el Banco
correspondiente, de las sumas necesarias para el pago.
Este derecho podrá ser ejercitado tanto por los acreedores reconocidos en la nota a que se refiere el artículo
anterior, como por los omitidos en ella que presentaren los títulos de sus créditos o acreditaren la existencia de
ellos por asientos hechos en los libros llevados con arreglo a las prescripciones del Código de Comercio. Pasado
el término señalado por el artículo 5º, sin efectuarse embargo, las sumas depositadas podrán ser retiradas por el
depositante.
ARTÍCULO 5
El comprador, rematador o escribano deberán efectuar esa retención y el depósito y mantenerla por el término
de veinte días, a fin de que los presuntos acreedores puedan obtener el embargo judicial.
ARTÍCULO 6
En los casos en que el crédito del oponente fuera cuestionable, el anterior propietario podrá pedir al juez que se
le autorice para recibir el precio del adquirente, ofreciendo caución bastante para responder a ese o esos
créditos.
ARTÍCULO 7
Transcurrido el plazo que señala el artículo 4º, sin mediar oposición, o cumpliéndose, si se hubiera producido, la
disposición del artículo 5º, podrá otorgarse válidamente el documento de venta, el que, para producir efecto con
relación a terceros, deberá extenderse por escrito e inscribirse dentro de diez días en el Registro Público de
Comercio o en un registro especial creado al efecto.
ARTÍCULO 8
No podrá efectuarse ninguna enajenación de un establecimiento comercial o industrial por un precio inferior al
de los créditos constitutivos del pasivo confesado por el vendedor, más el importe de los créditos no confesados
por el vendedor, pero cuyos titulares hubieran hecho la oposición autorizada por el artículo 4º, salvo el caso de
conformidad de la totalidad de los acreedores.
Estos créditos deben proceder de mercaderías u otros efectos suministrados al negocio o de los gastos generales
del mismo.
ARTÍCULO 9
A los efectos determinados en el artículo anterior, se presumen simuladas juris et de jure las entregas que
aparezcan efectuadas a cuenta o como seña que hubiere hecho el comprador al vendedor y en tanto cuanto ellas
puedan perjudicar a los acreedores.
ARTÍCULO 10
En los casos en que la enajenación se realice bajo la forma de ventas en block o fraccionadas de las existencias,
en remate público, el martillero deberá levantar previamente inventario y anunciar el remate en la forma
establecida por el artículo 2º, ajustándose a las obligaciones señaladas en los artículos 4º y 5º en el caso de
notificársele oposición.
En caso de que el producto del remate no alcance a cubrir la suma a retener, el rematador depositará en el Banco
destinado a recibir los depósitos judiciales, en cuenta especial, el producto total de la subasta, previa deducción
de la comisión y gastos, que no podrán exceder del 15% de ese producto.
Si habiendo oposición, el rematador hiciera pagos o entregas al vendedor, quedará obligado solidariamente con
éste respecto de los acreedores, hasta el importe de las sumas que hubiera aplicado a tales objetos.
ARTÍCULO 11
Las omisiones o transgresiones a lo establecido en esta ley, harán responsables solidariamente al comprador,
vendedor, martillero o escribano que las hubieran cometido, por el importe de los créditos que resulten impagos,
como consecuencia de aquéllas y hasta el monto del precio de lo vendido.
ARTÍCULO 12
El Registro Público de Comercio o el especial que se organice, llevará los libros correspondientes para la
inscripción de las transmisiones de establecimientos comerciales e industriales, cobrando a ese efecto los
derechos que determinen las leyes de impuestos.
ANALISIS DE LA LEY:
En el ART. 1º de la ley define cuáles son los elementos constitutivos de un fondo de comercio sujetos a
transmisión por cualquier título (oneroso o gratuito). Allí se mencionan las instalaciones, existencias
en mercaderías, nombres y enseña comercial, la clientela, el derecho al local, las patentes de
invención, las marcas de fábrica, los dibujos y modelos industriales, las distinciones honoríficas y
todos los demás derechos derivados de la propiedad comercial e industrial o artística.

La doctrina clasifica a los elementos en:


• Materiales e inmateriales
• Estáticos y dinámicos

Mercaderías: Terminadas y listas para la venta, Materias primas, Productos semielaborados.


Cuando se define la venta se va a realizar un inventario donde se colocará la mercadería. El vendedor
deberá respetar ese inventario hasta la entrega definitiva.
Instalaciones: También se transfiere el nombre comercial (no el nombre o rezón social) ---- Son logos,
emblemas.

Patentes de invención y los certificados de modelo de utilidad: Los primeros son títulos que va a
obtener por inventar algo, los segundos son modificaciones que se van a hacer en los inventos.
La patentes de invención rigen por 20 años, luego pasan al dominio público.
Los certificados de modelo de utilidad rigen por 10 años, luego pasan al dominio público.

Las marcas, los premios y las condecoraciones se pueden transferir.

CLIENTELA: Es la posibilidad de adquisición de adquisición que tiene un comercio en determinada


zona.
Se puede transferir, pero NO es seguro. Porque esto va a depender del nuevo comerciante.

VALOR LLAVE: Es la expectativa de ganancia que tiene el vendedor en un futuro, las utilidades a
futuro.

Elementos que la integran:


• Clientela,
• La ubicación del negocio,
• El producto que elabora y la materia prima con la que lo elaboro,
• La atención del comerciante,
• Los empleados que se van a tomar

Los empleados integran el fondo de comercio? No, no lo integran. Pero sí se puede pactar la
continuidad del empleo. Pero no cobrarlo en el valor llave. En el fondo de comercio tampoco integran
las deudas y los créditos.
Es necesario que el vendedor no continúe con esa actividad comercial dentro de ese rubro y si
continua con ese rubro no puede hacerlo dentro del radio de ese fondo de comercio.
Las sucursales no son fondos de comercio.

ART 2° REQUISITOS DE LA TRANSFERENCIA LEY 11867

El vendedor va a tener que publicar en el Boletín Oficial y en uno o más diarios de la zona
donde funciona el comercio por 5 días.
ARTICULO 2º-Toda transmisión por venta o cualquier otro título oneroso o gratuito de un
establecimiento comercial o industrial, bien se trate de enajenación directa y privada, o en público
remate, sólo podrá efectuarse válidamente con relación a terceros, previo anuncio durante cinco días
en el Boletín Oficial de la Capital Federal o provincia respectiva y en uno o más diarios o periódicos
del lugar en que funcione el establecimiento, debiendo indicarse la clase y ubicación del negocio,
nombre y domicilio del vendedor y del comprador, y en caso que interviniesen, el del rematador y el
del escribano con cuya actuación se realizará el acto.

-------- REQUISITOS PARA LA PUBLICACIÓN---------


• Clase y ubicación del negocio,
• Nombre y domicilio del vendedor,
• Nombre y domicilio del comprador,
En caso de que intervengan, el nombre y domicilio del rematador y del escribano interviniente.

Si faltan algunos de los requisitos el edicto será nulo y se cae toda la transferencia.
Pasados los 5 días de la última publicación por edictos y dentro de los 10 días posteriores se podrá
hacer el boleto de transferencia. En este último plazo los acreedores van a tener derecho de presentar
sus oposiciones al pago.

ARTICULO 4°-El documento de transmisión sólo podrá firmarse después de transcurridos diez días
desde la última publicación, y hasta ese momento, los acreedores afectados por la transferencia,
podrán notificar su oposición al comprador en el domicilio denunciado en la publicación, o al
rematador o escribano que intervengan en el acto reclamando la retención del importe de sus
respectivos créditos y el depósito, en cuenta especial en el Banco correspondiente, de las sumas
necesarias para el pago.

Además el vendedor deberá entregarle al comprador una lista con todos sus acreedores reconocidos
por él y si es posible, indicando el monto y el plazo de vencimiento de las deudas.
Estos acreedores que se encuentran en este listado no deberán demostrar sus créditos, porque éstos
ya se encuentran reconocidos. Si se presentan otros acreedores que no están en esa lista deberán
demostrar sus créditos.
Todos los acreedores tienen derecho a presentarse y oponerse al pago. Para esto también es la
finalidad del edicto.

Pasados los 10 días puede pasar que haya oposiciones o que no las haya:
• Si no las hay se realiza la transferencia
• Si las hay------ Dependiendo de a quien se le hizo la oposición (Comprador, rematador o
escribano) se deberá retenerle el importe de la misma y depositarlo en una cuenta bancaria.
Este monto queda allí depositado por un plazo de 20 días. En ese plazo los acreedores deberán
presentarse a la justicia y conseguir embargo sobre esos montos. El embargo es a los fines de
cobrar la deuda. Si no se consigue el embargo, el banco devuelve la plata y no se puede cobrar.

Pasados los 20 días y conseguido el embargo, esa plata retenida en el banco se liberara a los
acreedores por el monto reconocido.
El sobrante de plata quedará ahí retenida hasta en tanto el o los acreedor/es no reconocidos que se
hayan opuesto puedan demostrar si su crédito es cierto o no. El saldo restante se va a liberar.

Luego de las oposiciones o en caso de que no las hubiera se otorgará válidamente el documento de
venta, el que, para producir efecto con relación a terceros, deberá extenderse por escrito e inscribirse
dentro de diez días en el Registro Público de Comercio.

No se puede transferir un fondo de comercio por un valor inferior al PASIVO

PASIVO = Todos los acreedores reconocidos


+
Los acreedores no reconocidos que se opusieron al pago

Excepción: Cuando todos los acreedores de ese PASIVO por unanimidad acepten transferir por un
valor inferior.

ART 10° 1era parte: Se vende fondo de comercio en remate y de forma fraccionada -----
Generalmente el valor va a ser inferior al real e incluso a veces inferior al pasivo.
El martillero que interviene en la subasta va a verificar que se cumplan los pasos que establece esta
ley. Verificado esto, Si hay oposiciones el martillero deberá retener el importe de las retenciones. Si
habiendo oposiciones, libera todo el fondo, es decir le da la plata al vendedor, el martillero será
solidariamente responsable con el vendedor por los montos que liberó.
Ante cualquier incumplimiento u omisión en la transferencia de acuerdo a esta ley, cualquiera de las
partes que haya cometido la omisión (vendedor, comprador, martillero o escribano) van a ser
solidariamente responsables por el pasivo que haya quedado impago como consecuencia de estas
omisiones en el cumplimiento y hasta el monto de lo vendido. Son solidariamente responsables por
los pasivos impagos y hasta el monto de lo vendido.

Rendición de cuentas
ARTÍCULO 858. Definiciones
Se entiende por cuenta la descripción de los antecedentes, hechos y resultados
pecuniarios de un negocio, aunque consista en un acto singular.
Hay rendición de cuentas cuando se las pone en conocimiento de la persona interesada,
conforme a lo dispuesto en los artículos siguientes.

ANALISIS:
La norma aquí regulada se vincula con los arts. 68 a 74 CCom., y con lo establecido en los arts.
116 CCyC —rendición de cuentas del tutor—, 130 y 132 CCyC —rendición de cuentas en la tutela—,
1334 CCyC —rendición de cuentas por el mandatario—, 1550 CCyC —rendición de cuentas tutores y
curadores—, 2355 CCyC —rendición de cuentas del administrador de la herencia—, entre otros. Como
así también, con los arts. 655 a 657 CPCCN.
CUENTA: Es decir que la cuenta contiene la información documentada de las circunstancias de una
actividad determinada y/o de un negocio. Dicha información documentada permitirá al sujeto en
cuestión confeccionar los estados contables con base en esta documentación respaldatoria.
La rendición de cuentas es la demostración ordenada, sistematizada y documentada, a
través de la cual se cumple el deber legal de informar a otro, las operaciones, procedimientos y
resultado de un negocio.
Desde el punto de vista jurídico la rendición de cuentas permite demostrar,
mediante la documentación respaldatoria, las negociaciones efectuadas y su resultado.
Se destaca que la “rendición de cuentas” y “cuentas”, si bien son cercanas, no
deben ser confundidas por cuanto la rendición de cuentas es un deber de poner en
conocimiento del dueño del negocio los resultados y circunstancias en que el negocio se
ha realizado, mientras que las cuentas son la forma ordinaria en que se cumple con esa
obligación.

El proceso de rendición de cuentas: En la mayoría de los casos, el desarrollo normal de la


relación existente entre las partes debería concluir con una rendición de cuentas privada o
extrajudicial. Las diferencias entre las partes respecto de la existencia de la obligación o de la forma
de su cumplimiento pueden derivar en este tipo de proceso.

ARTÍCULO 859. Requisitos La rendición de cuentas debe:


A) ser hecha de modo descriptivo y documentado;
B) incluir las referencias y explicaciones razonablemente necesarias para su comprensión;
C) acompañar los comprobantes de los ingresos y de los egresos, excepto que sea de uso no extenderlos;
D) concordar con los libros que lleve quien las rinda
ANÁLISIS:
Si bien es un acto formal no es un requisito la observancia de fórmulas sacramentales ni debe
ser exigida con rigurosidad. Debe describir la operatoria, el procedimiento seguido y los resultados
obtenidos del negocio respectivo. Dicha descripción debe encontrarse documentada, detallada y
sistematizada, de modo tal que el sujeto pasivo pueda comprobar el cumplimiento de las obligaciones
a su cargo.
La rendición debe ser integral y permitir al destinatario examinarla y cotejarla con amplitud
teniendo como punto de partida cada uno de los asientos y la comprobación de los documentos que
los respalden.
El acreedor puede contradecir la presentación efectuada por el obligado siempre que funde sus
observaciones con base a estos mismos parámetros. Es decir, fundadamente, con precisión y respaldo
documental, tal como es exigible a los fines de su rendición. En este orden de ideas, el acreedor no
puede basar el rechazo a las cuentas rendidas en un simple desconocimiento o impugnación.

ARTÍCULO 860. Obligación de rendir cuentas Están obligados a rendir cuentas, excepto renuncia expresa del
interesado:
A) quien actúa en interés ajeno, aunque sea en nombre propio;
B) quienes son parte en relaciones de ejecución continuada, cuando la rendición es apropiada a la
naturaleza del negocio;
C) quien debe hacerlo por disposición legal. La rendición de cuentas puede ser privada, excepto si la ley
dispone que debe ser realizada ante un juez

ARTÍCULO 861. Oportunidad Las cuentas deben ser rendidas en la oportunidad en que estipulan las partes, o
dispone la ley. En su defecto, la rendición de cuentas debe ser hecha:
A) al concluir el negocio;
B) si el negocio es de ejecución continuada, también al concluir cada uno de los períodos o al final de
cada año calendario

ARTÍCULO 862. Aprobación La rendición de cuentas puede ser aprobada expresa o tácitamente.
❖ Hay aprobación tácita si no es observada en el plazo convenido o dispuesto por la ley o, en su defecto,
en el de treinta días de presentadas en debida forma. Sin embargo, puede ser observada por errores
de cálculo o de registración dentro del plazo de caducidad de un año de recibida.
En punto a la aceptación, esta puede ser tácita o expresa.
La aceptación tácita es una presunción legal que admite prueba en contrario. Al
recibir el mandante o dueño del negocio la cuenta, y dejar transcurrir el plazo convenido o legal —o,
en su defecto, los treinta días— sin hacer observaciones se presume su aceptación pero esta
presunción es iuris tantum, admite prueba en contrario, debiendo también probarse que ha
existido alguna imposibilidad concreta para impugnar judicial o extrajudicialmente en
el término legal.

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