Todos Los Temas Juntos
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1. La decisión en comentario.
En fecha reciente, 28/10/14, la Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal
decidió una cuestión recurrente en relación al ámbito sancionatorio de Ley de Defensa del
Consumidor (LDC), que ha motivado innumerables precedentes de tribunales localizados en todo el
territorio nacional.
El pronunciamiento aludido, que aquí comentamos, confirmó la sanción de multa
($ 150.000.-) impuesta al Citibank N.A. por la Dirección Nacional de Comercio Interior (D.N.C.I.),
que, en aplicación de las funciones que le son inherentes, estimó infringido el art. 7 de la ley 24.240 y
el mismo precepto de la reglamentación prevista por el Decreto 1798/94.
En concreto, la transgresión consistió en que en la publicidad aparecida en el diario La Nación,
de fecha 19 de diciembre de 2010, la firma Citibank N.A. consignó, entre otras, las frases “…Citigold
Nigths 21 de Diciembre…Costo por persona $ 170…Cupos limitados…”, sin indicar la cantidad de
lugares con los que la firma contaba para cubrir la oferta, información que no puede estimarse
cumplida con la mención relativa a la existencia de cupos limitados, ni por haberse publicado un
número telefónico en el que se podía consultar la disponibilidad y hacer las reservas, que fueron los
argumentos básicos de la defensa. Señaló el tribunal que en esta materia la sola verificación de la
omisión de la conducta impuesta —según una apreciación objetiva— es motivo suficiente para hacer
nacer la responsabilidad por la violación de las normas invocadas en la causa y que tampoco se
requiere un daño concreto.
Como punto de partida del análisis del caso se debe recordar que el artículo 42 de la
Constitución Nacional establece que los consumidores y usuarios de bienes y servicios
tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e
intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección,
y a condiciones de trato equitativo y digno.
Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para
el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los
mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y
eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de
consumidores y de usuarios. La legislación establecerá procedimientos eficaces para
la prevención y solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios
públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las
asociaciones de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas, en los
organismos de control.
No puede dejar de tomarse en debida consideración la relevancia que el texto constitucional
asigna a la información en la relación de consumo, elevándola al rango de expreso derecho del
consumidor que, por consiguiente, es oponible en todos aquellos vínculos jurídicos de esa naturaleza
a su correspectivo contratante, quien está obligado a observar una conducta acorde con esa exigencia.
Esa información debe ser adecuada y veraz. La precisión de la cláusula constitucional no permite
dudar de los alcances que le asignó el constituyente de 1994, en orden a la actitud que es esperable en
el proveedor de bienes o servicios como profesional que es y que se vincula directamente con el
proceso de elección y toma de decisiones. Si se lo quiere expresar de modo diverso, podría ponerse el
acento en la relación que existe entre conocimiento suficiente y prestación del consentimiento en la
relación de consumo.
Pero también cabe detenerse en los otros derechos de los consumidores mencionados en dicho
art. 42 -que presentan similar intensidad y que, por lo tanto, no admiten que se establezca un orden
de prelación en relación a ellos- en especial, en lo que en esta materia adquiere preponderancia para
el comentario emprendido, la protección de la salud, seguridad e intereses económicos y la libertad de
elección de los consumidores, que guardan entre sí una relación tan estrecha que sólo muy
dificultosamente pueden ser considerados separadamente. No es aventurado suponer que constituyen
un único bloque en el que cada garantía prevista en favor de los consumidores o usuarios funciona
como antecedente y justificación de las demás. La interpretación no puede, entonces, prescindir de
esta concepción unitaria de los derechos que confiere el art. 42 CN.
La identificación que se dio a este apartado implicó haber tomado previamente una postura
definida que exigirá una demostración. En efecto, es posible aseverar que, con base en la regla
constitucional, la ley reglamentaria ha estructurado un sistema de información en beneficio del
consumidor que tiene muy amplios alcances, pues refiere no sólo a aquellos aspectos que el
consumidor debe conocer para decidir si establece o no el vínculo de consumo , sino también a los
requerimientos que debe cumplir la oferta hecha pública y su eficacia vinculante, y a las mismas
modalidades que permiten a consumidores y usuarios el acceso al conocimiento de lo que es ofrecido,
es decir, los medios empleados para formular ofrecimientos a potenciales interesados.
En paralelo, el Código de Defensa del Consumidor del Brasil, art. 6º, contempla como derechos
básicos del consumidor, entre otros ajenos al marco de este comentario, la información clara y
adecuada sobre los diferentes productos y servicios, con especificación correcta de cantidad,
características, composición, calidad y precio, así como los riesgos que puedan presentar (inc. III); y
la protección contra la publicidad engañosa y abusiva, métodos comerciales coercitivos o desleales, así
como prácticas y cláusulas abusivas o impuestas en el suministro de productos y servicios (inc. IV).
En Perú, el Código de Protección y Defensa del Consumidor (Ley 29.571), el art. IV, 7, describe
la asimetría informativa como aquella característica de la transacción comercial por la cual uno de los
agentes, el proveedor, suele tener mayor y mejor información sobre los productos y servicios que
ofrece en el mercado a los consumidores. El art, V, inc. 3, regula el principio de transparencia que
exige que en la actuación en el mercado, los proveedores generan una plena accesibilidad a la
información a los consumidores acerca de los productos o servicios que ofrecen; la información
brindada debe ser veraz y apropiada conforme al presente Código. Paralelamente, el inc. 4 contempla
el principio de corrección de la asimetría, que formula de esa manera: las normas de protección al
consumidor buscan corregir las distorsiones o malas prácticas generadas por la asimetría informativa
o la situación de desequilibrio que se presente entre los proveedores y consumidores, sea en la
contratación o en cualquier otra situación relevante, que coloquen a los segundos en una situación de
desventaja respecto de los primeros al momento de actuar en el mercado.
3.1. La información.
Según está dispuesto por el art. 4º LDC, el proveedor está obligado a suministrar al consumidor
en forma cierta, clara y detallada todo lo relacionado con las características esenciales de los bienes y
servicios que provee, y las condiciones de su comercialización. La información debe ser siempre
gratuita para el consumidor y proporcionada con claridad necesaria que permita su comprensión.
El art. 6º, a su turno, señala que las cosas y servicios, incluidos los servicios públicos
domiciliarios, cuya utilización pueda suponer un riesgo para la salud o la integridad
física de los consumidores o usuarios, deben comercializarse observando los
mecanismos, instrucciones y normas establecidas o razonables para garantizar la
seguridad de los mismos. En tales casos debe entregarse un manual en idioma nacional sobre el
uso, la instalación y mantenimiento de la cosa o servicio de que se trate y brindarle adecuado
asesoramiento. Igual obligación regirá en todos los casos en que se trate de artículos importados,
siendo los sujetos enunciados en el artículo 4 responsables del contenido de la traducción.
El Capítulo II de la LDC, integrado por estos tres preceptos, apunta a dotar al consumidor de
los Conocimientos básicos en relación con las características esenciales de lo que se le provee.
Certidumbre, claridad, detalle y gratuidad son los ejes que estructuran el ámbito de
protección mínimo de la salud, seguridad, intereses económicos y que se concretan en
la libertad de elección.
A ellos deben aditarse la inocuidad, en tanto el bien o servicio no debe
representar peligro en condiciones normales de uso, y la atenuación del riesgo, que se
concreta en la exigencia de suministrar información mucho más extensa y detallada y,
también, el asesoramiento adecuado si la utilización de la cosa o servicio puede
suponer riesgo para la salud e integridad física.
Corresponde enfocar debidamente el ámbito en el que opera este Capítulo II, para hacer lo cual
debe atenderse a que las exigencias impuestas al proveedor relacionadas con la información que se
halla obligado a proporcionar, se cumplen en la etapa conclusiva del vínculo jurídico.
Es cierto, sin embargo, que como consecuencia de la información que se le provea, en los
términos del art. 4º, el consumidor puede desistir de entablar la relación de consumo -o, si lo hizo,
disolverla-, pero parece que igualmente ello integraría el momento de la celebración (supuestos, en
principio, regulados por los arts. 5º y 6º). Es claro, no obstante lo dicho, que la verificación del
cumplimiento de los deberes informativos se produce en oportunidad ulterior, durante la ejecución,
para asignar a la relación concreta los efectos que según el ordenamiento de protección de
consumidores y usuarios corresponden. Ello, porque la satisfacción de los principios destacados más
arriba puede ser perfectamente examinada con sujeción a las particularidades que pueda presentar el
vínculo establecido. Recuérdese cuanto dispone el art. 4º del Decreto 1798/94, según el cual los
proveedores de cosas o servicios que, posteriormente a la introducción de los mismos en el mercado
de consumo, tengan conocimiento de su peligrosidad, deberán comunicar inmediatamente tal
circunstancia a las autoridades competentes y a los consumidores mediante anuncios publicitarios
suficientes.
La protección de los intereses económicos de los consumidores exige una garantía de la
adecuación e inocuidad de los productos. Se pretende que cumplan con estándares de calidad que los
hagan aptos para satisfacer la finalidad a la que están destinados. En esa línea, las Directrices de las
Naciones Unidas para la Protección del Consumidor exigen que los productos cumplan los
requisitos normales de durabilidad, utilidad y fiabilidad (art. 16).
ARTICULO 16. — Prolongación del Plazo de Garantía. El tiempo durante el cual el consumidor está privado
del uso de la cosa en garantía, por cualquier causa relacionada con su reparación, debe computarse como
prolongación del plazo de garantía legal.
La finalidad que persigue este deber de información previsto en favor del
consumidor es permitir que el consentimiento que presta al contratar por un producto
o servicio haya sido informado reflexivamente, teniendo en cuenta que en ese momento
la posición jurídica del proveedor es evidentemente privilegiada respecto de la del
consumidor por su conocimiento respecto de la materia objeto del contrato.
Asimismo, dicho deber de información, además de proteger el consentimiento del consumidor,
también recae sobre las características esenciales de la ejecución del contrato, es decir que, al adquirir
el producto o contratar el servicio, el consumidor o usuario debe ser informado sobre sus riesgos y
variaciones.
Por su parte, en los artículos 3º y 37º, segundo párrafo, de la mencionada Ley de Defensa del
Consumidor, se prevé el principio in dubio pro consumidor en la interpretación del contrato, precepto
que exige que en caso de duda las cláusulas cuestionadas sean entendidas en el sentido que ofrezca la
adecuada protección a los intereses de los usuarios y consumidores, interpretación que termina de
redondear la regulación de las exigencias informativas.
DE LOS TERMINOS ABUSIVOS Y CLAUSULAS INEFICACES
ARTICULO 37. — Interpretación. Sin perjuicio de la validez del contrato, se tendrán por no
convenidas:
a) Las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones o limiten la responsabilidad por daños;
b) Las cláusulas que importen renuncia o restricción de los derechos del consumidor o amplíen
los derechos de la otra parte;
c) Las cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga de la
prueba en perjuicio del consumidor.
La interpretación del contrato se hará en el sentido más favorable para el consumidor. Cuando
existan dudas sobre los alcances de su obligación, se estará a la que sea menos gravosa.
En caso en que el oferente viole el deber de buena fe en la etapa previa a la conclusión del
contrato o en su celebración o transgreda el deber de información o la legislación de defensa
de la competencia o de lealtad comercial, el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad
del contrato o la de una o más cláusulas. Cuando el juez declare la nulidad parcial,
simultáneamente integrará el contrato, si ello fuera necesario.
Los efectos de la publicidad se encuentran asignados por el art. 8º que, como complemento de
lo que regula el precepto que le sirve de antecedente, prevé que las precisiones formuladas en la
publicidad o en anuncios prospectos, circulares u otros medios de difusión obligan al oferente y se
tienen por incluidas en el contrato con el consumidor. En aquellos casos en que las ofertas de bienes y
servicios se realicen mediante el sistema de compras telefónicas, por catálogos o por correos,
publicados por cualquier medio de comunicación, deberá figurar el nombre, domicilio y número de
CUIT del oferente.
En los casos en que las ofertas de bienes y servicios se realicen mediante el sistema de compras
telefónicas, por catálogos o por correos, publicados por cualquier medio de comunicación, deberá figurar
el nombre, domicilio y número de CUIT del oferente.
Resulta necesario recordar que cualquiera sea el significado que se asigne al concepto de
comunicación publicitaria (presentación, publicidad o propaganda) a que se refiere la legislación
nacional (arts. 7º y 8º de la ley 24.240 y art. 9º de la ley 22.802), bien puede ser esta identificada
como toda forma de comunicación realizada en el marco de una actividad comercial, con el fin de
promover el suministro de bienes o servicios , pues su característica determinante es la de constituir
un segmento -primordial, puede señalarse- del proceso de intercambio de bienes (productos y
servicios) de consumo, con la finalidad de contribuir con el proceso de comercialización favoreciendo
la colocación de bienes en el mercado.
Hacer pública una oferta consiste en integrarla al proceso de comercialización -término que
carece de significación jurídica precisa, pero que permite comprender acabadamente el proceso
económico que describe- de bienes y servicios, pues tiene por objeto promocionar lo que se ofrece o
hacer conocer o potenciar una marca o nuevos productos. Este propósito evidente, -que suele implicar
importantísimas erogaciones para el anunciante, quien debe afrontar no sólo el diseño de una
estrategia de difusión adecuada, sino también los altos costos de publicación- no puede abstraerse de
lo que dispone el art. 37 LDC, para el caso en que el oferente viole el deber de buena fe en la etapa
previa a la conclusión del contrato o en su celebración o transgreda el deber de información o la
legislación de defensa de la competencia o de lealtad comercial, supuesto en el que el consumidor
tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o la de una o más cláusulas y, si el juez declarara la
nulidad parcial, simultáneamente deberá integrar el contrato, si ello fuera necesario. Los altos costos
se justifican en vista a los beneficios que se esperan obtener de la actividad promocional, de modo que
con frecuencia son considerados por los empresarios como inversiones cuyos resultados concretos
serán obtenidos en lapsos más o menos diferidos en el tiempo.
Como consideración de carácter general e introductorio al tema aquí tratado, puede coincidirse
en que “el derecho a la protección de los intereses económicos está estrechamente ligado a la
pretensión de calidad de los productos y servicios y a la vigencia de una auténtica justicia contractual,
así como a un sistema de compensación efectiva en materia de reparación de daños”. Equilibrio que
se alcanza dotando al consumidor, que se encuentra al contratar con herramientas informativas
desiguales en relación al profesional, de información suficiente -como expresamente lo exigía el art.
4º LDC con anterioridad a la reforma que introdujo la ley 26.361- y acorde a las circunstancias para
formar su criterio.
A lo expuesto hasta ahora pueden adicionarse otras disposiciones de la propia LDC, como el
mencionado art. 19 y de aquellas leyes que integran el marco de protección de los consumidores y
usuarios referidos en el art. 3º de la ley 24.240, que establece la integración de las disposiciones de
esa ley con las normas generales y especiales aplicables a las relaciones de consumo, en particular la
Ley Nº 25.156 de Defensa de la Competencia y la Ley Nº 22.802 de Lealtad Comercial o las que en el
futuro las reemplacen.
El art. 19 LDC obliga a quienes presten servicios de cualquier naturaleza, a respetar
los términos, plazos, condiciones, modalidades, reservas y demás circunstancias
conforme a las cuales hayan sido ofrecidos, publicitados o convenidos.
El Decreto reglamentario de dicha norma, Nº 1798/94, remite en este caso a lo que dispone el
art. 7º, es decir, permite entender configurada una articulación normativa basada en idénticos
principios.
El art. 4° de la ley 24.240 persigue la búsqueda de la voluntad real, consciente e informada del
usuario respecto de las ventajas y desventajas del bien o servicio que contratan. La razón de la norma
se halla en la necesidad de suministrar al consumidor conocimientos de los cuales legítimamente
carece, a efectos de permitirle efectuar una elección racional y fundada respecto del bien o servicio en
relación al cual pretende contratar. Ese desequilibrio en el manejo de la información acerca de datos
relevantes que podrían influir en la toma de decisiones del consumidor, que surge del propio
reconocimiento del proveedor como quien actúa profesionalmente, aun en forma ocasional (art. 2º),
que conduce a ubicar a su contraparte en una situación en la que se encuentra asistida por lo que se
ha llamado presunción de ignorancia legítima, tiene plenos -aunque no únicos- efectos en el tramo
previo a la conclusión del contrato.
En una posición sutilmente diferente se ha sostenido que las adquisiciones de cosas, bienes o
servicios para uso personal o familiar, que tienen como destino una utilización que agota la
circulación de la prestación objeto de la adquisición –como en un destino final-, dan origen a lo que
podemos denominar genéricamente como relaciones de consumo. Éstas no parecerían necesitar, en
principio, de un derecho especial al margen de las previsiones civiles o comerciales propias del
derecho de compraventa o de la prestación de que se trate; sin embargo, dado su carácter menor, esas
relaciones han evidenciado un dispar poder negociador efectivo, como consecuencia de la incidencia
del desigual poder económico, en términos reales, entre proveedores y consumidores y es así que
aparece como una constante en la descripción de estas relaciones la contraposición entre un
contrayente de situación económica dominante y un contrayente en posición de sujeción . Este
fenómeno social ha conducido a la generación de una nueva categoría de relaciones jurídicas dentro
de las cuales emerge como caracterizante el elemento personal, dado por la existencia de un sujeto
vulnerable -el consumidor- como parte típicamente débil en la relación negocial y cuya protección
resulta justificada, en la medida en que se convierte en el objetivo final y funcional de ese ius
mercatorum especial, al que se denomina derecho del consumidor.
En ese marco, resulta indudable la aplicabilidad de la LDC, en tanto norma coactiva de orden
público interno (art. 65) o norma con soluciones especiales, en aquellos supuestos en los cuales se
encuentran configurados los requisitos legalmente previstos; en otros términos, en aquellos supuestos
en que queda evidenciada una relación jurídica que tiene como causa-fin el consumo.
Es claro que en esta línea de pensamiento se confiere mayor relevancia a la dominación que
pueda ejercer el proveedor respecto del consumidor, generada a partir de los disímiles poderíos
económicos de los que entablan la relación. Sin embargo, la entidad de esa disparidad no siempre
justifica la tutela legal y, por tal motivo, se ha preferido aquí aludir a desequilibrio que debe
solucionarse.
En esta materia no es posible prescindir del art. 9º de la Ley de Lealtad
Comercial N° 22.802, que prescribe que queda prohibida la realización de cualquier
clase de presentación, de publicidad o propaganda que mediante inexactitudes u
ocultamientos pueda inducir a error, engaño o confusión respecto de las
características o propiedades, naturaleza, origen, calidad, pureza, mezcla, cantidad,
uso, precio, condiciones de comercialización o técnicas de producción de bienes
muebles, inmuebles o servicios.
Del mismo modo, es menester destacar que la LLC y su reglamentación tienen como objetivo
evitar que los consumidores, mediante indicaciones poco claras y engañosas, sean inducidos a error o
falsedad en la adquisición de productos, mercaderías, o en la contratación de servicios protegiéndose,
de este modo, el derecho de aquéllos a una información adecuada, completa y veraz, con relación al
consumo como está dispuesto en el art. 42 de la Constitución Nacional.
La Resolución Nº 789/98 de la entonces Secretaría de Industria, Comercio y Minería,
complementaria de la ley 22.802, establece que quienes publiciten bienes y/o servicios por cualquier
medio, deberán hacer constar la información exigida por las normas legales vigentes respetando las
condiciones y modalidades establecidas por la esa Resolución. Estos requisitos deberán hacerse
extensivos a toda información de cuya omisión resulte que el mensaje publicitario de que se trate,
pueda inducir a error, engaño o confusión acerca a sus destinatarios, de las características o
propiedades, naturaleza, origen, calidad, pureza, mezcla, cantidad, uso, precio, condiciones de
comercialización o técnicas de producción, de los bienes o servicios ofrecidos (art. 1º). Toda
publicidad de bienes y/o servicios difundida a través de medios gráficos, deberá indicar la
información alcanzada por el artículo anterior con caracteres tipográficos no inferiores a 2mm de
altura o, si ésta estuviera destinada a ser exhibida en la vía pública, el 2% de la altura de la pieza
publicitaria. La misma deberá tener un sentido de escritura idéntico y contraste de colores
equivalente al de la mención del bien o servicio ofrecido y tipo de letra fácilmente legible (art. 2º).
Toda publicidad de bienes y/o servicios difundida a través de medios televisivos o cinematográficos,
deberá indicar la información alcanzada por el artículo 1° de la presente con caracteres tipográficos de
altura igual o mayor al 2% de la pantalla utilizada en el respectivo mensaje publicitario. Los caracteres
serán exhibidos con un tipo de letra fácilmente legible, un contraste de colores equivalente al de la
mención del bien o servicio ofrecido y tendrán una permanencia continuada en pantalla no inferior a
tres segundos (art. 3º). El cumplimiento de los requisitos establecidos por la presente Resolución no
eximirá a sus responsables de las exigencias establecidas por otras normas legales sobre la materia
(art. 4º).
Más allá de la preocupación demostrada en proporcionar al consumidor o usuario una
información eficaz, lo cierto es que, frente a los evidentes intereses sectoriales que han prevalecido, la
regulación no parece convincente. En efecto, la regularidad del mensaje publicitario de modo que no
provoque inducción a confusión, error o engaño asentada en dudosas condiciones de legilibilidad o
una menguada permanencia en pantalla, si se cumplen efectivamente, no siempre alcanza para
dispensar una tutela adecuada.
Algunos ordenamientos extranjeros, a diferencia de la ley 24.240 que debe ser complementada
con otras regulaciones en su mayoría parciales, contemplan disposiciones generales que
específicamente regulan el contenido válido de la publicidad, apreciada en su faz informativa.
En Brasil, como ya se señaló, toda información o publicidad, suficientemente precisa,
transmitida por cualquier forma o medio de comunicación con relación a productos y servicios
ofrecidos o presentados obliga al proveedor que la haya transmitido o que de ella se utilice, pasando a
integrar el contrato que venga a ser celebrado (art. 30).
El art. 36 establece que la publicidad será transmitida de manera que el consumidor pueda
reconocerla como tal, fácil e inmediatamente. El proveedor, en la publicidad de sus productos o
servicios, mantendrá en su poder, para información de los legítimos interesados, los datos fácticos,
técnicos y científicos que sustentan el mensaje. El art. 37 prohíbe toda publicidad engañosa o abusiva.
Definiendo en el parágrafo 1, que es engañosa cualquier modalidad de información o comunicación de
carácter publicitario, entera o parcialmente falsa o que por cualquier otro modo, aunque por omisión,
pueda inducir al consumidor en error cuanto a la naturaleza, características, calidad, cantidad,
propiedades, origen, precio y otros datos sobre los productos y servicios. En el parágrafo 2, señala que
es abusiva entre otras, la publicidad discriminatoria de cualquier naturaleza que incite a la violencia,
explote el miedo o superstición, se aproveche de la deficiencia de razonamiento y experiencia de los
niños, infrinja valores ambientales, o que pueda inducir al consumidor a comportarse de manera
perjudicial o peligrosa para su salud o seguridad, y el parágrafo 3 establece que, para los efectos del
Código, la publicidad es engañosa por omisión cuando rescinda de informar sobre un dato esencial
acerca del producto o servicio. Finalmente, la carga probatoria de la veracidad y corrección de la
información o comunicación publicitaria es responsabilidad de quien la patrocina (art. 38).
También en México la Ley Federal de Protección al Consumidor dispone que la información o
publicidad relativa a bienes, productos o servicios que se difundan por cualquier medio o forma,
deberán ser veraces, comprobables y exentos de textos, diálogos, sonidos, imágenes, marcas,
denominaciones de origen y otras descripciones que induzcan o puedan inducir a error o confusión
por engañosas o abusivas. Para los efectos de esta ley, se entiende por información o publicidad
engañosa o abusiva aquella que refiere características o información relacionadas con algún bien,
producto o servicio que pudiendo o no ser verdaderas, inducen a error o confusión por la forma
inexacta, falsa, exagerada, parcial, artificiosa o tendenciosa en que se presenta. La información o
publicidad que compare productos o servicios, sean de una misma marca o de distinta, no podrá ser
engañosa o abusiva en términos de lo dispuesto en el párrafo anterior. La Procuraduría Federal podrá
emitir lineamientos para la verificación de dicha información o publicidad a fin de evitar que se
induzca a error o confusión al consumidor (art. 32).
En Uruguay la Ley 17.250 establece, en el art. 6º, que son derechos básicos de consumidores: c)
la información suficiente, clara, veraz, en idioma español sin perjuicio que puedan emplearse además
otros idiomas y d) la protección contra la publicidad engañosa, los métodos coercitivos o desleales en
el suministro de productos y servicios y las cláusulas abusivas en los contratos de adhesión, cada uno
de ellos dentro de los términos dispuestos en la presente ley. Según el texto del art. 12, la oferta
dirigida a consumidores determinados o indeterminados, transmitida por cualquier medio de
comunicación y que contenga información suficientemente precisa con relación a los productos o
servicios ofrecidos, vincula a quien la emite y a aquel que la utiliza de manera expresa por el tiempo
que se realice. Toda información, aun la proporcionada en avisos publicitarios, difundida por
cualquier forma o medio de comunicación, obliga al oferente que ordenó su difusión y a todo aquel
que la utilice, e integra el contrato que se celebre con el consumidor (art. 14). Se dispensa trato
diferenciado a la oferta de productos y la de servicios, exigiéndose en los dos supuestos claridad y fácil
lectura de las exigencias informativas (arts. 17 y 20).
La ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios de
Chile, en su art. 13, inc.1, establece que los bienes, productos y, en su caso, los servicios puestos a
disposición de los consumidores y usuarios deberán incorporar, llevar consigo o permitir de forma
cierta y objetiva una información veraz, eficaz y suficiente sobre sus características esenciales. El art.
2º, inc. d, menciona como derecho básico del consumidor a la información correcta sobre los
diferentes productos o servicios y la educación y divulgación para facilitar el conocimiento sobre su
adecuado uso, consumo o disfrute.
En verdad no puede sostenerse que la regulación nacional sea deficiente sino, simplemente,
incompleta. Acaso pueda reprochársele su dispersión, que dificulta la interpretación armónica de las
diversas disposiciones, generada a partir de la carencia en el ordenamiento tutelar de los derechos de
consumidores y usuarios de reglas precisas destinadas a regir los aspectos publicitarios.
Se podría pensar que tal afirmación es errónea porque la ley 24.240 regula la información
eficaz e impone los efectos obligatorios de la oferta publicada. Sin embargo, lo hace en dos capítulos
con finalidades diferentes: el Capítulo II referente a la información al consumidor y protección de su
salud, y el Capítulo III que establece las condiciones de la oferta y venta. Se propone aquí una visión
conjunta de las dos cuestiones, de manera que los principios propios de la información se trasladen a
la publicidad de la oferta, al menos no se sancione la injustificadamente demorada regulación general
de la actividad publicitaria. No son, de todos modos, compartimientos estancos que impidan su
consideración en conjunto.
Sin embargo, no puede dejar de señalarse que el art. 8º de la ley 24.240 hace referencia a las
precisiones formuladas en la publicidad u otras formas de proveer información. No alude a la
publicidad en sí misma ni a la materialidad que pueda revestir, sino a un único aspecto que denomina
precisiones y que puede entenderse como datos o explicaciones relativos al bien o servicio con
finalidad informativa que se dirige a potenciales consumidores indeterminados.
Como consecuencia de lo que recién se expuso, el resultado de esta armonización, coincidente
con la orientación que siguen los ordenamientos extranjeros mencionados en el apartado anterior,
conduce a parcializar la concepción de la publicidad. Una apreciación puede hacerse en concordancia
con su finalidad informativa, en relación a alguna de las características más salientes del bien o
servicio promocionado, que permita su individualización -sea por precio, por originalidad o por
calidad debidamente informados- entre los consumidores.
Otra faceta, que queda por ahora exenta de regulación expresa, refiere a la publicidad como
simple manera de hacer conocer un determinado bien, producto o servicio y alentar su consumo, pero
sin describir sus esencias ni cualidades.
En el primer supuesto es evidente que, como se provee información, deben satisfacerse los
principios de certidumbre, claridad, detalle, gratuidad e inocuidad y complementarse con la veracidad
que exigen la CN y la LLC. Pero si la finalidad de la publicidad no es la información sino la simple
promoción, sin aditamentos informativos de alguna clase, es poco razonable pretender que se respete
a ultranza la veracidad, porque la esencia del mensaje publicitario descansa en la exageración de las
virtudes y disimulo de los flancos más débiles. Ello no significa, en modo alguno, que puedan quedar
sin sanción las exageraciones u ocultamientos con suficiente aptitud para inducir a confusión o error.
La publicidad puede considerarse “como todo mensaje dirigido al público con el
fin de estimular la demanda de bienes o servicios.
Por nuestra parte dentro del concepto de publicidad incluimos no sólo a las formas
tradicionales, es decir a la realizada a través de los medios de comunicación masiva, afiches callejeros,
etc., sino también a las nuevas formas de publicación. Por ejemplo a la información individual que
llega a nuestros hogares a través de cartas, folletos, propuestas de contratos...”. y “así por ejemplo es
publicidad la folletería que acompaña a todo producto incluido al propio embalaje que en la mayoría
de los casos es también concebido con la intención de despertar en el futuro adquirente las ganas de
acceder al bien. Así entendida la publicidad....todos los folletos...quedan comprendidos en el
concepto”.
En materia de información, el art. 1100 del CCiv y Com, establece que el proveedor está
obligado a suministrar información al consumidor en forma cierta y detallada, respecto de todo lo
relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que provee, las condiciones de
su comercialización y toda otra circunstancia relevante para el contrato. La información debe ser
siempre gratuita para el consumidor y proporcionada con la claridad necesaria que permita su
comprensión.
El art.1101 prohíbe toda publicidad que:
A) contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza que induzcan o puedan inducir a error al
consumidor, cuando recaigan sobre elementos esenciales del producto o servicio;
B) efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando sean de naturaleza tal que conduzcan a
error al consumidor; y
C) sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor a comportarse de forma perjudicial o
peligrosa para su salud o seguridad.
Los efectos de la publicidad que en general prevé la LDC se mantienen en el nuevo ordenamiento.
El art. 1103 dispone que las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos,
circulares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y
obligan al oferente.
Los consumidores afectados o quienes resulten legalmente legitimados pueden solicitar al juez:
A) la cesación de la publicidad ilícita,
B) la publicación, a cargo del demandado, de anuncios rectificatorios
C) y, en su caso, de la sentencia condenatoria (art. 1102).
Del muy rápido repaso de estas nuevas disposiciones, aplicables únicamente a la relación de consumo
generada en fuente contractual, se desprende que no existen sensibles diferencias con el régimen de la
LDC, salvedad hecha de la consagración expresa de un régimen publicitario escueto, sencillo pero
eficaz. Se ha unificado, como se señaló en las conclusiones provisionales antecedentes, con todo
acierto la regulación de las exigencias informativas y las de los aspectos publicitarios.
Quedará, por cierto, un amplio ámbito para la discusión e interpretación de estas reglas que exigirá
una intensa labor judicial y doctrinaria.
El fallo en comentario señala que el art. 7º del decreto 1798/94, prevé la forma en que debe
realizarse la oferta cuando existe un caso de limitación cuantitativa de productos y servicios, con la
finalidad de evitar engaños a potenciales consumidores. De ahí que la exigencia de determinarse el
cupo disponible no puede ser suplida con la indicación, en el aviso promocional, de un número
telefónico para que el potencial consumidor pueda hacer la reserva. Efectivamente, es la empresa la
que debe precisar el cupo de acuerdo con las posibilidades reales del lugar y no el dueño del
restaurante, ya que la publicidad de la oferta no obliga a este último, sino a aquélla dada su condición
de oferente.
Cuando el proveedor limite cuantitativamente su oferta de productos y servicios, lo mismo que
si introduce algún límite temporal de vigencia, dispone ese art. 7º de la reglamentación, deberá
informar la cantidad con que cuenta para cubrirla. Cuando por cualquier causa en una oferta se
hubieren incluido precisiones contradictorias, se estará siempre a la más favorable al consumidor o
usuario. Sin embargo, es frecuente detectar la inobservancia de estas exigencias en las relaciones de
consumo de la más variada naturaleza, como el ofrecimiento hecho en la causa que se comenta, en el
que se omitió señalar la cantidad de lugares -mesas-disponibles, con arreglo a lo acordado por la
demandada con el dueño del restaurante. Y esa carencia resulta relevante porque el consumidor debe
conocer el dato informativo ausente, aunque su sustancia no altere las bases fundamentales de la
relación de consumo. Se trata, es de toda evidencia, de evitar que se concreten otras omisiones que
podrían desnaturalizar los derechos y obligaciones de las partes, inclinando el plano hacia la posición
del proveedor en desmedro de los intereses de consumidores y usuarios.
La infracción analizada reviste carácter formal y su sola verificación hace nacer por sí la
responsabilidad del infractor, por lo que no se requiere un daño concreto, sino simplemente el
incumplimiento de una obligación formal, el que se había producido en ese caso. Se trata de una
infracción de carácter formal, que se tipifica con su simple constatación, con prescindencia de la
buena o mala fe del infractor. La simple enunciación de un “error involuntario” no reviste entidad
para relevar a la firma demandada de su responsabilidad. La Corte Suprema de Justicia de la Nación,
ha decidido que no es exigible la existencia de un perjuicio concreto al consumidor, sino que basta con
que se incurra en alguna de las conductas descriptas normativamente, con aptitud para inducir a
error, engaño o confusión.
Puede señalarse que carece de importancia alguna la circunstancia de que la demandada no sea
quien preste el servicio, porque lo verdaderamente destacable es que es ella quien ha intentado
prevalerse del servicio ofrecido para lograr una finalidad económica en su provecho.
En cuanto al principio de culpabilidad y la aplicación de los principios penales en este tipo de
procedimientos, es oportuno recordar que en el Derecho Administrativo Sancionador es posible
sostener que la culpabilidad se configura en tanto el infractor no ha observado la diligencia exigible,
en razón de la actividad que realiza, y que, en general, lo que se tiene en cuenta “no es el daño real,
sino el daño potencial o riesgo”.
Además, la opinión relativa a que en esta materia predominan las infracciones formales,
“constituidas por la simple omisión o comisión antijurídica que no precisa ir acompañada de un
resultado lesivo”. Ello es así, en tanto esta rama del Derecho “es un Derecho preventivo en cuanto
persigue las infracciones, dado que de éstas es de donde se deducen (o pueden deducirse)
ordinariamente los resultados lesivos”.
No puede admitirse, tampoco, la argumentación asentada en que las infracciones solo deben
tener fuente en la ley, porque corresponde poner de resalto que no vulnera el principio de legalidad
previsto en el art. 18 de la Constitución Nacional, la circunstancia de que, por vía reglamentaria, se
complete la descripción del tipo legal cuando la ley lo ha autorizado expresamente, siempre que el
destinatario de la norma pueda conocer anticipadamente la conducta punible.
5. Corolario.
Como punto final de este análisis debe quedar expresada la firme adhesión al criterio que
inspiró la decisión jurisdiccional que originó este comentario. Es que la consideración de los
principios ínsitos en el deber de información que consagra el art. 4º de la ley 24.240 conjuntamente
con los efectos propios del incumplimiento de la oferta hecha a potenciales consumidores
indeterminados (art. 7º de esa misma norma), originada en el caso en defectos de indicación de las
plazas disponibles en el ofrecimiento, permite balancear adecuadamente la tutela de los derechos de
los consumidores y usuarios, apreciándola con un criterio moderno y dinámico, que cuenta con apoyo
en legislaciones foráneas de reciente cuño y coincide con la regulación de los contratos de consumo en
el Código Civil y Comercial de la Nación.
De la misma manera, independizar la sanción del daño efectivo, reconociéndose la mera
potencialidad de que la infracción lo cause, significa interpretar profundamente el sentido del art. 4º y
la prevención de situaciones de peligro. Al mismo tiempo, esa prevención halló, en el caso, correlato
con la eficacia vinculante de la oferta, que no es otra cosa que exigir al profesional que cumpla con
aquello a que se obligó por expresa directiva legal.
DERECHO A LA INFORMACIÓN: COMENTARIO DE LA LDC COMENTADA
RESPECTO AL ART. 4: Debemos conocer nuestros derechos, sobre todo en la etapa pre-
contractual, por ser de suma importancia para el consumidor conocer las características esenciales de
los bienes y servicios, y de aquellas disposiciones que establecen normas obligatorias y gratuitas de
información, como por ejemplo el propio contenido del artículo 4 que estamos comentando. Así como
la de rotulación de determinados productos; la obligación del proveedor de entregar la información
básica comercial en idioma castellano; etc.; y lograr con nuestra denuncia que se sancione a aquél que
no proporciona la información gratuita debida y obligatoria, o lo hace en forma insuficiente o no
ajustada a la verdad y, en especial, a los que utilizan publicidad falsa o engañosa. Es de resaltar que
este derecho de información, en la mayoría de los casos, se presenta “débil” o “insignificante” ante el
mayúsculo cúmulo informático que obtienen o poseen las empresas; un ejemplo más de su poder
económico y negociador. En síntesis, el reconocimiento supra legal de este derecho, es entendible por
el simple hecho que todos los derechos que declara la ley son letra muerta, si el consumidor no está
suficientemente informado y educado para formar su criterio y utilizar satisfactoriamente el producto
o servicio. La única posibilidad de poder elevar ese derecho a su faz efectiva y justo límite, es que el
consumidor lo conozca cabalmente.
TEMA
TRATO DIGNO
Rafael F. Barreiro
Libertad de contratar.
El art.1099 declara la amplia libertad de contratar. Al efecto prohíbe las prácticas que limitan la
libertad de contratar del consumidor, en especial, las que subordinan la provisión de productos o
servicios a la adquisición simultánea de otros, y otras similares que persigan el mismo objetivo.
➢ La libertad de concertación.
Como está previsto por el art. 958 CCyC, las partes son libres para celebrar un contrato y
determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las
buenas costumbres. En un plano muy general esta disposición tiene directa incidencia en la
contratación con consumidores.
En materia de protección, el CCyC contiene disposiciones específicas en los arts. 1117 a 1122,
relativas a la validez de las cláusulas insertas en los contratos celebrados con consumidores. Estas
reglas y la del art. 1099, conforman un régimen que limita la autonomía de la voluntad contra el
proveedor, generalmente predisponente de las cláusulas con las que se pretende validar las prácticas
reprobadas.
En particular el art. 1119 establece, como regla general de interpretación, que es abusiva la cláusula
que, habiendo sido o no negociada individualmente, tiene por objeto o por efecto provocar un
desequilibrio significativo entre los derechos y las obligaciones de las partes, en perjuicio del
consumidor.
No puede desconocerse que -en este ámbito- la decisión del consumidor no siempre puede
originarse en un marco de libertad absoluta, porque es frecuente que no cuente con la posibilidad de
prescindir de establecer la relación de consumo en aquellas situaciones en las que el vínculo recae
sobre bienes de primera necesidad. En tales supuestos la protección legal necesariamente debe estar
dotada de mayor intensidad, aspecto que no es ignorado en el CCyC, como se apreciará seguidamente.
➢ El derecho de información del consumidor. Consentimiento informado.
La tutela legal que se dispensa a los consumidores y usuarios reconoce el íntimo vínculo que existe
entre la información y la libre elección o, si se prefiere emplear una noción más sintética y abarcativa,
la garantía que implica para los sujetos vulnerables la prestación del consentimiento informado. No
puede negarse la trascendencia de esta concepción en la vida cotidiana porque en ella confluyen
presupuestos organizativos sociales como la igualdad, la libertad, la dignidad y los derechos que se
consideran fundamentales y que están en constante proceso de expansión.
El acceso a la información, aspecto en el que se concentran, la igualdad, la no discriminación y la
libertad, es un problema universal que ha merecido atención en otros ordenamientos jurídicos. Se ha
dicho que “los medios de información, que normalmente son un reflejo de las formas de organización
política enraizados en la sociedad en la que se insertan, deben defender la democracia y participar de
ella. Su contribución a favor de una mejor forma de organización social consisten en favorecer la
libertad e igualdad de todos los ciudadanos; «libres» para poder elegir los medios de información más
adecuados a su ideología y forma de pensar, con los que puedan contrastar contenidos e «igualdad»
en el sentido de que todo el mundo debe tener las mismas posibilidades de acceso a la información
independientemente de los recursos que pudiese tener. Todo ello favorece la pluralidad de
pensamiento y la participación de los ciudadanos, para lo cual es de suma importancia que todos
tengamos oportunidad de disfrutar de estos contenidos. La llamada revolución tecnológica ha
afectado a una de las bases de los derechos fundamentales que es la igualdad: todas las personas
deberían tener acceso a aquello que se considera un bien fundamental”.
Si se compara el art. 1100, CCyC: “el proveedor está obligado a suministrar información al
consumidor, en forma cierta y detallada, respecto de todo lo relacionado con las características
esenciales de los bienes y servicios que provee, las condiciones de su comercialización y toda otra
circunstancia relevante para el contrato. La información debe ser siempre gratuita para el consumidor
y proporcionada con la claridad necesaria que permita su comprensión”; con el art. 4, LDC: “el
proveedor está obligado a suministrar al consumidor en forma cierta, clara y detallada todo lo
relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que provee, y las condiciones de
su comercialización. La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada
con claridad necesaria que permita su comprensión”, se advierten sólo algunos matices que no
alcanzan para establecer decisivas diferencias. El primero, con toda lógica, exige que se informe al
consumidor toda otra circunstancia relevante para el contrato, disposición que parece ampliar la
obligación informativa puesta a cargo del proveedor. Por cierto, esa relevancia constituye una
directriz que debe ser examinada en cada caso para que pueda juzgarse el cumplimiento exacto del
deber.
El art. 1101, CCyC, prohibe toda publicidad que: a) contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza
que induzcan o puedan inducir a error al consumidor, cuando recaigan sobre elementos esenciales del
producto o servicio; b) efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando sean de naturaleza tal que
conduzcan a error al consumidor; c) sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor a
comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su salud o seguridad.
Por la misma razón las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos,
circulares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y
obligan al oferente (arts. 1103, CCyC, 7 y 8, LDC).
➢ La libertad de elección y su vínculo con la información.
Afirmar que el consumidor es vulnerable implica admitir que cuando a diario celebra
transacciones está ubicado en un plano desigual en relación con quienes se vincula. La noción de
vulnerabilidad, entonces, puede adherirse conceptualmente a la de desigualdad. Uno de los
fundamentos primordiales que inspiró la unificación legislativa del derecho privado argentino ha sido
la promoción del trato igualitario, que debe alcanzarse mediante la detección y superación de las
concretas desigualdades en los actos o situaciones jurídicas. El desbalance relacional, las asimetrías o
los desequilibrios vinculares son conceptos que usualmente se emplean para describir los diferentes
poderes de negociación.
En ese orden, las diferencias se acentúan en aquellas situaciones en las que frente al consumidor
se encuentra el empresario. La disparidad evidente entre uno y otro provoca consecuencias que deben
rectificarse porque pueden perjudicar a quien tiene un deficiente conocimiento técnico o jurídico. En
las relaciones patrimoniales contemporáneas y como derivado de la estructura de las transacciones, la
información es valorable económicamente. Quien tiene mejor acceso a ella (la información) puede
aprovechar más intensamente sus ventajas y, en la visión opuesta, aquel que tenga cercenado el
acceso al conocimiento estará expuesto a la resultar perjudicado.
Por estos motivos debe tenerse en cuenta la relevancia que el sistema jurídico asignó al acceso al
conocimiento, como medio defensivo que tiende a garantizar el ejercicio de opciones conscientes e
inocuas en relación a la salud, la vida y los intereses patrimoniales del consumidor y los que
correspondan a su grupo familiar o social.
➢ Confianza y apariencia.
La dinámica de los negocios como son celebrados diariamente demuestra el valor que debe
asignarse a la confianza. En efecto, el consumidor guía sus conductas en base a este específico y
verdadero elemento fiduciario –presente, a veces, de manera imperceptible para él al tomar una
decisión- que condiciona su actuación. De esta manera el consumidor confía en que el bien o servicio
que demanda tendrá aptitud para satisfacer la concreta necesidad que quiere satisfacer.
La confianza se basa en la apariencia generada por el proveedor de ese bien o servicio. Y es en
virtud de ella que el consumidor realiza la opción. Cuando materializa su elección supone que el
objeto (bien o servicio) de la relación de consumo reúne las características que se adaptan a sus
requerimientos.
Para protegerlo efectivamente el ordenamiento jurídico consagra concretas disposiciones (que
serán analizadas con algún detalle más adelante), que tienden a asegurar la inocuidad, la identidad
entre lo ofrecido y aquello entregado, la veracidad de la información y las responsabilidades objetivas
que surgen de las infracciones.
En relación a este punto, el art. 1725, CCyC, dispone que “cuanto mayor sea el deber de obrar con
prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoración
de la previsibilidad de las consecuencias. Cuando existe una confianza especial, se debe tener en
cuenta la naturaleza del acto y las condiciones particulares de las partes. Para valorar la conducta no
se toma en cuenta la condición especial, o la facultad intelectual de una persona determinada, a no ser
en los contratos que suponen una confianza especial entre las partes. En estos casos, se estima el
grado de responsabilidad, por la condición especial del agente”. Corresponde aclarar que esta regla
tiene larga tradición en la legislación argentina, al menos en cuanto refiere a la diligencia exigible al
profesional, quien debe actuar diligentemente según las circunstancias.
Pero además ha de tenerse en cuenta que se atenúa respecto de los consumidores la regla del art.
961, CCyC, que establece que “los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe.
Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un
contratante cuidadoso y previsor”. Cuidado y previsión que sólo resultarían lógicamente exigibles al
consumidor o usuario si ha sido suficientemente informado.
➢ Asimetrías condicionantes del consentimiento.
La celebración válida, en el sentido de que producirá todos los efectos legales, de una relación de
consumo supone que la voluntad y el consentimiento del consumidor se han formado contando con
toda la información relevante.
Además de los mencionados desequilibrios originados en causas económicas y profesionales,
Lorenzetti menciona las asimetrías tecnológicas, vinculadas con nuevas técnicas de marketing
invasivo y que pese a presentarse en forma simplificada a los consumidores pueden generar conflictos
e incrementar su vulnerabilidad. Las técnicas publicitarias que tienen por propósito inducir al
consumo, el análisis profundo de los comportamientos de los segmentos sociales y, por fin, la
publicidad pueden cercenar el derecho a la libre elección.
Es cierto que es esta una materia en la que es muy difícil alcanzar consensos duraderos, porque
involucran cuestiones de muy variada esencia y conciernen a distintas –y hasta excluyentes- órbitas
de intereses que tienen protección legal diferenciada. Pero es digna de ser tenida en cuenta la
preocupación que genera asegurar al consumidor el flujo de información suficiente para permitirle
entablar negociaciones con el más alto nivel de conocimiento.
➢ La información como deber del empresario derivado de la buena fe.
Proveer información fidedigna y prevenir que su carencia provoque daños a los consumidores es
un deber general del empresario. Puede sostenerse que en la estructura organizativa de su actividad,
el proveedor de bienes o servicios, es decir quien actúa profesionalmente estableciendo vínculos con
los consumidores, debe tomar en consideración los costos que el incumplimiento de esta exigencia
legal le origine porque es generador de responsabilidad.
Es pertinente señalar que el sistema jurídico argentino extiende el deber de buena fe a la etapa
precontractual, temporalmente acorde con la oferta. Lo hace por dos vías: (i) el art. 37, último
apartado, LDC; y (ii) el art. 991, CCyC.
➢ Extensión del derecho a la libre elección.
A la regulación recién mencionada puede agregarse que guarda vinculación con el tema analizado
el régimen del contrato celebrado fuera de los establecimientos comerciales del proveedor, que es
aquel que resulta de una oferta o propuesta sobre un bien o servicio concluido en el domicilio o lugar
de trabajo del consumidor, en la vía pública, o por medio de correspondencia, los que resultan de una
convocatoria al consumidor o usuario al establecimiento del proveedor o a otro sitio, cuando el
objetivo de dicha convocatoria sea total o parcialmente distinto al de la contratación, o se trate de un
premio u obsequio. Ello porque es cierta la influencia que en esas situaciones tiene la actividad del
oferente en la formación del consentimiento, consideración que puede extenderse a los contratos
celebrados a distancia.
El art. 58.1 de la legislación peruana, en forma minuciosa regula estos aspectos, pues dispone que
el derecho de todo consumidor a la protección contra los métodos comerciales agresivos o engañosos
implica que los proveedores no pueden llevar a cabo prácticas que mermen de forma significativa la
libertad de elección del consumidor a través de figuras como el acoso, la coacción, la influencia
indebida o el dolo.
➢ Las “compras atadas”.
Se trata de una práctica reprimida también por la Ley N° 25.516, de Defensa de la Competencia
(art. 2, inc. i).
La prohibición legal se dirige a evitar que el consumidor sea compelido a adquirir bienes o
servicios que no necesite o que no se ha planteado usar o adquirir en esa oportunidad. Es claro que
ello implica restringir la libertad de decisión en orden a establecer un vínculo con el proveedor, es
decir, optar entre contratar o no hacerlo. Ello suele acompañarse con un escaso lapso de reflexión y
reticencia en la información. Sin embargo, se permiten los “combos”, la combinación de diversos
bienes o servicios, siempre que cada producto que integre el conjunto pueda ser adquirido por
separado.
El art. 1104 CCyC provee un ejemplo: integra la categoría de contrato celebrado fuera de los
establecimientos comerciales del proveedor el que resulta de una oferta o propuesta sobre un bien o
servicio concluido en el domicilio o lugar de trabajo del consumidor, en la vía pública, o por medio de
correspondencia, los que resultan de una convocatoria al consumidor o usuario al establecimiento del
proveedor o a otro sitio, cuando el objetivo de dicha convocatoria sea total o parcialmente distinto al
de la contratación, o se trate de un premio u obsequio.
La distorsión que se repele legislativamente se vincula con la satisfacción plena del consumidor y
usuario. En efecto, con asiduidad se advierte que el consumidor es destinatario de técnicas agresivas
de ventas que se caracterizan por la presión que se ejerce y la consecuente dificultad para discernir los
derechos y obligaciones derivadas de la contratación. Estas prácticas inciden directamente sobre la
libre prestación del consentimiento y, en general, aparecen relacionadas con bienes o servicios que el
consumidor o usuario requiere, a los que se agregan otros que no tuvo intención de adquirir. De esta
manera, se generan obligaciones que nunca estuvieron en miras y sobre las cuales no medió la
necesaria reflexión. En síntesis, son bienes o servicios ni solicitados ni necesarios, respecto de los
cuales media una ficticia relación de accesoriedad o conexión. La admisión del derecho al
arrepentimiento es uno de los medios de protección que el CCyC ha incorporado.
La ley peruana expresamente prevé en el art. 56.1, a, de manera enunciativa y no limitativa, el derecho
de todo consumidor a la protección contra los métodos comerciales coercitivos, que prohíbe a los
proveedores emplear aquellos que impliquen, en los contratos de duración continuada o de tracto
sucesivo, condicionar la venta de un producto o la prestación de un servicio a la adquisición de otro,
salvo que, por su naturaleza o con arreglo al uso comercial, sean complementarios. La oferta de
productos o servicios no complementarios debe garantizar que puedan ofrecerse por separado .
Conclusiones.
Estas obligadamente escuetas e incompletas reflexiones, que en rigor no demuestran otra cosa
que la vigencia de ciertas reglas que se proyectan como principios generales en materia de protección
de consumidores y usuarios, se relacionan con las condiciones generales de comercialización de
bienes y servicios, es decir, con la vida diaria de cualquier persona.
El CCyC, en materia contractual, y la LDC, cualquiera fuere la fuente de la relación de
consumo, reforzaron la tutela legal de quienes están en especiales posiciones de vulnerabilidad y
constreñidos a celebrar relaciones jurídicas que puedan perjudicarlos irrazonablemente.
El régimen de las prácticas abusivas prohíbe los comportamientos abusivos de los proveedores
y atribuye la consecuente responsabilidad por su transgresión.
Tales exigencias relativas a la negociación de bienes y servicios portan, como un efecto
agregado, el ordenamiento satisfactorio de la actuación de los empresarios y la prevención de la
reiteración de conductas lesivas.
TEMA
CONSUMIDOR
¿Quién es consumidor?
El derecho comercial nació para tutelar al comerciante, otorgándole seguridad jurídica en sus
relaciones comerciales, en las que se incluía al cliente. Hoy, aquél cliente que destina la utilización de
las cosas o servicios a fines privados es el consumidor (final) que se protege la LDC. Ley que se originó
en él, quien bien hará en tomarla en cuenta para todas sus tratativas.
Como concepto actual, el consumidor es toda persona natural o jurídica
(hombres – mujeres – entidades – instituciones – empresas) que, en virtud de un acto
jurídico oneroso o gratuito, adquieren, disfrutan o utilizan bienes, o servicios como
destinatarios finales y no con fines comerciales (de intermediación), ni industriales
(de transformación).
Con la reforma introducida por la ley 26.361, aquellos sujetos que sin ser parte de una relación
de consumo, como consecuencia o en ocasión de ella, también se los considera consumidores o
usuarios. Es decir a cualquier persona que está expuesto a una relación de consumo. Y, en algunos
supuestos, las empresas pueden revestir la calidad de consumidores. Estas últimas modificaciones
provocarán un cúmulo de interpretaciones diferentes.
¡Todo usuario es consumidor, y no todo consumidor es usuario!
Antes de seguir avanzando es conveniente aclarar que la palabra consumidor debe ser utilizada
con un sentido muy amplio. Antes, la expresión consumidor aparecía tomada desde el punto de vista
puramente económico, hoy la gratuidad no es ajena sino normada expresamente, como veremos más
adelante al comentar el art.1.
En cuanto a la expresión usuario, según Farina, es empleada por la ley para referirse a quien
contrata un servicio. De modo que bien se puede decir que en la ley la palabra consumidor se refiere
en forma muy amplia a todo aquel que adquiere una cosa en general para su consumo o uso; en tanto
que usuario es quien utiliza servicios sin ser comprador de bienes.
Independientemente de esta distinción conceptual, queda claro que cuando se habla de defensa
del consumidor no se intenta excluir al usuario, basta leer el Capítulo VI que la LDC le dedica a los
usuarios de servicios públicos domiciliarios (arts. 25 al 31). Hoy en día las transacciones que tienen
lugar en una economía moderna, referidas a la prestación de servicios, son cuantitativamente tanto o
más importantes que las que involucran bienes.
La primera y más evidente modificación que introduce la reforma a la Ley de Defensa del Consumidor
24240, aprobada por ley 26361, es la referida a la ampliación del ámbito subjetivo y objetivo de
aplicación de la norma. Se amplifica considerablemente el concepto de «consumidor», y lo mismo
ocurre con la delimitación de la denominada «relación de consumo».
FALLO MOSCA
FUNDAMENTOS: La Corte basa su decisión en la letra del art 42 de la CN, el cual prevé
el Derecho a La Seguridad referido a la Relación de Consumo y abarca tanto a los
contratos como a todos los actos unilaterales de Oferta a sujetos indeterminados.
La Seguridad debe ser garantizada desde la etapa Precontractual.
La Seguridad es un propósito que debe constituir la máxima preocupación por parte de
quienes organizan eventos o espectáculos públicos de cualquier índole.
El Deber de Indemnidad abarca a toda Relación de Consumo.
En este caso en particular, surge por primera vez en la jurisprudencia argentina la
figura del “Bystander” o Consumidor Expuesto o Tercero Expuesto.
“Bystander” Es aquel que sin ser parte del contrato de consumo, sin haber celebrado
acuerdo, queda expuesto al ser afectado por la situación de riesgo provocada por una
determinada situación. Y al ser dañado queda incluído a la relación de consumo o
cadena de consumidores.
El ACTOR, chofer de los reporteros gráficos, no ingresó al estadio, ni celebró contrato alguno. Sin
embargo, indirectamente, se lo suma a la relación de consumo al momento de sufrir la agresión
proveniente del interior de la cancha, producto del enfrentamiento entre los espectadores.
Aunque no haya participado del evento, ni ser parte del contrato, se lo consideró Consumidor
Expuesto.
Esta figura no existía en la legislación en el momento de dictado el fallo Mosca.
Se incluye en la Ley de Consumidores en el art 1º, con la ley 26361 que reforma la 24240
El nuevo código civil y comercial (2015) elimina esta figura de la ley 24240. La doctrina considera esta
medida como un retroceso en la defensa de los consumidores.
Sin embargo este tipo de consumidor seguirá amparado en el art 42 de la CN, que establece el deber
de seguridad de los consumidores en una relación de consumo.
TEMA
LIBROS CONTABLES ARTÍCULO 320 CCYC
LIBROS DE LOS COMERCIANTES
LIBROS DE COMERCIO OBLIGATORIOS
Los libros de comercio que obligatoriamente deben llevar los comerciantes son dos:
1-LIBRO DIARIO
2-LIBRO DE INVENTARIOS Y BALANCES
Sujetos obligados
Los obligados a llevar contabilidad pueden ser agrupados en cuatro categorías:
❖ Las "personas jurídicas privadas" (sociedades y cooperativas) la exigencia contable alterna entre la
recurrencia habitual al crédito y por la administración de intereses de terceros.
❖ Las "personas humanas que desarrollan ciertas actividades económicas" el fundamento de la exigencia
contable debe buscarse en la "recurrencia habitual al crédito" propio de estas actividades.
❖ Los "agentes auxiliares del comercio" regidos por normas especiales, como es el caso de martilleros y
corredores. El fundamento debe buscarse en su conexión, por intervención o facilitación, con
operaciones económicas que interesan a terceros.
❖ Entes contables "organizados" sin personalidad jurídica, la ley les exige llevar contabilidad y, por ende,
los considera como "entes contables".
Se trata de algunos contratos asociativos como las agrupaciones de colaboración, uniones transitorias y
consorcios de cooperación.
En primer lugar, se encuentran obligadas a llevar la contabilidad las personas jurídicas privadas.
Según el art. 148 CCyC, son personas jurídicas privadas las sociedades; las asociaciones civiles; las
simples asociaciones; las fundaciones; las iglesias, confesiones, comunidades o entidades religiosas;
las mutuales; las cooperativas; el consorcio de propiedad horizontal; toda otra contemplada en
disposiciones de este CCyC o en otras leyes, y cuyo carácter de tal se establece o resulta de su finalidad
y normas de funcionamiento.
El CCyC innova en esta materia, porque extiende la obligación de llevar la contabilidad a toda
persona jurídica de carácter privado, incluso las que no tienen fines de lucro. El art. 43 del Código de
Comercio limitaba ese deber a todo comerciante.
❖ Personas humanas
También tienen la obligación de llevar la contabilidad, las personas humanas que realizan una
actividad económica organizada o son titulares de una empresa o establecimiento comercial,
industrial, agropecuario o de servicios.
El CCyC admite dos categorías de “personas humanas”, una general y otra especial, sujeta a
obligaciones contables que, a su vez, necesariamente, estarán sujetas también a practicar una
inscripción de antecedentes (publicidad).
Esta categoría “especial” está compuesta por dos clases de personas humanas:
De ambas categorías resulta que no solo los empresarios integran esta categoría especial de
personas humanas, sino también quienes no siéndolo, realizan una actividad económica organizada
que no llega a configurar una empresa, a los que denominaremos “cuasi empresarios”.
❖ Sujetos voluntarios
Aquellas personas que no se encuentran obligadas a llevar la contabilidad, pero que deseen hacerlo,
deben solicitar su inscripción y la habilitación de sus registros o la rubricación de los libros. En tal
caso, las personas que decidan emprender la llevanza de su contabilidad, pueden voluntariamente
inscribirse como el CCyC prescribe.
Sujetos eximidos
❖ Profesionales liberales
Las personas humanas que ejercen una profesión liberal (por ejemplo, médico, abogado, contador,
arquitecto, psicólogo, etc.) no tienen obligación legal de llevar la contabilidad. En ciertos casos, los
profesionales suelen agruparse con distintos objetivos y fines.
La doctrina ha calificado esas agrupaciones de la siguiente forma:
Art. 321: La contabilidad debe ser llevada sobre una base uniforme de la que resulte un cuadro verídico de las
actividades y de los actos que deben registrarse, de modo que se permita la individualización de las operaciones
y las correspondientes cuentas acreedoras y deudoras. Los asientos deben respaldarse con la documentación
respectiva, todo lo cual debe archivarse en forma metódica y que permita su localización y consulta.
Responde a la necesidad de toda empresa de tener un sistema para recolectar, sumariar, analizar y presentar
en signos monetarios información relativa al negocio.
Este artículo determina el modo en que debe llevarse la contabilidad, lo que en la ciencia se
conoce como principios contables. Estos principios son:
A) uniformidad: deben mantenerse los mismos criterios contables para la preparación del
balance y estado de resultados a fechas sucesivas;
B) claridad: en los hechos se cumple en la medida que se sigan los esquemas de los estados
contables fijados por la ley y por las normas profesionales;
C) veracidad: impone que exista concordancia entre la exposición de los hechos económicos
descriptos en los estados contables y la existencia material de ellos.
D) completividad y significatividad: la contabilidad debe ofrecer un cuadro completo de la
actividad del sujeto, no una parcialidad. El principio de completividad significa que la
contabilidad refleje la totalidad del estado patrimonial del sujeto, de las operaciones realizadas
y de su resultado. Según el principio de significatividad, cuando los montos involucrados
resultan de insignificancia relativa, a los efectos de una apropiada interpretación, pueden ser
incluidos en rubros de conceptos diversos;
E) unidad: el sujeto no puede llevar simultáneamente varios juegos de registros o libros,
F) partida doble: la registración contable por partida doble reside en la definición sobre cómo
se compone el patrimonio de todo ente. Por un lado, un ente posee en su poder bienes y
derechos, los cuales configuran la estructura de inversión. Por otro lado, es necesario conocer
quiénes aportaron los fondos para obtener dichos bienes o derechos, dando lugar a la
estructura de financiación. Un ente tiene activos cuando, debido a un hecho ya ocurrido,
controla los beneficios económicos que produce un bien (un objeto material inmaterial con
valor de cambio o para uso del ente). En cambio, un ente tiene pasivo cuando debido a un
hecho ya ocurrido está obligado a entregar activos o prestar servicios a otra persona (física o
jurídica), o bien está obligado a la cancelación de la obligación. La diferencia entre el activo y el
pasivo constituye el patrimonio neto. La partida doble permite generar un método de
registración que, simultáneamente, contabiliza los recursos disponibles en el activo y la
financiación de los mismos, ya sea con pasivo, con patrimonio neto o con otro activo. De este
modo, las anotaciones referidas a los hechos económicos o financieros se realizan por medio de
asientos contables, considerando débitos a todo aumento en la estructura de inversión o toda
disminución en la estructura de financiación. Por lo contrario, se considera crédito a toda
disminución de la estructura de inversión o todo aumento de la estructura de financiación.
En este artículo se mantiene la tradición mercantilista, ya que los libros llevados son admitidos en juicio
como medios de prueba entre los comerciantes y para acreditar asuntos relativos a la empresa. Hay unanimidad
en aceptar, desde una óptica estrictamente procesal, que son pruebas documentales, por lo que deben ser
ofrecidos como prueba —en principio, en oportunidad de promover la demanda, la reconvención o sus
contestaciones—
Exhibición total y parcial de los libros del comerciante.
La exhibición total procede en casos determinados taxativamente. Los casos en que corresponde la
exhibición total dentro de un proceso están, en principio, enumerados en el artículo 71: juicios de sucesión,
comunión, quiebra, sociedad y de administración o gestión mercantil por cuenta ajena.
Fuera del proceso, ante ciertos organismos públicos como la Dirección General Impositiva. La exhibición
parcial en cualquier juicio, como medio de prueba entre comerciantes en una contienda relacionada a un
negocio mercantil. Los libros se muestran siempre al juez, porque éste debe resolver la contienda con la prueba
que ellos producen. Los libros constituyen un medio de prueba y la exhibición es el mecanismo para su
producción.
Libros de terceros y su exhibición.
La ley nada dice sobre la prueba sobre libros de terceros, pero debe entenderse vigente el criterio que en caso
de negativa de éste, el mismo puede ser obligado solo si se acreditan vínculos o negociaciones con alguna de
las partes del litigio.
Inventario y balances. Su relación.
Con el nacimiento de la actividad debe formularse un inventario –que consiste en la descripción detallada de
los bienes y derechos con los que se inicia el negocio– y luego, al momento del cierre de cada ejercicio, se
copiarán los estados contables confeccionados que reflejen detalladamente el patrimonio del ente y la
actualización del inventario –ya sea por la variación de su composición o de las valuaciones de los conceptos
registrados. Es decir, al cierre del ejercicio deben volcarse: 1. El inventario, conteniendo el detalle de cada rubro
del activo y pasivo; Los estados contables que contengan al menos: un estado de situación patrimonial (balance)
y un estado de resultados (ganancias y pérdidas). El Libro de Inventario y Balance es importante tanto en lo
Legal como Económico ya que nos ayuda a llevar un control detallado de los Activos y Pasivos de la empresa,
legalmente nos ayuda a justificar los hechos como elemento prueba en cualquier problema como evasión de
impuestos.
TEMA
LA EMPRESA
LA EMPRESA, Es un conjunto de elementos humanos y materiales destinados a la producción
de bienes y servicios. Este es un concepto económico.
EMPRESARIO: Es el titular de una empresa entendiendo por tal la actividad organizada de los
factores de la producción para producir bienes y servicios destinados al mercado.
El empresario explota una empresa sin exigírsele que posea un establecimiento. Es el centro de una
serie de contratos
Existen otras teorías que definen el término empresa.
TEORÍAS:
❖ Concepto de Rosela Pont: La empresa es un conjunto organizado de elementos (Capital –
Trabajo) destinado a la producción o a la mediación de bienes y servicios para el mercado y
objeto de negocios jurídicos.
❖ Concepto según la ley laboral: La define como una organización instrumental de medios
personales, inmateriales y materiales ordenado bajo una dirección, destinados para el logro de
fines económicos.
❖ Concepto de Santini: Sostiene que empresa es el denominador común que se emplea para
definir una realidad que presenta puntos de contactos solamente en el plano material. El
empresario coordina los elementos de la producción para realizar y obtener el lucro previsto.
❖ Fallo plenario de la Cámara Comercial: La empresa es una organización de bienes y servicios
destinados a la producción de bienes y servicios con fin económico.
****- TEORÍA UNITARIA O SUBJETIVA: Tuvo su auge en los Estados Totalitarios. Son las que
conciben como una unidad integral que sustituye a la individualidad o diversidad de elementos que la
integran. La empresa sería el titular de los derechos y obligaciones. Y su propietario (el empresario)
sería el primero de sus servidores. La empresa sería el sujeto y el empresario el objeto.
Críticas:
Es objeto de críticas porque es la empresa o la hacienda la que en realidad está a disposición o
servicio de su titular y no puede ser que coexistan relaciones jurídicas en las cuales el objeto se tiene a
sí mismo por sujeto. Si una de las empresas va en quiebra, los acreedores sólo pueden cobrarse de esa
empresa.
****- Teoría de la Empresa como patrimonio separado o de afectación – La empresa como
patrimonio: Transporta la unidad jurídica desde el terreno de la persona al patrimonio. Esta teoría
considera al patrimonio de la empresa como autónomo, como un ente distinto por su fin y por su
destino, con una administración a cargo del empresario y vinculado a las obligaciones asumidas por
su causa. El empresario sería el primero de sus servidores.
Críticas:
Mientras que la ley no reconozca un privilegio de preferencia a los acreedores de la empresa y
una limitación de responsabilidad para sus titulares, no es posible hablar de autonomía del
patrimonio afectado.
TEORÍA DE LA EMPRESA COMO INSTITUCIÓN: Esta teoría sostiene que la empresa está
dotada de una organización permanente considerada en sus elementos materiales que permanecen
intactos a pesar del cambio de empresario.
- TEORÍA ATOMISTA: Esta teoría es una concepción negativa. Sostiene que no hay en el
establecimiento comercial ninguna realidad unitaria sino que se trata de elementos yuxtapuestos que
no pierden su individualidad y que se rigen por las leyes que le son propias.
ELEMENTOS:
A) personales; por ejemplo los propietarios, los jefes o directivos, el personal.
B) Materiales; por ejemplo las instalaciones, maquinarias y mobiliarios de toda clase,
herramientas y mercadería elaborada o a elaborar
C) Inmateriales; por ejemplo la propiedad industrial, artística y literaria (nombres, marcas de
fábrica y patentes de invención), la propiedad comercial o el derecho al local, la llave o
aviamiento y la clientela.
EL VALOR LLAVE: Es un bien inmaterial que tiene una especial particularidad: a diferencia de
otros bienes no es transferible con independencia del conjunto de bienes que forman el fondo de
comercio.
TEMA
TRANSFERENCIA DEL FONDO DE COMERCIO
LEY 11867
TRANSFERENCIA DE FONDO DE COMERCIO – LEY 11867
El fondo de comercio es "el conjunto de bienes materiales e inmateriales organizados
por el empresario para el ejercicio de su actividad”.
Esta ley se creó para salvaguardar los derechos de los acreedores. La idea es transferir el fondo de
comercio funcionando. Se puede realizar de forma fraccionada.
ARTÍCULO 1
Declárase elementos constitutivos de un establecimiento comercial o fondo de comercio, a los efectos de su
transmisión por cualquier título: las instalaciones, existencias en mercaderías, nombre y enseña comercial, la
clientela, el derecho al local, las patentes de invención, las marcas de fábrica, los dibujos y modelos industriales,
las distinciones honoríficas y todos los demás derechos derivados de la propiedad comercial e industrial o
artística.
ARTÍCULO 2
Toda transmisión por venta o cualquier otro título oneroso o gratuito de un establecimiento comercial o
industrial, bien se trate de enajenación directa y privada, o en público remate, sólo podrá efectuarse válidamente
con relación a terceros, previo anuncio durante cinco días en el Boletín Oficial de la Capital Federal o provincia
respectiva y en uno o más diarios o periódicos del lugar en que funcione el establecimiento, debiendo indicarse
la clase y ubicación del negocio, nombre y domicilio del vendedor y del comprador, y en caso que interviniesen,
el del rematador y el del escribano con cuya actuación se realizará el acto.
ARTÍCULO 3
El enajenante entregará en todos los casos al presunto adquirente una nota firmada, enunciativa de los créditos
adeudados, con nombres y domicilios de los acreedores, monto de los créditos y fechas de vencimientos si las
hay, créditos por los que se podrá solicitar de inmediato las medidas autorizadas por el artículo 4º, a pesar de los
plazos a que puedan estar subordinados, salvo el caso de la conformidad de los acreedores en la negociación.
ARTÍCULO 4
El documento de transmisión sólo podrá firmarse después de transcurridos diez días desde la última
publicación, y hasta ese momento, los acreedores afectados por la transferencia, podrán notificar su oposición al
comprador en el domicilio denunciado en la publicación, o al rematador o escribano que intervengan en el acto
reclamando la retención del importe de sus respectivos créditos y el depósito, en cuenta especial en el Banco
correspondiente, de las sumas necesarias para el pago.
Este derecho podrá ser ejercitado tanto por los acreedores reconocidos en la nota a que se refiere el artículo
anterior, como por los omitidos en ella que presentaren los títulos de sus créditos o acreditaren la existencia de
ellos por asientos hechos en los libros llevados con arreglo a las prescripciones del Código de Comercio. Pasado
el término señalado por el artículo 5º, sin efectuarse embargo, las sumas depositadas podrán ser retiradas por el
depositante.
ARTÍCULO 5
El comprador, rematador o escribano deberán efectuar esa retención y el depósito y mantenerla por el término
de veinte días, a fin de que los presuntos acreedores puedan obtener el embargo judicial.
ARTÍCULO 6
En los casos en que el crédito del oponente fuera cuestionable, el anterior propietario podrá pedir al juez que se
le autorice para recibir el precio del adquirente, ofreciendo caución bastante para responder a ese o esos
créditos.
ARTÍCULO 7
Transcurrido el plazo que señala el artículo 4º, sin mediar oposición, o cumpliéndose, si se hubiera producido, la
disposición del artículo 5º, podrá otorgarse válidamente el documento de venta, el que, para producir efecto con
relación a terceros, deberá extenderse por escrito e inscribirse dentro de diez días en el Registro Público de
Comercio o en un registro especial creado al efecto.
ARTÍCULO 8
No podrá efectuarse ninguna enajenación de un establecimiento comercial o industrial por un precio inferior al
de los créditos constitutivos del pasivo confesado por el vendedor, más el importe de los créditos no confesados
por el vendedor, pero cuyos titulares hubieran hecho la oposición autorizada por el artículo 4º, salvo el caso de
conformidad de la totalidad de los acreedores.
Estos créditos deben proceder de mercaderías u otros efectos suministrados al negocio o de los gastos generales
del mismo.
ARTÍCULO 9
A los efectos determinados en el artículo anterior, se presumen simuladas juris et de jure las entregas que
aparezcan efectuadas a cuenta o como seña que hubiere hecho el comprador al vendedor y en tanto cuanto ellas
puedan perjudicar a los acreedores.
ARTÍCULO 10
En los casos en que la enajenación se realice bajo la forma de ventas en block o fraccionadas de las existencias,
en remate público, el martillero deberá levantar previamente inventario y anunciar el remate en la forma
establecida por el artículo 2º, ajustándose a las obligaciones señaladas en los artículos 4º y 5º en el caso de
notificársele oposición.
En caso de que el producto del remate no alcance a cubrir la suma a retener, el rematador depositará en el Banco
destinado a recibir los depósitos judiciales, en cuenta especial, el producto total de la subasta, previa deducción
de la comisión y gastos, que no podrán exceder del 15% de ese producto.
Si habiendo oposición, el rematador hiciera pagos o entregas al vendedor, quedará obligado solidariamente con
éste respecto de los acreedores, hasta el importe de las sumas que hubiera aplicado a tales objetos.
ARTÍCULO 11
Las omisiones o transgresiones a lo establecido en esta ley, harán responsables solidariamente al comprador,
vendedor, martillero o escribano que las hubieran cometido, por el importe de los créditos que resulten impagos,
como consecuencia de aquéllas y hasta el monto del precio de lo vendido.
ARTÍCULO 12
El Registro Público de Comercio o el especial que se organice, llevará los libros correspondientes para la
inscripción de las transmisiones de establecimientos comerciales e industriales, cobrando a ese efecto los
derechos que determinen las leyes de impuestos.
ANALISIS DE LA LEY:
En el ART. 1º de la ley define cuáles son los elementos constitutivos de un fondo de comercio sujetos a
transmisión por cualquier título (oneroso o gratuito). Allí se mencionan las instalaciones, existencias
en mercaderías, nombres y enseña comercial, la clientela, el derecho al local, las patentes de
invención, las marcas de fábrica, los dibujos y modelos industriales, las distinciones honoríficas y
todos los demás derechos derivados de la propiedad comercial e industrial o artística.
Patentes de invención y los certificados de modelo de utilidad: Los primeros son títulos que va a
obtener por inventar algo, los segundos son modificaciones que se van a hacer en los inventos.
La patentes de invención rigen por 20 años, luego pasan al dominio público.
Los certificados de modelo de utilidad rigen por 10 años, luego pasan al dominio público.
VALOR LLAVE: Es la expectativa de ganancia que tiene el vendedor en un futuro, las utilidades a
futuro.
Los empleados integran el fondo de comercio? No, no lo integran. Pero sí se puede pactar la
continuidad del empleo. Pero no cobrarlo en el valor llave. En el fondo de comercio tampoco integran
las deudas y los créditos.
Es necesario que el vendedor no continúe con esa actividad comercial dentro de ese rubro y si
continua con ese rubro no puede hacerlo dentro del radio de ese fondo de comercio.
Las sucursales no son fondos de comercio.
El vendedor va a tener que publicar en el Boletín Oficial y en uno o más diarios de la zona
donde funciona el comercio por 5 días.
ARTICULO 2º-Toda transmisión por venta o cualquier otro título oneroso o gratuito de un
establecimiento comercial o industrial, bien se trate de enajenación directa y privada, o en público
remate, sólo podrá efectuarse válidamente con relación a terceros, previo anuncio durante cinco días
en el Boletín Oficial de la Capital Federal o provincia respectiva y en uno o más diarios o periódicos
del lugar en que funcione el establecimiento, debiendo indicarse la clase y ubicación del negocio,
nombre y domicilio del vendedor y del comprador, y en caso que interviniesen, el del rematador y el
del escribano con cuya actuación se realizará el acto.
Si faltan algunos de los requisitos el edicto será nulo y se cae toda la transferencia.
Pasados los 5 días de la última publicación por edictos y dentro de los 10 días posteriores se podrá
hacer el boleto de transferencia. En este último plazo los acreedores van a tener derecho de presentar
sus oposiciones al pago.
ARTICULO 4°-El documento de transmisión sólo podrá firmarse después de transcurridos diez días
desde la última publicación, y hasta ese momento, los acreedores afectados por la transferencia,
podrán notificar su oposición al comprador en el domicilio denunciado en la publicación, o al
rematador o escribano que intervengan en el acto reclamando la retención del importe de sus
respectivos créditos y el depósito, en cuenta especial en el Banco correspondiente, de las sumas
necesarias para el pago.
Además el vendedor deberá entregarle al comprador una lista con todos sus acreedores reconocidos
por él y si es posible, indicando el monto y el plazo de vencimiento de las deudas.
Estos acreedores que se encuentran en este listado no deberán demostrar sus créditos, porque éstos
ya se encuentran reconocidos. Si se presentan otros acreedores que no están en esa lista deberán
demostrar sus créditos.
Todos los acreedores tienen derecho a presentarse y oponerse al pago. Para esto también es la
finalidad del edicto.
Pasados los 10 días puede pasar que haya oposiciones o que no las haya:
• Si no las hay se realiza la transferencia
• Si las hay------ Dependiendo de a quien se le hizo la oposición (Comprador, rematador o
escribano) se deberá retenerle el importe de la misma y depositarlo en una cuenta bancaria.
Este monto queda allí depositado por un plazo de 20 días. En ese plazo los acreedores deberán
presentarse a la justicia y conseguir embargo sobre esos montos. El embargo es a los fines de
cobrar la deuda. Si no se consigue el embargo, el banco devuelve la plata y no se puede cobrar.
Pasados los 20 días y conseguido el embargo, esa plata retenida en el banco se liberara a los
acreedores por el monto reconocido.
El sobrante de plata quedará ahí retenida hasta en tanto el o los acreedor/es no reconocidos que se
hayan opuesto puedan demostrar si su crédito es cierto o no. El saldo restante se va a liberar.
Luego de las oposiciones o en caso de que no las hubiera se otorgará válidamente el documento de
venta, el que, para producir efecto con relación a terceros, deberá extenderse por escrito e inscribirse
dentro de diez días en el Registro Público de Comercio.
Excepción: Cuando todos los acreedores de ese PASIVO por unanimidad acepten transferir por un
valor inferior.
ART 10° 1era parte: Se vende fondo de comercio en remate y de forma fraccionada -----
Generalmente el valor va a ser inferior al real e incluso a veces inferior al pasivo.
El martillero que interviene en la subasta va a verificar que se cumplan los pasos que establece esta
ley. Verificado esto, Si hay oposiciones el martillero deberá retener el importe de las retenciones. Si
habiendo oposiciones, libera todo el fondo, es decir le da la plata al vendedor, el martillero será
solidariamente responsable con el vendedor por los montos que liberó.
Ante cualquier incumplimiento u omisión en la transferencia de acuerdo a esta ley, cualquiera de las
partes que haya cometido la omisión (vendedor, comprador, martillero o escribano) van a ser
solidariamente responsables por el pasivo que haya quedado impago como consecuencia de estas
omisiones en el cumplimiento y hasta el monto de lo vendido. Son solidariamente responsables por
los pasivos impagos y hasta el monto de lo vendido.
Rendición de cuentas
ARTÍCULO 858. Definiciones
Se entiende por cuenta la descripción de los antecedentes, hechos y resultados
pecuniarios de un negocio, aunque consista en un acto singular.
Hay rendición de cuentas cuando se las pone en conocimiento de la persona interesada,
conforme a lo dispuesto en los artículos siguientes.
ANALISIS:
La norma aquí regulada se vincula con los arts. 68 a 74 CCom., y con lo establecido en los arts.
116 CCyC —rendición de cuentas del tutor—, 130 y 132 CCyC —rendición de cuentas en la tutela—,
1334 CCyC —rendición de cuentas por el mandatario—, 1550 CCyC —rendición de cuentas tutores y
curadores—, 2355 CCyC —rendición de cuentas del administrador de la herencia—, entre otros. Como
así también, con los arts. 655 a 657 CPCCN.
CUENTA: Es decir que la cuenta contiene la información documentada de las circunstancias de una
actividad determinada y/o de un negocio. Dicha información documentada permitirá al sujeto en
cuestión confeccionar los estados contables con base en esta documentación respaldatoria.
La rendición de cuentas es la demostración ordenada, sistematizada y documentada, a
través de la cual se cumple el deber legal de informar a otro, las operaciones, procedimientos y
resultado de un negocio.
Desde el punto de vista jurídico la rendición de cuentas permite demostrar,
mediante la documentación respaldatoria, las negociaciones efectuadas y su resultado.
Se destaca que la “rendición de cuentas” y “cuentas”, si bien son cercanas, no
deben ser confundidas por cuanto la rendición de cuentas es un deber de poner en
conocimiento del dueño del negocio los resultados y circunstancias en que el negocio se
ha realizado, mientras que las cuentas son la forma ordinaria en que se cumple con esa
obligación.
ARTÍCULO 860. Obligación de rendir cuentas Están obligados a rendir cuentas, excepto renuncia expresa del
interesado:
A) quien actúa en interés ajeno, aunque sea en nombre propio;
B) quienes son parte en relaciones de ejecución continuada, cuando la rendición es apropiada a la
naturaleza del negocio;
C) quien debe hacerlo por disposición legal. La rendición de cuentas puede ser privada, excepto si la ley
dispone que debe ser realizada ante un juez
ARTÍCULO 861. Oportunidad Las cuentas deben ser rendidas en la oportunidad en que estipulan las partes, o
dispone la ley. En su defecto, la rendición de cuentas debe ser hecha:
A) al concluir el negocio;
B) si el negocio es de ejecución continuada, también al concluir cada uno de los períodos o al final de
cada año calendario
ARTÍCULO 862. Aprobación La rendición de cuentas puede ser aprobada expresa o tácitamente.
❖ Hay aprobación tácita si no es observada en el plazo convenido o dispuesto por la ley o, en su defecto,
en el de treinta días de presentadas en debida forma. Sin embargo, puede ser observada por errores
de cálculo o de registración dentro del plazo de caducidad de un año de recibida.
En punto a la aceptación, esta puede ser tácita o expresa.
La aceptación tácita es una presunción legal que admite prueba en contrario. Al
recibir el mandante o dueño del negocio la cuenta, y dejar transcurrir el plazo convenido o legal —o,
en su defecto, los treinta días— sin hacer observaciones se presume su aceptación pero esta
presunción es iuris tantum, admite prueba en contrario, debiendo también probarse que ha
existido alguna imposibilidad concreta para impugnar judicial o extrajudicialmente en
el término legal.