Capitulo 5, Gaudete

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 2

ELKIN VESGA SALAS, Propedéutico 2021

CAPÍTULO QUINTO – Gaudete et Exsultate (Resumen)


COMBATE, VIGILANCIA Y DISCERNIMIENTO
La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las
tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio.

El combate y la vigilancia
No se trata solo de un combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos
atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la
propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia,
los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal.

Algo más que un mito:


• No aceptaremos la existencia del diablo si nos empeñamos en mirar la vida solo con
criterios empíricos y sin sentido sobrenatural. Precisamente, la convicción de que este poder
maligno está entre nosotros es lo que nos permite entender por qué a veces el mal tiene
tanta fuerza destructiva.
• De hecho, cuando Jesús nos dejó el Padrenuestro quiso que termináramos pidiendo al Padre
que nos libere del Malo.
• Jesús nos enseñó a pedir cotidianamente esa liberación para que su poder no nos domine.
Despiertos y confiados:
• La Palabra de Dios nos invita claramente a «afrontar las asechanzas del diablo» (Ef 6,11) y
a detener «las flechas incendiarias del maligno» (Ef 6,16).
• Para el combate tenemos las armas poderosas que el Señor nos da: la fe que se expresa en la
oración, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Misa, la adoración
eucarística, la reconciliación sacramental, las obras de caridad, la vida comunitaria, el
empeño misionero.
• En este camino, el desarrollo de lo bueno, la maduración espiritual y el crecimiento del
amor son el mejor contrapeso ante el mal.
La corrupción espiritual:
• El camino de la santidad es una fuente de paz y de gozo que nos regala el Espíritu, pero al
mismo tiempo requiere que estemos «con las lámparas encendidas» (Lc 12,35) y
permanezcamos atentos: «Guardaos de toda clase de mal» (1 Ts 5,22). «Estad en vela» (Mt
24,42; cf. Mc 13,35). «No nos entreguemos al sueño» (1 Ts 5,6).
• La corrupción espiritual es peor que la caída de un pecador, porque se trata de una ceguera
cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el
egoísmo y tantas formas sutiles de auto referencialidad, ya que «el mismo Satanás se
disfraza de ángel de luz» (2 Co 11,14).

El discernimiento
¿Cómo saber si algo viene del Espíritu Santo o si su origen está en el espíritu del mundo o en el
espíritu del diablo? La única forma es el discernimiento, que no supone solamente una buena
capacidad de razonar o un sentido común, es también un don que hay que pedir.
Una necesidad imperiosa:
• Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida
actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta
como si fueran todas válidas y buenas.
• Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a
merced de las tendencias del momento.
• Somos libres, con la libertad de Jesucristo, pero él nos llama a examinar lo que hay dentro
de nosotros ―deseos, angustias, temores, búsquedas― y lo que sucede fuera de nosotros —
los «signos de los tiempos»— para reconocer los caminos de la libertad plena:
«Examinadlo todo; quedaos con lo bueno» (1 Ts 5,21).
Siempre a la luz del Señor:
• El discernimiento es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor.
• Por tanto, pido a todos los cristianos que no dejen de hacer cada día, en diálogo con el
Señor que nos ama, un sincero «examen de conciencia»
Un don sobrenatural:
• Recordemos siempre que el discernimiento es una gracia. Aunque incluya la razón y la
prudencia, las supera, porque se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible
que Dios tiene para cada uno y que se realiza en medio de los más variados contextos y
límites.
• El discernimiento, en definitiva, conduce a la fuente misma de la vida que no muere, es
decir, conocer al Padre, el único Dios verdadero, y al que ha enviado: Jesucristo (cf. Jn
17,3). No requiere de capacidades especiales ni está reservado a los más inteligentes o
instruidos, y el Padre se manifiesta con gusto a los humildes (cf. Mt 11,25).
• No es posible prescindir del silencio de la oración detenida para percibir mejor ese
lenguaje, para interpretar el significado real de las inspiraciones que creímos recibir. Así
podemos dejar nacer esa nueva síntesis que brota de la vida iluminada por el Espíritu.
Habla, Señor:
• Hay que recordar que el discernimiento orante requiere partir de una disposición a
escuchar: al Señor, a los demás, a la realidad misma que siempre nos desafía de maneras
nuevas. Solo quien está dispuesto a escuchar tiene la libertad para renunciar a su propio
punto de vista parcial o insuficiente, a sus costumbres, a sus esquemas.
• No se trata de aplicar recetas o de repetir el pasado, ya que las mismas soluciones no son
válidas en toda circunstancia y lo que era útil en un contexto puede no serlo en otro.
La lógica del don y de la cruz:
• Una condición esencial para el progreso en el discernimiento es educarse en la paciencia de
Dios y en sus tiempos, que nunca son los nuestros.
• No se discierne para descubrir qué más le podemos sacar a esta vida, sino para reconocer
cómo podemos cumplir mejor esa misión que se nos ha confiado en el Bautismo, y eso
implica estar dispuestos a renuncias hasta darlo todo.
• Cuando escrutamos ante Dios los caminos de la vida, no hay espacios que queden
excluidos. El que lo pide todo también lo da todo, y no quiere entrar en nosotros para
mutilar o debilitar sino para plenificar. Esto nos hace ver que el discernimiento no es un
autoanálisis ensimismado, una introspección egoísta, sino una verdadera salida de nosotros
mismos hacia el misterio de Dios, que nos ayuda a vivir la misión a la cual nos ha llamado
para el bien de los hermanos.

También podría gustarte