Prueba Medicion y Evaluacion 511-2
Prueba Medicion y Evaluacion 511-2
Prueba Medicion y Evaluacion 511-2
PRUEBA
MEDICIÓN
Desde el inicio del tema a que estamos refiriéndonos, hemos hecho múltiples
alusiones a la estrecha relación que existe entre medir y evaluar. Hemos
afirmado reiteradamente que, para formular un juicio de valor, debemos contar
previamente con evidencias y datos que se desprenden en forma directa o
indirecta del fenómeno que es objeto del proceso evaluativo. En lo que se
refiere al aprendizaje escolar, es evidente que, para su estimación, se requieren
referencias y datos relativos al conocimiento, a las habilidades que el educando
posee y a las actitudes que ha alcanzado mediante el proceso educativo del cual
participa. Naturalmente, la consistencia, la pertinencia, la certeza y la relevancia
de tales datos y evidencias condicionan el juicio que se formulará y las
decisiones que, a raíz de éste, se tomarán con propósitos de perfeccionar y
enriquecer la enseñanza y el aprendizaje. Es justamente la medición
educacional la que nos permite obtener la mayoría de estos datos y de esa
información tan necesaria para efectuar una evaluación formal.
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(1) El ejemplo que aporta nuestra autora, en este último párrafo de la cita, reafirma lo que
recalcamos en páginas anteriores con referencia a la evaluación por “juicio de experto”.
Asimismo, nos indica que el profesor dispone de otros procedimientos y recursos, además
de los de medición, para valorar los hechos educacionales de interés.
anterior, sus conocimientos previos y otros) que nos permiten juzgarlas como
adecuadas o no y hacer algo al respecto (poner el niño a dieta, enriquecer su
alimentación, hacerle practicar un deporte, Explicarle y ejemplificarle en distintas
situaciones los conceptos equivocados, etcétera). Por ello, la medición, aunque
sea parte esencial de la evaluación y su calidad incida sobre la de ésta, es un
acto distinto al de evaluar. Desde esta óptica, si usted vuelve su mirada hacia la
evaluación que se efectúa en nuestras escuelas, puede percatarse de que muy
a menudo este proceso no va más allá del acto de medir, y de que en algunos
casos -todavía peor- se queda en la simple aplicación y calificación de
exámenes o pruebas trimestrales cuya construcción deja mucho que desear.
Las habilidades mentales del ser humano y sus rasgos psíquicos se enmarcan
dentro de la segunda consideración, pues es notorio que, por su naturaleza,
complejidad y versatilidad, no se presta a una observación directa y menos a
una medición empírica, exacta y unívoca. Así es que, para estimar aspectos
tales como la inteligencia, la creatividad, los intereses, las aptitudes, las
motivaciones, las emociones, las actitudes, la adaptación social, el aprendizaje y
la madurez del hombre, se recurre a la observación y medición de las evidencias
indirectas que supuestamente(2) indican la presencia de los atributos
mencionados.
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(2) Decimos “supuestamente”, porque no siempre se tiene la certeza y el acuerdo total acerca
de la relación entre los indicadores y el fenómeno del cual se consideran posibles efectos.
El primer paso para llegar a una comprensión de los
problemas que tienen que resolverse en la medición
educativa para que ésta sea eficaz, consiste en
admitir que los objetivos y sucesos con los que
primariamente está relacionado no pueden ser
observados directamente. Un profesor no puede
volverse hacia atrás al final de una lección o serie de
lecciones, y admirar su obra en la forma en que, por
ejemplo, un escultor contempla los cambios que ha
introducido en la forma del material con el que
trabaja. Muchas de las modificaciones en la
perspicacia de sus alumnos, en sus capacidades,
actitudes, intereses, no pueden observarse
directamente.
Es relativa, porque los datos que nos aporta carecen de significado universal y
absoluto. Ello, por cuanto los instrumentos que se emplean y las reglas que se
aplican para asignar el puntaje y las calificaciones se refieren a situaciones
específicas. Por ejemplo, un maestro de primaria que desea medir el grado de
comprensión de lectura alcanzado por sus alumnos, puede emplear distintas
variedades de pruebas (orales o escritas) con preguntas diferentes en cuanto a
tipo, contenido y complejidad. Así mismo, podrá usar múltiples reglas conteo de
las respuestas correctas o incorrectas; diferencia entre las soluciones acertadas
y las equivocadas; presencia de un cierto número y tipo de respuestas- para el
establecimiento del puntaje de los resultados de la prueba aplicada. En efecto,
si alguien nos comunica que el jardín de su casa mide sesenta metros
cuadrados, de inmediato -siempre que tengamos el concepto de metro como
unidad de medida- podemos formarnos una idea sobre las dimensiones que
posee tal jardín; pero si se comunica que un niño obtuvo un puntaje de 80 en
una prueba de comprensión de lectura, el entendimiento y la interpretación de la
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Debe considerarse, también, que los resultados obtenidos por un alumno en una
prueba de aprovechamiento escolar no son invariables y absolutos. Ellos
representan el nivel de rendimiento que este alumno demuestra en el momento
en que se le aplicó la prueba; por lo tanto, indican lo que él pudo hacer y decir
en esa determinada situación y frente a las tareas específicas que se
planteaban en la prueba que se le administró en esa circunstancia. Por tal
razón, este mismo alumno puede obtener distintos resultados, ya sea en otros
momentos y otras circunstancias, o frente a pruebas que, aun midiendo lo
mismo que medía aquella que se le aplicó con anterioridad, lo hacen mediante
tareas distintas, o en ambas situaciones, es decir, en otras situaciones y frente a
pruebas que miden los mismos aprendizajes, pero exigen realizaciones
diferentes.
Referencia Bibliográfica
ASIGNACIÓN 2: