286 Nueva Sociedad
286 Nueva Sociedad
286 Nueva Sociedad
1. Según la ocde, el crecimiento mundial en 2019 y 2020 alcanzará su valor más bajo desde 2008.
2. Lo mismo ocurre en materia de comercio mundial, según la omc, ya que el crecimiento global
tiende a ser equivalente al del pib mundial.
3. La ied cayó 20% en el primer semestre de 2019 en comparación con 2018 según la ocde, a
pesar de su aumento en China, la India y Rusia.
4. Según el fmi, la deuda global (pública y privada combinadas) representa 225% del pib mundial. «En
promedio, la deuda global ahora supera los 86.000 dólares per cápita, lo que representa más de dos
veces y media el ingreso promedio per cápita». «New Data on Global Debt», 2/1/2020, disponible
en <https://blogs.imf.org/2019/01/02/new-data-on-global-debt/#more-25340>.
40 Didier Billion / Christophe Ventura | nueva sociedad | 286
5. Según el fmi, el año 2019 registra uno de los crecimientos más débiles después de 2016 en la
mayoría de los países de la región. fmi: Perspectives économiques régionales pour le Moyen-Orient et
l’Asie centrale, 10/2019.
6. ocde et al.: Latin American Economic Outlook 2019: Development in Transition, oecd Publi-
shing, París, 2019.
7. Sobre este tema, v. C. Ventura: «Enjeux et perspectives de la protection sociale en Amérique
latine: un rôle pour la France?», nota de análisis, afd / iris, 6/2018.
tema central | ¿Por qué protesta tanta gente a la vez? 41
de una forma de vida prometida por el modelo liberal que se les escapa o a
la que ya no tienen acceso –o que sienten que pueden perder–.
Cada movimiento toma parte de sus referencias, a veces de sus consignas,
de movimientos precedentes y de la larga historia de las luchas sociales y
políticas nacionales (Argelia, con la lucha por la dignidad vinculada al pe-
riodo de la lucha nacional por la descolonización; Chile, con el lema «No
son 30 pesos, son 30 años»; la referencia a la República en el caso catalán,
etc.). Muchos de los actores, movimientos u organizaciones militantes que
se encuentran en las calles se inscriben en una memoria más larga. Pero
también en luchas recientes que han marcado la vida política nacional: los
movimientos contra la explotación del gas de esquisto en el sur de Argelia;
la Asociación Sudanesa de Profesionales en Sudán, creada en 2016, con do-
centes, periodistas, médicos y abogados que forman una red clandestina; el
movimiento estudiantil en Chile, etc.
Estos movimientos son en un primer momento «destituyentes» –a menudo
reclaman «que renuncien» los políticos en funciones– y revelan la presencia
en sus países de una heterogeneidad de demandas democráticas y sociales no
atendidas por el sistema representativo y el Estado. Tienen como objetivo dar
centralidad a estas demandas y rearticularlas en un marco de desintermedia-
ción de las relaciones políticas y sociales entre la sociedad y su representación
organizada e institucional.
Desigualdad y
descontento social
en América Latina
Nora Lustig
Introducción
América Latina es la región más desigual del mundo (v. gráfico 1). En
los últimos 30 años, la distribución del ingreso en el subcontinente
presentó tres tendencias. Durante los años 90 y principios de los 2000,
la desigualdad aumentó en la mayoría de los países para los que existen
datos comparables. Entre 2002 y 2013, la desigualdad se redujo en
prácticamente todos los países. A partir de 2013 (y hasta 2017, últi-
mo año para el cual se cuenta con información), esta tendencia a la
reducción presentó señales de agotamiento en algunos países donde la
Gráfico 1
La desigualdad por región: coeficiente de Gini
0,60
0,514
0,483
0,435
0,438
0,437
0,437
0,455
0,50 0,474
0,423
0,416
0,415
0,408
0,346
0,368
0,383
0,380
0,370
0,376
0,388
0,373
0,362
0,349
0,362
0,359
0,340
0,40
0,316
0,316
0,270
0,30
0,20
0,10
0,00
Mundo América África Asia Europa Oriente América del
Latina Medio Norte
y el Caribe
1990 2000 2010 ca. 2018
Nota: los años utilizados para Latinoamérica son 1992, 2000, 2010 y 2017. El conjunto de países
utilizados varía en cada año.
Fuente: N. Lustig: «Desigualdad y política social en América Latina», cit.; basado en Base de
Datos Socioeconómicos para América Latina y el Caribe (sedlac) y povcal.
1. Recordemos que el coeficiente de Gini es un indicador de desigualdad de los más utilizados y que cuan-
to más cercano a cero (uno), más igual (desigual) es la distribución de la variable analizada.
tema central | Desigualdad y descontento social en América Latina 55
Gráfico 2
Coeficiente de Gini
0,7
Guatemala
Honduras
0,6 Paraguay
República Brasil
0,55 Dominicana
Costa Rica Chile
0,5 Nicaragua
Argentina
0,45
Ecuador
0,4 Perú
Bolivia
Uruguay El Salvador
0,35
0,35 0,4 0,45 0.5 0,55 0,6 0,65 0,7
Coeficiente de Gini, ca. 1992
Cociente de la proporción de ingreso del decil más rico al decil más pobre
100
Costa Rica
90 Colombia
Ratio de ingresos d. 10/d. 1, ca. 2017
Honduras
80 Brasil
República
70 Dominicana
60 Bolivia Guatemala
50 Paraguay
Argentina
40 Nicaragua
Uruguay
30
20
Ecuador
10
El Salvador Perú
Chile México
0
0 20 40 60 80 100
Ratio de ingresos d. 10/d. 1, ca. 1992
Nota: la línea punteada representa la diagonal de 45 grados. Los ingresos utilizados para calcular el co-
ciente de ingresos entre deciles extremos están expresados en dólares paridad poder adquisitivo (ppa) de
2011. Argentina: 1992-2017; Bolivia: 1992-2017; Brasil: 1992-2017; Chile: 1992-2017; Colombia: 1992-
2017; Costa Rica: 1992-2017; República Dominicana: 1992-2016; Ecuador: 1994-2017; El Salvador:
1995-2017; Guatemala: 2000-2014; Honduras: 1992-2017; México: 1992-2016; Nicaragua: 1993-2014;
Panamá: 1995-2017; Paraguay: 1995-2017; Perú: 1997-2017; Uruguay: 1992-2017; Venezuela: 1992-1999.
Fuente: N. Lustig: «Desigualdad y política social en América Latina», cit.
56 Nora Lustig | nueva sociedad | 286
ingreso percibido por el 10% más rico pasó de ser cerca de 60 veces más alto
que el del 10% más bajo a ser menos de 40 veces más alto. La desigualdad
disminuyó en cada país de la región, incluyendo los tres donde las protestas
han sido intensas. En lo que va de este siglo, en Chile el coeficiente de Gini
disminuyó de 0,481 (2006) a 0,465 (2017); en Colombia, de 0,562 (2001) a
0,496 (2017); y en Ecuador, de 0,532 (2003) a 0,446 (2017)2.
Si la desigualdad experimentó una caída inusitada en el periodo reciente,
¿cómo se explican el descontento social y su virulencia? En esta sección se
sugieren algunas explicaciones. En particular, se mencionan tres: el impacto
negativo del fin del auge de las materias primas sobre las condiciones de
vida; la limitación de los indicadores utilizados (por ejemplo, el coeficiente
de Gini); y las limitaciones de los datos que se utilizan para medir la desigual-
dad de manera cabal.
En los países de América del Sur, el fin del auge de las materias primas
se tradujo en una caída de la tasa de crecimiento del ingreso por habitan-
te; algunos países, incluso, entraron en franca recesión. El descontento
no solo se ha manifestado a través de movimientos de protesta: el voto
popular en las elecciones presidenciales recientes se caracterizó por ir en
contra de los partidos en el gobierno, independientemente de su signo
ideológico (en países gobernados por la izquierda se eligieron candidatos
más a la derecha y viceversa). Fue un voto de protesta frente a la pérdida de
poder adquisitivo, el desempleo y la erosión de beneficios provenientes del
gobierno. A ello habría que añadir que, en varios países, la desigualdad re-
virtió la tendencia de la década anterior y comenzó a subir. Esto ha pasado,
por ejemplo, en Brasil y, en menor medida, en Paraguay. Si bien ha habido
una caída de la desigualdad cuando se comparan los niveles de principios de
siglo con los más recientes, durante los últimos años en varios países se pro-
dujo un estancamiento de esa caída o incluso un aumento de la desigualdad.
El menor dinamismo económico, combinado con una creciente desigual-
dad, ha resultado en un aumento de la incidencia de la pobreza, justo
cuando la capacidad del fisco para ofrecer mecanismos de compensación
se vio mermada. Según la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (Cepal), desde 2015, la incidencia de la pobreza en la región ha ido
en aumento, y los pronósticos de ese organismo indican que en 2019 el
número de pobres habría alcanzado un total de 191 millones (seis millones
más que el año anterior), de los cuales 72 millones estarían en pobreza
extrema. En comparación con 2014, habría 27 millones más de personas
pobres, y de ellas 26 millones se encontrarían en condiciones de pobreza
2. Los datos de Chile previos a 2006 fueron calculados a partir de la antigua metodología que
utilizaba el gobierno y, por lo tanto, no son comparables.
tema central | Desigualdad y descontento social en América Latina 57
3. Cepal: Panorama social de América Latina 2019, Naciones Unidas, Santiago de Chile, 2019.
4. Medido en dólares ppa de 2011, el ingreso promedio del primer decil y del decil más rico en
el año 2000 fue de 56 dólares y de 1.819 dólares, respectivamente. Las cifras análogas en 2017
fueron 140 dólares y 2.754 dólares, respectivamente (cálculos de la autora sobre la base de povcal
del Banco Mundial).
58 Nora Lustig | nueva sociedad | 286
5. A. Uthoff: «Do Competitive Markets of Individual Savings Accounts and Health Insurance
Work as Part of the Welfare State?» en José Antonio Ocampo y Joseph Stiglitz (eds.): The Welfare
State Revisited, Columbia up, Nueva York, 2018.
6. S. Edwards: «Chile’s Insurgency and the End of Neoliberalism» en Voxeu.org, 30/11/2019.
tema central | Desigualdad y descontento social en América Latina 59
7. Brasil: Marc Morgan Milá: «Essays on Income Distribution: Methodological, Historical and
Institutional Perspectives with Applications to the Case of Brazil (1926-2016)», tesis doctoral,
Paris School of Economics (pse) / École des Hautes Études en Sciences Sociales (ehess), 2018;
Chile: Ignacio Flores, Claudia Sanhueza, Jorge Atria y Ricardo Mayer: «Top Incomes in Chile: A
Historical Perspective on Income Inequality, 1964-2017» en Review of Income and Wealth, 2019;
Uruguay: Gabriel Burdín, Mauricio De Rosa, Andrea Vigorito y Joan Vilá: «Was Falling Inequa-
lity in All Latin American Countries a Data-Driven Illusion? Income Distribution and Mobility
Patterns in Uruguay 2009-2016», dt 30/19, Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Econó-
micas y de Administración, Universidad de la República, 2019.
8. M. Morgan Milá: ob. cit.
60 Nora Lustig | nueva sociedad | 286
Gráfico 3
Brasil: curvas de incidencia del crecimiento del ingreso por persona
por percentil, 2002-2013
50
45
0,01% superior
Crecimiento total del ingreso (en %)
40
35
Crecimiento
30
de los pobres 1% superior
25
20
Promedio
Clase media
15
«perdedora»
10
0
10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
Grupo de ingreso (percentiles)
Gráfico 4
Chile: proporción del ingreso total recibido
por el 1% más rico, 1990-2015 (en porcentaje)
26
24
22
20
18
16
14
12
10
1990 1995 2000 2005 2010 2015
Nota: «casen después de impuestos» corresponde a la participación del 1% más rico después de
impuestos en las encuestas de hogares; «serie ajustada» corresponde a la participación en el ingreso
del 1% más rico según datos fiscales después de corregir los datos por subdeclaración de ingresos
e incluir las ganancias no distribuidas.
Fuente: I. Flores, C. Sanhueza, J. Atria y R. Mayer: ob. cit.
tema central | Desigualdad y descontento social en América Latina 61
Gráfico 5
Uruguay: proporción del ingreso
total recibido por el 1% más rico, 2008-2016 (en porcentaje)
18
16%
16
15%
14
12%
12
10
8%
8
6
4
2
0
2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017
Nota: «ajustado» se refiere a la participación calculada sobre la base del concepto de ingreso fis-
cal, que consiste en términos generales en ajustar los ingresos de las encuestas de hogares con la
información de las declaraciones de impuestos y otras fuentes administrativas.
Fuente: G. Burdín, M. De Rosa, A. Vigorito y J. Vilá: ob. cit.
A partir de estos ejercicios, queda claro que para medir la desigualdad ca-
balmente es imprescindible tener acceso a información fiscal (por ejemplo, de
las declaraciones de impuestos anonimizadas) y otras fuentes administrativas
que permitan calcular mejor los ingresos –sobre todo los de la población en los
estratos más altos–. Mientras esto no ocurra, tendremos una mirada parcial y
sesgada del grado de desigualdad y de su evolución en el tiempo. Esto nos lleva-
rá a diagnósticos erróneos sobre las causas y consecuencias de la desigualdad y a
recomendaciones de políticas públicas incompletas y equivocadas.
En conclusión, cuando se toma en cuenta el retroceso en el bienestar de la
población de los países de América del Sur acontecido a raíz del fin del auge
de las materias primas, las limitaciones de los sistemas de pensiones y sa-
lud en Chile, el incremento de precios de combustibles de primera necesidad
en varios países debido a la reducción de los subsidios gubernamentales, y
cuando se consideran indicadores de la desigualdad que captan mejor lo
ocurrido con las diferencias de los ingresos absolutos entre ricos y pobres y
la concentración del ingreso en el tope de la distribución, la oleada de pro-
testas como rebelión hacia la desigualdad adquiere todo el sentido9.
9. Esta conclusión es hasta cierto punto contraria a la planteada por Francisco Ferreira y Martha
Schoch: «Inequality and Social Unrest in Latin America: The Tocqueville Paradox Revisited» en
World Bank Blog, 24/2/2020.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 286,
marzo-abril de 2020, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.
La manifestación:
el origen de una
forma de protesta
Olivier Fillieule / Danielle Tartakowsky
La matriz británica
1. Matthias Reiss (ed.): The Street as Stage: Protest Marches and Public Rallies since the Nineteenth
Century, Oxford up, Oxford, 2007.
2. Emmanuel Fureix: La France des larmes. Deuils politiques à l’ âge romantique (1814-1840),
Champ Vallon, París, 2009.
3. V. Robert: Les chemins de la manifestation, 1848-1914, Presses Universitaires de Lyon, Lyon, 1996.
4. Mary P. Ryan: Civic War: Democracy and Public Life in the American City during the Nineteenth
Century, University of California Press, Berkeley, 1997.
5. Loïc Abrassart: «Un peuple en ordre. Processions civiques, cortèges et construction du peuple
dans les fêtes civiques mexicaines du Porfiriat, Mexico, 1900-1910» en Sociétés et Représentations
vol. 2000/1 No 8, 12/1999.
64 Olivier Fillieule / Danielle Tartakowsky | nueva sociedad | 286
6. C. Tilly: «Social Movements and National Politics» en Charles Bright y Susan Harding (eds.):
Statemaking and Social Movements: Essays in History and Theory, University of Michigan Press, Ann
Arbor, 1984.
7. C. Tilly: Contentious Performances, Cambridge up, Cambridge, 2008, p. 75.
8. Ver Mark Traugott: «Barricades as Repertoire: Continuities and Discontinuities in the History
of French Contention» en M. Traugott (ed.): Repertoires and Cycles of Collective Action, Duke up,
Durham-Londres, 1995; Cécile Péchu: Droit au logement, genèse et sociologie d’une mobilisation,
Dalloz, París, 2006.
tema central | La manifestación: el origen de una forma de protesta 65
Por último, Tilly evoca las grandes manifestaciones políticas de 1820 en fa-
vor de la reina Carolina de Brunswick y dirigidas contra el rey, que culminan
con los funerales políticos de la reina en agosto de 1821. Los modos de acción
utilizados se inspiran en los camp meetings metodistas y primitivos, en su re-
tórica milenarista, en el ceremonial de las guildas o gremios medievales, en
la cultura más reciente de los ex-combatientes de las guerras antinapoleónicas
o la de los sindicatos o sociedades de socorro mutuo, según combinaciones
complejas. A menudo se inscriben en una perspectiva de mutación radical, in-
cluso escatológica. Aspiran también a la construcción de una opinión pública
nacional11, como lo atestiguan las marchas hacia Londres a partir de 1816,
que reúnen, repetidas veces, a más de 100.000 manifestantes.
Durante la década de 1820, los trabajadores en huelga, por su parte, re-
curren cada vez más a menudo a la manifestación12. En la década siguiente,
esta ocupa ya un lugar central en el repertorio británico de la protesta.
***
Esta transformación que, según Tilly, se inicia en Gran Bretaña alrededor
del periodo 1801-1820 para consumarse en la década de 1830, ocurre de
13. Acerca del caso estadounidense, v. Michael P. Young: «Confessional Protest: The Religious
Birth of us National Social Movements» y «Reply to Tilly: Contention and Confession» en Ame-
rican Sociological Review vol. 67 No 5, 2002.
14. C. Tilly: La France conteste, de 1600 à nos jours, Fayard, París, 1986.
15. V. Robert: ob. cit.
16. Marcha en defensa de la jornada laboral de ocho horas que acabó con nueve muertos y más
de 30 heridos [n. del e.]. André Pierrard y Jean-Louis Chappat: La fusillade de Fourmies. 1er mai
1891, Miroirs, Lille, 1991.
17. Michelle Perrot: Jeunesse de la grève, Seuil, París, 1984.
tema central | La manifestación: el origen de una forma de protesta 67
18. El movimiento cartista se desarrolló a fines de la década de 1830 por iniciativa de la Asociación
de Trabajadores Londinenses. En un primer momento reclamó el sufragio universal masculino,
contra el sistema electoral restrictivo vigente [n. del e.].
19. Seguidores de las ideas de Louis Auguste Blanqui (1805-1881), quien propugnaba la acción re-
volucionaria conspirativa por parte de una pequeña vanguardia bien organizada como reemplazo
de la acción de masas más amplia, para tomar el poder y ejercerlo de manera dictatorial en favor de
las mayorías [n. del t.].
20. Movimiento protopopulista, nacionalista y antiparlamentario seguidor del general Georges
Boulanger que logró el apoyo de sectores medios y obreros [n. del e.].
21. Michel Pigenet: «L’adieu aux barricades. Du blanquisme au vaillantisme (décennies 1880-
1890)» en Alain Corbin y Jean-Marie Mayeur (dirs.): La barricade. Actes du colloque organisé les
17,18 et 19 mai 1995, Publications de la Sorbonne, París, 1997.
68 Olivier Fillieule / Danielle Tartakowsky | nueva sociedad | 286
22. En un congreso realizado en 1882 en Lyon se fraccionó la Federación del Partido de los Traba-
jadores Socialistas de Francia: por un lado los «posibilistas» fundaron la Federación de Trabajadores
Socialistas, mientras que Jules Guesde y los «guesdistas», de orientación marxista, crearon el Par-
tido Obrero Francés [n. del e.].
23. Donald L. McMurry: Coxey’s Army: A Study of the Industrial Army Movement of 1894, Little,
Brown and Company, Boston, 1929.
24. Maurice Dommanget: Histoire du Premier Mai, Le Mot et le Reste, París, 2006; D. Tartakowsky:
La part du rêve. Histoire du 1er mai en France, Hachette, París, 1995; Miguel Rodríguez: Le 1er Mai,
París, Gallimard, 2013.
tema central | La manifestación: el origen de una forma de protesta 69
El mundo obrero estaba lejos de ser el actor exclusivo de una práctica que
se afirmaba como pluriclasista, a iniciativa de fuerzas políticas de todas las
tendencias –socialistas, pero también católicos, liberales o nacionalistas–,
y que se imponía en numerosos Estados de Europa occidental como una
modalidad de la lucha política.
25. Bernd Jürgen Warneken y Joachim Albrecht (eds.): Als die Deutschen demonstrieren lernten,
Ludwig-Uhland-Institut für empirische Kulturwissenschaft, Tubinga, 1986; Thomas Lindenber-
ger: Strassenpolitik. Zur Sozialgeschichte der öffentlichen Ordnung in Berlin, 1900-1914, J. H. W.
Dietz Nachf, Berlín, 1995.
tema central | La manifestación: el origen de una forma de protesta 71
26. Para más información sobre las manifestaciones de Londres y, más en general, sobre el
movimiento de las suffragettes, v. Jill Liddington y Jill Norris: One Hand Tied behind Us: The Rise
of the Women’s Suffrage Movement, 2a ed., Virago, Londres, 2000.
27. Richard Evans: The Feminist Movement in Germany, 1894-1933, Sage, Londres, 1976; Sharon
H. Strom: «Leadership and Tactics in the American Women Suffrage Movement: A New Perspective
from Massachusetts» en Jean E. Friedman y William G. Shade (eds.): Our American Sisters: Women
in American Life and Thought, 3a ed., D. C. Heath, Lexington, 1987.
72 Olivier Fillieule / Danielle Tartakowsky | nueva sociedad | 286
los carros estaban adornados con los colores de las militantes británicas
–blanco, violeta y verde– y con el amarillo de la nawsa, con una réplica
de la Campana de la Libertad de Filadelfia y una representación de la pri-
mera convención de las suffragettes estadounidenses, celebrada en Seneca
Falls en 1848. (…) La procesión terminaba en un grupo de cien mujeres
blancas28 y niños, ubicados sobre las escalinatas del edificio del Tesoro
frente a la Casa Blanca, y representando alegorías evocadoras de las vir-
tudes constitucionales: Columbia, la Justicia, la Libertad, la Caridad, la
Paz y la Esperanza.29
28. Blancas, en efecto, ya que la manifestación respeta una separación racial de los manifestantes.
29. B. Birgitta Bader-Zaar: «‘With Banners Flying’: A Comparative View of Women’s Suffrage
Demonstrations 1906-1914» en M. Reiss (ed.): ob. cit., pp. 114-115.
tema central | La manifestación: el origen de una forma de protesta 73
30. Jean-Marc Berlière: Le préfet Lépine, vers la naissance de la police moderne, Denoël, París, 1993.
31. Pedagogo anarquista español, promotor de la Escuela Moderna, fue condenado a muerte por un
consejo de guerra que lo acusó de haber sido uno de los instigadores de los sucesos de la Semana Trágica
de Barcelona de julio de 1909. Su condena generó protestas en diversas ciudades del mundo [n. del e.].
32. Dominique Cardon y Jean-Philippe Heurtin: «‘Tenir les rangs’. Les services d’encadrement
des manifestations ouvrières (1906-1936)» en Pierre Favre (dir.): La manifestation, Presses de
Sciences Po, París, 1990.
tema central | La manifestación: el origen de una forma de protesta 75
33. Hilda Sabato: La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880,
Sudamericana, Bunos Aires, 1998.
34. Margarita López Maya: «Movilización, institucionalidad y legitimidad en Venezuela» en Re-
vista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales vol. 9 No 1, 2003; M. López Maya y Luis Edgardo
Lander: «Novedades y continuaciones de la protesta popular en Venezuela» en Revista Venezolana
de Economía y Ciencias Sociales vol. 12 No 1, 2006.
76 Olivier Fillieule / Danielle Tartakowsky | nueva sociedad | 286
36. Refiere al hecho en el cual nueve jóvenes negros fueron acusados falsamente de violar a dos
mujeres blancas en un tren. La injusticia de ese proceso sirvió como una de las inspiraciones para
la novela Matar a un ruiseñor, de Harper Lee [n. del e.].
37. Marianne Debouzy: «Les marches de protestation aux États-Unis (xixe-xxe siècles)» en Le
Mouvement Social No 202, 2003; M. Reiss (ed.): ob. cit.
38. Isabelle Sommier y O. Fillieule: «The Emergence and Development of the ‘No Global’ Mo-
vement in France: A Genealogical Approach» en Cristina Flescher Fominaya y Laurence Cox
(eds.): Understanding European Movements: New Social Movements, Global Justice Struggles, Anti
Austerity Protest, Routledge, Londres, 2013, pp. 47-60.
39. Stefaan Walgrave y Dieter Rucht: Protest Politics: Demonstration Against the War on Iraq in the
us and Western Europe, University of Minnesota Press, Minneapolis, 2008.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 286,
marzo-abril de 2020, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.
Chile o el vértigo
del futuro
Carolina Tohá
Chile vive un ciclo de protestas sin precedentes que desafía las in-
terpretaciones sobre lo que entró en crisis. ¿El neoliberalismo? ¿El
sistema político? ¿Un modelo desigualitario de sociedad? ¿Todo
ello a la vez? El progresismo, que gobernó durante gran parte de
la transición posdictadura, tiene su propio desafío en esta crisis:
construir unidad, reflexión colectiva y alternativas. Pero aún está
lejos de ello, en un año en el que se discutirá un cambio constitu-
cional que parecía imposible poco tiempo atrás.
Nuestra crisis ¿qué tan nuestra es? En el debate del país, pareciera
que es totalmente chilena. Circulan diversas hipótesis, hay discusión
sobre ellas, pero todas hacen referencia fundamentalmente a dinámi-
cas locales: primero, la desigualdad que Chile no ha logrado revertir;
segundo, el empeoramiento de las expectativas económicas; tercero, la
abismal fractura entre la esfera política y la sociedad. Las tres tienen
abundante evidencia, por separado son ingredientes suficientemente
poderosos como para traer inquietud y malestar, y combinados entre
sí parecen un cóctel perfecto para una crisis, pero… ¿esta crisis? ¿Así,
tan explosiva, definitiva, radical?
La crisis chilena tiene múltiples componentes locales, sin embar-
go, las mareas profundas que la mueven están totalmente conectadas
con una tormenta mucho mayor, que con distintos síntomas está mos-
trando un problema de muchas democracias para dar respuesta a las
Carolina Tohá: es cientista política. Fue diputada (2002-2009), ministra secretaria general
de Gobierno en el primer mandato de Michelle Bachelet (2009) y alcaldesa de Santiago
(2012-2016).
Palabras claves: democracia, desigualdad, neoliberalismo, protestas, Chile.
tema central | Chile o el vértigo del futuro 79
Los ingredientes que han alimentado esta crisis son, como decíamos, múl-
tiples. La desigualdad chilena ha sido la causa más evidente, pero tiene mu-
chas dimensiones y no todas pesan por igual. La que mide el índice de
Gini no es la principal. Es un indicador que no da
La desigualdad para estar orgullosos, pero que ha tendido a mejorar.
chilena ha sido la Chile está en la medianía de Latinoamérica en este
indicador, después de haber estado largos años en las
causa más evidente, peores posiciones. Hay estudios, como el realizado
pero tiene muchas por el Programa de las Naciones Unidas para el De-
dimensiones sarrollo (pnud)1, que muestran que las desigualdades
que más irritan a la sociedad chilena no son las bre-
chas de ingreso sino cómo estas se traducen en diferencias de trato. Cómo,
en el fondo, el tamaño del bolsillo influye en el mayor o menor respeto que se
recibe de la sociedad. Otras visiones ponen el acento en la forma en que
las diferencias económicas afectan el ejercicio de derechos sociales básicos
como la salud o la educación, ámbitos donde es visible la herencia de las
reformas impulsadas por la dictadura de Augusto Pinochet. Los sistemas
de salud, educación y pensiones tienen un fuerte componente de mercado
en Chile, que diferencia las prestaciones según la capacidad de pago, y los
tres han generado un sector de empresas altamente lucrativas. Pese a que
en todas estas áreas ha habido reformas importantes que han neutralizado
algunos de sus rasgos más abusivos o excluyentes, su esencia permanece
1. pnud: Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile, pnud / Uqbar Edito-
res, Santiago de Chile, 2017.
tema central | Chile o el vértigo del futuro 81
la vistió con lentejuelas como el mayor logro democrático, cuando era más
bien una estrategia para sortear los obstáculos que ponía la Constitución al
ejercicio de las mayorías. Esos obstáculos, que los conservadores juzgaron
como un seguro contra las posturas más extremas, terminaron alentándolas.
Al perder relevancia el juego democrático en que se diputan las mayorías
fijando posiciones sobre los aspectos nucleares del país, lo que imperó fue
una práctica política de complejas negociaciones insondables para la ciuda-
danía. Así, quienes estaban fuera de esa mesa tuvieron la cancha despejada
para representar a todo el que quedaba descontento con el resultado final y
ganaron terreno para propuestas radicalizadas o irrealizables.
Los gobiernos progresistas no tuvieron una estrategia de salida de esos can-
dados que limitaban la decisión democrática. Muchos sectores se terminaron
sintiendo cómodos con ese esquema de restricciones y
languidecieron sus energías por cambiar las cosas. No Los gobiernos
es de sorprenderse después de tantos años en el poder. progresistas no
Pero el verdadero problema es qué hicimos los demás, tuvieron una
los que pensábamos que era necesario mover esos lí-
mites. Cada vez que se manifestaron esas diferencias,
estrategia de salida
la coalición de gobierno se tensionaba y se ponía bajo de esos candados
amenaza su unidad y estabilidad. Nunca hubo fuer- que limitaban la
za ni decisión suficiente para contrarrestar esos temo- decisión democrática
res. En lugar de levantar una alternativa política que
compitiera dentro de la coalición proponiendo un camino alternativo, esos
sectores se fueron fragmentando, los liderazgos se fagocitaron unos a otros,
y muchas veces se conformaron con masticar el descontento, cosechar de la
frustración y alimentar así su cota de poder. La trampa de las supermayorías
es, a la larga, mortal para la democracia. El circuito democrático que permite
a los ciudadanos elegir-exigir-evaluar-elegir se interrumpe, lo que vuelve irre-
levante la elección de los votantes. Y, de hecho, a la gente le resultó cada vez
más irrelevante votar.
El segundo nudo es la desconexión de la esfera política con la sociedad
que ha emergido tras 30 años de profundos cambios económicos, sociales
y culturales. Hace largo tiempo comenzó a manifestarse el descontento
con ciertas características del sistema imperante. Los chilenos están can-
sados de los prestadores de mercado en la salud, la educación y la previsión
que no responden a sus aspiraciones, los abandonan cuando más apoyo
necesitan y se enriquecen en el camino. En ese sentido, el tipo de solucio-
nes que ofrece la derecha genera reticencia, pero tampoco convencen las
propuestas de la izquierda, porque hay resistencia a reemplazar a los pres-
tadores privados por sistemas solidarios que garanticen beneficios colec-
tivos en lugar de contratos individuales. Cuando el gobierno de Michelle
86 Carolina Tohá | nueva sociedad | 286
Esta sección lleva como título el de un libro de Alejandro Zambra que trata
sobre los caminos para regresar a la casa de la niñez después de que la vida
nos lleva a lugares improbables, nos cambia y cuestiona nuestras identidades
originales2. Chile necesita encontrar un retorno a su casa, pero a una que no
sea el mismo edificio que abandonó reclamando dignidad. Otra casa pero
un mismo hogar, con cambios lo suficientemente ambiciosos para ponerlo
en una ruta decidida de reversión de injusticias y desigualdades, pero que
también rescate de la trayectoria recorrida hasta aquí lo que nos identifica
como chilenos y chilenas, con luces, sombras, acuerdos y disputas.
La crisis que está viviendo Chile ha dado en llamarse «estallido social»,
pero está lejos de funcionar como algo que estalla y deja regadas por todos
lados sus esquirlas. Ha funcionado más bien como
una muñeca rusa, una matrioska que va mostrando La crisis ha
una a una sus capas. Comenzó como una revuelta
contra el alza en el transporte público, a poco andar funcionado más
escaló a un cuestionamiento de todo el sistema social, bien como una
con la consigna de la dignidad por delante. Cuando muñeca rusa que
comenzaba a rutinizarse explotó la agenda feminista,
va mostrando una
que ya había anticipado en los años anteriores que las
mujeres estaban llevando el debate político a otra can- a una sus capas
cha, una en la que lo público y lo privado se conectan
como nunca antes, y las agendas de cambios estructurales tenían un efecto
inmediato en las salas de clase, las oficinas, las sobremesas y las camas de
millones de personas. En enero vino el turno de los escolares. En un mes en
que nadie daría un peso porque un movimiento estudiantil pudiera mover ni
siquiera a sus dirigentes, una coordinadora de secundarios logró echar abajo
la aplicación de la prueba de selección universitaria, obligó a repetirla dos
veces e impidió que se aplicara la evaluación de historia. En 2020 los uni-
versitarios chilenos serán seleccionados sin que sus conocimientos históricos
cuenten en su calificación. Así las cosas, llegó el mes de febrero, cuando
habitualmente todo muere y las noticias se limitan a describir la dulzura de
los melones y los últimos avances en la cuantificación del daño solar. Pero
no, este año las protestas siguieron. Fue el turno de las barras del fútbol. Los
incidentes se agravaron, las amenazas de lado y lado subieron de tono y las
teorías del terror comenzaron a escalar a niveles rocambolescos.
Ya hace varios años que los movimientos sociales chilenos vienen asumien-
do características muy distintas de las tradicionales. Primero reemplazaron
a los dirigentes por voceros, luego cambiaron los petitorios por manifiestos
antisistema, después reemplazaron las organizaciones por asambleas hasta
finalmente volverse del todo invisibles en el actual estallido social. No hay
voceros, no hay organizaciones, no hay asambleas ni manifiestos que sean
reconocibles como representantes del movimiento. Lejos de percibirlo como
una desventaja, la mayoría lo considera una fortaleza: así nadie negociará
por ellos y nadie los traicionará. Todo intento político de hablar en nombre
del movimiento, todo indicio de que alguna organización política o social
se pretende poner a la cabeza, es acallado de inmediato en medio de un
repudio transversal. Ya nadie se atreve ni siquiera a intentarlo. En lugar de
ello, florecen cabildos en los barrios, carteles con consignas redactadas en
familia, pequeñas organizaciones que levantan causas diversas, nuevas figu-
ras que participan del debate público refrescando las miradas y los temas,
alcaldes y alcaldesas que se constituyen en referentes nacionales en lugar de
los políticos tradicionales y temas eternamente ignorados como la segrega-
ción urbana, los pueblos indígenas y las violencias cotidianas se toman la
agenda. Es, realmente, otro Chile.
La institucionalidad política del país no podría estar en un peor momento
para enfrentar este desafío. Su respuesta también ha sido una matrioska, que
capa tras capa muestra el jaque en que se encuentra. Las fuerzas policia-
les han incurrido en graves violaciones a los derechos humanos acreditadas
a estas alturas por numerosos organismos internacionales y nacionales. El
gobierno no ha demostrado ni la determinación ni la capacidad necesarias
para impedirlo y se ha embarcado en un despliegue represivo que combina
brutalidad con inutilidad: no ha servido para restituir el orden público y,
por el contrario, ha generado más violencia y destrucción. El mundo políti-
co tuvo el acierto de lograr el acuerdo constitucional, pero luego de ello ha
cometido error tras error. La oposición está fragmentada en ocho referentes
que se disputarán los escasos minutos de campaña televisiva para instalar
el mensaje a favor del cambio constitucional. Las recriminaciones mutuas,
los mensajes confusos y el exceso de confianza pueden transformarse en
un autogol de magnitudes bíblicas. La derecha, por su parte, también se
ha enredado. Algunos de sus sectores que partieron apoyando el proceso
constitucional han retrocedido y se han atrincherado en el temor a los cam-
bios y las campañas del terror. Otra parte del oficialismo se ha plegado a la
propuesta de dictar una nueva Constitución, y quizás ese sector sea, hasta
ahora, el que ha tenido una reacción más interesante, intentando sintonizar
con una sociedad que quiere cambios y espera que los dirigentes contribu-
yan a hacerlos posibles, no a entramparlos.
Históricamente, en Chile y en todo el mundo, el avance social se da por
una combinación de movilización social, triunfos democráticos y capacidad
tema central | Chile o el vértigo del futuro 89
disruptivo para muchos chilenos, pero es pan de cada día para muchos otros
que viven en zonas periféricas de las ciudades, en barrios tomados por el
narcotráfico y alejados de las prioridades del Estado.
Todos estos temas serán parte de los debates urgentes que la sociedad chi-
lena tendrá que abordar en los próximos meses. Hay uno, sin embargo, que
no puede esperar. Un país como Chile, fuertemente dañado por el trauma
de la dictadura y las violaciones a los derechos humanos, no puede permitir-
se que la democracia quede bajo sospecha de ser incapaz de respetarlos, pro-
tegerlos y sancionar severamente los actos que los vulneran evitando toda
impunidad. Tampoco es tolerable que el Estado se reconozca incompetente
para garantizar el orden público. Y menos aún que se acepte que es necesaria
la violencia, y no el debate democrático, para que se produzcan los cambios
que el país necesita. Hoy todas estas cuestiones están en duda. Si esas fron-
teras se diluyen, la democracia chilena tendrá un daño permanente que ni
siquiera una nueva constitución podrá sanar.
Hay muchas dimensiones en la tarea de detener la violencia, pero ninguna
es más fundamental que construir la confianza en que la democracia es la
única manera de canalizar nuestros debates, de garantizar los derechos hu-
manos y de proteger el orden público sin vulnerarlos.
d) Para terminar, el proceso constituyente que el país ha iniciado puede
ser una excusa perfecta para alentar temores e incertidumbres y levantar
fantasmas. Ya varios han decidido que esa será su estrategia. Lo que está por
verse es qué mensaje levantarán los que ven en ese proceso una oportunidad.
Ninguna de las constituciones que Chile ha tenido ha sido redactada me-
diante un proceso democrático y participativo. Todas han sido el resultado
de la voluntad de los vencedores y la marginación de los vencidos. Todas
han sido definidas prácticamente entre puros hombres blancos pertene-
cientes a un reducido grupo social. Ninguna generación de chilenos había
tenido la posibilidad que tenemos hoy de cambiar esa historia y tener una
constitución elaborada democráticamente, por la diversidad de la sociedad
chilena, asegurando representación paritaria de las mujeres y garantizando
cuotas de participación a los pueblos indígenas. No se entiende que ante una
oportunidad histórica de esta magnitud no se levante un mensaje político
de esperanza y unidad. Los sectores políticos que debieran estar abocados
a construir esa confianza, a congregar esa voluntad, están dispersos y ma-
yoritariamente focalizados en pequeñas disputas. Al final de este proceso,
muchos de los referentes que hoy existen no existirán más, muchos de los
líderes habrán sido reemplazados, y muchas de sus peleas, olvidadas en el
laberinto de los tiempos. Solo quedará en la memoria que algunos apostaron
a abrirle paso al futuro mientras otros se repartían los escombros del mundo
que quedaba atrás.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 286,
marzo-abril de 2020, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.
El tsunami
feminista
Nuria Varela
El caudal aumentó tanto que el cauce se quedó pequeño; aun así, durante
un tiempo llegó a ser navegable y amplio hasta quedar estancado en un
gran embalse, con tantos diques y presas que le fueron construyendo. El
feminismo radical abrió las compuertas y las aguas se desbordaron. Como
en una catarata, uno de los fenómenos más bellos de la naturaleza, el agua
cayó verticalmente a causa de la gravedad, y esa caída, con tamaño caudal,
generó un gran potencial de energía.
En 2000, la escritora y activista bell hooks escribía:
1. b. hooks: El feminismo es para todo el mundo, Traficantes de Sueños, Madrid, 2017, pp. 26-27.
2. Z. Eisenstein: Hatreds: Racialized and Sexualized Conflicts in the 21st Century [1996], Routledge,
Nueva York, 2014, p. 166.
96 Nuria Varela | nueva sociedad | 286
Con todo ese bagaje, a partir de 2010, las calles y las plazas comenzaron a
llenarse y las mujeres estaban allí, las feministas estaban allí. El feminismo
estaba en el corazón de todas las protestas, capacitado y dispuesto a luchar,
como siempre había hecho, pero esta vez éramos muchas más y, como había
anunciado bell hooks, estábamos preparadas.
La década comenzó con las protestas en Grecia. El 5 de mayo de 2010,
una huelga general seguida de numerosas y multitudinarias manifestaciones
dio el pistoletazo de salida frente a las políticas de austeridad. Las feministas
estaban allí. Tres años después de las primeras revueltas, ya habían creado
Casas de Mujeres Autogestionadas. La primera, la de Tesalónica, la siguien-
te, en Atenas. La consigna: «¡Ninguna sola durante la crisis!». La firme de-
terminación de las mujeres griegas fue la de ayudarse en casos de violencia
de género, frente a las disparadas deudas o frente a la dictadura de la austeri-
dad. Juntas, presionaron a las compañías eléctricas para que les devolvieran
la luz... en realidad, se implicaron en todos los combates prestando especial
atención a la inmigración, a los miles de personas, inmigrantes, refugiadas
que entraron en Europa por mar a través de Grecia.
Ese mismo año se desencadenaba la Primavera Árabe. La plaza Tahrir
de El Cairo fue el lugar simbólico de las revueltas. Las feministas estaban allí.
El patriarcado, también. Fueron numerosas las violaciones a mujeres en la
misma plaza, con la complicidad de los concentrados, que no hicieron nada
para impedirlo. A las jóvenes que eran detenidas se les hacía la prueba
de virginidad, acusadas de putas. A finales de año tuvo lugar el incidente de
«la chica del sujetador azul». Agentes de seguridad la golpean, la desnudan
y arrastran en Tahrir mostrando su sujetador azul. Pero... las feministas es-
taban allí. Tres días después, multitudinarias manifestaciones de mujeres se
celebraban en todo el país como muestra de rechazo al Consejo Supremo de
las Fuerzas Armadas Egipcias.
Al año siguiente, en 2011, tienen lugar enormes movilizaciones estudianti-
les en América Latina, especialmente en Chile, donde jóvenes de secundaria
Desde Yemen hasta China, desde Reino Unido hasta Afganistán y eeuu, la
cuarta ola está resonando en todo el mundo. No sabemos hasta dónde llegó
la influencia de las palabras de bell hooks; probablemente, como siempre ha
ocurrido, fueron el pensamiento y la acción de miles de mujeres en todo el
mundo lo que ha provocado el tsunami actual. ¿Y por qué regresó el feminismo
tema central | El tsunami feminista 101
cual tsunami, filtrándose en todos los rincones del mundo? Estas cosas nun-
ca tienen una respuesta simple.
En primer lugar, asegura Rosa Cobo, la macrorrevisión que hizo el femi-
nismo desde los años 80 del siglo xx ha sido determinante. La cuarta ola
ha aparecido precisamente porque el feminismo ha asumido la diversidad
de las mujeres y se ha asentado esta idea en su configuración ideológica, de
manera que ya es posible desplazar el foco desde el interior del feminismo
hasta fuera, hasta los fenómenos sociales patriarcales más opresivos. Sin este
lento y aparentemente imperceptible desplazamiento, no hubiese sido posi-
ble esta cuarta ola.
Además, millones de mujeres en el mundo estaban tan cansadas como
hartas. Cansadas de ceder. Hartas de que nos relegaran. La reacción pa-
triarcal ha sido tan intensa desde los años 80 del siglo pasado y ha golpeado
tan fuerte que toda la indignación, el profundo cansancio y el hartazgo de
las mujeres se convirtieron en un gran capital político. Ante tanta reacción
patriarcal, era inminente la aparición de la reacción feminista.
Cuando aún estábamos rehaciéndonos de esa potente reacción patriarcal
y el feminismo se estaba poniendo en pie de nuevo, dos circunstancias se
precipitaron. Por un lado, el neoliberalismo explotó en la gran crisis de
2008 y, por otro, el fascismo se lavó un poco la cara y resucitó en forma
de partidos políticos o candidaturas presidenciales que aspiraban, de nue-
vo, a gobernar el mundo. Dentro de la reacción patriarcal, ocupa un lugar
destacado la organización de los grupos antielección, los que se autodeno-
minan provida, aunque su defensa de «la vida» solo consiste en su oposición
a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres; especialmente, son
beligerantes y violentos en contra del aborto, pero no se les conoce ninguna
defensa de esos fetos cuando nacen y se convierten en niñas o en mujeres.
La vida la defienden solo mientras está en el vientre de las mujeres gestantes.
A partir del nacimiento, se desentienden de los niños y niñas abusados, de
las niñas violadas, de las mujeres maltratadas... Esta nueva Inquisición está
formada básicamente por fundamentalistas religiosos y militantes conserva-
dores, ultraconservadores y populistas.
Frente a todo esto, se levantó la cuarta ola feminista. En 1971, Angela
Davis había escrito que el fascismo es un proceso y su desarrollo y amplia-
ción son de naturaleza cancerígena, por ello hay que combatirlo desde sus
inicios. Las feministas fueron las primeras.
El otro cáncer con que se encontró el feminismo en el siglo xxi fueron las
políticas económicas neoliberales, que han traído consigo una nueva políti-
ca sexual. Además de crear una nueva clase social, el precariado, claramente
feminizada, la economía neoliberal ha convertido la sexualidad femenina y
su capacidad de procrear en un gran negocio global con dos grandes industrias,
tema central | El tsunami feminista 103
en las redes sociales, frente a las cámaras y frente a los tribunales. Miles
de mujeres en todo el mundo saben que el silencio y la sumisión, lejos de
protegernos, amparan a los perpetradores y alimentan la impunidad, ga-
solina de la violencia.
El feminismo de la cuarta ola está definido por la tecnología. Internet está
permitiendo al feminismo construir un movimiento online fuerte, popular,
reactivo. Las redes sociales provocan a su vez un nuevo tipo de acción, la de
las multitudes anónimas organizadas de forma rápida y precisa, con objetivos
claros y comunes, con una estrategia que puede discutirse y planificarse. Las
redes permanecen una vez desaparecida la acción, lo que hace que se creen
conexiones virtuales permanentes que van concienciando a grupos cada vez
más jóvenes y relacionados en todo el mundo. Grupos que nacen en el mun-
do virtual y luego sienten la necesidad también de organizarse en sus respec-
tivos ámbitos, bien acercándose al movimiento feminista organizado, bien
creando sus propios grupos feministas en los institutos, en las universida-
des... Un nuevo espacio de opinión pública al que las mujeres nunca habían
tenido acceso por el control patriarcal de los medios de comunicación.
Por otro lado, se consolida la cada vez mayor alianza con el ecologismo y,
a su vez, el desarrollo del ecofeminismo. La cuarta ola también es interge-
neracional. No hay relevo generacional porque nadie se ha ido. Se está pro-
duciendo un diálogo intergeneracional en el que feministas de larga y muy
larga trayectoria trabajan junto a mujeres jóvenes compartiendo liderazgos,
propuestas y discursos. La novedad de la cuarta ola es la suma de millones
de mujeres jóvenes al movimiento feminista, algunas, incluso, organizadas
desde la educación secundaria.
Esta llegada masiva de jóvenes a la militancia feminista, además de nuevas
miradas, respuestas y formas de militancia, ha provocado también que bue-
na parte de la cuarta ola se articule alrededor de la denuncia de la violencia
sexual, la más invisibilizada de todas y la que sufren especialmente niñas,
adolescentes y mujeres jóvenes.
El feminismo de la cuarta ola también se caracteriza por estar impugnan-
do el modelo no solo en los regímenes autoritarios, también en las democra-
cias actuales por déficit de legitimidad.
«Desdibujar las fronteras sin quemar los puentes», propone Rosi Braidotti9.
No se me ocurre idea más poderosa que esa, la construcción de un femi-
nismo puente, un feminismo que abra caminos e invite a pasar de un lugar
inhóspito a otro que realmente queremos habitar, un lugar en el que sea
posible respirar.
Maristella Svampa: es socióloga y escritora. Sus libros más recientes son Chacra 51. Regreso
a la Patagonia en los tiempos del fracking (Sudamericana, Buenos Aires, 2018) y Las fronte-
ras del neoextractivismo en América Latina. Conflictos socioambientales, giro ecoterritorial y
nuevas dependencia (calas / Universidad de Guadalajara, Zapopan, 2018).
Palabras claves: calentamiento global, justicia ambiental, justicia climática, movimien-
tos sociales.
Nota: las ideas expuestas en este texto forman parte del libro Una brújula en tiempos de
crisis climática. Por qué debemos salir de los modelos de mal desarrollo (en coautoría con
Enrique Viale), de próxima publicación por Siglo Veintiuno.
108 Maristella Svampa | nueva sociedad | 286
1. Ver J. Martínez Alier: «Una experiencia de cartografía colaborativa. El Atlas de Justicia Ambiental»
en este número de Nueva Sociedad.
tema central | ¿Hacia dónde van los movimientos por la justicia climática? 109
El solo hecho de que haya una reunión número 25 para discutir los pro-
blemas del clima quiere decir que se han reunido 24 veces y han fracasado
en llegar a un acuerdo que funcione. Siempre prometen algo y luego no lo
cumplen. De modo que tenemos 24 ejemplos de fracaso de cumbres del
clima en las que dijeron un montón de cosas y no cumplieron ninguna.
Por lo tanto, no veo razones para pensar que esta vez sea diferente.5
5. Mario Hernández: «Si hay una cop25 quiere decir que se han reunido 24 veces y han fracasado»,
entrevista a A. Brailovsky en Rebelión, 30/11/2019.
6. Ricardo Estévez: «¿Conoces en qué consiste el ghg Protocol?» en Ecointeligencia, 20/5/2013.
tema central | ¿Hacia dónde van los movimientos por la justicia climática? 113
13. Geoff Mann y Joel Wainwright: Leviatán climático. Una teoría sobre nuestro futuro planetario,
Bilioteca Nueva, Madrid, 2018, p. 278.
14. Gloria Grinberg: «‘Marcha de los pueblos’ contra el cambio climático en Nueva York» en La
Izquierda Diario, 23/9/2014.
15. G. Mann y J. Wainwright: ob. cit., p. 280.
116 Maristella Svampa | nueva sociedad | 286
de resultados está prevista para 2023. Incluso, podría decirse que respecto de
acuerdos anteriores implicó un retroceso, dado que el cumplimiento de lo
pactado y la forma de implementación –reducción de emisiones de dióxido
de carbono, a fin de que el aumento de la temperatura media no sobrepase
los 2 ºC– son voluntarios y dependen de cada país. Tampoco hubo plan-
teamientos concretos tendientes a combatir los subsidios que alientan el uso
de los combustibles o para dejar en el subsuelo 80% de todas las reservas
conocidas de esos combustibles, como recomienda incluso la Agencia Inter-
nacional de la Energía, entidad que no se caracteriza por ser ecologista. No
se cuestiona el crecimiento económico y mucho menos se pone en entredicho
el sistema del comercio mundial. Sectores altamente contaminantes, como la
aviación civil y el transporte marítimo, que acumulan
Sectores altamente cerca de 10% de las emisiones mundiales, quedaron
exentos de todo compromiso, entre otros tópicos16.
contaminantes, La no obligatoriedad del acuerdo y las manifiestas
como la aviación omisiones dejaron un gusto amargo en los miles y
civil y el transporte miles de activistas climáticos que se trasladaron desde
marítimo, quedaron Bourget hasta París para manifestarse en distintos pun-
tos de una ciudad vallada en sus puntos estratégicos.
exentos de todo Grupos de la sociedad civil entregaron tulipanes rojos
compromiso para representar las líneas rojas que, supuestamente, no
deben cruzarse, y buscaban realizar un mitin bajo el
Arco de Triunfo. La apelación a la justicia climática fue la consigna común.
Naomi Klein fue la estrella indiscutible en París, no solo por sus críticas al
capitalismo neoliberal como responsable del calentamiento del planeta sino
también por su propuesta de multiplicar las resistencias y ocupaciones organi-
zando «Blockadia» para transformar la sociedad17.
En 2017, el Acuerdo de París fue ratificado por 171 países de los 195 par-
ticipantes; sin embargo, y pese a la gravedad de la crisis climática, continúa
siendo una declaración de buenas intenciones, pues no establece compro-
misos concretos o verificables. Con este acuerdo se abren aún más las puer-
tas para impulsar falsas soluciones en el marco de la «economía verde»,
que se sustenta en la continua e incluso ampliada mercantilización de la
naturaleza. Con el fin de lograr un equilibrio de las emisiones antropogé-
nicas, los países podrán compensar sus emisiones mediante mecanismos de
mercado que involucren bosques u océanos; o alentar la geoingeniería, los
métodos de captura y almacenaje de carbono, entre otros. Para financiar
todos estos esfuerzos, se establece un fondo de 100.000 millones de dóla-
16. Retomamos la síntesis de Alberto Acosta y E. Viale: «Sin paz con la Tierra, no habrá paz sobre
la Tierra» en Rebelión, 16/12/2005.
17. G. Mann y J. Wainwright: ob. cit., p. 296.
tema central | ¿Hacia dónde van los movimientos por la justicia climática? 117
La potencia de la juventud
Todo esto está mal. Yo no debería estar aquí arriba. Debería estar de vuel-
ta en la escuela, al otro lado del océano. Sin embargo, ¿ustedes vienen a
nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza? ¿Cómo se atreven?
Estamos en el comienzo de una extinción masiva. Y de lo único que pue-
den hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico
eterno. ¿Cómo se atreven? (...) Me han robado mis sueños y mi infancia
con sus palabras vacías. Y, sin embargo, soy de los afortunados.
19. Julián Reingold: «Aclimatando las paso: la juventud que empuja la causa climático-ambiental
desde las calles a los palacios del poder» en Infobae, 6/8/2019. En rigor, fueron dos los jóvenes
invitados desde Argentina, uno por Jóvenes por el Clima y otro por la ong Ecohouse.
20. «breaking: Extinction Rebellion - The World has Changed», 24/4/2019, <https://rebellion.
earth/2019/04/24/breaking-extinction-rebellion-the-world-has-changed/>.
120 Maristella Svampa | nueva sociedad | 286
21. Roberto Andrés: «Once mil científicos del mundo: ‘El planeta Tierra se enfrenta a una emer-
gencia climática’» en La Izquierda Diario, 12/11/2019.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 286,
| testimonio marzo-abril de 2020, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.
Una experiencia
de cartografía
colaborativa
El Atlas de Justicia Ambiental
9. Nina Clausager, Max Stoisser, F. Demaria y Marcos Todt: «How Waste Pickers in the Global
South are Being Sidelined by New Policies» en The Conversation, 1/3/2020.
10. R. Maher: «De-contextualized Corporate Human Rights Benchmarks: Whose Perspective
Counts? See Disclaimer» en Business and Human Rights Journal vol. 0, 2019.
11. J. Martínez Alier, Alice Owen, B. Roy, D. Del Bene y Daria Rivin: «Blockadia: movimientos
de base contra los combustibles fósiles y a favor de la justicia climática» en Anuario Internacional
cidob 2017, 7/2018.
12. «Denuncian con un mapa el impacto de la minera Pan American Silver en Latinoamérica» en
Eldiario.es, 3/3/2020.
13. Global Anti-Aerotropolis Movement (gaam): «Global Map of Aviation-Related Socio-
Environmental Conflicts and Justice Movements», 26/7/2019.
14. Héctor Alimonda, Catalina Toro Pérez y Facundo Martín (coords.): Ecología política latinoa-
mericana, Clacso, Buenos Aires, 2017.
tema central | Una experiencia de cartografía colaborativa. El Atlas de Justicia Ambiental 125
15. E. Lerner: Sacrifice Zones: The Front Lines of Toxic Chemical Exposure in the United States, mit
Press, Cambridge, 2010.
16. «Inside China’s ‘Cancer Villages’» en The Guardian, 4/6/2013.
tema central | Una experiencia de cartografía colaborativa. El Atlas de Justicia Ambiental 127
Ezequiel Kopel: desde 2003 trabaja como corresponsal en diversos medios gráficos de
Oriente Medio. Es autor de La disputa por el control de Medio Oriente. Desde la caída del
Imperio Otomano hasta el surgimiento del Estado Islámico (Eduvim, Buenos Aires, 2016).
Palabras claves: democracia, Primavera Árabe, protestas, Oriente Medio.
130 Ezequiel Kopel | NUEVA SOCIEDAD | 286
Fueron muchas las voces que sostuvieron que las sociedades de Líbano,
Iraq e incluso Sudán y Argelia estaban demasiado agotadas por años de
conflicto armado como para tratar de motorizar movilizaciones como la de
2011. Sin embargo, la idea se demostró falsa cuando en Sudán comenzaron
protestas a fines de 2018 por un aumento en el precio del pan, y luego estas
se apoderaron de Argelia, cuando el octogenario presidente Abdelaziz Bute-
flika anunció que se postularía para un quinto mandato. Ya en septiembre
de 2019 se produjeron sorpresivas marchas en Egipto, que testimoniaban
un desafío abierto al dominio del presidente Abdel Fatah al Sisi y fueron
suprimidas por el gobierno dictatorial mediante una importante ronda de
arrestos. En octubre, los iraquíes retomaron manifestaciones que habían ini-
ciado un mes antes en protesta por la destitución de un respetado general y
contra la corrupción de la clase política (sumado al pedido de una distribu-
ción más equitativa de la enorme riqueza petrolera del país). En noviembre,
los libaneses salieron a las calles, indignados por un leonino impuesto a las
llamadas de WhatsApp y Skype, medida que fue cancelada sin que el des-
contento mermara, para terminar transformándose en un pedido de renun-
cia del primer ministro –quien finalmente abandonó el poder– y de reforma
de todo el sistema político sectario del país. También hubo protestas masivas
en Irán contra un aumento en el precio de la gasolina que provocaron la más
sangrienta represión en la calle desde que la Revolución Islámica se hiciese
con el control del Estado hace 40 años.
En 2003, el ex-presidente estadounidense George W. Bush había citado la
intención de promover la democracia en la región entre las razones por las
que había ocupado Iraq y derrocado al partido Baaz, pero ese deseo preocupó
tanto a las repúblicas (dictaduras) árabes como a las monarquías del Golfo,
que creyeron que el político norteamericano se estaba tomando muy en serio
su misión. A pesar de lo malogradas que hayan sido las políticas de Bush,
ayudaron a democratizar parcialmente un país como Iraq, algo que de otra
forma –bajo la férrea dictadura de Sadam Husein– habría sido por lo menos
dificultoso. No obstante, después de exigirles a aliados y rivales de la zona que
convocaran a elecciones y de que se dieran una sucesión de victorias electorales
no deseadas (islamistas) en Egipto, Líbano y los territorios palestinos, Estados
Unidos abandonó su agresiva postura de imponer la democracia en Oriente
Medio (en Cisjordania y Gaza, Bush le exigió al líder palestino Mahmud Abás
que convocara a elecciones para reafirmar su mandato luego de la muerte de
Yasser Arafat, pero, a la vez, le recomendó que prohibiera la participación de la
organización islámica terrorista Hamas en la contienda electoral)1.
1. Beverly Milton Edwards y Stephen Farrell: Hamas: The Islamic Resistance Movement, Polity
Press, Cambridge, 2010, p. 247.
TEMA CENTRAL | ¿El tercer capítulo de la Primavera Árabe? 131
2. Amr Hamzawy y Nathan J. Brown: «The Egyptian Muslim Brotherhood: Islamist Participa-
tion in a Closing Political Environment», Carnegie Papers For International Peace, 9/3/2010.
132 Ezequiel Kopel | NUEVA SOCIEDAD | 286
3. E. Kopel: «El legado de Obama en Medio Oriente (y en el mundo)» en Panamá, s./f. <www.
panamarevista.com/el-legado-de-obama-en-medio-oriente-y-en-el-mundo/>.
4. Shadi Hamid: Temptations of Power: Islamists and Illiberal Democracy in a New Middle East,
Oxford, Oxford up, 2014, p. 139.
TEMA CENTRAL | ¿El tercer capítulo de la Primavera Árabe? 133
5. Elliott Abrams: Realism and Democracy: American Foreign Policy after the Arab Spring, Cam-
bridge up, Cambridge, 2017, p. 85.
134 Ezequiel Kopel | NUEVA SOCIEDAD | 286
6. H. Agha y R. Malley: «The Arab Counterrevolution» en The New York Review of Books,
29/11/2011.
7. David D. Kirkpatrick: «That Time Obama Wouldn’t Call a Coup a Coup: A Very Short Book
Excerpt» en The Atlantic, 9/2018.
TEMA CENTRAL | ¿El tercer capítulo de la Primavera Árabe? 139
8. Una de las claves por las cuales Túnez fue el único país en la segunda Primavera Árabe que
pudo realizar exitosamente su transición a un sistema democrático es que no está involucrado en
disputas geopolíticas como los otros países que vivieron levantamientos.
140 Ezequiel Kopel | NUEVA SOCIEDAD | 286
Los «chalecos
amarillos» y la
representación
política
Rémi Lefebvre
Rémi Lefebvre: es politólogo. Sus investigaciones se centran en los partidos políticos, sobre
todo el Partido Socialista francés, el poder local y las movilizaciones electorales. Entre otros
libros, es autor de La société des socialistes (con Frédéric Sawicki, La Découverte, París, 2006).
Palabras claves: «chalecos amarillos» (gilets jaunes), democracia, representación, Francia.
Nota: la versión original en francés de este artículo, con el título «Les gilets jaunes et les
exigences de la représentation politique» fue publicada en La Vie des Idées, 10/9/2019, dis-
ponible en <https://laviedesidees.fr/Les-Gilets-jaunes-et-les-exigences-de-la-representation-
politique.html>. Traducción: Gustavo Recalde.
142 Rémi Lefebvre | nueva sociedad | 286
y reimpusieron sus códigos. Esta restauración era previsible. Pero esta si-
tuación remite también a las contradicciones y las aporías del movimiento,
que pueden analizarse mediante un repaso de los últimos meses.
Los «chalecos amarillos» participan de la dinámica sociopolítica actual de
desintermediación (cuyo espejo invertido es el macronismo). El movimien-
to se desarrolló fuera de las estructuras organizadas (partidos y sindicatos),
desacreditadas y poco representativas, y esta subversión de los marcos tradi-
cionales fue una condición de posibilidad tanto de su desarrollo como de su
éxito. El movimiento logró estructurarse sin apoyarse en una organización.
A lo largo de las semanas, al afirmarse la intención de ser más que un mo-
vimiento de protesta fugaz, surgieron aspiraciones a la formalización. Sin
embargo, estas resultaron rápidamente contradictorias y, al rechazar la re-
presentación en todas sus formas (liderazgo personalizado, ingreso en la are-
na electoral, organización), el movimiento se fue debilitando a lo largo del
tiempo. Los «chalecos amarillos» revelan la descomposición de los canales
políticos tradicionales, pero también la necesidad de mediaciones y la exi-
gencia insuperable de la representación en las reglas del marco democrático
dominante, cuya legitimidad es, sin embargo, cada vez más frágil.
En primer lugar, haremos un repaso de la dinámica de desintermediación
política y analizaremos cómo el movimiento pudo desarrollarse fuera de las
estructuras existentes y, al mismo tiempo, organizarse. Mostraremos luego
por qué su desmovilización se debe en parte a su incapacidad para formali-
zar una estrategia y a su rechazo de toda forma de mediación representativa.
1. Gérard Noiriel hace referencia en diversas entrevistas al concepto de Bernard Manin. Ver Ni-
colas Truong: «Gérard Noiriel: ‘Les gilets jaunes replacent la question sociale au centre du jeu
politique’» en Le Monde, 27/11/2018.
tema central | Los «chalecos amarillos» y la representación política 143
2. Especialmente en el caso de La República en Marcha, no se deben pasar por alto los fenómenos
de reconversión y continuidad.
3. Bernard Dolez, Julien Fretel y Rémi Lefebvre: «Introduction générale. La science politique mise
au défi par Emmanuel Macron» en B. Dolez, J. Fretel y R. Lefebvre (dirs.): L’entreprise Macron,
Presses Universitaires de Grenoble, Grenoble, 2019.
144 Rémi Lefebvre | nueva sociedad | 286
4. ¿Las clases dominantes serían, contrariamente a la creencia popular, menos resistentes a entre-
garse a un líder?
5. Ver A. Ogien: «Le spectre de la démocratie directe» en Libération, 31/1/2019.
tema central | Los «chalecos amarillos» y la representación política 145
6. Raphaëlle Besse Desmoulières: «Au congrès de la cgt, les ‘gilets jaunes’ occupent les esprits»
en Le Monde, 17/5/2019.
146 Rémi Lefebvre | nueva sociedad | 286
7. Guillaume Gourgues y Maxime Quijoux: «Syndicalisme et gilets jaunes» en La Vie des Idées,
19/12/2018.
8. K. Yon: «Les syndicats dans la roue des Gilets jaunes» en «Gilets jaunes». Hypothèses sur un mouve-
ment, La Découverte, París, 2019.
9. Movimiento de izquierda fundado en 2016 y liderado por Jean-Luc Mélenchon [n. del e.].
10. R. Lefebvre: «Des partis en apesanteur sociale?» en Igor Martinache y Frédéric Sawicki
(dirs.): La fin des partis?, puf / La Vie des Idées, en prensa.
11. Isabelle Coutant: «Les ‘petits-moyens’ prennent la parole» en Joseph Confavreux: Le fond de
l’air est jaune, Seuil, París, 2019.
12. Ciudad obrera del «cinturón rojo» que hoy acoge uno de los mayores centros de negocios de
Île-de-France [n. del e.].
tema central | Los «chalecos amarillos» y la representación política 147
13. F. Dubet: Le temps des passions tristes. Inégalités et populisme, Seuil, París, 2019.
14. «Qui sont vraiment les ‘gilets jaunes’? Les résultats d’une étude sociologique» en Le Monde, 26/1/2019.
148 Rémi Lefebvre | nueva sociedad | 286
15. Desde este punto de vista, los «chalecos amarillos» marcan un deslizamiento del «populismo»
del campo político al social.
16. aavv: «L’économie morale et le pouvoir» en J. Confavreaux: ob. cit.
tema central | Los «chalecos amarillos» y la representación política 149
17. Patrick Farbiaz: Les Gilets jaunes. Documents et textes, Éditions du Croquant, Vulaines-sur-Seine, 2019.
18. El rechazo al gasto público y a los impuestos coexiste de manera problemática con la demanda
de intervención del Estado.
19. J.-Y. Dormagen y G. Pion: «Le mouvement des ‘gilets jaunes’ n’est pas un rassemblement aux
revendications hétéroclites» en Le Monde, 27/12/2018.
150 Rémi Lefebvre | nueva sociedad | 286
20. Laurent Jeanpierre: In girum. Les leçons politiques des ronds-points, La Découverte, París, 2019.
tema central | Los «chalecos amarillos» y la representación política 151
21. Aline Leclerc: «Les européennes à venir divisent les ‘gilets jaunes’» en Le Monde, 12/4/2019.
152 Rémi Lefebvre | nueva sociedad | 286
22. A. Leclerc: «Dans la Meuse, une assemblée de ‘gilets jaunes’ de toute la France propose un
appel commun» en Le Monde, 27/1/2019.
tema central | Los «chalecos amarillos» y la representación política 153
Los «chalecos amarillos» son un poderoso indicador de esta crisis, pero tam-
bién de las dificultades que deben superarse. En efecto, se produjo una media-
ción que se beneficia de los recursos tecnológicos de las redes sociales, pero el
rechazo de la representación lleva al movimiento a una forma de callejón sin
salida político y estratégico. No ser o convertirse en un partido o una organiza-
ción: es a la vez la fuerza de los «chalecos amarillos»... y su debilidad.
Marcado por una horizontalidad radical que se acentuó con el tiempo, el
movimiento se condena a la impotencia. Participa de una poderosa corriente
de desafiliación respecto de las instituciones de la sociedad civil y las elites,
pero resulta un peso por la incapacidad de producir nuevas mediaciones que
superen el estado de movilización. La politización del movimiento según
esquemas clásicos habría sin duda exacerbado sus contradicciones. En la de-
mocracia representativa, las organizaciones siguen siendo estructuras indis-
pensables para incorporar en forma duradera intereses colectivos, defender-
los y encarnarlos en el sistema político a través de programas y propuestas, a
condición de renovar radicalmente su modelo.
Indicadores del estado de desestructuración política de las capas popula-
res, los «chalecos amarillos» representan un desafío para la izquierda: ¿qué
mediaciones reconstruir con la sociedad cuando el descrédito de las orga-
nizaciones es radical? A pesar de sus dificultades, los «chalecos amarillos»
habrán puesto en el centro del debate público la cuestión democrática. Lejos
de desplazarse hacia temáticas xenófobas, su agenda evolucionó, con cierta
coherencia, de la justicia social a la cuestión democrática, según un proceso
bastante cercano a Nuit debout (mientras que sociológicamente ambos mo-
vimientos estaban al principio muy diferenciados)24. Como si, actualmente,
la cuestión de la democratización de las instituciones fuese la condición pre-
via a la resolución de la crisis social...
Colombia: despertar
ciudadano y
dilemas políticos
después del «21-n»
Entrevista a Álvaro Jiménez Millán
Marc Saint-Upéry
negociarlas. Ahora hay unas mesas coordinadas por personas a las que el
gobierno convocó con apoyo de la Iglesia y de los empresarios para que escu-
chen a organizaciones e individuos en cada línea temática, sin un propósito
claro, con una extensión en el tiempo indefinida, y a ver qué va pasando.
Así que no hay verdadero camino de negociación frente a las exigencias
del 21-n. No hay reconocimiento real al Comité del Paro y se produce una
suerte de paralelismo gubernativo frente a un movimiento social rei-
vindicativo de múltiples orígenes. De allí la eficiencia de la estrategia del
gobierno. No hay negociación, hay «conversación», y
en el entretanto, los medios de comunicación con más No hay verdadero
audiencias ayudan en su mayoría al gobierno, ponien- camino de
do en duda si la continuidad del paro vale o no la
pena para la ciudadanía, estimulando la narrativa de negociación frente
que los vándalos se fortalecen, etc., etc. Y amplifican- a las exigencias
do versiones de que el 21-n habría sido un plan de del 21-n
los «rusos», de Nicolás Maduro, de las disidencias de
las farc, del eln, etc. Esto sin duda contribuyó a deslegitimar el proceso
post-21-n, está cada vez más deslegitimado, por cierto no en los grupos or-
ganizados o militantes de izquierda, sino entre las clases medias de centro y
de centroderecha, cuya participación fue la novedad que les dio fuerza a las
protestas. Nunca antes estos sectores de la sociedad –de los que una parte se
había expresado positivamente frente a la paz durante el plebiscito– habían
acompañado reivindicaciones económicas o de normatividad laboral.
¿Qué se puede decir hoy del movimiento sindical colombiano? ¿Cuál es su nivel
de presencia y de efectividad en la sociedad? ¿Está en una fase de redinamiza-
ción, o lo del 21-n fue solo un efecto de oportunidad coyuntural?
Parecería que, de un modo muy parecido a lo que pasó en Chile, hubo una
especie de bifurcación o de paralelismo no sinérgico entre modos de protesta y
de movilización muy novedosos y creativos, incluso lúdicos –y relativamente
ajenos al repertorio de la izquierda tradicional–, y brotes de furia caótica y de
vandalismo cuyas fuentes y modalidades no son fáciles de identificar y que, por
supuesto, fueron instrumentalizados y exagerados por el poder. ¿Cómo lo ve?
Sin embargo, muchos observadores dicen que, pese a sus límites, el proceso de paz
y el retorno de las farc a la vida civil han generado cierta «desestigmatización»
de la protesta social, que permitió a nuevos sectores unirse a ella sin miedo y sin
recelo. ¿Concuerda con esta caracterización?
tema central | Colombia: dilemas políticos después del 21-n 159
Gustavo Deveze es dibujante. Egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes «Manuel Belgrano».
Ha participado en muestras de dibujo, pintura, historieta y video. Vive y trabaja en Buenos Aires.
Página web: <www.deveze.com.ar>. Blog: <http://jeneverito.blogspot.com>.
160 Entrevista a Álvaro Jiménez Millán | nueva sociedad | 286
Hay más deseo que realidad en esa afirmación. De hecho, los días previos
al 21-n fueron de estigmatización de la protesta y promoción del miedo por
parte del gobierno. «Impediremos que pase lo de Chile», «Maduro y Cuba
no van a vencer en Colombia», «No van a obtener en la calle lo que perdie-
ron en las urnas»: desde la Presidencia hasta medios importantes de radio y
televisión promovieron este discurso, pasando por los
Los días previos voceros de las Fuerzas Armadas. Protestar en Colom-
al 21-n fueron bia sigue siendo visto como algo negativo, sospechoso
de estigmatización y manipulado por intereses foráneos.
Además, los liderazgos de centroderecha, alterna-
de la protesta y tivos a la derecha paramilitar pero cuidadosos frente
promoción del miedo a los intereses del statu quo histórico, repiten junto al
gobierno de Duque que la protesta es válida «pero sin
violencia», pese a que ninguno de los dirigentes del paro o del 21-n llama
a la violencia (hay que insistir en esto). Esta expresión repetida refuerza la
idea promovida por el gobierno de que la protesta amenaza la tranquilidad
ciudadana, que no puede bloquear vías, no puede suspender servicios. Es
decir que solo es aceptable la protesta «aconductada». Todo esto crea des-
confianza sobre la salida a la calle, aunque hay que reconocer que los nuevos
gobiernos locales, especialmente los de Bogotá, Medellín y Cali, promueven
por su lado la validez de la protesta y luchan contra la estigmatización de
las marchas y sus liderazgos. Pero lo hacen insistiendo en que no debe haber
bloqueos y suspensiones de servicios, e incluso desarrollando iniciativas de
protocolos locales para controlar la violencia en las marchas. Esto genera
discrepancias en el movimiento social, porque la línea de separación entre
estas iniciativas y los mensajes del gobierno nacional es muy delgada y se
confunde en la opinión pública.
Si uno observa la historia de Colombia, afirmaciones de este tipo vigo-
rizan lógicas de pensamiento vigentes durante el conflicto armado según
las cuales toda protesta era infiltrada por la guerrilla y sus promotores eran
señalados como «guerrilleros de civil». En la situación actual posterior al
Acuerdo de Paz, el discurso y las iniciativas de los nuevos gobiernos locales
aún no alcanzan para que la sociedad en su conjunto asuma o refuerce lógi-
cas de transición que legitimen la protesta social y la comprendan como una
búsqueda de escenarios de solución a diferencias subyacentes en el ámbito
de la vida social y económica del país que requieren de mecanismos extraor-
dinarios de negociación.
Además, este debate sobre estigmatización de la protesta y la violencia en
ella está afectado por la disputa sobre las elecciones presidenciales en 2022
–que es un factor relevante en los desarrollos post-21-n–. Los llamados del
senador y ex-candidato presidencial Gustavo Petro a que se mantenga el paro
tema central | Colombia: dilemas políticos después del 21-n 161
En los últimos años, hubo varios paros universitarios nacionales, tres paros
agrarios, varias «mingas» indígenas, paros cívicos en Choco y Buenaventura,
movilizaciones estudiantiles gigantescas en Bogotá, Medellín, Cali, Manizales,
Barranquilla y Bucaramanga y varias movilizaciones e iniciativas ciudadanas
en varios lugares del país. ¿Se puede ver ahí una anticipación de lo que pasó en
noviembre, o se trata de algo diferente?
Los sectores urbanos que vimos movilizados el 21-n en su mayoría fueron los
mismos que marcharon por el «Sí» durante el plebiscito. Ese empate político
negativo de la sociedad colombiana no se ha resuelto y el país político con-
tinúa profundamente dividido sobre el proceso de paz y sobre la coyuntura.
A esa división contribuyen factores como la postura del gobierno de Duque,
que buscó desde sus inicios destruir la Jurisdicción Especial para la Paz (jep)
y el sistema de justicia transicional que es la almendra del acuerdo con las
farc. No es poca cosa, pues expresa la voluntad del gobierno de debilitar
el acuerdo. A ello deben sumarse otros elementos: el crecimiento de las di-
sidencias de las antiguas farc y la profunda división de su liderazgo (Iván
Márquez versus Timochenko), con las consecuencias que ello implica para
la estabilidad de la reincorporación colectiva a la vida civil; la convocatoria
a rearmarse a los antiguos combatientes; y, no menos importante, la nueva
y múltiple división de la expresión partidista legal de la ex-guerrilla –que
también se llama farc, pero ahora significa Fuerza Alternativa Revoluciona-
ria del Común– y sus flojísimos resultados electorales. Hay que mencionar
también el crecimiento del eln y su dominancia en vastas e importantes
regiones como el Chocó y el Catatumbo, la ruptura de relaciones con Vene-
zuela, la tensión permanente derivada del apoyo del liderazgo colombiano a
la estrategia de Estados Unidos contra Maduro, el apoyo a Juan Guaidó y la
dinamización de los carteles locales e internacionales de la coca.
Todos estos factores, así como los caminos de solución a estos desafíos,
dividen las opiniones y son temas relevantes para las regiones. Por ejemplo:
tema central | Colombia: dilemas políticos después del 21-n 163
Al mismo tiempo que se produce esta expresión del malestar ciudadano, las
fuerzas político-parlamentarias alternativas a la vieja partidocracia, y en par-
ticular las fuerzas de centro renovadoras, de centroizquierda y de izquierda
–pese a sus relativamente buenos resultados electorales en los últimos escruti-
nios– parecen bloqueadas en conflictos personales o recelos tal vez más clánicos
que ideológicos…
peleas por redes sociales. Esas mismas disputas, en ocasiones grotescas, las
reproducen los formadores de opinión de centroizquierda, izquierda, voceros
de la derecha y centroderecha frente a lo que llaman el «petrismo», a menudo
acusado de ser el «comodín» colombiano del «chavismo-madurismo».
En el Senado y la Cámara de Diputados, las «bancadas alternativas» han
buscado ser eficientes en lo relacionado con la defensa de proyectos sobre el
cumplimiento del Acuerdo de Paz. Los esfuerzos
El «petrismo» es colaborativos se presentan de manera coyuntural y
en temas específicos: aspersión aérea, negociacio-
a menudo acusado nes de paz, respeto a los protocolos firmados con
de ser el «comodín» los países garantes (Noruega y Cuba) para el pro-
colombiano del ceso de paz con el eln, entre otros. Hay diferencias
«chavismo-madurismo» en especial sobre temas económicos y ambientales
(por ejemplo, frente al tema de combustibles fósi-
les o del fracking) entre los congresistas del Partido
Verde, los del Polo y los de la coalición Colombia Humana-Unión Patriótica,
liderada por Petro. Los integrantes de las «bancadas alternativas» han hecho
uso conjunto del «derecho de réplica» a las alocuciones presidenciales, pero
no son una fuerza unificada. Debe anotarse que Petro y sus posiciones polí-
ticas son motivo de polémica por la representación que tienen o no frente a
los demás sectores.
Dentro de estas bancadas podrían generarse más iniciativas comunes de
cara a 2022. Se mueven discusiones en ese sentido y lo que se observa es que
las sinergias especialmente ocurren entre el Partido Verde, sectores del Polo
y algunos congresistas de los viejos partidos que se declararon en indepen-
dencia o en oposición frente al gobierno. Pero esa búsqueda de sinergias y
esfuerzos comunes frente a 2022 excluye a Petro.
1. V. «Gustavo Petro da explicaciones sobre video en que recibe fajos de dinero» en El Heraldo,
3/12/2018.
168 Entrevista a Álvaro Jiménez Millán | nueva sociedad | 286
conducidas por antiguos líderes de las farc y las dinámicas de la economía del
narcotráfico (fumigaciones, incidencia en las comunidades, etc.).
2. Jorge Cantillo: «Álvaro Uribe ante la Corte Suprema de Justicia y tensión en la calle: la indagatoria
que divide a Colombia» en Infobae, 8/10/2019.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 286,
marzo-abril de 2020, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.
El poder de las
huelgas clásicas
Kim Kelly
Kim Kelly: es una escritora independiente y activista sindical cuyos textos sobre trabajo,
políticas radicales y cultura se han publicado en The New York Times, The Washington Post,
The Guardian, The New Republic, Teen Vogue, Pacific Standard y muchos otros. Integra el
Sindicato de Guionistas de Estados Unidos (Este) (wga, por sus siglas en inglés).
Palabras claves: condiciones de trabajo, huelga, sindicalismo, transporte.
Nota: la versión original en inglés de este artículo, con el título «Planes, Trains, and Au-
tomobiles», fue publicada en la revista The Baffler, 27/11/2019, y una versión en español
apareció en la revista ctxt. Traducción de Álvaro San José.
170 Kim Kelly | nueva sociedad | 286
lo que sea necesario para conseguir el convenio que ellos (y sus familias)
se merecen. «Yo estoy en esta lucha por mi hija de 12 años, Ariana; pago
400 dólares al mes por el seguro de la empresa solo para poder llevarla al
médico y que le traten el asma crónico que padece», explica Shandolyn
Lewis, una empleada de catering de Detroit. «Nosotras trabajamos para
una subcontratista de lsg Sky Chefs, pero nuestro trabajo hace que las
aerolíneas ganen dinero. Sin nosotras, las aerolíneas no tendrían comida
o agua que ofrecer a sus pasajeros. No podemos permitirnos esperar más
por algo que nos merecemos».
Junto con los trabajadores de catering de aerolíneas, los tripulantes de ca-
bina de pasajeros, que ya se están preparando mentalmente para la afluencia
de ansiosos y desagradables pasajeros del Día de Acción de Gracias (¡eso sí
que es control emocional!), también emprendieron sus propias luchas. Los
auxiliares de vuelo de Hawaiian Airlines votaron a favor de convocar una
huelga (la primera en los 90 años de historia de la aerolínea) tras la ruptura
de las negociaciones contractuales que comenzaron en enero de 2017. Los
auxiliares de Hawaiian Airlines cobran menos que los de otros estados de
eeuu, a pesar del elevado costo de vida de las ciudades en que viven. Llevan
seis meses organizando piquetes informativos en el aeropuerto internacional
de Honolulu con el apoyo de su sindicato, la Asociación de Auxiliares de
Vuelo (afa-cwa, por sus siglas en inglés) y su presidenta, Sara Nelson, quien
en junio se sumó a los piquetes. Al igual que los trabajadores de unite here,
no podrán convocar una huelga legalmente hasta que la Comisión Nacional
de Mediación los libere de la negociación y pase un «periodo de enfriamien-
to» de 30 días. Pero después de ese tiempo, todo es posible.
Los trabajadores de aerolíneas no son, ni mucho menos, los únicos que
están en lucha. Los conductores de autobuses de la zona metropolitana de
Washington (wmata, por sus siglas en inglés), contratados por la estación
Cinder Bed Road de Virginia, llevan meses en huelga. Los trabajadores son
miembros del sindicato Amalgamated Transit Union (atu), filial 689, y la
estación Cinder Bed Road está operada por Transdev, una multinacional
francesa: la primera estación metropolitana de Washington que se gestiona
con capital privado en 40 años. Los trabajadores convocaron la huelga el
24 de octubre de 2019 por demandas en materia de seguridad, por prácti-
cas laborales injustas y por problemas con el servicio, además del evidente
desequilibrio salarial (según el sindicato, los conductores de Transdev rea-
lizan exactamente el mismo trabajo que los contratados directamente por
el wmata y cobran 12 dólares menos la hora). Asimismo, deben aportar
6.000 dólares por el seguro sanitario, mientras que los demás trabajadores
del wmata no aportan nada. Este doble sistema de salarios y prestacio-
nes, en el que se clasifica y paga a los trabajadores de manera diferente
172 Kim Kelly | nueva sociedad | 286
1. Los trabajadores acordaron suspender la huelga hasta nuevo aviso el 10 de diciembre de 2019.
2. Transporte flexible para pasajeros cuya discapacidad les impide acceder al servicio de rutas fijas
de autobús [n. del t.].
tema central | El poder de las huelgas clásicas 173