Expresión Corporal Música y Movimiento

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EXPRESIÓN CORPORAL: MÚSICA Y MOVIMIENTO

La experiencia musical a través del cuerpo


A través del cuerpo interaccionamos con el mundo que nos rodea. Los movimientos
del cuerpo responden a infinidad de necesidades y estímulos del ser humano. Esta
manifestación del individuo a través del cuerpo no sólo se refiere a los
movimientos del cuerpo, sino también a las emociones, los sentimientos y el
pensamiento que se desarrollan y que dan corporeidad a la existencia humana.
Según Delalande (1995), en el ser humano surge la necesidad de corporizar la
música. El movimiento corporal provocado por la música pone en marcha
habilidades motrices, musicales y sociales que forman parte de las capacidades
interpretativas que han de desarrollarse dentro del aula de infantil.
La corporeidad desempeña un papel decisivo en la producción de significados
musicales primordialmente vividos en la experiencia musical subjetiva de manera
preconceptual y antepredicativa, a la vez que abierta al entorno social y natural e
informada por él. (Pelinski, 2005}
El movimiento es una herramienta para el desarrollo rítmico-musical, ya que todo lo
que tiene naturaleza motriz y dinámica depende del oído y del juego muscular y
nervioso de todo el organismo.
La música es sonido en movimiento y el cuerpo nos permite exteriorizarlo y otorgar,
así, una perspectiva visual del hecho sonoro que ayuda al aprendizaje. La práctica
musical, vocal e instrumental, requiere el dominio de las destrezas motrices para
coordinar y disociar los innumerables movimientos corporales inherentes a la
misma.
En el movimiento corporal y la danza confluye la expresión corporal con los
elementos de la música. A través de la expresión corporal se incorpora el
movimiento como una forma más de expresión total del niño y la niña: funcional,
expresiva, musical y creadora (Pascual, 2006).
Ya desde los primeros meses de vida el bebé empieza a responder cada vez de
manera más activa al sonido y a la música (Hargreaves, 1998). Progresivamente irán
apareciendo signos de coordinación entre sonido y movimiento.
En las primeras etapas educativas, en las que la inteligencia es sensoriomotora y se
escucha más con el cuerpo que con la inteligencia. (Pacual, 2006:191)

Expresión rítmico-corporal.
El movimiento brota espontáneamente del cuerpo humano, ya sea en situación de
calma como de agitación.
Percibimos el ritmo porque relacionamos y agrupamos diferentes duraciones de los
sonidos que se producen consecutivamente y que, según la cultura de pertenencia,
reconocemos y asociamos en secuencias rítmicas que tienen un sentido.
El ritmo es, al mismo tiempo, el orden, la medida en el movimiento y la manera
personal de ejecutar ese movimiento. (Dalcroze, 1965:24)
El ritmo es uno de los elementos básicos de la música y está presente en la vida
del niño y de la niña desde que nacen, incluso antes de nacer. Por lo tanto, es
importante incorporar la educación rítmica en la etapa infantil contemplándose
como educación conjunta del movimiento, de la percepción y de la coordinación del
gesto y del sonido, con el propósito de desarrollar también las destrezas rítmico-
musicales, partiendo del propio movimiento para llegar a aprehender el fenómeno
de la rítmica-métrica musical (Fraisse, 1976).

El movimiento y la expresión corporal.


En la relación entre el adulto y el bebé es frecuente utilizar juegos de palabras
entonados a modo de cantinelas en Tos que el movimiento hace acto de presencia
impulsado y ayudado por el adulto con palmas, saltos, balanceos, golpecitos o
toques en el cuerpo del pequeño.
Estas primeras experiencias musicales en las que escucha y movimiento van unidos
son de gran atractivo para los niños/as y favorecen la coordinación motora, la
participación emotiva y la maduración de la capacidad de estructurar el tiempo
(según Michel Imberty, citado en Tafuri, 2006). A partir de estas actividades de
coordinación gesto-sonido se va desarrollando el sentido del ritmo.
Para Akoschky el movimiento es el estado habitual desde los 0 hasta los 3 años.
En este ciclo el bebé va progresando rápidamente en la variedad, coordinación y
precisión de los movimientos que va ensayando e incorporando a su experiencia de
vida. A partir de los 6 meses pueden darse ciertos signos de coordinación entre
movimiento y música que pueden interpretarse como una adecuación de sus
propios movimientos rítmicos con los de la música que escucha.
La música y el movimiento corporal están estrechamente unidos y a través del
movimiento somos capaces de captar los rasgos rítmicos y gestos expresivos del
sonido, y el ritmo, la velocidad, el carácter, la estructura formal, etc. de la música.

La educación rítmica.
La educación rítmica es uno de los pilares de la etapa infantil junto con la
educación auditiva y vocal. El ritmo está presente en las actividades cotidianas de
los más pequeños.
Expresamos el ritmo a través de nuestro cuerpo y desde el punto de vista de la
educación musical se entiende como todo aquello que pertenece a la dimensión
temporal de la música.
A lo largo de la Educación Infantil, los niños experimentan con los elementos
fundamentales del ritmo, específicamente el pulso, los acentos y distintas células y
ritmos. (Pascual, 2006:197)
Las destrezas rítmicas, según Hargreaves (1998), probablemente sean las primeras
en emerger y en desarrollarse. Esto se pone de manifiesto en las primeras etapas
de la vida del niño mediante los movimientos que va produciendo: balanceo,
movimientos de cabeza, columpiarse, agitación de brazos y piernas, etc.
El conocimiento del propio cuerpo, la coordinación y disociación de movimientos, la
acción refleja y tantos otros objetivos de naturaleza psicomotriz se incorporan a las
propuestas curriculares musicales, del mismo modo que la música se utiliza en
tantas otras actividades para el desarrollo físico y psicomotor.
La educación del ritmo se debe presentar como una educación conjunta del
movimiento, de la percepción y de la coordinación del gesto y el sonido.

La danza como recurso didáctico.


La danza es otro lenguaje artístico que posee sus propios códigos pero comparte
elementos con el lenguaje musical. La danza es una forma organizada de desarrollo
rítmico-motor que, en el ámbito educativo; favorece la comprensión de los
elementos armónico-formales de la música y desarrolla la memoria espacial y
musical.
La danza posee un valor educativo que es lo que la hace aconsejable para el trabajo
con los más pequeños. La intervención del cuerpo como vehículo de expresión en la
danza es de gran ayuda para la toma de conciencia del mundo exterior desde un
plano temporal y espacial, ya que discurre en el tiempo y en el espacio.
Los movimientos corporales trazan formas en el espacio y las impregna el esfuerzo,
es decir, la energía que surge de toda una gama de impulsos, intenciones y deseos
internos. El cuerpo se convierte así en instrumento sensible que manifiesta la
interrelación entre el mundo interior y el exterior. (Cañal y Cañal, 2001:105)

Movimientos y coreografías.
Las primeras coreografías que se proponen en el aula de infantil deben
desarrollarse dentro de un gran margen de libertad para ir evolucionando hacia
estructuras más organizadas que requieran un mayor desarrollo de la memoria
espacial.
La interpretación de danzas sencillas es una de las actividades más atractivas para
el alumnado de esta etapa, además favorece el desarrollo psicomotriz y la
comprensión de la música y supone una fuente de disfrute con el movimiento
corporal inducido por el ritmo, los sonidos y las melodías de la audición musical
(Pascual, 2006).
La danza infantil se compone de movimientos sencillos, organizados en un marco
espacio-temporal concreto. Los elementos -pasos, enlazamientos, evoluciones, etc.,
pueden ser ejercitados como formas aisladas (unidades de movimiento) o como
formas elaboradas en una composición coreográfica.
Tanto la danza de coreografía libre, que permite una movilización más espontánea,
más personal, como la de coreografía fija, cuyas frases, ritmo, tiempo, espacio, etc.,
forman una estructura definida, establecen con más precisión unas formas de
desplazamiento, unos gestos, unas evoluciones espaciales fáciles de realizar y de
recordar, hasta llegar a configurar una danza colectiva que favorece
extraordinariamente el desarrollo progresivo del esquema corporal infantil.

Criterios de selección.
A partir de la combinación espontánea o deliberada de gestos, desplazamientos y
pasos en el suelo surge una variedad casi ilimitada de composiciones coreográficas.
El aprendizaje de las mismas debe otorgar al alumnado la capacidad y la agilidad
necesarias para moverse con cierta desenvoltura y seguridad.
Disponemos de una gran variedad de elementos a tener en cuenta para la
utilización en el aula: el cuerpo como instrumento, los gestos, los pasos, la
coordinación, organización temporal y espacial, tipos de danza, estructura formal y
la forma musical, el ritmo, la melodía, coreografías libres o fijas.

Expresión corporal y canción infantil.


En el aula de infantil se utilizan canciones que por características ofrecen múltiples
posibilidades para la expresión corporal.
La canción determina el clima, la idea o el tema, el tono, el ritmo, la fuerza, etc., y
genera la reacción hacia la actividad propuesta (expresión corporal, mímica, danza,
oral, plástica, Además, con todos los aspectos que engloba permite una mayor
organización, orientación concentra la atención en la actividad planificada. (Cañal y
Cañal, 2001:106)
Es habitual acompañar cualquier canción con movimientos y con percusión corporal,
con ayuda de los adultos cuando los niños son muy pequeños. El juego dramático es
una interesante opción para motivar al alumnado a realizar movimientos naturales
por medio de imitaciones y representaciones de personajes (animales, protagonistas
de historias, etc.), elementos naturales (viento, lluvia, frío, etc.), sentimientos
(alegría, susto, etc.); a través de: saltar, agitar y percutir partes del cuerpo,
arrastrarse, caminar, moverse con rapidez o lentamente, etc.

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