La Caverna de Los Antepasados
La Caverna de Los Antepasados
La Caverna de Los Antepasados
c u ri d a d , e n l a s no c h e s hú me d a s , s e p u e d e d i s t i n gu i r c on
mayor claridad, pero, naturalmente, aquellos que tienen la
facultad de verlo saben que está allí noche y día.
Me miró con aire reflexivo.
—Cuando vayas a Chungking para estudiar medicina,
podrás utilizar un aparato detector de las ondas eléctricas
del cerebro. Toda la Vida, todo cuando existe está com-
puesto de electricidad y vibraciones.
—¡Me siento perplejo! — le respondí —, porque ¿cómo
puede ser la Vida vibración y electricidad? Soy capaz de
co mp re nde r uno de e s tos concep to s , pe ro m e e s impo sibl e
comprender los dos.
—¡Pero mi querido Lobsang! — replicó el Lama riendo
—. ¡No puede haber electricidad sin vibración, sin mo-
vimiento! Puesto que es el "movimiento" el que genera la
electricidad, ambos están íntimamente vinculados. — Ob-
s e rvó m i g es to d e pe rp le j id ad y , g ra ci as a su p o de r t el ep á -
tico, pudo leer mis pensamientos —. ¡No — dijo —, "no
podrá generarla cualquier" vibración! Vas a permitirme que
te exponga las cosas de la siguiente forma: Imagínate un
te cl ado rea lmente g i ga n tes co que se ex tie nda has t a e l i nfi -
ni to . La vib rac ió n qu e nosotros con sid e ramo s como sól ida
estará representada por una de las notas de ese teclado. La
siguiente podría representar el sonido y la siguiente a ésta
la visión. Las demás notas indicarían los sentimientos, los
sentidos, los designios que no podremos comprender mien-
tras permanezcamos sobre la tierra. Un perro tiene la capa-
cidad de escuchar notas más altas que los seres humanos y
un ser humano puede escuchar notas más bajas que un
perro. Cabe la posibilidad de hablar a u n perro en u n tono
tan alto que él oye perfectamente, pero que los seres huma-
nos no pueden oír. De idéntica manera, los seres del lla-
mado Mundo Espiritual pueden comunicarse con los que
todavía están en esta Tierra, si los terrícolas poseen el don
especial de la "clariaudición.
El Lama hizo una breve pausa y sonrió lentamente. — Te
e s toy p riv a ndo d e tu s u e ño , L ob s a n g , p e ro pod rá s
descansar por la mañana. — Señaló las estrellas que brilla-
16 LOBSANG RAMPA
L a o s c u r i d a d d e l Te m p l o s e d e s v a n e c i ó e n a l g u n o s l u -
gares, acentuándose en otros, gracias a centenares de vaci-
lantes lámparas de grasa. Las lámparas brillaban como
pu ntos de lu z do rad a , esp a rci e ndo su re spla ndo r e n to rno a
sí mismas. Me parecía que las estrellas estaban debajo de m í
e n l u ga r d e b ri l l a r s o b r e m i c a b e za . Un a s s o m b ra s f a n -
tásticas se deslizaban silenciosas entre las poderosas colum-
nas . Somb ra s qu e e ra n a v ec es fi na s y ala rgad as y , o tra s ,
pe que ñas y como a ga zapad as , pe ro si emp re gro tesc as y ex -
trañas, como consecuencia de esa iluminación irregular que
confiere apariencia sobrenatural a lo natural y convierte lo
extraño en algo indescriptible.
Al mirar hacia abajo, sentí la sensación de hallarme en
un extraño plano astral donde se confundían los testimonios
de mi vista y de mi imaginación. Sobre el suelo del Templo
flotaban las nubes azules del incienso, elevándose sucesiva-
mente y obligándome a imaginar, aú n con mayor fu erza, el
trono de un Dios que contemplara, allá abajo, la Tierra
rodeada de nubes. Las nubes de incienso ascendían en sua-
ves y concretos torbellinos desde los incensarios que agi-
taban los "chelas", jóvenes y piadosos. En silencio y con el
rostro impasible, recorrían el Templo en todas direcciones.
Siguiendo sus idas y venidas, un millón de puntos luminosos
brotaban de los incensarios dorados, lanzando brillantes
t o r r e n t e s d e l u z . D e s d e m i p ri v i l e g i a d o p u e s t o d e o b s e r v a -
c ió n , podí a mira r ha ci a aba jo y co n temp lar e l ful go r ro jiz o
del incienso, mecido por la brisa que, en algunos momen-
tos, parecía estallar en llamaradas más intensas, agonizand o
en lluvias centelleantes y purpúreas de ceniza. Corno
revitalizado, el humo ascendía después en compactas co-
l u m n a s a z u l e s a b ri e n d o s e nd e ro s d e n i e b l a e n to rn o a l o s
"chelas". Proseguía su ascensión y formaba nubes cam-
biantes y nuevas en el interior del Templo. Se arremolinaba y
g i ra b a , m e c i do p o r l a s s ú ti l e s c o rr i e n te s d e a i re q u e g e -
neraba el movimiento de los monjes. Y tenía una apariencia
de ser viviente, de criatura apenas entrevista que respiraba y
se agitaba en el sueño. Durante unos instantes, lo con-
templaba todo como hipnotizado, con la sensación de ha-
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 31
l a yo . E ra p re c i s o p re s ta r a te n c i ó n s o l a m e n te a l a V o z d e l
Lector. Pero en la habitación del Lama Mingyar Dondup
no había ningún Lector que nos recitara los libros Sagra-
d o s e n v o z a l ta , c o n e l o b j e t o d e m a n te n e r n u e s t ro p e n s a -
miento alejado de una cosa tan vulgar como la comida.
Ta m p o c o h a b í a ni ng ú n s e v e r o V i g i l a n te d i s p u e s to a p re c i -
pitarse sobre nosotros a la más leve infracción de las Re-
glas. A través de la ventana, contemplé ante mí el Hima-
l a ya i n fi n i to , p e n s a nd o qu e mu y p ro n to ll e ga r ía e l tiem p o
en que ya no podría volver a contemplarlo. Me había aso-
mado al futuro — a "mi" futuro — y lo que más temía
eran las cosas que no había podido ver claramente por estar
envueltas en la niebla.
—Has visto muchas cosas, Lobsang — dijo mi Maes-
tro — . Pe ro son muc ha s más l as co sas que no te han sido
mo s t ra d a s . S i c re e s q u e n o p u e d e s e n f re n t a r te c o n tu F u -
turo, aún sintiéndolo mucho, aceptaremos tu decisión y
podrás seguir en el Tibet.
Señor — le respondí —, una vez me dijiste
q u e e l hombre que se aparta de los Senderos de la Vida
y , v a c i l a n d o , v u e l v e l a e s p a l d a a s u d e s ti no , n o e s u n
auténtico hombre. Aunque sé que me esperan muchas
d i f i c u l ta d e s , deseo seguir adelante.
No esperaba menos de ti — me dijo asintiendo
s o n riente —. Y sé que alcanzarás al fin la meta que te
h a s propuesto.
Señor — le pregunté —, ¿por qué las personas
no llegan a este mundo recordando lo que fueron en sus
vidas pasadas, conscientes de lo que se espera que hagan en
esta vida? ¿Por qué e x i s te eso que tú l l a ma s el
" C o no c i m i e n to Oculto"? ¿Por qué no podemos conocer todas esas
cosas?
No cabe duda de que tu sed de saber es infinita —
d i j o el Lama Mingyar Dondup siempre sonriendo —. Pero
tamb i é n e s c i e r to q u e t e f a l la l a m e m o r i a p o rq u e , n o
hace m u c ho , te dije que n o rm a l m e n te no r e c o rd a m o s
nu e s tr a s v i d a s a n t e r i o re s p o rq u e e l l o s e rv i r í a ta n s ó l o
p a ra a u m e n t a r n u e s t r o d o l o r e n e s t e m u n d o . P o r e s o
decimos: "La Rueda de la Vida da vueltas incesantes,
proporcionando a
56 LOBSANG RAMPA
u no s r i q u e z a y a o t ro s p o b re za . El m e n d i g o d e h o y p u e d e
ser un príncipe mañana". Si no conocemos cómo fueron
nuestras vidas pasadas, podemos empezar nuevamente a vi-
v i r s in i n te ntar esp ecu la r con lo qu e fu imos e n nues tra úl -
tima existencia.
—Pero, ¿qué puedes decirme del Conocimiento Oculto?
le pregunté —. Si las personas poseyeran ese conoci-
miento, todas serían mejores y nuestro progreso sería más
acelerado.
— ¡ Las cosa s no so n ta n se nci l la s como tú c rees ! — re s-
pondió mi Maestro con una sonrisa. Guardó silencio du-
ra n te u nos i nsta nte s y , lu ego , p ros i guió —: D e nt ro d e nos -
otros hay poderes controlados por nuestro Ser, que son
muy superiores a todos los que el Hombre puede poseer
en el mundo material, en el mundo físico. Sin duda alguna,
e l Ho mb re O cci de n ta l ha ría u n uso i nad ecuado de esos po-
de res que noso tros so mos cap ace s d e co ntro la r, p orque lo
único que preocupa a los occidentales es el dinero. Los occi-
dentales viven condicionados solamente por dos preguntas:
"¿Puedes probarme esto?" y "¿Qué es lo que puedo con-
s e g u i r s i h a go ta l o c u a l c o s a ? ". E nc u e n to mu y d i v e r ti d os
— d ijo rie ndo co mo u n ni ño — toda s esa s m áqu in as y apa -
r a t o s q u e e l H o m b re u t i l i z a p a r a e n v i a r s o b re l o s o c é a n o s
su s me ns aj es d e " t el eg r a fí a s i n h i los " . Es ta d eno mi na ció n
es la última que deberían utilizar porque esos aparatos están
fabricados con miles y miles de hilos. Nuestros lamas, aquí,
en el Tibet, pueden enviar sus mensajes telepáticos sin ne-
cesidad de usar ningún aparato. Nos introducimos en lo
astral y viajamos a través del espacio y el tiempo, visitando
todos los lu gares del mu ndo e incluso otros mundos. Domi-
namos la levitación. Levantamos pesos inmensos utilizando
p o d e re s q u e c a s i na d i e c o no c e . N o to d o s l o s ho mb r e s s o n
puros, Lobsang, ni el hábito hace necesariamente al monje.
U n m a l v a d o p u e d e v i v i r e n u n a l a ma s e rí a y u n s a n to p u e de
estar recluido en una cárcel.
Le contemplé perplejo.
— P e ro s i t o d o s l o s h o m b r e s p o s e y e r a n e s e c o n o c i m i e nto
— le pregunté —, ¿acaso no serían mejores?
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v a í d o p o r e l t i e mp o . S u s t e j i d o s , s e c o s y p o d ri d o s , s e d e s -
i n te g ra b a n a l t o c a rl o s . Te m i e nd o q u e p u d i e r a d e s ha c e r se
por completo, lo levanté con el mayor cuidado. Y con el
mayor cuidado, lo deposité a los pies del Superior y volví
en busca de los otros tres objetos que había elegido. El Su-
perior y los demás lamas lo examinaron todo en silencio
y compararon sus marcas y sus signos secretos con los gra-
bados en un libro negro y antiguo. D urante mucho rato, se
consultaron, mirándose unos a otros, con las cabezas incli-
nadas y sus viejos cerebros casi crujiendo como consecuen-
c ia d e los e s fue rzos a qu e su s pe nsa mie n tos los te ní an so-
metidos.
—¡Ah! — murmuró el Superior, resoplando como un
yak fatigado —. ¡Hmmmm! ¡Es él, sin duda alguna!
¡Hmmmm! ¡Ha tenido una brillante actuación! Vete en
busca de tu Maestro, el Lama Mingyar Dondup, mucha-
cho y, ¡hmmmm! dile que tenga a bien honrarnos con su
presencia. ¡Hmmmm!
Sa lí co rri endo de l a habi taci ón, sa tis fe cho de se nti rme
l i b re d e a q u e l l a s mo mi a s v i v i e n te s c u y o a s p e c t o s e c o y re -
moto los hacían tan distintos a la tibia humanidad del Lama
Mingyar Dondup. Al doblar una esquina, me tropecé con
mi Maestro.
¡No te alarmes, hombre! — me dijo
s o n r i e n d o — . Y o también recibí el mensaje.
M e g o l p e ó l a e s p a l d a c a r i ñ o s a m e n te y a c e l e ró e l p a s o ,
dirigiéndose a la habitación donde le esperaban el Superior y
los dos lamas. Yo me dediqué a vagabundear por el patio,
ocioso, dando indolentes puntapiés a las piedras.
¿Eres tú el muchacho a quien están
haciendo un R e conocimiento de Reencarnación? —
p re g u n tó u n a v o z j u nto a mí.
Me volví y pude ver a un "chela" que me observaba
atentamente.
—Ignoro lo que están haciendo — respondí —. Todo
cuanto puedo decirte es que me han hecho que les siga por
los corredores para ver si reconocía algunas de mis anti-
guas cosas. ¡Eso lo puede hacer "cualquiera"!
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 63
l e s q u e l a r e g u l a n . — Me s o n r i ó y p ro s i g u i ó : — El ho mb r e
es una simple partícula de un mundo turbulento. Solamente
se encuentra a gusto cuando siente la seguridad de un
"abrazo maternal". Para los hombres de Occidente, poco
diestros en el arte de morir, el último pensamiento es siem-
p re el m ismo : ¡ Mad re ! Si se s ie n te i nse gu ro , in tenta rá apa -
rentar confianza en sí mismo, chupando un cigarro o un
cigarrillo, lo mismo que los niños se aferran a su chupete.
Los psicólogos coinciden en la creencia de que el hábito de
fumar constituye tan sólo una simple regresión a los rasgos
de la primera infancia en que los niños extraían alimento y
"s egu ridad " de s us mad re s . L a rel i gió n con sue la a los afl i -
gido s. Pero e l co nocimie nto de la ve rdad de la vid a — y de
la muerte — es un consuelo mucho mayor todavía. Sobre la
Ti e rra somo s co mo el a gua . C ua ndo re al iz a rnos el trá ns i to
de la "muerte" nos convertimos en vapor. Y volvemos a
ser como el agua cuando renacemos de nuevo en este
mundo.
—Se ño r — exc la mé — ¿c rees a caso que los h i jos no de -
berían honrar a sus padres?
Mi Maestro me contempló sorprendido.
—¡Qué cos as d ice s , Lobsa ng ! Es ev ide nte que lo s hijo s
deben honrar a sus padres, siempre que sus padres sean me-
recedores de ello. Los padres dominantes no tienen el menor
derecho a arruinar a sus hijos y los "niños" adultos son res-
p o n s a b l e s d e s u s a c to s a n te s u s c ó ny u g e s . L o s p a d re s n o
deben tratar tiránicamente a sus hijos mayores, ya que ello
constituye un grave atentado no solamente contra sus hijos,
s i no tamb ié n co n tra sí m ismo s . Y es u n e rro r que deberá n
pagar en otra vida.
Reco rd é a m i pad re , s eve ro y du ro , que en re al idad no
fu e nunca un "padre" para mí. Mi madre, que no tenía otra
preocupación que la vida social. Después pensé en el Lama
Mingyar Dondup que había sido para mí más qu e un padre y
u na ma dre y , s in dud a al gu na , l a únic a pe rso na que m e
había mostrado en todo momento amabilidad y amor.
Un monje mensajero entró precipitadamente.
—Honorable Mingyar — dijo haciendo una profunda re-
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 69
Er a l a é p o c a d e L o b s a r , e l A ñ o N u e v o t i b e t a n o . L o s
"chelas" — y también los ascetas — habíamos estado,
durante algún tiempo, muy atareados haciendo figurillas de
c e ra . El a ño an te rio r, no s de scu idamo s , produ c ie ndo m ala
i m p re s i ó n . L o s d e l a s d e m á s l a m a s e r í a s q u e d a ro n c o nv e n-
cidos — ¡y con razón! — de que los de Chakpori carecía-
mos de tiempo y de interés por aquellas obras infantiles.
Po r ello , al año sigu iente , por o rde n exp resa d el P ro fu ndo,
nos vimos obligados a hacer figurillas de cera y a tomar
parte en la competición. Nuestra obra fue, sin embargo,
muy modesta en comparación con la de las otras lamaserías.
Sob re u n ma rco d e madera de uno s veinte p ies de alto por
treinta de ancho, moldeamos varias escenas de las Sagradas
Escrituras en cera de colores. Hicimos nuestras figuras tridi-
mensionales y abrigábamos la esperanza de que, al ser vis-
tas a la luz vacilante de las lámparas de grasa, producirían
la impresión de estar en movimiento.
M o i s é s , C ri s t o y m u c ho s o t ro s ho m b re s p e r te n e c í a n a e s e
o rd e n d e S e res S u p e rio re s . Ta m p o c o ig n o ra b a q u e M a i t re -
ya, según afirman las Escrituras Budistas, vendrá al mundo
5 . 6 5 6 "m i l l o n e s " d e a ño s d e s p u é s d e B u d a o G a u ta ma , c o -
m o d e b e r í a e n r e a l i d a d s e r l l a m a d o . To d o e l l o , y m u c h a s
cosas más, formaba parte de nuestras enseñanzas religiosas
c o r ri e n te s , l o m i s m o q u e l a c e r t e z a d e q u e " to d a s " l a s p e r -
sonas buenas tenían las mismas oportunidades de evolucio-
nar, independientemente del nombre que se diera a sus
c re e n c i a s re l i gi o s a s . N o s o t ro s n u nc a h e m o s c re í d o q u e s o -
lamente puedan "alcanzar el Cielo" los que pertenecían a
una secta religiosa determinada y que todos los demás eran
precipitados en el Infierno para servir de diversión a algunos
demonios sanguinarios.
—Nosotros conocemos la existencia de Manú — prosi-
guió mi Maestro —, el Ser Altamente Evolucionado que
controla los destinos del mundo. Existen Manús menores
que son los que controlan el destino de cada país. Du rante
muchos años, el Mundo de los Manús estará en movimiento
inte rm in ablemente y, po r fin, cu ando es té adecuadamente
p re p a ra d o p a r a e l l o , r e c o r r e r á e l ú l t i m o p a s o d e s u e v o l u -
ción y dominará la Tierra.
—¡Entonces — exclamé con cierto aire triunfal — no
t o d o s l o s Ma nú s s o n b u e no s ! E l Ma n ú d e Ru s i a p e rm i te a
los rusos que atenten contra nuestra dicha. El Manú de
China permite a los chinos que atraviesen nuestras fronteras y
asesinen a nuestro pueblo.
El Lama sonrió.
—Lobsang — me respondió —. Te olvidas de que este
mundo es el Infierno y de que estamos aquí sólo para apren-
der. Si sufrimos es para que nuestro "espíritu" pueda seguir
su evolución. Las dificultades y el dolor nos sirven de ense-
ñ a n z a , p e r o l a v i d a f á c i l y l a c o n s i d e ra c i ó n d e l m u n d o n o
nos enseñan nada. Si hay guerras es para que los hombres
puedan mostrar su valentía en los campos de batalla y — lo
mismo que el hierro en la fragua — se templen y endurezcan
en el fuego de los combates. Nuestra envoltura carnal ca-
rece de importancia, Lobsang. Es solamente un muñeco
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 75
c o n s e gu i d o re a l i z a r m i d e s e o d e e nto nc e s . P u e d o d e j a r m i
cuerpo seguro dentro de la celda de mi ermita y vagar
errante donde mi voluntad me lleva. Y es aquí adonde he
q u e ri d o re a l i za r m i p r i m e r v i a j e , p a ra p o d e r c o n te m p l a r a
la mu ltitud de nuevo y visitar, una vez más, este lu gar que
tanto he reco rdado a lo la rgo de mi v ida. He conseguido la
libertad, muchacho. La he conseguido.
Se desvaneció ante mis ojos como una nube de incienso
que hubiera dispersado la brisa nocturna.
¡L as e rmitas! Noso tro s , lo s "c he las ", h abíamos o ído h a-
b l a r m u c ho d e e l l a s , p e ro , ¿ c ó m o e ra n po r d e n t ro ? N os l o
preguntábamos con frecuencia. ¿Por qué los hombres se en-
carcelaban voluntariamente en aquellas cámaras de roca que
asomaban peligrosamente en los bordes de la montaña?
¡También nos habíamos hecho esa pregunta! Decidí inte-
rro ga r a m i am ado M aes tro . Reco rdé de spué s que , no mu y
l e j o s d e d o nd e y o m e ha l l a b a , v i v í a u n v i e j o m o n j e c h i n o . El
anciano Wu Hsi había vivido una interesante existencia. F u e
m o n j e d e l P a l a c i o d e l o s E m p e r a d o r e s e n P e k í n , d u rante
algunos años. Pero sintiéndose cansado de aquel géner o d e
v i d a , h a b í a v i s i t a d o e l Ti b e t e n b u s c a d e l a v e r d a d . Lle gó
a l C hakpo ri po r ca sua lid ad y fu e acep tado . Despu és d e
a l g ú n t i e m p o , s e s i n t i ó t a m b i é n c a n s a d o d e s u n u e v a vida
y se refugió en una ermita donde, durante siete años, había
vivido solitario. Sin embargo, después regresó al Chakpori y
allí vivía esperando la muerte. Decidí visitarle. Corrí por el
pasillo y, acercándome a su celda, le llamé.
—¡Adelante! ¡Adelante! — le oí decir desde dentro con
voz temblona.
En tré y , po r pri me ra ve z, me e nco ntré e n p res enci a de
Wu Hsi, el monje chino. Estaba sentado con las piernas
cruzadas. A pesar de su edad, su tronco estaba tieso como
u n jove n ba mbú . Te n ía los pómu los p romi nent es y su p iel
era muy, muy amarilla y como apergaminada. Sus ojos eran
ex trao rdina riam ente ne gros y rasg ados . Su b a rba e ra mu y
escasa y de su labio superior colgaban los pelos, muy largos
p e ro t a m b i é n e s c a s o s , d e s u b i g o te . Su s m a n o s te n í a n u n
color amarillento oscuro y estaban llenas de las manchas de
82 LOBSANG RAMPA
l a a nc i a n i d a d . S u s v e na s s e ma rc a b a n a t r a v é s d e s u p i e l
c o mo l a s ra í c e s d e u n á rb o l . C o n fo rm e m e a c e rc a b a h a c ia
él, seguía a ciegas mis movimientos, sintiendo mi presencia
pero sin llegar a verme.
¡Hmmmm! — dijo —. Por tu forma de
a n d a r , c r e o que eres un muchacho. ¿Qué deseas, hijo?
Señor — le dije —. Durante mucho tiempo
v i v i s t e e n una ermita. ¿Puedes contármelo, Sagrado Señor?
— Sié n ta te , hi jo — mu rmu ró , c hu p ando l as g u ías de su
b igo te — . H ace ya mu cho tie mpo qu e no h ab lo de l p asado ,
aunque pienso en él constantemente... Cuando era niño —
p ros iguió de spués de una pausa — viajé mu cho y visité la
I nd ia . A ll í vi a l os e remi ta s e nc e rrados e n su s cu eva s y m e
pareció que algunos de ellos habían alcanzado la verdad.
— A g i t ó l a c a b e z a . — L a s p e r s o n a s c o r r i e n t e s e r a n mu y
h o l g a z a n a s y s e p a s a b a n e l d í a s i n h a c e r n a d a , b a j o los
árboles. ¡Era triste! ¡ ¡Muy triste!!
Sagrado Señor — le interrumpí —. Preferiría
q u e m e hablases de las ermitas del Tibet.
¿Cómo? ¿Qué dices? — exclamó débilmente
—. ¡Ah, sí! Las ermitas del Tibet. Cuando regresé de la
India, me di cuenta de que la vida de mi ciudad natal, de
Pekín, me abur r í a y no me p ro p o rc i o n a b a la m e no r
e ns e ña n za . P or e l l o , tomé nuevamente mi cayado y, du rante
varios meses, camin é en dirección a las fronteras del
T i b e t . — Y o s u s p i r é i m p a c i e n te . — D e s p u é s d e mu c ho
t i e mp o , t ra s h a b e r r e c o r r i d o m u c ha s l a m a s e r í a s , s i e m p r e
e n b u s c a d e l a v e rd a d , llegué al Chakpori. Como en China
era médico, el Superior me permitió que me quedara aquí. Yo
estaba especializado en acupuntura. D urante algunos años,
viví satisfecho. Después, sentí el deseo de vivir en una ermita.
Yo temblaba de impaciencia. Si el anciano se demoraba
tanto, llegaría tarde a los cultos ¡y yo no podía faltar al
servicio nocturno! Mientras me perdía en estas reflexiones,
escuché la primera llamada de los gongs.
Respetado Señor — le dije levantándome
d e m a l a gana —, es preciso que me vaya.
No, hijo — me respondió el anciano riéndose
—. Pue-
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 83
t i e mp o , l l e g ó h a s t a n o s o t r o s . H a e s t u d i a d o t a n t a s t e o rí a s
co n tra ria s que su au ra ps íqu ica se ha ll a co n ta mi nad a . Ha
l e í d o t a n to y c o mp re nd i d o ta n p o c o q u e c a s i s i e m p re e s t á
enajenado. Es como una esponja humana que absorbe to-
dos los conocimientos, pero es incapaz de asimilarlos.
—Entonces, señor — le pregunté —, ¿crees que el es-
tudio de los libros es inútil?
—Nada de eso, Lobsang — replicó el Lama —. Pero,
como todos los hombres de criterio, me opongo a la lec-
tu ra de folletos, panfletos y libros de ocultismo y de cultos
extraños. Los que leen esas obras "envenenan" su espíritu,
se cierran a sí mismos la senda de todo progreso futuro
hasta que se desprenden de esos falsos conocimientos y se
convierten en niños ignorantes.
—Honorable Lama — le pregunté —. ¿"Cómo" puede
l a lec tu ra i nade cuada condu ci r, al gu na s vec es , a la co n fu-
sión y a la locura?
—Es una larga historia — me respondió el Lama Min-
gyar Dondup —. En primer lugar, es necesario que anali-
c emos a l gun as cos as es enci al es . ¡ Te n p ac ienc ia y e scúc ha -
m e! Lo s human o s somos lo m is mo qu e t í te r es sob re la Ti e -
rra. Estamos hechos de moléculas vibrátiles rodeadas de
cargas de electricidad. Nuestro espíritu tiene una escala
de vibración mucho más elevada que la de nuestro cuer-
po, una carga eléctrica mucho mayor. Entre nuestra escala
de vib rac ión y l a e sca la d e vi b rac ió n de nue s tro S e r ex is te
u n a re l a c i ó n p e r f e c ta me n te d e fi ni d a . E l p ro c e s o d e c o m u -
ni cac ió n en tre no so tros , e n l a Ti e rra , y nue s tro Se r, e n la
dimensión donde éste se halle, puede ser comparado con el
p roc eso a travé s d el cu al las ond as h e rtzianas pued en ser
transmitidas, a través de los mares y de los continentes, a
u n a p e rs o na d e a l g ú n p a í s re m o to . N u e s tro s c e re b ro s s o n
lo mismo qu e receptores de radio que reciben los mensajes
de "alta frecuencia", las órdenes y las instrucciones de
nuestro propio Ser, para transformarlas en impulsos de
baja frecuencia capaces de controlar nuestras acciones. El
cerebro es el instrumento electro-químico-mecánico que nos
mueve sobre la Tierra. Pero las reacciones químicas deter-
90 LOBSANG RAMPA
m i n a n u n fu n c i o n a m i e n to d e fe c tu o s o d e nu e s tro c e re b r o ,
interfiriendo parte del mensaje ya que es muy difícil, mien-
t r a s pe r ma ne zc amos e n l a Ti e rra , re cib i r e l m e nsa je " exacto"
que nuestro Ser nos "transmite". Y ello es debido a que l a
Mente es capaz solamente de llevar a cabo acciones li-
mitadas, a no ser que se vincule al Ser. La Mente puede
a cep ta r c ie rtas re sponsab il idad es , fo rma rs e ci e rtas op in io -
n e s e i n te n ta r c o l m a r e l a b i s mo e x i s te n te e n tr e l a s c o n d i -
ciones "ideales" del Ser y las dificultades vigentes sobre la
Tierra.
Pero, ¿aceptan los occidentales la teoría de la
e l e c t r i cidad cerebral? — le pregunté.
Sí — respondió mi Maestro —. En algunos
hospitales, se registran las ondas cerebrales de los
pacientes y han descubierto que algunos desórdenes mentales
tienen un diagrama c e re b ra l c a ra c te r í s ti c o . D e e s ta fo rm a , a
través del e s tudio de las ondas del cerebro es posible
determinar si una persona su fre alguna enfermedad o
desorden mental. Sucede con frecuencia que una dolencia
física determinada produce en el cerebro ciertas sustancias
químicas que contaminan sus ondas y producen algunos síntomas
de locura.
¿Es muy grave la locura del japonés? — le
p r e g u n t é . —Vamos a verle ahora mismo. Está en uno
d e s u s p e ríodos de lucidez.
E l La m a M i n g y a r D o n d u p s e l e v a n tó y s a l i ó p re s u ro s o
de l a hab i ta ció n. Yo l e se guí ráp ida me n te . A trave samo s v a-
rios corredores y llegamos al lugar apartado donde eran
a lo jado s lo s qu e es t ab a n som e tid o s a t r a ta mi en to méd ico .
En u n pequ eño dormitorio, desde cuya ventana se divisaba
e l K ha t i L i n g a , e l m o n j e j a p o n é s m i r a b a a l o l e j o s s u m i d o
en profundas reflexiones. Al acercarse el Lama Mingyar
Dondup, se levantó, le estrechó las manos y se inclinó ante él
con el mayor respeto.
Siéntate — dijo mi Maestro —. He traído a
este joven pa ra qu e e scu c he tu s p alab ras . Sigu iendo
ó rde ne s de l P rofundo, está recibiendo una enseñanza intensiva.
El Lama le saludó, nos volvió la espalda y salió de la
habitación. El japonés me miró fijamente durante unos ins-
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 91
c e s , a f e c t a n n o c i v a m e n t e m i C o r d ó n d e P l a ta . T a l v e z m á s
t a rd e me p e rmi t a n vo lve r a hab la r con t i go . Pe ro aho r a , me
siento aún muy débil después de mi último ataque y, por
ello, tengo necesidad de descansar. Si tu Maestro te lo per-
mite, puedes visitarme otro día.
Le hice la reverencia de rigor y le dejé solo en su dor-
mitorio. Al verme partir, un monje médico se acercó a él
solícito. Lleno de cu riosidad, miré a mi alrededor, a los an-
cianos que languidecían enfermos en aquella parte del
Chakpori. Después, recibí una urgente llamada telepática de
mi Maestro, el Lama Mingyar Dondup, y me apresuré a ir
a su encuentro.
CAPITULO V
c ha ! E s t o s R e v e re n d o s H e r m a no s S u p e r i o re s s o n t a m b i é n
lamas telepáticos.
L as mi r ad as d e los do s sup er i o res es tab an f i j as e n m í .
Con una voz de terremoto, uno de ellos me dijo:
—Lobsang Rampa, como consecuencia de las investi-
g ac io nes o rden ada s po r el Pro fu ndo , se ha p robado in equ í-
vocamente que eres la actual Reencarnación de...
Mi cabeza se estaba convirtiendo en un torbellino de
ideas. Me resultaba difícil seguir sus palabras y casi no
comprendí sus conclusiones.
—... y se te confiere el trato, rango y título de Superior,
que te será oficialmente concedido en el curso de una cere-
monia cuya fecha y lugar de celebración serán fijados a su
debido tiempo.
Los lamas hicieron una solemne reverencia ante el
Lama Mingyar Dondup, inclinándose después ante mí, tam-
bién solemnemente. Salieron y el ruido de sus pisadas se fue
apagando conforme se alejaban. Yo miraba fascinado hacia
e l co rredo r po r do nde e llo s se h ab ía n ido . Una ris a co rd ia l y
u n golp e c a riñoso en mi esp ald a m e hi ci e ro n re g re sa r a l
presente.
— B i e n . A ho ra y a s a b e s l o q u e h a y . L a s p ru e b a s a q u e te
sometimos confirmaron lo que todos sabíamos desde hace y a
mucho tiempo. Por ello es preciso que nosotros dos lo
celebremos muy especialmente. Por mi parte, debo comu-
nicarte algo realmente interesante para ti.
Pasamos a otra habitación donde nos habían servido
una auténtica comida india. ¡No necesitó insistir! ¡Me senté
inmediatamente!
Poco después, cuando me resultaba ya imposible seguir
comiendo, cuando hasta el espectáculo de los alimentos que
habían quedado me producía cierto malestar, mi Maestro y
yo regresamos a su habitación.
— E l P ro fu n d o me h a d a d o s u a u to ri z a c i ó n p a r a q u e te
h a b l e d e l a C a v e r n a d e l o s A n te p a s a d o s .. . O me j o r d i c ho ,
me h a su g er id o qu e l o h a g a . — M e m i r ó c o n l o s o j o s e n -
tornados y añadió susurrando —: Dentro de unos días, sal-
drá una expedición para allí.
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 95
E l a i re es ta b a e n ra rec i d o . Mu y p ro n to , m i a lie n to e mp e zó a
a t r a v e s a r m i g a r g a n t a c o n d i f i c u l ta d y m i s p u l m o n e s s e
l l e na ro n c o mo d e u n d o l o r s e c o y a g u d o . E n u n a p e q u e ñ a
g ri e ta , si tu ada a u nos qu in ie ntos pi es de a l tu ra , me te nd í
para tomar aliento. Cuando, dispuesto a seguir ascendiendo,
m i ré h ac ia a r ri b a , p ud e ve r e l ma n to a ma ri l lo d e m i M aes -
tro, qu e desaparecía en lo alto. D e mala gana, me enfrenté
de nuevo con la montaña y seguí subiendo sobre aquel pre-
cipicio. Mis compañeros, tan disgustados como yo, también
trep aban d e trás d e noso tro s. Hab íamo s ya de jado aba jo la
protección de las otras montañas que circundaban el valle. Y
el viento, que soplaba con gran fuerza, arremolinaba
nuestros mantos en torno a nuestros cuerpos. El ascenso era
c ada v ez más d i fí ci l y un a l luv ia d e p i ed ras p eque ña s caí a
sobre nosotros.
p e n s a mi e n to s e n e l c e re b ro d e s u s s e me j a n te s c o mo s i se
tra ta ra d e u na p el ícu la . Co noc ía n la fís ic a nu c le a r y co ns i-
g ui e ron p ro voc a r una g igante sca explo sión que e s trem ec ió
todo el planeta hundiendo continentes enteros en el océano,
mientras surgían nu evos continentes de las aguas. El mund o
q u e d ó d e s tr u i d o . É s e e s e l o r i ge n d e l a h i s t o r i a d e l D i l u v i o ,
q u e ha l l e g a d o a n o s o t ro s a tr a v é s d e to d a s l a s re l i giones que
existen hoy sobre la Tierra.
—Señor — exclamé impresionado por sus palabras —.
E n n u e s t ro A rc hi v o Ká rm i c o , p o d e mo s c o n te m p l a r a c o n t e -
cimientos de esta natu raleza. ¿Por qué tenemos, entonces,
qu e lu cha r con t a n peligro sa s mo ntañas tan só lo p a ra pre -
senciar algo que podemos alcanzar más fácilmente sin nece-
sidad de movernos de aquí?
— Lo b s a n g — m e r e s p o nd i ó m i M a e s t r o g ra v e m e nt e — .
Es cierto qu e en el Archivo Kármico y en lo astral podemos
v e r todo s los aco n te ci mi ento s de l a his to ria h uma na . Pe ro l o
cierto es que lo "vemos", pero no podemos "tocarlo". A
t r a v é s d e l o a s t r a l , n o s e s p o s i b l e v i s i ta r l o s m á s i nc re í b l e s
lugares, pero no podemos tocar nada. — Sonrió levem e n t e
— . N o s e s i m p o s i b l e t r a e r u n s o l o m a n t o o u n a simple
flor a nuestro regreso. En el Archivo Kármico vemos esas
cosas, pero nos resulta imposible analizarlas detalladam e nt e .
P o r e l l o , d e b e m o s e s c a l a r d e n u e v o l a s m o n ta ña s . N u e s t ro
o b j e t i v o e s e x a m i n a r c u i d a d o s a m e n te to d o s a q u e llos aparatos.
—¡Es extraño — exclamé — que solamente en nuestro
país hayan quedado aparatos de este tipo!
—¡No, Lobsang! — respondió mi Maestro —. ¡Te equi-
vocas! En cierto lugar de Egipto existe otro depósito si-
milar. Y lo mismo sucede en una región de Sudamérica.
Yo los he visto. Sé dónde están. Estas cámaras secretas
fuero n co ns tru idas po r nu es tro s antepasados con e l p ropó-
sito de que las descubrieran las generaciones futuras, cuand o
llegara el momento oportuno. Aquel temblor de tierra
descubrió casualmente la entrada del depósito del Tibet y,
gracias a que pudimos penetrar en él, nos fue posible co-
nocer la existencia de los otros depósitos. Pero la jornada
102 LOBSANG RAMPA
l o z me n t e , a l g u n a s p u l g a d a s p o r e n c i m a d e l s u e l o , s u s p e n -
d i d o s e n e l e s p a c i o p o r u n p ro c e d i m i e n to q u e no p u d i m o s
comprender. Las ciudades estaban atravesadas en todas di-
recciones por puentes y líneas interminables de cables. Un
gran resplandor llenó el firmamento y uno de los puentes
más gigantescos se derrumbó y quedó convertido en un
mo n tó n d e ru in as . D espué s s e p rodujo o t ro v iv ís imo re lám -
p a g o y l a m a yo r p a r te d e l a c i u d a d d e s a p a r e c i ó e n u na l l a -
marada de gas incandescente. Sobre las ruinas, flotaba una
nube diabólica, rojiza, que tenía la forma de un hongo gi-
gantesco.
Cuando se desvaneció aquella imagen, volvimos a ver
a los homb r es qu e h abí an p la ne ad o l as "Cápsu la s d e Ti em-
p o " . Es ta b a n c o n v e n c i d o s d e q u e " y a " h a b í a l l e g a d o e l m o -
mento de sellarlas. Contemplamos las ceremonias y cómo
colocaban los "informes filmados" en la máquina desde la
cual ahora lo estábamos presenciando todo. Escuchamos el
discurso de despedida que nos revelaba a nosotros los
Homb r e s d e l F u t u r o — ¡ s i a l g u n a v e z v o l v í a a h a b e r
hombres sobre la Tierra! — que la Humanidad estaba a
p u n t o d e destru irse a sí misma o que era muy posible que
así fu era, advirtiéndonos que en "aquellas cavernas
quedaba constancia de sus invenciones y locu ras para que
pudiera servir de e x p e ri e n c i a y d e e ns e ña n z a a l o s s e re s d e
una ra z a futura que tuvieran la inteligencia de
d e s c u b r i r l a s y comprenerlas".
Después, la voz telepática enmudeció y la pantalla se
qu edó s in lu z . E n si le nc io , es tup e fac to s a nte lo qu e ac abá -
bamos de presenciar, nos sentamos en el suelo de nuevo.
Y al momento la cámara volvió a iluminarse y nos dimos
cuenta de que, esta vez, la luz procedía de los muros.
Nos levantamos y nos dispusimos a inspeccionarlo todo.
Hab ía ta mbi én nu me roso s apa ra tos y m áqu inas , ma que ta s
de ciudades y de puentes, construidos todos ellos con un
material cuya naturaleza desconocíamos. Algunos de los ob-
jetos estaban recubiertos por una capa de materia absoluta-
m ente tra nspare nte qu e nos i ntri gó . No e ra c ris tal . I gno rá -
bamos lo que "era". Nos dimos cuenta de que estaba des-
112 LOBSANG RAMPA
Te r m i né e n s e gu i d a m i d e s a y u no y me d i ri gí a c l a s e , p e r o
no pa ra quedarm e a ll í y rec ita r p asa je s de l os c ie n to ocho
Libros Sagrados, ¡sino para explicar por qué no podía ir a
clase!
¡Señor! — dije en cuanto entró el Maestro —.
S e ñ o r , hoy tengo que recibir las enseñanzas del Lama
M i n g y a r Dondup. Te ruego que me permitas marcharme.
Sí, hijo mío — dijo el Maestro en un asombroso
t o n o festivo —. Ya he hablado con el Sagrado Lama, tu
Maestro. Tuvo la amabilidad de darme las gracias por los
p r o gresos que bajo mi dirección habías realizado. Confieso
que estoy muy satisfecho, muy satisfecho.
Con gran asombro por mi parte, alargó la mano y me
dio unas palmadas cariñosas en el hombro antes de entrar
e n c las e . D iv er t i do , me d i r i gí ha ci a e l sec to r de los l amas ,
preguntándome qué podía haberle sucedido.
Caminaba libre de preocupaciones. De pronto, me de-
tuve al pasar por una puerta entreabierta.
¡Oh! — exclamé asombrado —. "¡Nueces en
dulce!"
Olían muy bien. En silencio, retrocedí y miré al inte-
rior. Un viejo monje buscaba algo por el suelo. Murmu-
raba palabras que no eran precisamente oraciones. Se la-
mentaba porque había perdido una caja de nueces en dulce
que alguien le había traído de la India.
— ¿ P u e d o a y u da rl e e n a l g o , Re v e re nd o La m a ? — l e p re -
gunté cortésmente.
Se volvió furioso hacia mí y me habló en un tono tan
grosero que me vi obligado a huir de allí con toda la ra-
pidez que pude. "¡Cuánto ruido por unas nueces!", pensé
disgustado.
¡Entra! — dijo mi Maestro cuando me acerqué
a l a puerta de su habitación —. Creí que habías vuelto a
d o r mirte.
—Señor — le dije —, he venido para recibir tus ense-
ñ a n z a s . D e s e o a rd i e n t e me n te q u e m e e x p l i q u e s l a na tu ra -
leza del hipnotismo.
Lobsang — me respondió —, es preciso que
a p r e n das muchas cosas más. Primero debes poseer una base su-
128 LOBSANG RAMPA
m a l e s y l a d i s c i p l i n a d e m a s i a d o e s t ri c t a . A p e s a r d e l a e x -
citación que me había producido aquel día y de ciertas
contusiones, me porté lo mejor que pude y el servicio trans-
currió sin incidencias dignas de mención. Se había estable-
cido que cuando mi Maestro visitara el Potala, yo ocupa-
ría una habitación contigua a la suya. Me retiré a mi
c u a r to d i s p u e s to a e s p e ra r e l c u rs o no rm a l d e l o s a c o nt e -
cimientos, ya que no ignoraba que el Lama Mingyar Don-
du p estaba tratando de asuntos de Estado con un alto fun-
cionario que había llegado recientemente de la India. Me
fascinaba mirar por la ventana y ver la ciudad de Lhasa a
l o l e j o s . L a p e r s p e c t i v a e r a d e u n a e x t r a o r d i n a r i a b e l l e za.
Los sauces rodeaban los lagos, el Jo Kang estaba lleno de
dorados destellos y se escuchaba la algarabía de los pe-
r e g r ino s que , a l pi e d e l a Mo n ta ña Sa g rada , c la maba n co n
la esperanza de ver al Profundo (que hallábase en su re-
sidencia) o, por lo menos, a alguno de los altos dignata-
r i o s . U n a i n t e r m i na b l e h i l e r a d e c o m e r c i a n t e s c a m i n a b a n
co n sus be s ti as bo rde ando s in p ris as e l P arg o Ka l in g. Con -
te mpl é sus exó tica s ca rga s po r u n mom ent o , has ta que e s-
cuché a mis espaldas unos pasos suaves.
—Vamos a tomar un poco de té, Lobsang. Después,
seguiremos hablando — dijo mi Maestro al entrar.
L e s egu í a su h ab i tac ió n, donde hab ía n serv ido u na co-
mida muy diferente a la que se suele ofrecer a un pobre
monje. Té, como es lógico, pero también dulces de la In-
dia. Era demasiado. Normalmente, los monjes no hablan
cu ando come n po rqu e e llo se consid e ra como u na fal ta de
respeto hacia los alimentos. Sin embargo, en esta ocasión,
m i M a e s t ro me c o ntó q u e l o s ru s o s e s ta b a n i nt e n t a nd o a l -
terar el orden en el Tibet y trataban de infiltrar a sus
espías. Cuando terminamos de comer, nos encaminamos
hacia la habitación donde el Dalai Lama guardaba extra-
ño s i n s t ru m e n to s p ro c e d e nt e s d e l e j a n o s p a í s e s . D u ra n te
unos instantes, nos limitamos a mirar a nuestro alrededor.
El Lama Mingyar Dondup me iba señalando cada uno de
a que llo s ob je tos y me expl icab a p a ra qué se rví an. Po r fi n, se
detuvo en un rincón de la habitación.
132 LOBSANG RAMPA
E s p e ro h a b e rte d e mo s t ra d o q u e p u e d e p ro d u c i rs e e l p a s o
de la co rri ente e lé c tri ca po r e l cu e rpo s in exp e ri me nta r e l
m e no r d o l o r o ma l e s ta r . A ho ra q u i e ro q u e p i e ns e s q u e e s
posible que cuando alguien piensa genera una corriente
eléctrica. No es preciso que analicemos la forma en que
esa corriente estimula las fibras musculares y produce una
reacción. De momento, lo único que nos interesa estudiar es
la corriente eléctrica en sí, las ondas cerebrales que la cien-
cia médica de Occidente ha podido medir y registrar tan
inequívocamente.
Reconozco que todo aquello me interesaba en sumo
grado porque, a pesar de mi insignificancia, yo ya sabía con
c e r te z a q u e e l p e ns a m i e n to t e n í a p o d e r . Re c o rd a b a a q u e l
cilindro hueco que utilicé varias veces en la Lamasería y al
qu e yo podí a imp rim i r u n mov im ie n to de ro ta ció n só lo co n
la fuerza de mi voluntad.
L e m i ré p e ns a t i v o y me d i c u e nt a d e q u e s u s p a l a b ra s
c a rec ía n de s entido pa ra m í po rqu e ¿có mo pod ía é l i nflu ir
e n l a e l e c t r i c i d a d q u e p ro d uj e r a m i c e re b ro ? S e g u í m i rá n -
d o l e p e ns a t i v o , p re g u n tá nd o me s i d e b í a e x p o n e r l e m i s d u -
d a s . P e ro , e n t o d o c a s o , n o f u e ne c e s a r i o , p o rq u e a d i v i n ó
mis pensamientos y decidió tranquilizarme.
—Lobsang — me dijo —. Puedo demostrarte que mis
a fi rm a c i o ne s c o n s t i tu y e n u n he c ho c o mp ro b a b l e . E n c u a l -
qu ier p aí s occidenta l pod ríamo s p robarlo co n u na s e ri e de
aparatos que registrarían las tres ondas básicas del cerebro.
Sin embargo, aquí no tenemos esa posibilidad y debemos
limitarnos a analizar este problema verbalmente. El cere-
bro produce electricidad, genera ondas. Cuando decides le-
vantar el brazo, tu cerebro emite las ondas necesarias para
q u e p u e d a s ha c e r l o . S i y o s o y c a p a z — y u t i l i za ré u na te r -
m i n o l o g í a t é c ni c a p a r a e x p l i c á r t e l o — d e i n t r o d u c i r e n t u
c e reb ro u na ca rga neg a ti va , e n es e c aso , tú no pod rás rea -
lizar tu proyecto. En otras palabras, ¡estarás hipnotizado!
A q u e llo e m p e za b a a te ne r s e nt id o p a ra m í . C o no c í a l a
Má qui na d e W im shu rs t. Hab ía as is tido a v ari os exp e ri me n-
tos. Y había visto cómo era posible invertir la polaridad
de una corriente, haciendo que fluyera en dirección con-
traria.
—Honorable Lama — le pregunté —, ¿cómo puedes tú
introducir una corriente en mi cerebro? No puedes levan-
t a r l a s p a r e d e s d e m i c rá ne o p a ra m e te r a l l í e l e c t ri c i d a d .
¿Cómo puedes hacerlo, entonces?
—Mi querido Lobsang — dijo mi Maestro —. No nece-
sito entrar en tu cabeza. No soy yo quien debe producir
la electricidad para meterla dentro de ti. Pero puedo in-
fluirte con las sugestiones adecuadas para que te convenzas
de la exac t i tu d de mi s a f i rma cio ne s y sea s tú m is mo — in -
voluntariamente — quien genere tu propia corriente eléctri-
ca negativa.
Me miró atentamente y añadió:
—No soy partidario de hipnotizar a nadie contra su
voluntad, a no ser en caso necesario, por razones médicas
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 137
— B i e n , L o b s a n g , ¿ q u é e s l o q u e te d i s gu s t a h a c e r no r-
m al me n te ? Te l o p re gun to po rqu e qu ie ro hip no tiza rte pa ra
que hagas algo en contra de tu propia voluntad. De esa
forma, podrás estar personalmente seguro de que, al ha-
cerlo, estás actuando bajo la influencia de una fuerza inde-
pendiente de tu voluntad.
Reflexioné unos instantes y no supe qué responder. ¡Ha-
bía tantas cosas que me molestaba hacer! Mi Maestro me
resolvió el problema de aquella difícil opción.
—¡Ya lo sé! — dijo —. No sientes el menor deseo de
leer aquel pasaje, más bien complicado, del quinto libro del
Ka ng yu r. Te mía s , a mi ju ic io , qu e al gu nas d e la s pa labra s
a l l í u ti l i za d a s t e t ra i c i o n a r a n y p u s i e ra n d e m a n i f i e s t o e l
hecho de que no habías estudiado la materia suficiente-
mente.
Sus palabras me avergonzaron y confieso que mis me-
j i l l a s s e l l e n a r o n d e ru b o r. E r a c i e r to . U no d e l o s p a s a j e s
del Libro me resultaba particularmente difícil. Sin embargo,
m i i n te ré s p o r l a c i e nc i a m e p re d i s p o n í a a s e r p e rs u a d i d o
para leerlo, au nque, en realidad, aquel pasaje me producía
verdadera fobia. Mi Maestro sonrió y dijo:
— E l L i b ro e s tá j u nto a l a v e nt a n a . V e a tr a e rl o , b u s c a
esa página y léemela en voz alta. Y si intentas no leerla, si
tratas de equivocarte, entonces será aú n mayor el valor de la
prueba.
Tomé el Libro de bastante mala gana y busqué la página
indicada. Las páginas de los libros tibetanos son mayores y
más pesadas que las de los libros occidentales. Procuré ha-
cerlo lo peor posible y me demoré todo lo que pude. Sin
e m b a r go , a l f i n a l , e n c o n tr é a q u e l p a s a j e q u e , c o m o c o n s e -
cuencia de un incidente que había tenido anteriormente
con un tutor, me hacía sentir físicamente enfermo.
138 LOBSANG RAMPA
ma s d e e l e v a d a c o nd i c i ó n s o c i a l i b a n e n b u s c a d e u n re f u g i o .
Siempre me complacía intentar adivinar la identidad de las
personas detrás de las máscaras de cuero. Cuando más cara
de "joven" tiene la máscara, más anciana es la mujer que la
l l e v a . E l T i b e t e s u n p a í s c r u e l y d u r o . S u s vientos llenan el
espacio de rugidos y hacen caer de lo alto de las montañas
torrentes de arena y piedras. Los hombres y l a s m u j e r e s s e
v e n o b l i g a d o s a l l e v a r , c o m o p r o t e c c i ó n contra esas tormentas,
unas máscaras de cuero que tienen
l o s o r i f i c i o s n e c e s a r i o s p a r a l o s o j o s y p a r a r e s p i ra r y c u y o s
rasgos equivalen invariablemente a la opinión qu e cada persona
tiene de sí misma.
¡Vamos a pasar por la Calle de los Comercios! —
g r i t ó Timón con la esperanza de hacerse oír a través de la
t o r menta.
Perderemos el tiempo — dijo Yulgye —. Cuando
s o pla el huracán, echan los cierres. De no hacerlo así, vola-
rían todos los géneros.
Nos ap resu ramo s , cas i dupl i ca ndo la ve loc idad de nuestra
ma rc ha . Al cru za r el Puent e de la Tu rqu esa , no s v i mos
o b l i g a d o s a s u j e ta r n o s u n o s a o t ro s p a ra p o d e r re s i s t i r l a
violencia del viento. Miré hacia atrás y vi que el Potala y la
Montaña de Hierro se hallaban cubiertos por una nube negra
d e p a r t í c u l a s d e p o l v o y d e p e q u e ñ a s p i e d r e c i l l a s , arrancadas
del eterno Himalaya por la tormenta. Aceleramos nuestros pasos
para evitar que nos cubriera también a nosotro s y de ja mos
a trás l a Mo rada d e D o ri ng, s i tu ad a en el ext e r i o r d e l C í r c u l o
Interno, cerca del inmenso Jo Kang. La tormenta cayó
ru giendo, azotando nuestras cabezas y nu estros ros tros si n
p ro te cc ión . I ns ti n ti vam ente , Ti m ó n le va ntó sus manos con el
propósito de protegerse los ojos. El viento h i n c h ó s u m a n t o y l o
l e v a n t ó s o b r e s u c a b e z a , d e j á n d o l o tan desnudo como un
plátano pelado, precisamente delante de la Catedral de Lhasa.
Por la calle, bajaban rodando piedras y guijarros que
golpeaban y hacían sangrar nuestras piernas. El cielo se
oscureció aún más, poniéndose tan negro como la noche.
Delante de nosotros, Timón avanzaba dando tumbos, lu-
144 LOBSANG RAMPA
c h a n d o c o n s u m a n to , q u e s e a r r e m o l i n a b a e n t o rn o a s u
cabeza. Por fin, entramos todos atropelladamente en el
Santuario del Lugar Sagrado. Allí había "paz", una paz
profunda y tranquilizadora. Durante trece siglos, los fieles
habían acudido a aquel lugar para hacer su s oraciones. El
edificio exhalaba santidad. El suelo de piedra estaba des-
gastado como consecuencia del paso de varias generaciones
de peregrinos. Su atmósfera estaba viva. A lo largo del tiem-
po, se había quemado allí tanto incienso que el lugar parecía
tener conciencia.
Las columnas, ennegrecidas por el paso de los años, se
alzaban en medio de una perpetua oscuridad. El deslustrado
brillo del oro reflejaba la luz de las velas y de las lámparas
de grasa sin conseguir disipar las tinieblas. Las llamas, pe-
q u e ña s y te mb l o ro s a s , p ro ye c ta b a n s o b re l a s p a r e d e s d e l
Templo las sombras de las Sagradas Imágenes en una danza
g ro tes ca . Y mie n tra s e l i nte rm i nab le co rtejo de los pe re gri -
nos cruzaba frente a las Imágenes, el Dios y la Diosa se
enlazaban en un infinito juego de luces y de sombras.
D e l o s g ra nd e s m o n t o ne s d e j o y a s s u r g í a n b ri l l o s c a m -
biantes de todos los colores. Diamantes, topacios, aguama-
rinas, rubíes y jades, reflejaban la luz sobre sus superficies
formando un calidoscopio cromático. Las grandes rejillas de
hierro, con sus pequeños espacios libres, destinados a impe-
dir el paso de posibles manos codiciosas, mantenían las joyas y
e l o ro i na cce sib les a todo s aqu el los que pud ie ra n se n ti r qu e
su ho n rad ez ced ía a n te su a va ric ia . Po r toda s pa rte s , al
otro lado de las rejillas de hierro, los ojos rojizos de los
g a to s d e l Te m p l o b r i l l a b a n e n l a o s c u ri d a d , p ro b a n d o a s í
que estaban siempre vigilantes. I ncorruptibles, indómitos,
sin temor al hombre ni a las bestias, caminaban silenciosos
co n su s pa tas a te rciop el adas . Pe ro s i se p rovo caba su i ra ,
de sus suaves dedos surgían al instante uñas afiladas como
n a v a j a s . S u i n t e l i g e n c i a e ra e x t ra o r d i n a r i a . S o l a m e n te n e -
c esitaba n mi rar a las personas pa ra p en e trar e n su pe nsa-
m ie nto . Un s imp le mov imiento sosp ec hoso ha cia l as joy as
que guardaban y se convertían en auténticos diablos. Siem-
pre de dos en dos, uno se precipitaría contra la garganta
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 145
S e a p a g ó e l c l a mo r d e l h u r a c á n y re i n ó nu e v a m e n te el
silencio. Las últimas nubes tormentosas se fueron elevando
en el firmamento, dejando la infinita bóveda del cielo limpia,
teñida de púrpura. El intenso brillo del sol cayó sobre noso-
tros, deslumbrándonos con su luz después de desvanecer las
tinieblas. Cautelosamente, llenando el aire de chirridos, las
puertas fueron abriéndose, mientras asomaban las cabezas
d e l o s v e c i n o s p a r a c o m p r o b a r l o s d e s p e rf e c to s . L a p o b r e
señora Raks, ya anciana, cerca de cuya casa nos hallábamos,
comprobó afligida que el viento le había arrancado las ven-
tanas traseras, llevándoselas lejos, mientras que sus ventanas
delanteras, también arrancadas, habían sido violentamente
introducidas en la casa.
En el Tibet, las ventanas están hechas de un fino papel
u n tado en g ras a de tal ma nera que , con un po co de es fuer -
zo, se puede incluso ver la calle. El vidrio es verdaderamente
raro en Lhasa pero el papel, fabricado con los ju ncos y los
sauces tan abundantes allí, resulta muy barato.
c o m p a ñ e ro s , j u n to a m í , g u a r d a b a n s i l e n c i o , i d e n t i f i c a d o s con
m is pe ns am ien tos , s in tie ndo que ta mbi én el los hab ían sido
despreciados.
A l go m e l l a m ó l a a te n c i ó n . U n h i n d ú b a r b u d o , d e e d a d
a va nz ada , tocado co n un tu rba nte , se ac e rcab a l entam ente a
nosotros.
—¡Joven señor! — me dijo en tibetano, con un extraño
acento extranjero —. Lo he visto todo, pero creo que no
d e b é i s j u z g a r m a l a e s e ho mb re . M u c ha s p e rs o n a s o l v i d a n su
niñez. Yo no he olvidado la mía. Venid conmigo.
Nos condujo a la tienda que habíamos visto poco antes.
—Deja que estos muchachos elijan lo que gu sten — dijo al
propietario.
T í m i d a m e n t e , c a d a u n o d e n o s o t r o s t o m ó u n o d e a q u e llos
apetitosos dulces.
— ¡ N o ! ¡ N o ! — e x c l a m ó — . N o b a s t a c o n u n o . T o m a d otro.
Hicimos lo que nos indicaba. El abonó su importe
a l sonriente comerciante.
— ¡ S e ñ o r ! — l e d i j e e m o c i o n a d o — . ¡ Q u e B u d a t e b e n diga
y te proteja! ¡Que tus dichas sean infinitas!
m i s i ó n p o rq u e l o s "re g u l a re s " — to d o s e l l o s ho mb r e s i n f e -
riores — nos trataban como a esclavos, convencidos de que
no nos quejaríamos ya que quejamos hubiera equivalido a
admitir que aquello era difícil.
D e sce nd imos po r e l co rredor de pi ed ra y, despu és , po r
las escaleras verticales de madera, hasta llegar a las grandes
cocinas donde, en otra ocasión como aquélla, me había
producido en una pierna una gran quemadura.
— A q u í — d i j o e l m o n j e s i n s o l ta rm e — . L i m p i a d e p a j a
las piedras de moler.
To m é u n g r a n p u n z ó n d e me t a l , m e s u b í a u n a d e l a s
g ra n d e s ru e d a s y e m p e c é a l i mp i a r l a s ra nu ra s y l o s o r i f i -
cios de los restos de cebada. Se habían descuidado durante
mucho tiempo y en lugar de moler el grano, lo único que
h ac ía n e ra es trope a rlo . Yo te n ía que "a li sa r" su supe rfic ie
para que quedara de nuevo afilada y limpia. El monje,
j u nto a m í , v ig i lab a m i traba jo e sca rb ando e n sus d ie nte s
indolentemente con una paja.
¡Eh! — gritó alguien desde la puerta —. ¡Martes
L o b s a n g R a mp a ! ¿ E s tá a q u í M a r te s Lo b s a ng R a m p a ? E l
H o n o rable Lama Mingyar Dondup quiere verlo en el acto.
Instintivamente, interrumpí mi trabajo y salté al suelo.
¡Aquí estoy! — respondí.
El monje me asestó un fuerte puñetazo en la cabeza, de-
rribándome al suelo casi desvanecido.
Te he dicho que vas a quedarte aquí para
h a c e r t u trabajo — vociferó —. Si alguien quiere verte,
q u e v e n g a personalmente a buscarte.
Me levantó agarrándome por el pescuezo y me arrojó
sobre la piedra, en uno de cuyos bordes se golpeó mi ca-
beza. Antes de desvanecerme por completo y de que el
mundo desapareciera de mis sentidos, creí ver todas las es-
trellas del firmamento.
Después, tuve la sensación extraña de que me levan-
t a b a n — h o r i zo n ta l m e n t e — y m e o b l i ga b a n a p o n e r m e e n
pie. El sonido profundo de un enorme gong, cuyo eco lle-
gaba a mis oídos desde algún lugar remoto, parecía contar
los segundos de la vida. "Bong-bong-bong." Con su último
152 LOBSANG RAMPA
creer todo cuanto leas y hasta los grandes maestros del pen-
s a m i e n to te d i r á n q u e e s ne c e s a r i o q u e u ti l i c e s tu p ro p io
c ri te rio y que co ns ide res sus ob ras como un pu n to de par-
tida capaz de orientarte por el camino de tu propia verdad.
Puedo asegurarte que las personas que carecen de la prepa-
r a c i ó n s u f i c i en te p a ra e s tu d i a r u n a m a ter i a d e te rm i nad a ,
pueden perjudicarse considerablemente con la lectura indis-
c r i m i n a d a d e l a s o b r a s q u e tr a t a n d e d i c h a m a t e r i a , a u n -
que lo hagan con el propósito de acelerar su desarrollo kár-
mico mediante el estudio de las teorías ajenas. Puede darse
e l c a s o d e q u e e l l e c to r s e a u n h o m b re p o c o e v o l u c i o na d o
y, entonces, al intentar comprender esas cosas sin la prepa-
ración suficiente para ello, en lu gar de acelerar su desarro-
llo, lo que hace es imposibilitar su evolución espiritual. Yo
he conocido muchos casos como éste. El del japonés es uno
de ellos.
Mi Maestro pidió té, ¡una ayuda necesaria en todas
nu e s tr a s d i s c u s i o ne s ! C u a n d o e l m o n j e s i r v i e n t e l o t ra j o ,
continuamos.
—Lobsang — dijo mi Maestro — vas a vivir una exis-
tencia realmente extraordinaria. Toda tu educación está
orientada hacia esa meta. Por ello, tus poderes telepáticos
están siendo incrementados por todos los medios de que
disponemos. Debo decirte que precisamente ahora, con
a y u d a d e l a te l e p a t í a y d e l a c l a ri v i d e n c i a , e n u n o s p o c o s
meses, estudiarás algunos de los libros más grandes que se
ha n esc rito , las ob ra s ma estras d el p ensam ie nto hu ma no . Y
las podrás estudiar aún sin conocer el idioma en que han
sido creadas.
Creo que le miré completamente perplejo. ¿Cómo po-
dría yo estudiar los libros escritos en idiomas para mí des-
conocidos? Esa posibilidad me desconcertaba por completo.
Mis dudas fueron desvanecidas en seguida.
— C u a n d o s e a gu d i c e n tu s p o d e re s d e t e l e p a t í a y c l a r i -
videncia, cosa que sucederá muy pronto, te será posible
c a p ta r t o d o s l o s p e n s a m i e n to s c o n te n i d o s e n u n l i b r o a s i -
milándolos directamente del cerebro de una persona que
a c a b e d e l e e rl o o q u e l o e s t é l e y e n d o e n a q u e l l o s m o m e n -
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 159
q u e te m e r e s e l s e n t i r t e m o r . E l m i e d o ge n e ra p e ns a m i e n -
tos indeseables y nos impide poder dominarnos y contro-
l a r no s a n o s o t r o s m i s m o s . Y t ú , Lo b s a n g , d e b e rá s r e p e t i rte
h a s ta l a s a c i e d a d q u e n o h a y n a d a ta n te r ri b l e c o m o e l
propio temor. Si el temor puede ser vencido, la humanidad
incrementa su firmeza y su pureza. El miedo es el verda-
dero causante de las guerras y de las disensiones del mun-
d o , l a nz a nd o a l o s h o m b re s u no s c o n t ra o t r o s . E l e s nu e s -
tro gran enemigo, hasta tal punto que si los seres humanos
fueran capaces de librarse del temor, en realidad, ya no
tendrían nada que temer.
¡El miedo! ¿Qué significaba toda aquella disertación
sobre el miedo? Miré a mi Maestro y creo que él leyó en
m is ojo s l a p re gu nta que toda ví a no l e hab ía fo rmu l ado, o
quizá captó mi pensamiento por telepatía.
— ¿ Te p r egu n ta s que p o r qu é t e h ab lo d el m iedo ? — me
dijo de pronto —. Bueno, Lobsang, tú eres joven e ino-
cente.
Yo pensé: "¡Oh, no tan inocente como tú crees!" El
Lama sonrió como si hubiera oído mi secreta ironía aún
sin necesidad de que yo la exteriorizara. Después dijo:
— E l m i e d o e s a l g o a u t é n t i c a m e n t e r e a l y t a n g i b l e . Tú
habrás oído hablar muchas veces de personas que intentan
e n t r a r e n c o n ta c t o c o n l o s e s p í r i t u s , p e r o q u e a c a b a n v o l -
viéndose locas. Todos ellos pretenden haber visto seres muy
c u r i o s o s . C u a nd o e s t á n e b r i o s , c re e n v e r e l e f a n t e s v e r d e s
co n f ra nj as ros ad as y ha s ta c r ia tu r as mu cho más fa n tá st i -
cas. Y lo más curioso del caso, Lobsang, es que todas esas
criaturas, que se consideran simple fruto de su imaginación,
existen realmente.
Las cosas estaban poco claras para mí. Naturalmente,
sabía lo que el temor significaba en su aspecto físico. Pensé
en aquellos días en que me vi obligado a permanecer
perp e t u a m e n t e inmóvil, sentado ante la lamasería de
Chakpori, con el objeto de superar la prueba de resistencia
necesaria para ser aceptado como el más humilde de los
"chelas".
—Honorable Lama — dije volviéndome hacia mi Maest r o — . ¿ C u á l " e s "
el significado del temor? He oído hablar
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 161
su frim ie ntos y p e rse cuc ion es, s e nti rás u na s e nsa ció n com -
pletamente opuesta. Esto prueba que las personas que habi-
tan un lugar determinado emiten formas mentales que
quedan para siempre entre los muros del edificio qu e habi-
taron. Un edificio bu eno está satu rado de formas mentales
p o s i t i v a s q u e p ro d u c e n e m a n a c i o ne s p o s i ti v a s . Y l o s l u ga -
res donde se ha hecho el mal están poblados de formas
mentales negativas de las que surgen emanaciones negativas.
Y esos pensamientos y formas mentales pueden ser perci-
bidos por los clarividentes cuando se hallan en la dimensión
astral.
Mi Maestro reflexionó un momento. Luego añadió:
— Y a t e d a r ás cu ent a m ás ade la n te d e qu e h a y a l gu n as
v ece s en qu e los mo njes y o tra s p e rso nas se c ree n m ás im -
portantes de lo que son en realidad. Con ello, producen una
forma mental y ésta, con el tiempo, determina el aspecto
d e s u s p ro p i o s a u to re s . Re c u e rd o u n c a s o c o n c re to : e l d e
un viejo monje birmano. Era un hombre realmente igno-
rante y — debo decirlo — muy rastrero y nada compren-
sivo. Sin embargo, como era hermano nuestro y pertenecía a
nuestra Orden, nos veíamos obligados a soportarle. Como
muchos de nosotros, vivía una vida solitaria. Pero en lugar
de dedicarse a la meditación, a la contemplación y a fomen-
tar sus virtudes, imaginaba ser el hombre más poderoso de
Birmania. No quería admitir que era un pobre monje que
ap en as hab ía e mpe zado a reco rre r e l C a mino de la Ve rdad
sino que, en la soledad de su celda, soñaba que era un gran
P ríncip e , co n pode ro sos e s tados y rique za s i nago tabl es . Al
principio, aquello era solamente un entretenimiento inútil,
pero inofensivo. Evidentemente, nadie podía condenarlo por
su s su eño s y de seos o cio sos po rq ue , co mo ya te he d ic ho,
carecía de la voluntad y de la sabiduría necesarias para de-
dicarse provechosamente a las tareas espirituales cotidianas. A
lo largo de muchos años, siempre que estaba solo, se
t r a ns fo rm a b a e n e l g ra n p r í n c i p e . Es to d e t e rm i nó u n c a m -
bio de color en su aspecto y en sus modales y, con el tiem-
po, el humilde monje pareció desvanecerse poco a poco
convirtiéndose en un hombre arrogante. El pobre desgra-
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 165
n i ño s i nc l u s o a n te s d e s u na c i m i e n to y tr a n s fo rm a n a l a s
personas normales en verdaderos locos.
G o l p e ó c o n e l p i e e n e l tro nc o s o b re e l q u e s e h a l l a b a
sentado y me invitó a sentarme junto a él. Le obedecí y,
con mis talones, tamborileé sobre la corteza del árbol.
—Debes practicar simultáneamente la telepatía y el aná-
l i s i s d e l a s a u r a s — d i j o m i M a e s t ro — . S i e n l u ga r d e u t i -
lizar ambos sistemas, te limitas tan sólo a uno de ellos, tus
conclusiones pueden, como te ha sucedido en este caso, ser
i n exac tas . Es p re ci so u til i zar al mis mo t iempo toda s nues -
tras facultades, poner en marcha todos nuestros poderes, si
queremos analizar eficazmente todos los problemas o un
problema determinado... En fin, esta tarde tendré que mar-
charme. En mi ausencia, el gran Lama Médico Chinrob-
n o b o , d e l H o s p i ta l d e Me n z e k a n g , te ha b l a rá . Y tú p o d rá s
hablar con él.
—¡Oh! — dije desolado —. ¡Pero él nunca me dirige la
palabra! ¡Me ignora por completo!
—Esta tarde cambiarán las cosas — dijo mi Maestro —.
Ya lo verás. Cambiarán de una u otra forma.
"¡De una u otra forma!", pensé. Las perspectivas no pa-
recían ser demasiado propicias.
Regresamos juntos a la Montaña de Hierro, detenién-
d o no s d e v e z e n c u a nd o p a ra c o n te m p l a r d e nu e v o l a s a n -
tiguas rocas, siempre llenas de frescura y color. Ascendi-
mos después por el sendero montañoso.
—Este sendero es como la vida, Lobsang — me dijo el
L a m a — . L a v i d a e s l o m i s m o q u e u n s e n d e ro á s p e r o y p e -
d re g o s o , ro d e a d o d e p e l i g ro s e i ns o n d a b l e s a b i s m o s . P e r o
el que persevera puede alcanzar la cumbre.
A l l le ga r a la pa rte al ta de l s end e ro , escu ch amo s la l la -
mada para el servicio religioso y cada uno de nosotros si-
g uió su p ropio c am ino . Él se d i ri g ió a l se c to r de los la mas
de su rango y yo al de mis condiscípulos.
Cuando terminó el servicio, hice una comida ligera.
D e s p u é s v i q u e u n " c he l a " m e no r q u e y o s e a c e rc a b a a m í
dando muestras de excitación.
—Martes Lobsang — me dijo con gran deferencia —.
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 171
m e n te q u e u n a p e rs o n a s e a e s p i r i t u a l . Ta m b i é n yo — a ñ a -
d i ó s o n r i e n d o — , c u a n d o e ra j o v e n c o m o tú , s o l í a u ti l i z a r
los zancos. Pero ahora ya no puedo.
Yo tamb ié n sonre ía pens ando qu e, e n lu gar de za nco s ,
hubiera necesitado un par de troncos de árbol.
—C u ando t e som e ti mos a la op e rac ió n de A pe rtu r a d e l
Tercer Ojo — me dijo el Lama Médico —, observamos tus
circunvoluciones cerebrales frontales y vimos que eran muy
diferentes a las que existen normalmente, lo cu al nos llevó
a la conclusión de qu e tu s poderes de clarividencia y de te-
lepatía eran innatos. Ésa es una de las razones que nos han
inducido a someterte a un entrenamiento tan intensivo y
acelerado. Tendrás qu e permanecer aquí, en la Escuela de
Medicina, durante varios días — me dijo mirándome con
i nm e ns a s a ti s fa c c i ó n — . V a mo s a o b s e rv a r t e c o nc i e n z u da -
mente para descubrir la forma de incrementar hasta el má-
ximo tus extraordinarias dotes.
E scu chamos un a to s di sc re t a a l o tro l ado de la pue rta y
mi Maestro, el Lama Mingyar Dondup, entró en la habi-
tación. Me levanté de un salto y le saludé con una reve-
rencia, lo mismo que el Gran Chinrobnobo. Mi Maestro
sonreía.
—Recibí tu mensaje telepático — dijo al Gran Lama
Médico —. Y he venido rápidamente para ver si puedo te-
n e r l a s a ti s f a c c i ó n d e q u e c o n f i r m e s m i s d e s c u b ri m i e n to s
acerca de mi joven amigo.
Me sonrió y tomó asiento. Sonrió también el Gran
Lama Chinrobnobo y le dijo:
— ¡ Resp e tado C o le ga ! Me inc l ino d e bue n grado a nte tu
alta sabiduría y acepto a este joven para estudiar su caso.
Tu i n te l ig en cia , qu e rido Co le ga , e s i nm ens a . E re s u n hom -
bre realmente polifacético. Pero nunca habías encontrado a
un muchacho como éste.
A mb o s re í a n y e l L a m a C hi nr o b n o b o s e a g a c hó y s a c ó
de un mueble que había junto a él, ¡tres jarras de nueces en
almíbar! Sin duda alguna, se me puso cara de tonto porque
ellos, al mirarme, lanzaron al unísono una sonora carca-
jada.
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 175
— Lo b s a n g , ¿p o r q u é no u ti l i za s t u s d o t e s t e l e p á t i c a s ?
Si lo hubieras hecho, te habrías dado cuenta de que el
L ama Méd ico y y o hemos cedi do a n ues tra deb i lid ad huma -
na para cruzar una apuesta. Llegamos al acuerdo de que si
t ú e ra s c o m o y o a fi rm a b a , é l t e d a rí a e s ta s t re s j a r ra s d e
n u e c e s e n al míb a r . En c a so d e no ha b e r te nid o razó n , me
hubiera visto obligado a realizar un largo viaje y a llevar
a cabo cierta intervención quirúrgica en nombre de mi
amigo.
Mi Maestro me sonrió y añadió:
—Naturalmente, haré ese viaje y ese trabajo de todas
f o r ma s y tú v e nd r á s c o n m i g o . P e ro n o s c o mp l a c i ó a p o s ta r
y hay que hacer bien las cosas. Ahora nuestro honor está a
salvo. — Señaló las tres jarras y añadió —: Quédatelas,
Lobsang. Y cuando te vayas, puedes llevártelas porque es el
premio del vencedor y, en este caso, el vencedor eres tú.
Yo me sentía realmente confu ndido. Evidentemente, yo
no pod ía u tilizar mis pode res te lep á ti cos co n aquellos dos
Altos Lamas. Sólo con pensarlo, un gran escalofrío recorría
m i c o l u m n a v e r te b ra l . Se n t í a g ra n a fe c to p o r m i Ma e s tro ,
el Lama Mingyar Dondup, y un profundo respeto por la
s a b i d u r í a y l a c i e n c i a d e l G r a n L a m a C hi n ro b no b o . I n te n-
tar espiarles — incluso por procedimientos telepáticos —
hubiera sido u n insulto, u na imperdonable descortesía. El
Lama Chinrobnobo interrumpió mis pensamientos.
—Muy bien, hijo. Tus sentimientos te honran. Estoy
realmente satisfecho de haberte conocido y de poder tenerte
entre nosotros. Te ayudaremos para acelerar tu desarrollo.
—Ahora, Lobsang — dijo mi Maestro —. Tendrás que
permanecer aquí tal vez durante una semana con el objeto
de qu e puedas aprender muchas cosas relacionadas con el
au ra... Sí, sí — añad ió interp re tando m i m i rad a —, sé per-
fectamente que crees qu e ya no pu edes aprender nada nu e-
vo sobre el aura. Puedes verla. Sabes interpretarla. Pero es
necesario que conozcas su génesis y su mecanismo interno.
Deb es ap re nder todo l o qu e c as i nad ie sabe de e ll a . Y a ho-
ra, tengo que dejarte. Pero mañana te veré de nuevo.
Se l ev an tó y , na tu r al me nte , yo le im i té . S e d e spid ió y
176 LOBSANG RAMPA
f e rme d a d a l e g a nd o q u e s i e n re a l i d a d c o no c í a m o s l a m e d i -
cina esotérica, seríamos capaces de descubrirla sin necesi-
dad de que él nos dijera nada. Lo hicimos conducir aquí
con el objeto de examinarlo con la máquina. Ahora, si lo
p e r mi t es , v a a qu i ta rse e l ma n to . Tú le v as a exa mi na r p r i-
m e ro pa ra de ci rno s cu ál es , a tu ju i cio , su p rob le ma . De s-
pués lo haremos nosotros, con ayuda de esta máquina, y
veremos si nuestro diagnóstico coincide con el que tú ob-
tengas.
Mi Maestro señaló al hindú un rincón oscuro y él se
desnudó allí. Su oscura silueta se recortaba contra la pared.
— L o b s a n g — d i j o m i M a e s t r o — . O b s é r v a l o c o n c u i d a do
y dinos lo que ves.
No miré al hindú directamente. Miré su contorno con
una mirada oblicua, ya que ésa es la mejor forma de ver el
a u r a . N o u t i l i c é l a v i s i ó n b i n o c u l a r , q u e e s l a n o r m a l , s i no
qu e mi ré a is lando e ind epe nd iz ando l a vi si ón de cad a o j o .
Es algo realmente difícil de explicar, pero consiste
simplemente en mirar con los ojos torcidos y éste es un
juego que, sin duda alguna, puede aprender cualquiera.
Miré al hindú. Su aura brillaba y oscilaba. Me di cuenta
de que era realmente un gran hombre, un hombre alta-
mente do tado intel ectua lmente, pero , po r desgracia, su as-
pecto había sido deformado por aquella misteriosa enfer-
medad que le dominaba. Yo le observaba con gran aten-
ción y expresaba mis pensamientos en voz alta. Y no me
d a b a c u e n t a d e l a e no rm e a n s i e d a d c o n q u e mi Ma e s t ro y
Lama Médico seguían mis palabras.
—Es evidente que la enfermedad ha sido provocada
p o r l a s nu m e ro s a s te ns i o ne s fí s i c a s . El G ra n La ma hi n d ú
s e ha se n tido i n sa tis fe cho y fru s trado , lo cu al ha a fec tado
su salud, haciendo que las células de su cuerpo intentaran
s al va jem ente ev adi rse e n la di rec ció n de l Esp í ri tu . Ésa e s l a
razón de que su hígado haya enfermado. Y como es un
hombre acusadamente temperamental, su enfermedad se
agrava cada vez que tiene algún estallido de cólera. Su
au ra ind ic a c la rame nte que s i fu e ra c apa z d e ma nte n er la
calma, si se mostrara más plácido en sus reacciones, como
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 187
m i Ma e s t ro , e l L a m a Mi ng ya r D o nd u p , p o d rí a p e rm a n e c e r
m á s t i e m p o s ob re l a ti e r ra y r e a l i z a r l a ma y o r p a r te d e l a
tarea que tiene asignada sin necesidad de reencarnarse.
G ua rd amos s ile nc io nu e vam ent e y me co mp lac ió o b se r-
v a r qu e e l Lama hi ndú ag i tab a la c abe za a si ntie ndo , como
s i e s t u v i e ra to t a l m e n te d e a c u e rd o c o n mi d i a gn ó s ti c o . E l
L ama Méd ico C hi n rob nobo se ac e rcó a aque l la ex t ra ña má -
quina y miró por una de sus ventanillas. Mi Maestro dio
vu el tas a l a ma nive la , i nc rem en tando e l ritmo poco a poco
hasta que el Lama Médico le indicó que mantuviera el
r i tm o c o n s ta n t e . D u ra n te u n o s i n s t a n te s , e l La m a Mé d i c o
obs e rvó a travé s d el apa ra to. D espu és , se s epa ró y , s in de -
cir una sola palabra, el Lama Mingyar Dondup ocupó su
lugar, mientras él se encargaba de la manivela. Cuando
terminaron su examen, permanecieron en pie unos momen-
tos sin hablar, sin duda alguna conversando telepática-
mente. No hice el menor intento por captar sus pensa-
m ie ntos po rqu e e l lo hub ie ra s ido u na te rrib le fa l ta de edu-
cación y de respeto. Por fin, volviéndose hacia el Lama
hindú, le hablaron.
—Todo cuanto ha dicho Martes Lobsang Rampa es
ex ac to . H emos ob se rv ado a ten tam ent e tu au ra y h emos l le -
gado a la conclusión de que tienes un cáncer de hígado.
Es ta mos co nv enc idos de qu e és te h a sido mo tiv ado po r tu
inestabilidad temperamental. Sin embargo, creemos qu e si
llevas una vida tranquila, vivirás todavía los años suficien-
te s pa ra re alizar tu ta re a. Es tamos dispuesto s a h acer las
gestiones necesarias para que puedas quedarte aquí en
Chakpori si así lo deseas.
El Lama discutió algunas cosas y despu és abandonó la
h ab i tac ió n con e l La ma Ch i nrob nobo . Mi Ma es tro , e l La ma
Mingyar Dondup, me golpeó en la espalda cariñosamente.
—¡Lo has hecho muy bien, Lobsang! — dijo —. ¡Muy
bien! Ahora quiero mostrarte ese aparato.
N o s a c e rc a m o s , l e v a n t a mo s s u ta p a s u p e r i o r, y l o e x a -
minamos atentamente. El aparto vibraba. En su interior vi
una serie de radios que partían de un eje central. En el
extremo de cada uno de ellos había un prisma de cristal.
188 LOBSANG RAMPA
Su s c o l o re s v a r i a b a n . R o j o , a z u l , a m a ri l l o y b l a nc o . C u a n do
se hacía gira r la ma nivela, los rad ios gi raba n mediante u n
s is tema d e pole as qu e po nía e l e je en mov im ie nto . Y al girar,
los prismas pasaban alternativamente ante las lentes
ex te rio res . Mi Ma es tro me exp li có su fu nci onam ie nto . De s-
pués me dijo:
—Naturalmente, este aparato está sin perfeccionar y su
manejo es difícil. Lo utilizamos para llevar a cabo nuestros
exp e ri me ntos y espe ramos que , a l gún dí a , pod remo s fabri -
c a r u n m o d e l o m á s p e q u e ño . Tú , L o b s a n g , n u n c a t e n d r á s
necesidad de utilizarlo. Son muy pocos los que pueden ver e l
aura con tanta nitidez como tú. Cuando llegue el mo-
m e n to o p o r t u n o , t e e x p l i c a r é s u m e c a n i s m o d e t a l l a d a m e n-
te. Pero de una manera sucinta, puedo anticiparte que está
b a s a d o e n u n a l e y ó p ti c a e n v i r tu d d e l a c u a l l o s p r i s m a s
de colores, al girar rápidamente, interrumpen la línea de
v i s i ó n, d e s v a n e c i e nd o l a i m a g e n n o rm a l d e l c u e rp o hu ma n o
e intensificando la luz, mucho más débil, del aura —.
Cerró la tapa de nuevo y se dirigió a otro aparato que se
hallaba en un rincón sobre una mesa. En aquel momento, el
Lama Chinrobnobo entró en la habitación de nuevo para
reunirse con nosotros.
—¡Bien! — dijo acercándose —. ¿De modo que vas a
probar su fuerza mental? ¡Bien! ¡Me alegro de haber lle-
gado a tiempo para presenciarlo!
M i M a e s t ro m e s e ñ a l ó u n c u r i o s o c i l i n d r o q u e p a r e c í a
fabricado con un papel áspero.
s e a s e s v e r s u a u ra . N o t e i n te re s a n l o s p e ns a m i e n to s d e
la oveja que produjo la lana de que está hecho tu manto.
Todas las auras están influidas por los objetos que interfie-
ren sus irradiaciones. Aquí tienes una lámina de cristal.
A fectará necesariamente cu anto veas a través de ella. Aun-
qu e s ea tran spa rente , a l te rará l a lu z , o me jo r d ic ho , el co -
lor de la luz que lo atraviese. Por ello, si miras a través
d e u n c ri s t a l d e u n c o l o r d e t e r m i n a d o , e s t e c o l o r a l t e r a r á
todas las vibraciones de los objetos que veas, no solamente
e n s u s m a t i c e s c ro má t i c o s , s i no t a m b i é n e n l a i nt e ns i d a d
de sus ritmos. Por ello, si una persona está vestida, su aura
sufrirá ciertas alteraciones aparenciales determinadas por
las ropas o por los adornos que lleve esta persona.
M ed i té sus pa lab ras y comp re nd í qu e cua nto m e dec ía
tenía que ser cierto.
—Otra cosa muy importante — añadió —. Cada órga-
no del cuerpo proyecta su propia imagen — su propio es-
tado de salud o de enfermedad — a lo etéreo. Y cuando
el aura está libre de la influencia de las ropas, magnifica e
intensifica su brillo auténtico. Con ello, te habrás conven-
c i d o d e q u e s i t i e ne s q u e e x a m i na r a u na p e rs o n a , l o m i s -
mo si está sana como si está enferma, deberás indicarle
que debe desnudarse. Y si hace frío, Lobsang — añadió
sonriendo —, deberás llevarla a un lugar más abrigado.
—Honorable Lama — le dije —. Según me contaste
hace tiempo, estás trabajando para crear un aparato que
nos permitirá curar las enfermedades a través del aura.
—Así es, Lobsang — respondió mi Maestro —. La en-
f e r m e d a d e s s ó l o u n a d i s c o rd a n c i a d e l a s v i b ra c i o n e s f í s i -
cas. Si un órgano tiene su ritmo de vibración molecular
alterado, se considera que está enfermo. Si pudiéramos me-
dir con exactitud la diferencia de vibración existente entre
u n ó r ga n o e n fe rm o y u n o s a no , no s s e r í a f á c i l p ro c e d e r a
la curación del órgano afectado restableciendo su ritmo
n o rma l de v ibra ció n. En los c asos de trasto rnos men tale s ,
el cerebro recibe los habituales mensajes del Espíritu, pero
no los interpreta correctamente. Por esa razón, las accio-
nes resultantes difieren de las que suelen considedarse como
L A C A V E R N A D E L O S A N T E P A S A D O S 193
e n t re l a s e ns e ñ a n za s q u e yo h a b í a re c i b i d o y l a s q u e r e c i -
bían la mayor parte de los hombres y mujeres del mundo.
—Caminamos a ciegas todavía — dijo el Lama Médi-
co —. Curamos a nuestros pacientes con hierbas, píldoras,
pociones e intervenciones quirúrgicas. Somos lo mismo que
c ie gos que trata n de e nco n tra r u n a l fi le r en un mo n tó n de
arena. Quisiera poseer un aparato que permitiera a cualquier
persona ver el aura humana con todos sus fallos, con el
objeto de poder eliminar esos fallos que constituyen la causa
real de las enfermedades.
E l re s to d e l a s e m a na l o d e d i c a ro n a i nc re me n t a r m is
co noc imie ntos po r med io d el hipno tis mo y de la telepatía.
A u m e n t a ro n y p e r fe c c i o na ro n m i s p o d e re s y c o n v e rs a m o s
interminablemente sobre los mejores sistemas para percibir
el aura y sobre las posibilidades de construir un aparato que
permitiera verla. Y la última noche que pasé en el Chak-
poni, asomado a la ventana de mi habitación, pensé que al
día siguiente regresaría a nuestra lamasería y me vería obli-
gado a pasar de nu evo la noche en el dormitorio colectivo,
en compañía de todos los demás monjes.
L a s l u c e s d e l V a l l e v i b ra b a n a l o l e j o s . L o s ú l t i m o s r a -
yos del sol poniente se filtraban entre las grietas de las mon-
tañas y descendían sobre los techos dorados como dedos de
luz que reflejaban todos los colores del espectro. Azules,
amarillos, rojos, verdes. Sus matices se iban oscureciendo
poco a poco conforme avanzaban las sombras. Todo el Valle
se vistió de un terciopelo azu lado, violáceo, pu rpúreo, qu e
casi se palpaba. Desde mi ventana, abierta a la noche, llega-
ba hasta mí el aroma de los sauces y el perfume de las
p la n tas de l j a rd ín de la la mas e rí a . Y la b ris a e rrante l le nó
m is se ntido s de u n d el ic ioso o lo r a po le n y a flo res que s e
abrían.
El sol se ocultó por completo y los dedos de luz desapa-
recieron detrás de las cumbres de las montañas, reflejándose
l e v e m e n te e n e l c i e l o c a d a v e z m á s o s c u ro y e n l a s nu b e s
bajas, que quedaron teñidas de una leve púrpura. La noche
incrementó su negrura mientras el astro rey se alejaba más y
más de nosotros. Las tinieblas rojizas del firmamento se
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 195
t e ré , c o n g ra n a s o m b ro p o r m i p a r te , d e q u e e n e l m u nd o
occidental se consideraba indecente mostrarse desnudos ante
l o s d e m á s . Me r e s u l t a b a i m p o s i b l e c o mp re nd e r e s e h e c ho
ya que la más elemental realidad de la vida es precisamente
la existencia de ambos sexos. Recuerdo lo que hablé con un
viejo comerciante que hacía frecuentemente el recorrido en-
tre Lhasa y la localidad india de Kalimpong. Fui a verle
varias veces a la Puerta Occidental para saludarle y desearle
u na fe li z es tan c ia e n nues tro pa ís . C o nv e rs ábamo s y yo l e
explicaba cosas de Lhasa y él me informaba sobre los acon-
tecimientos del extranjero. Y en varias ocasiones, trajo libros
y periódicos para mi Maestro, el Lama Mingyar Dondup,
que me entregaba a mí para que yo se los llevara.
Uno de los días en que fui a verle, me dijo:
— Te h e h a b l a d o y a m u c h a s v e c e s d e l o s o c c i d e n t a l e s ,
pero la realidad es que yo todavía no he conseguido com-
p renderlos. Un o de su s p rov e rbio s , sob re todo , me re su l ta
desconcertante. Dicen que "el hombre está hecho a imagen y
semejanza de Dios" y, sin embargo, sienten vergüenza de
mostrarse desnudos. ¿Significa esto que se avergüenzan
de Dios?
Me contempló como interrogándome pero yo, comple-
ta me nte desconce rtado , no pude respo nder a su p re gun ta .
D ios es la máx ima pe rfe cc ión y , s i el homb re es t á hec ho a
su imagen y semejanza, resulta realmente absurdo sentirse
avergonzado ante una imagen de D ios. Nosotros, a quienes
e l l o s l l a m a n p a g a n o s , n o s e n t i m o s v e r g ü e n z a d e n u e s t ro s
cuerpos porque sabemos que sin el sexo la raza humana no
podría perpetuarse. Por otra parte, estamos absolu tamente
convencidos de que el sexo, en ciertas circunstancias, cons-
tituye una forma muy eficaz para aumentar la espiritualidad
de los seres humanos.
Mi perplejidad llegó a su punto culminante, cuando supe
que muchos matrimonios, que a veces llevaban casados mu-
chos años, no se habían visto nunca desnudos. Cuando supe
que "hacían el amor" con las ventanas cerradas y a oscu-
ras, creí qu e se estaba burlando de mí, que me tomaba por
un tonto, ignorante de las cosas de la vida. Por ello, decidí
202 LOBSANG RAMPA
v i d a a n t e r i o r u n G r a n H o m b r e , c u y a r e e nc a r n a c i ó n f u e f á -
cilmente reconocida cu ando volvió a la tierra de nu evo. Su
humildad y el hecho de que respetara en todo momento los
s entimie n tos de los que "no e ran tan g ra nde s " como él , e s
decir, de sus inferiores, constituyó siempre para mí un ejem-
plo inolvidable.
—¿Qué sucede, Lobsang? — me preguntó —. Ya te he
visto subir por el sendero prohibido. Si yo fuera un vigilante
te habría dado unos buenos palos en cierto sitio para que te
vieras obligado a estar sin poder sentarte durante muchas
horas — dijo sonriente —. Sin embargo, debo reconocer que,
cu ando t e ní a tu edad , yo hice lo m is mo que tú muc has ve -
c es . E inclu so a ho ra , que ya n o puedo ha ce rlo , s ie nto u na
especie de nostalgia prohibida al ver cómo vosotros reco-
rréis el atajo. En fin, veamos a qué viene tanta prisa.
—Honorable Lama — le dije —. Me han contado cosas
horribles sobre las personas del mundo occidental, y mi
mente está un poco embrollada porque sospecho que han in-
tentado burlarse de mí. En realidad, ignoro si me han
tomado por un tonto o, por el contrario, es cierto todo cuan-
to me han dicho.
—Ven conmigo, Lobsang — dijo mi Maestro —. Voy
a mi h a b i ta c i ó n . M i in te nc ió n e ra d e d i ca r u no s m i n u to s a
la meditación. Pero, si quieres, podemos analizar todas esas
cosas. Ya meditaré más tarde.
Nos dirigimos a su habitación, cuya ventana se abría
sob re e l Pa rque d e l as Joy as. E ntramos , pe ro , en lu ga r de
sentarse, lo primero que hizo fue pedir té. Después, nos
acercamos a la ventana y contemplamos la maravillosa pers-
pe c ti va d e a que l la reg ió n. S in duda a lgu na, e ra aqu e l u no
de los lugares más hermosos del mundo. Debajo de nosotros,
a la iz qui e rda , es taba e l frondoso bos que co noc ido ba jo el
nombre de Norbu Linga o Parque de las Joyas. El agua
l í m p i d a l a n z a b a d e s t e l l o s e n t re l o s á rb o l e s y , e n u na i s l a
d e l i c i o s a , e l p e q u e ño Te m p l o d e l P ro fu n d o re f l e j a b a e l s o l
s o b re s u te c ho . A l g u i e n e s ta b a a t ra v e s a nd o e l c a p ri c ho so
sendero trazado en el agua por una serie de piedras planas,
separadas unas de otras cuidadosamente, con el objeto de
204 LOBSANG RAMPA
q u e l a c o r r i e n t e y l o s p e c e s q u e é s t a a r ra s t r a b a p u d i e ra n
pasar libremente entre ellas. Miré atentamente y me pareció
que se trataba de uno de los altos dignatarios del gobierno.
Durante un buen rato, estuvimos los dos juntos ante la
v e n ta n a , c o n te m p l a n d o e l p a no r a m a q u e s e e x te nd í a b a j o
nuestros ojos. El Río Venturoso se agitaba en una danza de
espumas como si sintiera la alegría de vivir un día tan her-
moso. Veíamos también el embarcadero, uno de mis lugares
predilectos. Contemplar al barquero atravesando las aguas
sobre su barca rodeada de vejigas hinchadas hasta alcanzar
la otra orilla, siempre constituía para mí un espectáculo
maravilloso que me llenaba de una satisfacción inenarrable.
Debajo de nosotros, entre la lamasería y e] Norbu Linga,
los pe regrinos cam in aban pe rezo sam ente po r el cam ino de
Lingkor. No miraban hacia nuestro Chakpori. Sin embargo,
o b s e rv a b a n c on l a m a y o r a te n c i ó n El P a rq u e d e l a s J o y a s
co n la e spe ra nz a de pod e r ver a l go i nte resante po rqu e p ro-
bablemente sabían que el Profundo estaba allí. También
veíamos el Kashya Linga, un parque pequeño pero lleno de
u n frondoso arbolado, cercano al camino del Embarcadero.
U n p e q u e ño s e nd e ro c o nd u c í a d e s d e e l c a m i no d e Li n g ko r
h as ta e l K y i C h u . Lo r eco r r ía n los v ia je ro s qu e te ní an que
utilizar los servicios del barquero y también aquellos que se
dirigían al Jardín de los Lamas qu e estaba en el otro extre-
mo del Embarcadero.
El sirviente nos trajo té y comida abundante.
—Ven, Lobsang — dijo mi Maestro, el Lama Mingyar
Do ndup — . Vamo s a come r po rqu e lo s homb re s qu e ti en en
que discutir algún problema no deben tener el estómago
vacío, pues ello equivaldría a correr el riesgo de que sus
cerebros parecieran también estar vacíos.
Se sentó en uno de los toscos almohadones que en el
Ti b e t u tilizamos en lu ga r de s i llas, pu esto q ue noso tros te -
nemos la costumbre de sentarnos en el suelo con las piernas
c ru zad as . Una v e z se n tado , me i nd icó con u n ges to que yo
h i ci e ra lo m ismo , o rd e n que e je cu té con la ma yo r p re mu ra
y a qu e e l esp ec tácu lo d e la co mid a si emp re m e es timu laba
muy favorablemente. Comimos silenciosos. En el Tibet se
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 205
m o d i f i c a c i o ne s e n e l d o gm a y e n l a s c re e nc i a s c r i s ti a na s . Y ,
a l pa re ce r, a lg u no s d e lo s mo njes de aque l la époc a co n-
s ide ra ron qu e e ra ne ces a rio re cu rri r a l a to rtu ra co n e l ob-
jeto de mantener el orden en las comunidades más rebeldes.
Me miró de nuevo para ver si le escuchaba. Yo le ase-
guré que no sólo le escuchaba, sino que lo hacía con el
mayor interés.
Los hombres que celebraron ese Concilio de
C o n s tantinopla no sentían la menor simpatía por las
mujeres, lo mismo que sucede con algunos de nuestros
monjes, quienes t a n s ó l o c o n p e n s a r e n u n a m u j e r s e p o n e n
e n f e r m o s . L a mayor parte de aquellos hombres consideraban
al sexo como algo impuro, como algo necesario solamente
para perpetuar la especie. Sin duda alguna, no tenían
grandes necesidades sexu al es , s i no o tro tipo de nece sid ades
e s t ri c tam en t e e spir i t ua le s . N o lo sé co n exa c ti tu d , pe ro l a
re al idad e s que e l sexo era para ellos algo sucio, algo que
había sido producido por el espíritu del mal. Y aseguraban que
los niños llegaban sucios al mundo y no podían aspirar a la
salvación a no ser que antes quedaran limpios.
Guardó silencio unos instantes, pensativo.
− Ignoro cuáles eran sus ideas en lo que se refiere a los
millones de niños que nacieron antes del Concilio de Cons-
tantinopla! — añadió sonriendo —. Quiero que comprendas,
Lobsang, qu e te estoy dando una interpretación pu ramente
p e rs o n a l d e l C ri s t i a n i s m o . E s m u y p o s i b l e q u e c u a nd o tú
tengas que vivir entre los cristianos, obtengas una impresión
muy distinta que te obligue a rectificar mis enseñanzas.
S o na ro n l a s tro mp a s y l o s c u e rno s d e l Te m p l o . En to r -
no a n o s o t ro s , s e e s c u c h a b a n l o s p a s o s y l a s v o c e s d e l os
monjes que, obedientes, acudían al servicio. Nos pusimos en
pie, sacudimos nuestros mantos y también salimos de nuestra
habitación.
Ven a verme después del Servicio, Lobsang —
me dijo mi Maestro a la entrada del Templo —.
S e g u i r e m o s h a blando.
Me senté entre mis compañeros. Recité mis plegarias y di
las gracias a mi Dios propio y particular por haberme
208 LOBSANG RAMPA
C u a n d o e l s e rv i c i o t e r m i n ó , c o m o h a b í a mo s a c o r d a d o
al separarnos, acudí nuevamente a la habitación de mi Maes-
tro, el Lama Mingyar Dondup.
t r a ns fo rm a n e n m u c ha c ho s q u e ti e ne n q u e a s i s ti r a l a e s -
cuela donde, algunas veces, son tratados duramente por su
maestro. Pero eso no es malo, Lobsang. La disciplina nunca
ha perjudicado a nadie. La disciplina es lo que diferencia a
un ejército de una horda. No hallarás un solo hombre culto
que no se haya sometido a una disciplina. Tal vez ahora
creas en muchas ocasiones qu e te maltratan, que tu maes-
t ro e s d u ro y c ru e l , p e ro d e b e s te n e r e n c u e n t a q u e , i n d e -
pendientemente de lo que puedas pensar, la realidad es que
tú aceptaste venir a la tierra en esas condiciones.
De acuerdo, Honorable Lama — exclamé
e x c i t a d o — . Pero si fui yo quien aceptó venir aqu í a esta
tierra, en ese c a s o , creo que sería necesario que me
e x a m i n a r a n e l c e rebro. Y si realmente fue así, ¿cómo es
que no lo recuerdo en absoluto?
Mi Maestro reía estrepitosamente ante mis palabras.
Sé perfectamente lo que te sucede, Lobsang,
p e r o t e a s e g u ro q u e no ti e n e s p o r q u é p re o c u p a rt e . H a s
v e ni d o a este mundo para aprender ciertas cosas. Eso es lo
más importante. Más adelante, cu ando tus conocimientos
sean ya muy extensos, abandonarás nuestro país y recorrerás
tierras extrañas para seguir aprendiendo nuevas cosas. Tu
Camino no s e rá fác i l de recorre r, pe ro al fin a l a lc anza rás e l
éx i to . No quiero que te desmoralices. Todas las personas del
mundo, independientemente de las condiciones en que su
vida se desenvuelve, han llegado aquí desde los planos
astrales para aprender y evolucionar. Estarás de acu erdo
conmigo, Lobsang, en que si quieres progresar en la
lamasería, tienes qu e es tud ia r y ap rob ar tus exámene s .
S upon go qu e e nco nt r a r í a s muy mal que, por simple
favoritismo, un niño pudiera convertirse de la noche a la
m a ñ a n a e n l a m a o e n s u p e ri o r , a u n q u e s u s mé ri to s f u e ra n
m u y i n fe ri o re s a l o s tuyos. Mientras existan los exámenes,
podrás tener la más a b s o l u t a s e g u r i d a d d e q u e n o p o d r á
s u c e d e r n a d a s e m e jante.
Guardó silencio unos instantes y luego prosiguió:
Venimos a la tierra para aprender y no importa
q u e las lecciones sean amargas o difíciles porque, en todo caso,
226 LOB SANG RAMPA
l a s he m o s ac ep ta d o d e a n te m a n o , an te s d e v e ni r . C u and o
abandonamos esta vida, pasamos un período de vacaciones
más o menos largo en el otro mu ndo. Y luego, si deseamos
seguir evolucionando, seguimos nuestra marcha sobre el
tiempo. Podemos elegir entre regresar a la tierra en ciertas
co nd ic iones y d i ri g i rno s a o tros pl ano s de ex is ten ci a to tal -
mente distintos. Algunas veces, cuando estamos en la es-
cuela, el día se nos hace interminable y nos parece qu e no
p o d r e m o s s o po rt a r l a d u re z a d e l m a e s t ro . La v i d a t e r re n a
es algo parecido. Si todo fuera sencillo para nosotros, si tu-
viéramos siempre a nuestro alcance la realización de todos
nuestros deseos, nunca aprenderíamos nada y nos limitaría-
mos a dejarnos arrastrar por la corriente de la vida. Es tris-
te, pero los seres humanos solamente podemos alcanzar la
verdad a través del dolor y de las adversidades.
—Pero entonces, Honorable Lama — le pregunté —.
¿Por qué algunos niños, e incluso algunos lamas, consiguen
v i v i r u n a e x i s te n c i a ta n d i c h o s a ? Y , s i n e m b a rgo , to d o p a -
rece indicar que yo, a pesar de que procuro portarme lo
mejor posible, me veré obligado a su frir las mayores adver-
sidades, según aseguran las profecías y, de momento, tengo
que soportar las palabras de mi maestro.
—Pero mi querido Lobsang. ¿Estás seguro de que todas
esas personas aparentemente tan felices, lo son realmente?
¿Estás seguro de que las cosas les resultan tan fáciles como
indican las apariencias? Mientras no sepas lo que proyecta-
ron hacer en la tierra cuando estaban todavía en lo astral,
n o p o d rá s j u zg a r l e s o b j e t i v a me n te . To d o s l o s s e r e s hu m a -
nos han llegado a la tierra con un plan, preparado de an-
temano, de lo que tienen que aprender, de lo que tienen
que hacer y de lo que desean conseguir cuando abandonen
la tierra, después de haber pasado por la escuela de la vida.
Tú d ice s qu e h oy te h an tratado ru d ame nte en la e scue la .
¿ Es tás "s egu ro"? ¿No te sa tisfa ce má s pe nsa r qu e en rea li -
dad has aprendido una de las lecciones que tenías que
aprender? ¿Acaso no fuiste un poco culpable, con tus pe-
q u e ño s a i re s d e s u p e ri o ri d a d , d e q u e e l ma e s t ro s e p o rt a ra
mal?
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 227
e l Mu n d o d e l a I l u s i ó n y e s e l m u nd o a d e c u a d o p a ra e x p e -
r i m e n ta r m u c h a s a d v e r s i d a d e s y , a t r a v é s d e e l l a s , p o d e r
comprender los problemas y adversidades de nuestros se-
mejantes.
Reflexioné sus palabras. Estábamos entrando en un tema
de la mayor importancia, que nos llevaría mucho tiempo.
Mi Maestro captó mi pensamiento.
— Ti e ne s ra zón, Lob sa ng — d i jo — . E s tá a noc he ci end o .
E s m ejo r qu e d e je mos nu es tra con ve rs ac ió n po r hoy . Tod a -
vía tenemos que hacer algunas cosas. Tengo que ir a la
Cumbre (así llamábamos al Potala) y quiero que vengas
co nm i go . P asar e m os a ll í l a n o c he y p a r t e d e la jo r nad a d e
mañana. Más adelante, trataremos de nuevo este interesante
tema. Ve a tu habitación, ponte un manto limpio y trae otro
de repuesto.
S e pu so en pie y sa l ió . De sco nce rtado , v aci l é u nos i ns-
tantes. Después, corrí presuroso a mi habitación para cam-
biarme de ropa y prepararlo todo.
Descendimos a trote corto por el sendero de la mon-
taña hacia el Mani Lhakhang, pero al pasar por el Pargo
Ka li ng o Pue rta O ccide ntal, o í detrás de mí un agudo grito
que por poco me hace caer del caballo.
—¡Oh, Sagrado Lama Médico! — decía una voz de mu-
jer al borde del camino.
Mi Maestro desmontó rápidamente de su caballo y,
como sabía mi falta de habilidad como jinete, me hizo señas
para qu e yo no desmo n ta ra . Su defe rencia me l le nó de gra -
titud.
—¿Qué te sucede, mujer? — le preguntó mi Maestro
con la mayor amabilidad.
La mujer se arrojó a sus pies. Sus ropas produjeron un
leve ruido.
—¡Oh, Sagrado Lama! — dijo jadeante —. Mi marido,
¡ e l m a l d i to h i j o d e c h i v a ! , n o h a s i d o c a p a z d e e n g e n d ra r
un hijo normal.
Silenciosa, como sorprendida ante su propia audacia, le
mostró un pequeño bulto. Mi Maestro se inclinó sobre él y
lo contempló atentamente.
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 229
A l d í a s i g u i e n t e , c u a nd o l l e g ó l a h o r a q u e m i M a e s t ro
l e s h a b í a i n d i c a d o , l l e g a r o n l o s p a d re s . E s t a b a n l o c o s d e
alegría ante aquel milagro.
—Ahora — dijo sonriendo el Lama Mingyar Don-
d u p — , e s p re c i s o p a g a r e l b i e n q u e h a b é i s re c i b i d o . Y p o -
déis "pagarlo" cambiando de conducta. No discutáis más
n i v o l v á i s a p e l e a ro s , p o r q u e l o s h i j o s a s i m i l a n l a s a c t i t u -
des de los padres. Si ellos se mu estran hostiles, el niño se
v u e l v e n h o s t i l . Si e l l o s s o n d e s g ra c i a d o s y no s e a m a n , e l
n i ño se rá d es gra ci ado e in capa z de am a r. "Pa gad " e l favo r
que os hemos hecho con afecto y ternura... Dentro de unas
s ema na s , nos l o tra e ré is d e nuevo pa ra que podamo s com-
probar sus progresos.
Acarició, sonriente, las mejillas del niño. Después aban-
donó la habitación y yo le seguí.
—Las personas muy pobres, Lobsang, suelen ser muy
o rgullos as. Les i nqu ieta no t e ne r d i ne ro para paga r los fa-
vores que les hacen. Es necesario hacer las cosas de tal
forma que se queden convencidos de que han "pagado"
e s o s fa v o re s . P o r e l l o l e s d i j e q u e d e b í a n p a g a r — d i j o m i
Maestro sonriendo —. Eso les ha complacido. Se habían
co loc ado su s m ejo res ves tidos pa ra di si mu la r su pob rez a .
Pero solamente pu eden pagar siendo bu enos. Es necesario
dejar que los seres humanos mantengan su orgullo, su auto-
estimación, Lobsang. Y si lo consigues, ¡podrás obtener
lo que quieras de ellos!
A l re gres ar a m i habi tac ión, re cog í e l tel es copio con e l
q u e a n tes h a b í a e s tad o ju gand o . Ex t e nd í y a j u s té s u s b ri -
l l a nt e s t u b o s d e m e ta l y m i r é e n d i re c c i ó n a l a c i u d a d d e
Lhasa. Vi dos sombras lejanas. Ella llevaba al niño en su s
b ra zos . El homb re pu so su b ra zo sob re los homb ros d e su
esposa y la besó.
En silencio, pensativo, abandoné el telescopio y me dis-
puse a estudiar mis lecciones del día siguiente.
CAPITULO XI
g a n a r á s c o n e l l o ? I n d i g e s ti o n e s , s o l a m e n t e i n d i g e s ti o n e s .
Y úlceras gástricas que terminarán irremediablemente con
tu buen humor. ¡Ay! ¡Ay! Tengo que irme. Creo que voy a
tener otro ataque.
El monje japonés Kenji Tekeuchi se alejó precipitada-
m e n te ha c i a e l s e c to r d e l o s l a m a s . Y o m e s e n t í a l l e no d e
compasión y tristeza. Me hubiera gustado poder hablar con
él durante mucho tiempo. ¿Qué tipo de alimentos le habían
arruinado de aquella forma? ¿Serían sabrosos? De pronto,
tuve conciencia de mis propios pensamientos, de mis dudas. Y
me burlé de mí mismo. ¿Para qué atormentarme de
aquella forma si todo lo que tenía a mi alcance era el té
rancio y grasiento y el "tsampa" quemado, negruzco, re-
pugnante? Sacudí mi cabeza resignado y entré en el Co-
medor nuevamente.
H ab lé con mi Ma es tro , e l Lam a Mi n gya r D o ndup , un as
horas después.
Honorable Lama — le pregunté —, ¿por qué
l a g e n t e compra horóscopos a los charlatanes de "El
C a m i n o " ? Mi Maestro lanzó un hondo suspiro.
Como tú ya sabes, Lobsang — me respondió
—, n i n gún horóscopo es válido si no se prepara
especialmente para cada persona. Los horóscopos no pueden
ser preparados por un p rocedi m ie nto de p roduc ció n m as iva .
L os qu e los c ha rl a t a n e s v e nd e n e n "E l C a m i n o " s i rv e n ta n
sólo p a ra sacar el dinero a las personas demasiado
crédulas. — Me miró significativamente y continuó —:
N atu ralmente, los peregrin o s que los compran, cuando
r e g r e s a n a s u h o g a r , m u e s tra n e sos ho rós copos co mo u n
re cue rdo de l Po ta la . De esa forma se quedan satisfechos y
los charlatanes también. Por ello, si todos se sienten tan
felices, ¿para qué preocuparse con esas cosas?
—¿Crees necesario que las personas conozcan sus ho-
róscopos auténticos? — le pregunté.
—No, Lobsang, no. Creo que, en general, no es con-
veniente. Sólo en algunos casos, como el tuyo, es aconse-
jable. Los horóscopos sirven muy a menudo para que las
personas intenten eludir las responsabilidades de sus pro-
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 251
e n t ra r e n c o n ta c to c o n l o s c o n o c i m i e n to s a l m a c e na d o s e n
e l s u b c o n s c i e n te , c o n s i g u i e n d o q u e é s to s s e v i e r ta n e n e l
cuerpo físico. Y cuando el cuerpo astral regresa a su en-
voltura terrestre, la mente conserva el recuerdo de las cosas
qu e l e suc edi ero n e n sus pas adas exi s te nci as . Es to pu ede
s e rno s mu y ú ti l pa ra no vol ve r a come ter los m ismo s e rro-
res en que incurrimos a lo largo de nuestras vidas sucesivas.
Te pondré un ejemplo. Una persona siente tal vez la ten-
tación de suicidarse. Pero si esa persona fue castigada por
haber cometido esa falta en otras ocasiones, tendrá una
conciencia intuitiva del carácter negativo de la autodestruc-
c ió n y e l lo l e se rvi ría ta l v ez pa ra no c ede r a l de seo de au-
todestruirse de nuevo.
Yo reflexionaba sus palabras. Pensativo me acerqué a la
ventana y miré al exterior. Debajo de nosotros, se extendía
e l húmed o v e rdo r d e l p a n ta n o y la v e rde h e rmo su ra de l o s
sauces.
Las palabras de mi Maestro desvanecieron mis en-
sueños.
— Siemp re te gu sta mi ra r por la ventana , Lobsang. ¿N o
has pensado nunca que lo haces porque, inconscientemente,
sientes que tus ojos descansan al contemplar el color verde
que predomina en el paisaje?
M e d i c u e n ta d e q u e , e n re a l i d a d , s i e m p re q u e m e s e n-
tía cansado de estudiar mis libros, se asomaba en busca de
aquel color.
—El verde, Lobsang — dijo mi Maestro —, es un co-
lor que tiene la propiedad de aliviar nuestros ojos fatiga-
dos. Cuando visites el mundo occidental, verás que en al-
g uno s tea tros ex is te u n "sa ló n ve rde ", donde los ac to re s y
las actrices descansan y alivian sus ojos, sometidos durante
algún tiempo a la intensa luz de los focos.
Mis ojos se abrieron asombrados. Pensé qu e cuando se
me presentara la ocasión, suscitaría nuevamente el tema de
los colores que me parecía tan apasionante.
—Ahora debo irme, Lobsang — dijo mi Maestro —.
Pero mañana ven a verme otra vez y proseguiremos nues-
tras clases.
LA CAVERNA DE LOS ANTEPASADOS 253
S e l e v a n t ó y s e fu e , d e s p u é s d e d a rm e u na s c a ri ñ o s a s
palmadas en el hombro. Durante unos instantes, seguí con-
templando el húmedo verdor de las hierbas de los panta-
nos y de los árboles, tan beneficioso para mis ojos fati-
gados.
CAPÍTULO XII