PRÍNCIPE

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¿Un Príncipe?

S.B.C
INTRODUCCIÓN
Ellen hija de un carpintero, quien a los dieciocho años decidió comenzar a estudiar una
carrera profesional en su pueblo, aunque para las mujeres eso era imposible. Por lo que,
debido a un gran conflicto con los ancianos maestros de la única escuela del pueblo y que el
Castillo se entere de dicha situación. Ellen estará en los ojos del Rey, el Príncipe y el del
mayordomo Real para que sea la futura novia del Príncipe Jay.
PRÓLOGO
Esta era una época en donde en el mundo solo había pocos pueblos que eran habitados por
personas quienes hacían todo lo posible para sobrevivir. Siendo la capital de todos, la
ciudad llamada "Klema" que traducido al español significaba: Pámpano, lo que en aquel
pueblo era algo muy común ver, debido a que allí se cultivaba la uva durante todo el año.
Pues, aunque la mayoría de las familias morían debido a la pobreza, después de unos años
de incertidumbre, llegaron al pueblo una familia muy rica en todos los sentidos. Y gracias a
ellos la economía regreso al pueblo y debido a eso, el pueblo decidió nombrarlos reyes de
todo el mundo, lo que llevo al comienzo de un gobierno eficaz y productivo.

Por lo que, al transcurrir el tiempo en donde el Rey Marlom quien solo tenía un hijo
llamado Jay y a su fiel amigo Romo el Mayordomo Real, con quien al pasar los años y que
el príncipe Jay se hiciere mayor, buscaran a una joven quien fuere capaz de llevar el puesto
de Princesa para que después heredará el reino junto a Jay. Lo que al principio fue muy
difícil, pero después de un accidente en Klema, producido por una jovencita llamada Ellen,
quien nunca planeo casarse en su vida y cumplir su sueño que era estudiar y viajar por
todos los pueblos del mundo. Su vida dará un giro de la noche a la mañana. Ya que el Rey
de Klema junto a su Mayordomo Real, intentaran hacer que la bella Ellen se enamore
completamente del príncipe. Aunque Denzel el padre de Ellen no esté de acuerdo
totalmente con esa decisión, puesto a que él ya había acordado con su mejor amigo Derek
casar a su hija con su hijo mayor Lowsen. Siendo el comienzo de una historia
completamente diferente, en donde el amor y lo sobrenatural se volverán uno.
Cap.- UNO
"Principio"
Era una mañana cálida y hermosa en donde dos bebes estaban a punto de nacer. Pues las
dos madres quienes todavía eran muy jóvenes, estaban sufriendo en ese momento debido a
que era temporada de invierno y el frío cubría aquel lugar, sin contar, con la contagiosa
peste que se había expandido por todo el pueblo.

Pero todo se había vuelto más complicado para las dos futuras madres, quienes tenían a sus
esposos esperándoles afuera de la misma casa que era de las dos únicas Nodrizas del
pueblo, a los cuales se les podía notar lo muy preocupados que estaban. Entonces, cuando
parecía que el tiempo no tendría fin, el sonido del lloro de los bebes invadieron todo el
lugar, haciendo que sus padres puedan calmar su contrito corazón, pero mientras más
esperaban su angustia aumentaba más y más, hasta que pudieron ver como las dos Nodrizas
salían de las habitaciones cargando a los que se suponen que eran sus hijos, suponiendo el
resultado de lo por venir. Sin embargo, los dos hombres con lágrimas en los ojos, sin
pensarlo dos veces corrieron hacia donde estaban sus esposas y cada uno se despidió de
diferente manera.

El primer hombre quien era muy respetado por todos los pueblos existentes en el mundo, al
ver a su bella esposa se arrodillo a su lado y tomo su mano, para después besarla y cerrar
sus ojos buscando consuelo y llorar en silencio. En cambio, el otro, abrazo a su esposa con
cuidado y lloró en su cuello esperando a que ella despertara, pero no fue así.

<<Adiós amor...>> esas fueron las mismas palabras que salieron de los labios de los dos
hombres, mientras las dos mujeres eran incineradas.

Siete años después...

Ya habían pasado siete años y la ciudad había empezado a crecer económicamente y cada
habitante podía vivir tranquilamente sin tener alguna necesidad. En cambio, Denzel el
joven que tuvo que despedirse de su esposa después del nacimiento de su pequeña hija
llamada Ellen, la cual ya había crecido mucho demostrando su gran parecido a su madre y
siendo la única niña de todo el pueblo que tenía los ojos grises y un hermoso cabello rubio
brillante como el sol. Pues a pesar de que en el mundo había muchas riquezas y la pobreza
casi no tenia lugar, Denzel había sido víctima de una gran estafa, perdiéndolo todo en tan
solo un día, por lo que tuvo que volver a su pueblo natal junto a su primogénita y vivir en la
casa de su mejor amigo Derek quien vivía con su esposa y sus cinco hijos varones en
Klema.

—Ellen. —dijo Denzel al ver a su hija bajar del carruaje juguetonamente, encontrándose
ahora afuera de la casa de su amigo— Hija mía, sabes que a partir de ahora viviremos aquí,
ya que papá por ahora no tiene mucho dinero y tienes que ayudarle a que consiga un trabajo
portándote bien con la tía Elsa y sus hijos. ¿Está bien?

      —Si papá, sabes que lo haré.

—Te creo.

Fueron sus últimas palabras, para después tocar la puerta con su puño y que esta sea abierta
por un pequeño rubio de aproximadamente diez años, quien al verlos frunció el ceño
molesto.

—¿Quiénes son? —su voz hizo que la pequeña Ellen comience a molestarse.

      —¡Soy Denzel el mejor amigo de tu padre!

Esta vez Denzel había subido el tono de su voz, haciendo que por la puerta salgan cuatro
niños más junto a una señora de cabello rojizo, quien al ver a Ellen corrió abrazarle. Y que
detrás de ella le siguiera un hombre de alta estatura, el cual tenía en sus manos un pedazo
de pan.

—Deker S´tander Mirror, soy yo. Denzel Valleys Wells

      —¡DENZEL! —la ronca voz del pelirrojo resonó fuertemente y este se acercó al castaño
de ojos celestes para darle un fuerte abrazo— Te estuve esperando desde hace más de dos
horas, que creí que ya no vendrías… —dijo y volteo a mirar a su esposa— ¿No mujer? —y
fue allí en donde logro ver a la hermosa niña de ojos grises— Y ella es...

      —Es Ellen mi única hija. —dijo mientras movía su cabeza afirmando lo dicho.

—Si tío Derek, yo soy Ellen Valleys Thorns la hija de su amigo Denzel. Prometo portarme
bien y no causarle ninguna molestia.

      —Tu nunca lo harás hermosa. —respondió Elsa al mismo tiempo que la levantaba en
sus brazos e ingresaban dentro de su hogar.

Aunque se podía ver como los cinco niños miraban toda la escena con asombro, pues era la
primera vez que habían visto a una niña con ese color de ojos.

Y mientras Elsa serbia la comida con la ayuda de su segundo hijo llamado Cody, el cual
desde su nacimiento nunca trajo ningún problema y siempre fue responsable. Derek
presentaba a cada uno de sus hijos a su mejor amigo, quien poco a poco trataba de recordar
sus nombres, ya que, para él eso era lo más difícil del mundo. En cambio, la pequeña Ellen
no dejaba de mirar al niño quien en un principio fue grosero con ella y su padre, pues a
pesar de su corta edad, ella tenía un carácter muy fuerte. Al igual que el rubio, quien hasta
ahora no soportaba la presencia de dos individuos en su casa.

—Entonces... —Denzel trataba de recordar los nombres de los hijos de su amigo— El


menor es Rick, el que le sigue es Donald, el tercero es Henry, y el que está ayudando a su
madre quien es el segundo mayor es Cody.

      —Si lo hiciste bien. —su amigo parecía contento.

—Falto yo. ¿Cómo me llamo? —el rubio se había dado cuenta que Denzel lo había
olvidado y quiso utilizar ese motivo para avergonzarlo.

      —Oh! Tu eres… —Denzel trato de recordar, pero no pudo, a lo que la rubia no tolero y
se acercó al mayor de los niños retándolo— ¿Ellen?

—Te llamas Lowsen y eres el hijo más irritante del tío Derek. —doblo los ojos y volvió a
sentarse al lado de su padre, quien junto a su amigo la miraban sorprendidos.

Siendo el inicio de una guerra entre esos dos niños que sin saberlo sus padres ya habían
acordado un matrimonio arreglado entre los dos para un futuro.

Asimismo, en el castillo se encontraba el Rey Marlom junto a su hijo Jay quien estaba
aprendiendo a montar su propio caballo, ya que esa era la única movilidad y el pequeño
príncipe anhelaba tanto poder ir solo a visitar los campos de su castillo sin que tres o
cuatros guardias lo acompañasen.

— Papá sabes que cuando aprenda a notar bien. Te daré un paseo en mi Pluto. —dijo Jay
logrando hacer sonreír a su padre, como siempre.

      — Lo estaré esperando, pero no sabía que le habías puesto nombre a tu caballo.

— Es... que... yo creí. —el pequeño azabache tartamudeaba cuando sentía que había hecho
algo mal.

Pues él creía que cuando un niño hacia enojar a su padre o entristécelo, era malo.

      — No te preocupes, está bien. Solo es que te pareces mucho a tu madre, ella fue la que
le puso los nombres a todos los animales que tenemos en casa antes de morir. —dijo el Rey
quien a su lado estaba Romo, el cual al ver que su amo estaba a punto de llorar, cargo a Jay
y lo llevó a jugar en la granja.

Y mientras el pequeño príncipe sacaba algunas frutas de los árboles que rodeaban su
enorme granja con la ayuda de Owen su seguridad personal. Romo ya le había extendido un
pañuelo a su amo, quien lo recibió amablemente y al ver que este le sonreía trato de ocultar
su tristeza, tapándose el rostro con el pañuelo y camino disimuladamente hacia el Castillo
sin que su hijo lo viera. Aunque el pequeño Jay ya lo había notado, pero como siempre,
fingía no darse cuenta para no entristecer más al hombre quien lo había dado todo por él y
por el pueblo de Klema. Ya que, a su corta edad, sabia muchas cosas que ningún niño
podría recordar. Por lo que, después de jugar un rato y empalagarse con toda la uva que
había comido, le pidió a Owen que le llevará al pueblo, ya que quería darle una sorpresa a
su padre y así animarlo. Y con el permiso del Mayordomo Real Romo, el cual era como su
tío, salió del castillo junto a su único amigo Owen quien era veinte años mayor que él.

— Sabes Owen —el príncipe era una persona muy conversadora, a lo cual Owen ya estaba
acostumbrado.

      — ¿Si, mi príncipe? —le respondió mientras lo subía al caballo, para luego el también
subir y ponerse en marcha— Tenemos aproximadamente diez a quince minutos para llegar
al pueblo, así que yo soy todo oídos.

— También te comprare algo a ti... Y a Romo, a Lee, a Peter, a Sergio, a Willi y a... —y así
Jay siguió mencionando todos los nombres de las personas que Vivian en el Castillo.

Ya que eran las únicas personas que estaban todos los días con él y casi nunca podía
socializar con la gente del pueblo, porque su padre era muy sobreprotector.

— A Mary, a Antonio...

      — Lose pequeño, nos compraras a todos regalos. Pero déjame decirte que ya llegamos y
tienes que bajar del caballo. —Owen el castaño y de delgada barba dijo al momento que
ayudaba al príncipe a bajar, mientras eran observados por todos los habitantes, los cuales ya
estaban acostumbrados a recibir al pequeño que a diferencia del Rey siempre salía a visitar
el mercado del pueblo.

Asimismo, como era de costumbre el pequeño Jay comenzó a saludar a todo el pueblo
haciendo un ademán y sonriendo cortésmente, al mismo tiempo que todos aplaudían
observando al pequeño quien tenía un enorme parecido a su madre, la cual siempre fue
igual de amable como él.

Entonces, mientras el príncipe se paseaba por todo el mercado comprando muchas cosas, la
pequeña niña rubia había ido al mercado con su ahora tía Elsa y su hijo Lowsen, ya que
después de dicha discusión sus padres decidieron que debían arreglar las diferencias
estando más tiempo juntos, y que situación más oportuna que acompañar al trabajo a Elsa,
quien era la panadera del pueblo y siempre necesitaba ayuda. Pues a pesar de que Ellen
trataba de ocultar lo muy incómoda que se sentía al estar al lado del rubio de ojos verdes, al
cual le había tocado enseñarle a la pequeña todo acerca de la atención de la panadería, ella
fingía estar bien, ya que Elsa no dejaba de vigilarlos y como ella le había prometido a su
padre que se portaría bien, quería cumplir su promesa.

— Solo tienes que lavar los vasos y los platos, limpiar las mesas y barrer todo el piso. —
Lowsen seguía con su actitud arrogante, pues Ellen solo observaba todo el lugar que era
muy amplio y demasiado lindo para ser una panadería, ya que todo tenía colores y hasta los
pastelitos combinaban con los colores de las paredes.

      — ¿Y tú? —le respondió después de mirar las hermosas mesas de colores y las sillas que
tenían flores coloreadas— Pues creo que tú me estás dando todo el trabajo a mí.

— Yo solo te estoy ordenando lo que debes hacer. —dijo Lowsen al mismo tiempo que se
cruzaba de brazos.

      — Esta bien, igual es fácil el trabajo. —la rubia hablo imitándolo, y justo cuando
Lowsen iba responderle. Ellen corrió a ver al primer cliente que estaba en la puerta—
¡Buenos días! Pasé y tomé asiento que ahora le atendemos.

— Si hermosa niña, pero necesito esperar al Príncipe que está por venir. —la rubia asintió
con un poco de confusión al mismo tiempo que frunció el ceño, pero al ver como Lowsen
iba a la cocina ella lo siguió intentando buscar alguna respuesta a su duda, lo cual era muy
común en ella.

Aunque al llegar se encontró con el rubio hablando al oído a su madre disimuladamente,


haciendo que ella se esconda detrás de la puerta, ya que su intención no era espiar. Por lo
que, no pasaron ni diez segundos y Elsa salió corriendo por la puerta al mismo tiempo que
se secaba las manos en su mandil y hacia una enorme sonrisa en sus labios. A lo que
Lowsen solo ignoro y camino en dirección de la rubia, la cual se había quedado petrificada
al ver entrar por la puerta al niño de cabello azabache y de ojos achinados que fue abrazado
por Elsa y este le correspondió amablemente.

Sin darse cuenta de que el rubio la estaba mirando. Entonces, Ellen se comenzó arreglar el
hermoso cabello rubio y justo cuando estaba a punto de acercase a donde estaba Elsa,
Lowsen la detuvo y llevo a la cocina prohibiéndole salir.

— ¡Tú te quedaras aquí! —Lowsen alzo la voz.

      — Tu no me mandas... —dijo la rubia al momento que intentaba zafarse de su agarre—


Suéltame o le diré a tu madre.

— No lo harás, ya que si lo haces soy capaz de hacer todo lo posible para que tú y tu padre
se vayan de mi casa. —le respondió intentando intimidarle al mismo tiempo que la soltaba
y salía de la cocina, dejando a la rubia al borde del llanto.

En cambio, el príncipe después de haber recorrido todo el mercado comprando todo lo que
había planeado. Se dirigió a su panadería favorita en donde compraría el regalo de su padre,
que era el pan de mermelada de uva, pues el pequeño sabía que eso levantaría el ánimo de
su afligido padre.

Pero en el camino se detuvo al ver a un pequeño cachorro pastor alemán, solo, al lado del
basural comunal. Y aunque Owen le exigió que se fueran rápido, él le pidió dos minutos
con él, ya que él sabía que no podría llevárselo, pero al menos quería disfrutar un momento
con el cachorro, debido a que este perro era muy diferente, pues aquella mancha negra que
estaba en su espalda tenía la forma de un corazón.

Así que, al ver la insistencia de Owen llevo al cachorro consigo y lo dejo afuera de la
panadería, para luego entrar y saludar a su casera favorita quien lo conocía desde que era un
bebe.

— Muy buenos días señora Elsa —Jay hizo una reverencia e inmediatamente Elsa lo abrazó
cariñosamente, lo cual era muy común en ellos cada vez que se veían.

      — Buenos mañanas, mi Príncipe Jay... Pero yo sé lo que te trae por aquí hoy. —hablo un
poco emocionada Elsa al momento que se separaban del abrazo y Jay se sentaba en una de
las mesas junto a Owen— Tus panecillos de mermelada de uva, estarán listos en cinco
minutos. —Elsa apresuró sus pasos para ir a la cocina.

— Esperaré. —gritó el pequeño Jay al ver que Elsa ya no estaba a la vista, sin dejar de
mirar de reojo la puerta.

      — Príncipe Jay, sabes que a tu padre no le gustan los perros en casa. —Owen ya se
había dado cuenta— Deja que ese cachorro consiga un hogar con alguien que, si lo pueda
cuidar, ya que...

Owen no pudo terminar de hablar, ya que la hermosa niña rubia salió corriendo de la cocina
con lágrimas en los ojos siendo seguida por Lowsen, quien tenía el rostro serio. Pues Jay al
ver por tan solo unos segundos esos ojos grises llenos de lágrimas, se puso de pie con la
intención de seguirla, pero fue detenido por Owen el cual con la mirada le dio a entender
que eso no era posible.

De la misma forma, Ellen había corrido lo suficiente para estar lejos del rubio quien hirió
su corazón. Encontrándose en los pantanos en donde se sembraba un montón de uva, sin
darse cuenta de que un pequeño amigo lo había seguido desde que salió de la panadería. Es
decir, al detenerse a tomar aire, sintió que alguien le estaba jalando las cuerdas de sus
zapatos y cuando decidió abrir sus ojos para ver que era, se encontró con un hermoso
cachorro Pastor Alemán quien la miraba con diversión.

— Tu... Me seguiste todo el camino. —dio un suspiro y se agacho acariciar al lindo


cachorro— Te mereces un premio por lograrlo.

Así pues, Elsa salió a despachar al pequeño Príncipe con el rostro de preocupación y
cuando vio que la puerta fue abierta, creyendo que los dos niños ya habían vuelto. Se
desilusionó al ver solo a su hijo, quien se veía muy agotado y serio a la vez.

— Gracias señora Elsa... —Owen trató de apresurar a Jay, ya que este siempre le gustaba
meterse en problemas ajenos— Vámonos Príncipe.

      — No. —negó al ver al rubio sentarse en una de las sillas tratando de recuperar el aire—
Todavía no.
— Lowsen ¿Dónde está Ellen? —dijo Elsa tratando de contener la paciencia, mientras se
acerba a él y se ponía en cuclillas para estar a su altura.

      — No lo sé ma... —hablo y volvió a respirar— Intenté seguirla, pero es muy rápida que
la perdí en un segundo.

Lowsen le respondió despreocupado, a lo que Jay al escucharlo se puso de pie y salió de la


panadería molesto siendo seguido por Owen quien tuvo que llevarse los panecillos ya que
este lo había olvidado.

Y estando afuera se subió rápidamente al caballo, a lo que Owen nuevamente imitó. Ya que
el bien sabía que al pequeño Jay las injusticias nunca fueron de su agrado, por lo que en
todo el camino no dijeron ni una sola palabra hasta llegar al Castillo en donde Romo los
recibió con el rostro de preocupación. Pues el Rey había estado preguntando por su hijo en
todo momento y después de enterarse de que Jay había ido al pueblo, mando una orden de
que a partir de ahora el pequeño ya no podrá salir del Castillo y que tendría que quedarse a
estudiar durante lo que resta del año.

— ¿De verdad dijo eso? —el Príncipe no podía creer lo que Romo le estaba diciendo, pero
decido callar para no aumentar la furia de su padre al momento de entrar a su oficina.

        — Si pequeño Jay. —Romo agarro todos los regalos para los trabajadores que el
Príncipe compró y antes de irse le volvió a repetir— Tu papá lo hace por tu bien.

— Lo sé y por favor que ningún trabajador se quede sin su regalo. —dijo el pequeño
azabache y Romo asintió sonriente— Ahora entraré a ver como esta mi papá.

Abrió la puerta anunciando su presencia y después de escuchar a su padre asentir, se sentó


en el sofá esperando a que su padre se desocupara con los papeles que tenía en sus manos,
mientras jugaba con la bolsita en donde estaban los panes que él había comprado para él. Y
aunque el Príncipe ya estaba acostumbrado al silencio de su padre cada vez que se
enfadaba, esta vez le irritaba ya que en su mente solo estaba aquella niña de ojos grises y
aquel cachorro que abandono. Por lo que, y sin darse cuenta había comenzado a patear la
mesa de noche que estaba delante suyo, haciendo ruido y que su padre deje a un lado los
papeles y se acerca a él para ver qué pasaba.

Pues era poco común ver a su hijo muy pensativo, ya que él era un niño que siempre decía
lo que pensaba y nunca se lo reprimía. Camino hacia él y le puso una mano en el hombro, y
este despertó inmediatamente volteando su rostro para ver el de su padre.

— ¿Qué paso hoy? —dijo el Rey al mismo tiempo que se sentaba a su lado y recibía la
bolsita que el pequeño le extendía.

      — Mucho padre...

Fueron sus palabras y su padre asintió nuevamente, para que después el pequeño comience
a contarle. Sin embargo, la rubia había caminado mucho junto al cachorro que seguía en sus
brazos tratando de encontrar la casa de su tío Derek y justo cuando pensó estar cerca, se dio
cuenta de que había llegado al mar. Así que ignorando lo que pasó se sentó en la orilla del
mar y junto a su cachorro al cual le había puesto Travis, comenzó a observar el atardecer
cerrando sus ojos e inhalando el fresco aroma del mar y diciéndose a sí misma que este iba
a ser su lugar favorito, al cual ella y Travis vendrían cada vez que se sintiera mal.

11 años después....

De este modo, pasaron los años y Ellen y se encontraba nuevamente en su lugar favorito
junto a su mejor amigo Travis, quien ya estaba muy viejo, pero con las mismas fuerzas de
un joven cachorro. Y todo porque una hora atrás había discutido con su padre, debido a que
él junto a su tío Derek habían decidido confesarle a Lowsen y a ella sobre su futuro
matrimonio. A lo cual ella se negó rotundamente, escapando de aquel lugar que unos años
atrás fue su hogar. Porque gracias al arduo trabajo de su padre, lograron comprar una
pequeña granja que estaba al lado del de su tío Deker, lo cual para ella no es tan agradable.

Es decir, durante toda su estadía en la casa de los S´tander no hubo tranquilidad para la
rubia, pues había un rubio llamado Lowsen quien se encargó de hacerle la vida imposible
junto a sus hermanos, a diferencia de Cody, el cual siempre estuvo a su lado. Pues este
sabía muy bien que la rubia había perdido a su madre cuando era todavía un bebe y que su
padre casi nunca estaba en casa, y lo que ella más necesitaba en ese momento era su
compañía más que otras cosas.

— Cody es el mejor ¿No Travis? —dijo Ellen al momento que abrazaba a su mascota
respirando su aroma.

En cambio, Lowsen creció y se hizo el Sheriff del pueblo, siendo el hombre más deseado
por todas las mujeres del pueblo, lo que causo que este creara en sí mismo una actitud
arrogante y orgulloso, intentando continuamente intimidar a la rubia, porque bien sabia él
que ella solo pensaba en estudiar y en dedicarse a trabajar en la panadería de su madre. A lo
que él lo veía sin importancia, ya que en ese tiempo en el pueblo era muy común ver que
los jóvenes iban a las fiestas que se hacían semanalmente y eso para Ellen no era
importante.

Recordaba Ellen mientras veía como las olas aumentaban y el frío se hacía cada vez más
fuerte. Por lo que, inmediatamente se levantó y sacó aquella pelota que su padre le regalo
años atrás, y con los ánimos recuperados aventó la pelota hacia la arena y Travis fue a
recogerlo mientras ella miraba al cielo y daba vuelta recibiendo el fuerte viento en su rostro
mientras su larga cabellera rubia volaba en el aire y ella reía tratando de olvidar su pasado.

Pues ella ya lo había decidido, que no se iba a casar y haría todo lo posible para entrar en la
única Escuela del pueblo y hacerse profesional para que ningún hombre la vuelva a
humillar.

— Ten por seguro que lo lograre y nadie podrá impedírmelo... —se decía a sí misma y
cuando Travis llegó a ella con la pelota, volvió aventarla y gritó a los cuatro vientos lo que
tanto anhelaba decir— ¡Lograré mis sueños!

Sin darse cuenta de que era observada por el Mayordomo Real, quien por mandato del
Príncipe había ido a buscar un poco de algas al mar, ya que este quería hacer una crema
casera para su padre quien después de una broma hecha por él, se había quemado la rodilla
y para no sentirse culpable, decidió hacerle una crema.

En otras palabras, ya habían pasado los años y el pequeño azabache ya no era tan pequeño,
ahora demostraba un semblante maduro y de buen parecer, quien tenía a sus órdenes al
ejército que se había formado para el pueblo, debido a que había muchas amenazas en ese
tiempo hacia la Casa Real. Por lo cual, el Rey decido poner a su hijo como el General del
ejército junto a Owen, quien se encargó de entrenarlo desde su juventud para llevar a cabo
ese puesto. Y a pesar de que la Casa Real estaba sufriendo muchos conflictos, el Príncipe
nunca se olvidaba de sacarle una sonrisa a su Padre y a todas las personas del Castillo, ya
que con sus ingeniosas bromas siempre hacia que todos la pasaran bien, por al menos unos
minutos. Aunque esta vez no fue así, pues aquel café caliente que él había puesto para
Owen, su padre lo tomo por equivocación, haciendo que lo suelte instintivamente y que la
taza de café caiga sobre su rodilla derecha.

— Es muy hermosa y a la vez testaruda. —le decía Romo a Owen, quien como siempre
solo asentía con la cabeza— Tal vez si le preguntáramos su edad podríamos ver si
concuerda con la edad del Príncipe Jay ¿No crees?

      — Bueno... Yo creo que el Príncipe necesita concentrarse solo en su entrenamiento por


ahora.

— Aburrido.

      — Es lo que pienso Mayordomo Real. Lo siento, si lo contradije. —Owen hablo


apenado y Romo lo miro sonriente al mismo tiempo que le extendía las algas para que la
guardase en la canasta.

— Esta bien, mejor vámonos. —dijo Romo y subió a su caballo.

Pues después de asegurar la canasta en el caballo, Owen lo imito y antes de comenzar


avanzar voltio a ver por última vez a la rubia, la cual justo en ese momento, se había
percatado de que los dos estaban pasando por allí. A lo que Owen pudo reconocer aquellos
ojos grises. Trayéndole recuerdos del pasado y que su corazón se sienta afligido, ya que
después de aquel encuentro que tuvo el Príncipe con la joven rubia cuando eran pequeños.
El Rey ya no permitió que el Príncipe volviera a salir del Castillo.

Entonces, al volver al Castillo y después de darle las algas al Príncipe Jay y que este
prepare la crema rápidamente. Owen y el Príncipe fueron a entrenar, mientras Romo se
quedaba al lado del Rey, quien en ese momento estaba reposando en su cama, mirando los
informes de todos los pueblos los cuales estaban a su cuidado. Mientras tanto, Romo
aprovecho la oportunidad y comenzó a contarle acerca de la muchacha que vio en la playa,
la cual le había dejado sorprendido al gritar fuertemente a los cuatro vientos y sin
vergüenza alguna.

— ¿Ella grito? —pregunto el Rey incrédulo.

      — Si y además creo que ella no sabía que yo y Owen la estábamos observando.

— Debe ser una joven muy fuerte ¿No crees? —el rey parecía ponerle interés por primera
vez a alguien que no fuera su hijo— Pero porque no dices nada...

      — Lo siento, mi Rey.    —Romo agacho la cabeza y siguió hablando— Solo es que


acabo de recordar, que tú ya enviaste a veinticuatro gobernantes sobre todos los pueblos
que están bajo tu cuidado, pero todavía no has enviado uno a Klema.

— Sí, sí. Pues tú sabes que le prometí a mi esposa, que nuestro hijo iba a gobernar sobre su
pueblo favorito, es decir sobre Klema.

      — Lo entiendo.

— Y allí fue donde ella murió —el Rey se detuvo— y… no pienso dejar que mi hijo vaya a
ese lugar, en donde una vez hubo una peste que mató a más de la mitad de la población.

      — Si mi Rey... —dijo Romo, sin darse cuenta de que alguien escuchaba detrás de la
puerta.

En cambio, el Príncipe Jay se encontraba en el patio Real junto a Owen los cuales
montados en sus caballos practicaban combatir con sus espadas, mientras eran observados
por los demás guerreros, quienes gritaban y aplaudían alegremente al ver como el Príncipe
se desenvolvía hábilmente al maniobrar su brillante espada y que sin dudarlo vencía a
Owen, el cual había sido su entrenador desde que el cumplió los ocho años hasta ahora.

— Veo que estas mejorando Príncipe. —Owen siempre motivaba al azabache.

      — Si Owen... —dijo sin dejar de cuidar su retaguardia— Pero me gustaría que mi Padre
este aquí observándome, aunque es mi culpa de que él no pueda estar aquí.

— No lo es. Es la mía, por no tomar mi propio café.

      — Ja, ja, ja. Owen no es tu culpa. —Jay trato de animarlo y se acercó a él por el lado
izquierdo y le dio una suave patada en su pierna derecha— Además con la crema que le
hice a mi padre, él estará sano a la mañana sigue... — volvió hablar, pero se detuvo
instintivamente— ¡La Crema!

Y sin más aquel joven de ojos achinados, dejo caer su espada en la arena y corrió hacia
donde estaba Pluto, y después de subir a en él, se encaminaron a toda velocidad al Castillo
Real, pues había olvidado de que tenía que limpiar la quemadura de su padre y volver a
poner la crema nuevamente pasados veinte minutos. Ya que, si no lo hacía, la quemadura
podría infectarse y lo peor, su padre no iba soportar ir al doctor de la ciudad, porque el
detestaba estar cerca de alguien que sepa acerca de Medicina, desde la muerte de su madre.
Asimismo, el Príncipe Jay apresuro sus pasos hacia donde estaba la habitación de su Padre,
la cual estaba en la parte más interna del Castillo y al llegar decidió tomar un poco de aire,
ya que en ese momento era lo que le faltaba. Y cuando logro abrir un poco la puerta, con la
intensión de asustar a su sereno Padre. No pudo cumplir con su propósito, pue sin querer
logro escuchar algo que él anhelaba tanto saber, porque hace más de dos años que él quería
salir de aquel Castillo y ayudar a las personas que más lo necesitaban. Ahora que la siembra
de uvas en Klema habían disminuido y que todo el Pueblo habían dejado de trabajar en los
campos, sembrando y cosechando, puesto que los bares y festivales se habían vuelto una
habito allí, por lo que los jóvenes de Klema habían tomado el control de aquel pueblo.

— Espera, Romo. Hay alguien en la puerta. —dijo el Rey al ver que la puerta sema-abierta.

      —¿Qué? —Romo corrió rápidamente a ver quién era.

Y al llegar, abrió la puerta en su totalidad dándose con la sorpresa de que no había nadie,
aunque el Rey y él sabían muy bien quien había sido el autor de dicha confusión.

Mientras tanto en la panadería del pueblo se encontraba Ellen atendiendo a los comensales,
mientras Elsa preparaba los jugos y Cody horneaba las galletas para los niños, quienes
entusiasmados hacían una fila afuera de la Panadería, en tanto que hoy es miércoles y
gracias a la idea de Ellen, habían anunciado de que ese día se regalarían galletas gratis a
todos los que venían a partir de las seis de la tarde. Pues a esa hora los jóvenes y adultos se
iban al descampado en donde hacia fiestas llamadas "Festivales de la Libertad".

En donde todos los asistentes podían hacer todo lo que querían sin que nadie le dijese nada,
ya que Lowsen o también llamado Sheriff, era el que organizaba todo y permitía que la
gente beba demasiado vino e hicieran cosas perversas a plena vista de todos. Porque para él
era algo normal, ya que después de que la Casa Real dejo de supervisar aquel pueblo, que
años atrás era llamado la capital del Rey, ahora Lowsen creía tener el control de aquella
ciudad.

— Elsa hoy no vinieron mucha gente. Solo niños y ancianos. —dijo Ellen un poco molesta.

      — Lo se mi niña, pero no podemos hacer más. —habló la mayor al momento que se


sentaba en una de las sillas, pues ya habían cerrado la panadería y solo estaban ellas dos y
Cody, quien estaba en la cocina limpiándola.

— Entonces, regalemos otras cosas o bajemos los precios solo por los días miércoles y
sábados...

      — ¿Bajar los precios? —Cody apareció junto a Travis— Yo creo que es una buena idea.
—comento al mismo tiempo que dejaba en la mesa el trapo que tenía en las manos y
despeinaba los cabellos de la rubia.

— O mejor aún, mientras la gente venga durante la semana les hablamos acerca de que lo
que están haciendo va en contra de las leyes del Gobierno del Rey Marlom y que, si no la
cumplen, el Rey destruirá el Pueblo y a todos los habitantes de Klema.

      — Ellen no creo que sea posible, podrían apedrearte. —Elsa dijo preocupada.

— ¿Y qué? —replicó Ellen— Lo soportaré.

Fueron las últimas palabras de la rubia, quien después de haber besado cariñosamente a
Elsa y a Cody en sus mejillas. Salió corriendo en dirección de su hogar junto a Travis, en
donde le esperaba su padre sentado en el sillón de la sala con preocupación, sin dejar de ver
la manija de la puerta principal. Y aunque Ellen era una mujer fuerte y nadie del pueblo se
metía con ella, había alguien en el pueblo que le gustaba romper las reglas cuando se
trataba de la rubia. Pues Ellen se encontraba a dos cuadras de su casa y decidió pasar por
los pámpanos de su padre para recoger un poco de uvas y hacer el pan de mermelada de uva
que tanto le gustaba a su padre desde que llegaron a ese pueblo, hace once años.

Sin embrago, la rubia se esforzó en recoger las uvas que se encontraban en la parte superior
de los troncos, gracias a las tablillas que ella había puesto para subirse. Asimismo, cuando
termino de haber recogido una cierta cantidad de uvas en su canasta, intento de bajar, pero
al agachar su rostro se encontró con la persona que esta mañana le había malogrado el día,
como todos los días.

— Lowsen... —habló molesta— ¿Qué haces aquí?

      — ¿Yo? —dijo y movió las tablillas desequilibrándolo, haciendo que se caiga la sesta
que Ellen tenía en sus manos.

— Si tú Patán.

      — ¿Patán? Yo soy un Patán para ti mi preciosa Ellen. Te recuerdo que soy tu futuro
marido ¿Lo entiendes? —su voz sonaba imponente— ¡No! —esta vez gritó y empujo todos
los tablillas y Ellen cayó al suelo ensuciando su vestido.

— No. Nunca seré tu esposa. Insignificante hombre que se cree varonil intimidando a las
personas, pero sabes que eso no funciona conmigo. —Ellen hablaba al mismo tiempo que
intentaba ponerse de pie, hasta lograrlo— Y además pronto iré al Castillo y hablare con el
Rey para que te destituya de tu cargo y te envié al calabozo, por pervertir a su Pueblo.

      — Oh! Quiero ver eso, y ver como los soldados que resguardan el Castillo te matan a
golpes.

— En tus sueños Patán.

      — Allí estarás preciosa...

Fue lo último que Ellen escucho decir del rubio, quien después de ver que la joven de ojos
grises tomaba sus cosas y se encaminaba hacia su casa, decidió irse puesto que el detestaba
escuchar las reprensiones de Denzel, quien siempre le aconsejaba que debía ganarse el
corazón de su hija, ya que pronto se iban a casar y no debían hacerlo obligados. Pues para
él eso no era importante, ya que tenía a todas las mujeres del pueblo a sus pies y si la rubia
no cumplía con el trato que hicieron sus padres, el por venganza iba a obligarle hacerlo y ya
lo tenía todo planeado.

— ¡Llegaste! —Denzel alzo la voz al ver a su hija quien entro por la puerta sin saludarlo y
corrió hacia cocina, ocultando su vestido de la vista de su padre— Princesa yo ya vi tu
vestido, sabes que no me puedes ocultar nada a mí.

      — Entonces, dime ¿Porqué con él? ¿Por qué quieres que sea esposa de ese desagradable
hombre inmoral?    —Ellen se sentó en el suelo y comenzó a llorar.

— Mi amor...

En ese momento Denzel ya le había cubierto con sus brazos, besando la rubia cabellera del
único recuerdo que le dejo el amor de su vida.

— Todo es mi culpa. —Lloro también el moreno de ojos miel— Yo no debí haber hecho
esa promesa y si tu madre me viera ahora estaría...

      — Orgullosa de ti papá, tú has logrado mucho por mí. Esto no es tu culpa, es la mía por
no llevarme bien con Lowsen desde pequeña.

— Lo siento mucho mi princesa.

"Yo también papá"

Asimismo, en otro lugar se encontraba el Rey Marlom junto a su hijo Jay, a quien abrazaba
después de enterarse de que este había escuchado toda la conversación que tuvo con Romo,
a lo cual el Príncipe no refuto a la decisión de su Padre, ya que él no quería contristar el
corazón de la persona que más amaba en el mundo.

— Te amo hijo mío y lo siento mucho.

      — Yo también Padre.

Cap.- DOS
“¿Quién es él?”
El Castillo Real se encontraba en un total caos, los cocineros y las personas de limpieza
corrían de un lado a otro tratando de organizar la inmensa mansión en tan solo un día, para
recibir al Gobernador de Thania, quien varias horas atrás había anunciado su llegada,
debido a los conflictos que estaban sufriendo el pueblo lejano de Thania en ese momento. Y
todo por culpa de una revuelta que estaban haciendo los jóvenes de aquella ciudad, que
estaban bajo el gobierno del Rey Marlom.

Y aunque el Rey se encontraba tranquilo y paciente parado en el balcón de su oficina.


Romo el cual estaba en la puerta esperando a recibir respuesta de este, se sentía un poco
preocupado por la decisión que el Rey iba tomar, ya que una semana atrás el Rey le había
prometido al Príncipe Jay que, si el no Gobernaba la ciudad de Klema, él se haría cargo de
llevar al ejército a cualquier guerra que aconteciera en ese periodo. Pues todo paso muy
rápido, que a pesar de que el Rey no anuncio nada todavía, el Príncipe ya se encontraba
alistando su maleta, a lo cual el Mayordomo Real ya se había dado cuenta. Así que, después
de tocar por última vez la puerta y de haber visto su reloj en su muñeca por décima vez.
Romo entro anunciando su presencia y cuando estuvo dentro comenzó a mirar a todos los
lados buscando al señor de cabellera negra y de ojos achinados color verde, quien, en ese
momento al escuchar el ruido de la puerta y la voz de su mejor amigo, salió del balcón y se
sentó en la silla de su escritorio, observando como Romo jugaba con su bastón la cual
siempre llevaba a todo lugar.

Respiró un poco y después de aclarar su garganta y de decirle a Romo que se sentara,


comenzó hablar.

— ¿La comida esta lista?

      — Si mi Rey.

— ¿El hospedaje?

      — También. —Romo volvió a responder, pero esta vez hablo nuevamente antes de que
el Rey lo haga— Aunque Michael dijo que no se quedaría mucho, que sería una visita
fugaz, para conversar y solucionar rápidamente esta situación, mi Rey.

— Lo entiendo, pero entonces mi hijo ¿Ya alisto sus cosas? —habló el Rey despreocupado,
haciendo que Romo suelte su bastón al suelo sorprendido.

      — ¡Mi Rey! Creo no haber escuchado bien sus palabras...

— Así como lo oyes amigo mío. Cumpliré con mi promesa, porque sé que todos los
pueblos cuentan con mi ayuda y de la Casa Real. Por lo que, enviaré a mi hijo y tú te harás
cargo de Klema, hasta que el Príncipe Jay vuelva.

Asimismo, llegado el anochecer de ese mismo día. Se encontraban en la mesa Real, el Rey,
el Príncipe Jay, Romo, Owen y Michael el Gobernador de Thania comiendo
silenciosamente la cena, hasta que después de haber terminado comenzaron hablar acerca
de las soluciones que el Rey tenía planeado para la ciudad de Thania, quien llevaba el
mismo nombre de su difunta esposa. Pues al terminar la reunión Jay fue hablar con su
Padre en secreto, ya que este le había mandado a llamar disimuladamente a través de
Romo.

— Padre enserio te lo agradezco mucho. Y no pienso defraudarte, sé que ahora tu confianza


hacia mí ha aumentado en gran manera.

El Príncipe Jay no dejaba de hablar instintivamente, a lo cual el Rey escuchaba atentamente


cada palabra que salía de sus delgados labios.

— Jay... —fueron las únicas palabras del Rey.

      — ¿Si padre? —el azabache cayó y agacho su cabeza humillado.

— Siempre he confiado en ti hijo mío, solo quiero que tú no confíes mucho en las personas.
Porque en este mundo es muy complicado darse cuenta de quien está o no está de tu lado
¿Entiendes?

      — Si y muchas gracias por su consejo mi Rey.

"Oh mejor dicho papá"

— Esta bien, esperare a tu llegada Príncipe Jay.

Y así fue como se despidieron padre e hijo antes de que el menor se fuera rumbo a la que
sería su primer combate junto a Owen y a trecientos guerreros, quienes al igual que ellos se
encontraban muy entusiasmados.

Por el contrario, Ellen la rubia de dieciocho se encontraba en la reunión general de Klema,


en donde todos los ancianos del pueblo se reunían cada año, para tomar el examen de
entrada a la única escuela de aquel pequeño pueblo. Pues la rubia ya lo había organizado
todo junto a Cody quien, por pedido de ella, había inscrito a Ellen para tomar el examen
junto a todos los postulantes, los cuales eran hombres, ya que a las mujeres se le era
prohibido estudiar y mucho menos entrar a la escuela de Medicina. A lo que Ellen ignoraba
y tomaba en poco, porque después de haberse puesto la ropa de su padre y un bigote falso
junto un sombrero de hombre, había entrado al salón en donde se daban los exámenes y
durante una hora y media se dispuso a contestar rápidamente todas las preguntas, las cuales
para ella eran demasiado fáciles y todo gracias a los libros que su madre le dejo antes de
morir, a lo cual ella nunca dejo de leerlos durante sus tiempos libres.

No obstante, al concluir aquel examen los ancianos anunciaron a todos los postulantes de
que mañana sería la entrega de los resultados de quienes iban a ser las doce personas
quienes serían los únicos en entrar a dicha escuela.

— ¿Cómo lo hiciste? —Cody le pregunto emocionado, detrás de la puerta del baño de la


panadería, esperando a que la rubia se quitara aquel disfraz.
      — ¿Cómo crees? —contesto Ellen al salir.

— Muy bien, futura doctora... —susurro el castaño y Ellen lo abrazo fuertemente— No hay
de que, mi pequeña hermanita.

      — En serio, te lo agradezco mucho Cody.

— ¿Qué le agradeces Ellen? —Elsa apareció con una fuente de panes en su mano, al mismo
tiempo que Ellen se separaba de Cody y miraban a otro lugar disimuladamente— Hablen
chicos...

"Sabía que esto pasaría"

      — Lo siento tía Elsa, hoy no podré trabajar. Tengo que ayudar a papá en la viña. Nos
vemos luego.

Se despidió la rubia, antes de salir corriendo como de costumbre y antes de encaminarse


por el mismo camino de siempre decidió ir a comprar una bota nueva para su padre, ya que
el día de ayer había recibido su sueldo del Mes y ella más que nadie sabía que su padre
nunca se compraría algo para él, a pesar de que los únicos zapatos que tenía para el trabajo,
estaban con agujeros. Así que, y con todo el valor del mundo Ellen fue a la tienda del único
zapatero del Pueblo, quien era el mejor amigo de Lowsen, el cual al igual que el rubio le
hacían la vida imposible cada vez que la veían. Entonces y para no tener que verse cara a
cara con Danny el zapatero. Ellen tuvo una idea, que consistía en entrar silenciosamente a
la tienda y coger unas botas talla doce y dejar el valor del precio en su lugar. Pues, aunque
para otros esto sería tarea difícil, para la rubia no lo era, ya que ella era buena
escabulléndose y los demás nunca notaban su presencia. A lo que, al llegar a la tienda Ellen
entro disimuladamente en cuclillas y después de haber cogido una de las botas que se
encontraban cerca de la puerta, dejo el dinero a un lado. E inmediatamente se puso de pie y
justo cuando iba a salir, se dio con la sorpresa de que Danny no estaba en la recepción, sino
dentro de su mini-club que tenía él con Lowsen y sus demás amigos, en donde se reunían
siempre a beber y a estar con mujeres. Por lo que, y con un poco de alivio Ellen decidió
hacer las cosas bien por esta vez y dejar el precio de las botas y una nota escrita en la caja
de recepción, para evitar malos entendidos con el zapatero.

Pues al terminar de escribir, cuando estaba a punto de irse, escucho las risas de Lowsen
dentro de aquella habitación que se encontraba a cinco pasos de su distancia. Pues por más
de que trato de ignorarlo, no pudo y acerco su pequeña oreja a la puerta para oír, logrando
escuchar algo que la dejaría perpleja.

— Entonces así quedamos chicos. —Lowsen y su ronca voz era muy reconocible— Porque
si el pueblo de Thania pudo revelarse contra el Rey Marlom ¿Por qué nosotros no podemos
hacerlo?

      — Tienes razón Lowsen y mucho más que ahora el Príncipe Jay, el hijo querido de su
padre se fue a la guerra en Thania, podemos aprovechar este momento para la revuelta.
— Así se dice Danny. —esta vez fue Tommas el hijo del Doctor del pueblo.

      — No saben lo que les espera... —termino hablando Lowsen al mismo tiempo que
caminaba hacia la puerta.

Y sin pensarlo Ellen después de escuchar todo lo dicho por esos jóvenes, tiro las botas al
suelo y cogía su dinero junto a la nota, para luego salir corriendo de aquel lugar sin que
nadie se diese cuenta a excepción del rubio, el cual conocía muy bien el aroma a rosas de
los cabellos de la de ojos grises. Pues, aunque no se lo dijo a sus amigos, él sabía muy bien
cómo solucionarlo a su manera.

— ¡Papá! ¡Papá, papá...!    —gritaba Ellen por toda la viña de su padre, buscando al mayor,
el cual al escuchar su voz corrió hacia ella.

      — Aquí estoy pequeña ¿Qué pasa?

— Lo peor papá, lo peor para Klema —esta vez la voz de Ellen fue más intensa, causando
en su padre una fuerte intriga dentro de su ser— Lowsen ya planeo todo para nuestra
destrucción.

      — ¿Destrucción? —preguntó el mayor— No entiendo...

— Lowsen piensa hacer una Revolución en contra del Gobierno del Rey Marlom y creo
que eso sucederá en esta semana.

De hecho, al mismo tiempo que la rubia hablaba con su padre, era observada por alguien
quien, al escuchar toda la conversación, salió molesto de aquella viña, la cual era muy
inmensa y tenía demasiados árboles que tapaban todo a su alrededor. Aunque para Ellen
nada se les escapaba, ella sabía dentro de sí que alguien la había seguido hasta ese lugar y
de alguna forma lo iba averiguar.

— Esto sí que es vida...

      — Yo no diría eso Príncipe, pues estamos camino a la guerra.

Dijo Owen al ver como el Príncipe Jay estiraba sus piernas en el cuello de Pluto y fingía
dormir, luego de poner su casco encima de su rostro al mismo tiempo que el caballo lo
dirigía sin hacerle tambalear. A lo que sonrió ocultamente y siguió cabalgando, pues
faltaban pocas horas para llegar a Thania.

Pero al poco tiempo las cosas cambiaron, debido que, al llegar en menos de lo esperado,
pudieron ver como toda la ciudad de Thania había sido incendiada y no había ningún
habitante en ella. De repente, a lo lejos se escuchó el lloro de una mujer y sin dudarlo el
príncipe Jay después de bajar de su caballo, corrió hacia aquella dirección de dónde
provenía el llanto. Dándose con la sorpresa que aquella mujer autora de los llantos, estaba
sepultaba un metro bajo tierra. A lo que el Príncipe inmediatamente ordeno a los soldados
que la sacaran, y mientras los guerreros hacían su labor, el azabache se sentó en el suelo y
comenzó a coger un poco de las cenizas que estaban esparcidas por todo el lugar con la
yema de sus dedos, al mismo tiempo que observaba como Owen hablaba con Michael, el
cual se veía muy destrozado por la pérdida de su familia que al igual que el pueblo de
Thania habían perecido juntamente con ellos.

Y cuando hubieron sacado a la mujer, la cual estaba toda ensangrentada todos hicieron
silencio por más de dos minutos esperando que aquella señora de pecas en el rostro digiera
algo, pero por más que insistieron con su silencio, la mujer no dijo nada hasta que el
Príncipe se acercó a ella y les pidió a los soldados que la tenían sostenía que se la
entregasen a él. Y como a una niña pequeña el azabache la cargo en sus brazos, llevándola
hacia su caballo en donde al subirla la mujer comenzó a gruñir del dolor y cuando estuvo a
punto de cerrar sus ojos por última vez, se acercó al oído izquierdo del Príncipe diciendo:
"Nada es como parece, todo es un recuadro pintado por el peor hombre de este mundo..."

— ¿Quién es ese hombre? —pregunto el Príncipe al ver como la mujer daba su último
aliento de vida. Pues a los segundos ya había fallecido.

"No importa, lo encontrare"

—...—y sin decir nada el azabache se dio media vuelta y miró sereno a Michael al
momento que sacaba de su cinturón su brillante espada que después de besarla, la levanto
exclamando a gran voz— ¡Prometo por el Rey de los Cielos, que no volveré a Klema hasta
que encuentre a los autores de este desastre, pues se metieron con el pueblo equivocado!

      — ¡Así sea! —se oyeron las voces de todos los guerreros que al igual que el Príncipe
Jay sacaron sus espadas y la levantaron al cielo en señal de afirmación.

Sin embargo, en la ciudad de Klema el Sheriff de esa ciudad había comenzado hacer una
inspección por todos los rincones de Klema, debido a que Tommas, su mejor amigo por
petición de él, había denunciado el robo de un artículo de su tienda y como era de
costumbre en Klema que cada vez que había un robo o un accidente. Lowsen, es decir el
Sheriff tenía que hacerse cargo de ir a todas las casas del pueblo y verificar si el objeto
perdido estaba en alguna de las casas de los pobladores.

Pues en ese momento Ellen se encontraba en la playa juntamente con su mascota, quienes
comían la deliciosa mermelada de uva que la rubia siempre hacia para ella y su padre, ya
que un día rebuscando entre los libros de su casa, de uno de sus libros favoritos había caído
un pequeño papel en donde estaba escrito correctamente las instrucciones de cómo hacer
“La mejor mermelada del mundo”, eso decía allí.

“No lo entiendo” – se escuchó decir de los labios rosas de la rubia, al mismo tiempo que
guardaba el pote de mermelada en su bolso pequeño.

— ¿Qué no entiendes? —esta voz era irreconocible.

El príncipe y su ejército habían caminado por más de ocho horas, en donde la incertidumbre
del azabache había comenzado aumentar en un cien por ciento, que al momento de llegar la
media noche y que todos armaran sus carpas para descansar. Él cogiendo su cuaderno de
notas, se alejó de todos, yéndose a un lugar más oculto entre el bosque, en donde solo había
silencio. Y estando allí comenzó a escribir todo lo que había sucedido hasta ese momento,
ya que él esperaba dejarle un recuerdo a su padre si es que no salía bien este viaje, pues él
estaba dispuesto a dar su propia vida por ver feliz al Rey Marlom y que este pueda tener un
gobierno eficaz en donde la maldad y el crimen, no existan.

Una hora más tarde, escucho entre los arboles un sonido poco peculiar, haciendo que por
instinto se levante y coja su espada poniéndose en posición de defensa sin dejar de mirar a
todos lados buscando respuesta alguna para ese extraño ruido, pero justo en el momento
que sintió que esa cosa o persona se estaba acercando a él, inesperadamente alguien toco su
hombro, haciendo que este se dé la vuelta rápidamente encontrándose con un molesto
Owen, quien lo miraba sorprendido por su reacción.

— Veo que el Príncipe está dispuesto a todo por si solo ¿No?

      — No Owen, solo es que escuch… —no dejo que terminara de hablar y le lanzo una
cantimplora llena de agua— Gracias.

— Tienes que avisarme ¿A dónde vas? y ¿Porque? Tu sabes que es mi responsabilidad


protegerte Príncipe Jay. —hablo tranquilamente después de dejar la linterna a un lado y
darse media vuelta para regresar por donde vino.

      — Y no solo tuya, sino también de los soldados. Pero quiero demostrarles a ustedes que
no tienen por qué hacerlo, en cambio, yo los protegeré a ustedes.

“Eso hare”

— Así sea, mi Príncipe.

Entonces, al terminar de beber toda la cantimplora Jay se arrodillo en el suelo estando el


solo en ese lugar y cerro sus ojos, y comenzó a hablar con aquel que él llamaba su otro
padre, el Rey de los Cielos y el mundo. Pidiéndole ayuda y sobre todo fuerzas, para que
pueda seguir, debido a que él no quería decepcionar a su padre y mucho menos a todos los
pueblos que contaban con su ayuda, ya que el muy bien sabía que pasado el tiempo después
del gobierno de su Padre, él tendría que reinar y no quería hacerlo de la manera simple, sino
demostrando que él es capaz de llevar ese puesto.

— Príncipe Jay. El General Owen lo llama para que pueda descansar al menos unas horas…

Escucho el azabache, al momento que se levantaba para ver quién era, encontrándose con
un joven muy pálido de cabellos rubios, el cual al ver al Príncipe levantarse comenzó a
mira al suelo tímidamente.

— Estoy allí en dos minutos, necesito despedirme.

      — ¿Despedirse? —preguntó el joven de piel pálida y Jay asintió fingiendo serenidad.


— ¿Cuál es su nombre soldado? —le interrogo molesto.

      — Mi nombre es Elías señor.

— Entiendo, pero soldado al parecer usted no sabe a quién Dios servimos. —el Príncipe
parecía un poco decepcionado— Y todavía tienes el nombre de un profeta. —dijo y después
de aclarar su garganta le hizo una señal de que se retirara.

E inmediatamente volvió arrodillarse nuevamente y por más de quince minutos estuvo


pensando en todos sus soldados, y de como ellos no sabían nada acerca del Dios por el cual
él y su Padre, hacían todo por los pueblos que el mismo Dios les había dado a ellos.

Así pues, Denzel el padre de Ellen después de ver como su hija lloraba en sus brazos
impotente de no poder hacer nada por el pueblo en donde su madre nació y murió, dejando
un vacío en su corazón, el cual lo llenaba viendo como los pobladores de Klema servían al
Gobierno del Rey Marlom. Ya que, aunque solo lo había visto por una vez en su vida, el
creía que era un magnifico Rey, porque nadie como él hubiera dado todo por personas que
no conocía y mucho menos gente enferma por la peste, a lo cual su esposa estuvo expuesta
y murió ayudando a la persona que él más amaba

“Mi pequeña hija necesita ayuda y yo no se lo puedo dar…” – se lamentaba al momento


que miraba por la ventana de su casa, esperando a que la rubia volviera.

Por lo que, pasado diez minutos más decidió salir de su hogar, ya que en ese momento era
la hora del desayuno y Ellen después de preparar todo, se había ido junto a Travis su
mascota. Dejando solo a su padre, el cual ya estaba acostumbrado a desayunar siempre con
su única hija, aunque él entendía muy bien porque Ellen lo hacía. Así que rendido dio
media vuelta y comenzó a caminar devuelta a su casa, hasta que detrás de él sintió el bufido
de un caballo muy cerca suyo y volvió a darse la vuelta, encontrándose con Lowsen quien
lo miraba seriamente, al mismo tiempo que se bajaba de su corcel negro.

— ¡Buenos días! Futuro suegro, se encuentra mi prometida. —dijo Lowsen y Denzel trago
saliva sorprendido por su diferente actitud.

      — Mi hija no está en casa Lowsen.

“Gracias a Dios”

— Pues si no está, la esperare. —respondió el rubio al mismo tiempo que apoyaba su brazo
izquierdo en el cuello del mayor y lo guiaba hasta dentro de la pequeña casa— Necesitamos
tener una charla de suegro a futuro yerno ¿No crees?

— Bueno, sí, pero… —no dejo que terminara de hablar y se sentó en el sillón
ignorando sus palabras.

— Pero siéntese y comencemos a organizar mi futura boda con su hermosa hija. No tengo
mucho tiempo.
Mientras tanto la rubia parecía un poco sorprendida por el encuentro con aquella persona
que para ella le parecía muy familiar, pero no recordaba por qué. Pues parecía que todavía
seguía en trance, por la presencia de aquel individuo, el cual se había acercado a ella,
sentándose a su lado sin dejar de observar su rostro pacíficamente.

— ¿Estás casada? —pregunto el individuo y ella abrió los ojos sorprendida.

      — ¿Casada? —la rubia volvió a repetir la pregunta, ya que algo dentro de ella le decía
que no debía ser descortés con aquel señor que parecía ser de unos cincuenta— No, no… y
no pienso casarme todavía.

— Entonces, lo siento por la pregunta, pero necesitaba preguntártelo para poder sacar de
dudas a mi Señor y a mí también.

      — Esta bien, lo entiendo. —dijo la rubia un poco más tranquila— Estamos en el año de
las bodas y sé que muchos se están comprometiendo, pero yo no pienso hacerlo todavía.
Tengo un sueño y quiero cumplirlo…

— Y lo harás.

      — Gracias.

Asimismo, comenzaron a charlar por más de media hora, en donde Ellen pudo saber que
ese hombre era una persona que trabajaba para una familia muy poderosa y que él había
hecho esa pregunta incomoda, a causa del hijo de su Señor, el cual todavía seguía soltero y
él estaba tratando de buscar una mujer ideal para él. Pues, después de que Ellen le dijera
todos los nombres de las jóvenes solteras de la ciudad, se despidieron y cada uno se fue por
su lado.

No obstante, en el castillo se encontraba el Rey Marlom examinando todas las cartas de


cada pueblo que mensualmente enviaban, para informar el avance de sus respectivas
ciudades. Pero al terminar y ver que todo iba bien, se apoyó en su cómoda silla y cerro sus
ojos agradeciendo a Dios por todo y al momento que iba a levantarse paso su vista por
aquel retrato que se encontraba en su escritorio, en donde aparecía el junto a su esposa y a
su lado había otro junto a este, que dejaba ver la imagen del Príncipe Jay a los dieciocho
años cuando le hicieron una fiesta en el Castillo y que el Rey le regalara su espada, la cual
había heredado de su padre.

— Mi hijo ya creció y no podré retenerlo más…

      — Solo si se casa mi Rey.

— ¿Romo a qué hora entraste? —pregunto el Rey sorprendido al momento que se tocaba el
pecho y respiraba agitadamente.

      — Hace dos minutos, Mi Rey. —dijo e hizo una reverencia, a lo que el Rey
correspondió y le dijo que se sentara frente a él.
— Tienes noticias Mayordomo Real…

— Unas muy pero muy buenas y a la vez malas.

En cambio, los soldados junto al Príncipe Jay se veían cansados, pues la comida se les
estaba acabando, ya que por petición de Michael no llevaron mucha, porque el plan era que
llegando a Thania iban a hospedarse en la casa del Gobernador, pero nada salió como se
esperaba. Así que por mandato de él azabache comenzaron su viaje rumbo al pueblo de
Cloe, que se encontraba a treinta kilómetros al sur de Thania y durante todo el transcurso el
Príncipe decidió entablar una conversación con Michael, el cual en todo momento se veía
muy cooperativo con las preguntas del Príncipe, pero después de que este mencionara a su
familia, el Gobernante de Thania se quedó en silencio.

A lo que el azabache notó muy sospechoso, pero ignoro debido al conflicto que se había
formado entre dos soldados. Y sin pensarlo fue hacia ellos, con la intención de separarlos
junto a Owen, quien se veía muy serio al igual que él.

— ¿Qué pasa con ustedes? —hablo molesto el Príncipe, ya que si él no hablaba nadie podía
hacerlo.

      — Yo primero… —dijo el rubio de ojos verdes y larga cabellera, a quien lo tenía


sostenido Owen.

— ¡No! —grito el de calva cabellera— Si el habla inventara un sin fin de cosas, para
inculparme.

— Mira quien habla. El hombre perverso que pregunta por la prometida de mi


hermano. Pues eres un…

— ¡SILENCIO!

Esta vez fue el Príncipe el que grito, al mismo tiempo que soltaba al soldado que tenía
sostenido y se dio la vuelta, ignorándolos por unos segundos. Hasta que recordó aquella vez
que llegaron a su casa dos hombres, los cuales habían hecho todo lo posible para entrar al
Castillo y pedir ayuda a su padre el Rey, ya que los dos estaban en un conflicto muy grande
que ni los sabios del pueblo pudieron resolver, pero después de conversar ellos con su
padre, ellos resolvieron sus diferencias y siguieron adelante juntos como ya estaban
acostumbrados a estar.

Además, ellos eran sus soldados y no podía permitir que ninguno se haga enemigo del otro,
ya que eran un escudaron y la unidad era el lema principal de aquel ejército que él y Owen
por mandato del Rey formaron.

“La unidad es primordial y el compañerismo magistral” – susurro para sí mismo y cerro sus
ojos pidiendo paciencia a Dios. Por lo que, al recibirla respiro suavemente y aclaro su
garganta.

— ¡¿Cuál es nuestro lema?! —pregunto fuertemente al voltear, haciendo que todos lo miren
sorprendidos y que Owen sonría disimuladamente.

      — ¡LA UNIDAD ES PRIMORDIAL Y EL COMPAÑERISMO MAGISTRAL!


¡SEÑOR! —se escuchó el fuerte grito de los soldados.

— Entonces, a practicarlo.

      — Ya escucharon al Príncipe a practicar lo que nos hace el ejército de Klema. —Owen


dijo y se llevó a todos los soldados a excepción de los dos, quienes se veían muy
avergonzados.

Así pues, el Príncipe después de sacar una botella de zumo de durazno que tenía en la bolsa
que estaba encima de su caballo. Se sentó en una de las rocas y los llamo a los dos, para que
se sentaran junto a él y le dio un poco a cada uno, hasta que viera que estaban más
tranquilos.

— Sus nombres primero. —dijo el azabache y ellos se miraron un poco atemorizados.

      — El mío es Henry, señor —el rubio fue el primero en responder.

— Y el mío Nicanor, Príncipe Jay…

      — Esta bien. —dijo al mismo tiempo que sacaba su espada de oro y con el trapo que
guardaba en su bolsillo comenzó a limpiarlo— Y por si acaso ¿ustedes aman estar en el
ejército de Klema?

— ¡Si nuestro Príncipe! —respondieron unánimes y el azabache al ver que tragaban salivas,
cerro sus ojos y trato de no reírse en delante de ellos.

    — Entonces ¿Cuál es el problema?

— Comienzo yo… —dijo Henry y Nicanor asintió gustoso— Buen, Nicanor y yo somos
amigos desde la infancia y este sabe bien que tengo varios hermanos hombres y el mayor
está comprometido con una de las jóvenes del pueblo. Y Nicanor nunca habíamos hablado
acerca de ella, pero ahora que estamos lejos de casa y que posiblemente no regresemos. Él
decidió confesarme que gusta de mi futura cuñada, mi Señor. A lo que yo reaccione mal
porque no esperaba eso de él.

      — ¿Es cierto, soldado Nicanor? —el azabache pregunto y Nicanor asintió avergonzado.

— Más bien, mi Señor. Yo no sabía que aquella muchacha estaba comprometida y mucho
menos con su hermano, ya que antes de irme hable con ella y le pregunte si ella alguna vez
se casaría y ella me dijo que nunca y es por eso que yo decidí contarle a Henry mis
sentimientos y decirle que al volver a Klema iba hacer todo lo posible para poder
conquistarla, eso es todo mi Señor.

      — Ahora es más compresible la situación. Ven que hablando calmadamente es mejor. —


esta vez el Príncipe les sonrió y ellos también y siguieron hablando sobre el tema, que
después de unos diez minutos más, ya estaba resuelto.

En cambio, en el pueblo Klema había un grave conflicto, que toda la ciudad estaba reunida
en el centro de Klema, que era el lugar en donde se hacían los anuncios del Rey o resolvían
asuntos del pueblo a cargo de los ancianos maestros de la escuela, quienes en ese momento
se encontraban demasiados degustados con toda la situación, que sus caras arrugadas ya
parecían pasas secas.

Asimismo, el Sheriff quien en todo momento trataba de mantener la calma, mientras que
todos los pobladores gritaban esperando la respuesta para este conflicto. Pues Ellen junto a
Cody miraban todo desde afuera de la panadería, pues cruzando la calle estaba la dicha
reunión, y ellos sabía muy bien quien era el culpable.

— ¿Qué hacemos Cody? —pregunto la rubia al ver como su padre junto a Derek subían al
estrado en donde estaban los ancianos y hablaban de la situación.

      — Esperar pequeña, esperar…

Le dijo el rubio de ojos marrones y ella asintió tratando de ocultar aquellos nervios que no
dejaban de molestarle, sin embargo, después de ver como su padre se bajaba del estrado
molesto, supo que todo ya estaba revelado.

— ¿Quién es Ellen Thorns? —se escuchó decir de los propios labios del anciano mayor,
director de la escuela y Ellen se dio la vuelta tratando de huir.

      — Es mi hija. —respondió Denzel.

— ¡¿Qué?! —no pasaron ni dos segundos que todo el pueblo de Klema comenzaron a
murmurar cosas, haciendo que Denzel agache la cabeza al mismo tiempo que se retiraba de
la reunión cabizbajo, dejando su insignia de patrocinador de la escuela de Klema.

      — ¡Papá! ¡Espérame! —grito Ellen, pero al ver que él no le respondía, volvió al lugar en
donde estaban los ancianos discutiendo y se paró en frente de ellos— Yo no entiendo, por
qué las mujeres no pueden estudiar y mucho menos después de pasar el examen de entrada,
superando a todos los hombres de este pueblo ¿Ah?

“Esto es una injusticia y no lo voy a permitir”

— Me parece injusto que yo no pueda estudiar en esta escuela y ustedes no son los
indicados para echarme sin razón, ya que el Rey Marlom es el que gobierna este pueblo, no
ustedes.

      — Ellen ¿Qué haces amor? —Lowsen se acercó y la cogió de la cintura, a lo que la


rubia no acepto y lo alejo bruscamente.

— Tu no te metas Lowsen, que tú eres el culpable de todo…

      — ¿Por qué le echarías la culpa al Sheriff muchacha si él te está defendiendo? —Parco


el profesor de la escuela hablo molesto, al momento que cogía el examen de la rubia
rompiéndolo en pedazos enfrente de todo el pueblo— No mereces entrar en la escuela, niña
ingrata.

— ¡NO…!

Y ese fue el gritó más fuerte que el pueblo pudo haber escuchado en todo el tiempo desde
su fundación, pero no pasado ni pocos segundos después de ver como la rubia cayo de
rodillas al suelo con lágrimas en los ojos. Que todo el pueblo de Klema, comenzó a reírse
de la rubia quien, al escuchar sus risas y murmullos, se puso de pie y comenzó a correr.
Pero después de dar menos de veinte pasos se chocó con alguien, el cual al reconocerla la
detuvo y la abrazo diciéndole al oído unas palabras que la dejaron paralizada.

Cap.- TRES
“Dos batallas diferentes”
Saco su espada y lo partió en dos, al mismo tiempo que corría hacia aquel joven que estaba
bajo su responsabilidad. Y al estar a su lado comenzó a revisarle con su mirada si es que
había tenido alguna lesión, pero al ver el rostro risueño de este, se alejó incrédulo de lo
sucedido. Pues el mismo había visto como aquella serpiente le había mordido el antebrazo
justo cuando el salía de aquel rio, en donde él y todos los soldados estaban pescando.

— No puedo creer que lo hayas matado Owen, si bien sabes que ni el veneno de este
animal o de ningún otro me puede hacer daño. —dijo el Príncipe al mismo tiempo que
movía la cabeza en negación.

      — Lo se mi Príncipe, pero…

El azabache le interrumpió levantando una mano, al mismo tiempo que se sacaba la


camiseta y miraba aquella picadura, para luego agacharse y recoger aquella serpiente que se
encontraba al lado de sus pies.

— Dios está conmigo y nada malo me puede suceder. De eso estoy seguro. —hablo seguro
y luego voltio a mirar al de rubia cabellera y a su compañero— Henry y Nicanor vengan
aquí.

      — ¡Si señor! —dijeron al unísono.

— Quiero que entierren a este animal y luego vayan cenar junto con los demás.

      — Así será, nuestro Príncipe.


Fue el rubio quien respondió, pues en ese momento el Príncipe Jay ya se había lanzado al
río en busca de más peces junto a la lanza que había creado con sus soldados. Y estando
dentro del río su corazón comenzó a desesperarse, causando que su respiración se acelere y
que sus ojos lagrimeen sorprendentemente.

Entonces, justo cuando creía que se iba ahogar, vino a su mente la imagen de una niña
quien lloraba en el sótano de su casa, la cual tenía sostenida una Biblia en sus brazos y sus
lágrimas mojaban el protector de aquella Biblia, trayéndole el recuerdo de su infancia
cuando se encontraba solo en su habitación, y su padre se iba de viaje, dejándolo al cuidado
de Romo, quien todas las noches le contaba historias de la Biblia, inspirándolo a confiar
más en Dios y en el gran amor que Dios tenia hacia él. Estiro sus manos tratando de pedir
ayuda, pero al instante recordó que su escuadrón en ese momento estaba comiendo y que él
se había alejado mucho. Seguidamente, sintió como en el lado derecho de su espalda una
mano muy grande y fuerte lo empujaba elevándolo hacia la superficie, por lo que al llegar a
la orilla voltio rápidamente con la intensión de agradecer al que sería su salvador, sin
embargo, se dio con la sorpresa de que nadie estaba a su lado.

— Lo sé, lo sabía… Lo sabía. Tu existes, tu verdaderamente existes.

Esas fueron las palabras del azabache, quien al salir de la orilla se arrodillo y mando a
llamar a todos sus soldados, incluyendo al Gobernante del Klema y comenzó a contarles lo
sucedido y hablarle acerca de Dios y de todas las cosas que él había hecho y sigue
haciendo.

— Tu pequeña cumplirás tu sueño.

      — ¿Qué? —dijo la rubia sorprendida por aquel hombre que la tenía protegida en su
pecho.

A lo que ella tímidamente levanto su cabeza, encontrándose con aquel hombre con el cual
tuvo una larga charla en la playa, horas atrás.

— Tu viniste.

      — Siempre estuve aquí, solo es que no me notaste.

— Pero… —susurro para ella misma, al momento que movía su cabeza para mirar detrás
de aquel hombre, encontrándose con una fila de soldados de la casa Real, quienes al verla
se quedaron sorprendidos por su espléndida belleza— ¿Acaso tú vives en el Palacio?

— Si, y no me presente adecuadamente hoy en la mañana. —hablo sonriente, para


luego extender su mano en señal de un saludo— Mi nombre es Romo y soy el
Mayordomo Real del Castillo Real.

— ¡¿Qué?! —volvió a gritar la de ojos grises, pero inmediatamente correspondió al saludo


del Mayordomo Real, quien la miraba con ternura— Ellen, Ellen Valleys Thorns encantada
de conocerlo.
Asimismo, después de aquel encuentro lo único que se pudo observar fue ver al
Mayordomo Real acercándose a la junta de ancianos, con los cuales tuvo una larga
conversación por más de veinte minutos, para luego pararse al frente del pueblo de Klema e
ignorando sus rostros los cuales se veían muy confundidos, comenzó a hablar
espléndidamente, lo cual para el Pueblo también era algo nuevo.

— A partir de este momento, quien estará a cargo del Pueblo de Klema, será el Príncipe Jay,
quien en este momento se encuentra ausente, pero yo el Mayordomo Real tomare su
posición hasta su llegada, por mandato del Rey. Así que, la escuela y todos los asuntos de la
organización de Klema estarán bajo mi orden.

Hablo calmadamente y al terminar aclaro su garganta y mando a llamar a Ellen, quien en


ese momento estaba debajo de la plataforma, pues al escuchar su nombre rápidamente
obedeció y se acercó a él.

— Y por si lo olvidaba, por mandato del Rey a partir de este momento todas las mujeres
que quieran estudiar en la escuela de Klema. Podrán hacerlo, sin restricciones. —paro unos
segundo y abrazo de costado a la rubia y continúo hablando— Y sobre todo Ellen la
primera mujer que logro superar el examen para ingresar a la única escuela de Klema.

      — Gracias… —dijo la rubia al mismo tiempo que se ponía de puntillas y besaba la


mejilla del mayor. Sin darse cuenta que era observada por el Sheriff, quien en ese momento
se encontraba demasiado molesto.

— No hay de qué, pero cuando el Príncipe este aquí se lo podrás agradecer en persona, ya
que fue él quien abogo por esta ley antes de irse a la Guerra.

      — El Príncipe Jay.

Mientras tanto, en los pámpanos de uvas se encontraba el padre de la rubia sentado en una
de las rocas, quien agachado su cabeza lloraba silenciosamente mirando el retrato de su
difunta esposa.

Pues lo único que sentía en ese momento era impotencia, después de ver que su única hija
había ocasionado un conflicto desobedeciendo las normas de la Escuela de Klema, la cual
era la más respetada por todos los pueblos que estaban bajo la protección del Rey Marlon,
debido a que muchos jóvenes de otras ciudades viajaban mucho tiempo para poder estudiar
en dicha escuela. Pero su propia hija lo había deshonrado al postular a escondidas de él.
Miro a su alrededor y comenzó a pensar una manera de cómo arreglar la situación, ya que
no quería ver a nadie deshonrar a su pequeña hija y aunque su plan era un poco injusto para
ella, ya lo había decidido.

“Todo es por ti, mi pequeña Ellen” – dijo al mismo tiempo que se encaminaba hacia la casa
de su mejor amigo.

No obstante, al llegar la noche en donde la oscuridad no era dueña del cielo, gracias a la
luna que por su enorme tamaño alumbraba de lleno a todo el pueblo, dando una imagen
esplendorosa todos los días. La rubia se encontraba en la cafetería de su tía Elsa, regalando
galletas y sirviendo chocolate caliente a todos los clientes, después de haber recibido el
regalo que tanto quería, quiso recompensar a todas las personas que estaban a su lado
apoyándola con palabras motivadoras.

—Y a mí no me vas a dar nada…

      —Tú me tienes a mi tonto. —fue la respuesta de la rubia al quitarle la fuente de galletas


a Cody— Además… —volvió hablar antes de seguir repartiendo— Todavía no has visto lo
que tengo en la cabaña de mi padre para ti.

—¡¿De verdad?! —grito eufórico y después de ver la mirada de su madre, entro a la cocina,
teniendo en cuenta de que esta noche acompañaría a la rubia a su casa en busca de su
regalo.

Asimismo, mientras la rubia seguía en su trabajo, la puerta de la panadería fue abierta


segundos después de que se acabara la última bolsita de galletas, y sin voltear se dijo
internamente, que tendría que hacer algo rápidamente para la persona que estaba por entrar,
ya que las galletas se habían acabado y ella nunca había dejado a nadie sin su porción de
galletas, jamás. Escucho pasos detrás de ella y justo cuando iba a voltear a ver de quien se
trataba, la mirada de alegría en los ojos de su tía Elsa y de todas las personas que estaban en
el lugar, la hicieron darse cuenta de quien se trataba.

—Buenas noches, señorita Ellen.

Esa voz la conocía y le parecía demasiado agradable volver a oírla.

—Buenas noches a usted… —dijo al mismo tiempo que se daba la vuelta y le sonreía
tímidamente sin dejar de mirarlo a los ojos.

“Es tan pacifico sentir su presencia”

De igual manera, el Rey después de haber tenido una siesta al concluir su trabajo. Comenzó
a pensar sentado en su oficina en cómo le estaría yendo a su hijo, ya que el no saber nada
acerca de su viaje, lo desconcertaba. Y mucho más doloroso le era recordar lo mal que hizo
al retenerlo durante once años en el Catillo, en donde de seguro para un joven de su edad le
habría sido muy difícil adaptarse al estar encerrado en un solo lugar y no poder socializar
con los demás jóvenes de su edad.

Se puso de pie y camino hacia la cocina, pensando en que encontraría a Romo su fiel
amigo, pero al estar a cinco pasos de ese lugar, recordó que aquel hombre de fina barba
debía estar en ese momento en el pueblo de Klema, haciendo lo que su hijo debió hacer en
vez de ir a combatir en aquella guerra. Asimismo, le dijo a Sergio el cocinero que le hiciera
unos panes de mermelada de uva junto a un té de naranja, y que le dijera a Zack el nuevo
reemplazo de Romo que se lo llevara a su oficina.

—Y Sergio… —se detuvo antes de salir de la cocina— Muchas gracias.


      —No hay de que mi Rey. Hare todo lo que este a su orden.

Por otro lado, el príncipe y su ejército se encontraban a pocos minutos de llegar al pueblo
de Cloe. Pero se detuvo, después de escuchar una voz dentro de él, que le decía que lo
hiciera. A lo que inmediatamente mando a llamar a Owen, quien se encontraba en la parte
posterior de la fila. Y al tenerlo a su derecha comenzó a pensar, mientras era observado por
todos los soldados quienes confundidos lo miraban esperando respuesta.

—No podemos arriesgarnos en ir todos juntos. —Fueron sus palabras y Owen asintió con la
cabeza dando a entender que estaba de acuerdo con él— Lo primero, es que vayan un grupo
de doce como espías y miren como está el pueblo de Cloe y de allí veremos si podemos ir
todo de una vez.

      —Me parece correcto príncipe.

—Pero Príncipe Jay yo creo… —la voz de Michael interrumpió el comentario de Owen,
haciendo que todos a excepción del azabache se sorprendieran.

      —¿Usted qué cree? —respondió el Príncipe al mismo tiempo que le daba de comer una
manzana a su caballo— Diga su plan, antes de que ponga en pie el mío.

—Bueno, el mío es que todo el ejerció debería ir, incluyéndolo a usted. Así seremos más y
si los de la Revolución estuvieran allí, podremos vencerlos fácilmente si fuéramos en
cantidad.

      —La cantidad no hace a la calidad.

—¿Que?

      —Lo siento Gobernador, pero su plan no es lo que él me dijo.

Dijo el azabache y volvió su atención a Owen, el cual sabía muy bien a quien se refería el
Príncipe con decir “Él”.

—Entonces, Owen y el gobernador Michael junto a diez hombres más irán a Cloe y yo los
esperare con el resto del ejercito alrededor de dos horas y si no recibo respuesta, iré tras
ustedes ¿Esta bien?

      —Así será, mi Príncipe. —respondió Owen y todos los soldados comenzaron a gritar
animándose unos a otros.

A lo cual, Owen después de hablar en privado con el azabache y de entregarle la nota que el
Rey Marlon le dio antes de que encaminaran su viaje a Thania. Se fue junto a los once
rumbo a Cloe con la esperanza de poder regresar con buenas noticias. Pues a pesar de que
el Príncipe se veía muy tranquilo y a la vez sereno, algo dentro de él lo incomodaba y no
sabía el por qué. Cerro los ojos y respiro por unos segundos, para luego abrir aquella nota,
en donde al leer las primeras palabras, de sus ojos comenzaron a brotar lagrimas
abundantes, haciendo que todos los soldados que se habían quedado con él, lo miraran
incrédulos de lo que acababan de ver.

Nota…

“Hijo, te amo. Y no sabes cuan arrepentido estoy de haberte alejado de la sociedad


durante mucho tiempo, por lo cual también le pedí perdón a nuestro Dios y fue él quien me
ayudo a darme cuenta de que tú eres un joven valiente como su hijo Jesús, quien dio todo
por nosotros en la cruz. Si te escribo es porque quiero que seas un buen hombre conforme
al corazón de Dios y que cumplas el propósito que el ya predestino para ti, mucho antes de
que tu madre te diera a luz. No importa el tiempo, sé que volverás sano y salvo, porque su
Espíritu está contigo. Lo siento mucho y quiero que sepas que yo creo en ti mi Príncipe
Jay”

—Yo también te amo Padre y no pienso decepcionarlos.

A su vez en ese momento Ellen se encontraba sentada en una de las mesas mientras era
observada por su tía Elsa y su amigo Cody, quienes atentamente escuchaban la
conversación entre la rubia y aquel señor que parecían no darse cuenta del tiempo y
charlaban muy animadamente.

—Entonces, ¿esta es la panadería en donde tu trabajas?    —dijo el mayor al mismo tiempo


que sonreía emocionado por volver a ver a la de ojos grises.

      —Sí, es decir trabajo aquí desde los siete años y creo que ya se volvió un hábito para mí.

—Puedo verlo… Y tu tía es la pelirroja que te está observando junto a ese muchacho, creo
pensar.

      —Así es. Ellos son mi familia a parte de mi padre, al cual pronto conocerás. —hablo
con tranquilidad y sin pensarlo llamo a Elsa y a Cody para que saludaran a su nuevo amigo.

—Un gusto en conocerlos a los dos, mi nombre es…

      —Romo y es el Mayordomo Real. —le interrumpió Cody al momento que le extendía


una mano y el mayor le correspondía gustoso— Es un placer conocerlo y agradecerle por
proteger a Ellen, no sabe cuánto alivio me dio ver como usted ayudo a mi hermanita.

—Me siento alagado, pero yo no fui el autor original de esto. Hay alguien más.

Dicho esto, fue el inicio de una conversación larga y plena entre las únicas personas que se
encontraban dentro de aquella panadería. Para luego despedirse y que Romo vuelva al
Castillo junto a los soldados, quienes en todo momento lo esperaron afuera comiendo los
bocadillos y bebidas que la rubia les llevo después de enterarse, que ellos se encontraban
afuera, pues como eran muchos, no cabrían todos en la panadería, la cual era solo para
veinte personas. De igual manera, Elsa se fue a su casa sola debido a que su segundo hijo
iba acompañar a la rubia, porque ella sabía muy bien, que cuando a Cody alguien le
prometía algo siempre debían cumplirlo y más aún si era la rubia de ojos grises, los cuales
eran como hermanos y nunca los había visto discutir ni ocultarse nada entre ellos.
Con tan solo recordar las veces, que su segundo hijo se escapaba de la casa en las
madrugadas, al sentir que algo estaba pasando con Ellen. Pues tal y como lo presentía, la
rubia tenia pesadillas en las noches y él siempre estaba allí para ella. Inclusive Cody,
aprendió a preparar postres, con el propósito de animar a la rubia, ya que decía que cada
vez que la rubia estuviera triste o molesta, el sabría con qué postre podría animarla; los
dulces para los días tristes y los salados cuando su amiga estuviera empeñada a renegar con
todo el mundo.

—Mi querido hijo, es lo mejor que me ha pasado. —dijo la pelirroja antes de entrar a su
casa y reír por lo que acababa de recordar.

      —¿Quién de tus hijos, madre?

La pelirroja salto del susto al escuchar la voz del mayor de sus hijos.

—Madre tan intimidante es mi voz. Ya veo porque Ellen siempre huye al escuchar mi
potente voz… —hablo sarcástico al momento de ponerse a un lado para que su madre
pudiera entrar— Y por cierto mi suegro está visitándonos.

      —¿Suegro? —pregunto Elsa y al ver a su esposo sentado al lado de su amigo, a lo cual


entendió— Y se puede saber ¿A qué se debe su visita?

—A la futura boda de tu hijo.

“No lo puedo creer, ya lo están planeando”

—Y hablando de momentos felices, ¿Dónde está lo mejor que te ha pasado? Es decir,


¿Dónde está Cody, madre? —esta vez la voz de Lowsen cambio y Elsa cerro sus labios
ignorándolo.

En otras palabras, la pelirroja se había escabullido hacia la cocina y después cerrar la


puerta, con el pretexto de hacer la cena. El rubio lo entendió todo. E inmediatamente se
despidió de su padre y de Denzel, quienes tenía una conversación gustosa, lo cual el rubio
interrumpió tranquilamente para luego salir de su casa rumbo a la de su invitado.

“No pienso permitirlo. No otra vez” – dijo antes de subir a su caballo y cabalgar a toda
velocidad.

En cambio, el Mayordomo Real ya había vuelto al Palacio y al estar dentro de la Mansión


Real, no lo pensó ni un momento y fue directamente en donde se encontraba su amigo.
Abrió la puerta de aquella oficina, que para él le parecía más la habitación del Rey, debido
a que su Señor se pasaba todas las horas del día sentando en esa cómoda silla que en el
pasado fue un regalo del padre de su difunta esposa en el día de su boda. Y al estar dentro,
pudo observar como aquel hombre de rasgos oriental, alta estatura, y de porte militar y
como siempre muy bien vestido. Dormía apoyado en el escritorio al lado de una fuente, en
donde había restos de panecillos de mermelada y una taza, lo cual suponía que era de té de
naranja, el preferido del Rey. Lo miro por unos momentos y antes de despertarlo cerro sus
ojos con la intensión de orar por aquel hombre que una vez le salvo la vida.

—Dios, si escuchas mi oración. Ten presente que no es por mí que te hablo ahora, sino por
aquel hombre que elegiste para reinar entre todos los pueblos de este mundo. Que por favor
cuides a su hijo, que es el único recuerdo que le queda de su esposa. Sé que oíste mi clamor
y espero tu respuesta. Amén… —susurro lo último para sí, y antes de abrir los ojos escucho
la voz de su Señor.

      —Orando por mí, otra vez. —dijo el Rey Marlon, el cual ya se había levantado de su
escritorio y escondido la fuente en sus rodillas— Sabes que es lo mejor que pudiste haber
hecho ¿No?

—Lo sé, mi Rey.

      —Y cómo te fue con el pueblo de Klema?

—Muy bien, al igual que a usted con los panecillos de mermelada. —respondió risueño,
para que luego toda la habitación se llenara de carcajadas.

Así pues, el de fina barba saco su reporte y todos los papeles referentes a la administración
de Klema y comenzó a contarle detalle a detalle al Rey lo que había pasado esa tarde en
aquel pueblo, y sin olvidar de la gustosa cena que tuvo en la panadería junto a la rubia de
ojos grises, que cada vez más le daba la esperanza de que si había una persona indicada
para el puesto de reina.

Sin embargo, en aquel pueblo se encontraba la rubia junto a su amigo, quienes mientras
caminaban en dirección de la casa de la fémina. Comenzaron a sentir como si alguien
estaba detrás a ellos, a lo que la rubia trato de ignorar, pues ella sabía de quien se trataba.
Con tan solo decir, que ya estaba acostumbrada a que Travis, desapareciera por un tiempo y
que al terminar su trabajo la fuera a buscar, porque sin importar como, la encontraría.

Asimismo, siguieron caminado y llegado a la viña de su padre, Ellen comenzó a llamar a


Travis, ya que ella sabía muy bien, que su enorme mascota no se acercaría hasta que ella
mencionara su nombre.

—Travis, no juegues así. Ya te llamé cinco veces y no veo tu enorme cola cerca. —dijo
Ellen un poco asustada, pues esta era la primera vez que le pasaba algo así.

      —No crees que este con tu padre? —pregunto el castaño, recibiendo como respuesta un
no de Ellen, quien al doblar sus ojos suspiro molesta— ¿Qué pasa?

—Tu hermano está aquí.

Dijo y abrió la puerta de su casa, para encontrarse a Lowsen sentado en el sofá de su sala
junto a Travis, quien se veía muy cansado y a la vez débil. Y antes de que los dos amigos
dieran un paso dentro de la casa, Cody agarro delicadamente la pequeña cintura de la rubia
y puso sus labios en su oído.
—No caigas en su juego…

      —Está bien. —susurro la rubia y camino hacia su mascota, para cargarlo y llevarlo a su
habitación y servirle un poco de agua en su tazón— Quédate aquí, que mamá arreglara esto.

“Oh, eso espero”

Y al bajar al primer piso, se dio con la sorpresa de que los dos hermanos estaban en
completo silencio, puesto a que solo se podía escuchar el sonido de la fogata ardiendo,
haciendo tranquilizar la tensión que se había formado entre las tres personas presentes.

— Bueno, mi futura esposa yo vine hablar contigo, pero veo que mi hermano se adelantó
otra vez.

      —No estoy de acuerdo contigo Lowsen. Yo vine acompañar a Ellen después de trabajar
y además ella todavía no ha aceptado el compromiso, para que la llames futura esposa.

“Gracias Cody”

—Eso no te incumbe a ti. —el mayor alzo la voz.

      —No, pero si a Ellen. —Respondió Cody y la rubia fue a la cocina a traer dos vasos con
agua— Gracias rubia, no debías hacerlo.

—Gracias amor, me gusta tu generosidad.

      —¡Silencio! —Ellen gritó molesta y se sentó al lado de Cody— ¿Qué le hiciste a mi


perro?

—Yo nada. —hablo sarcástico, pues eso ya era una costumbre en él— Solo hicimos una
carrera con mi caballo. Y al parecer, tu viejo perro se cansó primero.

      —Sabes que eres un…

—Tranquila Ellen. —el castaño le interrumpió, al momento de coger su mano y apretarlo


suavemente— Yo creo que es hora de que vayamos a casa Lowsen, no quiero que sigas
molestando a Ellen y mucho menos en su propia casa.

      —No me iré hasta recibir respuestas, ya me cansé de los dos y mucho más de esta mujer
que lo único que hace es arruinar mi vida.

Pues la hora pasaba, y no había respuesta de Owen y de los once que iban con él. En ese
entonces el Príncipe Jay se veía muy angustiado y ninguno de los soldados parecía querer
acercarse a preguntar sobre la situación. La lluvia había comenzado a caer y se podía sentir
como los caballos ya no aguantaban más el barro. El azabache trato de tranquilizar a Pluto,
pero este seguía espantado por el fuerte ruido de los truenos, los cuales sonaban demasiado
cerca de ellos.

“¿Qué puedo hacer?” - Era el único pensamiento en la cabeza del Príncipe, pues no le
ayudaba mucho ver los rostros de temor en su ejército los cuales estaban empapados y con
el ceño fruncido. Puesto a que ya habían pasado más de tres horas y no veía todavía el
rostro del hombre que había estado con él desde su nacimiento. Owen no aparecía y no
había rastro de él. Por lo que, para prevenir una decisión incorrecta, el Príncipe le dio una
hora más, ya que supuso que el causante de su demora, era la lluvia.

Miro entre todos los soldados buscando algún rostro familiar y al encontrarse con aquel
joven que una noche atrás le interrumpió su momento a solas con Dios, lo llamo.

Este tragando saliva y ordenando a su caballo que caminara en dirección del Príncipe. Trato
de retener los nervios que sentía en ese momento.

—¿Mi Señor usted me llama? —dijo tímidamente.

      —Si soldado Elías. —el azabache solo tenía una idea y era que aquel joven, el cual tenía
el nombre de un profeta de la Biblia, debía aconsejarle— ¿Qué puedes decir acerca de lo
que debo hacer?

—¿Qué? —hablo casi en un susurro.

      —Solo quiero un consejo. No es nada para asustarse soldado.

—Bueno, yo creo que deberíamos de hacer lo que usted nos enseñó hacer, cuando
estábamos en el rio.

      —Orar.

—Así es, Príncipe Jay. —respondió el de pecas y después de que el azabache le hiciera una
señal de que comenzara, el pequeño soldado cerro sus ojos y comenzó a orar fuertemente,
haciendo que los demás soldados se unan a él.

Terminado aquella oración, que de por si duro como veinte minutos, en donde todos oraban
al Dios de su Príncipe esperando respuestas. Hasta que el pequeño Elías se detuvo de
repente. Pues el llevaba la primera voz de aquella oración. Y todos lo imitaron al darse
cuenta que la lluvia había parado al mismo tiempo, que el de pecas había dicho: “Amén”

—Príncipe creo que escuche la voz de Dios… —dijo el pequeño soldado y el Príncipe Jay
mando hacer silencio a todos, para poder escuchar lo que el tímido soldado iba decir— Él
me dijo que debíamos ir a Cloe y que no confiemos en las noticias que nos darán, sino que
confiemos en él y todo saldrá bien.

      —Lo creo, entonces anímense todos y vayamos por nuestra victoria.

Dicho esto, todos incluyendo el Príncipe se encaminaron a su destino y no pararon hasta


llegar a la entrada del Pueblo de Cloe, el segundo pueblo más pequeño del mundo.
Asimismo, el nombre de aquella ciudad fue puesto por su madre, quien al estar agradecida
con una mujer a quien conoció una noche espantosa, decidió juntamente con su esposo
ponerle aquel bello nombre a dicho pueblo, el cual era conocido por la bondad y
hospitalidad de los habitantes.

Él azabache miro hacia alrededor y pudo ver que todo transcurría normal, lo cual parecía
extraño. Así que, él fue el primero en entrar y mientras cabalgaba hacia la casa del
Gobernador Brandon fue retenido en la puerta por un grupo de hombres, quienes vestidos
pesimamente y con armas no letales en sus manos, comenzaron a reírse sin parar después
de ver al Príncipe solo. Aunque al principio el azabache los ignoro completamente, después
de ver que uno de ellos tenía puesto el collar de Owen, salto de su caballo y saco su espada
acercándose a dichos individuos y que los doscientos soldados que le acompañaban
hicieran lo mismo, haciendo que estos retrocedan atemorizados.

—Más les vale decirme ¿en dónde está el dueño de ese collar? O vendrán los demás
soldados más y no tendremos misericordia con ustedes.

      —¿Demás? —dijo uno de ellos y el Príncipe camino hacia él moviendo su cabeza desde
arriba hacia abajo.

—Pues nosotros somos más de dos mil. —esta vez hablo el que tenía el collar de Owen—
Y sabes que Príncipe, no le tenemos miedo ni a usted, ni a nadie.

“Eso dicen”

      —Mmm… Está bien, acepto que no me tengan miedo, pero al que viene conmigo
deberían temerle. Él es… —el azabache se detuvo y alzo su mirada al cielo y volvió a decir
— Él es más grande.

—Hablas de tu Dios de cuento de hadas Príncipe. Creo que usted no tuvo nada que hace en
toda su miserable vida ¿No?

Volvió hablar aquel hombre el cual cada vez que decía algo jugaba con el collar del General
Owen. Entonces, y con la poca paciencia que le quedaba, el azabache hizo la señal de
ataque a su ejército y justo cuando sus soldados iban combatir. Apareció Michael amarrado
de manos y pies y se paró en delante de ellos, haciendo que todos se detuvieran y que el
Príncipe junto a Elías y Nicanor se acercaran a él y lo desataran, para luego escuchar lo que
tenía que decir.

—Príncipe lo mataron, lo mataron… El trato de salvarme y mataron a Owen y a los demás.

Fueron las palabras del Gobernador de Thania y el azabache cerro sus ojos, molesto. Pero
inmediatamente sintió como la mano de Elías estaba en su hombro, haciendo que recuerdos
vengan a su memoria la vez que su padre le había contado que estando en otro pueblo de
visita, unos de los mensajeros el cual le había traicionado, había dicho que habían invadido
la Casa Real y que habían asesinado a Romo y que a me habían secuestrado, lo cual era
mentira. Pues ellos querían distraer a mi padre, para poder hacerlo volver a Klema rápido y
que en el camino lo atacaran, pero en esa situación el Rey no hizo caso a ningunas de las
palabras de aquel mensajero y lo único que hizo fue decir lo mismo que me atreví a decir.
—No puedo creerte, porque Dios no miente.

—¿Dios? ¿De que Dios me hablas niño estúpido? —esta vez Michael se había puesto de
pie rápidamente y después de reírse en la cara del azabache, camino hacia esos hombres
quienes al igual que el Gobernador de Thania, no paraban de burlarse del Príncipe— Solo
eres un niño inmaduro que está bajo los pantalones de tu padre y si no fuera por lo mucho
que vales, ya te abría partido en dos.

      —No te tengo miedo.

Asimismo, en aquella casa la rubia parecía querer explotar de furia contra el Sheriff,
después de que Cody los dejara solos y se fuera a la habitación de su amiga acompañar a
Travis. Lowsen le había hecho un sin fin de preguntas a Ellen, a lo cual la rubia tuvo que
responder sin ocultar nada, pues la sinceridad en ella era algo natural y mucho más si se
trataba del rubio de penetrante mirada.

—Entonces, me acabas de decir que no aceptaras casarte conmigo y que prefieres mil veces
casarte con mi pequeño hermano, antes de ir al altar sostenida de mi brazo. Que estudiaras
en la Escuela de Klema sin importarte mi opinión ni la de tu padre y que harás todos lo
posible para parar las fiestas que yo organizo cada semana. ¿Eso es lo que trataste de
decirme?

      —Si. —respondió cortante.

—Ya veo…

      — Y no te olvides que tampoco me he olvidado de lo que estas tratando de hacer a


escondidas del Rey Marlon con tu no victoriosa Revolución.

—¡Ah! Así que fuiste tú, la que se había metido a escondidas a la tienda de Danny y había
escuchado nuestra conversación. —dijo al mismo tiempo que se ponía de pie y caminaba en
dirección de la rubia, y sin pensarlo la levanto de los brazos e intento besar sus labios.

      —No. No. Déjame en paz patán.

La rubia lo había empujado hacia un lado y había corrido hacia la cocina encerrándose en
ella.

—No podrás negarte a mi Ellen. —grito el rubio— Serás mía, cueste lo que cueste o sino
morirás antes de que te vea en los brazos de otro.

      —No te tengo miedo Lowsen.

Cap.- CUATRO
“Un hilo de esperanza”
El Príncipe Jay junto a su ejército parecían perder el último aliento. La batalla se había
vuelto más intensa después de que dos mil hombres aparecieron portando armas y entre
todos se empeñaron en ir en contra del azabache, a lo cual un grupo de treinta soldados se
pusieron a su alrededor rodeándolo, mientras los demás luchaban para no perder sus vidas.
Espada contra espada, lanza contra bombas de arena y flechas que caían desde el cielo
hacia donde se encontraba el ejército de Klema, los cuales ya habían puestos sus escudos
encima de ellos, aunque el humo caliente ya había tomado el primer lugar en sus fosas
nasales, lo cual los tenía muy desconcertados. Asimismo, se podía ver como el sudor
mezclado con barro se había impregnado en los rostros de aquellos hombres que hacían
todo los posible para sobrevivir. Pues ya había pasado más de cinco horas en donde aquel
combate parecía no querer acabar, y el Príncipe lo único que podía hacer, era ver como sus
hombres uno por uno caían al suelo. Algunos muertos y otros muy heridos. El nunca espero
ver toda esa escena con sus propios ojos, ya que durante toda una década las guerras habían
cesado, después de que su padre había unido los reinos y los había vuelto sus pueblos bajo
su protección.

Suspiro cansado y después de gritar a los treinta que los respaldaban que se alejaran,
cabalgo a toda velocidad hacia donde se encontraba el punto de encuentro entre los dos
mandos.

Y estando en medio del ejercito de la Revolución, agacho su cabeza para decirle algo a su
caballo, al mismo tiempo que acariciaba su pelaje.

—Hoy no perderemos, porque la mano de Dios está con nosotros. —dijo y se detuvo al
sentir como sus enemigos venían contra el— Y Pluto. Solo avanza y no retrocedas por
ningún motivo…

Haciendo que sus enemigos comiencen a reír y en un abrir y cerrar de ojos, el salté de su
caballo y comience a pelear a filo de espada con cualquier hombre que viniera hacia él.
Aunque algo dentro de él le reprimía diciéndole que ellos deberían estar en combate con él,
no en contra de él, pues ellos eran parte del pueblo que Dios le había dado a su padre y a
causa de su maldad, se habían revelado.

—¡Príncipe! ¡Príncipe, no combata más! —la voz de Nicanor era demasiado fuerte, que a
pesar de que el azabache estaba demasiado lejos de él pudo oírlo, pero lo ignoro.

      —Puedo permitir que se burlen de mí y de mi padre, pero no de mi Dios.

Dijo el Príncipe y siguió luchando contra todos, pues era increíble ver a un solo hombre
luchar contra cuarenta, cincuenta hombres él solo y vencerlos sin matar a ninguno,
causándoles heridas secuenciales que los dejaría inmóviles por un buen tiempo.

—Uno, dos, tres… Veinticinco… —contaba el Príncipe al darse cuenta que el ejército
contrario había reducido sus hombres y que algunos habían huido— Solo queda la tercera
parte de su ejército y Dios habrá obtenido la victoria final.

      —Puedo saber lo que piensas niño…


“Michael”

—Crees que me venciste ¿No? —dijo el exgobernador de Thania al momento que se


alejaba poco a poco de la batalla junto a su ejército— Pues todavía esto no se acabado y
mucho más, porque ahora tengo a tu general, y sé que vendrás a buscarlo cueste lo que
cueste. Así que te daré una oportunidad.

      —¡¿Oportunidad?! —grito el azabache incrédulo.

—Así es. —esta vez la voz de Michael era menos audible, pues su distancia era más larga
cada vez más— Una vida por otra, una vida por todo tu pueblo Príncipe Jay.

Fue lo último que dijo para que luego huyera del lugar junto a los pocos hombres que le
quedaba y que el azabache soltara un suspiro de alivio antes de reunirse con su ejército.

Mientras tanto en la Panadería de Klema…

—Me duele el corazón muy fuerte Cody.

      —¿Ellen, acaso mi hermano te hiso algo? —pregunto el castaño al mirar como la rubia
se sentaba en una de las sillas y suspiraba cansada, ya que todavía no había ningún cliente
— Y todavía no puedo creer que te haya dejado sola con él.

—No. —negó la rubia.

      —No puedo creerte rubia, porque hasta ahora no me has dicho nada de lo que paso entre
ustedes dos.

—Solo descansare un poco y se me pasara. —dijo y cerro sus ojos tratando de recordar las
palabras de aliento, del libro que leía cada noche.

“Esta es mi mejor anestesia”

— Más bien me gustaría probar ese postre que dijiste que habías inventado para mí. O crees
que ya me olvidé…

      —Está bien. —dijo Cody incrédulo al mismo tiempo que le daba un beso en la cabeza a
la rubia, para luego retirarse— No me rendiré fácilmente.

No obstante, Ellen después de ver como su preocupado amigo entraba a la cocina. Trato de
ponerse de pie, para seguir con su trabajo, pero fue imposible. Entonces, al darse cuenta
que no podría seguir evitando las preguntas de Cody, saco su pequeño libro de dibujos y
comenzó a dibujar esperando que aquel dolor, lo cual no era físico, se detuviera. Pues al
coger su lápiz, se quedó sorprendida de que su mano no paraba de moverse, dibujaba y
dibujaba sin parar y a pesar de quería parar, no podía hacerlo.

Primero logro ver que había dibujado un rostro masculino sin ojos y luego el cuerpo de
aquel rostro, el cual vestía de una manera diferente y nunca antes vista para ella.

Lo miro por unos segundos y se dijo así misma que parara, ya que, si su amigo llegara a
mirar su bien redactado dibujo, le iba hacer nuevamente un sin fin de preguntas. Y por
ahora, ella no quería responder ninguna, aunque algo dentro de ella le decía que aquel
hombre que estaba en su cuaderno, le parecía extrañamente familiar.

“¿Me parece o dibuje alguien de la realeza?” – susurro para sí, antes de cerrar su cuaderno
al ver el tierno rostro de su amigo asomarse por la puerta de la cocina.

Mientras tanto, en la casa Real, el Rey Marlom se encontraba cabalgando su corsé Real en
la enorme viña del Castillo y antes de terminar su rutina diaria, pudo ver como a lo lejos
uno de sus servidores lo llamaba alzando sus manos en señal de saludo. Río
disimuladamente y antes de que pudiera responderle el saludo, su caballo comenzó a correr,
pues este ya sabía lo que estaba pasando y el más que nadie quería estar presente. La yegua
pareja de su corsé estaba dando a luz al primogénito de su amigo de toda la vida, por
primera vez después de muchos intentos, lo habían logrado.

—¡Veo que te alegra la noticia de ser padre! —le grito el Rey a su caballo, al ver que este
no se detendría hasta llegar a su paradero.

Pues tal y como lo esperaba, al llegar al establo de los caballos Reales, se encontró con la
yegua que un tiempo atrás fue la movilidad de su esposa, y pudo ver como esta había dado
a luz a un hermoso caballo Akhal-Teke. A lo que después de bajar de su enorme caballo,
camino hacia aquel potrillo, al mismo tiempo que sacaba un pañuelo de unos de sus
bolsillos y sin dudarlo agarro su pequeña cabeza y comenzó a limpiar su rostro con la
intensión de ver cuál era el color de sus ojos. Pues este todavía no los había abierto y la
madre parecía preocupada ante la situación.

—Tus ojos, pequeño, quiero ver tus ojos. —dijo el Rey, pero fue interrumpido por la
presencia de Romo, quien traía consigo una carta en su mano.

      —Mi Señor, traigo noticias.

—¿Noticias? —se levantó el Rey exhausto y comenzó a caminar en dirección del


Mayordomo Real.

Sin darse cuenta de que unos de sus siervos, se había acercado al potrillo y había vistos los
hermosos ojos de aquel cachorro.

—Su majestad son grises, el color de los ojos del pequeño caballo Real. Son grises.

      —No puede haber una mejor noticia que esta.

Fueron las últimas palabras del Rey antes de salir del establo y caminar junto a Romo hacia
el Castillo Real y que estando ya en la sala cómodos en los enormes sofás, los dos se
miraran cómplices, de como si las respuestas a sus dudas habían sido respondidas. Pero el
rostro de alegría en la cara del Rey Marlom, no duro mucho. Pues mientras más leía la
carta, que la paloma de su único hijo había traído, su semblante decayó completamente. A
lo que su amigo lo dedujo rápidamente y agacho la cabeza triste y no dijo nada hasta que su
Señor fuera el primero en hablar. Ya había pasado dos días de la partida del Príncipe y hasta
ese momento era la única vez que se sabía algo de él, aunque fueran malas noticias.

Y cuando el Rey hubo acabado de leer la carta, suspiro unas cuantas veces pensativo, pero
decidió romper su silencio al ver el rostro de preocupación en Romo, lo llamo y este
levanto la cabeza.

—Sabes… Owen ha sido secuestrado.

      —¿Owen? —dijo Romo sorprendido y el Rey movió su cabeza en señal de afirmación.

—El Gobernador de Thania y Cloe están con la Revolución. —esta vez el Rey había
arrugado la carta en sus manos— Y dice mi hijo que todo está bajo control.

      —Bueno, si el Príncipe lo dice yo creo que es cierto, mi Rey.

—Pero también me dice que han perdido entre ciento veinte soldados fallecidos y hay
noventa ocho heridos. Lo cual me hace dudarlo ¿No crees? —hablo el Rey exaltado y
Romo solo hizo silencio, pues no quería empeorar más las cosas— Solo quiero protegerlo,
pero no puedo hacer nada.

      —Porque él debe hacerlo solo y por su pueblo.

—Así es.

Más tarde, llegado el medio día, se podía como ver al padre de Ellen trabajaba en su campo
mientras recordaba todo lo que había pasado ayer por la noche cuando llego a su casa,
encontrándose con una escena que lo dejo intranquilo, pero a la vez culpable.

No podía creer que su propia hija se había encerrado en la cocina, para que su futuro esposo
no pudiera hacerle daño. Una lagrima cayo de sus celestes ojos y este se la seco con su
hombro, tratando de evitar que más vuelvan a salir. Teniendo en cuenta de que su hija
vendría almorzar y no quería que ella lo viera en esa condición, aunque ya se había
enterado de lo que el mayordomo Real había hecho por la rubia, gracias a Elsa, la cual no
dejo de hablar del mismo tema durante toda la cena que tuvo con su amigo Derek.

“¿Hacerle daño?” - Fue la pregunta que Denzel se hizo antes de entrar a su casa y recordar
las palabras de Elsa.

Pues toda la mañana lo único que hacía era recordar y recordar, hasta el cansancio. Dado
que Elsa antes de que él saliera de su casa, lo llamo disimuladamente y le dijo un montón
de palabras que al principio lo hicieron confundirse, pero al darse cuenta de que Elsa había
sido como una madre para Ellen desde que llegaron a ese pueblo hace once años, no pudo
refutar nada con la esposa de su mejor amigo. Su hija parecía infeliz con el compromiso
con Lowsen y no lo podía negar, pero que la propia madre del susodicho también este en
contra, eso lo hacía querer olvidarlo todo, pues él ya había hecho una promesa y no podía
volver atrás.

—Papá. Papá… —la rubia ya había llegado— ¿No piensas entrar? o ¿Piensas comer en la
puerta?

      —Solo si tu comes conmigo.

—Entonces, sacare los platos servidos.

    —Está bien, te espero. —dijo Denzel al ver a su preciosa hija entrar junto a su mascota a
la cocina de su casa y que esta dejara una cajita en la mesa de la sala.

“Lo siento mi pequeña”

Terminado el almuerzo con su padre, la rubia junto a su mascota se fue a su rutina de cada
semana, ir a la playa. Y estando en la orilla del mar descubierto sus pies miro al cielo y
comenzó hablar con aquel que había hecho muchas obras en el libro que leía siempre antes
de dormir. Aunque de vez en cuando, volteaba a mirar el Castillo, lo cual era muy notorio
debido a que estaba en medio del mar y solo había un único puente para llegar hacia él.
Recordando la primera vez que había descubierto aquel lugar secreto, que solo ella y Travis
conocían. Pues ya habían pasado once años y todo se veía diferente; sus ganas de algún día
entrar aquel enorme Castillo aumentaban más y más, haciéndole querer cruzar ese enorme
puente de madera muy fina, aunque eso le quite la vida.

—Solo es una locura. —dijo fuertemente y volvió su atención a su mascota.

“Aunque sea una maravillosa locura”

—¿Locura? —escucho aquella voz detrás ella, haciendo que voltee rápidamente— Buenas
tardes, señorita Ellen.

      —Buenas tardes.

—Veo que el mar es tu lugar favorito, mejor dicho, es uno de tus lugares favoritos ¿No?

      —Si lo es. —respondió la rubia al mismo tiempo que se ponía su calzado ocultando sus
nervios— Y que le trae por aquí Mayordomo Real? —hablo formalmente y el mayor solo
rio para luego responderle.

—Yo me dirigía al pueblo de Klema, pero al verte desde lejos, no dude en venir a saludarte.

      —Eso es un halago, pero a la vez un honor mi Señor.

—No lo es, si te pido que me acompañes a ver las nuevas oficinas que han hecho para el
Príncipe. —dijo el mayor y la rubia sonrió tímidamente, moviendo la cabeza en señal de
afirmación.

Ellen se puso de pie y acomodo su vestido perla y después de hacer un ruido con sus labios,
con la intención de llamar a su mascota. Comenzó a caminar a la par de aquel simpático
señor, teniendo en cuenta que detrás de ellos había como setenta soldados que los
resguardan. Y mientras ellos se encaminaban a su destino, la rubia no dejaba de visualizar
disimuladamente al hombre que estaba a su lado, pues ella era una buena dibujante y no iba
a dudar en dibujar a los habitantes de la Casa Real, incluyendo los soldados.

“Alta estatura” - pensó la rubia. “Rostro triangular”, “barba partida en el labio superior y
fina en el inferior”, “labios pequeños color coral”, “cabello negro, bien peinado” – rio con
lo último y después se acordó de algo.

—¡Su edad! —grito, asustando a su acompañante y a todos los que estaban con él.

      —¿Mi edad? —pregunto Romo, haciendo que la rubia cierre sus labios nerviosa— Pude
ver cómo me mirabas y los supuse.

“¿Se dio cuenta?”

—Sabes en todo este tiempo trabajando como mayordomo, he aprendido a leer a las
personas atreves de su acciones o gestos. No es fácil, pero te acostumbras.

      —Lo siento, mi señor.

—No tienes porque mi niña. Solo es curiosidad y eso no es nada de qué avergonzarse.

      —Si lo entiendo, pero mi curiosidad pudo haberlo incomodado a usted y también a los
soldados que nos acompañan. —respondió la rubia, para luego ver como el mayor se reía
calladamente y la miraba misericordioso— En serio, lo lamento.

—Así lo veo… Pero no te olvides de que siempre llevo conmigo un bastón y es porque
hace mucho tiempo atrás tuve un accidente. Del cual te hablare en otro momento, pero por
ahora solo quiero saber y escuchar más de Ellen Valleys Thorns, la bella joven que ha
logrado cumplir su mayor sueño, que es estudiar.

      —No te aburrirás…

—Nunca.

Así fue, el inicio de una dichosa amistad entre una muchacha valiente y un Mayordomo, el
cual había vivido casi toda su vida en el Castillo Real sin tener contacto con nadie del
exterior, ya que su único y querido trabajo era estar siempre al lado del Rey y cuidar de
aquel niño que ahora ya se había hecho joven.

“Jay…” - fue el susurro de Romo, al ver como aquella jovencita rubia de ojos grises no
dejaba de hablar durante todo el camino, contándole a una voz toda su vida.

Recordándole a su Joven Amo, el cual y al igual que su acompañante siempre lo retenía en


sus labores diarios para contarle detalladamente todas las experiencias que tenía cada vez
que leía un libro, haciendo que él aprendiera el valor del silencio y del saber escuchar a los
demás, demostrando interés en la conversación. Aunque muchas veces no era parte de ella.
—¡Basta! —grito el Príncipe harto de escuchar quejas y más quejas de los soldados
sobrevivientes del primer combate.

“No puedo creerlo”

—Estoy cansado de escuchar sus palabras de incredulidad y desanimo. Si vuelvo a verlos


nuevamente de esta manera, tendré que ir solo a combatir contra la Revolución, porque no
pienso combatir con hombres de poca fe.

      —Discúlpenos, Príncipe Jay. —Henry alzo la voz entre la multitud, haciendo que todos
hicieran silencio para escucharlo— Creo que usted no tendrá que luchar solo.

—¿Qué? —Jay parecía confundido.

      —No tendrá que luchar solo, porque yo iré con usted.

—Yo también. —esta vez fue el nervioso de Elías.

      —Y yo, mi Señor… —Nicanor se unió a ellos— Pues usted y su padre, han dado su
propia vida para que nuestro pueblo y todos los pueblos vecinos estén protegidos y que
ningún hogar o se quede sin alimento. Eso gracias a que Dios los puso en nuestro camino.

Esas fueron las palabras del joven de calva cabellera y ojos muy profundos, haciendo que
de un momento a otro todos los soldados se pusieran de rodillas e inclinaran su rostro en
señal de reverencia hacia el Príncipe y que este sonriera maravillado por lo que acababa de
pasar, pues este ya sabía a quién iba a poner de su mano derecha, el cual iba a estar a cargo
de todos los soldados junto a él. Sin embargo, y después de haber enterrado a todos los
soldados fallecidos unas horas antes, el Príncipe encargo a Ítalo el primo de Owen que
junto a veinte soldados los cuales eran los encargados de cuidar y curar a los heridos, que se
quedaran escondidos en el bosque cuidando a los soldados heridos hasta su reencuentro.

Asimismo, el Príncipe Jay puso a Nicanor como el segundo al mando junto a Henry y a
Elías como su escudero, y así partieron hacia su destino, en donde no sabían que les
esperaba. Solo querían justicia e iban a luchar por ello.

— ¡Mi Rey! ¿Qué fue lo que pasó? —dijo Zack, el nuevo asistente del Rey al verlo
arrodillado en el filo de su recamara y con lágrimas en los ojos— Yo no vi cuando se
cayó… Estuve ocupado… Fue mi culpa…

— ¿Tu culpa? —pregunto curioso el de finos ojos.

— Si, mi Rey.

      — Entonces, debería recompensarte. Puesto a que, por culpa tuya, he podido charlar un
momento con el Creador de mi vida.

— Disculpa. Yo no entiendo a mi Rey. —hablo el de cabello castaño y pecas en el rostro—


¿Podría por favor enseñarme?
— Con gusto, mi siervo.

Y así el Rey durante aproximadamente cuatro horas, hablo y hablo acerca de lo que había
leído en la Biblia; gracias a su esposa a quien conoció por primera vez en una laguna, en
donde se enamoraron y comprometieron ese mismo día. Pues el Rey Marlom, cuando
todavía no era Rey, había dedicado toda su vida a sembrar y cosechar muchas semillas de
diferentes especies, con el fin de poder alimentar a sus padres, los cuales en ese tiempo eran
muy pobres que sus cuerpos estaban muy débiles, uniéndoles caminar o hacer cualquier
tipo de esfuerzo al querer trabajar. Por lo que El Rey siendo aún muy joven, tuvo que cuidar
de su propia familia, cuando apenas tenía siete años.

Sin embargo, aunque su vida fue muy difícil, aquel joven de hermosa apariencia y bello
físico, nunca se detuvo. Sembró y sembró hasta que cumplió los veintiún años, en donde
tuvo un encuentro sobrenatural que cambio su vida para siempre.

— Entonces, mi Rey usted leyó todo en ese libro, ¿también llamada Biblia? —pregunto el
joven muy curioso, al mismo tiempo que se tapaba los labios con sus manos.

— Si, y hay mucho más todavía.

— ¿Más? —alzo la voz, a lo que el Rey asintió risueño— Y usted logro terminar de leer
aquella Biblia?

— Bueno, lo he leído muchas veces, que hasta ahora no recuerdo.

“Fue lo mejor”

— Aunque muchas veces no lo he leído de corrido, sino que he leído diferentes epístolas y
así sucesivamente. Pero fue mi esposa la que logro leerlo por más de cien veces. Ella fue la
que me inspiro a seguir leyendo, hasta lograr comprender cada escritura… ella era
impresionante.

— ¿La reina?

— Así es.

Asimismo, terminada aquella charla extensa, el Rey decidió e ir a pasear por todo el
Castillo, pues, aunque no quería aceptarlo. Se sentía muy preocupado e impotente de no
poder hacer nada todavía.

Subió a la azotea en donde había un gran invernadero lleno de diferentes tipos de flores y
semillas, que era su pasatiempo favorito, porque a pesar de que ya no trabajaba en eso
como cuando era joven, el amor por las plantas y por ver crecer un diferente fruto con cada
semilla que recolectaba, lo hacía muy feliz y a la vez le daba paz, sabiendo que el creador
de todo esto era demasiado Poderoso. Así pues, el Rey bajo hacia el primer piso del castillo,
para recorrer cada lugar con la única intensión de relajarse viendo todo lo que Dios le había
dado. Primero, visito el lado este del Castillo, en donde en la parte más profunda estaba su
habitación, a su lado la elegante oficina Magistral, la cual estaba al frente de la inmensa
biblioteca y a su derecha se encontraba la habitación del Príncipe cuando todavía era un
bebe.

Fue allí en donde decidió entrar, para observar aquel hermoso lugar, en donde había un
montón de juguetes y pinturas que su esposa había dibujado para su hijo antes de nacer,
pues a pesar de que habían pasado muchos años, aquella habitación se veía en muy buen
estado, ya que el Rey siempre se encargaba de ordenar y limpiar dicha habitación, en la
cual paso casi todo el tiempo después de la muerte de su esposa, debido a que él sería la
única persona quien cuidaría del futuro Príncipe y no iba a dejar que nada le ocurriera
mientras él estaba presente.

“El tiempo parece no querer detenerse, solo sigue y sigue dejando atrás el pasado, para
nunca volver” – dijo casi en un susurro al salir de aquella habitación y encaminarse hacia su
propósito inicial.

Mientras tanto, en el Pueblo de Klema se encontraba en las oficinas Reales, el Mayordomo


Real junto a Ellen quienes ordenaban pacientemente la inmensa oficina que sería para el
futuro gobernante de Klema, el Príncipe Jay. Pues la rubia quería demostrar su gratitud con
aquel joven que permitió que ella pueda cumplir con su sueño, a lo cual ella creía que había
sido llamada a ser.

— Ellen pequeña, ¿no crees que deberíamos descansar un poco? —dijo Romo al ver como
la rubia ordenaba y limpiaba sin parar, hasta que su hermoso vestido perla obtenga muchas
manchas de suciedad.

— ¿Descansar? —pregunto sorprendida y Romo movió su cabeza afirmando sus


palabras— Si, creo que lo necesitaba.

— Y yo lo note. Por eso estoy aquí para poder ser de ayuda, así como tú también lo eres
para mí.

— Gracias…

— No hay de qué. Pero será mejor que encontremos un lugar en donde podamos comer la
comida del medio día o sino tendremos que ir a preparar nosotros mismos, nuestra propia
comida. —Romo hablaba suavemente, a lo que Ellen atendía sin distraerse, hasta que se
acordó de algo que la dejo preocupada.

— ¡El almuerzo! —grito— Tengo que ir a comer con mi padre, se lo prometí. —dijo
un poco apenada, pero al ver como Romo le sonreía tuvo una gran idea— Mmm…
bueno, usted quisiera venir conmigo?

— Suena una hermosa idea.

En cambio, en la casa de la rubia se encontraba aquel señor de hombros anchos alta


estatura, parado en la puerta esperando a que su hija cumpliera con su promesa. Ya había
terminado de cocinar el plato favorito de la rubia y solo podía imaginar en todos los elogios
que su pequeña hija haría con tal de excusarse de su continua tardanza, al almorzar.

Miró su viejo reloj que tenía en su brazo derecho, y antes de que levante su cabeza para ver
por última vez hacia el camino por donde siempre venia su única hija, cerró los ojos en un
suspiro de desánimo, pues a él no le gustaba comer solo y la rubia lo sabía muy bien, ya
que siempre quince minutos antes del mediodía, le pedía permiso a Elsa que la dejara ir a su
casa, porque debía ir a comer con el hombre que lo había dado todo por ella.

— Es muy tarde, mejor comeré antes de que se enfrié todo. —hablo desanimado, para
luego darse la vuelta rendido.

— Pues yo creo que tendremos que cocinar para más… —volvió a darse la vuelta,
encontrándose con su hermosa hija y un hombre mayor, quien venía consigo con
muchos soldados— Papá, y siempre cumplo con mis promesas.

“¿Esto es reas?”

— Ellen, amor. ¿Qué pasa aquí? —fue lo único que pudo decir.

— Traje invitados papá.

Y así transcurrió toda la tarde, en donde Ellen juntamente con su papa se dedicaron a
cocinar mientras hablaban de muchos temas, pues cocinar para muchas personar, era algo
nuevo para ellos, ya que siempre eran los dos los únicos que comían en la mesa. Pero ahora
su sala, la cual era grande para ser una pequeña casa, estaba llena de personas que
esperaban ansiosos poder probar aquella deliciosa comida que por la puerta de la cocina
salía su exquisito olor.

No obstante, en el Castillo se podía ver como desde del balcón de la oficina del Rey, una
bandera blanca había sido puesta. Pues el Rey estaba anunciando a demás guerreros,
quienes se quedaron para cuidar al Rey que podían partir camino a la guerra que se estaba
dando en las afuera del pueblo de Cloe. Puesto, aunque el Rey quiera acompañarlos, él
sabía perfectamente que eso no podía ser posible. Esta era la misión de hijo y debía respetar
su decisión. Miro por el balcón como sus soldados salían a toda velocidad de la inmensa
puerta que protegía a todo el castillo, pues, aunque el Castillo en verdad era una Isla a las
orillas del mar, aquel puente que separaba al Castillo del Pueblo, era muy resistente, que a
pesar de que cinco mil hombres a caballo pasaran a la misma vez por allí, no se rompería.
Asimismo, el Rey acompañado por Zack, su asistente, fue a visitar a su caballo, quien de
seguro en este momento al lado de su recién nacido potrillo.

   

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