Sala de Casacion Civil

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SALA DE CASACION CIVIL

Magistrado Ponente: CARLOS OBERTO VÉLEZ

En el procedimiento por intimación y estimación de honorarios profesionales seguido ante el


Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción
Judicial del estado Miranda por los abogados RAFAEL ANTONIO MACIAS MATA y PEDRO
BOTERO BASELICE, actuando en su propio nombre y en defensa de sus derechos, contra el
ciudadano VITTORIO PIACCENTINI PUPARO, quien no tiene mandatario judicial constituidos en
actas; el Juzgado Superior Accidental en lo Civil, Mercantil, del Tránsito y de Menores de la citada
Circunscripción Judicial, conociendo como tribunal de Reenvío, dictó sentencia el 8 de julio de 1999 y
condenó al intimado a) al pago de los honorarios demandados; b) ordenó la indexación o corrección
monetaria del monto de los emolumentos antes mencionados y finalmente c) condenó al intimado
perdidoso al pago de las costas procesales.
Contra el fallo proferido, anunció recurso de casación el intimado y negada su admisión,
recurrió de hecho, lo cual fue declarado con lugar.
En consecuencia, una vez admitido, fue oportunamente formalizado. Hubo impugnación, sin
réplica.
Concluida la sustanciación del presente recurso y siendo la oportunidad para decidir, pasa la
Sala a dictar su máxima decisión procesal, bajo la ponencia del Magistrado que con tal carácter
suscribe el presente fallo y lo hace previas las siguientes consideraciones:
PUNTO PREVIO
El impugnante, profesional del derecho Miguel Angel Pacheco, contradice la formalización
efectuada, alegando que la actuación procesal desarrollada por el recurrente, ciudadano Vittorio
Piaccentini Puparo, ante este Máximo Tribunal, lo hace asistido del profesional del derecho Héctor
Rafael Briceño, hecho éste, que en su opinión, invalida el escrito de formalización del recurso de
casación, por cuanto, aduce, debe ser suscrito por un abogado en ejercicio, quien además cumpla con
los requisitos establecidos el artículo 324 del Código de Procedimiento Civil, para litigar ante este
Tribunal Supremo, y no por quien carezca de tales condiciones. Fue con base a dichos argumentos que
solicita se tenga como no presentado el escrito de formalización, y se declare perecido el recurso,
debido a que, lo consignó una persona que no es abogado.
 
Para decidir, la Sala observa:
La Ley de Abogados, texto que rige la actividad profesional de los abogados en el amplio
ámbito de su ejercicio, en su artículo 4, establece:
“Toda persona puede utilizar los órganos de la administración de justicia para la defensa de sus
derechos e intereses. Sin embargo, quien sin ser abogado deba estar en juicio como actor, como
demandado o cuando se trate de quien ejerza la representación por disposición de la Ley o en
virtud de contrato, deberá nombrar abogado, para que lo represente o asista en todo el proceso.
 Si la parte se negare a designar abogado esta designación la hará el Juez. En este caso la
contestación de la demanda se definirá por cinco audiencias La falta de nombramiento a que se
refiere este artículo será motivo de reposición de la causa, sin perjuicio de la responsabilidad que
corresponde al Juez de conformidad con la Ley.” (Subrayado de la Sala).
De la norma transcrita se colige, sin lugar a dudas, la protección al ejercicio de la defensa de los
derechos e intereses del ciudadano, de progenie constitucional, expresamente establecido en el artículo
26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Toda persona que por alguna razón tenga que comparecer ante los órganos de administración de
justicia, necesariamente debe contar con el concurso de un profesional de la abogacía para esgrimir
ante aquéllos sus defensas, bien como actores o como demandados; esto es así, en protección,
resguardo y garantía de que sus actuaciones en el proceso estuvieran amparadas por un profesional en
la materia.
Ahora bien, la norma legal en comentarios, prevé dos formas para hacerlo, a saber el abogado
puede actuar como mandatario legalmente instituido, lo cual requiere el otorgamiento de un mandato
con el cumplimiento de una serie de formalidades previstas en la ley; pero, también puede actuar como
abogado asistente del legitimado, ello en virtud de que ninguna persona está obligada a constituir
apoderados o representantes para la defensa de sus derechos. En esta situación, es obvio que el abogado
que presta su concurso como asistente de la parte, debe reunir los requisitos necesarios y exigidos en el
artículo 324 del Código Adjetivo, a fin de ejercer el auxilio legal a su cliente ante este Máximo
Tribunal. Así lo estableció, esta Sala de casación, en decisión de fecha 13 de noviembre de 1991, aún
vigente, cuando asentó:
“...El profesional del derecho puede actuar en el juicio, bien representando a su poderdante, caso en el
cual sus actuaciones se entiende realizadas por éste, o bien asistiendo a algunas de las partes litigantes,
actuaciones estas en el que el asistido si debe estar presente en dichos actos, entendiéndose que los
mismos son realizados por él...”
  Distinta es la hipótesis de un abogado quien con el carácter de mandatario judicial de una parte
en el proceso; pero, sin reunir los requisitos establecido en el mentado artículo 324, deba actuar ante
este Alto Tribunal y para ello se haga asistir de otro profesional del derecho que si los reúna, en este
caso no es admisible tal asistencia, pues el asistido no es la parte material sino su representante. En este
sentido se ha pronunciado la doctrina de la Sala, de la siguiente manera:
“...La Sala finalmente, en sentencia del 11 de Noviembre (Sic) de 1991, (Erasmo Herminio
Herrera Hernández y otra contra Jorge Alberto Araque Dávila y otra), amplió su doctrina en la
materia y señaló que no es admisible que abogados que no reúnan la especial capacidad de
postulación exigida en el art. 324 del Código de Procedimiento Civil, se hagan asistir por
abogados que si están habilitados y actúen ante la Sala. Así en dicha decisión se expresó:
 
‘Analizando, con detenimiento, el contenido de esta norma, de la misma se infiere que el
legislador se refiere a los requisitos que debe llenar el abogado que vaya a formalizar y contestar
el recurso de Casación (Sic) o quisiera intervenir en los actos de réplica y contrarréplica, lo que,
impretermitiblemente debe entenderse a los profesionales del derecho que fungen como
apoderados de las partes litigantes pero nunca extendidos a los abogados que, sin tener ese
carácter, asisten a los profesionales que sí lo tienen, salvo que las asistidas sean las propias partes
del proceso’.
‘Si bien la Sala pudiera haber aceptado esta situación, en otras oportunidades, sin embargo,
penetrada en serias dudas acerca de la legalidad de tal actuación, decide modificar su doctrina, en
lo atinente a no aceptar formalizaciones e impugnaciones ni como realizados los actos de réplica y
contrarréplica, si en los mismos aparece actuando el apoderado judicial de cualquiera de las partes,
asistido, a su vez, por un profesional del derecho que sí está habilitado para actuar ante esta
Corte’.
‘Si bien es permitido que las partes sean asistidas en actuaciones del proceso por profesionales del
derecho, y pudiera darse el caso que aquellas, a su vez fuesen abogados, sin embargo, tal
actuación no es permisible en actuaciones de abogados que ostentan el carácter de apoderados
judiciales de las partes, dada la legitimidad de la que están investidos para actuar en su nombre y
representación’
‘Si esto es así, mucho menos justificación tendría el permitir que abogados que deban actuar ante
esta Corte, en defensa de los derechos de sus representados, se hagan asistir de otros
profesionales, por la circunstancia de no reunir ellos los requisitos exigidos por el legislador
patrio, para cumplir actuaciones ante el Alto Tribunal’.
‘En estos casos, a falta de la habilitación requerida por la normativa procesal, conviene que la
misma parte se haga representar o asistir por abogados que sí llenen los requisitos del art. 324 del
Código de Procedimiento Civil, pero nunca que el apoderado judicial que la ha representado en la
instancia, actué ante la Corte asistido de un profesional del Derecho que sí tenga especial
capacidad de postulación’.
 ‘Es por ello que, a partir de esta fecha, en caso como estos la Corte tendrá como no presentado el
escrito de formalización o de impugnación o como no realizados los actos de réplica y
contrarréplica, declarando en el primer supuesto, perecido el recurso de casación’.
 ‘Esta hubiese tenido que ser la declaratoria en el presente asunto, en atención a que el
apoderado judicial de la parte recurrente, abogado Felipe Antonio Suárez Flores, estuvo asistido
en su actuación ante esta Corte, por el Dr. Julio Cesar Marcano Verede y la información
suministrada por la secretaría de esta Sala de Casación Civil refleja que, el primero de los
nombrados, no está investido de la especial capacidad de postulación para actuar ante ella, en tanto
que su asistente sí se encuentra habilitado para cumplir actuaciones es esta Corte, acreditado para
ello por Carnet Nº 1.462 de fecha 12 de Mayo de 1998’.
 
Por aplicación de la anterior doctrina, es forzoso concluir en que, en el presente caso, se da la situación
a que ella se refiere, en virtud de que el abogado formalizante carece de la habilitación requerida por el
art. 324 del Código de Procedimiento Civil. Por tal motivo debe tenerse como no presentado el escrito
consignado por el abogado Rafael Ortiz, asistido por el abogado Carlos Miguel Escarra Malavé, ante la
secretaría de esta Sala en fecha 23 de Septiembre (Sic) de 1997, y en consecuencia, debe declarase
perecido el presente recurso. Así se decide”. (Sentencia del 02 de julio de 1998, en el caso Emilio
Cabret Just y otros contra Banco Internacional C.A.)
En el caso bajo estudio, es obvio que fue la parte quien no es abogado, la que optó por la
segunda forma de las antes comentadas, es decir por la asistencia del abogado Héctor Rafael Briceño,
profesional que como consta en autos, cumple con todos los requisitos necesarios para acudir ante el
Tribunal Supremo de Justicia.
Por los razonamientos expuestos y la doctrina casacionista consignada, debe declararse
improcedente la impugnación formulada.
 PRIMERA PARTE
INFRACCIONES DE FORMA SUSTANCIALES O DEFECTO DE ACTIVIDAD.
Bajo este título el recurrente, asistido de abogado, expone así su denuncia:
“...De conformidad con el ordinal 1º del Artículo (Sic) 313 del Código de Procedimiento Civil, en
concordancia con el ordinal 5º del artículo 243 y artículo 12 ejusdem, denuncio la infracción por parte
de la recurrida de los artículos 22 de la Ley de Abogados; 11, 338, 607, 78 y 208 del Código de
Procedimiento Civil, por ACUMULACION INDEBIDA DE ACCIONES.
 
En efecto, la recurrida transgredió las normas procesales referidas (Sic) congruencia necesaria que
debe existir entre una sentencia y las acciones y excepciones deducidas en la litis. Así el ordinal 5º
del artículo 243 del Código de Procedimiento Civil, dice:
 ‘La sentencia debe contener ‘decisión expresa, positiva y precisa con arreglo a la pretensión
deducida y a las excepciones o defensas opuestas, sin que e (Sic) ningún caso pueda absolverse la
instancia’. Tal norma, necesariamente se adminícula (Sic) con los argumentos de hecho no
alegados ni probados. Obsérvese que en el libelo de E S T I M A C I Ó N DE
H O N O R A R I O S PROFESIONALES, los abogados MIGUEL ANGEL PACHECO
BARBOZA Y RAFAEL ANTONIO MACIAS MOTA, mediante un juicio autónomo, me
intimaron honorarios profesionales judiciales y extrajudiciales, por lo que tal como lo señalé en mi
escrito de fecha 5 de junio de 1.996 (Sic), se a c u m u l a r o n p r e t e n s i o n e s , c u y o s
procedimientos son incompatibles, infringiéndose el artículo 78 del Código de Procedimiento
Civil, que reza ‘No podrán acumularse el mismo libelo pretensiones que se excluyan mutuamente
o que sean contrarias entre sí, ni las que por la razón de la materia no correspondan al
conocimiento del mismo Tribunal; ni aquellas cuyos procedimientos sean incompatibles entre si.
Sin embargo, podrán acumularse en un mismo libelo dos o más pretensiones incompatibles para
que sean resueltas una como subsidiaria de otra siempre que sus respectivos procedimientos no sea
incompatibles entre sí.’
Pues en el mencionado escrito de estimación los nombrados abogados me estimaron e intimaron
honorarios extrajudiciales...
(...Omissis...)
Sin embargo, la sentencia recurrida no se pronunció sobre la inepta acumulación y en el CAPITULO
III, letra b), folio doscientos setenta y tres del expediente, expresa: b) ‘...Que está demostrado en autos
que el ciudadano Vittorio Piaccentini Pupparo fue notificado de la estimación e intimación para el pago
de los honorarios profesionales judiciales a los abogados intimantes antes identificados, en la cantidad
de setenta y siete (Sic) millones de bolívares (Bs. 67.000.000,00), mediante los fundamentos previos en
los artículos 22 y 25 de la Ley de Abogados....’. Obsérvese que la Recurrida no hace mención a que
fueron honorarios judiciales, precisamente porque también se intimaron honorarios extrajudiciales, para
cuyo cobro el Legislador prevée (Sic) procedimientos distintos e incompatibles, así el artículo 22 de la
Ley de Abogados. No pudo la recurrida hacer mención que fueron honorarios judiciales únicamente,
sino que también se intimaron honorarios judiciales extrajudiciales.
 La sentencia Recurrida en su parte dispositiva CAPITULO VI declara: PRIMERO: Se condena la
ciudadano Vittorio Piaccentini Pupparo, Cédula de Identidad Nº 6.420.641, al pago de la suma
intimada que debe cancelar a favor de los intimantes abogados MIGUEL ANGEL PACHECO
BARBOZA Y RAFAEL ANTONIO MACIAS MOTA, cédula de Identidad Números: V- 1.851.291,
respectivamente, por los honorarios profesionales causados con motivo de las actuaciones llevadas a
cabo por los mencionados abogados, reseñadas y determinadas en el respectivo escrito de intimación
reformado, montante a la suma de SETENTA Y SIETE (Sic) MILLONES DE BOLÍVARES
(Bs.67.000.000,00)...(folios doscientos sesenta y siete).
 Jurídicamente aun cuando las partes litigantes manifiestan su acuerdo, no es optativo a los Tribunales
subvenir las reglas legales con que el legislador ha revestido la tramitación de los juicios, pues su
estricta observancia es materia intimante ligada al orden público. Así el artículo 22 de la Ley de
Abogados, regula en forma diferente al camino procesal y el acceso de los abogados a los órganos
jurisdiccionales para accionar el cobro de los honorarios profesionales a que tienen derecho por
diversas actuaciones, en su encabezamiento reconoce el Derecho que le asiste al abogado en ejercicio
de su profesión a percibir honorarios por los trabajos judiciales y extrajudiciales; estableciendo en el
primer aparte de la norma in comento, el procedimiento a seguir cuando se trate de honorarios
derivados de actuaciones extrajudiciales cuando prescribe: ‘El ejercicio de la profesión da derecho al
abogado a percibir honorarios por los trabajos judiciales y extrajudiciales que realice, salvo en los casos
previstos en las leyes....’. Mientras que en la parte in fine de la misma norma, está reservada para los
honorarios judiciales, estableciendo que: ‘...La reclamación que surja en juicio contencioso acerca del
derecho a cobrar honorarios por parte del abogado, será sustanciada y decidida de conformidad con lo
establecido en el Artículo (Sic) 386 del Código de Procedimiento Civil, y, la relación de la incidencia,
si surgiere, no excederá de diez audiencias....’ De modo, que para exigir judicialmente el cobro de
honorarios profesionales provenientes de gestiones en juicio, el artículo 22 de la Ley de Abogados
pauta que la solicitud de estimación e intimación del caso, se tramita con arreglo a lo que dispone esta
norma y lo establecido en el artículo 607 del Código de Procedimiento Civil. En tal sentido, el artículo
22 del Reglamento de la Ley de Abogado (Sic), preceptúa: ‘Establecido el derecho de cobrar
honorarios en la sentencia que decida la incidencia a que se refiere el segundo aparte del artículo 22 de
la Ley, el Abogado estimará el monto de sus honorarios, intimados los cuales, el cliente que hubiere
sido condenado a pagarles, podrá ejercer la retasa de conformidad con el procedimiento señalado en el
artículo 24 y siguientes de la Ley’. De otra parte, para exigir judicialmente el cobro de honorarios
profesionales por razón de gestiones de abogados realizadas extra juicio, debe interponerse demanda en
forma, con arreglo a lo que establecen las normas del juicio breve, establecidas en el artículo 881 y
siguientes del Código de Procedimiento Civil.
  Los referidos procedimientos judiciales que establece la Ley, son incompatibles entre si, por lo
que resulta contraria a Derecho la acumulación de pretensiones referidas al cobro simultáneo de
honorarios judiciales y extrajudiciales, por disposición expresa del artículo 78 del Código de
Procedimiento Civil. La sentencia recurrida en forma mixturada e indebidamente me condenó a pagar
honorarios profesionales judiciales y extrajudiciales, violando expresas disposiciones de Orden
Público; vulnerando con su actividad la Doctrina sustentada en forma pacífica (Sic) y reiterada por ésta
Sala, ratificada en la Sentencia del 19 de noviembre de 1.997 (Sic), con ponencia de Magistrado Con-
Juez Doctor Antonio Zotillo Arreaza, en el juicio de los abogados Pedro Rafael Hernández Vargas y
otros, contra Nieves Miguez Basalo, exp. 92-448, Sentencia Nº 371: ‘...fundamentó este Supremo
Tribunal la referida Casación de oficio, en la circunstancia de que la acumulación de pretensiones que
se refieran a cobro de honorarios judiciales y extrajudiciales, respectivamente, está vedada por
disposición expresa del artículo 78 del Código de Procedimiento Civil, dejándose establecido que: El
alcance de la precedente declaratoria y la Doctrina que la sustenta, implica, en consecuencia para el
Juez de Reenvío, la consideración de un fallo, exclusivamente, en torno a aquellos honorarios que
fueron estimado e intimado (Sic), en lo que corresponde únicamente a actividades profesionales
judiciales, cuya solicitud dio inicio a las presentes actuaciones por intimación de honorarios
profesionales judiciales, Por ende, deberán quedar excluido (Sic) de la declaración jurisdiccional, según
la Doctrina que se deja establecida, aquellos honorarios profesionales causados por gestiones
extrajudiciales, porque para su cobro corresponde, como ya se dijo, la vía procesal, del juicio breve
prevista en el artículo 881 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, y no el camino procesal al
cual se refieren las presentes actuaciones’, por lo que respetuosamente solicito se declare procedente la
presente denuncia de infracción de formas sustanciales o defecto de actividad....”
  La denuncia aquí planteada se observa redactada en términos bastante confusos. No obstante, la
Sala, en acatamiento a los preceptos contemplados en los artículos 26 y 257 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, los cuales garantizan al ciudadano su derecho de acceder a los
órganos de justicia para ante ellos hacer valer sus derechos y obtener, sin dilaciones indebidas, la
resolución que sobre los mismos habrá de tomarse, entrará a analizar la delación. Al respecto, se
advierte que el formalizante esgrime que “...la recurrida transgredió las normas procesales
referidas (sic) congruencia necesaria que debe existir entre una sentencia y las acciones y
excepciones deducidas en la litis...”, luego alega que en el juicio “...se acumularon pretensiones, cuyos
procedimientos son incompatibles, infringiéndose el artículo 78 del Código de Procedimiento Civil...”.
Ahora bien, de la extensa exposición realizada por el recurrente, no le es posible a la Sala dilucidar cual
es el fundamento de la denuncia, tampoco se evidencia del citado escrito por qué considera que la
sentencia no es congruente, en cuál de sus partes ella se aparta del problema debatido, o deja de
resolver sobre lo alegado, u otorga más o menos de lo solicitado; ello, a la luz de lo que la doctrina de
esta Sala, reiteradamente ha sostenido debe entenderse como el requisito de congruencia en la
sentencia, a saber:
“...De la doctrina expuesta se evidencia, que el requisito de congruencia de la sentencia
establecido en el ordinal 5º del artículo 243 del Código de Procedimiento Civil, en concordancia
con el artículo 12 ejusdem, ya sea positiva o negativa, recae necesariamente en la armonía que
debe contener la decisión contenida en la sentencia con la pretensión del autor y la oposición a la
misma, en cuanto la delimita...
 ...En sentencia de fecha 28 de mayo de 1997 (Inginio José Marín Gutiérrez contra Mor- Can S.A.
y Equipos MorCan Asociados, S.A.) la Sala estableció que de acuerdo al principio de
exhaustividad de la sentencia, el juez tiene el deber de pronunciarse sobre todas las alegaciones y
peticiones de las partes, y sólo sobre ellas, aunque sea para rechazarlas por extemporáneas,
infundadas o inadmisibles, y que de no hacerlo, el fallo que al efecto se pronuncie, tiene el vicio
de incongruencia negativa, conocido asimismo como citrapetita u omisión de pronunciamiento, tal
y como ha sucedido en el presente caso.
 (Sentencia de la Sala de Casación Civil del 16 de marzo de 2000, en el juicio de José Isaac
Altamiranda Bonilla y otros contra Banco Nacional de Descuento C.A. y Fogade, en el expediente Nº
98-203, sentencia Nº 49)(”Pierre Tapia Oscar R. Repertorio Mensual de Jurisprudencia del Tribunal
Supremo de Justicia. Tomo 3, Año 2000, pág. 583).
  En este orden de ideas la Sala observa, que simplemente en su dilatado texto, el formalizante
expresa que se produjo una inepta acumulación de pretensiones, pues en su decir el ad quem “...en
forma mixturada e indebidamente me condenó a pagar honorarios profesionales judiciales y
extrajudiciales, violando expresas disposiciones de Orden Público...”. Del contenido del escrito bajo
análisis se intuye, que ha debido proponerse la denuncia por infracción de ley por falta de aplicación
de una norma legal y no por defecto de forma, en virtud de que se enfatiza en su contenido que se
incurrió en la violación del artículo 78 de la Ley Adjetiva Civil; así mismo observa la Sala, que el
recurrente no explica en forma indubitable, que hubiese realmente solicitado al sentenciador superior
pronunciamiento sobre el punto que cuestiona, ya que sólo hace una referencia aislada a hechos que
presuntamente alegó en una oportunidad, según su dicho, a un escrito por él presentado en fecha 5 de
junio de 1996, sobre el cual no hay certeza, ni siquiera, ante quien fue interpuesto.
Así mismo, advierte la Sala, que se denuncian, en esta “Primera Parte” del escrito, como
infringidas una serie de normas jurídicas, pero sin que, con respecto a ellas, se explique de ninguna
forma en que consiste la violación.
La formalización de un recurso de casación representa para el recurrente, la realización de un
escrito que está sujeto a los requisitos previstos en el artículo 317 del Código de Procedimiento Civil, y
a las específicas regulaciones establecidas por la doctrina de este Supremo Tribunal en desarrollo de la
supra citada norma, requerimientos estos que, aun cuando en aras de la aplicación de los preceptos
Constitucionales invocados ab initio, la Sala estima, debe atenuar y así efectivamente lo ha venido
haciendo; ello no puede considerarse como una licencia para los litigantes, en virtud de la cual se les
permita obviar su obligación de presentar ante esta Sala, escritos de donde pueda claramente inferirse
su petición, vale decir, que ellos sean suficientemente diáfanos y explícitos, capaces de evidenciar qué
es lo denunciado, por qué se denuncia, todo esto puede resumirse en la exigencia de la lógica y
concatenada fundamentación de las que deben hacer gala los escritos de marras, a fin de que a través de
ellos a la Sala, al entrar a conocer las delaciones, le sea posible colegir de su exposición las
pretensiones del recurrente, sin que sea menester esculcar las actas del expediente, concertar las normas
denunciadas con los alegatos esgrimidos, ni cotejar lo antes señalado con la recurrida, a efectos de
evidenciar si realmente se incurrió en el vicio o vicios denunciados, labor que por otra parte no es de la
competencia de este Máximo Tribunal, que como es de amplio conocimiento por el foro, es un tribunal
de derecho.
Las anteriores consideraciones derivan en lo que se ha denominado “técnica
casacionista”, la cual en doctrina pacífica y reiterada de esta Sala, se ha establecido bajo los siguientes
términos:
“...La precisión, la diafanidad son necesarias en las luchas judiciales. En ese sentido, varias
disposiciones regulan la conducta de los encargados de administrar justicia, así como de quienes
ocurren a los tribunales en demanda de ella. No hay fórmulas imperativas, pero sí se requiere
claridad, y si es posible concisión, en lo que se pide o se impugna y en los fundamentos que
apoyan una u otra cosa.
 A esta disciplina está sujeto con especial rigor el recurso de casación, tanto por su naturaleza
como por su objeto y consecuencias, pues con él, se persigue, corregir ilegalidades enfrentando el
fallo a la ley con prescindencia del resto de las actas procesales, todo lo cual hace que dicho
recurso sea de rígido tecnicismo, porque ocurre con frecuencia que infringida la ley no se acierta
en la disposición no aplicada o aplicada mal, no es congruente la razón con la violación
denunciada o no se observa la técnica requerida para fundamentar la denuncia.
 (...Omissis...)
La fundamentación, como ya lo ha explicado la doctrina de la Sala, es la carga procesal más
exigente impuesta al recurrente como requisito esencial de formalización, por su amplitud,
complejidad y transcendencia. Requiere del desarrollo de razonamientos sometidos a una lógica clara
y concreta, y al mismo tiempo a los principios que, primordialmente, la jurisprudencia del Supremo
tribunal (Sic) ha venido elaborando, en relación a la técnica de la formalización del recurso de
casación.
(Sentencia de la Sala de Casación Civil del 30 de marzo de 2000, en el juicio de administradora M y T
S.R.L. contra Distribuidora Randolph C.A., en el expediente Nº 99-718, sentencia Nº 76)....”
Del análisis realizado a la denuncia en estudio, pude verse con absoluta claridad que élla, no
cumple con los requisitos que debe reunir el escrito de formalización, ya que de su enrevesada
redacción no es posible determinar la fundamentación en la cual se basa, asi como tampoco en que
sentido, la recurrida infringió las normas jurídicas que allí se señalan.
Es con base a los precedentemente expuestos razonamientos, que esta Sala desecha la denuncia
analizada. Asi se decide.
No obstante lo decidido, esta Sala de Casación Civil en ejercicio de su labor pedagógica, y con
la finalidad de ilustrar al formalizante, se permite transcribir parcialmente el contenido de la sentencia
de fecha 16 de marzo de 2000, la cual textualmente reza:
“...De acuerdo con lo previsto en el artículo 22 de la Ley de Abogados, el ejercicio de la profesión de
abogado le da derecho a percibir honorarios por los trabajos judiciales y extrajudiciales que realice,
salvo en los casos previsto en la (Sic) leyes. Sin embargo, en la gestión del profesional del derecho se
tiende a confundir las actuaciones judiciales con las extrajudiciales y se encuentran con frecuencia
elementos que, de ser analizados aisladamente, no calificarían como actuaciones judiciales. En este
sentido, se observa que actividades como la redacción del poder, el estudio y elaboración de la
demanda y/o de la contestación, no pueden considerarse extrajudiciales ya que están íntimamente
ligadas al proceso (Nemo auditus sine actore).
Para la Sala, el desarrollo de todas aquellas actividades conexas al juicio, ya sea en
representación del actor o del demandado, que permiten al profesional del derecho
adecuar los hechos que configuran la pretensión (actor) o su rechazo (demandado) a
los supuestos normativos, conllevan una actividad que ha de valorarse como
estrictamente judicial, a los efectos de estimar e intimar honorarios y al momento de
acordarlos por parte del Tribunal de Retasa. Así se decide....”
 
 
 
INFRACCIONES DE FONDO
Capítulo Primero.
Bajo este título expone el formalizante los motivos por los cuales, en su opinión, la sentencia
recurrida contiene infracciones de fondo, lo que hace en los siguientes términos:
“...De conformidad con el Ordinal (Sic) 2 del artículo 313 del Código de
Procedimiento Civil, en concordancia con los artículos 320 y 12 del mismo, denuncio
la infracción del Ordinal (Sic) 4º del artículo 147 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, de fecha 16 de septiembre de 1.969 (Sic), en concordancia con el
Reglamento de Notarías Públicas, publicado en la Gaceta Oficial Nº 30.956, de fecha
5 de abril de 1.976 (Sic), en su artículo 18, letra ‘H’, el cual fue modificado
posteriormente mediante Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº 36.588, de
fecha 24 de noviembre de 1.998 (Sic), en su artículo 20, letra K, que a pesar de
ampliar la Jurisdicción a todo el Estado y no al territorio que le asignan los Decretos
de Creación de cada Notaría, sigue manteniendo la vigencia de los contratos y actos
realizados fuera de la Competencia territorial atribuida.
 
I.- En efecto, la Sentencia recurrida niega aplicación al artículo 18, letra ‘H’ del
Reglamento de Notarías Públicas de fecha 5 de abril de 1.976 (Sic), cuando en el
CAPITULO IV, página 7 (Renglones 26 al 43) página 8 (Renglones 1 al 5) dice:
 
‘Pues bien: El Tribunal destaca muy especialmente que tal disposición
Reglamentaria, mal puede privar sobre disposición de mayor rango, como el
propio artículo 1357 (Sic) (y en relación con el artículo 1352(Sic)) ambos del
Código Civil, que sin ambigüedad alguna dispone: ‘Instrumento público o
autenticado es que ha sido autorizado con las solemnidades legales por un
Registrador, por un Juez u otro funcionario o empleado que tenga facultad para
darle fe pública, en el lugar donde el instrumento se haya autorizado
(Subrayado del Tribunal).
‘Se observa igualmente al respecto: Que con las normas del Código Civil,
precedentemente transcrita una y citada la otra, hay perfecta cocordancia en la
del artículo 151 del Código de Procedimiento Civil, como requisito del ‘poder
para actos judiciales que debe otorgarse en forma pública y auténtica’. Luego,
obvio es que el funcionario (en el caso Notario) debe tener facultad para darle
fe pública en el lugar donde el instrumento se haya autorizado; pero por cuanto
quedó en autos admitidos y demostrado que tal funcionario que autoriza el acto;
lo hizo fuera del territorio para el cual le fue conferida la facultad de dar fe
publica; no estando investido de autoridad alguna en el territorio usurpado,
dicho acto resulta Nulo, a tenor de los artículos 46 y 119 de la Constitución
Nacional; y en consecuencia, la pretendida funsión pública es ineficaz por no
tener en tal territorio la autoridad que si hubiere tenido dentro de (Sic) territorio
que le fue designado.’
 
Continua (Sic) la sentencia recurrida en la página 8 (Renglones 28 al 43), expresando:
‘Declara por tanto este Tribunal, con fudamento en el punto precedentemente
analizado: que el instrumento traído a los autos por el abogado Hector (Sic)
Rafael Briceño Díaz, para acreditar su cualidad de mandatario del intimado
VITTORIO PIACCENTINI PUPARO, en fecha 05-06-96, cuya copia
certificada cursa a los folios 187-188, pieza 1 del expte. (Sic), y que aparece
otorgado en fecha 23-04-96, bajo el Nº 85, Tomo 27 de los libros llevados por
la Notaría Pública Duodécima del hoy, Municipio Baruta del Estado Miranda,
carece de validez y eficacia para que el mencionado abogado ósbtente la
representación que se atribuye en estos autos de mandatario Intimado, toda vez
que ese instrumento aparece autorizado un funcionario (Notario), quien en el
lugar de la actuación carece de facultad para darle fe pública, conforme al
verdadero territorio jurisdiccional que le fue determinado en el Decreto de
Creación de la referida Notaría contenido en la Gaceta Oficial de la República
de Venezuela Nº 33.192 de fecha 26 de Marzo (Sic) de 1.985 (Sic), vicio este
que nace de la contravención a la norma Constitucional 46 citada y en
concordancia con lo dispuesto artículo 1357 (Sic) y 1352 (Sic) en relación al
artículo 151 del Código de Procedimiento Civil....’
 
Esta afirmación de la recurrida es una negativa de aplicación del artículo 147, ordinal
4 de la Ley Organica del Poder Judicial, de fecha 16 de septiembre de 1.969 (Sic),
que faculta al Ejecutivo Nacional en Consejos de Ministros, para ‘Crear, dotar,
reglamentar y fijar la jurisdicción de oficinas especiales para el servicio de
otorgamiento de poderes, y otras actuaciones de carácter no contencioso, por lo que
siendo actuaciones no contenciosas y no declarado el Reglamento de Notarías que las
actuaciones realizadas por el Notario fuera de la jurisdicción señalada, no puede el
juez de la recurrida declarar la nulidad del poder que le otorgue a los doctores Hector
Rafael Briceño Días y Enrique J. Briceño, por ante la Notaría Pública Duodécima del
Distrito Sucre del Estado Miranda, el día 23 de abril de 1.996(Sic), bajo el Nº 85, el
Tomo 27 de los libros de Autenticaciones y en donde el Notario que suscribe el poder
hace que para este acto se traslade y constituya en Charallave, a petición de parte
interesada, como consta a los folios 187-188 de la Primera pieza del expediente que
contiene la sentencia recurrida, por lo que igualmente infrigió el artículo 18, letra ‘H’
del Reglamento de Notarías Públicas....”
 
 
Para decidir, se observa:
Alega el recurrente la infracción el artículo 147 ordinal 4, de la Ley Orgánica del Poder Judicial
de fecha 16 de septiembre de 1969. Al respecto, es necesario aclarar que el instrumento legal vigente,
por el cual rigen sus actividades los órganos del Poder Judicial, asi como los recursos humanos que en
él, prestan sus servicios, data de fecha 27 de agosto de 1998, siendo su último artículo el signado bajo
el número 121, lo que lleva a colegir que el argumento esgrimido por el formalizante, está basado en un
texto legal derogado. En consecuencia, la Sala considera, que no procede emitir pronunciamiento sobre
este punto de la denuncia.
En este capítulo, delata asi mismo el recurrente la infracción de lo preceptuado en el artículo 18,
literal H del Reglamento de Notarías Públicas, (el cual corresponde al artículo 20, literal k, del
Reglamento vigente). Aseveración que tiene su asidero en que el Juez Superior declaró nulo y sin
ningún valor, el instrumento poder con que pretendió, el Abogado Héctor Rafael Briceño, representar
en el juicio al ciudadano Vittorio Piaccentini Puparo, por haberse otorgado el documento en cuestión
ante el Notario Público Duodécimo del Distrito Sucre (hoy Municipio Baruta) del estado Miranda, el
cual para efectos de la autenticación y a petición del poderdante, se trasladó a Charallave, Jurisdicción
del Municipio Autónomo Cristóbal Rojas del precitado estado, ya que en opinión del ad quem, el
referido traslado fuera de la jurisdicción asignada al Notario, lo inhibe de otorgar fe pública, y por
ende, al carecer de élla, el acto que autorizó bajo las circunstancias anotadas, debe considerarse nulo,
por entender el Juez Superior que lo establecido en el artículo citado del Reglamento de Notarías
Públicas, no debía aplicarse en razón de que existen normas de mayor rango que las reglamentarias, las
cuales señalan las solemnidades que deben cumplirse para el otorgamiento de documentos, contándose
entre ellas, las establecidas en los artículos 1.357 y 1.352 del Código Civil.
De la transcripción realizada precedentemente, correspondiente al escrito de formalización,
donde se reproduce parcialmente la sentencia recurrida, se observa que efectivamente el juez al cual le
correspondió el conocimiento vertical del asunto planteado, declara nulo el poder de marras, en base a
los razonamientos que antes se expresaron.
En este orden de ideas, del contenido del artículo 1.357 del Código Civil, es preciso hacer la
siguiente distinción: documentos públicos, son aquellos que deben estar revestidos, al momento de su
otorgamiento, de todas las solemnidades que la ley establece al efecto, y en cuya formación interviene
un funcionario con la facultad de darle fe publica, la que alcanzará inclusive su contenido. Este
documento público, es también auténtico. Ahora bien, existe otra categoría de instrumentos que se
reputan auténticos, son aquellos que aun cuando deben ser otorgados ante un funcionario que de fe
pública, éste sólo dejará constancia de que los interesados se identificaron ante él y firmaron en su
presencia, este personero no interviene en ningún modo en la elaboración del documento; tampoco deja
constancia del contenido del mismo.
La redacción del citado artículo 1.357 del Código Civil, pudiera llevar a pensar que el
documento público y el auténtico, son análogos, esto no es asi y debe entenderse que el documento
público por estar revestido de todas las formalidades para su perfeccionamiento, es también un
documento auténtico. Sin embargo el documento autenticado es aquél, que se presenta ante un
funcionario revestido de autoridad para otorgar fe pública (notario), a fin de que éste deje constancia
que los firmantes se identificaron en su presencia y ante él suscribieron el instrumento, ya redactado
previamente. Esta función está atribuida a los Notarios Públicos cuya actuación debe regirse por el
Reglamento de Notarías Públicas. Aun asi, nada obsta para que un ciudadano pueda escoger otorgar un
poder ante un Registrador, por ejemplo, en este último caso, el documento deberá considerarse, además
de auténtico, público, sometido a las previsiones del artículo 1.357 del Código Civil mencionado.
Sobre el punto, en decisión del 27 de abril de 2000, la Sala ha emitido la opinión, que de
seguidas se transcribe:
“...El artículo 1.357 del Código Civil señala lo que debe entenderse por
documento público o auténtico indicando que es aquel autorizado por un
Registrador, Juez u otro funcionario que tenga facultad para darle fe pública en
el lugar donde el instrumento se haya autorizado.
 
Ahora, a pesar de que dicha norma se refiere a instrumento público o
auténtico como si se tratare de sinónimos, no es cierta tal sinonimia sino que
entre uno y otro existe más bien una relación de género a especie, toda vez que
un instrumento público, por el sólo hecho de serlo debe reputarse auténtico mas
la inversa no es cierto por cuanto un documento auténtico puede no ser público.
 
En este orden de ideas tenemos la opinión de Jesús E. Cabrera Romero quien dice:
 
‘Es la actividad del registrador, cuando ab initio se otorga ante él un
documento, la que más se compagina con las previsiones y efectos que los Arts.
(Sic) 1.357, 1.358, 1.359 y 1.360 cc (Sic). Determinan para los instrumentos
públicos. Por ello Brewer y Borjas, consideran que sólo es documento público
negocial aquel que se otorga ab initio ante el Registrador, ya que en él se dan
aproximadamente la fases señaladas y se cumplen los requisitos de estructura
del documento público Notarial. No consideran instrumentos públicos a los
documentos reconocidos o autenticados que se llevan a registrar, ya que en la
formación de los mismos (contenido y percepción de la voluntad negocial bajo
cierto ritos), para nada ha intervenido un funcionario público, salvo en su
transcripción en los Libros de Autenticaciones; y al no existir tal intervención,
el instrumento sigue siendo privado aunque se registre, ya que el acto de
registro en nada influye en el perfeccionamiento del negocio ni en la calidad del
documento que lo recogió...’
 
Con relación al documento auténtico sostiene el citado autor:
 
‘Auténtico significa en sentido filológico acto cuya certeza legal se conoce y se
sabe que emana de la persona a quien se atribuye, y en sentido general: acto que
debido a la intervención de un funcionario público competente para ello, o de
particulares legalmente autorizados, y previo cumplimiento de las formalidades
legales, se acredita como cierto y positivo, de forma que en lo sucesivo haga fe
(sea fehaciente en juicio), ya que debe ser creído...’
 
.....Omissis.....
 
‘Pero, además de esto, es de hacer notar que en nuestro Derecho Probatorio y
dentro del terreno de la prueba por escrito que emana de las partes auténtico no
es sinónimo de documento público, ya que existen documentos privados
auténticos. La existencia de esta clase de instrumentos privados ha sido
reconocida por nuestros escritores desde el siglo pasado, existiendo una
corriente doctrinal en este sentido. Tal idea la compartimos, porque dentro del
área de los documentos privados, o sea de aquellos que forman los particulares
sin intervención de un funcionario público competente para ello, hay
instrumentos que después de formados son presentados por sus autores (o al
menos uno de ellos), ante un funcionario público, a fin de que éste declare
expresamente en el texto del documento, o en otra forma, que el o los
presentantes han reconocido como de el o ellos las firmas o la escritura que
aparecen en el instrumento, declarándose autores del mismo; y si este
funcionario está facultado por la Ley para recibir esa declaración y transcribirla
al documento o a su copia, su dicho otorga la certeza a la declaración que ante
él efectuaron él o las partes; convirtiéndose por ello el instrumento en auténtico,
a pesar de ser privado. Es auténtico, porque se tiene certeza legal del acto
realizado y de quiénes son los autores (o autor) del instrumento, y es privado
porque así lo califica la Ley (Art. (Sic) 1.363 cc (Sic)), rompiéndose así
cualquier esquema que pretenda darle carácter de público a los documentos en
los cuales intervenga en una forma u otra una autoridad...’. (Estudios Jurídicos
sobre el Documento Público y Privado).
 
En este orden de ideas, Brewer Carías sostiene:
 
‘El documento público es documento auténtico por excelencia, porque su
autenticidad existe desde el momento de su formación; y además, la autoridad
del funcionario público que lo autoriza prueba, aún legalmente, el contenido, o
sea la parte intrínseca del acto mismo, del modo que pronto veremos. Por el
contrario, la escritura privada, con firma autenticada ante un Notario, es
documento privado, no público; pero también es en parte un documento
auténtico, por cuanto la autenticación confiere esta cualidad a la firma y a las
declaraciones de los reconocimientos. No respecto a todo lo demás’. (Estudios
Jurídicos sobre el Documento Público y Privado. Autores Venezolanos, pág.
260).
 
De acuerdo a lo expuesto podemos concluir que un poder que se otorga ab initio ante un
Registrador, será público y por ello auténtico, pero si se otorga ante un Notario será auténtico
mas no público, aun cuando posteriormente se haga registrar....”
 
 
Como antes se dejó dicho, la función Notarial se encuentra regida por el Reglamento de
Notarías Públicas y según el vigente para la época en su artículo 18, establecía las actividades
prohibidas a los Notarios, entre éllas el literal “h”, contemplaba “...el ejercer funciones de su cargo
fuera de la jurisdicción territorial que les haya sido atribuida...”, pero prevé asi mismo que los actos o
contratos realizados contraviniendo tal prohibición, tendrían plena validez, implicando sin embargo,
sanciones para el Notario infractor.
Del espíritu de la disposición reglamentaria in comento, debe colegirse que el hecho de que el
Notario Público violando la prohibición apuntada, otorgue un documento fuera del ámbito territorial
que le es atribuido por el decreto de su creación, no puede implicar que el acto o contrato celebrado
bajo esas condiciones, pierda su carácter de auténtico, pues el Notario sigue siendo tal, y conserva,
donde quiera que se encuentre, su autoridad, de manera que los actos que autorice con su investidura no
pueden carecer de fe pública, pues el funcionario no deja de serlo por el hecho de encontrarse fuera del
territorio para el cual fue creada la Notaría a su cargo.
Con base a los razonamientos expuestos, es necesario concluir, que el otorgamiento de un
poder, puede configurarse mediante su autenticación, y ésta es su forma por excelencia; esta clase de
documentos no están sometidos a cumplir los rigurosos formalismos requeridos para el documento
público, ex artículo 1.357 del Código Civil. El Notario Público, que ejerza sus funciones fuera del
ámbito territorial para el cual fue designado, se hará acreedor de una sanción en su contra, pero su
infracción en esta especie, no acarrea que se desvirtúe su facultad de otorgar fe pública a los actos
celebrados en su presencia, sólo respecto de la firma.
Como consecuencia de todo lo expuesto, esta Sala de Casación Civil, considera que cuando el
Juez Superior niega aplicación al artículo 18, ordinal H del Reglamento de Notarías Públicas, tal
conducta se traduce en la infracción denunciada de quebrantamiento de ley, por falta de aplicación. En
consecuencia declara la validez del poder otorgado al abogado Héctor Rafael Briceño, por cuanto el
mismo se otorgó ante un funcionario investido de la facultad de otorgar fe pública. Asi se decide.
En base a los precedentes argumentos, se declara procedente la denunciada infracción por falta
de aplicación, artículo 18 literal “H” del Reglamento de Notarias Públicas, correspondiente a la letra
“K” del artículo 20 de la modificación efectuada el 24 de noviembre de 1998, Gaceta Oficial Nº
36.588. Asi se decide.
CAPITULO SEGUNDO:
Con fundamento en el ordinal 2º. del artículo 313 del Código de Procedimiento Civil, en
concordancia con los artículos 320 y 12 ejusdem, se denuncia la infracción de los artículos 1.357 y
1.915 del Código Civil, por error de interpretación, con los siguientes alegatos:
“...la recurrida incurrió en ERROR DE INTERPRETACIÓN ACERCA DEL CONTENIDO Y
ALCANCE DE UNA DISPOSICIÓN EXPRESA DE LA LEY, infringiendo flagrantemente una
norma jurídica que regula el establecimiento o valoración de los hechos. En efecto, preceptúa el
artículo 1357 (Sic) del Código Civil, que:
 
‘Instrumento público o autentico es el que ha sido autorizado con las
solemnidades legales por un Registrador, por un juez u otro funcionario o
empleado público que tenga facultad para darle fe pública, donde el
instrumento se haya autorizado.’
 
Por otra parte, el artículo 1915 (Sic) del aludido Código Civil, establece:
‘El registro debe hacerse en la Oficina del Departamento o Distrito donde esté
situado el inmueble’.
 
Del análisis conjunto de las anteriores normas de infiere que una cosa es un documento público y otra
bien distinta, es un documento auténtico, y el lugar donde debe otorgarse un documento público a los
que se refiere el 1924 (Sic) del Código Civil. No es lo mismo escritura pública, instrumento o
documento público, que acto o documento auténtico. En el sentido estricto de la palabra, escritura
pública, instrumento o documento público es el que se otorga ante el Registrador, o ha sido autorizado
por él en la forma requerida por la Ley y siempre que sea para ello competente.
 
En sentencia de fecha 24 de febrero de 1.998 (Sic), publicada en la obra ‘jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia’, Tomo 2, página 107, estableció:
 
‘El documento público es aquel que ha nacido bajo la autoridad del funcionario
competente para darle fe pública. Su autenticidad debe existir desde el propio
instante de su formación. Ningún acto posterior puede convertir a un
documento privado en documento público.’
 
De acuerdo con los establecido en el artículo 1357 (Sic) del Código Civil, es documento público el que
conlleva cuatro fases a saber: Evidencia – solemnidad – objeto y cotancidad (Sic) Estas cuatros fases
las cumple el Registrador, no el Notario, el Registrador da fe de que conoce a los otorgantes, averigua
la capacidad jurídica de los otorgantes, califica el acto, lee el documento y lo confronta con los
otorgantes y testigos, ordenando su inserción en los protocolos respectivos, y si todo coincide, los
atorgantes emiten su consentimiento. Por ello la función del registrador es superior a la Notario estas
cuatro fases es lo que le da carácter público y fuerza erga omnes, fuerza que no tiene el documento
notario (Sic) solamente, ya que este documento solo surte efectos entre las partes y no frente a terceros.
 
En el documento notariado, el Notario se circunscribe a dar fe que dos o más personas firmaron ante él
en esa fecha. Lo que está autenticando el Notario es la firma, identidad y contenido, pero no intervienen
en la formación del documento. De tal manera que son documentos auténticos los que pasan ante los
demás funcionarios en el ejercicio de sus funciones legales. Un poder otorgado ante un Registrador de
un documento público: ese mismo poder autorizado ante un Juez o Notario es solamente un documento
auténtico.
 
(...Omissis...)
 
El poder que el Doctor Hector (Sic) Rafael Briceño Díaz Consignó el día cinco (5) de junio de 1.996
(Sic), que cursa a los folios 187-188 de la primera pieza, es un documento auténtico y no un documento
público como lo calificó la recurrida, ya que el Notario Público Duodécimo del Distrito Sucre del
Estado Miranda, de acuerdo con lo establecido en el artículo 10, letra b del Reglamento de Notarías
Públicas, por lo que la recurrida incurrió en el error in iudicando denunciado y así se declare....”
 
 
Denuncia el formalizante, en el encabezamiento de su escrito, error de interpretación sobre el
contenido y alcance de una disposición expresa de la Ley, no obstante ello, en el desarrollo de su
alegato no realiza una explicación de cómo, por qué y dónde, se produce tal error d e
i n t e r p r e t a c i ó n . T a m p o c o e s p e c i f i c a c u a l e s l a n o r m a que en su opinión, fue interpretada
de manera errada por parte de la recurrida. En el extenso texto de su denuncia, efectúa una serie de
acotaciones referentes a los documentos públicos y auténticos, asi como a las diferencias que entre
éllos existen; pero, de la detenida lectura de sus argumentos, no le es posible a este Tribunal Supremo,
determinar; cuál norma fue la erróneamente interpretada por el Juez Superior, que interpretación hizo
de ésta y, cuál ha debido ser la correcta.
De vieja data y en forma reiterada la doctrina de la Sala, en desarrollo de la previsión contenida
en el artículo 317 del Código de Procedimiento Civil, ha establecido requisitos, de ineludible
observancia, que deben exhibir los escritos que aspiren a someter al conocimiento de este Máximo
órgano de la justicia, los recursos atinentes a su competencia. Formalidades estas que de ser
incumplidas, conllevan en oportunidades, a la declaratoria de perención de aquellos. Ahora bien, dado
que la rigidez de tales exigencias, pudiera representar en algunos casos que al no entrar a conocer un
recurso, se dejara asi mismo de decidir sobre sentencias realmente inficionadas de errores cometidos en
la instancia, este Supremo Tribunal, en aplicación de normas consagradas en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (artículos 26 y 257), ha tratado de flexibilizar en cierta medida su
doctrina al respecto, no obstante considera sigue siendo necesario que los escritos contentivos de la
formalización de los recursos de casación estén redactados en forma clara, precisa, de manera que su
análisis permita, sin lugar a dudas, entender el sustratum de lo denunciado, ésto quiere decir que en la
elaboración de tales textos debe el exponente hacer gala de todos los conocimientos de la técnica
denominada casacionista, y ello por que el escrito de formalización es la carga mas exigente impuesta
al recurrente, ya que se estima como una demanda de nulidad contra la sentencia impugnada.
De lo expuesto se colige, que la fundamentación del recurso debe contener todos los
razonamientos, explicaciones que permitan, diáfanamente, a los Magistrados de este Alto Tribunal
entender porqué la sentencia recurrida, se considera infractora de las normas jurídicas denunciadas, que
de no ser asi los obligaría a realizar la ardua labor de relacionar los argumentos esgrimidos con las
normas denunciadas y enfrentarlos con la sentencia presuntamente violadora de ellas, deber que no
corresponde a este Tribunal Supremo, pues se repite esta es una obligación inherente al recurrente.
Sobre este asunto, el Magistrado que suscribe en el presente fallo, en decisión de fecha 6 de
julio de 2000, expediente Nº 99-754, acogió la doctrina ya pacífica y consolidada, que estableció:
“...Ahora bien, resultan tan vagos e imprecisos los dichos del formalizante, que para cerciorarse de la
veracidad de los mismos, tendría la Sala que descender al estudio de todas las actas del expediente,
labor que no le corresponde dentro de su competencia como Tribunal de derecho, estando circunscrito
su análisis a desmenuzar la sentencia recurrida, tomando como base las denuncias planteadas, las
cuales deberán estar explanadas en forma clara, señalándose sin lugar a dudas, cómo, cuándo, en qué
parte de la sentencia se cometieron las infracciones delatadas y expresándose, la obligatoria conexión
entre las normas que se consideran violadas y la sentencia impugnada.
 
En relación a los requisitos que debe reunir el escrito de Formalización como carga procesal del
recurrente, ha dicho la Sala:
 
‘La doctrina pacífica y reiterada de esta Sala impone al formalizante la
obligación de expresar en forma clara, precisa y sin dejar lugar a dudas, el por
qué considera que fueron violadas las normas que denuncia como infringidas.
En este orden de ideas, es oportuno señalar que el escrito de formalización
constituye una demanda de nulidad contra la sentencia que se considera
infractora de la Ley y, en consecuencia, su redacción está sujeta a cánones que
deben ser observados por quienes pretenden recurrir ante esta Corte Suprema de
Justicia. Sobre este punto, la doctrina prolija y constante, ha dicho:
 
‘La fundamentación del recurso de casación y, por ende, de las denuncias
de infracción que lo conforman, es la carga procesal más exigente que se
le impone al formalizante, porque la formalización del medio recursorio
extraordinario debe ser un modelo de precisión y claridad, al estimarse
como una demanda de nulidad que se propone contra una sentencia que se
considera infractora de la ley.
 
La reiterada doctrina de la Corte tiene establecido que cada denuncia de
infracción debe guardar las siguiente estructura;
 
a)Cita de la causal o motivo del recurso de casación, de conformidad con
los supuestos consagrados en el artículo 313 del Código de Procedimiento
Civil.
 
b)Indicación de los preceptos legales infringidos.
 
c)Razonamiento o motivación que explique la infracción legal.
 
Si los artículos denunciados son distintos unos de otros, debe establecerse
la vinculación indispendable entre los hechos y el precepto que se dice
infringido. Este vínculo debe ser objetivamente ofrecido por el recurrente,
ya que no es misión de la Corte establecer esta conexión, ni puede suplirla
en ningún caso.
Es indispensable que el formalizante fundamente cada denuncia de
infracción en forma clara y precisa, sin incurrir en imputaciones vagas,
vinculando el contenido de las normas que se pretenden infringidas con
los hechos y circunstancias a que se refiere la infracción, señalando cómo,
cuándo y en qué sentido se incurrió en la violación alegada. De tal modo
pues, que no basta citar en el escrito de formalización las disposiciones
legales presuntamente infringidas, sino que resulta indispensable
relacionar las mismas con las denuncias de infracción que se pretenden
atribuir a la recurrida, pues es principio de técnica en la formalización el
que toda denuncia debe ser individualizada con la cita del correspondiente
precepto legal infringido y el razonamiento que explica y fudamenta la
denuncia. Así se decide’.

En el caso bajo decisión, del análisis realizado sobre el escrito de formalización a la luz de la
doctrina supra invocada, la Sala necesariamente debe concluir, que por cuanto el recurrente no dio
cumplimiento a las exigencias impuestas por la pertinente técnica casacional en su pretendida delación
de infracción de la preceptiva legal plasmada en los artículos 1.357 y 1.915 del Código Civil, se
desecha la denuncia. Asi se decide.
 
CAPITULO TERCERO
Con fundamento en el ordinal 2º del artículo 313 del Código de Procedimiento Civil, alega el
recurrente:
“...De conformidad con el ordinal 2º del artículo 313 del Código de Procedimiento Civil, en
concordancia con el artículo 320 y 12 del mismo, en concordancia con el artículo 1358 (Sic) del
Código Civil, denunció la desaplicación por parte de la recurrida del artículo 18 letra ‘H’ del
Reglamento de Notarías Públicas, es decir, lo derogó implícitamente, negándole aplicación a la norma
reglamentaria, no obstante tratarse de una disposición vigente dentro de ordenamiento jurídico positivo;
incurriendo a su vez en error de interpretación acerca del contenido y alcance de la mentada
disposición que regula el establecimiento o valoración de los hechos.
 
(...Omissis...)
 
Por otra parte, el artículo 1358 (Sic) del Código Civil, establece: ‘El instrumento que no tiene la fuerza
de público por incompetencia del funcionario o por defecto de forma, es valido como instrumento
privado, cuando ha sido firmado por las partes, y conserva el carácter auténtico que tuviere antes de
haberse llevado al Registro’.
No basta para que el documento alcance el calificativo de público o de auténtico que haya sido
otorgado ante un Registrador u otro funcionario. Es indispensable que uno y otro sean competentes, por
razón del territorio y por la materia. Si el Registrador presencia o protocoliza un contrato fuera de su
jurisdicción, ese documento no será público.
 
El acto sería igualmente ineficaz como público o auténtico, si hubíese (Sic) sido autorizado por una
persona que se había arrogado la cualidad del Registrador, Notario o Juez, en este caso estaríamos en
usurpación de atribuciones.
 
Esta disposición requiere que el funcionario sea titular del órgano y competente por el territorio. Esta
disposición sufre una excepción con respecto a lo establecido en la letra ‘H’ del artículo 18 del
Reglamento de Notarías Públicas, la cual se mantiene en la reforma de dicho Reglamento, publicado el
24 de noviembre de 1.998 (Sic), Gaceta Oficial de la República de Venezuela...
 
(...Omissis...)
 
De tal manera que la sentencia recurrida interpreta erróneamente que siendo el Notario un funcionario
público facultado para darle fe pública y que su actuación fuera de su territorio no invalida los
documentos y poderes que auténtica, como el caso de la sentencia recurrida, declarando la nulidad de
poder que le otorgue (Sic) a los doctores Hector (Sic) Rafael Briceño Díaz y Enrique J. Briceño, y
confesó en dicha demanda, interpretó erradamente los artículos mencionados y no tomó en cuenta la
distinción que existe entre el documento público y auténtico que señale en este escrito.
 
Por las razones expuestas, solicito que se declare la mala interpretación que la recurrida hizo de los
artículos que señalo como infringidos, vicio este que ha sido determinante del dispositivo de la
sentencia, donde estoy demandado por estimación e intimación de honorarios profesionales por los
abogados: MIGUEL ANGEL PACHECO BARBOZA Y RAFAEL ANTONIO MACIAS
MOTA....”
De la revisión exhaustiva realizada sobre la denuncia expuesta en este capítulo, observa la Sala
que el recurrente, sin observar la técnica requerida ex artículo 317 del Código de Procedimiento Civil,
delata por una parte “desaplicación” del artículo 18 letra H del Reglamento de Notarías Públicas, y mas
adelante se lee en el texto de su alegato: “...Por las razones expuestas, solicito se declare la mala
interpretación que la recurrida hizo de los artículos que señalo como infringidos...”. Por manera que,
para la decisión de la presente denuncia, en aras de la celeridad y economía procesal, que deben ser
norte de las decisiones de este Máximo Tribunal, se reiteran, por considerarse procedentes, los
argumentos esgrimidos en el capítulo anterior, como fundamento para desechar por falta de técnica, la
presente denuncia. Asi se decide.
DECISION
En fuerza de los razonamientos expuestos, este Tribunal Supremo de Justicia de la República
Bolivariana de Venezuela, en Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República
y por autoridad de la Ley, declara CON LUGAR el recurso de casación interpuesto contra la sentencia
de fecha 8 de julio de 1999, emanada del Juzgado Superior (Accidental) en lo Civil, Mercantil del
Tránsito y de Menores de la Circunscripción Judicial del estado Miranda. En consecuencia, se
ORDENA al juez superior que resulte competente, dicte nueva decisión, sin incurrir en el vicio que dio
lugar a la nulidad de la sentencia.
Queda de esta manera CASADA la decisión impugnada.
Publíquese, regístrese y remítase el expediente al Juzgado Superior de origen, en acatamiento a
lo previsto en el artículo 322 en concordancia con el 326, ambos del Código de Procedimiento Civil.
Dada, firmada y sellada en la Sala de Despacho de la Sala de Casación Civil, del Tribunal
Supremo de Justicia, en Caracas, a los cinco ( 5 ) días del mes de abril de dos mil uno. Años: 190º
de la Independencia y 142º de la Federación.-
El Presidente de la Sala,
 
_____________________
FRANKLIN ARRIECHE G.
 
El Vicepresidente– Ponente,
 
__________________________
CARLOS OBERTO VÉLEZ
 
Magistrado,
 
________________________
ANTONIO RAMÍREZ JIMÉNEZ
 
 
La Secretaria,
 
_________________________
ADRIANA PADILLA ALFONZO
 
Exp. Nº: 99-911
 
TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA. SALA DE CASACIÓN CIVIL.
Caracas, 27 de ABRIL de 2001. Años: 191º y 142º.
 
Por cuanto en la anterior sentencia de fecha 5 de abril de 2001, en el juicio por intimación y
estimación de honorarios profesionales, seguido por los ciudadanos RAFAEL ANTONIO MACIAS
MATA y MIGUEL ANGEL PACHECO BARBOZA contra el ciudadano VITTORIO PIACCENTINI
PUPARO, se incurrió en el error material en la página Nº 1 donde dice: “RAFAEL ANTONIO
MACIAS MATA y PEDRO BOTERO BASELICE”. Siendo lo correcto: “RAFAEL ANTONIO
MACIAS MATA y MIGUEL ANGEL PACHECO BARBOZA”. Mediante el presente auto queda
subsanado el error en referencia a los fines consiguientes.
 
El Presidente de la Sala,
 
_____________________
FRANKLIN ARRIECHE G.
 
El Vicepresidente-Ponente,
 
 
__________________________
CARLOS OBERTO VÉLEZ
 
Magistrado,
 
_________________________
ANTONIO RAMÍREZ JIMÉNEZ
 
 
La Secretaria,
 
_________________________
ADRIANA PADILLA ALFONZO
 
Exp. N° 99-911
COV/meg.

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