Cita 1
Cita 1
Cita 1
http://www.rsp.fsp.usp.br/
I
Universidad de Chile. Facultad de Medicina. Departamento de Kinesiología. Santiago, Chile
II
Universidad de Chile. Facultad de Medicina. Escuela de Kinesiología. Santiago, Chile
III
Universidad de Chile. Facultad de Medicina. Núcleo Desarrollo Inclusivo. Santiago, Chile
RESUMEN
https://doi.org/10.11606/s1518-8787.2022056003505 1
Género y salud en el trabajo informal Besoain-Saldaña A et al.
INTRODUCCIÓN
La Vega Central es un mercado urbano que concentra una alta actividad comercial en la
Región Metropolitana de Chile. Se desempeñan principalmente dos puestos de trabajos: peón
de carga, quienes transportan y depositan mercancías en almacenes, y los/as vendedores/as
de quioscos y puestos de mercado, quienes realizan las tareas de comprar y vender productos
alimenticios1. En total, la Vega Central reúne cerca de 1.200 localesa.
Estas actividades laborales se realizan mayormente en condiciones de informalidad,
entendida como aquellos empleos que tienen escasa o nula protección social, no están
sujetos a legislación laboral, no poseen derecho a prestaciones y están al margen de pago
de impuestos2. Cabe destacar que en América Latina y el Caribe, al menos el 50% de los/as
trabajadores/as lo hace en condiciones de informalidad3 y, del total de mujeres que trabaja,
el 59% lo hace en un empleo informal4.
En este contexto, cabe destacar que el género es una construcción social que produce
inequidades sanitarias por sí sólo, las cuales pueden acentuarse si interactúa con otros
determinantes sociales de la salud 5 , como la ocupación y las condiciones laborales.
Mundialmente, se ha observado que existe una mayor probabilidad de precarización de las
condiciones de trabajo de mujeres respecto a la de los hombres, tales como mayor dificultad
para cubrir sus gastos con el salario, jornadas de trabajo más extensas, más horas de trabajo
a tiempo parcial involuntario, menos capacitación e información de salud y seguridad de su
lugar de trabajo, menos prestaciones no salariales y menor comunicación con sus superiores6.
Se ha evidenciado que el empleo informal presenta condiciones de alta vulnerabilidad,
especialmente frente a situaciones de riesgo2. Existe una relación entre trabajo informal y
peor salud7,8, siendo la salud autopercibida de los/as trabajadores/as informales peor que la
de los/as trabajadores/as formales9. A su vez, están expuestos a mayores accidentes laborales,
no tienen cobertura para tratamientos de salud, seguro de desempleo ni jubilación10. En
contraste, existe literatura que no encontró evidencia sobre la relación entre trabajo informal
y peor salud6.
Si bien la mayor parte de estudios sugieren que los resultados son más desfavorables para
la población femenina8,9,11–13, un estudio ha reportado peores efectos de la informalidad en
hombres respecto a la salud autopercibida y mental7. En el contexto chileno, la Encuesta
Nacional de Condiciones de Empleo, Trabajo y Salud (ENETS), publicada el año 201114,
demuestra que la informalidad laboral tiene un impacto negativo en la percepción de salud
mental o emocional, afectando en mayor medida a las mujeres. No obstante, la información
sobre el empleo informal en Chile y sus repercusiones en la salud de los trabajadores es
escasa, no precisa los rubros analizados y las diferencias por género aún no están claras.
Teniendo en cuenta esto, el presente estudio tiene por objetivo identificar brechas de género
en las condiciones de empleo, trabajo y calidad de vida de vendedores informales de la Vega
Central de Chile. De este modo, se espera que, bajo las mismas condiciones de empleo y
trabajo en este rubro, las mujeres con informalidad laboral tengan peores resultados en
salud y calidad de vida que los hombres. Este estudio permite contribuir con antecedentes
al desarrollo de prevención y promoción de salud laboral desde una perspectiva de género.
MÉTODOS
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tamaño muestral estimado de 148 sujetos, con un nivel de confianza del 95% y precisión
del 3%. Se alcanzó una muestra final de 80 trabajadores/as sin contrato laboral vigente, que
mantenían una actividad de ventas en un periodo de al menos 3 meses y se comunicaban en
idioma español (Figura). Dada la existencia de una alta heterogeneidad en las condiciones
de trabajo y de vida de este sector16, se realizó un análisis post-hoc de la potencia estadística
de la muestra lograda, con tal de reducir errores tipo II en la interpretación.
Análisis de Datos
40 personas no completaron
los criterios de inclusión
80 personas de muestra
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RESULTADOS
Del total de 80 personas encuestadas, el 62,5% pertenecía al género masculino y un 37,5%
al género femenino, lo que corresponde a 50 y 30 personas, respectivamente. La mediana
de edad de las mujeres encuestadas fue de 44 años, mientras que la de los hombres fue de
50 años. La caracterización sociodemográfica de las personas participantes se encuentra
en la Tabla 1.
Respecto a las condiciones de empleo, solo tres variables presentaron diferencias significativas
en relación al género (Tabla 2). Los hombres se vieron desfavorecidos en los domingos
trabajados (p = 0,011) y en suplir gastos imprevistos (p = 0,033). De esta manera, el 80,6% de
los hombres refirieron haber trabajado tres o todos los domingos al mes y el 66,6% tuvo que
suplir gastos imprevistos, a diferencia de un 56,7% y un 40% de las mujeres, respectivamente.
En contraste, los resultados de la variable “temor a reclamar mejores condiciones” fueron
peores para las mujeres (p = 0,002). El 23,3% de las mujeres “casi siempre o siempre” presentó
temor a reclamar mejores condiciones de empleo, a diferencia de un 2% de los hombres.
Se observó que mujeres y hombres trabajan bajo las mismas condiciones en la mayor parte de
los casos (Tabla 3). Dos variables mostraron diferencias significativas en relación al género.
Las mujeres presentaron peores resultados en cuanto a la exposición a bajas temperaturas
(p = 0,012), siendo el 76,7% quienes lo hicieron durante toda la jornada o la mitad de ella,
mientras que los hombres reportan un 48%. Respecto a si la empresa se preocupaba de su
salud y seguridad, se presenta una alta heterogeneidad en sus resultados, por lo que no
se observó una tendencia clara pese a encontrar una asociación significativa (p = 0,034).
Específicamente, solo se identificaron diferencias entre el 33,3% de las mujeres y el 10% de
los hombres, quienes declararon que “algunas veces” la empresa se preocupaba por su salud
y seguridad (residuos tipificados corregidos: -2,5).
Se observaron algunas diferencias por género respecto a la calidad de vida (Tabla 4), la
variable “se sintió desanimado y triste” presentó diferencias significativas (p = 0,014), cuyos
resultados fueron desfavorables para las mujeres, quienes en un 53,3% percibieron que casi
todo el tiempo o un poco de este se ha sentido desanimada o triste, a diferencia de un 26%
de la población masculina. Adicionalmente, cabe destacar que, en contraste al 12% de los
hombres, un 33,3% de las mujeres calificaron la afirmación “siento que mi salud es excelente”
como “casi siempre falso o definitivamente falso” (residuos tipificados corregidos: -2,3).
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Tabla 2. Caracterización de las variables de los/las trabajadores/as de la Vega Central (Chile) por género.
Género
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Género y salud en el trabajo informal Besoain-Saldaña A et al.
Género
Variables Femenino Masculino p
Recuento (%) Recuento (%)
[Residuos corregidos] [Residuos corregidos]
Toda la jornada/mitad de la 12 (40,0) 20 (40,0)
jornada [0,0] [0,0]
Ruido 1,000
18 (60,0) 30 (60,0)
Ocasionalmente/nunca
[0,0] [0,0]
Toda la jornada/mitad de la 10 (33,4) 14 (28,0)
jornada [-0,5] [0,5]
Altas temperaturas 0,614
20 (66,6) 36 (72,0)
Ocasionalmente/nunca
[0,5] [-0,5]
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Tabla 4. Caracterización de estado de salud y calidad de vida de trabajadores de la Vega Central (Chile)
por género.
Género
4 (13,3) 7 (14,0)
Siento que mi salud No sé
[0,1] [-0,1] 0,065
es excelente
DISCUSIÓN
En este estudio, se buscaba identificar diferencias de género en las condiciones de empleo,
trabajo y calidad de vida de los/as trabajadores/as informales de la Vega Central. No se han
identificado mayores diferencias de género en las condiciones de empleo y trabajo, pero las
mujeres manifiestan un mayor temor que los hombres a reclamar mejores condiciones, así
como se sienten más desanimadas y tristes durante la jornada.
Comparando con los datos nacionales de la misma encuesta utilizada como base (ENETS,
2011), llama la atención que a nivel nacional un 10,7% de los hombres y un 3,7% de las mujeres
que son trabajadores/as informales no cuentan con sistema de previsión, mientras que
en la Vega Central sobre un 60% de ambos géneros refiere no estar afiliado a un sistema
previsional, aun cuando en el sistema público de salud exista la afiliación de personas
sin ingresos formales. Por otro lado, un 20% de las mujeres trabajadoras de este mercado
desconoce si tiene previsión de salud, demostrando mayor vulnerabilidad en este grupo.
Si bien la población femenina y masculina en el rubro estudiado no se sienten indefensos
ante sus superiores, no presentan temor a ser despedidos/as, ni perciben tratos injustos
o violentos, las mujeres manifiestan un mayor temor que los hombres a reclamar mejores
condiciones laborales. Considerando que en la tendencia mundial del empleo informal se
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describe que las mujeres reciben una remuneración inferior por su trabajo y al mismo tiempo
están expuestas a mayores déficits de trabajo decente19, es importante para este contexto
implementar estrategias de seguridad social con perspectiva de género, que permitan a
mujeres desarrollar herramientas y espacios para demandar justas condiciones.
La mayor parte de los/as participantes no cuenta con sistema previsional formal, no
presentando brechas de género, lo que es contrario a lo reportado en otros estudios sobre
trabajo informal12, en que la falta de seguridad social es mayor en mujeres que en hombres
(4% frente a 1,5%). Esta falta de diferencia significativa puede atribuirse a que la población
analizada se desempeña en un puesto de trabajo que no está feminizado o masculinizado,
como sí podrían estar otros puestos de trabajo del ámbito informal. Debido al impacto
en salud que esto conlleva, es un factor que se debe tomar en cuenta si se sabe que, en los
países en desarrollo, el sector informal es la principal fuente de empleo para las mujeres4.
Si bien existe una heterogeneidad en la percepción, tanto de hombres como mujeres, de
la preocupación del empleador sobre su salud y seguridad, se identifica una tendencia
hacia la mayor percepción de negligencia por parte de las mujeres (p = 0,034). Podríamos
vincular esta diferencia a aspectos culturales sobre la mayor relevancia que se da a la salud
y la seguridad en el rol femenino. No obstante, dicha negligencia se expresa en los relatos
similares de bajo acceso a capacitación, información y elementos de protección personal en
su trabajo. A su vez, esto evidencia que en este rubro no existen prácticas claras respecto a
las obligaciones del empleador a preocuparse del bienestar de trabajadores y trabajadoras,
lo que es coincidente con otros estudios sobre trabajo informal6,12,19.
En general, solo factores físicos (posturas incómodas, carga de objetos pesados, jornadas
trabajando de pie) presentan una exposición en más de la mitad de la muestra, mientras que
se identificaron niveles de exposición global bajo un 30% a ruido, altas y bajas temperaturas
o luz durante la jornada laboral. La única diferencia entre géneros en las condiciones de
trabajo se identificó en el alto nivel de exposición a bajas temperaturas por parte de las
mujeres (p = 0,012), lo cual podría atribuirse a que la mayor parte del día las mujeres refieren
estar sentadas dedicadas a la venta en un espacio abierto y con techo alto que permite la
circulación de aire como es el galpón donde se ubican los puestos de la Vega Central. En
contraste, estudios similares tanto internacionales como nacionales han identificado que los
hombres se exponen más a realizar trabajos en posturas incómodas12, bajo altas exigencias
físicas y sufren más lesiones por accidentes de trabajo20, junto a mayores niveles de trabajo
de pie, movimientos repetitivos, con levantamiento o traslado de objetos pesados, entre
otros14. Pese a que la distribución de mujeres y hombres en el mercado laboral, en general,
está dada por cómo se configuran las identidades femeninas y masculinas21, los resultados
anteriores reflejan que en estos puestos de trabajo no existe una clara división de tareas ni
de sus condiciones de trabajo por género, siendo ambos igualmente exigidos.
En relación a la calidad de vida, si bien la mayoría de los trabajadores se han sentido
agotados la mayor parte del tiempo, no manifiestan dificultades para realizar su actividad
laboral ni hacen menos de lo deseado por problemas emocionales. No obstante, las mujeres
se perciben desanimadas y tristes durante la jornada en más de 2,01 (IC95%: 1,16–3,50)
veces que los hombres, lo cual puede atribuirse a diversos factores, entre ellos, la diferente
apertura a reconocer el estado anímico de hombres y mujeres, ya que de acuerdo al mandato
hegemónico de la masculinidad un hombre no debe ser débil o reconocer tristeza. Por
otro lado, este hallazgo es concordante con la estadística en la población general sobre
salud mental, ya que mujeres presentan mayor prevalencia de síntomas depresivos que
hombres22 . Adicionalmente, la literatura sobre determinantes sociales de la salud y su
impacto en la gradiente social de salud sitúa a los problemas y trastornos de salud mental
con mayor prevalencia en grupos poblacionales con menor nivel educativo y menor edad23,24,
elemento que considerar dado el bajo nivel educativo presentado en la muestra en general
y en las mujeres en comparación a los hombres. Sin embargo, otro estudio sobre contexto
de informalidad en América Central11 refiere que tanto hombres como mujeres presentan
una mala percepción de salud mental, resultados similares a lo reportado en Chile, en que
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Género y salud en el trabajo informal Besoain-Saldaña A et al.
deben diseñarse desde una perspectiva de género, incorporando tanto las condiciones
laborales como los indicadores de salud y calidad de vida. Por otro lado, en cuanto avanzan las
políticas de formalización del empleo y seguridad social, se pueden implementar estrategias
alternativas para apoyar a madres y padres con el cuidado de hijos pequeños, tales como
el desarrollo de convenios con servicios públicos locales para acceder a beneficios como
el acceso a jardines infantiles, a los programas de extensión horaria de las escuelas, o bien
contar con guarderías en el mismo recinto. Por lo anterior, toda medida e investigación en
trabajo informal requieren considerar las particularidades de las mujeres que influyen en
su desempeño y salud general en el trabajo.
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Género y salud en el trabajo informal Besoain-Saldaña A et al.
Agradecimientos: A los trabajadores de la vega central de Chile, al equipo de administración y a los kinesiólogos
Jordan Solar, Alejandro Reyes y Carlos Silva por su valioso aporte en este trabajo de apoyo en el trabajo de
encuesta y digitación.
Participación de los autores: Diseño y planificación del estudio: ABS, JRS. Recopilación, análisis e interpretación
de los datos: ABS, JRS, GAF, TAM. Redacción o revisión del manuscrito: ABS, JRS, GAF, TAM. Aprobación de la
versión final: ABS, JRS, GAF, TAM. Responsabilidad pública por el contenido del artículo: ABS, JRS, GAF, TAM.
Conflicto de Intereses: Los autores declaran no haber conflicto de intereses.
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