Sibilia-Yo Narrador

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11.

YO NARRADOR Y LA VIDA COMO RELATO

Dcspués. cuando aprendf a leer; devoraba los li-


bros y pensaba que eran como árboles, como ani-
males, cosas que naoan. No sabia que había un
autor por detrás. De repente descubn que era así
y me dije: "yo también quicro ser esov.H'ero .. 1
cscnbtr memór-ias no es m i estilo, implica darlc
al público posejcs de una vida. La rrua es muy
pcrsonaL
,
CLARICE LJSl'FCroR

Me parece bien aparecer en C5a::; revistas de cele-


bridades ... El dia más triste de mi vida será cuando
los fotó?;rafos me dén la espalda. Vay a creer que
ya no soy una pcrsona querida, que ya no 50)' más
intcrcsante.
VER,\ LOYOLA

A "IN DE comprendcr este fenômeno tan contemporâneo de exhl-


bición de la intimidad -o la rxtimidad-. se ímpcne una primera
pregunta: (estas nucvas formas de expresión y comunicación que
hoy proliferao en la Web -blo){s y Jotologs, redes de relaciones,
webcams y videos caseros- dcbcn considerarse vidas u obras? Todas
esas esccnas de la vida privada, esa infinidad de verstones de IIS-
fed y yo que agitan las pantallas ínterconcctacas por la red mun-
dial de computadoras, Lmuestran la vida de sus autores o son
obras de arte producidas por los nuevos artistas de la era digital?
LEs posible que sean, al mismo ticmpo, vidas y obras? ~O quiza se
trata de algo completamente nuevo, que llcvarfa a superar la clá-
síca distinción entre estas dos nociones?

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YO NARRADOR Y LA VIDA COMO RELATO 37
36 LAINTJ\1IDAD COMO ESPECTÁCULO

Una considcración habitual, cuando se examinan estas raras han ido acumulando y de los varias siglas de entrenamiento de los
costumbres nuevas, es que los sujetos involucrados "rníenten" ai lectores. E incluso, superando las turbukncias que ha sufrido la
narrar 5US vidas cn la Web. Aprovechando ventajas como la posí- confianza en una idcntidad fija y establc del yo que narra. Por eso,
bilidad dei anonimato y la facilidad de recursos que ofrecen los la especificidad de los gêneros autobiográficos debería buscarse
nucvos medias interactivos. los habitantes de estas cspacins mon- fuera de los textos: en cl mundo real, en las relaciones entre autores
tan espcctãculos de sí mismos para exhibir una intimidad inven- y [ectorcs. Esto fuc lo que conjeturó cl crítico literário Phílippe
tada. Sus testimonios senen. en rigor, falsos o hipócritas, o por lo Lejeune cn los anos setenta dcl siglo xx: las obras autobiográficas
menos, no auténticos. Es decir, enganosas autoficcioncs, meras se distinguen de las dcmés porque establccen un "pacto de Ice-
mentiras que se haccn pasar por supuestas realidades, o bien rela- tora" que las consagra como tales.lEn quê consiste ese pacto? In
tos no fictícios que prcfíeren exploter la ambigüedad entre uno y la creencia de que coinciden las identidades del autor, el narrador
otro campo. A pesar de lo pantanoso que parece este terreno, aun y el protagonista de la historie contada. En suma, si cl lector cree
ast cabe indagar si todas csas palabras y ese torrente de imãgcnes que el autor, el narrador y el pcrsonaje principal de un relato son la
no hecen nada más -ní nada menos- que exhibir fielmente la rca- misma persona, entonces se trata de una obr~ autobiográfica.
lidad de una vida desnuda y cruda. O si, en cambio, esos relatos Los usos confesionales de Internet parecen encajarse en esta
crean y exponen ante el público un pcrsonaje fictício. En síntesis, definici6n: serran rnanifestaciones renovadas de los viejos géneros
lson obras producidas por artistas que cncarnan una nueva forma autobiográficos. El .110 que habla y se mncstra íncansablementc en
de arte y un nuevo gênero de ficción, o se trata de documentos la Web suele ser triplc: es ai mismo tiempo autor, narrador y per-
verídicos sobre las vidas rcales de personas comunes? sonaje. Pera además no deja de ser una ficción, ya que, a pesar de
No hay respuestas fãcilcs para estas preguntas. 5in embargo, su contundente anroevidencia, el estatuto dei yo síempre es frágil.
una primera aproximación lleva a definir estas nucvas précticas Aunquc se presente como "el más irremplazable de los seres" y
como pertenecícntes a los gêneros autobiográficos. Esa categoría "la más real, en apariencia, de las realidades", el .110 de cada uno
artística acarrea una larga historia y contempla diversas manifes- de nosotros es una entidad compleja y vacilante.' Una unidad ilu-
raciones, que vau desde las cartas hasta los diarios íntimos, pa- soria construída en ol lenguaje. a partir del flujo caótico y múltiple
sando por las memorias, los álbumes y las autobiografías. Poro tal de cada cxpenencta individual. Pcro si el .110 es una ficción gramati-
definición tampoco cs simple. pues no hay nada inherente a las cal, un centro de gravedad narrativa, un eje móvil e inestablc
características forrnales o a su contenido que permita diferenciar- donde convergen todos los relatos de uno misrno, tambión es inne-
Ias claramente de las obras de ficción. Algunas novelas copian 5US geble que se trata de un tipo muy especial de ficción. Porque ade-
códigos, como las sagas epistolares o las "falsas autobíograhas". y más de desprenderse del magma real de la propia existencia, acaba
son incontables los relatos fictícios que incorporan eventos real- provocando un fucrte efecto en cl mundo: nada menos que nues-
mente vivcnciados por sus autores. tro yo, un efecto-sujcto. Es una ficción necesaria, puesto que esta-
Aunquc sea bastante ambígua. todavía persiste una distinción mos hechos de csos relatos: son la materia que nos constituye
entre las narraciones de ficción y equcllas que se apoyan en la ga-
rantía de una existencia real. Esa diferencia Inscribc dichas prácti-
j Pier rc Bourdieu, "A ilusão biográfica", cn Maneta de Moraes F<.'rreira
cas en otro régimen de vcrdad y suscita otro horizonte de expecta- y janaína Amado (comps.), U5U, I' abusos da hisfó,-ja oral, Rio de Janeiro. FGV,
tivas, a pesar de la sofisticación de los artifícios retóricos que se 1998, pp.183-191.
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como sujctos. EI lenguaje nos da consistcncia y rclieves propíos. Arthur Rimbaud enunciá esta paradoja de una forma tan diáfana
pcrsoneles, singulares, y la sustancia que resulta de ese cruce de como enigmática: "yo es otro". Desde aquel lejano 187] en que
narrativas se (auto)denomina "vc", esas palabras hoy famosas fueron escritas por prirncra vez, se des-
De modo que la experiencia de sí mismo como un!l0 se debe a doblaron en incontables revcrberacioncs hasta cristalizarse en un
la condición de narrador deI sujeto. alguicn que es capaz de orga- aforismo. fi! poeta francés tcnía por entonces diecisiete afias de
nizar 5U cxpcricncia en la primera persona dei singular. Pera éste edad, e Internet estaba muy lejos de ser imaginada; aun asf ya
no se cxpresa unívoca y Iíneelmente a través de 5US patabres. tra- casí petrificada cn el mármol dei cliché, csa misteriosa frase toda-
duciendo en texto alguna entidad que prcccdería aJ relato y sería vía logra evocar la índole síernpre esquiva y múltiple de ese sujeto
"más real" que la mera narración. En cambio, la subjetividad se gramatical: .'10, la primera persona del singular.
constituye cn el vértigo de ese torrente discursivo, es allí donde el Ahora bíen, si el .'lo es un narrador que se narra y -también-
.110 de hecho se realiza. Por lo tanto, usar pal.:lbras o ímagenes es es otro, (qué se entiende por "la vida de cada uno"? Aligual que
actuar: gracias a ellas podemos crear universos y con ellas cons- su protagonista, esa vida posee un caracter eminentemente narra-
truimos nuestras subjetividades, nutriendo cl mundo con un rico tivo. La experiencia vital de cada sujeto es una narración que sólo
acervo de sígntftcacíones. El lengua]c no sólo ayuda a organizar cl puedc pensarse y cstructurarsc como tal cuando el lenguaje la di-
tumultuoso fluir de la propia expe ncncía y a dar sentido ai seca y la modela. 5in embargo, tal y como ocurre con su personajc
mundo, sino que también estabiliza cl cspacío y ordena el tiempo. principal, ese relato no representa sírnplcmente la histeria que se
cn diálogo constante con la rnultitud de otrns voces que también ha vivido, sino que la presente. Y, de alguna maneta, también la
nos modelan, colorean y rellenan. Sin embargo, hay límites para realiza, le concede conststcncía y sentido, dclinea sus contornos y
las posibilidades creatívas de ese yo-que-habla y de ese yo-que-se- la constituye. En este sentido, Virgínia Woolf fue quicn lo expresó
narra. Porque el narrador de sí mismo no es omníscíente: muchos de la mejor mancra, mientras vertía su propio néctar cn las pági-
°
de los relatos que le dan espesor al .'10 son inconscientes se origi- nas de un diario íntimo: "es curioso el escaso sentímiento de vivir
nan fuera de sr, en los otros, quiencs adornas de ser el infierno son que tengo cuando mi dia rio no recoge el sedimento"." La propia
también e1espejo, y poseen la capacidad de afectar la propia sub- vida sólo pasa a existir como tal, sólo se convierte en Mi Vida,
jetividad. Porque tanto el .'10 como sus enunciados son heterogé- cuando asume su naturaleza narrativa y se relata en prtmera per-
neos: más allá de cualquier ilusión de identidad, síempre estaran sana del singular. O bien, como escrtbto Kafka en su diario:
habitados por la alteridad. Toda comunicación requiere la exístcn- "cu ando digo algo, pierde inrncdiatamente y de forma definitiva
da de! otro, dei mundo, de lo ajeno y lo no-yo, por eso todo dis- su importancia; cuando lo escríbo, tarnbién la pierde slcmpre.
curso es dialógico y polifónico, inclusive los monólogos y los dia- pero a veces gana una nueve".' O incluso, como constatá otra gran
rios íntimos: su naturalcza os siempre intersubjetiva. Todo relato artífice de este gênero, Ana Frank: "lo mejor de todo es que lo que
se inserta en un denso tcjldo intertextuaL entramado con otros pienso y siento por lo menos pucdo anotado; si no, me asfixiaria
textos e impregnado de otras voccs: absolutamente todos, sin ex-
cluir las más solipsistas narrativas dei .'lo. 2 Virgínia Woolf, 'fIle diary af \/irgilliaWoo(ff citado en Mauricc 1J1anchot, "FI
En esos discursos autorreferenciales, justamente, la experien- diario íntimo y cl relato", en Revista de Decide"t,., núm. 182-183, Madrid, julio-
agosto de 1996, pp. 47-55.
cia de la propia vida gana [arma y contenido, adquiere consistencia 'I Franz Kafka, Dlarins, citado <'n Abn Pauis, Cômo se e.lcribe d diarin inlimo,
y sentido ai cimentarse alrededor de un .'lo. Hace mucho tiempo, Buenos Aires, EI Att'neo, 1996.
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completamente".4 He aquí el secreto a voces del relato autobiográ- Decido a todos cstos tactores, las escrituras de sí miamo
fico: hay que escribir para ser, adornas de ser para escribír. constituyen objetos privilegiados cuando se trata de comprender
Algo semejantc ocurre con las Fotografias, que registran cier. la conformación dol sujeto en e11enguaje --o en los 1cnguajes- y la
tos acontecímíentos de la vida cotidiana y los congelan para síem- estructuracíón de la propia vida como un relato, ya sca escrito,
pIe co una imagcn fija. No cs raro que la foto termine tragándose audiovisual o multirnedía. Las nuevas versiones de esos gêneros
ai referente, para ganar aún más realidad que aquello que co al- autorreferencia1cs que desembocan en 12'1 insólito fenômeno de
gún momento de veras ocurrió y fue fotografiado. Con la facilidad exhibición de la intimidad dicen mucho sobre las configuracio-
técnica que ofrcce ese dispositivo para la captacíõn mimétrca deI nes actuales de tan delicadas entelequias: elyo y la "ida, sicmprc
instante, la câmara permite documentar la prcpía vida: registra la fluidas y diftcilmentc aprehensibles, aunque cada vez más enal-
vida siendo vivida y la expericncfa de verse víviendo, corno ocu- tecidas, veneradas y espcctacularizadas. Porque es notablc la ex-
rre explicitamente en la obra de la fotógrafa cstadounídcnse Nan pansíõn actual de las narrativas biográficas: no solo en Internet,
Coldin, un conjunto de imégencs autobiográficas plasmadas en sino en los más diversos medias y soportes. En los últimos anos
diversos libros y cxposícíones. Esta artista confiesa que, cuando ha estallado una intensa scd de realidad, un apetite voraz que
era joven, solía cscrfbir dianos con 12'1 fin de "retener su propta incita a consumir vidas ajcnas y reales. Los relatos de este tipo
versión de las cosas". Eso sucedió hasta el momento en que dcs- reciben gran atención dei público: la 110 fíccícn florecc y conquista
cubrió las potencialidades de la câmera, una herramíenta que le un terreno antes ocupado de manera casí exclusiva por las histo-
ofrecía la inédita postbifidad de "mantencrso viva, sana y cen- rias de ficción.
trada", ya que la inscripción fotográfica de su mcmoria voluntaria Además de este incremento cuantitativo, al efectuar una rá-
le permitia "confiar en su propia cxperíencía".s pida comparación con lo que ocurrfa poco tiempo atrás, se dcs-
Aquel refugio que Ana Frank encontraba cri el acto de escribir tacan algunes peculiaridades cn los relatos biográficos que hoy
su vida con palabras, Nan Goldin lo halló en cl registro de la lente proliferan. Por un lado, el foco se desviá de las figuras ilustres:
que le concedia el don de "salvarsc por la imagon". Así como Vir- se han abandonado las vidas ejemplares o heróicas que antes
ginia Woolf sedimentaba su vida asentándola en las hajas de su atraían la atención de biógrafos y Iectores, para enfocar a la
diario íntimo, esta otra artista construyó una "equivalencia entre gente común. Esta, por supuesto. sin despreciar una busqueda
vivir y fotografiar". En ambos casos, recurriendo a diversas técni- pertinaz de aquelJo que toda figura extrãordinaria también ticne
cas de creación de sí miemo, tanto las palabras como las imégencs --o tuvo- de común. Por otro lado, hay un desp1azamiento hacia
que tejen el minucioso relato autobiográfico cotidiano parecen la intimidad: una curiosldad crccícnte por aquelJos âmbitos de la
exudar un poder mágico: no sólo testimonian, sino que también existencia que solían tildarsc de manera inequívoca como priva-
organizan e incluso conceden realldad a la propia cxperíencía. Bsas dos. A medida que los límites de lo que se puede decir y mostrar
narrativas tejen la vida deI .110 y, de alguna manera. la realizan. se van cnsanchando, la esfera de la intimidad se exacerba ba]o la
luz de una visibilidad que se desea total. De manera concomi-
tante, el silencio y el vecro invaden los ámbitos considerados
4 Anno hank, O diário de Alme Frank, Río de Janeiro, Record, 1997. públicos. Es claro que las antiguas deãnícíones no emergen ile-
5 Nan Goldin, 1'11 be YourMirror, citado en Beatriz Jaguaribe, "Realismo sujo
C experiência autobiográfica: Vidas reais e autoria", en O choquedo Nea!: e~télica. sas de todas estas convulsiones. o:'.Qué resta, entonces. de la vieja
mríiill c cultura, Río de JJnciro, Rccco. 2007. idea de intimidad? o:'.Quê significa "público" y quê serra exacta-
42 LA INTIMIDAD COMO ESPECTÁCULO YO ,\TARRADOI< Y LA VID/\COMO RELATO 43

mente "privado" en este nucvo contexto? Las frontcras que se- rica Latina varias de las nactoncs del mundo cuyos habitantes
paraban ambos espacios C11 los que solta transcurrir la cxistencia consumen más horas de televístón por día; ademãs, los ninas de
estén dcstneegrandose, e11 media de una crísís que desafia di- esta parte del planeta figuran entre los que leen menos libras.
chas categorías y demanda nucvas tnterpretecíones. Con base en datas de este calibre, algunos investigadores pre-
Pero hay otras transformaciones igualmente inquietantes. Los vén una inevitable agonia de la lcctura de fícciones. a] menos en
relatos que nos constituven, csas narraciones que zurcen las histo- su formato tradicional. Un ambicioso estudio encomendado por
fias de nuestras vidas y convcrgen en la enunciacíón dcl yo, se han una entidad gubernamental de los Estados Unidos revelo que el
distanciado de los códigos literarios que impcraron a lo largo de porcentaje de adultos que leen obras literarias en aquel país paso
la era industrial. Poco a poco, nuestras narrativas vitalcs fueron del 57% cn 1982 aI47~;:;; veíntc anos más tarde. EI derrumbe más
abandonando las páginas de las novelas clésicas y los folletines, seric se ha constatado entre los lcctores más [óvenes --cl 28To en la
que tanto han inflamado las venas de incontablcs Emmas Bova- última década-, y se atribuyó ai incremento cn el uso de "una va-
rics, jóvenes Werthers y erros órnulos de antafio, para explorar riedad de médios clurtróntcos". No sólo la televisión sino tem-
otros espejos identitarios. Acornpaüando el declive de la cultura bién, y de manera crccíente, Internet con sus bloge, sus redes de
letrada, asf como los avances de la civilización de la imagen y la relaciones y su intercambio de vídeos. Pero cl informe intenta su-
sccíodad dei espeetãculo, las viejas exhalaciones de palabras plas- perar lo que ya se sabe, no se limita a la mera confirmaciún de es-
madas en papel parecen haber perdido su antiguo vigor. Aquella tas tendencias más o menos evidentes a simple vista. Remata,
infinidad de mundos ficticios se ha ido resecando; se agotan esos adernas, con un veredicto bastante sombrío para el futuro de las
universos impresos que tanto alimentaron la producción de subje- bellas artes literarias: "a esta vclocid ad, cse tipo de actividad
tividades en los últimos stglos, ofredendo a los ávidos lectores un tíende a desaparecer cn media siglo"." Se refiere a la lectura de
frondoso manantial de identificaciones para la autoconstrucción. cuentos y novelas, prcvicndo la definitiva -y muy cercaria- extin-
Mientras la lcctura de ficciones [iterarias decae en todo el pla- dôn del viejo mundo de las ficciones ímpresas.
neta, las principalcs tnsptraoones para la crcacíón dei yo parecen Como se sabe, los ejercicíos de futurologia son síempre arries-
rnanar de otras fucntcs. De modo notaria, una caudalosa vertientc gados, pero cs difícil ignorar que los hábitos de lectura cstãn cam-
brota de las pantallas que invaden todos los ríncones dei paisajc biando. A pesar de la complejidad dei fenômeno y de los nesgos
contemporâneo, con sus insistentes imágenes cinematográficas, inherentes a todo ensayo de prcmonición. parece evidente que la
televisivas y publicitarias. Los datas sem elocuentes: el consumo cultura occidental contcmporarwa ya no se cncuadra en el clésico
de TV se ha impucsto corno la actividad preponderante de la ma- horizonte de la civilización letrada. Y es muy probable que ni si-
yoría de la población mundial, mientras la lectura de cuentos y quiera busque tal cosa. (Se trata, entonces, de una ruptura histó-
novelas se dcsploma vertiginosamente. Hay quienes pronostican. rica? (EI fin de una era y el comicnzo de otra? Según e] libra titu-
inclusive, que este hábito se extinguirá por completo en pocas dé- lado Hisforia de la íecturu, en e! momento actual esterra ocurriendo
cadas. Según una investigación recientc, además de ser la tarca una "terccra revolucíón" en esc campo de la actividad humana,
dominante cri los momentos de ceio, ver television es la terccra vinculada a la rransrrrísión electrónica de textos y a la inaugura-
ocupación humana estandarizada más habitual en los Estados
Unidos, dcspués de trabajar y dormir. Fero está claro que ese cua- ó Dana Gioia, Reading ai I?i.lk; A S~n!ey ojLilerury Reading i'l Amcrica, Wa~h­

dro no se restringe a aquel país; ai contrario, pertenecen a Amé- inglon, National Endowment for Ih,,' Arls, 2004.
44 LA INTIMIDA0 COMO ESPECTÁCULO YO NARRADOR Y LA VlDACOMO RE1.A'ID 45

ción de nuevos modos de leer.? La primera de esas rupturas ha- En cl sentido indicado por Walter Benjamin, si cabe la extrapola-
bría ocurrido a mediados del siglo xv, en virtud de la invención cíón: se trata de cierta autenticidad, de un caracter único que
de la imprenta. que alterá las formas de elaborar libras y multi- emana de su orígtnelídad material, deI hecho de no ser copias in-
plicá 5U reproducción, un proceso que derivó en el surgimiento de finitamente reproducibles por medios técnicos, sino documentos
la lectura silenciosa. El segundo corte habría ocurrido a mediados únicos e irrcpetibles. Con la irrupción de las tecnologias digitales
de! siglo XVJJI, ron la transforrnación dellector intensivo en exten- y su insuperable capacidad reproductiva, se han extinguido todos
sivo: mientras cl primero Ieía y releia un corpus limitado de textos, los vestigios dei aura que aún podría permanecer en aquellos an-
el segundo pasó a tener una crccíente diversidad de libras a su ccstros analógicos. Sin embargo, las escrituras de sr parecen exha-
disposición. Ahora estaríamos íngresando en otra era: la tercera, lar una potencia aurática stemprc latente, aunque csa cualidad no
ligada a las computadoras e Internet. resida en los objetos creados, sino cn su refcrencia autoral.
Sería vano rnenospreciar la influencia que estas nuevos arte- Los acontecimientos relatados se consideran autênticos y ver-
factos -cada vez más utilizados para pensar, escribir; lccr y comu- daderos porque se supone que son experiencias íntimas de un in-
ntcarse- están cjercíendo en los modos en que pensamos, escríbí- dividuo real: el autor, narrador y personaje principal de la histo-
mos, leemos y nos comunicamos. Los textos elecrrónícos. escritos ria. Un ser síernprc único y original, por más diminuto que pueda
y lerdos en las pantallas de las computadoras, muchas veces en- ser. En función dei pacto de lectura antes mencionado, los hechos
tremezclados con imágenes fijas o en movímíento, instalan nue- narrados en los géneros autobiográficos se considcran verídicos e,
vos hábitos y prácticas, tanto para los autores como para los Iec- inclusive, se supone que son datas verificables. Por cso. en ciertas
tores. Por cso, en el soporte tecnológico quizá resida la primara y ocasiones, algún vestígio lejano de la vieja aura parece asomar
más obvia diferencia entre las novedades que configuran Ia Web tambíén en los escritos éxtímos que circulan por Internet. 0, quien
2.0 y las viejas artes manuscritas de autoexploracíón. A la mate- sabe, quizé se trate de un anhelo síempre frustrado de recuperar
rialidad áspera y tangible de la haja de papel, dcl cuaderno, la esa originalidad perdida. Tal vez eso suceda porque estas relatos
tinta, las tapas duras y el sobre, se opone la etérea virtualidad de estan envueltos en un halo autoral que remíte, por definición, a
la escritura eJectrónica. Aunque dcpendan de una pesada -y cos- una cicrta eutenticidad -algo que se hospeda en el mismo corazón
tosa- parafernália mecânica conectada a Ienchufe, luego de tipear dei pacto de lectura-. e implica una referencia a alguna verdad, un
algo en el teclado, los signos se propagan en la magia etérea de vínculo con una vida real y con un yo que firma, narra y vive 10
los impulsos e1éctricos que brillan en la pantalla dei monitor. Se que se menta.
convíerten en pura luz intangiblc. algo que parece no poseer nin- Dejando este suculento asunto en suspenso, ahora conviene
guna consistencia material. distanciarse un poco dei pala subjetivo de estas relatos -d "autor
A pesar de csa cualidad un tanto misteriosa que Fluye de la narrador personaje"- para examinar algunas características de
supuesta inmaterialidad o virtualidad de los nucvos medias, son su paio objetivo: los textos e ímãgenes, las obras creadas por esos
las cartas y los diarios íntimos tradicionales quiencs parecen po- sujetos. En los nuevos cspacios de Internet se cultiva un tipo de
seer cierta aura sagrada que en otros campos ha dejado de existir. escritura con fuertes marcas de oralidad: cs habitual el recurso a
la trascripción literal de la fonética y un tono coloquial que evoca
7 Véase Roger Chartier y Guglielmo Cavallo (comps.). Historiu de la ledum las convcrsaciones cotidianas. El estilo de estas escritos no suele
e" d mundo oaidelltal, Madrid, Taurus, 1998, pp. 37-45. remitir a otros textos, ni siquiera para sublevarsc contra cllos o
46 L/\ 1"JTI!vlIDAD COMO JOSPFCTÃCL"LO YO NARRADOR Y LA VIDA COt\10 RELATO 47

para fundar activamente un nuevo Iengua]e. Su confección no se Resulta paradójico aludir a la mucrte de la conversacíón en
apoya cn parâmetros tfpicaments liternrios o letrados, ni de ma- este contexto, cuando podríamos admitir más obviamente el de-
nera explícita ni tampoco ímpltcttamentc en las entrelíneas o cn ccso de la lectura, por ejcmplo, o incluso la defunción de la cscri-
el sentido del gesto autoral. Adernás impera cierto descuido con tura. Con la popularízactón de la comunicación mediada por las
respecto a las formalidades delíenguejc y las regias de la comu- computadoras, sin embargo, la versión opuesta <1 todas estas san-
nícacíõn escrita. Más propulsados por el perpetuo apuro que por ciones funestas tarnbién suele frecuentar los debates. Habré quien
cl afan de perfección, estes textos suelcn ser breves. Abusan de estime que no sóIo estaría renaciendo ciertc arte de la conversa-
las abreviaturas, siglas y emoticones. Pueden juntar varias pala- cíón, sino que también ganarían nuevo aliento las vituperadas ar-
bras eliminando los cspecíos, cn tanto ignoran acentos ortográfi- tes de la escritura y de la lectura. Gracias a las tocnologras digita-
cas y signos de puntuación, así como todas las convenciones re- lcs, elllOlIlO t!/pograplliclls aludido por Marshall McLuhan se habría
feridas al uso de rnayúsculas y minúsculas. EI vocabulario salvado de una muerte segure." En cfccto, taíes hábitos parocfan
tambíén es limitado. Si todas csas características se suman aI hc- condenados cn el reino audiovisual de la radio, cl cine y la tclevl-
cho de que suelen practícer una ortografía lastimosa y una sin- sión; es d ecir, durante cl ímper!o de aquello que Walter Ong.
taxis relajeda. en casos extremos, los textos de este tipo puedcn digno discípulo del profeta canadícnse, denominara "oralidad
rozar ellímite de lo incomprensible. AI menos, para equellos lec- sccundariav.I'' EI inesperado resurgirnicnto de los teclados, sin
teres que no han sido entrenados en la peculiar alfabetización embargo, habrfa resucitado las vtejas manas de la escritura, y con
dei ciberespacío. ellas suele vcnír su cornpafiera de stcmpre: la Iectura. Ésa seria la
"EI arte de la conversacíón está mucrto, y pronto estarãn "torcera revolución" en la historie de estas hábitos propuesta por
muertos casi todoslos que saben hablar", arnetral1ó Guv Debord Reger Charticr, en cuyo seno no solo hay lugar para los veredictos
cn 1967, en las páginas de su Iíbro-manífíesto titulado L~ socíedaâ optimistas de los acólitos de la cibercultura, sino también para la
del espectáculo. H Esta puede parecer curioso cn una época en que dcsesperacíón de intelectuales a la vicja usanza y cl llamado a una
los tcléfonos celulares proliferan por todas partes y, junto con resistencia inventiva por parte de los críticos dei presente.
ellos, las conversaciones se multiplican stn limito, Paralelamente, Entre tantas muertes anunciadas -y sus posíbles resurrcccío-
y muchas vcccs simultaneaments-, los tiiats y los programas de ncs-, se dejan oír los ecos de otra agonía igualmente célebre: la
mertxajes instantâneos invaden las computadoras, con una red muerte del narrador, vaticinada cri 1933 por Walter Benjamin,
~e ~ontactos permanentemente acoplada ai espacio de trabajo, quien vislumbró que los tíempos modernos habrian aniquilado al
mvltando a un diálogo constante, múltiple y sin fino Adernas, el arte anejo de contar historias, asr como al moroso placer de csru-
tono coloquial de la lengua oral que empapa la escritura pro- charlas. Destrezas cada vez más raras, cuya cxtínción ya era posi-
muevc un exceso de informalídad verbal, que se disemina bajo la ble detectar on los lejanos anos tremta. Tras el vértigo que arraso
influencia de estas nuevas formas de diálogo tipeado. No sólo en los paisajes urbanos y rurales en los siglas XIX y XX, "pocas son las
Internet. sino tambíén en los mensajes de texto enviados de un
celular a otro y, literalmente, por todas partes.
g MJrshall McLuhJn, La galaxia Cllt~nb~rg. GÓlcsi.l dei "H('lnn 1)/pogmpJii(I" ",

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LAINTlMIDAD COMO ESPECTÁCULO 1'0 NAJ<KADOR Y LA VIDA COMO RELATO 49

personas que sabcn narrar dcbidamentc", constataba Benjamtn.u marcaron a fuego los ttcmpos modernos? "Bsa red se deshace hoy
Pera eso no era lo peor, pucsto que csa súbita carencia serra el por todos lados", se lamentaba Benjamin hace cast un síglo. "des-
efecto de una rnucrte aún más terrible: cl agotamiento de la expe- pués de haber sido tcjida hace milcnios, en torno de las más anti-
riencia. La voragínc industrialista habría atropellado las condicio- guas formas de traba]o manual".'?
nes que permitían la narratividad en cl mundo premoderno, un EI relato de aquel narrador se interrumpe cuando colapsan la
entorno arrasado por el frenesí de las novedades: con un aluvión memoria y la tradición de las sociedades premodernas, un sueio C{)-
de datos que, en su rapidez íncesente, no se dejan digerir por la rnún que incluía un indiscutible rcspcto por la expcriencia de los
memoria ni recrear por el recuerdo Esa aceleracíón habría gene- ancianos y por la autoridad dei saber colectivo acumulado con cl
rado una merma de las posibilidades de reflexionar sobre cl transcurso de los afias. Como dlce cl propio Benjamin, "se sabia
mundo, un distanciamiento con respecto a las propias vtvencías y exactarncnte el significado de la expcriencia. que sícmpre era comu-
una ímposíbilidad de transformarias en cxperíencía. nicada a los jõvenes con la autoridad de la vejez".B No obstante, ya
Antes, mucho antes, era diferente. EI flujo narrativo de las en aquella época en que fueron escritos esos ensayos hoy clãsjcos.
viejas artes de recitar, cntrelazadas a los modos de vida rurales y a era evidente que estaban en ba]a "Ias acciones de la experiencia".
las actividades artesanales compartidas, constinuan un "haccr Los hombrcs se habtan vuelto "más pobres en expcncncias comuni-
juntos". Los oyentcs participaban dei relato narrado y éste poseía cables", carcdan de aqucllas pala bras tan duraderas que podían-y
una inestabilidad viviente, era abierto por definicion V se meta- debían- ser transmitidas de boca cn boca, como un valioso anillo
rnorfoseaba ai sabor de las diversas expericneias enunci'ativas. Era que se conscrvaba cuidadosamente para traspasarlo de una genera-
un arte hcrrnanado con las distancias, tanto en el sentido espacial ción a otre. Los proverbtos. los consejos. la digna sabiduría de los
como temporal: las historias venfan de lejos, traídas por rnarine- ancianos ... Si todo eso se tornó anticuado es porque las expertcn-
ros y forasteros, o bien procedían de tiempos remotos. Además, cías dejaron de ser comunicables. "lQuién encuentra aún personas
las viejas artes narrativas exigían una entrega total y una distcn- que sepan contar historias como deben ser contadas?", se pregun-
sión en la escucha, un don de oír íntimamente asociado ai don de taba Benjamin con cierto pesar, y aún más: "lquién intentará si-
narrar, un grado de calma y sosicgo emparentado con el suefio, cn quiera dtrtgtrsc a la juventud invocando su cxperíencía?"."
el cual flotaba cierto olvido de sí mismo. Algo que en aquel uni- Prueba de la incisiva lucidez del filósofo alemán es que esas
verso premoderno era perfectamente posible, pero que hoy se palabras fucron escritas mucho antes de las décadas de 1960 y
vuelve cada vez más raro: una disposición dei euerpo -y dei espr- 1970, momento histórico de nuestra civilización en que los jóvenes
ritu- que radica en el extremo opuesto de la tensión, la ansiedad y alegremente "inexperlmentados" se apropiaron dei cetro, iniciando
la velocidad que propulsa nuestro ser en la contemporaneidad. un camino triunfante que desembocaria en una espece de Imposi-
lComo podrra sobrevivit; entonces, este flujo vivo y grupal que ción de la juventud obligatoría y universal. Pero Benjamin cscribio
evoca una multiplicidad de Scheherezades anônimas, a la com- antes, mucho antes incluso de la aparición de las computadoras y
presíón de las distancias y la condensación de los hora rios que

ra IbiJ., r 205.
11 Waltcr Benjamtn.r'O narrador", en Obras escolhidas, vol. 1: Magia e Técnica, ]'I walter Benjamin, "Experiência e pobreza", en Obrasescolhidas, op. di., p. 114
Ar/p f Potníca, San I'ablo, Editoriall:lrasiliense, 1994, p.197 [tmd. csp.: "El narra- [trad. <'sr.: "ExpcTicncia y pobreza", cri Discursos interruml'ido;; r, op. fif·l·
dor", en Discursos interrumpid05 f, Madrid, Teurus, 1999]. 14 fbid.. pp. 114-119.
50 LAINTIMJlJAD COMO ESPElTÁCCLO YO .'iJ1RRAPOR Y LA VIDA COJl,10 RELATO 51

otros gadgets elcctrónicos que 110y pululan cn nuestros paisajes y vinculada a la imprcnta. que resulte ser todavia más amenazadora
hogares. abolícndo cualquicr pretensíón que los adultos podrfan para las viejas artes de narrar al provocar, inclusive, una grave cri-
tcncr de dirigir-c a los jóvenes invocando su propia experiencla. Si sís en el formato novelístico. Se trata de la informaci6n, una nove-
trcs o cuatro décadas atrás no confiar en nadie con más de treinta dad que barrió aquella mítica distancia en el espacío y en e] tiempo
eüos implicabn una especic de rebeldía provocadora, hoy las em- que constituia la savia de las narrati vas tradícionalcs. "EI saber, que
presas que líderan nuestro mundo -especielmcnte en las florccien- venta de lcjos -de la lcjanía espacial de las tierras cxtranas o la leja-
tcs áreas de publicidad, rnarkcting e informática- suelen expulsar nfa temporal de la tradición-, detentaba una autoridad que era
a sus empleados cuando llcgan a esa edad. No precisamente de- válida aunque no fuera controlable por la cxperiencia", explica Ben-
bido a 5U "falta de experiencia" sino, ai contrario, con el argumento [amin." La información, en cambio, aspira a una verificación inme-
de que están demasiado vicjos y por tanto han perdido la csponta- dlata: "debc ser cornprensible cn sí y para sí". No es difícil entrever
ncidad y la crcatividad inhcrcntes a la sacro-anta juventud. Como que todos estas elementos estãn presentes en los nuevos gêneros
cl propio Benjamin advirtió, junto con las evidentes nuevas rique- confesionales de Internet, ast como en cl fenômeno más amplio de
zas también habría surgido una nueva forma de tniseria. caracte- cxhibición de la intimidad que hoy dcsborda por todas partes: in-
rística de ese "monstruoso desarrollo de la técnica". Esto cxpl icaría formación, climinación de las distancias y fuerte dcpendencia de la
el ingreso de la hurnanidad cri una nueva barbarie, un devenír his- veracidad; o sea, de un anclaje verificable en la vida real. La muerte
tórico que exige una difícil prucba de honradez: admitir y confesar deI narrador, por e] menos en estas sentidos benjaminianos, estaria
nuestra pobreza, nuestra flagrante falta de cvperiencia. més que confirmada cn los relatos autobiográficos que atiborran la
Quizás sea éste el germen de la declarada "pobreza narrativa" Web y otros medias contemporâneos.
de muchos h/ogs confesionalcs de hoy en día, prueba de la falta de Pero, lquê caracteriza a la información? Además de tener un
pretensíoncs de estas nuevos narradores íntcractivos. Sin embargo, fuerte vínculo con cl presente y con la actualided. hay otro ele-
esa honradez frente a la vcrsión más novcdosa de la "barbaríe" tal mento importante que define ese locuaz gênero discursivo. Aun-
vez no afectc de igual modo a su autor oi a su protagonista: se con- que no sca exacta, Benjamin subraya que la lnforrnación debe ser
tenta con afligir apenas al modesto narrador. Aunque los trcs coín- plausiblc, verosfrnil y verificable. Si no lo es, se trata de un fraude:
cidan en la misma persona, tal como propone el pacto de lectura deja de ser información, plerde su naturaleza y, cn el mejor de los
ptanteedo por Philippe Lejeune, que ai confiar en esa triplc coinci- casos, se transforma en otra cosa ... o bien en nada, y se tira a la
dencia identitaria los consagra como gêneros autobiográficos. De basura. No obstante, ese ingrediente básico de las informaciones
todas maneras, todavfa habré ocasíõn de examinar cun mayor que pronto empezaron a irradiar sus verdades por los más diver-
atencíõn las figuras del autor y dei protagonista de los nucvos gê- sos medias es ajcno al arte narrativo de tiempos remotos, y habría
neros ronfcslonales de Internet; por ahora, conviene volver a apun- sido justamente esta cualidad la que lc ha dado cl tiro de grada al
tar el foco sobre la figura desfalleciente dcl narrador. narrador. "Cada rn afiana rccibimos noticias de todo el mundo y,
Según cl análisis de Walter Benjamin, habrfa sido la novela, sin embargo, somos pobres en historias sorprendentes", constata
como gran forma narrativa del siglo XIX y de! etboe burguês, la Benjamin. "La razón es que los hechos ya nos llegan acompaóa-
encargada de anunciar los primeros indicias de la agonía deI na- dos de explicaciones; en otrcs palabras: casi nada de Jo que ocurre
rrador. Pero el verdadero golpe mortífero no se 10 habría dado
ese gênero 1iteraria, sino otra forma de comunicaci6n igualmente ], i'Valter Benjamin, "O narrador", "T'- cit., pp. 202 Y 203.
52 LA INTIMIDAD COMO ESPECTÂCULO YO NARRADOR Y LA VIDA COMO RELATO 33

está ai servicio de la narrativa, y casi todo está a1 servicio de la in- quicnes utilizan tácticas au diovisualcs, sino más bien en el otro
formación". Porque la elegancia del relato consiste, precisamente, extremo de la comunicacián, precisamente en la artitud dellector
en evitar las explicaciones. He aquí una gran diferencia entre las o dei espectador. "El lector de novelas que no piensa (no colabora)
viejes artes dei narrador tradicional y las historias en las cuales pierde esencialmentc todo", asevera Eco. En cambio, cl especta-
nos enredamos hoy día: antes, ellector era "Iíbre para interpretar dor cinematográfico con idéntica actitud "ai final dei espectáculo
la historia como quisiera. y con eso el eptsodro narrado alcanzaba estará convencido de estar llevándose algo a casa". Es habitual
una amplitud que no existe en la inforrnación" .16 que los lectorcs de novelas rehúsen las ínvitactones demasiado in-
Es precisamente en este sentido que Umberto Eco delata una sistentes a colaborar, y termincn abandonando cl libro dcspués de
irrecusable pobreza característica de la comunicación audiovisual, leer arduamente algunas páginas. Las películas, por su parte, "sa-
en comparacíôn con la riqueza infinita de la palabra. 0, más exec- tisfacen también a qulen las acompena distraídamente hasta el fi-
tamente, su menor nivel de extgencta con respecto ai público. nal", y Iuego de dos o tres horas de entrega parcial a lo que se
"Mientras un libro requíerc una lcctura cúmplice y rcsponsablc. proyectó en la pantalla, habrán ocultado "a sus espectadores pere-
una lectura interpretativa, una película o la televisión nos muestran zosos el hecho de que las utilizaron de modo perezoso".
las cosas ya masticadas", explica ECO. 17 Es cierto que los narrado- Con la dccadencia no sólo de las vicjas artes de aqucl narrador
res de las novelas clãsícas firmadas por Gustavo Flaubort o Hcnrv benjaminianq.de tiempos más remotos, sino también de la lectura de
Iarnes se demoran en extensas descrípcíones de paisajes y persona- novelas como las de Flaubert y Henry [ames, en el mundo contem-
jes. con un preciosismo y un grado de minuciosidad que hoy pue- poráneo se multiplican las Informacioncs y se popularizan los códi-
den parecer anticuados o incluso exasperantes. Sin embargo, a pesar gos audiovisuales en los más diversos âmbitos. Inclusive, por su-
de todo ese punfillismo, delegaban cn cl lcctor la tarea de imaginar puesto, en los gêneros autobiográficos. Todo esto parece confirmar
el rostro de "una mujer más bella que una obra de arte", por ejem- el diagnóstico de Benjamin sobre la mucrte dei narrador o, ai menos,
pio, o el aspecto y el sabor que podrían tener "Ia melancolía de los de aquel narrador. Tanto la necesidad de explicitar y de decir más
vapores" o "Ia amargura de las simpatías truncadas". No todo es- apuntada por Umberto Eco, que se vincula ai universo de las tmage-
taba dicho. O mejor: no todo se mostraba. Así, aún intentando evi- nes -y de la información- en contraposición ai mundo más implícito
tar "conclusiones rápidas y moralistas" sobre la inferioridad de la de las palebras -y de la ficción Iiteraria-, como la recepcton perezosa
comunicación visual con respecto a la verbal, Umberto Eco admite que estas nucvos medias permiten ron crecientc tolerancia. Por esc,
que los narradores fflmicos suelen verse obligados a "decir más", a no deja de ser sintomático que el momento contemporâneo suela
ser más explícitos. Por eso las pantallas ofrecen con excesiva fre- presentarse como sinônimo de la "era de la información".
cuencia "cosas ya mastícedas". liberando a los espectadores de ha- Debe habcr sido este horizonte el que Cuy Debord vislumbró
cer un esfuerzo de ínterpretecíón personal. en tono profético en el afio 1967, cuando vaticinó que cl arte de la
No obstante, la mayor diferencia entre ambas formas de na- conversación había mucrto y que pronto fenecerran todos sus practi-
rrar tal vez no resida en esa explicitación a que deben recurrtr cantes, porque el espcctáculo era "lo opuesto ai diálogo"." Digno
representante de aquella enérgica generación contracultural que un
afio más tarde desataría el eptsodio conocido como Mayo Francês,
'6 Walter Bl"'l1jamin, "O narrador", op. cit., P: 203.
Umberto Eco, "A diferença entre livro e filme", en Elltreiil'ros, San Pablo,
17

noviernbre de 2005, p. 98. lo Guy Debord, 0I'. cit., tcsis 18.


54 LA INTlMIDAD COI\.IO ESPECTÁCULO YO NARK400R Y LA VJDACOMO RELATO 55

esc autor denunciaba la primada de] espectáculo como "el sol que idilio. Quien definió con mayor exectitud díchos lazos quiaés haya
jamás se pone en d ímpcno de la pasividad moderna" .19 Más que W1 sido Renê Descartes, en una frase rescatadn en aquelmomento
conjunto de tmagenes. el cspcctãcu!o se transformo en nuestro modo histórico por Marccl Proust: "Ia lcctura de todos los libros buenos
de vida y nuestra visión dei mundo, enla forma cn que nos relaciona- es como una conversación con las personas más interesanres de
mos unos con otros l' incluso la manera como se organiza el universo. los stglos pesados que fueron sus autores"." Esa imagen dcl Iector
Todo está impregnado por cl espectaculo. sin dcjar prãcttcementc que dialoga con el autor de un libro remire a las"cartas dirigidas a
nada afuera. Los contornos de esa gelatinosa dcfinición superan lo amigos, sólo que más largas", encantadora definición de lo que
que se muestra en los medias masivos, porque el espectãculo "roeu- significa escribir un libra según e! poeta romãnttco Jean Paul. Esa
brc toda la superfície dei mundo y se bana indefinidamente en su pro- nocíón fue retomada por cl filósofo Petcr Sloterdijk, quien pre-
pia gloria". Por eso, en vez de limitarse aI aluvión de imágenes que se senta csa voluntad de estrechar amistades con Iectores anônimos
cxhiben en las pantallas y que trituran las vicias potencias de las pala- dei presente y del futuro, como una smtcsis "graciosa y quin-
bras -sean escritas o conversadas-, el espectáculo cs la transformación taesencial" de la cultura humanista dei sigla XIX: "los autores grie-
dcl mundoen esas imégcncs. Y más aÚTI: "es capital en un grado tal de gos seguramente se habrían sorprcndído con el tipo de amigos
acumulación que se transforma en imagen".20 que sus cartas alcanzarían un dia" .22 De todos modos, fuc para
Para constatar las profccfas de Debord, basta hojear un par de confirmar otra fúnebre noticia que Sloterdijk redimió esa romãn-
libros como EI arfe de la conucrsación de Pctcr Burke y ta cultura de tica defíuición: en este caso, cl fin dcl humanismo.
la cOIwersaciôn de Benedetta Craveri. Ambos autores desplicgan. Como quiera que sea -y cargando con cl peso de todos los
con precioso lujo de detalies, diversos aspectos y momentos de cadáveres que resulte nccesarío asumir-, es evidente que hoy pro-
csas artes dialôgicas cn nuestra tradición cultural; sin embargo, liferan los productos "fáciles" de la industria cultural, aunque
ambos también se dctienen con toda parsimonia a principias de la ahora tarnbíén pueda ser una industria casera, hecha cn un rincón
Era Moderna. De modo sernejante, Richard Sennett pinto un cua- dcl patio trasero por usted, yo o cnalquiera de uosorros. Como su-
dro del sigla XV!!! como una época de apogeo dei hombre público cede con las películas comentadas por Umberto Eco, estas obras
y de las bellas artes de la conversecíõn, todas potencías que ha- no requícren de sus consumidores aquclla entrega total que Benja-
brían decaído en los umbrales del intimista sigla XIX. No se trataba min definiera como un don de oir en torno de los narradores tra-
de un libre fluir de la cspontaneidad individual en las interaccio- dicionalcs. Tampoco exigen la concentración silenciosa y solitária
nes entre cuatro paredes; lejos de eso, en aquellos remotos paisajes que dernandaba la Iectura de las novelas burguesas, así como la
curopeos, la oratoria emergia como una técnica compleja y pu- escritura de diartos y cartas. Aquelia atención contemplativa, fo-
jante, r-n Ia cual primaba cl artifício teatral que convertia cada pa- calizada en su totalidad hacia un único objetivo, ha estallado en
labra en una valiosa arma política. esta cultura audiovisual que no cesa de emitir estímulos sensoria-
En el período industrial, en pleno auge de la burguesía previa les hacia todos lados. Esa antigua disposición de los cuerpos y es-
ai triunfo de la sociedad dei espectáculo, tanto la lectura como la
escritura y la conversación parecen haber vivenciado un postreIO
21 :vlJrcel Proust, Sobre laler/um, Buenos Aire~, Libros de! Zorzal, 2003, p. 31.
°
2:' PL'ler SlotL--rclijk, Regra, para parqllehumano. Uma resposta fi cartade Heide-
l')Cu}' Dubord, oI'. cit., tt'sis 13_ 1111"'· ,;orre o humani,/IIo, San Pablo, Ebt~ção LiberdadE'. 2000, pp. 7 -9 [Irad. esp,:
'0 l/lid" k~i~ 34. Regia;; paraelparque humnlll', Madrid, Sjruel~, 2000].
56 LA INTIMIDA0 COMO ESPECTÁCULO YO NARRADOR Y LA VIDA COMO RELATO 57

píritus estalla en mil pedezos, tal vez en provccho de otras for- Acompafíando todas esas novedades que aún están en pleno
mas de atenci6n y cognición. Como el easy tisteniuo que, según proceso de sedimentación, se acentu6 la preerninencia de los len-
Theodor Adorno, suelen solicitar los productos de la industria guajes audíovisuales que también tienden a estimular la "exterio-
cultural 0, por quê no, un concomitante easy viewing. O sea: tanto rización" más que la "interiorización" de la Iectura solitária. Por
una escucha como una mirada Fãciles, rápida" y superfíciales. Si la otro lado, la antigua cxperiencia colecnva del narrador se eleja
lectura "trac probablemente consigo cierto tipo de interiorízación", cada vez más, ya que no solo los aparatos de radio y televisión
pues "el acto de lecr una novela se aproxima bastante a un monó- abandonan la sala familiar para tnstelarse en los cuartos particula-
logo interior", escribió este integrante de la Escuela de Frankfurt, res, sin~ que también suelen salir a las callcs enchufados a los cuer-
"Ia visualización de los medias masivos modernos tiende hacia la pos, oídos y ajas de sus dueãos. En los últimos anos se ampl~~ eI
exteriorización" .23 Así, en un ertsayo sobre la tclevision publicado catálogo de medios cuyos dispositivos ya no son de uso familiar,
cn 1954, cuando la TV era poco más que un nuevo medio intri- sino estrictamente pcrsonaí: computadoras, Internet, reproducto-
gante, el filósofo alcmán notaba que "Ia idea de tnteriondad", en res de VI1'3, notebooks, palmtops, teléfonos celulares. Hasta e! cíne se
este contexto, "cede ante scnales ópticas inequívocas que pueden aleja de los pomposos teatros deI centro de la ciudad --e inclusive
ser captadas con una mirada" .24 de las salas acolchonadas de los "shopptogs"- para tnstalarse junto
Si la expericncia tradicional dei narrador era un aconteci- al sofá o ai lado de la cama de cada uno de nosotros, prirnero en el
miento colectivo por definictón, tanto la lectura como la escritura formato deI videocasete analógico y a continuación en los diver-
de la era burguesa convocan a un individuo solitario. De prefe- sos discos dígítales.
rencia, un individuo enclaustrado en la privacidad de 5U hogar, Nada de eso, sin embargo, parece implicar un retorno a la
pues no podría existir ambiente más adecuado que la propia casa soledad, aI silencio y al monólogo interior de los "lectores escrito-
para interiorizar lo que se lefa y exteriorizar lo que se escnbra. res" dei sigla XIX. Tales atributos no combinan con los paisajes y
Los medias audíovisualcs basados en el esquema broadcasting dei ritmos contemporáneos. No se trata apenas de la multiplicaci6n
siglo xx, por su parte, reforzaron ese movimiento tendientc a1 de voces y la ambigua reivindicación dei ruido que hoy se mani-
encierro en el âmbito privado, aunque sin solicitar aquel "monó- fiestan en los ãmbitos más diversos; adernas, las actlvidades gru-
logo interior" típico de la lectura que fue apuntado tanto por peles suelen considerarse más creativas y productivas que el dá-
Adorno como por Umberto Eco. Ahora, con los nuevos medias que síco trabajo individual. Y la habilidad para hacer varias cosas aI
no sólo son elcctrônicos. sino también digltales e interactivos-y mismo tiempo se estimula más que la capacidad de enfocar la
que abandonan el sistema clasíco de un cmísor para rnuchos re- atención en una tarea continua y persistente. El alcance inédito de
ceptorcs-. esa doble tendencia parece profundizarse: cada vez estas cambios sociocultura1es puede l1evar a cuesttonar, inclusive,
más pnvaüzacíón individual, aunque cada vez menos refugio en si el "trastomo de déficit de atenci6n e hiperactividad" conocido
la prupia interioridad. corno TOA! H na sería mejor comprendido como un rasgo caracte-
rístico de las nuevas subjetividades -perfectamente compatible
con e! mundo en que vívímos. e incluso incitado por sus compa-
23 Theodor Adorno, "Ielevision and lhe petterns of rnass culturc". en Quat- ses y vaivenes- en vez de una extrena epidemia infantil. .
terly of Púm, Raâio al1d Tekvisiol1, vol. 8, pp. 213-234. Citado en Mauro Wolf,
Teorias dI'la Comnnícacão, Lisboa, Presença, 2002, p. 89.
En todo caso, parece evidente que nuestra habilidad "multita-
241bid. rea" evoluciona junto con la de nuestras computadoras, y es pro-
58 LA INTIMIDAD COMO ESPECTÍl.CULü YO NAI?IIADOR Y LA VIDA couo RELATO 5Y

bable que este proceso no implique apenas una perdida de la LQuién estaba cn lo cierto cn estos diagnósticos tan opuestos profe-
vieja capacidad de conccntracíón, sino también un beneficio cn lo ridos hace cuatro décadas? ,Debord, con su sombría sociedad dcl
que respecta a nuevas formas de cognición que estanan cngen- espectáculo y la muerte de la r-onver'sar-iórt, o Licklider, con sus lu-
dránclose. "Los juegos de computación pueden mcjorar algunos minosas interfaces, rumbo a una eficaz comunicación informática?
aspectos de la atención, tales como la capacidad de contar objetos Si respondemos a la luz de estes fenômenos contemporâneos,
rápidamente en la periferia dcl campo visual", afirman los inves- probablemente dcbamos admitir que ambos autores tuvieron su
tigadores que analizan esa "arnpliación cognitiva". Otros estudios dosis de razón premonitoria. Todo depende, obviamente, de quê
semejantes constataron que quienes navegan por la Web buscando se entiende por "comunicactón efectiva". Con aquel gesto intem-
información pasan menos de dos segundos en UH sitio antes de pa- pestivo que dio origen a un libro aún clãsico -y a una película ho-
sar a otro. Sin embargo, cn vez de ver en este dato un mero indicio mónima. hoy virtualmente olvidada-, Dcbord denunciaba las ti-
de desconcentración y ansiedad -o, ai menos, más allá de eso-, los ranías de una forrnación social que en aquel momento estaba
especialistas vislumbran un signo de la capacidad de análisis inci- apenas asomando sus tentáculos, pero que ya tendia a cercenar el
sivo y veloz que promueven los nuevos medios. Como quieta que campo de lo postble. AI mismo tiempo cn que abría otras postbilí-
sea, en un punto todos parecen estar de acuerdo: cn este nuevo dades. desde luego, y otras puertas de la pcrcepcíon. pero su crí-
contexto, adernas de haccrsc más "ínteractivos", los sujctos se es- tica apuntaba a la ostandanzacíon de las relaciones humanas. De-
tán volvíendo "más visuales que verbaíes"." nunciaba la asfixia de cic rtas regiones de la scnsibilidad, la
AI compás de una cultura que se sustenta crocícnternente en estimulación exclusiva de algunas zonas y la hipertrofia de unas
imágenes, se desmonta cl viejo império de la palabra y proliferan pocas, mientras todas las demás posibilidades vítalcs se sofoca-
fenórnenos como los que aquf se eeamínen, en los cuales la lógica ban cn la oscuridad de lo invisible. Debord describió la persistente
de la visibilidad y cl mercado de las eperiencias dcscmpeõan pape- imposición de un régimen audiovisual oblígatorio, muy alegre y a
les primordiales cn la construccíõn de sr y de la propia vida como todo calor, pero no por eso menos tirânico cn su capacided de si-
un relato. Pero esta ocurre en medio de un nível de cspcctaculartza- lenciar los mãrgcncs, los reversos y las lagunas que también po-
cíón cotidiana que tal vez ni el propio Debord habría osado imagi- drían estar repletas de sentidos. Hoy la expansión de esc régímen
nar. Un contemporáneo dei pensador situacionista francés escribió contínua, y las interfases gráficas desarrolladas por Llrklider de-
la siguíente frase on 1968: "dentro de pocos anos, cl hombre será sempefian un papel fundamental en esa cxitosa conquista. Esta-
capaz de comurucarso en forma más efectiva a través de una má- mos frente a un cuadro cuya intensidad ninguno de los dos auto-
quina que cara a cara". 2~ El autor de esta declaración fue uno de los res podría haber intuido en aqucllos lejanos aríos sesentc.
pioneros en la investigacíõn sobre interfases gráficas en computa- Bs probable que scan éstos los motivos, también, de que hoy la
ción, cuyo trabajo contribuyó en gran medida a la popularización vida se parezca mucho a una película. Ya no nos contamos nues-
dei uso de Internet algunas décadas más tarde: J. C. R. Licklider. tras narrativas existenciales siguícndo e! modelo de la épica, ni
tampoco el de una tragicomedia romântica con largas parrafadas
"Riçhard wcods, "The ncxt step in brain evolution", en Tire Srmdml T'mf'~, de esmerada sintaxis para descifrar un minucioso drama existen-
Londres, 9 de julio de 2006. .
cial. Nuestras narracíoncs vítales no copian más aquellas novelas
'" joscph C R. Licklider y Robert 'Jaylor, "The computer as a commUniGl-
tion device", en Paula May"r (comp,J, Compu/a Media and Cmmmmirati(JlI: A que se leían con fruición desvelada durante horas y horas. En cam-
Reulier, Oxford, Oxford L·niversity Pre~~, 1999, pp. 97-J1(). bio, ganan contornos audiovisualcs. Episodios triviales o demonía-
60 LA INTL\lIDAD COMO ESPECTÁCULO YO ,'\';\RRADOR Y LA V1DACOMO RELATO 61

cus son amaestrados de csa forma; asf los gestos cotidianos más aunque sea la trillada y cada vez más festejada epopeya del hombre
minúsculos revelan cicrto parentesco con las esccnas de vtdeoclips común, del antihéroe o de] hombre ordinario. En fin, de aquel
y con las publicidades. 0, por lo menos, se inspiran en ellas y re- "cualquiera" que no tíene pudor cn ronfcsar su propia pobreza, en-
sulta dcseable que se les ascmejen. En ciertas ocasiones, llegan a carnado en aquel usted capaz de convertírsc en la pcrsonalidad dei
convcrtirse en esas peliculitas que se arrojan aI mundo en las vitri- momento. En todos los casos, no obstante, esa subjetlvidad dcberã
nas virtua1cs de YouTubc, de un víde%g o de una webcam. cstilirarsc como un personaje de los medias masivos audiovisuales:
Pera no se trata de meras "evoluciones" o adaptacíones prác- deberé cuidar y cultivar su imagen mediante una bateria de habili-
ticas a los medias tecnológicos que aparecieron en los últimos dades y recursos. E"e personajc tiende a actuar como si estuviera
afias. Si observamos todos esos cambias baja una nueva luz, lo síemprc frente a una câmara, dispuesto a exhibirse en cualquier
que está ocurriendo adquiere cl perfil de una verdadcra mutacíón: pantalla, aunque soa en los cscenaríos más banalcs de la vida real.
en nuostro espectacularizado sigla XXI, e1 juego de los espejos y La actual abundancia de narrativas autobiográficas, que se
abalorios se complicó inextricablcmcnte. En vez de reconocer en multiplican sin cesar, parece sugerir una comparación fácil con
la ficción de la pantalla --o de la hoja impresa- un reflcjo de nues- el furor de escribir diarios íntimos, un hábito que en cl sigla XIX
tra vida real, cada vez más evaluamos muestra propia vida "se- impregno la scnsibilid ad burguesa y se popularizó enorme-
gún el grado cn que setísface las expectativas narrativas err-adas mente, conquistando rnülones de hacendosos súbditos. Sin em-
por el cme". como insinúa Neal Gablcr en su provocador estudio bargo, un dctalle importante acompana el transito dei secreto y
sobre los avances dei entretenimícnto y la lógica del cspcctaculo.> deI pudor que necesanamente envolvian a aquellas cxperiencias
Valoramos nuestra propia vida en función de su capacid ad de de otrora, hacia el exhibicionismo triunfante que irradian estas
convertirse, de hccho, en una verdadcra película. nuevas vcrsiones. AI pasar del clãsíco soporte de papel y tinta a
Por eso no sorprende que los sujctos contemporéneos adap- la pantalla clectrónica, no cambia sólc cl media: tamhién se
ten los principales eventos de sus vidas a las exigencias de la cá- transforma la subjetividad que se construye en esos gêneros au-
mera, sea de vídeo o de fotografia, aun si el aparato concreto no tobiográficos. Cambia precisamente aquel yo que narra, firma y
está presente. Incluso porque nunca se sabe si "usted está sicndo protagoniza los relatos de sf. Cambia cl autor, cambia el narra-
filmado", ASÍ, la cspectecularización de la intimidad cotidiana se dor, cambia e1 personaje.
ha vuelto habitual, con todo un arsenal de técnicas de estilización De todos modos, en principio, las rtuevas narrativas autorre-
de las experiencias vitales y la propia personalidad para "salir ferencia1es no parecen enfatizar la función del narrador -ni la del
bien cn la foto". Las rccetas más efectivas emulan los modelos na- autor-, sino la de su protagonista. Es dccir que cl acento rccae so-
rrativos y estéticos de la tradición cinematográfica, televisiva y bre aquel apreciado personaje que se lIama yo. Una confirmación
publicitaria, cuyos códigos son epropíados y realirnentados por más de la muerte dei narrador benjaminiano, ya que los sujetos de
los nucvos géneros que hoy prolíferan en Internet. estas nuevos relatos publicados en Internet se definen como al-
En este contexto, eI yo no se presenta apenas o principalmente guien que es. alguien que vive la propia vida como un verdadcro
corno un narrador -poeta, novelista o cineasta- de su propia vida, pcrsonaje. Esa definición pesa más que equclla referida a alguien
que hace, un sujeto que realiza una actividad narrativa o elabora
17 Neal Cablcr, Vida, ofílruc. Como o entreteHimm/v conquistou 1/ rel/lidl/ue, San
un relato, alguien que cuenta una historía sobre acontecirníentos
Pablo, Conrpanlua das Letras. 1999, p. 221. "exteriores" a sí mismo, inclusive fictícios, no reales. De modo que
62 LA lr\TIMJLJALJ COMO ESPECTÁCULO YO NARRADOR Y LA VIDA COI\.IO RELATO 63

no se trata más de U11 narrador a la vieja usanza, oi tampoco de un (Qué significa todo csto? lHabría una espécie de falscdad.
autor a la moda burguesa. una deplorable falta de autcnticidad en las construcctoncs subjeti-
Por esc, a pesar de las sugestivas semejanzas, hay una in- vas contemporâneas? lSe ha generalizado el uso de máscaras que
mcnsa distancia entre los espectaculos del yo que burbujean en las ocultan alguna vcrdad fundamental, algo más real que cstena por
pantallas contemporâneas y aquellas antiguas sesíones de autoco- detrás de esa imagen btcn construída y literalmente narrada, peTO
nocirnierttc solitário plasmadas en los diarios íntimos tradirlonales. fatalmente falsa o fictícia? ,:0, en cambio, esa multiplicación de
Asf como es cada vez rnayor la brecha que nos separa deI contexto autoficciones estaria indicando el advenimiento de una subjctivi-
histórico que hizo germinar y que vio florecer tales prectícas. Los dad plástica y mutanto, por fin liberada de las víejas tiranias de la
rituales hermenêuticas de aquellos diarios íntimos tenran sus rarces identidad? LESta saturación actual dei yo.y del usted anu nciarfa, de
btcn afincadas cn la compleja trama de valores y creencias que Max maneta paradójtca. la definitiva extinción dei viejo yo, sicmprc
Weber denominá "ética protestante", una firme compenere dei unificador y supuestamcntc estable? lO, ai contrario, se trataría
"cspfritu de! capitalismo" en sus albores industriales. Esas practí- de u n paroxismo de identidades enmeras producldas cn scric, to-
cas cstaban amarradas ai paradigma subjetivo delàomo psycholo- das tan autênticas como falsas, aunque fundamentalmente oísi-
gicus; es decír, un tipo de sujeto dotado de "vida interior" y vol- bles? La respuesta pa rOI todas estas cuestíones alberga una complc-
cada hacia dentro de sí mismo, que construía minuciosamente S11 jidad que excede un simple sí o no, porque las relaciones entre
yo en torno de un eje situado cn las profundidades de su interiori- verdad y mentira, ficción y rcalidad, esencia y apariencia, vcrda-
dad psicológica. Pero, por lo visto, estamos cada vez más lejos de dero y falso, que nunca fueron simples, también se complicaron.
esas configuraciones. Para salir de este impasse, convicnc contextualizar el problema y
Vale efectuar aquf una primcra comparación con otro gênero observa-lo desde una perspectiva histórica, con el fin de apreciar
de no flcción hoy triunfante: los rcality-s/wws. Estas producciones. las transforrnaciones que cstan en marcha.
que han invadido la televlsión mundial cn los últimos arios y, su-
puestamente, no haccn más que mostrar la vida real de un grupo
de personas reales encerradas on una casa infestada de câmaras de
TV, poseen varios aspectos en comun con los rítualos confcsionales
de Internet. Aquello que entre los protagonistas de esos espectacu-
los televisivos ocurre de mancra cancaturcsca y entorpecido por la
exageracion --esa construccíón de sí miemos como personajes este-
reotipados y stn demasiados cspesores, por medio de recursos per-
formaticos y de marketing pcrsonal- se replica tanto en las modali-
dades autobiográficas de la Web 2.0 como cn cl show de la realidad
cotidiana de "cualquíera". Esa tcndcncia apunta a la autoconstruc-
ción como personajes reales pcro ai mismo ticmpo ficcionalizados,
según el lenguaje altamente codificado de los médios, adminis-
trando las estratégias audíovísualcs para manejar la propia exposi-
ción ante las miradas ajenas.

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