SC17197-2015 (2007-00216-01)

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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACION CIVIL

MARGARITA CABELLO BLANCO


Magistrada ponente

SC17197-2015
Radicación n.° 68001-31-03-007-2007-00216-01
(Aprobado en sesión de cuatro de agosto de dos mil quince).

Bogotá, D. C., catorce (14) de diciembre de dos mil


quince (2015).

Decide la Corte el recurso de casación que la Sra.


Alexandra del Carmen Camargo Rodríguez interpuso
contra la sentencia del 29 de abril de 2013, proferida por la
Sala Civil Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Bucaramanga, en el proceso de la recurrente frente a la
sociedad Aleon Ltda. y en el que interviene como
litisconsorte de esta José Joaquín Castillo Glen.

I. ANTECEDENTES

1. Mediante demanda (fls. 116 a 119, c. 1) repartida


al Juzgado Séptimo Civil del Circuito de Bucaramanga,
posteriormente reformada (fls. 143 a 145), Alexandra del
Carmen Camargo Rodríguez pretende que se declare que
sufrió lesión enorme en la venta que hizo a la sociedad
Aleon Ltda. de un inmueble situado en Bucaramanga,
identificado con matrícula inmobiliaria número 300-17441
de la oficina de registro de instrumentos públicos de esa
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ciudad. Que se le debe completar el justo precio con


deducción de una décima parte más el reajuste
correspondiente a la corrección monetaria y/o indexación y
los intereses comerciales desde la fecha de la venta hasta el
pago real y efectivo, a menos que opte por la rescisión de ese
contrato, caso en el cual debe disponerse la cancelación de
la escritura y de su registro.

“Ante la falta de aceptación de la rescisión por la parte


demandada, como consecuencia del reconocimiento de la
lesión enorme, [que] se declara (sic) judicialmente la rescisión
del contrato” (f. 144, c. 1) y se le condene a devolver el
inmueble a la actora junto con los frutos naturales y civiles
causados desde el momento en que tomó posesión hasta
cuando aquella se efectúe. Y una vez restituido, se ordene la
devolución del precio.

2. Invocó como fundamentos de esas pretensiones,


en síntesis, que mediante escritura pública No. 0439 de 2 de
febrero de 2007, otorgada en la Notaría Segunda del círculo
de Bucaramanga, por conducto de su apoderado general
vendió a la sociedad Aleon Ltda. el dominio y la posesión de
una casa de habitación descrita por sus linderos y medidas,
por la suma de $200.000.000,oo como “costo de venta real”,
aun cuando se indicó en la escritura que aquel era de
$95.000.000,oo.

Informa que recibió los $200.000.000,oo; pero el valor


comercial del bien raíz era superior a los $406.480.000,oo

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de acuerdo con avalúos aportados con el escrito genitor del


proceso, produciendo esa circunstancia la afectación cuya
declaración pide. Agrega que convino en la venta por razón
de una situación difícil que atravesaba en ese momento y
por el pago de contado que el vendedor había ofrecido hacer.

3. En su contestación (fls. 128 y 129, c. 1), la


sociedad resistente se opuso a la prosperidad de las
pretensiones, invocando al efecto la excepción denominada
“transacción realizada por notaría genera una novación de la
obligación”, fincada en que de conformidad con acta de
conciliación número 00029 levantada en la Notaría Quinta
de Bucaramanga, se formalizó un acuerdo, “dejando sin
efecto cualquier acción judicial que se adelante sobre el
respectivo tema hasta su incumplimiento” (f. 128, c. 1).

4. Puso fin a la primera instancia el juzgado de


conocimiento con sentencia (fls. 590 a 602, c. 1)
desestimatoria de las pretensiones al hallar próspera la
excepción de cosa juzgada.

Apelado el fallo, el Tribunal, con el suyo objeto del


recurso de casación que se resuelve (fls. 79 a 93, c. 9),
desató la alzada confirmando la decisión del a quo.

II. LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

Luego de reseñar los pormenores del trámite surtido en


la primera instancia y sintetizar las razones de la apelación,

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precisa el juzgador de segunda instancia que su examen se


circunscribirá –conforme a la sustentación de la
impugnación - a los efectos de la inasistencia de una de las
partes a la diligencia de audiencia preliminar de que trata el
artículo 101 del Código de Procedimiento Civil, a la renuncia
a ejercer la acción de rescisión por lesión enorme y a los
efectos de la conciliación extraprocesal y su incidencia en el
proceso, a más de algunas reflexiones generales sobre la
acción de lesión enorme.

En lo tocante al primer punto, recuerda que la


inasistencia de las partes o sus apoderados a la diligencia
de que trata el precepto mencionado apareja consecuencias
probatorias (tal conducta debe apreciarse como indicio
grave) y pecuniarias (multa). Respecto a la primera
consecuencia, anota que se trata de una prueba más, “sin
que por ello, se descuajen las pretensiones o las excepciones
de mérito según el caso, ya que en su momento ha de
apreciarse con las restantes pruebas que militan en autos” (f.
83, c. 9).

Tras dejar bosquejadas algunas consideraciones


básicas sobre la figura de la lesión enorme, procede a
examinar si la acción tendiente a que ella se declare puede
ser renunciada, en vista del tenor del precepto 1950 del
Código Civil, concluyendo, con apoyo en criterio de un autor
nacional y de jurisprudencia de la Sala de Casación Civil de
la Corte Suprema de Justicia, que la ineficacia de la

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renuncia se predica de aquella que se hace en el mismo acto


o coetáneamente con la celebración de este.

En consecuencia, al emplear tal directriz al caso define


que no hubo violación alguna a la regla contenida en el
artículo 1950 del Código Civil porque en el texto del contrato
que las partes estipularon no se pactó la renuncia de
ninguna de ellas a ejercer la acción prenombrada; ni en la
diligencia de conciliación celebrada en la Notaría Quinta de
Bucaramanga el 10 de septiembre de 2007 se mencionó esa
abdicación, dado que lo que se señaló fue

el compromiso que adquiría la señora Alexandra del Carmen


Camargo Rodríguez “a desistir del proceso judicial por lesión
enorme que adelanta en contra de la sociedad Aleon ltda., en el
Juzgado Séptimo Civil del circuito de Bucaramanga” estipulación
de la que una lectura reposada saca a flote (a) que efectivamente
no hay renuncia a ejercitar la acción de que se viene hablando (b)
al punto de que ya el proceso en el que se ejercitaba la acción de
rescisión por lesión enorme ya estaba en curso y por ello, (c) se
habla de desistir del proceso como figura propia de terminación
anormal del mismo a voces del artículo 342 del C. de P. C., lo cual
resulta perfectamente válido. (d) tan cierto es que no hubo
renuncia de la pluricitada acción, al rompe que se está en el

estadio propio de su definición (fls. 89 y 90).

Seguidamente, aborda el estudio de los efectos de la


conciliación extraprocesal y su incidencia en este proceso,
comenzando por transcribir el texto del acta que la contiene,
en lo que hace a las obligaciones que cada parte adquirió,

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para concluir que ese acuerdo tiene efectos de cosa juzgada


y presta mérito ejecutivo, los cuales no pueden ser
desconocidos bajo la premisa de no haberse dado
cumplimiento a los compromisos allí adquiridos.

Como corolario de lo anterior, recalca que si la actora


no desistió del proceso podía la contraparte proponer como
defensa la res judicata; no obstante, indica el fallador que
así no se predicaran sus efectos, dicho convenio aniquila la
pretensión rescisoria porque el comprador se comprometió a
reajustar el precio en $15.000.000,oo “con lo cual superó la
barrera del desequilibrio contractual que inicialmente hacía
procedente la figura” (f. 92), sin que pueda explicarse el
Tribunal por qué si la demandada, advertida del precio real
y habiendo suplicado el 6 de septiembre de 2007 la
declaración de lesión enorme, terminó aceptando una
conciliación el 10 de septiembre siguiente, lo que daba al
traste con su pretensión.

Finalmente, ante el reparo de la apelación consistente


en que el a quo hubiera declarado oficiosamente la
excepción mencionada, aclara la colegiatura que a pesar de
que a la aducida se la denominó como “transacción
realizada por notaría genera una novación de la obligación”,
con los hechos alegados para fundamentarla puede
concluirse que se trata de una conciliación que hace
tránsito a cosa juzgada, sin que la nomenclatura utilizada
vincule el juzgador.

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III. LA DEMANDA DE CASACIÓN

Se formulan dos cargos por violación de normas


sustanciales, que la Corte examinará en forma conjunta, por
la conexidad de las razones que en ellos se aducen y,
consecuentemente, compartir similares consideraciones
para su despacho.

CARGO PRIMERO

En este cargo se acusa la sentencia de ser “violatoria


de normas sustanciales, a consecuencia de la aplicación
indebida del artículo 306 del Código de Procedimiento Civil,
65 y 66 de la Ley 446 de 1998, 19 de la Ley 640 de 2001, y
por falta de aplicación de los artículos 2°, 4°, 13 inciso
segundo y 228 de la Constitución Política, y de los artículos
1446, 1447, 1950 y 1953 del Código Civil” (fls. 18 y 19, c.
Corte).

En procura de su demostración y luego de resumir los


argumentos del fallo, destaca la impugnante la necesidad de
analizar si en el texto del acta de conciliación la vendedora
desistió de la acción de lesión enorme y luego, si esta es, en
efecto, renunciable.

En cuanto a lo primero, manifiesta que el Tribunal se


atuvo a lo puramente formal de los términos de dicho
documento, sin reparar en el hecho de que al obligarse la
demandante a desistir del proceso judicial, jurídicamente,

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conforme al artículo 342 del Código de Procedimiento Civil,


ello implicaba abandonar las pretensiones de la demanda, lo
cual supone la renuncia a la acción de lesión enorme.

En lo referente al segundo aspecto, atinente a si esa


acción es renunciable, expone estas razones para discrepar
de la doctrina de la Corte a la que se refirió el ad quem:

a. En primer lugar, recalca que el tenor literal del


artículo 1950 del Código Civil es claro, por lo que, de
conformidad con el número 27 de ese cuerpo normativo, no
puede aquel desatenderse so pretexto de consultar su
espíritu, pues el legislador no estableció excepciones
anteriores, coetáneas o posteriores a la celebración del
contrato.

b. Arguye que ese precepto contiene una norma de


derecho público, de imperativo cumplimiento, que protege
un interés público derivado del rechazo al enriquecimiento
sin causa y que no se puede desligar del concepto de ‘justo
precio’ a que alude el artículo 1947 de la misma obra.

c. Como quiera que las disposiciones legales deben


ser sometidas al análisis de su constitucionalidad y el canon
230 de la Carta ordena que los jueces deben tener en cuenta
la equidad y los principios generales del derecho como
criterios auxiliares de la actividad judicial y, conforme al
228 ibídem, deben hacer prevalecer el derecho sustancial,
considera el censor que la consagración legal de la acción de

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lesión enorme tuvo como propósito evitar un


enriquecimiento injusto, por lo que al contemplar la
ineficacia total de las estipulaciones que comprendiesen su
renuncia, advirtió el legislador la natural diversidad que se
evidencia entre las personas, para prevenir que algunas se
enriquezcan con la ignorancia o debilidad económica de
otras. Y todas estas aristas otorgan al artículo 1950 del
Código Civil su condición de norma de derecho público,
cuya violación acarrea asimismo la del artículo 2° de la
Carta pues los jueces, cuando ejercen jurisdicción, deben
garantizar la vigencia de un orden justo.

Alega asimismo que la sentencia violó el canon 13


inciso 2° de la Constitución, referido a la necesidad de que
el Estado promueva las condiciones para que la igualdad
sea real, con la interpretación acerca de la posibilidad de
renuncia de la acción de lesión enorme.

4. Otra de las razones esgrimidas apunta a que la


norma contenida en el artículo 1950 del Código Civil tiene
un fin esencialmente tuitivo, dado que protege el patrimonio
de las personas que por diversas circunstancias pueden
celebrar una compraventa en condiciones de desequilibrio
notorio. En atención a lo anterior, no existe ninguna razón
lógica, agrega, para pensar que esas condiciones de
inferioridad o desequilibrio sólo puedan considerarse al
momento de la contratación. Esta interpretación, manifiesta
la censura, sería inicua y de corto alcance desde el punto de
vista de la justicia.

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5. Por último, expresa que si el legislador hubiera


querido establecer la posibilidad de renuncia de esta acción,
así lo hubiera dicho, como hizo con la prescripción (artículo
2514 del Código Civil).

SEGUNDO CARGO

En este cargo se impugna la sentencia de ser violatoria,


por indebida aplicación, de los artículos 306 del Código de
Procedimiento Civil, 65 y 66 de la Ley 446 de 1998 y 19 de
la Ley 640 de 2001, y por falta de aplicación, de los artículos
1602, 1603, 1608, 1609, 1618, 1621, 1646, 1647 y 1948 del
Código Civil, como consecuencia de error de hecho en la
apreciación del acta de conciliación No. 0029.

En procura de desarrollarlo, y luego de reproducir lo


que consideró pertinente del documento mencionado y dejar
sentado que todo contrato es ley para las partes, le endilga
al Tribunal haberlo apreciado erróneamente al desatender el
orden temporal de cumplimiento de las obligaciones allí
estipuladas.

A este respecto, relaciona -según su parecer, la


secuencia en que los débitos adquiridos debían ser
atendidos. El primero, para la censura, que califica de
requisito previo e indispensable, es el atinente a que se
pagara a la actora la suma de $15.000.000,oo el 15 de
noviembre de 2007, para luego, en segundo lugar, proceder

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esta a la entrega material del inmueble y al desistimiento,


pues de lo contrario, esto es, si primero la actora desistía del
proceso, quedaba sometida a un resultado incierto. Asevera
que al invertir los términos del acuerdo, prescindió el
fallador del orden temporal de cumplimiento de las
obligaciones determinadas en el acta de conciliación, y por
esta causa, aplicó indebidamente el artículo 66 de la ley 446
de 1998, sobre cosa juzgada, sin tener en cuenta que la
demandante no estaba obligada a hacer dejación del proceso
mientras no hubiera recibido efectivamente el pago de los
$15 millones. A lo anterior le agrega que el desistimiento es
un acto personal de la parte y no del juez.

De otro lado, afirma que el reconocimiento oficioso de


la excepción de cosa juzgada es producto, según la censura,

del triple error del Tribunal de haber creído, en primer lugar en


que la acción de rescisión por lesión enorme era renunciable; en
segundo lugar, por haber creído que se habían dado los
presupuestos sustanciales para que la vendedora debiera
desistir de la acción judicial promovida, y en tercer lugar de la
errónea inversión respecto del tiempo, de las obligaciones fijadas

a cargo de las partes en el acta de conciliación (f. 35, c. Corte).

Además, le achaca al juzgador colegiado la comisión de


error de hecho por haber supuesto una prueba inexistente,
la del pago de la suma de $15.000.000,oo el 15 de
noviembre de 2007, la que sería, de existir, presupuesto
lógico en la decisión del sentenciador para dar por
terminado el proceso por cosa juzgada, pero al suponerla

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violó por falta de aplicación, el artículo 1609 del Código


Civil, norma que le sirve de sustento jurídico para defender
la tesis de que al haber incumplido la sociedad demandada
su obligación de pagar aquella suma, no era exigible la
obligación estipulada de desistir del proceso.

IV. CONSIDERACIONES

1. Para confirmar la sentencia de primera instancia,


que acogió la excepción de cosa juzgada invocada por la
sociedad demandada y consecuencialmente declaró no
prósperas las pretensiones de la demanda, el Tribunal
examinó el contenido de la conciliación, de la cual extrajo
dos conclusiones:

En primer lugar, que con independencia de si las


partes cumplieron o no las obligaciones a que se
comprometieron, como ese convenio presta mérito ejecutivo
bien podía ser aportado para oponer la autoridad y las
consecuencias de cosa juzgada que se deriva del mismo. Y
en segundo lugar, que a pesar de no conferírseles dichos
efectos, en ese acuerdo consta que la demandante estipuló
el ajuste del precio en $15.000.000,oo, con lo cual “superó
la barrera del desequilibrio contractual que inicialmente hacía
procedente la figura” (f. 91, c. 9).

Por su parte, la censura se limita a controvertir el


carácter renunciable que la jurisprudencia ha otorgado a la
acción de laesio ultra dimidium, equiparando el

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desistimiento del proceso en el que se promovió la


pretensión de lesión enorme con la renuncia de la misma, o
bien -en el segundo cargo- a destacar el derecho de la actora
a no desistir del proceso hasta tanto le fuese pagado el
reajuste del precio pactado en el acta de conciliación.

Nada dicen esos ataques sobre la conclusión del


Tribunal acerca del fracaso de las pretensiones por razón
del aumento que, en $15.000.000,oo, las partes habían
consentido sobre el precio pactado en la compraventa. Para
el ad quem ese ajuste impedía que aquel fuese considerado
como inferior a la mitad del justo precio, quedando entonces
superada “la barrera del desequilibrio contractual que
inicialmente hacía procedente la figura” de la lesión.

Diríase que el juez colegiado examinó las pruebas


atinentes al valor comercial del bien raíz para la fecha del
negocio y de ellas concluyó que podía prosperar la
declaración suplicada; pero que, así no se le confirieran los
alcances de la cosa juzgada, como inexplicablemente (f. 91,
c. 9) ya presentada la demanda, terminó la actora, días
después, aceptando una conciliación con ese nuevo precio,
ello daba “al traste con su pretensión”.

Se ha puesto de presente lo anterior por cuanto en la


órbita del recurso de casación -ha dicho en forma inveterada
y uniforme la jurisprudencia de esta Corporación-, el
recurrente, en orden al quiebre del fallo, debe desquiciar
todos los fundamentos que sirven de basamento a la

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decisión, no sólo porque ésta se encuentra revestida por una


presunción de acierto y legalidad en cuanto a los aspectos
fácticos y jurídicos tomados en consideración por el fallador,
sino porque este recurso extraordinario, por su naturaleza
dispositiva, impone al recurrente presentar un ataque
completo contra los soportes del fallo, dado que la Corte no
puede enmendar o suplir falencias de las acusaciones. En
una de sus muchas providencias, ha sostenido, que

El ataque propuesto debe individualizar e involucrar todos los


fundamentos de la sentencia cuestionada y, sin excepción
alguna, refutarlos total y plenamente; en esa dirección, entonces,
al censor no le es dable dejar desprovisto de reproche aspectos
basilares del fallo, habida cuenta que al hacerlo la decisión
opugnada mantiene su presunción de acierto y legalidad,
tornando inane el recurso por lo incompleto.

Al respecto, la Corte ha explicado en los siguientes términos el


punto:

“(…) dado el carácter dispositivo de la impugnación y la


imposibilidad que de allí se deriva para completar oficiosamente
la acusación, iteradamente (….) ha señalado que “por vía de la
causal primera de casación no cualquier cargo puede recibirse, ni
puede tener eficacia legal, sino tan sólo aquellos que impugnan
directa y completamente los fundamentos de la sentencia o las
resoluciones adoptadas en ésta; de allí que haya precisado
repetidamente que los cargos operantes en un recurso de
casación únicamente son aquellos que se refieren a las bases
fundamentales del fallo recurrido, con el objeto de desvirtuarlas o
quebrarlas, puesto que si alguna de ellas no es atacada y por sí
misma le presta apoyo suficiente al fallo impugnado éste debe
quedar en pie, haciéndose de paso inocuo el examen de aquellos

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otros desaciertos cuyo reconocimiento reclama la censura”. –hace


notar la Sala- (CSJ SC, 27 Jul. 1999; SC 25 Ene. 2008; así
mismo, CSJ AC 12 Mar. 2008; Rad. 00271; 15 Ene. 2010; y, 29

Jul. 2010; Rad. 00366). (AC 2191-2014 del 30 de abril de

2014, rad. N° 11001 31 03 040 2010 00200 01).

3. No obstante lo anterior, y como seguidamente se


verá, los fundamentos que sustentan los cargos son
equivocados, al margen incluso de falencias técnicas que se
advierten en ellos. En efecto:

4. A pesar de que el Tribunal hizo mención explícita


a la jurisprudencia reiterada de esta Corporación en cuanto
que la acción de rescisión por lesión enorme puede
renunciarse en ciertas circunstancias, mas no
coetáneamente con la celebración del negocio
pretensamente lesivo, tal asunto es, en estrictez, ajeno a
estos autos, pues más allá de esa hermenéutica y por ende,
con independencia del análisis que a la luz de la
Constitución propone la censura a efectos de que la Sala
rectifique su doctrina, la lectura llana del artículo 1950 del
Código Civil permite concluir que lo inválido o ineficaz es la
“estipulación” que aluda a que “no podrá intentarse la
acción rescisoria por lesión enorme”, lo que de suyo supone
necesariamente que dicha pretensión no se haya incoado
para cuando se ajusta ese convenio.

En otras palabras, tal precepto no contempla -ni en él


puede considerarse contemplada- la posibilidad a que
apunta este asunto, en el que una de las partes de la
compraventa ya había promovido la reclamación por

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desproporción objetiva del precio cuando concilió el litigio


con el compromiso de desistir del proceso, pero no
precisamente de no intentar la acción, pues ya lo había
hecho y de ello por supuesto estaba enterada la demandada,
así para esa fecha -10 de septiembre de 2007- no hubiera
recibido notificación del libelo genitor, lo que acaeció el 27
de septiembre siguiente (f. 127, c. 1).

Que el cumplimiento de la obligación de desistir del


proceso conlleve la renuncia a las pretensiones no supone
que ambos fenómenos puedan igualarse sin más, pues
mientras el primero exige la existencia previa del juicio, el
segundo -esto es, la renuncia a la acción- solo reclama la
prohibición de que se promueva. Por lo demás, no deben
dejarse de lado –por lo menos en este caso que se examina-
los intereses jurídicos que el legislador tutela con el
establecimiento de la prohibición de que se trata.

Se dice lo anterior porque, en últimas, la acción de


lesión enorme busca la protección de quien por las razones
que fueren, negoció por un precio enormemente
desproporcionado, auxiliándosele con la ineficacia de una
renuncia a la que pudo llegar empujado por las mismas
circunstancias en que pactó con notoria desventaja. Pero
esa eventual situación (ignorancia, dificultades económicas,
etc.) a que pudo estar supeditado –y que nuestro
ordenamiento positivo no exige esclarecer ni la toma en
cuenta aun cuando a no dudarlo subyace en la figura- ya no
es dable que se predique ni se sobrentienda cuando luego
blande judicialmente, en su defensa, la pretensión de que se

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declare la lesión ultra dimidium. Las razones que justificaron


aquella protección han quedado desvanecidas, desde luego
que quien de esa manera procede, no solo se ha sentido en
libertad de convocar a la contraparte a una conciliación
extrajudicial como requisito de procedibilidad, como acá en
efecto sucedió (f. 110, c. 1) sino a promover el proceso ante
el fracaso de aquella y llevar adelante la defensa en juicio de
un derecho subjetivo de índole estrictamente económico, no
esencial como aquellos iusfundamentales inherentes a la
dignidad humana en los que la doctrina se debate sobre los
alcances de su indisponibilidad. Es este, por el contrario, un
derecho que está en el comercio, disponible, sujeto por ello a
eventual conciliación (la celebración de esta es requisito de
procedibilidad y en este caso el legislador no lo exceptuó),
que aun estando dentro de la órbita del derecho
fundamental de propiedad apenas implica un ejercicio
concreto de él en el marco de la libertad del sujeto titular del
mismo para velar por sus propios intereses, pues ya está
desligado de consideraciones tuitivas y que por ende puede
abandonar.

Ciertamente, no desconoce la Corte que autorizadas


voces proclaman porque no se permita la renuncia de la
acción de ultra mitad, ni siquiera después de celebrado el
contrato lesivo. Como asimismo autores hay que acogen el
criterio sostenido por esta Corporación. Pero aún entre
quienes apoyan la irrenunciabilidad, encuentran algunos
una excepción para cuando, como este caso es muestra, la
pretensión se haya hecho valer en juicio. En ese sentido, el

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desaparecido exmagistrado de esta Sala de Casación,


Fernando Hinestrosa indica, en su obra póstuma que

parecería fundada la exigencia de que la renuncia vaya


acompañada del reconocimiento de la diferencia, porque en fin de
cuentas es un acto dispositivo discrecional del titular de la pretensión.
Habiendo por ello de aceptarse en principio la renuncia posterior a la
impugnación del acto cuestionado, sobre la base de su regularidad
como negocio jurídico de abdicación, podría, sin embargo, llegarse a un
temperamento inferido de los mismos principios y por analogía con lo

exigido para el saneamiento o convalidación del negocio nulo "

(Tratado de las obligaciones II, de las fuentes de las


obligaciones: el negocio jurídico. Volumen I, Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 2015, páginas 1143 y
1144).

Es que la preceptiva del artículo 1950 del Estatuto


Civil no permite que el amparo brindado por esta norma se
extienda incluso hasta después de que el contratante
pretensamente lesionado haya hecho valer ante los jueces
su derecho, impidiéndosele toda abdicación del mismo,
incluso mediante las figuras de terminación anormal del
proceso como el desistimiento, la conciliación o la
transacción, so pretexto de que por cualquiera de estas
formas estaría renunciando a la acción, por la sencilla razón
de que ese derecho público subjetivo de accionar lo ejerció
con la formulación de la demanda.

De otro lado, si bien se indicó que la doctrina


jurisprudencial de la Corte no era en estricto sentido
aplicable a esta cuestión litigiosa, debe resaltarse la

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similitud de los argumentos ofrecidos por la jurisprudencia


para reafirmar una y otra vez la legalidad de la dejación de
la acción de ultra mitad con los que se han expuesto en
precedencia, razones que esta Corporación reitera. En lo
fundamental, ha indicado (CSJ SC del19 de diciembre de
2005, rad. 08001-31-03-004-1996-10274-02), apoyándose
en una interpretación literal, que si los textos de los
artículos 1946, 1947 y 1948 del Ordenamiento Civil “aluden
justamente a que debe ser en el contrato de compraventa
donde ha de presentarse la lesión”, el entendimiento que ha
de conferírsele al artículo 1950 “no puede ser sino en el
sentido de que la renuncia que allí se prohíbe no es otra que
la verificada por los contratantes directamente en el
respectivo negocio jurídico, que no la realizada en acto
diferente…”; esto es, la que “se haga después de celebrado el
contrato contentivo del agravio y de desaparecidas las
particulares circunstancias que hubieran inducido a esos
contratantes a convenir de la manera en que lo hubieren
hecho”.

Asimismo, en esa misma providencia, alude la Sala a la


índole de orden público de la norma en cuestión:

“Mirados sus orígenes, puede admitirse que, ciertamente, el


instituto de la lesión enorme está guiado por normas de orden
público, como quiera que en ellos la inspiración de la figura fue,
precisamente, el establecer un principio general limitativo de la
autonomía de la voluntad que, por tanto, tiene cabida en esta
materia negocial, y conforme el cual al contratar los particulares
deben siempre respetar márgenes de proporcionalidad y
garantizar, por ende, el equilibrio entre las partes, no pudiendo

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ninguno de los contratantes aprovecharse de circunstancia


alguna, como la inexperiencia, la necesidad o la ignorancia de la
otra. Sólo entendida de la manera expuesta puede visualizarse la
lesión enorme como de orden público y aceptarse que en su cabal
acatamiento tiene interés toda la sociedad.

En relación con lo anterior, ha sostenido la Corte que dentro de


las exigencias de los artículos 15 y 16 del Código Civil “se
encuentran los derechos civiles susceptibles de ser válidamente
renunciados, y por sentido contrario, de ellos se deduce también
los que no pueden renunciarse, esto es, los derechos conferidos
por la ley, no solo en interés individual sino también en interés
colectivo y social y aquellos cuya renuncia expresamente prohíbe
la ley”, siendo que dentro de “estos que son objeto de una
prohibición especial de renuncia, figuran, por ejemplo, el derecho
de ... intentar la acción rescisoria por lesión enorme a que se
refiere el art. 1950”(G. J. t., XLIX, pag.569).

No obstante ello, como a términos del aludido artículo 15, citado


por los mismos recurrentes, pueden renunciarse, ciertamente, “los
derechos conferidos por las leyes, con tal que sólo miren al
interés individual del renunciante, y que no esté prohibida la
renuncia”, es claro que en tratándose de la lesión enorme esa
noción de orden público tiene incidencia en relación con aquella
renuncia expresamente prohibida por el artículo 1950 ejusdem,
mas no frente a la que se encuentra legalmente permitida, según
viene de verse, esto es, aquella que la ley posibilita que el
contratante agraviado haga después de ajustado el negocio y
desaparecidas las circunstancias que lo hubieran llevado a
negociar del modo en que lo admitió, cual ocurrió con aquella a
que se contrae este debate. En este preciso sentido Luis
Josserand, en la obra enantes citada, expresa que “la rescisión
por causa de la lesión no es de orden público sino hasta el pago
del precio inclusive”…

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Aquí no se trata, como quedó ampliamente sustentado, de la


renuncia efectuada en el contrato en sí mismo considerado, que el
legislador expresamente prohíbe, sino, ha de insistirse, de una
realizada luego del momento en que se produjo la conjunción de
la voluntad de las partes, la cual, por no corresponder al
supuesto de hecho regulado en el señalado precepto legal, la
parte lesionada podía hacerla en tanto, desaparecidos los
factores que pudieron llevarla a contratar en condiciones
desventajosas, miraban únicamente el interés individual de los
renunciantes. Al referirse a los aspectos que caracterizan la
nulidad relativa y la rescisión de que aquí se comenta, la Corte
expuso, precisamente, que una y otra estaban "configuradas en
beneficio o en interés particular de quienes han sido víctimas o de
la nulidad o de la lesión y por eso pueden sanearse tales

vicios"(G. J., t. LII, pag.404). (CSJ SC del19 de diciembre de

2005, rad. 08001-31-03-004-1996-10274-02, reiterada


en SC del 15 de diciembre de 2009, rad
1100131030101998-17323-01, así como en SC del 5
de septiembre de 2011, rad. 25269-3103-002-2005-
00199-01).

5. En segundo lugar, la interpretación contractual


que del acta de conciliación propone la censura no se
compadece en absoluto con su claro tenor literal, del que
aflora, contrario a lo sostenido por aquella, que quien
primero debía comenzar a cumplir con los compromisos
acordados, era la vendedora y actora. En tal sentido luce
desacertada la acusación que le endilga al Tribunal, de ser
reo de yerro fáctico al no ver el orden que, según la
impugnante, se pactó para el cumplimiento escalonado de
las obligaciones de las partes.

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Repárese, en efecto, que de conformidad con el texto


del documento mencionado (f. 132, c. 1), los hoy
contradictores llegaron al siguiente acuerdo: la compradora
se obliga a pagar a la vendedora, el 15 de noviembre de
2007, la suma de $15.000.000,oo “adicionales al valor
pagado por el precio del inmueble” a la par que “renuncia
expresamente a iniciar cualquier acción judicial para exigir la
cláusula penal por incumplimiento, intereses de mora y
daños y perjuicios por la mora en la entrega del inmueble”. Y
para esa misma fecha se obliga la vendedora a entregarlo
materialmente a la sociedad, al día en el pago de servicios
públicos, así como a desistir de este proceso judicial. Se lee
además que renuncia expresamente a iniciar cualquier
acción judicial en contra de la vendedora.

La estipulación que seguidamente se transcribe,


descarta el sentido que la impugnante arguye en el cargo, en
cuanto al orden secuencial de cumplimiento de las
obligaciones convenidas en la conciliación:

ante la no entrega del inmueble en la fecha estipulada, las partes


acuerdan, que se exonera a Aleon Ltda. del pago de la suma
acordada, iniciará la recuperación del inmueble en forma
inmediata ante autoridad policiva sin requerimiento alguno, y los
muebles que se encuentren dentro de él, podrá dejarlos en un
depósito sin responsabilidad de su parte. Parágrafo: en el evento
de que el inmueble sea entregado antes de la fecha acordada,
ALeon Ltda., entregará el dinero en la misma fecha anticipada de

entrega del inmueble (lo resaltado no es del original) .

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En síntesis, del texto del acta de conciliación se deduce


claramente que primero debía la demandante proceder a la
entrega material del inmueble, al punto de que si no lo
hacía, la demandada no sólo no tenía que pagar el reajuste,
sino que podía obtener la recuperación del bien, lo que
permite inferir sin ambages que la secuencia en el
cumplimiento de las obligaciones es totalmente contraria a
la argüida por la censura.

En esas condiciones, no puede reprocharse al Tribunal


haber dado plena eficacia exceptiva a la conciliación que, a
título de transacción y con alcances mucho mayores que los
que este pleito comprende, celebraron las partes antes de
quedar formada la relación jurídico procesal. Antes bien,
luce enteramente razonable que si la actora no comenzó a
cumplir lo de su cargo transfiriendo la tenencia material del
inmueble a la sociedad demandada, hubiera podido esta
oponerse a la prosperidad de las pretensiones aduciendo la
conciliación, pues si bien en este arreglo todo su desenlace
partía con esa entrega, su incumplimiento no lo hacía
decaer, sino que facultaba a la sociedad Aleon Ltda. no sólo
para no pagar el reajuste, sino para obtener por otros
medios la tenencia material de lo que había comprado.

Así las cosas, la excepción de cosa juzgada que el


sentenciador halló demostrada, y en cuya virtud los
compromisos ajustados ante el Notario Quinto de
Bucaramanga como conciliador habilitado por ley, no
podían ser objeto de nuevo debate judicial, confiriéndole
certeza a los derechos allí consignados, tuvo cabal

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aplicación en la causa, si en cuenta se tiene, justamente, el


temperamento irrevocable que a esa conciliación le dieron
las partes.

Es el contenido mismo del acuerdo transaccional


alcanzado lo que sin duda conduce al fracaso de las
pretensiones de este proceso, pues no sería legalmente
conducente que la sociedad convocada quedase limitada en
su defensa, habiendo transigido el pleito, sólo por el hecho
de que su contraparte hubiese decidido sustraerse de
honrarlo comenzando con lo de su cargo, esto es, con la
entrega de la cosa que aun detentaba (cfr. fls. 186 a 249, c.
1), siendo que las partes previeron las consecuencias de un
evento como ese, que finalmente acaeció. En ese sentido, la
excepción de contrato no cumplido a que alude la censora,
como fundamento de su alegado derecho a perseverar en el
pleito, ciertamente no puede argüirse acá, si es ella la que
no estuvo allanada a cumplir.

6. En lo que hace a la acusación referida al


acogimiento oficioso de la excepción de cosa juzgada, en la
que se le achacan al sentenciador tres errores, debe
señalarse, con independencia de los defectos técnicos de
este embate, que dos de ellos quedaron adecuadamente
examinados en las razones precedentes, esto es, los
referidos a la posibilidad de renuncia de la acción de lesión
enorme (asunto intrascendente) y la alegada inversión de la
secuencia en el cumplimiento de las obligaciones pactadas
en la conciliación (yerro inexistente).

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Y en lo concerniente a la ausencia de presupuestos


sustanciales para que la vendedora pudiera desistir, debe
indicarse que la censora no avanzó más allá de su escueta
proposición. Pero si quiso dar a entender que para esa
abdicación se requería el previo pago de los $15.000.000,oo
convenidos como aumento en el precio, ya se vio que tal
condición no quedó ajustada en los términos que defiende la
casacionista.

Finalmente, es menester resaltar el desenfoque en el


cargo segundo, alusivo al error de hecho consistente en
haber dado el ad quem por acreditado el pago de la suma de
$15.000.000,oo., pues en verdad el Tribunal no paró
mientes en el cumplimiento de las obligaciones adquiridas
en la conciliación, pues sostuvo que “ninguna injerencia
tiene entonces si dicho acuerdo se cumplió o no” (f. 91, c. 9).
Con todo, hubo de afirmar también que ese arreglo “tiene
efectos de cosa juzgada y presta mérito ejecutivo como lo
señala el parágrafo 1 del artículo 1 de la Ley 640 de 2001,
por lo que pronto salen al descampado los efectos que tiene
dicha conciliación y que no pueden ser desconocidos bajo la
premisa de no haber recibido suma alguna y no entregar la
posesión del predio” (ib.)

Los cargos, en consecuencia, no se abren paso.

V. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en

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Radicación n° 68001-31-03-007-2007-00216-01

nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA


la sentencia que el 29 de abril de 2013, profirió la Sala Civil
Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Bucaramanga, en el proceso de Alexandra del Carmen
Camargo Rodríguez frente a la sociedad Aleon Ltda. y en el
que intervino como litisconsorte de esta José Joaquín
Castillo Glen.

Costas a cargo de la parte recurrente. Conforme lo


previene la Ley 1395 de 2010, se fija por concepto de
agencias en derecho la suma de $3.000.000.oo., atendiendo
que la opositora no replico la demanda de casación.
La Secretaría procederá a la práctica de la liquidación
correspondiente.
Cumplido lo anterior, el expediente deberá retornar a
su lugar de origen dejando, previamente, las constancias del
caso.
Cópiese, notifíquese y, en su momento, devuélvase.

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

MARGARITA CABELLO BLANCO

ALVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO

FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ

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