Psicolinguistica Final

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Resumen Psicolinguistica

Psicolingüística (Universidad Católica de Salta)

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RESUMEN PSICOLINGUÍSTICA.
Introducción.

PSICO – LINGÜÍSTICA
- Psico: hablante.
- Lingüística: lenguaje.

Es importante tener en cuenta qué dice cada teoría acerca de la relación entre el hablante y el
lenguaje. Cuál es el concepto de hablante según el concepto de lenguaje. De qué hablamos
cuando hablamos de lenguaje en cada uno y cómo incide eso en la clínica.

Lacan hace un relectura de Freud y mantiene cierta fidelidad hacia su teoría. Lacan era
freudiano. Para Lacan, el inconsciente es lo que está más externo, lo primero que se escucha
cuando una persona se pone a hablar. Tiene que ver con el tropiezo  que no significa lo
mismo en todos los pacientes.

El inconsciente es lo que está en el discurso. Cuando uno habla se tropieza todo el tiempo, no
hay que bucear, está a la escucha.

Freud es el primero en escuchar a los pacientes, pero él no escucha el lenguaje como


comunicación  lo ve como malentendido, es decir, lo contrario a la comunicación. El
inconsciente se cuela todo el tiempo. No hay una comunicación totalmente transparente.

Saussure – Curso de Lingüística General.


OJEADA A LA HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA.

La ciencia que se ha constituido en torno de los hechos de la lengua ha pasado por tres fases
sucesivas antes de reconocer cuál es su verdadero y único objeto.

- Gramática: (III a.C) Este estudio, fundado por los griegos, continuado principalmente
por los franceses, está fundado en la lógica y desprovisto de toda visión científica y
desinteresada de la lengua misma. Lo que la gramática propone es dar reglas para
distinguir las formas correctas de las formas incorrectas, es una disciplina normativa.
- Filología: (1777). Este término se asocia sobre todo con el movimiento científico
creado por Friedrich August Wolf a partir de 1777. La lengua no es el único objeto de la
filología, que quiere sobre todo fijar, interpretar, comentar los textos. También se
ocupa de la historia literaria, de las costumbres, las instituciones, etc. Su método es la
crítica. Si aborda cuestiones lingüísticas, es sobre todo para comparar textos de
diferentes épocas. El problema está en que se atiene demasiado a la lengua escrita y se
olvida de la lengua viviente.
- Gramática comparada: (1816). Su objetivo estaba en comparar diferentes lenguas, su
raíz común. No llegó a constituir la verdadera ciencia lingüística porque nunca se
preocupó por determinar la naturaleza de su objeto de estudio.
- Lingüística propiamente dicha: (1836-1838) Nació del estudio de las lenguas romances
y las lenguas germánicas. Los estudios románticos inaugurados por Diez contribuyeron
particularmente a acercar la lingüística a su objeto verdadero.

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- Lingüística moderna: (1915) Saussure.

(Saussure venía del positivismo. Quería hacer de todo esto un saber conjunto y estructurado, un
saber sistemático que pueda establecerse como ciencia).

MATERIA Y TAREA DE LA LINGÜÍSTICA.

Materia de la Lingüística: está constituida por todas las manifestaciones del lenguaje humano.
No solamente del lenguaje correcto y el “bien hablar” sino todas las formas de expresión.
También deberá tener en cuenta los textos escritos, ya que son los únicos medios que nos
permiten conocer los idiomas pretéritos o distantes.

Tarea de la Lingüística:

a) Hacer la descripción y la historia de todas las lenguas que pueda ocuparse.


b) Buscar las fuerzas que intervengan de manera permanente y universal en todas las
lenguas, y sacar las leyes generales a que se puedan reducir todos los fenómenos
particulares de la historia.
c) Deslindarse y definirse a ella misma. Poder hacer un campo de saber autónomo.

OBJETO DE LA LINGÜÍSTICA.

El fenómeno lingüístico presenta dos caras que se corresponden. En este caso, tenemos que el
lenguaje está separado en lengua y habla. Saussure dice que hay que colocarse desde el primer
momento en el terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones
del lenguaje.

La lengua es una determinada parte del lenguaje. Es a la vez producto social de la facultad del
lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para
permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos.

Tomado en su conjunto, el lenguaje es multiforme y heteróclito; a caballo en diferentes


dominios, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al dominio individual y al
dominio social. La lengua, por el contrario, es una totalidad en sí y un principio de clasificación.

A esto se podría objetar que el ejercicio del lenguaje se apoya en una facultad que nos da la
naturaleza, mientras que la lengua es cosa adquirida y convencional. Lo que responde Saussure
es que no está probado que la función del lenguaje, tal como se manifiesta cuando hablamos,
sea enteramente natural, es decir, que nuestro aparato vocal esté hecho para hablar. El que nos
sirvamos del aparato vocal como instrumento de la lengua es cosa del azar, por simples razones
de comodidad. Por lo tanto, no es el lenguaje hablado el natural al hombre, sino la facultad
de construir una lengua, es decir, un sistema de signos distintos que corresponden a ideas
distintas.

EL LUGAR DE LA LENGUA EN LOS HECHOS DEL LENGUAJE.

Al separar la lengua del habla se separa:

- Lo que es social de lo que es individual.


- Lo que es esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental.

El habla es un acto individual de voluntad y de inteligencia, en el cual conviene distinguir:

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- Las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua con el
objetivo de expresar su pensamiento personal.
- El mecanismo psicofísico que le permita exteriorizar esas combinaciones.

La lengua, por su parte, tiene los siguientes caracteres:

1) Es un objeto bien definido en el conjunto heteróclito de los hechos del lenguaje. La


lengua es la parte social del lenguaje, exterior al individuo, que por sí solo no puede ni
crearla ni modificarla. No existe más que en virtud de un contrato establecido entre
los miembros de una comunidad.
2) Es un objeto que se puede estudiar separadamente.
3) Mientras que el lenguaje es heterogéneo, la lengua es de naturaleza homogénea: es un
sistema de signos en el que solo es esencial de unión del sentido y de la imagen
acústica, y donde las dos partes del signo son igualmente psíquicas.
4) La lengua es un objeto de naturaleza concreta.

LA NATURALEZA DEL SIGNO LINGÜÍSTICO: SIGNO, SIGNIFICADO, SIGNIFICANTE.

Lo que el singo lingüístico une es un concepto y una imagen acústica.

La imagen acústica no es el sonido material, cosa puramente física, sino su huella psíquica, la
representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es sensorial, y
si llegamos a llamarla material es solamente en ese sentido y por oposición al otro término de
la asociación, el concepto, generalmente más abstracto.

El signo lingüístico es una entidad psíquica de dos caras.

Estos dos elementos están íntimamente unidos y se reclaman recíprocamente.

A la imagen acústica la vamos a llamar significante, y al concepto significado.

PRINCIPIOS (CARACTERES) DEL SIGNO.

Primer principio: lo arbitrario del signo.

El lazo que une al significante con el significado es arbitrario. El signo lingüístico, por lo tanto,
es arbitrario. El concepto no está ligado por relación alguna interior con la secuencia de
sonidos que lo representa y le sirve de significante. Podría estar representado perfectamente
por cualquier otra secuencia de sonidos. Sirve de prueba a esto las diferencias entre lenguas.

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Se apoya en un hábito colectivo, es decir, en la convención. Es inmotivado, arbitrario con


relación al significado, con el cual no guarda ningún lazo natural.

Dos objeciones que se podrían hacer a este primer principio:

1) Las onomatopeyas: se podría decir que aquí la elección del significante no siempre es
arbitraria. Pero las onomatopeyas nunca son elementos orgánicos de un sistema
lingüístico. Su número es, por lo demás, mucho menor de lo que se cree. En cuanto a
las onomatopeyas auténticas, so solamente son escasa, sino que su elección ya es
arbitraria en cierta medida, porque no son más que la imitación aproximada y ya
medio convencional de ciertos ruidos.
2) Las exclamaciones: se tiende a ver en ellas expresiones espontáneas de la realidad,
dictadas como por la naturaleza. Pero para la mayor parte de ellas se puede negar que
haya un vínculo necesario entre el significado y el significante. Basta con comparar las
lenguas en este terreno para ver cuánto varían estas expresiones de idioma a idioma.

En resumen, las onomatopeyas y las exclamaciones son de importancia secundaria, y su origen


simbólico en parte dudoso.

Segundo principio: el carácter lineal del significante.

El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve en el tiempo únicamente y tiene


los caracteres que toma del tiempo:

a) Representa una extensión.


b) Esa extensión es mensurable en una sola dimensión: la línea.

Todo el mecanismo de la lengua depende de este hecho. Por oposición a los significantes
visuales, que pueden ofrecer complicaciones simultáneas en varias dimensiones, los
significantes acústicos no disponen más que de la línea del tiempo: sus elementos se presentan
uno tras otro, forman una cadena.

Este carácter también se destaca en la escritura, en donde la sucesión en el tiempo es


sustituida por la línea espacial de los signos gráficos.

SINCRONÍA Y DIACRONÍA.

Lingüística sincrónica: se ocupará de las relaciones lógicas y psicológicas que unen términos
coexistentes y que forman sistema, tal como aparecen en la conciencia colectiva.

Lingüística diacrónica: estudiará, por el contrario, las relacione que unen términos sucesivos
no percibidos por una misma conciencia colectiva, y que se reemplazan unos a otros sin formar
sistema entre sí.

EL VALOR LINGÜÍSTICO

La lengua como pensamiento organizado en la materia fónica.

Para darse cuenta de que la lengua no puede ser otra cosa que un sistema de valores puros
basta considerar los dos elementos que entran en juego en su funcionamiento: las ideas y los
sonidos.

Nuestro pensamiento no es más que una masa amorfa e indistinta. Sin la ayuda de los signos,
seríamos incapaces de distinguir dos ideas de manera clara y constante. Considerado en sí

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mismo, el pensamiento es como una nebulosa donde nada está necesariamente delimitado.
No hay ideas preestablecidas, y nada es distinto antes de la aparición de la lengua.

La sustancia fónica no es más fija ni más rígida. No es un molde a cuya forma el pensamiento
deba acomodarse necesariamente, sino una materia plástica que se divide a su vez en partes
distintas para suministrar los significantes que el pensamiento necesita.

(Saussure dice que la lengua está pensada como un pensamiento organizado en la materia
fónica. Vinculación entre pensamiento y lengua. A Saussure le cuesta separar pensamiento y
lenguaje. ¿Cómo es posible pensar sin lenguaje? Articulación entre el lenguaje y el
pensamiento. La lengua va dando forma a eso que antes aparece como algo amorfo. La lengua
es un sistema de valores puros, ideas y sonidos. Nuestro pensamiento no es más que una masa
amorfa e indistinta. No hay ideas preestablecidas. La lengua es un intermediario entre el
pensamiento y el sonido).

Podemos representar la lengua como una serie de subdivisiones contiguas marcadas a la vez
sobre el plano indefinido de las ideas confusas (A) y sobre el no menos indeterminado de los
sonidos.

El papel característico de la lengua frente al pensamiento no es el de crear un medio fónico


material para la expresión de ideas, sino el de servir de intermediaria entre el pensamiento y
el sonido, en condiciones tales que su unión lleva necesariamente a deslindamientos
recíprocos de unidades.

La lengua es también comparable a una hoja de papel: el pensamiento es el anverso y el sonido


el reverso, no se puede cortar uno sin cortar el otro; así tampoco en la lengua se podría aislar
el sonido del pensamiento ni el pensamiento del sonido.

La lingüística trabaja en el terreno limítrofe donde los elementos de dos órdenes se combinan.
Esta combinación produce una forma, no una sustancia.

El valor lingüístico considerado en su aspecto conceptual.

¿En qué se diferencia el valor de lo que se llama significación? El valor, tomado en su aspecto
conceptual, es un elemento de la significación.

Significación:

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Valor:

La lengua es un sistema donde todos los términos son solidarios y donde el valor de cada uno
no resulta más que de la presencia simultánea de otros.

Los valores siempre están constituidos:

1) Por una cosa desemejante susceptible de ser trocada por otra cuyo valor está por
determinar.
2) Por cosas similares que se pueden comparar con aquella cuyo valor está por ver.

Estos dos factores son necesarios para la existencia de un valor. Así, para determinar lo que
vale la moneda de cinco francos hay que saber: primero que se la puede trocar por una
cantidad determinada de una cosa diferente, por ejemplo, el pan. Segundo, que se la puede
comparar con un valor similar del mismo sistema, por ejemplo, una moneda de un franco o una
moneda de otro sistema (dólar). Del mismo modo una palabra puede trocarse por algo
desemejante: una idea; además puede compararse con otra cosa de la misma naturaleza: otra
palabra.

Su contenido no está verdaderamente determinado más que por el concurso de lo que existe
fuera de ella. Como la palabra forma parte de un sistema, está revestida, no solo de una
significación, sino también, de un valor. El valor de todo término está determinado por lo que
lo rodea.

Cuando se dice que los calores corresponden a conceptos, se sobreentiende que son
puramente diferenciales, definidos no positivamente por su contenido, sino negativamente
por sus relaciones con otros términos del sistema. Su más exacta característica es la de ser lo
que otros no son.  PRINCIPIO DIACRÍTICO.

El concepto inicial no es más que un valor determinado por las relaciones con los otros
valores similares, y que sin ellos la significación no existiría.

Valor lingüístico considerado en su aspecto material.

Si la parte conceptual del valor está constituida únicamente por sus conexiones y diferencias
con los otros términos de la lengua, lo mismo se puede decir de su parte material. Lo que
importa en la palabra no es el sonido por sí mismo, sino las diferencias fónicas que permiten
distinguir una palabra de todas las demás. Lo que lo caracteriza no es su cualidad propia y

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positiva, sino simplemente el hecho de que no se confunden unos con otros Los fonemas son
ante todo entidades opositivas, relativas y negativas.

El signo considerado en su totalidad.

En la lengua no hay más que diferencias. En la lengua solo hay diferencias sin términos
positivos. Ya se considere el significante o el significado, la lengua no comporta ni ideas ni
sonidos preexistentes al sistema lingüístico, sino solamente diferencias conceptuales y
diferencias fónicas resultantes del sistema. Lo que de idea o de materia fónica hay en un signo
importa menos que lo que hay a su alrededor en los otros signos. La prueba está en que el
valor de un término puede modificarse sin tocar su sentido ni su sonido, con solo el hecho de
que tal otro término vecino haya sufrido una modificación.

Estructuralismo en otras disciplinas: Levi-Strauss y Jakobson


Levi-Strauss
La lingüística saussureana, la lingüística estructural procuró el método para el
desarrollo de la semiología y sirvió de modelo para las otras ciencias sociales. ¿Qué
tomaron o heredaron esas disciplinas de la lingüística de Saussure?
- La noción de estructura: la idea de que la lengua no es un instrumento ni una
nomenclatura, mucho menos la sumatoria de términos, sino un sistema donde
estos son solidarios y responden a reglas que gobiernan las relaciones.
- La desustancialización: “en la lengua no hay más que diferencias sin términos
positivos”. Nada de material hay en la lengua, esta es una forma, no una
sustancia.
- Utilización del modelo: los conceptos de lengua y habla, significante y
significado, diacronía y sincronía, sintagma y sistema, etc. son vaciados de su
referencia estrictamente lingüística y usados en relación con otros ámbitos y
objetos.
La idea de que existe un sistema de signos solidarios, una convención arbitraria que
subyace al habla, y que el habla es la puesta en práctica, el acto individual, la ejecución
de ese sistema de signos, es aplicada a los estudios e investigaciones de otras ciencias
sociales. En este sentido, la lengua semiológica será el sistema de elementos solidarios
y reglas que gobiernan y subyacen a los comportamiento sociales, y el habla la
realización concreta, la puesta en práctica del código de esa lengua. De este modo, se
intentará descubrir cuáles son las reglas, las leyes que subyacen a los comportamientos
efectivos del grupo; intentará descubrir el código, la convención que gobierna los
desplazamientos del grupo.
Algo que se presenta como fundamental dentro de la teoría estructuralista es la noción
de estructura subyacente, inobservable, profunda. Lo que interesa al estructuralismo
no son los individuos, sus singularidades, sus suertes, sus particularidades, sino el
establecimiento de esa forma, de esa insustancialidad, que rige por debajo de todo
ello, los intercambios sociales. La hipótesis estructuralista tomada de Saussure, la
noción saussureana de que la lengua es una forma y no una sustancia, le sirve al

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estructuralismo para realizar el vaciamiento de sus respectivas disciplinas y expulsar


de su campo a todo componente subjetivo. (No se trata de analizar cada caso
particular, sino los elementos estructurales del sistema y sus relaciones).
Levi-Strauss es quien recoge, en primer término, el legado saussureano, la herencia
estructuralista y lo aplica a los estudios antropológicos, a las investigaciones sobre las
sociedades y las tribus primitivas. Descubre, de este modo, la estructura elemental de
parentesco que subyace y rige los intercambios sociales de esos grupos y hace
extensible ese descubrimiento a toda la sociedad humana. Una prohibición fundante
estaría en el origen de la organización de las sociedades y posibilitaría la edificación de
una cultura: la no coincidencia en el seno de un mismo grupo familiar, la no elección de
la madre como objeto sexual.
La organización familiar mínima, el establecimiento de una ley estructural en el
funcionamiento de la familia, la prohibición del incesto, no es otra cosa que lo que
Freud denominó Complejo de Edipo.
Visto desde esta perspectiva estructuralista, el complejo de Edipo ya no es situado
desde una visión fenoménica ni queda reducido a la rivalidad del niño hacia el
progenitor del mismo sexo y el amor hacia el progenitor del sexo opuesto. No se trata
simplemente de un observable que indique que a determinada edad el niño se
introduce en forma conflictiva en la cama de los padres, sino de algo más fundamental
y determinante en la vida del sujeto humano que establece, en determinado
momento, una función de corte, de separación de la madre y que constituye la tragedia
originaria, que permite a la vez el advenimiento de un destino propiamente humano,
un orden simbólico: la separación definitiva del objeto, la instauración de una falta, el
peregrinaje por sustitutos de ese primer objeto de amor, la instalación del deseo. (La
hipótesis estructuralista le permite a Lacan realizar una lectura menos inocente de
Freud, de tener una visión sistemática de las cosas allí adentro, aunque Lacan se
esmere en aclarar que él no es un estructuralista)
Se trata, entonces, de la extrapolación de los principios de la lingüística estructural a las
ciencias sociales. Saussure afirma “la tarea del lingüista es definir lo que hace de la
lengua un sistema especial en el conjunto de hechos semiológicos. Para nosotros, el
problema lingüístico es, ante todo, semiológico”. Benveniste, en un texto titulado
“Saussure, medio siglo después” retoma este pasaje de Saussure y afirma “vemos hoy
en día que este principio se propaga fuera de las disciplinas lingüísticas y penetra en las
ciencias del hombre, que adquieren conciencia de su propia semiótica”. La sociedad
comienza a reconocerse como lengua. El carácter esencial de la lengua (al estar
compuesta de signos) podría ser común al conjunto de los fenómenos sociales que
constituyen la cultura.

Jakobson
La tesis del Curso de Lingüística General de que “los fonemas son, ante todo, unidades
opositivas, relativas y negativas” constituye el punto de partida para la fonología.

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La oposición binaria que desarrolla Jakobson respecto a los fonemas y que interesa
particularmente a Lacan en relación con una lógica del significante, está prefigurada en
Saussure y encuentra también antecedente en las relaciones de oposición que éste
establece respecto del signo lingüístico y en el concepto de valor.
La fonología es el estudio de los fonemas, es decir, los rasgos distintivos de la lengua. El
fonema, dice Jakobson, es un concepto formal, a diferencia de los sonidos que son un
concepto material (y a los que se dedica la fonética).
Los rasgos distintivos del fonema
Lo que nos interesa es este caso es que de todos los valores lingüísticos, para Jakobson,
el fonema no tendría valor positivo alguno y constituiría la única entidad
verdaderamente diferencial. En el fonema toda definición es negativa, es decir, solo
vale en tanto conjunto de rasgos distintivos, como forma puramente diferencial. El
fonema, en sí mismo, no quiere decir nada positivo; constituye un mero elemento de
diferenciación que no tiene otro valor que el de establecer oposiciones con las otras
construcciones fonemáticas.
El valor distintivo es el punto de partida y el valor fundamental de la fonología. Por
un lado, cuestiona la posición saussureana, pues considera que en la lengua sí existirían
valores positivos y que solamente el fonema reuniría las condiciones de la pura
diferencia.
Lacan, por su parte, tomará estas teorizaciones sobre el fonema en su condición
significante. Toma las leyes del fonema jakobsoniano y las aplica a una unidad mayor:
el significante, es decir, vacía a este de significación intrínseca y lo considera un
elemento sin definición positiva. (No debemos confundir, En lacan, significante con
palabra. El significante en Lacan tiene una acepción más amplia. Un significante puede
ser para Lacan una unidad menor que una palabra e inclusive una mayor; una frase,
una oración etc. Lo único que lo define es su propiedad diferencial. La condición
puramente diferencial del fonema en tanto conjunto de rasgos distintivos que permiten
diferencias de significado, Lacan la aplicará al significante. Para Lacan es el significante,
en tanto considera que no significa nada, el que sus relaciones con otros significantes
en la cadena produce efectos de significación, aunque sin que la significación se
localice en significante alguno. En ese sentido, no solo modifica a Saussure, sino
también a Jakobson, para quien la desustancialización, el valor de la pura diferencia
solo atañe al fonema como tal.
La oposición binaria.
Otro de los aspectos de la fonología a tener en cuenta en función de la concepción del
significante en Lacan es la relación binaria que Jakobson establece para los fonemas,
su ordenamiento por pares opuestos. Según Jakobson, los rasgos distintivos, cuyo
valor es diferencial, se ordenan en una relación binaria, por pares.
Todo rasgo distintivo es binario. Un contenido de oposición no puede ser concebido
sin el otro. Lacan toma el binarismo de Jakobson (los rasgos distintivos ordenados por

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pares) y aplica los resultados de esa teorización al significante en cuanto articulado y


reductible a elementos diferenciales últimos. Para Lacan, la significación vendría dada
por las relaciones que establecen los significantes en la cadena; son los significantes
los que en sus articulaciones producen efecto de sentido: “La estructura del
significante es, como se dice corrientemente del lenguaje, que sea articulado”.
La bidimensionalidad del fonema.
Para Jakobson el fonema es una entidad bidimensional; no solo forma parte del terreno
de la lengua, sino que está presente de algún modo en las actualizaciones del habla.
Afirma que, en la lengua, en ese estado dado, en ese corte transversal, también hay
elementos que no dejan de situarse en el eje de las sucesiones. Hablar de un estado
dado de la lengua en un momento determinado y fuera de la evolución, no implica que
haya allí una situación estática.
El fonema comparte los dos planos, como fuerza unificadora, pertenece a la
configuración de la lengua, pero está incluido en el habla. Lo que hay en la realidad es
el lenguaje. Este acercamiento que, a partir del fonema como valor bidimensional,
Jakobson realiza entre la lengua y el habla, nos remite a ese otro acercamiento llevado
a cabo por Lacan, a partir de su concepción del significante en cuanto articulado, entre
la función de la palabra y la estructura del lenguaje y que es lo que permite la inclusión
del sujeto en la estructura. (Vertiente de la palabra y vertiente del lenguaje)
Los dos ejes del lenguaje.
Jakobson considera que dos operaciones fundamentales subyacen en el
comportamiento verbal, que el lenguaje se divide en dos ejes diferenciados, herencia
de la distinción que realiza Saussure y que implicaría para todo hecho del lenguaje dos
operaciones diferentes:
1) Eje de las simultaneidades o relaciones asociativas: implica la comparación de
las unidades semejantes pertenecientes al mismo paradigma.
2) Eje de las sucesiones o relaciones sintagmáticas: implica la relación de las
unidades dentro del sintagma en función de una contigüidad.
De este modo, el sentido de una palabra está determinado a la vez por la influencia de
las que la rodean en el discurso y por el recuerdo de las que podrían haber ocurrido en
su lugar.
Esos dos ejes que dividen al lenguaje son, en otros términos, la selección y
combinación.
Al primer eje lo referirá a la metáfora y al otro a la metonimia. Entonces, tenemos:
- Selección, metáfora, relaciones asociativas (paradigma), semejanza.
- Combinación, metonimia, relaciones sintagmáticas, contigüidad.
Aquí podemos establecer una relación con Freud y la interpretación de los sueños, pues
Lacan establecerá una analogía entre la metáfora y la condensación y la metonimia y

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el desplazamiento. En una investigación sobre la estructura de los sueños, la cuestión


decisiva es saber su los símbolos y las secuencias temporales utilizados se basan en la
contigüidad (desplazamiento-metonimia) o en la semejanza (identificación,
simbolismo, metáfora, condensación).
Jakobson va a pensar las afasias como alteraciones que tienen lugar en relación con
uno u otro eje del lenguaje. La pregunta es ¿qué del lenguaje está deteriorado en los
diferentes tipos de afasia?
Jakobson va a decir que puede estar afectada la función metafórica, la posibilidad de la
sustitución de una palabra por otra dentro del paradigma, o se ve afectada la función
metonímica, la sintaxis, el encadenamiento, el armado de las frases y oraciones. Solo
una de las dos modalidades de relación, semejanza o contigüidad, es afectada por el
deterioro del afásico.
- Afasia que afecta la función metafórica: el afásico no tendrá inconvenientes a
la hora de construir las oraciones, pero tendrá problemas para encontrar las
palabras adecuadas o sustituirlas por otras semejantes y hallar sinónimos. Dará
muchos rodeos para expresar lo que quiere decir, no irá al grano. Se trata de
dificultades en la selección espontánea de las palabras. Los afásicos de este tipo
tienen dificultad para reemplazar una palabra por otra que tenga en la frase un
sentido parecido. Asimismo, en los trastornos de semejanza se ve afectada la
posibilidad de utilizar el lenguaje como metalenguaje, es decir, de usar el
lenguaje para hablar del lenguaje, de explicar una palabra con otra palabra, etc.
Es la función metafórica la que enlaza el metalenguaje con el lenguaje objeto.
Cuando alguien explica o define una palabra está disponiendo de la capacidad
metafórica.
- Afasia que afecta la función metonímica: el afásico no podrá armar el contexto,
esto es, la contigüidad, la sintaxis, los nexos verbales, mientras que las
funciones de semejanza permanecen intactas. Afectan la combinación libre de
las palabras en contextos mayores.
Esta hipótesis de Jakobson, además de los aportes de Saussure, le permiten a Lacan
enunciar que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Son esas mismas
leyes que Jakobson descubre respecto del acontecer del lenguaje, las que Lacan
descubre en el inconsciente, partiendo de los dos mecanismos del proceso primario
descripto por Freud. Es toda esa estructura del lenguaje lo que la experiencia analítica
encuentra en relación con el inconsciente.

Introducción a Lacan.
(El recorrido de Lacan) Lacan colocó los comienzos de su enseñanza bajo el signo de un retorno
a Freud. Solo se hizo, a propósito del psicoanálisis, una pregunta fundamentalmente crítica:
¿Cuáles son sus condiciones de posibilidad? Su respuesta fue que el psicoanálisis solo es
posible si y solo si el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Lo que se llama la
enseñanza de Lacan es el desarrollo de esta hipótesis.

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El hecho de que el inconsciente, tal como lo introduce Freud, sea isomorfo en su estructura con
el lenguaje, puede comprobarse en la obra de Freud desde sus primeros escritos. En la
interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana, etc. se puede ver que la
actividad de Freud es una actividad de desciframiento. Descifra el inconsciente y los
mecanismos primarios del inconsciente. A saber, la condensación y desplazamiento tienen sus
prototipos en las figuras de la retórica que son la metáfora y la metonimia.

Por otro lado, lo propio del psicoanálisis es operar sobre el síntoma mediante la palabra.
¿Cómo puede ser que la palabra actúe sobre el síntoma, y especialmente sobre el síntoma
neurótico? Es necesario suponer que entre la palabra y el síntoma una medida común si la una
opera sobre el otro.

¿Cómo el artificio freudiano, es decir el procedimiento de la asociación libre y el dispositivo de


la cura analítica, puede afectar lo real del síntoma? La tesis de Lacan es que se puede
demostrar que el descubrimiento freudiano solo encuentra su coherencia a partir del axioma
“el inconsciente está estructurado como un lenguaje”.

Períodos de la enseñanza de Lacan.

- En 1953, en ocasión de la primera escisión del movimiento psicoanalítico francés,


Lacan introduce la proposición “el inconsciente estructurado como un lenguaje” y la
distinción de lo real, lo imaginario y lo simbólico que seguirá siendo la base de su
enseñanza.
- Entre 1953 y 1963 su enseñanza reviste la forma de un seminario de textos freudianos.
En esta época, es la categoría de lo simbólico la que es dada como la dimensión
esencial de la experiencia.
- Entre 1964 y 1974, aprovechando la segunda escisión del movimiento psicoanalítico
francés, no comenta ya directamente los textos de Freud. Por el contrario, son sus
propios términos los que ritman si enseñanza. Son sus tesis las que ocupan el centro de
su elaboración.
- Después de 1974, estamos en el tercer período de su enseñanza. Aquí Lacan toma por
objeto los fundamentos mismos de su discurso, y especialmente la tripartición de lo
real, lo simbólico y lo imaginario. En este último período lo real se ha convertido en la
categoría esencial.

Relación Estructuralismo-Psicoanálisis.
(S’truc Dure) Cuando Lacan dice “la estructura” en singular, se trata del la del lenguaje. Para él,
estructura quiere decir lenguaje.

El estructuralismo del que se trata en Lacan es el que tiene su fuente en Saussure, con su Curso
de Lingüística General, al que Jakobson y su binarismo tornaron extraordinariamente operativo
y que Levi-Strauss encontró en los Estados Unidos durante la segunda Guerra Mundial. 
Tríada en la que Lacan se apoyó al comienzo de su enseñanza.

¿Qué es el estructuralismo? El estructuralismo es un anti-sustancialismo. El sustancialismo es


una doctrina que se funda en la diferencia de las propiedades intrínsecas de los seres, implica
entonces que existen sustancias (sustancias concretas) dotadas de propiedades, que pueden
ser consideradas en sí mismas. El estructuralismo formula otra hipótesis que consiste en que se
definan las magnitudes por las relaciones y no inversamente. Esto tiene que ver con la noción
de Saussure, a saber, que en la lengua no hay más que diferencias.

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“En la lengua no hay más que diferencias sin términos positivos”  toma lo que aparece como
una realidad concreta, justamente positiva, y la considera como compuesta, reducida a
oposiciones sin sustancia. Todo está estructurado, lo que quiere decir: no implica sino
oposiciones.

El binarismo jakobsoniano lleva este concepto a su extremo (en particular en la fonología)


considerando que en este terreno todo puede formularse simplemente a partir de una
oposición de dos.

Lacan mantendrá esta estructura binaria a lo largo de su enseñanza: S1 – S2. Es la herencia


directa de la hipótesis estructuralista: el mínimo del significante es dos.

(Las cosas van tomando forma a partir de esta formación de cadena. ¿Cuál es la mínima
cadena? Lacan reduce el esquema a dos significantes. (Sirviéndose del binarismo de
Jackobson).

S1 – S2 (S= significante)

Lo que está diciendo es que todo lo que nosotros podamos entender se va a reducir a estos dos
elementos. En S1 podemos ubicar cualquier cosa. S2 hace referencia al conjunto de todos los
significantes (es infinito). Si a S1 empiezo a rodearlo de otros significantes que saco del
conjunto de los significantes y empiezo a armar este mínimo de cadena voy armando la
significación. S1 en sí mismo no tiene valor. Idea de cadena significante. Lógica infinita donde
siempre se puede agregar un significante más y el sentido se puede ir desplegando).

La lengua (y en consecuencia las estructuras que ella define) aparece allí ligada a una puesta en
superficie según oposiciones.

Hipótesis estructuralista.

A continuación, se intentará definir lo que implica la hipótesis estructuralista:

Primero: si uno toma en serio que en la lengua no hay más que diferencias, si uno se interesa
en la combinación de elementos e intenta combinarlos, está de entrada en una relación que
implica que uno remite al otro. Por ahí somos introducidos a una estructura que ya es,
precisamente, de cadena. Cuando Lacan formula “el significante representa al sujeto para otro
significante” implica la hipótesis estructuralista: un significante siempre remite a otro
significante. (Ya veremos como Lacan introduce allí al sujeto).

Segundo: la hipótesis estructuralista implica que, en una dimensión dada, los elementos se
definen unos en relación a otros, lo que supone su conjunto de definiciones correlativas.
Considerando de cerca la cadena significante, se impone lo que Lacan llama el tesoro de los
significantes, que permite introducir en esta concepción la teoría de los conjuntos.

(La idea de cadena significante y de tesoro de los significantes está implicada por la hipótesis
estructuralista.)

Tercero: La función del Otro en tanto tal es deducible de ese binarismo, porque uno no puede
tomar uno de esos elementos sin ser remitido al otro. Entonces, la función del Otro, del Otro
como tal, para cada uno, está inscripta también en la hipótesis estructuralista. (Falta
completar).

Cuarto: la hipótesis estructuralistas tiene un efecto de aligeramiento, es de-sustanicalizante y,


en ese sentido, se despliega en la falta de ser. Diferencias, sin término positivo. Debido a esto,

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la presencia se convierte en un problema. Lacan no va a recuperar esta presencia más que a


novel del objeto que llamó “a”, es decir, fuera de la estructura del lenguaje. Por otra parte, esta
falta de ser es una ley: no es la identidad, es la desidentidad; cada elemento tiene su identidad
fuera de sí y por eso mismo esto permite introducir una problemática de la identificación. Se
puede decir que la hipótesis estructuralista es analítica, porque nos coloca en la entrada de la
fragmentación, oponiéndose a todo globalismo, a todo vitalismo. Ella implica lo que Lacan
extrae de ella: “en tanto el sujeto es sujeto del lenguaje, ya está muerto.”

Quinto: distinción entre significado y significante.

Sexto: Dado que para la hipótesis estructuralista lo fundamental son las relaciones, ella
introduce una tópica. Las relaciones implican lugares. Sus propiedades esenciales dependen
del lugar que ocupan en la red de relaciones. No otorga propiedades a los elementos más que
por el lugar que ocupan en las relaciones. Se trata de un lenguaje no sustancialista, un
elemento que no transporta propiedades cuando ocupa otro lugar, sino que adquiere
propiedades totalmente nuevas correspondientes al lugar.

(Lo tópico  topos (lugar). Referencia a la posición. El topos va a hacer que una palabra
cambie el sentido. Si la ponemos en un lugar o en un contexto diferente esa palabra va a
remitir a diferentes cosas. Su valor es el de cobrar sentido en referencia. Este sistema tiene una
fuerte base lógica porque dice que todos los elementos que conforman el lenguaje van a tomar
diferente valor según su posición y su relación).

Incluso se podría decir que de la hipótesis estructuralista se puede deducir la distinción de los
simbólico, lo imaginario y lo real. (Completar)

Aquí aparece la relación con Levi-Strauss. En Antropología estructural Levi-Strauss distingue el


subconsciente del inconsciente:

- Subconsciente: reserva de imágenes y de recuerdos coleccionados a lo largo de cada


vida.
- Inconsciente: es siempre vacío. Es ajeno a las imágenes. Se limita a imponer una ley
estructural que reduce la realidad a elementos articulados.

Esto es lo simbólico y lo imaginario en Lacan. La innovación que aporta la hipótesis


estructuralista es que obliga a esta elección, a esta disyunción entre lo que es de orden
simbólico, donde no hay más que diferencias sin términos positivos, y la dimensión de las
imágenes.

Lacan plantea entonces, sobre la base de esta noción de la estructura, “el inconsciente está
estructurado como un lenguaje”

Podemos empezar por “el inconsciente está estructurado”: esto ya determina su vacuidad, no
es reserva, no está constituido por ninguna realidad, sino que su realidad depende de lo que
Levi-Strauss llama las leyes estructurales. Esta noción determina un inconsciente no sustancial.
(La futura escritura del sujeto lacaniano con una S barrada escribe este vacío del inconsciente.

Esta concepción se demuestra a partir de los textos de Freud: “La interpretación de los sueños,
Psicopatología de la vida cotidiana y El chiste… y se apoya en el artículo de Jakobson sobre “Las
dos formas de la afasia” para demostrar la homología entre las formaciones del inconsciente,
tal como Freud las enunció, y esa reducción de la retórica a dos figuras que hace Jakobson.

Ruptura con la hipótesis estructuralista.

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A los ojos de los estructuralistas, la estructura es incompatible con el sujeto. Está hecha,
incluso, para evacuar del campo de las ciencias del hombre y hacer a las ciencias llamadas
humanas dignas de las ciencias naturales.

Ahora bien, el rasgo propio del estructuralismo de Lacan es incluir al sujeto en la hipótesis
estructuralista.

Aquí es donde verdaderamente divergen los caminos del estructuralismo y Lacan.

¿Cómo puede deducirse la incidencia del sujeto en la estructura?  Lacan: “A la estructura


del lenguaje, una vez reconocida en el inconsciente, ¿qué clase de sujeto podemos
concebirle?”

En la estructura del lenguaje tal como los estructuralistas la introdujeron ya no se trata del
interlocutor. Lacan toma prestado de Saussure y de Jakobson su estructura del lenguaje, pero
por otro lado toma prestado de Hegel, vía Kojeve, la estructura de la palabra, que funda en la
mediación, es decir que no hay simetría entre el locutor y el auditor, sino que el auditor está en
una posición de amo porque decide el sentido de el locutor ha podido decir.

Este ya es un punto decisivo, porque contrariamente a lo que hace Saussure, no estructura la


palabra como una relación simétrica, sino como esencialmente disimétrica (aunque
mediadora) entre uno y otro. Es a partir de aquí, de la estructura de la palabra, que el Otro se
impone con su A mayúscula. Lo que Lacan llama la “palabra verdadera” es una palabra donde
el sujeto no se designa a sí mismo más que por una alusión, es decir, situando de entrada al
Otro que lo escucha para volver a encontrar en su retorno su propio estatuto.

(Completar)

Conclusión: ¿Es Lacan estructuralista? (El recorrido de Lacan)

1) En un primer sentido, Lacan es estructuralista y su noción de estructura le viene de


Jakobson y Levi-Strauss.

Comparte con los estructuralistas la noción de estructura y el principio diacrítico. Revisar las
implicaciones de la hipótesis estructuralista.

2) En un segundo sentido, Lacan es estructuralista pero un estructuralista radical.


Porque se ocupa de la conjunción entre la estructura y el sujeto, mientras que, para los
estructuralistas, la cuestión misma del sujeto no existe. Lacan, por el contrario, intentó
elaborar cuál es el estatuto del sujeto que es compatible con la idea de estructura.

Toma ciertos conceptos del estructuralismo y con este vaciamiento de estructura va más allá
incluso del estructuralismo. Porque ellos (Saussure) tenían una idea de concepto e imagen
acústica que Lacan suelta. Lacan lleva la estructura al extremo.

Lo que viene a hacer Lacan con este signo lingüístico de Saussure es sacar la barra de
reciprocidad y a la línea del medio la va a engrosar. Va a sacar el círculo. Y va a subvertir el
orden. Pone el significante arriba y abajo el significado.

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Engrosa la barra porque va a decir que, en verdad, al contrario de lo que piensa Saussure, que
dice que hay una correspondencia, para Lacan lo que hay es una resistencia (entre significante
y significado) y eso permite que el sentido todo el tiempo se vaya desplazando. Por esa
resistencia a no quedar para nada atrapado por el concepto. Desacredita la cuestión del
significado.

El significante es algo que no quiere decir nada, y como no quiere decir nada puede decir
muchas cosas. Como el significante no tiene ninguna relación natural con lo que designa es que
lo puedo usar para decir un montón de cosas. Esa palabra se resiste a quedarse atrapada en un
solo sentido.

Más adelante lo va a dejar de escribir así. Directamente no va a haber barra porque se va a


dejar de interesar por la cuestión del significado.

Va a tomar el lugar preponderante en su teoría la idea de significante. (Primacía del


significante en la teoría de Lacan).

Otro aforismo de Lacan: El significante en tanto tal no significa nada.  El significante en sí es


un lugar lógico, un lugar vacío, que no significa en sí nada. Lo segundo es la significación, lo
primero es el significante como argumento vacío. La Forma es lo que contornea la cosa, pero
no es la sustancia, la esencia en sí. El significante está libre de esencia, está libre de concepto
en sí mismo. Es un valor lógico que según donde yo lo pongo en una cadena de asociaciones
significa una cosa o significa otra.

3) En un tercer sentido, Lacan no es para nada estructuralista porque la estructura de los


estructuralistas es una estructura coherente y completa mientras que la estructura
lacaniana es fundamentalmente antinómica y descompletada.

Hay diferencias entre Lacan y el estructuralismo. Por ejemplo, esto de que es un sistema
completo Lacan lo rompe. Lacan da la idea de que la estructura nunca puede estar completa y
eso es un saldo que toca de lleno al sujeto hablante. Todo aquel que pase por el lenguaje está
marcado por esa idea de una estructura incompleta. Todo sujeto marcado por el lenguaje tiene
la huella de la incompletud de la estructura. El estructuralismo que viene buscando ser una
ciencia positiva, Lacan da una torsión a esto justamente para producir ahí la subjetividad.
Depende de dónde se produce el enunciado todo cambia. Hay una manera particular de
habitar la lengua que es de cada uno. Incluye al sujeto en el lenguaje, cuando lo que buscaba el
estructuralismo era ser objetivos. No lo podemos mirar de afuera en la medida en que todos
habitamos el lenguaje y hay algo del sujeto que se pierde en cuanto hace uso de la palabra o

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simplemente en el hecho de estar tomados por el lenguaje, porque incluso antes de nacer
estamos de lleno en la red de significantes, en el lenguaje.

El significante en Psicoanálisis.
El significante involucra la lógica en tanto el mismo está vacío, desprovisto de toda
propiedad o atributo en sí mismo, despojado de significación. El significante solo tiene
valor diferencial y no posee significación ni la función de representar un significado.
Existe una inscripción del Sujeto en el Otro como lugar de los significantes a partir de
ese Otro que está barrado y de que en la cadena de remisión hay discontinuidad entre
S1 y S2.
Corporeización del significante.
El cuerpo no es anterior al significante ni está dado de antemano. La aceptación del
psicoanálisis sobre el psicoanálisis es que hay una intromisión del significante en el
cuerpo, una inmisión que produce efectos de goce, consecuencias en el ser viviente.
Hay pulsión y hay goce, es decir, hay constatación de estar vivo, porque existe una
intromisión del significante. El significante cava sus surcos en el cuerpo, lo marca,
estableciendo así la castración, la imposibilidad de la satisfacción completa.
El lenguaje atraviesa al sujeto e introduce de esta forma el deseo, aquello que nos
anima. De acuerdo con las marcas de cada sujeto dependerá la preferencia por tal o
cual determinado objeto de goce pulsional.
El lenguaje tiene incidencia en el cuerpo, la cual se manifiesta siempre de manera
sintomática. El síntoma es la manera que tiene un sujeto de reparar sus fallas (solución
sintomática), viene a manera de resolver su falla estructural. El mismo siempre está
presente, no puede ser resuelto en términos de eliminación. Se resuelve en términos
de desplazamiento hacia otra manera de síntoma que permita vivir mejor al sujeto.
Supremacía del significante.
Una lógica del significante, según Miller, supone de antemano una desvalorización del
significado. Lo simbólico es el esquema S1-S2, como dimensión diacrítica del lenguaje.
Lo imaginario es del orden de la significación. Lo real será la falta, aquello que por
estructura, queda fuera de lo simbólico, lo imposible de ser aprehendido por medio de
las palabras, el resto excluido fuera de la operatoria del significante, el referente. Lacan
ubica lo simbólico del lado de la estructura significante y lo imaginario con relación al
significado.
Los significantes se relacionan, se permutan y producen en algún punto efectos de
significación sin que la voluntad humana tenga que intervenir mayormente. Para Lacan
hay supremacía del significante. Del lado de la articulación significante, de la lógica del
significante, coloca al sujeto del inconsciente. Es la combinatoria del significante lo que
permite el advenimiento de una significación. El significado flota debajo de la red de
los significantes sin situarse en significante alguno. Es en la cadena significante donde

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el sentido insiste, pero ninguno de los elementos de la cadena consiste en la


significación de la que es capaz en el momento mismo.
Lacan plantea la supremacía del significante, que es la no-función del significante para
representar al significado.
Modificación del algoritmo saussureano.
Lo que viene a hacer Lacan con este signo lingüístico de Saussure es sacar la barra de
reciprocidad y a la línea del medio la va a engrosar. Va a sacar el círculo. Y va a subvertir
el orden. Pone el significante arriba y abajo el significado.

Engrosa la barra porque va a decir que, en verdad, al contrario de lo que piensa


Saussure, que dice que hay una correspondencia, para Lacan lo que hay es una
resistencia (entre significante y significado) y eso permite que el sentido todo el tiempo
se vaya desplazando. Por esa resistencia a no quedar para nada atrapado por el
concepto. Desacredita la cuestión del significado.

El significante es algo que no quiere decir nada, y como no quiere decir nada puede
decir muchas cosas. Como el significante no tiene ninguna relación natural con lo que
designa es que lo puedo usar para decir un montón de cosas. Esa palabra se resiste a
quedarse atrapada en un solo sentido.
Más adelante lo va a dejar de escribir así. Directamente no va a haber barra porque se
va a dejar de interesar por la cuestión del significado.
Va a tomar el lugar preponderante en su teoría la idea de significante. (Primacía del
significante en la teoría de Lacan).
Otro aforismo de Lacan: El significante en tanto tal no significa nada.  El significante
en sí es un lugar lógico, un lugar vacío, que no significa en sí nada. Lo segundo es la
significación, lo primero es el significante como argumento vacío. La Forma es lo que
contornea la cosa, pero no es la sustancia, la esencia en sí. El significante está libre de
esencia, está libre de concepto en sí mismo. Es un valor lógico que según donde yo lo
pongo en una cadena de asociaciones significa una cosa o significa otra.
Las dos redes del lenguaje: red del significante y red del significado.

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Lacan considera las redes del significante y del significado como dos órdenes diferentes
separados por una barrera resistente a la significación. Dicha barra puede relacionarse
con el concepto de represión freudiana. Hay represión originaria desde el momento en
que el significante no conlleva consigo una significación propia y su operación deja, por
estructura, algo fuera de su campo, un punto del orden de lo imposible de decir, de lo
imposible de simbolizar. La barra tiene consecuencias en el sujeto e implica su división.
La imposibilidad del significante de representar un significado.
Las dos redes, que no se interpretan, siguen direcciones opuestas: mientras que la red
del significante acontece en la línea de tiempo, la red del significado flota por debajo
de los significantes y no se localiza en significante alguno. Llegados a un punto en la
oración, actúa hacia atrás, retroactivamente (apress-coup). La significación dependerá
no solo de la articulación de los significantes, sino también del lugar donde hayamos
puesto el punto, que es lo que permite el encuentro entre las dos redes y el
advenimiento de una significación.
Que la palabra pueda adquirir, por sus articulaciones con los otros significantes de la
cadena, diversas significaciones o que una palabra pueda ser utilizada para decir algo
muy diferente de lo que en principio se suponía que iba a decir, solo es posible a partir
de que el significante en tanto tal no significa nada.
Lacan: el lenguaje es un sistema posicional. Un significante no transporta consigo las
propiedades adquiridas, en sus relaciones, cuando se muda de lugar en el sintagma.
Los significante se articulan y se permutan y crean efectos de sentido.
El reforzamiento que Lacan efectúa a la barra de significación indica la no
permeabilidad, la dificultad del paso del significante al significado. El significado flota
por debajo de la primera red y no se localiza en significante alguno. El significante
posee la función de articularse, combinarse, relacionarse, con los demás significantes
de la cadena. La significación no se encontrará en algún punto, la remisión del
significante sería indefinida y no se produciría la emergencia de la significación.
Ese punto de encuentro de las dos redes, ese efecto de emergencia de sentido a causa
de la articulación de los significantes en la cadena, es el llamado punto de
almohadillado o punto de basta.
El significante que anuda lo simbólico hace referencia en tanto hay otro que permite el
encuentro entre ambas redes. Tenemos entonces el Otro como lugar de la estructura
del lenguaje y el Otro como punto de basta: El Otro como lugar de los significantes y el
Otro como lugar de la ley y el Nombre del Padre.
Apress-coup.
La significación es un efecto de la articulación de los significantes en la cadena, que se
producirá apress-coup, retroactivamente “de donde puede decirse que es en la cadena
del significante donde el sentido insiste, pero que ninguno de los elementos de la
cadena consiste en la significación de la que es capaz en el momento mismo”

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Cuando los significantes se encuentran y se articulan en una cadena con otros


significantes adquiere un sentido, produce efecto de significación.

El significado es una consecuencia de la red de significantes en una oración. El


significado vuelve y actúa hacia atrás. Las cosas pasadas adquieren nuevos sentidos a la
luz de cosas presentes. No cambian los hechos, sino su significación. Se resignifica el
recuerdo pasado a la luz del presente.
En la realidad psíquica para que haya un trauma se necesitará al menos de dos
momentos: un S1 y un tiempo ulterior, un S2 que en su articulación con el S1 produzca
un efecto de sentido. Una experiencia vivida, una escena, una frase escuchada en la
infancia, al encontrarse luego, al articularse, con una vivencia ulterior de la vida del
sujeto (vivencia que produce una resignificación de aquellos significantes de la
historia), puede producir ocasionalmente un síntoma. Es la acción significante, en tanto
no significa nada, en tanto no representa un significado. En definitiva, lo que hay es la
acción del significante, incidencia del significante en los cuerpos.

La lógica del Significante.


La lógica del Significante de Lacan parasita la lógica matemática.

“Lógica del significante” como sintagma es un verdadero pleonasmo (añadir enfáticamente a


una frase más palabras de las necesarias para su comprensión). Hablando estrictamente, solo
hay lógica del significante, toda lógica implica en sí misma una desvalorización del significado.
Debe llamarse lógica a aquella que realizó su edición respecto a la gramática.

Hasta mediados de la década de los 60 parecía que Lacan acentuaba sobre todo la lingüística
moderna de esta época, es decir, la lingüística saussureana, como ideal de las ciencias
humanas. Lacan, en un primer momento, inscribió al psicoanálisis en este surco.

La preferencia por la lingüística es comprensible si pensamos que Lacan dijo que el


inconsciente está estructurado como un lenguaje y que se supone que la lingüística es la
ciencia del lenguaje.

“La lógica del significante” anunciaba que la lógica no interesa menos al psicoanálisis. La
diferencia entre lógica y lingüística es que la lógica no pretende tomar en cuenta los efectos
del significado; se ocupa del significante puro, es decir, del significante en tanto que no quiere
decir nada.

“Nada es todo”

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El punto de partida más simple es el significante de Saussure. En Psicoanálisis, la invitación a la


asociación libre solo se sostiene en el hecho de confiar en que “el significante no significa
nada2, se confía en el para que signifique cualquier cosa. En el significante que no significa
nada se encuentran las significaciones más esenciales.

Lacan localizó en la experiencia analítica al operado maravilloso que permite que el significante
que no significa nada se ponga a significar cualquier cosa. Ese operador es lo que llamó el
sujeto supuesto al saber, el que no sabe nada. Pero basta con que opere en la experiencia
analítica para que cuanto menos algo significa algo, más significa algo.

El significante crea por sus permutaciones el significado. El punto de partida del propio
Saussure en relación al significante reside en que este es en sí mismo un elemento diferencial,
lo que se llama el principio diacrítico del significante. El significante solo se plantea
oponiéndose a otro u otros significantes diferentes. La única existencia del significante esa esa
oposición en sí misma. Es un elemento no sustancial, que no puede ser descripto por sus
propiedades intrínsecas, sino tan solo por diferencia. Es un elemento no sustancial, sino
diferencial.

Esto produjo en el estructuralismo una pasión por el sistema, ya que los elementos solo
pueden aprehenderse en su situación mutua, en la relación sistemática y global que mantienen
entre sí. Desde este ángulo el estructuralismo se presentó como un “todismo”.

Lo propio de Lacan es haber diferenciado e incluso mostrado la oposición esencial que hay
entre la estructura y el todo. El no-todo es un principio que está presente desde el inicio de la
enseñanza de Lacan y que es esencial para delimitar el concepto lacaniano de la estructura.

Para explicar esto, tomamos como punto de partida cuatro elementos: a, b, c, d que son
constantes, y una única operación que es la diferencia. Estamos escribiendo así el principio
diacrítico de Saussure. Para definir a basta que escriba su diferencia con b, c, d. Lo mismo vale
para los otros tres.

En relación a mi conjunto inicial, siempre me falta un elemento, Nunca puedo tener el conjunto
exhaustivo de mis elementos.

No puedo definir un todo, en el campo del significante, excepto a condición de que un


significante no esté en él.

(Reducción del significante a la teoría de los conjuntos).

La frase “para todo conjunto hay al menos un elemento que no forma parte de él” traduce ese
“nada es todo” de Lacan. Ello basta para escribir el derrocamiento del ideal del todo absoluto.

La división del sujeto.

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Si tomamos ahora la cadena significante, vemos que la concatenación significante conlleva


siempre la implicación de un significante en más, de otro significante que escapa como tal.
Cualquiera sea el conjunto de significantes que delimiten siempre faltará uno.

A partir de la noción de Saussure de que el mínimo del significante es dos, porque el


significante solo se postula oponiéndose, no se puede reflexionar sobre un significante,
siempre hay que reflexionar sobre al menos dos. S1-S2 es, de hecho, el resumen en Lacan de la
lógica del significante. También lo dice de esta manera: el significante representa un sujeto
para otro significante. Lo que dice es que un significante solo vale en relación a otro
significante.

¿Qué agrega la definición de significante de Lacan a la de Saussure? Los dos significantes que
no pueden ser pensados por sí solos, no son equivalentes, no son isótopos, es decir, no pueden
ser colocados en el mismo lugar, porque justamente hay una relación de exclusión entre el
todo y el significante en más, no hay lugar total que pueda reunirlos.

La suposición ingenua del estructuralismo es precisamente que todos los significantes son
isótopos; mientras que si se radicaliza el principio diacrítico de Saussure es palpable que hay
una an-isotopía significante.

Tenemos entonces una relación de separación entre ese todo y el uno en más. (S2 sería el
conjunto de significantes en relación al que S1 figura la excepción).

Esta lógica conlleva que no existe en el lenguaje, un significante simple que podría por sí solo
representar al sujeto, esto es también debido al hecho de que no existe el todo de los
significantes.

La barrera que nos separa del significante para el que decimos lo que decimos está a la vez en
todos lados y en ningún lado. Este principio es lo que Lacan llama la división constitutiva del
sujeto. El sujeto está fundamentalmente dividido entre el significante que lo representa y otro
significante, anisótopo con respecto al primero.

Podríamos hacer ahora surgir otras complejidades a nuestra lógica. Habría quizás otro modo de
hacer entrar a a en ese conjunto, Tengo b, c y d. Supongamos que forzamos un poco las cosas
porque quiero verdaderamente tener aquí todos mis elementos y no tener ninguno en más.
Puedo admitir a a como diferente de a. La bifurcación en la que estamos hace que para
constituir el todo del significante o bien necesito uno en más o bien debo admitir un
elemento no idéntico a sí mismo.

El famoso sujeto del que se trata, representado por un significante para otro significante, es
precisamente un elemento de este tipo. Si Lacan escribe su sujeto con una barra es porque el
sujeto del que se trata en la lógica del significante es un sujeto diferente de sí mismo y ésta es
la lectura que podemos proponer de esa barra: un sujeto que cumple esa función de un
elemento no idéntico a sí mismo.

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(Principio diacrítico o binarismo de Jackobson: ningún significante tiene valor de sí mismo, el


mínimo es dos.

“Barrio privado… privado de carne, de leche”  el significante por sí mismo no vale nada, para
que esta palabra tome valor depende de los otros significantes de la cadena significante que se
va armando. El significado se va armando una vez que se va articulando la cadena.

Siempre el mínimo de significantes es dos porque no hay nada natural en ese significante que
lo suelde con un significado, no hay ninguna correspondencia del orden de lo natural. Lacan
lleva esta hipótesis al extremo. Los estructuralistas tienen la idea de una estructura que está
completa, que está cerrada en sí misma. Sin embargo, Lacan percibe que si el mínimo de
significantes es dos y si la única relación posible entre significantes es solamente de diferencia,
la estructura nunca podría estar completa.

Esto es lo que viene a demostrar la lógica del significante, que lleva la hipótesis estructuralista
hasta el extremo. Por eso podemos decir que Lacan es ultra-estructuralista porque toma esta
hipótesis del vaciamiento del significante y lo lleva a un extremo tal que incluso se diferencia de
los propios estructuralistas.

Mientras que para los estructuralistas la estructura siempre está completa, para Lacan no. No
es posible lógicamente que la estructura esté completa.

Pág. 9  diferencia entre lógica y lingüística. La lógica no pretende tomar en cuenta los efectos
del significado, se ocupa del significante en tanto que no quiere decir nada. Le interesa el valor
del significante, que es siempre por oposición y por lo tanto el mínimo siempre es dos. La lógica
es pura matemática, puro vaciamiento de sentido y pura relación por oposición. La lógica
permite vaciar de sentido, puro significante. No importa el sentido, importa la relación de pura
diferencia entre significantes y esa relación es lo que a él le permite llevar al extremo esta idea
estructuralista.

Lacan al llevar la lógica del significante a un extremo tal permite ver que la estructura no está
completa. Esto lo vemos ya en la primera enseñanza de Lacan.

Si formamos un conjunto de todos los significantes ¿cómo los definimos? Solo los podemos
definir por oposición, por lo tanto, siempre va a tener que existir un elemento exterior a ese
conjunto que quede por fuera y que pueda definirlo. Es en ese punto que toma la teoría de los
conjuntos.

De ningún modo podemos obtener un todo de los significantes, para definirlo siempre tenemos
que poner un elemento externo a este conjunto que va a valer de acuerdo a la diferencia.
Siempre es necesario otro significante que, por diferencia, nombre a ese conjunto. Siempre
queda algo por fuera del conjunto  la estructura nunca está completa.

Podemos llevar este planteo más al extremo. Podemos encontrar un elemento que es distinto
de sí mismo, por ejemplo, a es diferente de a. Un elemento que no es idéntico a sí mismo.

Esta idea lleva a dos conclusiones:

- Hay un elemento que no es idéntico a sí mismo.


- Siempre hay un elemento de más.

Estos dos esfuerzos lógicos son fundamentales en la diferencia entre Lacan y los
estructuralistas. Primero porque no hay una estructura completa y luego porque Lacan incluye

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al sujeto dentro de la estructura. Si hay un elemento que no es idéntico a sí mismo esa es la


idea del sujeto en Lacan. Un sujeto que no es idéntico a sí mismo. El sujeto siempre está
dibujado con una barra. El sujeto siempre va a estar entre dos significantes.

Ideas que surgen de esto  Idea de no-todo e idea del sujeto que no es idéntico a sí mismo.

Como estamos constituidos por el lenguaje, como el lenguaje nos atraviesa, no hay manera de
pensar un yo autónomo.)

Sujeto en Lacan  no tiene nada que ver con lo subjetivo ni con lo individual. Es el efecto del
significante. No lo puedo identificar con individuo o un viviente, incluso es anterior, está situado
antes de que las personas existan en estado individual. El sujeto es el efecto del lenguaje. ¿Qué
es lo que da la marca de la verdadera posición del pensamiento? El sujeto. Es algo que deriva
de la existencia del significante. El sujeto es aquello que determina qué será el pensamiento, las
tratar de esclarecer de la mejor manera posible cuál es la función de un sujeto. Las
determinaciones del lenguaje que implican y marcan eso que después vamos a llamar
pensamiento y que, en realidad, no dependen del pesante, sino de un pensamiento que es
anterior al pensante.

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Orden simbólico.
Referencia a Levi-Strauss
Aquí aparece la relación con Levi-Strauss. En Antropología estructural Levi-Strauss distingue el
subconsciente del inconsciente:

- Subconsciente: reserva de imágenes y de recuerdos coleccionados a lo largo de cada


vida.
- Inconsciente: es siempre vacío. Es ajeno a las imágenes. Se limita a imponer una ley
estructural que reduce la realidad a elementos articulados.

Esto es lo simbólico y lo imaginario en Lacan. La innovación que aporta la hipótesis


estructuralista es que obliga a esta elección, a esta disyunción entre lo que es de orden
simbólico, donde no hay más que diferencias sin términos positivos, y la dimensión de las
imágenes.

Lo simbólico vs. lo imaginario.


(El recorrido de Lacan) Lacan propone la estructura real, simbólica e imaginaria y, al mismo
tiempo, en su discurso, cada uno de estos términos fue sucesivamente ocupando el primer
lugar.

Teoría de lo imaginario: Lacan dice: “Entré al psicoanálisis con una escobilla que se llamaba el
Estadío del espejo” El estadio del espejo tiene que ver con ese interés lúdico que el niño, entre
los seis y dieciocho meses, testimonia por su imagen especular, rasgo mediante el cual el niño
se distingue del animal. Reconoce su imagen y se interesa por ella.

Según Lacan, si el niño goza cuando se reconoce en su forma especular, es porque la


completitud de la forma se anticipa respecto a su propio logro; la imagen es indudablemente la
suya, pero al mismo tiempo es la de otro puesto que él está en déficit con respecto a ella. Es
debido a este intervalo que la imagen lo captura y que se identifica a ella. Esto llevó a Lacan a la
idea de que la alienación imaginaria, es decir, el hecho de identificarse a la imagen de otro, es
constitutiva del yo (moi) en el hombre y que el desarrollo del ser humano está escandido por
identificaciones ideales. Es un desarrollo donde lo imaginario está inscripto.

A partir de este principio, Lacan pensó dar cuenta de lo que se comprueba en la experiencia
cotidiana, la agresividad ambivalente del hombre respecto a su semejante, que es siempre
aquel que lo suplanta, aquel que está en su lugar, justamente porque es su semejante.

Esta teoría explica también la relación fundamentalmente paranoica del hombre con su objeto.
El objeto le interesa en la medida en que el otro está dispuesto a quitárselo.

Abordar la cuestión del yo a partir del estadio del espejo lleva a una concepción donde el yo no
es unificador, tampoco es unificado, es un desorden de identificaciones imaginarias. El yo es un
desorden y así es como aparece en la experiencia analítica.

Esta relación mortífera entre el yo y el otro (relación en la que está el yo o el otro) tiene como
única salida un desenlace identificatorio, es decir, alienante. Ahora bien, todas las
identificaciones no son equivalentes. En Freud mismo, algunas identificaciones son normativas.
Lacan utiliza el término de imago, que resume toda esta dificultad. Por un lado es una imagen
sensible, por otro lado un conjunto de rasgos organizados, incluso tipificados.

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A partir de este punto Lacan empieza con la disyunción de lo simbólico y lo imaginario. Puede
decirse que la enseñanza de Lacan comienza cuando distingue en forma radical lo que
pertenece al dominio imaginario y lo que pertenece al dominio simbólico. Al mismo tiempo,
distingue el yo en su dimensión imaginaria y el sujeto como término simbólico.

Teoría de lo simbólico: Una vez que ha distanciado el símbolo de la imagen, lo simbólico tiene
dos vertientes: la vertiente de la palabra y la vertiente del lenguaje.

Las dos vertientes.


Tomemos la vertiente de la palabra. Mientras que la relación imaginaria es fundamentalmente
una dimensión de guerra, de rivalidad mortal, Lacan encuentra en la función de la palabra una
función pacificadora. La palabra opera también identificaciones, pero son identificaciones
salvadoras que permiten superar la rivalidad imaginaria. La palabra como función de
mediación entre los sujetos.

En esta vertiente, ¿qué podemos decir del síntoma? El síntoma se debe a un defecto de
simbolización, que constituye un centro de opacidad en el sujeto porque no fue verbalizado,
porque no pasó a la palabra, y que se deshace en cuanto pasa a la palabra. La cura analítica
aparece como una cura de simbolización. La cura opera porque permite dar significación
retroactiva a lo que permaneció opaco para el sujeto en su experiencia.

La otra vertiente concierne a lo que se puede llamar el orden simbólico como conjunto
diacrítico de elementos discretos, separados. Diacrítico quiere decir que los elementos
adquieren valor unos respecto de otros. Estos elementos separados, en tanto tales, están
privados de sentido y forman en su conjugación una estructura articulada. Esta estructura no
tiene origen, está siempre allí puesto que sus elementos solo valen unos en relación a los
otros. Por eso, el sentido de la enseñanza de Lacan se opone totalmente a toda idea de
psicogénesis.

La estructura del lenguaje preexiste a la entrada del sujeto en esa estructura, sea cual sea el
aprendizaje, el niño no modifica esta estructura, debe someterse a ella, Se trata de una
estructura hecha de sin-sentido.

La primera vertiente es ante todo significación y la segunda es ante todo sin-sentido. El acento
de Lacan pasó indudablemente de la primera vertiente a la segunda.

Lacan elaboró la dimensión común a estos dos aspectos de lo simbólico.

Primero: el significante actúa sobre el significado, el significante crea el significado y es a partir


del sin-sentido del significante que se engendra la significación.

Segundo: introdujo el concepto de cadena significante, para dar cuenta de la


sobredeterminación en la cual ve, al igual que Freud, la condición de toda formación del
inconsciente.

Tercero: Lacan hace funcionar a lo simbólico, a la estructura íntegra como un término. Muestra
cómo la relación entre la estructura simbólica y el sujeto se distingue de la relación imaginaria
del yo y el otro. Por eso introdujo la escritura del Otro con mayúscula (A), que se distingue del
otro con minúscula (que es recíproco, simétrico del yo imaginario).

Noción del Otro.

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El Otro es el gran Otro (A) del lenguaje, que está siempre ya allí. El otro del discurso universal,
de todo lo que ha sido dicho en la medida en que es pensable. Ese Otro que es un tercero
respecto a todo diálogo, el Otro del pacto como el Otro de la controversia. Es el alocutor
fundamental, la dirección del discurso más allá de aquel a quien se dirige.

La teoría de la comunicación olvida algo: que es en el lugar del código, en el sitio donde está el
código que se elabora fundamentalmente el mensaje. Esto llevó a Lacan a formular que, en la
comunicación humana, el emisor recibe su mensaje del receptor en una forma invertida. El
Otro de Lacan es también el Otro cuyo inconsciente es el discurso; el Otro que en el seno de mí
mismo me agita, y por ello es también el Otro del deseo, del deseo como inconsciente.

Lo que Lacan llama el Otro es una dimensión de exterioridad en relación al sujeto que tiene
función determinante para el sujeto.

¿Cuál es la función del analista? Su función es desaparecer en tanto que yo (moi), no permitir
la relación imaginaria dominar la situación. En la experiencia analítica debe estar en el lugar del
Gran Otro, solo desde ese lugar tiene posibilidad de deshacer el síntoma.

Esquema Lambda.

Concepto de falta en psicoanálisis.


Lenguaje y castración simbólica.

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El inconsciente estructurado como un lenguaje.


- Psicopatología de la vida cotidiana.
- La interpretación de los sueños.
- El chiste y su relación con el inconsciente.
A partir de estos textos freudianos, y de los planteos de Jakobson sobre las afasias,
Lacan enunciará la hipótesis del Inconsciente estructurado como un lenguaje. También
a partir de la definición que da Levi-Strauss de inconsciente como un simple vacío.
Existe una formulación que ya estaba implícita en Freud y que Lacan formaliza: existe
una relación entre las estructura del lenguaje y la estructura del inconsciente, y que, en
esa estructura de los significantes, que produce sus efectos de significación a espalda
de la voluntad del hablante, se canaliza una verdad. Freud descubre una relación entre
la estructura del lenguaje y una verdad desconocida que se vehiculiza en sus
articulaciones y que abre la puerta a una dimensión de no-saber en el sujeto.
El inconsciente tiene la estructura radical del lenguaje, dice Lacan. El inconsciente está
vacío, allí no hay propiedades ni contenidos. Un inconsciente vacío, sin profundidades,
reducido a un efecto de la cadena significante en el sujeto hablante. No se trata de
cosas depositadas en las profundidades del psiquismo ni de una interioridad en el
sujeto, sino de una estructura análoga a la estructura del lenguaje. El inconsciente, a
partir de Lacan, ya no será más, como supieron algunos, el orden de las
representaciones ni una reserva de imágenes, sino el lugar en relación con la ley
simbólica, una forma vacía de atributos, lo no-sustancial del orden significante
marcado por las diferencias sin términos positivos.
El inconsciente estará fundamentalmente en referencia a la combinatoria significante.
El inconsciente, como efecto del lenguaje en el sujeto hablante, será remitido a la
emergencia de la verdad. Los lapsus y demás formaciones del inconsciente vienen a
actualizar, en ese intervalo, en esa discontinuidad de la cadena, al sujeto del
inconsciente.
Todas las personas en su discurso siempre dicen algo que quizás no querían decir. Hay
una filtración del Icc a partir de los sueños, los actos fallidos, los chistes, los lapsus
linguae, etc. Se produce un cortocircuito por donde se canaliza un deseo inconsciente.
El deseo busca diversas formas de manifestarse sin que el sujeto lo reconozca. La
represión lleva a cabo su función y a la vez el deseo inconsciente se realiza. En otras
palabras, el deseo se manifiesta por rodeos, desvíos, malentendidos, se interna en los
laberintos del significante. De ahí que Lacan sostenga que el deseo es metonímico, lo
que implica que el deseo se desplaza y sigue las vías del significante, y que el síntoma
tiene la forma de la metáfora ya que es una sustitución de un deseo inconsciente. En
ese sentido, lo que el síntoma revela es algo del ser-de-verdad del sujeto. La censura
actúa gracias a la estructura del lenguaje, pero es la misma estructura del lenguaje es
la que permite burlar esa censura.

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Entonces, el inconsciente está referido a lo simbólico, al juego de las articulaciones del


significante, el de las formaciones del inconsciente, los lapsus, los actos fallidos, los
sueños, la operación del chiste como modelo.
Vertiente de la palabra
Lo simbólico aparece como una instancia pacificadora y reguladora de las relaciones
entre los sujetos.
Se hace aquí mención a los hombres primitivos. Si dos de ellos se encontraban en el
camino, quedaban solamente dos posibilidades: o se huía o se atacaba al otro. Lo
imaginario (la relación paranoide con el semejante, la tensión agresiva con el propio yo,
la creencia de que el otro se quiere quedar con algo que nos pertenece, etc.)
gobernaba la totalidad de la vida primitiva.
La palabra, lo simbólico vendría a intermediar, a pacificar y a poner alguna distancia en
esa relación mortífera.
Esta es la primera versión de lo simbólico que proviene de la antropología estructural y
la lingüística en tanto ley de filiación y parentesco, ordenadora y reguladora de los
intercambios. A partir de ahí, hasta para pelearse los seres humanos tenían que estar
de acuerdo al menos en algo y es en la significación de las palabras, en la referencia a
un mismo código, a la convención social de la lengua.
Esta concepción de lo simbólico constituyó una ilusión y en ella se basa el sistema
educativo moderno y el proyecto ilustrado: por vía de la razón se podía lograr una
civilización equilibrada, armónica y un mayor bienestar para los hombres. Dicho
proyecto fracasó. Freud, por el contrario, en el Malestar en la cultura ya sostenía que
en el plan de la creación no está contemplada la felicidad del hombre, lo cual no
implica volverse contra la razón y mucho menos regresar a la caverna, sino que
simplemente debemos recordar la existencia de pensamientos no pertenecientes a la
esfera de la conciencia.
En esta primera versión de lo simbólico, el Inconsciente consistiría el capítulo olvidado
de la historia, aquello que fue reprimido pero es posible volver a hacer consiente a
partir del análisis y de la reconstrucción de los hilos de la trama significante.
En esa dirección, el síntoma sería un deseo que si bien accedió a lo simbólico, fue luego
reprimido, no verbalizado. Por su parte, la cura sería un intento de reestablecer la
historia, la continuidad de la trama significante mediante la interpretación actuando
retrospectivamente permitiendo la significación,
Vertiente del lenguaje
Lacan luego vendrá y dirá que no todo lo simbólico es mediación y pacificación, sino
que la ley simbólica comporta un aspecto perturbador, disgregante. A partir del
binarismo jakobsoniano y de la condición diacrítica del lenguaje, Lacan señalará el
determinismo y la autonomía de los significantes respecto del sujeto hablante.

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La ley serviría en un principio para establecer una regulación entre los seres humanos y
para que no impere la ley de la selva, pero basta que se ponga en funcionamiento para
que no dejemos de sufrirla y para que el determinismo significante produzca todos sus
efectos paradojales en el ser hablante.
En resumen, desde una segunda perspectiva, lo simbólico ya no estará referido a la
palabra como intermediaria sino más bien a la estructura del lenguaje como el
conjunto diacrítico de elementos discretos que se acercaría a una noción cibernética
que vehiculiza una huella imborrable y que adelanta de alguna forma la posterior
relación del concepto inconsciente con el automatismo de repetición en Freud y la
pulsión de muerte.
Podemos decir, la vertiente de la palabra es una vertiente del sentido, la vertiente del
lenguaje es de sinsentido.
Estructura e inconsciente
¿Cuál es esa estructura del lenguaje de la que habla Lacan?
Todo parte de la hipótesis estructuralista de Saussure y Jakobson que se puede resumir
en el axioma: “en la lengua no hay más que diferencias sin términos positivos”.
Recordemos que Saussure produce un vaciamiento de la lengua, sostiene que la lengua
no es una sustancia sino una forma, un sistema de puras diferencias, aun cuando por
otro lado conserve de manera contradictoria el esquema del signo lingüístico
encerrado en una elipse y las diferencias solo sean concebibles a nivel del significante y
del significado, tomados por separado. Para Saussure entre los signos no hay
diferencias, sino oposiciones. No hay valores intrínsecos sino puramente diferenciales.
Lacan toma esta desustancialización de Saussure, pero modifica el algoritmo otorgando
supremacía al significante: S mayúscula sobre s minúscula, sin la elipse y engrosando la
barra de significación para señalar la dificultad del pasaje del significante al plano del
significado.
La significación se desplazará por debajo de la red de significantes y no se localiza en
ningún significante en particular. La significación sería un efecto de los significantes
articulados en la cadena.
A cambio del esquema del signo saussureano, Lacan prefiere el binarismo
jakobsoniano, teniendo en cuenta que si bien es la articulación de los significantes la
que produce efectos de significación, el sentido de una frase dependerá también de
quien la pronuncie y de la enunciación en la que esta se sitúe.
Hay significantes que se relacionan en la cadena creando efectos de significación a
espaldas del sujeto y sin que la voluntad consciente tenga que intervenir, como es el
caso de las formaciones del inconsciente. Esto implica una cierta autonomía del orden
de lo simbólico. El sujeto está sujetado a la estructura del lenguaje que de alguna
forma lo habla, es preso de la estructura del inconsciente, a merced del significante.

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Si la significación es el efecto de la articulación de los significantes en la cadena, hay


que convenir que el lenguaje habla al sujeto y este ya no tiene un pleno dominio sobre
el sentido de sus frases y oraciones.
El significante no significa nada
El significante en cuanto tal no significa nada. Pero, en tanto no significa nada puede
atraer para sí las más fecundas significaciones.
Miller pondrá al respecto, en el recorrido de Lacan, el ejemplo del piropo. Dirá que el
piropo muestra, de manera ejemplar, la estructura misma del lenguaje y que el
significante no significa nada; es la articulación con otros significantes en la cadena, su
estructura de remisión, la que produce efectos de sentido. En esta dirección, el
piropeador, al igual que el poeta, es alguien que advierte lo fundamental de la
estructura del lenguaje: la desustancialización del significante, su supremacía respecto
del significado, la posibilidad de utilizar las palabras para decir otra cosa de lo que ellas,
se supondría, querrían decir y la dimensión metafórica del lenguaje humano. Es en
tanto que el significante no significa nada, que puede, en sus articulaciones con los
otros significantes, dar cabida al significado.
El piropeador, al igual que los poetas, sabe que las palabras no alcanzan y que implican
una pérdida, una sustitución, que el objeto en cuanto tal está perdido, que no puede
ser vuelto a encontrar ya que nunca estuvo en alguna parte. De allí su esfuerzo y la
valoración del plano del significante que no significa nada.
El sentido del piropo se obtiene en el filo de una transgresión al código de la lengua e
implicaría en cierta forma un “incongruencia” tal como la advertimos en el caso de las
figuras de la retórica.
La lengua no se trata de una convención social, un código determinado y que luego con
ese código en mano los sujetos de una misma comunidad hablante salgan a hablar, lo
pongan en práctica y lo actualicen.
Hay acuerdo social, pero a la vez transgresión. El significante no tiene la misión de
representar un significado y no porta consigo significación alguna, pero podemos
emplearlo para dar a entender otra cosa de lo que el diccionario le asigna. Y a causa de
su remisión en la cadena, el significante nos usa a nosotros, sin que lo sepamos.
Estamos ante una autonomía del lenguaje respecto de la voluntad del hablante. Esta
autonomía se hace visible en los textos freudianos de La interpretación de los sueños,
Psicopatología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con lo inconsciente.
Con esto se puede entender la hipótesis: el inconsciente está estructurado como un
lenguaje. Freud descubre que en la articulación del lenguaje se canaliza un deseo
inconsciente y que cuando el sujeto habla se producen efecto de verdad a espaldas de
su intención consciente.
Si bien el sujeto no deja de estar involucrado en lo que dice, en el discurso emerge una
verdad, en el acontecer mismo de la cadena significante.

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Las formaciones del inconsciente


El chiste es modelo de todas las demás formaciones del inconsciente. ¿Cuál es la
operación que subyace en el chiste? Se observa que aquí hay un desplazamiento: la
significación, en tanto el significante no tiene atributos propios y solo vale por sus
diferencias, se desliza debajo de la red de los significantes, de manera que cuando se
espera de un término tal o cual sentido, emerge de repente otro, distinto, inesperado,
que produce efecto de sorpresa y comicidad. (La palabra se orienta hacia determinada
significación, pero se despoja al final del cuento de ese sentido inicial y adquiere una
significación diferente).
Hay chiste, existe posibilidad de construir un chiste porque, el significante en cuanto tal
no significa nada. Así como la estructura del lenguaje permite la construcción del
chiste, es esa misma estructura la condición de posibilidad de las otras formaciones
del inconsciente.
Es esa estructura la que permite que el significante, en cuanto no significa nada, pueda,
en sus articulaciones en la cadena, producir los más inesperados efectos de
significación. El inconsciente es consustancial a esa estructura, encuentra en ella sus
condiciones de posibilidad.
Aquí podemos introducir nuevamente a Jakobson. Lacan va a comparar las figuras de la
metáfora y la metonimia con las leyes del proceso primario: con la condensación y el
desplazamiento, mecanismos descriptos por Freud en relación con la elaboración de
los sueños. Un deseo inconsciente no se manifiesta en la vida consciente sino a
condición de no ser reconocido por la conciencia, y luego de pasar por la condensación
y el desplazamiento, leyes mediante las cuales el llamado “material reprimido” se las
arregla para burlar la censura. Remitámonos a los sueños; para Freud, un contenido
latente no aparece en la pantalla del sueño sino en forma encubierta, desviada,
desplazada sobre un elemento manifiesto, a través de un desvío, de un disfraz.
- Si varios contenidos latentes se reúnen en un único contenido manifiesto,
tenemos la condensación.
- Si un contenido latente cede su carga libidinal a un contenido manifiesto del
sueño tenemos el desplazamiento.
Lacan descubre que la estructura del lenguaje es análoga a la estructura descripta por
Freud, y que si existe un punto de no saber en el sujeto es a causa de esa misma
estructura del lenguaje. Visto desde esta perspectiva, el inconsciente no es más que el
efecto de la estructura del lenguaje en el sujeto hablante por inmixión de la palabra en
dicha estructura.
Es la estructura de remisión del significante, la posibilidad de la metáfora y la
metonimia, el medio por el cual el deseo se disfraza y se extravía. La estructura del
lenguaje permite decir las cosas a pesar de la censura y sobre todo extraviar al sujeto
hablante en relación con su propio deseo.

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El deseo inconsciente no deja, para Freud, de manifestarse gracias a las posibilidades


que brindan los mecanismos primarios. Lo que se reprime de la conciencia retorna a
manera de síntoma o aparece en los sueños, en los lapsus, en los actos fallidos. Las
formaciones del inconsciente tienen que ver con el deseo y su ocultamiento y a la vez
su realización.
Pero, si no existe correspondencia entre el significante y el significado, ¿qué garantía
hay de que la interpretación sea correcta, teniendo en cuenta que ella misma está
hecha de palabras? Freud afirmaba que la única manera de comprobar si un análisis
camina es por medio de la observación de los efectos en el analizante.
(Clase formaciones del inconsciente: Significante no es una palabra usada por Freud,
pero es una clave de lectura. Resignificación, apress-coup. El concepto de significante
resignifica de alguna manera la obra freudiana, a partir de los textos Psicopatología de
la vida cotidiana, La interpretación de los sueños y El Chiste. Lacan desentraña la lógica
del inconsciente en Freud, el inconsciente como algo que no está escondido, sino que
está a la vista cuando el sujeto habla. (Seminario 5 de Lacan toma las formaciones del
inconsciente).
Lo interesante de las formaciones del inconsciente. Formaciones porque algo se forma,
hay una elaboración. No es una elaboración sabida (en el chiste sí, o no, porque
funciona como un modelo). En los sueños se pierde toda voluntad del soñante. Los
sueños tienen una forma involuntaria, eso no quita que el sueño tenga que ver con el
sujeto. Los sueños tienen que ver con el inconsciente de uno, propio. Qué significa para
ese sujeto, el significante es de ese sujeto. Lacan ubica el significante como un
elemento común entre estos elementos: el sueño, los lapsus, el chiste, etc.
Psicopatología de la vida cotidiana  cómo la supuesta patología aparece en lo
corriente, por presencia del inconsciente, que todo el tiempo va a ir apareciendo, por
ejemplo, en esos olvidos.
Los recuerdos encubridores  texto representante de Psicopatología de la vida
cotidiana. Se conserva en recuerdos infantiles elementos secundarios. Los sujetos se
acuerdan de cosas que parecen intrascendentes, otros detalles importantes parecen
haberse desvanecido. Amnesia infantil. Cuando uno recuerda una escena infantil la
recuerda como si fuera en tercera persona, como si fuera otro que está recordando, eso
es algo que llama la atención, marca una cierta elaboración del recuerdo que no es fiel
a la memoria misma. Los llama recuerdos encubridores porque lo que en verdad oculto
es otro recuerdo que tiene más relevancia. Recuerdo que ha sido reprimido y en su
lugar se ha puesto otro recuerdo (encubridor), que es intrascendente. Pero sii yo tiro de
ese recuerdo, si puedo hacer en un análisis una cadena asociativa, puedo ubicar otro
recuerdo que es importante y que hace que ese recuerdo que parece intrascendente
esté tan fresco.
Otra cuestión: el olvido de los nombre propios. Si uno se olvida de los nombres propios
ocurre algo curioso que es que enseguida aparecen otros, que uno sabe que son falsos,

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pero además ese recuerdo falso se impone una y otra vez. Hay un punto similar con los
recuerdos encubridores.
Algo que tienen en común es que hay un fallo en los recuerdos. Hay un sustitutivo.
Sustitución  metáfora. Hay algo sustituido, un elemento que viene por otro. Estos
recuerdos encubridores hacen metáfora de el otro recuerdo suplantado. También
hablamos de metonimia, algo que se ha desplazado en estos recuerdos. 
Mecanismos subyacentes propios del inconsciente.
- Mecanismo de la condensación  metáfora.
- Mecanismo del desplazamiento.  metonimia.
Chiste  modelo de las formaciones del inconsciente. ¿Cuál es la gracia del chiste? El
elemento significante. Chiste que tiene un elemento de palabra. Como, en una palabra,
por ejemplo, pueden subyacer dos elementos contenidos (condensación). Tuerce el
significante. Desplazamiento de sentido. Chiste como algo repentino, que aparece
(relación con el inconsciente). El sentido parece venir por un lado y se desplaza.
Irrumpe. El inconsciente funciona por irrupción, por sorpresa. Y es también como
funciona la interpretación analítica, va a tomar por sorpresa al yo del sujeto para
apuntar al inconsciente.
Miller habla del piropo. La lengua está hecha de agudezas. Fin del piropo  retener a
la mujer un instante, el tiempo justo para que admita que existe. El piropeador es el
hombre en tanto no renuncia a hacerse oír por el Otro, encarnado en la mujer. Intento
caballeroso de llegar al Otro, esfuerzo poético. En la comunicación humana el receptor
envía el mensaje a quien luego lo va a emitir (?). Desplazamiento de sentido, también.
Misma estructura del chiste, se desplaza. Algo que atenta contra el código. Lo uso no
para comunicar algo sino para romper el sentido.
El malentendido es la esencia de la comunicación, porque tenemos inconsciente.
Cuando uno quiere decir algo, se le cuela otra cosa).

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No hay metalenguaje.
La lengua única no puede ser trascendida, dice Miller. Tratándose del lenguaje humano
no hay, a diferencia de los otros sistemas de códigos semiológicos, una instancia
lingüística superior que oficie de metalenguaje y venga a interpretarla.
Si queremos definir una palabra debemos hacerlo con otras palabras pertenecientes al
mismo sistema. No hay nada por encima del lenguaje que garantice o nos permita dar
cuenta del lenguaje, salvo por el mismo lenguaje que se ve obligado, al no existir un
lenguaje por encima de la lengua única, a dividirse entre lenguaje objeto y
metalenguaje de sí mismo.
La lengua, para poder ser hablada, debe poder interpretarse a sí misma y tomarse
como objeto de su propia reflexión, a diferencia de otros sistemas semiológicos que
tienen, a la hora de ser interpretadas, la lengua corriente, la lengua única, como
metalenguaje. Dicho en términos de Jaques Alain Miller: Hay un lenguaje L1. Hablar de
él exige un lenguaje L2, que lo sobrepase y objetive. A la vez, hablar de L2 exige un L3,
etc. Cada uno de ellos oficia de metalenguaje de el anterior, pero no hay metalenguaje
absoluto, el último como tal, siempre existirá uno mayor.
Cada lenguaje es así metalenguaje del lenguaje anterior y objeto del lenguaje venidero
que hará las veces de metalenguaje. Sin embargo, no se trata de lenguajes diferentes,
sino del mismo lenguaje.
Todos los sistemas semiológicos no lingüísticos tienen a una lengua única, le lengua
materna, como metalenguaje, como un lenguaje superior que los trasciende y
garantiza. El estudio del lenguaje, la lingüística, conlleva una particularidad a diferencia
de todas las otras ciencias: el lenguaje debe ser estudiado con el mismo lenguaje,
escindirse entre lenguaje objeto y metalenguaje como medio para abordar ese objeto,
como medio para abordarse a sí mismo.
Tenemos así el lenguaje del que se habla y el lenguaje por medio del cual se habla del
lenguaje. Jaques Alain Miller utiliza el siguiente ejemplo:
1) París es una ciudad.
2) París tiene dos sílabas.
La misma palabra figura en (1) y en (2) y, sin embargo, no es la misma. En definitiva,
una palabra designa algo, en este caso la ciudad de París, y a sí misma a la vez. De allí
que sea necesario distinguir entre el uso y la mención mediante comillas, cursivas o
alguna marca similar. Si seguimos citando indefinidamente (en una suerte de L1, L2, L3,
etc.) la serie de citas tiene un comienzo, pero no un final y puede extenderse
indefinidamente. La cita puede abrirse al infinito y la división proseguirse. Existe un
límite inferior pero no uno superior. Si la lengua única puede ser hablada es porque
puede hablar de sí misma.
La división del lenguaje

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Y como no existe un metalenguaje para la lengua única, hay que explicar el lenguaje
con lenguaje, una frase con otra frase, un texto con otro texto. Se necesitará siempre
de un nuevo texto, de un significante en más que venga a oficiar de metalenguaje. A
nadie se le ocurriría definir la palabra pizarrón con la misma palabra pizarrón, ya que
ello implicaría creer que existe una consistencia del significante y una coincidencia en
el mismo sitio del sujeto y sus atributos. En ese caso, decir simplemente Juan, bastaría
para decir todo lo referente a Juan. De ser así, el lenguaje no podría hablarse, un
término no remitiría a otros términos.
Por el contrario, la lengua es un sistema articulado de diferencias y la estructura del
significante es de remisión. Un significante, en tanto no posee consistencia, no puede
autodefinirse.
Un texto no puede explicarse con el mismo texto, un significante con el mismo
significante, a no ser que ese texto o ese significante se dividan y ya no sean iguales a sí
mismos, ocupen lugares diferentes en la cadena. Y esto es lo que ocurre con el Sujeto,
para poder incluirse en la estructura del lenguaje, para poder ser representado en la
cadena del discurso, el sujeto debe dividirse, no ser igual a sí mismo. Entonces algo del
ser allí se pierde. Pero a la vez, ese S2, ese significante en más, no bien es incluido en el
conjunto, pasa a ser parte del S1 que requiere inmediatamente de un nuevo S2 que lo
venga a resignificar y así indefinidamente.
En síntesis, cada metalenguaje de un lenguaje objeto, puede ser a la vez objeto de otro
metalenguaje que hable de él., en la medida en que no hay metalenguaje fuera de la
lengua única (en el sentido de última, de tope que no puede ser superado) y en tanto
no existe una lengua superior a aquella con la que nos comunicamos, y nos
malentendemos, todos los días.
Siempre la significación es subjetiva y nunca se toca el hueso de aquello de lo que
realmente se trata. La red del significado flota debajo de la red de los significantes y no
se localiza en significante alguno.
La lengua no se puede trascender, no hay nada fuera de la lengua que pueda venir a
interpretarla ni oficiar de metalenguaje. Una palabra, una frase, una oración se
interpretan con otra palabra, otra frase, otra oración pertenecientes al mismo sistema.
Pero ese lenguaje corriente que obra de metalenguaje y que interpreta un texto
anterior, no es menos impreciso y ambiguo que el lenguaje objeto del que pretende
dar cuenta. La imprecisión y la ambigüedad están también en él presentes y son parte
de su estructura. El lenguaje que hace las veces de metalenguaje está constituido
también por significantes cuyo único valor es de diferencia y que carecen de
atributos, de propiedades en sí mismos. En síntesis, el lenguaje corriente está
expuesto a la tergiversación de la verdad; al no haber una consistencia en el
significante, no puede garantizar una verdad. Por más función de metalenguaje que se
le pudiere pedir, no por ello deja de portar consigo las mismas condiciones
estructurales de insustancialidad y de valor de pura diferencia. Además, ese lenguaje
siempre deja algo afuera e instala un imposible de decir.

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Dado que el lenguaje está constituido por puras diferencias y que el significante no
posee valor en sí mismo, para hablarlo necesitamos poder explicar o definir nuestros
dichos con más lenguaje, pero al hacerlo no estamos garantizando una mayor exactitud
ni una transparencia en dirección a la verdad, sino introduciendo una capa más de
equívoco y malentendido. Para el psicoanálisis, la única verdad es una verdad lógica,
que deviene de la misma articulación significante, una verdad que está no en lo que el
sujeto quiere o cree decir, sino en la pura condición significante de aquello que, en
realidad, y a pesar suyo, dice. Pero esa verdad es ya no-toda.
Con este lenguaje equívoco, los seres humanos pretendemos garantizar nuestros
dichos y defender nuestras posiciones particulares.
No hay otro del Otro. Al definir o explicar lo que decimos, lo hacemos con el mismo
lenguaje que, aunque oficie de metalenguaje, no deja por ello de ser menos equívoco y
expuesto al malentendido. Además, por estructura y a causa de la misma
inconsistencia del significante, la lengua deja afuera un resto inasimilable a su orden,
un imposible de decir que instala al objeto como separado del cuerpo.
La lengua única, como un tope.
La lengua única, como la llama Miller, es última.
Salvo la palabra inicial, que es solo objeto, todos los otros planos constituyen a la vez
lenguajes objetos y metalenguajes, esto es: están escindidos. La pregunta es si puede
existir un lenguaje objeto que, sin dividirse, pueda hablar a sí mismo, que no necesite
de otro lenguaje, que no es más que el mismo lenguaje único, para ser hablado. Claro
es que un lenguaje de esas características, sobre el que no hay nada que decir, nada
que definir, sería un puro real. Pero nosotros no podemos decir que un árbol es árbol y
punto. La lengua es un sistema articulado donde una palabra no tiene un valor en sí
misma sino por sus relaciones con otros términos.
Lo cierto es que esa misma imposibilidad de definir a una palabra con la misma
palabra, se encuentra en el momento de nombrar al sujeto. No se puede decir, a la
hora de hablar del sujeto, que Diego es Diego, aún cuando el nombre propio sea
aquello que menos remite a otros significantes y que cumple más bien con las
condiciones de la letra. Aún así, no es el nombre en sí mismo y por sí solo quien lo
define, sino el ser hijo de tales padre, marido de tal mujer, etc. Es decir, Diego, el
nombre, como todos los nombres, no dice, por estructura, gran cosa de quien lo porta
en cuanto a su ser.
El significante es lo que representa al sujeto para otro significante. En ese sentido, el
sujeto ya está dividido, de antemano, entre S1 y S2, entre el significante que lo
representa y sus atributos dividido por el solo hecho de estar representado en la
cadena de su discurso. Esa división no es accidental, sino que está de entrada, por
estructura, en la división del lenguaje mismo, en esa división entre lenguaje objeto y
metalenguaje. No hay lenguaje sin división.

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Dice Jaques-Alain Miller: si la lengua única puede ser hablada, es porque puede hablar
de sí misma. Es en sí misma metalenguaje y lenguaje-objeto. Por eso, no hay
metalenguaje, hay lengua única.
La lengua única, a diferencia de otros sistemas semiológicos, tiene que vérselas a sí
misma. En definitiva, la lengua única no cesa de citarse, de hablar de sí, de referirse a sí
misma. Pero no se puede trascender. Del mismo modo, el pensamiento, edificado en la
lengua única, no puede trascenderse a sí mismo.
En ese sentido, la asociación libre tiene la función de permitir al sujeto captar esa
división del lenguaje. Es que no hay con qué analizar si no es haciéndolo con la misma
lengua en la que se encuentra enfermo el paciente. El sujeto está enfermo de palabras,
pero como la lengua única no puede ser trascendida, es con esa misma lengua única,
con esa misma lengua inconsciente, con la que hay que analizar. Pero no hay en
definitiva metalenguaje; la interpretación del analista no es una explicación ni un
metalenguaje del relato del paciente. No existe interpretación posible en una lengua
superior, en otro del Otro, en otro garante de una verdad última.
Interpretación y no hay metalenguaje
Cuando Lacan afirma: “no hay metalenguaje” se refiere a que la interpretación del
analista no pone sentido a los dichos del paciente ni oficia explicación alguna. La
interpretación psicoanalítica no es una hermenéutica, una puesta de significación por
parte del analista ni un metalenguaje del discurso del analizante. La única
interpretación concebible en psicoanálisis es la que toma su material de los propios
dichos del paciente, la que deviene de las articulaciones significantes, de la misma
estructura del lenguaje. En todo caso, la verdad en un análisis no es aquella que el
analizante espera que provenga desde afuera, sino la que se desprende del devenir del
significante y de sus asociaciones, es decir, una verdad parcial, no-toda. Que no haya
metalenguaje es concomitante con el hecho de que no existe una lengua del la
lengua ni garantía por encima de los dichos del analizante.

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División del Sujeto.


El sujeto no está por encima del lenguaje como un usuario que después saca sus
conclusiones y explica sus propios dichos, sino que ya está jugado en el momento
mismo en que habla, le va la vida en ello, es el efecto y no la causa, arrastrado por las
aguas significantes como parte del torrente. No hay sujeto anterior al significante.
El sujeto freudiano está dividido como efecto de la articulación significante. Dividido
por su propio discurso, bajo la acción del significante, fundamentalmente contra sí
mismo desde el momento en que, a consecuencia de esa división, deviene objeto de sí.
El sujeto se divide en tanto ser hablante y en cuanto está representado en la cadena de
su discurso, por un significante para otro significante ubicado en el Otro como lugar
desde donde se decide una significación. El S2 viene desde el Otro.
Se trata de una división constitutiva, que no debe ser confundida con lo que se suele
mencionar como una lucha entre instancias o tendencias contrapuestas en la
“personalidad”. No se trata de saber si habla de mí mismo de manera conforme con lo
que soy, sino si cuando hablo de mí mismo, soy el mismo que aquel del que hablo.
Lacan piensa la división como constituyente del sujeto mismo y la sitúa en referencia a
la estructura del lenguaje. Lo que divide al sujeto es su propio discurso, el hecho de
que es un sujeto hablante. La división encuentra sus fundamentos en la estructura
misma del lenguaje y en la desustancialización, en la falta de un sentido propio que
caracterice al significante.
Estructura y división.
Todo parte de la estructura del lenguaje, de la desustancialización que la define. La
castración no es otra cosa que la operación por la cual un cuerpo es tomado por el
significante y como resultado de esa captura algo allí pierde o, mejor dicho, se separa.
De esa captura del cuerpo por el significante emerge el sujeto. No hay división sin la
pérdida introducida por la dimensión simbólica. El sujeto al ser un ser hablante que se
nombra a sí mismo, está constituido, en la cadena de su discurso, aunque más no sea
por un nombre y, por consiguiente, separado, descentrado, sin esencia propia, distante
de sí.
El sujeto es un conjunto vacío; su único ser posible es ser representable por un
significante para otros significantes situados a nivel del Otro. La única posibilidad de
nombrarse es no siendo igual a sí mismo; el significante hará imposible un goce no
castrado y una transparencia de la conciencia a sí misma. El sujeto del inconsciente no
tendrá a partir de ahí, en analogía con el significante, esencia ni consistencia alguna.
Por el solo hecho de nombrarse es al mismo tiempo sujeto que nombra y objeto
nombrado en el acto de nombrar (relacionar con no hay metalenguaje). La única
chance de tomarse en su discurso es a condición de dividirse. Un elemento de la
cadena significante, al no tener propiedades intrínsecas, al no tener una sustancia y al
valer solo por sus diferencias, no puede ser definido por el mismo elemento y siempre

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necesitará de otros significantes que vengan a hacerlo, a no ser que ese elemento se
plantee como no igual a sí mismo, como a diferente de a’, es decir se divide.
Vía del significante, en el caso del sujeto, algo de su ser se pierde. El significante separa
al sujeto de sus atributos, en el nombre no están incluidas las cualidades del sujeto, la
división puede ser pensada entre el significante que lo representa y el significante en
más, el resto de los significantes de la lengua. La única cualidad de un significante es
ser lo que no son todos los otros, o sea, un resto, un vacío.
El nombre propio es equivalente al casillero vacío, porque si una descripción es una
descripción que adjudica propiedades, predicados, para esto no vale ninguna
propiedad. El nombre propio es lo que punta a lo real como imposible de decir. El
nombre propio equivale a S(A), punto de ausencia del significante adecuado, punto de
agujero. El rasgo unario, el S(A), son todas formas de lo que le falta al significante para
ser el Uno del sujeto, casi podría decirse, para hacerlo Uno.
La división del Sujeto se trata de una división estructural en el plano de la misma razón,
en el plano de lo simbólico. El sujeto ya no será el de la unidad de las representaciones,
tal como lo concibe la psicología, sino el efecto subjetivo, de significación, que la
articulación de los significantes entre sí produce. Efectos del lenguaje en el momento
mismo en que el sujeto habla y al hacerlo, es hablado por la lengua y constituido de
este modo en relación a Otro. En el lapsus, se produce una significación que se ubica
más allá de la voluntad consciente, una significación que el sujeto no esperaba y que es
fruto de la articulación significante.
El psicoanálisis viene a decir que el sujeto está inmerso en la estructura y que en esos
efectos de significación se vehiculiza un deseo inconsciente, hay un punto que no está
subjetivado y que por lo tanto produce al sujeto del inconsciente.
“Pienso donde no soy, soy donde no pienso”
El sujeto se divide entre aquello que lo representa en los significantes y su ser de goce:
en una parte se representa y en la otra es. Allí donde soy no pienso y donde pienso no
soy. El pienso está a nivel discursivo, el sujeto está ahí representado, sustituido en la
cadena discursiva, es decir, se representa en lo discursivo, pero es en su fantasma. El
sujeto como conjunto vacío se representa por un S1 que no lo representa sino para los
otros significantes. Deberíamos hablar de dos operaciones constituyentes del sujeto,
de alienación y separación. Por un lado, está el sujeto que piensa y por otro el objeto,
en ese caso el propio sujeto devenido en objeto.
No se trata de saber si hablo de mí mismo de manera conforme con lo que soy, sino si
cuando hablo de mí soy el mismo que aquel del que hablo.
Sujeto freudiano y modernidad
Lacan realizó un esfuerzo para liberar al inconsciente de la herencia conferida por la
psicología y que, lejos de remitirlo a las emociones y a las producciones de lo
imaginario, como lo hiciera la psicología, lo ubicó por el contrario del lado del

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pensamiento y del significante puro, de la operatoria significante. No lo refirió a lo


imaginario sino a lo simbólico. La división no es entre un plano racional, pensante,
objetivo en el sujeto y otro plano emotivo, afectivo, irracional. La división para el
psicoanálisis se produce en el mismo terreno del pensamiento y es la consecuencia del
hecho de que el sujeto habla y de que al hacerlo hay una disyunción entre deseo y
objeto.
Pero ¿cómo se introduce al sujeto en la estructura simbólica? ¿Cómo es posible un
sujeto como efecto de las articulaciones del significante? Por el descompletamiento de
la estructura S(A). Solo en la medida que lo simbólico está descompletado puede allí
alojarse un sujeto. La introducción de la estructura de la palabra en la estructura del
lenguaje descompleta el conjunto de los significantes. El sujeto vendría a ubicarse en el
intervalo entre S1 y S2, emerge en la discontinuidad de la cadena, en los tropiezos de
esta. No será así causa de la cadena significante sino consecuencia y efecto. Lacan le
otorgará, como efecto de la articulación significante, el mismo lugar del significado que
estará destinado a desplazarse, a no localizarse en significante alguno. Hay sí
significantes que lo representan, pero para otros significantes. A esa inscripción del
sujeto en la estructura Lacan la llama matema S(A).
Es posible entender la división a partir de la hipótesis estructuralista: “en la lengua no
hay más que diferencias sin términos positivos”. Si para Saussure no hay valores
intrínsecos en la lengua, si para Lacan el significado no vale más que por sus relaciones
con los otros significantes, no existe, en relación al significante, identidad posible, sino
descentramiento, pérdida de una consistencia propia. El sujeto queda así dividido
entre el significante que los representa y el significante en más, es decir, entre S1 y
S2, inscripto este último en el Otro, y se ubicará específicamente en ese vacío que
constituye el intervalo.
El lenguaje está entonces del lado de la desidentidad, del vaciamiento de posibles
atributos propios. No se puede definir una palabra con la misma palabra. La lengua,
para poder ser hablada, necesita desdoblarse entre lenguaje objeto y metalenguaje de
sí misma. Se necesita de otras palabras que le otorguen una significación, que le
asignen algún valor. La palabra lámpara no es igual a sí, carece de atributos, nada
podemos decir de ella, salvo que es diferente de mesa, sala, etc. Ello no deja de
constituir un drama para el sujeto a la hora de nombrarse; ningún significante lo
representa convenientemente, salvo para otros significantes y como no hay relación
necesaria entre el significante y el supuesto referente inmediato sino que en el
lenguaje el referente es en última instancia el sujeto a, lo que hay respecto del sujeto
en esa división, en ese acto de tomarse a sí mismo como objeto en el discurso, en ese
ser tomado por el lenguaje, es extravío, no saber, falta en ser. A partir de allí, tendrá
que ir a preguntar a los otros acerca de su propio ser ya que la estructura del lenguaje
no le garantiza identidad alguna.
La forma que encuentra el sujeto para incluirse en la cadena de su discurso es
dividiéndose, presentándose como no idéntico a sí mismo. Pero ese lenguaje en el que
se divide está desde luego, desustancializado y no le otorga garantía alguna. Ningún S2

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es un significante último. Lo que hay por consiguiente es pérdida, significantes que


ahuecan e introducen la falta. Dicho sujeto, al igual que el significante, no tendrá
propiedades en sí, atributos, sino que valdrá por sus diferencias; será alumno en tanto
alguien es su profesor, marido en la medida en que tenga una esposa.
Ya no es la rosa sino un nombre, la rosa está perdida en el vocablo rosa. ¿cómo
nombrarla sin que ya no sea la rosa? El sujeto humano no es igual a sí mismo ya que
está, en tanto habla y se nombra, atravesado por la pérdida, vacío de sí. Vía del
significante hay pérdida de ser, no identidad. De ahí el tema de las identificaciones y la
necesidad, la ilusión que el ser humano tiene de una igualdad y de una
correspondencia consigno mismo.
La no igualdad a sí mismo.
El sujeto no sabe acerca de los pensamientos inconscientes que lo determina y los
lapsus, síntomas son la muestra más evidente de esa inadecuación. En la cadena de los
significantes el sujeto está mal representado. El no ha inventado la lengua en la que
habla y tiene que interpelar a otro que venga a significar lo que dice, que decida sobre
el sentido de sus palabras. A partir de ahí su destino será el peregrinaje por los
significantes. Dicho de otra manera, es el oyente, en el lugar del Otro, quien tiene el
“poder discrecional de la palabra” y decide no solo sobre el sentido de lo que el
hablante dice sino de algún modo también acerca de su propia existencia en lo
simbólico. Nunca la palabra tocará el hueso de lo real y siempre se tratará de otra cosa.
No hay estrictamente comunicación, lo que queda entonces es la estructura de
remisión, el deambular en la cadena de los significantes.
Pero a diferencia de la comunicación diaria, la relación entre el analista y el paciente es
disimétrica, no hay allí alternancia: el paciente siempre estará en el lugar del hablante
mientras que el analista se ubicará en el del oyente, que encarna a otro desde donde
se decide la significación de lo que el hablante dice. Y no es que el analista tenga el
sentido para los dichos del paciente, ni que porte un saber sobre la vida mental de su
analizante, simplemente se trata de permitir el acontecer de la cadena significante,
facilitar, mediante la interpretación que haya articulación, que la significación se
desprenda del acontecer de los significantes en la cadena.
De allí que el concepto de Sujeto Supuesto al Saber (SSS) con el que Lacan ordena
todas las cuestiones referidas a la Transferencia conlleve el término supuesto. No dice
sujeto del saber o sujeto que sabe, sino sujeto supuesto saber, sujeto al que el
analizante le supone un saber, lo cual no implica que lo tenga. Esa suposición de saber
presente en la transferencia no es más que la confianza en la estructura del significante
y de que hay alguien ahí, el analista, que sabrá hacer algo para que, del mismo discurso
del paciente, emerja una significación.
El sujeto como efecto de la articulación significante está enfermo de lenguaje, su vida
se reducirá, en el común de los casos, a un transcurrir por los mismos signficantes,
unos pocos que lo determinan, es decir, estará de algún modo condenado a la
repetición.

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La división está ya presente en la estructura del lenguaje, el lenguaje está dividido


entre S1 y S2. No hay significante si no es en relación con los otros significantes. La
división más cabal se produce por el hecho de que el lenguaje para poder ser hablado
tiene que dividirse. Es la misma lengua la que oficia de objeto y de metalenguaje de sí
misma y si el sujeto está sujetado por el lenguaje, está al mismo tiempo dividido. El
resultado de esa sujeción al lenguaje, aceptando que la estructura del lenguaje es de
remisión, será el deseo que se origina en una pérdida constitutiva.
Lacan dirá que el deseo es metonímico, que sigue la vía de los significantes, es decir
que peregrina de significante en significante y como en el significante no hay sustancia
ni consistencia alguna, algo ahí se pierde inexorablemente.
La originalidad del psicoanálisis es haber formulado, a diferencia de la filosofía, un
sujeto no igual a sí mismo. Esa no correspondencia del sujeto consigo mismo, esa
división, es consustancial con la estructura del lenguaje y está en el inicio, no debe ser
confundida con la lucha entre polos o tendencias opuestas de la personalidad.

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Metáfora y metonimia.
Los estudios de Jakobson permitieron a Lacan enunciar su hipótesis del inconsciente
estructurado como un lenguaje y equiparar las figuras de la metáfora y la metonimia a
los mecanismos del proceso primario descripto por Freud en relación con los sueños: la
condensación y el desplazamiento. Esta equiparación de Lacan se basa en la división
del uso del lenguaje en dos ejes que señalan funciones de semejanza y funciones de
contigüidad, relaciones internas y relaciones de contexto. (Metáfora y metonimia, que
Lacan equipara a la condensación y el desplazamiento, indican el lugar del sujeto en la
búsqueda de la verdad, la forma cómo el inconsciente logra burlar la censura, la
posibilidad de que el deseo inconsciente emerja).
En términos generales, la metáfora es la sustitución de una palabra por otra en virtud
de una similitud posicional y viene a señalar el hecho de que el significante en tanto
tal no significa nada y que, por lo tanto, puede llamar para sí las más diversas
significaciones. La condición de posibilidad de la metáfora es que el significante no
signifique nada, no tenga función de representar un significado y que, por
consiguiente, se pueda decir una cosa diciendo otra. En la metáfora el sentido se
produce a partir del sinsentido, no habría posibilidad de la metáfora sin la articulación
y sin desustancialización, sin el vaciamiento propio del significante.
Tomemos por ejemplo la metáfora: las perlas de su boca. La metáfora permite extraer
una mayor cuota de sentido que la que se obtiene de la expresión literal, un plus. En
síntesis, se ha sustituido un significante por otro en la cadena y en vez de aparecer, por
ejemplo, perlas, aparece dientes. El significante dientes ha pasado por debajo de la
barra a formar parte de la significación. Ese significante sustituido, lejos de permanecer
inactivo, ha establecido una relación de orden metonímico con el resto de los
significantes de la cadena; mantiene, por debajo de la metáfora, una conexión
metonímica, de contigüidad, con el significante boca. En la metáfora se produce la
emergencia de un sentido, el franqueamiento de la barra de significación. Y si podemos
advertir el sentido de la metáfora es porque se realiza por debajo una conexión
metonímica; hay una relación de contigüidad entre los dientes y la boca, existe una
metonimia que subyace a la sustitución metafórica y la permite. Lacan dice: la
metonimia es inicial y hace posible la metáfora. Y la transferencia de significado solo
es posible debido a la estructura misma del lenguaje. La transferencia de significado
solo es posible debido a la estructura del significante. Si alguien viniera y dijera
simplemente perlas, nadie se percataría a qué se está refiriendo; si a las piedras
preciosas, a las mujeres de nombre Perla, etc. Es decir, no advertiríamos claramente si
se está usando o no ese significante en un sentido metafórico. La metáfora es posible a
partir de la estructura del lenguaje como sistema articulado y del significante en tanto
no tiene propiedades y vale solo en función a las diferencias.
En conclusión, lo primero es la articulación del significante, la nominación articulada, la
función posicional que hace posible luego la transferencia de significación.

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La metáfora brota entre dos significantes de los cuales uno ha sustituido al otro
tomando su lugar en la cadena significante, mientras que el significante oculto sigue
presente por su conexión metonímica con el resto de la cadena. Si no hubiera carencia
de ser, si la llamada “identidad” no fuera algo definitivamente perdido vía del lenguaje,
no podría existir una identificación entre los dos significantes que constituyen la
metáfora.
Los dos ejes del lenguaje.
Según Jakobson, el lenguaje se divide en dos ejes: el eje de la selección y el eje de la
combinación (un tema trae a otro por semejanza o un tema trae a otro por
contigüidad) y la relación que se establece entre estos dos ejes y las afasias: un tipo de
afasia afecta la función metafórica y el otro la función metonímica.
El sentido a partir del sinsentido.
El sentido de la metáfora se produce a partir del sinsentido y de la “incongruencia”
que implica, por ejemplo, llamarles perlas a los dientes, última viaje a la muerte o
primavera de la vida a la juventud.
La metáfora en su franqueamiento de la barra de significación permite un encuentro
con la significación, un efecto de sentido, inclusive mayor del que se podría expresar en
una lengua informativa. Lo que no podría expresarse en forma literal, se expresa a
través de una especie de “incongruencia” (relacionar con los sueños). Esto no es muy
diferente, sin embargo, de lo que acontece con el lenguaje en su conjunto, en su
condición de gran metáfora, de sustitución de otra cosa: la significación, como afirma
Lacan, flota por debajo de la red de los significantes y no se localiza en significante
alguno.
Acerca de la metonimia.
La metonimia es la conexión entre un significante y otro en virtud de una contigüidad o
una proximidad. La metonimia muestra la estructura de remisión del significante en la
cadena.
Lacan sostiene: la elisión que instala la falta en ser en la relación de objeto utilizando
para ello el calor de remisión de la significación para investirlo con el deseo que apunta
a esa falta que él soporta.  Hay falta en ser porque la conexión es entre los
significantes.
La dimensión del lenguaje saca al ser humano de cualquier relación natural con el
objeto y consigo mismo y lo instala en un devenir significante donde lo más propio de
sí está perdido. Esta elisión de un significante implica que en el Otro, lugar del
significante, se instala una ausencia, falta un significante, significante que permite,
gracias a su sustracción misma, cerrar el conjunto. Este agujero en el Otro es una forma
de dar cuenta del no hay metalenguaje que es correlativo a la existencia del
inconsciente freudiano y de su estructura de lenguaje.

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El deseo es ese movimiento heracliteano, ese devenir permanente en las aguas del
significante, el drama, la virtud al mismo tiempo, de no encontrar aquello de lo que
realmente se trata.
Varias son las formas lingüísticas que pueden adoptar condición metonímica: (Cabe
aclarar que el reemplazo metonímico en la cadena es entre significantes y no a nivel
del referente o de la cosa. De ahí la posibilidad de remisión significante, en la medida
que el significante en tanto tal no significa nada)
- Sinécdoque: la parte por el todo. Esta remisión se fundamenta en las relaciones
de contigüidad entre la parte y el todo de algo.
- Continente por el contenido, autor por la obra, marca por el producto: En
todos estos casaos, lo que permite la metonimia es la relación de contigüidad
entre los elementos.
La metonimia, al implicar una conexión de un significante a otro, es la figura que
permite burlar la censura. Si alguien quiere evitar pronunciar el nombre del adversario,
puede aludir a él nombrándolo por algún rasgo que lo particulariza.
El concepto de represión freudiana es consustancial a las condiciones estructurales del
lenguaje, específicamente al procedimiento de la metáfora, a la barra de significación
que produce la tachadura del sujeto. Pero no existe metáfora sin metonimia previa.
Hay represión, aunque más no sea por el hecho de que el significante implica una
sustitución y una pérdida y que, aún cuando intente nombrar, instala al mismo tiempo
algo del orden de lo innombrable, de lo indecible.
Sabemos que hay represión estructural y por otro lado la posibilidad de que la censura
sea burlada gracias a los desplazamientos que permite el lenguaje.
Metáfora y conexión metonímica.
La metáfora sustituye, está en el lugar de otro significante, mientras que por debajo de
la barra la metonimia establece la conexión de contigüidad que la sostiene. Lacan
señala que el síntoma tiene la forma de la metáfora, de la sustitución, y que el deseo
tiene la estructura de la metonimia. Que el síntoma tenga la forma de la metáfora
implica que el cuerpo es tomado por el significante, que el significante cava su surco en
lo real y que hay en el síntoma una envoltura formal, un modo de presentación que
sustituye a otros significantes de la historia del sujeto. Hay una diferencia entre las
metáforas del lenguaje corriente y el síntoma: en este último no hay agudeza, chispa
de advenimiento de sentido, sino represión y la significación permanece oculta para el
sujeto que lo padece.
Cuando Lacan dice que el síntoma es metáfora quiere decir que el síntoma siempre
está en lugar de otra cosa. Para Freud el síntoma está en lugar del deseo reprimido.
Cuando Freud hablaba de la formación de personas mixtas en los sueños (un padre que
es sustituido en el sueño por un tío) decía que saber que este padre es sustituido por el

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tío no sirve de mucho. Lo que hay que buscar es la X común, es decir que el sujeto diga
que ese tío es tan cruel como su padre. Uno se da cuenta que el deseo, la conexión
metonímica está en el puente que ha permitido la sustitución metafórica. El síntoma es
una metáfora, pero ¿de qué metonimia? Tenemos que aprender a escuchar como
Freud escuchaba los sueños, es decir, los significantes. El significante no remite a un
significado sino a una trama de significantes (sobredeterminación del sueño).
Síntoma y metáfora, deseo y metonimia.
Que el síntoma es metáfora equivale a que es una sustitución, a que está en el lugar de
otra cosa, en el lugar de un deseo reprimido.
¿Qué es lo que facilita la formación del síntoma? La estructura misma del significante,
el hecho de que el significante en cuanto tal no significa nada y que por consiguiente
puede traer para sí, en sus articulaciones, diversas significaciones. Lo que formalmente
permite que se produzca el síntoma es la metáfora; la posibilidad de sustituir a nivel
inconsciente el mal funcionamiento de las cuestiones familiares por una parálisis en las
piernas en base a una conexión que se establece entre el no caminar de las cosas y el
no caminar en el sentido literal de las piernas. Esto viene a marcar la incidencia misma
del significante en el cuerpo, la intervención del significante en lo real. Si el significante
caminar tuviera una significación adosada, si tuviera la función de representar al
significado, no podrían producirse este tipo de sustituciones ni una inscripción del
significante en el cuerpo.
Hay metáforas que tienen que ver con la repetición en el sujeto. Son del tipo de las
metáforas cristalizadas, metáforas que han pasado al uso corriente. “El carácter de una
persona es una metáfora extinguida, es algo que ya no le molesta como metáfora, se
ha identificado a eso y es parte de su ser”.
El lenguaje en su conjunto tiene la condición de metáfora, está en el lugar de otra cosa,
donde debería estar la mesa está el vocablo mesa, etc. Pero no se trata aquí del objeto;
el referente como tal en el lenguaje está perdido. La sustitución en la metáfora no es
entre un nombre y una cosa, sino entre un significante y otro; un significante en el
lugar de otro significante. Si no hay pérdida no hay lenguaje simbólico. Nada del orden
de lo natural habita en el significante, la lengua es una convención social, el sujeto se
construye por una operación metafórica, y de este modo se pierde a sí mismo, pasando
a estar representado en la cadena de su discurso por un nombre, una historia, un mito
familiar, una trama significante de la cual no es más que un término.
El ser viviente es sustituido, constituido por una operación metafórica, pero a la vez
una metonimia sostiene todo eso, se toma una parte, un rasgo, por el todo. En la
metonimia, al ser tomado un rasgo por el todo algo del ser ahí se separa.
El deseo es metonímico, esto puede relacionarse con el hecho de que a nivel de los
significantes el referente está perdido y con aquello de que la pulsión no tiene objeto.
También puede entenderse en dirección a que el significante, al no tener sustancia, al
valer solo por las diferencias, instala la falta en ser en el sujeto. Dice Lacan “es la

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conexión metonímica del significante con el significante lo que permite la elisión por la
cual el significante instala la carencia de ser en la relación con el objeto”.
En el lugar de esa falta estructural introducida por el lenguaje está el deseo. El deseo, a
diferencia de la necesidad, no encuentra el objeto o en todo caso ese objeto es oscuro,
intercambiable. Por un lado, la pulsión no tiene objeto, por otro lado, se puede decir
una cosa diciendo otra. Lenguaje y pulsión son concomitantes en un punto y remiten a
la no relación sexual, al no encuentro con el objeto.
Por ser el deseo deseo de un sujeto hablante, está confinado a acontecer en los
significantes y seguir el camino de la remisión de un significante a otro, la vía
metonímica. La llama que lo mantiene vivo es la insatisfacción, el deseo de nutre de la
insatisfacción. El deseo es consustancial con la falta en la estructura, consustancial a la
castración simbólica. Si el sujeto es un ser deseante, si trabaja, estudia, se inserta en
una cultura, etc. es a causa de estar en el lenguaje como efecto de la estructura
significante, es decir, barrado.
El deseo encuentra sus articulaciones en el lenguaje y como la lengua no es de autoría
del sujeto, sino que le pertenece al Otro, el deseo siempre es el deseo del Otro. El
deseo encuentra sus conexiones significantes, que se desplaza en la cadena
significante, que no se desea sino lo que desea el otro. No hay deseo de uno. En la
medida en que los otros desean es que un sujeto puede desear. Desea lo que el otro
desea. El deseo es deseo de deseo. Desea ser deseado por el Otro, desea el deseo del
Otro.
Que el deseo es metonímico implica que no hay encuentro ni correspondencia entre
un significante y el deseo, no existe palabra que pueda nombrar el deseo. Hay
metonimia del deseo porque hay falta estructural respecto del significante,
imposibilidad de aprehender el objeto. Lacan grafica esa falta en el otro: S(A).
En el desplazamiento metonímico, en la articulación significante, el deseo se extravía.
Que la pulsión no tenga objeto es equivalente al hecho que de la dimensión del
significante el referente está perdido, consustancial con aquello de un significante
desustancializado, carente de atributos, que solo tiene un valor en la diferencia.

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Dispositivo analítico.
Asociación libre e interpretación.
Los términos del dispositivo analítico encuentran sus condiciones de posibilidad y sus
fundamentos en la estructura misma del lenguaje, en el hecho de que el significante en
cuanto tal no conlleva implícita una significación y en el estatuto de remisión del
significante. Si no se entiende cómo funciona esa estructura del lenguaje, no
entenderemos la razón de ser de la asociación libre ni los fundamentos de la
transferencia, la interpretación y el deseo del analista.
Ni nos atenemos a la estructura del lenguaje y al hecho de que el significante produce
sus efectos a espaldas del sujeto sin que su voluntad tenga que intervenir mayormente,
la regla de asociación libre no será un decir cualquier cosa entre las infinitas
posibilidades de combinación de la lengua, sino que ese decir cualquier cosa siempre
querrá decir algo concerniente en definitiva al deseo inconsciente, aun cuando el
sujeto no sepa en realidad lo que está diciendo.
La condición diacrítica del significante, su vacío de propiedades, establecen la
autonomía de la cadena en relación al sujeto. El sujeto es un efecto de la articulación
significante, y no la causa. Si convenimos que el sujeto no inventó su propia lengua,
sino que habla la lengua del Otro, es decir que no es el causante sino la consecuencia y
un efecto de la combinatoria de los significantes, un sujeto barrado, hablado por el
lenguaje, confiaremos entonces que la regla de asociación libre no es tan libre como
parece.
Precisamente, la regla del psicoanálisis facilita el despliegue de la cadena significante y
que el sujeto sea hablado por el lenguaje, que diga más de lo que cree estar diciendo, o
que diga muy otra cosa de lo que cree decir.
El análisis no es una relación de comunicación donde uno habla y el otro comprende
sino, por el contrario, un acontecer en el plano de cierto malentendido y equívoco. La
vida diaria de las personas está llena de contradicciones en la formulación de sus
enunciados y que muestran el engaño, la impostura del propio decir: el discurso divide
al sujeto.
Entonces no se trata de explicarle al paciente, sino permitir mediante alguna
intervención, por medio de la cita de alguna palabra que dijo el mismo paciente, con
alguna puntuación, etc. que el descubrimiento de la contradicción, de la no
coincidencia del enunciado con la enunciación, la descubra el propio analizante, es
decir, que la interpretación se complete de algún modo en el analizante, que esta
advierta que al cabo de sus palabras se encierra un saber que es del orden del
inconsciente.
Pero la confrontación del paciente con su decir solo puede ser aceptada en la medida
en que la Transferencia se encuentre instalada, vía la asociación libre. Por eso Freud,
en “Consejos al médico” aconsejaba no interpretar antes de que la instalación
transferencial lo permita. En Lacan, por el contrario, es la interpretación lo que permite

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que la Transferencia se instale en la cura analítica. La enunciación de la regla de


asociación libre promueve “que el pez muera por la boca”, como señala el dicho
popular. Las entrevistas preliminares tienen por objetivo que el paciente advierta las
contradicciones de su discurso y se confronte con su decir, que caiga en cuenta que
está dividido por su propio discurso y que se produzca en consecuencia una
rectificación subjetiva. Si el analizante es invitado a asociar libremente y al hacerlo dice
algo y el analista escucha otra cosa, si esta confronta al paciente con su propio decir (el
decir del paciente), pues entonces, ese analizante descubrirá su propia división y la no
coincidencia del enunciado con la enunciación. Por el contrario, si alguien está seguro
de sus dichos y de que lo que dice es realmente lo que quiere decir, no hay análisis. No
hay análisis cuando alguien cree que el lenguaje es un instrumento de la
comunicación, una herramienta para trasmitir ideas, significaciones previas.
No hay análisis sin división, sin la captación de la estructura del lenguaje y sin que el
sujeto descubra que está incluido en lo que dice, que la estructura del lenguaje lo
habla. Esto implica un darse cuenta de que él está involucrado en aquello que dice y
hablado por el lenguaje. Por eso Freud al comienzo del tratamiento instauró un
período de ensayo.
En Lacan ese período de ensayo se llama entrevistas preliminares. La regla de
asociación libre se formula desde el comienzo. ¿Qué son las entrevistas preliminares?
El período previo al diván, en el que la regla de asociación libre promueve en el sujeto
una rectificación subjetiva, la pérdida de algún narcisismo para poder ingresar al
análisis, el descubrimiento de la propia división a partir del descubrimiento de la
estructura del significante. La regla fundamental del psicoanálisis permite al analizante
captar de algún modo la estructura del lenguaje, la condición de remisión de los
significantes y descubrir que la verdad que lo determina se canaliza al cabo de sus
palabras, aunque no sepa de qué verdad se trata. Querrá entonces averiguarlo
dirigiendo una demanda al analista. Ese pedido ya no será de curación sino de saber, o
sea, de interpretación.
En psicoanálisis hay una relación al saber supuesto, que no es un saber referencial, un
saber de libros, sino la confianza de que el analista estará en condiciones de escuchar
el inconsciente, el devenir de los significantes y hacer funcionar el dispositivo analítico.
No es que el psicoanalista sepa efectivamente acerca de la significación del relato del
paciente, ya que no hay significaciones previas a la estructura significante. No hay
significación previa al acontecer de los significantes.
La interpretación no podrá ser una puesta de sentido por parte del analista sino un
medio decir, una alusión, una cita tomada de los mismos dichos del paciente, que
permitan el advenimiento de nuevas asociaciones. O sea, casi que la interpretación se
produce sola, por la propia combinatoria de los significantes en la cadena, solo que a
veces hay que ayudarla cuando está a punto, crearle las condiciones, facilitarle que
caiga por su propio peso, para que advenga así un encuentro entre la red del
significante y la del significado. En síntesis, la interpretación no nombra al objeto, no

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explica, sino que actúa por sesgo, por alusión, se vale a veces de la homofonía y toma
su material del discurso mismo del analizante.
(El paciente quiere que lo ayuden, que le digan qué hacer, que lo aconsejen, lo guíen.
Pero, cuando el analista, en vez de responderle y acceder a su demanda, lo invita a
asociar libremente y lo confronta con su propio discurso, aparece en relación al
síntoma de una segunda vertiente. Ahora, además de ser un sufrimiento, el síntoma se
vuelve un enigma. El síntoma es lo que está en lugar de otra cosa. Donde está el
síntoma debería estar un deseo inconsciente. Esta teoría del síntoma corresponde al
primer momento de Lacan, el síntoma como metáfora. El analizante querrá averiguar
acerca de la significación y se preguntará sobre lo que el síntoma oculta, por el saber
que encierra. Esta es una de las acepciones del síntoma: la de un mensaje dirigido al
Otro, la de metáfora.
De lo que se trata en psicoanálisis, a diferencia de todas las ciencias, es de una falta
estructural en el orden simbólico en torno de la cual se edifica el sujeto humano. El
objeto del psicoanálisis es un objeto que en cuanto tal está perdido, que nunca estuvo
en parte alguna. Es decir, el objeto en psicoanálisis es la falta de objeto. El psicoanálisis
no ofrece una curación a ese punto incurable de la condición humana ni pretende
saldar la castración constitutiva del sujeto humano. Solo constituye una escucha ética).
Cuando el analizante, a través de la asociación libre, se percata de la división
estructural que le impone el lenguaje, demanda un saber del analista, una
interpretación. Pero este calla, posterga la respuesta, para dar lugar así a la remisión
de los significantes y para que la significación aflore como efecto de las mismas
articulaciones de la cadena.
Transferencia.
La Transferencia, entonces, en ese sentido, no deja de ser también una consecuencia
de la regla fundamental del psicoanálisis. En el concepto de Transferencia no hay
cabida para la teoría de la comunicación. Oscar Masotta afirma que cuando un
paciente afirma que el analista lo comprende, hay que estar seguro de que ese análisis
no camina. En síntesis, no se trata de comunicación ni de un vínculo de confianza, sino
de una relación a la estructura del lenguaje y de un analista puesto en el lugar del Otro
de la lengua a quien el paciente dirige su demanda de saber.
Lacan introduce un concepto clave en la Transferencia, el concepto de Sujeto supuesto
saber (SSS), que Miller define como el pivote en el torno del cual se ordenan todas las
cuestiones referidas a la transferencia.
El concepto de Transferencia no estaba previsto en la historia de la teoría psicoanalítica
y haría su aparición como un obstáculo o una dificultad para la prosecución de la cura.
En primer lugar, surge, en la teoría freudiana, como una resistencia al análisis: el
paciente en determinado momento deja de recordar, de traer nuevas asociaciones y de
interesarse en la cura y pasa a ocuparse de la figura del analista. El amor al analista
implicaría en ese sentido una resistencia a la continuidad de la cura. El paciente

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comienza entonces a repetir, en relación con su analista, los antiguos modos de


comportamiento que tuvo en la infancia con sus progenitores. Freud, en el texto,
“Dinámica de la Transferencia” habla de clichés que el sujeto repite con sentimientos
de actualidad, moldes de la vida infantil en donde encaja las relaciones presentes.
En resumen, la Transferencia es amor en sus diversas formas, es resistencia, es
repetición, es falsa conexión, etc. Es a la vez el terreno donde se desarrolla la cura.
Pero Freud advierte que, en relación con la Transferencia, no hay mal que por bien no
venga; esa repetición, esa puesta en acto de antiguos modos de comportamiento
infantil, esa puesta en acto de la realidad del inconsciente constituye una magnífica
ocasión para ver actuar al inconsciente in situ, in presentia, casi como un poner el
inconsciente sobre la mesa al alcance de la intervención analítica. Lo que al principio
era obstáculo, resistencia, detención del curso del análisis, se transforma luego en
palanca para relanzar la cura.
Así, Lacan se planteó ordenar todas esas vertientes freudianas de la Transferencia e
introdujo el concepto de Sujeto supuesto al saber (SSS). La transferencia ya no sería
entonces un concepto heterogéneo, de doble faz, en apariencia contradictoria, sino la
relación del saber, supuesto en el analista, que el paciente establece como efecto de
la asociación libre y de la división estructural que produce la estructura del lenguaje.
Esa relación no lo será al saber referencial, sino al saber supuesto, sobre el
inconsciente. A la vez, repetición, resistencia, recuerdos, etc. ya no serían conductas,
actitudes ni modos de comportamiento del paciente frente al devenir de la cura, sino
condiciones inherentes a la estructura misma del significante. En definitiva, hay
resistencia porque hay un vaciamiento del significante, una articulación fundada en la
pura diferencia, y algo que por consiguiente se resiste al paso por los significantes, un
imposible de decir, una pérdida consustancial a la estructura. No hay resistencia sino
por un punto irreductible a lo simbólico.
Lacan dirá que la única resistencia es la resistencia del analista. Por otra parte, hay en
el analizante repetición, porque existen metáforas cristalizadas en la vida del sujeto,
una historia familiar, significantes amos que lo determinan.

RESUMEN (BELU) SOBRE DISPOSITIVO ANALÍTICO.


El dispositivo analítico consta de cuatro elementos: 1. La asociación libre 2. La
transferencia 3. La interpretación 4. El deseo del analista Empezaremos
preguntándonos ¿cómo es posible que el analista invite a su paciente a hablar
cualquier cosa que se le venga a la cabeza? Si tenemos en consideración que el sujeto
está barrado, está atravesado por el lenguaje y que por ende el significante produce
sus efectos a espaldas del sujeto sin que su voluntad tenga que intervenir mayormente,
la regla de la asociación libre no será un decir cualquier cosa, sino que ese decir estará
relacionado con el deseo inconciente del analizante aunque este no lo sepa. La
condición de que el significante en tanto tal no significa nada y por ende está vacío de
propiedades, establece la autonomía del significante: el significante por medio de sus

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relaciones y permutaciones en la cadena hablada, actúa en forma autónoma a espaldas


del hablante y produce efectos de sentido que vehiculizan una verdad. Esta autonomía
del significante no implica que el sujeto no esté allí involucrado, al contrario, el
lenguaje divide al sujeto, lo atraviesa. El lenguaje habla al sujeto. Es por este mismo
motivo que comete lapsus, actos fallidos, hace chistes, sueña. A partir de que el sujeto
está dividido, hace su aparición el sujeto del inconciente. Podría entenderse al sujeto
como efecto de la combinatoria de los significantes. Entonces, la regla de la asociación
libre no es tan libre como parece. Empecemos por explicar en qué consiste este
método: La ASOCIACIÓN LIBRE tal como la platea Freud consiste en invitar a los
pacientes a tenderse de espaldas sobre un sofá, mientras él tomaba asiento en una silla
situada detrás. A partir de ahí se exhorta a los enfermos a que se dejen ir en sus
comunicaciones, a poner en marcha el mecanismo del lenguaje. Es clave que
comunique toda ocurrencia que se le venga a la mente sin sofocar aquellas que
considere carente de importancia, que no viene al caso o que le parezca disparatada,
que sea penosa, que le avergüence, es decir que deben renunciar a toda crítica sobre
tales ocurrencias. De esta manera, el monto de energía psíquica es quitado de la
actividad crítica, y desviado a la persecución atenta de pensamientos involuntarios que
afloran en forma de representaciones. Cuando se habla de poner en marcha el
mecanismo del lenguaje quiere decir que de alguna manera está siendo facilitado el
despliegue de la cadena significante y que el sujeto sea hablado por el lenguaje.
Recordemos que el discurso divide al sujeto. El mismo Freud descubre que había
“pensamientos involuntarios, sentidos casi siempre como perturbadores y por eso
apartados en circunstancias corrientes, que suelen cruzarse en la trama de su
exposición deliberada” (Freud, 2013, p. 238). Entonces, en ese decir cualquier cosa, el
inconciente se infiltra, ya sea a través de los síntomas o de las diferentes formaciones
del inconciente. En este sentido no solo se tienen en cuenta las ocurrencias del
enfermo sino también las diferentes formaciones del inconciente como ser los sueños y
los “deslices que comete en las operaciones de su vida cotidiana” (Freud, 2013, p. 240),
llámense actos fallidos, lapsus o chistes. En el discurso del paciente siempre están
siempre presentes la contradicción y el malentendido, justamente allí es donde hace su
aparición el inconciente. El analista confrontará al paciente con su decir a partir de
alguna intervención o puntuación, que favorezca el surgimiento de nuevas asociaciones
y se vaya construyendo la cadena de significantes que le permita ir dándole sentido a lo
que le ocurre. La regla de la asociación libre permite entonces que “el pez por la boca
muera”. Lacan propone un período de entrevistas preliminares que tienen por objetivo
que el paciente advierta las contradicciones en su discurso y se lo confronte con su
decir, que caiga en la cuenta de que está dividido por su discurso y por consiguiente se
produzca una rectificación subjetiva. Hay división cuando el paciente ya no sabe a
ciencia cierta qué está diciendo mientras habla en análisis y a la vez advierte que su
analista escucha otra cosa. Por el contrario, si alguien está seguro de sus dichos y de
que lo que dice es lo que realmente quiere decir, NO hay análisis. No hay análisis
cuando hay alguien que cree que el lenguaje es un instrumento de comunicación, una
herramienta para transmitir ideas. Analizarse implica un cierto retroceso ante el
narcisismo y ante una parte del propio goce. La asociación libre tiene por función

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permitir al sujeto captar la división del lenguaje, la condición de remisión de los


significantes y descubrir que una verdad que lo determina se canaliza a través de sus
palabras, aunque no sepa realmente de qué verdad se trata. Se analizará con la misma
lengua en la que se encuentra enfermo el paciente. El sujeto está enfermo de palabras,
pero como la lengua única no puede ser trascendida, con esa misma lengua única se
lleva a cabo el análisis. El paciente, una vez que caiga en la cuenta que está dividido,
querrá entonces averiguarlo dirigiendo una demanda a su analista. Ese pedido ya no
será de curación, sino de saber, de interpretación. Estamos en condiciones de
introducir otro de los elementos del dispositivo analítico, la INTERPRETACIÓN. A partir
de la asociación libre, lo que Freud creó fue un arte de interpretación “destinado […] a
extraer del mineral en bruto de las ocurrencias no deliberadas el contenido metálico de
pensamientos reprimidos” (Freud, 2013, p. 239). La interpretación consistirá en
confrontar al paciente con su decir a partir de un medio decir, de una alusión, de una
puntuación, de una cita tomada de los mismos dichos del paciente que como bien se
dijo anteriormente, favorecerá el despliegue de la cadena significante, el surgimiento
de nuevas asociaciones. En ese sentido, casi que la interpretación se completa de algún
modo en el analizante, quien a través de sus palabras dará con un saber del orden de lo
inconciente. En otras palabras, la interpretación se produce sola, por la propia
combinación de los significantes en la cadena. La labor del analista consistirá entonces
en hacer de intermediario a fin de que se creen las condiciones para que haya un
encuentro fugaz y retroactivo (apress-coup) entre la red del significante y la red del
significado: pues siempre habrá un significante en más que vendrá a modificar la
significación. Tomemos como ejemplo la interpretación de los sueños. Freud sostiene
que “no debe tomarse como objeto de la atención todo el sueño, sino los fragmentos
singulares de su contenido” (Freud, 2020, p. 125). Así, se presenta al paciente
fragmentos de su sueño para que comunique toda ocurrencia que tenga respecto al
mismo. Estamos ante una “interpretación en detail, no en masse” (Freud, 2020, p.
125). Entonces, como se dijo, a la hora de llevar a cabo una interpretación, el analista
hará énfasis en algún punto del discurso del paciente. En el caso de los sueños se trata
de un fragmento a partir del cual se exhorta al paciente a comunicar todo lo que se le
ocurra sobre el mismo. La interpretación se dará casi sola, pues el saber está del lado
del paciente. No existe un manual que indique cómo interpretar tal o cual sueño, sino
que dependerá de la subjetividad de cada quien. En caso de efectuar una
interpretación de ese tipo, caeremos en el método de desciframiento que precedía a la
teoría freudiana que sostenía que a cada símbolo que aparecía en el sueño, le
correspondía un determinado significado. Si trasladamos esta idea a la lingüística de
Ferdinand de Saussure tendremos que a cada significante le correspondería cierto
significado. Se estaría dejando al sujeto fuera de la estructura y no atravesado por esta
como afirma Lacan. A pesar de que el saber se ubica del lado del paciente, el analista
adopta la posición del sujeto supuesto saber (SSS). Ese saber no es un saber
referencial, un saber de libros, simplemente se trata de la confianza de que el analista
esté en condiciones de escuchar el inconciente, el devenir de los significantes y hacer
funcionar el dispositivo analítico. No es que el psicoanalista sepa realmente acerca de
la significación del relato del paciente. La interpretación psicoanalítica no es una

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hermenéutica, no estamos ante una puesta de significación por parte del analista ni un
metalenguaje del discurso del analizante. Esto se debe a que no hay significaciones
previas a la estructura significante. La única interpretación concebible en psicoanálisis
es la que toma su material de los propios dichos del paciente, la que deviene de las
articulaciones significantes, de la misma estructura del lenguaje. La verdad en un
análisis no es aquella que el analizante espera que provenga de afuera, sino la que se
desprende del devenir del significante y de sus asociaciones, una verdad parcial, no-
toda. Cuando alguien pide un turno para tratamiento, por lo general no sabe y
tampoco tiene la obligación de saber las diferencias entre psicoanálisis, psicoterapia,
psiquiatría, etc. Simplemente lo solicita porque ya no puede arreglárselas solo, con el
Otro. Su demanda en ese momento es de curación, quiere que el síntoma desaparezca,
que su sufrimiento desaparezca. EL paciente quiere que lo ayuden, que le digan qué
hacer, que lo aconsejen, que lo guíen. Pero el analista, en lugar de responderle y
acceder a su demanda, lo invita a asociar libremente y lo confronta con su propio
discurso, haciendo aparición una segunda vertiente en relación al síntoma. Ahora
además de ser sufrimiento, el síntoma es enigma. El analizante se pregunta ¿qué
verdad encierra mi síntoma? ¿Cuál es la significación de lo que me sucede? ¿Por qué
hay cosas que se repiten en mi vida? El síntoma está en lugar de otra cosa, es
sustitución, es metáfora. El analizante querrá averiguar acerca de la significación y se
preguntará sobre lo que el síntoma oculta, por el saber que encierra. Pero sabemos
que el síntoma no solo es metáfora, sino también goce, donde el sujeto encuentra una
extraña satisfacción. En este segundo sentido, el síntoma ya no está referido a la trama
significante que lo teje sino a la presencia de la pulsión de muerte. Eso que hace
muchas veces difícil su desaparición y la curación de las enfermedades mentales. No es
seguro que la gente quiera curarse, a veces el analizante se aferra a su síntoma, está la
pulsión de muerte, el más allá del principio del placer, el masoquismo, la repetición
que vienen a cuestionar la idea de un bien universal para el caso del sujeto en
particular y que lo tornan indestructible la teoría psicoanalítica. ¿Quién pudiera hoy
negar la pulsión de muerte en los hablantes? ¿Quién podría negar la dimensión del
goce? En psicoanálisis se trata de una falta estructural en el orden simbólico en torno
de la cual se edifica el sujeto humano. El objeto del psicoanálisis es un objeto que en
cuanto tal está perdido, que nunca estuvo en parte alguna. El psicoanálisis en ese
sentido, no ofrece una curación a ese punto incurable de la condición humana ni
promete saldar la castración constitutiva del ser humano. Solo constituye una escucha
ética, una escucha diferente. Retomando la relación entre lenguaje y dispositivo
analítico, cuando el analizante a través de la asociación libre se percata de la división
estructural que le impone el lenguaje, demanda un saber al analista, una
interpretación. Pero este calla, posterga la respuesta, para así dar lugar a la remisión de
los significantes y para que la significación aflore como efecto de las mismas
articulaciones de la cadena. La TRANSFERENCIA entonces no deja de ser también una
consecuencia de la regla fundamental del psicoanálisis. En el concepto de transferencia
no hay cabida para la teoría de la comunicación. Oscar Massotta afirma que cuando un
paciente dice que su analista lo comprende, hay que estar seguro de que ese análisis
no camina. No se trata de comunicación ni de vínculo de confianza, sino de una

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relación a la estructura del lenguaje y de un analista puesto en el lugar del Otro de la


lengua a quien el paciente dirige su demanda de saber. A tener en cuenta, el concepto
de transferencia no estaba previsto en la historia de la teoría psicoanalítica y haría su
aparición como obstáculo o dificultad para la prosecución de la cura. En primer lugar,
surge en la teoría freudiana como una resistencia al análisis: el paciente en un
momento dado deja de recordar, de traer nuevas asociaciones y de interesarse en la
cura y pasa a ocuparse de la figura del analista. El amor al analista implicaría una
resistencia a la continuidad de la cura. El paciente comienza entonces a repetir, en
relación con su analista, los antiguos modos de comportamiento que tuvo en la
infancia con sus progenitores. Freud en Dinámica de la Transferencia habla de clichés
que el sujeto repite con sentimientos de actualidad, moldes de la vida infantil en donde
encaja las relaciones presentes. En resumen, la trasferencia es amor en sus diversas
formas, es resistencia, es repetición, es falsa conexión, etc. Es a la vez el terreno donde
se desarrolla la cura. Freud advierte en relación con la transferencia que esa repetición,
esa puesta en acto de antiguos modos de comportamiento infantil, esa puesta en acto
de la realidad inconsciente, constituye una magnífica ocasión para ver actuar al
inconsciente in situ, in presentia. Lo que al principio era un obstáculo, resistencia,
detención del curso del análisis, se transforma luego en palanca para relanzar la cura.
Repetición, resistencia, recuerdos, etc. ya no serían conductas, actitudes ni modos de
comportamiento del paciente frente al devenir de la cura, sino condiciones propias de
la estructura del significante. En definitiva, hay resistencia porque hay un vaciamiento
del significante que se resiste al paso por los significantes, un imposible de decir. No
hay resistencia sino un punto irreductible a lo simbólico. Hay en el analizante repetición
porque existen metáforas cristalizada en la vida del sujeto, una historia familiar, etc.
Finalmente, el último elemento del dispositivo analítico, es el DESEO DEL ANALISTA. El
deseo del analista no es un deseo de curar y querer que el paciente mejore. El
psicoanalista apunta al deseo, al deseo como deseo del Otro, al deseo del Otro que es
objeto de deseo. El psicoanalista debe ofrecer vacante, vacío, dejar libre el lugar del
propio deseo que no ha de estar ocupado por ese objeto que es el deseo de su Otro
particular. En otras palabras, ha de escuchar al paciente sin que entren en juego sus
propios deseos. De esta manera, el deseo del analista es definido como un vacío, como
un lugar donde algo podrá venir a alojarse, a morar, deja en claro que lo que allí tiene
que venir a alojarse es el deseo del paciente, como deseo de su Otro, el de la
historicidad propia del paciente, el de las circunstancias propias de su vida. El analista
tiene que vaciar el lugar de su propio deseo como sujeto del inconciente. Esta es la
condición para que se despliegue ese Otro primordial e inolvidable para el paciente,
que estructuró como tal su deseo. ¿Qué necesita el analista para ocupar ese lugar
desde una perspectiva lógica? Debe situarse en la ignorancia, en una falta de ciencia. El
analista debe abandonar prejuicios, falsos saberes o del saber de la ciencia inútil del yo
[moi] en el ejercicio más específico e íntimo de su práctica. Si el psicoanalista afirma
antes de que el discurso del sujeto le brinde los elementos que le permitan afirmar
algo, en la mayoría de los casos corre el riesgo de ser dogmático. El analista ha de
posicionarse en la total abstinencia.

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Otros autores
Lev Vigotsky
Pensamiento y lenguaje" (1934) constituye, sin lugar a dudas, la obra donde el
psicólogo ruso Lev Vigotsky expuso con mayor claridad y profundidad su visión sobre la
relación entre cognición y lenguaje.
PENSAMIENTO Y LENGUAJE EN VIGOTSKY
Desde una perspectiva general y ya desde muy joven, Vigotsky defendió
vehementemente que la Ciencia Psicológica no podía ignorar la conciencia, una visión
de la Psicología no demasiado popular ni en su tierra, la URSS, patria de los
reflexólogos, ni en el resto del mundo, especialmente en los EEUU donde el paradigma
conductista imperaba en los ámbitos académicos y científicos. Dicho de otro modo, el
joven pensador defendía una psicología "con mente", epistemológicamente abogaba
por un cognitivismo. Por tanto, junto a Piaget, la escuela de la Gestalt y unos pocos
coetáneos más, afirmaba que los procesos mentales podían ser investigados y afirmaba
la posibilidad de su abordaje científico, al contrario de lo defendido por los
conductistas. Desde esta óptica, aquí tendríamos el primer paralelismo evidente entre
su punto de vista y el de la Psicología y Neurociencias Cognitivas contemporáneas,
incluyendo la actual Psicolingüística: sin ninguna duda, el lenguaje y el resto de las
funciones mentales tienen una dimensión interna, mental o computacional que puede
y debe ser estudiada científicamente.
A diferencia de otros psicólogos tanto anteriores como contemporáneos, Vigotsky
afirmaba que el pensamiento y el lenguaje, como funciones mentales superiores,
tenían raíces genéticas diferentes, tanto filogenética como ontogenéticamente. Eso sí,
se desarrollan en una continua influencia recíproca. En este sentido, se diferenciaba
claramente de las posturas que estaban defendiendo un continuismo entre el intelecto
general y los procesos psicolingüísticos. Por ejemplo, para Jean Piaget, de cuya teoría
Vigotsky (1934) hizo un excelente análisis y crítica, ambas capacidades mentales
estaban relacionadas, como veremos más adelante. Tampoco para el Conductismo
tenía sentido establecer una diferenciación entre conductas inteligentes y conductas
verbales: ambos tipos de comportamientos eran aprendidos mediante los mismos
mecanismos de condicionamiento. Para Vigotsky, sin embargo, las dos funciones se
desarrollan de forma independiente, y según el autor, esto es evidente tanto en la
adquisición y desarrollo de ambas en el niño como desde una perspectiva comparada y
evolucionista.
A Vigotsky no se le escapaba la interrelación que se establecía entre ambas
capacidades en un momento determinado del desarrollo (la aparición, por ejemplo,
de la inteligencia o del pensamiento verbal), así como la influencia del lenguaje en
otras capacidades cognitivas. Sin embargo, defendió tanto la existencia de estadios de
desarrollo del habla pre-intelectuales como de pensamiento e inteligencia pre-
lingüísticos. En esa íntima interrelación, Vigotsky pensaba además que el lenguaje
podía determinar el desarrollo del pensamiento. En suma, el desarrollo evolutivo del

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niño, de hecho, es el resultante no tanto de cambios en las dos funciones como de


cambios en las conexiones mutuas entre ellas. En un momento concreto "… dichas
líneas se encuentran, por lo que el pensamiento se hace verbal, y el habla, racional"
Vigotsky, al igual que Wolfgang Köhler, defendió que otros animales podían tener
inteligencia, como es el caso de los primates no humanos, y que dicha capacidad y el
lenguaje estaban disociados. En palabras del autor "En los animales, el lenguaje y el
pensamiento brotan de raíces diferentes y se desarrollan en diferentes líneas". Vigotsky
sostenía que esas estrechas correspondencias ya mencionadas entre pensamiento y
lenguaje, propias del ser humano, no se daban en los antropoides.
Uno de esos temas es el aprendizaje de una segunda lengua y el bilingüismo. Vigotsky
pensaba que el proceso de aprendizaje de la lengua materna y el de una segunda
obedecía básicamente a los mismos principios. Sin embargo, para el psicólogo ruso, el
conocimiento y procesos adquiridos en la lengua nativa se aplicaban al aprendizaje de
la segunda lengua, de tal forma que el grado de desarrollo y conocimientos de la
lengua nativa influía de forma decisiva en el aprendizaje de la lengua extranjera. Pero
Vigotsky fue aún más lejos, realizando una afirmación mucho más innovadora y
original: que el aprendizaje de la segunda lengua podía influir en el dominio de la
lengua materna, defendiendo una bidireccionalidad en la influencia de los procesos
psicológicos de ambas.
Resumiendo y volviendo al tema principal del presente artículo, para Vigotsky no
existe una correlación entre el desarrollo del pensamiento y del lenguaje, ni desde el
punto de vista del desarrollo humano ni desde una perspectiva filogenética o
evolucionista.
LENGUAJE, INTELIGENCIA Y COGNICIÓN ANIMAL.
Dentro de la moderna Psicología del Lenguaje así como de la Lingüística, el debate
renació y cobró una inusitada fuerza en la crítica que hizo el lingüista Noam Chomsky al
psicólogo experimental y uno de los máximos exponentes del neoconductismo, B.F.
Skinner. Para Chomsky, heredero de la tradición platónica como él mismo defendió
(Chomsky, 1988), el lenguaje no se aprende sino que forma parte de nuestro
equipamiento genético y se desarrolla a partir de procesos madurativos, siendo el
ambiente un mero mecanismo disparador. Los defensores de una capacidad innata del
lenguaje específica del ser humano defendieron la denominada teoría de la
discontinuidad (Aitchison, 1989; Bickerton, 1990). Según esta teoría, la diferencia entre
el lenguaje y los sistemas de comunicación de otras especies es cualitativa, como la
trompa del elefante lo es del hocico de otros animales (Pinker, 1994). Los rasgos
universales del lenguaje son, por tanto, propios de la especie y específicos para esta
tarea. Por su parte, la teoría de la continuidad afirma que la diferencia entre lenguaje y
comunicación animal es cuantitativa: el lenguaje humano se desarrolló a partir de
sistemas de comunicación animal más primitivos. Para esta postura, el lenguaje es el
sistema más complejo de comunicación del reino animal porque las habilidades
generales de aprendizaje del ser humano son también las más complejas y eficientes.

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Lenguaje e inteligencia van unidos para la teoría de la continuidad; el lenguaje


depende, es parte integrante y producto del resto de capacidades cognitivas.
Lógicamente, desde esta perspectiva, debe ser posible encontrar rasgos propios del
lenguaje en otras especies animales, aunque quizás no tan desarrollados como en el
lenguaje humano.
LOS ESTUDIOS CON PRIMATES NO HUMANOS.
Los primates no humanos y concretamente los chimpancés son las segundas criaturas
en inteligencia del reino animal (Pinker, 1994), por lo cual deberían ser capaces de
aprender un lenguaje, aunque fuera de menor sofisticación que el nuestro. Muchos
defensores de la teoría de la continuidad, desde los años 30 hasta la actualidad, se han
empeñado en enseñar el lenguaje a chimpancés y gorilas, algunos de cuyos estudios
pioneros fueron analizados y comentados ya por Vigotsky (1934). El razonamiento que
subyace a estos trabajos se basa en la premisa de que el lenguaje es fruto de una
evolución o refinamiento progresivo de sistemas de comunicación animal más
primitivos. Aparte de ciertos cambios evolutivos en los órganos vocales y en los
circuitos neurales responsables de la percepción y producción del habla, lo que nos
diferencia de otras especies es un incremento en las habilidades generales de
aprendizaje o inteligencia. Desde este punto de vista los chimpancés, que poseen una
elevada inteligencia, deberían ser capaces de aprender un lenguaje, quizás no tan
complejo como el humano pero sí con las mismas características esenciales. Por ello,
son muchos los esfuerzos que se han realizado en esta línea, entrenando
intensivamente a primates en las artes del lenguaje.
LENGUAJE Y EVOLUCIÓN
En principio, todas estas conclusiones parecen constituir un claro apoyo a la teoría de
la discontinuidad y por tanto a la teoría vigotskyana. No existe un continuo entre
comunicación animal y lenguaje: éste no es una mera evolución de aquélla. Sin
embargo, este planteamiento pudiera ser problemático y entrar en conflicto con la
teoría de la evolución de Darwin. Para autores como Bates et al. (1991), es necesario
encontrar el origen del lenguaje en las características mentales y conductuales que
compartimos con otras especies porque lo contrario sería ir contra los postulados
darwinistas. El lenguaje tuvo que evolucionar a partir de sistemas comunicativos y
simbólicos evolutivamente más antiguos (Bates y McWhinney, 1989). Sin embargo,
Pinker (1994) atribuyó este tipo de objeciones e hipótesis a una interpretación
incorrecta de la doctrina de Darwin. La evolución no debe ser vista como una
escalera o cadena continua donde los eslabones son las especies, sino como un árbol
con múltiples ramificaciones. Aunque gorilas, chimpancés y humanos provengan del
mismo tronco o rama inicial, constituyen distintas subramas separadas. Desde esta
óptica, el resto de los primates no están debajo de nosotros sino en ramas diferentes.
Las primeras formas de lenguaje, para Pinker, pudieron aparecer una vez que la rama
que conduce a la especie humana se separó de la que conduce a los chimpancés. El
resultado es que los chimpancés no tendrían lenguaje, y no debe resultar extraño que
ninguna otra especie, por muy próxima a nosotros que esté, lo tenga.

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Pinker (1994; Pinker y Bloom, 1990), en cambio, se situó en una posición distinta. No
vio la necesidad de postular este paso intermedio, defendiendo una evolución más
gradual basada en los mecanismos de selección natural. Para él, el lenguaje pudo
haber surgido a partir de una secuencia de cambios genéticos que produjeron
reorganizaciones en los circuitos cerebrales de primates sin habla. Sin embargo, para
llegar a algo tan complejo como el lenguaje, tuvieron que sucederse toda una serie de
cambios evolutivos muy pequeños. Las ventajas adaptativas de los primeros homínidos
parlantes sobre los no parlantes tuvieron que ser enormes, siendo la selección natural
la explicación última de nuestro lenguaje.
Pero independientemente de las diferencias entre estos dos puntos de vista, ambos
argumentos apoyaron una compatibilidad entre la teoría evolucionista y un instinto del
lenguaje exclusivamente humano, diferenciado del resto de la cognición, que es
precisamente la postura defendida por Vigotsky.
DISOCIACIONES ENTRE LENGUAJE Y OTRAS CAPACIDADES COGNITIVAS.
Si el lenguaje es un producto de la inteligencia humana, o si depende de otras
capacidades cognitivas de tipo general, una alteración del mismo debería ir
acompañada de alteraciones en otros dominios cognitivos. Si, por el contrario, el
lenguaje es un módulo cognitivo que no tiene que ver con otras capacidades, tendrían
que existir disociaciones dobles, es decir, tendría que ser posible encontrar personas
que tuvieran daño selectivo en lo lingüístico y tuvieran intactas otras capacidades
cognitivas, y viceversa. La existencia de disociaciones dobles sería un apoyo inequívoco
a la teoría de Vigotsky.
La investigación con pacientes afásicos (que han sufrido lesiones en las áreas corticales
encargadas del lenguaje) efectivamente comenzó pronto a mostrar que era posible
encontrar personas con daños severos en componentes del procesamiento lingüístico y
que, sin embargo, conservaban intactas el resto de las facultades mentales (Pinker,
1994).
Sin embargo, el mero hecho de encontrar personas con problemas exclusivamente
lingüísticos y resto de capacidades intactas no es suficiente para concluir que el
lenguaje es independiente del resto de la cognición. Podría ocurrir que el lenguaje
fuera más demandante desde un punto de vista cognitivo y que estas personas no
pudieran utilizar plenamente todo su potencial intelectual. Por tanto, sería necesario
encontrar el déficit opuesto (o disociación doble): casos en los que un lenguaje intacto
conviviera con capacidades cognitivas dañadas en otros dominios.
Resumiendo, los casos aquí expuestos apoyaron la existencia de una disociación entre
lenguaje e inteligencia, algo que ya había sido propuesto mucho antes por Vigotsky. No
parece que el primero dependa de capacidades de tipo general. Además, el hecho de
que se hayan encontrado trastornos específicos del lenguaje de tipo hereditario es un
claro apoyo para los que defendían capacidades biológicamente programadas para el
aprendizaje de las lenguas en la Psicolingüística.

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LA POSTURA CONTRARIA: LA TEORÍA DE LA CONTINUIDAD.


Pero aparte de estos argumentos y evidencias empíricas psicolingüísticas, existen
diversas posturas que entroncan más o menos con una tradición empirista y que no
ven la necesidad de postular una discontinuidad o diferenciación entre lenguaje y otras
capacidades cognitivas, tal y como las había en la época de Vigotsky Para este tipo de
planteamientos, el lenguaje es producto de la inteligencia y/o de una mayor capacidad
para el aprendizaje, y se adquiere de la misma forma que aprendemos otras destrezas.
El lenguaje sería, por tanto, un proceso cognitivo y social como cualquier otro, que
necesita de ciertos requisitos cognitivos previos (precursores cognitivos) y
dependiente, por tanto, de otros procesos perceptivos y cognitivos (Harley 1995).
Un ejemplo, coetáneo de Vigotsky y ya comentado, de esta última orientación lo
tenemos en la teoría de Piaget: el lenguaje, como otros procesos cognitivos, tiene su
origen en la acción y en las estructuras sensorio-motrices, siendo necesarios unos
prerrequisitos cognitivos para su desarrollo. Estos dos tipos de teorías compartían un
cierto grado de constructivismo, eran opuestos a la teoría defendida por Vigotsky y
para ninguna de las dos era necesario acudir a explicaciones innatistas ni postular una
separación entre lenguaje y otras capacidades cognitivas. Tampoco para la teoría
conductista del lenguaje (v.g Skinner, 1957) era necesario postular principios innatos o
rasgos específicos para el lenguaje: éste se adquiere por las leyes del aprendizaje como
cualquier otra conducta. Algunas orientaciones más actuales no estrictamente
conductistas compartieron esta idea de que el lenguaje se adquiere básicamente por
aprendizaje.
El debate está, incluso hoy en día, en cuánto es innato y cuánto es aprendido, así como
en determinar dónde comienza la interacción entre lenguaje y cognición. En este
sentido, nuestra exposición ha transcurrido desde las posiciones y datos empíricos que
apoyaban fuertemente al innatismo y discontinuismo más extremo (como Chomsky)
hasta aquellas orientaciones continuistas más radicalmente opuestas al innatismo,
como el conductismo o el conexionismo. Pero el dibujo no estaría completo si sólo nos
quedáramos con estas dos posturas. En el medio del continuo existen muchas
opiniones, una buena parte de ellas provenientes de autores innatistas que postulaban
una interrelación mayor entre lenguaje e inteligencia-aprendizaje-conocimiento del
mundo.
Investigadores como Pinker (1984), por ejemplo, defienden también un mecanismo
especial e innato de adquisición del lenguaje. Sin embargo, según su teoría, existen
categorías gramaticales innatas (v.g., nombres y verbos), pero el niño debe aprender
qué palabras son nombres y cuáles son verbos. Esta tarea es posible mediante un
tránsito desde la cognición general y la semántica (que no son innatas) a la sintaxis
(que sí lo es).

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Jean Piaget
Concepto de lenguaje y relación lenguaje-pensamiento.
Para Piaget, pensamiento y lenguaje se desarrollan por separado. El lenguaje es un
producto de la inteligencia, es adquirido. La inteligencia empieza a desarrollarse desde
el momento del nacimiento, antes de que el niño hable. A partir de esto, se puede
inferir que el desarrollo del lenguaje resulta del desarrollo cognitivo. El niño aprende a
hablar a medida que su desarrollo cognitivo alcanza cierto nivel en particular. El
lenguaje sería un caso particular de la función simbólica que se constituye en el curso
del segundo año y que en conjunto con la imitación diferida y simbólica de los gestos,
el juego simbólico, la imagen mental, la imagen gráfica o dibujo, entre otros; son
responsables del paso desde las conductas sensorio-motrices hasta el nivel de
representación o pensamiento.
Es el pensamiento el que permite adquirir el lenguaje. Esto implica que el lenguaje en
los seres humanos no es innato, sino que lo vamos adquiriendo de a poco como parte
del desarrollo cognitivo. El lenguaje no transforma el pensamiento sino en la medida
en que éste se encuentra apto para dejarse transformar.

En el proceso de adquisición del lenguaje, esta teoría establece dos tipos de lenguaje:
Lenguaje egocéntrico: el niño que aún no ha adquirido el lenguaje no puede expresar
sus primeros pensamientos inteligentes, estos solo existen a modo de imágenes o
acciones físicas. Este tipo de lenguaje acompaña las acciones del niño y no tiene
función comunicativa, simplemente expresa el pensamiento egocéntrico del niño, pues
no tiene interés en ser entendido. Este lenguaje se va reduciendo hasta desaparecer
después de los siete años.
Lenguaje socializado: referido a la comunicación. El niño busca comunicar realmente
su pensamiento al interlocutor, busca ser entendido. Se empieza a desarrollar en la
etapa entre los siete y los ocho años.
Concepto de lenguaje egocéntrico.
Hasta casi los siete años de edad los niños apenas saben discutir entre sí y se limitan a
confrontar afirmaciones contrarias. Cuando intentan darse explicaciones unos a otros a
duras penas logran situarse en el punto de vista de aquel que ignora de lo que se trata
y hablan como si lo hicieran para sí mismos (soliloquios).
Principalmente les sucede que mientras trabajan en la misma habitación o en una
misma mesa, cada uno habla para sí creyendo escucharse y comprenderse unos a
otros, consistiendo esta especie de monólogo colectivo en una excitación mutua a la
acción y no en un intercambio de pensamientos reales.
Piaget considera el lenguaje egocéntrico como uno de los síntomas del pensamiento
egocéntrico del niño de edad preescolar: al hablar, el niño no trata de entender el

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punto de vista de quien lo escucha, ve la realidad a través de su propia mirada, sin


tomar conciencia de ello.
Piaget opone el lenguaje egocéntrico al lenguaje socializado. Considera que el lenguaje
egocéntrico es genéticamente primario con respecto al socializado.
A medida que el niño crece, el lenguaje egocéntrico disminuye, siendo sustituido por el
lenguaje socializado y, al final, desaparece. El lenguaje en el niño se hace socializado y
comunicativo sólo hacia los siete u ocho años de edad.
Resulta sorprendente la diferencia entre los medios escolares superiores a los siete
años y las clases inferiores. En los pequeños no se distingue lo que es actividad privada
de lo que es colaboración, cuando observamos a los niños mayores de siete años,
podemos observar un doble progreso: concentración individual, cuando el sujeto
trabaja para sí mismo, y colaboración efectiva cuando hay una vida común. Estos dos
aspectos son complementarios y provienen de las mismas causas, desde el punto de
vista de las relaciones interindividuales el niño, a partir de los siete años, es capaz de
cooperar puesto que ya no confunde su propio punto de vista con el de los demás, sino
que disocia estos últimos para coordinarlos. Surgen entonces posibilidades de
discusión, que implican una comprensión con respecto a los puntos de vista del
adversario, y de búsqueda de justificaciones o de pruebas respecto a la propia
afirmación.

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Pinker
- “Un recién nacido no es una hoja en blanco”  El cerebro viene programado con
aspectos de nuestro carácter.
- Lenguaje como capacidad innata: genéticamente determinada. Parecida a la
concepción de Chomsky.
- El lenguaje depende de dos procesos cognitivos: la memorización de palabras y su
manipulación mediante reglas gramaticales.
- Lenguaje: capacidad de formar ideas en el cerebro de los demás con mucha precisión.
No es un artefacto cultural. Es una pieza singular de la maquinaria biológica del
cerebro.
- Instinto de lenguaje: sabemos hablar, así como las arañas saben tejer sus telas.
- El lenguaje no determina el pensamiento. A veces las palabras no expresan
adecuadamente las ideas.
- La naturaleza humana está determinada por la selección natural. 1

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Noam Chomsky

- Chomsky desarrolló sus teorías lingüísticas en los años 50 y 60 del siglo XX.
- Los estudios lingüísticos estaban dominados en ese momento por dos corrientes: el
estructuralismo norteamericano y el conductismo. Chomsky se va a oponer a la
psicología de Skinner (conductismo).
- La lingüística de Chomsky constituye un nuevo punto de vista en los estudios
lingüísticos y una superación de la lingüística de Saussure.
- A diferencia del estructuralismo (que en su propósito positivista intenta quitar al sujeto
de la estructura) los desarrollos de Chomsky dan cabida al sujeto en la construcción del
lenguaje. El sujeto es un partícipe activo, que crea la lengua a medida que la habla. Por
eso, para Chomsky hay creatividad del lenguaje.

Su ubicación en los estudios lingüísticos.

Chomsky va a retomar las tesis lingüísticas de los siglos XVII y XVIII, el período que va de
Descartes a Humboldt, cuya doctrina es: “Las características generales de la estructura
gramatical son comunes a todas las lenguas y reflejan ciertas propiedades fundamentales de la
mente”.

Chomsky critica el conductismo de Bloomfield que está basado en términos de


“condicionamiento”, “reflejo”, “hábitos” etc. y que al ser mecanicista está basado únicamente
en estímulos y respuestas, mientras que no considera al pensamiento por considerarlo
“subjetivo”.

Las teorías del pasado chomskiano son:

- La lingüística cartesiana (gramática filosófica).


- La lingüística estructural.
- La lingüística conductista.

Concepción dinámica del lenguaje: diferencia con Saussure.

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Chomsky adopta una concepción más dinámica y considera a la lengua un proceso en


construcción y no un sistema estático, un corte sincrónico de elementos y reglas como en
Saussure. Considera a la lengua como un proceso, un continuo hacerse y no como un sistema
cerrado y estático.

Saussure concibe una evolución de la lengua, utiliza el término mutación. Hay cambios en la
lengua, pero allí el sujeto no interviene, sino que son la masa, lo social y factores externos los
agentes del cambios. Por el contrario, en la “gramática generativa” es el mismo hablante-
oyente el que produce esos cambios a medida que habla.

La lengua para Chomsky no es un a priori, sino el resultado del ejercicio y puesta en práctica de
lo que llama la “competencia lingüística”.

La creatividad que Saussure ponía del lado del habla, Chomsky se la concede al lenguaje.

Resumen de las teorías de Chomsky

- Resalta la importancia del propio hablante como fuentes de ejemplos de su propia


lengua.
- A diferencia de Saussure, donde la lengua es exterior al sujeto, donde el sujeto
mantiene una relación pasiva con la lengua y no la crea ni interviene en sus cambios,
En Chomsky hay creatividad del sujeto, la lengua es un proceso de creación del sujeto.
(lacan sí incluirá al sujeto en la estructura).
- Para Chomsky la lengua es algo que el sujeto crea a cada paso mientras habla y pone
en juego un sistema de reglas. (En Saussure esto pertenece exclusivamente al dominio
del habla)
- Hay un interés en Chomsky de comenzar la investigación gramatical por los enunciados
más que por los sonidos.
- Pasa de una teoría sobre el lenguaje a las relaciones entre el lenguaje y el
pensamiento.

Innatismo lingüístico.

Va a introducir una nota biológica al campo del lenguaje. No hay otra explicación posible para
el lenguaje que la de los mecanismos innatos, sin ellos se trataría de un milagro el que los
sujetos aprendan tan rápido el lenguaje. Va a criticar a la concepción empirista de la lengua,

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que piensa que tiene que ser adquirida por el aprendizaje, con esto critica teorías en auge
como el conductismo. Hay una condición previa en el sujeto que nace que es la capacidad de
generar una gramática. La tarea del lingüista es pensar el uso normal y creativo del lenguaje
que presupone un sistema de reglas y principios generativos que el lingüista debe investigar.

La creatividad del lenguaje.

Todo individuo que habla una lengua o la comprende es capaz de producir o recibir un número
infinito de frases distintas que en su mayoría son enunciados completamente nuevos. La
lengua es aquello que crean los sujetos que la hablan, aquello cuyo sistema de producción, o
de comprensión, todos tienen en común y no el mero conocimiento pasivo de una lista de
términos o palabras.

Un enunciado es correcto cuando se respeta el sistema implícito de la lengua, que es lo que


hace un hablante nativo en contraposición con otro que no lo es.

En Lacan no hay creatividad del sujeto sino sujeción. El sujeto es hablado por la lengua. La
lengua determina al sujeto. El sujeto para Lacan está atado a unos cuantos significantes que se
repiten a lo largo de su vida y determinan sus síntomas. En la primera enseñanza de Lacan hay
un aspecto creativo que tiene que ver con los juegos del significante y las formaciones del
inconsciente, pero la creación allí está del lado del significante, de esa cierta autonomía que
tiene el orden del significante, ligado al inconsciente y no del sujeto como tal.

La posesión intuitiva.

- Chomsky habla de una posesión intuitiva del sistema implícito de la lengua. A ese
conocimiento que todo hablante tiene del sistema implícito de la lengua y de los
medios para utilizarla le llama competencia.
- Adquirida en la infancia.
- Chomsky habla de adquisición, de competencia, de facultad. Se relaciona aquí con lo
que enuncia Saussure: lo natural en el hombre no es usar el aparato fonatorio para
hablar, sino crear un sistema de signos por el medio que fuera, la facultad de crear una
lengua.
- Aquí hay una diferencia con Lacan pues, para él, no hay adquisición, la lengua está
desde siempre, precede al sujeto. Lo importante en Lacan no es la posesión de una
gramática implícita, sino la diferencia, la oposición S1-S2.

Competencia.

- La gramática será una representación de esa competencia que tienen de su propia


lengua los hablantes-oyentes.
- La competencia es el conocimiento intuitivo de las reglas implícitas de la propia lengua.
- Es la competencia lo que explica cómo un sujeto puede hablar un sinnúmero de frases
nuevas, nunca antes pronunciadas u oídas y tener un dominio de la propia lengua.
- La competencia es la base del comportamiento y lo fundamenta.

La actuación o “realización”

- Es el acto particular de la producción o interpretación de un enunciado en función de


la competencia.

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- El uso real de la lengua en situaciones concretas. (Se relacionaría con el habla de


Saussure, aunque hay diferencias).
- La creatividad para Chomsky no reside simplemente en la voluntad del sujeto de
combinar las palabras en forma individual e inteligente en un acto de habla, sino que
se relaciona con la realidad de la lengua misma. El hablante-oyente no es pasivo, sino
que crea la lengua a medida que habla.
- Lo que hay son reglas implícitas y una matriz mental innata que se actualiza.

La gramática generativa.

Chomsky llama “gramática generativa” a ese sistema motor que caracteriza la competencia
lingüística en cada sujeto. Es una teoría de la competencia lingüística.

Dice: “Todo sucede como si el sujeto hablante inventase en cierta medida la lengua al paso que
se expresa o la descubriera a medida que oye hablar en torno suyo. Es como si hubiera
asimilado en su propia sustancia pensante un sistema coherente de reglas, un código genético,
que determina a la vez la interpretación semántica de un conjunto indefinido de frases reales,
expresadas u oídas. Todo sucede como si se dispusiera de una “gramática generativa” de la
propia lengua.

La palabra generar no significa emitir, pertenece tanto al locutor como al oyente, para quien es
discernir todas las frases gramaticales oídas. En ese sentido, la palabra “generar” tiene relación
con la palabra “ingenio” que tiene el significado de “engendrar”, “generar”.

La lengua para Chomsky es:

1) Un producto (los enunciados particulares).


2) Un acto de producción (un trabajo, una creación).

Es más una producción que un “producto muerto”.

(Aquí hay otra diferencia con Lacan y Saussure: para Lacan no hay pensamiento anterior al
significante, el significante está primero; para Saussure antes del lenguaje el pensamiento no
es más que una masa amorfa e indistinta donde no se podría diferenciar una idea de otra).

Entonces:

- El resultado de las producciones lingüísticas es inabarcable e imprevisible.


- El proceso de producción es algo constante, permanente. Humboldt: “El hablante hace
uso infinito de medios finitos”.
- Es obvio que cada hablante ha llegado a interiorizar y dominar una gramática
generativa que expresa su conocimiento de una lengua. Esto no quiere decir que tenga
conciencia de las reglas de la gramática, ni siquiera que pueda tener conciencia de ello.
Toda gramática generativa interesante tratará, en su mayor parte, de procesos
mentales que caen más allá del nivel de la conciencia efectiva.
- Va a comparar al locutor con el artista o con el técnico que tiene a su disposición
instrumentos y unas normas o reglas para servirse de ellos.

La competencia y la actuación trascienden la dualidad lengua-habla.

La dualidad lengua-habla dará paso a la diferencia consciente-inconsciente:

- La competencia va unida al plano inconsciente.

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- La actuación pertenecerá a la esfera consciente.

De esta manera, el mecanismo de la lengua es un proceso de realización inconsciente de


enunciados de los que el locutor toma conciencia cuando los pronuncia.

La noción consciente-inconsciente en Chomsky difiere de la de Lacan.

- En Chomsky el inconsciente aparece como lo profundo, lo escondido. Para Lacan es lo


contrario.
- Para Chomsky la teoría lingüística es mentalista, ya que trata de descubrir una realidad
mental que subyace en la conducta concreta. En Lacan no hay motivación previa, el
inconsciente no es la causa sino el efecto, el resultado del hecho del que el sujeto
habla, es decir, un efecto de la articulación significante.

Lenguaje humano, lenguaje normal. El aspecto creador del lenguaje humano.

1) El uso normal del lenguaje es innovador.


2) El uso normal del lenguaje no solo es innovador e infinito en su alcance, sino que no se
halla sujeto a control de estímulos observables de la naturaleza interna o externa. La
gramática no depende de los estímulos.
3) La tercera propiedad del uso normal del lenguaje es su coherencia y adecuación a la
situación.

Estas tres características distinguen, para Chomsky, el lenguaje humano.

(Para Lacan lo que distingue al lenguaje humano es su condición simbólica: actuar a distancia,
prescindir del objeto, ser metafórico, estar en relación con la falta).

Método de análisis de los enunciados.

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Lacan vs. Chomsky.

Seminario 12

Si bien su gramática es correcta, su sentido no permite que se la considere correcta. Lacan va a


decir que, en realidad, en ese sentido Chomsky descuida la veta del sujeto hablante, en el
sentido que el significante permite la polulación de sentidos. Se puede ampliar la gama de
sentidos.

Chomsky sostiene la idea de que el hablante-oyente es ideal. La lingüística se tiene que centrar
en este sujeto que tiene todas las condiciones para comunicarse perfectamente. Está dejando
fuera al inconsciente. Algo tal como el inconsciente debe quedar fuera de la tarea del lingüista.
Chomsky olvida al sujeto, en la medida que está sujeto al inconsciente.

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Seminario 23

En algún momento Lacan va a pensar en el lenguaje como órgano (que se piensa a sí mismo),
no como instrumento, no por fuera del sujeto, sino como el sujeto mismo que se piensa a sí
mismo. Chomsky lo toma como un objeto, un instrumento, para Lacan no puede haber
separación entre lenguaje y sujeto.

Chomsky

- Lenguaje como estructura mental innata


- Creatividad del hablante sobre el lenguaje: puede ir modificando el lenguaje a medida
que lo utiliza, se va apropiando de algunas cosas.
- Modelo perceptivo como un nivel profundo: modelo perceptivo donde el sujeto acepta
una señal de entrada y como salida puede haber varias significaciones. Este modelo
perceptivo (tácito) se accede a él mediante el estímulo. Sistema por el que recibe una
señal exterior y le asigna representaciones, produce representaciones de salida.
- Actuación: interpretación según las competencias.
- Sistema gramatical universal, idealizado, a cada significante le corresponde un
significado. Podría existir un sistema universal donde a cada grafema le corresponde un
fonema (?)
- El lenguaje es un órgano que está fuera del sujeto, que sirve para expresar
pensamientos y sentimientos.
- Lo infinito de la capacidad creativa del sujeto: reglas finitas.

Lacan

- Sujeto atravesado por el lenguaje aun cuando no ha nacido, lo atraviesa y lo


descompleta. No hay nada innato.
- Hay sujeción del sujeto a los significantes. El lenguaje crea al sujeto y no el sujeto al
lenguaje. No hay creatividad desde el mismo punto de vista de Chomsky.
- Accedemos al inconsciente por las formaciones del inconsciente. No decimos que al
inconsciente vamos a acceder por un estímulo.
- Cuando pensamos en un sujeto que interpreta el mundo no nos podemos olvidar que
el sujeto, al estar atravesado por los significantes…
- El impacto del lenguaje sobre un sujeto se verifica en el caso por caso, resalta la
singularidad. Hay una imposibilidad de una lengua toda. No hay metalenguaje  no
existe una lengua universal que pueda significar todos los significantes.
- Lo infinito de la capacidad creativa del sujeto: si hay algo infinito es por el no-todo.

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