Psicolinguistica Final
Psicolinguistica Final
Psicolinguistica Final
Resumen Psicolinguistica
RESUMEN PSICOLINGUÍSTICA.
Introducción.
PSICO – LINGÜÍSTICA
- Psico: hablante.
- Lingüística: lenguaje.
Es importante tener en cuenta qué dice cada teoría acerca de la relación entre el hablante y el
lenguaje. Cuál es el concepto de hablante según el concepto de lenguaje. De qué hablamos
cuando hablamos de lenguaje en cada uno y cómo incide eso en la clínica.
Lacan hace un relectura de Freud y mantiene cierta fidelidad hacia su teoría. Lacan era
freudiano. Para Lacan, el inconsciente es lo que está más externo, lo primero que se escucha
cuando una persona se pone a hablar. Tiene que ver con el tropiezo que no significa lo
mismo en todos los pacientes.
El inconsciente es lo que está en el discurso. Cuando uno habla se tropieza todo el tiempo, no
hay que bucear, está a la escucha.
La ciencia que se ha constituido en torno de los hechos de la lengua ha pasado por tres fases
sucesivas antes de reconocer cuál es su verdadero y único objeto.
- Gramática: (III a.C) Este estudio, fundado por los griegos, continuado principalmente
por los franceses, está fundado en la lógica y desprovisto de toda visión científica y
desinteresada de la lengua misma. Lo que la gramática propone es dar reglas para
distinguir las formas correctas de las formas incorrectas, es una disciplina normativa.
- Filología: (1777). Este término se asocia sobre todo con el movimiento científico
creado por Friedrich August Wolf a partir de 1777. La lengua no es el único objeto de la
filología, que quiere sobre todo fijar, interpretar, comentar los textos. También se
ocupa de la historia literaria, de las costumbres, las instituciones, etc. Su método es la
crítica. Si aborda cuestiones lingüísticas, es sobre todo para comparar textos de
diferentes épocas. El problema está en que se atiene demasiado a la lengua escrita y se
olvida de la lengua viviente.
- Gramática comparada: (1816). Su objetivo estaba en comparar diferentes lenguas, su
raíz común. No llegó a constituir la verdadera ciencia lingüística porque nunca se
preocupó por determinar la naturaleza de su objeto de estudio.
- Lingüística propiamente dicha: (1836-1838) Nació del estudio de las lenguas romances
y las lenguas germánicas. Los estudios románticos inaugurados por Diez contribuyeron
particularmente a acercar la lingüística a su objeto verdadero.
(Saussure venía del positivismo. Quería hacer de todo esto un saber conjunto y estructurado, un
saber sistemático que pueda establecerse como ciencia).
Materia de la Lingüística: está constituida por todas las manifestaciones del lenguaje humano.
No solamente del lenguaje correcto y el “bien hablar” sino todas las formas de expresión.
También deberá tener en cuenta los textos escritos, ya que son los únicos medios que nos
permiten conocer los idiomas pretéritos o distantes.
Tarea de la Lingüística:
OBJETO DE LA LINGÜÍSTICA.
El fenómeno lingüístico presenta dos caras que se corresponden. En este caso, tenemos que el
lenguaje está separado en lengua y habla. Saussure dice que hay que colocarse desde el primer
momento en el terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones
del lenguaje.
La lengua es una determinada parte del lenguaje. Es a la vez producto social de la facultad del
lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para
permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos.
A esto se podría objetar que el ejercicio del lenguaje se apoya en una facultad que nos da la
naturaleza, mientras que la lengua es cosa adquirida y convencional. Lo que responde Saussure
es que no está probado que la función del lenguaje, tal como se manifiesta cuando hablamos,
sea enteramente natural, es decir, que nuestro aparato vocal esté hecho para hablar. El que nos
sirvamos del aparato vocal como instrumento de la lengua es cosa del azar, por simples razones
de comodidad. Por lo tanto, no es el lenguaje hablado el natural al hombre, sino la facultad
de construir una lengua, es decir, un sistema de signos distintos que corresponden a ideas
distintas.
- Las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua con el
objetivo de expresar su pensamiento personal.
- El mecanismo psicofísico que le permita exteriorizar esas combinaciones.
La imagen acústica no es el sonido material, cosa puramente física, sino su huella psíquica, la
representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es sensorial, y
si llegamos a llamarla material es solamente en ese sentido y por oposición al otro término de
la asociación, el concepto, generalmente más abstracto.
El lazo que une al significante con el significado es arbitrario. El signo lingüístico, por lo tanto,
es arbitrario. El concepto no está ligado por relación alguna interior con la secuencia de
sonidos que lo representa y le sirve de significante. Podría estar representado perfectamente
por cualquier otra secuencia de sonidos. Sirve de prueba a esto las diferencias entre lenguas.
1) Las onomatopeyas: se podría decir que aquí la elección del significante no siempre es
arbitraria. Pero las onomatopeyas nunca son elementos orgánicos de un sistema
lingüístico. Su número es, por lo demás, mucho menor de lo que se cree. En cuanto a
las onomatopeyas auténticas, so solamente son escasa, sino que su elección ya es
arbitraria en cierta medida, porque no son más que la imitación aproximada y ya
medio convencional de ciertos ruidos.
2) Las exclamaciones: se tiende a ver en ellas expresiones espontáneas de la realidad,
dictadas como por la naturaleza. Pero para la mayor parte de ellas se puede negar que
haya un vínculo necesario entre el significado y el significante. Basta con comparar las
lenguas en este terreno para ver cuánto varían estas expresiones de idioma a idioma.
Todo el mecanismo de la lengua depende de este hecho. Por oposición a los significantes
visuales, que pueden ofrecer complicaciones simultáneas en varias dimensiones, los
significantes acústicos no disponen más que de la línea del tiempo: sus elementos se presentan
uno tras otro, forman una cadena.
SINCRONÍA Y DIACRONÍA.
Lingüística sincrónica: se ocupará de las relaciones lógicas y psicológicas que unen términos
coexistentes y que forman sistema, tal como aparecen en la conciencia colectiva.
Lingüística diacrónica: estudiará, por el contrario, las relacione que unen términos sucesivos
no percibidos por una misma conciencia colectiva, y que se reemplazan unos a otros sin formar
sistema entre sí.
EL VALOR LINGÜÍSTICO
Para darse cuenta de que la lengua no puede ser otra cosa que un sistema de valores puros
basta considerar los dos elementos que entran en juego en su funcionamiento: las ideas y los
sonidos.
Nuestro pensamiento no es más que una masa amorfa e indistinta. Sin la ayuda de los signos,
seríamos incapaces de distinguir dos ideas de manera clara y constante. Considerado en sí
mismo, el pensamiento es como una nebulosa donde nada está necesariamente delimitado.
No hay ideas preestablecidas, y nada es distinto antes de la aparición de la lengua.
La sustancia fónica no es más fija ni más rígida. No es un molde a cuya forma el pensamiento
deba acomodarse necesariamente, sino una materia plástica que se divide a su vez en partes
distintas para suministrar los significantes que el pensamiento necesita.
(Saussure dice que la lengua está pensada como un pensamiento organizado en la materia
fónica. Vinculación entre pensamiento y lengua. A Saussure le cuesta separar pensamiento y
lenguaje. ¿Cómo es posible pensar sin lenguaje? Articulación entre el lenguaje y el
pensamiento. La lengua va dando forma a eso que antes aparece como algo amorfo. La lengua
es un sistema de valores puros, ideas y sonidos. Nuestro pensamiento no es más que una masa
amorfa e indistinta. No hay ideas preestablecidas. La lengua es un intermediario entre el
pensamiento y el sonido).
Podemos representar la lengua como una serie de subdivisiones contiguas marcadas a la vez
sobre el plano indefinido de las ideas confusas (A) y sobre el no menos indeterminado de los
sonidos.
La lingüística trabaja en el terreno limítrofe donde los elementos de dos órdenes se combinan.
Esta combinación produce una forma, no una sustancia.
¿En qué se diferencia el valor de lo que se llama significación? El valor, tomado en su aspecto
conceptual, es un elemento de la significación.
Significación:
Valor:
La lengua es un sistema donde todos los términos son solidarios y donde el valor de cada uno
no resulta más que de la presencia simultánea de otros.
1) Por una cosa desemejante susceptible de ser trocada por otra cuyo valor está por
determinar.
2) Por cosas similares que se pueden comparar con aquella cuyo valor está por ver.
Estos dos factores son necesarios para la existencia de un valor. Así, para determinar lo que
vale la moneda de cinco francos hay que saber: primero que se la puede trocar por una
cantidad determinada de una cosa diferente, por ejemplo, el pan. Segundo, que se la puede
comparar con un valor similar del mismo sistema, por ejemplo, una moneda de un franco o una
moneda de otro sistema (dólar). Del mismo modo una palabra puede trocarse por algo
desemejante: una idea; además puede compararse con otra cosa de la misma naturaleza: otra
palabra.
Su contenido no está verdaderamente determinado más que por el concurso de lo que existe
fuera de ella. Como la palabra forma parte de un sistema, está revestida, no solo de una
significación, sino también, de un valor. El valor de todo término está determinado por lo que
lo rodea.
Cuando se dice que los calores corresponden a conceptos, se sobreentiende que son
puramente diferenciales, definidos no positivamente por su contenido, sino negativamente
por sus relaciones con otros términos del sistema. Su más exacta característica es la de ser lo
que otros no son. PRINCIPIO DIACRÍTICO.
El concepto inicial no es más que un valor determinado por las relaciones con los otros
valores similares, y que sin ellos la significación no existiría.
Si la parte conceptual del valor está constituida únicamente por sus conexiones y diferencias
con los otros términos de la lengua, lo mismo se puede decir de su parte material. Lo que
importa en la palabra no es el sonido por sí mismo, sino las diferencias fónicas que permiten
distinguir una palabra de todas las demás. Lo que lo caracteriza no es su cualidad propia y
positiva, sino simplemente el hecho de que no se confunden unos con otros Los fonemas son
ante todo entidades opositivas, relativas y negativas.
En la lengua no hay más que diferencias. En la lengua solo hay diferencias sin términos
positivos. Ya se considere el significante o el significado, la lengua no comporta ni ideas ni
sonidos preexistentes al sistema lingüístico, sino solamente diferencias conceptuales y
diferencias fónicas resultantes del sistema. Lo que de idea o de materia fónica hay en un signo
importa menos que lo que hay a su alrededor en los otros signos. La prueba está en que el
valor de un término puede modificarse sin tocar su sentido ni su sonido, con solo el hecho de
que tal otro término vecino haya sufrido una modificación.
Jakobson
La tesis del Curso de Lingüística General de que “los fonemas son, ante todo, unidades
opositivas, relativas y negativas” constituye el punto de partida para la fonología.
La oposición binaria que desarrolla Jakobson respecto a los fonemas y que interesa
particularmente a Lacan en relación con una lógica del significante, está prefigurada en
Saussure y encuentra también antecedente en las relaciones de oposición que éste
establece respecto del signo lingüístico y en el concepto de valor.
La fonología es el estudio de los fonemas, es decir, los rasgos distintivos de la lengua. El
fonema, dice Jakobson, es un concepto formal, a diferencia de los sonidos que son un
concepto material (y a los que se dedica la fonética).
Los rasgos distintivos del fonema
Lo que nos interesa es este caso es que de todos los valores lingüísticos, para Jakobson,
el fonema no tendría valor positivo alguno y constituiría la única entidad
verdaderamente diferencial. En el fonema toda definición es negativa, es decir, solo
vale en tanto conjunto de rasgos distintivos, como forma puramente diferencial. El
fonema, en sí mismo, no quiere decir nada positivo; constituye un mero elemento de
diferenciación que no tiene otro valor que el de establecer oposiciones con las otras
construcciones fonemáticas.
El valor distintivo es el punto de partida y el valor fundamental de la fonología. Por
un lado, cuestiona la posición saussureana, pues considera que en la lengua sí existirían
valores positivos y que solamente el fonema reuniría las condiciones de la pura
diferencia.
Lacan, por su parte, tomará estas teorizaciones sobre el fonema en su condición
significante. Toma las leyes del fonema jakobsoniano y las aplica a una unidad mayor:
el significante, es decir, vacía a este de significación intrínseca y lo considera un
elemento sin definición positiva. (No debemos confundir, En lacan, significante con
palabra. El significante en Lacan tiene una acepción más amplia. Un significante puede
ser para Lacan una unidad menor que una palabra e inclusive una mayor; una frase,
una oración etc. Lo único que lo define es su propiedad diferencial. La condición
puramente diferencial del fonema en tanto conjunto de rasgos distintivos que permiten
diferencias de significado, Lacan la aplicará al significante. Para Lacan es el significante,
en tanto considera que no significa nada, el que sus relaciones con otros significantes
en la cadena produce efectos de significación, aunque sin que la significación se
localice en significante alguno. En ese sentido, no solo modifica a Saussure, sino
también a Jakobson, para quien la desustancialización, el valor de la pura diferencia
solo atañe al fonema como tal.
La oposición binaria.
Otro de los aspectos de la fonología a tener en cuenta en función de la concepción del
significante en Lacan es la relación binaria que Jakobson establece para los fonemas,
su ordenamiento por pares opuestos. Según Jakobson, los rasgos distintivos, cuyo
valor es diferencial, se ordenan en una relación binaria, por pares.
Todo rasgo distintivo es binario. Un contenido de oposición no puede ser concebido
sin el otro. Lacan toma el binarismo de Jakobson (los rasgos distintivos ordenados por
Introducción a Lacan.
(El recorrido de Lacan) Lacan colocó los comienzos de su enseñanza bajo el signo de un retorno
a Freud. Solo se hizo, a propósito del psicoanálisis, una pregunta fundamentalmente crítica:
¿Cuáles son sus condiciones de posibilidad? Su respuesta fue que el psicoanálisis solo es
posible si y solo si el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Lo que se llama la
enseñanza de Lacan es el desarrollo de esta hipótesis.
El hecho de que el inconsciente, tal como lo introduce Freud, sea isomorfo en su estructura con
el lenguaje, puede comprobarse en la obra de Freud desde sus primeros escritos. En la
interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana, etc. se puede ver que la
actividad de Freud es una actividad de desciframiento. Descifra el inconsciente y los
mecanismos primarios del inconsciente. A saber, la condensación y desplazamiento tienen sus
prototipos en las figuras de la retórica que son la metáfora y la metonimia.
Por otro lado, lo propio del psicoanálisis es operar sobre el síntoma mediante la palabra.
¿Cómo puede ser que la palabra actúe sobre el síntoma, y especialmente sobre el síntoma
neurótico? Es necesario suponer que entre la palabra y el síntoma una medida común si la una
opera sobre el otro.
Relación Estructuralismo-Psicoanálisis.
(S’truc Dure) Cuando Lacan dice “la estructura” en singular, se trata del la del lenguaje. Para él,
estructura quiere decir lenguaje.
El estructuralismo del que se trata en Lacan es el que tiene su fuente en Saussure, con su Curso
de Lingüística General, al que Jakobson y su binarismo tornaron extraordinariamente operativo
y que Levi-Strauss encontró en los Estados Unidos durante la segunda Guerra Mundial.
Tríada en la que Lacan se apoyó al comienzo de su enseñanza.
“En la lengua no hay más que diferencias sin términos positivos” toma lo que aparece como
una realidad concreta, justamente positiva, y la considera como compuesta, reducida a
oposiciones sin sustancia. Todo está estructurado, lo que quiere decir: no implica sino
oposiciones.
(Las cosas van tomando forma a partir de esta formación de cadena. ¿Cuál es la mínima
cadena? Lacan reduce el esquema a dos significantes. (Sirviéndose del binarismo de
Jackobson).
S1 – S2 (S= significante)
Lo que está diciendo es que todo lo que nosotros podamos entender se va a reducir a estos dos
elementos. En S1 podemos ubicar cualquier cosa. S2 hace referencia al conjunto de todos los
significantes (es infinito). Si a S1 empiezo a rodearlo de otros significantes que saco del
conjunto de los significantes y empiezo a armar este mínimo de cadena voy armando la
significación. S1 en sí mismo no tiene valor. Idea de cadena significante. Lógica infinita donde
siempre se puede agregar un significante más y el sentido se puede ir desplegando).
La lengua (y en consecuencia las estructuras que ella define) aparece allí ligada a una puesta en
superficie según oposiciones.
Hipótesis estructuralista.
Primero: si uno toma en serio que en la lengua no hay más que diferencias, si uno se interesa
en la combinación de elementos e intenta combinarlos, está de entrada en una relación que
implica que uno remite al otro. Por ahí somos introducidos a una estructura que ya es,
precisamente, de cadena. Cuando Lacan formula “el significante representa al sujeto para otro
significante” implica la hipótesis estructuralista: un significante siempre remite a otro
significante. (Ya veremos como Lacan introduce allí al sujeto).
Segundo: la hipótesis estructuralista implica que, en una dimensión dada, los elementos se
definen unos en relación a otros, lo que supone su conjunto de definiciones correlativas.
Considerando de cerca la cadena significante, se impone lo que Lacan llama el tesoro de los
significantes, que permite introducir en esta concepción la teoría de los conjuntos.
(La idea de cadena significante y de tesoro de los significantes está implicada por la hipótesis
estructuralista.)
Tercero: La función del Otro en tanto tal es deducible de ese binarismo, porque uno no puede
tomar uno de esos elementos sin ser remitido al otro. Entonces, la función del Otro, del Otro
como tal, para cada uno, está inscripta también en la hipótesis estructuralista. (Falta
completar).
Sexto: Dado que para la hipótesis estructuralista lo fundamental son las relaciones, ella
introduce una tópica. Las relaciones implican lugares. Sus propiedades esenciales dependen
del lugar que ocupan en la red de relaciones. No otorga propiedades a los elementos más que
por el lugar que ocupan en las relaciones. Se trata de un lenguaje no sustancialista, un
elemento que no transporta propiedades cuando ocupa otro lugar, sino que adquiere
propiedades totalmente nuevas correspondientes al lugar.
(Lo tópico topos (lugar). Referencia a la posición. El topos va a hacer que una palabra
cambie el sentido. Si la ponemos en un lugar o en un contexto diferente esa palabra va a
remitir a diferentes cosas. Su valor es el de cobrar sentido en referencia. Este sistema tiene una
fuerte base lógica porque dice que todos los elementos que conforman el lenguaje van a tomar
diferente valor según su posición y su relación).
Incluso se podría decir que de la hipótesis estructuralista se puede deducir la distinción de los
simbólico, lo imaginario y lo real. (Completar)
Lacan plantea entonces, sobre la base de esta noción de la estructura, “el inconsciente está
estructurado como un lenguaje”
Podemos empezar por “el inconsciente está estructurado”: esto ya determina su vacuidad, no
es reserva, no está constituido por ninguna realidad, sino que su realidad depende de lo que
Levi-Strauss llama las leyes estructurales. Esta noción determina un inconsciente no sustancial.
(La futura escritura del sujeto lacaniano con una S barrada escribe este vacío del inconsciente.
Esta concepción se demuestra a partir de los textos de Freud: “La interpretación de los sueños,
Psicopatología de la vida cotidiana y El chiste… y se apoya en el artículo de Jakobson sobre “Las
dos formas de la afasia” para demostrar la homología entre las formaciones del inconsciente,
tal como Freud las enunció, y esa reducción de la retórica a dos figuras que hace Jakobson.
A los ojos de los estructuralistas, la estructura es incompatible con el sujeto. Está hecha,
incluso, para evacuar del campo de las ciencias del hombre y hacer a las ciencias llamadas
humanas dignas de las ciencias naturales.
Ahora bien, el rasgo propio del estructuralismo de Lacan es incluir al sujeto en la hipótesis
estructuralista.
En la estructura del lenguaje tal como los estructuralistas la introdujeron ya no se trata del
interlocutor. Lacan toma prestado de Saussure y de Jakobson su estructura del lenguaje, pero
por otro lado toma prestado de Hegel, vía Kojeve, la estructura de la palabra, que funda en la
mediación, es decir que no hay simetría entre el locutor y el auditor, sino que el auditor está en
una posición de amo porque decide el sentido de el locutor ha podido decir.
(Completar)
Comparte con los estructuralistas la noción de estructura y el principio diacrítico. Revisar las
implicaciones de la hipótesis estructuralista.
Toma ciertos conceptos del estructuralismo y con este vaciamiento de estructura va más allá
incluso del estructuralismo. Porque ellos (Saussure) tenían una idea de concepto e imagen
acústica que Lacan suelta. Lacan lleva la estructura al extremo.
Lo que viene a hacer Lacan con este signo lingüístico de Saussure es sacar la barra de
reciprocidad y a la línea del medio la va a engrosar. Va a sacar el círculo. Y va a subvertir el
orden. Pone el significante arriba y abajo el significado.
Engrosa la barra porque va a decir que, en verdad, al contrario de lo que piensa Saussure, que
dice que hay una correspondencia, para Lacan lo que hay es una resistencia (entre significante
y significado) y eso permite que el sentido todo el tiempo se vaya desplazando. Por esa
resistencia a no quedar para nada atrapado por el concepto. Desacredita la cuestión del
significado.
El significante es algo que no quiere decir nada, y como no quiere decir nada puede decir
muchas cosas. Como el significante no tiene ninguna relación natural con lo que designa es que
lo puedo usar para decir un montón de cosas. Esa palabra se resiste a quedarse atrapada en un
solo sentido.
Hay diferencias entre Lacan y el estructuralismo. Por ejemplo, esto de que es un sistema
completo Lacan lo rompe. Lacan da la idea de que la estructura nunca puede estar completa y
eso es un saldo que toca de lleno al sujeto hablante. Todo aquel que pase por el lenguaje está
marcado por esa idea de una estructura incompleta. Todo sujeto marcado por el lenguaje tiene
la huella de la incompletud de la estructura. El estructuralismo que viene buscando ser una
ciencia positiva, Lacan da una torsión a esto justamente para producir ahí la subjetividad.
Depende de dónde se produce el enunciado todo cambia. Hay una manera particular de
habitar la lengua que es de cada uno. Incluye al sujeto en el lenguaje, cuando lo que buscaba el
estructuralismo era ser objetivos. No lo podemos mirar de afuera en la medida en que todos
habitamos el lenguaje y hay algo del sujeto que se pierde en cuanto hace uso de la palabra o
simplemente en el hecho de estar tomados por el lenguaje, porque incluso antes de nacer
estamos de lleno en la red de significantes, en el lenguaje.
El significante en Psicoanálisis.
El significante involucra la lógica en tanto el mismo está vacío, desprovisto de toda
propiedad o atributo en sí mismo, despojado de significación. El significante solo tiene
valor diferencial y no posee significación ni la función de representar un significado.
Existe una inscripción del Sujeto en el Otro como lugar de los significantes a partir de
ese Otro que está barrado y de que en la cadena de remisión hay discontinuidad entre
S1 y S2.
Corporeización del significante.
El cuerpo no es anterior al significante ni está dado de antemano. La aceptación del
psicoanálisis sobre el psicoanálisis es que hay una intromisión del significante en el
cuerpo, una inmisión que produce efectos de goce, consecuencias en el ser viviente.
Hay pulsión y hay goce, es decir, hay constatación de estar vivo, porque existe una
intromisión del significante. El significante cava sus surcos en el cuerpo, lo marca,
estableciendo así la castración, la imposibilidad de la satisfacción completa.
El lenguaje atraviesa al sujeto e introduce de esta forma el deseo, aquello que nos
anima. De acuerdo con las marcas de cada sujeto dependerá la preferencia por tal o
cual determinado objeto de goce pulsional.
El lenguaje tiene incidencia en el cuerpo, la cual se manifiesta siempre de manera
sintomática. El síntoma es la manera que tiene un sujeto de reparar sus fallas (solución
sintomática), viene a manera de resolver su falla estructural. El mismo siempre está
presente, no puede ser resuelto en términos de eliminación. Se resuelve en términos
de desplazamiento hacia otra manera de síntoma que permita vivir mejor al sujeto.
Supremacía del significante.
Una lógica del significante, según Miller, supone de antemano una desvalorización del
significado. Lo simbólico es el esquema S1-S2, como dimensión diacrítica del lenguaje.
Lo imaginario es del orden de la significación. Lo real será la falta, aquello que por
estructura, queda fuera de lo simbólico, lo imposible de ser aprehendido por medio de
las palabras, el resto excluido fuera de la operatoria del significante, el referente. Lacan
ubica lo simbólico del lado de la estructura significante y lo imaginario con relación al
significado.
Los significantes se relacionan, se permutan y producen en algún punto efectos de
significación sin que la voluntad humana tenga que intervenir mayormente. Para Lacan
hay supremacía del significante. Del lado de la articulación significante, de la lógica del
significante, coloca al sujeto del inconsciente. Es la combinatoria del significante lo que
permite el advenimiento de una significación. El significado flota debajo de la red de
los significantes sin situarse en significante alguno. Es en la cadena significante donde
El significante es algo que no quiere decir nada, y como no quiere decir nada puede
decir muchas cosas. Como el significante no tiene ninguna relación natural con lo que
designa es que lo puedo usar para decir un montón de cosas. Esa palabra se resiste a
quedarse atrapada en un solo sentido.
Más adelante lo va a dejar de escribir así. Directamente no va a haber barra porque se
va a dejar de interesar por la cuestión del significado.
Va a tomar el lugar preponderante en su teoría la idea de significante. (Primacía del
significante en la teoría de Lacan).
Otro aforismo de Lacan: El significante en tanto tal no significa nada. El significante
en sí es un lugar lógico, un lugar vacío, que no significa en sí nada. Lo segundo es la
significación, lo primero es el significante como argumento vacío. La Forma es lo que
contornea la cosa, pero no es la sustancia, la esencia en sí. El significante está libre de
esencia, está libre de concepto en sí mismo. Es un valor lógico que según donde yo lo
pongo en una cadena de asociaciones significa una cosa o significa otra.
Las dos redes del lenguaje: red del significante y red del significado.
Lacan considera las redes del significante y del significado como dos órdenes diferentes
separados por una barrera resistente a la significación. Dicha barra puede relacionarse
con el concepto de represión freudiana. Hay represión originaria desde el momento en
que el significante no conlleva consigo una significación propia y su operación deja, por
estructura, algo fuera de su campo, un punto del orden de lo imposible de decir, de lo
imposible de simbolizar. La barra tiene consecuencias en el sujeto e implica su división.
La imposibilidad del significante de representar un significado.
Las dos redes, que no se interpretan, siguen direcciones opuestas: mientras que la red
del significante acontece en la línea de tiempo, la red del significado flota por debajo
de los significantes y no se localiza en significante alguno. Llegados a un punto en la
oración, actúa hacia atrás, retroactivamente (apress-coup). La significación dependerá
no solo de la articulación de los significantes, sino también del lugar donde hayamos
puesto el punto, que es lo que permite el encuentro entre las dos redes y el
advenimiento de una significación.
Que la palabra pueda adquirir, por sus articulaciones con los otros significantes de la
cadena, diversas significaciones o que una palabra pueda ser utilizada para decir algo
muy diferente de lo que en principio se suponía que iba a decir, solo es posible a partir
de que el significante en tanto tal no significa nada.
Lacan: el lenguaje es un sistema posicional. Un significante no transporta consigo las
propiedades adquiridas, en sus relaciones, cuando se muda de lugar en el sintagma.
Los significante se articulan y se permutan y crean efectos de sentido.
El reforzamiento que Lacan efectúa a la barra de significación indica la no
permeabilidad, la dificultad del paso del significante al significado. El significado flota
por debajo de la primera red y no se localiza en significante alguno. El significante
posee la función de articularse, combinarse, relacionarse, con los demás significantes
de la cadena. La significación no se encontrará en algún punto, la remisión del
significante sería indefinida y no se produciría la emergencia de la significación.
Ese punto de encuentro de las dos redes, ese efecto de emergencia de sentido a causa
de la articulación de los significantes en la cadena, es el llamado punto de
almohadillado o punto de basta.
El significante que anuda lo simbólico hace referencia en tanto hay otro que permite el
encuentro entre ambas redes. Tenemos entonces el Otro como lugar de la estructura
del lenguaje y el Otro como punto de basta: El Otro como lugar de los significantes y el
Otro como lugar de la ley y el Nombre del Padre.
Apress-coup.
La significación es un efecto de la articulación de los significantes en la cadena, que se
producirá apress-coup, retroactivamente “de donde puede decirse que es en la cadena
del significante donde el sentido insiste, pero que ninguno de los elementos de la
cadena consiste en la significación de la que es capaz en el momento mismo”
Hasta mediados de la década de los 60 parecía que Lacan acentuaba sobre todo la lingüística
moderna de esta época, es decir, la lingüística saussureana, como ideal de las ciencias
humanas. Lacan, en un primer momento, inscribió al psicoanálisis en este surco.
“La lógica del significante” anunciaba que la lógica no interesa menos al psicoanálisis. La
diferencia entre lógica y lingüística es que la lógica no pretende tomar en cuenta los efectos
del significado; se ocupa del significante puro, es decir, del significante en tanto que no quiere
decir nada.
“Nada es todo”
Lacan localizó en la experiencia analítica al operado maravilloso que permite que el significante
que no significa nada se ponga a significar cualquier cosa. Ese operador es lo que llamó el
sujeto supuesto al saber, el que no sabe nada. Pero basta con que opere en la experiencia
analítica para que cuanto menos algo significa algo, más significa algo.
El significante crea por sus permutaciones el significado. El punto de partida del propio
Saussure en relación al significante reside en que este es en sí mismo un elemento diferencial,
lo que se llama el principio diacrítico del significante. El significante solo se plantea
oponiéndose a otro u otros significantes diferentes. La única existencia del significante esa esa
oposición en sí misma. Es un elemento no sustancial, que no puede ser descripto por sus
propiedades intrínsecas, sino tan solo por diferencia. Es un elemento no sustancial, sino
diferencial.
Esto produjo en el estructuralismo una pasión por el sistema, ya que los elementos solo
pueden aprehenderse en su situación mutua, en la relación sistemática y global que mantienen
entre sí. Desde este ángulo el estructuralismo se presentó como un “todismo”.
Lo propio de Lacan es haber diferenciado e incluso mostrado la oposición esencial que hay
entre la estructura y el todo. El no-todo es un principio que está presente desde el inicio de la
enseñanza de Lacan y que es esencial para delimitar el concepto lacaniano de la estructura.
Para explicar esto, tomamos como punto de partida cuatro elementos: a, b, c, d que son
constantes, y una única operación que es la diferencia. Estamos escribiendo así el principio
diacrítico de Saussure. Para definir a basta que escriba su diferencia con b, c, d. Lo mismo vale
para los otros tres.
En relación a mi conjunto inicial, siempre me falta un elemento, Nunca puedo tener el conjunto
exhaustivo de mis elementos.
La frase “para todo conjunto hay al menos un elemento que no forma parte de él” traduce ese
“nada es todo” de Lacan. Ello basta para escribir el derrocamiento del ideal del todo absoluto.
¿Qué agrega la definición de significante de Lacan a la de Saussure? Los dos significantes que
no pueden ser pensados por sí solos, no son equivalentes, no son isótopos, es decir, no pueden
ser colocados en el mismo lugar, porque justamente hay una relación de exclusión entre el
todo y el significante en más, no hay lugar total que pueda reunirlos.
La suposición ingenua del estructuralismo es precisamente que todos los significantes son
isótopos; mientras que si se radicaliza el principio diacrítico de Saussure es palpable que hay
una an-isotopía significante.
Tenemos entonces una relación de separación entre ese todo y el uno en más. (S2 sería el
conjunto de significantes en relación al que S1 figura la excepción).
Esta lógica conlleva que no existe en el lenguaje, un significante simple que podría por sí solo
representar al sujeto, esto es también debido al hecho de que no existe el todo de los
significantes.
La barrera que nos separa del significante para el que decimos lo que decimos está a la vez en
todos lados y en ningún lado. Este principio es lo que Lacan llama la división constitutiva del
sujeto. El sujeto está fundamentalmente dividido entre el significante que lo representa y otro
significante, anisótopo con respecto al primero.
Podríamos hacer ahora surgir otras complejidades a nuestra lógica. Habría quizás otro modo de
hacer entrar a a en ese conjunto, Tengo b, c y d. Supongamos que forzamos un poco las cosas
porque quiero verdaderamente tener aquí todos mis elementos y no tener ninguno en más.
Puedo admitir a a como diferente de a. La bifurcación en la que estamos hace que para
constituir el todo del significante o bien necesito uno en más o bien debo admitir un
elemento no idéntico a sí mismo.
El famoso sujeto del que se trata, representado por un significante para otro significante, es
precisamente un elemento de este tipo. Si Lacan escribe su sujeto con una barra es porque el
sujeto del que se trata en la lógica del significante es un sujeto diferente de sí mismo y ésta es
la lectura que podemos proponer de esa barra: un sujeto que cumple esa función de un
elemento no idéntico a sí mismo.
“Barrio privado… privado de carne, de leche” el significante por sí mismo no vale nada, para
que esta palabra tome valor depende de los otros significantes de la cadena significante que se
va armando. El significado se va armando una vez que se va articulando la cadena.
Siempre el mínimo de significantes es dos porque no hay nada natural en ese significante que
lo suelde con un significado, no hay ninguna correspondencia del orden de lo natural. Lacan
lleva esta hipótesis al extremo. Los estructuralistas tienen la idea de una estructura que está
completa, que está cerrada en sí misma. Sin embargo, Lacan percibe que si el mínimo de
significantes es dos y si la única relación posible entre significantes es solamente de diferencia,
la estructura nunca podría estar completa.
Esto es lo que viene a demostrar la lógica del significante, que lleva la hipótesis estructuralista
hasta el extremo. Por eso podemos decir que Lacan es ultra-estructuralista porque toma esta
hipótesis del vaciamiento del significante y lo lleva a un extremo tal que incluso se diferencia de
los propios estructuralistas.
Mientras que para los estructuralistas la estructura siempre está completa, para Lacan no. No
es posible lógicamente que la estructura esté completa.
Pág. 9 diferencia entre lógica y lingüística. La lógica no pretende tomar en cuenta los efectos
del significado, se ocupa del significante en tanto que no quiere decir nada. Le interesa el valor
del significante, que es siempre por oposición y por lo tanto el mínimo siempre es dos. La lógica
es pura matemática, puro vaciamiento de sentido y pura relación por oposición. La lógica
permite vaciar de sentido, puro significante. No importa el sentido, importa la relación de pura
diferencia entre significantes y esa relación es lo que a él le permite llevar al extremo esta idea
estructuralista.
Lacan al llevar la lógica del significante a un extremo tal permite ver que la estructura no está
completa. Esto lo vemos ya en la primera enseñanza de Lacan.
Si formamos un conjunto de todos los significantes ¿cómo los definimos? Solo los podemos
definir por oposición, por lo tanto, siempre va a tener que existir un elemento exterior a ese
conjunto que quede por fuera y que pueda definirlo. Es en ese punto que toma la teoría de los
conjuntos.
De ningún modo podemos obtener un todo de los significantes, para definirlo siempre tenemos
que poner un elemento externo a este conjunto que va a valer de acuerdo a la diferencia.
Siempre es necesario otro significante que, por diferencia, nombre a ese conjunto. Siempre
queda algo por fuera del conjunto la estructura nunca está completa.
Podemos llevar este planteo más al extremo. Podemos encontrar un elemento que es distinto
de sí mismo, por ejemplo, a es diferente de a. Un elemento que no es idéntico a sí mismo.
Estos dos esfuerzos lógicos son fundamentales en la diferencia entre Lacan y los
estructuralistas. Primero porque no hay una estructura completa y luego porque Lacan incluye
Ideas que surgen de esto Idea de no-todo e idea del sujeto que no es idéntico a sí mismo.
Como estamos constituidos por el lenguaje, como el lenguaje nos atraviesa, no hay manera de
pensar un yo autónomo.)
Sujeto en Lacan no tiene nada que ver con lo subjetivo ni con lo individual. Es el efecto del
significante. No lo puedo identificar con individuo o un viviente, incluso es anterior, está situado
antes de que las personas existan en estado individual. El sujeto es el efecto del lenguaje. ¿Qué
es lo que da la marca de la verdadera posición del pensamiento? El sujeto. Es algo que deriva
de la existencia del significante. El sujeto es aquello que determina qué será el pensamiento, las
tratar de esclarecer de la mejor manera posible cuál es la función de un sujeto. Las
determinaciones del lenguaje que implican y marcan eso que después vamos a llamar
pensamiento y que, en realidad, no dependen del pesante, sino de un pensamiento que es
anterior al pensante.
Orden simbólico.
Referencia a Levi-Strauss
Aquí aparece la relación con Levi-Strauss. En Antropología estructural Levi-Strauss distingue el
subconsciente del inconsciente:
Teoría de lo imaginario: Lacan dice: “Entré al psicoanálisis con una escobilla que se llamaba el
Estadío del espejo” El estadio del espejo tiene que ver con ese interés lúdico que el niño, entre
los seis y dieciocho meses, testimonia por su imagen especular, rasgo mediante el cual el niño
se distingue del animal. Reconoce su imagen y se interesa por ella.
A partir de este principio, Lacan pensó dar cuenta de lo que se comprueba en la experiencia
cotidiana, la agresividad ambivalente del hombre respecto a su semejante, que es siempre
aquel que lo suplanta, aquel que está en su lugar, justamente porque es su semejante.
Esta teoría explica también la relación fundamentalmente paranoica del hombre con su objeto.
El objeto le interesa en la medida en que el otro está dispuesto a quitárselo.
Abordar la cuestión del yo a partir del estadio del espejo lleva a una concepción donde el yo no
es unificador, tampoco es unificado, es un desorden de identificaciones imaginarias. El yo es un
desorden y así es como aparece en la experiencia analítica.
Esta relación mortífera entre el yo y el otro (relación en la que está el yo o el otro) tiene como
única salida un desenlace identificatorio, es decir, alienante. Ahora bien, todas las
identificaciones no son equivalentes. En Freud mismo, algunas identificaciones son normativas.
Lacan utiliza el término de imago, que resume toda esta dificultad. Por un lado es una imagen
sensible, por otro lado un conjunto de rasgos organizados, incluso tipificados.
A partir de este punto Lacan empieza con la disyunción de lo simbólico y lo imaginario. Puede
decirse que la enseñanza de Lacan comienza cuando distingue en forma radical lo que
pertenece al dominio imaginario y lo que pertenece al dominio simbólico. Al mismo tiempo,
distingue el yo en su dimensión imaginaria y el sujeto como término simbólico.
Teoría de lo simbólico: Una vez que ha distanciado el símbolo de la imagen, lo simbólico tiene
dos vertientes: la vertiente de la palabra y la vertiente del lenguaje.
En esta vertiente, ¿qué podemos decir del síntoma? El síntoma se debe a un defecto de
simbolización, que constituye un centro de opacidad en el sujeto porque no fue verbalizado,
porque no pasó a la palabra, y que se deshace en cuanto pasa a la palabra. La cura analítica
aparece como una cura de simbolización. La cura opera porque permite dar significación
retroactiva a lo que permaneció opaco para el sujeto en su experiencia.
La otra vertiente concierne a lo que se puede llamar el orden simbólico como conjunto
diacrítico de elementos discretos, separados. Diacrítico quiere decir que los elementos
adquieren valor unos respecto de otros. Estos elementos separados, en tanto tales, están
privados de sentido y forman en su conjugación una estructura articulada. Esta estructura no
tiene origen, está siempre allí puesto que sus elementos solo valen unos en relación a los
otros. Por eso, el sentido de la enseñanza de Lacan se opone totalmente a toda idea de
psicogénesis.
La estructura del lenguaje preexiste a la entrada del sujeto en esa estructura, sea cual sea el
aprendizaje, el niño no modifica esta estructura, debe someterse a ella, Se trata de una
estructura hecha de sin-sentido.
La primera vertiente es ante todo significación y la segunda es ante todo sin-sentido. El acento
de Lacan pasó indudablemente de la primera vertiente a la segunda.
Tercero: Lacan hace funcionar a lo simbólico, a la estructura íntegra como un término. Muestra
cómo la relación entre la estructura simbólica y el sujeto se distingue de la relación imaginaria
del yo y el otro. Por eso introdujo la escritura del Otro con mayúscula (A), que se distingue del
otro con minúscula (que es recíproco, simétrico del yo imaginario).
El Otro es el gran Otro (A) del lenguaje, que está siempre ya allí. El otro del discurso universal,
de todo lo que ha sido dicho en la medida en que es pensable. Ese Otro que es un tercero
respecto a todo diálogo, el Otro del pacto como el Otro de la controversia. Es el alocutor
fundamental, la dirección del discurso más allá de aquel a quien se dirige.
La teoría de la comunicación olvida algo: que es en el lugar del código, en el sitio donde está el
código que se elabora fundamentalmente el mensaje. Esto llevó a Lacan a formular que, en la
comunicación humana, el emisor recibe su mensaje del receptor en una forma invertida. El
Otro de Lacan es también el Otro cuyo inconsciente es el discurso; el Otro que en el seno de mí
mismo me agita, y por ello es también el Otro del deseo, del deseo como inconsciente.
Lo que Lacan llama el Otro es una dimensión de exterioridad en relación al sujeto que tiene
función determinante para el sujeto.
¿Cuál es la función del analista? Su función es desaparecer en tanto que yo (moi), no permitir
la relación imaginaria dominar la situación. En la experiencia analítica debe estar en el lugar del
Gran Otro, solo desde ese lugar tiene posibilidad de deshacer el síntoma.
Esquema Lambda.
La ley serviría en un principio para establecer una regulación entre los seres humanos y
para que no impere la ley de la selva, pero basta que se ponga en funcionamiento para
que no dejemos de sufrirla y para que el determinismo significante produzca todos sus
efectos paradojales en el ser hablante.
En resumen, desde una segunda perspectiva, lo simbólico ya no estará referido a la
palabra como intermediaria sino más bien a la estructura del lenguaje como el
conjunto diacrítico de elementos discretos que se acercaría a una noción cibernética
que vehiculiza una huella imborrable y que adelanta de alguna forma la posterior
relación del concepto inconsciente con el automatismo de repetición en Freud y la
pulsión de muerte.
Podemos decir, la vertiente de la palabra es una vertiente del sentido, la vertiente del
lenguaje es de sinsentido.
Estructura e inconsciente
¿Cuál es esa estructura del lenguaje de la que habla Lacan?
Todo parte de la hipótesis estructuralista de Saussure y Jakobson que se puede resumir
en el axioma: “en la lengua no hay más que diferencias sin términos positivos”.
Recordemos que Saussure produce un vaciamiento de la lengua, sostiene que la lengua
no es una sustancia sino una forma, un sistema de puras diferencias, aun cuando por
otro lado conserve de manera contradictoria el esquema del signo lingüístico
encerrado en una elipse y las diferencias solo sean concebibles a nivel del significante y
del significado, tomados por separado. Para Saussure entre los signos no hay
diferencias, sino oposiciones. No hay valores intrínsecos sino puramente diferenciales.
Lacan toma esta desustancialización de Saussure, pero modifica el algoritmo otorgando
supremacía al significante: S mayúscula sobre s minúscula, sin la elipse y engrosando la
barra de significación para señalar la dificultad del pasaje del significante al plano del
significado.
La significación se desplazará por debajo de la red de significantes y no se localiza en
ningún significante en particular. La significación sería un efecto de los significantes
articulados en la cadena.
A cambio del esquema del signo saussureano, Lacan prefiere el binarismo
jakobsoniano, teniendo en cuenta que si bien es la articulación de los significantes la
que produce efectos de significación, el sentido de una frase dependerá también de
quien la pronuncie y de la enunciación en la que esta se sitúe.
Hay significantes que se relacionan en la cadena creando efectos de significación a
espaldas del sujeto y sin que la voluntad consciente tenga que intervenir, como es el
caso de las formaciones del inconsciente. Esto implica una cierta autonomía del orden
de lo simbólico. El sujeto está sujetado a la estructura del lenguaje que de alguna
forma lo habla, es preso de la estructura del inconsciente, a merced del significante.
pero además ese recuerdo falso se impone una y otra vez. Hay un punto similar con los
recuerdos encubridores.
Algo que tienen en común es que hay un fallo en los recuerdos. Hay un sustitutivo.
Sustitución metáfora. Hay algo sustituido, un elemento que viene por otro. Estos
recuerdos encubridores hacen metáfora de el otro recuerdo suplantado. También
hablamos de metonimia, algo que se ha desplazado en estos recuerdos.
Mecanismos subyacentes propios del inconsciente.
- Mecanismo de la condensación metáfora.
- Mecanismo del desplazamiento. metonimia.
Chiste modelo de las formaciones del inconsciente. ¿Cuál es la gracia del chiste? El
elemento significante. Chiste que tiene un elemento de palabra. Como, en una palabra,
por ejemplo, pueden subyacer dos elementos contenidos (condensación). Tuerce el
significante. Desplazamiento de sentido. Chiste como algo repentino, que aparece
(relación con el inconsciente). El sentido parece venir por un lado y se desplaza.
Irrumpe. El inconsciente funciona por irrupción, por sorpresa. Y es también como
funciona la interpretación analítica, va a tomar por sorpresa al yo del sujeto para
apuntar al inconsciente.
Miller habla del piropo. La lengua está hecha de agudezas. Fin del piropo retener a
la mujer un instante, el tiempo justo para que admita que existe. El piropeador es el
hombre en tanto no renuncia a hacerse oír por el Otro, encarnado en la mujer. Intento
caballeroso de llegar al Otro, esfuerzo poético. En la comunicación humana el receptor
envía el mensaje a quien luego lo va a emitir (?). Desplazamiento de sentido, también.
Misma estructura del chiste, se desplaza. Algo que atenta contra el código. Lo uso no
para comunicar algo sino para romper el sentido.
El malentendido es la esencia de la comunicación, porque tenemos inconsciente.
Cuando uno quiere decir algo, se le cuela otra cosa).
No hay metalenguaje.
La lengua única no puede ser trascendida, dice Miller. Tratándose del lenguaje humano
no hay, a diferencia de los otros sistemas de códigos semiológicos, una instancia
lingüística superior que oficie de metalenguaje y venga a interpretarla.
Si queremos definir una palabra debemos hacerlo con otras palabras pertenecientes al
mismo sistema. No hay nada por encima del lenguaje que garantice o nos permita dar
cuenta del lenguaje, salvo por el mismo lenguaje que se ve obligado, al no existir un
lenguaje por encima de la lengua única, a dividirse entre lenguaje objeto y
metalenguaje de sí mismo.
La lengua, para poder ser hablada, debe poder interpretarse a sí misma y tomarse
como objeto de su propia reflexión, a diferencia de otros sistemas semiológicos que
tienen, a la hora de ser interpretadas, la lengua corriente, la lengua única, como
metalenguaje. Dicho en términos de Jaques Alain Miller: Hay un lenguaje L1. Hablar de
él exige un lenguaje L2, que lo sobrepase y objetive. A la vez, hablar de L2 exige un L3,
etc. Cada uno de ellos oficia de metalenguaje de el anterior, pero no hay metalenguaje
absoluto, el último como tal, siempre existirá uno mayor.
Cada lenguaje es así metalenguaje del lenguaje anterior y objeto del lenguaje venidero
que hará las veces de metalenguaje. Sin embargo, no se trata de lenguajes diferentes,
sino del mismo lenguaje.
Todos los sistemas semiológicos no lingüísticos tienen a una lengua única, le lengua
materna, como metalenguaje, como un lenguaje superior que los trasciende y
garantiza. El estudio del lenguaje, la lingüística, conlleva una particularidad a diferencia
de todas las otras ciencias: el lenguaje debe ser estudiado con el mismo lenguaje,
escindirse entre lenguaje objeto y metalenguaje como medio para abordar ese objeto,
como medio para abordarse a sí mismo.
Tenemos así el lenguaje del que se habla y el lenguaje por medio del cual se habla del
lenguaje. Jaques Alain Miller utiliza el siguiente ejemplo:
1) París es una ciudad.
2) París tiene dos sílabas.
La misma palabra figura en (1) y en (2) y, sin embargo, no es la misma. En definitiva,
una palabra designa algo, en este caso la ciudad de París, y a sí misma a la vez. De allí
que sea necesario distinguir entre el uso y la mención mediante comillas, cursivas o
alguna marca similar. Si seguimos citando indefinidamente (en una suerte de L1, L2, L3,
etc.) la serie de citas tiene un comienzo, pero no un final y puede extenderse
indefinidamente. La cita puede abrirse al infinito y la división proseguirse. Existe un
límite inferior pero no uno superior. Si la lengua única puede ser hablada es porque
puede hablar de sí misma.
La división del lenguaje
Y como no existe un metalenguaje para la lengua única, hay que explicar el lenguaje
con lenguaje, una frase con otra frase, un texto con otro texto. Se necesitará siempre
de un nuevo texto, de un significante en más que venga a oficiar de metalenguaje. A
nadie se le ocurriría definir la palabra pizarrón con la misma palabra pizarrón, ya que
ello implicaría creer que existe una consistencia del significante y una coincidencia en
el mismo sitio del sujeto y sus atributos. En ese caso, decir simplemente Juan, bastaría
para decir todo lo referente a Juan. De ser así, el lenguaje no podría hablarse, un
término no remitiría a otros términos.
Por el contrario, la lengua es un sistema articulado de diferencias y la estructura del
significante es de remisión. Un significante, en tanto no posee consistencia, no puede
autodefinirse.
Un texto no puede explicarse con el mismo texto, un significante con el mismo
significante, a no ser que ese texto o ese significante se dividan y ya no sean iguales a sí
mismos, ocupen lugares diferentes en la cadena. Y esto es lo que ocurre con el Sujeto,
para poder incluirse en la estructura del lenguaje, para poder ser representado en la
cadena del discurso, el sujeto debe dividirse, no ser igual a sí mismo. Entonces algo del
ser allí se pierde. Pero a la vez, ese S2, ese significante en más, no bien es incluido en el
conjunto, pasa a ser parte del S1 que requiere inmediatamente de un nuevo S2 que lo
venga a resignificar y así indefinidamente.
En síntesis, cada metalenguaje de un lenguaje objeto, puede ser a la vez objeto de otro
metalenguaje que hable de él., en la medida en que no hay metalenguaje fuera de la
lengua única (en el sentido de última, de tope que no puede ser superado) y en tanto
no existe una lengua superior a aquella con la que nos comunicamos, y nos
malentendemos, todos los días.
Siempre la significación es subjetiva y nunca se toca el hueso de aquello de lo que
realmente se trata. La red del significado flota debajo de la red de los significantes y no
se localiza en significante alguno.
La lengua no se puede trascender, no hay nada fuera de la lengua que pueda venir a
interpretarla ni oficiar de metalenguaje. Una palabra, una frase, una oración se
interpretan con otra palabra, otra frase, otra oración pertenecientes al mismo sistema.
Pero ese lenguaje corriente que obra de metalenguaje y que interpreta un texto
anterior, no es menos impreciso y ambiguo que el lenguaje objeto del que pretende
dar cuenta. La imprecisión y la ambigüedad están también en él presentes y son parte
de su estructura. El lenguaje que hace las veces de metalenguaje está constituido
también por significantes cuyo único valor es de diferencia y que carecen de
atributos, de propiedades en sí mismos. En síntesis, el lenguaje corriente está
expuesto a la tergiversación de la verdad; al no haber una consistencia en el
significante, no puede garantizar una verdad. Por más función de metalenguaje que se
le pudiere pedir, no por ello deja de portar consigo las mismas condiciones
estructurales de insustancialidad y de valor de pura diferencia. Además, ese lenguaje
siempre deja algo afuera e instala un imposible de decir.
Dado que el lenguaje está constituido por puras diferencias y que el significante no
posee valor en sí mismo, para hablarlo necesitamos poder explicar o definir nuestros
dichos con más lenguaje, pero al hacerlo no estamos garantizando una mayor exactitud
ni una transparencia en dirección a la verdad, sino introduciendo una capa más de
equívoco y malentendido. Para el psicoanálisis, la única verdad es una verdad lógica,
que deviene de la misma articulación significante, una verdad que está no en lo que el
sujeto quiere o cree decir, sino en la pura condición significante de aquello que, en
realidad, y a pesar suyo, dice. Pero esa verdad es ya no-toda.
Con este lenguaje equívoco, los seres humanos pretendemos garantizar nuestros
dichos y defender nuestras posiciones particulares.
No hay otro del Otro. Al definir o explicar lo que decimos, lo hacemos con el mismo
lenguaje que, aunque oficie de metalenguaje, no deja por ello de ser menos equívoco y
expuesto al malentendido. Además, por estructura y a causa de la misma
inconsistencia del significante, la lengua deja afuera un resto inasimilable a su orden,
un imposible de decir que instala al objeto como separado del cuerpo.
La lengua única, como un tope.
La lengua única, como la llama Miller, es última.
Salvo la palabra inicial, que es solo objeto, todos los otros planos constituyen a la vez
lenguajes objetos y metalenguajes, esto es: están escindidos. La pregunta es si puede
existir un lenguaje objeto que, sin dividirse, pueda hablar a sí mismo, que no necesite
de otro lenguaje, que no es más que el mismo lenguaje único, para ser hablado. Claro
es que un lenguaje de esas características, sobre el que no hay nada que decir, nada
que definir, sería un puro real. Pero nosotros no podemos decir que un árbol es árbol y
punto. La lengua es un sistema articulado donde una palabra no tiene un valor en sí
misma sino por sus relaciones con otros términos.
Lo cierto es que esa misma imposibilidad de definir a una palabra con la misma
palabra, se encuentra en el momento de nombrar al sujeto. No se puede decir, a la
hora de hablar del sujeto, que Diego es Diego, aún cuando el nombre propio sea
aquello que menos remite a otros significantes y que cumple más bien con las
condiciones de la letra. Aún así, no es el nombre en sí mismo y por sí solo quien lo
define, sino el ser hijo de tales padre, marido de tal mujer, etc. Es decir, Diego, el
nombre, como todos los nombres, no dice, por estructura, gran cosa de quien lo porta
en cuanto a su ser.
El significante es lo que representa al sujeto para otro significante. En ese sentido, el
sujeto ya está dividido, de antemano, entre S1 y S2, entre el significante que lo
representa y sus atributos dividido por el solo hecho de estar representado en la
cadena de su discurso. Esa división no es accidental, sino que está de entrada, por
estructura, en la división del lenguaje mismo, en esa división entre lenguaje objeto y
metalenguaje. No hay lenguaje sin división.
Dice Jaques-Alain Miller: si la lengua única puede ser hablada, es porque puede hablar
de sí misma. Es en sí misma metalenguaje y lenguaje-objeto. Por eso, no hay
metalenguaje, hay lengua única.
La lengua única, a diferencia de otros sistemas semiológicos, tiene que vérselas a sí
misma. En definitiva, la lengua única no cesa de citarse, de hablar de sí, de referirse a sí
misma. Pero no se puede trascender. Del mismo modo, el pensamiento, edificado en la
lengua única, no puede trascenderse a sí mismo.
En ese sentido, la asociación libre tiene la función de permitir al sujeto captar esa
división del lenguaje. Es que no hay con qué analizar si no es haciéndolo con la misma
lengua en la que se encuentra enfermo el paciente. El sujeto está enfermo de palabras,
pero como la lengua única no puede ser trascendida, es con esa misma lengua única,
con esa misma lengua inconsciente, con la que hay que analizar. Pero no hay en
definitiva metalenguaje; la interpretación del analista no es una explicación ni un
metalenguaje del relato del paciente. No existe interpretación posible en una lengua
superior, en otro del Otro, en otro garante de una verdad última.
Interpretación y no hay metalenguaje
Cuando Lacan afirma: “no hay metalenguaje” se refiere a que la interpretación del
analista no pone sentido a los dichos del paciente ni oficia explicación alguna. La
interpretación psicoanalítica no es una hermenéutica, una puesta de significación por
parte del analista ni un metalenguaje del discurso del analizante. La única
interpretación concebible en psicoanálisis es la que toma su material de los propios
dichos del paciente, la que deviene de las articulaciones significantes, de la misma
estructura del lenguaje. En todo caso, la verdad en un análisis no es aquella que el
analizante espera que provenga desde afuera, sino la que se desprende del devenir del
significante y de sus asociaciones, es decir, una verdad parcial, no-toda. Que no haya
metalenguaje es concomitante con el hecho de que no existe una lengua del la
lengua ni garantía por encima de los dichos del analizante.
necesitará de otros significantes que vengan a hacerlo, a no ser que ese elemento se
plantee como no igual a sí mismo, como a diferente de a’, es decir se divide.
Vía del significante, en el caso del sujeto, algo de su ser se pierde. El significante separa
al sujeto de sus atributos, en el nombre no están incluidas las cualidades del sujeto, la
división puede ser pensada entre el significante que lo representa y el significante en
más, el resto de los significantes de la lengua. La única cualidad de un significante es
ser lo que no son todos los otros, o sea, un resto, un vacío.
El nombre propio es equivalente al casillero vacío, porque si una descripción es una
descripción que adjudica propiedades, predicados, para esto no vale ninguna
propiedad. El nombre propio es lo que punta a lo real como imposible de decir. El
nombre propio equivale a S(A), punto de ausencia del significante adecuado, punto de
agujero. El rasgo unario, el S(A), son todas formas de lo que le falta al significante para
ser el Uno del sujeto, casi podría decirse, para hacerlo Uno.
La división del Sujeto se trata de una división estructural en el plano de la misma razón,
en el plano de lo simbólico. El sujeto ya no será el de la unidad de las representaciones,
tal como lo concibe la psicología, sino el efecto subjetivo, de significación, que la
articulación de los significantes entre sí produce. Efectos del lenguaje en el momento
mismo en que el sujeto habla y al hacerlo, es hablado por la lengua y constituido de
este modo en relación a Otro. En el lapsus, se produce una significación que se ubica
más allá de la voluntad consciente, una significación que el sujeto no esperaba y que es
fruto de la articulación significante.
El psicoanálisis viene a decir que el sujeto está inmerso en la estructura y que en esos
efectos de significación se vehiculiza un deseo inconsciente, hay un punto que no está
subjetivado y que por lo tanto produce al sujeto del inconsciente.
“Pienso donde no soy, soy donde no pienso”
El sujeto se divide entre aquello que lo representa en los significantes y su ser de goce:
en una parte se representa y en la otra es. Allí donde soy no pienso y donde pienso no
soy. El pienso está a nivel discursivo, el sujeto está ahí representado, sustituido en la
cadena discursiva, es decir, se representa en lo discursivo, pero es en su fantasma. El
sujeto como conjunto vacío se representa por un S1 que no lo representa sino para los
otros significantes. Deberíamos hablar de dos operaciones constituyentes del sujeto,
de alienación y separación. Por un lado, está el sujeto que piensa y por otro el objeto,
en ese caso el propio sujeto devenido en objeto.
No se trata de saber si hablo de mí mismo de manera conforme con lo que soy, sino si
cuando hablo de mí soy el mismo que aquel del que hablo.
Sujeto freudiano y modernidad
Lacan realizó un esfuerzo para liberar al inconsciente de la herencia conferida por la
psicología y que, lejos de remitirlo a las emociones y a las producciones de lo
imaginario, como lo hiciera la psicología, lo ubicó por el contrario del lado del
Metáfora y metonimia.
Los estudios de Jakobson permitieron a Lacan enunciar su hipótesis del inconsciente
estructurado como un lenguaje y equiparar las figuras de la metáfora y la metonimia a
los mecanismos del proceso primario descripto por Freud en relación con los sueños: la
condensación y el desplazamiento. Esta equiparación de Lacan se basa en la división
del uso del lenguaje en dos ejes que señalan funciones de semejanza y funciones de
contigüidad, relaciones internas y relaciones de contexto. (Metáfora y metonimia, que
Lacan equipara a la condensación y el desplazamiento, indican el lugar del sujeto en la
búsqueda de la verdad, la forma cómo el inconsciente logra burlar la censura, la
posibilidad de que el deseo inconsciente emerja).
En términos generales, la metáfora es la sustitución de una palabra por otra en virtud
de una similitud posicional y viene a señalar el hecho de que el significante en tanto
tal no significa nada y que, por lo tanto, puede llamar para sí las más diversas
significaciones. La condición de posibilidad de la metáfora es que el significante no
signifique nada, no tenga función de representar un significado y que, por
consiguiente, se pueda decir una cosa diciendo otra. En la metáfora el sentido se
produce a partir del sinsentido, no habría posibilidad de la metáfora sin la articulación
y sin desustancialización, sin el vaciamiento propio del significante.
Tomemos por ejemplo la metáfora: las perlas de su boca. La metáfora permite extraer
una mayor cuota de sentido que la que se obtiene de la expresión literal, un plus. En
síntesis, se ha sustituido un significante por otro en la cadena y en vez de aparecer, por
ejemplo, perlas, aparece dientes. El significante dientes ha pasado por debajo de la
barra a formar parte de la significación. Ese significante sustituido, lejos de permanecer
inactivo, ha establecido una relación de orden metonímico con el resto de los
significantes de la cadena; mantiene, por debajo de la metáfora, una conexión
metonímica, de contigüidad, con el significante boca. En la metáfora se produce la
emergencia de un sentido, el franqueamiento de la barra de significación. Y si podemos
advertir el sentido de la metáfora es porque se realiza por debajo una conexión
metonímica; hay una relación de contigüidad entre los dientes y la boca, existe una
metonimia que subyace a la sustitución metafórica y la permite. Lacan dice: la
metonimia es inicial y hace posible la metáfora. Y la transferencia de significado solo
es posible debido a la estructura misma del lenguaje. La transferencia de significado
solo es posible debido a la estructura del significante. Si alguien viniera y dijera
simplemente perlas, nadie se percataría a qué se está refiriendo; si a las piedras
preciosas, a las mujeres de nombre Perla, etc. Es decir, no advertiríamos claramente si
se está usando o no ese significante en un sentido metafórico. La metáfora es posible a
partir de la estructura del lenguaje como sistema articulado y del significante en tanto
no tiene propiedades y vale solo en función a las diferencias.
En conclusión, lo primero es la articulación del significante, la nominación articulada, la
función posicional que hace posible luego la transferencia de significación.
La metáfora brota entre dos significantes de los cuales uno ha sustituido al otro
tomando su lugar en la cadena significante, mientras que el significante oculto sigue
presente por su conexión metonímica con el resto de la cadena. Si no hubiera carencia
de ser, si la llamada “identidad” no fuera algo definitivamente perdido vía del lenguaje,
no podría existir una identificación entre los dos significantes que constituyen la
metáfora.
Los dos ejes del lenguaje.
Según Jakobson, el lenguaje se divide en dos ejes: el eje de la selección y el eje de la
combinación (un tema trae a otro por semejanza o un tema trae a otro por
contigüidad) y la relación que se establece entre estos dos ejes y las afasias: un tipo de
afasia afecta la función metafórica y el otro la función metonímica.
El sentido a partir del sinsentido.
El sentido de la metáfora se produce a partir del sinsentido y de la “incongruencia”
que implica, por ejemplo, llamarles perlas a los dientes, última viaje a la muerte o
primavera de la vida a la juventud.
La metáfora en su franqueamiento de la barra de significación permite un encuentro
con la significación, un efecto de sentido, inclusive mayor del que se podría expresar en
una lengua informativa. Lo que no podría expresarse en forma literal, se expresa a
través de una especie de “incongruencia” (relacionar con los sueños). Esto no es muy
diferente, sin embargo, de lo que acontece con el lenguaje en su conjunto, en su
condición de gran metáfora, de sustitución de otra cosa: la significación, como afirma
Lacan, flota por debajo de la red de los significantes y no se localiza en significante
alguno.
Acerca de la metonimia.
La metonimia es la conexión entre un significante y otro en virtud de una contigüidad o
una proximidad. La metonimia muestra la estructura de remisión del significante en la
cadena.
Lacan sostiene: la elisión que instala la falta en ser en la relación de objeto utilizando
para ello el calor de remisión de la significación para investirlo con el deseo que apunta
a esa falta que él soporta. Hay falta en ser porque la conexión es entre los
significantes.
La dimensión del lenguaje saca al ser humano de cualquier relación natural con el
objeto y consigo mismo y lo instala en un devenir significante donde lo más propio de
sí está perdido. Esta elisión de un significante implica que en el Otro, lugar del
significante, se instala una ausencia, falta un significante, significante que permite,
gracias a su sustracción misma, cerrar el conjunto. Este agujero en el Otro es una forma
de dar cuenta del no hay metalenguaje que es correlativo a la existencia del
inconsciente freudiano y de su estructura de lenguaje.
El deseo es ese movimiento heracliteano, ese devenir permanente en las aguas del
significante, el drama, la virtud al mismo tiempo, de no encontrar aquello de lo que
realmente se trata.
Varias son las formas lingüísticas que pueden adoptar condición metonímica: (Cabe
aclarar que el reemplazo metonímico en la cadena es entre significantes y no a nivel
del referente o de la cosa. De ahí la posibilidad de remisión significante, en la medida
que el significante en tanto tal no significa nada)
- Sinécdoque: la parte por el todo. Esta remisión se fundamenta en las relaciones
de contigüidad entre la parte y el todo de algo.
- Continente por el contenido, autor por la obra, marca por el producto: En
todos estos casaos, lo que permite la metonimia es la relación de contigüidad
entre los elementos.
La metonimia, al implicar una conexión de un significante a otro, es la figura que
permite burlar la censura. Si alguien quiere evitar pronunciar el nombre del adversario,
puede aludir a él nombrándolo por algún rasgo que lo particulariza.
El concepto de represión freudiana es consustancial a las condiciones estructurales del
lenguaje, específicamente al procedimiento de la metáfora, a la barra de significación
que produce la tachadura del sujeto. Pero no existe metáfora sin metonimia previa.
Hay represión, aunque más no sea por el hecho de que el significante implica una
sustitución y una pérdida y que, aún cuando intente nombrar, instala al mismo tiempo
algo del orden de lo innombrable, de lo indecible.
Sabemos que hay represión estructural y por otro lado la posibilidad de que la censura
sea burlada gracias a los desplazamientos que permite el lenguaje.
Metáfora y conexión metonímica.
La metáfora sustituye, está en el lugar de otro significante, mientras que por debajo de
la barra la metonimia establece la conexión de contigüidad que la sostiene. Lacan
señala que el síntoma tiene la forma de la metáfora, de la sustitución, y que el deseo
tiene la estructura de la metonimia. Que el síntoma tenga la forma de la metáfora
implica que el cuerpo es tomado por el significante, que el significante cava su surco en
lo real y que hay en el síntoma una envoltura formal, un modo de presentación que
sustituye a otros significantes de la historia del sujeto. Hay una diferencia entre las
metáforas del lenguaje corriente y el síntoma: en este último no hay agudeza, chispa
de advenimiento de sentido, sino represión y la significación permanece oculta para el
sujeto que lo padece.
Cuando Lacan dice que el síntoma es metáfora quiere decir que el síntoma siempre
está en lugar de otra cosa. Para Freud el síntoma está en lugar del deseo reprimido.
Cuando Freud hablaba de la formación de personas mixtas en los sueños (un padre que
es sustituido en el sueño por un tío) decía que saber que este padre es sustituido por el
tío no sirve de mucho. Lo que hay que buscar es la X común, es decir que el sujeto diga
que ese tío es tan cruel como su padre. Uno se da cuenta que el deseo, la conexión
metonímica está en el puente que ha permitido la sustitución metafórica. El síntoma es
una metáfora, pero ¿de qué metonimia? Tenemos que aprender a escuchar como
Freud escuchaba los sueños, es decir, los significantes. El significante no remite a un
significado sino a una trama de significantes (sobredeterminación del sueño).
Síntoma y metáfora, deseo y metonimia.
Que el síntoma es metáfora equivale a que es una sustitución, a que está en el lugar de
otra cosa, en el lugar de un deseo reprimido.
¿Qué es lo que facilita la formación del síntoma? La estructura misma del significante,
el hecho de que el significante en cuanto tal no significa nada y que por consiguiente
puede traer para sí, en sus articulaciones, diversas significaciones. Lo que formalmente
permite que se produzca el síntoma es la metáfora; la posibilidad de sustituir a nivel
inconsciente el mal funcionamiento de las cuestiones familiares por una parálisis en las
piernas en base a una conexión que se establece entre el no caminar de las cosas y el
no caminar en el sentido literal de las piernas. Esto viene a marcar la incidencia misma
del significante en el cuerpo, la intervención del significante en lo real. Si el significante
caminar tuviera una significación adosada, si tuviera la función de representar al
significado, no podrían producirse este tipo de sustituciones ni una inscripción del
significante en el cuerpo.
Hay metáforas que tienen que ver con la repetición en el sujeto. Son del tipo de las
metáforas cristalizadas, metáforas que han pasado al uso corriente. “El carácter de una
persona es una metáfora extinguida, es algo que ya no le molesta como metáfora, se
ha identificado a eso y es parte de su ser”.
El lenguaje en su conjunto tiene la condición de metáfora, está en el lugar de otra cosa,
donde debería estar la mesa está el vocablo mesa, etc. Pero no se trata aquí del objeto;
el referente como tal en el lenguaje está perdido. La sustitución en la metáfora no es
entre un nombre y una cosa, sino entre un significante y otro; un significante en el
lugar de otro significante. Si no hay pérdida no hay lenguaje simbólico. Nada del orden
de lo natural habita en el significante, la lengua es una convención social, el sujeto se
construye por una operación metafórica, y de este modo se pierde a sí mismo, pasando
a estar representado en la cadena de su discurso por un nombre, una historia, un mito
familiar, una trama significante de la cual no es más que un término.
El ser viviente es sustituido, constituido por una operación metafórica, pero a la vez
una metonimia sostiene todo eso, se toma una parte, un rasgo, por el todo. En la
metonimia, al ser tomado un rasgo por el todo algo del ser ahí se separa.
El deseo es metonímico, esto puede relacionarse con el hecho de que a nivel de los
significantes el referente está perdido y con aquello de que la pulsión no tiene objeto.
También puede entenderse en dirección a que el significante, al no tener sustancia, al
valer solo por las diferencias, instala la falta en ser en el sujeto. Dice Lacan “es la
conexión metonímica del significante con el significante lo que permite la elisión por la
cual el significante instala la carencia de ser en la relación con el objeto”.
En el lugar de esa falta estructural introducida por el lenguaje está el deseo. El deseo, a
diferencia de la necesidad, no encuentra el objeto o en todo caso ese objeto es oscuro,
intercambiable. Por un lado, la pulsión no tiene objeto, por otro lado, se puede decir
una cosa diciendo otra. Lenguaje y pulsión son concomitantes en un punto y remiten a
la no relación sexual, al no encuentro con el objeto.
Por ser el deseo deseo de un sujeto hablante, está confinado a acontecer en los
significantes y seguir el camino de la remisión de un significante a otro, la vía
metonímica. La llama que lo mantiene vivo es la insatisfacción, el deseo de nutre de la
insatisfacción. El deseo es consustancial con la falta en la estructura, consustancial a la
castración simbólica. Si el sujeto es un ser deseante, si trabaja, estudia, se inserta en
una cultura, etc. es a causa de estar en el lenguaje como efecto de la estructura
significante, es decir, barrado.
El deseo encuentra sus articulaciones en el lenguaje y como la lengua no es de autoría
del sujeto, sino que le pertenece al Otro, el deseo siempre es el deseo del Otro. El
deseo encuentra sus conexiones significantes, que se desplaza en la cadena
significante, que no se desea sino lo que desea el otro. No hay deseo de uno. En la
medida en que los otros desean es que un sujeto puede desear. Desea lo que el otro
desea. El deseo es deseo de deseo. Desea ser deseado por el Otro, desea el deseo del
Otro.
Que el deseo es metonímico implica que no hay encuentro ni correspondencia entre
un significante y el deseo, no existe palabra que pueda nombrar el deseo. Hay
metonimia del deseo porque hay falta estructural respecto del significante,
imposibilidad de aprehender el objeto. Lacan grafica esa falta en el otro: S(A).
En el desplazamiento metonímico, en la articulación significante, el deseo se extravía.
Que la pulsión no tenga objeto es equivalente al hecho que de la dimensión del
significante el referente está perdido, consustancial con aquello de un significante
desustancializado, carente de atributos, que solo tiene un valor en la diferencia.
Dispositivo analítico.
Asociación libre e interpretación.
Los términos del dispositivo analítico encuentran sus condiciones de posibilidad y sus
fundamentos en la estructura misma del lenguaje, en el hecho de que el significante en
cuanto tal no conlleva implícita una significación y en el estatuto de remisión del
significante. Si no se entiende cómo funciona esa estructura del lenguaje, no
entenderemos la razón de ser de la asociación libre ni los fundamentos de la
transferencia, la interpretación y el deseo del analista.
Ni nos atenemos a la estructura del lenguaje y al hecho de que el significante produce
sus efectos a espaldas del sujeto sin que su voluntad tenga que intervenir mayormente,
la regla de asociación libre no será un decir cualquier cosa entre las infinitas
posibilidades de combinación de la lengua, sino que ese decir cualquier cosa siempre
querrá decir algo concerniente en definitiva al deseo inconsciente, aun cuando el
sujeto no sepa en realidad lo que está diciendo.
La condición diacrítica del significante, su vacío de propiedades, establecen la
autonomía de la cadena en relación al sujeto. El sujeto es un efecto de la articulación
significante, y no la causa. Si convenimos que el sujeto no inventó su propia lengua,
sino que habla la lengua del Otro, es decir que no es el causante sino la consecuencia y
un efecto de la combinatoria de los significantes, un sujeto barrado, hablado por el
lenguaje, confiaremos entonces que la regla de asociación libre no es tan libre como
parece.
Precisamente, la regla del psicoanálisis facilita el despliegue de la cadena significante y
que el sujeto sea hablado por el lenguaje, que diga más de lo que cree estar diciendo, o
que diga muy otra cosa de lo que cree decir.
El análisis no es una relación de comunicación donde uno habla y el otro comprende
sino, por el contrario, un acontecer en el plano de cierto malentendido y equívoco. La
vida diaria de las personas está llena de contradicciones en la formulación de sus
enunciados y que muestran el engaño, la impostura del propio decir: el discurso divide
al sujeto.
Entonces no se trata de explicarle al paciente, sino permitir mediante alguna
intervención, por medio de la cita de alguna palabra que dijo el mismo paciente, con
alguna puntuación, etc. que el descubrimiento de la contradicción, de la no
coincidencia del enunciado con la enunciación, la descubra el propio analizante, es
decir, que la interpretación se complete de algún modo en el analizante, que esta
advierta que al cabo de sus palabras se encierra un saber que es del orden del
inconsciente.
Pero la confrontación del paciente con su decir solo puede ser aceptada en la medida
en que la Transferencia se encuentre instalada, vía la asociación libre. Por eso Freud,
en “Consejos al médico” aconsejaba no interpretar antes de que la instalación
transferencial lo permita. En Lacan, por el contrario, es la interpretación lo que permite
explica, sino que actúa por sesgo, por alusión, se vale a veces de la homofonía y toma
su material del discurso mismo del analizante.
(El paciente quiere que lo ayuden, que le digan qué hacer, que lo aconsejen, lo guíen.
Pero, cuando el analista, en vez de responderle y acceder a su demanda, lo invita a
asociar libremente y lo confronta con su propio discurso, aparece en relación al
síntoma de una segunda vertiente. Ahora, además de ser un sufrimiento, el síntoma se
vuelve un enigma. El síntoma es lo que está en lugar de otra cosa. Donde está el
síntoma debería estar un deseo inconsciente. Esta teoría del síntoma corresponde al
primer momento de Lacan, el síntoma como metáfora. El analizante querrá averiguar
acerca de la significación y se preguntará sobre lo que el síntoma oculta, por el saber
que encierra. Esta es una de las acepciones del síntoma: la de un mensaje dirigido al
Otro, la de metáfora.
De lo que se trata en psicoanálisis, a diferencia de todas las ciencias, es de una falta
estructural en el orden simbólico en torno de la cual se edifica el sujeto humano. El
objeto del psicoanálisis es un objeto que en cuanto tal está perdido, que nunca estuvo
en parte alguna. Es decir, el objeto en psicoanálisis es la falta de objeto. El psicoanálisis
no ofrece una curación a ese punto incurable de la condición humana ni pretende
saldar la castración constitutiva del sujeto humano. Solo constituye una escucha ética).
Cuando el analizante, a través de la asociación libre, se percata de la división
estructural que le impone el lenguaje, demanda un saber del analista, una
interpretación. Pero este calla, posterga la respuesta, para dar lugar así a la remisión
de los significantes y para que la significación aflore como efecto de las mismas
articulaciones de la cadena.
Transferencia.
La Transferencia, entonces, en ese sentido, no deja de ser también una consecuencia
de la regla fundamental del psicoanálisis. En el concepto de Transferencia no hay
cabida para la teoría de la comunicación. Oscar Masotta afirma que cuando un
paciente afirma que el analista lo comprende, hay que estar seguro de que ese análisis
no camina. En síntesis, no se trata de comunicación ni de un vínculo de confianza, sino
de una relación a la estructura del lenguaje y de un analista puesto en el lugar del Otro
de la lengua a quien el paciente dirige su demanda de saber.
Lacan introduce un concepto clave en la Transferencia, el concepto de Sujeto supuesto
saber (SSS), que Miller define como el pivote en el torno del cual se ordenan todas las
cuestiones referidas a la transferencia.
El concepto de Transferencia no estaba previsto en la historia de la teoría psicoanalítica
y haría su aparición como un obstáculo o una dificultad para la prosecución de la cura.
En primer lugar, surge, en la teoría freudiana, como una resistencia al análisis: el
paciente en determinado momento deja de recordar, de traer nuevas asociaciones y de
interesarse en la cura y pasa a ocuparse de la figura del analista. El amor al analista
implicaría en ese sentido una resistencia a la continuidad de la cura. El paciente
hermenéutica, no estamos ante una puesta de significación por parte del analista ni un
metalenguaje del discurso del analizante. Esto se debe a que no hay significaciones
previas a la estructura significante. La única interpretación concebible en psicoanálisis
es la que toma su material de los propios dichos del paciente, la que deviene de las
articulaciones significantes, de la misma estructura del lenguaje. La verdad en un
análisis no es aquella que el analizante espera que provenga de afuera, sino la que se
desprende del devenir del significante y de sus asociaciones, una verdad parcial, no-
toda. Cuando alguien pide un turno para tratamiento, por lo general no sabe y
tampoco tiene la obligación de saber las diferencias entre psicoanálisis, psicoterapia,
psiquiatría, etc. Simplemente lo solicita porque ya no puede arreglárselas solo, con el
Otro. Su demanda en ese momento es de curación, quiere que el síntoma desaparezca,
que su sufrimiento desaparezca. EL paciente quiere que lo ayuden, que le digan qué
hacer, que lo aconsejen, que lo guíen. Pero el analista, en lugar de responderle y
acceder a su demanda, lo invita a asociar libremente y lo confronta con su propio
discurso, haciendo aparición una segunda vertiente en relación al síntoma. Ahora
además de ser sufrimiento, el síntoma es enigma. El analizante se pregunta ¿qué
verdad encierra mi síntoma? ¿Cuál es la significación de lo que me sucede? ¿Por qué
hay cosas que se repiten en mi vida? El síntoma está en lugar de otra cosa, es
sustitución, es metáfora. El analizante querrá averiguar acerca de la significación y se
preguntará sobre lo que el síntoma oculta, por el saber que encierra. Pero sabemos
que el síntoma no solo es metáfora, sino también goce, donde el sujeto encuentra una
extraña satisfacción. En este segundo sentido, el síntoma ya no está referido a la trama
significante que lo teje sino a la presencia de la pulsión de muerte. Eso que hace
muchas veces difícil su desaparición y la curación de las enfermedades mentales. No es
seguro que la gente quiera curarse, a veces el analizante se aferra a su síntoma, está la
pulsión de muerte, el más allá del principio del placer, el masoquismo, la repetición
que vienen a cuestionar la idea de un bien universal para el caso del sujeto en
particular y que lo tornan indestructible la teoría psicoanalítica. ¿Quién pudiera hoy
negar la pulsión de muerte en los hablantes? ¿Quién podría negar la dimensión del
goce? En psicoanálisis se trata de una falta estructural en el orden simbólico en torno
de la cual se edifica el sujeto humano. El objeto del psicoanálisis es un objeto que en
cuanto tal está perdido, que nunca estuvo en parte alguna. El psicoanálisis en ese
sentido, no ofrece una curación a ese punto incurable de la condición humana ni
promete saldar la castración constitutiva del ser humano. Solo constituye una escucha
ética, una escucha diferente. Retomando la relación entre lenguaje y dispositivo
analítico, cuando el analizante a través de la asociación libre se percata de la división
estructural que le impone el lenguaje, demanda un saber al analista, una
interpretación. Pero este calla, posterga la respuesta, para así dar lugar a la remisión de
los significantes y para que la significación aflore como efecto de las mismas
articulaciones de la cadena. La TRANSFERENCIA entonces no deja de ser también una
consecuencia de la regla fundamental del psicoanálisis. En el concepto de transferencia
no hay cabida para la teoría de la comunicación. Oscar Massotta afirma que cuando un
paciente dice que su analista lo comprende, hay que estar seguro de que ese análisis
no camina. No se trata de comunicación ni de vínculo de confianza, sino de una
Otros autores
Lev Vigotsky
Pensamiento y lenguaje" (1934) constituye, sin lugar a dudas, la obra donde el
psicólogo ruso Lev Vigotsky expuso con mayor claridad y profundidad su visión sobre la
relación entre cognición y lenguaje.
PENSAMIENTO Y LENGUAJE EN VIGOTSKY
Desde una perspectiva general y ya desde muy joven, Vigotsky defendió
vehementemente que la Ciencia Psicológica no podía ignorar la conciencia, una visión
de la Psicología no demasiado popular ni en su tierra, la URSS, patria de los
reflexólogos, ni en el resto del mundo, especialmente en los EEUU donde el paradigma
conductista imperaba en los ámbitos académicos y científicos. Dicho de otro modo, el
joven pensador defendía una psicología "con mente", epistemológicamente abogaba
por un cognitivismo. Por tanto, junto a Piaget, la escuela de la Gestalt y unos pocos
coetáneos más, afirmaba que los procesos mentales podían ser investigados y afirmaba
la posibilidad de su abordaje científico, al contrario de lo defendido por los
conductistas. Desde esta óptica, aquí tendríamos el primer paralelismo evidente entre
su punto de vista y el de la Psicología y Neurociencias Cognitivas contemporáneas,
incluyendo la actual Psicolingüística: sin ninguna duda, el lenguaje y el resto de las
funciones mentales tienen una dimensión interna, mental o computacional que puede
y debe ser estudiada científicamente.
A diferencia de otros psicólogos tanto anteriores como contemporáneos, Vigotsky
afirmaba que el pensamiento y el lenguaje, como funciones mentales superiores,
tenían raíces genéticas diferentes, tanto filogenética como ontogenéticamente. Eso sí,
se desarrollan en una continua influencia recíproca. En este sentido, se diferenciaba
claramente de las posturas que estaban defendiendo un continuismo entre el intelecto
general y los procesos psicolingüísticos. Por ejemplo, para Jean Piaget, de cuya teoría
Vigotsky (1934) hizo un excelente análisis y crítica, ambas capacidades mentales
estaban relacionadas, como veremos más adelante. Tampoco para el Conductismo
tenía sentido establecer una diferenciación entre conductas inteligentes y conductas
verbales: ambos tipos de comportamientos eran aprendidos mediante los mismos
mecanismos de condicionamiento. Para Vigotsky, sin embargo, las dos funciones se
desarrollan de forma independiente, y según el autor, esto es evidente tanto en la
adquisición y desarrollo de ambas en el niño como desde una perspectiva comparada y
evolucionista.
A Vigotsky no se le escapaba la interrelación que se establecía entre ambas
capacidades en un momento determinado del desarrollo (la aparición, por ejemplo,
de la inteligencia o del pensamiento verbal), así como la influencia del lenguaje en
otras capacidades cognitivas. Sin embargo, defendió tanto la existencia de estadios de
desarrollo del habla pre-intelectuales como de pensamiento e inteligencia pre-
lingüísticos. En esa íntima interrelación, Vigotsky pensaba además que el lenguaje
podía determinar el desarrollo del pensamiento. En suma, el desarrollo evolutivo del
Pinker (1994; Pinker y Bloom, 1990), en cambio, se situó en una posición distinta. No
vio la necesidad de postular este paso intermedio, defendiendo una evolución más
gradual basada en los mecanismos de selección natural. Para él, el lenguaje pudo
haber surgido a partir de una secuencia de cambios genéticos que produjeron
reorganizaciones en los circuitos cerebrales de primates sin habla. Sin embargo, para
llegar a algo tan complejo como el lenguaje, tuvieron que sucederse toda una serie de
cambios evolutivos muy pequeños. Las ventajas adaptativas de los primeros homínidos
parlantes sobre los no parlantes tuvieron que ser enormes, siendo la selección natural
la explicación última de nuestro lenguaje.
Pero independientemente de las diferencias entre estos dos puntos de vista, ambos
argumentos apoyaron una compatibilidad entre la teoría evolucionista y un instinto del
lenguaje exclusivamente humano, diferenciado del resto de la cognición, que es
precisamente la postura defendida por Vigotsky.
DISOCIACIONES ENTRE LENGUAJE Y OTRAS CAPACIDADES COGNITIVAS.
Si el lenguaje es un producto de la inteligencia humana, o si depende de otras
capacidades cognitivas de tipo general, una alteración del mismo debería ir
acompañada de alteraciones en otros dominios cognitivos. Si, por el contrario, el
lenguaje es un módulo cognitivo que no tiene que ver con otras capacidades, tendrían
que existir disociaciones dobles, es decir, tendría que ser posible encontrar personas
que tuvieran daño selectivo en lo lingüístico y tuvieran intactas otras capacidades
cognitivas, y viceversa. La existencia de disociaciones dobles sería un apoyo inequívoco
a la teoría de Vigotsky.
La investigación con pacientes afásicos (que han sufrido lesiones en las áreas corticales
encargadas del lenguaje) efectivamente comenzó pronto a mostrar que era posible
encontrar personas con daños severos en componentes del procesamiento lingüístico y
que, sin embargo, conservaban intactas el resto de las facultades mentales (Pinker,
1994).
Sin embargo, el mero hecho de encontrar personas con problemas exclusivamente
lingüísticos y resto de capacidades intactas no es suficiente para concluir que el
lenguaje es independiente del resto de la cognición. Podría ocurrir que el lenguaje
fuera más demandante desde un punto de vista cognitivo y que estas personas no
pudieran utilizar plenamente todo su potencial intelectual. Por tanto, sería necesario
encontrar el déficit opuesto (o disociación doble): casos en los que un lenguaje intacto
conviviera con capacidades cognitivas dañadas en otros dominios.
Resumiendo, los casos aquí expuestos apoyaron la existencia de una disociación entre
lenguaje e inteligencia, algo que ya había sido propuesto mucho antes por Vigotsky. No
parece que el primero dependa de capacidades de tipo general. Además, el hecho de
que se hayan encontrado trastornos específicos del lenguaje de tipo hereditario es un
claro apoyo para los que defendían capacidades biológicamente programadas para el
aprendizaje de las lenguas en la Psicolingüística.
Jean Piaget
Concepto de lenguaje y relación lenguaje-pensamiento.
Para Piaget, pensamiento y lenguaje se desarrollan por separado. El lenguaje es un
producto de la inteligencia, es adquirido. La inteligencia empieza a desarrollarse desde
el momento del nacimiento, antes de que el niño hable. A partir de esto, se puede
inferir que el desarrollo del lenguaje resulta del desarrollo cognitivo. El niño aprende a
hablar a medida que su desarrollo cognitivo alcanza cierto nivel en particular. El
lenguaje sería un caso particular de la función simbólica que se constituye en el curso
del segundo año y que en conjunto con la imitación diferida y simbólica de los gestos,
el juego simbólico, la imagen mental, la imagen gráfica o dibujo, entre otros; son
responsables del paso desde las conductas sensorio-motrices hasta el nivel de
representación o pensamiento.
Es el pensamiento el que permite adquirir el lenguaje. Esto implica que el lenguaje en
los seres humanos no es innato, sino que lo vamos adquiriendo de a poco como parte
del desarrollo cognitivo. El lenguaje no transforma el pensamiento sino en la medida
en que éste se encuentra apto para dejarse transformar.
En el proceso de adquisición del lenguaje, esta teoría establece dos tipos de lenguaje:
Lenguaje egocéntrico: el niño que aún no ha adquirido el lenguaje no puede expresar
sus primeros pensamientos inteligentes, estos solo existen a modo de imágenes o
acciones físicas. Este tipo de lenguaje acompaña las acciones del niño y no tiene
función comunicativa, simplemente expresa el pensamiento egocéntrico del niño, pues
no tiene interés en ser entendido. Este lenguaje se va reduciendo hasta desaparecer
después de los siete años.
Lenguaje socializado: referido a la comunicación. El niño busca comunicar realmente
su pensamiento al interlocutor, busca ser entendido. Se empieza a desarrollar en la
etapa entre los siete y los ocho años.
Concepto de lenguaje egocéntrico.
Hasta casi los siete años de edad los niños apenas saben discutir entre sí y se limitan a
confrontar afirmaciones contrarias. Cuando intentan darse explicaciones unos a otros a
duras penas logran situarse en el punto de vista de aquel que ignora de lo que se trata
y hablan como si lo hicieran para sí mismos (soliloquios).
Principalmente les sucede que mientras trabajan en la misma habitación o en una
misma mesa, cada uno habla para sí creyendo escucharse y comprenderse unos a
otros, consistiendo esta especie de monólogo colectivo en una excitación mutua a la
acción y no en un intercambio de pensamientos reales.
Piaget considera el lenguaje egocéntrico como uno de los síntomas del pensamiento
egocéntrico del niño de edad preescolar: al hablar, el niño no trata de entender el
Pinker
- “Un recién nacido no es una hoja en blanco” El cerebro viene programado con
aspectos de nuestro carácter.
- Lenguaje como capacidad innata: genéticamente determinada. Parecida a la
concepción de Chomsky.
- El lenguaje depende de dos procesos cognitivos: la memorización de palabras y su
manipulación mediante reglas gramaticales.
- Lenguaje: capacidad de formar ideas en el cerebro de los demás con mucha precisión.
No es un artefacto cultural. Es una pieza singular de la maquinaria biológica del
cerebro.
- Instinto de lenguaje: sabemos hablar, así como las arañas saben tejer sus telas.
- El lenguaje no determina el pensamiento. A veces las palabras no expresan
adecuadamente las ideas.
- La naturaleza humana está determinada por la selección natural. 1
Noam Chomsky
- Chomsky desarrolló sus teorías lingüísticas en los años 50 y 60 del siglo XX.
- Los estudios lingüísticos estaban dominados en ese momento por dos corrientes: el
estructuralismo norteamericano y el conductismo. Chomsky se va a oponer a la
psicología de Skinner (conductismo).
- La lingüística de Chomsky constituye un nuevo punto de vista en los estudios
lingüísticos y una superación de la lingüística de Saussure.
- A diferencia del estructuralismo (que en su propósito positivista intenta quitar al sujeto
de la estructura) los desarrollos de Chomsky dan cabida al sujeto en la construcción del
lenguaje. El sujeto es un partícipe activo, que crea la lengua a medida que la habla. Por
eso, para Chomsky hay creatividad del lenguaje.
Chomsky va a retomar las tesis lingüísticas de los siglos XVII y XVIII, el período que va de
Descartes a Humboldt, cuya doctrina es: “Las características generales de la estructura
gramatical son comunes a todas las lenguas y reflejan ciertas propiedades fundamentales de la
mente”.
Saussure concibe una evolución de la lengua, utiliza el término mutación. Hay cambios en la
lengua, pero allí el sujeto no interviene, sino que son la masa, lo social y factores externos los
agentes del cambios. Por el contrario, en la “gramática generativa” es el mismo hablante-
oyente el que produce esos cambios a medida que habla.
La lengua para Chomsky no es un a priori, sino el resultado del ejercicio y puesta en práctica de
lo que llama la “competencia lingüística”.
La creatividad que Saussure ponía del lado del habla, Chomsky se la concede al lenguaje.
Innatismo lingüístico.
Va a introducir una nota biológica al campo del lenguaje. No hay otra explicación posible para
el lenguaje que la de los mecanismos innatos, sin ellos se trataría de un milagro el que los
sujetos aprendan tan rápido el lenguaje. Va a criticar a la concepción empirista de la lengua,
que piensa que tiene que ser adquirida por el aprendizaje, con esto critica teorías en auge
como el conductismo. Hay una condición previa en el sujeto que nace que es la capacidad de
generar una gramática. La tarea del lingüista es pensar el uso normal y creativo del lenguaje
que presupone un sistema de reglas y principios generativos que el lingüista debe investigar.
Todo individuo que habla una lengua o la comprende es capaz de producir o recibir un número
infinito de frases distintas que en su mayoría son enunciados completamente nuevos. La
lengua es aquello que crean los sujetos que la hablan, aquello cuyo sistema de producción, o
de comprensión, todos tienen en común y no el mero conocimiento pasivo de una lista de
términos o palabras.
En Lacan no hay creatividad del sujeto sino sujeción. El sujeto es hablado por la lengua. La
lengua determina al sujeto. El sujeto para Lacan está atado a unos cuantos significantes que se
repiten a lo largo de su vida y determinan sus síntomas. En la primera enseñanza de Lacan hay
un aspecto creativo que tiene que ver con los juegos del significante y las formaciones del
inconsciente, pero la creación allí está del lado del significante, de esa cierta autonomía que
tiene el orden del significante, ligado al inconsciente y no del sujeto como tal.
La posesión intuitiva.
- Chomsky habla de una posesión intuitiva del sistema implícito de la lengua. A ese
conocimiento que todo hablante tiene del sistema implícito de la lengua y de los
medios para utilizarla le llama competencia.
- Adquirida en la infancia.
- Chomsky habla de adquisición, de competencia, de facultad. Se relaciona aquí con lo
que enuncia Saussure: lo natural en el hombre no es usar el aparato fonatorio para
hablar, sino crear un sistema de signos por el medio que fuera, la facultad de crear una
lengua.
- Aquí hay una diferencia con Lacan pues, para él, no hay adquisición, la lengua está
desde siempre, precede al sujeto. Lo importante en Lacan no es la posesión de una
gramática implícita, sino la diferencia, la oposición S1-S2.
Competencia.
La actuación o “realización”
La gramática generativa.
Chomsky llama “gramática generativa” a ese sistema motor que caracteriza la competencia
lingüística en cada sujeto. Es una teoría de la competencia lingüística.
Dice: “Todo sucede como si el sujeto hablante inventase en cierta medida la lengua al paso que
se expresa o la descubriera a medida que oye hablar en torno suyo. Es como si hubiera
asimilado en su propia sustancia pensante un sistema coherente de reglas, un código genético,
que determina a la vez la interpretación semántica de un conjunto indefinido de frases reales,
expresadas u oídas. Todo sucede como si se dispusiera de una “gramática generativa” de la
propia lengua.
La palabra generar no significa emitir, pertenece tanto al locutor como al oyente, para quien es
discernir todas las frases gramaticales oídas. En ese sentido, la palabra “generar” tiene relación
con la palabra “ingenio” que tiene el significado de “engendrar”, “generar”.
(Aquí hay otra diferencia con Lacan y Saussure: para Lacan no hay pensamiento anterior al
significante, el significante está primero; para Saussure antes del lenguaje el pensamiento no
es más que una masa amorfa e indistinta donde no se podría diferenciar una idea de otra).
Entonces:
(Para Lacan lo que distingue al lenguaje humano es su condición simbólica: actuar a distancia,
prescindir del objeto, ser metafórico, estar en relación con la falta).
Seminario 12
Chomsky sostiene la idea de que el hablante-oyente es ideal. La lingüística se tiene que centrar
en este sujeto que tiene todas las condiciones para comunicarse perfectamente. Está dejando
fuera al inconsciente. Algo tal como el inconsciente debe quedar fuera de la tarea del lingüista.
Chomsky olvida al sujeto, en la medida que está sujeto al inconsciente.
Seminario 23
En algún momento Lacan va a pensar en el lenguaje como órgano (que se piensa a sí mismo),
no como instrumento, no por fuera del sujeto, sino como el sujeto mismo que se piensa a sí
mismo. Chomsky lo toma como un objeto, un instrumento, para Lacan no puede haber
separación entre lenguaje y sujeto.
Chomsky
Lacan