Homero

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Homero

(Siglo VIII a.C.) Poeta griego al que se atribuye la autoría de la Ilíada y la Odisea, los dos grandes poemas
épicos de la antigua Grecia. En palabras de Hegel, Homero es «el elemento en el que vive el mundo
griego como el hombre vive en el aire». Admirado, imitado y citado por todos los poetas, filósofos y
artistas griegos que le siguieron, es el poeta por antonomasia de la literatura clásica, a pesar de lo cual la
biografía de Homero aparece rodeada del más profundo misterio, hasta el punto de que su propia
existencia histórica ha sido puesta en tela de juicio.

Las más antiguas noticias sobre Homero sitúan su nacimiento en Quíos, aunque ya desde la Antigüedad
fueron siete las ciudades que se disputaron ser su patria: Colofón, Cumas, Pilos, Ítaca, Argos, Atenas,
Esmirna y la ya mencionada Quíos. Para Simónides de Amorgos y Píndaro, sólo las dos últimas podían
reclamar el honor de ser su cuna.

Aunque son varias las vidas de Homero que han llegado hasta nosotros, su contenido, incluida la famosa
ceguera del poeta, es legendario y novelesco. La más antigua, atribuida sin fundamento a Herodoto,
data del siglo V a.C. En ella, Homero es presentado como el hijo de una huérfana seducida, de nombre
Creteidas, que le dio a luz en Esmirna. Conocido como Melesígenes, pronto destacó por sus cualidades
artísticas, iniciando una vida bohemia. Una enfermedad lo dejó ciego, y desde entonces pasó a llamarse
Homero. La muerte, siempre según el seudo Herodoto, sorprendió a Homero en Íos, en el curso de un
viaje a Atenas.

Los problemas que plantea Homero cristalizaron a partir del siglo XVII en la llamada «cuestión
homérica», iniciada por François Hédelin, abate de Aubignac, quien sostenía que los dos grandes
poemas a él atribuidos, la Ilíada y la Odisea, eran fruto del ensamblaje de obras de distinta procedencia,
lo que explicaría las numerosas incongruencias que contienen. Sus tesis fueron seguidas por filólogos
como Friedrich August Wolf. El debate entre los partidarios de la corriente analítica y los unitaristas, que
defienden la paternidad homérica de los poemas, sigue en la actualidad abierto.

La obra de Homero

La iconografía grecorromana ha consagrado el noble rostro barbado de un anciano ciego como el de


Homero. Esta es la imagen que ha atribuido la tradición al poeta que escribió la Ilíada y la Odisea, los dos
poemas épicos con que se inaugura la literatura griega y la occidental y cuyo vigor lírico y narrativo
permanece fresco desde hace miles de años. Su nombre y sus obras han alcanzado la gloria y
alimentado mitos, narraciones y leyendas a través de los siglos, sin que hayan perdido su fuerza original.

La mayor parte de la literatura griega se nutrió del inmenso caudal de leyendas y tradiciones que desde
tiempos remotos se transmitía oralmente de generación en generación. También la poesía épica se
transmitía oralmente en sus orígenes: un aedo o un rapsoda la cantaba o recitaba de memoria ante un
público que desconocía la escritura. Los aedos eran músicos ambulantes que cantaban poemas épicos
acompañándose con instrumentos de cuerda; los rapsodas recitaban sin cantar, llevando el ritmo con
los golpes de un bastón.

La perfección y la calidad de la Ilíada y la Odisea, considerados obras maestras de la literatura


occidental, sólo se explica por la existencia de toda una tradición previa sobre la Guerra de Troya que
aedos y rapsodas fueron elaborando y refinando durante siglos y que culmina en los grandiosos poemas
homéricos. A pesar de que Homero se sirve de los procedimientos de la tradición oral, es indudable que
en ambos poemas hay un propósito poético, un plan y una estructura que revela la actividad de un
poeta consciente de su arte.

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