Consejos Esenciales para El Momento de La Muerte (Spanish Edition)

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Índice

PREFACIO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1: TRANSITORIEDAD Y MUERTE

MEDITACIÓN: LA VIDA SE ACABA RÁPIDAMENTE

CAPÍTULO 2: LA MEDITACIÓN DE NUEVE PUNTOS SOBRE LA MUERTE

CAPÍTULO 3: EL PROCESO

CAPÍTULO 4: PREPARACIÓN PARA LA MUERTE

CAPÍTULO 5: LA PRÁCTICA DE LOS CINCO PODERES

MEDITACIÓN: TOMAR Y DAR (TONG LEN)

CAPÍTULO 6: AYUDAR A LOS MORIBUNDOS Y A LOS QUE HAN FALLECIDO

CAPÍTULO 7: ACTIVIDADES ESENCIALES EN EL MOMENTO DE LA MUERTE

SADHANA DEL BUDA DE LA MEDICINA

BENEFICIOS DE LA PRÁCTICA DEL BUDA DE LA MEDICINA

SADHANA DEL BUDA DE LA MEDICINA

MANTRAS PARA AYUDAR A LOS MORIBUNDOS Y A LOS QUE HAN


FALLECIDO

NOTAS

RECURSOS ÚTILES

BIOGRAFÍAS

GLOSARIO

CRÉDITOS

ACERCANDO EL BUDISMO A LA COMUNIDAD DE HABLA HISPANA


Consejos esenciales
para el momento de la muerte
Lama Zopa Rimpoché

Ediciones Mahayana
Título original: Heart Advice for Death and Dying
Publicado originalmente por: FPMT Education Publications, FPMT Inc.
© FPMT Inc., 2008
1ª edición: Mayo de 2012
Traducido del inglés por Marina Brucet, Marian Márquez y Nicolás Viñés
para el Servicio de Traducción de la FPMT.
© De la traducción al español: Servicio de Traducción de la FPMT
(CPTM), 2012
De la edición en español:
© Ediciones Mahayana
C. Santa Engracia 70, 3º dcha.
28010, Madrid (Madrid)
http://www.edicionesmahayana.es
Diseño de la cubierta: Hans Burghardt
Fotografía de la cubierta: Marina Brucet
Ilustraciones del interior: © de las ilustraciones de Milarepa, de Buda
Shakyamuni, de Chenrezig Mil Brazos y de Chenrezig Quatro Brazos, de
Robert Beer. Reproducidas con su permiso. © de las ilustraciones del Buda
de la Medicina de Andy Weber. Reproducidas con su permiso.
Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción de
cualquier parte de este libro mediante medios electrónicos o mecánicos,
incluido el fotocopiado, la grabación o cualquier sistema o tecnología de
grabación y recuperación de información conocido o desarrollado en el
futuro, sin permiso previo y por escrito del editor o del propietario del
copyright.
Prefacio
Todas las tradiciones espirituales cuentan con enseñanzas sobre la muerte y
sobre cómo vivir nuestra vida para lograr el mejor resultado posible tras la
muerte. El ajetreo de los tiempos modernos no deja mucho tiempo libre para
reflexionar en el fin de nuestra vida y, de hecho, puede que nos sintamos
incómodos con el mero hecho de pensar en ello. Es posible que este
pensamiento nos resulte deprimente y que temamos vernos embargados por
la tristeza, que la alegría vaya a desaparecer de nuestra vida. Sin embargo,
cuando pensamos en la muerte y nos preparamos para ella, ocurre justamente
el fenómeno contrario: nuestra vida se llena de felicidad y de paz, y nos
sentimos realizados al tiempo que desaparece el miedo a morir.
La tradición budista tibetana imparte extensas enseñanzas sobre la muerte
desde todos los ángulos concebibles, y ofrece respuesta a prácticamente todas
las diversas preguntas que sobre ella se puedan plantear: cómo tiene lugar su
proceso, qué ocurre después, cómo hemos de prepararnos o cómo podemos
llenar nuestra vida de significado.
El maestro de budismo tibetano Lama Zopa Rimpoché nos pidió que todos
los estudiantes (tanto principiantes como avanzados) pudieran tener acceso a
sus enseñanzas acerca de la muerte, que incluyen consejos esenciales para ese
momento crucial que supone la transición de una vida a la siguiente. Muchos
centros de dharma auspiciados por Rimpoché iniciaron cursos sobre la
muerte en respuesta a su petición, y la organización por él dirigida, la
Fundación para la Preservación de la Tradición Mahayana (FPMT), ha
elaborado este libro y también un programa que se ofrece en los centros de
dharma de la FPMT de todo el mundo.
Este libro contiene consejos esenciales de Lama Zopa Rimpoché para el
momento de la muerte y para alcanzar la más profunda de las aspiraciones de
la vida. Los consejos útiles y las prácticas de meditación para prepararse para
la propia muerte incluidas en el libro serán de gran ayuda, pues contienen las
prácticas esenciales para prepararnos desde ahora mismo, las prácticas a
realizar en el momento mismo de morir y el conocimiento práctico que se
necesita para ayudar a otras personas moribundas o ya fallecidas. Este libro
va dirigido a estudiantes de cualquier nivel.
Las meditaciones reunidas aquí son esenciales para interiorizar estas
enseñanzas y poder así transformar nuestra vida. El presente volumen incluye
además notas, meditaciones y una lista de lecturas adicionales recomendadas.
El libro comienza con una introducción de Kathleen McDonald, seguida de
las conferencias de Lama Zopa Rimpoché, las cuales constituyen el material
de lectura del curso además de ser, por sí mismas, una profunda enseñanza
sobre el tema de la muerte.
El libro también contiene una práctica corta del Buda de la Medicina, que
se puede hacer para beneficiar a los moribundos o a las personas que ya han
fallecido, así como una hoja suelta con un mantra muy valioso impreso que
puede colocarse sobre el cuerpo de los fallecidos a fin de procurarles un gran
beneficio. El resto de prácticas, mantras y oraciones mencionadas en este
ejemplar se encuentran en el volumen que acompaña este libro, Prácticas
esenciales para el momento de la muerte.
La FMPT ofrece un amplio abanico de programas de estudio tanto
presenciales como por correspondencia, desde cursos cortos introductorios,
como Meditación budista y Budismo en pocas palabras, pasando por cursos
básicos como Descubre el budismo, de dos años de duración sobre las etapas
del camino a la iluminación y Fundamentos del pensamiento budista,
impartido en el centro Jamyang de Londres, hasta avanzados cursos de
estudio de tratados filosóficos, como el Programa Básico, los cursos en el
Maitripa College y el Programa de Maestros, de siete años de duración. Para
más información: http://www.fpmt.org/education.
La elaboración de este libro y del curso ha sido posible gracias a la
contribución de muchas personas. Queremos mostrar nuestro más profundo
agradecimiento a V. Tenzin Chogkyi por crear el esbozo general del curso; a
los creadores y editores del programa Descubre el budismo; al Archivo de
Sabiduría de Lama Yeshe (http://www.lamayeshe.com), por facilitarnos el
glosario y por su inestimable trabajo en el registro y la divulgación de las
enseñanzas de Lama Thubten Yeshe y Lama Zopa Rimpoché. También
queremos agradecer a V. Constance Miller y a Sherry Tillery el tiempo
dedicado para ofrecernos su opinión.
Queremos transmitir nuestro especial agradecimiento a Kathleen
McDonald por sus hermosas enseñanzas y por compartir su tiempo y su
considerable experiencia con todos nosotros. Por último, queremos mostrar
nuestro más profundo agradecimiento a Lama Zopa Rimpoché, quien gracias
a su gran compasión y amabilidad ha hecho posible el acceso a estas
instrucciones esenciales para el beneficio de todos nosotros. Esperamos que
este material confiera felicidad duradera a todos los seres, en todos los
confines.
Gyalten Mindrol
FPMT International Office
Portland, Oregón, USA
Octubre de 2008
Introducción
Por Kathleen McDonald

Escribo la introducción a este libro unas semanas después de la muerte de


mi madre. Fue una experiencia difícil para mí (siempre es doloroso perder a
alguien a quien quieres, a alguien importante en tu vida), pero al mismo
tiempo fue también una experiencia hermosa e inspiradora. A mi madre le
diagnosticaron un cáncer en fase avanzada a principios de diciembre y murió
en casa tres semanas más tarde. Me siento muy afortunada de haber podido
acompañarla durante las últimas semanas de vida, hasta que exhaló su último
aliento. Ella había aceptado totalmente su enfermedad y su inminente muerte,
así que no se sentía desdichada ni tenía miedo sino que, por el contrario, se
encontraba serena, mostraba afecto por los demás y se preocupaba por ellos,
y hasta estaba contenta. Tampoco sufrió ningún dolor físico ni mental en
ningún momento.
Creo que la vida y la muerte de mi madre es un ejemplo del tema principal
de este libro, de que la forma en la que morimos depende de la forma en la
que hemos vivido. Si deseamos tener un estado de ánimo sereno y positivo en
el momento de la muerte, necesitaremos desarrollar dichas cualidades tanto
como nos sea posible estando en vida. La aptitud de mi madre para
mantenerse serena, satisfecha y positiva a medida que se iba acercando su
momento fue el resultado de una vida llena de fe, gratitud, optimismo,
bondad y cariño hacia los demás.
El tema de la muerte produce inquietud. A la mayoría de las personas no le
gusta pensar en él, hablar u oír nada acerca de él, y si en algún momento en el
transcurso de una conversación aparece, acostumbra a generarse un silencio
incómodo y se suele cambiar de tema. Pero parte del problema es la falta de
conocimiento; lo desconocemos casi todo acerca de la muerte: qué hacer y
cómo prepararse. No se dan cursos de «gestión de la muerte» en la
universidad o en centros de educación para adultos. Este problema ha sido
solventado en cierta medida en los últimos cuarenta años gracias a la creación
de diversos centros de atención a enfermos terminales y a escritores como
Elizabeth Kübler-Ross y Stephen Levine, aunque si bien parece que hoy día
la muerte y el morir han desaparecido de las sombras y se han convertido en
temas de conversación más aceptables, aún queda un largo camino por
recorrer.
La muerte es un tema muy importante en el budismo, el cual contiene una
cantidad ingente de información sobre los aspectos relacionados con ella, por
qué sucede, cómo podemos prepararnos para nuestra propia muerte, y cómo
podemos ayudar a otras personas que se enfrentan a este momento. En este
libro, Lama Zopa Rimpoché comparte con nosotros la sabiduría que la
tradición budista tibetana atesora sobre la muerte. Como es posible que
algunos lectores no estén familiarizados con el budismo, y más
concretamente con el budismo tibetano, en esta introducción explicaré
algunas ideas budistas básicas sobre la vida y la muerte y sobre lo que ocurre
después.

Visión budista del mundo


Existen diversas ideas que intentan explicar de dónde venimos, por qué
estamos aquí y qué es lo que ocurre tras la muerte. Por ejemplo, algunas
personas creen que existe un creador que nos ha dado la vida, la inteligencia,
el libre albedrío y un alma que vivirá para siempre tras la muerte, mientras
que otras personas creen que no somos nada más que un conjunto de
sustancias y procesos biológicos, y que nuestra vida simplemente cesa
cuando morimos, como una llama que se apaga.
La explicación del budismo es que somos parte de un universo en el que
existen miríadas de mundos y de seres vivos que continuamente entran y
salen de la existencia. Esta situación se conoce como samsara o existencia
cíclica, en cuyo proceso no existe un comienzo ni tampoco un creador. La
fuerza conductora que subyace a todo lo que ocurre (tanto en el universo
como en el individuo) es el karma, la ley de causa y efecto. Más adelante me
extenderé en este aspecto, pero de forma escueta se puede decir que el karma
significa que nosotros experimentamos los resultados o los efectos de
nuestras acciones, lo cual quiere decir que somos nosotros los creadores de
nuestras propias experiencias.
La existencia cíclica no es una circunstancia maravillosa y perfecta sino
que, por el contrario, se trata de una situación imperfecta e insatisfactoria en
la cual nacemos, envejecemos y morimos una y otra vez, y entre cada
nacimiento y muerte experimentamos muchas dificultades: enfermedades,
pérdidas, conflictos en nuestras relaciones, desilusiones, depresión, irritación,
preocupaciones, etc. Por descontado no todas las experiencias son malas,
también hay otras agradables, pero incluso éstas son insatisfactorias, ya que
no son capaces de liberarnos por completo de nuestros problemas, y además
tampoco son duraderas.
Esto puede sonar demasiado deprimente y, de hecho, con frecuencia se ha
acusado al budismo de ser pesimista, pero Buda no sólo impartió enseñanzas
sobre problemas y sufrimiento; también explicó que existe una alternativa al
samsara: el nirvana o liberación, el estado de paz perfecta, de gozo y de
liberación de todos los problemas. Además, existe el estado del completo
despertar, también conocido como iluminación o budeidad, cuyo logro nos
permite beneficiar a todos los seres del universo. Lograr estos estados está al
alcance de todos y cada uno de nosotros ya que, de hecho, de acuerdo con el
budismo, este es el propósito último de nuestra vida: esforzarnos por alcanzar
bien el nirvana (la propia liberación del ciclo de nacimiento y muerte), o bien
el despertar, con el fin de ayudar a la liberación de todos los seres. No
obstante, no tenemos que esperar a alcanzar el nirvana o el despertar para
mejorar las cosas, ya que a medida que se avanza por el camino espiritual, se
experimenta menos sufrimiento y mayor felicidad, al mismo tiempo que
mejora nuestra capacidad de ayudar a los demás.
Buda alentó a sus seguidores a no creer de forma ciega en las escrituras de
los libros sagrados ni en las enseñanzas de los hombres santos, incluido él
mismo; sino que nos enseñó a usar la inteligencia para comprobar las cosas
por nosotros mismos y determinar lo que es verdad y lo que es falso, lo que
es correcto y lo que es erróneo, y es que «tenemos la capacidad» de saber lo
que es verdad, pues nuestra mente tiene un potencial ilimitado. La naturaleza
verdadera de la mente es clara, pura y está dotada de muchas cualidades
positivas, pero dicha claridad, o pureza, está obscurecida de forma temporal
por factores que la obstruyen, como los engaños y el karma, elementos estos
que nos mantienen pegados al samsara. La práctica espiritual permite
eliminar estos factores de forma gradual para que la «naturaleza búdica» clara
y pura de nuestra mente se haga manifiesta, y cuando se alcanza el despertar,
se experimenta la naturaleza verdadera de todas las cosas de forma directa e
inequívoca.
El despertar no sucede de forma instantánea, sino de forma gradual a lo
largo del tiempo, a medida que nos involucramos en la práctica espiritual. El
camino espiritual es un proceso, y uno de los primeros pasos es darse cuenta
de la realidad de la transitoriedad y de la muerte.
La importancia de recordar la transitoriedad y la
muerte
Buda habló con frecuencia sobre la transitoriedad: que las cosas no son
fijas ni estáticas, sino transitorias, cambian en cada momento, lo cual es
cierto no sólo para las personas y otros seres vivos sino para todo lo que
existe en la naturaleza y para todas las creaciones humanas. Ninguna de estas
cosas durará eternamente; los seres morirán inevitablemente y las cosas
dejarán de existir. Buda afirmó:

Todo lo que se ha acumulado se agotará,


lo que ha estado en alto descenderá,
lo que se ha recogido se dispersará,
lo que ha nacido morirá.

Buda también nos recomendó que aceptáramos la transitoriedad y la


muerte, que las contempláramos y permaneciéramos siempre conscientes de
ellas, en lugar de negar o evitar esta realidad:

De todas las tareas de labranza, la del otoño es la suprema,


de todas las huellas de pisadas, la del elefante es la suprema.
De todas las meditaciones, la de recordar la transitoriedad y la muerte es
la suprema.

Es importante recordar estos dos factores, porque si no los recordamos


alimentaremos la sensación de que viviremos eternamente y de que no es
necesario prepararse para la muerte; también tenderemos a pensar que el
único propósito en la vida es disfrutar tanto como nos sea posible, actitudes
que nos impulsarán a descuidar nuestros actos y nos impedirán hacer lo que
realmente importa, que nos harán caer en actos egoístas, deshonestos e
incluso crueles. Una vida semejante será insatisfactoria y tal vez dañina para
nosotros y los demás, y al final, a la hora de la muerte, es posible que el
arrepentimiento y el miedo nos embarguen.
Por el contrario, ser conscientes de la naturaleza transitoria de las cosas
hará que extrememos la atención en nuestros actos, lo cual fomentará
comportamientos y actitudes positivas. Las personas que han tenido una
experiencia de casi-muerte lo confirman. En efecto, quienes han
experimentado un encuentro cercano con la muerte, pero han tenido una
segunda oportunidad, cuando vuelven, refieren un intenso sentimiento de la
importancia de ser humanitarios y afectuosos con los demás, de la
insignificancia de los objetivos materialistas y de la importancia de que
nuestra vida posea una dimensión espiritual.
Sin embargo, no es necesario tener experiencias de casi-muerte para darnos
cuenta de estas verdades esenciales; ser conscientes sistemáticamente de la
transitoriedad y la muerte nos proporcionará el mismo efecto que un
encuentro cara a cara con la muerte.

La muerte no es el final
De acuerdo con el budismo, nuestra vida actual es sólo una dentro de una
sucesión de vidas que se remontan muy lejos en el pasado y que continuarán
durante mucho tiempo en el futuro, hasta que alcancemos la liberación o el
despertar. Cada persona es una combinación de cuerpo y mente, donde el
cuerpo está formado por todos los aspectos físicos del ser: piel, huesos,
sangre, órganos, células, átomos y demás componentes, mientras que, por el
contrario, la naturaleza de la mente no es física; no está constituida por
átomos, células ni por cualquier otra sustancia material. En realidad, la mente
está compuesta de todas nuestras experiencias conscientes: pensamientos,
emociones, percepciones, recuerdos, sueños, fantasías y demás. No es un
fenómeno fijo y estático sino una corriente de experiencias en constante
cambio. Este hecho lo podemos comprobar por nosotros mismos
simplemente observando nuestro mundo interior: en un momento
determinado aparece un pensamiento feliz o una sensación de felicidad, y al
instante siguiente asoma la infelicidad. Podemos ser afectuosos en un
momento determinado y estar enfadados en otro. Los recuerdos del pasado y
las fantasías de futuro entran y salen en mitad de las percepciones del
momento presente. Por consiguiente, la mente nunca es la misma, pues
cambia de un momento a otro.
Mientras vivimos, nuestro cuerpo y mente tienen una relación
interdependiente: lo que sucede en la mente afecta al cuerpo, y viceversa.
Esta circunstancia ha sido confirmada por estudios recientes que han
investigado los efectos de las emociones sobre la salud de las personas y
sobre la duración de la vida; pero la relación cuerpo-mente es transitoria y
finaliza con la muerte, que es el momento en el cual la mente se separa de él.
El cuerpo se deja atrás (se entierra o se incinera), y la mente, que nunca
muere, viaja para conectarse con un nuevo cuerpo y comenzar una nueva
vida. Por tanto, la muerte no es un punto final sino más bien una puerta hacia
otra vida, aunque lo que pasa de una vida a la siguiente no es una identidad
personal inmutable o un alma, sino más bien la corriente mental impersonal
en constante cambio que transporta las huellas o impresiones kármicas de
todo lo que hemos hecho en la vida. Estas impresiones determinan las
experiencias que tendremos en el futuro.
Normalmente la mente de una persona no se separa del cuerpo en el mismo
instante en que la respiración cesa, sino más tarde, en ocasiones horas o
incluso días después. El budismo tibetano propone una explicación sobre el
proceso del morir que incluye ocho etapas. Lama Zopa Rimpoché nos
muestra una breve descripción de dicho proceso en el capítulo tercero,
aunque si se quiere tener mayor información sobre el tema también se puede
consultar la lista de lecturas recomendadas.
Asimismo, el renacimiento tampoco suele tener lugar inmediatamente
después de la muerte, sino que puede tardar hasta siete semanas (49 días). El
periodo que transcurre entre la muerte y el siguiente nacimiento se conoce
como bardo o estado intermedio. Como en el caso anterior, este tema sólo se
comenta de forma resumida en este libro, por lo que también ofrecemos una
lista de lecturas recomendadas.

El karma
Las circunstancias de nuestra próxima vida (el lugar de nacimiento,
nuestros padres, si estaremos sanos o enfermos, si seremos ricos o pobres,
inteligentes o torpes, así como todas nuestras experiencias) no se pueden
elegir, tal y como algunas personas creen, sino que son el resultado de lo que
hicimos en esta vida y en vidas anteriores. Esto es el karma. Karma es un
término sánscrito que literalmente significa «acción», y cuyo sentido entraña
que cada vez que realizamos una acción, depositamos una huella en nuestra
mente que producirá resultados en el futuro, cuando las condiciones idóneas
se reúnan.
El karma puede descomponerse según sea de las acciones del cuerpo, del
habla o de la mente. Creamos karma con las acciones físicas, las palabras e
incluso con los pensamientos. Asimismo, de modo general, el karma puede
clasificarse en positivo y negativo. El factor principal que determina si una
acción es positiva o negativa es la motivación subyacente: el karma es
positivo cuando actuamos con el deseo de ayudar y no dañar a otros y con
una mente libre de engaños, como el enfado o el apego. Los resultados
futuros de tales acciones serán experiencias positivas, como gozar de buena
salud, ser tratado con amabilidad, disponer de lo necesario y otras
experiencias similares. Por el contrario, cuando nuestra motivación está
causada por una actitud negativa, como el odio o el apego, y realizamos
acciones como herir a otros, robar o ser deshonestos, estamos creando karma
negativo. El karma negativo es la causa de sufrir experiencias desagradables
en el futuro, como padecer problemas de salud o pobreza, experimentar el
fracaso o ser maltratado.
Lama Thubten Yeshe solía decir que no hace falta esperar a la próxima
vida para saber cómo funciona el karma ya que en esta vida, incluso en un
solo día, podemos darnos cuenta de que nuestra actitud y comportamiento de
un momento dado afectan a nuestra experiencia en un momento posterior. Si
nos levantamos de mal humor (descontentos con la vida, con nuestra
ocupación, con el mundo, con la clase de persona que somos) y acudimos al
trabajo con semejante estado mental, podemos casi asegurar que ese día
tendremos problemas. Pero si empezamos el día con un estado mental
positivo (satisfechos con nosotros, con nuestra vida, con las personas que nos
rodean), casi todas las experiencias de ese día serán gratas y agradables.
Sin embargo, el karma no es algo inamovible, como las palabras gravadas
en piedra: sólo porque hayamos hecho algo negativo no significa
necesariamente que tengamos que sufrir, ya que el karma negativo se puede
purificar para así no tener que experimentar su resultado en forma de
sufrimiento.
La purificación kármica es un proceso psicológico que incluye cuatro
pasos:

1. Sentir arrepentimiento por lo que se ha hecho;


2. Confiar en la ayuda de los objetos de refugio, como en Buda u otro
poder compasivo, sabio e indulgente, y cultivar actitudes positivas,
como el amor y la compasión;
3. Realizar un acto positivo como remedio a la acción negativa;
4. Tomar la determinación de no de repetir la acción en el futuro.
No existe karma alguno que no sea posible purificar utilizando los cuatro
puntos anteriores, conocidos como las cuatro fuerzas oponentes.
Ahora bien, comprender y aceptar el karma implica asumir
responsabilidades, pues al darnos cuenta de que nosotros somos los creadores
de nuestras experiencias, no podremos culpar a nadie más de nuestros
problemas y tampoco esperaremos que sean los demás quienes nos procuren
felicidad. Comprender esto es crucial para nuestra vida presente: si queremos
felicidad y disfrutar de experiencias positivas hemos de crear las causas
correctas; y si no deseamos desgracia ni malas experiencias deberemos evitar
las causas que las crean.
Comprender el karma es también esencial cuando miramos hacia el futuro,
hacia el final de nuestra vida y a lo que ocurrirá después. Nuestras
experiencias durante la muerte y después de ella están determinadas por las
acciones en esta vida. Una vida positiva llena de amor trae como
consecuencia el tener buenas experiencias en el momento de la muerte y en la
próxima vida, mientras que una vida egoísta y destructiva produce
experiencias negativas durante la muerte y en la próxima vida.
Aparte del karma, otro factor primordial a la hora de determinar las
experiencias de la próxima vida es el estado de la mente en el momento de
morir. La razón es que la mayoría de nosotros llegaremos al final de la vida
con una gran acumulación de karma tanto positivo como negativo, por lo que
cabe preguntarse cuál de dichas huellas kármicas será la causa de la próxima
vida, y la respuesta es que vendrá determinada por el estado mental que
tengamos mientras morimos. Un estado mental positivo (de aceptación,
sereno y bondadoso) activará una de las impresiones kármicas positivas y nos
impulsará a un renacimiento afortunado. Un estado mental negativo (de no
aceptación, apegado a las personas o a las posesiones, o enfadado ante lo que
está sucediendo) activará una de las impresiones kármicas negativas que
impulsará la mente a renacimientos infelices.
Desde el punto de vista budista, esta es la razón principal para aspirar a
morir manteniendo un estado mental positivo. No se trata sólo de que nuestra
muerte sea agradable o llena de temor, sino de que allá donde vayamos sea un
lugar favorable y que las experiencias tras la muerte sean positivas, porque
para los practicantes espirituales, el objetivo real es el de nacer en una
situación donde encontrar maestros cualificados y enseñanzas y en la cual ser
capaces de continuar el camino espiritual hacia los estados superiores de
liberación e iluminación.
El valor de la vida humana
De acuerdo con el budismo, después de morir es posible nacer bajo
condiciones muy diversas, siendo algunas de ellas afortunadas y otras
desafortunadas. Las circunstancias afortunadas se derivan de un karma
positivo, y en ellas están incluidos el reino de los humanos, el de los suras
(dioses) y el de los asuras (semidioses), mientras que las situaciones
desafortunadas son el resultado de un karma negativo, e incluyen los reinos
de los animales, los espíritus hambrientos y los infiernos. De todos los
posibles renacimientos, el mejor desde el punto de vista de la práctica
espiritual es el reino de los humanos, y esto es así porque como seres
humanos disponemos de la cantidad justa y correcta de dificultades como
para poder reconocer lo insatisfactorio de nuestra situación, como seres no
despiertos, y aspirar a liberarnos de ella; pero al mismo tiempo nuestros
problemas no son tan abrumadores como para incapacitarnos para hacer algo
constructivo. La mayoría de los seres de los otros reinos o bien padecen
demasiado sufrimiento o bien disfrutan de demasiado placer como para poder
desarrollar dicha actitud.
No obstante, incluso en el reino de los humanos no todos se encuentran en
la mejor situación para la práctica espiritual, razón por la cual el budismo
menciona el «renacimiento humano precioso», que es una forma especial de
vida humana en la que se poseen todas las condiciones idóneas (internas y
externas) para avanzar en el sendero espiritual que nos liberará del
sufrimiento y la insatisfacción y nos guiará a la felicidad y la paz genuinas y
al despertar. Estas condiciones incluyen tener acceso a enseñanzas y maestros
espirituales que muestren el camino al despertar, profesar fe en dichas
enseñanzas, querer aprender y practicarlas y tener familia o amigos que
apoyen nuestra práctica.
Un renacimiento humano precioso no se obtiene por casualidad sino que es
el efecto producido por haber creado determinadas causas. La causa principal
de este tipo de renacimiento es la de vivir de forma ética, lo que significa
abstenerse de realizar acciones dañinas como matar, robar, mentir y similares.
Otras causas importantes para su obtención son la generosidad, la paciencia,
tener entusiasmo y perseverancia a la hora de realizar acciones positivas y
aspirar a lograr dicho renacimiento. Todo ello significa que si ahora
disponemos de un renacimiento humano precioso es gracias a haber creado
dichas causas en vidas pasadas, por lo que si queremos volver a lograr un
renacimiento igual la próxima vez, es necesario crearlas ahora, durante esta
vida.
En las enseñanzas budistas, la manera habitual de enfocar este tema es
reconociendo lo extremadamente afortunados que somos al haber obtenido
esta vida, por todas las cosas beneficiosas y valiosas que podemos hacer
durante este tiempo, para nosotros y para los demás, ahora y en el futuro. El
renacimiento humano precioso también es raro y difícil de lograr, así que
debemos de hacer uso de esta vida de forma sabia y prudente mientras
dispongamos de esta oportunidad, antes de que se acabe.

Bodichita, la aspiración para lograr el despertar


Lo más beneficioso y significativo que podemos hacer durante nuestra
preciosa vida humana es desarrollar nuestra naturaleza búdica, el potencial
para alcanzar la iluminación. Esto es así porque como el trabajo más valioso
consiste en beneficiar a los demás, resulta que hasta que no logremos el
despertar, nuestra capacidad de ayuda será limitada. Lo podemos observar
por nosotros mismos: hay ocasiones en las que nos sentimos desganados o
estamos tan ensimismados en nuestras propias preocupaciones que no
estamos para ayudar a otros. Hay otras veces en las que si bien nos sentimos
dispuestos a ayudar, nuestro interés decae enseguida o nos agotamos, y puede
incluso que nos lleguemos a enfadar si las personas a las que prestamos
ayuda no quieren cooperar. Como carecemos de sabiduría, nos equivocamos
con frecuencia en las cosas que hacemos queriendo ayudar y, en ocasiones,
en lugar de mejorar las cosas las empeoramos.
Ahora bien, los seres iluminados nunca tienen estos problemas pues poseen
compasión y amor incondicional e inagotable hacia todos los seres sin
excepción. Su sabiduría es perfecta, siempre conocen la mejor manera de
ayudar a cada individuo y su energía nunca se agota. Se han liberado de sus
propias necesidades y por consiguiente no se cansan ni se queman, así que no
necesitan vacaciones ni pausas para el café.
El despertar es un estado que todos podemos alcanzar, pero para ello, en
primer lugar necesitamos desarrollar la bodichita: la aspiración de alcanzar la
iluminación para ayudar a todos los seres. Cuando poseemos la motivación
de la bodichita, todo lo que se hace, incluso las actividades comunes y
corrientes, como comer, dormir y trabajar, se convierten en causas para el
despertar. Lama Zopa Rimpoché afirma que la mejor actitud que podemos
tener al morir es la de la bodichita. Por tanto, generarla y dirigir nuestra
energía hacia el despertar es la mejor manera de aprovechar nuestra vida
humana y nuestra muerte.
De todas formas, todo esto no significa que no podamos ser de ayuda hasta
alcanzar el despertar. Al fin y al cabo, generar y practicar la bodichita ahora
también significa hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ayudar a los
demás, lo cual añade otra dimensión a nuestros actos. Por ejemplo, al dar
alimento a un mendigo o ayudar a nuestro vecino a llevar las bolsas de la
compra, si nuestra motivación a largo plazo es alcanzar el despertar para ser
capaces de liberar a todos los seres de su sufrimiento y también para que
alcancen el perfecto estado de la budeidad, entonces estos simples actos nos
acercan al despertar y se convierten en un beneficio para todos los seres.
Algunas personas en seguida se sienten cómodas con la idea de la
bodichita y empiezan a integrarla en sus vidas, mientras que otras lo
encuentran más difícil, cuestionándose si realmente existe algo como la
iluminación, o hasta puede que se pregunten cosas como «¿una persona como
yo, iluminada, ayudando a todos los seres? Bastante trabajo me cuesta cuidar
de mí y de mi familia». Para las personas que sienten de esta forma actuar
con la motivación de la bodichita puede significar simplemente ser lo más
amable posible y tratar de ayudar a los demás, evitando causarles daño, y
aprender a ser menos egoístas y más altruistas.
En cualquier caso, a todos nos es posible generar la bodichita completa, y
de hecho existen varios métodos para ello, como son meditar sobre el tema y
habituar la mente con determinados pensamientos y actitudes. Cuanto más
familiarizados estemos con dichas cualidades, de forma más natural y sin
esfuerzos surgirá la bodichita.
Uno de estos métodos se conoce como «igualarse e intercambiarse uno
mismo por los demás» e incluye la siguiente contemplación de cinco puntos:

1. Igualarse uno mismo con los demás. Todos los seres (yo y cualquier
otro) somos iguales a la hora de desear la felicidad y no querer el
sufrimiento. No hay ninguna razón por la cual mi deseo de ser feliz y
verme libre del sufrimiento sea más importante que la de cualquier otro.

2. Las desventajas del egoísmo. La actitud egoísta de anteponerse a los


demás es la causa de los problemas y un obstáculo para lograr la paz y la
felicidad reales. Por ejemplo:
• El egoísmo motiva actos negativos, como el robo o el agravio, y crea
así las causas de problemas futuros.
• Todos los problemas que se experimentan en esta vida son resultado
de un karma negativo creado en vidas pasadas y motivado por el
egoísmo.
• El egoísmo entorpece las relaciones, por ejemplo crea problemas en
el trabajo, e incluso hace más difícil la soledad (por ejemplo cuando
nos sentimos solos, aburridos o deprimidos).
• El egoísmo obstaculiza la práctica espiritual (por ejemplo hace perder
mucho tiempo viendo televisión o yendo de compras cuando se podría
estar meditando) e impide generar karma positivo (por ejemplo la
codicia imposibilita la práctica de la generosidad). De esta forma, el
egoísmo impide alcanzar la felicidad en vidas futuras.
• El egoísmo es uno de los grandes obstáculos para alcanzar el
despertar. De hecho, es imposible alcanzar el despertar sin dejarlo de
lado.
En suma, si queremos ayudar a los demás de la mejor forma posible
tanto ahora como en el futuro, debemos vencer esta actitud.

3. Los beneficios de pensar en los demás antes que en uno mismo. La


ausencia de egoísmo, el pensar en el beneficio de los demás antes que en
el beneficio propio, es la causa de toda paz y felicidad hasta el despertar,
debido a que:
• Anteponer a los demás nos motiva a realizar actos positivos, como
pueden ser compartir las cosas con otros, prestarles ayuda cuando lo
necesitan, etc., esto es, a crear un karma que será la causa de la
felicidad y las buenas experiencias en el futuro.
• Las buenas experiencias de esta vida, como por ejemplo gozar de
buena salud, contar con suficientes recursos (alimentos, dinero), tener
amigos que nos aprecian, etc., son resultado del karma positivo
motivado por la ausencia de egoísmo creado en vidas pasadas.
• Anteponer a los otros nos permite disfrutar de unas relaciones más
armoniosas y satisfactorias, en el círculo familiar, en el trabajo o en
cualquier otra situación, y gozar de mayor paz y felicidad aquí y
ahora.
• Anteponer a los demás es la motivación más poderosa para la
práctica espiritual. Cualquier acto guiado por la motivación de ayudar
a los otros nos acerca al despertar.

4. Intercambiarse por los demás. Al contemplar las desventajas del


egoísmo y los beneficios del altruismo, nos damos cuenta de que es
mejor estar menos preocupado por uno mismo y estar más pendiente de
los demás. Por ello, tomamos la determinación de trabajar para cambiar
la actitud egoísta por una actitud de pensar antes en los demás.

5. Tong len: Tomar y dar. Esta es una poderosa meditación para


transformar el egoísmo en altruismo. El tong len se compone de dos
fases: en primer lugar, se medita en la compasión, en el deseo de que los
otros seres puedan liberarse del sufrimiento, y a continuación uno se
imagina que toma para sí todo este sufrimiento que, a su vez, destruye
nuestro egoísmo. En segundo lugar, se medita en el amor, en el deseo de
que los demás sean felices, imaginando que se les envía nuestra
felicidad, buenas cualidades y karma positivo, haciéndoles felices. En el
cuarto capítulo se explican los beneficios de esta práctica y en el sexto
se encuentra una meditación en tong len dirigida por Lama Zopa
Rimpoché.

Esta meditación de igualarse a los demás e intercambiase por ellos


constituye la base de la práctica de los cinco poderes, que Rimpoché explica
en detalle en el cuarto capítulo.

¿Deberíamos tener miedo a la muerte?


En el primer capítulo, cuando se tratan las desventajas de no pensar en la
muerte, Lama Zopa Rimpoché explica que si no pensamos en ella no la
temeremos y que si no nos inspira miedo malgastaremos tiempo y energía
buscando el confort y los placeres de esta vida y no realizaremos ninguna
práctica espiritual (o de dharma).
Ahora bien, la cuestión es si esto significa que es bueno temer a la muerte,
como si la muerte fuera aterradora en sí misma.
El miedo es un tema controvertido en Occidente. Hay quienes creen que es
una emoción negativa, algo que no deberíamos experimentar si somos
practicantes espirituales, que el miedo no debería ser lo que nos impulsara a
la práctica. Hay otros que opinan que el miedo es signo de debilidad y se
avergüenzan de reconocer que lo tienen. ¿Son estas ideas y actitudes las
correctas?
Dejemos de lado por ahora la cuestión de si el miedo es negativo o no. Es
más importante saber si «tenemos» miedo o no. Es decir, ¿tememos a la
muerte o a cualquier otra cosa? Si el miedo ocupa nuestra mente o nuestro
corazón pero pensamos que no deberíamos tenerlo porque es algo negativo o
creemos que deberíamos ser fuertes y no tener miedo, ¿es esta la manera
correcta de tratar con él?
A algunas personas no les cuesta nada asumir y reconocer su temor a la
muerte, no se engañan a sí mismas; pero quizá su problema radique en que el
miedo les obligue a rehuir el tema de la muerte en general, lo cual supone un
gran escollo, pues nunca se enfrentarán a sus temores ni aprenderán a
manejarlos. Más tarde, cuando les llegue la muerte, se angustiarán abrumados
por ellos. Sin embargo, es posible aprender a tratar el miedo e, incluso,
superarlo y ser capaces de enfrentar la muerte con calma y aceptación.
Hay otras personas que, por el contrario, creen no tener miedo a la muerte.
Algunas de ellas son sinceras, pero otras se engañan. Lo sé porque yo misma
solía ser así. En mi adolescencia solía adoptar una actitud frívola hacia la
muerte: «Si sucede tampoco pasa nada, no hay problema, no me da miedo».
Esta actitud cambió por completo durante mi primer curso de meditación en
el monasterio de Kopan, en Nepal, en 1974. Ya había escuchado con
anterioridad enseñanzas sobre la muerte y sobre la importancia de meditar en
ella, pero no las había tomado muy en serio. Sin embargo, estando meditando
allí con Lama Zopa Rimpoché, una noche hubo un terremoto. Aunque la
sacudida no fue muy fuerte, se podían oír los gritos de espanto de los
habitantes de los pueblos cercanos y Rimpoché de repente dijo en un tono
muy grave: «Meditad en la bodichita». Mi más inmediato pensamiento fue
que íbamos a morir, y en lugar de meditar en bodichita, el pánico se apoderó
de mí. Nunca en mi vida me había sentido tan atemorizada y como además
estábamos sentados meditando (o intentándolo, al menos), los contenidos de
la mente eran especialmente vívidos, como una película en pantalla gigante.
Me quedé helada de miedo incapaz de pensar en nada positivo, en nada útil.
Transcurridos unos instantes, que a mí me parecieron una eternidad, la
tierra dejó de temblar, los gritos se apagaron, todo volvió a la calma y yo
suspiré pensando en que gracias a Dios no había llegado nuestra hora, pero la
experiencia resultó increíblemente valiosa. En ese momento, me di cuenta de
la fragilidad de la vida, de que puede perderse en un instante. También me di
cuenta de que tenía miedo a la muerte y de que no estaba en absoluto
preparada para morir. Además supe con certeza que, sucediera cuando
sucediera, no quería morir en semejante estado de pánico, sino más bien en
un estado mental tranquilo, sereno y positivo. Esta experiencia me impulsó a
trabajar con la mente y a aprender a mantenerla tranquila y positiva. Así que
cuando oigo a alguien decir que no teme a la muerte o que la muerte es
irrelevante y que por lo tanto no es necesario hablar de ella ni meditar en ella,
me pregunto si se conoce realmente a sí mismo.
Así pues, necesitamos examinar nuestra mente con cuidado y de forma
honesta para saber si le tenemos o no miedo a la muerte. Cabe preguntarse
cómo nos sentimos, por ejemplo, cuando estamos a punto de sufrir un
accidente de tráfico o cuando vemos a un asesino acechando a alguien en una
película de terror; cómo reaccionamos cuando a un familiar o a un amigo se
le diagnostica una enfermedad terminal, o cuando asistimos a un funeral.
¿Cuál es nuestro estado mental en dichas situaciones? ¿Es un estado sereno y
relajado o hay tensión? ¿Se nos hace un nudo en la garganta? Si en nuestra
mente hay temor ante la muerte y lo negamos, es probable que en el momento
en el que esta llegue experimentemos dificultades. En cambio, podríamos
reconocer este miedo ahora y aprender a manejarlo a fin de prepararnos y
enfrentar la muerte con serenidad.
Para afrontarlo, un método simple es mirar en el fondo del miedo e intentar
averiguar en qué consiste ¿De qué tenemos miedo exactamente? Una vez que
lo hayamos averiguado, hemos de comprobar si hay algo que se pueda hacer,
y si es así, hacerlo.
Es posible que se tenga miedo al dolor. Este temor es en cierta medida
infundado pues, por un lado, no todo el mundo muere con dolor y, por el otro,
hoy en día disponemos de analgésicos para paliarlo. Además, si alguien no es
partidario de tomar medicación, puede aprender otros métodos, como la
meditación, para combatirlo. También puede producir miedo el hecho de
separarse de los seres queridos y las posesiones, en tal caso, se puede
empezar ahora a trabajar para superar el aferramiento (el budismo dispone de
muchos métodos que serán de ayuda). Cuando examino mi propio miedo a
morir, encuentro que no es tanto debido a la muerte en sí como a mi reacción
ante la misma: me asusta más la posibilidad de estar aturdida por las
emociones y de ser incapaz de mantenerme clara y serena. Para
contrarrestarlo estoy aprendiendo a trabajar con mi mente y a mantenerla
positiva y libre de pensamientos perturbadores.
Eso es lo que nos quiere transmitir Lama Zopa Rimpoché, que explica que
si nunca pensamos en la muerte y acostumbramos a eludir el tema, no
reconoceremos el temor que nos produce y, por consiguiente, no haremos lo
necesario para librarnos de él, por lo que tampoco estaremos preparados para
morir. Deberíamos temer no a la muerte, sino a morir en un estado mental
descontrolado o sin haber hecho nada positivo en la vida, y la manera de
evitarlo es entrenarse en la práctica espiritual (en el dharma). En general, es
fácil que las actividades de la vida cotidiana nos mantengan tan ocupados que
nos sea imposible encontrar un hueco para dedicarlo a la práctica espiritual, y
en este caso, recordar la muerte, sobre todo el hecho de que puede acaecer en
cualquier momento, se convierte en un poderoso acicate para
comprometernos en el camino espiritual.
Volviendo ahora a la cuestión de si el miedo es algo negativo o no, todo
dependerá de qué es lo que nos lo provoca, de si el peligro es real o
imaginario y de cómo intentemos controlar el miedo. Si hay un peligro real,
encarar el miedo con sabiduría nos hará evitar aquello a lo que tememos. Por
ejemplo, el temor a los accidentes de tráfico nos hace conducir con
prudencia; de la misma forma, el temor a caer enfermos hace que sigamos
una dieta y un estilo de vida saludables. El temor a las consecuencias
dolorosas de los actos negativos nos hace evitarlos y realizar en su lugar actos
positivos. El miedo a que se nos descontrole la mente en el momento de la
muerte nos motiva para mantener la mente positiva y libre de pensamientos
negativos perturbadores. Todas estas son maneras constructivas de tratar con
miedos reales. Por el contrario, el miedo puede ser negativo si es imaginario
o exagerado, o si no se maneja con sabiduría sino que nos sobrepasa o nos
paraliza.
Desde la perspectiva budista, la razón por la cual tenemos miedo es porque
sufrimos una ignorancia que hace que lo veamos todo (a nosotros mismos, a
los demás y al resto de las cosas) de forma incorrecta. La ignorancia es la
base de otros engaños como son el apego, es decir, el deseo de no separarnos
nunca de los seres queridos y las posesiones, y la aversión, es decir, el querer
estar lejos de personas que no nos gustan y de experiencias desagradables.
Cada vez que examinemos alguno de nuestros temores, encontraremos
probablemente que subyace alguno de estos dos engaños. Esto significa que,
desde este punto de vista, el miedo se puede considerar algo negativo, algo a
superar. Una de las cualidades de un buda, un ser despierto, es que está libre
de todo temor, pero hasta que llegue el día en que nosotros también nos
hayamos liberado de todos nuestros miedos, lo mejor es reconocerlos y
enfrentarlos con sabiduría.

Meditación

En el presente libro se incluyen algunas meditaciones, y asimismo Lama


Zopa Rimpoché habla en varias ocasiones de las meditaciones que se pueden
realizar en el momento de la muerte. Si bien el tema de la meditación es muy
extenso y va más allá del ámbito de este volumen, incluimos a continuación
algunas explicaciones que podrían ser útiles para los lectores poco avezados
en el tema.
En términos generales, el propósito de la meditación es transformar la
mente de un estado negativo a uno positivo. El término tibetano para
«meditación», gom, significa literalmente «familiarizarse». La meditación
trata pues de familiarizar la mente con actitudes positivas como el amor, la
compasión o la sabiduría, y de desprogramarla de actitudes negativas como el
enfado, el apego y la ignorancia. Si practicamos la meditación de forma
regular durante cierto tiempo, surgirán menos pensamientos negativos y más
pensamientos positivos.
Existen muchos tipos de meditación pero todos podrían incluirse dentro de
dos categorías: meditación de emplazamiento y meditación analítica. La
meditación de emplazamiento, o absorción, podría denominarse también
meditación en concentración, y consiste en enfocar la mente en un solo
objeto, como la respiración o una imagen de Buda, sin pensar en las
características del objeto ni en ninguna otra cosa. Para que la práctica salga
bien debemos aprender a detener el «parloteo» mental y cultivar un estado
mental silencioso, claro y sereno. El propósito de este tipo de meditación es
desarrollar la concentración en un solo punto, herramienta clave para avanzar
en el sendero espiritual.
La meditación analítica, por el contrario, supone pensar y analizar, y se
utiliza con objeto de reconocer conceptos y actitudes erróneas (aquellos que
nos causan sufrimiento a nosotros y a los demás) y para familiarizarnos con
actitudes correctas y beneficiosas. El propósito final de este tipo de
meditación es desarrollar la sabiduría que percibe la verdadera naturaleza de
las cosas.
Las meditaciones contenidas en el libro son en su mayoría de tipo analítico.
En el caso de que se desee practicarlas, aconsejamos que se hagan en un
entorno tranquilo, con las menores distracciones posibles. Es conveniente
sentarse con las piernas cruzadas, pero no es obligatorio, ya que es
perfectamente posible meditar sentado en una silla. Sea cual sea la postura
que se elija, hay que intentar mantener la espalda recta, ya que esto permite
que la mente esté más despejada y centrada.
Para empezar, hay que serenar la mente durante unos minutos dejando que
se vayan los pensamientos y preocupaciones; puede resultar útil centrar la
atención en las respiraciones, e incluso contarlas. Una vez que la mente se
haya calmado, generaremos una motivación positiva, por ejemplo: «Deseo
meditar para disminuir la energía negativa de mi mente y aumentar mis
cualidades positivas como el amor, la compasión, la paciencia y la sabiduría;
para poder disponer de más energía positiva y beneficiosa en mi interacción
con los demás y para enviarla al mundo». O, si nos encontramos cómodos
con la idea de la bodichita, podemos pensar: «Voy a realizar esta meditación
a fin de alcanzar el despertar y poder así ayudar a todos los seres para que
también alcancen este mismo estado».
A continuación, iniciamos la meditación propiamente dicha. Si no se
conocen los puntos de la meditación de memoria, se puede tener el libro
abierto delante, leer una parte, cerrar los ojos y meditar en los puntos leídos.
Hemos de sentirnos libres para utilizar las propias ideas y experiencias en los
puntos analizados, ya que el objetivo es generar una experiencia real sobre
los aspectos en los que estamos meditando. Por ejemplo, el objetivo de hacer
la meditación en nueve puntos sobre la muerte es darnos cuenta de que
definitivamente nos vamos a morir, de que además puede ocurrir en cualquier
momento y de que debemos hacer alguna práctica espiritual a fin de
prepararnos para la muerte y lo que acontecerá tras ella. Las experiencias que
logremos con la práctica de la meditación dejarán un impacto muy poderoso
en la manera de vernos y de ver nuestra vida, y en el modo en el que vivimos.
Cuando empezamos a meditar, lo hemos de hacer sin esperar tener
experiencias que transformen la vida ya desde el primer momento, pues
aprender las habilidades básicas, como estar tranquilo y mantener la mente en
el objeto de meditación en vez de divagar o tratar de resolver las dudas y
preguntas que aparecen durante la meditación, lleva su tiempo. Meditar no es
fácil, y la meditación analítica puede ser especialmente compleja. Sería ideal
contar con la ayuda de un meditador experimentado que solucionara las
dificultades que aparecieran durante la práctica, pues lo contrario, tratar de
practicar solos, sin guía, puede ocasionar problemas.
En cualquier caso, si llegamos a un punto en el que tenemos una
experiencia intensa de algo (como podría ser sentir la necesidad de
dedicarnos a la práctica espiritual como preparación para la muerte), en ese
momento, es mejor parar el análisis y enfocar la mente en dicha experiencia
durante tanto tiempo como sea posible, aunque sólo sean unos pocos
segundos. A medida que la experiencia se vaya desvaneciendo, podemos
retomar el proceso analítico o finalizar la meditación. De hecho, este método,
que consiste en combinar la meditación analítica y la de concentración, es la
forma de lograr transformar la mente.
No existen reglas fijas sobre el tiempo que debe durar una sesión: en
principio, deberíamos intentar meditar de 15 a 20 minutos, pero también es
posible algo más o algo menos. Se puede ir variando hasta comprobar lo que
mejor se adecua a nuestra capacidad y al tiempo de que disponemos. Lama
Yeshe solía decir que incluso sólo cinco minutos de meditación son muy
beneficiosos, es decir, que la calidad es más importante que la cantidad, pues
resulta más provechosa una sesión corta con la mente muy centrada que una
larga en la que la mente esté dispersa, vagando.
Al terminar la sesión, deberíamos extraer una conclusión positiva de lo que
se ha pensado y experimentado. Por ejemplo, tomar la determinación de
desprenderse de un hábito concreto o de actitudes que reconocemos que
podrían ser perturbadoras en el momento de la muerte. Y por último, para
acabar, recordaremos la motivación con la que empezamos y dedicaremos la
energía positiva creada durante la meditación al mismo propósito.
Enseñanzas para el momento de la
muerte
Por Lama Zopa Rimpoché
Capítulo 1: Transitoriedad y muerte
La vida es transitoria y muy frágil. En efecto, la vida cambia en el
transcurso de tan solo un año, un mes, una semana, un día, una hora, un
minuto; y también segundo a segundo. Es más, cambia en cada uno de los 65
efímeros periodos que componen un simple chasquido de dedos, e incluso en
estos periodos tan cortos la vida va cambiando.
Ante esto se podría objetar que es lo natural, que no tiene nada de
sorprendente el que la vida mude, y que simplemente debemos dejar que esto
ocurra. Pero no se trata de una forma de pensar demasiado inteligente porque
la vida cambia con mucha rapidez, y nosotros vamos envejeciendo con cada
uno de esos breves instantes. Hay quien podría argumentar, otra vez, que
envejecer es lo natural, y que simplemente debemos dejar que así sea, pero el
hecho de que nos dé igual envejecer es otra actitud errónea. Hay quien sin
embargo prefiere ignorar la transitoriedad de la vida, cerrar los ojos a su
verdadera naturaleza e intentar disfrazar el modo en que aparece a los ojos de
los demás, quienes a su vez, en un vano intento, juegan al mismo juego.
Ninguna de estas actitudes está a la altura del potencial de la mente humana y
además el hecho de estar convencido de ello no está en consonancia con el
propósito del renacimiento humano desde el punto de vista del dharma. No en
vano, no hay maniobra artificial que posibilite pasar de tener 80 años a 16. La
edad nunca se reduce a los ojos de una mente iluminada, aquella que
reconoce plenamente que el cuerpo samsárico es transitorio y que por tanto el
sufrimiento es su naturaleza.
En esos casos se alimenta una doble ilusión: por un lado, creer en inventos
artificiales (es decir, en descubrimientos científicos que mantengan alejada la
decadencia) y, por otro, creer en la idea errónea de que existe un yo eterno,
permanente. El primero es una fuente continua de problemas, mientras que el
segundo nos hace más ignorantes, perezosos y despreocupados.
Existen dos niveles de transitoriedad: (1) burda, o los cambios que se
producen en la materia en el transcurso de periodos largos y (2) sutil, o las
transformaciones internas de la mente y los cambios imperceptibles de la
materia que ocurren en los más pequeños fragmentos de tiempo.
Es imposible para nuestra mente percibir este segundo nivel; no así los
cambios burdos que se manifiestan de un día a otro o de una hora a la
siguiente, como la decadencia, la muerte y demás. Como decía el gran
meditador Gampopa: «Este mundo es como una nave que, existiendo en un
momento, dejará de existir un poco más tarde. El hecho de que parezca que
continúa igual es debido a que hay algo similar surgiendo, como la corriente
de agua en una cascada».
Las alteraciones relacionadas con el envejecimiento deberían
preocuparnos, porque a medida que transcurren los años, los meses, los días y
las fracciones de segundo, y vamos envejeciendo, la preciosa oportunidad
que tenemos de alcanzar el despertar gracias a este renacimiento humano se
va agotando, y nos acercamos cada vez más a la muerte. La cuestión es que
disponiendo del equipamiento apropiado, de una nave espacial con piloto y
de suficiente carburante como para viajar alrededor del universo y visitar
todos los planetas, parece sin embargo que prefiramos permanecer quietos,
con el motor en marcha, consumiendo el combustible y con la mente distraída
en otras cosas. Cuanto más tiempo se prolongue la distracción, más perdemos
la oportunidad de ver los planetas. A medida que se consume el combustible,
decrece el tiempo que resta. Y más aún, esta analogía no consigue ilustrar de
forma adecuada la tragedia de desperdiciar este renacimiento humano
precioso.
Es bien cierto que no vamos a vivir mucho más allá de los cien años; de
hecho, probablemente no pasemos de los 90. Pero es que aunque viviéramos
un millón de años, la vida empezaría igualmente a agotarse a partir del
momento de la concepción, porque en cuanto la mente entra en el útero
materno, se pone en marcha la cuenta atrás de los años y empieza la
transitoriedad de la vida. Aun viviendo cien mil años, ya desde el comienzo
nuestra vida se estaría acortando, cambiando en cada fracción de segundo.
Incluso a medida que pasan los nanosegundos, nada sigue igual; nada es
duradero.
Según pasan los segundos, también pasan los minutos que los incluyen. A
medida que pasan los minutos, también pasan las horas que los incluyen y
mientras pasan los segundos, los minutos y las horas, nuestra vida va
cambiando. Cuando han transcurrido 24 horas ya ha pasado un día, y cuando
han pasado 30 días, también lo ha hecho un mes. A medida que pasan los
meses, van pasando los años. Independientemente de si se vive mil o cien mil
años, el envejecimiento y el declive comienzan desde el mismo instante en
que nuestra mente entró en el útero materno.
Desde el mismo momento en que comienza la vida, empieza su fin. A
medida que pasa cada segundo, se ha acabado el tiempo equivalente de
nuestra vida, que va corriendo a encontrarse con la muerte. De forma similar,
a medida que transcurre cada minuto, cada hora, cada día y cada mes, el
tiempo equivalente de nuestra vida ya ha pasado y estamos mucho más cerca
de la muerte, hasta que finalmente, cuando han pasado los cien mil años, la
persona cuya vida tenía esa duración se encuentra con el hecho de que va a
morir.
Y ha sido así desde el nacimiento, desde que nuestra mente fue concebida
en el útero de nuestra madre, y desde ese momento, ya ha transcurrido un
tiempo concreto. Por su parte, el número de años con los que cada uno cuenta
desde la concepción hasta la muerte lo determina el karma, así que la
esperanza de vida está determinada kármicamente.
Entonces, aunque la duración de la vida fuera de cien mil años, seguiría
acortándose constantemente, acercándose cada vez más a la muerte, así que
no hace falta ni decir que nuestra vida, que es infinitamente más corta,
también se está acabando. Nuestra vida es tan breve que incluso si llegamos a
cumplir la esperanza de vida de 60 o 70 años, se va acortando desde el
momento de la concepción, agotándose constantemente. A medida que
cambia y declina en cada fracción de segundo, una cantidad igual de vida se
ha agotado, y nos encontramos mucho más cerca de la muerte.
Una cantidad de vida igual a nuestros años vividos hasta la fecha ya se ha
consumido; estamos mucho más cerca de la muerte ahora y el tiempo que
resta es mucho menor. Sin importar si somos jóvenes o viejos, cualquiera que
sea nuestra edad, esta cantidad de vida ya se ha agotado. Se ha ido para
siempre y es irrecuperable. Y para muchos de nosotros la que nos queda es
ciertamente más corta que la que ya ha pasado; han pasado más años de
nuestra vida que los años que aún nos quedan por vivir.

Las ventajas de recordar la muerte


Las enseñanzas budistas acerca de la muerte y la transitoriedad son muy
provechosas, pues nos hacen recordar la muerte, con lo que nuestra mente
tendrá presentes los cambios que nos ocurren continuamente, recordará cuán
breve es la vida humana y cómo esta se acorta en cada momento. Por eso
representan un enorme beneficio.
Muchos de los grandes yoguis empezaron meditando sobre la brevedad de
la vida humana, en la transitoriedad y en la muerte. Y todo lo que
consiguieron, el despertar, los logros e incluso su práctica de dharma, se
derivó de dicha meditación. Tanto la fuerza y la habilidad que les impulsó a
vivir de manera ascética en lugares extremadamente solitarios, a practicar los
vastos y profundos temas y alcanzar los caminos superiores, como su empeño
a la hora de generar la cuantiosa energía requerida para perseverar en la
práctica, todo ello surgió por pensar en la brevedad de la vida humana, la
transitoriedad y la muerte. Asimismo, el hecho de que fueran capaces de
alcanzar el despertar en aquella misma vida también fue debido a ello.
Se necesita una gran cantidad de energía para alcanzar el despertar, y
cuanto antes queramos lograrlo, mayor energía necesitaremos. Si, por
ejemplo, quisiéramos recorrer una larga distancia en automóvil a gran
velocidad, para ello sería necesario contar con un buen motor, mucho
combustible y el brío para conducir. De forma similar, no resulta nada fácil
alcanzar la iluminación en una sola vida; se necesita una gran cantidad de
energía para superar las dificultades de practicar el dharma y avanzar por el
camino. Y todo este ánimo proviene de recordar la transitoriedad y la muerte.
Por tanto, esta meditación es útil en extremo. Hasta el beneficio que los seres
despiertos procuran de forma continuada a los demás seres puede atribuirse a
dicha meditación.
Por otra parte, en el caso de que sólo deseáramos renacer en los reinos
superiores o liberarnos del samsara, continuaría siendo importante recordar
estos dos aspectos, pues eso ayuda a poner fin a los 84.000 engaños. Con la
energía generada al recordar la transitoriedad y la muerte es posible poner fin
a todas las diferentes mentes negativas (la gran raíz de la ignorancia, el odio,
el resto de ideas erróneas y los oscurecimientos que obstaculizan la liberación
del samsara y el despertar). Esta meditación es la auténtica causa del cese de
todos estos engaños, y por lo tanto es muy poderosa.
Si recordamos la transitoriedad y la muerte evitaremos que surjan estados
mentales negativos temporales como la avaricia, la ignorancia, el odio, el
orgullo, los celos y demás, estados mentales que causan desasosiego,
sufrimiento y confusión, y ello se logrará gracias al temor que generaremos
hacia la muerte y la brevedad de la vida humana. Por eso resulta tan útil para
pacificar nuestra mente, incluso en el presente.
Recordar la transitoriedad y la muerte no es sólo útil al inicio de la
práctica, es decir, cuando sentimos la motivación de buscar el dharma y
practicar en lugar de seguir la mente negativa y actuar en oposición al
dharma, sino que también es beneficioso durante la práctica. Una vez en el
camino, nos inspira a continuar practicando y hace que, por un lado, no
perdamos los logros alcanzados y, por otro, nos ayuda también a conseguir
los altos logros del camino. De la misma manera, también es útil recodar la
transitoriedad y la muerte hacia el final de la práctica.
A su vez, en el momento de la muerte, traer a la memoria este recuerdo
será provechoso porque nos ayudará a morir en paz, con felicidad, con la
mente relajada y sin preocupaciones. Aunque los parientes y personas
allegadas lloren y se aflijan, nosotros seremos capaces de morir con gran
dicha, como quien se marcha de vacaciones o de excursión. No cabe duda
alguna de que para aquellos que han dedicado cada día de su vida a recordar
la muerte, a purificar y crear méritos y a intentar crear el menor karma
negativo posible no habrán problemas en el momento de la muerte.

¿Es de verdad posible sentirse feliz en el momento de la muerte?


Se puede afirmar con rotundidad que aquellas personas que han creado una
gran cantidad de méritos son felices en el momento de la muerte.
Las personas normales suelen tener miedo cuando están a punto de morir,
pero para los practicantes de dharma puro, la muerte es como volver al hogar
o salir de excursión. Los practicantes de dharma de nivel intermedio se
sentirán felices y libres de preocupaciones en el momento de la muerte, y los
menos avanzados, al menos aquellos que han creado mucho mérito durante
su vida, no se sentirán alterados ni preocupados, pues el hecho de haber
realizado mucha purificación y acumulación de méritos erradica el miedo.
En consecuencia, puesto que se derivan tantos beneficios del hecho de
recordar la muerte, en lugar de sentir pánico por hablar de ella, de relegarla al
olvido o de dejar de tenerla presente, deberíamos recordarla y meditar
siempre acerca de la transitoriedad de la vida. La razón por la cual cualquiera
se siente mal cuando alguien, tras preguntarle su edad, responde: «Oh, ¿tan
mayor eres?»; la razón por la cual este tema produce un impacto tan grande,
es porque se trata justamente de lo contrario a lo que sentimos, lo opuesto a
las falsas ideas en las que creemos.
Se quiere parecer siempre joven, no cambiar ni envejecer, y por esta razón
nos inquietamos si nos dicen que somos viejos; pero por muy fuerte que sea
nuestro deseo de no envejecer, no hay elección posible. No importa la
intensidad con la que deseemos que no ocurra; no podemos detener el cambio
ni la evolución natural de una vida transitoria. Tratar de olvidarlo, de no
pensar en ello o de disfrazarlo, no afectará la evolución real de las cosas.
Los cambios artificiales (sean con el maquillaje, la cirugía plástica u otros)
no pueden volvernos más jóvenes, no pueden detener el proceso del
envejecimiento ni prevenir la decadencia ni tampoco detener la muerte.
Aunque durante toda la vida tratemos de parecer jóvenes en lo exterior,
tendremos que envejecer y morir. No es posible detener la muerte
olvidándonos de ella, por no pensar en ella, cerrando los ojos y no
escuchando si alguien la menciona. Nada puede detener la muerte, aunque lo
intentemos con todas nuestras fuerzas.
Cualquiera que sea nuestra edad, aunque pretendamos permanecer jóvenes
con la ayuda de medios externos, la evolución real, lo que realmente está
pasando es que estamos envejeciendo; somos como una pieza de fruta
podrida pintada para mejorar su aspecto. Dicha fruta parecerá bonita y fresca,
aunque su interior se descomponga, pierda el gusto, se seque y se agrie.
Cualquiera que sea la cantidad de pintura aplicada en su exterior, nada
detendrá el desarrollo real de la descomposición.
Todas estas manipulaciones externas no nos ayudan realmente, ya que
hemos de atravesar la evolución natural de la vida sin tener otra elección, y
por mucho que nos esforcemos en disfrazar lo que ocurre y pretender que no
pasa nada, tendremos que experimentar los problemas del envejecimiento y la
muerte: intentar olvidarlos no es la solución. Si alguien estuviera a punto de
asesinarnos, no nos serviría de ayuda fingir que no pasa nada, pues ignorar el
hecho no conjura el peligro; más bien habría que hacer algo al respecto.
Por tanto, en lugar de asustarnos e intentar escapar de la forma natural en
que suceden las cosas, hagamos lo contario: recordemos constantemente la
transitoriedad y la muerte, lo cual resulta mucho más útil que pasarlas por
alto para intentar detener el miedo que normalmente nos embarga al recordar
la muerte. Además, recordar la muerte tiene muchas ventajas.
Como dijo el gran yogui tibetano Milarepa: «Escapé a las montañas por el
miedo a la muerte, y una vez allí, logré comprender la naturaleza verdadera
de la mente. Ahora, aunque la muerte llegara en este mismo instante, no
tendría miedo de ella».
Estas palabras encierran una gran riqueza y son de gran ayuda. Y a
propósito del gran Milarepa, hay que mencionar que su cuerpo era un asunto
aparte. El gran yogui había pasado largo tiempo desnudo, llevando una vida
de asceta en las montañas con prácticas austeras, y su cuerpo se había vuelto
verdoso, escuálido y feo. Si apareciese en Occidente hoy día, sería arrestado
de inmediato; seguro que todos odiarían su aspecto y sería escondido fuera de
la vista de los demás.
Una vida austera es aquella en la que uno se olvida de las posesiones y las
necesidades temporales por muy difícil que sea, y en la que se soporta
cualquier dificultad para practicar el dharma. Milarepa recordó la muerte y
sintió miedo, pero fue este mismo miedo el que le llevó a vivir en las
montañas, donde logró comprender la verdadera naturaleza absoluta, la
realidad de la mente, venciendo así su miedo a la muerte. La causa original de
su gran logro fue recordar y temer la brevedad de la vida humana.
Deberíamos aprender de su ejemplo y practicar de la misma manera:
recordando la muerte y venciendo el miedo que produce antes de que esta
sobrevenga. Esta estrategia es la sabia, es el método hábil, y desde luego es
mucho mejor de lo que se suele hacer, que es evitar el miedo a la muerte no
pensando en ella hasta que llega el momento de morir.
Otro yogui tibetano, que escribió muchos textos y estaba en comunicación
constante con Tara, que también practicó de la misma manera, recordando la
transitoriedad y la muerte, y creó mucho mérito, obtuvo muchos logros y
finalmente superó su miedo a la muerte, afirmó: «Cuando se me manifieste la
transitoriedad de la vida, no temeré. Puedo ser un monje por la mañana y
tomar el cuerpo de una deidad esa misma tarde». Parece que no sólo no tenía
miedo a morir, sino que también contó con el poder de tomar un cuerpo puro
al dejar su cuerpo ordinario.
Recordar la transitoriedad y la muerte es una práctica muy útil de la cual se
derivan todos los beneficios que he mencionado. Al tener presente la muerte,
dejamos de ir detrás de la mente negativa, creando así menos karma negativo.
Cuanto más presente tengamos la muerte, mejor serán los resultados que
experimentemos.

Las desventajas de no recordar la muerte


Si no recordamos la muerte, no recordaremos el dharma, que es el único
método capaz de acabar con el miedo que nos produce. Si no recordamos la
muerte, no la temeremos y si no tememos a la muerte, nos aferraremos con
fuerza a las comodidades de esta vida y dedicaremos la mayor parte de
nuestro tiempo sólo a buscar el bienestar. Las ideas se sucederán una detrás
de otra (emprender negocios, hacer esto o aquello), y todas ellas irán
destinadas a obtener un mayor confort en esta vida. Primero hacemos una
cosa, luego otra, luego algo más, y así es como transcurre toda nuestra vida;
no tenemos presente la muerte y por eso trabajamos para el aferramiento, el
pensamiento que se apega al bienestar de esta vida, sin que nos quede tiempo
para practicar el dharma, y luego, en el momento de morir, experimentamos
un gran sufrimiento; y no sólo habremos malgastado la vida entera al crear
causas de sufrimiento, sino que tampoco dispondremos de paz mental cuando
muramos.
Si no recordamos la muerte, dejamos que el apego nos gobierne y hacemos
caso de la mente negativa convenciéndonos de que no hay prisa y
posponiendo siempre el momento de empezar a practicar, y lo vamos
dejando, y cuando se acerca la fecha en la que nos habíamos propuesto
empezar a practicar, nos repetimos el mismo argumento: «Tal vez el próximo
mes, el año que viene», y esta actitud se convierte en un gran peligro. Incluso
aunque recordemos el dharma, lo vamos postergando de la misma manera
debido a no recordar la transitoriedad y la muerte con la intensidad o la
frecuencia suficientes.
Otra consecuencia es que aunque intentemos practicar el dharma y meditar,
lo que hagamos no será una práctica pura. Es muy difícil que nuestra práctica
sea pura si no recordamos la muerte.
Por lo que este concepto erróneo, esta sensación instintiva, es decir, el
pensar cada día: «Yo voy a vivir bastante tiempo; no voy a morir; no me voy
a morir hoy», es el mayor obstáculo para la práctica pura del dharma. No
importa lo que hagamos (caminar, estar sentados, lo que sea), la intuición que
nos lleva a pensar «hoy no voy a morir» nos acompaña en todo momento.
Alguien podría decir, «sí, sé que al final moriré, dentro de mucho tiempo»,
pero esto no es suficiente. Incluso las personas que no practican la meditación
piensan de este modo. Y un problema específico para aquellos que intentan
practicar el dharma, tanto los meditadores como los no meditadores, es que al
mantener esa idea errónea la práctica estará contaminada.
Y esto es así porque este pensamiento nos impide temer a la muerte, y al
no temerla, siempre caemos bajo el poder del apego, el apego a las
comodidades de esta vida. Esta es la manera en que funciona. Debido a esa
sensación permanente que nos repite «hoy no voy a morir», no tenemos
miedo a la muerte, el aferramiento a las comodidades nos controla, y por
tanto, solo trabajamos para obtener resultados en esta vida. De esta forma,
todo lo sólo hacemos se convierte en causa de sufrimiento.
Al no temer a la muerte, aunque intentemos hacer algo positivo, aunque
intentemos meditar, no lo haremos con una motivación pura; el pensamiento
de que lo que hacemos es sólo para lograr un beneficio en vidas futuras no
tendrá fuerza suficiente y nuestra motivación no será tan enérgica como para
desarrollar una renuncia completa a esta vida, lo cual nos impedirá sentir las
comodidades de esta vida como si fueran papel higiénico usado, es decir,
como algo que sólo se puede desechar. Nuestra motivación no será lo
suficientemente fuerte.
Aunque de vez en cuando pensemos en las vidas futuras, el deseo de lograr
un beneficio en esta vida es mucho más intenso y por ello, aun intentando
practicar dharma, la motivación que subyace es la comodidad actual y, por
eso, lo que hacemos no se convierte en dharma puro. Si nuestra motivación
de querer lograr la felicidad suprema del despertar, el cese del samsara o la
felicidad de las vidas futuras y la completa indiferencia hacia esta vida no es
lo suficientemente intensa, si sigue surgiendo el pensamiento «hoy no voy a
morir», nuestra práctica seguirá siendo impura. Porque no lograremos que
emerja la motivación pura de intentar lograr los objetivos superiores.
Es importante conocer y recordar las ventajas y desventajas mencionadas,
porque de lo contario no tendremos interés en meditar sobre la transitoriedad
y la muerte y nos faltará la energía necesaria para la meditación. Si no
meditamos, no conseguiremos todas las perfecciones que se derivan de
recordar y meditar en ambos temas. Por tanto, es muy útil pensar en sus
inconvenientes y en los beneficios que aporta, en qué es lo que ocurre si no
recordamos estas cosas y en lo que nos ocurre si lo hacemos. Será entonces
cuando consigamos la energía para meditar sobre la transitoriedad y la muerte
en lugar de dejarnos asustar, e incluso desearemos realizar y experimentar los
resultados de dichas meditaciones.

La meditación en la transitoriedad
Cuando meditemos en la transitoriedad de esta vida, resultará útil pensar de
la siguiente forma:

• Al mirar un río, consideremos que al igual que el río fluye, la vida


transcurre y se acaba con la misma rapidez.
• Al contemplar la salida y la puesta del sol, hagámonos conscientes de
que la vida transcurre con la misma celeridad.
• Cuando observamos que las cosas externas cambian de forma
manifiesta (por ejemplo, cuando se consume un incienso o arden las
velas) no solemos darnos cuenta de que nuestra vida se está
consumiendo de forma paralela. Entonces, prestemos atención a lo que
ocurre a nuestro alrededor y podremos entender con facilidad que la
vida se agota sin tardanza. De la misma forma en que la cera de una vela
se consume de forma gradual, así también nuestra vida.
• Cuando notemos el paso de las estaciones, pensemos que de esa misma
forma pasa nuestra vida; al igual que el verano, el otoño, el invierno y la
primavera se suceden con rapidez, así también pasa nuestra vida,
acortándose cada vez más, consumiéndose cada vez más deprisa.

Este tipo de meditación, que relaciona lo que ocurre en el mundo exterior


con uno mismo, es analítica y resulta muy práctica y útil porque evita que
nuestra mente caiga en el engaño; hace que tomemos conciencia del cambio,
de que la vida se acorta, de la brevedad de la vida humana, de nuestra propia
vida.
Si bien nos damos cuenta de que las cosas externas transcurren muy
deprisa, nunca reflejamos estos cambios en nuestra propia vida. Solemos
contar con que disfrutaremos de una larga vida y estamos totalmente
convencidos de que seguiremos existiendo durante mucho tiempo, y
permanecemos totalmente inconscientes de la forma en que nuestra vida se
desarrolla realmente: consumiéndose rápidamente con cada momento. Los
mismos cambios que observamos fuera de nosotros están ocurriendo también
dentro de nosotros; así es como se desarrolla aunque no seamos capaces de
reconocerlo.
El hecho de no ser capaces de darnos cuenta de lo rápida e
implacablemente que se nos agota la vida se convierte en uno de los mayores
obstáculos para que vivamos de un modo puro y positivo dedicando nuestra
vida al dharma. Debido a la idea equivocada de creer que no vamos a morir
pronto sino que, por el contrario, viviremos mucho tiempo, no recordamos la
muerte ni pensamos en el dharma y tampoco hacemos preparativos para las
vidas venideras. Como no pensamos en la muerte y la brevedad de nuestra
vida, no tenemos miedo, y al no tener miedo a la brevedad de la vida, a la
muerte y al sufrimiento que le sigue, no somos capaces de cambiar. Incluso
aun sabiendo todo sobre la meditación y siendo grandes eruditos en dharma,
si seguimos sin darnos cuenta de cómo es en realidad la vida, si carecemos de
sabiduría, no seremos capaces de cambiar nuestra vida para que sea pura.
Preocuparse justo en el momento de la muerte no sirve de ninguna ayuda
porque en ese instante ya no hay nada que podamos hacer. Por muy grande
que sea el sufrimiento, el temor y la preocupación de saber que estamos
muriendo, no habrá nada que se pueda hacer. Cualquier karma negativo que
hayamos creado y por grande que sea la acumulación de basura que acarree
nuestra mente, tendremos que cargar con ello. Como ya hemos creado la
causa, sufriremos el resultado. Como ya no hay tiempo para la práctica, el
miedo y la preocupación que nos embarguen, por grandes que sean, ya no nos
ayudarán en absoluto. Nuestro tiempo se acabó, se agotó, se fue y no habrá
nada que podamos hacer para solucionarlo.
Si hubiera el riesgo de que nuestro hogar sufriera una inundación, sería
sensato evaluar con antelación la importancia del peligro. Si nos
convenciéramos de que el peligro es real, tendríamos miedo, y gracias a ese
miedo, construiríamos una presa en el río o haríamos cualquier otro
preparativo a fin de proteger la vivienda, la familia y la propiedad de la ruina
que pudiera ocasionar una crecida de agua. Sabernos a salvo hace que nuestra
vida sea más serena y nos evita preocupaciones. De la misma manera, es
necesario valorar el peligro antes de que llegue la muerte, y actuar en
consecuencia: hacer los preparativos necesarios para proteger la mente antes
de que la riada de la muerte nos abata.
Sin miedo al peligro, nunca haremos los preparativos necesarios para
resguardarnos de él. Por eso es tan importante meditar en la transitoriedad y
en la muerte, para darse cuenta del peligro, sentir miedo y hacer todo lo
necesario a fin de protegernos.
Meditación: La vida se acaba
rápidamente
Pensemos cómo se agota una vida de cien mil años, según pasan los
segundos, los meses y los años. Con cada segundo, con cada mes y con cada
año, una vida de cien mil años se vuelve cada vez más corta. Los cien mil
años se componen de un número concreto de segundos, de un número
concreto de fracciones de segundo que empiezan a transcurrir desde el
momento de la concepción en el útero materno. Tan pronto como empieza
una vida, a medida que pasa cada fracción de segundo, el conjunto total de
fracciones de segundo empieza a agotarse; todo el conjunto de segundos que
completan los cien mil años se va extinguiendo segundo a segundo. En cada
momento, la vida de cien mil años se vuelve más corta. De esta manera,
restando cada fracción de segundo del total, el número total se hace más y
más pequeño y la vida se acaba. La vida se acaba así de rápido.
Reflexionemos como sigue: «Desde que fui concebido en el útero de mi
madre, desde que mi mente entró en el óvulo fertilizado, la duración de mi
vida, determinada por el karma (60, 70 años), ha ido disminuyendo. La
duración proyectada de mi vida tiene un número finito de horas, minutos y
segundos, y dentro de este tiempo hay un número finito de fracciones de
segundo. A medida que transcurre cada fracción de segundo, cada segundo se
hace más corto y acaba. A medida que transcurre cada segundo, cada minuto
se hace más corto y se acaba. A medida que transcurre cada minuto, cada
hora se hace más corta y se acaba. A medida que transcurre cada hora, cada
día se hace más corto y se acaba. A medida que pasan los días, cada semana
se hace más corta y se acaba. A medida que transcurren las semanas, cada
mes se hace más corto y se acaba. A medida que pasan los meses, cada año se
vuelve más corto y se acaba; y cuando pasa un año, me queda un año menos
de vida.
»Pongamos por caso que viviera hasta los 70 años, a medida que pasara
cada año (cada año que está compuesto de fracciones de segundos, de
segundos, minutos, horas, días, semanas y meses) mi vida se iría agotando.
Independientemente de las fracciones de segundo que haya en la duración
kármica de mi vida, a medida que vaya transcurriendo cada una de estas
fracciones, mi vida se irá acercando a su final, se irá consumiendo sin
interrupción. Desde el momento de mi concepción, desde el momento en que
mi mente entró en el útero materno, mi vida se ha ido acortando sin pausa. A
partir de ese momento, mis 70 años se han ido agotando. Mi vida se puede
comparar a un montón de arroz del cual se van retirando granos uno a uno.
Cada vez que se quita un grano, el montón se va consumiendo; justo del
mismo modo, a medida que pasa cada momento, mi vida se acaba, me
envejezco y me acerco a la muerte.
»A medida que transcurre cada segundo de los que componen mis 70 años,
estoy más cerca de la muerte. Día y noche, haga lo que haga (comer, beber,
dormir, hablar, meditar), momento a momento, constantemente, me voy
acercando a la muerte. Desde el momento de mi concepción hasta el
momento presente, ya han transcurrido un número determinado de los
segundos de mi vida; un número determinado de días, meses y años han
pasado ya. Desde aquel instante, he emprendido una carrera hacia la muerte
sin haberme detenido ni una sola fracción de segundo.
»Si voy a vivir hasta los 70 años, durante este tiempo respiraré un número
determinado de veces y ese es un número concreto, no es infinito. Por tanto,
con cada respiración mi vida se va agotando. A medida que disminuye el
número de respiraciones que me quedan, en paralelo disminuye también mi
vida y me acerco más a la muerte. A lo largo de un día, respiro un número
concreto de veces, varios miles, y la muerte se me acerca a medida que acabo
cada respiración, igual que un animal camino del matadero.
»Cuando se conduce a un ternero desde su establo hasta el lugar donde va a
ser sacrificado, cada paso que da le acerca al matadero, con cada paso se
aproxima a la muerte; sin embargo, el ternero desconoce que con cada uno de
esos pasos está más cerca de que le maten. Del mismo modo, yo también soy
como el pobre animal ignorante; con cada respiración, con el transcurso de
cada fracción de segundo, sigo ignorando que estoy más cerca de la muerte.
»Mi vida se va agotando igual que una piedra lanzada al aire se acerca sin
tardanza al suelo. De la misma manera, yo me acerco constantemente a la
muerte. Por mucho que diga que estoy vivo, cada momento estoy más cerca
de no estarlo, más cercano a la muerte.
Capítulo 2: La meditación de nueve
puntos sobre la muerte

Aquellos que viven en países peligrosos se preguntarán por qué hablo tanto
del tema de la muerte, pues para ellos es un tema recurrente. Pero eso no es
de lo que tratamos aquí. De hecho, si observáramos por ejemplo todos los
indicios que sobre la transitoriedad ocurren a nuestro alrededor, nos debería
ser fácil llegar a la comprensión de esta cualidad, pero el caso es que no lo
hacemos. Sean cuantos sean los ejemplos externos de transitoriedad que
veamos, el hecho es que no comprendemos que nosotros mismos somos
también transitorios.
Además, incluso los animales temen a la muerte (cuando se sienten
amenazados o se caen, por ejemplo), y no es que les sea muy útil. A las
personas, les suele acuciar el miedo a la muerte cuando sufren un accidente o
caen enfermas, pero este miedo no perdura. Al cabo de unos días, después de
que el peligro haya pasado, el suceso ocurrido pierde importancia y se olvida
el miedo, y esa experiencia acaba resultando inútil debido a que no la
utilizamos para practicar el dharma.
Por lo tanto, no basta generar miedo a la muerte durante un par de minutos;
se trata de generarlo durante más de unos pocos minutos, durante más de una
hora, ya que la práctica del dharma no se completa en una hora. Debemos
mantener este sentimiento hasta saber que podremos renacer de acuerdo con
nuestra propia elección, o al menos hasta estar seguros de haber alcanzado el
objetivo mínimo de esta meditación, que es no sufrir en el momento de la
muerte. De todos modos, el objetivo de meditar en la transitoriedad y la
muerte es que ese miedo perdure hasta que logremos conseguir los logros
más difíciles y elevados.
Incluso las personas comunes que no saben nada de dharma piensan en
alguna ocasión que su muerte acontecerá, pero piensan que está lejana en el
tiempo. Pero si se ha tenido la experiencia real, si de verdad se tiene miedo a
la muerte y se ha experimentado la transitoriedad mediante la meditación,
uno nunca se quedará, por ejemplo, dormido durante una meditación. A veces
conseguimos meditar durante un par de minutos, pero después la mente se
distrae y se va de picnic, sin embargo, si hemos entendido e integrado la
transitoriedad, nuestra mente será tan firme que este tipo de cosas nunca
sucederán, nuestra mente nunca se distraerá fácilmente. Quedarse dormidos
durante la meditación, distraerse con facilidad o encontrar dificultades para
concentrarse en un tema particular son signos de que necesitamos energía, de
que es necesario trabajar en una mayor comprensión de la transitoriedad y la
muerte. Si uno no ha experimentado la transitoriedad a través de la
meditación, sin esta comprensión directa, cualquier pequeño problema
afectará a la meditación.
A los meditadores que poseen una comprensión y una experiencia
auténticas, profundas y verdaderas acerca de la transitoriedad y la muerte
nunca les extraña escuchar la expresión «renuncia a esta vida». Son palabras
que sólo les complacen, y es que aquellos que comprenden la transitoriedad y
la muerte sienten un gran entusiasmo por practicar el remedio más potente
para acabar con los engaños, no importa lo difícil que sea. Si nosotros no
somos capaces es porque no hemos integrado en nuestras vidas la
transitoriedad de la vida y la muerte.
Dado que la meditación está diseñada para acabar con los problemas, hay
que saber cómo practicar correctamente; así que hacerlo sólo un día o dos no
es suficiente para aprender, ni tampoco es suficiente escuchar una única vez a
alguien explicar este tema y después practicar a solas.

La meditación de nueve puntos sobre la muerte


La tradición budista tibetana dispone de una meditación muy efectiva sobre
la muerte, conocida como «los nueve puntos de la meditación sobre la
muerte», que se presenta con la división en tres raíces, nueve razones y tres
conclusiones:

1. La muerte es inevitable
• Ningún ser ha eludido jamás la muerte.
• Me estoy acercando continuamente a la muerte.
• No se dispone de mucho tiempo para practicar el dharma.
Conclusión: debo practicar el dharma.

2. El momento de la muerte es incierto


• La duración de la vida de los seres humanos no es fija.
• Hay más condiciones que hacen peligrar la vida que no que la
sostengan.
• El cuerpo humano es frágil en extremo.
Conclusión: debo practicar el dharma sin demora.

3. A la hora de la muerte sólo la práctica del dharma me puede ayudar


• Las riquezas y posesiones no me pueden ayudar.
• Los familiares y amigos no me pueden ayudar.
• Mi cuerpo no me puede ayudar.
Conclusión: debo practicar el dharma con sinceridad.

La muerte es inevitable
La muerte es ineludible: no ha existido jamás un ser en los reinos del
samsara que no haya sufrido sin cesar los sufrimientos de la muerte y el
renacimiento. En este instante, si examino detenidamente mi situación, no es
posible encontrar ninguna prueba o garantía de que vaya a seguir viviendo
durante un periodo de tiempo determinado.
Pensemos desde lo más hondo de nuestro ser: «Dentro de un tiempo todo
este mundo estará completamente vacío, y yo también voy a dejar de existir
en esta tierra». Siente el vacío total de todas las cosas de esta vida y concluye:
«Por lo tanto, la muerte es inevitable».
Contemplemos lo siguiente: «No existe causa o condición cooperativa
capaz de detener la muerte, no hay condición externa que pueda detenerla. No
ha sido posible, desde que el mundo es mundo, escapar de la muerte, así que
la muerte es definitiva. La vida no se puede prolongar, es más, se va
acortando incesantemente, por lo tanto la muerte ocurrirá, sin duda alguna».
Hay que personalizar la meditación pensando en nuestra propia vida.
«Además, la muerte me sobrevendrá antes de haber podido disponer de
mucho tiempo para practicar el dharma. Cuando llegue la hora de mi muerte,
ninguna ayuda externa, ni los mejores hospitales ni los fármacos más
modernos, podrá ayudarme a eludirla. Sea donde sea que esté, no podré
escapar de la muerte.»
«Si pienso en mis padres, en los padres de mis padres, en los padres de
estos, y me remonto hasta el tiempo de mis ancestros, comprendo que había
multitud de personas, infinitas; pero ahora no queda ninguna de ellas. Todas
aquellas generaciones han desaparecido, ninguna de ellas pervive». Pensamos
en nuestros padres, en nuestros abuelos, en nuestros bisabuelos que han
muerto. «Por lo tanto, es definitivo que yo también voy a morir, tal como les
sucedió a ellos. Pronto llegará mi turno: mi muerte es inevitable».

El momento de la muerte es incierto


En términos generales, la duración de la vida de los seres de este mundo no
está determinada. No está establecida en cien o mil años como sucede en
otros reinos; en este mundo varía. Por lo tanto, el momento de la muerte es
incierto. Por ejemplo:

• Para aquellos que han marchado de Occidente a Oriente, no existe la


certeza de que vayan a volver. Quizá, cuando decidan que es la hora de
regresar a casa, mueran. Y puede que, aunque hayan regresado a
Occidente, mueran antes de llegar a su hogar. En este sentido la hora
de la muerte es incierta.
• Hay quien se va a dormir y ya no se levanta.
• Hay quien empieza a comer pero muere antes de acabar.
• Muchos salen con el automóvil y mueren antes de volver a casa.
• Muchos nacen pero mueren antes de alcanzar la edad adulta.
• Muchos son concebidos pero mueren antes de nacer.
• Muchos van a practicar deporte pero mueren antes de terminar el
partido.
• Muchos compran ropa y mueren sin tener tiempo de estrenarla.
• Muchos empiezan a leer un libro y mueren antes de acabarlo.
• Muchos preparan un proyecto pero mueren antes de completarlo.
• Muchos van a la guerra y mueren antes de volver a casa.
• Muchos van al trabajo pero mueren antes de cobrar el salario.
• Muchos empiezan a hablar pero mueren antes de decir todo lo que
querían expresar.
• Muchos después de exhalar mueren sin poder inhalar más.

Estos son sólo algunos ejemplos que ilustran que el momento de la muerte
es incierto. Del mismo modo que vemos las cosas que suceden alrededor
nuestro, es necesario que nos apliquemos estos ejemplos a nosotros mismos,
meditando en que lo que les sucede a otros nos puede pasar también a
nosotros. Es importante que pensemos: «Algún día yo también moriré de
alguna manera, antes de poder acabar lo que tenga entre manos». Así como
vemos a otros muriendo antes de poder finalizar sus planes, hemos de vernos
a nosotros mismos en la misma situación; esta es una manera muy efectiva de
meditar. No hay duda de que vamos a morir durante el día o durante la noche,
por la mañana o por la tarde, sin poder finalizar algo. Exhalaremos por última
vez sin poder volver a inhalar más. Nos ocurrirá con total seguridad,
moriremos de alguna manera, dependiendo de nuestro karma, en casa o fuera
de ella.
Reflexionemos también en cómo las necesidades temporales pueden
convertirse en causa de muerte, en cómo hay más condiciones en el mundo
que ponen en peligro la vida que no las que la sustentan. Por lo tanto y de
nuevo, la hora de la muerte es incierta.
Incluso cosas que amparan la vida pueden ser también un riesgo, como por
ejemplo la comida: es posible morir mientras se come carne o pescado al
atragantarse con algún huesecillo o espina. También es posible que la muerte
acontezca si se derrumba la vivienda; hay quien es asesinado por discusiones
sobre dinero o en reyertas de borrachos; hay quien muere de sobredosis. Así
que aquello que supuestamente sustenta la vida la puede destruir. Por lo
tanto, la hora de la muerte es incierta.
Además, este cuerpo es extremadamente frágil, como una burbuja de
jabón. Incluso un suave movimiento puede causarle daño. En consecuencia,
es muy fácil poner en peligro la vida. Por lo tanto, la hora de la muerte es
incierta.
La hora de la muerte es incierta porque ocurre cuando la vida finaliza en
dependencia del karma previo, cuando los factores que apoyan la vida ya no
están presentes, y debido a la ignorancia.
Examinemos en nuestra mente si podemos saber cuándo vamos a morir.
Investiguemos si podemos albergar la seguridad de que ocurrirá dentro de
mucho tiempo, de aquí a diez años por ejemplo, o si realmente podemos estar
tan seguros de que vamos a vivir tanto tiempo. Examinemos también si,
como solemos pensar, podemos estar seguros de que mañana vamos a seguir
vivos: acostumbramos pensar que vamos a vivir durante mucho tiempo, pero
¿es seguro que viviremos hasta mañana? ¿Qué razones tenemos para pensar
que para entonces estaremos aún vivos? Del mismo modo, examinemos si
podemos tener la certeza de que vamos a seguir vivos esta noche, si vamos a
vivir lo suficiente como para poder acostarnos. ¿Qué convencimiento es el
que nos lleva a pensar que vamos a vivir todo ese tiempo? Si no podemos
encontrar ninguna evidencia de que definitivamente seguiremos existiendo,
entonces no podemos estar seguros de vivir lo suficiente como para irnos a la
cama esta noche.
Quizás pensemos: «Tengo esta sensación instintiva de que voy a seguir
existiendo. No veo nada que me indique que voy a morir en tal o cual
momento, simplemente albergo esta sensación». Hablamos mucho de
nuestros instintos, pero resulta que esta sensación instintiva se mantiene hasta
el momento mismo en que morimos. Incluso si fuéramos a morir dentro de un
minuto, seguiríamos teniendo esta sensación, la cual es el mayor obstáculo
para la práctica del dharma.
Muchos son los que se preocupan pensando: «¿Cuál es el método para
detener las distracciones? No soy capaz de concentrarme, no puedo hacer esto
o aquello». La razón por la cual tienen estos problemas es porque la
sensación instintiva antes mencionada («no voy a morir hoy, voy a seguir
existiendo, no moriré ahora ni moriré mañana») que siempre tenemos es un
impedimento para que nuestra concentración se sostenga; es una concepción
perturbadora a la que deberíamos poner fin meditando en la transitoriedad y
la muerte.
Por un momento, imaginemos a alguien atravesando una jungla infestada
de tigres. Alguien que conoce el peligro de ser atacado por uno de esos
animales y que por eso permanece en estado de alerta. De una forma
espontánea no se atreve a perder ni unos pocos minutos observando cualquier
otra cosa sin mirar si hay tigres alrededor. ¿Por qué esta extrema atención?
Del mismo modo actúa la persona que ha comprendido plenamente que la
hora de la muerte es incierta, que siente constantemente que la muerte le
podría llegar en cualquier momento, en la próxima hora o minuto, que piensa
de forma opuesta a como pensamos nosotros habitualmente. En efecto,
nosotros pensamos: «No me estoy muriendo, no voy a morir ahora»; pero la
persona que ha comprendido que la hora de la muerte es incierta piensa justo
lo contrario, el meditador piensa: «Moriré dentro de una hora, de un minuto,
esta noche», y por eso posee una gran energía para realizar toda acción de
manera honesta y perfecta. Por lo tanto, si meditamos en este pensamiento,
evitaremos los obstáculos para nuestra práctica y nuestra mente no se
distraerá con facilidad. Nuestra concentración durará mucho más porque ese
pensamiento y el miedo que lo acompaña no permitirán que caigamos bajo el
control de los obstáculos.

La muerte de Buda
Estando el maestro Buda Shakyamuni a punto de morir, se quitó los
hábitos, se tumbó y se dirigió así a sus discípulos: «Este es el último cuerpo
sagrado del Tathagata, así que observadlo». Un tathagata es un ser superior
que ha trascendido el sufrimiento y la mente ilusoria, así que cuando
pronunció tathagata, se refería a sí mismo. Entonces impartió su última
enseñanza: «Todos los fenómenos causados son transitorios; esta es la última
enseñanza del Tathagata». Al instante siguiente falleció.
Este fue su legado para nosotros los seres con mente oscurecida, lo más
importante que nos dejó: una enseñanza sobre la transitoriedad. Cuando
animó a sus discípulos a observar el último cuerpo sagrado del tathagata,
muchos de ellos se desmayaron, y algunos arhats incluso murieron, ya que no
podían soportar el ser testigos de su muerte.
Su último legado, lo más beneficioso que el maestro Buda Shakyamuni
pudo dejarnos para que nosotros entendiéramos y comprendiéramos fue esta
enseñanza acerca de la transitoriedad. Fue como su testamento, como el de
las personas comunes y corrientes, que suelen mencionar aquello que más
estiman, que en su caso son a menudo temas de dinero u otros a los cuales
están más aferrados. Al final de su vida, Buda nos dio una enseñanza sobre la
transitoriedad, toda su enseñanza finalizó de esta manera; esto es lo que nos
dijo: «Vosotros, seres con mente oscurecida, deberíais practicar el dharma, y
si no lo hacéis sólo habrá transitoriedad y muerte»; al decir esto, se refería al
sufrimiento. En efecto, la palabra transitoriedad encierra toda la extensión
del sufrimiento samsárico: «Vosotros, seres con mente oscurecida, deberíais
practicar el dharma porque vivís en el sufrimiento, vivís en la transitoriedad y
bajo el control de la muerte».
A la hora de meditar en la muerte, otra técnica útil es la de recordar a todos
los familiares y amigos fallecidos. En este caso, no nos referimos, como
antes, a los antepasados lejanos, sino a aquellas personas que hemos conocido
en esta vida.
Muchos de mis amigos y familiares de esta vida ya han muerto: laicos,
monjes, lamas y muchos más. Nunca llegué a conocer a mi abuelo, sólo
recuerdo a mi abuela: con el cabello gris, siempre llevando un rosario y
sentada cerca de la lumbre de la cocina. Durante mi estancia en el Tíbet, ella
enfermó y después perdió la vista, así que mi tío la cuidó durante muchos
años; la alimentaba, la acompañaba al baño, situado fuera de la casa, y la
volvía a entrar. Atendió a su madre durante mucho tiempo, hasta que murió,
y en sus ratos libres hacía postraciones.
También podría mencionar el caso de mi padre, pues cuando yo estaba a
punto de salir del vientre materno, él pasó a su siguiente renacimiento.
Durante mi infancia, todos los hermanos dormíamos juntos bajo el viejo
abrigo de mi padre, la chuba, como se conoce en tibetano, hecha de piel y
con el pelo por dentro. Dormíamos bajo el abrigo de nuestro padre y a veces
nos decíamos: «Esto perteneció a papá».
Mi madre tuvo varios hijos, pero muchos murieron antes de que yo
naciese. Ahora sólo vivimos tres, aunque pronto desapareceremos y sólo
quedarán nuestros nombres. La gente dirá: «Esta persona hizo esto y
aquello», pero nadie podrá ya ver nunca más nuestro cuerpo físico.
También está el caso de mi primera amiga occidental con la que mantuve
correspondencia al instalarme en India; la conocí por medio de nuestra
profesora, que era una monja budista, una de las primeras monjas budistas
occidentales, si no me equivoco. En un principio era cristiana, pero después
viajó a Ceilán, donde recibió los votos de un maestro theravada, y finalmente
se fue a vivir y trabajar a India. Por aquel entonces, corría el año 1959, se
produjo el alzamiento en Tíbet y muchos de sus habitantes escaparon a India,
donde esta monja formaba parte del comité de acogida para los refugiados
tibetanos organizado por el gobierno indio. En el puesto en el que trabajaba
casi todos los refugiados eran monjes que procedían de Lhasa.
Por medio de ella, decía, conocí a mi amiga epistolar occidental, ya que
una de las maneras como ayudaba a los monjes era buscándoles amigos
occidentales con quienes mantener correspondencia. La amiga que encontró
para mí era una señora judía con domicilio en Londres, quien algunas veces
me enviaba fotos de su juventud y otras veces, fotos actuales. Por aquel
entonces ella era ya muy mayor, por lo que yo, que era muy joven, estaba
bastante confundido, ya que no lograba identificarla en las fotos que me
enviaba; no me percataba de que en todas ellas se trataba de la misma
persona, sino que pensaba que eran dos personas distintas.
Aquella señora era inteligente y de buen carácter, y creo que escribió
algunos libros, aunque no leí ninguno. Durante siete años me escribió una
carta semanal: ¡acumulé un montón de ellas!, llenaban mi habitación, pero yo
sólo respondí ocasionalmente, quizá tres o cuatro veces en total. Contaba con
más de 87 años y demostraba mucho interés por entender el dharma, pero por
aquel entonces yo no podía hacer mucho por ayudarla ya que mi inglés era
muy escaso, y donde me encontraba tampoco había tibetanos que pudiesen
escribir bien en ese idioma.
Un día, la avalancha de cartas se detuvo y me pregunté qué le habría
ocurrido. Creo que ella pensó que si me explicaba que se iba a someter a una
operación quirúrgica me iba a preocupar y por eso no me contó nada. Cuando
salió del hospital, intentó reiniciar la correspondencia pero su letra ya no era
buena, ya no tenía la energía suficiente para redactar y necesitó la ayuda de
una chica para finalizar la carta. Fue la última carta que recibí, y en ella me
decía que le acaban de dar el alta en el hospital.
Le envié un regalo pero no estoy seguro de que lo recibiera a tiempo.
Después de aquello, un día soñé que estaba cerca de mi casa y alguien me
entregaba una carta blanca; al día siguiente de haber soñado aquello, recibí
una carta exactamente igual a la del sueño, escrita por una amiga suya, que a
su vez era amiga epistolar de otro lama, en la cual explicaba que mi amiga
había muerto. Los más de mil monjes que compartíamos el lugar hicimos
pujas para ella, e incluso algunos maestros de su santidad el Dalái Lama y
otros altos lamas oraron para que tuviese un buen renacimiento. Fue
incinerada y sus cenizas se esparcieron por su jardín. Antes de su muerte,
donó las pinturas que yo le había enviado desde India a un centro tibetano
local. Esta es otra pequeña historia que ilustra la transitoriedad.
Del mismo modo que todo esto les ocurre a los demás, también nos
ocurrirá a nosotros. Nuestra primera estudiante occidental, por poner otro
ejemplo, la monja Zina, planeaba acudir a Katmandú y Dharamsala para
recibir enseñanzas de nuestros maestros e hizo muchos preparativos para
realizar el esperado viaje. Sin embargo, justo antes de descender de las
montañas donde se encontraba haciendo un retiro, de forma repentina cayó
enferma, y murió tres o cuatro días más tarde. Durante esos últimos días
estuvo postrada en la cama, pero justo antes de morir se incorporó,
sosteniendo el rosario en la mano. Su hija estaba ahí, mirándola a los ojos y
suplicándole que no se muriera. Sin embargo, si bien cuando falleció, la niña
lloró mucho, al cabo de un par de días ya jugaba en el patio con toda
normalidad.
Aunque enferma, Zina dispuso de algo de tiempo para preparar su muerte.
Seguro que le habría gustado completar todos sus planes, pero de improviso
su vida terminó antes de tener tiempo para ello. Aún así tuvo la fortuna de
morir como monja; es decir, más afortunada que muchos de los que fallecen
en sus costosos y bonitos apartamentos rodeados de parientes y pertenencias.
Zina murió en una habitación diminuta y muy sencilla habiendo pasado su
último año en retiro. Además, sentía un deseo constante de ayudar a los
demás, especialmente a los occidentales, mientras que a la vez estaba
preocupada porque se sentía incapaz de hacerlo. No le fue posible ni firmar la
última carta que nos envió.

En el momento de la muerte sólo la práctica del dharma me


puede ayudar
Buda Shakyamuni dijo:
«No es seguro qué llegará primero: el mañana o la próxima vida. Por
lo tanto, es más sabio y útil estar preparado para la próxima vida que
para mañana.»

Lo aquí expresado no es más que pura lógica. Incluso dentro de una hora,
es más probable estar muerto que vivo. Porque como la muerte es inevitable,
lo que es seguro es que no viviremos eternamente y, por lo tanto, la certeza
de la muerte es mayor que la de la existencia, incluso en este mismo instante.
Pensar así es extremadamente útil.
Si examinamos nuestra mente comprobaremos que es cierto, y no porque el
maestro Buda Shakyamuni lo apuntase, sino porque es la evolución natural.
Es más probable la muerte que el continuar viviendo, incluso en este
momento; así que es más provechoso hacer algo que sea beneficioso para las
vidas futuras que no algo que beneficie sólo el cuerpo actual. Nunca
estaremos seguros del momento en el que vamos a tener que abandonar este
cuerpo. Por ello, en momentos de mucha agitación, durante un enfado por
ejemplo, es más útil reflexionar acerca de la muerte que no sobre las
profundas enseñanzas de la vacuidad, que es una materia que no entendemos
a fondo. En términos generales, reflexionar sobre la vacuidad es algo
profundo, pero cuando nos encontramos con un problema inmediato, pensar
en la muerte es aún más profundo.
Cuando tenemos un problema con alguien, como cuando sentimos avaricia
extrema, aferramiento a las posesiones o a una persona, enfado, orgullo, o
cualquier otro estado negativo de la mente, habría que intentar pensar lo
siguiente, para detener la creación de karma negativo, serenar nuestra mente
y alejar la confusión: «El maestro Buda Shakyamuni dijo que la muerte es
más probable que el continuar viviendo, así que si voy a morir ahora mismo,
si mi respiración se va a detener ahora mismo, ¿de qué me sirve estar
enfadado?». ¿Por qué estar enfadado, sentir orgullo o estar apegado? Ello
carece de utilidad, ya que es evidente que no nos podremos llevar a la
persona a la cual estamos apegados a la próxima vida. Todo lo que hacemos
es crear más causas de sufrimiento. Cada vez que surja apego hacia otras
personas deberíamos pensar: «Es más seguro que deje este cuerpo que no que
permanezca en él. No hay garantía de que no vaya a abandonar mi cuerpo
ahora mismo». Pensemos, desde lo más profundo de nuestro corazón, que
estamos a punto de dejar este cuerpo.
Pensar de esta manera es verdaderamente útil, porque si realizamos bien
esta práctica, de repente, toda sensación de incomodidad se disipará, y
nuestra mente negativa se relajará y nos daremos cuenta de que enfadarnos
no sirve para nada, descubriremos por nosotros mismos que es absurdo. De
esta forma, no causaremos problemas a los demás, la mente se suavizará y
dejaremos de crear karma negativo y más confusión. Actuar así es muy
práctico: se trata de utilizar la meditación en el momento crítico, no en vano
es la meditación un instrumento para acabar con los problemas, no es algo
que se puede practicar sólo en la quietud de una montaña. Las meditaciones
como estas sobre la muerte están pensadas para resolver problemas; si no se
utilizaran para este propósito, ¿de qué servirían?

Las personas o las posesiones materiales, ¿ayudan a evitar la


muerte o a hacerla más llevadera?
A la hora de la muerte, incluso el océano Pacífico repleto de innumerables
joyas no podría evitar que esta llegase. Ni los parientes, ni los amigos ni
nadie; ni una firme voluntad o la fama pueden evitarnos morir. En vez de
ayudar, todo esto sólo contribuye a que el sufrimiento sea mayor.
¿Por qué el aferramiento produce tanto sufrimiento a la hora de
la muerte?
En el momento de la muerte nos percatamos de que nos estamos separando
de las posesiones y de los seres queridos y surge un tremendo aferramiento y
miedo. Nuestra pesadumbre en tal situación es mucho mayor que la que nos
ocasionan las preocupaciones habituales por separarnos de la pareja o de
nuestros padres. El cuerpo físico causa mucho sufrimiento y, aunque lo
hayamos cuidado mucho más que al cuerpo de cualquier otro ser, en ese
momento parece convertirse en el enemigo.
A la hora de la muerte, el rey y el vagabundo son exactamente iguales en el
sentido de que ni la riqueza ni los parientes ni las posesiones ayudan a zafarse
de ella. Entonces, cabría preguntarse cuál de ellos es el más afortunado a la
hora de la muerte. Si el vagabundo hubiera creado más mérito, entonces,
aunque parezca más pobre en lo material, en realidad, él sería la persona más
rica, ya que desde el punto de vista del dharma, la mente que se ha preparado
para el tránsito hacia la siguiente vida es la que realmente posee la riqueza.
Si las posesiones materiales, parientes y amigos son tan irrelevantes y tan
inútiles a la hora de la muerte, y no sólo eso, sino que además causan
sufrimiento al moribundo convirtiéndose así en enemigos, entonces ¿por qué
les damos tanta importancia y les dedicamos tanto tiempo?
Además, llevamos apegados al cuerpo mucho tiempo; le hemos facilitado
todas las comodidades posibles y aun así demanda atenciones sin fin, ya que
sigue causándonos problemas. Todo este cuidado que le brindamos, ¿acabará
algún día? ¿No sería mejor dedicar la vida a algo que pueda concluirse?
La razón por la cual me atrevo a calificar al cuerpo de enemigo es porque
cuando nos vamos a separar de él, sentimos un fuerte desasosiego, no lo
queremos abandonar. En vez de ayudarnos a superar el problema en ese
momento, el intenso aferramiento al cuerpo sólo hace que permanezcamos
más tiempo en el samsara, atrapados en el círculo de esclavitud del
sufrimiento, muerte y renacimiento. Y el mismo conflicto y preocupación
sobre el cuerpo (aferramiento, miedo y rechazo a abandonarlo) se manifiesta
también en relación a las posesiones y seres cercanos: nos sentimos muy mal
al tener que dejarlos. Padmasambhava dijo:

«Las apariencias de esta vida son como el sueño de la noche anterior.


Todas las acciones insignificantes son como las ondas de la superficie
de un lago.»

El sueño de anoche fue muy breve, desde el principio al fin, se acabó


enseguida. En los sueños se puede tener la sensación de haber realizado un
largo viaje o de haber estado durante varios años haciendo algo, pero de
hecho, un sueño dura unos pocos minutos, cualquier cosa positiva que ocurra
en un sueño finaliza pronto. Esta es una razón por la cual Padmasambhava
equipara la vida a un sueño, ambos se acabarán pronto; la vida es corta, como
un sueño.
No importan las cosas de las que hayamos disfrutado en un sueño, cuando
despertamos, todo se ha evaporado. Podemos haber soñado que los negocios
nos iban viento en popa, que ganábamos miles de millones y que nos
sentíamos muy felices, pero cuando nos despertamos, no hay ni rastro del
dinero. Todo lo que hagamos en un sueño carece de utilidad alguna, y del
mismo modo, todo lo que hagamos en esta vida: por mucho dinero que
ganemos, por muchas posesiones que acumulemos, por muchos éxitos que
tengamos en los negocios o por muy felices que lleguemos a ser, todo eso es
como el sueño de la noche pasada. No hay ni un solo átomo que se transfiera
a la siguiente vida. Del mismo modo en que todas las acciones de un sueño
son irrelevantes, así lo es también todo lo que hagamos sólo para esta vida.
En cuanto al segundo verso, las ondas en un lago vienen y van, y al igual
que las actividades realizadas sólo para esta vida, no se acaban nunca, y por
mucho que nos esmeremos, el trabajo jamás concluirá. Así explicada,
comprobamos que esta cita del gran yogui Padmasambhava es muy poderosa.
Al cuidar sólo de nuestro cuerpo, somos como quien, sabiendo que al día
siguiente morirá de todos modos, acude al hospital para someterse a un
tratamiento muy caro. Toda felicidad temporal es irrelevante y está abocada
al sufrimiento, además de no contribuir en nada a cortar con el ciclo de la
muerte y renacimiento. A la hora de la muerte, los innumerables parientes,
todas las posesiones, incluso incontables universos colmados de joyas, y
nuestro propio cuerpo, al cual hemos estado cuidando como al de ningún otro
ser, han de ser dejados atrás. Son tan inútiles como un simple cabello. En la
muerte, la mente nada puede llevarse; de hecho, no hay diferencia entre todas
las posesiones del mundo y un simple cabello.
Por consiguiente, tenerlo presente cuando se medita sobre la muerte es
también muy importante. Si reflexionamos sobre el hecho de que hay más
probabilidades de morir ahora que de continuar viviendo, en que no
podremos llevarnos con nosotros ni el cuerpo ni las posesiones, y en que
todas estas cosas son tan inútiles como un simple cabello, veremos cuan
irrelevantes son. Así que cuando nos percatemos de que todas las posesiones
y un simple pelo de nuestro cuerpo poseen el mismo valor, acabaremos de
ver que las posesiones, que nos han parecido tan importantes hasta ahora, no
tienen ninguna relevancia.
Es bueno tener en cuenta que al meditar en los apartados anteriores hemos
de darnos cuenta de cuáles son las partes más efectivas para nuestra mente y
centrarnos en ellas. En general es bueno recordar todos los apartados, pero si
algunos nos resultan más difíciles podemos centrar la atención en aquellos
que nos sean más efectivos. A continuación, hemos de ampliarlos de acuerdo
con nuestra propia sabiduría y experiencia para conseguir percibir la realidad
con mayor claridad.
Capítulo 3: El proceso
En el momento de la muerte, los elementos que componen el cuerpo físico
(tierra, agua, fuego y aire) se absorben uno tras otro y la mente se separa del
cuerpo, lo cual da lugar a muchos cambios que el moribundo experimenta en
forma de diversas sensaciones y visiones. El último instante de la muerte
llega cuando la mente más sutil se separa del cuerpo, lo cual también se
acompaña de signos físicos.
A la hora de la muerte, la persona que ha creado mucho karma negativo
sufre alucinaciones perturbadoras como resultado de sus actos negativos, y lo
expresa con espanto. En cambio, la persona que ha creado karma virtuoso
experimenta una muerte tranquila, y aquella persona que muere con una
mente no determinada, ni virtuosa ni no virtuosa, no experimenta ni
sufrimiento ni placer.
El proceso de una muerte natural, es decir, la que no ha sido repentina ni
traumática, se desarrolla de la siguiente forma:
El agregado de la forma se absorbe y cesa la gran sabiduría del espejo,
facultad mental que nos permite percibir varios objetos simultáneamente,
como un espejo capaz de reflejar muchos objetos a la vez. El elemento tierra
se absorbe y el cuerpo merma y pierde fuerza, los brazos y piernas se vuelven
flácidos y sentimos que perdemos el control de los miembros como si
estuviéramos sepultados bajo una gran cantidad de tierra. La facultad visual
también cesa y se vuelve imposible dirigir o mover los ojos. Finalmente, la
«forma interna sutil» se absorbe, el cuerpo pierde color y toda su fuerza.
Internamente, percibimos un tembloroso espejismo azul plateado, como los
espejismos de agua que se perciben a lo lejos en un día caluroso.
El siguiente agregado en absorberse es el de las sensaciones: el cuerpo deja
de experimentar placer, dolor o sensaciones neutras. Al mismo tiempo, la
sabiduría de la ecuanimidad, aquella que percibe todas las sensaciones de
placer, sufrimiento o neutras como si fueran de la misma naturaleza,
desaparece. Ya no distinguimos las sensaciones originadas en el cuerpo de las
generadas por la mente. El elemento agua se absorbe, todos los fluidos
corporales como la orina, sangre, saliva, esperma y sudor se secan. La
facultad auditiva cesa y ya no somos capaces de distinguir sonidos. El sonido
interno también se detiene y dejamos de escuchar incluso el habitual zumbido
de los oídos. Internamente experimentamos la visión del humo, como la de
una habitación llena de incienso.
El siguiente en absorberse es el agregado de la discriminación. Ya no
reconocemos a los familiares ni a los amigos ni sus nombres. La sabiduría de
la discriminación desaparece. El elemento fuego se absorbe, el calor corporal
se disipa y la capacidad para digerir alimentos se pierde. La facultad del
olfato desaparece, la inhalación se vuelve difícil y débil mientras que la
exhalación se alarga y se hace más potente. La facultad interna del olfato se
absorbe, así como la facultad de detectar olores. Internamente,
experimentamos una visión como las chispas del fuego, trémulas y
parpadeantes como estrellas.
Entonces, el agregado de los factores de composición se absorbe: nuestro
cuerpo ya no puede moverse, a la vez que desaparece la sabiduría que todo lo
logra. Esta es la sabiduría del logro que conoce la necesidad de completar las
acciones para llevarlas a su buen término. Perdemos, pues, toda idea de
realizar cualquier acción así como su propósito o su necesidad. El elemento
aire se absorbe y la respiración cesa. La facultad del tacto también se absorbe,
la lengua se contrae y endurece y su raíz se vuelve azulada. Al absorberse la
facultad del tacto, dejamos de percibir sensaciones suaves o ásperas; al
absorberse la facultad interna del tacto, ya no somos capaces de detectar los
seis sabores. Experimentamos el signo interno de la visión de una pálida luz
entre roja y azul, como la temblorosa llama de una vela.
Finalmente se absorbe el agregado de la consciencia: las 80 supersticiones
burdas y su base, el movimiento, dejan de manifestarse. El término
superstición se refiere a la mente ilusoria burda, la mente conceptual dualista
errónea. En este momento se suceden las visiones detalladas a continuación,
la primera de las cuales es la visión blanca, que es como un cielo muy
despejado, como el cielo nocturno otoñal iluminado por la luna llena.
Después experimentamos la visión roja, como un reflejo cobrizo en el
cielo.
A continuación experimentamos la visión oscura, que es la de una
oscuridad vacía, como un espacio vacío y oscuro.
En último lugar, experimentamos la visión de la luz clara, la visión final de
la muerte, que es completa vacuidad, muy clara, como el cielo de un
amanecer de otoño. De hecho, este es el verdadero momento de la muerte
puesto que la mente burda, aquella que opera con objetos burdos, cesa,
aunque sólo temporalmente, ya que debido al karma su semilla siempre está
ahí. En este preciso instante, la mente se ha separado totalmente del cuerpo.
Es posible que las personas comunes y corrientes permanezcan un tiempo en
este estado sin reconocerlo como tal. Sin embargo, los yoguis muy expertos
son capaces de permanecer en este estado de meditación en el vacío durante
meses.
Como podemos observar, las diferentes visiones aparecen y desaparecen:
el espejismo, el humo, las chispas, la llama y después la visión blanca como
la luna otoñal surgiendo en el cielo o como el brillo de la nieve en la tierra, la
visión roja y la oscura como la oscuridad total de una sala cerrada o como si
de repente nos precipitásemos en la oscuridad.
A la visión oscura le sigue la visión de la luz clara, la vacuidad. No
obstante, esta no es propiamente suñata. Si fuese suñata, entonces sería un
logro conseguido sin esfuerzo, sin meditación. No es suñata pero sí una
vacuidad como la del cielo del alba, vacía de apariencias blancas, rojas y
oscuras.
En general, no se permite dar los detalles de este método meditativo
abiertamente. Sin embargo, llegados a este punto en el proceso de la muerte,
los yoguis (practicantes que han dedicado su vida a la meditación y a diversos
métodos tántricos, que han observado bien el karma y han mantenido con
pureza los preceptos) aplican dicho método, el cual han estado practicando
toda su vida. Para ellos, este es el momento que habían estado esperando.
Dependiendo de cada meditador, pueden permanecer en la luz clara durante
varios días o incluso semanas.
Durante ese tiempo de permanencia en la luz clara no hay el hedor causado
por el deterioro, sino que el cuerpo huele igual que cuando la persona estaba
viva y mantiene una apariencia magnífica, completamente opuesta a la de una
persona ordinaria muerta. En efecto, las personas comunes, aquellas que no
han practicado el dharma, que no han observado bien el karma o que han
creado muchas acciones negativas durante su vida, parecen muy asustadas
cuando mueren: tienen los ojos abiertos como platos y lloran por tener
visiones horribles; se revuelven, agitan las manos como si quisieran agarrar
algo y hasta pueden volverse incontinentes, además de padecer otros efectos
parecidos.
Desde que los tibetanos se han instalado en India, muchos lamas tibetanos
han fallecido en estado de meditación. A las personas comunes de este país
jamás se les hubiera ocurrido que el morir sentado en meditación fuera
posible, pues nunca antes lo habían visto. La creencia habitual era que en el
momento en que alguien se moría, los restos debían ser trasladados para su
incineración, pues si no se procedía así, el cadáver, al empezar su
descomposición, empezaría a oler mal. Como para ellos una persona está
muerta cuando deja de respirar, resultaba muy difícil conseguir el permiso de
los médicos para dejar a los monjes tibetanos, que debían ser atendidos en los
hospitales, solos durante un tiempo. En consecuencia, los indios que han
podido ver altos lamas en estado de meditación después de muertos se
sorprenden mucho: lejos de oler mal en la sala donde se encuentran, hay un
maravilloso olor dulzón debido al poder de sus logros.
Todas estas visiones, incluyendo la de la luz clara, también suceden entre
el dormir y el soñar, y entre el soñar y el despertarse, pero se suceden con
gran celeridad. Los grandes meditadores primero practican durante estos
intervalos, y en el momento en que son capaces de controlar sus sueños saben
con total seguridad que serán capaces de utilizar este método profundo en el
momento de la muerte. Por lo tanto, si reconocemos nuestra incapacidad de
controlar y reconocer estas visiones durante el sueño en la actualidad,
deduciremos la imposibilidad de estar lo suficientemente conscientes para
practicar este método durante la muerte, de estar lo suficientemente
conscientes como para poder reconocer la sucesión de visiones que ocurren
durante el proceso de la muerte.
Todas estas visiones, incluyendo la luz clara, son fenómenos ordinarios
que todos los seres experimentan, excepto si el fallecimiento es repentino,
como pudiera ser un accidente, un asesinato u otros casos parecidos. Incluso
las personas corrientes experimentan la absorción gradual de las 80
supersticiones burdas después de que la respiración cesa y antes de que
ocurran las visiones blanca, roja y oscura. La visión oscura tiene lugar
cuando la mente extremadamente sutil queda encerrada en la semilla del
corazón. Esta semilla es como una judía diminuta y está compuesta de dos
hemisferios que son como dos piezas que encajan. La muerte ocurre cuando
esta semilla se abre y la mente muy sutil abandona el cuerpo. El signo de que
esto ha sucedido es el de un hilo de sangre que sale de la nariz del fallecido y
de un líquido blanco que rezuma del órgano sexual. Generalmente suelen
transcurrir tres días desde que se inicia el proceso de la muerte hasta que esto
ocurre, si bien debido a ciertas enfermedades, estos fluidos pueden no salir al
exterior del cuerpo. En el caso de los grandes meditadores, también aparecen
los fluidos rojo y blanco cuando han completado su práctica.
El estado intermedio o bardo
Hasta que la cognición se torna borrosa e impotente, la mente mantiene su
aferramiento habitual al yo. Debido a este aferramiento, cuando la cognición
se debilita surge el concepto erróneo de que «estoy dejando de existir», y esta
sensación de perder el yo asusta. Estos pensamientos crean aferramiento al
cuerpo y ansia por él, lo cual, a su vez, conduce al nacimiento en el estado
intermedio (bardo), que es el intervalo entre la muerte de una vida y el
nacimiento de la vida siguiente.
A medida que la persona se adentra en el estado intermedio, las visiones
que se produjeron durante el proceso de la muerte se repiten pero en orden
inverso: oscura, roja, blanca y activación de las 80 supersticiones.
El cuerpo del estado intermedio es indestructible como un diamante, como
un vajra; no presenta resistencia y ningún objeto lo detiene. Además, el ser
del bardo posee ciertos poderes psíquicos derivados de su karma: puede
alcanzar el lugar deseado en un solo instante, sólo con pensarlo, aunque, por
otra parte, también padece mucho. Puede, por ejemplo, sentir que está
sepultado y ha de soportar el peso de montañas enormes, que es vapuleado de
un sitio a otro por un poderoso viento rojo o una tormenta violenta, fuera de
control, que está atrapado en un fuego atronador o que se ahoga en un océano
de olas gigantescas y amenazadoras. Pueden también aparecérsele monstruos,
yamas creados por el karma, con cuerpos espantosos y aterradoras cabezas de
animal que lo persiguen vociferando, intentando golpearlo y destruirlo. En
este estado, el ser padece muchas visiones ilusorias similares, y al no darse
cuenta de que son proyecciones de la propia mente, se asusta muchísimo. Es
tanto el miedo y el sufrimiento que no hay tiempo para el sosiego ni la
relajación.
Si el ser del estado intermedio reconociera su cuerpo anterior, sería capaz
de reintroducirse en él, pero esto no sucede porque a partir del momento en
que la mente deja el cuerpo, esta se olvida por completo de su vida anterior.
El cuerpo en el estado intermedio tiene una vida de siete días, aunque a
veces encuentra un renacimiento antes de este plazo, en cuyo caso atraviesa
de nuevo y muy rápidamente el proceso de la muerte para luego encontrarse
en el cuerpo de su siguiente vida. Si esto no ocurre antes del término de los
siete días, el cuerpo del bardo muere y vuelve a tomar otro cuerpo similar de
nuevo en el bardo. Este ciclo se puede reproducir siete veces, sumando un
máximo de 49 días. El estado intermedio no puede prolongarse más y es por
eso por lo que los tibetanos durante las siete semanas continuas a la
defunción realizan rituales de ofrecimiento (las pujas) cada siete días,
celebrándose el último el 49º día.
Por otro lado, es interesante comentar que el proceso de la muerte también
se puede explicar de la siguiente manera: morir es similar a dormirse, el
estado intermedio es similar al sueño, y despertarse de un sueño es parecido
al renacer.
Capítulo 4: Preparación para la
muerte

Superar el miedo a la muerte


Hemos de preparar nuestra mente cada día y practicar los cinco poderes a
fin de poder aplicarlos en el momento de la muerte (en el quinto capítulo se
tratan en detalle los cinco poderes). Si somos capaces de hacerlo, no se
necesitará el powa ni ninguna otra práctica especial, ya que la práctica de los
cinco poderes se convertirá en el mejor powa. Porque incluso si practicamos
powa, lo que hará que funcione será el haber integrado los cinco poderes en
nuestra vida cotidiana y practicarlos como si se tratara del momento de la
muerte; entonces, aun en el caso de que no muramos en este momento
habríamos creado mucho mérito.

Morir con bodichita


Tal y como lo hemos escuchado miles de veces, lo principal es practicar
bodichita y morir con bodichita: esta es la mejor manera de morir. En ese
momento se ha de mantener el siguiente pensamiento e irlo repitiendo: «Voy
a morir para el beneficio de todos los seres, la práctica y el servicio que he
ofrecido y sigo ofreciendo son para el beneficio de todos los seres».
A lo largo del día y de todos los días deberíamos vivir con la motivación de
la bodichita, sirviendo a los demás: «Estoy aquí para liberar a todos los seres
del samsara y conducirlos al despertar, aportándoles felicidad en esta y en
todas sus vidas futuras hasta liberarlos del samsara».

Práctica de los cinco poderes


Esta es otra práctica fundamental que deberíamos integrar en la vida diaria,
pues aporta sentido a la vida y la convierte en beneficiosa para todos los
seres, además de que evita crear obstáculos para recorrer el camino. Si bien
es posible realizar otras prácticas, como recitar sadhanas o mantras, los cinco
poderes constituyen la base de la práctica: hay cinco para practicar a diario y
otros cinco para la hora de la muerte, y hay que conocer los rasgos de ambos
grupos. Si somos capaces de practicar los cinco poderes a lo largo de la vida,
seremos capaces de practicarlos a la hora de la muerte.
Meditar en estos cinco poderes a la hora de la muerte implica cambiar la
actitud habitual por la de la bodichita. Hemos de intentar memorizarlos,
meditar en ellos continuamente e integrarlos en nuestra vida: esta debería ser
nuestra práctica fundamental, aunque también se puede meditar en la
vacuidad. Dicha práctica de los cinco poderes es la preparación para la
muerte, ya que permite que nos liberemos de todo aquello que nos ata a esta
vida y al samsara y dirigir nuestra vida hacia el despertar. Sería como liberar
la pierna que teníamos atada a una roca para que nada nos impidiera
emprender el vuelo hacia el despertar.
Cada mañana deberíamos pensar con convicción: «Hoy voy a morir»; y por
la tarde también: «Voy a morir esta tarde»; y lo mismo al anochecer: «Voy a
morir esta noche». La práctica del dharma empieza cuando uno se prepara
para la muerte, y se convierte en una práctica pura cuando uno comprende
que no existe otra solución. El pensar que uno va a morir en la próxima hora
o el próximo minuto aporta una gran conciencia a nuestros actos. Pensar así
cada día resulta muy conveniente, ya que nos ayuda a aceptar la muerte, y
para cuando nos llegue la hora, no nos cogerá por sorpresa.
La clave es generar una resolución cada mañana para no caer bajo el
control del aferramiento al yo: «Especialmente hoy, y de ahora en adelante
hasta la muerte, jamás me separaré de la bodichita». Dirigiendo todos
nuestros esfuerzos en esta dirección, hemos de intentar realizar el resto de las
actividades del día con dicha motivación. Dediquemos los méritos
acumulados a lo largo del día para generar la bodichita, tanto para nosotros
como para el resto de los seres. Dediquemos los méritos para ser capaces de
lograr la bodichita en esta y en todas las vidas futuras. También es importante
estudiar las enseñanzas que hablan de la bodichita para apreciar la gran
significación que tiene para nuestra vida, sin olvidar que, conociendo sus
grandes beneficios, disfrutaremos de la vida practicándola.
Estos son los pensamientos para morir no sólo de una manera adecuada
sino de la mejor manera posible, ya que hacen que la muerte, la última
experiencia de la vida, sea de beneficio para los demás, lo cual es lo más
importante.
También es muy bueno pensar durante el día: «El propósito de mi vida no
es sólo mi felicidad, no es sólo resolver mis propios problemas, sino liberar a
los demás del sufrimiento y aportarles toda la felicidad, temporal y última.
Yo soy sólo uno, mi importancia es nula, por mucho que sufra o por muy
feliz que alcance a ser. Hay innumerables seres que desean ser felices, que no
quieren sufrir y que necesitan mi ayuda, y además cada uno de ellos es la
fuente de mi felicidad pasada, presente y futura; cada uno de ellos es lo más
valioso que poseo en la vida. Cuán afortunado soy de poder desprenderme del
egoísmo, fuente de donde surgen todos los problemas y experiencias
indeseables, y en su lugar, desear el beneficio de los demás, experimentar por
ellos su muerte y todos sus problemas para que disfruten a cambio de toda la
felicidad temporal y última».
Al pensar así, visualicemos que tomamos el sufrimiento y la muerte de
todos los seres en forma de humo negro que se absorbe por la nariz y que
destruye el pensamiento egocéntrico del aferramiento al yo que se encuentra
en el corazón, haciendo que este ego al que nos aferramos deje de existir. Si
somos capaces de realizar esta meditación, conocida como tong len, será
eficaz en extremo.
Asimismo, la práctica del retiro de ayuno con Chenrezig, el Ñung Ne, es
otro método excelente para desarrollar la mente de la bodichita que busca el
beneficio de los demás.

La práctica de tomar y dar, el tong len


En esta práctica, que es una de las mejores, se trata de dar todo nuestro
sufrimiento, nuestra enfermedad (el cáncer, por ejemplo), a nuestro propio
aferramiento al yo, a nuestro apego, aversión, ignorancia y engaños. Es muy
recomendable recordar la Rueda de las armas afiladas para comprender que
el sufrimiento por el que atravesamos, por ejemplo debido al cáncer, es el
resultado de nuestro karma negativo.
Hoy por hoy, hay muchas personas con cáncer y otras enfermedades, y hay
otras muchas proclives a desarrollarlas, así que es aconsejable pensar: «Voy a
morir de todas maneras, así que voy a utilizar mi enfermedad como un medio
para beneficiar a los demás, para generar bodichita, voy a tomar el cáncer y
todo el sufrimiento de los demás sobre mí. Lo he pedido tantas veces al
recitar la Puja al maestro, y ahora se ha cumplido». Hemos de convencernos,
sin asomo de duda, de que si ahora padecemos cáncer, o cualquier otra
enfermedad o dificultad, es el resultado de haberlo pedido en nuestras
oraciones. Dediquemos, pues, el hecho de padecer cáncer no sólo en nombre
de todos, sino también para alcanzar el despertar rápidamente. Cada vez que
pensemos «tengo cáncer», deberíamos añadir «…y lo vivo para todos los
seres». Cuando la mente esté deprimida o débil, pensemos que el cáncer está
destruyendo el aferramiento a la entidad, nuestro peor enemigo, el demonio
del egoísmo. En otros momentos, es recomendable alternarlo con el
pensamiento de experimentar el cáncer para poder ayudar a otros. De esta
forma, nuestra enfermedad se convierte en algo necesario e importante para
nuestra práctica, se convierte en el camino al despertar. También así
utilizamos la enfermedad para purificar sus causas, porque detenemos y
purificamos nuestras distorsiones mentales. Por consiguiente, el cáncer, o
cualquier otra contingencia que cause espanto, se convierte en una medicina,
cuyo poder es superior incluso al del mantra de Vajrasattva.
Aunque aquí se menciona específicamente el caso de alguien con cáncer, la
práctica del tong len se puede aplicar ante cualquier dificultad que se nos
presente: sufrimiento, dolor, enfermedad, muerte. Mientras permanezcamos
en el samsara, no hay forma de estar libres de sufrimiento ni de estar sanos
por completo, pues es como si nos hallásemos en medio de un fuego: en tal
situación no cabría esperar no quemarse ni sentirse cómodos. Sin embargo,
contamos con la práctica de tong len para afrontar cualquier dificultad que
atravesemos, desde el nacimiento hasta la muerte, y de este modo transformar
nuestras vidas y dificultades para que sean de enorme beneficio para nosotros
mismos y los demás.

El poder del tong len


Se explica que, en una de sus vidas pasadas, Buda era una chica alfarera,
de casta inferior, y de la cual, por algún motivo y para proteger su vida, se
decía que era un chico. Su padre, que era comerciante, murió en el mar, y su
madre, como no quería que siguiera sus pasos, primero la animó a ser
segadora, después a trabajar en otra cosa y después en otra, pero ella decidió
finalmente zarpar como había hecho su padre. La madre la intentó retener
agarrándola de la pierna, pero ella le propinó una patada en la cara y se
marchó. Una vez en el mar, pasó por varias islas donde había hermosas
doncellas y otras maravillas, pero no se detuvo en ninguna de ellas, sino que
siguió navegando hasta que, en otro lugar, divisó a un hombre con la cabeza
atrapada bajo una rueda. Cuando se percató de aquello, quiso tomar el
sufrimiento del hombre, y gracias a este pensamiento compasivo, la rueda
que iba a aplastar su propia cabeza debido al karma negativo de haber dado
una patada a su madre se purificó de inmediato.
También se cuenta la historia de otra de las vidas previas de Buda en la que
fue un bodisatva que renació en los infiernos donde, queriendo ayudar a
alguien que se encontraba empujando un carro, generó la mente de gran
compasión y por ello renació inmediatamente en la tierra pura de Tushita.
Estas historias ilustran que el tong len es más poderoso incluso que la
práctica de Vajrasattva, porque cada vez que uno piensa en experimentar el
sufrimiento de los demás, se purifica muchísimo karma negativo, cosa que no
es capaz de hacer la medicina externa. Y es que, en efecto, para recuperar la
salud, lo más importante es la meditación; los medicamentos por sí solos no
pueden curar las enfermedades. Conozco a muchas personas que se han
curado de enfermedades terminales gracias a la meditación.
Así que cuando descubramos que vamos a morir, deberíamos orientar todo
nuestro esfuerzo en generar la bodichita, dando a los seres toda nuestra
felicidad, nuestros méritos y nuestras posesiones. Hemos de visualizar que lo
reciben y que eso hace que recorran el camino y logren el despertar. A la vez,
debemos generar el amor, el deseo de llevar a todos los seres a la felicidad,
así como la compasión de tomar sus sufrimientos, enfermedades y
especialmente su muerte. Al inhalar el aire, absorbemos todo esto hacia el
corazón, donde se dirige a nuestro egoísmo para destruirlo y para que deje de
existir. Enviamos también todos estos sufrimientos al yo emocional que
parece existir por sí mismo pero que de hecho es inexistente como tal. Se
vuelve totalmente inexistente. Intentemos morir con esta motivación; si
morimos con este pensamiento de la bodichita, nuestra muerte se convertirá
en causa para lograr el propio despertar y el de los demás. Vivamos la vida
con este precioso pensamiento que colma todos los deseos, los propios y los
ajenos.

Protección inmediata
A medida que nos vamos acercando a la muerte es muy recomendable
pensar: «Voy a experimentar la muerte para beneficio de todos los seres». De
esta manera morimos por los demás, que es la mejor manera de morir. Todos
los budas y bodisatvas, todos los seres santos nos admirarán y se sentirán
satisfechos de que muramos con este pensamiento, que es el mejor camino
para abrir la puerta a toda felicidad. Al morir de esta manera, no habrá ni
miedo ni un renacimiento en los reinos inferiores de los infiernos, ni tampoco
como animal o espíritu hambriento.
La práctica más importante es la bodichita, seguida de los cinco poderes.
Ambas confieren una protección inmediata, y deberíamos aprenderlas y
ponerlas en práctica; deberíamos recordar los cinco poderes a diario y estar
preparados para morir cualquier día, ya que la muerte puede suceder en
cualquier momento. No esperemos a padecer cáncer o cualquier otra
condición adversa, porque hay muertes prematuras o a destiempo. Si
pensamos: «Ya practicaré los cinco poderes en el futuro», quizá la muerte se
adelante a ese futuro, mientras que si la mente está centrada en la práctica de
los cinco poderes cada día, aunque haya un terremoto, suframos un accidente
de tráfico, o padezcamos alguna enfermedad grave, la mente ya estará
preparada. Los cinco poderes también son una ayuda inmediata para aliviar el
miedo a la muerte. Este es mi principal consejo en relación con el miedo a
morir.

Purificación del karma en relación con el maestro


Una de las razones por las que la muerte nos provoca miedo es porque no
hemos purificado lo suficiente, y es por esta razón por la que deberíamos
mantener en nuestra mente la bodichita y la devoción al maestro. La devoción
al maestro supone seguir sus consejos en relación con nuestros actos y
pensamientos. Si surge cualquier visión errónea o pensamiento negativo
hacia un maestro de quien hayamos recibido iniciaciones o cualquier tipo de
enseñanzas, aun las menores, lo mejor para contrarrestarlo es generar una
compasión firme y purificarlo con arrepentimiento, hacer la recitación de
Samayavajra o realizar autoiniciaciones.
La práctica de Samayavajra se puede hacer con las mismas visualizaciones
que se hacen en la de Vajrasattva: visualizar a Samayavajra sobre la coronilla
y, mientras el néctar va fluyendo, meditar en las tres purificaciones
(descendente, ascendente e instantánea). En general, es importante para
nosotros purificar el karma negativo creado en relación con el maestro, y en
particular, para los que hayan recibido una iniciación de tantra supremo es
muy beneficioso practicar Lama Chöpa cada día. Esta práctica se puede
estudiar a partir del comentario de su santidad el Dalái Lama (El camino del
gozo, Dalái Lama, Olañeta, traducción al español de la versión inglesa The
Union of Bliss and Emptiness). Asimismo, se puede realizar la práctica del
tsog de Vajrasattva, que aporta beneficios extraordinarios.
También es bueno confesar las propias faltas al maestro, cosa que hizo por
ejemplo uno de nuestros estudiantes, un monje que había enfermado
gravemente y que al parecer tenía serios obstáculos que le impedían seguir
viviendo, y el cual, asumiendo que iba a morir, me remitió su confesión. La
práctica de confesar las propias faltas al maestro es excelente para aligerar el
propio karma.
Es aconsejable antes de ir a dormir practicar la confesión a los 35 Budas
recitando sus nombres, aunque si además se añaden las postraciones resulta
todavía más beneficioso, y más aún si se recitan sus nombres un mínimo de
tres veces. También es aconsejable realizar la práctica de Vajrasattva
recitando un mínimo de 21 veces el mantra largo, y hacer la dedicación de
forma elaborada, recitando la Reina de las oraciones, oración fácil de recitar.
Si esto no es posible, se recomienda dedicar los méritos para lograr la
bodichita con la oración que lee: «Que por mis méritos y los de los demás...»
y la estrofa de dedicación de Samantabhadra, «Así como el valeroso
Manjushri y Samantabhadra comprendieron la realidad tal como es...». A
continuación, se aconseja aspirar a llevar a cabo el camino inmaculado y
completo de Lama Tsong Khapa, que unifica el sutra y el tantra en la mente
del practicante, y dedicar con convicción para que ese camino florezca en
todos los estudiantes y benefactores de la familia de dharma y también en
todos los seres, en cualquiera de las formas que sean beneficiosas para ellos,
y para siempre. Si es posible, dedicar cada vez que se acumule algún mérito,
y si no es posible, dedicar tras la práctica matinal y antes de ir a dormir.
(Para más información sobre estas prácticas, consultar la sección Recursos
útiles [ir a la página]).

Practicar con destreza el lam rim y la recitación de


oraciones
Es importante cumplir con los compromisos que se hayan recibido de los
maestros, pues ellos están ahí para purificarnos la mente y para que
alcancemos los logros. Si se realiza la práctica de Lama Chöpa por la
mañana, podremos observar que contiene una oración del lam rim, en cuya
recitación hay que concentrarse bien, porque se convertirá entonces en una
meditación completa del lam rim, y por lo tanto es una manera muy hábil de
plantar en unos pocos minutos las semillas de todo el camino.
Hemos de rogar a nuestros maestros y a nuestra deidad una y otra vez,
varias veces al día: «De ahora en adelante y en todas las vidas futuras, que
pueda yo ser como ellos, poseer una perfecta y completa sabiduría, una
perfecta y completa compasión y un perfecto y completo poder, a fin de
ofrecer a todos los seres beneficios tan vastos como el cielo. Que pueda yo
ser así de ahora en adelante y en todas mis vidas futuras». Debemos fomentar
esta aspiración varias veces al día, porque esta oración es de gran importancia
para que nuestra vida sea lo más beneficiosa posible; aporta felicidad a los
demás y es como una joya que concede los deseos. En estas oraciones
también incluimos a la familia, y si hay alguien a quien queremos, esta es la
mejor manera de ayudarle. Intentemos morir con esta oración en la mente.
También, al morir deberíamos retener este pensamiento en la mente: «Me
estoy muriendo para el bien de todos los seres». Otra manera sería teniendo
presente a nuestro maestro.
Todas estas prácticas son en realidad el mejor powa a la hora de la muerte.

Prepararse para la muerte


Su santidad el Dalái Lama explica que en el momento de la muerte resulta
difícil meditar igual que cuando se está en plenas facultades. Es decir, que si
durante la vida no hemos meditado bien, entonces no seremos capaces de
meditar durante la muerte, no mantendremos la concentración.
La clave está, por tanto, en haber acumulado méritos y haber purificado
cada día en lo que respecta a nuestra relación con los demás seres; en haber
servido a los demás con un corazón sincero y bondadoso, y en haber
trabajado duro para su beneficio, sin olvidarse nunca de hacer ofrecimientos
al maestro triple joya.
Practicar el buen corazón, es decir, la bodichita, a lo largo de la vida
purifica una gran cantidad de karma negativo, incluso karma muy pesado, y
evita crear karma negativo adicional. Es el karma negativo lo que hace que
experimentemos miedo ante la muerte, y es particularmente la bodichita la
que detiene el gran sufrimiento de renacer en los reinos desafortunados, que
son resultado de los actos negativos. Deberíamos además vivir de forma ética
y moral, tomando los preceptos de un maestro espiritual o en presencia de
objetos sagrados.
Es muy importante integrar los cinco poderes en la vida cotidiana y
practicarlos durante la muerte, pues son muy especiales para alcanzar la
iluminación rápidamente además de que incluyen el powa, o transferencia de
la consciencia en el momento de la muerte hacia una tierra pura, lugar este
donde se reciben enseñanzas del Vajrayana que capacitan al practicante para
alcanzar el despertar en una sola vida. La efectividad del powa depende de la
forma en que se hayan practicado los cinco poderes durante la muerte, que, a
su vez, depende de cómo se hayan realizado las prácticas generales de
purificación y acumulación de méritos a lo largo de la vida.
Las enseñanzas del lam rim explican las cuatro maneras de lograr una
extensa y poderosa acumulación de méritos, y es importante practicarlas a lo
largo de nuestra vida mientras llevamos a cabo las actividades cotidianas,
como comer, dormir, caminar y otras, en lugar de realizarlas con deseos
mundanos y apego samsárico.
Capítulo 5: La práctica de los cinco
poderes
Introducción
La técnica que aquí se presenta conlleva como objetivo el aportar una
felicidad duradera en nuestra vida; pero no se refiere a esa felicidad habitual
basada en la alucinación creada por el deseo, el orgullo y otras emociones,
cuya característica principal no es más que sufrimiento, como descubrimos
cuando la sometemos a un análisis. Aquí, por el contrario, hablamos de
auténtica paz interior y felicidad, que aportan satisfacción, plenitud y sentido
a la vida, y esto es gracias a la técnica de los cinco poderes, a integrarla en
una vida.
Cuando la vida está impregnada de la práctica de los cinco poderes las 24
horas del día, cualquier cosa que se haga estará dirigida al beneficio de todos
los seres, que son innumerables y que, al igual que nosotros, desean la
felicidad y no desean sufrir. Como nosotros, el resto de seres espera que los
demás les ayuden y beneficien y que no les inflijan el más mínimo daño.
Cuando practicamos los cinco poderes, cualquier cosa que hagamos, al
asumir como objetivo el beneficio de los incontables seres, se convierte en
causa de la felicidad incomparable del completo despertar. Este es el mayor
logro que se puede alcanzar en esta vida y, por lo tanto, esta práctica es la
mejor para alcanzar la felicidad sin par; cualquier acción, como meditar,
recitar o trabajar, se convierte en causa para la felicidad de todos los seres. Al
ser lo mejor para los demás, naturalmente lo es también para uno mismo, y
nos colmará de felicidad tanto en esta vida como en vidas futuras, al igual
que el sol que ilumina el mundo y disipa toda oscuridad.
La integración de los cinco poderes en la vida es también la mejor
preparación para que incluso al final de nuestros días tengamos una muerte
feliz, y esto será posible porque al haber realizado la práctica de los cinco
poderes a lo largo de la vida, nos será fácil practicarla cuando el momento de
la muerte se aproxime. Esta es la mejor técnica psicológica y la meditación
más profunda.
Hay cinco poderes que se aplican durante la vida y otros cinco que han de
ser practicados en el momento de la muerte . Los cinco a realizar durante la
1

muerte consisten en una práctica de entrenamiento de la mente para la


transferencia de la consciencia cuyo objetivo es dirigir la mente a su nuevo
renacimiento, como se menciona en la práctica de la transformación de la
mente en siete puntos:

La instrucción Mahayana para la transferencia de la consciencia no es


más que la de los cinco poderes. Por lo tanto, valora esta práctica.

También el gran santo tibetano y ser despierto, Panchen Losang Chökyi


Gyältsen, autor de la Puja al maestro , menciona en las estrofas finales de la
2

oración del camino gradual común , que tratan del estadio gradual de
3

consumación del camino del tantra supremo:

Oh, Protector, inspírame para lograr en esta vida el camino de la unión


de la luz clara con el cuerpo ilusorio,
que emergen al posar tus pies sobre los ocho pétalos de mi corazón,
en el centro mismo del canal central.

Si en el momento de la muerte no he completado todos los puntos del


camino,
inspírame para ser conducido a una tierra pura,
bien por las instrucciones de aplicar las cinco fuerzas
o bien por los poderosos medios de la budeidad, la transferencia del
maestro .
4

Según aconsejan estas estrofas, si no es posible alcanzar el despertar en


esta vida, si no se es capaz de lograr el estado de consumación del camino del
tantra supremo, la luz clara y el cuerpo ilusorio , entonces, a la hora de la
5

muerte, se debería practicar powa con el objeto de transferir la consciencia.


Por esta razón más adelante se presenta la práctica de la transferencia de la
consciencia (powa), según las enseñanzas de la transformación de la mente,
el lo jong. Como el gran ser despierto, el lama tibetano Pabongka Dechen
Nyingpo mencionó:

La técnica de la transferencia de la transformación de la mente no


emplea los sonidos HIK o PHE, pero es más profunda que cualquier otro
método de transferencia de la consciencia .6
El primer poder: el poder de la semilla blanca
Se explica que deberíamos afrontar la muerte con las seis perfecciones
(paramitas) :
7

Cuando estemos a punto de morir, deberíamos dividir nuestras


pertenencias en tres partes: una para ofrecer al maestro triple joya para
acumular méritos, otra para ofrecerla a los necesitados y una última para
ceremonias y varios . Realizar cualquiera de estos tres ofrecimientos se
8 9

considera un acto de generosidad.

En cuanto a la ética, se deberían confesar las rupturas de los votos de


liberación individual y tomar la decisión de abstenerse de repetirlas,
generar la bodichita de aspiración y de acción y comprometerse con los
votos. En esto consiste la conducta ética.

Respecto a la paciencia, ofrecer perdón si todavía se guarda alguna


rencilla. Si la persona en cuestión no se encuentra cerca, le podemos
legar una parte de nuestras posesiones materiales, comunicándoselo:
«Sólo dispongo de esto, por favor, perdóname». Si la persona es incapaz
de aceptarlo, hemos de ser pacientes y no dejar que la tristeza impregne
la mente.

Respecto la perseverancia, cualquier cosa que hagamos, hagámosla


con alegría.

Las otras dos perfecciones, concentración y sabiduría, están incluidas


en estas prácticas .
10

Desprenderse de las posesiones materiales


Es urgentísimo desprenderse de las posesiones materiales, incluyendo
aquellas que nos generan los aferramientos más fuertes, para cortar el apego y
el aferramiento, en otras palabras, para soltar el deseo; esto incluye
desprenderse del apego a los seres queridos, como hijos, familiares y demás.
En el caso de las posesiones materiales, podemos desprendernos de ellas
ofreciéndolas al campo de méritos constituido por el Maestro, el Buda, el
Dharma y la Sangha, u ofreciéndolas a obras de caridad. Esto significa que, o
bien las ofrecemos ahora, o bien tomamos la firme determinación de
ofrecerlas más adelante al campo de méritos o a obras de caridad. Para ello,
se puede reflejar nuestra voluntad en un testamento, aunque igualmente
deberíamos por lo menos ofrecerlas ahora, de corazón, al Maestro, al Buda, al
Dharma y a la Sangha. Ofrezcamos nuestras posesiones a los objetos
sagrados o a causas concretas que puedan beneficiar de diversos modos a los
seres.
Dediquemos ahora mismo con la mente y el corazón, pues no sabemos ni
el día ni la hora en que nos llegará la muerte. Desde el mismo momento en
que pensamos así, la dolorosa mente del apego se desvanece para dejar paso a
una paz y felicidad totales. Como se expresa en el refrán, «una manzana al
día, el médico te ahorraría».
Hacer el ofrecimiento al maestro es fácil de comprender, más fácil que la
dedicación a Buda, Dharma y Sangha. Esta la hacemos desde el corazón, y su
aspecto principal es soltar, dejar ir y dejar de torturarse con el aferramiento
para, en su lugar, procurarse satisfacción, paz y felicidad, sin que haya
remordimientos ni preocupaciones debidas al aferramiento. Al apaciguar así
la mente, esta se libera y es capaz de realizar distintas prácticas a la hora de la
muerte, como por ejemplo el powa. Al hacer ofrecimientos a las Tres Joyas
no sólo soltamos el apego, sino que también creamos inconcebible cantidad
de méritos gracias al poder de estos tres objetos. Incluso aunque no hubiera
nadie alrededor para escucharnos, hemos de sentir de corazón: «Ofrezco
todas estas cosas al Buda, al Dharma y a la Sangha». Habiendo ofrecido así
nuestras posesiones, pensamos que ahora les pertenecen a ellos, y de esta
manera deja de haber aferramiento.
Hay infinitas posibilidades para que las pertenencias, las propiedades y el
dinero sean más satisfactorios, significativos y beneficiosos, de tal forma que,
gracias a nuestra generosidad, no sólo nos beneficiemos nosotros sino
también a todos los seres.
Aunque las posesiones materiales, las perfecciones samsáricas, carecen de
entidad, aún podemos extraer la esencia de ellas, todo depende de lo abierto
que esté nuestro corazón y del nivel de comprensión alcanzado acerca de la
ley de causa y efecto, el karma, en contraposición a lo mucho que nos
ofuscan las visiones erróneas. Así que la comprensión y la fe ofrecen un
océano de oportunidades para beneficiar al máximo a los demás, y si algo
beneficia a los demás, también le beneficia a uno mismo de forma natural.
Por ejemplo, se puede donar dinero, propiedades o cualquier otro bien con
el objeto de preservar y difundir las enseñanzas de Buda, ya que esto aporta
felicidad a los seres, y la felicidad es lo que desean, bien sean uno o infinitos
en número.
La consciencia no se extingue sin más en el momento de la muerte como
una lámpara que se apaga cuando el aceite se agota o como la llama de una
vela que se extingue cuando la cera se consume. El cuerpo y la mente están
totalmente separados; son dos fenómenos distintos: el cuerpo es material y
tangible, tiene color y forma, y en cambio la mente no tiene sustancia, no
tiene color ni forma, y los fenómenos sin forma son bien distintos de los
fenómenos corporales. Algunos quizá crean que la mente es algo similar a las
ondas cerebrales, pero la mente no es un fenómeno externo que el sentido de
la vista pueda percibir, ni tampoco el oído, ni el olfato, ni el gusto, ni el tacto.
La mente no es objeto de ninguna de las cinco consciencias sensoriales de los
seres comunes como nosotros . 11

La mente puede ser el objeto de la sexta consciencia, la consciencia mental.


Por ejemplo, cuando alguien se enfada, lo puede manifestar a través de su
expresión facial, que se vuelve tensa y colérica, no hay sonrisa ni serenidad ni
suavidad en sus rasgos, y por medio de la observación podemos concluir que
la persona está enfadada. Asimismo, cuando una persona se enfada, sus actos
pueden volverse violentos y su forma de hablar grosera e insultante, y,
reparando en esto, la mente puede interpretar que la persona está enfadada.
Así que, en realidad, sólo mediante señales externas, como expresiones y
ademanes agresivos, podemos afirmar que en la mente de una persona hay
enfado. Sin embargo, hay momentos en los cuales una persona no muestra su
enfado, no lo revela a través de ninguna forma, no lo exterioriza, por lo que a
menos que uno posea clarividencia o sea omnisciente no podrá saber si esa
persona está enfadada.
Lo mismo ocurre con el apego: si una persona quiere a otra pero esta otra
no observa ningún cambio en la expresión, en el lenguaje o en sus acciones,
entonces aunque haya apego y amor, esta persona puede pensar que aquella
no la quiere. Generalmente, nos damos cuenta de que alguien nos quiere,
siente apego por nosotros o está enfadado al observar la forma externa y los
posibles cambios de su comportamiento.
Por otro lado, la mente es un objeto de la sexta consciencia para los seres
omniscientes o aquellos que poseen clarividencia. Incluso antes de alcanzar la
budeidad, cuando un gran yogui ha logrado el estado de unificación del tantra
supremo, los átomos del cuerpo pueden funcionar como mente y la mente
puede funcionar como el cuerpo, de tal forma que la mente puede
manifestarse como forma.
Las enseñanzas mencionan seis perfecciones para madurar el continuo
mental propio, y también cinco tipos de clarividencia para madurar el de los
demás:

Clarividencia de los poderes milagrosos: uno despliega sus poderes


milagrosos y los muestra a los seres, manifestándose de diversas
maneras o realizando determinadas transformaciones. De este modo,
uno puede cuidar de los seres y guiarles en el dharma.

Clarividencia del ojo divino: al poseer la capacidad de prever la


muerte, la transferencia de la conciencia y los renacimientos futuros
tanto propios como ajenos, y explicarlo a los seres, uno puede
subyugarlos y apartarlos del nihilismo.

Clarividencia del oído divino: es la habilidad de escuchar el profundo


y amplio sonido del dharma transmitido por los victoriosos y sus hijos
espirituales, los bodisatvas, en las diversas tierras puras de los budas, y
más tarde transmitirlo a los seres.

Clarividencia de recordar el pasado: con la habilidad de ver sus


propias conexiones kármicas y las de los demás, uno puede explicar el
dharma de acuerdo con los elementos, con la mente de los seres y su
forma de pensar. Este tipo de clarividencia es común a otras religiones,
como el hinduismo.

Clarividencia de haber eliminado las faltas: esta es una cualidad que


sólo poseen los excelsos seres aryas que han eliminado sus engaños,
denominados faltas porque son la causa de caer en los reinos inferiores.
Esta es la verdadera clarividencia especial. Por supuesto, la clarividencia
de haber cesado todos los engaños se refiere sólo a los budas.

También se describen los poderes psíquicos conocidos como los cinco


ojos:
El ojo físico: es aquel que permite no sólo percibir las formas burdas
o más aparentes, sino también aquellas extremadamente sutiles. Por
ejemplo, después de haber desarrollado shiné (palabra tibetana para
calma mental), y quizás también al haber logrado la generación sutil, se
pueden ver e incluso contar los átomos de una montaña.

El ojo divino: se pueden ver la muerte, la transferencia de la


consciencia y las vidas pasadas de uno mismo y de los demás.

El ojo del dharma o de los fenómenos: ojo de sabiduría que permite


discernir el grado de logros de un ser arya.

El ojo de la sabiduría: la sabiduría trascendental que percibe


directamente la ausencia de entidad (podría ser la sabiduría que se suele
simbolizar con el tercer ojo).

El ojo de buda: es el más perfecto de los cinco ojos. Irradia y lo


ilumina todo.

Este fenómeno denominado mente carece de forma, su naturaleza es clara y


es capaz de percibir objetos.
No hay duda de que si hemos entrenado la mente en la compasión, la
persona puede aportar paz y felicidad no sólo a su propia vida sino también a
su familia, vecinos, a su región, al país, a todo el mundo y a todos los
innumerables seres de otros universos. Se puede aportar felicidad a
innumerables dioses mundanos, suras, asuras, seres del infierno, y a
innumerables espíritus hambrientos y animales. Cuando una persona se ha
entrenado en la compasión puede ser la causa para que todos los
innumerables seres experimenten felicidad en sus vidas futuras, y también la
felicidad imperecedera y última de la liberación, libre para siempre del
océano del sufrimiento samsárico de los seres de los infiernos, de los espíritus
hambrientos, de los animales, de los humanos, de los dioses, de los asuras y
también de los seres del estado intermedio. No sólo eso, sino que puede ser la
causa de la felicidad incomparable, el completo despertar y perfecto gozo
para cada uno de los innumerables seres conscientes.
Por el contrario, si una persona que ocupa una posición de poder e
influencia está habituada a transformar todas sus experiencias en enfado y en
exaltación del ego, esta persona puede llegar a destruir no sólo a los
miembros de su familia, sino también a las personas y animales de toda una
región o país donde habite, e incluso de la Tierra. La Historia nos muestra en
varias ocasiones que cuando la mente de una persona con poder e influencia
se vuelve negativa, millones de persones pueden ser masacradas.
La sexta consciencia, la consciencia mental, continúa hacia la siguiente
vida incluso cuando el cuerpo se ha desintegrado por completo. Esta
consciencia es la que renace mediante la concepción en el vientre de la
madre, en un huevo, por calor y humedad o por nacimiento espontáneo. (Este
último caso lo llamo «nacimiento por introducción» y ocurre por ejemplo
cuando se nace en un loto de una tierra pura, o dentro de una fruta o de una
roca). La consciencia que se reencarna renace como uno de los seis tipos de
seres migrantes.
Debido a la continuidad de la consciencia, la mente se ha estado
habituando durante mucho tiempo a pensamientos egoístas negativos que han
perjudicado a otros seres y, por tanto, esta tendencia se manifestará no sólo
durante esta vida sino también en la predisposición de seguir así durante las
vidas futuras. Así es como la mente puede dañar a los seres, y de hecho los ha
dañado desde renacimientos sin principio, pues ha estado bajo el control de
pensamientos egoístas de enfado, apego e ignorancia. Mientras no
cambiemos nuestra mente negativa, seguiremos perjudicando a los seres por
tiempo indefinido.
Por otra parte, si la mente se vuelve positiva y pura, sin mácula de
egoísmo, enfado, ignorancia o aferramiento, y desarrolla compasión y
sabiduría, entonces, esta mente puede ser la causa de la felicidad
incomparable e imperecedera de la completa iluminación para todos y cada
uno de los seres. Esta mente compasiva colma los deseos de todos los seres,
aportándoles una felicidad completa.
La causa para que los seres disfruten de la felicidad durante todas las vidas
futuras y para renacer en los reinos superiores y experimentar todo tipo de
alegrías y disfrutes debe venir de la propia mente, no puede venir de fuera. Y
si nos preguntamos cuál es esa causa, esta no es otra que la virtud. Los seres
debemos practicar la virtud de la conducta ética, para en el futuro renacer en
un reino favorable; debemos practicar la virtud de la generosidad, para en el
futuro disponer de abundancia; debemos practicar la virtud de la paciencia,
para en el futuro poseer un cuerpo hermoso y estar rodeados de personas que
nos brinden un apoyo constante.
Observando la ética que se abstiene del habla sin sentido, en vidas futuras
obtendremos un habla muy persuasiva y la gente prestará atención a cualquier
cosa que digamos. Por el contrario, por culpa del cotilleo y el habla sin
sentido, en vidas futuras nuestras palabras no serán influyentes, e incluso en
caso de necesitar ayuda, no nos la concederán por esta falta de persuasión. Si
nos dedicamos a mentir, en esta y en muchas vidas futuras, aunque seamos
sinceros, la gente creerá que mentimos. Como resultado de haber creado la
acción no virtuosa de la actividad sexual incorrecta, en la próxima o en varias
vidas futuras experimentaremos el efecto negativo de sufrir abusos sexuales,
y además nuestra pareja o los compañeros se posicionarán en contra de
nosotros por lo que no podremos mantener relaciones armónicas. Eso son
sólo algunos ejemplos.
Cuando nos habituamos a estas acciones negativas no sólo
experimentaremos los resultados negativos en forma de sufrimiento, sino que
en las vidas futuras tendremos de nuevo el hábito de cometer las mismas
acciones negativas, por lo que mantendremos la costumbre de matar, robar,
adoptar una conducta sexual incorrecta, mentir, calumniar, chismorrear,
vituperar, tener inquina, codicia y demás. Debido a la familiaridad con estas
acciones negativas cometidas en el pasado, nos veremos abocados a
cometerlas de nuevo durante muchas vidas, creando aún más karma negativo.
Si no cambiamos la mente, si no la purificamos del karma negativo de vidas
pasadas como el creado con las diez acciones no virtuosas, si no acumulamos
karma positivo al practicar una conducta ética absteniéndonos de cometer
estas acciones negativas, tendremos que experimentar los sufrimientos del
samsara y particularmente los de los reinos inferiores, los sufrimientos de los
seres infernales, espíritus hambrientos y animales, continuamente y para
siempre.
Así que podemos observar que el hecho de que un ser disfrute de felicidad
en todas sus vidas futuras, por ejemplo renaciendo en un cuerpo humano,
depende del karma positivo que haya creado. Esto quiere decir que la
felicidad en las vidas futuras depende de la práctica del dharma, es decir, de
realizar acciones virtuosas de cuerpo, habla y mente. Por eso necesitamos ser
educados, necesitamos aprender el dharma, las enseñanzas de Buda, y
necesitamos practicarlas. La felicidad de las vidas futuras proviene del
dharma, de las enseñanzas de Buda. Además, hay que tener en cuenta que la
duración de esta vida es muy corta, mientras que la necesidad de felicidad
para las vidas futuras es enorme y constante, y durará hasta que se consiga
alcanzar la liberación y el despertar.
Los seres buscan la felicidad y rechazan el sufrimiento. En efecto, se puede
deducir que prefieren la felicidad más elevada y duradera por la manera en
que hacen negocios, siempre buscando el máximo beneficio, o porque a la
hora de comprar, dentro de sus posibilidades, siempre buscan adquirir los
artículos de mejor calidad, los que duren más. Es posible que no conozcan las
cuatro nobles verdades tal como fueron presentadas por Buda:

1. El sufrimiento verdadero: los diferentes tipos de sufrimiento


samsárico .12

2. El origen verdadero del sufrimiento: el karma y las delusiones o


engaños.
3. La cesación verdadera: la cesación del karma y de las delusiones y del
sufrimiento resultante.
4. El camino verdadero: el método para conseguir la cesación verdadera.

Como se ha mencionado anteriormente, aunque los seres no tengan noción


sobre estas cuatro nobles verdades, su deseo es alcanzar una felicidad
imperecedera y la liberación, una libertad, que dure para siempre, del
sufrimiento y de sus causas. Pero resulta que para lograr este deseo hay que
poner fin a las delusiones y al karma, a las perturbaciones mentales e ideas
erróneas, desarrollando los cinco caminos a la liberación. Y para eso, antes
que nada, los seis reinos (suras, asuras, humanos, animales, espíritus
hambrientos y seres del infierno; que se pueden englobar en tres reinos: el
reino del deseo, el reino de la forma y el reino sin forma) han de entenderse
nada más que como un sufrimiento insoportable. Se han de ver como estando
en medio de un fuego, dentro de un nido de serpientes o sentados sobre una
lanza de hierro. Se requiere, pues, renuncia absoluta, no poseer ni por un
instante atracción por ningún placer samsárico.
Con esta renuncia absoluta, los seres entran en la vía de la liberación y
recorren los cinco caminos: el camino de acumulación, el de la preparación,
el de la visión correcta, el de la meditación y el del no más aprendizaje. Así
como se necesita una fuente de calor previa para que la madera arda, del
mismo modo, para alcanzar el segundo camino, el de la preparación, es
necesario haber alcanzado el logro preparatorio de la unificación de shamata
(palabra sánscrita para calma mental) con la visión superior, obteniendo así
una concentración especial.
A continuación está el camino de la visión correcta, la sabiduría que
percibe directamente la vacuidad, semejante a una ardiente llama, gracias a la
cual se inicia la extinción directa de los errores, de los conceptos intelectuales
y las delusiones. A continuación se recorre el camino de la meditación
durante el cual cesan los conceptos erróneos y las delusiones que nacen
simultáneamente, así como también se extinguen sus semillas. En esto
consiste la liberación: en la naturaleza de la mente totalmente libre de
pensamientos perturbadores y oscurecimientos mentales, incluyendo las
semillas de las delusiones, siendo imposible que estas germinen de nuevo y
creen así el karma negativo que nos lleva a padecer tantos sufrimientos.
De este modo verificamos que las enseñanzas de Buda muestran el camino
completo a la liberación. Sin ellas no hay forma de que los seres puedan
alcanzar la felicidad imperecedera, no sólo de que puedan alcanzar la
felicidad temporal y disfrutar de buenas experiencias en esta vida y en las
futuras, sino también de que puedan liberarse del océano de sufrimientos del
samsara.
Así nos percatamos de por qué preservar y diseminar el dharma comporta
un importante beneficio para los seres y es la cosa más preciada e importante.
Es necesario educar a los seres para que puedan recorrer el camino,
especialmente el Mahayana Paramitayana con sus cinco caminos y diez
tierras (bhumis). Y entonces, al practicar las cuatro clases de tantra, cesarán
los oscurecimientos y las visiones dualistas sutiles en un breve período de
tiempo, en una vida o en unos cuantos años, y podremos liberarnos del
océano del samsara y alcanzar el despertar completo, el estado unificado de
Vajradhara, mucho más rápidamente.
El gran ser iluminado Pabongka Dechen Nyingpo dijo: «No hay nada que
pueda serte de mayor ayuda después de la muerte que soltar los objetos a los
que estás aferrado. Esto te ayuda más que si alguien crease raíces de virtud en
tu nombre» .13

Pabongka también explicó las siguientes anécdotas sobre los


inconvenientes de no soltar el deseo que se aferra a las posesiones :14

Un monje plenamente ordenado que estaba aferrado a su bol de


15

mendicante renació como una serpiente que fue capturada por Buda en la
jungla; el reptil se enfadó, con tal grado de intensidad que el bosque entero
ardió y la serpiente renació en los infiernos; su consciencia transmigró a los
infiernos. La lectura de la historia es que el cuerpo humano del monje
plenamente ordenado fue consumido por el fuego del apego y eso le hizo
transmigrar al cuerpo de una serpiente, cuyo cuerpo, más adelante, fue
quemado por el enfado, provocando así su transmigración a los reinos
infernales, donde el cuerpo de ese ser infernal también fue consumido por el
fuego, así que finalmente los tres cuerpos fueron consumidos por las llamas.
También se cuenta la historia de alguien que, por estar obsesionado con un
oro enterrado, renació como una serpiente, y más adelante se vio forzado a
ofrecer el oro a Buda.
Si estamos apegados al cuerpo de alguien o al nuestro de ahora, esta puede
ser la causa de renacer como gusano dentro de este mismo cuerpo. En la
antigua India se encontró, tirado en la orilla del océano, el cadáver de una
mujer en cuyo interior habitaba un gusano que parecía una serpiente y que se
deslizaba sin parar, entrando y saliendo por los orificios del cadáver, la boca,
la nariz, los oídos, los ojos y demás. Se decía que el gusano era la
encarnación de una chica que estaba muy apegada a sí misma, siempre
mirándose en el espejo, lo que provocó que renaciera como un largo gusano
que recorría su propio cadáver. Hay otra historia de un humilde monje que
estaba extremadamente apegado al dinero y que después de morir renació
como una rana que se pasaba el tiempo aferrándose a ese dinero con sus
ancas.
El proceso de la muerte puede resultar muy difícil en algunas personas por
culpa del aferramiento. De nuevo y para ilustrar esto, el gran ser iluminado
Pabongka Dechen Nyingpo explicó la historia del viejo monje de Amdo que 16

estaba apegado a las comidas con grasa y lo estaba pasando mal durante el
proceso de la muerte. Aunque conocía las técnicas meditativas y los métodos
tántricos para transferir la consciencia, a la hora de la verdad tuvo muchas
dificultades y se sentía incapaz de realizar la transferencia de su consciencia a
la tierra pura de Buda. Un gran lama de Amdo llamado Gungtang
Jampälyang se dio cuenta de que el monje se resistía a morir y no transfería
su consciencia, así que utilizó sus medios hábiles y le dijo: «Anhela partir
hacia la tierra pura de Tushita. La comida grasa allí es aún mejor que la que
tomamos durante los festivales sagrados en el séptimo mes de cada año». Y
el monje expiró inmediatamente después de escuchar estas palabras.
Como existe el riesgo de que nosotros también tengamos que enfrentarnos
a dificultades parecidas, es muy urgente que renunciemos al aferramiento. Si
no practicamos el soltar el aferramiento, el deseo y demás ahora, cuando nos
llegue la muerte nos podrán pasar cosas similares a las de las historias
mencionadas.
Shariputra, el discípulo más cercano a Buda y poseedor de una gran
sabiduría, marchó un día a pedir limosna a la ciudad y fue a parar a una casa
donde el padre solía comer pescado del estanque vecino. Pues resulta que
cuando el padre murió renació como un pez en dicho estanque. Por su parte,
la madre estaba muy apegada a la vivienda, así que ella renació como el perro
del marido. El enemigo del padre, que había violado a la madre y que fue
ejecutado por ello, renació como su hijo debido al gran apego que sentía por
ella. Y se cuenta que el hijo pescó al pez, su padre, y se lo comió, y mientras
se lo comía, el perro, su madre, roía las espinas, por lo cual su hijo le propinó
un par de golpes. En cambio, el hijo pequeño, que era su anterior enemigo,
descansaba ahora sentado en sus rodillas. Shariputra observó esta escena a
través de la ventana de la casa y dijo:

El hijo se come la carne de su padre y maltrata a su madre.


El enemigo al que mató se sienta en sus rodillas.
La esposa roe los huesos de su marido.
Me río de la existencia del samsara .
17

Esta historia muestra que incluso apegarse al propio hogar posee


inconvenientes, y este tipo de cosas nos pueden ocurrir si no aprendemos a
soltar.
Si morimos con pensamientos negativos, y sobre todo si morimos con
enfado, aferramiento o ignorancia, no hay duda de que renaceremos en los
reinos inferiores, sea el de los infiernos, el de los espíritus hambrientos o el
de los animales. Además, estas mentes negativas hacen que la hora de la
muerte sea muy dolorosa y dificultan que la consciencia abandone el cuerpo
debido a la presencia del miedo, el enfado, la ignorancia y el apego a las
posesiones, a los familiares, a los amigos y al hogar. Al no querer separarse
de todas estas cosas, uno no es capaz de soltar y no quiere morir. Por lo tanto,
podemos apreciar cómo el aferramiento provoca tanto miedo y preocupación,
nos tortura y nos hace padecer.
Así es, el aferramiento nos quita la libertad de renacer en la tierra pura de
un buda, como la tierra de Amitabha. Una vez uno renace ahí, nunca regresa
a los reinos inferiores, es imposible, se ha librado de ellos para siempre. Si
somos capaces de renacer en la tierra pura de Heruka y Vajrayoguini, Tharpa
Kachö, alcanzaremos definitivamente el despertar en esa misma vida. Se
trata, pues, de un atajo para alcanzarlo si es que no lo hemos conseguido en
esta vida con este cuerpo humano.
La mente negativa que se engancha debido al aferramiento no nos da
ninguna libertad, somos como un pájaro con las patas atadas a una piedra, lo
cual le impide volar.
Si somos incapaces de morir con un pensamiento virtuoso, como es la
ausencia de ignorancia, la ausencia de enfado o de apego, esto nos impedirá
recibir incluso un cuerpo humano precioso con los ocho aspectos madurados 18

en la próxima vida. Lama Tsong Khapa hizo especial hincapié en este tipo de
renacimiento, ya que una vez conseguido puede resultar muy eficaz en la
obtención de logros y en el avance en el camino a la liberación o al completo
despertar.
De la misma forma, si uno muere con pensamientos negativos de enfado,
aferramiento e ignorancia, no podrá disponer más adelante de un cuerpo
humano con todas las oportunidades para practicar el dharma, como lo sería
vivir en un lugar con las cuatro ruedas del dharma mahayana . La primera de
19

estas es la de vivir en un lugar armonioso, es decir, nacer y residir en un


lugar, país o región donde el dharma de Buda exista en la forma del
mahayana y especialmente del tantra (las enseñanzas vajrayana del mantra
secreto); también haber nacido en una familia unida y devota a las Tres Joyas
que sea de apoyo en la práctica del dharma, y, asimismo, implica vivir en un
lugar que no sea perjudicial para la salud y que no origine obstáculos a la
práctica. Las otras tres ruedas son las de encontrarse con un amigo virtuoso
perfecto, ser capaz de acumular méritos y realizar oraciones.
Otra desventaja de morir con pensamientos no virtuosos es que no se
logrará un cuerpo humano precioso dotado de las siete cualidades de los
reinos superiores , las de los seres que transmigran a reinos favorables.
20

Además, no sólo faltará contacto con el dharma, sino que ni siquiera se


obtendrá un renacimiento humano ni el de un deva (dios) ordinario.
En conclusión, apegarse al cuerpo causa un sinfín de sufrimientos
inimaginables. Deberíamos meditar sobre todo lo dicho y ser capaces de
soltar este apego; hemos de procurar que nuestra mente sea firme y tenga el
coraje de soltar y dejar ir. Está escrito en la Guía para el estilo de vida del
bodisatva (Bodhicharyavatara) :21

Si incluso un peligro pequeño hace que surja el miedo debido al gran


apego hacia uno mismo, ¿por qué no aborrezco esa identidad como a un
enemigo terrorífico?
Shantideva aquí indica que el aferramiento a uno mismo es la causa de
todos los miedos. Como esto es cierto, si no nos intercambiamos por los
demás y seguimos aferrados al propio cuerpo, incluso peligros leves, como
serían toparse con serpientes, escorpiones y demás animales por el estilo,
encuentros que, en realidad, no deberían asustarnos demasiado, nos causan
terror. Por consiguiente, ¿por qué una persona sabia no odiaría este cuerpo
como si fuese un enemigo, en vez de aferrarse a él?
También, debido a la mente egoísta y al aferramiento al yo, uno se implica
en acciones negativas :
22

Debido al deseo de eliminar padecimientos como el hambre y la sed,


matamos pájaros, peces y ciervos, y preparamos trampas.

Por obtener ganancias y respeto, incluso se mata a los padres y se roba


a las Tres Joyas, y así uno se quema en Avichi.

¿Qué persona sabia desearía, protegería y veneraría tal identidad?


¿Quién no lo consideraría como un enemigo y quién lo respetaría ? 23

Por lo que hay que detener el aferramiento a este cuerpo en todo momento
y circunstancia: al ser felices o al sufrir o incluso a la hora de la muerte.
Por el hecho de tener un cuerpo y estar apegado a los placeres físicos es
por lo que las personas se implican en toda clase de conductas sexuales
erróneas, y por lo que los que están ordenados rompen sus votos raíz. Debido
al aferramiento al placer físico, la gente roba, mata, miente, calumnia, increpa
y demás. El aferramiento al cuerpo hace emerger la codicia de utilizar el
cuerpo de otros para alcanzar confort físico y placer.
Debido a que estamos tan aferrados a las necesidades físicas y al placer
sensorial, cuando alguien interrumpe nuestra comodidad puede desatar en
nosotros la hostilidad, la generación de visiones erróneas e incluso el
abandono al maestro, que es la raíz del camino al despertar. El aferramiento
al cuerpo provoca que la gente cree el karma negativo de consumir alcohol,
que, a su vez, crea las causas para renacer en el infierno caliente más intenso
y en los grandes infiernos, por lo que se experimenta sufrimiento durante
miles y miles de millones de años; también hace madurar el sufrimiento
debido al karma de haber golpeado a otros y de ser golpeado por los demás.
Todo esto es por causa de poseer un cuerpo.
También, debido a este aferramiento, desperdiciamos cantidades ingentes
de dinero. En efecto, hay un gran abanico de objetos que se utilizan con
aferramiento al cuerpo y que, además, nos cargan con las mayores facturas de
nuestra vida. Asimismo, nos hacen malgastar esta preciosa vida humana
dedicándola a cuidar del cuerpo. Hay tanto tiempo de esta preciosa vida
humana que se escapa de las manos a causa del aferramiento, para obtener
todo lo que el cuerpo necesita… ¡Qué cantidad de precioso tiempo
desperdiciado!
Por ello es conveniente reflexionar sobre lo que realmente es el cuerpo: un
esqueleto sujeto por diferentes tejidos y segmentos de músculos, lleno de
órganos, venas, sangre y otros fluidos; con una capa de piel que lo cubre, y
adornado por pelo, uñas y dientes. En su estado natural ninguna de estas
cosas parecería atractiva: el cuerpo está repleto de sustancias malolientes y
repulsivas, y tampoco lo que sale de él es muy atractivo. Entonces, ¿por qué
estar tan aferrados al cuerpo y sufrir tanto por él ?
24

En todo caso, es necesario reflexionar acerca de todo esto, hay que extraer
una clara conclusión: «¡No voy a tomar nunca más este cuerpo negativo, que
acarrea tantos males! Después de esta vida, no tomaré nunca más un cuerpo
que comporta el sufrimiento creado por el karma y los engaños. Emplazaré
esta mente, que carece de esencia, en su naturaleza última, que no posee
existencia verdadera, el estado del dharmakaya».

El segundo poder: el poder de la intención25


Hemos de confiarnos con devoción plena en la Triple Joya: el Buda, el
Dharma y la Sangha.
Debemos tomar la fuerte determinación, una y otra vez, de no dejarnos caer
nunca bajo el control del pensamiento egoísta ni separarnos de la bodichita,
así pues, hay que generar la siguiente intención: «A partir de ahora y hasta
que alcance el despertar, particularmente en el momento de la muerte, el
estado intermedio y durante todas mis vidas futuras, nunca caeré bajo el
control del pensamiento egoísta ni me separaré de la bodichita. En concreto,
este año, este mes y durante las 24 horas del día de hoy, no me separaré de la
bodichita».
Contando con esta determinación, no nos separaremos de la bodichita.
Después de establecer este firme propósito, habremos de hacer una
dedicación profunda para ser muy cuidadosos durante todos los segundos que
nos resten de vida. Hemos de poner en ello todo nuestro empeño, tal como lo
haría alguien al cruzar un puente peligroso: estaría atento y con los cinco
sentidos para no precipitarse al abismo. Este consejo reviste gran importancia
porque, pese a todo el karma negativo creado en esta vida, obtendremos un
gran beneficio si somos capaces de practicar en el momento de la muerte. El
reconocer los signos de la muerte y poner en práctica de forma inmediata y
con facilidad las meditaciones, como el método tántrico para el momento de
la muerte o la transformación de la mente con los cinco poderes, depende de
haber practicado cada día y, sobre todo, cuando estamos enfermos. De lo
contrario, aunque seamos capaces de explicar todas estas enseñanzas, si no
las hemos practicado nosotros mismos, no aportarán el más mínimo
beneficio .
26

Así que uno ha de pensar: «No permitiré que surjan el aferramiento al yo,
ni las distorsiones mentales o las distorsiones derivadas . Nunca permitiré
27

que mi cuerpo, palabra y mente caigan bajo el influjo de los pensamientos y


emociones perturbadores y oscurecedores». «No permitiré que el
aferramiento al yo me gobierne, especialmente hoy y hasta que muera o hasta
que alcance el despertar. Del mismo modo, no me separaré de la bodichita
desde este momento hasta lograr el despertar, hasta que muera, y
especialmente hoy».

El tercer poder: el poder de culpar al ego (el


aferramiento al yo)28
Como el gran bodisatva dijo en la Guía para el estilo de vida del
bodisatva:

Si no lo abandono completamente seré incapaz de poner fin al


sufrimiento, igual que si no me alejo del fuego no podré evitar
quemarme.

Por lo tanto, para aliviar mi propio sufrimiento y el de los demás, me


daré a los demás y los aceptaré como a mí mismo .29

Además:

Si no cambio realmente mi felicidad por el sufrimiento de los demás,


no lograré el estado de la budeidad y ni siquiera en la existencia cíclica
tendré ninguna alegría.

Sin mencionar la siguiente vida: el sirviente no hará su trabajo y el


jefe no pagará el salario, por lo que no se conseguirán los objetivos de
esta vida .
30

Todos los problemas que afrontamos en esta vida, incluyendo las


enfermedades, los conflictos en las relaciones o cualquier otro tipo de
dificultad, provienen del aferramiento al yo; son explicaciones de las
enseñanzas sobre los inconvenientes del pensamiento egoísta. Por lo tanto,
achaquemos al pensamiento que se aferra al yo todos estos problemas, pues
sin duda este aferramiento al yo es la raíz de todos los problemas, de todos
los obstáculos y de cualquier experiencia indeseable que experimentemos.
Como se deja constancia en las enseñanzas :31

Toda la alegría del mundo viene de desear que los demás sean felices,
y todo el sufrimiento, del deseo de la propia felicidad.

¿Hacen falta más explicaciones? Ten en cuenta la diferencia entre el


loco que busca su propio beneficio y el sabio que trabaja por el bien de
los demás . 32

Incluso Buda fue una vez como nosotros: adolecía de las mismas
delusiones, engaños y problemas. Pero Buda al dejar atrás el yo para pensar
en los demás fue capaz de completar el camino del método y la sabiduría; no
sólo de alcanzar la liberación de los océanos de sufrimiento del samsara, sino
también de cesar los oscurecimientos burdos y sutiles y conseguir los dos
kayas: el dharmakaya y el rupakaya. Y aún más, también les mostró a
innumerables seres de este mundo el camino a la liberación y al despertar, y
en consecuencia, innumerables seres de este mundo se han liberado y han
conseguido la budeidad.
De forma parecida, Buda también liberó a un sinfín de seres en muchos
otros universos del océano de sufrimiento del samsara, conduciéndolos al
despertar. Buda ilumina en cada segundo a innumerables seres, sin esfuerzo,
de forma espontánea, y para conseguirlo, trabaja hasta que cada uno de ellos
es conducido a la budeidad. Y lo repito: todo esto se debe a que cambió su
actitud egoísta por una altruista.
Hemos de pensar: «Por haber sido infantil hasta ahora y no haber cambiado
nunca de actitud, por haber estado siempre aferrando al yo, no he alcanzado
el despertar ni la liberación del samsara. Antes al contrario, he estado
experimentando los océanos de sufrimiento comunes del samsara y en
particular los océanos de sufrimiento de los seres del infierno, los océanos de
sufrimiento de los pretas, de los animales, de los humanos, de los asuras y de
los suras, y también los océanos de sufrimiento de los seres del estado
intermedio».
«Es terrible saber que debido al pensamiento egoísta he estado sufriendo
desde tiempos sin principio. El pensamiento egoísta no me ha permitido
recorrer el camino gradual común de los seres de capacidad inferior, de los
seres de capacidad intermedia o de los seres de capacidad superior . No me
33

ha permitido alcanzar ningún logro, ni siquiera los de la devoción al maestro


o del renacimiento humano precioso . Tampoco me ha permitido alcanzar los
34

logros de los estadios iniciales del camino al despertar (lam rim), como el
reconocimiento de la muerte, la transitoriedad o el karma. Mi continuo
mental ha estado desprovisto de todo logro desde renacimientos sin
principio.»
«Este pensamiento egoísta es lo que más me perjudica. ¡Es más nocivo que
cualquier otra cosa! Mientras permanezca en mi corazón, jamás alcanzaré el
despertar ni la liberación del samsara, ni tampoco ninguno de los logros de
las etapas del camino. En cambio, sí experimentaré los sufrimientos generales
del samsara y los particulares océanos de sufrimiento del reino de los
infiernos, los océanos de sufrimiento del reino de los pretas, del reino de los
animales, del reino humano, los océanos de sufrimiento del reino de los
asuras y de los suras y los océanos de sufrimiento de los seres del estado
intermedio, una y otra vez, sin fin.»
Considerando todo el daño que ha provocado en el pasado y todo el que
causará en el futuro, no hay peor pensamiento, ni uno más dañino, ni uno que
espante más, ni tan siquiera más peligroso, que el pensamiento egoísta. Es el
pensamiento egoísta el que proporciona dificultades a las personas, desde los
vagabundos hasta los monarcas, pasando por gobernantes o multimillonarios,
el que perjudica la reputación sea cual sea la posición social que se mantenga,
bien sea precaria o privilegiada. Es debido a este pensamiento egoísta que el
apego, el enfado y todo tipo de ignorancia y demás engaños aparecen. En
efecto, se realizan acciones que dañan a los demás porque la única meta es
buscar la propia felicidad. Uno se aprovecha de los demás; los perjudica, los
engaña o los estafa, les hace pasar apuros y dificultades y les fuerza a vivir
situaciones indeseadas.
Si constantemente seguimos al pensamiento egoísta, así como al
aferramiento y al enfado, cualquier acción que llevemos a cabo hacia los
demás siempre será negativa. Como provocaremos sufrimiento en los demás,
entonces, nos ganaremos una mala reputación y cabe la posibilidad incluso de
que nos encierren en prisión, que nos multen, que nos lleven a juicio, que nos
demanden y que, por todo ello, perdamos dinero.
Un claro ejemplo de esto son los alcohólicos que, debido a su adicción,
desperdician toda su vida. Huelga decir que no son capaces de practicar la
meditación, ni de vivir con rectitud, ni les es posible llevar una vida normal.
No pueden trabajar, perjudican su cuerpo y a su familia. Cuando su mente se
descontrola se vuelven violentos incluso con los suyos, enloquecen y pueden
llegar a matar además de poner en riesgo su propia vida. Su vida entera se
vuelve de esta manera, muy triste y como una alucinación.
Algo similar sucede con los ladrones: al seguir su pensamiento egoísta,
roban una y otra vez, en vez de practicar renuncia y estar satisfechos con lo
que poseen. Las personas que roban crean problemas constantemente,
adquieren mala reputación y tienen una y otra vez complicaciones con la
policía.
Con una mente así, aunque no quieran sufrir todo este tipo de castigos ni de
dificultades, las han de afrontar una y otra vez y, aunque nadie termine
asesinándolos, pueden acabar suicidándose, pues cuando surgen problemas
emocionales que no se pueden controlar, la conclusión inmediata y más
sencilla es suicidarse, porque no hay espacio en la mente para pensar en otra
solución. La falta de virtud y los actos inmorales del pasado así como el
karma negativo hacen surgir problemas emocionales; en momentos así, no
hay fortuna, el karma positivo es débil y el negativo poderoso, así que es fácil
ser dañado por espíritus cuya influencia impulsa a matar o pensar en el
suicidio. Es así como las personas piensan en saltar hacia su propia muerte y
en cometer todo tipo de actos que en condiciones normales no harían. Lo
mismo ocurre con el aferramiento y la aversión: cuando uno va detrás del
pensamiento egoísta no puede controlar esa mente negativa.
Otro ejemplo lo constituye las dificultades en las relaciones, en las cuales
se experimentan problemas una y otra vez debido, de nuevo, a las desventajas
del pensamiento egoísta. El aferramiento surge, y por seguirlo, hay quien
mata a su marido, a su esposa, o a otras personas.
El egoísmo es, a mayor escala, la causa de todas las guerras. De hecho,
estas constituyen un claro ejemplo, pues cuando el egoísmo invade la mente y
el corazón de alguien, al mismo tiempo, aparecen el orgullo y el
aferramiento, y, entonces, ese alguien puede utilizar su poder y riqueza para
dañar o asesinar a multitud de gente. Al hacerlo, acumula tal cantidad de
karma negativo que es difícil imaginar cómo podrá alguna otra vez volver al
reino humano; es difícil imaginar cómo podrá escapar de los reinos inferiores
y obtener un renacimiento humano ordinario, y es también difícil imaginar
los terribles sufrimientos que deberá experimentar durante eones. Ahora bien,
aunque en tiempos de conflicto armado muchos millones de seres humanos
sufran, si lo comparamos con el número de animales que sufren, este es
todavía mayor.
El pensamiento egoísta es también la causa de que los practicantes de
dharma cometan errores o sean incapaces de confiar correctamente en el
amigo virtuoso. Soltando el pensamiento egoísta y siguiendo al amigo
virtuoso es como se puede practicar una devoción correcta hacia él. Si
seguimos el pensamiento egoísta en vez de al amigo virtuoso, entonces, al
ignorar sus consejos, las visiones erróneas hacia él abundaran, así como el
enfado y los pensamientos negativos, capaces incluso de dañar directamente
al amigo espiritual. Todos los obstáculos para practicar el dharma, obtener
logros espirituales y alcanzar rápidamente la liberación y la budeidad se
deben al pensamiento egoísta. Así pues, el egoísmo nos causa problemas y
debido a él somos incapaces de practicar, pero, sin embargo, sí somos
capaces de cometer errores en relación al amigo espiritual.
Todos esos puntos son, en suma, los inconvenientes del pensamiento
egoísta. El egoísmo destruye la raíz del camino (la devoción correcta al
amigo espiritual), hecho que, a su vez, perjudica todos los logros hasta el
despertar, y, por consiguiente, impide que seamos capaces de liberar a otros
seres y conducirles al despertar, con lo cual también obstaculiza y perjudica
el bienestar de todos ellos.
Otra forma en la que el pensamiento egoísta daña la práctica del dharma es
que impide la obtención de shamata. El término shamata (calma mental) se
refiere al adiestramiento superior de la concentración, que es la base para el
adiestramiento superior de la sabiduría, o visión superior, que, a su vez, es la
base para lograr el camino de los aryas: la sabiduría que conoce directamente
la vacuidad y que extingue definitivamente todas las obstrucciones a la
liberación, tanto las adquiridas como las innatas. Sin esta sabiduría que
conoce directamente la vacuidad no se puede obtener la liberación, el estado
de felicidad imperecedera.
Y, en efecto, el pensamiento egoísta nos crea obstáculos para lograr
shamata. En primer lugar, el aferramiento al yo genera deseo y aferramiento
hacia esta vida, y además nos amilana a la hora de tomar votos o preceptos,
por lo que no les prestamos la debida atención y los rechazamos o, en caso de
haberlos tomado, el aferramiento al yo no nos deja guardarlos sin tacha. Y
este último es otro de los inconvenientes del aferramiento al yo, ya que como
el pensamiento egoísta obstaculiza la práctica de la moralidad, perjudica
nuestra habilidad para lograr shamata, la meditación que permanece en la
calma. Llegados a este punto, hay que recordar que una vez se obtiene la
concentración en un solo punto uno es capaz de concentrarse todo el tiempo
que desee pues la mente se encuentra libre de agitación y de sopor, que son
los dos obstáculos para la concentración perfecta. Ahora bien, aunque
intentemos lograr la calma mental, si hay aferramiento al yo no obtendremos
un buen resultado, porque genera numerosos obstáculos y muchas emociones
que nos impiden continuar o completar la meditación. Estos obstáculos, las
emociones y pensamientos negativos, y en particular el aferramiento, están
todos relacionados con el aferramiento al yo. Además, el pensamiento egoísta
puede causarnos enfado, que, a su vez, sea la causa de la enfermedad del
rlung , por lo que se vuelve muy nocivo. Por consiguiente, todo esto no hace
35

más que añadir más inconvenientes al pensamiento egoísta.


Al dejarnos llevar por el egoísmo y cometer numerosos actos negativos
debido al aferramiento, y especialmente al cometerlos por el aferramiento a
esta vida, la mente se encuentra oscurecida para percibir la realidad última, la
vacuidad. De este modo, el aferramiento al yo dilapida los esfuerzos dirigidos
a percibir la vacuidad, puesto que nos impide meditar y genera pereza. Nos
apegamos a actividades negativas, a las acciones de esta vida, acciones
gobernadas por el aferramiento, el orgullo y demás emociones aflictivas.
Dedicamos mucho tiempo y energía a las actividades de esta vida y nos falta
interés o firmeza a la hora de soportar privaciones a fin de practicar el
dharma; para practicar la escucha, la reflexión y la meditación. El
pensamiento egoísta es hábil inventando un sinfín de excusas y buscando
distracciones. De esta forma, se vuelve un obstáculo para aprender incluso un
solo tema de las profundas enseñanzas de Buda.
Cuando recitemos un mala del mantra OM MANI PÄDME HUM, el
aferramiento al yo nos impedirá poseer al inicio una motivación virtuosa
(como la bodichita) o si la conseguimos en la parte principal de la recitación
nos impelerá a distraernos. De esta manera, la concentración resultará
imposible, porque la mente nos seguirá llevando hacia los objetos del deseo y
demás pasatiempos. Y, como vamos repitiendo, todo ello se debe al
pensamiento egoísta que sólo busca la felicidad para el yo. A causa de esto, al
final de la recitación no habrá dedicación, ni aunque se hubiera logrado algo
de concentración y visualización durante la recitación, no habrá dedicación,
o, en todo caso, no será para lograr el despertar para el bien de todos los
seres, o, si así lo hiciéramos, nos olvidaremos de sellarla con la vacuidad, con
lo cual la acción se habrá realizado, pero con ignorancia. En efecto, las
enseñanzas de la transformación de la mente se refieren a este aspecto como
«el abandono de los alimentos venenosos», así que cuando sellamos la
dedicación de los méritos con la vacuidad, la práctica de «abandonar los
alimentos venenosos» se completa. Todas estas explicaciones sirven para
captar lo difícil que resulta realizar una virtud completa con una motivación
pura, una concentración perfecta y una dedicación completa. Esto es
únicamente un ejemplo para ilustrar la dificultad de realizar bien una sola
virtud.
En definitiva, lo que hace que nuestras vidas estén vacías es el egoísmo
que, cuando anida en nuestro corazón, no deja espacio para la motivación de
la bodichita, de manera que impide generar la causa para la incomparable
felicidad del despertar, que es el gran logro. En consecuencia, todas las
actividades en las que nos involucramos, bien sean la meditación y otras
prácticas o actividades cotidianas, como comer, dormir, trabajar o bien otras,
no se convierten en la causa para lograr la liberación, la liberación eterna del
océano de sufrimiento samsárico, y así nuestra vida se vuelve vacía y carente
de sentido.
El egoísmo nos impulsa a generar apego por encontrar la felicidad
samsárica en las vidas futuras, y, por eso mismo, no hay renuncia al samsara
en esta vida ni ninguna actividad se convierte ni tan solo en causa para lograr
la liberación personal que nos separa para siempre del sufrimiento samsárico,
y por eso la vida se vuelve vacía y sin sentido.
Cualquier acción de esta forma realizada se vuelve una causa para el
samsara, ya sea escuchar, reflexionar, meditar, comer, caminar, dormir, ir a
trabajar, o cualquier otra actividad. Esto significa que todo se convierte en
causa para morir, renacer y sufrir de nuevo en alguno de los seis reinos. Ya
hemos experimentado este ciclo innumerables veces en el pasado.
Si reflexionáramos con detenimiento, nos resultaría una idea insoportable.
Sencillamente, no aguantaríamos el hecho de no ser capaces en esta vida de
poner fin a la continuidad de la reencarnación, cosa que, por otro lado, aún
hace la vida más vacía y sin sentido.
Como se ha mencionado antes, debido al pensamiento egoísta y al apego a
esta vida, que son pensamientos no virtuosos, cualquier acción que
realicemos se vuelve no virtuosa y acarrea como resultado sufrimiento. Si
bien puede darse el caso de obtener algún placer temporal a corto plazo, eso
sólo es debido al karma positivo previo. La condición para que semejante
sensación madure en esta vida es una acción realizada con apego por esta
vida y que, por lo tanto, no es virtuosa. Por ejemplo, si robamos dinero y nos
lo gastamos adquiriendo alimentos, un automóvil y una vivienda, sin duda se
obtendrá cierto placer, pero el método empleado para ello será no virtuoso a
causa de la motivación que nos ha empujado a hacerlo, así que el resultado
futuro no puede ser otro que sufrimiento. Pero hay que tener en cuenta que, si
durante todo el día estamos absortos en el egoísmo que anida en nuestro
corazón, esta preciosa vida humana se convierte en una vida vacía, y con
menos sentido todavía que la del ejemplo anterior. A lo largo de semanas,
meses y años, la vida entera se vuelve vacía y sin sentido, y esta es la mayor
pérdida, lo más triste que nos puede pasar. Porque cuando nos llega la hora
de la muerte y recapitulamos, sentimos que la vida ha sido vacía, que ha
carecido de todo significado y que hemos acumulado karma negativo.
En el pasado hemos obtenido la más preciada vida humana, y podríamos
haber conseguido cualquier cosa con ella, cualquier felicidad, cualquiera de
los grandes significados . Podríamos haber renacido en alguna tierra pura de
36

Buda donde es posible alcanzar el despertar, o en alguno de los reinos


inferiores como un bodisatva capacitado para aportar un gran beneficio a los
seres, o podríamos haber renacido con un cuerpo humano precioso dotado de
las ocho libertades y las diez riquezas y tener de nuevo la oportunidad de
hallar las maravillosas enseñanzas del budadharma: las del Pequeño
Vehículo, las del Mahaparamitayana y las del Mahayana tántrico. Podríamos
haber tenido la oportunidad de estudiarlas, de generar logros espirituales y
alcanzar la iluminación rápidamente sin necesitar mucho tiempo. Podríamos
haber recibido un perfecto cuerpo humano con las siete cualidades o uno
dotado con las cuatro ruedas del dharma mahayana, no sólo durante la
siguiente vida sino durante muchas más vidas, hasta alcanzar el despertar.
Especialmente, podríamos haber obtenido un cuerpo dotado de las ocho
cualidades de maduración, un cuerpo y una mente poderosos, como los de
Milarepa y tantos otros grandes yoguis que consiguieron la iluminación en
una sola vida. Con semejantes cuerpo y mente uno puede soportar
dificultades para practicar el dharma, y desde ahí puede lograr un desarrollo
real en el camino a la iluminación. Y más aún, en vidas futuras, mientras uno
va ascendiendo a niveles más avanzados del camino, es capaz de ofrecer
beneficios cada vez más profundos y extensos a los seres. Pero a pesar de
todas estas posibilidades, no lo hemos utilizado y se ha echado a perder, y
todo debido al pensamiento egoísta.
De esta manera, nos es posible apreciar cómo toda la vida se ha vuelto
vacía y sin sentido, y llena de karma negativo. Sólo la hemos utilizado para
crear las causas por las que padeceremos los sufrimientos generales del
samsara, y en particular los de los reinos inferiores, sin interrupción.
Por lo tanto, hay que tomar la determinación de no caer bajo el control del
pensamiento egoísta, hay que expulsarlo inmediatamente, quitárselo de
encima y renunciar de corazón al gran demonio del aferramiento al yo.
Como menciona Nagarjuna:

De la misma manera en que alguien se quitaría de encima una chispa


que le saltara a la cabeza o a la vestimenta; sin dejar que permaneciera
ni por un segundo, inmediatamente, hay que abandonar el pensamiento
egoísta en cuanto aparece.

En la Guía para el estilo de vida del bodisatva, del gran bodisatva


Shantideva:

Prefiero que me quemen hasta la muerte o me corten la cabeza, antes


que inclinarme de ningún modo ante mis enemigos, las aflicciones
mentales. Así mismo, que en todas las situaciones nunca haga nada que
no sea apropiado .
37

El cuarto poder: el poder de la oración


El gran ser despierto Pabongka Dechen Nyingpo explicó que el cuarto
poder no significa rezar para renacer en una tierra pura de Buda, sino rezar
para tomar sobre nosotros mismos todos los sufrimientos, oscurecimientos y
karmas negativos de todos los seres y rezar para generar la bodichita .
38

Rezar para no caer nunca bajo el control de las delusiones y del


pensamiento egoísta: «En toda circunstancia, alegre o dolorosa, buena o
mala, en la muerte, en el estado intermedio y durante todas mis vidas futuras,
no me permitiré caer bajo el control de las delusiones, el aferramiento al yo y
el pensamiento egoísta. Nunca, bajo ninguna circunstancia, me separaré de la
bodichita. Que pueda recordarla toda mi vida, en la muerte, el estado
intermedio y durante todas mis vidas futuras. Además, que pueda practicar de
manera que encuentre de nuevo a mi maestro que me revela las enseñanzas
de la transformación de la mente y de la bodichita».
Podemos morir mientras meditamos plenamente en bodichita o en
vacuidad. En vacuidad, no hay cosas tales como nacimiento y muerte, así que
intentamos morir con la mente en este estado de vacuidad. Podemos
reflexionar del siguiente modo: «La muerte aparece como si fuese real y
existente por su parte y así lo creo, pero de hecho, esto no es más que una
completa alucinación. No hay tal cosa, está totalmente vacía».
Simplemente hemos de mantener la mente en ese estado.

El quinto poder: el poder del entrenamiento


El gran ser despierto Pabongka Dechen Nyingpo decía que en la vida
cotidiana deberíamos seguir adiestrándonos en la bodichita y familiarizarnos
con ella, porque cuando la mente está totalmente habituada con la bodichita,
en el momento de la muerte, debido a la fuerza de este entrenamiento mental,
uno será capaz de meditar en bodichita mientras intenta transferir la
consciencia. Pabongka Rimpoché afirmó que este es el poder del
entrenamiento, y que no hay nada más que esto, nada adicional .39

Por otro lado, me gustaría mencionar aquí que la postura para la práctica de
la transferencia de la consciencia es la de estar tumbados en la posición del
león, mientras recordamos que Buda pasó al estado libre de aflicciones en
esta misma posición. Resulta muy útil recordar a Buda porque planta la
semilla de la iluminación y nos protege de renacer en los reinos inferiores,
dificultando, además, que seamos controlados por engaños y favoreciendo los
pensamientos virtuosos. Hay que tumbarse sobre el costado derecho con la
cabeza orientada hacia el norte y con la mejilla reposando sobre la mano
derecha. Se bloquea el orificio nasal derecho con el dedo meñique de la mano
derecha para que no circule el aire y se coloca la mano izquierda sobre el
muslo izquierdo, respirando a través del orificio nasal izquierdo mientras se
realiza tong len . 40

El hecho de adoptar esta postura del león como hizo Buda cuando falleció
puede ya representar una gran diferencia en la manera de morir, pues
semejante postura facilita el poder renacer en una tierra pura de Buda.
Puede que alguien se pregunte cómo es posible renacer en una tierra pura
de Buda sólo por meditar en bodichita, y la respuesta se ilustra en diferentes
relatos. El primero, sobre el gueshe kadampa Chekawa , quien siempre
41

rezaba para renacer en los reinos infernales para ayudar a los seres. Un día, a
punto de morir, le pidió a su asistente que realizara ofrecimientos en el altar,
y le comentó: «No ha salido bien, siempre he rezado para renacer en los
reinos infernales para el beneficio de los seres pero no es lo que está
sucediendo hoy, ¡veo aparecer las tierras puras!». También se cuenta una
historia similar acerca de gueshe Potowa.
En otra historia se narra que, cuando una madre y su hija fueron arrastradas
por una corriente, ambas generaron mutua compasión y renacieron en la tierra
pura de Tushita.
En otra, se cuenta que en el sur del Tíbet, en la región de Lokha, donde
Milarepa construyó una torre de nueve pisos y donde los gueshes kadampa
establecieron monasterios y ermitas, se encontraba un bote hecho de piel de
animal a punto de naufragar debido a que estaba sobrecargado. Entre todas
las personas en él alojadas, había un mensajero que decidió lanzarse al agua
para proteger a los demás, y al hacerlo, no sólo un arco iris irradió de su
cuerpo, sino que además se salvó.
Así que no hay duda de que generando bodichita, sea artificial o
espontánea , renaceremos en el mejor lugar. El gueshe kadampa Chekawa
42

dijo:

«Hay gran número de instrucciones conocidas para transferir la


consciencia pero ninguna es más elevada o maravillosa que esta
técnica .» 43

No hay una técnica mejor que esta, pues aunque recemos para renacer en
los infiernos, naceremos en una tierra pura de Buda. Así que frente a
cualquier dificultad que atravesemos, como la muerte, una enfermedad o
cualquier adversidad como tener una mala reputación, ser criticado y demás,
debemos recordar y aplicar siempre la técnica de la transformación de la
mente del tomar y dar.
Además, el ser excelso y despierto Pabongka Dechen Nyingpo explicó que
aunque pensemos que el powa (técnica especial tántrica para transferir la
consciencia a una tierra pura) o la recitación de los mantras HIK y PHE, y el
obtener signos de haber logrado el powa son algo excepcional, no es del todo
así. De hecho, si nos entrenamos en recitar numerosas veces la sílaba HIK sin
ninguna visualización, puede que obtengamos un signo de la transferencia de
la consciencia en la coronilla, pero será simplemente debido a la acción de los
vientos, es decir, no se trata de algo a lo que debamos aspirar. La técnica del
lo jong (transformación de la mente) para la transferencia de la consciencia a
través de la transformación de la mente no utiliza los mantras mencionados,
y, no obstante, la práctica de transferir la consciencia utilizando la
transformación de la mente es la más profunda de todas las técnicas tántricas
de transferencia .
44

Incluso si practicamos otras técnicas de transferencia de la consciencia, se


pueden aún albergar dudas acerca de haber cerrado o no la puerta a los reinos
inferiores. Sin embargo, si uno la practica con estos cinco poderes es
definitivo que nunca renacerá en un lugar desfavorable, es decir, en un reino
inferior.
En conclusión y como siempre dice su santidad el Dalái Lama, la mejor
manera de morir es con bodichita, a lo que Su Santidad se refiere como a una
muerte «autónoma», sostenida por uno mismo. Esta es la actitud que más
ayuda a la hora de la muerte.

Epílogo
Estos consejos están dirigidos a practicantes budistas, pero pueden servir
de base en la elaboración de alguna otra guía para no creyentes o para
aquellos que nunca han oído hablar del budismo ni lo han estudiado. Cuando
se intente ayudar a personas no budistas, podemos utilizar estos consejos
como base para explicar lo que hacer, podemos escoger y seleccionar aquello
que pueda ser de mayor ayuda y que mejor se adapte a la persona. De esta
forma, los cinco poderes servirán para ayudar.
En las enseñanzas no se detalla la relación de los cinco poderes con el
momento de la muerte, pero en este libro, como se trata específicamente el
tema de la muerte, me he extendido en la explicación de los cinco poderes en
este crucial momento en particular. En las enseñanzas, por otro lado, la
explicación de los cinco poderes a la hora de la muerte está precedida por la
práctica de los cinco poderes durante la vida, que contiene los temas de la
meditación en bodichita, intercambiarse por los demás, los inconvenientes de
aferrarse al yo y la forma de integrar los cinco poderes en la vida de cada
uno, pero aquí no hay una gran necesidad de extender la explicación para los
que ya estén familiarizados con esos temas, que pueden concentrarse
directamente en los puntos esenciales. La manera en que cada uno utilice
estas instrucciones es una cuestión individual y, si bien existen explicaciones
muy extensas sobre alguno de los poderes, el practicante tiene que volver a
los puntos esenciales, a la conclusión.
Meditación: Tomar y dar (tong len)
Introducción

En la meditación de tomar y dar generamos gran compasión y recibimos el


sufrimiento y las causas del sufrimiento de los seres, que son innumerables,
en nosotros mismos; con ello lo que estamos haciendo es usar su sufrimiento
para destruir nuestro propio pensamiento egoísta, que es la fuente de todos
los problemas. A continuación, generamos amor, por lo cual entregamos todo
lo que tenemos a los demás: les damos nuestro cuerpo, nuestra familia y
amigos, el mérito que hemos creado, y también nuestra felicidad. Esta
práctica también se conoce con el nombre de intercambiarse uno mismo por
los demás, y se realiza después de haber meditado acerca de los aspectos
negativos del egoísmo y de los problemas que este genera, así como sobre la
bondad de otros seres y los beneficios de amarlos y ayudarlos. Es aconsejable
realizar la práctica de tomar y dar siempre que se tenga un problema (por
ejemplo: enfermedades como el cáncer o el sida, la ruptura de una relación o
la quiebra de un negocio), y también cuando experimentemos dificultades en
la práctica espiritual.
La meditación de tomar y dar es una práctica profunda y poderosa en la
que usamos el propio dolor para desarrollar compasión por los demás.
Mediante esta meditación experimentamos la enfermedad y todos nuestros
problemas en nombre de todos los seres, y, si la hacemos correctamente, nos
ayudará a poner fin a nuestro dolor. No es infrecuente que ayude incluso a
curar la enfermedad, si bien lo más importante de la práctica es que a partir
de ella podemos purificar las causas de las enfermedades, que, en realidad, se
encuentran en nuestra mente.
Para practicar tong len se requiere valentía, y es mucho mejor realizar esta
práctica que la visualización de luz proveniente de deidades sanadoras o
hacer cualquier otro tipo de meditación, ya que, al tomar todo el sufrimiento
de los demás en nosotros y darles toda la felicidad, estamos utilizando el
deseo para generar el corazón último y bondadoso de la bodichita, y esta es la
verdadera esencia de la sanación.
La meditación

Tomar
En primer lugar, generamos compasión pensando en cómo los seres sufren
constantemente aun sin desearlo, bien debido a que ignoran las causas del
sufrimiento o bien a que, incluso conociendo sus causas, la pereza les impide
abandonarlo.
Pensamos: «Qué maravilloso sería si todos los seres se libraran del
sufrimiento y de sus causas, el karma y los engaños».
A continuación generamos gran compasión, pensando: «Yo mismo los
liberaré de todo su sufrimiento y de sus causas».
Al inspirar, imaginamos que tomamos todo el sufrimiento y las causas del
sufrimiento de los seres, que entran por la nariz en forma de humo negro. Si
tenemos una enfermedad o cualquier otro problema, nos centramos primero
en los innumerables seres que padecen nuestro mismo problema, y después
pensamos en todas las otras dificultades experimentadas por los demás, así
como en sus causas, de manera que, al ir inhalando lentamente el humo
negro, estamos tomando todo este sufrimiento y sus causas. Es como arrancar
una espina clavada: estamos liberando, de forma inmediata, a los
innumerables seres de todo su padecimiento.
Después tomamos los oscurecimientos sutiles de los arhats y los bodisatvas
superiores. Por lo que respeta a los maestros y los budas, no hay nada
negativo que podamos tomar de ellos; todo lo que podemos hacer es hacerles
ofrecimientos.
El humo negro entra por la nariz y se absorbe en el pensamiento egoísta
que se encuentra en nuestro corazón, destruyéndolo por completo. Nuestro
egoísmo, creador de todos los problemas, deja de existir; es como dirigir un
misil directo a su diana: nos estamos dirigiendo directamente a la diana de
esta meditación, que no es otra que el egoísmo.
Tomamos también los entornos indeseables en que viven algunos seres:
imaginamos que inspiramos, en forma de humo negro que entra por la nariz,
todos los lugares indeseables donde habitan. Así, imaginamos que inspiramos
la tierra quemada, caliente y roja de los infiernos calientes, el hielo de los
infiernos fríos, los ambientes inhóspitos de los espíritus hambrientos y los
animales, los lugares inmundos en que viven algunos humanos. El humo
negro desciende a nuestro corazón, donde se absorbe en nuestro pensamiento
egoísta, destruyéndolo completamente y haciendo que deje de existir.
El egoísmo proviene de la ignorancia que sostiene el concepto de un yo
verdaderamente existente. Aunque este «yo verdaderamente existente» no
existe, es falso, lo queremos y lo consideramos como el más precioso e
importante de todos los seres.
En el mismo instante en que nuestro egoísmo se vuelve completamente
inexistente, el falso yo sostenido por la ignorancia como verdaderamente
existente se vuelve también completamente vacío, tal como es en realidad.
Hemos de meditar tanto tiempo como nos sea posible en esta vacuidad, la
naturaleza última del yo.
Meditar en vacuidad de esta forma tiene una gran fuerza purificadora:
purifica la causa real de la enfermedad y, por lo tanto, es la mejor forma de
curarla.

Dar
A continuación generamos amor pensando que, aunque el deseo de todos
los seres es el de ser felices, no lo consiguen sea porque ignoran las causas de
la felicidad o porque la pereza les impide crear dichas causas. Y si bien puede
ser que efectivamente consigan una felicidad temporal, aún les faltaría la
felicidad última del pleno despertar.
Pensamos: «Qué maravilloso sería si todos los seres tuvieran felicidad y las
causas de la felicidad».
A continuación generamos el gran amor bondadoso: «Yo mismo les llevaré
a alcanzar la felicidad y sus causas».
Visualizamos nuestro cuerpo como la joya que concede todos los deseos a
todos los seres y que damos todo lo que tenemos a cada uno de ellos. Así,
damos todo nuestro karma positivo de los tres tiempos y toda la felicidad que
de él deriva, hasta el despertar; entregamos nuestras posesiones, familia y
amigos, y también nuestro cuerpo, visualizado como una joya que concede
los deseos. Hacemos además ofrecimientos a todos los seres que han
alcanzado el despertar.
De esta forma, los seres reciben todo lo que quieren, incluyendo todos los
logros del camino hacia la iluminación. Aquellos que quieren un amigo, lo
encuentran; los que quieren un maestro, encuentran un maestro perfecto;
quienes quieren un empleo, lo hallan; si necesitan un médico, encuentran uno
eficaz; si necesitan medicamentos, encuentran medicinas efectivas, y, para
aquellos que sufren enfermedades incurables, nosotros mismos nos
convertimos en la medicina que los sanará.
El mayor de los problemas de los humanos es la dificultad de encontrar un
medio de vida, y por eso imaginamos que cada uno de ellos recibe una
abundante lluvia de dinero proveniente de nuestro propio cuerpo, que es una
joya que concede todos los deseos. También podemos imaginar que el
entorno en que vivimos se transforma en una tierra pura, por ejemplo la tierra
pura de Amitabha o del Buda de la Compasión, y desde allí damos a todos los
seres humanos todo lo que quieren, incluyendo una tierra pura colmada de
ornamentos perfectos, que son el medio para generar en su mente el camino
hacia el despertar, que al final todos ellos logran.
De forma similar damos a los dioses mundanos, los asuras y los suras, todo
lo que necesitan como, por ejemplo, protección, y así ellos también alcanzan
el despertar.
Cuando hacemos la práctica de dar a los seres de los infiernos,
transformamos completamente su entorno en una tierra pura y llena de gozo,
con ornamentos perfectos y sin sufrimiento alguno. Visualizamos los
infiernos como si fueran reinos puros, tan bonitos como sea posible; las casas
de hierro de los que allí moran, que son como el fuego, devienen mandalas y
palacios repletos de joyas, y todos los seres de los infiernos reciben lo que
necesitan y alcanzan el despertar.
Hacemos lo mismo con los espíritus hambrientos: transformamos su
entorno en un reino puro y les ofrecemos manjares variados con sabor a
néctar, de forma que reciben todo lo que necesitan, y especialmente el
objetivo final, el despertar.
Dado que lo que más necesitan los animales es protección, nos
manifestamos como alguna deidad furiosa como, por ejemplo, Vajrapani,
para protegerlos del ataque de otros animales. Hacemos que reciban todo lo
que quieren, y todo lo recibido deviene la causa para que generen el camino y
alcancen el despertar.
También damos a los arhats y a los bodisatvas: les damos cualquier logro o
comprensión que necesiten para completar el camino hacia el despertar.
Después de que todos los seres hayan alcanzado así la iluminación, nos
alegramos: «Qué maravilloso es que haya podido llevar al despertar a todos y
cada uno de los seres vivos».
Integrar la práctica de tomar y dar en el momento de
la muerte
El momento justo antes de morir es clave, y si en ese instante conseguimos
usar esta meditación para transformar la mente en bodichita, eso sería mejor
que haber ganado el premio gordo de la lotería. En lugar de rechazar la
muerte y temerla, es posible utilizarla para desarrollar la mente en el camino
hacia el despertar; pero si no somos capaces de realizar esta meditación en
ese preciso momento, habremos perdido una oportunidad increíble de
ayudarnos y de ayudar también a los demás.
Hemos de intentar hacer de nuestra muerte algo beneficioso para los otros
seres, y eso hay que aplicarlo incluso en el momento mismo del tránsito,
pensando: «En el pasado deseé tomar yo mismo el sufrimiento que la muerte
acarrea en otros, y ahora estoy experimentando la mía propia en nombre de
todos los seres que están muriendo en este mismo instante y de los que
fallecerán en el futuro. Qué maravilloso sería que todos ellos pudieran
liberarse del sufrimiento de la muerte, y que solamente yo lo pudiera
experimentar. Que puedan gozar de esa felicidad última».
Capítulo 6: Ayudar a los moribundos
y a los que han fallecido

Mientras dura la enfermedad, lo principal es cuidar de la mente de quien se


está muriendo, porque si bien hay muchas personas que pueden encargarse
del cuerpo físico, nosotros, sin embargo, podemos cuidarnos de su mente.
Lo mejor es despertar en él o en ella la bondad y la compasión hacia los
demás, que desee que sean felices y no sufran porque, si se muere pensando
en ayudar a otros, será feliz de forma natural y llenará de significado ese
momento.
Podemos enseñarle la práctica de tomar y dar (tong len) o la meditación en
la bondad, según su capacidad. Si la persona es de naturaleza compasiva y su
mente es valerosa, será capaz de hacer tong len, de tomar el sufrimiento de
otros y darles felicidad. Y lo repito otra vez: si alguien es capaz de hacer esta
práctica, esa será la mejor manera de morir ya que, como dice Su Santidad, se
tratará de una muerte «autónoma», sostenida por uno mismo. Ahora bien, a
aquellos que no creen que los demás sean más importantes que uno mismo se
les hace más difícil desear que los otros sean felices y no sufran.
Entonces, es de suma importancia conocer cómo piensa y siente una
persona para poder enseñarle de acuerdo con sus habilidades, y para eso
tendremos que investigar, utilizar nuestra propia sabiduría y juzgar la
profundidad del método a aconsejar. Lo mejor sería exponerle algunas ideas
sobre el proceso de la muerte de acuerdo con el tantra: la evolución de la
disolución de los elementos, los sentidos y las consciencias, hasta las
consciencias más sutiles.
A aquellos que hayan perdido la capacidad de comprensión, debido al
coma, a una demencia o a otras causas, hemos de intentar ayudarlos para que
consigan al menos un renacimiento humano precioso: este debería ser nuestro
objetivo. Lo cual no significa que sea necesario que la persona crea en
aspectos como el karma, simplemente, quiere decir que hemos de intentar
ayudarle a morir en un estado mental positivo y feliz, bondadoso y
compasivo: este sí es nuestro objetivo y nuestro precioso regalo para ellos.
Así que la meta principal cuando estemos atendiendo el cuerpo físico será, en
realidad, el cuidarnos de la mente, cuidarnos de transformar su mente a un
estado positivo para que al menos fallezca sin enfado, deseo ni emociones
similares.
Lo ideal sería que tuviéramos una idea del nivel de práctica que
deberíamos ofrecer a cada persona, que aprendiéramos diferentes formas de
ayudar y pacificar la mente, y que pudiéramos ayudar no sólo ahora sino
también en el futuro.
Para quien tenga la capacidad de visualizar, si, en el momento de la muerte,
visualiza a Buda (dentro o fuera de la mente) u observa la naturaleza
convencional de la mente (su claridad), no le aflorarán otros pensamientos
como el enfado o el aferramiento. O sea que, en función de la mente de la
persona, se podrá orientar de una forma u otra. Por ejemplo, a ciertas
personas quizá sea más adecuado hablarles de un ser que ha despertado
completamente en lugar de utilizar la palabra sánscrita buda, mientras que a
otras podremos hablarles de Dios, de un Dios compasivo, un Dios bondadoso
o un Dios omnisciente. También se les puede explicar que la naturaleza de su
mente, de su corazón, es completamente pura, y que aquel que ha despertado
completamente, Dios, es compasivo hacia todos, incluidos ellos mismos.
Ayudemos al moribundo a pensar que su propio corazón bondadoso es uno
con Dios, que el reino de Dios está con él; eso le liberará de la culpa, el
enfado y los pensamientos negativos.
Por otro lado, también contamos con los mantras, que ayudan a que aquel
que ha agotado su karma positivo consiga con el tiempo un renacimiento
superior. Los mantras dejan una impresión positiva en la mente que hará que,
antes o después, el que los ha escuchado (incluso si no quiere oírlos)
encuentre el camino y tenga la capacidad de poner en práctica las enseñanzas,
purificar los oscurecimientos y alcanzar el despertar; además, esta impresión
permanecerá con él incluso aunque no fuera su intención el escucharlos. Aun
en el caso de que alguien se enojara al oír recitar mantras y por ello muriera
con enfado, eso seguiría siendo mejor que el no haber escuchado ninguno y
haber permanecido tranquilo, porque ese hecho permitirá que poco a poco su
karma le lleve hacia el camino mahayana y el despertar. Al fin y al cabo,
aquel que esté en el camino mahayana alcanzará el despertar, mientras que
los arhats se mantendrán en su camino incluso aun empezando por un
renacimiento superior.
En todo caso, recitar mantras a alguien que se está muriendo y que no
quiere escucharlos se puede enfocar de diferentes maneras. Por un lado,
podríamos escoger no recitarlos si eso provocara que alguien se sintiera
desdichado, se enfadara o se alterara en el momento de la muerte, a fin de
impedir que renaciera en los reinos inferiores. Pero, por otro lado, los mantras
de Buda depositan impresiones en la mente que tienen el poder de hacer que
alguien no renazca en dichos reinos.
Así pues, los mantras de Buda son tan poderosos que incluso si alguien se
enfada al escucharlos serán de gran beneficio a largo plazo, debido a que
dejan impresiones en la mente y ayudan a alcanzar el despertar. Si no
recitáramos mantras, aunque la persona que se está muriendo se sintiera feliz,
no habríamos hecho nada para que alcanzara el despertar o para salvarla de
los reinos inferiores ya que, aunque su estado mental fuera positivo, si
perviviera el deseo en su mente, haría surgir el miedo a separarse de la
familia y de los amigos, y esto haría que la persona no muriese realmente con
una mente en paz.
Como se ha mencionado, para tener un buen renacimiento necesitamos un
estado mental positivo, lo que significa no sentir enfado, aferramiento u otras
emociones negativas, y sólo sin estas emociones el resultado será un buen
renacimiento. Sin embargo, las palabras de Buda, tales como mantras, sutras
y especialmente el método tántrico de jangwa, tienen tanta fuerza que pueden
llegar a cambiar el renacimiento de alguien que ha muerto enfadado.
Siendo esta la situación, uno podría hacer más hincapié en el hecho de que
para conseguir un buen renacimiento es necesario morir con un estado mental
positivo, pero, en realidad, nuestro objetivo es que la persona alcance el
despertar, y eso dependerá de las impresiones que haya en su mente, por
ejemplo de las que hayamos dejado con los poderosos mantras de Buda. Así,
aunque esta persona renazca temporalmente en un reino inferior debido a que
los mantras le han molestado, gracias a haberle implantado esas impresiones
más adelante conseguirá despertar y liberarse del samsara.
A este respeto se cuenta la historia de Wusun, quien encontrándose a punto
de dar enseñanzas ante 500 monjes, que al escucharlas hubieran alcanzado el
estado de arhat, fue interrumpido por Manjushri que se dedicó a enseñarles la
sabiduría mahayana y, debido a ello, los monjes desarrollaron visiones
erróneas acerca del dharma y renacieron en los reinos inferiores. Wusun
intercedió por ellos ante Buda, a lo que éste replicó que, en realidad, había
sido una buena idea de Manjushri y que eso demostraba su habilidad, pues si
los monjes hubieran escuchado solamente las enseñanzas de un camino
inferior al mahayana, como era el caso de lo que enseñaba Wusun, habrían
alcanzado el estado de arhat, en el que morarían en ese momento, pero,
gracias a los medios hábiles de Manjushri habían generado visiones erróneas
que efectivamente les habían hecho renacer en los reinos inferiores, pero, de
hecho, sólo habían permanecido allí por un breve periodo y posteriormente
habían alcanzado el despertar. Todo gracias a Manjushri.

Crear un ambiente favorable para el moribundo


Prepararemos el lugar de la mejor manera posible; es muy importante que
el ambiente transmita calma, paz y serenidad, que sea como un lugar sagrado.
Estaría muy bien que disfrutara de hermosas vistas, con arte e imágenes de
deidades y seres inspiradores, y también que estuviera adornado con flores,
pues transmiten un sentimiento de espiritualidad. Se trata de crear una
impresión favorable, de que la persona se sienta a gusto por el hecho de estar
ahí y supere el miedo a morir.
Los consejos que podamos dar dependerán de lo que hayamos estado
haciendo nosotros mismos y lo que hayamos practicado en el día a día (lam
rim o transformación de la mente, por ejemplo), más allá de la meditación
formal sentada. En general el camino mahayana tiene mucho que ofrecer no
sólo a las personas que están a punto de morir, sino también a cualquiera con
problemas, y dentro de él, el tantra del yoga supremo es el único sistema que
ofrece una explicación real de la muerte: en él encontramos instrucciones
precisas acerca de ella, que no se encuentran en otras tradiciones, las cuales
proporcionan instrucciones generales pero no explicaciones sobre
consciencias sutiles, vientos, chakras y demás.
Si uno es experto en la práctica del powa y ha recibido los signos que así lo
indican podrá ofrecer el mejor servicio público: liberar a otros seres y
ayudarles en el momento de la muerte. Se le puede pedir a un lama que haga
el powa ya que, por ejemplo, un lama tibetano experto en la práctica podrá
hacer el powa a distancia desde allí donde se encuentre, tan sólo tendremos
que indicarle la dirección hacia donde está orientada la cabeza del
moribundo.

En el momento de la muerte
Si previamente hemos estudiado el proceso de la muerte, en el momento en
que alguien esté muriendo podremos identificar los estadios que su
consciencia está atravesando, qué elementos se están absorbiendo y el resto
de pasos del proceso.
Por una parte, es mejor que los miembros de la familia que lloren se
mantengan a cierta distancia para que el agonizante no les escuche, pues le
provocarían aferramiento. Por otra parte, hay que tener en cuenta que hay
sonidos que ayudan a la consciencia en el momento de la muerte y que son
muy beneficiosos, como por ejemplo los mantras. Aparte de esto, lo mejor es
mantener un ambiente sereno y exento de ruidos, y asimismo es muy
aconsejable explicar a la familia cómo crear semejante atmosfera.
Por lo que se refiere al tratamiento, está bien administrar analgésicos contra
el dolor para permitir que la persona pueda pensar, pero no es recomendable
suministrar medicamentos contra la angustia, ya que este tipo de sedación
impide que se agote el karma negativo. En realidad, la angustia le resultará
beneficiosa si se le permite experimentarla y agotar así el karma negativo. De
todas formas, es difícil encontrar el punto medio, y más si añadimos la
circunstancia de que los allegados a menudo son partidarios de medicar al
paciente, aunque eso sea más para su propia comodidad que para beneficio
del moribundo.
Dentro de lo posible, es recomendable invitar a miembros de la sangha
ordenada para que en el momento de la muerte reciten mantras de una forma
agradable e inspiradora, porque cuando se cantan así, se despierta la
sensación de que no hay nada más importante que el Buda Amitabha y la
persona se siente protegida, apoyada y guiada.
Recitar los nombres de los 35 budas de la confesión tiene un increíble
poder (ver el volumen que acompaña este libro, Prácticas esenciales para el
momento de la muerte); puede reunirse un grupo de gente en la habitación y
recitarlos. También es bueno recitar los mantras de las cinco deidades
utilizados habitualmente en la puja de jangwa, cuyo poder es liberar tanto a
los moribundos como a aquellos que ya han fallecido, purificar a otros seres y
liberar a los que se encuentran en los reinos inferiores. Asimismo, se
recomienda recitar el texto Dar aliento a los que sufren y los poderosos
mantras que contiene (ver Prácticas esenciales para el momento de la
muerte).
También podemos colocarle una estupa sobre el pecho o dársela para que
la sostenga, así cada vez que la estupa le toque purificará karma negativo.
Además, la persona puede visualizar rayos de luz que se irradian desde la
estupa. Es también beneficioso que la estupa contacte con el cuerpo aunque la
consciencia ya lo haya dejado, cosa también aplicable a los bebés o a la gente
que no lo puede comprender como, por ejemplo, los no budistas, a los cuales
les podemos decir que la estupa proporciona paz o que tiene una gran fuerza
curativa o purificadora. Asimismo, es recomendable tener alguna estupa a
mano para curar o alejar males provocados por espíritus. Otra cosa
importante es situar una hoja de papel con los diez grandes mantras escritos
en ella sobre el cuerpo del moribundo, de forma especial en su corazón,
mientras recitamos una oración de dedicación (ir a la página).

Cuando la respiración se detiene


Lo primero que hay que hacer cuando alguien ha dejado de respirar es la
práctica del Buda de la Medicina. En grupo o individualmente, recitaremos
los nombres de los Budas de la Medicina y el mantra (ir a la página). El Buda
de la Medicina prometió que si uno recitaba su nombre y su mantra, todos sus
deseos y oraciones se verían cumplidos, y el hecho de que él mismo
completara el poder de la oración indica que esta práctica tiene una gran
fuerza para hacer que se cumplan nuestras oraciones. De entre los diez
poderes, uno es el de la oración, y es por esa razón por la que dedicamos
oraciones al fallecido; es como si nosotros mismos fuéramos los agentes del
Buda de la Medicina. Por otro lado, estos consejos no son sólo aplicables a
las personas, sino también a los animales.
Después podemos hacer el powa de Amitabha, que es la transferencia de la
consciencia a una tierra pura, y seguir con otras prácticas como la recitación
del Sang Chö, la Oración de las acciones positivas, más comúnmente
conocida como La reina de las oraciones. En los funerales es muy positivo
que todos los asistentes lean esta oración juntos.
Otra cosa que podemos hacer es recitar el mantra de Namgyalma 21 veces,
soplar encima de agua, semillas de sésamo, perfume o polvos de talco y
espolvorearlos sobre el cuerpo del fallecido. Este mantra posee una gran
fuerza purificadora, y, si bien es posible recitar el corto, siempre es mejor
recitar el mantra largo. Por otra parte, si colocamos en la cima de una
montaña o en un tejado (algún sitio elevado azotado por el viento) un pedazo
de tela o de papel en el cual hayamos escrito el mantra, quien sea tocado por
el viento recibirá bendiciones y purificará su karma. Asimismo, hacer
circunvalaciones alrededor de una estupa que contenga este mantra purifica
todo el karma de renacer en los infiernos calientes.
En el Tíbet, no se tocaba el cuerpo de nadie que hubiera dejado de respirar
hasta que un lama de las cercanías había realizado el powa, hecho que refleja
un punto muy importante: no hay que tocar el cuerpo hasta que la consciencia
lo haya abandonado. Por consiguiente, hay que descubrir los signos que
indiquen que la consciencia ha dejado el cuerpo, como son, por ejemplo, una
gota blanca, como pus o agua en la nariz, o, en el cuerpo de una mujer,
sangre o agua en la parte inferior. En último término, antes de mover el
cuerpo, agarraremos el cabello del centro de la coronilla y lo estiraremos
hacia atrás para que la consciencia salga por ahí.
Capítulo 7: Actividades esenciales en
el momento de la muerte
Estos son los consejos principales de Lama Zopa Rimpoché para el momento de la muerte.
Quizás no sea posible hacer todo lo que se detalla en la lista por falta de materiales, pero eso no
es un problema, no debemos preocuparnos, simplemente hemos de llevar a la práctica lo que
podamos.

Actividades esenciales antes de la muerte


Si la persona es receptiva a escuchar mantras, todos los mantras son
beneficiosos, especialmente los del Buda de la Medicina (ir a la página) y el
Buda de la Compasión (ir a la página). También hay otros muy favorables,
como por ejemplo los mantras y el sutra para el dolor, de especial beneficio
para aquellos que lo padecen. Este sutra es el titulado Sutra de la entrada en
la gran ciudad de Vaishali, y se puede encontrar en las Prácticas esenciales
para la muerte. También hay una versión en audio recitada por Rimpoché
bajo el título Recitations for Alleviating Pain (ver recursos útiles).
Es recomendable situar los mantras y las imágenes en sitios fácilmente
visibles para el moribundo. (Ver la Tarjeta liberadora para los moribundos,
diseñada por Lama Zopa Rimpoché, en recursos útiles).
También se recomienda colocar una estupa que contenga los cuatro
mantras de las reliquias del dharmakaya cerca de él y, en el momento de su
muerte, colocarla de manera que le toque la cabeza.
La práctica principal a realizar antes, durante y después de la muerte es la
del Buda de la Medicina. Lo mejor es hacerla cerca de la persona que se está
muriendo para que nos escuche recitar la práctica y el mantra. Podemos hacer
la puja del Buda de la Medicina o la sadhana del Buda de la Medicina (la
primera se puede encontrar en el volumen que acompaña este libro, Prácticas
esenciales para el momento de la muerte, y la segunda está incluida en este
libro, [ir a la página]). La práctica más sencilla consiste en visualizar al Buda
de la Medicina encima de la cabeza del moribundo y recitar el mantra
visualizando que del Buda fluye néctar que purifica a la persona en trance de
morir. Tras hacerlo, dedicaremos para su futuro renacimiento, para que
encuentre el dharma, el maestro mahayana perfectamente cualificado y la
práctica, y para que alcance la budeidad lo más rápidamente posible.
También podemos dedicar para que renazca en una tierra pura. Es más
importante centrarnos en hacer las dedicaciones para el próximo renacimiento
que para esta vida o para el estadio intermedio; ahora es el momento de
dedicar con fuerza para que su futura vida sea del máximo valor.
Si las personas que sienten afecto por el moribundo también quieren hacer
algo para ayudarle, en ese caso, también pueden unirse a la recitación de la
sadhana, ya que esta práctica adquiere un enorme poder cuando la realizan
los seres queridos.
También es posible solicitar a algún centro de dharma o monasterio que
hagan en nombre del moribundo la puja del Buda de la Medicina y
patrocinarla. Por ejemplo, se le puede pedir a algún centro español, al
Monasterio de Kopan de Nepal (http://www.kopanmonastery.org), o al centro
Land of Medicine Buddha de California (http://www.medicinebuddha.org),
donde se realiza la práctica diariamente con extensas dedicaciones.

Actividades esenciales durante la muerte


Ante todo, cuando el momento de la muerte esté próximo, es de vital
importancia mantener un ambiente que transmita paz y serenidad, y por lo
tanto hay que evitar que en la habitación haya personas emocionalmente
alteradas, que lloren o se agarren con desesperación al moribundo. Este es un
punto de capital importancia que no debe olvidarse.
Lo mejor sería que sonaran mantras, lo que se puede conseguir bien con
un reproductor o bien con alguien que se dedique a susurrar el mantra del
Buda de la Medicina al oído del moribundo (ir a la página).
Cuando parece que el momento de la muerte es inminente:
Situaremos la lámina de mantras boca abajo de manera que los mantras
estén en contacto con el cuerpo del moribundo (ir a la página).
También situaremos la estupa tocando su coronilla.
Si disponemos de arena de Kalachakra (proveniente de un mandala de
arena bendecido por su santidad el Dalái Lama) la pondremos en la coronilla
del moribundo, previamente mezclada con mantequilla para hacerla
consistente. También es posible hacerlo una vez la persona ha fallecido, pero
siempre es preferible antes.
La práctica principal durante todo ese tiempo será la puja del Buda de la
Medicina, para la cual podemos consultar el volumen que acompaña este
libro, Prácticas esenciales para el momento de la muerte.
Cuando la respiración cesa, se debería evitar tocar el cuerpo durante el
máximo tiempo, a poder ser 72 horas. Como en la mayoría de casos eso no
resultará posible, al menos se debería esperar una hora. Eso si, lo ideal sería
que los mantras y la estupa ya hubieran sido colocados tocando el cuerpo.

Actividades esenciales después de la muerte


Cuando por primera vez se toque el cuerpo tras el deceso, lo primero a
efectuar sería agarrar el cabello de la coronilla y estirar de él con firmeza para
favorecer la salida de la consciencia por este punto.
A continuación, se pueden recitar las ocho oraciones tradicionales para el
momento de la muerte, que se muestran en el libro de Prácticas esenciales
para el momento de la muerte.
Tras el fallecimiento, sería bueno repetir la puja del Buda de la Medicina y
dedicarla para la consecución de un buen renacimiento. Lo mejor es repetir
esta práctica cada día durante los 49 días siguientes, aunque si esto no es
posible, se puede hacer cada siete días durante estos 49 días. La última puja
debería contener ofrecimientos más extensos, y se recomienda recitar también
La reina de las oraciones, que es una de las ocho oraciones para el momento
de la muerte (ver arriba).
Como ya se ha mencionado anteriormente, se puede solicitar a algún centro
de dharma o monasterio que hagan en nombre del moribundo la puja del
Buda de la Medicina y patrocinarla. Por ejemplo, se le puede pedir a algún
centro español, al Monasterio de Kopan de Nepal
(http://www.kopanmonastery.org), o al centro Land of Medicine Buddha de
California (http://www.medicinebuddha.org), donde se realiza la práctica
diariamente con extensas dedicaciones.
Sadhana del Buda de la Medicina
Compuesta por Ngawang Losang Tempa Gyältsen, traducida al inglés por
Lama Thubten Zopa Rimpoché y preparada por V. Thubten Gyatso

(Esta práctica puede ser realizada por cualquier persona que tenga
confianza en el dharma. Sin embargo, aquellos que no hayan recibido la
iniciación del Buda de la Medicina no podrán visualizarse como el Buda sino
que deberán visualizar al Buda en el espacio frente a ellos.)
Beneficios de la práctica del Buda de
la Medicina
por Lama Zopa Rimpoché

Los siete Budas de la Medicina, que obtuvieron el gozo, recitaron


oraciones sinceras para poder ayudar a todos los seres, incluidos nosotros, a
alcanzar la felicidad temporal y la última. También hicieron el voto de
hacerlas realidad en el tiempo actual, considerado como una época de
degeneración debido a que las enseñanzas de Buda Shakyamuni están en
declive. Dado que la palabra sagrada de los budas es irrevocable, podemos
confiar plenamente en su poder de garantizar que todos los seres que viven en
estos tiempos degenerados obtendrán las bendiciones y ayudas que necesitan,
y en que si hacemos oraciones al maestro Buda de la Medicina
conseguiremos hacer realidad todos nuestros deseos. El mero hecho de tan
siquiera oír el nombre sagrado del maestro Buda de la Medicina y el sonido
de su mantra cierra la puerta del renacimiento en los reinos inferiores y al
consiguiente sufrimiento. Está escrito en los textos clásicos que no se debería
tener una mente que duda (o, como se presenta de forma tradicional, una
mente enfocada en dos puntos) acerca de estos beneficios.
Así lo corrobora el maestro Buda Shakyamuni en el sutra conocido como
Los rayos de lapislázuli del Buda de la Medicina, donde mantiene el
siguiente diálogo:
«—Kungawo, ¿crees en mi explicación sobre las cualidades de este
Tathagata [el Buda de la Medicina]?
—No tengo la mente enfocada en dos puntos con respecto a tus
enseñanzas, célibe Bhagavan —respondió Kungawo—. ¿Y por qué razón?
Porque las acciones del cuerpo, la palabra y la mente sagradas del Tathagata
son siempre puras, sin el mínimo error.
—Kungawo, quienquiera que escuche el nombre sagrado de este Tathagata
no caerá en los reinos de los infiernos donde sufren los seres migratorios.»
Conversación que ilustra que recitar el sagrado nombre del Tathagata Buda
de la Medicina y su mantra al oído de alguien que está muriendo es en verdad
excelente. Además, se puede recitar a animales o humanos ya muertos, o
encima de huesos viejos o de cadáveres. Por ejemplo, al comer carne es
extremadamente beneficioso recitar el mantra y soplar sobre ella, porque al
hacerlo así purificamos los oscurecimientos kármicos de esos seres y, por lo
tanto, podemos conseguir que alguien que quizá se encuentre sufriendo en los
reinos inferiores muera inmediatamente y renazca en un reino puro o entre
otros seres afortunados y, si eso no fuera posible, como mínimo se acortaría
la duración de su sufrimiento en los reinos inferiores. Sería excelente poder
hacerlo además con bodichita, renunciando a los propios intereses y buscando
el beneficio de los demás.
Asimismo, al recitar este mantra conseguiremos potenciar el poder de las
medicinas, ya sean para nosotros o para los demás. La visualización sería la
que sigue a continuación.
Visualizamos la medicina en un bol frente a nosotros, con un disco lunar
en cuyo seno se irgue derecha la sílaba semilla HUM, rodeada por las sílabas
del mantra del Buda de la Medicina en el sentido de las agujas del reloj.
Mientras recitamos el mantra, visualizamos néctar que fluye de las sílabas y
se absorbe en los medicamentos. Al final, las sílabas y la luna se disuelven en
la medicina, que adquiere el enorme poder de curar todas las enfermedades
físicas y las aflicciones causadas por espíritus junto con sus causas, y también
el karma negativo y los oscurecimientos mentales de los seres. Si estamos
bajo tratamiento por una enfermedad grave como el cáncer podemos
visualizar que la medicina tiene el poder de curar esa enfermedad en
particular. Hay que tener en cuenta que su fuerza curativa aumentará de
forma proporcional a la fe que se tenga y a la cantidad de mantras recitados.
Para las personas comunes es extremadamente difícil reconocer los
beneficios que comporta practicar la sadhana del Buda de la Medicina. En el
budismo se considera que todos los fenómenos existentes son objetos de
conocimiento: si algo no es un objeto de conocimiento para ningún ser (es
decir, no hay ningún ser que pueda conocer dicho objeto), entonces ese
objeto no existe. Se habla por ejemplo de los «cuernos de un conejo» como
ejemplo de lo que no existe. Todos los fenómenos existentes se incluyen en
tres categorías:

1. Objetos conocidos por una consciencia válida no errónea, que son


aquellos fácilmente reconocibles, como un jarro, un plato, arroz, flores,
etc.
2. Objetos que son difíciles de conocer y que requieren un análisis para
ser conocidos, como la transitoriedad y la vacuidad.
3. Objetos extremadamente difíciles de conocer, como los fenómenos que
solamente pueden ser conocidos por una mente omnisciente. Los seres
comunes sólo pueden conocerlos por medio de la autoridad de las
escrituras de un buda.

Dado que los beneficios de realizar esta sadhana pertenecen a la tercera


categoría, sólo aquellos que confíen en las explicaciones de Buda podrán
reconocerlos. A aquellos de carácter intelectual y con tendencia al
escepticismo les costará aceptar que se puedan obtener tantos beneficios y
karma positivo al realizar esta sadhana, pero no por ello deberían descartar tal
explicación. Algunas veces nuestra perspectiva es muy limitada y nos impide
apreciar visiones más amplias, y en este caso, si somos incapaces de aceptar
estas explicaciones, es mejor adoptar una actitud neutra y no rechazar de
entrada las profundas enseñanzas de Buda. Hemos de examinar y practicar la
sadhana con medios hábiles; si mantenemos una mente estable podremos
lograr grandes beneficios no sólo para nosotros mismos sino también para los
demás, sin engaño alguno.

Beneficios del mantra del Buda de la Medicina


El Buda de la Medicina encarna a todos los budas, lo que significa que
cuando ofrecemos la práctica de las siete ramas al Buda de la Medicina es
como si estuviéramos haciendo ofrecimientos a todos los budas y
recibiéramos todo el mérito correspondiente. De forma similar, cuando
recitamos el mantra del Buda de la Medicina acumulamos una cantidad de
mérito que no podríamos ni imaginar, lo mismo que cuando le ofrecemos la
práctica de las siete ramas.
Recitar este mantra proporciona un mérito inconcebible. Tiempo atrás
Manjushri pidió al maestro Buda Shakyamuni y a los siete Budas de la
Medicina que mostraran un mantra que tuviera el poder de las oraciones que
estos ocho tathagatas habían hecho en el pasado, oraciones que permitieran
alcanzar el despertar y pacificar todos los problemas para llevar la felicidad a
todos los seres, para ser capaces de ver a todos los budas, y para que todos los
deseos se volvieran realidad. Este mantra debía tener la capacidad de ayudar
especialmente a los seres nacidos en tiempos de las cinco degeneraciones,
con poco mérito y con gran propensión a ser dañados por espíritus y a
contraer diversas enfermedades.
En dicho momento, los ocho budas revelaron al unísono el mantra del
Buda de la Medicina, y como consecuencia de ello, si recitamos el mantra
cada día, los budas y bodisatvas siempre nos escucharán y guiarán.
Vajrapani, poseedor de los secretos, junto con los cuatro guardianes, nos
protegerá y guiará siempre, se pacificarán todos nuestros karmas negativos y
jamás renaceremos en los tres reinos inferiores. Además, el mero hecho de oír
la recitación de los nombres de los ocho tathagatas hace que todas las
enfermedades y los daños causados por espíritus, incluidos aquellos que son
condicionantes de enfermedades, se apacigüen, y que todos nuestros deseos
se vuelvan realidad.
Así pues, esta es solamente una explicación breve de los beneficios de la
práctica del Buda de la Medicina, práctica que resulta particularmente
beneficiosa cuando estamos ayudando a otros, y especialmente si se trata de
temas de salud. Nos lleva a ser más precisos y de beneficio, ya que recibimos
ayuda no sólo de los ocho budas sino también de los cuatro devas
clarividentes relacionados con ellos, quienes nos pueden ayudar a
diagnosticar y a encontrar el mejor método de sanación.
Sadhana del Buda de la Medicina

Visualización
A unos diez centímetros por encima de mi coronilla hay una flor de loto, en
cuyo centro se encuentra un disco de luna blanco, sobre el cual está sentado
mi maestro raíz, la esencia del dharmakaya de todos los budas, en la forma
del Buda de la Medicina. De cuerpo azulado, irradia rayos de luz del mismo
color. La mano derecha, que descansa sobre su rodilla derecha, se encuentra
en el mudra de conceder los logros sublimes y sostiene, entre pulgar e índice,
el tallo de una planta arura. Con la mano izquierda, en el mudra de la
concentración, sostiene un cuenco de lapizlázuli lleno de néctar. Está sentado
en la posición del vajra completo y lleva los tres hábitos rojizos de un monje.
Su cuerpo posee todos los signos y cualidades de un buda.

Toma de refugio y generación de bodichita


Busco refugio hasta que esté iluminado
en el Buda, en el Dharma y en la Asamblea Suprema.
Que por mi práctica de la generosidad y las demás perfecciones,
pueda llegar a ser un buda para beneficiar a todos los seres. (x3)

Los cuatro pensamientos inconmensurables


Que todos los seres tengan la felicidad y sus causas.
Que todos los seres estén libres del sufrimiento y de sus causas.
Que ningún ser se aleje de la felicidad que está libre de sufrimiento.
Que todos los seres permanezcan en la ecuanimidad, libres del apego
hacia los amigos y del odio hacia los enemigos.

Cultivo de la bodichita especial


En particular, para el beneficio de todos los seres alcanzaré lo antes
posible el valioso estado de la perfecta y completa budeidad. Con esa
intención voy a practicar el método del yoga del maestro Buda de la
Medicina.

Oración de las siete ramas


Me postro ante el Buda de la Medicina;
te presento todas las ofrendas sin excepción, tanto las reales como las
transformadas mentalmente;
declaro todas mis acciones negativas acumuladas desde tiempos sin
principio
y me alegro del mérito de los seres nobles y los seres comunes.
Buda, eres mi guía; te ruego que hagas girar la rueda del dharma hasta el
fin de la existencia cíclica.
Dedico mis propios méritos y también los de los demás para la
maduración de las dos bodichitas y para alcanzar la budeidad para
beneficio de todos los seres.

Ofrecimiento del mandala (optativo)


Mandala corto
Esta base, ungida con perfume, cubierta de flores, adornada con el
monte Meru, los cuatro continentes, el sol y la luna, la imagino como un
campo de buda y la ofrezco. ¡Que todos los seres disfruten de esta tierra
pura!

Mandala interno
Los objetos de mi apego, aversión e ignorancia: amigos, enemigos y
extraños, también mi cuerpo, riqueza y disfrutes; los ofrezco sin ningún
sentimiento de pérdida. Te ruego que lo aceptes con placer y que me
bendigas liberándome de los tres venenos.

IDAM GURU RATNA MANDALAKAM NIRYATAYAMI

Peticiones
Te suplico, Bhagavan Maestro de la Medicina, cuyo venerable cuerpo
de celeste lapislázuli refleja la sabiduría omnisciente y la bodichita
vastas e ilimitadas como el espacio; por favor, concédeme tus
bendiciones.

Te suplico, compasivo Maestro de la Medicina, que sostienes la reina de


las medicinas con la mano derecha, símbolo de tu voto de ayudar a los
afligidos seres que padecen las 424 enfermedades; por favor, concédeme
tus bendiciones.

Te suplico, compasivo Maestro de la Medicina, que sostienes un cuenco


de néctar con la mano izquierda, símbolo de tu voto de proporcionar el
glorioso e imperecedero néctar del dharma que elimina la degeneración
de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte; por favor, concédeme
tus bendiciones.

Visualización
Encima de la coronilla del maestro Buda de la Medicina hay una joya que
concede los deseos, la cual es en esencia mi maestro.
Encima se encuentra el buda Claro Conocedor por el Juego de Suprema
Sabiduría de un Océano de Dharma (Ngön khyen gyäl po), de cuerpo rojo
coral, con la mano derecha en el mudra de conceder los logros sublimes y la
izquierda en el mudra de la concentración.
Encima de él, el buda Melodioso Océano de Dharma Proclamado (Chö
drag gya tso yang), de cuerpo rosa oscuro, con la mano derecha en el mudra
de conceder los logros sublimes y la izquierda en el mudra de la
concentración.
Encima de él, el buda Glorioso y Supremo Libre de Pena (Nya ngän me
chog), de cuerpo rosa claro y con las manos en el mudra de la concentración.
Encima de él, el buda Oro Excelente Inmaculado (Ser zang dri me),
dorado, con la mano derecha en el mudra de exponer el dharma y la izquierda
en el mudra de la concentración.
Encima de él, el buda Rey del Sonido Melodioso, Brillante Resplandor de
Destreza, Adornado con Joyas, la Luna y el Loto (Rin chen da wa dang pä
ma rab tu gyän pa kyä pa zi ji dra yang gyi gyäl po), de cuerpo amarillo, con
la mano derecha en el mudra de exponer el dharma y la izquierda en el mudra
de la concentración.
Encima de él, el buda Glorioso y Célebre Rey de Signos Excelentes (Tshän
leg yang drag), dorado, con la mano derecha en el mudra de exponer el
dharma y la izquierda en el mudra de la concentración.

Peticiones a los Budas de la Medicina


Repite cada verso siete veces. Después de la repetición número siete, al recitar «Que tu voto de
ayudar…», el Buda de la Medicina al cual estás haciendo peticiones se absorbe en el buda
situado debajo de él.

Buda Glorioso y Célebre Rey de Signos Excelentes; sabio plenamente


realizado que destruyes todos los engaños, buda que has alcanzado todos
los logros y que conoces plenamente la verdad absoluta de todo
fenómeno; ante ti me postro, te hago ofrecimientos y en ti me refugio.
Que tu promesa de ayudar a todos los seres pueda madurar ahora mismo
en mí y en los demás. (x7)

Buda Rey del Sonido Melodioso, Brillante Resplandor de Destreza,


Adornado con Joyas, la Luna y el Loto; sabio plenamente realizado que
destruyes todos los engaños, buda que has alcanzado todos los logros y
que conoces plenamente la verdad absoluta de todo fenómeno; ante ti
me postro, te hago ofrecimientos y en ti me refugio. Que tu promesa de
ayudar a todos los seres pueda madurar ahora mismo en mí y en los
demás. (x7)

Buda Oro Excelente Inmaculado, Joya Iluminadora que Lleva a Cabo


Toda Conducta; sabio plenamente realizado que destruyes todos los
engaños, buda que has alcanzado todos los logros y que conoces
plenamente la verdad absoluta de todo fenómeno; ante ti me postro, te
hago ofrecimientos y en ti me refugio. Que tu promesa de ayudar a
todos los seres pueda madurar ahora mismo en mí y en los demás. (x7)

Buda Glorioso y Supremo Libre de Pena, sabio plenamente realizado


que destruyes todos los engaños, buda que has alcanzado todos los
logros y que conoces plenamente la verdad absoluta de todo fenómeno;
ante ti me postro, te hago ofrecimientos y en ti me refugio. Que tu
promesa de ayudar a todos los seres pueda madurar ahora mismo en mí
y en los demás. (x7)

Buda Melodioso Océano de Dharma Proclamado; sabio plenamente


realizado que destruyes todos los engaños, buda que has alcanzado todos
los logros y que conoces plenamente la verdad absoluta de todo
fenómeno; ante ti me postro, te hago ofrecimientos y en ti me refugio.
Que tu promesa de ayudar a todos los seres pueda madurar ahora mismo
en mí y en los demás. (x7)

Buda Claro Conocedor por el Juego de Suprema Sabiduría de un


Océano de Dharma; sabio plenamente realizado que destruyes todos los
engaños, buda que has alcanzado todos los logros y que conoces
plenamente la verdad absoluta de todo fenómeno; ante ti me postro, te
hago ofrecimientos y en ti me refugio. Que tu promesa de ayudar a
todos los seres pueda madurar ahora mismo en mí y en los demás. (x7)

Buda Rey de la Luz Lapislázuli; sabio plenamente realizado que


destruyes todos los engaños, buda que has alcanzado todos los logros y
que conoces plenamente la verdad absoluta de todo fenómeno; ante ti
me postro, te hago ofrecimientos y en ti me refugio. Que tu promesa de
ayudar a todos los seres pueda madurar ahora mismo en mí y en los
demás. (x7)

Visualización
Al concederme todas las peticiones, del sagrado cuerpo y del corazón del
Rey de la Medicina, maestro Buda de la Medicina, emanan infinitos rayos de
luz blanca que se absorben completamente en mí, colman mi cuerpo por
completo de la cabeza a los pies y purifican toda enfermedad y aflicción
provocada por espíritus junto con sus causas, así como todo el karma
negativo y la confusión mental. Mi cuerpo deviene de la naturaleza de la luz,
limpio y claro como el cristal. Los rayos de luz descienden hacia mí dos
veces más, y mi cuerpo se purifica al absorber esa luz clara y límpida que me
llena de gozo. Me transformo así en el cuerpo sagrado del maestro Buda de
45

la Medicina. En mi corazón aparecen un loto y un disco de luna, en cuyo


centro se alza una sílaba semilla HUM de color azul, rodeada por las sílabas
del mantra.
Al recitar el mantra, la sílaba situada en mi corazón irradia rayos de luz
hacia todas las direcciones, alcanzando a todos los seres de los seis reinos.
Siento un gran amor que desea su felicidad y una gran compasión que desea
que se liberen de todo sufrimiento y, gracias a ambos sentimientos, los seres
purifican todas las enfermedades y aflicciones provocadas por espíritus y sus
causas, así como todo su karma negativo y su confusión mental.

Recitación del mantra


OM NAMO BHAGAVATE BHAISHAJYE / GURU BAIDURYA /
PRABHA RADJAYA / TATHAGATAYA / ARHATE SAMYAKSAM
BUDDHAYA / TADYATHA / OM BHAISHAJYE BHAISHAJYE MAHA
BHAISHAJYE [BHAISHAJYE ] / RAJA SAMUDGATE SVAHA

Mantra corto
TADYATHA / OM BHAISHAJYE BHAISHAJYE MAHA BHAISHAJYE
[BHAISHAJYE] / RAJA SAMUDGATE SVAHA
[Pronunciación habitual: TAYATA OM BHEKANDZYE BHEKANDZYE MAHA BHEKANDZYE
[BHEKANDZYE] RADZA SAMUDGATE SOHA]

Sintiendo una gran dicha, piensa:

Todos los seres se han transformado en el aspecto del maestro Buda de la


Medicina; qué maravilloso es que ahora sea capaz de guiarles a todos hacia el
despertar del Buda de la Medicina.

Visualización simplificada
Si prefieres realizar una versión más corta, visualiza el maestro Buda de la Medicina encima de
tu coronilla y repite siete veces la siguiente petición:
Maestro Buda de la Medicina, Rey de la Luz Lapislázuli; sabio
plenamente realizado que destruyes todos los engaños, buda que has
alcanzado todos los logros y que conoces plenamente la verdad absoluta
de todo fenómeno; ante ti me postro, te hago ofrecimientos y en ti me
refugio. Que tu promesa de ayudar a todos los seres pueda madurar
ahora mismo en mí y en los demás. (x7)
Al recitar el mantra del Buda de la Medicina, visualiza como se indica a continuación:

Del sagrado cuerpo y del corazón del maestro Buda de la Medicina se


emanan infinitos rayos de luz purificadora que se absorben en mí y purifican
toda enfermedad y aflicción provocada por espíritus junto con sus causas, así
como todo el karma negativo y la confusión mental. Mi cuerpo rebosa de luz
y deviene limpio y claro como el cristal. Seguidamente, los rayos irradian
hacia todas las direcciones, purificando las enfermedades y aflicciones de
todos los seres, mis madres.
Después de la recitación del mantra, visualiza como se indica a continuación:

El maestro Buda de la Medicina se disuelve en luz y se absorbe en mi


corazón, por lo que mi mente deviene enteramente una con el dharmakaya, la
esencia de todos los budas.

Dedicación
Que gracias a estos méritos complete las acciones de los hijos de los
victoriosos, vastas como el océano. Que me convierta en salvador,
refugio y ayuda para todos los seres que, en tantas ocasiones en vidas
pasadas, me han tratado con amabilidad.

Que por el mérito de intentar hacer esta práctica todos los seres que me
vean, me oigan, me toquen o me recuerden, incluidos aquellos que
simplemente digan mi nombre, sean liberados de sus penas en este
mismo instante y experimenten siempre más felicidad.*

La compasión del maestro Buda de la Medicina abarca a todos los seres,


infinitos como el espacio; que yo también devenga un guía para todos
los seres que moran en las diez direcciones del universo.

Que por este mérito me convierta rápidamente en el maestro Buda de la


Medicina y conduzca a todos y cada uno de los seres conscientes a su
reino iluminado.
* Este verso de dedicación incluye también a tus enemigos, incluso cuando pronuncien tu
nombre con enfado.
Mantras para ayudar a los
moribundos y a los que han fallecido
Mantras del Buda de la Compasión, Chenrezig
(Avalokiteshvara)
NAMO RATNA TRAYAYA / NAMA ARYA JÑANA SAGARA /
VAIROCHANA VYUHA RAJAYA / TATHAGATAYA /ARHATE
SAMYAK SAMBUDDHAYA / NAMA SARVA TATHAGATABHYAH
/ ARHATEBHYAH SAMYAK SAMBUDDHEBHYAH / NAMAH
ARYA AVALOKITESHVARAYA / BODHISATTVAYA /
MAHASATTVAYA MAHAKARUNIKAYA / TADYATHA / OM
DHARA DHARA / DHIRI DHIRI / DHURU DHURU /ITTI VATTE /
CHALE CHALE PRACHALE PRACHALE / KUSUME KUSUME
VARE / ILI MILI / CHITI JVALAM / APANAYE SVAHA

OM MANI PÄDME HUM

Mantras del Buda de la Medicina


OM NAMO BHAGAVATE BHAISHAJYE / GURU BAIDURYA /
PRABHA RADJAYA / TATHAGATAYA / ARHATE SAMYAKSAM
BUDDHAYA / TADYATHA / OM BHAISHAJYE BHAISHAJYE MAHA
BHAISHAJYE BHAISHAJYE / RAJA SAMUDGATE SVAHA

TADYATHA / OM BHAISHAJYE BHAISHAJYE MAHA BHAISHAJYE


[BHAISHAJYE] / RAJA SAMUDGATE SVAHA
[Pronunciación habitual: TAYATA OM BHEKANDZYE BHEKANDZYE MAHA BHEKANDZYE
[BHEKANDZYE] RADZA SAMUDGATE SOHA]

El volumen que acompaña a este libro, Prácticas esenciales para el momento de la muerte,
contiene muchos otros mantras, oraciones y prácticas muy beneficiosas para los moribundos y
para aquellos que ya han muerto.
Lámina de mantras para ayudar a los que han
fallecido
Los mantras que figuran en la imagen descargable en
http://edicionesmahayana.es/sites/default/files/documentos/mantras.pdf son
muy poderosos cuando se colocan en contacto con el cuerpo de alguien que
ha fallecido.
Notas
1 Editor: Se puede encontrar una breve enseñanza sobre los dos tipos de
cinco poderes en La liberación en la palma de tu mano, de Pabongka
Rimpoché, pp. 434-436. La enseñanza completa del camino gradual al
despertar (lam rim) es la enseñanza preliminar a la de los cinco poderes.
2 Lama Zopa Rimpoché: El significado literal de la puja al maestro es
«complacer al maestro». Es una práctica del tantra supremo más secreto,
que permite lograr el despertar en una vida tan breve como las de estos
tiempos degenerados o incluso en solo un número determinado de años.
3 Lama Zopa Rimpoché: El camino del paramita.
4 Puja al maestro, vv. 111-112.
5 Lama Zopa Rimpoché: La luz clara es la causa directa del dharmakaya y el
cuerpo ilusorio es la causa directa del rupakaya.
6 La liberación en la palma de tu mano, p. 435.
7 Lama Zopa Rimpoché las traduce como «las seis que han ido más allá»,
aunque son también conocidas como las seis perfecciones, las cuales son:
generosidad, ética, paciencia, perseverancia entusiástica, concentración y
sabiduría.
8 Tibetano kye kyang. Esta es una palabra oscura, pero Lama Zopa
Rimpoché cree que significa ofrecer una fiesta, invitar a la gente y
regalarles cosas.
9 Lama Zopa Rimpoché: si se va a dar algo a la familia, debería ser algo que
no les haga discutir o pelearse.
10 De Collection of One Hundred Teachings of Thought Transformation of
the Kadampa Geshes.
11 De acuerdo con la filosofía budista, hay cinco consciencias sensoriales
que se basan en los cinco órganos sensoriales de los ojos, oídos, nariz,
lengua y tacto. Las consciencias sensoriales no son lo mismo que los cinco
órganos pero dependen de ellos. La sexta consciencia es la mental.
12 Lama Zopa Rimpoché: El sufrimiento del dolor, el sufrimiento del
cambio y el sufrimiento de composición que todo lo abarca, que no es otro
que los «agregados contaminados» (tib. sag che kyi püng po),
contaminados por la semilla de las delusiones. Debido a esta semilla o
impresión surgen las delusiones, creando el karma negativo que provoca
que los seres se reencarnen en los reinos infernales y demás. La
continuidad de los agregados contaminados va renaciendo en el samsara,
circulando de vida en vida.
13 Liberación, pp. 435-436.
14 Liberación, pp. 436-437.
15 Lama Zopa Rimpoché: Guelong, que significa el «vagabundo de la
virtud».
16 Lama Zopa Rimpoché: «Una parte del Tíbet».
17 Liberación, p. 338.
18 Los ocho aspectos madurados son: una vida larga, un cuerpo atractivo,
nacimiento en una familia de alta posición social, muchos recursos, habla
que transmite confianza, poder y fama, nacer hombre y ser fuerte de
cuerpo y mente.
19 Estas cuatro son: vivir en un lugar armonioso, confiarse a seres santos, ser
capaz de acumular méritos y hacer oraciones.
20 Estas siete son: buen linaje familiar, físico atractivo, larga vida, buena
salud, buena fortuna, riqueza y sabiduría.
21 Capítulo VIII, v.121.
22 Ibid, vv.122-124.
23 Lama Zopa Rimpoché: Se le debería culpar.
24 Esta sección se ha extendido por el editor a petición de Kyabje Zopa
Rimpoché, siendo la idea principal el contemplar las faltas del cuerpo en
detalle.
25 Lama Zopa Rimpoché sugiere el uso alternativo de «dedicación» o
«motivación» en vez de «intención» como nombre para este poder.
26 Estos dos últimos párrafos son la traducción de una nota escrita en el
texto de Lama Zopa Rimpoché. La opinión de Rimpoché es que podría
tratarse de una explicación impartida por su santidad el Dalái Lama.
27 Lama Zopa Rimpoché: Las aflicciones principales y las 20 aflicciones
secundarias.
28 Lama Zopa Rimpoché: O el poder del «remordimiento».
29 Capítulo VIII, vv.135-6
30 Ibid, vv.131-2
31 Ibid, vv.129-30.
32 La traducción al inglés de Stephen Batchelor del texto de Shantideva
Guía para el estilo de vida del bodisatva concluye esta estrofa con el verso
«¡observa la diferencia entre ambos!».
33 Las tres capacidades o enfoques del camino gradual al despertar (lam
rim).
34 Los logros que son previos a estas tres capacidades.
35 Tib. rlung: viento o aire. La enfermedad del rlung se refiere a un
desequilibrio de los vientos del cuerpo.
36 Los grandes objetivos (o significados) de las tres capacidades son: un
buen renacimiento, la liberación y el despertar.
37 Capítulo VII, v.62. El significado es que sería preferible experimentar
cualquiera de estas terribles circunstancias que permitirse caer bajo el
control de los pensamientos perturbadores.
38 Liberación, p. 436.
39 Liberación, p. 434.
40 La práctica de «tomar y dar», consultar el libro Curación definitiva. El
poder de la compasión, Capítulo 14.
41 Esta y las siguientes historias las cuenta Pabongka Rimpoché, Liberación,
p. 436.
42 La bodichita artificial es la bodichita generada gracias a un esfuerzo
deliberado, mientras que la bodichita espontánea es una mente generada
sin esfuerzo.
43 Los cinco poderes.
44 Este párrafo y el siguiente son citas de Liberación, p. 436.
45 Según Lama Zopa Rimpoché: «Es mejor no utilizar la palabra
transformar, ya que esto es como si nuestro cuerpo ordinario se volviera el
cuerpo de un buda, y esta no es la forma de meditar. En lugar de esto,
nuestro cuerpo ordinario es purificado en vacuidad y entonces la sabiduría
que ve la vacuidad toma la forma del Buda de la Medicina. Realmente,
esto es el dharmakaya, aunque en el tantra inferior no hay el resultado
temporal futuro del dharmakaya. De todas formas, nos estamos
visualizando realmente a nosotros mismos como el Buda de la Medicina, y
esto se vuelve el resultado temporal de la deidad; y esto está allí en el
kriya tantra. Nuestra sabiduría toma la forma del Buda de la Medicina. El
punto es que no estamos simplemente cambiando la forma de nuestro
cuerpo humano ordinario en la forma de un buda, como si fuera una
estatua de un dios hindú cuyo material se deshiciera para volver a darle
una nueva forma, la forma de un buda. Deberíamos purificar en vacuidad,
en aquello que está vacío, sin siquiera pensar «no existe», sino
simplemente purificarlo en la sabiduría que ve la vacuidad. Entonces
etiquetamos los nuevos agregados, que son completamente nuevos y
puros, como el Buda de la Medicina».
Referencias:
Pabongka Rimpoché; La liberación en la palma de tu mano (revisado por
Trijang Rimpoché, traducido al inglés por Michael Richards y al español
por Mercedes Pérez-Albert); Ediciones Dharma, 2006.
Lama Zopa Rimpoché; Curación definitiva. El poder de la compasión;
Ediciones Dharma, 2008.
Recursos útiles

Libros
Muerte, bardo y renacimiento (disponible en inglés con el título Death,
Intermediate State, and Rebirth), Lati Rimpoché y Jeffrey Hopkins. En este
apasionante libro se aborda el complejo sistema de la psicología más sutil
según el budismo tibetano, y se describe de forma detallada y completa el
sistema de canales, gotas y vientos que sirven de base para la conciencia. En
el tantra del yoga supremo se simulan los procesos de la muerte, el estadio
intermedio y el renacimiento, por lo que es importante para el practicante
tener un buen conocimiento de cómo morimos, de los estadios del proceso de
la muerte y de razones psicológicas que hay detrás de ellos. Snow Lion
Publications.

Acerca de la muerte, su santidad el XIV Dalái Lama (publicado en inglés


como Mind of Clear Light: Advice on Living Well and Dying Consciously).
El Dalái Lama parte de un poema escrito por un destacado erudito y
practicante del siglo XVII para explorar los estadios por los que todos
pasamos en el momento de la muerte, y lo hace nutriéndose de un gran elenco
de tradiciones y creencias. Nos muestra cómo prepararnos para ese momento
y cómo enriquecer nuestro paso por este planeta, cómo morir sin miedo ni
engaños y poder influir en el estado entre esta vida y la siguiente a fin de
conseguir el mejor renacimiento posible. Y ello, como siempre, con el
objetivo último de avanzar en el camino hacia el despertar. Acerca de la
muerte es una herramienta esencial para alcanzar este gozo eterno. RBA
Libros, Editorial Océano.

Curación definitiva. El poder de la compasión, Lama Zopa Rimpoché


(publicado en inglés como Ultimate Healing: the Power of Compassion).
Solemos experimentar la enfermedad a nivel físico, pero para poder sanar
realmente es básico entender dónde empieza la verdadera sanación: en
nuestra mente y en nuestro corazón. En este libro, el internacionalmente
conocido maestro de meditación Lama Zopa Rimpoché nos ayuda a
reconocer la raíz de la enfermedad y nos proporciona los medios necesarios
para crear la propia felicidad futura. Rimpoché empieza narrando historias de
personas que se han recuperado de alguna enfermedad por medio de la
meditación, para continuar con una explicación sobre el papel central que el
karma y el hábito mental de «etiquetar» juegan en la causa de las
enfermedades, y acabar mostrándonos cómo la meditación y otras técnicas
para desarrollar la compasión y la comprensión de la realidad pueden
eliminar la causa última de toda enfermedad. Ediciones Dharma.

Libros de práctica
Prácticas esenciales para el momento de la muerte. Se trata del volumen
que acompaña el presente libro y contiene prácticas esenciales para ayudar a
otros en el momento de morir y después de la muerte. Incluye una colección
completa de oraciones y prácticas tradicionales que se pueden hacer en ese
trascendental momento. Ediciones Mahayana.

Puja del Buda de la Medicina: la joya que concede los deseos. Como
comenta Lama Zopa Rimpoché: «Es muy importante hacer la puja extensa
del Buda de la Medicina regularmente, para ayudar a todos los seres.
También podemos hacerla para aquellos que están muriendo y los que ya han
fallecido, así como para que nos vayan bien las actividades personales. Esta
práctica es extremadamente poderosa y beneficiosa». Se puede encontrar en
el volumen que acompaña este libro, Prácticas esenciales para el momento
de la muerte, y en el Libro de oraciones de la FPMT, Volumen II. Ediciones
Mahayana.

Postraciones a los 35 Budas de la Confesión. Prácticas preliminares. La


práctica de las postraciones a los 35 Budas de la Confesión es uno de los
métodos más poderosos que existe para purificar las acciones negativas que
hemos realizado en el pasado. Si hacemos esta práctica con atención
consciente, podremos evitar sufrimientos no deseados en el futuro y además
eliminar obstáculos a nuestra práctica y abrir la mente para conseguir los
logros del camino. Este libro contiene un extenso comentario de Lama Zopa
Rimpoché, que incluye explicaciones acerca del karma, opciones para
realizar la práctica de forma más extensa e instrucciones para completar un
retiro de cien mil postraciones. Ediciones Mahayana.
Meditación en Vajrasattva. Prácticas preliminares. Durante un retiro de
Vajrasattva no se trata simplemente de recitar el mantra y algunas oraciones,
sino de conseguir que la práctica sea efectiva para nuestra mente, haciendo
que se convierta en la forma más rápida y eficaz de transformarla. Los
meditadores expertos aconsejan que, en nuestra práctica diaria, lo mejor sería
centrar el esfuerzo en las prácticas de purificación, y que es esta la manera de
conseguir los logros espirituales. El cuaderno contiene las prácticas corta y
larga de Vajrasattva y el tsog de Vajarasatva, con comentarios y consejos
para realizar el retiro, preparar el altar y hacer los preliminares. Ediciones
Mahayana.

CD
Cantos desde la tierra pura de Amitabha. En un valle secreto, escondido
en las montañas del Himalaya, vive una comunidad tibetana de monjes y
monjas budistas procedentes de comunidades fundadas a principios del siglo
pasado por Dupa Rimpoché, quien compuso unas oraciones especiales con
profundas melodías que inspiran y calman la mente. Los Cantos desde la
tierra pura de Amitabha son oraciones para pedir a Buda Amitabha que
transfiera la consciencia de los fallecidos a su tierra pura, que es un lugar
especial donde se dan las condiciones perfectas para el estudio y la práctica
que, a su vez, ayudan a alcanzar el despertar con rapidez para poder ayudar a
todos los seres. Los beneficios procedentes de la venta de este CD se dedican
directamente a los monjes y monjas del Valle de Tsum. Interpretado por las
monjas del monasterio de Tsum. Daka/Dakini Productions. (Disponible bajo
el nombre de Chants from Amitabha’s Pure Land en la web de la Foundation
Store de la FPMT).

Oraciones para el momento de la muerte. Según la filosofía tibetana, la


muerte no es un final, sino una transformación en la que la mente abandona el
cuerpo físico y adopta una forma nueva; morir en una atmosfera de calma y
luz, libre de dolor, con pensamientos de amor hacia los seres, nuestros
compañeros de viaje, facilita esta transformación. Las oraciones cantadas
incluidas en este CD han sido escogidas por su belleza y por el poder de
transmitir paz y compasión a aquellos que están muriendo y a los que se
encuentran a su alrededor. Interpretado por los monjes del Monasterio de
Kopan. Daka/Dakini Productions. (Disponible bajo el nombre de Prayers for
the Time of Death en la web de la Foundation Store de la FPMT).

Recitaciones para aliviar el dolor. El dolor y la enfermedad provienen de


impresiones kármicas que han madurado, y son a menudo el resultado de
haber dañado de una manera u otra a otros seres, generalmente no humanos.
Buda reveló a Ananda el Sutra de la entrada en la gran ciudad de Vaishali
con el propósito específico de pacificar a los espíritus dañinos, y es tan
poderoso que escuchar sus palabras nos ayuda a calmar el dolor. Recitado por
Lama Zopa Rimpoché. FPMT. (Disponible bajo el nombre de Recitations to
Alleviate Pain en la web de la Foundation Store de la FPMT).

Puja del Buda de la Medicina. El Buda de la Medicina es la manifestación


de la energía sanadora de todos los seres búdicos. Los siete Budas de la
Medicina dedicaron sinceras oraciones para lograr la felicidad temporal y
última de todos los seres e hicieron el voto de conseguir que esto se hiciera
realidad en esta época. Recitar su mantra purifica los oscurecimientos
kármicos de todos los seres e incrementa considerablemente el efecto de las
medicinas. Y más aún, hacer oraciones al Buda de la Medicina nos ayuda a
conseguir rápidamente todo aquello que deseamos. La puja incluida en este
CD es un poco más extensa que la incluida en el libro El Buda de la
Medicina, la joya que concede todos los deseos (cuaderno disponible en
inglés como Medicine Buddha, The Wish-Fulfilling Jewel). Interpretada por
los monjes del Monasterio de Kopan. Daka/Dakini Productions. (Disponible
bajo el nombre de Medicine Buddha Puja en la web de la Foundation Store
de la FPMT).

Otros materiales útiles


Tarjeta liberadora para los moribundos. Se trata de una bonita postal de
20 x 25 cm en color y laminada que incluye imágenes y mantras tan
poderosos que con sólo mirarlos pueden ayudar a quien está muriendo a
purificar karma negativo y seguir el camino hacia el despertar. En la parte
frontal contiene diez mantras y diez imágenes especialmente escogidas con el
objeto de ayudar a quienes se encuentran en el trance de morir, e incluye una
conmovedora carta redactada por Lama Zopa Rimpoché para ayudar en este
crucial momento. Disponible en inglés, español, francés y chino. FPMT.
Biografías

Lama Zopa Rimpoché


Lama Thubten Zopa Rimpoché nació en 1946, en el pueblo de Thami, en la
región nepalí de Solo Khumbu, y a los cinco años fue reconocido como la
reencarnación de un gran yogui conocido como el Lama de Lawudo. Estudió
con Gueshe Rabten y Lama Thubten Yeshe y, junto con este último, empezó
a impartir enseñanzas a occidentales. Estas enseñanzas fueron el origen de lo
que acabaría cristalizando en la creación de la Fundación para la Preservación
de la Tradición Mahayana (FPMT), de la que ambos serían los maestros
espirituales. Lama Yeshe murió en 1984, y desde entonces Lama Zopa
Rimpoché es el director espiritual de la FPMT. Viaja por todo el mundo
impartiendo enseñanzas, consejos, patrocinando proyectos caritativos,
construyendo objetos sagrados y cumpliendo los deseos de su santidad el
Dalái Lama. Rimpoché ha escrito varios libros, entre los que encontramos
Querido Lama Zopa, soluciones radicales para transformar problemas en
felicidad (disponible en inglés con el título Dear Lama Zopa: Radical
Solutions for Transforming Problems into Happiness, Wisdom Publications)
y Curación definitiva: El poder de la compasión, Ediciones Dharma.

Kathleen McDonald (V. Sangye Khadro)


Kathleen McDonald nació en California en 1952. Empezó a estudiar
budismo en Dharamsala, India, en 1973, y se ordenó en 1974. Ha estudiado
con Lama Zopa Rimpoché, Lama Thubten Yeshe, su santidad el Dalái Lama,
Gueshe Ngawang Dhargyey y Gueshe Jampa Tegchog, entre otros. Siguiendo
el consejo de sus maestros, empezó a enseñar en 1979 y, desde entonces, ha
impartido enseñanzas en muchos países de todo el mundo. Su libro
Aprendiendo de los lamas (Ediciones Dharma) ha obtenido una gran
popularidad.
Glosario
aferramiento al ego Compulsión ignorante que concibe a uno mismo, o al
yo, como permanente, autoexistente (e independiente del resto de fenómenos.

aflicción Ver engaños.

agregados (sánscr.: skandha) Son los cinco constituyentes psicofísicos


que conforman un ser vivo: forma, sensación, discriminación, factores de
composición (condicionantes) y consciencia.

arhat (sánscr.; tib.: dra chom pa) Literalmente significa «destructor del
enemigo». Aquel que ha destruido su enemigo interno, los engaños, y ha
alcanzado la liberación de la existencia cíclica.

arya (sánscr.; tib.: phag pa) Literalmente significa «noble». Aquel que ha
logrado la sabiduría que conoce la vacuidad.

Avalokiteshvara (sánscr.; tib.: Chenrezig) El Buda de la Compasión, una


deidad de meditación masculina que encarna la compasión plenamente
despierta.

bardo (tib) Ver estado intermedio.

bhagavan (sánscr.; tib.: chom dän dä) Epíteto para denominar a un buda,
a veces traducido como el Bienaventurado, Señor, etc. Aquel que ha
destruido (chom) todos los oscurecimientos, posee todas la cualidades (dän) y
ha trascendido lo mundano (dä).

bhumi (sánscr.) Tierra o estadio. Término usado para referirse a los diez
estadios o niveles de los bodisatvas.

bodichita (sánscr.) Intención o determinación altruista de alcanzar el


despertar (la iluminación) con el único propósito de llevar a ese mismo
estado despierto a todos los seres.
bodisatva (sánscr.) Aquel que dirige su práctica espiritual hacia el logro
del despertar. Ser que tiene la motivación compasiva de la bodichita.

buda (sánscr.) Ser completamente iluminado que ha eliminado todos los


velos que oscurecen la mente y ha desarrollado todas las buenas cualidades
hasta la perfección. La primera de las Tres Joyas de refugio. (ver
iluminación)

budadharma También conocido como dharma de Buda, son las


enseñanzas dadas por Buda. Ver dharma.

budeidad Ver iluminación.

budista (tib.: nang pa) Aquel que ha tomado refugio en las Tres Joyas
(Buda, Dharma y Sangha), y que acepta la visión filosófica del mundo según
los «cuatro sellos»: todos los fenómenos compuestos son transitorios, todos
los fenómenos contaminados son de la naturaleza del sufrimiento, todas las
cosas y acciones están vacías de existencia propia, y el nirvana es la paz
verdadera.

calma mental Ver shamata.

camino gradual (tib.: lam rim) Presentación de las enseñanzas de Buda


Shakyamuni de forma adecuada para que los discípulos realicen una práctica
gradual. Este tipo de presentación fue expuesta por primera vez por Atisha
(Dipamkara Shrijnana, 982-1055) al llegar al Tíbet en el año 1042. Ver tres
aspectos principales del camino, los.

cinco caminos Los caminos a través de los cuales los seres progresan hacia
la liberación y el despertar: el camino de la acumulación, el de la preparación
(conjunción), el de la visión, el de la meditación y el de no más aprendizaje
(más allá de la práctica).

concentración en un solo punto (sánscr.: samadhi) Estadio de absorción


meditativa profunda; la concentración en un solo punto en la naturaleza real
de las cosas, libre de pensamientos discursivos y de concepciones dualistas.
consciencia Ver mente.

cuatro nobles verdades, las Fue el tema que trató Buda la primera vez que
hizo girar la rueda del dharma. Las verdades sobre el sufrimiento, el origen
del sufrimiento, la cesación del sufrimiento y el camino hacia la cesación del
sufrimiento tal como las percibe un arya.

despertar Ver iluminación.

dharma (sánscr.; tib.: chö) Enseñanzas espirituales, en particular, las de


Buda Shakyamuni. Literalmente significa «aquello que aparta a uno del
sufrimiento». El término tibetano tiene la connotación literal de «cambio», o
«llevar hacia una transformación». La segunda de las Tres Joyas de refugio.

diez acciones no virtuosas, las Hay tres del cuerpo: matar, robar, conducta
sexual incorrecta; tres de la palabra: mentir, usar palabras hirientes, las
críticas y el habla sin sentido y tres de la mente: codicia, malicia y visiones
erróneas. Son acciones generales que se deben evitar para no crear karma
negativo.

ecuanimidad Ausencia de la discriminación que los seres hacen


habitualmente entre amigo, enemigo y extraño, procedente del conocimiento
de que todos los seres son iguales en cuanto a desear la felicidad y no desear
el sufrimiento, y de que desde tiempo sin principio se han mantenido todas
las relaciones posibles con todos los seres. Es una mente imparcial que sirve
de base para el desarrollo del gran amor, la gran compasión y la bodichita.

ego Concepción errónea de una entidad propia; creencia equivocada de que


«yo soy autoexistente» (es decir, existente por mí mismo, sin depender de
causas y condiciones). El ego es la ignorancia fundamental responsable de
que nos encontremos dando vueltas en la existencia cíclica desde tiempo sin
principio.

engaños (sánscr.: klesha; tib.: nyön mong) Oscurecimientos que impiden


ver la naturaleza esencial y pura de la mente y que, por lo tanto, son los
responsables del sufrimiento y la insatisfacción. El engaño principal es la
ignorancia, a partir de la cual surgen el aferramiento y el deseo, el odio, la
envidia y todos los otros engaños.

estadio intermedio (tib.: bar do) El estado entre la muerte y el


renacimiento.

estupa (sánscr.: stupa) Objetos relicarios budistas que representan la


mente despierta. Su tamaño es muy variable, pueden ser de enormes
dimensiones o de sólo unos centímetros de altura.

existencia cíclica (sánscr.: samsara; tib.: khor-wa) Los seis reinos de


existencia condicionada. Hay tres reinos inferiores: los infiernos, los espíritus
hambrientos (sánscr. pretas) y los animales, y tres reinos superiores: los
humanos, los semidioses (sánscr. asuras) y los dioses (sánscr. suras). Es el
ciclo, recurrente y sin principio, de muerte y renacimiento bajo el control de
los engaños y del karma, y está lleno de sufrimiento. También se refiere a los
agregados contaminados de un ser.

existencia inherente (o intrínseca) Aquello de lo cual los fenómenos


están vacíos; el objeto de negación, o de refutación. Debido a la ignorancia,
los fenómenos aparecen como existentes de forma independiente, en ellos
mismos y por ellos mismos, como si tuvieran existencia inherente.

guru (sánscr.; tib.: lama) Guía espiritual o maestro, el que muestra al


discípulo el camino hacia la liberación o el despertar. Literalmente significa
«fuerte en el conocimiento del dharma». En el tantra, el maestro personal se
ve como inseparable de la deidad de meditación y de las Tres Joyas de
refugio.

guru raíz (tib.: tsa wäi lama) El maestro que ha tenido más influencia en
el discípulo a la hora de que este entre o siga el camino espiritual.

Hinayana (sánscr.) Literalmente significa «Pequeño Vehículo» o


«Vehículo Inferior», y es una de las dos grandes divisiones del budismo. La
motivación de los practicantes hinayana para seguir el camino del dharma es
principalmente su fuerte deseo de conseguir la liberación individual de la
existencia condicionada, o samsara. Hay dos tipos de practicantes hinayana:
los oyentes y los budas solitarios.
ignorancia (sánscr.: avidya; tib.: ma rig pa) Literalmente significa «no
ver» aquello que existe, o la forma en que existen las cosas. Básicamente hay
dos tipos de ignorancia, la ignorancia respecto al karma y la ignorancia
respecto a la verdad última. Es el engaño básico, del que surgen el resto de
los engaños. Es también el primero de los doce vínculos del surgir
dependiente.

iluminación (sánscr.: bodhi; tib.: jang chub) Pleno despertar, budeidad. Es


el objetivo último de la práctica budista, que se logra cuando han sido
eliminadas todas las limitaciones de la mente y se ha desarrollado al máximo
y a la perfección todo su potencial positivo. Es un estado caracterizado por
infinita compasión, sabiduría y habilidad.

iniciación Transmisión recibida de un maestro tántrico que permite al


discípulo realizar prácticas de meditación relacionadas con una deidad de
meditación específica.

Kadam (tib) Escuela de budismo tibetano fundada en el siglo XI por


Atisha, Dromtönpa y sus seguidores, los «gueshes kadampa»; a partir de ella
se desarrolló la escuela Guelug, cuyos miembros a veces son conocidos como
«nuevos kadampa».

karma (sánscr.; tib.: lä) Acción; causa y efecto, funcionamiento a partir


del cual las acciones positivas (virtuosas) producen felicidad y las acciones
negativas (no virtuosas) producen sufrimiento.

lam rim (tib) Ver camino gradual.

lama (tib; sánscr.: guru) Guía espiritual o maestro. El que muestra al


discípulo el camino hacia la liberación o el despertar. Literalmente significa
«fuerte en el conocimiento del dharma».

liberación (sánscr.: nirvana, o moksha; tib.: nyang dä, o thar pa) El


estado tras haber conseguido una liberación completa del samsara; el objetivo
del practicante que busca su propia salida del sufrimiento (ver Hinayana).
Para referirse a este estado de libertad individual se usa el término «nirvana
inferior», en contraposición a «nirvana superior», utilizado para designar el
supremo estado de buda, el completo despertar. El nirvana natural (tib.: rang
zhin nyang dä) es la naturaleza fundamental, pura, de la realidad, en que
todas las cosas y acciones están vacías de tener una realidad inherente,
intrínseca o independiente.

lo jong Ver transformación de la mente.

mahamudra (sánscr.; tib.: chag chen) «gran sello»: es una práctica de


meditación muy profunda centrada en la mente y en la naturaleza última de la
realidad.

Mahayana (sánscr.) Literalmente significa «Gran Vehículo», y es una de


las dos grandes divisiones del budismo. La motivación principal de los
practicantes mahayana para seguir el camino del dharma es su intenso deseo
de que todos los seres se liberen de la existencia condicionada, o samsara, y
alcancen el completo despertar, o budeidad. El vehículo Mahayana tiene dos
divisiones: el Paramitayana o Sutrayana, y el Vajrayana, también llamado
Tantrayana o Mantrayana.

mantra (sánscr.) Literalmente significa «protección de la mente». Los


mantras son sílabas sánscritas normalmente recitadas en el contexto de la
práctica de una deidad de meditación específica que encarnan las cualidades
de la deidad a la que están asociadas.

meditación (tib.: gom) Familiarización de la mente con un objeto positivo


o virtuoso. Hay dos tipos: de emplazamiento (absorción) y analítica (visión).

mente (sánscr.: citta; tib.: sem) Sinónimo de consciencia (sánscr.:


vijnaya; tib.: nam she) y de «aquello que siente» (sánscr.: manas; tib.: yi). Se
define como «lo que es claro y conoce»; es una entidad sin forma que tiene la
capacidad de percibir los objetos. La mente se divide en seis conciencias
primarias y 51 factores mentales.

mérito Son las impresiones positivas dejadas en la mente por acciones


virtuosas o de dharma, y es la principal causa de felicidad. Cuando la
acumulación de mérito se asocia a la acumulación de sabiduría da lugar como
resultado final al rupakaya (cuerpo de forma de un buda).

Milarepa (tib; 1040-1123) Gran yogui tibetano que alcanzó el despertar en


una sola vida, estando bajo la tutela de su maestro Marpa, contemporáneo de
Atisha. Es uno de los fundadores de la escuela Kagyu.

Nagarjuna (sánscr.) Filósofo budista indio nacido aproximadamente 400


años después de la muerte de Buda Shakyamuni. Se dice que vivió 600 años,
y fundó la escuela filosófica budista conocida como Madhyamaka (la «vía
media»).

naturaleza búdica La luz clara de la mente presente en todos los seres; el


potencial que tienen todos los seres de alcanzar el despertar mediante la
eliminación de los dos oscurecimientos (oscurecimientos a la liberación y a la
omnisciencia).

nirvana (sánscr.; tib.: nyang dä) Ver liberación.

oyente (sánscr.: shravaka) Practicante hinayana que busca el nirvana tras


haber escuchado las enseñanzas de un maestro.

Prajñaparamita (sánscr.) La perfección de la sabiduría. Los sutras del


Prajñaparamita son las enseñanzas de Buda Shakyamuni acerca de la
sabiduría de la vacuidad y el camino del bodisatva, y constituyen el
fundamento de la filosofía de Nagarjuna.

preta (sánscr.) Espíritu hambriento. El reino de los pretas es uno de los


tres reinos inferiores de la existencia cíclica.

puja (sánscr.) Literalmente significa «ofrecimiento», y habitualmente se


usa para designar una ceremonia en que se realizan ofrecimientos.

purificación Eliminación de las impresiones negativas dejadas en la mente


por acciones no virtuosas pasadas, que, si no fueran eliminadas de la mente,
madurarían provocando sufrimiento. Los métodos de purificación más
efectivos se basan en las cuatro fuerzas oponentes del arrepentimiento, el
refugio, el remedio y la resolución.
refugio Puerta al camino del dharma. Al temer los sufrimientos del
samsara, los budistas toman refugio en las Tres Joyas con la confianza de que
el Buda, el Dharma y la Sangha tienen el poder de guiarlos hacia la felicidad,
la liberación o el despertar.

renuncia (tib.: nge jung) Sentimiento sincero de completo aborrecimiento


hacia la existencia cíclica que hace que uno busque la liberación día y noche
y se involucre en las prácticas que llevan a ella. Es el primero de los tres
aspectos principales del camino hacia el despertar.
Créditos
Sadhana del Buda de la Medicina

La Sadhana del Buda de la Medicina fue traducida del tibetano al inglés


por Lama Thubten Zopa Rimpoché y revisada y preparada para su
publicación por V. Thubten Gyatso (Adrian Feldmann) en 1982. Fue
publicada por primera vez por Wisdom Publications en 1982. En 2001 V.
Constance Miller la revisó ligeramente y la preparó para ser publicada por el
Departamento de Educación de la FPMT. Revisada en marzo de 2002, enero
de 2004, julio de 2005 y enero de 2007. Los Beneficios de la práctica del
Buda de la Medicina fueron compilados a partir de enseñanzas impartidas por
Lama Zopa Rimpoché.
Traducido del inglés al español por Marina Brucet para el Servicio de
Traducción de la FPMT, 2010. Revisado por Beatriz Guergué, 2010.
Acercando el budismo a la
comunidad de habla hispana
Este libro ha sido publicado por Ediciones Mahayana, la editorial del
Servicio de Traducción de la Comunidad para la Preservación de la Tradición
Mahayana (CPTM), una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es, a
través de sus centros, dar a conocer y preservar la tradición Mahayana del
budismo tibetano en los países de habla hispana, así como favorecer las
condiciones necesarias para su práctica.
Con esa finalidad, la CPTM está afiliada a la Foundation for the
Preservation of the Mahayana Tradition (FPMT), una organización creada
por Lama Thubten Yeshe y Lama Zopa Rimpoché, dedicada a la educación y
al servicio público, que a través de sus más de 150 centros de dharma
repartidos por todo el mundo, difunde un mensaje de compasión, sabiduría y
paz, y ofrece una amplia gama de programas de estudio y materiales para la
práctica del budismo tibetano.
Con el objetivo de acercar las enseñanzas de la FPMT a la comunidad de
habla hispana, se creó en el seno de la CPTM el Servicio de Traducción, cuyo
trabajo de traducción especializado y riguroso se ajusta a la complejidad y
profundidad de las escrituras budistas. Desde éste, y para difundir esa labor,
se creó Ediciones Mahayana. El de la CPTM es un proyecto pionero que
pretende, mediante programas de estudio y publicaciones, hacer disponible el
dharma de Buda en español, a la par que preservar los textos, que son la base
del estudio, de la transformación de la mente y de la preparación de maestros
cualificados a fin de continuar la transmisión y la preservación de la tradición
Mahayana.
FPMT: http://www.fpmt.org
CPTM: http://www.fpmt-hispana.org
http://www.edicionesmahayana.es

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