Ficha de Lectura IV CSO Guerra Del Pacifico
Ficha de Lectura IV CSO Guerra Del Pacifico
Ficha de Lectura IV CSO Guerra Del Pacifico
FICHA DE LECTURA
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Tras la declaratoria de guerra, se iniciaron los preparativos para el conflicto. El Perú y Bolivia
se encontraban en inferioridad militar frente a Chile, ya que mientras el país sureño contaba
con un ejército de casi 8000 hombres bien armados, el Perú solo disponía de algo más de
4000 soldados, y Bolivia, de 2000. La diferencia era mayor respecto a las fuerzas navales:
la flota chilena estaba compuesta por buques de reciente fabricación y, por lo tanto, de
mayor blindaje y rapidez, mientras que la peruana no se había renovado desde 1864 y
carecía de mantenimiento. Para empeorar la situación, Bolivia carecía de escuadra. Así
pues, estas diferencias resultaron determinantes, ya que el dominio del mar aseguraba en
gran medida una victoria. En abril de 1879, la escuadra chilena bloqueó el puerto de Iquique,
decisión que le permitió al Perú ganar tiempo para acondicionar sus buques de guerra –
que estaban en reparación en el Callao– y trasladar tropas y pertrechos al sur a fin de
organizar la defensa de Arica y Tarapacá. La guerra había empezado
LA CAMPAÑA MARÍTIMA
Luego de la declaración de guerra, el mando chile - no esperó cinco semanas para movilizar
sus fuerzas navales. A mediados de mayo de 1879, la escuadra chilena, bajo el mando del
contralmirante Juan Williams Rebolledo, inició la campaña con el bloqueo del puerto de
Iquique. Al notar que era una medida infructuosa, Williams enrumbó al Callao y dejó en
Iquique a las corbetas Esmeralda y Covadonga. Esta decisión fue favorable para los
peruanos, ya que la estrategia del contralmirante Miguel Grau, jefe de la escuadra peruana,
era evitar una confrontación directa con la flota chilena. El combate de Iquique El 21 de
mayo de 1879, la flota peruana, compuesta por el monitor Huáscar –bajo el mando de Grau–
y la fragata blindada Independencia –comandada por Juan Guillermo More–, llegó a
Iquique. Inicialmente, Grau logró una posición ventajosa al hundir a la Esmeralda –bajo las
órdenes del comandante Arturo Prat–. Sin embargo, el resultado final fue adverso, ya que
la mejor nave peruana, la Independencia, que perseguía a la Covadonga, rasgó su blindaje
en un arrecife y se hundió. Entre los meses de mayo y octubre, el Huáscar, apoyado por la
corbeta Unión, impidió el dominio de la escuadra chilena. Ello se debió no solo a la pericia
de Grau, sino también a los errores cometidos por Williams, ya que sus naves mejor
equipadas debían frenar su marcha para esperar el avance de los barcos más antiguos.
Mientras tanto, el Huáscar, al viajar solo, se movilizó lo suficientemente rápido como para
atacar los puertos chilenos, capturar algunas naves y evadir a la flota enemiga. Sin
embargo, esta situación únicamente postergó el resultado final.
El combate de Angamos
El obstáculo que representaba la presencia del Huáscar para los planes chilenos de invadir
suelo peruano trajo consigo un gran descontento popular en Santiago, por lo cual el
almirante Williams se vio obligado a renunciar, nombrándose en su reemplazo al
contralmirante Galvarino Riveros. La orden del nuevo comando chileno fue concentrar todas
las naves en Valparaíso para la limpieza y mejoramiento de sus máquinas. Luego, la
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Santillana (2017). Día a día en el aula de Ciencias Sociales 4. Lima: Santillana S.A.
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escuadra zarpó en dos divisiones en busca del monitor peruano. A fines de septiembre de
1879, el Huáscar y la Unión salieron de Arica rumbo al sur. En la madrugada del 8 de
octubre, las naves peruanas avistaron a la primera división encabezada por el blindado
Blanco Encalada. Grau, siempre llevado por el plan de evitar confrontarse con la escuadra
enemiga, intentó escapar, pero se encontró con que la segunda división liderada por la nave
Cochrane le cerraba el paso. Así, el Huáscar se vio rodeado por toda la escuadra chilena.
El comandante peruano ordenó a la Unión que huyera mientras él se aprestaba a atacar al
enemigo, efectuando el primer disparo. Casi al inicio del combate, una bomba destruyó la
torre de mando en donde se encontraba Grau. Sin embargo, solo después de tres horas de
dura lucha pudieron capturar al Huáscar, a pesar de los intentos de los tripulantes de
hundirlo. Tras esta derrota, ya nada pudo impedir que Chile concretara finalmente el
dominio del mar e iniciara el avance terrestre.
El desarrollo de la guerra
Luego de asegurarse el dominio del sur peruano, las fuerzas chilenas ocuparon Lima y el
norte del país. La resistencia peruana se concentró entonces en la sierra. Pero hacia 1883,
un sector de la élite peruana decidió aceptar la paz con Chile, aun a costa de pérdidas
territoriales.
La victoria marítima dio una ventaja estratégica y logística a las fuerzas chilenas, que
iniciaron la campaña terrestre en Tarapacá, una zona desértica que dificultaba el arribo de
los aliados peruano-bolivianos. El objetivo de la campaña militar chilena era aislar a las
fuerzas aliadas del sur y asegurarse el control de las provincias salitreras.
La batalla de Tarapacá
La campaña se inició de manera adversa para los aliados por las derro - tas de Pisagua (2
de noviembre) y San Francisco (19 de noviembre). Ante esta situación, el ejército peruano
se dirigió hacia el poblado de Tarapacá para obtener pertrechos y provisiones. Ahí, el 27
de noviem - bre se realizó una nueva batalla en la que los peruanos obtuvieron la victoria.
Lamentablemente, las tropas peruanas tuvieron que abando - nar el territorio por falta de
provisiones.
La crisis política
Luego de las derrotas en el mar y en el sur, surgieron indecisiones y conflictos en la élite
gobernante. Así, el 19 de diciembre de 1879, el presi - dente Prado dejó el país con rumbo
a Europa con el pretexto de apurar la adquisición de armamento para la guerra. Lo
reemplazó el general Luis La Puerta, depuesto cuatro días después por un golpe de Estado
liderado por Nicolás de Piérola, quien se proclamó dictador. Ese mes también hubo cambios
en el mando boliviano. El 28 de diciembre, el presidente Daza fue destituido y reemplazado
por el general Narciso Campero.
La campaña de Tacna
Una vez en posesión de Tarapacá, los chilenos blo - quearon los puertos de Arica y el
Callao. En febrero de 1880, parte de sus tropas desembarcaron en Ilo con la finalidad de
aislar al ejército aliado en Tacna. La primera batalla en el sur se desarrolló en el ce - rro Los
Ángeles (22 de marzo) con victoria chilena, la que se repitió en la batalla del Alto de la Alian
- za (26 de mayo) y significó grandes bajas para los aliados. Fue la última participación de
Bolivia en la guerra. Poco después, los chilenos ocuparon la ciu - dad de Tacna y la
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LA EXPEDICIÓN LYNCH
Después de la ocupación del sur, las fuerzas chilenas se prepararon para el asalto final a
Lima. Previamen - te, en septiembre de 1880, los chilenos organizaron una expedición
comandada por Patricio Lynch para destruir el aparato productivo peruano. Así, pueblos y
haciendas de los ricos valles azucareros de la costa norte del país fueron sistemáticamente
destruidos.
La campaña de Lima
En septiembre de 1880, las tropas chilenas empe - zaron a desembarcar en el sur de Lima.
Entonces, Nicolás de Piérola organizó la defensa de la capital. Cerca de 20 000 reservistas
fueron reclutados, prin - cipalmente varones limeños entre los 16 y 60 años. Este cuerpo
armado fue estructurado en batallones agrupados por oficios. Había desde magistrados y
comerciantes hasta cocheros, artesanos e inclu - so sirvientes. Asimismo, se ordenó la
realización de entrenamientos militares en los puntos periféricos de la capital: la alameda
de los Descalzos, el parque de la Exposición, el fundo Santa Beatriz, la plaza Dos de Mayo,
entre otros. Estos entrenamientos se llevaban a cabo diariamente entre las tres y las seis
de la tarde, lapso en el que todos los comercios cerraban. La vida cotidiana limeña se
adaptó rápidamente a la rutina de los reservistas.
Ocupación y anarquía
Luego de la caída de Lima, Piérola se retiró a la sierra para reorganizar las fuerzas
peruanas. Ante su ausencia, un grupo de notables nombró, con el acuerdo de los chilenos,
un Gobierno provisional bajo el mando de Francisco García Calderón. Este Gobierno,
conocido como de La Magdalena por el lugar de su sede, no fue reconocido por Piérola ni
por otros jefes militares, ya que se le acusaba de haber sido impuesto por los chilenos. A
pesar de ello, el presidente García Calderón se propuso establecer la paz con Chile en
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LA RESISTENCIA EN LA SIERRA
La caída de Lima no significó el cese de las acciones bélicas, pues aunque la costa
estuviese ocupada, el Perú seguía contando con los recursos humanos y materiales de la
sierra. Allí se gestó la campaña de la Breña, la resistencia armada de los peruanos contra
la ocupación. Esta resistencia se dio en un escenario desconocido para los chilenos: la
agreste sierra peruana. El prin - cipal foco rebelde se ubicó en el valle del Mantaro y estuvo
dirigido por el general Andrés Avelino Cá - ceres. Su conocimiento de la región, habilidad
mili - tar, dominio del quechua e incuestionable liderazgo sobre las fuerzas irregulares o
montoneras permitie - ron a Cáceres obtener importantes triunfos sobre las expediciones
chilenas enviadas desde Lima. Para imponerse a su tenaz resistencia, el ejército chileno
decidió ocupar militarmente Jauja, Huanca - yo y los valles aledaños, donde impuso fuertes
cu - pos. Entonces, Cáceres se retiró a Ayacucho y desde allí lanzó una contraofensiva. El
9 de julio de 1882, una incursión simultánea a Concepción, Marca - valle y Pucará determinó
un triunfo peruano que obligó a los chilenos a abandonar el departamento de Junín. Así,
Junín quedó en manos de Cáceres y sus tropas. En abril de 1883, los chilenos reiniciaron
sus incursiones ocasionando que la guerra se trasladara al norte del país.
El declive de la resistencia
En la sierra norte, el ejército conducido por el general Miguel Igle - sias logró una victoria
en la batalla de San Pablo el 13 de julio de 1882. Pero, a diferencia de Cáceres, Iglesias
estaba convencido de que continuar con la resistencia solo agravaría los estragos que la
guerra ocasionaba al país. Iglesias lanzó en agosto de ese año un manifiesto desde su
hacienda en Montán, en Cajamarca, invocando la necesi - dad de iniciar negociaciones
para lograr una paz definitiva Doc. 7. Se formó una asamblea en Cajamarca para que se
iniciasen las tratativas con los chilenos y se nombró a Iglesias como presidente
regenerador. Así, dos posiciones entraron en conflicto: la continuación de la resistencia,
liderada por Cáceres, y la paz sin condiciones, encabe - zada por Iglesias. Chile aprovechó
la convocatoria de paz hecha por Iglesias y decidió reconocer a su Gobierno. Cáceres y
sus huestes intentaron evitar la firma del tratado de paz, pero la derrota en la batalla de
Huamachuco, el 10 de julio de 1883, debilitó seriamente la resistencia. La asamblea
formada en Cajamarca reconoció a Iglesias como “presidente regenerador” y lo autorizó a
firmar un tratado de paz. Esta posición era apoyada por el sector terrateniente serrano que
había sido fuertemente golpeado durante las últimas campañas y que, a dife - rencia de la
élite limeña, no tenía intereses económicos en los yacimien - tos salitreros de Tarapacá.
Al inicio de la guerra, la situación del ejército peruano era muy crítica, pues la falta de
presupuesto impidió que las tropas estuvieran adecuadamente preparadas. Los pocos
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EL TRATADO DE ANCÓN
Luego de firmado el tratado, los chilenos desocupa - ron Lima y se establecieron en los
alrededores. En marzo de 1884, el tratado fue ratificado por el gobier - no de Iglesias.
Recién en julio de ese año, Cáceres admitió el acuerdo como un hecho consumado aun a
pesar de su intención de seguir resistiendo. Final - mente, en agosto culminó la
desocupación total del territorio peruano por parte de las tropas chilenas. La guerra había
durado algo más de cinco años.
Económicas
La infraestructura del país quedó destruida y la economía paralizada. Las grandes
ciudades, como Lima, y las prósperas haciendas de la costa habían sufrido la imposición
de fuertes cupos de guerra. Además, el sistema de comunicaciones quedó seriamente
dañado, pues casi un tercio de los ferrocarriles fueron destruidos. Las exportaciones
cayeron a una cuarta parte, mientras que los ingresos del Estado, de 35 millones de soles
en 1879, se redujeron a poco más de 1 millón en 1883 porque, entre otros motivos, los ricos
yacimientos de salitre pasaron a manos chilenas. Asimismo, la élite comercial limeña sufrió
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la pérdida de sus empresas, mientras que los sectores populares se vieron afectados por
la creciente inflación.
Sociales
La guerra exacerbó los conflictos sociales entre propietarios, trabajadores y campesinos.
Así, mientras que los culíes chinos habían apoyado a las tropas chilenas contra sus
opresivos patrones, los campesinos del centro del país, armados como montoneras,
desafiaron el control de los gamonales. En la sierra sur, los campesinos indígenas tuvieron
que afrontar los costos materiales de la guerra, lo que debilitó a sus comunidades y permitió
el avance de las haciendas.
Políticas
Aunque la élite civil había hecho grandes intentos por estabilizar políticamente al país, el
caudillismo militar se vio nuevamente fortalecido después de la guerra. Durante la década
siguiente a la guerra, los militares volvieron a dominar el sistema político del país.
Culturales
Durante la guerra, las actividades educativas, científicas y culturales se redujeron al
mínimo. En muchos casos, colegios y universidades tuvieron que suspender sus
actividades. Además, el ejército chileno se llevó valiosos tesoros culturales, como los 58
000 volúmenes de la Biblioteca Nacional. Otras instituciones culturales como la Universidad
Mayor de San Marcos, el Museo de Historia Natural y el Archivo del Tribunal del Santo
Oficio también fueron despojados de sus fondos bibliográficos.
Psicológicas
Los estragos más permanentes fueron de orden psicológico. La derrota marcó en gran
medida la mentalidad de los pobladores, pues dejó un ánimo de profundo pesimismo. En
ese contexto, no solo había que reconstruir la economía y reorganizar la sociedad, sino
también recomponer el pensamiento y la autoestima de los peruanos.
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Santillana (2017). Día a día en el aula de Ciencias Sociales 4. Lima: Santillana S.A.