El Bautismo Con El Espíritu Santo
El Bautismo Con El Espíritu Santo
El Bautismo Con El Espíritu Santo
Introducción
Habiendo resumido la historia de “Las Tres Olas del Cristianismo
Carismático” o renovacionismo desde principios del siglo XIX en
adelante (Pentecostalismo, Carismatismo y Neo-Carismatismo), así
como “Los Precursores del Cristianismo Carismático Moderno” en la
historia anterior de la Iglesia (incluido el Movimiento de Santidad, John
Wesley, Edward Irving y la Iglesia Católica Apostólica, los profetas
Franceses, elementos en el Anabaptismo y el Catolicismo Romano y el
Montanismo), en nuestros dos artículos anteriores, nos referimos ahora
a las principales doctrinas y/o prácticas distintivas del renovacionismo
moderno. Lógicamente, la enseñanza Pentecostal y Carismática sobre
el bautismo con el Espíritu Santo como una segunda bendición
posterior a la conversión es el lugar para comenzar.
Esta idea de una segunda bendición tiene una historia muy mala.
Contrariamente a la enseñanza bíblica y reformada, algunos puritanos
sostenían que la seguridad era una especie de segunda bendición. El
último artículo señaló que John Wesley y el Movimiento de Santidad,
que fluyó de él, enseñaron que la segunda bendición era la
santificación completa. Para varios predicadores de avivamiento, como
R.A. Torrey y D.L. Moody, la segunda bendición fue “poder para el
servicio”. Los Pentecostales y Carismáticos tomaron la idea de una
segunda bendición y vertieron un nuevo contenido en ella,
identificándola como un bautismo post-conversión con el Espíritu
Santo, evidenciado por el hablar en lenguas.
(2) Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús, (3)
Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino
poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia: (4) por medio de
las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia; (5) vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a
vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; (6) al conocimiento, dominio propio; al dominio propio,
paciencia; a la paciencia, piedad; (7) a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
Este hermoso pasaje dice que “la gracia y la paz” vienen a nosotros a
través del conocimiento de Dios en Jesucristo (v. 2). Añade que el
poder divino de Dios nos ha dado “todas las cosas que pertenecen a la
vida y a la piedad” (v. 3). Dado que, en nuestra regeneración o
bautismo con el Espíritu de Cristo, tenemos “todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad”, no necesitamos un segundo
bautismo. Pero lo que si necesitamos —y a esto nos llama el texto— es
crecer en conocimiento y añadir a nuestra fe tanto la virtud como el
conocimiento (v. 5), así como la templanza, la paciencia y la piedad (v.
6), y la bondad fraternal y la caridad (v. 7). De acuerdo con este
llamamiento, se nos dan “grandísimas y preciosas promesas” para que,
mediante la fe, podemos participar cada vez más de la naturaleza
divina, en términos de los atributos comunicables de Dios (v. 4).