Tesis Licenciatura Psicologia, Gutman Jess

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Tesis de Licenciatura en Psicología

Mitos sociales de la masculinidad desde una perspectiva


de género.

TESIS DE LICENCIATURA EN PSICOLOGIA.

Alumnx:
Gutman, Jessica Cindy
L.U.: 38.522.408-0

Tutora de tesis:
Lic. Fernández Romeral, Juliana
DNI: 33.257.783

-2018-
Tesis de Licenciatura en Psicología | Gutman Jessica.

INDICE
INTRODUCCIÓN. ....................................................................................................... 2

PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN. ........................................................................... 3

ESTADO DEL ARTE .................................................................................................. 7

Modo tradicional de subjetivación. ...................................................................... 7

Subjetivación hegemónica tradicional y emociones. ........................................ 9

Subjetivación de masculinidad hegemónica tradicional y violencia. ............... 9

Subjetivación de masculinidad hegemónica tradicional y erotismo. ............. 10

Subjetivación de la masculinidad tradicional y virilidad. ................................ 10

Subjetivación de la masculinidad hegemónica tradicional y disociación del


cuerpo. ................................................................................................................. 12

OBJETIVOS ............................................................................................................. 13

Objetivo general: ................................................................................................. 13

Objetivos específicos: ........................................................................................ 13

HIPÓTESIS ........................................................................................................... 14

MARCO TEÓRICO ................................................................................................... 14

METODOLOGÍA....................................................................................................... 17

DESARROLLO......................................................................................................... 18

Triple proveedor............................................................................................ 21

Limitaciones emocionales ........................................................................... 22

Actividad Erótica........................................................................................... 24

Sexualidad dividida. ..................................................................................... 25

CONCLUSIONES. .................................................................................................... 26

BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................ 29

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INTRODUCCIÓN

La presente tesis de grado de Lic. en Psicología se encuentra enmarcada en la


materia de Introducción a los Estudios de Género. Es a partir de la monografía final
realizada en la cursada de dicha materia que se ha decidido abordar la presente
temática.
El tema central seleccionado es, como el título refleja, los mitos sociales de la
masculinidad hegemónica tradicional. Se entiende a los mismos como uno de los
tantos modos de transmitir y replicar las significaciones sociales imaginarias e
imaginario social relacionado con lo que, cultural e históricamente, es ser varón
hegemónico tradicional. A su vez, se considera que ambos aspectos repercuten
directamente en la construcción de las subjetividades de los varones.
En relación a esto último, se cree que los modos de construcción de subjetividades
masculinas hegemónicas conllevan grandes montos de padecimientos. Los mismos
no se dan sólo en el plano físico, sino también en el psicológico, social, vincular, etc.
tanto para los varones como para quienes están a su alrededor. De ello se puede
dar cuenta en la disparidad, en relación con las mujeres, de algunas patologías
graves, causantes de muerte, como se expondrá a lo largo de la presente tesis.
Es a partir de un abordaje cualitativo y de una exhaustiva revisión bibliográfica que
se espera arribar a la formulación de los mitos sociales de la masculinidad
hegemónica tradicional. A partir de los mismos se pretende dar cuenta de algunos
de los malestares y riesgos con los cuales se relacionan directamente el haber
alcanzado, el intentar alcanzar o mantener las prerrogativas de la masculinidad
hegemónica tradicional.
Con tal fin se comenzará exponiendo la importancia de un abordaje sobre la
presente temática, siendo que la salud de los varones está realmente en riesgo,
como se podrá ver.
En el desarrollo específico de la presente tesis se intenta articular cada mito social
de la masculinidad hegemónica tradicional con algún artículo, investigación, video,
etc. que dé cuenta de las repercusiones o dificultades que dicho mito social acarrea.
Con tal fin se espera poder llevarlo a la cotidianeidad de quien lee y a su vez, a
reflexionar y a deconstruir acerca de qué es o qué son las masculinidades.

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Este mismo objetivo es con el que se concluye el escrito, reflexionando si


realmente tiene algún sentido el planteo de los mitos sociales de la masculinidad
hegemónica.

PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN

Como menciona Tajer (2012) dado que la atención en salud de varones muchas
veces carece de perspectiva de género, al igual que la promoción y prevención de
su salud, suelen generarse malestares físicos y psíquicos. No solo en ellos, sino
también en quienes lx1s rodean.
La necesidad de los varones por cumplir los mandatos de la masculinidad
hegemónica, entendiendo a la misma como “la configuración de práctica genérica
que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del
patriarcado (...)” (Connell, 1995, pp. 77), conlleva determinados riesgos a los cuales
se exponen. Algunos de ellos concernientes a su propia salud, se pueden observar,
como menciona Tajer en Heridos Corazones (2009), en tanto que:
“(...) los varones viven aproximadamente siete años menos que las
mujeres. Esta ‘sobremortalidad masculina’ por razones de género, se da
fundamentalmente en dos segmentos etarios: el primero de los 15 a los
24 años y sus causas son lo accidentes, homicidios, suicidios y violencia.
El segundo segmento etario es de los 35 a los 54 años y la causa está
constituida fundamentalmente por las enfermedades cardiovasculares.
Ambas causas son efectos de los modelos de la masculinidad
hegemónica en la vida y en la salud de los varones; modelos que atentan
contra sus propias capacidades para la autoconservación” (pp. 23).
A modo de evidenciar la gran disparidad entre los géneros femenino y masculino
en relación a la mortalidad por causas externas, se expondrán a continuación los
resultados de estadísticas obtenidas por la Dirección de Estadísticas e Información

1
A lo largo de la presente tesis de grado se optó por utilizar el lenguaje inclusivo, es decir, la letra ”x”
(en lugar de “o” u “a”), en dos momentos puntuales, a saber: en primer lugar en aquellos momentos
en los que se hace referencia a personas que podrían ser de diversos géneros autopercividos o nos
es indiferente de qué género estemos hablando (si es varón cis, mujer cis, trans, no binarix, queer,
etc.). Y en segundo lugar cuando se habla en plural.
Sin embargo, vale aclarar que cuando se está hablando dentro del plural o de la individualidad de la
masculinidad hegemónica tradicional, y por lo tanto, al menos a lo largo de la tesis, de los varones
cis, se opta por utilizar siempre el masculino.

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en Salud (DEIS, 2016) en la Provincia de Buenos Aires. Los mismos dan cuenta del
mayor número de muertes en varones por dichas causas que en mujeres.
Mientras que la cantidad total de muertes por causas externas de mujeres en la
Provincia de Buenos Aires es de 1723 anuales, la de varones es sumamente mayor,
dando un total de 4980 anuales (DEIS, 2016).
A su vez, se refleja claramente lo citado con anterioridad en relación a las causas
de muertes entre los 15 y 25 años postulado por Tajer (2009). Siendo que la muerte
en ese rango etario por causas externas en mujeres es de apenas 197, mientras que
de los varones es de 959 anual.

Estadísticas DESI 2016 Muertes por Causas Externas en Mujeres- Provincia de


Buenos Aires.

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Estadísticas DESI 2016 Muertes por Causas Externas Varones -Provincia de


Buenos Aires.

A su vez se expondrán también las cifras del DESI 2016 donde se puede observar
aquello postulado por Tajer (2009) y citado en un comienzo, respecto de la mayor
incidencia de muertes por enfermedades cardiovasculares en varones de 35 a 54
años, que en mujeres de igual franja etaria.
La cantidad de mujeres de entre 35 y 54 años que mueren, en la Provincia de
Buenos Aires, por afecciones cardiovasculares es de apenas 757, mientras que la
cantidad de varones es de 1760 por año.
Se considera importante no olvidar que se postula la relación de estas muertes
tempranas, tanto las producidas por causas externas como las cardiovasculares,
como expresión de las exigencias de los varones en el cumplimiento de los
mandatos de la masculinidad hegemónica.

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Estadísticas DESI 2016 Muertes por Enfermedades del sistema circulatorio


Varones -Provincia de Buenos Aires.

Estadísticas DESI 2016 Muertes por Enfermedades del sistema circulatorio


Mujeres -Provincia de Buenos Aires.

A raíz de lo expuesto hasta el momento y tratándose de cifras públicas de la


Provincia de Buenos Aires, se considera de gran importancia abordar esta temática
con urgencia. Esperándose de ese modo que en el sistema de salud se tenga una
perspectiva de género que aloje, no solo la feminidad hegemónica vulnerada, sino
también las cuestiones concernientes a la masculinidad hegemónica.
Es por ello que en la presente tesis de grado se pretende arribar a los mitos
sociales de la masculinidad hegemónica. Considerándolos una herramienta de gran
importancia y ayuda al momento de localizar aquellos mandatos sociales que operan
en el modo de sentir, pensar y obrar de los varones, afectando de modo directo su
salud y la de quienes lxs rodean.
A su vez se considera como un primer aporte de importancia el plantear los mitos
sociales de la masculinidad hegemónica tradicional, y no los de la masculinidad
transicional o innovadora, ya que excede los límites y objetivos del presente trabajo.
Así mismo en el libro Heridos Corazones de Tajer (2009) se hace una distinción
dentro de los modos de subjetivación de la masculinidad entre el modo tradicional,
transicional e innovador. Sin embargo la autora aclara que esta división es
meramente pedagógica, ya que lxs sujetxs en realidad poseen una yuxtaposición de
los diversos modos de subjetivación. Como ya se ha mencionado el recorte

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realizado en la presente tesis es de los mitos de la masculinidad hegemónica


tradicional, y por lo tanto en los modos de subjetivación tradicionales. Esto se debe a
la consideración de que el padecimiento subjetivo y las repercusiones sociales que
generan siguen aún hoy en vigencia.

ESTADO DEL ARTE

Hasta el presente, a comparación de la cantidad de bibliografía disponible de los


estudios de género que se encuentra sobre las feminidades, la que trabaja de
masculinidades podría decirse que es escasa. Tanto es así que Ana María
Fernández (1993) hace años conceptualizó los mitos sociales de la feminidad, pero
nadie ha conceptualizado los de la masculinidad del modo en que dicha autora lo ha
hecho.
La selección del material para la presente tesis se enmarca en bibliografía e
investigaciones actualizadas sobre la temática a abordar desde los estudios de
género y los “men’s studies”2.

Modo tradicional de subjetivación.


Se considera importante entender al modo tradicional de subjetivación del género
masculino, tal y como es postulado por Tajer en su libro Heridos Corazones (2009),
de la siguiente manera:
(...) a la conformación de masculinidad de los varones que han
estructurado su vida en relación con valores ligados a la condición de
proveedores y sostenedores económicos de la familia, centrando como
área fundamental de desarrollo vital, el mundo público: trabajo, política,
clubes, instituciones, etcétera. (pp. 58).
Esto mismo se puede encontrar postulado por A. M. Fernández (1993) en La mujer
de la Ilusión cuando menciona que el espacio público tradicionalmente ha sido
ocupado por los varones, mientras que el privado por las mujeres. Cabe aclarar que
cuando habla del ámbito privado se refiere a la esfera doméstica, el hogar y la
familia, contrariamente de lo público que se refiere a lo relacionado con el Estado y
sus instituciones, lo político, el mercado, agentes e instituciones.

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Estudios de la masculinidad.

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Retomando las postulaciones de Tajer (2009) es que se considera que el modelo


de masculinidad tradicional responde a las necesidades de la sociedad industrial, en
tanto el varón se dedica a lo público y la mujer a lo privado. Sosteniendo así la
promesa de retribuciones económicas por la ausencia durante la jornada laboral en
el hogar. Aspectos que contribuyen a su malestar, psíquico, físico y social. En la
introducción a su libro Heridos Corazones, Tajer (2009) aclara:
(...) planteamos un abordaje de la construcción de la vulnerabilidad
específica en varones (...) que incluye el mundo del trabajo con sus
relaciones de poder, pero también el peso de la vida cotidiana, los ideales
de género, las expectativas familiares, el uso de su tiempo libre, las
vicisitudes de las relaciones afectivas, incluyendo las relaciones de poder
en lo íntimo, y las dificultades o facilidades en la articulación de las
diversas esferas de la vida. (...) Los costos en salud del sostenimiento de
la hegemonía tantos para quienes la ejercen como para quienes la
padecen. (pp. 18)
El modo de subjetivación tradicional incluye una relación asimétrica entre varones y
mujeres, en el cual los varones gozan de mayores privilegios y libertades.
Cuando se habla de modos de subjetivación se hace referencia, como postula
Bleichmar, a una construcción conceptual referente a la relación entre las formas de
representación que cada sociedad instituye para la conformación de sujetxs aptxs
para desplegarse en su interior y las maneras en las que cada unx de ellxs
constituye su singularidad (citado en Tajer, 2009).
En el caso de la masculinidad hegemónica, como se viene postulando, se trata de
un modo de subjetivación que está en relación con un modo de construcción de
subjetividad para el dominio y el ejercicio de poder, tanto sobre las mujeres como
sobre lxs niñxs, ancianxs, varones de menor rango, etc.
A modo de introducción de los apartados posteriores se considera de interés aludir
al texto “Construcción de la subjetividad masculina” de Mabel Burin (2000) en el que
la autora da cuenta del esquema propuesto por Bonino (1997) sobre la construcción
de la masculinidad tradicional y las premisas necesarias para su construcción. Lo
antedicho se realizó partiendo del ideal masculino que describieron D. David y R.
Brannon en 1976 al plantear cuatro imperativos de la masculinidad hegemónica
transmitida a partir de consignas populares. Estos imperativos son:
1) “No tener nada femenino”: se trata de la identificación con todo lo femenino.
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2) Ser importante: la masculinidad se valoriza por identificación con el padre.


3) “Mandar a todos al diablo”: “rasgos de dureza y de ser poco sensible al
sufrimiento”, se constituye sobre la base de la violencia.
4) “Ser un hombre duro”: la masculinidad se constituye en la rivalidad y lucha contra
el poder (citado por Burin 2000).

Subjetivación hegemónica tradicional y emociones.


En relación al modo de subjetivación tradicional y las emociones de los varones,
Tajer (2009) menciona que ellos no han adquirido herramientas para resolver y
expresar sus conflictos afectivos, es por ello que suelen negarlos o taparlos.
Estos postulados se relacionan con lo mencionado en la investigación de Karina
Sandoval Zapata (2004) denominada “Del dicho al hecho… Las ideologías de
género sustentan las masculinidades hegemónicas” donde remarca la negación de
las emociones y el uso de la fuerza como válida entre los varones. Es así que las
dificultades emocionales en la vida de los varones se dan desde la socialización
temprana de los niños en la que se modela su identidad como futuros hombres y a
través de ciertos mandatos culturales como “los varones no lloran”.
Asimismo, Kaufmann (1997) plantea que los varones tienen que mantener una
coraza dura, proveer y lograr objetivos para adquirir una masculinidad hegemónica.
El costo de la masculinidad es el de tener que suprimir las emociones dificultando
así la posibilidad de autocuidado. Sin embargo, estas emociones no desaparecen,
en un contexto sociocultural donde la ira es una emoción válida entre hombres, son
convertidas en dicha emoción (ira) y descargada hacia mujeres y homosexuales.

Subjetivación de masculinidad hegemónica tradicional y violencia.


En estrecha relación con el apartado anterior el escrito de Mabel Burin (2000)
titulado “La hostilidad: modalidades de procesamiento propias de la masculinidad”,
argumenta que cuanto mayor es la estimulación cultural de los rasgos patriarcales,
más será asociada la masculinidad con la incorporación de la violencia como eje
constitutivo de ser varón. Así será naturalizada mediante mitos, creencias o
disciplinas científicas que tenderán a validar la hipótesis de que el cuerpo masculino
está naturalmente predispuesto para la conquista, penetración y dominio.
En consecuencia con lo precedente, Zapata (2000) menciona dos núcleos
constitutivos de la construcción de la masculinidad hegemónica. En primer lugar, el

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hombre para mostrar verdaderamente su masculinidad debe diferenciarse de los


homosexuales, siendo para Gausch (2008) la homofobia un dispositivo de control
social. En segundo lugar, menciona que debe diferenciarse de las mujeres mediante
el repudio a la madre y a todo lo femenino. Según Kimmel (1997) es de este modo
que se aprueba la agresividad como forma de expresión válida homosocial,
generando también el silencio ante actos agresivos hacia otrxs, para no ser
considerados femeninos u homosexuales.
Es de interés mencionar que la autora señala que es importante evidenciar que el
presente modelo de masculinidad hegemónica es visto como modelo de
“normalidad”. Sin embargo, el mismo deriva en la exposición de los hombres a
mayores situaciones de violencia, conductas de riesgo, competencia y aspectos
diversos que presentan notables diferencias con los patrones femeninos.
Por otro lado, Tajer (2009) menciona que cuando las prerrogativas de dominio y
valoración del rol masculino tradicional no son cumplidas, tienen legitimidad la
presencia y expresión de los sentimientos hostiles. Es así que usan
instrumentalmente la hostilidad para lograr lo que desean y consideran legítimo: el
uso de violencia frente a una situación que amenaza su estatus o imagen social.
En relación a lo antedicho presentan muchas vivencias de rivalidad y enojo como
efecto de la subjetivación para el dominio. Como contracara, suelen no darse cuenta
del daño que pueden causar a lxs otrxs.

Subjetivación de masculinidad hegemónica tradicional y erotismo.


Con lo que refiere al erotismo y la ternura de los varones hegemónicos, Tajer
(2009) refiere que los mismos presentan una marcada disociación sin manifestar
conflicto por ello. Dicha disociación se realiza entre la mujer esposa, madre, aquella
para casarse, compañera, maternal, tierna, “receptoras cariñosas” del erotismo
masculino, etcétera, por un lado. Y por otro, la mujer del disfrute sexual, relacionada
con la sexualidad genital y, por lo tanto, con la degradación del objeto erótico.
Tener compañeras sexuales aparte de la oficial representa el derecho al dominio
sobre las mujeres.

Subjetivación de la masculinidad tradicional y virilidad.


La virilidad se ve ligada no solo a su identidad, en tanto confunden su identidad
personal con su identidad de género, sino también al valor de asumir riesgos físicos.

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Esto genera en ellos exposición a peligros, excesos y falta de registro del cansancio.
Lo cual conlleva muchas veces a situaciones de alto riesgo para su salud e
integridad física.
Elisabeth Bradinet (1992) comienza su libro “XY La identidad masculina” con el
interrogante “¿qué es el hombre?” (pp. 15) y concluye que no es algo que se dé por
sentado. Esto se debe a que la virilidad puede no ser tan natural como en el
imaginario social instituido se considera. Aclara así que poseer el cromosoma Y
además de poseer los genitales masculinos no es suficiente para ser un macho
humano ya que esto implica trabajo y esfuerzo. Evidencia de ello es que se le exige
al hombre pruebas de su virilidad porque ni él mismo está convencido de su
identidad sexual.
De este modo, se puede decir que el niño se define por vía negativa, aprenden
antes lo que no deben ser -femeninos- para ser masculinos. Así la masculinidad
llega a ser más una reacción que una adhesión. El niño se afirma oponiéndose, es
decir, “yo no soy mi mamá”, “yo no soy un bebe”, “yo no soy una niña”. Debe
constantemente despejar la duda de su virilidad porque hay sospechas (más que
nada propias) de su feminidad (Bradinet, pp. 61).
La tercera prueba negativa de la masculinidad tradicional es la de demostrar la
heterosexualidad. La misma se asocia al hecho de poseer pene, potencia y mujeres,
tomar mujeres, penetrarlas, dominarlas y afirmarse como varón hegemónico, si es
necesario, por la fuerza (violentamente). Luego de la disociación con la madre (“yo
no soy un bebé”) y de la disociación con lo femenino (“yo no soy una niña”), debe
probar y probarse que no es homosexual. Este último aspecto ha de relacionarse
con subjetivación y violencia, como ya se ha mencionado en el apartado
correspondiente.
En esta misma línea M. Burin (2000) advierte que los comportamientos que las
sociedades patriarcales definen como masculinos son en realidad maniobras
defensivas hacia la feminidad. La mencionada autora cita a Stoller quien en 1968
describe esta situación aseverando que un hombre se caracteriza por ser rudo,
maltratar a las mujeres, convertirlas en objeto, buscar solo la amistad entre hombres
al mismo tiempo que detesta a los homosexuales y denigra las ocupaciones
femeninas. Se refleja así la primera obligación para un hombre, no ser una mujer.

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Subjetivación de la masculinidad hegemónica tradicional y disociación del


cuerpo.
Otro punto postulado por Tajer (2009) de este modo de subjetivación es el
distanciamiento del sujeto con su propio cuerpo, dando como efecto la sensación de
ajenidad con el mismo. Dicho sentimiento conlleva dificultades para el autocuidado,
el cuidado de otrxs y la consulta precoz en el sistema de salud.
Es de lo mencionado que intenta dar cuenta Burin (2000) cuando menciona que en
relación a la masculinidad hegemónica se ha tendido a pensar el cuerpo en términos
mecanicistas. Es decir, como algo a ser entrenado y disciplinado, pero no como una
parte constitutiva de la subjetividad y con la cual los hombres deben entablar otro
tipo de conexión.
A su vez, en ese mismo texto denominado “Atendiendo el malestar de los varones”
(2000), la autora señala cómo el imperativo social que se le adscribe al género
masculino desde los modos de socialización y subjetivación tempranos los aleja de
sus cuerpos. Produciendo además una disociación de la intimidad consigo mismos,
de sus deseos y afectos. Cabe aclarar que todo esto es descrito como “normalidad”
masculina en un marco cultural que avala dichos ordenamientos.
Para finalizar y a modo de resumen de lo expuesto hasta aquí, se hará referencia a
la investigación UBACyT en curso, comenzada en 2017, denominada “Barreras de
género en la prevención y atención de la salud de varones adolescentes:
significados y prácticas de usuarios y de profesionales de la salud”. La misma está
enmarcada en la cátedra de Introducción a los Estudios de Género, dirigida por
Débora Tajer y financiada por la Universidad de Buenos Aires.
En dicha investigación se advierte que si bien desde hace varios años han habido
avances sobre la temática de salud y masculinidad, la comprensión de la
problemática en tanto a la vulnerabilidad de los varones y de los procesos de salud-
enfermedad-cuidados, no incluyen las experiencias de los mismos y sus dificultades
específicas.
A su vez, en la misma se cita a De Kajzer quien en 2013 advirtió que el modo
hegemónico de socialización masculina si bien puede representar algunas ventajas
para el varón, con el paso del tiempo y rigidización, implica algunos riesgos para su
propia salud y la de otrxs. Conforme a esto Kajzer (como se citó en Tajer, Reid,
Fernández Romeral & Saavedra, 2017) postula que “Esto se puede observar en tres
vectores principales: a) riesgo hacia mujeres y niñxs; b) riesgo hacia otros varones

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(legitimación de la burla, la presión y la violencia) y c) riesgo para sí mismo


(temeridad como prueba de lo masculino que aumenta el riesgo de accidentes
desde la infancia en adelante)” (pp. 221). De esta forma, comportamientos
masculinos considerados “normales”, los sitúan en situaciones de vulnerabilidad.
Los roles estereotipados de género los llevan a negar sus problemas de salud y
mostrar su vulnerabilidad y les dificulta pedir ayuda e incorporar medidas de
autocuidado (Tajer et al., 2017).
Así mismo Tajer en “Construyendo una agenda de género en políticas públicas en
salud” (2002), menciona que la asimetría social produce vulnerabilidades en el
proceso salud-enfermedad-atención según el género, según los roles sociales que
deben cumplir dentro del patriarcado. En tanto a los varones, se encuentra que
deben cumplir un rol de proveedor económico y social generando perfiles
epidemiológicos específicos por sobrecarga laboral. Para que los mismos puedan
cumplir aquellas expectativas, su socialización primaria les inhibe la capacidad de
registrar su propio malestar, lo cual no les permite detectar los síntomas primarios de
las enfermedades. Lo antedicho produce que los varones lleguen a los servicios de
salud con cuadros avanzados siendo ya imposible la prevención de la enfermedad.
Es así que “las problemáticas de los varones son del orden de los costos de poder
sostener o no la hegemonía, por lo tanto son cuestiones más ligadas a los excesos y
a la exposición a riesgos” (Tajer, 2009, pp. 20).

OBJETIVOS

Objetivo general:
- Formular los mitos sociales de la masculinidad hegemónica a fin de identificar
algunos de los riesgos y padecimientos que producen en la salud, tanto física
como psicológica, de los varones y la población en general.

Objetivos específicos:
- Analizar los mitos sociales de la masculinidad hegemónica que favorezcan a
divisar las influencias de los mismos en la producción de subjetividades a lo
largo de la vida.

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- Describir los riesgos y malestares que cada uno de los mitos sociales de la
masculinidad hegemónica y el mandato de cumplirlos produce.

HIPÓTESIS

Las exigencias socioculturales en la producción de subjetividad de la masculinidad


hegemónica produce padecimientos subjetivos y colectivos invisibilizados.
El planteo de los mitos sociales de la masculinidad hegemónica es facilitador al
momento de comprender los motivos de algunas conductas y/o padecimientos en la
población de varones. Al igual que un modo pedagógico de transmisión de ciertas
nociones fundamentales sobre las masculinidades.

MARCO TEÓRICO

En función de la realización de la presente tesis, el marco teórico a utilizar será


compuesto por diversos conceptos provenientes de autorxs de los estudios de
género y de los estudios de las masculinidades.
A continuación, se intentará realizar un recorrido sobre las conceptualizaciones
fundamentales a tener en cuenta para el desarrollo a realizar con posterioridad.
En primer lugar, se partirá por ubicar de qué se habla al referirse a estudios de
género, citando a Burin y Meler (2000), se pueden definir como el “(...) segmento de
producción de conocimientos que se han ocupado de este ámbito de la experiencia
humana: las significaciones atribuidas al hecho de ser varón o ser mujer en cada
cultura y en cada sujeto” (pp. 22). Así, definen al género como una red de creencias,
rasgos de personalidad, actitudes, conductas, actividades y valores que diferencian
a hombres y mujeres. Dichas diferenciaciones son producto de un proceso histórico
de construcción social que produce diferencias, desigualdades y jerarquías entre los
sexos.
Siguiendo a estas autoras, se puede decir que el género como categoría de
análisis tiene tres rasgos fundamentales, a saber: en primer lugar es siempre
relacional; en segundo lugar se puede decir que se trata de una construcción
histórico-social; y por último, el género jamás aparece de forma pura, dado que hay
variedad de determinantes que constituyen a cada sujetx (etnia, clase social,
religión, etc.) (Burin & Meler, 2000).

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Sin embargo en el presente escrito, como se ha mencionado, se hace referencia


únicamente a la masculinidad hegemónica. Para contextualizar el mencionado
concepto se acudirá en primer lugar al texto de Connell (1995) “La organización
social de la masculinidad”, en el cual postula que:
(...) la masculinidad hegemónica se puede definir como la configuración de
práctica genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al
problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza (o se toma
para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación
de las mujeres. (Connell, pp. 77).
A su vez, tomando las conceptualizaciones de Mabel Burin (1998), en
“Construcciones de la subjetividad masculina”, cuando se piensa en masculinidad
hegemónica se habla de sujetos blancos, heterosexuales, jóvenes, de sectores
económicos medios o altos.
Por otra parte, se considera que para comprender el modo en el que se construye el
concepto de masculinidad hegemónica es necesario aludir en primer lugar al
concepto postulado por Castoriadis de imaginario social. Para su explicación se
hace referencia al texto de A. M. Fernández “El campo de lo grupal” (1989). Allí la
autora utiliza el término imaginario social, partiendo de las teorizaciones de
Castoriadis, para referir al:
Conjunto de significaciones por las cuales un colectivo, un grupo, una
sociedad, se instituye como tal, inventando no solo sus formas de relación
social y sus formas contractuales, sino también sus figuraciones subjetivas
(...).
Lo imaginario social cuenta con mitos, rituales y emblemas (lo imaginado
o imaginario efectivo) que tienden a la reproducción de tal instituido, y por
lo tanto, permiten anudar el deseo al poder, e instancias instituyentes que
darán lugar a prácticas transformadoras (...). (Fernández, pp. 177).
Como se puede observar, el imaginario efectivo, es consolidador y reproductor del
imaginario social que crea la realidad social en la que nos desarrollamos. Uno de los
mencionados modos de reproducción, como menciona Fernández (1989), son los
mitos.
Refiere allí a los mitos sociales, tema central del presente escrito, que son definidos
por la autora como la producción y reproducción de un universo de significaciones
imaginarias constitutivas que forman parte de los valores de la sociedad y de la
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subjetividad de lxs sujetxs (Fernández, 1989). Se los denomina sociales en tanto


que constituyen un conjunto de anhelos y creencias colectivas que ordenan la
valoración social en un momento dado. Estos mitos sociales regulan, organizan,
estipulan, prohíben el obrar de lxs individuxs.
En definitiva, los mitos sociales en el marco de la presente tesina son:
(...) producción y reproducción de un universo de significaciones
imaginarias constitutivas de lo femenino y masculino moderno que forman
parte no solo de los valores de la sociedad sino también de la subjetividad
de hombres y mujeres. (Fernández, pp. 162)

Se debe agregar que según Fernández (1992) los mitos sociales son constitutivos
de lxs sujetxs, de este modo los mismos son reproducidos en cada sujetx. Es así
que dichas producciones del imaginario social operan como organizadores de un
grupo social, dependiendo de la cultura y siendo sumamente sensible a los procesos
sociohistóricos.

Lo antedicho posibilita pensar sobre los modos de subjetivación abordados en


profundidad por Débora Tajer (2009) en “Heridos Corazones”. La autora, en el
segundo capítulo cita a Bleichmar quien en 2005 postuló que los modos de
subjetivación son una construcción conceptual referente a la relación entre las
formas de representación que cada sociedad instituye para la conformación de
sujetxs aptxs para desplegarse en su interior y las maneras en las que cada unx de
ellxs constituye su singularidad.
A su vez Tajer (2009), a lo largo de su libro, postula los modos de subjetivación de
la masculinidad, tanto tradicional, como transicional e innovadora. La mencionada
autora advierte que dicha división entre los modos de subjetivación la realiza a fines
didácticos, siendo que en la cotidianeidad lxs sujetxs se encuentran atravesadxs por
modos de subjetivación yuxtapuestos.
Diversxs autorxs son, como se ha visto a lo largo del presente escrito, quienes
advierten sobre las repercusiones a nivel subjetivo y colectivo que conlleva el modo
de subjetivación tradicional. A tal fin se tomará para reflejar dichas repercusiones y
malestares el concepto de salud al cual hace referencia Pichon-Riviere (1975):
Insistiremos en el concepto de adaptación pues resulta fundamental, para
la elaboración de una teoría de la salud y la enfermedad mental, el
diferenciar un proceso de adaptación activa a la realidad de un proceso de

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adaptación pasiva. En la práctica psiquiátrica, es frecuente observar que


muchos pacientes son dados de alta tomando como índice de curación el
hecho (...) han llegado a construir un estereotipo con el cual se manejan
en forma casi automática en su vida cotidiana. En este estereotipo, el
médico, la familia y los allegados se integran como contexto. El sujeto
puede comer, puede dormir, etc., pero no se dan en él modificaciones
profundas, ni tampoco actúa como un agente modificador de su medio. Se
convierte así en el líder alienizante de toda una estructura, merced a la
situación de impostura grupal en la que impera la "mala fe". El concepto
de adaptación activa que proponemos es un concepto dialéctico en el
sentido de que en tanto el sujeto se transforma, modifica al medio, y al
modificar al medio se modifica a sí mismo (...). (Pichon-Riviere, pp. 65-66)
Como se ha mencionado, los modos de subjetivación de la masculinidad
hegemónica (tradicional) conlleva costos psíquicos, físicos y sociales. No se puede
decir que un varón esté enfermo por serlo. Sin embargo, en tanto al proceso de
salud-enfermedad, como Pichón-Riviere (1975) menciona, producirá que mientras el
varón sea afectado de forma constante por los imperativos de la masculinidad
hegemónica y sin no puede modificarlos activamente, lxs sujetxs subjetivadxs de
este modo estarán expuestxs a determinados factores de riesgos. Estos últimos son
los que producen inequidades diferenciales a los de las mujeres.
Esos mismos factores solo son posibles de ser tenidos en cuenta si se analiza
desde una perspectiva de género las políticas públicas de salud, como señala Tajer
(2012) en “Género y Salud”. A su vez, se podría pensar que el varón se vería menos
afectado en su proceso de salud por las prerrogativas de la masculinidad
hegemónica si es consciente y capaz de actuar activamente sobre ellas. Como
postula Pichon-Riviere (1975), transformándose a sí mismo, al medio y por lo tanto a
quienes lo rodean.

METODOLOGÍA

Para la presente tesina se procederá metodológicamente de modo cualitativo.


Dicho brevemente “el enfoque cualitativo utiliza la recolección de datos sin
medición numérica para descubrir o afinar preguntas de investigación en el proceso
de interpretación” (Hernández Sampieri, Fernández-Collado, Baptista Lucio. pp. 8).

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A su vez se considera que la revisión bibliográfica es un método cualitativo, ya que


entiende al objeto, los mitos sociales de la masculinidad, como parte de la realidad
social, de una totalidad compleja que trae una carga histórica, cultural, política e
ideológica. Esta complejidad no puede ser abarcada sólo por una fórmula numérica
o por un dato estadístico, sino que requiere el análisis de múltiples capas que
interactúan y que deben comprenderse y aprehender más allá de lo visible (De
Souza Minayo, 2009).
Por último, cabe destacar que se ha hecho un relevamiento de fuentes primarias de
información para la articulación, no sólo a lo largo de la presente tesis de grado en
general, sino puntualmente en el desarrollo de cada uno de los mitos sociales de la
masculinidad hegemónica tradicional. Se entiende por fuentes primarias según
Danhke (1989):
Fuentes primarias (directas). Constituyen el objetivo de la investigación
bibliográfica o revisión de la literatura y proporcionan datos de primera
mano (Danhke, 1989). Ejemplos de éstas son: libros, antologías, artículos
de publicaciones periódicas, monografías, tesis y disertaciones,
documentos oficiales, reportes de asociaciones, trabajos presentados en
conferencias o seminarios, artículos periodísticos, testimonios de
expertos, películas, documentales, videocintas, foros y páginas de
Internet, etcétera. (citado en Sampieri et al, 2004, pp. 55).

DESARROLLO

En el presente apartado se pretende plantear los mitos sociales de la masculinidad


hegemónica. Se considera que ello contribuirá a la desnaturalización sobre los
modos en que afectan a la construcción de las subjetividades masculinas
hegemónicas, los comportamientos, códigos y riesgos que conllevan a lo largo de la
vida.
A partir de los modos de subjetivación femeninos, Fernández (1993) plantea tres
mitos sociales de la feminidad, a saber: Mujer = Madre, pasividad erótica y amor
romántico.
A continuación se intentará proceder un recorrido similar para arribar a los posibles
mitos sociales que operan en la construcción de la masculinidad hegemónica.

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Es importante comprender que lxs sujetxs se ven afectadxs en su producción de


subjetividad desde el momento en que nacen por el contexto histórico-social. Así
como menciona Halloway (2017) “(...) en el momento del nacimiento, a las criaturas
asignadas hombre se les habla menos que a las asignadas mujer, se les reconforta
menos, se les alimenta menos. En resumidas cuentas, los recortes emocionales
hacia nuestros hijos comienzan en el mismo umbral de su vida, en el momento más
vulnerable de la misma” (pp. 34). En este mismo escrito, la autora cita a Real quien
tras largas investigaciones da cuenta que los niños ya desde los tres o cinco años
comienzan a reprimir sus emociones dado que entienden las reglas del juego: ser
rudos y no dar cuenta de sus sentimientos.
Como resultado de lo antedicho es que desde la más pequeña infancia lxs sujetxs
se encuentran bajo una lluvia imparable de discursos, mitos sociales, ropas,
juguetes, colores, películas, etc. que determinan cómo deben ser. Ya de adultos se
puede ver, como postula Tajer (2009) dentro del modo tradicional de subjetivación
masculina, a aquellos varones que han estructurado su vida en torno a los valores
ligados con el ser proveedores y sostenedores económicos de la familia.
Esto se relaciona con la accesibilidad y el desempeño que ellos ocupan en el
mundo público y produce, inevitablemente, su restringido rol en el mundo privado.
Es en esta línea en la que se encuentran íntimamente asociadas las necesidades
de la sociedad industria. Es por ello que se les transmite a los varones que el
proveer económicamente a su familia compensa su ausencia en el hogar durante
sus largas jornadas laborales (Tajer, 2009).
Se debe subrayar que al varón se lo considera como proveedor no solo económico,
sino también simbólico y sexual, se trata de un triple proveedor. En primer lugar se lo
considera proveedor económico ya que al ser quien trabaja, es quien lleva el dinero
al hogar. Por otro lado, al ser quien dispone del acceso a la vida pública es quien
presta luego el saber a su mujer e hijxs, quienes se mantienen siempre en el ámbito
de lo privado. En tercer lugar, al ser el erotismo del varón activo tiene la posibilidad
de descubrir y experimentar con diversas compañeras en lo que a lo sexual
concierne. En consecuencia, debe saber sobre el tema, además de estar siempre
dispuesto y preparado para una relación sexual, por ello se lo considera también
proveedor sexual (Tajer, 2009).
Por otro lado, la subjetividad masculina también se caracteriza por una
personalidad relacionada con el dominio y ejercicio de poder, generando gran
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competitividad entre los pares sociales y relaciones de protección y tutela hacia lxs
inferiores (mujeres, niñxs y personas mayores) (Tajer, 2009).
En tanto al ejercicio de la sexualidad masculina suele separarse entre: la “buena
mujer”, aquella que cumple con el mito social de la feminidad “Mujer=Madre” de
forma explícita y directa y, por lo tanto, tiene una pasividad erótica marcada; y otra
“mujer erótica”, a la que se acudirá para satisfacer necesidades de disfrute sexual.
Se ve aquí una imposibilidad, en los varones subjetivados de un modo tradicional,
de ver en una misma mujer a la madre de sus hijxs y, a su vez, a una compañera
activa eróticamente (Tajer; 2009).
Otra característica esencial es la anulación de toda expresión emocional que pueda
ser vista como “femenina”, cuando en realidad se trata meramente de un rasgo
humano. Dicha anulación es la que conlleva a otros modos de descarga que por lo
general suelen ser agresivos.
Dicho de otro modo, la agresividad e ira son socialmente vistas como rasgos
masculinos, mientras que la expresión de otras emociones en varones son vistas
como rasgos afeminados. Es esto lo que lleva a no ser mal visto que los varones
privilegien este modo de expresión emocional antes que una expresión afectiva
diversa, equiparada a la feminidad.
Kazandjian (2017) lo expresa de la siguiente manera:
Y así aprendí a desempeñar mi masculinidad. A través del prisma que me
otorgaba ver el fútbol con mi padre, entendí que lo que se esperaba de mí
era tragarme la decepción y la tristeza, transformarla en ira y escupirla
como la llama de un dragón. Al crecer, aplique esta manera de entender la
vida a todo y a todo el mundo de mi entorno: expulsiones del colegio,
agujeros con la forma de mi puño en las puertas de los dormitorios,
costillas rotas y narices quebradas dejaban de manifiesto mi compromiso
con convertirme en un «hombre hecho y derecho». (2017, pp. 17).
La reducción del repertorio de posibles expresiones emocionales y el estar
constantemente centrado en su rol de triple proveedor genera que el varón se
disocie de su cuerpo, de sus sentimientos, del saber cómo está y cómo se siente
(Tajer, 2009). En consecuencia, como menciona Débora Tajer (2009), produce que
muchas veces lleguen demasiado tarde a las consultas médicas o que lo hagan
porque alguien más se los pide.

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A partir del anterior recorrido se procederá a comenzar con el planteo de cada uno
de los mitos sociales de la masculinidad hegemónica.

• Triple proveedor.
El primer mito social que se postula es el de varón como triple proveedor, en tanto
como se ha mencionado tiene la obligación de proveer económicamente a la familia,
proveer simbólicamente a la mujer y lxs pequeñxs del hogar y proveer sexualmente
a la mujer.
Badinter (1992) en su libro “XY, La identidad masculina” menciona algunos
mandatos que determinan al hombre duro, entre ellos, ser un “sólido roble”. Con ello
quiere decir: ser independiente y poder autovalerse, sin mostrar nunca debilidad o
apego, signos de debilidad femenina.
Ser proveedor implicaría autovalerse. En este sentido, es su propio representante
en el mundo público, se autoabastece tanto económica, sexual como
simbólicamente, siempre con una postura dominante ante los demás. Esta posición
de triple proveedor provoca muchas veces una sobreexigencia en relación al ámbito
laboral generando afecciones de índole cardiovascular, como menciona Tajer
(2009).
A su vez, por ejemplo, en caso de crisis económicas, que generan situaciones de
despidos y desempleos, los varones pierden su función de proveedor económico. La
pérdida de alguno de los pilares con los cuales el varón se identifica, en tanto a los
mandatos centrales de la masculinidad hegemónica, genera grandes padecimientos.
Esto se debe a que el varón pierde de vista su identidad confundiéndola con su
identidad de género.
A modo de ejemplo se puede aludir a la crisis del 2001 que afectó en gran medida
a la Argentina y generó un gran número de desempleos, que consecuentemente
produjo un incremento en las consultas por depresiones en varones.
Para ilustrar mejor, se hace referencia al artículo periodístico escrito en marzo del
2002, por Valeria Shapira, titulado “El desempleo afecta la relación de pareja”.
Allí la autora señala que según diversos especialistas en salud mental los recursos
psicológicos que varones, por un lado, y mujeres por otro, utilizan ante la crisis
económica y el desempleo toman formas similares (Shapira, 2002).
En el caso particular de los varones, el artículo recoge algunos testimonios que
reflejan el estado anímico de varones desempleados:
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(...) “Mi marido esta todo el día en casa, deprimido, y no sé cómo


ayudarlo”, dice Rosa, de 58 años, ama de casa. “Mi mujer me
pregunta por qué no tengo deseo sexual y no sé qué responderle”
confiesa Roberto, de 45, ingeniero (...). “Hago lo que puedo, voy a la
oficina, a mi madre, a los chicos… Entiendo la situación de Jorge,
pero siento que encima de todo tengo que bancarme su mal humor
porque la plata no alcanza” protesta Susana, de 48, empleada.
(Shapira, párr. 2, 2002)
En relación al varón que se identifica con su identidad de género, como se ha
mencionado con anterioridad, en el presente artículo Pipkin dice que “en la clínica se
observa cómo se produce la degradación de un sujeto cuando excluido, marginado
del mercado laboral, no tiene más identificaciones (...) despojado de todo valor de
intercambio se abisma en la depresión (...)” (Shapira, párr. 6, 2002).
De este modo afirma la jefa de salud mental del Hospital Español, Dra. Diamanti,
que si bien es sabido que la depresión es de mayor prevalencia en mujeres, en
épocas de crisis económicas e incertidumbres, las consultas por depresión en
varones se hace más frecuente.
Considerando que un cuadro depresivo en los varones puede ser generado por
situaciones de crisis laborales, por ejemplo. Ha de ser importante tener dichas
variables en cuenta y los costos que conlleva el cumplimiento e incumplimiento de
las prerrogativas de la masculinidad hegemónica, tanto físicos como psicológicos.
Sobre todo al momento de generar un diagnóstico clínico, donde se puede pensar
que su depresión será de índole crónica por su gravedad, cuando tiene que ver con
su masculinidad.

• Limitaciones emocionales
Un segundo mito social a ser postulado es el de las limitaciones en el repertorio de
emociones que los varones se permiten expresar, en tanto se considera que toda
expresión de emociones o sentimientos, exceptuando los agresivos, son rasgos
femeninos.
Esto genera un ideal de masculinidad en el que se debe evitar de modo continuo
cualquier indicio que la sociedad considere como femenino, tales como las
expresiones emocionales tiernas, de tristeza, que expresan temor, angustia o
cualquier tipo de debilidad, fragilidad o ternura. Por otro lado, el diálogo para la
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resolución de problemas no suele ser una opción a tener en cuenta. A su vez se


deberá siempre mostrar su otro extremo, a saber: la competitividad, la fortaleza, la
rivalidad y la pelea con los otros varones para reafirmar su masculinidad.
Es así que el alejarse de modos de expresión “afeminados” trae aparejados el
temor a perder la virilidad, como menciona Badinter (1992), el hombre duro se pasa
su vida luchando contra sí mismo con el objetivo de no ceder a la debilidad y
pasividad que lo acechan, con el fin de no ser mutilado, castrado.
De igual modo es esta limitación, en el repertorio de emociones que “pueden” o
“deben” expresar los varones, la que genera una desconexión con sus propios
sentimientos y con su corporalidad. No hay una autoobservación, un momento de
reflexión para saber cómo se sienten, qué piensan, qué necesitan, su mundo es el
trabajo. Por ello, es factible pensar que es más común que los varones no concurran
a análisis, dada la dificultad en la expresión emocional, pero sí se encuentren en los
servicios de internación o terapia intensiva, con cuadros muy avanzados, ya que la
falta de autoobservación ha producido que las patologías lleguen a su límite (Tajer,
2012).
De igual modo Burin (2000) postula:
(...) la cualidad de la dureza emocional y el distanciamiento afectivo (como
se ve en los cuadros de alexitimia masculina, ósea, en la incapacidad
para transmitir estados afectivos cálidos). La masculinidad se sostendría
en la capacidad de sentirse calmo e impasible, ser autoconfiado,
resistente y autosuficiente ocultando(se) sus emociones, y estar dispuesto
a soportar a otros. La frase ‘los hombres no lloran’ caracteriza esta
posición. (Burin, pp. 132)
En efecto se considera que los varones tienen mayor prevalencia en los cuadros de
alexitimia. Un estudio realizado en México, denominado “La alexitimia en relación
con el sexo y el rol de género” (De La Rubia, J. M., 2005) se enfocó en la
investigación de la diferencia de alexitimia según el sexo y el rol de género (al cual
consideran como masculinidad-feminidad que puede poseer tanto el varón como la
mujer). De este modo concluyeron que el rol de género influye levemente de forma
mayor que el sexo, siendo que las personas subjetivadas desde la masculinidad y
los varones son lxs más propensxs a sufrir alexitimia.

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Se quiere subrayar que no hay una diferencia significativa entre un varón y una
persona que subjetivamente se encuentre bajo las prerrogativas de los mitos
sociales de la masculinidad hegemónica3.

• Actividad Erótica.
Otro mito social a postular es el de la actividad erótica, en clara oposición a la
pasividad erótica femenina postulada por Fernández (1993).
El varón se caracteriza, a partir de la construcción sociohistórica de su subjetividad,
en lo sexual por la posibilidad de explorar su propio cuerpo, registrar sus deseos
sexuales, realizar una búsqueda activa de sus placeres no solo en su cuerpo sino en
otros, etc.
A causa de esto se encuentra un varón que tiene que demostrar su potencia, estar
siempre dispuesto a mantener relaciones sexuales, y tiene que haber erección en el
momento y lugar que corresponde. A su vez, es bajo su responsabilidad que se
encuentra todo saber sobre la temática y modos de práctica, ya que la pasividad de
la mujer en este campo deja, literalmente, todo en sus manos.
Como resultado se debe pensar ¿qué sucede cuando los varones no pueden
cumplir con este mandato? Es decir, cuando no puede haber una erección en el
momento y lugar adecuado, no quieren tener sexo todo el tiempo o no lo saben todo
y por lo mencionado en el mito social anterior, tampoco pueden expresarlo ¿Cuáles
serían las repercusiones físicas, psicológicas y vinculares que se verían? ¿Esto
repercute de algún modo en el sistema de salud?
A modo de ejemplo, se tomará la repercusión que el presente mito genera en el
sistema de salud, específicamente, en el área de salud sexual y reproductiva.
Teniendo en cuenta que dentro de lo que es salud sexual y reproductiva los únicos
métodos diseñados para prevenir el embarazo, utilizables en varones cisgénero, son
el preservativo y la vasectomía, es posible indagar la aceptación de la población de
varones cis a este último método.
En el artículo periodístico de Pagina12 titulado “Los hombres con vasectomía
tienen sexo más placentero”, publicado en 2006, se mencionan algunos de los
motivos por los cuales los varones temen realizarse el mencionado procedimiento.
Domínguez (citado en Pagina12, 2006), experto en salud reproductiva, dice en la

3
Aspecto al que se hará referencia posteriormente en la conclusión de la presente
tesina.
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mencionada nota en relación a una serie de mitos acerca de la realización de la


vasectomía: “(...) si me la hago voy a padecer una disfunción sexual, voy a ser
impotente, no voy a poder disfrutar mis relaciones sexuales (...)”.
De ahí que se puede inferir que los temores a la realización de la vasectomía en
varones recaen específicamente en la pérdida de su actividad sexual, de su
potencia, no en la posibilidad de tener hijxs o no.
A partir de lo antedicho se podría realizar campañas de promoción del mencionado
método anticonceptivo teniendo en cuenta la afectación que produce en los varones
cis el temor a la pérdida de su virilidad.

• Sexualidad dividida.
El mito social que se postula a continuación puede ser relacionado estrechamente
con el anterior. Se trata de la sexualidad dividida entre Mujer=Madre y Mujer=
Erótica, “mala mujer” o “mujer puta”, en tanto en las prácticas sexuales el varón se
caracteriza por distinguir entre dos mujeres. Una es la madre de sus hijxs, ama de
casa, quien lo espera con la comida lista, la casa limpia y lxs hijxs preparadxs,
aquella mujer a la que ama y a quien cuando la vio dijo: “ella va a ser la madre de
mis hijxs”. Y por otro lado, cuenta con aquella “mala mujer” con la que mantendrá
solo sexo, cumplirá todas las fantasías y deseos eróticos activos que con la mujer
madre no puede, ya que es pasiva sexualmente dentro de su imaginario.
Se pone aquí en evidencia, como dice Tajer (2009), que “el modo de subjetivación
masculina tradicional está en relación a un tipo de subjetividad para el dominio y el
ejercicio de poder (...) En el ámbito de lo afectivo, la asimetría en las relaciones de
poder se articula con un doble estándar moral” (pp. 58-59). Este doble estándar
moral del cual Tajer habla es la división mencionada entre mujer madre y “mujer
mala” o erótica.
Para ejemplificar lo antedicho se tomará la publicación “Sexo, poder y cine:
Relaciones de poder y representaciones sexuales en los nuevos relatos
pornográficos” de L. Ares y S. A. Pedraz Poza, quienes al historizar un poco acerca
de la pornografía dan cuenta de las relaciones de poder y los destinatarios para
quienes fue realizada en los primeros momentos. Así Ares y Poza (2011) mencionan
que:
La pornografía tradicional se caracteriza por atribuir roles determinados a
los sujetos que representa y, por tanto, trasladar unas relaciones de poder
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basadas en la supremacía de lo blanco, anglosajón, heterosexual y


masculino, frente a cualquier otra identidad. Al mismo tiempo, cosifica los
cuerpos femeninos, patologiza determinadas corporeidades y constriñe
las posibilidades de sentir deseo y las prácticas sexuales realizables. (pp.
98)
A partir de la cita anterior se encuentra que desde los personajes hasta las
prácticas realizables en la pornografía tradicional están limitadas a gusto y deseo de
la masculinidad tradicional. Es pertinente preguntarse si lo mencionado genera algún
tipo de padecimiento subjetivo para los varones o su salud.
Se puede esperar que en tanto la pornografía muchas veces enseña o refleja el
modo de relacionarse sexualmente, los varones cierren sus posibilidades de deseos
y prácticas sexuales a la pornografía tradicional. Además aprenderán el trato de la
mujer como objeto y la patologización y minusvalía de lo no hegemónico.
En cuanto al primer punto, la limitación, cierre y no expresión de sus posibilidades
de prácticas y deseos, porque a su vez, lo no hegemónico es patológico, conlleva un
gran padecimiento subjetivo, repercutiendo en la salud del varón.
Asimismo, esta producción pornográfica, generará un claro padecimiento a las
mujeres que serán tratadas como objeto. Esto se infiere en tanto la pornografía será
el modelo aprendido de trato hacia ellas en situaciones semejantes o a que la
pornografía es reflejo de lo que socialmente sucede. Del mismo modo, lo no
hegemónico, de menor jerarquía, patologizado, seguirá siendo estigmatizado a
través de este medio, generando así malestar.

CONCLUSIONES.
A modo de cierre se considera que se ha podido a lo largo del presente escrito
plantear de forma clara los mitos sociales de la masculinidad hegemónica.
Asimismo se ha logrado exponer cómo estos contribuyen a los modos en que se
desarrollan las subjetividades de los varones generando padecimientos para ellos
mismos y para quienes lxs rodean. Siempre, como se ha hecho referencia y
fundamentado, desde los modos de subjetivación de la masculinidad tradicional y
hegemónica.
No obstante restaría pensar qué sucede con aquellas masculinidades no
tradicionales ni hegemónicas ¿Cuáles son los mitos sociales que entran en juego
allí?
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Acorde con los modos de subjetivación de las masculinidades transicionales e


innovadoras, postuladas por Tajer (2009), muchos aspectos son diversos a los de
las masculinidades tradicionales, sin embargo todas se yuxtaponen. Es decir, como
hace referencia la autora, la separación de los modos de subjetivación no se da en
la realidad. En otras palabras, en los varones los modos de subjetivación coexisten,
como resultado en un mismo varón encontramos rasgos tradicionales, transicionales
e innovadores.
En consecuencia, se podría pensar que se produce casi una encerrona trágica al
estilo de la postulada por Ulloa (1995) pero en los varones. De esta forma, el varón
termina encerrado pero por sí mismo, por una parte de él, es decir, no contamos con
dos personas, como en la encerrona que Ulloa postula, pero sí con una escindida.
Una que obedece todos los mandatos patriarcales de la masculinidad hegemónica
tradicional la cual tortura a la otra parte de su persona. Esa “otra parte” es la única
que siente y que quizá quiere defenderse de ese maltrato constante que se genera
por querer alcanzar los mandatos de la masculinidad tradicional, es la que se da
cuenta de la diferenciación entre identidad de género e identidad personal. Sin
embargo, tal y como sucede en las postulaciones del concepto que postula Ulloa,
este varón en constante contradicción interna entre diversos modos de subjetivación
masculina, no dispone de un tercero de apelación, porque de ello no se habla, no se
acude al sistema de salud o al entorno en busca de unx tercerx de apelación.
Y así nos vemos todxs quizá, si reflexionamos, frente a una cultura de la
mortificación.
Se invita a interrogar ¿será el lugar de nosotrxs, como psicologxs con perspectiva
de género, desde la institución de la ternura, prestarnos a la posición de tercerxs de
apelación, incluso cuando no se nos busque? ¿Acaso a partir de la visibilización de
estos malestares instituidos y transmitidos a través de mitos sociales, siendo
reconocidos por nosotrxs, no damos pie para que quienes callan puedan empezar a
alojar? Porque no callan solo quienes consultan, callan quienes atienden, que no
pueden alojar porque callan.
A modo de cierre, se puede considerar que así como las mujeres cuentan con
mitos sociales de la feminidad, tal como A. M. Fernández (1993) plantea, los varones
cuentan con los mitos sociales de la masculinidad, que también determinan sus
modos de subjetivación, de ver, pensar y actuar en el mundo, desde que nacen
hasta que mueren.
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Queda pendiente el poder deconstruir tales mitos sociales en la actualidad con el


fin de observar cómo los nuevos modos de subjetivación de las masculinidades,
feminidades y disidencias modifican a su vez los mismos mitos sociales, los modos
de crianza y las posiciones que lxs sujetxs ocupan en sus vidas.
Se podría así comenzar a postular mitos sociales de las mujeres trans, de los
varones trans, lxs a-género o género fluido ¿Cómo podemos a partir de lxs diversxs
existenciarios hablar solo de los mitos sociales de la masculinidad y la feminidad?
¿O de las feminidades y masculinidades…? ¿Alcanza?
¿Es acaso necesario postular mitos sociales para cada una de tales categorías?
Se entraría así a un debate aún mayor, ¿son necesarias las categorías, las
etiquetas?
Son infinitas las preguntas que pueden surgir al respecto, y cada una de ellas
merece el lugar de un escrito propio para ser elucidadas críticamente, respondidas,
o más cuestionadas. Como se sabe, muchas veces el cuestionarnos lleva a más
cuestionamientos, que a final de cuentas genera aún más cuestionamientos, lo
interesante es nunca dejar de cuestionarse.

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