AC236 Estudio
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La iniciación cristiana en la
dinámica de la fe
La pedagogía de iniciación en la catequesis
E
n la línea de la nueva evangelización para la transmisión de la fe se
sitúa nuestro Congreso. Desde esa perspectiva, la presente relación
trata de señalar los elementos distintivos de una pedagogía de la fe
que se inspira en el proceso de iniciación cristiana y que podemos definir
como «pedagogía de iniciación». Con esta expresión nos estamos refirien-
do, en un sentido amplio, a todas aquellas acciones que la Iglesia promue-
ve para suscitar y educar en la fe.
Tomamos como referencia para la reflexión el magisterio de los obis-
pos españoles y, particularmente, por su presentación sistemática y su
orientación pedagógica, el Texto nacional para la orientación de la catequesis1
(TNOC), de la Conferencia Episcopal Francesa, que desarrolla la propues-
ta del Directorio General para la Catequesis (DGC), en sus números 78 y 91.
Merece la pena profundizar en dicha propuesta, pues se concreta en
una renovada conciencia de la responsabilidad catequética de toda la Igle-
sia y de ella nace la propuesta de una pedagogía de iniciación que, sin
identificarse totalmente con la pedagogía propia del catecumenado bau-
tismal, se inspira en ella2.
1 Texte national pour l’orientation de la catéchèse en France et des propositions pour l’orga-
nisation catéchétique, Bayard - Cerf - Fleurus - Mamem, 2006. Traducción española en
Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia y Principios de Organiza-
ción, editorial CCS, Madrid 2008.
2 Cf. J.-CL. REICHERT, «Pédagogie d’initiation et pédagogie de l’initiation», en Lumen Vitae,
LXI, 3 (2006) 319-331.
1. Un cambio de perspectiva
Ante esta nueva situación, los documentos del magisterio eclesial pro-
ponen nuevos caminos para la transmisión de la fe. Todos asumen que
esta no se puede centrar en ofrecer una explicación o esclarecer una fe que
ya habita en el corazón de las personas, sino en hacer una propuesta que
suscite y eduque esta fe.
En las raíces de esta nueva perspectiva está la recuperación del con-
cepto de “iniciación cristiana” y el camino de educación a la fe interno a la
misma: el catecumenado bautismal. Asumir esto supone una renovación
del proceso de la acción catequética, tal y como plantea el Directorio General
para la Catequesis en el número 66.
• Punto de partida
La pedagogía de iniciación se articula en torno a la primacía de la fe y
a la libertad de la persona, y requiere la libertad como primera condición
para que pueda comenzar un camino de iniciación cristiana. Y a la liber-
tad de la persona debe corresponder el anuncio del don de Dios. Es de-
cir, se tiene el primer anuncio como punto de partida, al que siempre
habrá que volver, encaminando al encuentro con Cristo según la fe de
la Iglesia.
Cuando se trata de niños pequeños es evidente que la libertad la ejercen
en primer lugar los padres. Pero se debe tender a hacer posible que sean
los niños los que la hagan propia. Y esto es verdad también para quienes
han sido educados cristianamente, pues el Evangelio siempre se propone
desde la libertad y para la libertad. No se impone, se propone, no se hereda
sin más, mecánicamente, sino que debe ser libremente aceptado.
• Acciones a realizar
Debido a la diversidad de situaciones, habría que ofrecer distintas
propuestas, dentro de una orientación común. Habrá que disponer de
un umbral, un “atrio de los gentiles”, para abrir el camino hacia el Evan-
gelio.
Además, será necesario crear un clima de acogida incondicional, que
en el caso de los niños será el despertar religioso, el primer anuncio de
la fe vivido en el seno de la familia, en tono afectivo y global. También
hay que valorar aquí la aportación propia de la educación cristiana
que se ofrece en el mundo escolar y, de forma particular, la enseñanza
religiosa escolar.
• El catequista/acompañante
Muchos están dispuestos a emprender este camino sin haberse dado
cuenta de todas las implicaciones de su elección, por lo que será nece-
• Punto de partida
La pedagogía de iniciación, que se inspira en la pedagogía divina, re-
quiere de un itinerario, pues se entra en la experiencia de la fe a través de
un proceso gradual y progresivo. Así como Dios en su revelación asume la
condición histórica del hombre, así también este itinerario tiene en cuenta
el proceso de fe de cada persona, con su ritmo propio.
• Acciones a realizar
Proponer rigurosa, organizada y claramente un itinerario, asegura el
respeto a la libertad de las personas. Y para no confundirlo con una mera
propuesta didáctica, se deberá tener en cuenta que se trata de un itinerario
al servicio de un proceso interior que lleva a la persona a madurar en la fe
y, por tanto, está abierto a la acción del Espíritu Santo, que lleva por cami-
nos e impulsos que no están programados.
• Catequista/acompañante
Entre las condiciones que hacen posible un itinerario hay que sub-
rayar el valor del acompañamiento. En este aspecto, la práctica del
catecumenado de adultos tiene mucho que enseñar: el catequista está al
servicio de un itinerario que debe guiar, pero que no le pertenece.
• Punto de partida
La pedagogía de iniciación deja que la Palabra de Dios, que resuena
en las Escrituras que la Iglesia nos entrega13, hable por sí misma. La cate-
quesis “transmite los hechos y las palabras de la Revelación: debe procla-
marlos y narrarlos”14. Dios habla a los hombres “como amigos”; les habla
para establecer una relación de intimidad con ellos; les busca, viene a ellos,
suscita su libre palabra de fe15.
• Acciones a realizar
En la pedagogía de iniciación, la mediación de un texto bíblico alimenta
la experiencia del diálogo que Dios, incesantemente, quiere establecer con
los hombres por el Espíritu Santo. Ofrecer una clave de lectura para entrar
en el significado de la Sagrada Escritura es fundamental. Por ejemplo, la
lectura orante de la Escritura, que tiene en cuenta el valor del texto y dispo-
ne a la lectura en el espíritu, articula en una misma unidad el sentido literal
y el sentido espiritual del texto16.
• Catequista/acompañante
La pedagogía de iniciación parte del hecho de que es Dios quien toma
la iniciativa y viene a nuestro encuentro, subraya el carácter gratuito y
sorprendente de la iniciativa divina. Y la pedagogía de iniciación trata de
sensibilizar a esta novedad que supone la acción salvífica y gratuita de
Dios; de suscitar el deseo del encuentro y la respuesta.
El catequista, con su testimonio de oración y con su acompañamiento,
debe ayudar a esta sensibilización y al diálogo del hombre con Dios, aten-
der a las dificultades y a las preguntas, y ofrecer su palabra de luz y de
consuelo…
• Punto de partida
La pedagogía de iniciación considera la catequesis como un acto de
tradición viva de la Iglesia, que transmite todo lo que Ella es y cree. Así
pues, no puede reducirse a un conocimiento de las expresiones históricas
de la Tradición, sino que ha de introducir en la corriente viva de la comu-
nidad cristiana17, desde la época apostólica hasta nuestros días.
14 Ibíd., 39.
15 Cf. Dei Verbum, 2
16 Cf. Verbum Domini, 37-38.
17 Cf. DGC 105.
• Acciones a realizar
Una pedagogía de iniciación introduce en la experiencia de una fe que
siempre les precede, que “resplandece en la vida de la Iglesia, en su histo-
ria dos veces milenaria, y, sobre todo, en el testimonio de los cristianos,
particularmente de los santos”18. De ahí el valor del ejemplo de los santos
y mártires, la contribución decisiva de la pedagogía de la santidad.
Entrar en la Tradición viva de la Iglesia es entrar en contacto con los
cristianos, es dejarse acompañar por su testimonio. La catequesis nos su-
merge en la historia, tradición y vida de esta familia, en sus convicciones,
en sus costumbres, en su lenguaje; en todo aquello que la constituye.
• Catequista/acompañante
El catequista debe atreverse a ser un testigo de la fe que ha recibido de
la Iglesia y, en su nombre, la propone. En esta línea, los “documentos de
la fe” tienen un valor fundamental en el itinerario catequético. El Catecis-
mo de la Iglesia Católica y su Compendio son expresión del lenguaje de la
fe y referencia de la fe de la Iglesia, por lo que la pedagogía de iniciación
invita al catequista a reconocerlos como textos de referencia, seguros y
auténticos para la enseñanza de la doctrina católica19.
• Punto de partida
La pedagogía de iniciación contempla el itinerario catecumenal, que
tiene distintos acentos según se dirija a los adultos o a los niños y jóve-
nes. En el primer caso, debe tener en cuenta la llamada permanente a la
conversión, con todas sus exigencias de ruptura y de novedad de vida.
En el caso de niños y adolescentes, el proceso se debe articular en torno
a una educación que garantice su madurez, a fin de que puedan aceptar
la fe de una forma libre y no como una herencia a la que es necesario
acomodarse.
18 DGC, 95.
19 BENEDICTO XVI, Motu propio al presentar Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica,
25 junio de 2005.
• Acciones a realizar
Una pedagogía de iniciación propone itinerarios que se apoyen y
hagan vivir ya la gracia de los sacramentos, pues la Iglesia acoge en los
sacramentos el don gratuito de Dios. Así, la celebración litúrgica llegará a
ser una experiencia que ilumina y configura la vida de quienes partici-
pan20. Pero el misterio del don de Dios es tan grande, que hace necesario
que la Iglesia proponga una catequesis que se prolonga más allá de la
celebración sacramental, la llamada “catequesis mistagógica”.
• Catequista/acompañante
La experiencia cristiana descansa sobre el descubrimiento transforma-
dor de ser esperado, deseado, llamado, amado gratuitamente. Es Dios el
que da el primer paso y viene a nosotros, el que inicia en la fe. En esta
línea, el catequista es referencia para educar en una participación activa
en la celebración litúrgica, en una participación rica y fructuosa, que va
vertebrando todo el camino de formación.
• Punto de partida
La pedagogía de iniciación requiere tener en cuenta que en el itinerario
catecumenal, el rito de “elección” manifiesta que es Dios quien nos ha ele-
gido y que espera nuestra respuesta. El don de su gracia va por delante de
nuestra respuesta y la hace posible. La pedagogía de iniciación tiene aquí
su punto de apoyo para la propuesta ética, que se sitúa en la dinámica del
don y la respuesta; de la alegría y el esfuerzo, del Dios que elige y ama
incondicionalmente, y del hombre que le responde con su vida.
• Acciones a realizar
Una pedagogía de iniciación educa para un obrar cristiano que
hunde sus raíces en la gracia de Dios. Solo desde la vivencia de ha-
ber descubierto un tesoro se pueden plantear las exigencias morales del
Evangelio21. Cuando impulsa la experiencia del don de Dios, señala el
fundamento sobre el que edifica y educa la vida nueva del discípulo de
Cristo; un camino de transformación interior, que tiene como referencia in-
• Catequista/acompañante
En la pedagogía de iniciación, el catequista se inspira en cuanto nos
ofrece el RICA para el tiempo de la purificación y la iluminación. En él se
señala la tarea de la formación espiritual y moral. Así, el catequista ha de
discernir sobre la vida de aquellos que se están introduciendo en la fe. Su
propuesta se dirige a los corazones y a las mentes para purificarlas, para
discernir lo que todavía no se ha logrado, para conseguir aquello que es
fruto distintivo de un sí al Evangelio. En todo esto, siempre deberá ofrecer
la experiencia del perdón gratuito e incondicional de Dios.
• Punto de partida
La pedagogía de iniciación se propone acompañar el renacer de la iden-
tidad singular e incomparable de la persona humana. Este renacer gracias
al seguimiento de Cristo, se manifiesta en una apertura a la amistad y en
una capacidad de diálogo permanente. La catequesis favorecerá la expre-
sión personal y la relación social, temiendo en cuenta que la experiencia de
grupo en el itinerario de la fe, introduce en la experiencia de la comunidad
eclesial23.
• Acciones a realizar
Fomentar un espacio interpersonal en catequesis, contribuye especial-
mente a la relación social. Desde esta perspectiva se buscará valorar los me-
dios de los que ahora disponemos, sabiendo equilibrar bien el lenguaje de
la imagen con el de la palabra, el lenguaje de lo escrito y el de las nuevas
mediaciones culturales.
También la belleza es un camino y el arte una mediación particularmente
rica y prometedora. El lenguaje artístico permite a la Iglesia hacer perceptible
y fascinante, el mundo del espíritu, de lo invisible, de Dios. El arte no es solo
patrimonio del pasado, sino un lenguaje privilegiado, punto de encuentro
cultural con la tradición viva que nos une al Evangelio.
22 DGC, 85.
23 Cf. DGC, 86 y 159.
• Catequista/acompañante
Desarrollar esta dimensión de la pedagogía de iniciación, pone a prue-
ba la capacidad del catequista para acoger la diversidad e impulsar nuevas
expresiones de la fe. Será necesario crecer en la escucha y suscitar e impul-
sar nuevas respuestas, que no deben ser fabricadas con nosotros sino que
deben surgir del encuentro con el Evangelio.
4. Cuestiones abiertas