Francis M Cornford de La Religion A La F

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Pfaas FRANCIS M. CORNFORD DE LA RELIGION ALA FILOSOFIA De MURCIA (LANA 1199608 bese EDITORIAL ARIEL, S. A. BARCELONA 4) ARIEL FILOSOFIA Ts origin Frm gon Ph ASadjits ong Bete Saton “Traducida de ANION PEREZ Rawes 1 eedicie: mara 1984 © 1980, Bava Arm Ld (cepeintedby Harvester Preis Lid) Derechos exchaivos de edicisoencxtbana Tengen en Espa [Nog pare de sapling lode abies, pnd sr sero ena emi an ayaa i poring ed ya sx clam, que is Sp de ‘gateasn ode copa so peme evi ctor A Francis Darwin PREFACIO Quiza los términos religion y filosofia sugieran a la mayoria de las personas dos campos delimitados de pensamiento entre los. que, si bien —como hacian los griegos— incluimos bajo el nom- bre de filosotia a a ciencia, suele sostenerse que existe entre ellas cierto tipo de guerra fronteriza. Cabe también considerarlas como dos fases 0 modos sucesivos de la expresion de los sent que el hombre abriga sobre el mundo: y ibro comporta que centraremos nuestra aten- cin en el periodo que, en Ia historia del pensamiento occiden- tal, seftala el transito de la una a la otra, Se acepta, en general, que los helenos dieron el paso decisivo unas seis centurias antes de nuestra era. En aquel momento, prevalecio un nuevo espiritu de investigacién al pronunciarse sobre temas fundamentales que, hasta entonces, habian sido objeto de la fe tradicional. Aqui, sin embargo, deseo probar que el advenimiento de ese espiritu no signific6 la completa y sibita ruptura con los viejos modos de pensar. Existe una continuidad real entre la primera especulacion racional y las representaciones religiosas que entrababa; y eso ‘no ¢s ‘inicamente asunto de analogias superficiales, como la ale- mn algunas grandes concepciones plo, las ideas de «Dios», «alman, «destino» y «ley»— ientos del pensa- racional y determinaron sus principales direcciones. La, se expresa a si misma mediante simbolos poéticos y per- filosofia prefiere el lenguaje de la seca abs- ‘sonajes traccién y habla de substancia, causa, materia y otros. Pero su tan solo disfraza una afinidad interna y fun- damental entre esos dos periodos sucesivos de una misma con- 8 DELLA RELIGION A LA FILOSOFIA tégoras, y parece que ya los mismos griegos adivinaron que eran dos las tendencias que habian conformado sus siste- mas de pensamiento. Como trataré de mostrar, estaban en lo cierto al opinar asi: existian dos tradiciones, que pueden cal carse, respectivamente, de «cis das por dos i divergir, segim lineas cada vez mas dispares, al siones opuestas. Ambos impulsos todavia actian en el pensa- miento actual por la simple razén de que corresponden a dos ne- cesidades permanentes de la naturaleza del hombre y, a la vez, caracterizan dos conocidos tipos de temperamento humano. se ha entendido e interpretado con mayor iad la tendencia cientifica, porque coincide con el habito de pensamiento de una edad que también comporta ese cardcter. Impelida por una profunda necesidad de dominar el mundo jgible, la ciencia avanza firmemente hacia su modelo conceptual perfectamente claro de la rea- idad, adaptado de tal modo que explique todos los fenémenos con la formula més sitnple que pueda encontrarse. Malheur au iewx vaut le faux! En las escuelas jonicas de la Grecia oriental, la ciencia alcanza su cenit con el atomismo. Cuando contemplamos su logro final, advertimos que, al suprimir «lo 10 prescindir de todas aquellas cosas en que lotro tipo mental halla toda la valia y significacién del universo. Los dioses han desaparecido; cl alma ha quedado reducida a un polvo de particulas materiales; la vida, en definitiva, ha abando- nado a la naturaleza, tal es la predestinada conclisién de una ciencia que, al inspirarse en la ideal lucidez de lo geométrico deseché la biologia. Admirable en cuanto instrumento de biis- queda en la naturaleza inerte, pulsa, sin embargo, una tecla que horroriza a los hombres que, movidos por su temperamento ‘puesto aaquél, no querrdn buscar Io vivo entreloiinerte. El espiritu mistico, aguijoneado por una necesidad distinta, avanza en otras direcciones. Para Pitdgoras, la filosofia no cons- titufa una mera curiosidad, sino un modo de vida y de muerte. Las PREFACIO 9 cescuclas occidentales, dominadas por los pitagéricos, sc enraizan fn ciertas ereencias en torno a la naturaleza de lo divino y del destino del alma humana. Sobre tales ciencias construyen Ia filo- sofia de la naturaleza. Agarrandose, con no menor energia que la tradicién de los cientificos, al convencimiento, caracteristica- mente heleno, de que el mundo ha de ser racional, aquellas filo- ‘oceidentales se presentan como una serie de intentos por ficar esa fe en la raz6n, Parménides, de manera temeraria, condena al mundo sensible a ser irreal cuando le parece que éste se halla en pugna con las consecuencias légicas de su precon- cepcidn religiosa. Empédocles derrocha raudales de ingenio por conseguir una reconciliacién con la ciencia. Plat6n sucumbe en el ico de mantener los pies en la ticrra y sostener lo que més preocupa a estos tres filésofos, queda resumido en los términos «Dios» y «alma: precisamente esos vocablos de los que la ciencia prescinde con tanta complacencia. Esas dos tendencias, o temperamentos, que, en la serie de sistemas filos6ficos han dejado tan claro testimonio de sus carac- teristicas y visiones de ia vida y Ia naturaleza, no aparecieron de pronto en la centuria de Anaximandro y goras. La musa filoséfica no es una Atenea sin madre Homero, con su tropel de luminosos olimpi vislumbramos las contorsionadas formas de Orfeo y pues, natural suponer quelas dos tradiciones filosoficas estén em- patentadas, respectivamente, con los tipos de religion helena —el olimpico y el dionisiaco— en que aquellos mismos tempera- ‘menios en contraste habian hallado sfmbolos miticos para expre- sar sus sentimientos respecto a la vida de In naturaleza y del hombre. Principiando con la tradicién de los cientificos, intentaré probar la posibilidad de seguir un auténtico hilo conductor desde el supremo logro de aquella ciencia —Ia representacién de un mundo de dtomos individuales, gobernados por el azar o la necesidad— hasta la maxima consecucién de la re reflejada en el supranatural mundo homérico de di Tes subordinados al destino (Moira). Esa suj poderes individuales, divinos y humanos, a la Moira es el rns profundo y —a primera vista— el mas desconcertante dogma de 10 DB LA RELIGION A L.A FILOSOFIA, este tipo de religion. Trataré asi en el primer capitulo de es- bozar un anilisis de fa Moira que, en el pasado, actiia desde ‘Anaximandro hasta Homero y Hesiodo, con énimo de dejar clara la persistencia de tal concepcién a lo largo de todo el transcur- so de la ciencia hefena, en la cual llena el puesto que ahora ocupa la ley natural, Cuando lleguemos a Homero, quizé la mayoria delos estudio- 808 piense que ya hemos arribado a las columnas de Hércules Y que mejor sera que no curioseemos en la tiniebla prehistorica que los avatares de la tradicién han dejado virgen. Pero el pro- blema del porqué los griegos creyeron que hasta los mismos dioses eran vasallos de la autoridad moral, si bien impersonal y sin designio de la Moira, resulta demasiado fascinante para que lo abandonemos y nos empuja a aventurarnos en el nebuloso océa- no de la hipétesis. En el segundo capitulo dejamos constancia de tal procelosa travesia, Para servirnos de norte recurriremos al teorema, mantenido por la nueva escuela de socidlogos fran- cceses, de que la clave de la representacién religiosa esté en la es- tructura social de la comunidad que la elabora. Debo a Emile Durkheim y asus colegas de L ‘Année Sociologique' la resolucion de ese fundamental problema de la religion olimpica que oftezco aqui. Me parece, ademés, que en tal campo también he obtenido argumentos para dilucidar ciertos esquemas de concepcién muy abstractos y persistentes en toda la filosofia antigua, tales como el agrupamiento de los cuatro elementos y la separacién y reu de parejas de cualidades contrarias. Esas aplicaciones particu del teorema principal las he expuesto aqui no como resul hubieran ¢orroborado prueba alguna, sino como ilustraciones que pudicran sugcrir a investigadores con mas completo bagaje psico- I6gico y etnolégico una tinea de trabajo hasta aqui descuidada. 'Nos queda ain un gran concepto filos6fico-religioso, el mas tie», Ann. Soc, Vi ie de M. Durkheint», Revue Philosophigue, XXX\ 160-195, in expresar mi deuda tespecta Les fonctions mentates dans le socites infer PREFACIO u sentado que no la inventaron los filésofos, sino que se deriva de subyacente en tod cl tercer capi pectd a los problemas de la génesis hist ddeJane Harrison (Cambridge, 1912) el estudio de las primeras fases, no s6l0 dido considerar demanera muy sumari relacionados con el desarrollo de la rel lector a la fuente de la que pr el campo de la filosofia. Desde el punto de vista al que arribaremos en el caf cero, nos parece descubrir que la filosofia, al relegar los ela- 2 DE LA RELIGION A LA FULOSOFIA, a representacién origi mado forma. De que ‘mos «metafisica» en vez de «supranatural» no se deduce que «en si haya mudado esencialmente de cardcter. Antes bien, lo que ha cambiado es la acttud del hombre respecto a primera reacciba la emotive, origind los objetos de la fe; su nuevo procedi- ma en conceptos y de éstos dee os diferentes tposdeteorasisemitica. Al molded tals sistemas, sin embargo, la escala de valores propia de aquellos dos temperamentos que estaban en pugna continia ejerciendo su influencia inconsciente, y divide el flujo del pensamiento en ‘esos dos canales cuya causa discutiremos en los dos capitulos que nossirven de conclusion. Para comodidad del lector inglés hago frecuentes referencias, ala segunda edici6n del trabajo del profesor Burnet Early Greek Philosophers (E.G.P.*), y he tomado liberales préstamos de los fragmentos que la obra contiene. Por lo que se refiere a los frag- mentos en si, remito al libro de Diels Die Fragmente der Vor- sokratiker, segunda Berlin, 1906(D.F.V.), Dedico esta obra a un , con la esperanza de que en- ‘cuentre en él algtin toque salvador de ese espiritu emparentado con el apellido del que es tan dignamente portador. F.M. CornForD Trinity College, Cambridge, abril de 1912. CAPITULO PRIMERO EL DESTINO Y LA LEY 1. LOS TERMINOS DEL PROBLEMA de extraordinario ‘extremo prometed ‘de las cuestiones que deseamos expli- co. La epopeya homé- un producto acabado -a un atisbo de prueba documental que registre jores alas mis antiguas partes de la Iiada. embargo, se admite, por lo general, que los comienzos de la sofia se encuentran en el campo dela historia. Desde que los peri- patéticos se afanaron en compilar las primeras historias de I filosofia se ha convenido en datar Ia inicial especulacié tica de cardcter cientifico a parti cuya actividad se desarrolia en el siglo sexto antes de Cris ‘Tenemos cierto conocimiento de primera mano de la labor de los filbsofos que vivieron en las dos centurias transcurridas entre Ss, taping et [ etatio 585; se aftrma que 1 la proporciona un eclipse de Sol acaeido en 1 fundader dela escuela, lo habia predcho. fr / | | E relacionar con otras actividades y logros del gos, comenzamos, ‘aunque sea poco, sobre los primeros estadios de su discurrir. ‘A pesar de tal ventaja, no se ha contestado de manera sal factoria la pregunta de por qué surgio aquella especulacion y en virtud de qué causas tomé su ruta particular. La investigacion ha fracasado en algun sentido porque, al formularse por primera vez ese problema, se-enfocd desde un punto de vista erréneo. Se supuso que las fuentes de Ja filosofia riega provenian de «préstamos» e «influencias». Surgieron varios intentos, en el iin de que la filosofia fue «influida doctrinas religiosas; pero contra esta explicacién se ha ar; oportunamente que las formas de religion entonces al uso a duras enas podian describirse como cuerpos «doctrinales»; y, con toda certeza, resultaba en suma arduo sefialar algin dogma teolégico que de verdad estuviera englobado en los sistemas que nosotros conocemos. Asi pues, los sabios volvieron a considerar a los primeros filésofos como figuras singularmente aisladas e inde- pendientes. Un historiador contemporaneo, el profesor Deussen, en sus notas preliminares acerca de las caracteristicas generales del pen- samiento griego, repite una observacién que, de una u otra forma, figura en todos os libros sobre el tema. Opina que el rasgo fun- damental de la cultura helena estriba en esa particular libert dela que, tanto en accién como en pensamiento, el al encararse con la naturaleza. El heleno, afirma, no estaba tado por ningan error vigente de antiguo, ni constrehide por ningin rigido sistema de dogmas, sino que podia enfrentarse con la naturaleza de los seres con ojos limpios y sentidos francos para aceptar sus revelaciones. 2. Vease la obra de Fister, Weltonmantel und Hinmmelszelt, Music, 1910. EL DESTINO Y LA LEY 15 Los fildsofos griegos estuvieron, de modo excepcional, libres de las trabas de los prejuicios dogmiticos y de la persecu- cién de los sacerdotes; tuvieron, asimismo, la gran fortuna de hacer en un tipo de sociedad que, por lo general, ic bastaba con ‘que se mostrara un asentimiento externo y dejaba que la razén libres. pensar, es preciso que no le afiadamos otra cosa e imaginemos ‘que Tales 0 Anaximandro eran como Adan en el dia de su crea- . Asi, pues, serdi menester buscar el significado origina- ‘en otras direcciones. . En elcanto XV dela Iliada, Zeus se despierta y ve que los tro- yanos estan perdiendo terreno frente a los aqueos, a los que asiste Poseidén. Tras un aspero arranque de ira contra Hera quien, 21. Por ejemplo, Welsicker en el Lexicon de Roscher, art. «Moira», col 3084, ymero, y en general en el pensamiento | EL DESTINO Y LA LEY 29 sin embargo, jura por ol grado y no bajo su insti Zeus envia a Iris con un amenaza- illante mar. {8 que pretend hacerme toreer mis pro- jor mas que Yo sea su igual en rango (6udriu08). Pues tres hermanos somos, nacidos de Crones y Rea, Zeus y yo, y Hades es el tercero, el sefior de los muertos. Y todas jueron divididas en tres regiones y cada uno toms la parte ‘© rango) que le cortespondia.28 ‘tery lasmubes, pero la levado Olimpo son comunes alos tres. Por Io tanto, jamais obraré conforme al propdsito de Zeus: ¥ po més que su poder sea grande, que viva tran ‘ parte que es suya (feyAes. . . pevéra nperccn ool powpn). 1es, Zeus puede dar ordenes a sus hijos e hijas, quienes ion cede, pero deciara que ‘enojadas reprimendas de otto a quien se le han asignado porcién semejante y un lote parejo.2 ‘Sin embargo, aun albergando resentimiento (némesis), se retira al mar, su elemento propio ¢ indiscuti 28, Verso 189: 19x08 8% rdora Sébzrrany txaeron 8 fanope it 29, Versos 209-210: Sete Br lebuopor eel iuj rexpunder aley realen Bigs xohar stow enbeee, 30. En lo referent alos tras divisones, Tierra, Mar y Ciclo confréntenge log puntos siguientes: Ziade, XVII, 483, Hefero fabrica el Escudo, ‘pian Ere, bP olpande Iv 82 ODdarear Odisea, XII, 315: cxpcién que se aproxima ala de os «elementoz» (vease el § 68). 30 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA En ese curioso pasaje, en sentido original del término Moira con claridad evidente. Moira sencillament © «lote asignado» de discu i tino». La protesta de joses como los hombres nen moirai. Cada dios posee su parte o dominio asignado, esto ierto espacio de la naturaleza o campo de actividad. A la vez, Puede considerarse como su rango (rau), que le confiere determinada ncepcién —y no la de un sino humano personal— es la hecha universal en el . 1a Moira, y representa la asig- nacién de region, rango o privilegio, a cada uno de los dioses. limites que impone a sus poderes cabe considerarlos de natu- raleza moral. Hesiodo deja perfectamente claro que las Moiras, n las transgresiones no s6lo de los hu- ‘manos, sino también de los dio: De esta manera, la concepeién original de la Moira resulta antes que temporal. Hemos de pensar en un sistema , que coexisten uno al lado de otro y cuyas fronteras amente marcadas, Empaia esta concepei6n, en nuestra opinion ulterior, el modo de concebir a tres Hados, com iesen a las divisiones del tiempo: el Pasado, el Presente Y veremos que ese cardcter espacial de la Moira gran importancia en posteriores estudios en cuanto re- presentacion que, persistente en la ciencia jénica, gobernard por completo su curso. EL DESTINO Y LALEY 31 7. LA DIVISION DEL MUNDO EN HesioDo Si ahora paramos mientes en la cosmogonia de Hesiodo, hallaremos en ésa la misma divisin en dominios a las que hemos emontado el sentido original de Moira. Ademds, la supremacia de la Moira sobre los dioses sc reficja alli de mancra temporal; es decir, que la separacion del mundo en tegiones-de-elementos. «sms antigua qu el nace d ‘de los dows. se establece la division del mundo en tres partes: la Tierra, el Cielo y el Mar. ‘La Tierra (Goid)alumibro, antes que a ningin otro, a uno igual Y parié ademés los elevados dioses se deleitan, Y también el furia, el Mar (Ponto), ‘Océano que se hincha con ‘Aqui hallamos, como estadio definido de la cosmogonia, unadivision del mundo en tres partes (mdirai), exactamente igual que la vista en Homero, segin la cual, «todas las cosas se re partieron en tres», y esas tres partes se asignaron a Zeus, Po Mar, de Poseidén; de Hades, la «nebulosa tini © la Tierra, segin se crea que los muertos, cuyo seflor es habitan en la obscuridad occidental allende el lugar donde el Sol se pone, 0 bien en el subsuelo. Es menester hacer notar que est 32 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA, De suerte que Hesiodo, al hacer que dicha division fuera ante- rior a los dioses —Ia cosmogonia nacié antes que la teologia- En Ia coneepeién de Hesiodo, los dioses surgieron de las/ as regiones de la naturaleza, esto es, de los cuatro ele- mentos y de aquellos otros accidentes del universo, tales como los montes y rios, en los cuales se consideraba que residian mi teriosas fuerzas ¥ poderes. Su prdlogo>® concluye con una invo- cacién a las Musas, que han de celebrar la raza de los inmortales, «nacidos de la Tierra y del estrellado Cielo, de la tenebrosa No- che y del salado Mar. «Decidme de qué modo surgieron en el principio los dioses y la limitado Piélago y el ancho cielo éstos, los padres de bendicién; cémo se repartieron las riquezas y distribuyeron lentemente et Alte, que los griegos por lo comin consideraban oscuro. En consecuencia, cuando algunos pensadores del sigio v1 —Fe- recides 0 ea de-Regiumt, por ejemplo—, equipararon Tos Teun simple juego de fas. Algunas d& Tas regiones que Ta ignd a Tos dioses eran, precisamente, esos elementos y, como muy acertadamente dice Hesiodo, de ellos habian nacido 32. Teogonta, 104, ‘ence 0. Gilber, «Spekulation und Volksplauben, ten Arch. f: Relig p. 317. Para lo referoate a Tedgenes,consiltese Syp. SM. Fert 5 ibidem, p. 507. Obiervese 29 especial el uso del alr 88 is wolpas pln erer 4 raprapin sips EL DESTINO Y LA LEY 33 de los elementos en la cosmogonia al rango de los dioses en la teologia homérica. Ambos mnados sus regiones y departamentos y ambos estén la Moira, De esta suerte hemos hallado una ordenacién del mundo en cs primaria y moral. El orden fisico permanece salvaguardado por los jamados Erinias, las Moirai en su aspecto mas tenebroso, quienes «si el sol no respetase-su compas, sabrian reprenderle».% Anaximandro se apropia de esta concepeidn de la ordenacion primordial del mundo, aunque conserva su forma ¥; por encima de todo, mantiene fuera de toda duda su, ma transgresién de I Hasta aqui la representacién filosOfica es : Ia innovacién de Anaximandro consiste en hacer que jordial sea, en parte, efecto de una causa mecanica, to eterno», y en ardn aquellos elementos, dk Mientras tanto, es menester que examinemos més cuidado- samente la representacién religiosa. Tal como nos la expone He- siodo, no es un esquema sencillo y congruente; podemos detectar ahi la superposicion de varias capas que corresponden a dis- tintos estadios del desarrollo religioso. En consecuencia, tenemos que efectuar un anélisis que saque a relucir las fases sucesivas. ag, 94 (Dils): Aor vip oby EmepBhveras wlrpa* i B phy "Bes po Alert teleoop Henphooure. 237. Teaenes de Regio reclco exaciamente este punto, alegrizend las ba- de los cioses en Homero como DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA 8." LA MOIRA ES IMPERSONAL, SIN INTELIGENCIA NI DESIGNIO Hagamos notar, de entrada, que un politeismo consecuente tiene el singular mérito de dejar que el orden del universo, ef cosmos, surja sin la intervencién de ninguna inteligencia dotada de propésito cipio, arrogarse el haber planeado y creado la integra disposicién de los seres mediante un arbitrario, aunque benevolente, acto de voluntad. Tal pretensién se expondra paulatinamente al hablar de un dios supremo, siguiendo el proceso segiin el cual el poli- tcismo se troca en monoteismo, Por ventura, en la religion de los helenos, ése fue un desarrollo muy tardio, debido, en parte, a ue los més antiguos autores de la tradicién habian dejado sen- tado de manera bien firme que Zeus, el dios supremo que reina enel presente estadio del mundo, noer divinidades que nacieron en los albor dinastia posterior. Le antecedian la edad de Cronos y aquellas vvagas deidades titénicas, cuyoreinoabareé un intervalo de tiempo indefinido entre el comienzo del mundo y el nacimiento de Zeus en la isla de Creta. Esta representacién era demasiado clara y firme para superarla, y ello no acaecié hasta que el sentimiento religioso hall6 tan absolutamente incémodos aquellos aspectos ‘menos edificantes del politeismo, que se consider una necesi- le desencadenar una revolucion monarquica 10. Pero tal banderfa no triunfS hasta et encia, ya se habian asegurado tad del pensamiento heleno frente alos prejuicios dogmé podemos estar en demasia agradecidos por fa ausencia de fa par- ticular cteencia en un creador divino, No hay hipdtesis mas docil € indolente, nada es tan susceptible de aturdir y adormecer ese pasmarse —rafz del filosofar— que una explicacién que justi fique, con similar presteza todos los rasgos de este mundo, sean EL DESTINO ¥ LALEY 35 buenos 0 malos, adjudicdndose los primeros a la transparente benevolencia del Todopoderoso y los s inescrutable. La Moira es, ciertamente, un poder moral; pero nadie habia de pretender que elia fuera exclusivamente benévo- la, 0 que abrigara respeto alguno por los estree deseos de los hombres. Ademas —y ése es el pu tante— no se le habré asignado previ pues éstos pertenecian a los humanos y a los dios alhombre. La Moira es una fuerza ciega y automé a sus propésitos y voluntades subordinadas camy personalidad: rve para la ordenacién del mundo en do- deidad que, por un haya planeado y creado tablece una verdad sobre la disposicién de la nat lo afiade a dicha afirmac sposicin es a la vez justa y necésaria. Considerada en abstracto respecto al acté la Moira es una representacién de la necesidad (del va a ser y del debe ser) de la disposicién Este es el contenido integro dela nocién de hado. liverso en la forma en que el vendria a ser una concepcién de la misma indole que lugar en cl pensarniento que apareciera de nuevo tema de Anaximandro. Pero ahora Iver a la Moira una supremacia g ion, habia quedado disminuida, y casi superada, p fe poder de los dioses. 9. EL «DASMOS» DE LOS DIOSES. Debido precisamente a que la Moira era, poder impersonal, se dejé la puerta abierta para que una teolo- } 36 DE LA RELIGION ALA FILOSOFIA ‘ia avanzada invirtiera tal estado de cosas y adscribiese su orde- nacin de la necesidad y a ley a las voluntades de los dioses personales, que anteriormente habian sido superados por aqué- las. De esta suerte, 10s dioses, que al principio eran mas jévenes que la Moira y estaban sujetos a ella, podrian en esc estadio pretender ser ellos los originadores del orden del mundo y sus: tituir asf aquella decision Hesiodo nos muestra los estadios de este proces su sencilla concepcién gruentes entre si. Por un lad cosmogonia de Hesiodo implica que la di dominios era més antigua que los dioses y, éstos tomaron forma en sus respectivos d 03 mismos elementos. Por otro lado, mismo invoca a su Musa para que le describa como los dioses ‘se repartieron entre ellos sus riquezas y distribuyeron sus ho- nores», como si tal cometido no fuera, después de todo, atributo del hado, sino una distribucién (Bagpés) que los dioses habrian efeetuado por su propia voluntad. De ese modo tal voluntad ‘comienza a hacer valer sus pretensiones frente a la inev asignacién del destino. Es curioso observar como estos dos asertos se ven recon liados en el tinico compromiso posible. En el canto XV de Miada, que ya hemos citado, los dioses, al enfrentarse con el mn, reconocen Ja supremacia del d exactamente como los hombres lo hacen en ocasiones si la vez, afirma que el caso que y se atienen a la asignacién de 1a Moira, como sefiora lotes, Laquesis. En el pasaje homérico no se cita a Ligue cripcién que ofrece Pindaro3* Iosdioses ela preside prsonalentecl ‘Cuentan las leyendas Zeus y los inmortales se 1s cémo fue que, ene laban repartiendo (5a1 nn epetentacion nm antigua, sobre la ‘Que mis tarde ee modelari el dass de los dominios elementals ent jos de Cronos. EL DESTINO Y LA LEY 37 Ia isla de Rodas no habia emergido ain en la superficie del ponto, sino que se ocultaba en ia selada hondura. No estaba all Helos, ‘de modo que ninguno le asigné la parte correspondiente y dejaron asi al sagrado dios sin tierra propia. Cuando Zeus cayé en la ‘uenta, estuvo a punto de ordenar usa nueva dstribucién de los lotes, pero Helis no le dej6y dijo que con sus prapios ojos estaba viendo que emergia de la profunda y verde hondura del piélago una tierra que podria alimentar una muchedumbre de mortales Y ser generosa en rebatios. ¥ de inmediato insté-a Laquesi, la de In dorada venda en la frente, a que no invalidase el Gran Juramento de los Dioses, y a que, bien al co ‘una con el hijo de Cronos,¥¥ que cuando lz dl ia, habria de ser su sede reservada (yépas) para el tempo futuro. Es obvio aqui, que, a pesar de la cortés deferencia a Cronos, es Laquesis quien preside y que Zeus se limita dnicamente a con- firmar, con su aquiescencia, tal decision. 10. EL GRAN JURAMENTO DE Los Doses Aparte la asignacion px confirmadora de Zeus, la dis ‘std a fa vez sancionada por el Gran Juramento de los Dioses (Gey Bpxos wéyas). La importancia de esta concepcién estriba en que nos abre otro camino por el que Ia voluntad de los dios puede hacer valer su de supremacia frente al hado. As es posible contemplar un voluntariamente se es parte; y de la nocién de ob tual nos es dable pasar a concebir qt del mundo es un sistema de ley constitucional, aspecto desde el ‘ee lo consideraremos ahora. Sin embargo, nos detendremos bra de Léduesis y la aquiescencia "Badheowe 8 abrica xpoedqeves mde Mager tida de Platon (Critas, 119 0), segin el cual era menester inmolat al 070 38 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA por un momento en esa nocién del Gran Juramento y en su re- Jacidn con el dasmos.*! La formulaen regla del Gran Juramento sehalla, por ejemplo, al principio del canto XV de la IMfada, donde Hera jura a Zeus la no ha instigado a Poseidén a que rebase su moira. Jura por «la Tierra y el anchuroso Cielo que esta encima, y por cl agua que se precipita del Estige, el cual es el més imponente juramento para los bienaventurados dioses». De igual manera —por Gaia, Urano y el Estige— jura Leto ante Delos en el himno homérico a Apolo (83) que su isla serd para siempre la sede del culto apolineo, lo que constituye otro caso del Juramento con- fivino. Asi, con el Hesiodo describe en su Teogonia, con todo lujo de detalles, ‘como la gélida agua del Estige se administra a los dioses a guisa dde ordalias por perjurio y falsedad. Cuando sospecha que un‘ ‘ha mentido, Zeus envia a Tris para que, en una redoma traiga liquido de aquel arroyo helador que se abalanza paralitico por haber bebido el agua gélida de ese antiguo rio, el cual «atraviesa el desolado lugar do tienen asiento las fuentes y limites de la Tierra y del Tartaro, del Ponto y del estrellado al Mar y la Tierra, pero el Estige se despefia desde su roca para ser el gran castigo dé los dioses.** Dp. 183 ys, Mis adelante veremos queel Gran Juramento reaparscede maneracuriosa BL DESTINO Y LA LEY 39 A pattir del relato de Hesiodo no podemos hacernos una idea clara de la ubicacion del Estige; pero parece que este rio se concibe vagamente a modo de linde que rodea al mundo o bien liza en el Tartaro, donde se las cuatro regiones elemen- . al piélago y el cielo— y imedlas, hacen estremecerse de {rio a los mismos dioses».4 Pues bien, cuando paramos mientes en el hecho de que Hor- kos, Juramento, es el mismo vocablo que herkos, «barreran,S estamos en situacién de comprender por qué razén el Eistige cons- tituye el Gran Juramento de los Dioses. Un j barrera que puede simbolizarse de manera visil * cuando ef que jura se coloca entre los tr0z0s a cuartizada y estd rodeado por todas partes d _ivido del peligroso e inviolable poder de la santidad es el «frio estremecedor», el temor pavoroso que cor aspecto negativo y repelente del Poder. Zeus, inm antes de conminar @ Poseidén tal como hemos mentado, con- cluye el enojado mensaje a su hermano con estas palabras: parejo a mi, a quien los demés dioses profesan estremecido respeto (ernyéoue). Esta expresion deja claro por qué el Estige esta especi El Gran Juremente evidentemente, noes tal arroyo, sno ls barrers de los mueve bras. {4k relpara dpa cipderray 1d re oreydones Gol wep, Teogonia, 738: 45. G, Murcay, Rise of the Greek Epic", p. 738. 40 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA 11. BL ESTIGE CONFIERE A ZEUS LA SUPREMACIA Cuando Zeus afirma que los restantes dioses le profesan estremecido respeto (ervyéovax), quiere decir que su poderio (Sowden de los troyanos. a concepcién que encon- tramos antes; el poder (xpdtox) de los hombres yendo «contra lo aque estd ordenado; (trép atvav); pero aqui se desiza ia apos- la Avés, como si fuera Zeus y no la Moira la fuente de esa 73 alpeyr AuSber nexposivor,con- rastandolo con Paean. VI, 94, pipers! dvadier Zan ob rdhua. Oldenbery (Die Reig. des Vede p. 19) sefisa gue ese mismo fendmeno se produce en la tologia Principio supremo sobre los doses, ‘de Varuna y de Adityies. La noc a més adelante en el § 97. Esquilo, Los Slete contra Tebas, 85; Lae Nendrep, a DELLA RELIGION A LA FILOSOFIA EL DESTINO Y LA LEY a © retocado con la mas sopesada precaucién. A la vez, el acto de Igislar se concebia como, por encima de todo, una re icin de dominios y poderes, una nueva atribucién de partes, ya se tra- tase de tierra o de rango politico. Podemos considerar, por la descripcién que nos ofrece Dionisio de la promulga- 12, ZEUS COMO LEGISLADOR Asi pues, al final del proceso, Zeus ha pasado a ser el dispen- sador del sino y garante de ese sistema de dominios en que an- tafio tan s6lo habia disfrutado de una tercera parte como sefiorio propio. Como Nausicaa le dice a Odiseo:50 «Es Zeus Olimpico en persona quien distribuye prosperidad a los mortal o males de acuerdo con sus deseos»; y, de similar manera, Zeus asigna a los dioses las riquezas y honores que serén suyos.t Prometeo’? describe, en términos semejantes a los de Hesiodo, ‘l primer acto de Zeus al ser entronizado: «En cuanto asumi6 ‘en el trono de su padre, de inmediato distribuyé entre legios y ordend la jerarquia de su implic6, como vimos en Hesiodo, la los patricios ciertas disputas «acerca de la probidad y Ia desi- gualdad» (repi 709 mrelovés ze xai tzou). Algunos plebeyos se habian rebelado «por no haber recibido porcién alguna de jj jan. Numa, al dis- javeijas) ciertos terrenos entre ellos y otorgar un nuevo rango (riuds) a sus colonos, puso fin a la disensi6n.53 ‘Los dioses, al igual que los hombres, también participaron en esta redistribucion. Hubo a la vez una «ordenacion de las cosas sagradas» (ij wept rd Ocia Sianbepners). Del mismo mo- do que, en Hesiodo, Zeus acepté la constitucion de Cronos y lo tinico que hizo.fue corregir sus deficiencias, también se nos los arreglos de Romulo respecto a cos- 0 subsané las omisiones, ‘conformado ef sistema constitucional de Cronos y, a la vez, la ampliacion de tal sistema mediante la concesién de nuevos privi- Jegios a las deidades que anteriormente no poseian ninguno. Para designar tal acto, Esquilo emplea el vocablo nemein, dis precisamente la palabra de la que se deriva nomos, ley. Lo que una posicién reconocida (rots prfre ryudiv ‘en otros casos, fundando altares y templos, orépor) a cada uno su festival y legislando (vowoBerdv) sobre sus cultos y honores (r1js)>.54 El paraletismo no pued l duria, como Solén 0 Licurgo. Los nomoi de un estado eran su constitucidn escrita: algo sacrosanto que s6lo podia ser alterado clarisimo que tal en cuanto se convierte en labor de un dios personal, ya puede concebirse como una nomothesia, un Dawe Dida eal bearonero anete 44 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA indole, el acto legislador de Zeus presenté por largo laramente Ia relacién de nomos (ey) , «distribuiry. Observemos, po” —2Quién sabe el modo de distribuir (Sravejjas) ta semilla ale tierra? El labriego. tribuye (Bcancuet) éste a cada suelo In semilla que —E] labriego es, pues, un buen distribuidor (voyevs) de tales : ‘cosas y sus leyes y distribuciones (véyor wat Svavepai) son las correct. En este pasaje, leyes y distribuciones son, obviamente, si- nonimos. Hallamos la misma pareja de conceptos en las Eumé- AB, Gs ufo aearciderty drew olBer + Asiointerpresa Dobe: Tey dpupe cot iuupninin 5 conetran tabi, EL DESTINO Y LA LEY 45 sides. En un lugar distribuciones» (Ssavoyds al librar a un hombre d se acusa al mismo dios d ses al respetar la causa de los mortales y suprimir los antiguos repartos (yofpas)», Muestran estos pasajes que la nocién de enlaza a la Moira con el Nomos por 0 de cualquiera de k coro acusa a Apolo de «abolir las antiguas suando aquél se burlé de las moirai rruye a Asclepio en «la de medicinas con suave mano» (bapudeov ebiBake waraxéiyeipa vij0v). ‘Otra palabra derivada de ésta, vowets, que en el fragmento del Minos significa «distribuidorn, es, por cierto, muy comin- ‘mente empleada al hablar de los pastores que llevan a su grey a acer a un lugar designado, a:su vouds' 0 voy, sustantivos que a la vez denotan, en primer término, el «pasto» y el «lugar de comida» y, en segundo, el «habitaculo» 0 «asentami Para nosotros, tal vez el equivalente mas campo de accién».© 3 Nesoe 720.73; ov woh Barns sara 5B. Versoe 73 sraharyerts 3 pola ‘ease W. Headlam sobre Agamendn, 1OO%y ef Jo “yas 886 ‘ys Thewt, yuan 8 ray harepioror 4 Os, Esquilo, Las Suplicantes, 403, ais rénur dine ple iovenal hphoce 46 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA de que, tras el conocido sentido de «costumbs ‘un terriorio o regién jertos derechos dé so con el espacio, nos oscurecié este aspecto de dicha ic inteleceién dei término heleno, es menester comprender que ‘nomos no sugiere uniformidad de secuencia temporal sino ejer- cicio de un poder dentro de unas lineas espaciles 0 departa- mentales. Tenemos que considerar a la ley como una dis ciGn o sistema de regiones dentro del cual estén repart coordinadas todas las actividades de una comunidad. El plural ‘nomoi puede significar un orden social constituido de esa manera; asi, cuando, por ejemplo, Pindaro® habla del monstruoso vas- tago de Ixi6n y la Nube, afirma que «carece de rango entre los hombres y de orden social entre los inmortalesn (p81 év dySpdou ‘yepaadipor, abr’ dv Gedy vépous). Aquel portentoso ser no con- taba con lugar propio en el orden social o divino: era un «fuera de la ley» para la estructura clasificada de la naturaleza y de la sociedad. O también cuando el mismo poeta habla de la por- tentosa fuerza que tenia Hércules de niffo, al estrangular a las fen su cuna, y emplea el término éerdpios, esto es, (05 lamariamos «preternatur fante viol6 el Ambito normal dela fuerza de 14, Nemos v NéMesis ‘A partir de esa concepcién ya clara, nos es posible advertir que, a la vez, ilustra dos vocablos afines-a nomos y vépe mos y Nemesis. Nemos (en atin, nemus) se traduce generalmente or cbosquen, pero el término carece de parentesco etimolégico 62, CI. J... Myre, «Herodotus and Anthropology»,en Anthropology and the Classes (Oxford, 1868), p. 187. Bs mucho lo que debo a tan notable ensayo, fs como, en particular, a las observaciones del profesor Myres sobre dew EL DESTINO Y LA LEY a con los arboles y, si queremos explicarlo, hemos de suponer que ‘en su origen no designaba sencillam ‘espacio natural de tie- rra arborea. Contamos con razones para creer que, al principio, lun nemos era un cercado o claro sacro del bosque, quizé un desmonte en torno a un arbol sagrado. Frazer, al referirse a a practica del culto forestal entre todas las razas arias de Europa, escribe: los vocablos teutdnicas que significan «templo», el caso es que el c las grandes familias Ja palabra templurm, saca a esenciales del remplum augus para fines de aug i formula dela consageacién del templum en el Arx. Templa tescaque me (i.e. mi) ita sunto quoad ego caste lingua quirguir est, quam me sentio dixisse, remplur 48 DE LA REI INA LA FILOSOPLA Inter ea conregione, conspicione, cortumione, utque ea rec- lissime sensi construir ese femplum —concluye Varron—, es claro que los arboles se tomaron como lindes.» El antiguo vocablo tesca, ivestres que son propiedad la vez, el augur sefialaba con su bastén oficial (itwus)a determinada region del firmamento, donde aparecerian Tas sefiales que se deseaban.‘7 En este femplum augural, circun- dado por arboles, nos parece ver una supervivencia de aquel desmonte sacro situado en un bosque, el antiguo santuario 0 znemos. Este es un «campo de aéciém» asignado a algin poder divino para ejercer su autoridad.s# Qué confiere el cardcter de sagrado a un lugar? La presencia alli de un poder peligroso que lo convierte en, como dirian los ariegos, «impenetrable» o «inhollable» (aSurov, @8arov) para el profano, para aquellas personas que no son sazradas, ni estan santificadas ni tampoco ceremonialmente colocadas en un es- tado desde el cual pierde peligrosidad el contacto con esa miste- riosa potencia. Pues bien, se da el caso de que un ai nombre de esa presencia sacra que habita en el bosque 0 memos no es otro que €l de Némesis.® Se ha solido considerar 2 Némesis como una ‘Venganza» 0 la Ira que cas embargo, hace notar que si gresiones. Cook, sino temprano, pues data, por en Ramnunte y Esmirna. Ademés, sus atributos no se pueden considerar instrumentos de venganza. Se la representa como sosteniendo una rama de manzano, 0 una manzana y con ciervos ‘en miniatura para adormar sus cabellos. Es la Diosa del Bosque, idéntica a la Diana Nemorensis, la Diana de la Selva. Su nombre, [Némesis, sederiva denemos, precisamente del mismo modo como ‘Laquesis proviene de lachos ‘quien me ha permitido anticipar icacion a la de su obra Zeus. EL DESTINO Y LA LEY 49 4Cémo pasé la Di Bosque a ser tenida como la abs- ibn dea «Ifa Vengadoran?” Una pos la identidad de nombres sea una coincidencia, que de venganza se deriven de nemein ucion», 0 sea, fa ad- parece imposible que la yaqueerauna Diosa nn distribuye un bien también puede negarlo, lades en vez de bendiciones. El pavoroso poder que mora en el nemos es capaz de abrasar al profano invasor 108 remotos, cuando el nemos era el ianera, se colocaban figurillas de ia ferilidad, Priapo, a guisa de cercado para asus- | Bosque cayeron en jera cn guardiana fa, por tanto, sus iguos atributos de fertlidad, todos menos la rama del man. zano que, en su personificacién de la Venganza, conserva de tan * inapropiado modo. Posiblemente hay algo més que una extrafia coincidencia en que Numa, cl gran legislador romano, buscara inspiraci6n ¥ consejo en la Diosa del Bosque —nemus— antes de dictar sus nomoi se extendi6 a los mas lejanos confines de Europa, tenfa su ori- sen en un lugar de refugio, en realidad, un bosque sagrado, un santuario forestal para ma tribuidora, puede ala vez dispensar bienes y adversidades, Con. cluye su octava Glimpica’? deseando que, para medro de la fa- DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA del vencedor, «Zeus mande a Nemesis dejar la doblez en fuera de todo 5. Prodigar bendi vo de la venganza, Correspondient en una region y, de este modo, mino ethea cuenta con una historia similar. Su sentido mas antiguo es «habitéculo», el lugar en que uno sc mucve; mas tarde pasé a significar «costumbres, conducta establecida, hé- Ditos».7 Deesta suerte, Moira designa el limite de lo que se puede hhacer y, a la vez, de lo que sucedera si se rebasa tal frontera.74 Nomos, por el contrario, significa lo que se puede hacer dentro. de esos limites, 0 sca, las funciones regulares y legitimas que el individuo puede ej U dostentar», pues otro sentido. de rnemein (por ejemplo, en nemein kratos) es «ostentar autoridad», ‘aejereer poder. ‘Sin embargo, hemos de tener en cuenta que los aspectos po- sitivo y negativo no son sino las dos caras de un solo poder © fuerza. El poder que presenta cierto campo y que puede ejer- cerse en él de una manera legal es, a la vez, el poder airado a otro poder que venga de més alld de sus I ‘antl rer olvoxbey Blan xprripor Drege ‘pobrran Bnoh vep "air nlpa vhroeran, EL DESTINO Y LA LEY 15, LA DISTRIBUCION DE LA RAZONENPLATON “C2, Podemos ilustrar afin més esta idea de distribucién recu- rriendo a varios pasajes «misticos», en que Platon describe el or- den constitucional del gobierno divino en la dorada edad de 10 en el Politico,75 ta re- vivientes fueron asignadas 5 raza, cual si se repariesen rebafios pastors (v0js)dvinos, ‘que precisara la propia grey (ols abrds Eveyev), de suerte que no existian violencias, ni se devoraban unos a otros, ni se de- sencadenaban guerras o pugnas de ninguna indole entre ellos. Este Gltimo elemento procede de Hesiodo” y seftala el se- forio de Ia Justicia en la edad de oro, con la cual nuestra pre~ riodo dorado, el sefior del universo abandoné el el mando a merced del impulso contratio del hado y ~ deseo de éste. De tal manera, «todos los dioses que, en sus Tu- ‘gares respectivos, habian gobernado en unién de! més alto dios, al percibir lo que sucedia, abandonaron a su vez sus dominios 15.271 .Ge vie ward rhea, rabrdy roire Ged bee Apxberan dora dense ndpn Buthquadra. eal By ual ri fou mark yéry kal yas olor vous lhudiiievar Gainers, arapche ele wdvra Yearrordxdorost Oo oly abvie Be Gor ede ypor fe wibty obra AbMfNur Ghote, wSheube 7 ole drip of8 erdec rh sere, “Tb. Ergo, 276: rie yp dotpbmois vipon Brake Kpenlur, ies pb el gpl eal lari eves eebdpen Axhfdoum, dee 08 By frist eras aedpiner 3 Bore Compérese con Empedocls y el Reino del Amor, § 124. DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA orden del mundo, y lo hicieron sin tomar precaucién al- n 79 se afirma que los dioses se re- a, palmo a palmo, no como resut- (Shes eAspors Kayydvoures), y, haciendo ‘su casa de los respectivos paises, ¥, «cual pastores (vouijs) sobre su rebaho, asi nos apacentaban a nosotros, sus criaturas y pe? quefiuelos», no gobernando mediante la violencia, sino persua- igndonos con la raz6n. Nuestro deber en la edad presente con: teen restaurar aquella «distribu i i) ala que daremos el nombre de « ci6n y orden.» Asi, la Raz6n ocupa el lugar de Zeus, como Zeus habia ocupado al de la Moira. La funcién del poder supremo, jendo la misma: «l rroducir distinci6n far a cabo una diakasmesis (que i samente el mismo vocablo que emplea Dionisio, en la descripein de la legislacion de Numa antes citada, para denotar la reorde- nacién de los cultos de los dioses, o sea, la redistribucion de te- rritoriosy sedes deculto). ‘Aqui interesa hacer notar que la filosofia parece repetir, de la ‘manera que le es propia, los dos estadios de representacion pre- cientifica, religiosa, que ya hemos bosquejado. Exactamente del 71. Polio, 272=. Bolo referente a Nemesis y alos daimones, véeseel Pseudo 80. Leyes, 713 Dery ro8 Nob uevouy érovoudfoorat Nbne EL DESTINO Y LA LEY 3 mismo modo que hallamos que desbanca ordenar con un acto legis Jativolo que pr ementeel hecho recono- cido de ta estructura clasificada del universo, asi también, en la filosofia, aparece tardiamente la Mente creadora y pretende ha- ido un sistema que, para Anaximandro, era producto Juntad de un dios personal ialmente et mismo. Se trata de un pro- ion (uoipa), de di (Bideprcss), de dis- tribucién (Bsavoys), de legislacion (vepodeci sonal de la filosofia ‘inicamente funcionan com res» (Noyfs) de aquella vieja particion llamada Mi como hemos visto, era de hecho més antigua que los mismos dioses y libre, ademés, de toda implicaciOn de plan o designio. sea, un esquema u orden cuyos dominios estaban al ‘ocupados por ciertos poderes impersonales, que desput rieron Ia forma y los atributos de la personalidad individ ‘Observemios ahora que este enfoque concuerda con lo que propios griegos creian acerca del desarrollo de su religion, Herodotot! aprendié, en Dodona, que los pelasgos reveren- ciaban a dioses andnimos a los que simplemente llamaban rheoi, porque «habian ordenado todas las cosas (kéeup Bévres), y porque todas las distribuciones (vouds) se hallaban en sus manos». Y, por asi decir, fue tan solo ayer euando aprendimos de qué estirpe era cada dios, o si eran todos sempitermos y cémo eran ea BI, Ml, $2. Bn lo refereme a la asociaci6n de neonci y vinci, of. Paton, ‘Protigoras, 320 ¢: Los dioses ordenazon a Prometeo y Epinetevernias re tal ‘dnas Bordnes Uchevo Se xplna jy el festo Joes mito. DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA ‘una teogonia para los griegos, otorgando sus pr dios, asignandoles sus funciones y artes y de Este fragmento constituye una parte muy valiosa de la his- toria de la religion. Muestra, en efecto, que tras las delimitadas y sumamente diferenciadas personalidades delos dioses estaban otros elementos que, ademas de ser anteriores, eran mu- cho menos precisos y apenas personales. El término propio que usa el griego para designar a esa figura ‘no €s theos, sino daimon. Theos siempre sugiere individualidad, mientras que aquellos daimones ain no tenian «semblanzan ni cra el caso que sus propias funciones o artes los diferenciasen en- tre si. Hemos, pues, de abandonar la creencia, emparentada con laerrénea ctimologia que Herodoto ofrece para el vocablo theos, de que aquellos daimones «pusieran en orden el mundon. Estos no eran poderes cdsmicos, sino espiritus locales, buenos espi- ritus (@ya®ol Saiuoves), que estaban enraizados en la porcién de tierra cultivada o habitada por sus adoradores. Esa tierra era su ‘moira, y dentro de ella todas las asignaciones (vopai) esta- ‘ban en sus manos. Ellos eran los tnicos guardianes y salvadores (Gérak, conrip) de su pueblo cuando éste estaba en guerra, y. a la vez y por encima de todo, los dispensadores de los frutos del suelo en tiempos de paz. Esos espiritus de la fertilidad esta- ‘ban constituidos tnicamente por sus funciones: eso era todo. En cuanto a otras caracteristicas, carecfan de personalidad y s6lo cran individuos en el sentido de que el poder inherente a deter- minada moira de tierra era numéricamente distinto del propio de otra. A lo largo de esta disertacién hemos considerado repetida- mente dos nociones distintas del dasmés: 1a primera, et dominjos de los elementos. Consiltese también ia obra de J. E. Harrison Themis, cap. 1X, «From: Daimon to Olympian. EL DESTINO Y LALEY ‘gunda, la particién de la super! separadas, Ahora nos resulta evidente que el dasmds cost pertenece a un estadio avanzado de la teologia olimpi es que aquél se base en una doctrina de los clement se sabe que los dioses que intervienen en él ya cor locales antes de que comiinmente se les reconociera fodoto apellida Pelasgo, no podian sentar plaza en el dasmds elemental, pero encajan en Ja otra nocién de un dasmés de Ia tierra en sedes locales de culto. Lo que naturalmente se infiere de esto es que el dasmds cosmico esté modelado a partir de aquel ‘otro, mas antiguo, y adaptado a partir de él cuando se compuso, delimicados entre si mediante fronteras de tabi invio~ jendo cada uno la sede de una potencia que ocupa el inio, ejerce su poder dentro de sus limites y resiste las in- Hallamos, en efecto, que el fundamento y Ia estructura del politeismo heleno son una forma més antigua de ese mismo orden del Destino y la Justicia, la cual reafirma la ciencia in statu znascendi con la cosmologia de Anaximandro. Las potencias per- sonales que habian tomado forma dentro de cada una de las re- ‘giones ya han desaparecido de ellas. Los dioses se han desvane- cido y nos quedamos con los elementos de los que, sezun Hesfodo, balan sursido aqul 1 enfocamos desde la perspectiva dioses, desde el primero fio. La naturaleza —el mate- rial viviente y automotor con: todos los entes que son— y las formas primarias er que, a mas de ser mas viej La senda de la filosofia comienza en el mismo punto en gue, ‘centurias antes, la religion empezd a andar hasta los fatales absurdos del antropomorfismo total. En el tercer 56 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA, Capiruzo IL EL ORIGEN DE LA MOIRA COMO SURGIO LA REPRESENTACION DE LA MOIRA? La investigaci6n que hemos expuesto en el capftulo anterior artir de una afirmacién aparentemente parado- is -¥ pasando por un ~ su primigenia filosofia, la verdad mas importante respecto all mundo era que éste se hallaba dividido segiin un esquema general de competencias asigmadas o de esferas de poder. Los elementos ppasaron a poseer sus regiones fijas cuando el movimiento eterno establecié los primeros limites dentro de la masa primor diferenciada, a la que Anaximandro lam6 (asi se le llama) del griego al inglés. En seguida descu- brird que, en euanto se aventura mas alla de los nombres de ob- jetos, tales como las mesas o los drboles, y de acciones simples, ‘cual comer 0 correr, no hay vocablo griego que cuente con su equivalente inglés exacto, ni concepci6n abstracta que abarque al mismo campo de referencia 0 comporte idéntico ambiente de asociacién. La traduccién de un idioma a otro, resulta impo- sible, pero de una Jengua antigua a una moderna lo es, ademas, de modo grotesco, debido a las profundas diferencias de repre- sentacién colectiva que ninguna «traduccion» conseguird trans- vasar. Ahora estard claro el sentido en que afirmébamos que el ‘esquema cosmoldgico de Anaximandro englobaba una represen- tacién religiosa No pretendemos indicar que sea obligatoria,> impuesta como articulo de fe, ya sea por la sociedad ‘oporel filosofo a sus lectores. Pero la representacion en si no hia cambiado y atin muestra tos rastros de su origen col linica diferencia estriba en que para Hesfodo aquélla era efecti- vamente un articulo de fe, mientras que para Anaximandro se trataba de una teoria. 21, COMO SE IMBONEN LAS REPRESENTACIONES COLECTIVAS Ia creencia en la Moira iva, la pregunta ain sigue 6 DELA RELIGION ALA FILOSOFIA f Si no se deduce de la experiencia ni de la observacién, zeudl 5 st origen? La nocién de un orden universal en toda la natu- Taleza es sorprendentemente general y abstracta. Y lo que afin parece mas inexplicable a primera vista es el carfcter moral 0 le atribuye. Considleremos primero el sentido que vocabl sentido de que son una doctrina recibida que, en multitud de casos, se revela en el mente es mis maleable y suscepti prolongados tormentos. Esos estn caiculados para cumplir su propésito, que estriba en reforzar esas representaciones impor- sociedad con los colores y emociones mis fuertes le. Estas no habran de ser pilidas opiniones intelec- tuales que dejen al arbitrio de de acuerdo con el propio serdn con las mas aterradoras tocada de emociém es, en cuantoa ia religion, una defi correcta, «costumbre| de emocidn» es, en lo referente a la moralidad, una defi valida; y, en las ceremonias de inicia Firmador de esa emocién no se admi Sin embargo, los terrores y I que sefiorea de manera cualquier comunidad de los seres humanos. for, -es el poder que ahora los psicblogos reconocen como «su- fasta hace muy poco, los mies habian practicamente oh factor de la psicologia humana; y sin embargo, ha sido el que, EL ORIGEN DE LA MOIRA, 65 ‘més que cualquier otro, ha desempeiiado el papel de maximo relieve en la conformacién del dogma religioso. Sélo se comienza acntender el significado y ef origen del credo religioso y la moral cuando se abandona Ia falacia de suponer que esas grandes con cepciones son creaciém de personas que se enfrentan con los hechos de la naturaleza y formulan hipétesis casi racionales para explicarlos. Ese error no se ha desenmascarado atin, ¢ incluso el antropélogo reincide a veces en la suposicion de que su pr actitud al estudiar la religion corresponde a la de los grupos sociales en cuyaconciencia esa religion tomé forma. Todavia cabe ‘que nos tomemos medio en serio lo del «filésofo salvaje» e ima- ginemos que éste propone hipétesis en un espiritu muy semejante al de Newton, las cuales tienen la desventura de ser absurdas ‘imicamente porque se basan en observaciones incorrectas. Esta concepcién del buen salvaje era excusable en Rousseau, porque, a finales del siglo xvut, nadie'se habia preocupado de invé gar como eran.en realidad los salvajes; mas ahora hemos de abandonarla. Las creencias religiosas no son sagaces invenciones de las mentes de algunas personas, sino imposiciones que al individuo desde fuera. O, para ‘menester que, a este propasito, deja en cuanto ente separado de la com io, Jo concibamos del todo inmerso en un continuum de mentalidad social. Todo ser humano, respecto a cierta parte de su vida ment existe en un mundo que es exclusivament de sensaciones internas y externas y de mo conectados con esos estados del organism «base primatia o inalienable de toda in¢ de del estado de 1a sociedad.s Pero en cuanto a todo lo que rebasa la esfera de las simples necesidades fisicas en el plano de las representaciones de clase superi wrece que Ia con- ia primitiva carece d civilizado cuenta con opiniones, creen Yy originales, el salvaje esté horro de una ‘autoafirme, de una conc

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