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Ensayo America Uno

El ritual de entronización del Huey Tlatoani en la sociedad mexica mostraba una dualidad en la representación del soberano. Por un lado, se lo representaba como un ser cuasi divino asociado a los dioses, ubicado en un orden cósmico superior. Pero también se lo representaba como el servidor del pueblo encargado de defender a los más humildes y velar por el bienestar de todos. Esta doble representación generaba consenso en la sociedad para legitimar el dominio del Tlatoani al hacer que los sometidos se sientan benef

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Ensayo America Uno

El ritual de entronización del Huey Tlatoani en la sociedad mexica mostraba una dualidad en la representación del soberano. Por un lado, se lo representaba como un ser cuasi divino asociado a los dioses, ubicado en un orden cósmico superior. Pero también se lo representaba como el servidor del pueblo encargado de defender a los más humildes y velar por el bienestar de todos. Esta doble representación generaba consenso en la sociedad para legitimar el dominio del Tlatoani al hacer que los sometidos se sientan benef

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Felipe Mistretta DNI: 36100212 Ensayo America I Cátedra Presta

Introducción

Todo estado necesita justificar las desigualdades que genera en su organización, no escapan a esta
regla los que emergieron en la antigüedad en el valle de México. Con una representación
ideológica, muy relacionada con lo religioso y lo divino, le dan sentido al propio sistema.
Así, la elite dominante se apropiaba de distintos objetos considerados sagrados, se vestía de cierta
manera, realizaba diversos rituales relacionándose así con los supuestos dioses del mundo, para así
dar sentido a la desigualdad en la sociedad, y poder apropiarse de los recursos que generaba el resto
de la sociedad. En palabras de Georges Balandier1, tenía que generar un teatro, un drama que
justificase y legitime por que la sociedad era como era. Dice Balandier: ‘‘ Todo poder político
acaba obteniendo la subordinación por medio de la teatralidad, mas ostensible en unas sociedades
que en otras, en tanto que sus diferencias civilizatorias las distribuyen en los distintos niveles de
“espectacularización”, esta teatralidad representa, en todas las acepciones del termino, la sociedad
gobernada’’2
En lo que refiere a la sociedad mexica del antiguo valle de México, respecto de su peculiar
apropiación de lo imaginario para la justificación de la sociedad y el estado, y mas precisamente a la
representación que se le daba a su soberano, el Huey Tlatoani, pudimos notar una dualidad en ella.
Es decir, que a la vez que al soberano se lo representaba como un ser cuasi divino, asociado a todos
los dioses mexica, y ubicado en un orden cosmológico supremo, distinto, único y superior a
cualquier otro miembro de la sociedad, también se lo representaba como el servidor del pueblo,
como la persona encargada de la defensa de los mas humildes de su propia sociedad, como portador
de la justicia, que debía usarla de la mejor manera, siempre velando para el bienestar y la protección
de su sociedad, especialmente de los mas desprotegidos.
Para este análisis, nos centraremos en el ritual de entronización del Huey Tlatoani, uno de los tantos
rituales generados por la sociedad mexica, y buscaremos en el mismo los momentos en los cuales
aparece esta dualidad, esta doble representación, y como así, como afirma Maurice Godelier 3, este
podía generar el consenso en la sociedad, para legitimar su dominio y hacer que los sometidos se
vean y sientan beneficiados en este sistema imperante.

La entronización y su dualidad

El ritual de entronización era uno de los más importantes dentro de la sociedad mexica. Formalizaba
el paso de un Huey Tlatoani a otro. Era una festividad masiva en la cual toda la sociedad se
1
Balandier George. El poder en escenas: de la representación del poder al poder de la representación. (Barcelona: Paidós, 1994).
2
Balandier. El poder en escenas, 23.
3
Godelier Maurice. Cuerpo, parentesco y poder. Perspectivas antropológicas y críticas. (Quito: Abya Yala, 2000)

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movilizaba y articulaba para llevarla a cabo. Constaba así mismo de diversos pasos. Lo relataremos
brevemente para luego pasar al análisis mas especifico.
Primeramente, el candidato elegido era llevado al templo mayor de Tenochtitlan, donde se lo
adornaba con las insignias reales, con todo el pueblo observándolo al pie del templo. Terminado
esto, un sacerdote lo honraba con un discurso, para que el Tlatoani luego baje de la pirámide y así
sea elogiado por el pueblo llano y todos los señores, que le entregaban joyas y mantas. Pasaba luego
a un reservado al pie de la pirámide, donde haría penitencia por varios días. Pasados esos días había
un gran baile, con el Tlatoani ya renovado y convertido en un nuevo ser. Posteriormente, en el
palacio real, se daba un intercambio de discursos entre el Tlatoani y distintos personajes,
formalizando, como dice Broda4, la entronización del Tlatoani. Terminando estos intercambios de
discursos, había una gran redistribución de bienes, suntuarios y preciosos para todos los señores de
la elite, y en comida y bebida para los macehuales, el sector mas bajo de la sociedad.
A lo largo de este ritual, podemos ver esa dualidad presente en la representación del Tlatoani.
En lo referido al Tlatoani representado como ser supremo, como divino, el propio Tlatoani era la
persona que unía el mundo terrenal, con el mundo divino, ordenándolo dentro del universo. Dice
Broda: ‘‘El orden humano se concebía como replica del orden divino, existían cinco grandes
divisiones del imperio mexica que reflejaban los cinco rumbos del universo […] El tlatoani también
tenia su lugar dentro de esa cosmovisión […] se menciona que hace andar al sol y a la tierra […] se
habla del sol y de la tierra como su padre y su madre. ’’5
También a lo largo de todo el rito de entronización, el se trasformaba, pasaba de ser un humano
normal a ser el Tlatoani, un ser superior, esto justificado en sus atuendos y la penitencia que debía
sufrir. Broda se refiere a estas partes del rito: ‘‘Primero, el candidato elegido como nuevo tlatoani
era llevado al templo mayor, donde en lo alto de la pirámide se incensaba al ídolo y levantaba el
incensario hacia los cuatro rumbos. Allí era investido con las insignias reales y con unas mantas
pintadas de huesos y cráneos. ’’6
Habla también del momento de la penitencia, donde: ‘‘[…] lo llevaban a un aposento que quedaba
al pie de la gran pirámide, y que se llamaba, según Pomar, “casas de hombres de dignidad”,
“tlacateco” […] allí se quedaba el nuevo señor 4 días ayunando y haciendo penitencia’’7
Aquí mismo podemos ver como el Tlatoani es divinizado, diferenciado del resto de la sociedad,
puesto en un lugar mayor aun del que estaba antes, ordenado con el cosmos y con los dioses, de los
cuales recibió sus dones para gobernar sabiamente.

4
Broda Johanna. “Relaciones políticas ritualizadas: el ritual como expresión de una ideología”. En: Economía Política e Ideología en
el México Prehispánico, Pedro Carrasco y Johanna Broda (eds.), 221-270. (México: Nueva Imagen, 1978)
5
Broda. “Relaciones políticas ritualizadas”, 233.
6
Broda, 226.
7
Ibídem, 227.

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Pero a su vez, y en el mismo ritual se manifiesta, el Tlatoani es presentado como un servidor del
pueblo, como el ser que ampara a los más débiles, al conjunto de los macehuales, y los protege y
vela por ellos. Broda mismo nos dice: ‘‘Pero no solo se trataba de establecer una conexión con el
orden cósmico sino también con el mundo humano, con el orden social [...] En relación a sus
súbditos se evoca la imagen de los árboles frondosos […] que dan sombra abundante, implicando
que bajo esa sombra se ampara la gente’’ 8. En otro momento agrega: ‘‘Otra visión del Tlatoani
evoca que “sobre sus espaldas, sus hombros, en sus brazos, se colocaran los subditos”. ’’9
Claramente en la ultima afirmación, aparece la función del Tlatoani como servidor de la sociedad,
el debía proteger y amparar a los macehuales mas pobre y débiles, y llevarlos ‘‘sobre sus espaldas’’.
Mas específicamente, en la parte del ritual del intercambio de discursos, es donde mas se ve la
noción del Tlatoani como un servidor de la sociedad, además de cómo el mismo debía de pedir
ayuda a sus subalternos, para el buen gobernar. Este intercambio se llevaba a cabo en el palacio
real, donde varios miembros de la elite le hablaban al Tlatoani ya electo recordándole y hasta casi
exigiéndole funciones de un buen gobernante. Dice Broda: ‘‘En estos discursos varios altos
dignatarios se dirigían al nuevo rey y subrayaban las obligaciones y los trabajos del gobierno.
Pomar relata que […] recordaban que mirase el bien publico… y que sobre todo prefiriese el bien
general sobre el suyo particular, y que se acordase, cuando se viese muy vestido y adornado de
hábitos reales, con mucha abundancia de comida… de la necesidad y la pobreza de los pobres y de
hacerles bien […]’’10
Se generaba en estos intercambios una retórica, en la cual, se veía por un lado la lealtad de los
súbditos para con el Tlatoani pero a su vez la obligación de atención y de servicio del Tlatoani a su
pueblo. Como cobra forma, según Balandier, la palabra y su fuerza en el teatro, ilusionando lo real
y haciendo que la idea cobre vida.
Una idea a agregar, que también nos sirve para ver esa dualidad de las representaciones, pero que
no esta estrictamente en el rito de entronización, aunque aun así nos pareció pertinente comentarla,
es la que notamos principalmente en el trabajo de Justina Olko11, sobre los trajes y atributos de
poder.
Aquí la autora se refiere a los trajes e investiduras reales, y su variación en calidad, según con que
material estén hechos tenían más o menos prestigio, y podían ser usados por el soberano, o ser ropa
del común, conllevando humillación y desprestigio para el que la usaba. Esto pasaba con las ropas
hechas con pieles de animales, que simbolizaban lo bárbaro, lo salvaje e incivilizado. Pero a su vez,
el propio Tlatoani en ciertas ocasiones utilizaba ropas de este tipo, porque simbolizaba y referían a
8
Ibídem, 223.
9
Ibídem, 224.
10
Ibídem, 228.
11
Justina Olko. “Traje y atributos del poder en el mundo azteca: significados y funciones contextuales”, Anales del Museo de
América, n° 14 (2006).

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la herencia del pasado chichimeca de esta sociedad, de ese pueblo nómada del cual los mexica eran
antepasados. Olko se refiere a esto: ‘‘[…] algunos de los atributos “chichimecas” […] se
consideraban prestigiosos en la iconografía del poder de los tlahtohqueh “legítimos” del periodo
“imperial”. ’’12 A continuación, daba un ejemplo sobre el tocado de Moctezuma II, que vestía un
tocado chichimeca y así afirmaba la importancia de ese nexo con sus orígenes.

Conclusión
Para finalizar, querría retomar una idea de Godelier, que en sus estudios da al poder dos
componentes importantes, la violencia y el consenso, haciendo hincapié en el segundo, como el mas
importante: ‘‘No les sorprenderá que adelante la idea de que, de las dos fuerzas, la mas consistente,
a largo plazo, es el consentimiento de los dominados a su dominación. Pero ello exige varias
condiciones: que los dominadores aparezcan como servidores, al asegurar la prosperidad y la paz
para todos, y en definitiva, al desempeñar un papel irremplazable en la reproducción de la sociedad
y del lugar de esta en el universo, en el conjunto de las fuerzas cósmicas. ’’13
Que tan importante es en los estados antiguos que analiza Godelier, generar el consenso que le
permita apropiarse del excedente a esa elite dueña de la representación como un todo de la
sociedad, para que genere, usando ideas de Balandier, ese teatro dramático, en el cual emule a la
sociedad.
Aquí tenemos, como en la sociedad mexica, ese consenso se construía en base a esta representación
dual del Tlatoani, como hemos corroborado con los análisis y visto principalmente en lo que
concernía al ritual de entronización. Como era un ser superior al cual se le debía lealtad y
obediencia, pero ese personaje le debía al pueblo sus servicios, los cuales debía cumplir con esmero
y responsabilidad, priorizando a sus súbditos antes que a sus propias ambiciones.
Se podría objetar que, en todos los ritos analizados, cuando el Tlatoani se refiere a los súbditos que
debe servir y proteger, solo se refiere a la elite, a los pipiltin con los cuales necesitaba fraguar
alianzas para mantenerse en el poder, apoyándose también en los ejercicios de redistribución de
bienes, y que para los sectores subalternos en general, como los macehuales, solo era visto como un
dominador. Pero creemos que no es así, que aun para ellos el Tlatoani se representaba en esta forma
dual, y demandaban atención, como por ejemplo las redistribuciones de alimentos y festines. Son un
actor social importante, con el cual también se debe consensuar.
Podemos concluir con que, en efecto, en la representación del Tlatoani existía esta dualidad, la cual
servia para instaurar consenso en la sociedad mexica de que ese era el sistema legitimo, y que así la
elite se siga manteniendo a costa de los sectores subalternos.

12
Olko. “Traje y atributos del poder”, 76.
13
Godelier. Cuerpo, parentesco y poder, 169.

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