Modulo IV-La Dinámica Del PEA, Métodos, Técnicas, Procedimientos Didácticos y Actividades
Modulo IV-La Dinámica Del PEA, Métodos, Técnicas, Procedimientos Didácticos y Actividades
Modulo IV-La Dinámica Del PEA, Métodos, Técnicas, Procedimientos Didácticos y Actividades
FACULTAD DE ECONOMÍA
En este módulo vamos a referirnos a las estrategias que puede diseñar y utilizar el agente
de enseñanza para promover aprendizajes significativos en los alumnos.
En el módulo se revisarán las estrategias de enseñanza tanto para el ámbito del diseño de
académicos, como para su uso en el pro enseñanza-aprendizaje.
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Procedimientos son las vías particulares seguidas en la aplicación del método (inductivo, deductivo,
analítico, sintético).
1.1.3 Metodología
Es el conjunto de procedimientos didácticos, implicados en los métodos y técnicas de enseñanza,
que tiene por objeto llevar a buen término la acción didáctica, es decir, alcanzarlos objetivos de la
enseñanza y, en consecuencia, los de la educación, con un mínimo de esfuerzo y un máximo de
rendimiento.
1.1.4 Técnicas de enseñanza -aprendizaje
Significa “cómo hacer algo”. Es la forma de conducir una o más fases del proceso de aprendizaje.
En Didáctica, Técnicas son los procedimientos particulares basados en resultados científicos o de
experiencias, que se utilizan para alcanzar directamente un objetivo de aprendizaje.
Las técnicas de enseñanza - aprendizaje son formas de orientación inmediata del aprendizaje.
Existe una inmensa variedad de técnicas.
Un buen principio para este módulo, estará de acuerdo el lector, será si empezamos por
definir que entendemos por estrategias de enseñanza, exponiendo también cómo las entendemos
dentro del concepto más amplio de enseñanza (desde la perspectiva constructivista que estamos
considerando en este trabajo).
En tal sentido, puede decirse que la enseñanza corre a cargo del enseñante como su
originador pero al fin y al cabo es una construcción conjunta como producto de los continuos y
complejos intercambios con los alumnos y el contexto instruccional (institucional, cultural,
etcétera), que a veces toma caminos no necesariamente predefinidos en la planificación.
Asimismo, se afirma que en cada aula donde se desarrolla el proceso de enseñanza-aprendizaje,
se realiza una construcción conjunta entre enseñante y aprendices únicos e irrepetibles. Por ésta y
otras razones se concluye que es difícil considerar que existe una única manera de enseñar o un
método infalible que resulte efectivo y válido para todas las situaciones de enseñanza y
aprendizaje. De hecho, puede aducirse a lo anterior que aun teniendo o contando con
recomendaciones sobre cómo llevar a cabo unas propuestas método pedagógico cualquiera, la
forma en que éste o éstos se concreticen u operacionalicen siempre será diferente y singular en
todas las ocasiones.
Visto desde otro punto de vista, la enseñanza es también en gran medida una auténtica
creación. Y la tarea (que consideramos clave) que le queda al docente por realizar es saber
interpretarla y tomarla como objeto de reflexión para buscar mejoras sustanciales en el proceso
completo de enseñanza-aprendizaje. De hecho, no podrá hacer una interpretación y lectura del
proceso si no cuenta con un marco potente de reflexión (Coll y Solé, 1993), ni tampoco podrá
engendrar propuestas sobre cómo mejorarlo si no cuenta con un arsenal apropiado de recursos
que apoyen sus decisiones y su quehacer pedagógico.
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En fin, no queremos redundar en algo que ya fue expuesto con aterioridad, simplemente
nos interesa recalcar estas ideas centrales sobre las cuales tomamos una vez más postura, y
señalar que las estrategias que se presentarán en este capítulo son subsidiarias de tal concepto de
enseñanza (la ayuda ajustada a la actividad constructiva de los alumnos).
2 Tipo de dominio del conocimiento en general y del contenido curricular en particular, que se
va a abordar.
3. La intencionalidad o meta que se desea lograr y las actividades cognitivas y pedagógicas que
debe realizar el alumno para conseguirla.
4. Vigilancia constante del proceso de enseñanza (de las estrategias de enseñanza empleadas
previamente, si es el caso), así como del progreso y aprendizaje de los alumnos.
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CLASIFICACIONES Y FUNCIONES DE LAS ESTRATEGIAS
DE ENSEÑANZA
ESTRATEGIAS DE CONCEPPTOS
ENSEÑANZA
Objetivos Enunciados que establecen condiciones, tipo de actividad y forma de
evaluación de aprendizaje del alumno. Como estrategias de enseñanza
compartidas con los alumnos, generan expectativas apropiadas.
Resúmenes Síntesis y abstracción de la información relevante de un discurso oral o
escrito. Enfatizan conceptos clave, principios y argumento central.
Organizadores previos Información de tipo introductoria y contextual. Tienden un puente
cognitivo entre la información nueva y la previa.
Ilustraciones Representaciones visuales de objetos o situaciones sobre una teoría o
tema específico (fotografías, dibujos, dramatizaciones, etc.)
Organizadores gráficos Representaciones visuales de conceptos, explicaciones o patrones de
información (cuadro sinoptico, cuadros C-Q-A.
Analogías Proposiciones que indican que una cosa o evento es semejante a otro.
Preguntas intercaladas Preguntas insertadas en la situación de enseñanza o en un texto.
Mantienen la atención y favorecen la práctica, la retención y la obtención
de información relevante.
Señalizaciones Señalamientos que hacen en un texto o en la situación de enseñanza para
enfatizar u organizar elementos relevantes del contenido por aprender.
Mapas y redes conceptuales Representaciones gráficas de esquemas de conocimiento (indican
conceptos, proposiciones y explicaciones).
Organizadores textuales Organizaciones retóricas de un discurso que influyen en la composición
y el recuerdo.
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Las estrategias coinstruccionales apoyan los contenidos curriculares durante el proceso
mismo de enseñanza-aprendizaje. Cubren funciones para que el aprendiz mejore la atención e
igualmente detecte la información principal, logre una mejor codificación y conceptualización de
los contenidos de aprendizaje, y organice, estructure e interrelacione las ideas importantes. Se
trata de funciones relacionadas con el logro de un aprendizaje con comprensión (Shuell, 1988).
Aquí pueden incluirse estrategias como ilustraciones, redes y mapas conceptuales, analogías y
cuadros C-Q-A, entre otras.
Por otra parte, las estrategias postinstruccionales se presentan al término del episodio
de enseñanza y permiten al alumno formar una visión sintética, integradora e incluso crítica del
material. En otros casos le permiten inclusive valorar su propio aprendizaje. Algunas de las
estrategias postinstruccionales más reconocidas son resúmenes finales, organizadores gráficos
(cuadros sinópticos simples y de doble columna), redes y mapas conceptuales.
Otra clasificación valiosa es aquella que se refiere a los procesos cognitivos activados
por las estrategias (véase Cooper, 1990; Díaz Barriga, 1993; Kiewra, 1991; Mayer, 1984; West,
Farmer y Wolff, 1991). Si bien es cierto que cada una de las estrategias incide en varios procesos
cognitivos, las hemos clasificado por el proceso al que predominantemente se asocian; no
obstante.
Con base en nuestro anterior trabajo, a continuación proponemos una clasificación más
elaborada, la cual nos servirá después para presentar con cierto grado de detalle cada una de las
estrategias a lo largo del capítulo.
Son aquellas estrategias dirigidas a activar los conocimientos previos de los alumnos o
incluso a generarlos cuando no existan. La importancia de los conocimientos previos resulta
fundamental para el aprendizaje. Su activación sirve en un doble sentido: para conocer lo que
saben sus alumnos y para utilizar tal conocimiento como base para promover nuevos
aprendizajes.
En este grupo podemos incluir también a aquellas estrategias que se concentran en ayudar
al esclarecimiento de las intenciones educativas que se pretenden lograr al término del episodio o
secuencia educativa.
Señalar explícitamente a los alumnos las intenciones educativas u objetivos, les ayuda a
desarrollar expectativas adecuadas sobre la sesión o secuencia instruccional que éstos abarcan, y
a encontrar sentido y valor funcional a los aprendizajes involucrados.
Por ende, podríamos decir que dichas estrategias son principalmente de tipo
preinstruccional, y se recomienda usarlas sobre todo al inicio de la sesión, episodio o secuencia
educativa, según sea el caso. Ejemplos de ellas son las preinterrogantes, la actividad generadora
de información previa (por ejemplo, discusión guiada; véase Cooper, 1990), la comunicación de
objetivos, etcétera.
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Estrategias para orientar y guiar a los aprendices sobre aspectos relevantes de los
contenidos de aprendizaje
Tales estrategias son aquellos recursos que el profesor o el diseñador utilizan para guiar,
orientar y ayudar a mantener la atención de los aprendices durante una sesión, discurso o texto.
La actividad de guía y orientación es una actividad fundamental para el desarrollo de cualquier
acto de aprendizaje. En este sentido, las estrategias de este grupo deben proponerse
preferentemente como estrategias de tipo coinstruccional dado que pueden aplicarse de manera
continua para indicar a los alumnos en qué conceptos o ideas focalizar los procesos de atención y
codificación. Algunas estrategias que se incluyen en este rubro son el uso de señalizaciones
internas y externas al discurso escrito, y las señalizaciones y estrategias discursivas orales.
Como el lector habrá notado, esta clase de estrategias tiene evidentes conexiones con la
anterior (la que se refiere a la mejora de la atención selectiva) y con aquellas que se dirigen a
potenciar el enlace entre conocimientos previos e información nueva (véase más abajo). Es así
porque la atención selectiva es una condición sine qua non para la elaboración profunda de la
información, en la cual necesariamente se utilizan los conocimientos previos. Sin embargo,
consideramos que vale la pena establecer la distinción porque si bien hay estrategias que
pudiesen encontrarse en cualquiera de las tres clases (especialmente en las dos primeras),
algunas de ellas, por la función predominante en la que inciden, se agrupan mejor dentro de ésta
que denominamos codificación elaborativa
Tales estrategias proveen de una mejor organización global de las ideas contenidas en la
información nueva por aprender. Proporcionar una adecuada organización a la información que
se ha de aprender, como ya hemos visto, mejora su significatividad lógica, y en consecuencia,
hace más probable el aprendizaje significativo de los alumnos. Mayer (1984) se ha referido a
este asunto de la organización entre las partes constitutivas de la información nueva a aprender
denominándolo: construcción de “conexiones internas”.
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Estrategias para promover el enlace entre los conocimientos previos y la nueva
información que se ha de aprender
Son aquellas estrategias destinadas a ayudar para crear enlaces adecuados entre los
conocimientos previos y la información nueva a aprender, asegurando con ello una mayor
significatividad de los aprendizajes logrados. De acuerdo con Mayer (ob. cit.), a este proceso de
integración entre lo “previo” y lo “nuevo” se le denomina: construcción de “conexiones
externas”.
Por las razones señaladas, se recomienda utilizar tales estrategias antes o durante la
instrucción para lograr mejores resultados en el aprendizaje. Las estrategias típicas de enlace
entre lo nuevo y lo previo son las de inspiración ausubeliana: los organizadores previos y las
analogías.
Dentro de este rubro vamos a incluir a todas aquellas estrategias dirigidas a activar o a
generar los conocimientos previos en los aprendices. Al mismo tiempo, tales actividades pueden
contribuir a esclarecer las expectativas apropiadas en los alumnos sobre los aprendizajes
próximos de información nueva.
Conviene que para el buen uso de ellas se tomen en cuenta los siguientes aspectos (véase
Cooper, 1990):
a) Hacer una identificación previa de los conceptos centrales de la información que los alumnos
van a aprender o de la línea argumental del texto a revisar.
b) Tener presente qué es lo que se espera que aprendan los alumnos en la situación de enseñanza
y aprendizaje.
c) Explorar los conocimientos previos pertinentes de los alumnos para activarlos (cuando existan
evidencias de que los alumnos los posean) o generarlos (cuando se sepa que los alumnos poseen
escasos conocimientos previos pertinentes o que no los tienen).
De entre las estrategias que se emplean en tal sentido, vamos a presentar aquí las que nos
han parecido más efectivas, es decir: la actividad focal introductoria, la discusión guiada y la
actividad generadora de información previa.
Los tipos de actividad focal introductoria más efectivos que pueden utilizarse son
aquellos que presentan situaciones sorprendentes, incongruentes o discrepantes con los
conocimientos previos de los alumnos. Un ejemplo de actividad focal introductoria para
plantearse antes de tratar el tema de materiales conductores o aislantes consiste en envolver un
trozo de hielo en papel aluminio y otro en un pedazo de tela gruesa (juzgado por ellos mismos
como tela “caliente”) y animar a los aprendices a predecir cuál de ellos se derretirá primero y por
qué creen que será así. Otro ejemplo, al estudiar el tema de flotación de cuerpos, consiste en
utilizar distintos materiales con diferente densidad que propongan una experiencia
“contraintuitiva” y pedir que predigan cuáles se hundirán y cuáles no, y que expongan sus
hipótesis sobre las variables involucradas en la flotación de los cuerpos.
De este modo, las funciones centrales de esta estrategia serían las siguientes:
• Actuar como situaciones que activan los conocimientos previos de los alumnos. Especialmente
cuando la presentación de la estrategia se acompaña de participaciones de los alumnos para
exponer razones, hipótesis, etcétera.
Discusión guiada
En este caso se trata de una estrategia que, aunque no lo parezca, requiere de cierta
planificación. Dicha planificación debe hacerse en principio, partiendo de los tres aspectos que
deben considerarse para toda actividad que intente generar o crear información previa.
Cooper (1990) define a la discusión como “un procedimiento interactivo a partir del cual
profesor y alumnos hablan acerca de un tema determinado” (p. 114). En la aplicación de esta
estrategia desde el inicio los alumnos activan sus conocimientos previos, y gracias a los
intercambios en la discusión con el profesor pueden ir desarrollando y compartiendo con los
otros información previa que pudieron no poseer (o al menos no del mismo modo) antes de que
la estrategia fuese iniciada.
• Tenga claros los objetivos de la discusión, así como hacia dónde quiere conducirla: activar y
favorecer la compartición de conocimientos previos pertinentes que sirvan al aprendizaje de los
nuevos contenidos.
• Inicie la discusión introduciendo de manera general la temática central del nuevo contenido de
aprendizaje solicitando la participación de los alumnos sobre lo que saben de ésta. Anime a
participar a una buena cantidad de alumnos, de manera que los otros escuchen y se involucren
activamente.
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• En la discusión, elabore preguntas abiertas que requieran más que una respuesta afirmativa o
negativa. Dé tiempo para que los alumnos respondan.
• Maneje la discusión como un diálogo informal en un clima de respeto y apertura. Anime a que
los alumnos también hagan preguntas sobre las respuestas escuchadas de sus compañeros.
• No deje que la discusión se demore demasiado ni que se disperse; la discusión debe ser breve,
bien dirigida (sin que parezca que lo está haciendo) y participativa.
• La información previa pertinente que interesa activar y compartir, si se desea, puede anotarse
en el pizarrón a la vista de los alumnos.
Una actividad generadora de información previa es una estrategia que permite a los
alumnos activar, reflexionar y compartir los conocimientos previos sobre un tema determinado.
Algunos autores se refieren a ésta como “lluvia de ideas” o “tormenta de ideas” (Wray y Lewis,
2000).
Cooper (ob. cit.) propone las siguientes actividades para llevarla a cabo:
• Pida a los alumnos que, sobre dicha temática, anoten todas o un número determinado de ideas
(por ejemplo, 5 o 10) que conozcan en relación con ella. Los alumnos pueden participar en esta
tarea de forma individual, en pequeños equipos o con el grupo completo. Incluso si los alumnos
ya saben elaborar mapas conceptuales o algún tipo de representación gráfica conocida, se les
solicita que elaboren uno con las ideas de la lista (especialmente cuando se realiza de forma
individual o en grupos pequeños). Marque un tiempo limitado para la realización de la tarea.
• Pida a cada alumno o al grupo que lea sus listas (que escriba sus mapas, según sea el caso) de
ideas o conceptos relacionados ante el grupo total, y anótelas en el pizarrón.
• Recupere las ideas y origine una breve discusión; procure que vayan relacionadas con la
información nueva por aprender (aquí puede ser útil un mapa conceptual construido por el
docente). Puede terminar la actividad con el señalamiento del objetivo del episodio instruccional
a seguir o animar a los alumnos a descubrirlo con su ayuda.
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sirven a ciertos fines. Procure que estas estrategias no se conviertan en la actividad central de la
sesión o sesiones de enseñanza-aprendizaje.
Objetivos o intenciones
Los objetivos o intenciones educativos son enunciados que describen con claridad las
actividades de aprendizaje y los efectos que se pretenden conseguir en el aprendizaje de los
alumnos al finalizar una experiencia, sesión, episodio o ciclo escolar.
Como han señalado de manera acertada Coll y Bolea (1990), cualquier situación
educativa se caracteriza por tener una cierta intencionalidad, lo cual quiere decir que en cualquier
situación pedagógica, uno o varios agentes educativos (por ejemplo, profesores, textos, etcétera)
desarrollan una serie de acciones o prácticas encaminadas a influir o provocar un conjunto de
aprendizajes en los alumnos con una cierta dirección, y con uno o más propósitos determinados.
Es sabido que los objetivos tienen un papel central en las actividades de planificación,
organización y evaluación de la actividad docente; pero en esta ocasión vamos a situarnos en el
plano propiamente instruccional con el interés de describir cómo los objetivos pueden actuar
como auténticas estrategias de enseñanza.
De este modo, es pertinente puntualizar que como estrategias de enseñanza deben ser
construidos en forma directa, clara y entendible utilizando una redacción y un vocabulario
apropiados para el alumno; de igual manera es necesario dejar en claro en su enunciación las
actividades, contenidos y/o resultados esperados (lo que interese más enfatizar) que deseamos
promover en la situación pedagógica.
Por cierto, las actividades que se expresen en los objetivos deberán ser aquellas que
persigan el logro de aprendizajes significativos. Al respecto, Perkins (1999) señala que los
aprendizajes con comprensión (término con muchas semejanzas al de aprendizaje significativo)
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deben demostrar el uso inteligente y flexible de lo aprendido ante situaciones novedosas. De este
modo, las actividades que demuestren un desempeño flexible, o que permitan ir más allá de la
mera reproducción o memorización de los aprendizajes, deberían ser las que tuvieran más
cabida, dentro de la enunciación de los objetivos como instrumentos curriculares y como
estrategias de enseñanza.
Las funciones de los objetivos como estrategias de enseñanza son las siguientes
(véase Cooper, 1990; García Madruga, Martín Cordero, Luque y Santamaría, 1995; Shuell,
1988):
• Servir como criterios para poder discriminar los aspectos relevantes de los contenidos o de la
instrucción (sea por vía oral o escrita) sobre los que hay que realizar un mayor esfuerzo y
procesamiento cognitivo.
• Permitir a los alumnos formar un criterio sobre qué se esperará de ellos durante y al término de
una clase, episodio o curso. Este criterio debe considerarse clave para la evaluación.
Con base en lo antes dicho, proponemos las siguientes recomendaciones para el uso de
los objetivos como estrategias de enseñanza:
1. Cerciórese de que son formulados con claridad, señalando la actividad, los contenidos y/o los
criterios de evaluación (enfatice cada uno de ellos según lo que intente conseguir en los
alumnos). Use un vocabulario apropiado para los aprendices y pida que éstos den su
interpretación para verificar si es o no la correcta.
2. Anime a los alumnos a aproximarse a los objetivos antes de iniciar cualquier actividad de
enseñanza o de aprendizaje.
3. Puede discutir el planteamiento (el porqué y para qué) o la formulación de los objetivos con
sus alumnos, siempre que existan las condiciones para hacerlo.
4. Cuando se trata de una clase, el objetivo puede ser enunciado verbalmente o presentarse en
forma escrita. Esta última es más plausible que la primera, además es recomendable mantener
presente el objetivo (en particular con los aprendices menos maduros) a lo largo de las
actividades realizadas en clase.
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5. No enuncie demasiados objetivos, porque los alumnos pueden extraviarse o desear evitarlos
antes que aproximarse a ellos. Es mejor uno o dos objetivos bien formulados sobre los aspectos
cruciales de la situación de enseñanza (la generalidad de su formulación dependerá del tiempo
instruccional que abarque), para que realmente orienten sus expectativas y los procesos
cognitivos involucrados en el aprendizaje.
B. Estrategias para orientar y guiar a los aprendices sobre aspectos relevantes de los
contenidos de aprendizaje
Señalizaciones
Tal estrategia conlleva una tradición muy consolidada en el campo del diseño de textos
instruccionales. Aunque recientemente, gracias a los trabajos y metodologías sobre el análisis del
discurso en el aula que han aparecido en los últimos años, se han identificado algunas
señalizaciones y claves del discurso que resultan útiles para beneficio del aprendizaje de los
alumnos.
Dadas las diferencias evidentes que existen entre el discurso escrito y el discurso
pedagógico (oral) empleado en las aulas, presentamos por separado los tipos de estrategias de
señalización para cada una de dichas modalidades, así como sus usos posibles.
Las señalizaciones intratextuales son aquellos recursos lingüísticos que utiliza el autor o
diseñador de un texto, dentro de las posibilidades que le permite su discurso escrito, para
destacar aspectos importantes del contenido temático. Antes de presentar algunas de las que han
demostrado ser más eficaces, y para que puedan ser mejor comprendidas, haremos una revisión
introductoria a algunas consideraciones relativas a factores importantes en el diseño y
estructuración de los textos.
Según Kieras, los párrafos deben estructurarse comenzando por presentar la idea esencial
de inicio y, posteriormente, las ideas secundarias conectadas con ella. Otros autores añaden a lo
anterior que las ideas centrales puestas al inicio de los textos actúan como señales o marcos
contextuales, e indican al lector cuáles van a ser los contenidos relevantes que serán tratados en
ellos (véase Hernández y García, ob. cit.). También existe evidencia sobre el llamado “efecto de
primacía”, que indica que la información puesta a inicio de los textos tiene una alta probabilidad
de recordarse mejor.
En síntesis, una buena conexión entre las ideas introducidas en el texto, y de éstas con los
conocimientos previos, asegura una mejor comprensión y aprendizaje de la información
contenida en él.
d) Expresiones aclaratorias que revelan el punto de vista del autor. Consisten en expresiones
usadas por el autor o diseñador para destacar su punto de vista personal, poniendo énfasis o
aclarando asuntos de relevancia (por ejemplo, “Cabe destacar que”, “Por desgracia, “Pongamos
atención a...”, etcétera).
Estas señalizaciones no añaden información adicional al texto, tan sólo lo hacen explícito
u orientan al lector hacia lo que se considera más relevante a ser comprendido.
Más allá de las señalizaciones quisiéramos presentar, otras estrategias que el autor o
el diseñador pueden utilizar y que estarían más abocadas a reforzar la codificación y la
asimilación de la información del lector (Hartley, 1996; Hernández y García, ob. cit.). Estas
son las siguientes:
a) Explicitación de conceptos. Consiste en exponer los conceptos de interés dándoles una mayor
claridad en su presentación (por ejemplo, exposición apropiada de sus características
definidoras) o proveyéndoles de mayor contexto para elaborar conexiones internas (relaciones
con otros conceptos subordinados o supraordinados) o de conexiones externas (con los
conocimientos previos).
b) Uso de redundancias. Se refiere al uso de formas lingüísticas alternativas que hablen sobre las
mismas ideas o conceptos ya presentados (aunque sin llegar a la repetición), con la intención de
que sean objeto de un procesamiento ulterior en la memoria operativa.
• Empleo de cajas para incluir material que se considera valioso (ejemplos, anécdotas o
bibliografía adicional).
• Inclusión de notas al calce o al margen para enfatizar la información clave (pueden ser
conceptos, frases o hasta pequeños mapas conceptuales).
3. Hacer un uso racional de dichas estrategias puesto que su función es detectar la información
más importante y organizarla. Un empleo exagerado e inconsistente de ellas no permitirá al
alumno diferenciar lo esencial de lo secundario.
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4. En los textos académicos es posible alternar las señalizaciones intratextuales o extratextuales o
incluso pueden utilizarse conjuntamente. Se debe cuidar que su uso sea estratégico y no
desmesurado, de lo contrario, perderán sentido.
Gracias a los análisis recientes que se han hecho sobre el discurso en las aulas, ha sido
posible identificar una serie de estrategias discursivas que los profesores utilizan para orientar,
dirigir y guiar el aprendizaje de los alumnos en el contexto de la situación escolar (en otros
contextos, con seguridad habrá otras variedades de estrategias discursivas).
En este apartado seguimos las aportaciones de Edwards y Mercer (1988; véase también
Mercer, 1997) sin abundar demasiado en ellas, porque un tratamiento adecuado de éstos y otros
trabajos (por ejemplo, Coll et al., 1992; García, Secundino y Navarro, 2000; Lemke, 1997)
rebasaría las características del presente capítulo (para los lectores interesados, sugerimos
aproximarse a dichas obras).
Mercer (ob. cit.), por ejemplo, ha identificado ciertas estrategias y/o formas de
conversación utilizadas para construir una versión con junta del conocimiento con los
aprendices. Tales estrategias, según su objetivo, se clasifican en tres categorías:
c) Para describir las experiencias de clase que se comparten con los alumnos.
Los profesores necesitan saber lo que saben los alumnos y cómo y cuánto van
progresando en sus aprendizajes. En tal sentido utilizan dos tipos de estrategias básicas en
relación con la categoría a).
Tales estrategias son: las preguntas elaboradas por el profesor y lo que Mercer (ob. cit.)
denomina técnica de “obtención mediante pistas”.
Si bien muchas de las preguntas que los profesores hacen a los alumnos tienen como
propósito lograr el control de los alumnos (Mercer, 1997; Lemke, 1997), otras pueden llegar a
ser muy relevantes para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Mercer (ob. cit.), por ejemplo,
señala que las preguntas más efectivas son aquellas que se hacen con el propósito de guiar los
esfuerzos de construcción de los estudiantes (preguntas tales como: ¿por qué hiciste...?;
¿explícame cuál es la razón...?, ¿qué pasaría si...?).
Estas preguntas, en cierto sentido, ayudan a que el alumno ponga atención sobre
determinados aspectos de los contenidos, o sobre las acciones relacionadas con ellos, y a que se
esfuerce yendo más allá de su comprensión inmediata.
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En otros momentos, cuando los docentes están explicando o hacen una pregunta que los
alumnos no pueden contestar de inmediato, pueden emplear la estrategia de “obtención mediante
pistas” que consiste en “conseguir” participaciones o respuestas de los alumnos (según sea el
caso) por vía indirecta, mediante pistas visuales o no verbales (incluso pueden ser verbales). Las
pistas son dadas por el maestro de forma estratégica, buscando no decir la respuesta correcta sino
sólo insinuarla, y queda en el (los) alumno(s) apoyarse en ellas para dar con la respuesta o la idea
que se está solicitando.
El uso de dicha estrategia puede justificarse por el hecho de animar a que los alumnos
participen activamente en el proceso de construcción y a que tomen nota de los aspectos
relevantes que se están tratando.
Los profesores también emplean otra clase de estrategias que esencialmente sirven para
retroalimentar o guiar a los aprendices cuando éstos intervienen por medio de participaciones
espontáneas o respuestas dadas a una pregunta del profesor (categoría b) (véase el cuadro 5.6,
donde se ilustran algunas de las estrategias de esta clase).
Una de las estrategias comúnmente empleadas, que sirven para incorporar las
participaciones de los alumnos en el diálogo es la de confirmación de las mismas (por ejemplo,
“sí, lo que acabas de decir está bien dicho...” [cuando realmente lo sea]). Esta estrategia también
sirve para destacar que lo que ha sido dicho por un alumno, desde el punto de vista del docente,
queda legitimado y se considera correcto.
La estrategia de reformulación sirve para dar una versión más ordenada o estructurada de
lo que los alumnos han opinado sin la precisión o habilidad suficiente. Aquí el docente integra lo
que hayan dicho uno o varios alumnos, y al mismo tiempo, recompone lo que considera
necesario, para que quede claro cómo es que habrá de comprenderse y aprenderse.
Finalmente, los profesores pueden usar dos estrategias adicionales, cuando las respuestas
u opiniones espontáneas de los alumnos son incorrectas, inexactas o inapropiadas. Estas son las
de rechazar e ignorar, las cuales deben ser empleadas con cierto cuidado, acompañándolas de
explicaciones sobre por qué no se consideran adecuadas.
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Respecto a las estrategias de la categoría c), éstas ayudan a que los alumnos perciban la
continuidad de lo que han venido construyendo desde que iniciaron las actividades de enseñanza
y aprendizaje; también sirven para demostrarles cómo las cosas que se han venido aprendiendo
con anterioridad han mejorado sus niveles de comprensión. De nuevo el uso de estrategias en el
discurso contribuye de manera importante en ello, así como en el proceso de sentar las bases de
lo que a continuación se aprenderá.
Las frases que el profesor utiliza en clase del tipo “Nosotros. . . “, donde se involucra él
mismo junto con el grupo clase, es una de las estrategias que se emplean eficazmente para
utilizar experiencias y/o conocimientos compartidos, logrados en momentos previos de una
secuencia o episodio didáctico, y para ponerlos en relación con otras cuestiones que se están
aprendiendo sobre la marcha. También ayudan a que los alumnos perciban que se ha logrado
compartir una serie de saberes gracias a la experiencia pedagógica compartida.
Según estos autores el discurso expositivo pedagógico (como cualquier otro acto
comunicativo) estructura esencialmente por medio del compromiso entre lo “dado” y lo “nuevo”.
Lo nuevo, expresado por medio del discurso, tiene que estructurarse adecuadamente para
que sea comprendido por el alumno. Se debe desarrollar en forma apropiada en los niveles
micro, macro y superestructural En el nivel microestructural, debe poseer coherencia local y
permitir la progresión temática (aquí son importantes las estrategias discursivas tales como:
advertir cuando se introduce un tema nuevo, señalar de qué se va a hablar, señalar que se
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continúa hablando de lo mismo, etcétera); en el nivel macroestructural debe procurarse que tenga
una cierta coherencia temática global (para este nivel, por ejemplo, resulta importante el empleo
de repeticiones, parafraseos, recapitulaciones, etcétera); y en el nivel superestructural es
necesario que exista un patrón u organización (señalizar y reiterar la relación retórica global, por
ejemplo, de que la explicación es en gran medida una exposición enumerativa o de comparación
entre dos temáticas, etcétera).
Sin intentar elaborar una reseña minuciosa de dichos trabajos (remitimos al lector
interesado a revisar las obras citadas del grupo de E. Sánchez), lo que nos interesa resaltar son
las diferencias encontradas entre los profesores expertos y los principiantes en la construcción de
su discurso expositivo, a partir de esta propuesta de análisis. De manera simplificada, dichas
diferencias encontradas son las siguientes:
• Los profesores expertos crean un contexto cognitivo más completo (evocan contenidos
verdaderamente conocidos por los alumnos). Emplean más recursos (por ejemplo, evocaciones,
indagaciones, uso frecuente de frases tales como: “esto es importante para entender...”) y los
usan en forma estratégica para crear dichos contextos.
• Los profesores expertos estructuran su discurso de información nueva (un discurso dosificado
de ideas) añadiendo una cantidad significativa de repeticiones, ejemplos simples y
recapitulaciones, entre otras cuestiones. Mientras que los profesores novatos muestran una
tendencia opuesta: introducen una cantidad exagerada de ideas nuevas sin apoyos (como los
mencionados a nivel micro y macroestructural) que les den un buen apuntalamiento y sentido.
• Los profesores expertos usan señalizaciones para identificar y presentar ideas o temas nuevos,
y para demostrar la existencia de continuidad temática, con mayor frecuencia y destreza que los
principiantes.
• El uso que los expertos hacen de las repeticiones, etcétera, lo aplican estratégicamente a las
ideas más importantes de su discurso. Por ejemplo, las recapitulaciones se utilizan de manera
contigua a la elaboración de una idea muy relevante en la exposición global.
• Los expertos aplican estrategias evaluativas informales (por ejemplo, preguntas dirigidas a los
alumnos para asegurarse de que “se está comprendiendo”) para verificar si se comprenden las
ideas principales de su discurso. Los profesores principiantes casi no realizan evaluaciones.
Como podrá concluirse de los trabajos revisados en esta sección, en el discurso del
profesor, sea que éste se estructure por vía predominantemente expositiva y/o que se desarrolle
inmerso en un diálogo interactivo construido conjuntamente con los alumnos, pueden usarse
distintos tipos de estrategias discursivas en beneficio del proceso de enseñanza-aprendizaje.
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Una vez más, lo importante es que estas habilidades y estrategias discursivas estén
presentes y que, sobre todo, se intente hacer un uso reflexivo y estratégico de las mismas.
Ilustraciones
Se han utilizado con mayor frecuencia en áreas como las ciencias naturales y disciplinas
tecnológicas, no así en áreas como humanidades, literatura y ciencias sociales, donde
generalmente, en comparación con las anteriores, ha sido menor su presencia.
Se ha dicho con cierta agudeza que una imagen vale más que mil palabras; sin embargo,
este refrán debe relativizarse en función de qué imagen, discurso, convenciones e intérpretes
sean a quienes nos estemos refiriendo. Las imágenes serán interpretadas no sólo por lo que ellas
representan como entidades pictóricas, sino también como producto de los conocimientos
previos, las actitudes, etcétera, del receptor.
Precisamente las cuestiones mencionadas son algunas de las características que debemos
considerar para el buen uso de las ilustraciones, lo cual quiere decir que para utilizar
ilustraciones debemos plantearnos de una o de otra forma las siguientes cuestiones: a) qué
imágenes queremos presentar (calidad, cantidad, utilidad); b) con qué intenciones (describir,
explicar, complementar, reforzar); c) asociadas a qué discurso, y d) a quiénes serán dirigidas
(características de los alumnos, como conocimientos previos, nivel de desarrollo cognitivo,
etcétera).
No obstante, es indudable reconocer que las ilustraciones casi siempre son muy
recomendables para comunicar ideas de tipo concreto o de bajo nivel de abstracción, conceptos
de tipo visual o espacial, eventos que ocurren de manera simultánea, y también para ilustrar
procedimientos o instrucciones (Hartley, 1985).
En los textos, aunque también en las clases escolares, las relaciones establecidas entre
discurso e imágenes pictóricas, muestran una preponderancia a favor del texto, por lo que las
ilustraciones muchas veces sirven para representar algunas cosas dichas en el discurso o bien
para complementar, presentando cierta información adicional a lo que el discurso dice.
22
Descriptiva
Este tipo de ilustraciones muestran cómo es un objeto físicamente, nos dan una impresión
holística del mismo, sobre todo cuando es difícil describirlo o comprenderlo en términos
verbales. Lo importante es conseguir que el alumno identifique visualmente las características
centrales o definitorias del objeto.
Expresiva
Construccional
Estas ilustraciones resultan muy útiles cuando se busca explicar los componentes o
elementos de una totalidad ya sea un objeto, un aparato o un sistema. Hay que reconocer que
entre las ilustraciones constructivas y los mapas (por ejemplo, croquis, planos, mapas) hay un
continuo y constituyen toda una yeta amplia de información gráfica, que bien podría
considerarse aparte (véase Postigo y Pozo, 1999). Lo importante en el uso de tales ilustraciones
es que los alumnos aprendan los aspectos estructurales que interesa resaltar del objeto o sistema
representado.
Más ejemplos de ilustraciones construccionales son: diagramas de las partes de una máquina;
diferentes vistas de un transductor neumático; esquema de las partes del aparato reproductor
femenino
.
Funcional
Más ejemplos: diagrama de los primeros auxilios y pasos a seguir para transportar a una
persona fracturada; esquema con los pasos de un procedimiento para elaborar programas de
estudio.
Asimismo, varios estudios han demostrado que las ilustraciones inducen la formación de
imágenes mentales en los aprendices o lectores quienes las reciben; de hecho, existe evidencia
empírica que demuestra que las ilustraciones se igualan en efectividad con la instrucción
explícita para elaborar imágenes mentales (véase Balluerka, 1995).
Después de una amplia revisión de la literatura realizada por Levie y cois. (Levie y Lentz,
1982; Anglin, Towers y Levie, 1996; véase también Branden, 1996) sobre el uso de las
ilustraciones, se puede concluir que éstas facilitan el aprendizaje cuando se presentan con
materiales textuales. Otras conclusiones más específicas de interés son las siguientes:
d) Las ilustraciones pueden utilizarse en ciertas ocasiones como eficaces y eficientes sustitutos
de palabras.
e) Los aprendices pueden fallar para hacer uso efectivo de ilustraciones complejas, a menos que
se les den pistas apropiadas para hacerlo.
f) Las ilustraciones mejoran la disposición del aprendiz y pueden emplearse para evocar
reacciones afectivas.
g) En general, el uso de las ilustraciones favorece más a los estudiantes de menor edad y con
escasa habilidad verbal; aunque habría también que tomar en cuenta aquí los estilos cognitivos y
las preferencias de codificación que tienen los alumnos (Hernández y García, 1991).
h) Las ilustraciones suelen ser más útiles para los malos que para los buenos lectores.
i) Las variables de las ilustraciones tales como: tamaño, posición en la página, estilo, color y
grado de realismo llegan a afectar la atención; pero no necesariamente constituyen ayudas
adicionales significativas para el aprendizaje.
Vale la pena reiterar que el simple uso cosmético de las ilustraciones en los textos no
conduce a nada y menos cuando la dificultad del texto es alta, porque surge un efecto distractor
más que facilitador. De este modo, resulta necesario cuidar que las ilustraciones sean utilizadas
como verdaderos apoyos de los contenidos que se consideran valiosos a aprender (véase Pérez,
Llorente y Andrieu, 1997).
2. Incluir ilustraciones que tengan estrecha relación con los contenidos más relevantes que a
enseñar (Anglin, Towers y Levie, 1996; Hernández y García, 1991). Es necesario colocarlas
cerca del contenido al que se refieren. Es mejor incluir unas cuantas ilustraciones que se
relacionen con las ideas relevantes y entre sí mismas, que incluir demasiadas ilustraciones
inconexas o decorativas que provoquen saturación.
3. Vincular de manera explícita las ilustraciones con la información que representan. En el caso
de un texto, pueden emplearse pies de figura y referencias a las ilustraciones. Una ilustración
inconexa no favorece el aprendizaje y el alumno tiende a “saltarla” al revisar el texto.
4. Las ilustraciones a color serán preferibles a las de blanco y negro sólo si esta dimensión añade
información relevante sobre el contenido que se ilustra, o si se busca realzar el atractivo del
material. De no ser así, el color influye poco en el aprendizaje.
25
6. Es preferible que las ilustraciones sean “autocontenidas” en el sentido de aclarar, por sí
mismas, qué están representando.
7. Son preferibles las ilustraciones completas y realistas que las abstractas, sobre todo para el
caso de estudiantes de poca edad.
Los modelos permiten representar cómo son o funcionan ciertos objetos, procesos o
situaciones. En cierto modo, son emulaciones especialmente diseñadas a partir de lo que hemos
llegado a saber de la porción de la realidad a la que se refieren.
Dentro de las simulaciones utilizadas en la enseñanza podemos distinguir dos tipos: las
simulaciones simbólicas y las experienciales (Gredler, 1996). Las simulaciones simbólicas son
una forma de “modelización” posible gracias a los recursos de la tecnología informática.
Por otro lado, las simulaciones experienciales, también conocidas como dramatizaciones,
son representaciones donde el aprendiz puede tener la oportunidad de participar dentro de la
simulación. Se prestan mucho para emular eventos, acontecimientos o temas sociales. Proponer
una dramatización en clase puede ser una experiencia que motive mucho a los participantes de la
26
misma y a los alumnos en general. Aunque tal vez lleve un poco de tiempo su preparación, los
resultados sobre la motivación de los alumnos son más que evidentes.
Finalmente, se encuentra el campo del realia que mientras sea posible, debe abrirse y
preferirse para gozo de los aprendices. No hay nada como los objetos auténticos y tangibles.
Todos los recursos anteriores, incluyendo las ilustraciones, son modos de representar lo real para
los alumnos y cada uno de ellos lo hará con cierto grado de fidelidad y éxito; pero siempre
seguirá siendo un sustituto al que se recurre porque muchas veces los objetos reales no pueden
llevarse a las aulas, o porque llevar una ilustración, un modelo o una simulación puede resultar
menos costoso y más práctico.
Siempre que sea posible y de acuerdo con los fines pedagógicos que se persigan, será
mejor presentar ante los ojos de los alumnos objetos reales y tangibles, que ellos observen y
experimenten directamente.
Gráficas
Las gráficas son otro tipo más dentro de los distintos tipos de información gráfica (véase
Postigo y Pozo, 1999). Se trata de recursos que expresan relaciones de tipo numérico o
cuantitativo entre dos o más factores o variables por medio de líneas, sectores, barras, etcétera.
Las gráficas básicamente son de dos tipos: lógico-matemática (gráficas tipo polígono) y
de arreglo de datos (gráficas tipo histogramas, tipo “torta”, etcétera).
Gráfica lógico-matemática
Para el caso de las gráficas, es menester que los alumnos aprendan cómo interpretarlas
(algo que algunos autores han denominado alfabetización gráfica o graphicacy, véase Postigo y
Pozo, 1999), de lo contrario su utilización como estrategias no tendría ningún sentido para ellos.
27
De hecho, esta alfabetización gráfica se considera cada vez más necesaria en un mundo de
información, dentro y fuera de la escuela, plagado de un sinfín de información gráfica
(ilustraciones, gráficas, diagramas, mapas, planos, etcétera) en todas las áreas del conocimiento.
Ayudan a comprender mejor las relaciones cuantitativas que si éstas se expresaran en forma
puramente verbal. Es más, muchas relaciones cuantitativas son difíciles de comprender si no se
utilizan las gráficas.
Varias de las recomendaciones en el uso y diseño de las ilustraciones son comunes a las de las
gráficas. A continuación exponemos las más asociadas con estas últimas:
2. Se requiere vincular de manera explícita las gráficas con la información que representan. Es
indispensable rotularlas y aclarar qué fenómenos o variables se están representando.
3. Deberán emplearse dentro del texto pies de figura y referencias a las ilustraciones (por
ejemplo: “véase la gráfica número x que ilustra...”). Una gráfica aislada no le dice nada al
alumno o al lector.
4. Con las ventajas técnicas existentes hoy en día, las gráficas pueden elaborarse en formas
sofisticadas (uso del color, diseño tridimensional, etcétera); pero hay que cuidar que siempre
dejen en claro las relaciones cuantitativas que interesa discutir con los alumnos
.
5. Con las gráficas llega a darse el caso de que el texto dependa de lo que la gráfica describe (y
no al revés como con muchas ilustraciones); es decir, la relación verboicónica puede basarse
menos en el texto y más en la gráfica, por tal razón es importante presentar gráficas bien
diseñadas y adjuntar explicaciones adecuadas a ellas, para que, al mismo tiempo que enseñan el
contenido que interesa resaltar, vayan mostrando al alumno-lector cómo hacer una lectura de la
misma en forma apropiada y promoverse así la doble lectura texto-gráfica.
Preguntas intercaladas
Las preguntas intercaladas son aquellas que se plantean al alumno a lo largo del material
o situación de enseñanza y tienen como intención facilitar su aprendizaje. Se les denomina
también preguntas adjuntas o insertadas (Balluerka, 1995; Hernández y García, 1991; Rickards y
Denner, ‘8; Rickards, 1980).
Esta estrategia de enseñanza ha sido ampliamente investigada sobre todo en el campo del
diseño de textos académicos, Por tal razón, nuestra exposición se centrará principalmente en el
ámbito de tal modalidad.
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Las preguntas intercaladas, como su nombre lo indica, se van insertando en partes
importantes texto cada determinado número de secciones o párrafos, de modo que los
lectores las contestan a la par que van leyendo el texto.
Cook y Mayer (1983) han señalado que las preguntas intercaladas favorecen los procesos
de:
Los dos primeros procesos son los que se encuentran más involucrados en el uso de las
preguntas; y si éstas se elaboran correctamente (preguntas de alto nivel) es factible abarcar los
tres.
Según Rickards y Deriner (ob. cit.) es posible identificar varios factores críticos en su
uso: a) la posición, b) la frecuencia, c) el nivel de procesamiento que demandan y d) la
interacción entre ellos.
En relación con la posición que guardan con el contenido a aprender, las preguntas se
clasifican en preguntas y pospreguntas.
El número de párrafos en que deberán intercalarse las preguntas, por supuesto, no se halla
establecido; el diseñador lo seleccionará considerando que se haga referencia a un núcleo de
contenido importante.
Además, se ha comprobado que el factor frecuencia no parece ser tan relevante, puesto
que lo más importante es la calidad de las preguntas que se elaboran.
29
Por lo general, en los libros de texto las preguntas intercaladas se redactan bajo la
modalidad de reactivos de respuesta breve o completamiento; aunque es posible emplear,
siempre que sea pertinente, otros tipos de reactivos, o bien, referirse a respuestas de tipo ensayo
o a actividades de otra índole.
Por lo anteriormente expuesto, es posible afirmar que las principales funciones de las
preguntas intercaladas son (véase Hernández y García, 1991):
1. Es conveniente su empleo cuando se trabaja con textos extensos que incluyen mucha
información conceptual, o cuando se demuestra que es difícil para el alumno inferir cuál es la
información principal o integrarla globalmente. Se recomienda hacer un análisis previo de las
partes del texto que contienen la información central o identificar los contenidos que interesa que
los lectores-alumnos aprendan, para posteriormente hacer una inserción apropiada y pertinente
de las preguntas, ya sea antes o después de los párrafos, según sea lo que interese resaltar o
promover.
4. Se sugiere dejar al alumno un espacio para escribir la respuesta. Esto es más conveniente que
sólo pedirle que la piense o verbalice.
5. Se deben proporcionar instrucciones apropiadas (pueden ponerse al inicio del texto) al lector
sobre cómo manejar las preguntas intercaladas, indicándole que no las salte.
6. Tienen que ofrecer retroalimentación correctiva si se desea monitorear el aprendizaje del
alumno. Es conveniente no presentarle en forma inmediata o adyacente la respuesta, para no
inducir a su simple copia; puede prepararse una sección especial con la retroalimentación.
30
D. Estrategias para organizar la información nueva a aprender
Resumen
Una práctica muy difundida en todos los niveles educativos es el empleo de resúmenes
sobre el material que se habrá de aprender. No debemos olvidar que como estrategia de
enseñanza, el resumen será elaborado por el profesor o el diseñador de textos, para luego
proporcionárselo al estudiante como una propuesta mejor organizada del cúmulo de ideas que ya
se han discutido o expuesto.
Un resumen es una versión breve del contenido que habrá de aprenderse, donde se
enfatizan los puntos más importantes de la información. Dicho en términos de Kintsch y Van
Dijk un resumen alude directamente a la macroestructura de un discurso oral o escrito. Para
construir la macroestructura de un texto es necesario aplicar las macrorreglas de supresión,
generalización o construcción (Kintsch y Van Dijk, 1978; Sánchez, 1993; Van Dijk o Kintsch,
1983).
Para elaborar un resumen de un texto cualquiera, se tiene que hacer necesariamente una
jerarquización de la información contenida en él, en términos de su importancia (dicha
jerarquización en ocasiones está claramente marcada en el texto original, pero en otras no y corre
a cargo del procesamiento del lector).
Así, en la elaboración del resumen, los lectores deben ser sensibles a los distintos tipos de
información en la jerarquía del texto procesado, para proceder seleccionando los contenidos
clave omitiendo paralelamente la información trivial y de importancia secundaria (aplicación de
las macrorreglas de supresión). Aunque también deben realizar operaciones más sofisticadas de
condensación, integración y de construcción de la información (macrorreglas de generalización y
construcción), sobre todo cuando se trata de discursos largos y complejos.
Un buen resumen debe comunicar las ideas de manera expedita, precisa y ágil. Puede
incluirse antes de la presentación del texto o de una lección, en cuyo caso sería una estrategia
preinstruccional; o bien, aparecer al final de estos elementos, funcionando como estrategia
postinstruccional. Pero también es posible construirlo en forma acumulativa, en conjunción con
los alumnos durante la secuencia de enseñanza, en cuyo caso fungiría como estrategia
coinstruccional.
• Ubicar al alumno dentro de la estructura u organización general del material que se habrá de
aprender.
Por lo general, un resumen se elabora en forma de prosa escrita, aunque también llega a
diseñarse esquemáticamente numerando o marcando las ideas principales; o bien,
representándolo con ciertos apoyos gráficos (cuadros sinópticos o mapas que expresen los
conceptos más importantes y sus relaciones; véase más adelante).
1. Diseñar resúmenes cuando el material que habrá de aprenderse sea extenso y contenga
información con diferentes niveles de importancia; es decir, cuando pueda jerarquizarse toda
la información del texto y diferenciarse la principal de la secundaria (véase el efecto de los
niveles del que hablábamos arriba).
32
Organizadores gráficos
Por tales razones, nos limitaremos a presentar aquí los distintos tipos de cuadros
sinópticos (también llamados: marcos, grillas o tramas) y los diagramas simples que
jerarquizan la información.
Un cuadro sinóptico proporciona una estructura coherente global de una temática y sus
múltiples relaciones. Organiza la información sobre uno o varios temas centrales que forman
parte del tema que interesa enseñar.
Sirven para diseñar la instrucción o como estrategia de enseñanza para textos o su empleo
en clase. También los alumnos pueden aprender a elaborarlos para ser utilizados como
estrategias de aprendizaje.
De manera general, los cuadros sinópticos son bidimensionales (aunque pueden ser
tridimensionales) y están estructurados por columnas y filas. Cada columna y/o fila debe tener
una etiqueta que represente una idea o concepto principal. Las columnas y filas se cruzan y, en
consecuencia, forman celdas o huecos (slots), donde se vaciarán los distintos tipos de
información. Ésta puede componerse de hechos, ejemplos, conceptos, principios, observaciones,
descripciones, explicaciones, procesos o procedimientos, e incluso es posible incluir
ilustraciones de diverso tipo.
El llenado de las celdas se realiza por el docente o el diseñador de un texto según sea el
caso. Pero también es factible que los alumnos lo lleven a cabo de forma individual, en pequeños
grupos o colectivamente con el grupo-clase, conformándose dinámicas distintas en cada caso.
33
Existen básicamente dos tipos de cuadros sinópticos: simples y de “doble columna”. Los
primeros se elaboran en forma un tanto “libre” de acuerdo con la especificidad de los aspectos
semánticos de la información que va a ser organizada; y los segundos, con base en ciertos
patrones de organización prefijados (véase Armbruster, ob. cit.; Harrison, 1994).
Para construir un cuadro sinóptico simple sólo basta con saber cuál es la información
central que interesa destacar. Esta información central son los temas o conceptos principales que
en el cuadro se desarrollarán en función de ciertas variables o características. En este sentido,
una primera tarea básica para su elaboración consiste en identificar los temas o conceptos, y lo
que se quiere decir en tomo a ellos.
Para el diseño del cuadro propiamente dicho, se recomienda que los temas centrales o
conceptos clave se pongan como etiquetas en la parte izquierda de las filas (de arriba a abajo) y
que en la parte superior de las columnas se coloquen las etiquetas de las ideas o variables que
desarrollan dichos temas (de izquierda a derecha). En un momento determinado los temas
también llegan a incluir subtemas que se añadirán subdividiendo las filas correspondientes.
Hay ocasiones en que es recomendable colocar los temas en las columnas (cuando sólo
son dos temas que interesa por ejemplo comparar) y las variables en las filas (cuando son
muchas variables).
Para lograr un buen diseño y así ayudar a que los alumnos comprendan más fácilmente la
lógica del cuadro, se deben tomar en cuenta los aspectos siguientes: 1) analizar cuál es la
distribución que conviene para su mejor comprensión, 2) que los temas clave que interesa revisar
o discutir sean señalizados de algún modo (uso de mayúsculas, negrillas, color, etcétera) para
que se distingan de las variables, y 3) seguir las convenciones que nos rigen en la escritura
occidental al hacer el prellenado o el llenado de los cuadros, es decir, escribir de derecha a
izquierda, de arriba abajo y de lo simple a lo complejo.
En este caso nos interesa organizar la información sobre los distintos tipos de memoria.
Para ello, es necesario identificar los tipos de memoria porque constituirán los temas de nuestro
interés para la elaboración del cuadro. Se trata de los siguientes: memoria sensorial, memoria a
corto plazo y memoria a largo plazo.
Para dichos temas de información es vital desarrollar cada una de las variables siguientes:
capacidad de almacenaje, duración de almacenamiento, modo de almacenaje y tipo de pérdida de
la información.
Los tipos de memoria los colocamos en la parte derecha de las filas (de arriba abajo y de
la más simple a la más compleja) y las etiquetas de las variables mencionadas en la parte
superior de las columnas (de izquierda a derecha). De esta forma el cuadro queda como se indica
areriba.
34
Al mismo tiempo podrán establecerse comparaciones entre los tres tipos de memoria (por
ejemplo, ofrecer ejemplos, sacar implicaciones, etcétera); también, lograr una visión de conjunto
de todo el sistema para enfatizar, por ejemplo, la complejidad del sistema global, comparando las
tres columnas y considerando todas las variables.
Armbruster (ob. cit.) comenta que la facilidad para elaborar un cuadro depende tanto de
los conocimientos previos pertinentes a la temática general (y los distintos temas que la
componen) que posee la persona que lo elabora, como de la habilidad para identificar las
variables o ideas que se desee representar en el mismo.
Por otro lado, los cuadros sinópticos de doble columna (véase Harrison, ob. cit.) siguen
cierto formato organizacional basado en las relaciones que representan. De este modo, una vez
identifica do el tema o categoría central, es posible elaborar cuadros sinópticos donde las
columnas expresen las siguientes relaciones:
• Causas / Consecuencias
• Gusto/Disgusto
• Teoría/Evidencia
• Problema/Solución
• Antes/Después
• Acciones / Resultados
Como podrá notarse, los cuadros sinópticos anteriores están constituidos por “dos
columnas” en las que se expresa la relación central que interesa resaltar. Las relaciones
mencionadas arriba son algunas de las más típicamente empleadas en las situaciones de
enseñanza y en los libros de textos de diferentes disciplinas o áreas curriculares. Para el cuadro
5.12 de doble entrada “causa/consecuencia”, la temática fue el “Movimiento de Independencia”
y las variables (que se siguen colocando en las filas) serían los aspectos económicos, políticos y
sociales.
Otra modalidad de los cuadros la constituyen los llamados cuadros C-Q-A (véase Ogle,
1990). Dichos cuadros de tres columnas han sido ampliamente utilizados con buenos dividendos
en el aprendizaje de los alumnos.
b) A continuación se pide que se preparen los cuadros C-Q-A con tres columnas y dos filas
(hojas de trabajo).
c) La primera columna se denomina “Lo que se conoce” (se simboliza con la letra C) y se utiliza
para anotar lo que ya se sabe en relación con la temática, ya sea que se trate de hechos, conceptos
o descripciones, a manera de lista o clasificados.
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d) La segunda columna sirve para anotar “Lo que se quiere conocer o aprender” (se corresponde
con la letra Q).
e) En el espacio de la tercera columna se anota “Lo que se ha aprendido”, aunque también puede
ponerse simultáneamente, si se desea, “Lo que falta por aprender” (se representa con la letra A).
El llenado del cuadro C-Q-A se realiza durante todo el proceso de instrucción. Las dos
primeras columnas deben llenarse al inicio de la situación de enseñanza-aprendizaje, para
provocar que los alumnos logren activar sus conocimientos previos y desarrollen expectativas
apropiadas. La tercera columna puede irse llenando durante el proceso instruccional o al término
del mismo.
En varios trabajos, se demuestra que los cuadros C-Q-A se han empleado como estrategia
de aprendizaje (Ogle, 1990; Wray y Lewis, 2000); aunque también se utilizan como estrategia de
enseñanza. De hecho, pueden ocuparse primero como estrategia de enseñanza interactiva, para
organizar lo que se sabe y lo se ha aprendido, y posteriormente enseñarle a los alumnos cómo
usarlos en la clase o cuando se enfrenten a textos académicos.
1. No use los cuadros de forma indiscriminada; altérnelos con algún otro tipo de organizador
gráfico.
2. Dos preguntas centrales en la elaboración de los cuadros sinópticos de cualquier clase serían
las siguientes: a) ¿Cuáles son las categorías, grupos o ejemplares importantes de información
asociados con la temática que se va a representar? y b) ¿Cómo podrían subdividirse tales
categorías, grupos o ejemplares? (Véase Armbruster, 1996.)
4. Emplee los cuadros sinópticos de diversas formas: preséntelos llenos por completo, llénelos
con los alumnos en una situación interactiva, presénteles el formato y que los alumnos realicen el
llenado, o simplemente solicíteles que los diseñen y elaboren por completo. Los distintos usos
comentados nos permiten interpretar a los cuadros sinópticos (como sucede con otras estrategias,
por ejemplo, los resúmenes escritos, los mapas conceptuales, los organizadores textuales,
etcétera) como recursos de enseñanza y aprendizaje en el más amplio sentido: en unas ocasiones
con la tendencia a ser utilizados como genuinas estrategias de enseñanza y, en otras, como
potentes estrategias de aprendizaje.
36
Finalmente, existen otros organizadores gráficos muy utilizados en las escuelas y en
los textos que también sirven para organizar la información, los más conocidos son los
“diagramas de llaves”, los “diagramas arbóreos” y los “círculos de conceptos”. En todos
estos casos, la información se organiza de modo jerárquico, estableciendo relaciones de inclusión
entre los conceptos o ideas, por lo que constituyen organizadores alternativos a los mapas
conceptuales, aunque carecen de algunos beneficios que estos últimos tienen (los mapas
especifican más las relaciones entre conceptos, incluyen relaciones cruzadas, etcétera).
Siendo un poco más explícitos para el caso de los círculos de conceptos, algunos autores
han propuesto ciertas recomendaciones para su elaboración (Trowbridge y Wandersee, 1998, p.
113). De éstas, las más importantes son las siguientes:
• Considere que el círculo debe tener una etiqueta que representa dicho concepto.
• Para demostrar relaciones inclusivas puede dibujar un círculo pequeño dentro de un círculo
mayor. Cada círculo deberá tener su propio concepto y etiqueta.
• Los conceptos que sean mutuamente excluyentes deben representarse por círculos separados.
• Cuando quiera mostrar características comunes entre conceptos dibuje círculos sobrelapados
parcialmente (círculos en intersección) y etiquete en forma apropiada.
• Puede utilizar el tamaño en los círculos representados para indicar el nivel de especificidad de
cada concepto o la cantidad relativa de instancias.
• El título que describe al diagrama debe colocarse en la parte superior del mismo. Se
recomienda incluir una oración explicativa debajo del diagrama.
Como podrá observarse, cada uno de los tres tipos anteriores de diagramas presentan
jerarquías de información sobre temas, categorías o conceptos. En ellos, existe un concepto o
idea central inclusora y una serie de ideas que establecen relación de inclusión.
Los diagramas son de muy fácil elaboración y no sólo se utilizan como estrategias de
enseñanza para organizar la información nueva, sino que también es posible motivar a los
alumnos para que los usen como estrategias de aprendizaje.
De manera general, se afirma que los mapas y las redes conceptuales son
representaciones gráficas de segmentos de información o conocimiento conceptual.
37
Como estrategias de enseñanza, por medio de dichas técnicas representamos temáticas de
una disciplina científica, programas de cursos o currículos; además podemos utilizarlas como
apoyos para realizar procesos de negociación de significados en la situación de enseñanza
(presentarle al aprendiz los contenidos curriculares que aprenderá, está aprendiendo o ya ha
aprendido). Así, el docente los emplea, según lo requiera, como estrategias pre, co o
postinstruccionales.
Los mapas y las redes poseen algunas similitudes; aunque también ciertas diferencias que
vamos a exponer a continuación.
Al vincular dos conceptos (o más) entre sí se forma una proposición. Ésta se encuentra
constituida por dos o más conceptos relacionados por medio de un predicado o una o varias
palabras de enlace (ya sea verbos, adverbios, preposiciones, conjunciones, etcétera). Las palabras
de enlace expresan el tipo de relación existente entre dos conceptos o un grupo de ellos. A su
vez, cuando vinculamos varias proposiciones entre sí, formamos auténticas explicaciones
conceptuales.
Con un ejemplo sencillo explicaremos con más facilidad todas estas ideas presentadas
hasta aquí. Tomemos los conceptos más relevantes del texto “El ciclo del agua en la naturaleza”
e intentemos representarlos por medio de un pequeño mapa conceptual.
De este modo, tenemos un pequeño mapa conceptual, formado por varios conceptos, con
diferentes niveles de inclusión que establece relaciones semánticas entre sí.
Las redes conceptuales o semánticas también son representaciones entre conceptos; pero
a diferencia de los mapas no necesariamente se organizan por niveles jerárquicos. La
configuración más típica que resulta en las redes conceptuales es la denominada de “araña” (un
concepto central y varias ramificaciones radiales que expresan proposiciones), aunque también
pueden darse estructuras de “cadena” (conceptos que se enlazan encadenados
unidireccionalmente, por ejemplo, de derecha a izquierda o de arriba abajo) o híbridas (Jones,
Palincsar, Ogle y Carr, 1995; West, Farmer y Wolff, 1991).
Otra diferencia, quizá más distintiva con respecto a los mapas conceptuales, consiste en el
grado de flexibilidad para rotular las líneas que relacionan los conceptos. En el caso de los mapas
conceptuales, no existe un grupo fijo de palabras de enlace o símbolos para vincular los
conceptos entre sí; mientras que para el caso de las redes sí los hay (véase Dansereau, 1985;
Posner, 1979). Una última diferencia radica en que las relaciones entre conceptos se indican por
medio de flechas que expresan el sentido de la relación.
Las funciones de los mapas y las redes conceptuales son las siguientes:
• Permiten representar gráficamente los conceptos curriculares (que se van a revisar, que se están
revisando o se han revisado) y la relación semántica existente entre ellos. Ello le permite al
alumno aprender los conceptos, relacionándolos entre sí según dos códigos de procesamiento:
visual y lingüístico (semántica).
• Permiten la negociación de significados entre el profesor y los alumnos; esto es, mediante el
diálogo guiado por el profesor, se pueden precisar y profundizar los significados referidos a los
contenidos curriculares. En este mismo sentido, es posible animar y enseñar a los alumnos a que
elaboren sus propios mapas o redes (según sea el caso) de manera individual o en pequeños
grupos, y luego discutirlos mutuamente (Novak y Gowin, 1988; Ontoria, 1992).
• Si el profesor los utiliza adecuadamente, pueden coadyuvar a que los alumnos relacionen con
más facilidad los asuntos vistos en sesiones anteriores con los nuevos temas que se revisen.
• Con los mapas y las redes es posible realizar funciones evaluativas; por ejemplo, para explorar
y activar los conocimientos previos de los alumnos y/o para determinar el nivel de comprensión
de los conceptos revisados.
39
Elaboración de mapas conceptuales
2. Clasifíquelos por niveles de abstracción e inclusividad (al menos dos niveles); esto le
permitirá establecer las relaciones de supra, co o subordinación existentes entre los conceptos.
6. Reelabore el mapa cuando menos una vez más; volver a hacerlo permite identificar nuevas
relaciones no previstas entre los conceptos implicados.
7. Si va a ocuparlo con los alumnos, acompañe la presentación o uso del mapa con una
explicación.
Algunas recomendaciones para el empleo de mapas o redes conceptuales son las siguientes:
1. Antes de utilizar los mapas o las redes en la situación de enseñanza, asegúrese de que los
alumnos comprendan el sentido básico de los recursos es indudable que la comprensión de lo que
es una red implica un tiempo mayor por el número de convenciones implicadas. Aun cuando
sean elaboradas y utilizadas por el profesor, es necesario hacer comentarios introductorios o, de
ser posible, tener algunas sesiones previas con ejemplos vistos en clase.
2. Procure involucrar los conceptos principales; no haga mapas o redes enormes que dificulten la
comprensión de los alumnos. Pondere usted mismo el grado de complejidad y profundidad
necesario.
40
3. Puede llevar preparados los mapas o las redes a la clase (en acetato o en un cartel) o
elaborarlos frente a los alumnos. En tal caso puede, si así lo desea, aprovechar la situación para
enseñar a los alumnos cómo elaborarlos y, de esta manera, los utilicen ellos mismos como
estrategias de aprendizaje.
5. Sugerimos que introduzca con sus alumnos (o los lectores del texto diseñado) sólo una de las
dos modalidades de representación gráfica (especialmente si se trata de alumnos de educación
básica); debe utilizar la que ofrezca la mayor aportación a sus necesidades didácticas. Las redes
suelen servir más para trabajar con contenidos de ciencias naturales y disciplinas tecnológicas;
mientras que los mapas son más útiles para casi todas las disciplinas, incluyendo ciencias
sociales y humanidades.
6. Puede emplear cualquiera de los dos recursos al nivel que se lo proponga (clase, tema, unidad,
capítulo, curso, texto, etcétera), aclarando a cuál se refiere, para ayudar al alumno a tener un
contexto conceptual apropiado de las ideas revisadas o que se revisarán.
7. A partir de las partes de un mapa determinado para una unidad didáctica, es posible construir
nuevos mapas donde se profundicen los conceptos (por ejemplo, a la manera de los niveles de
elaboración sugeridos en la teoría de la elaboración de Reigeluth). Algunos autores (Trowbridge
y Wandersee, 1998) comentan que al relacionar varios micromapas (que generalmente
representan contenidos conceptuales a nivel de una sesión) es posible estructurar macromapas,
los cuales representan conceptos centrales de temas o unidades de un curso o hasta de un curso
mismo. En este sentido, los micromapas también son útiles como recursos instruccionales,
proporcionándoles a los alumnos una visión de conjunto de corpus significativos de contenidos
conceptuales de un curso, y ayudándolos a contextualizar los aprendizajes conceptuales.
También es posible construir mapas progresivos, que consisten en poner en relación distintos
micromapas, con los que se puede documentar las construcciones logradas por los aprendices
(por ejemplo, relacionar varias sesiones secuencialmente; o para documentar cómo ha ocurrido
un proceso de cambio conceptual) y en señalar explícitamente la forma en que los conceptos
entran en relación, después de completado un episodio, tema, unidad temática, etcétera.
8. No emplee en exceso estos recursos, pues a sus alumnos les resultaría tedioso y, por tanto,
perderían su sentido pedagógico.
Organizadores previos
41
De acuerdo con Mayer (1982), el contexto ideacional creado por la introducción de
conceptos inclusores relevantes (cuando no estén presentes en los conocimientos previos) o su
movilización (cuando estén presentes) debe ser acompañado de la utilización activa por parte del
alumno para lograr una adecuada asimilación de la nueva información.
Hay dos tipos de organizadores previos: los expositivos y los comparativos (García
Madruga 1990). Los primeros se recomiendan cuando la información nueva que se va a aprender
es desconocida por los aprendices; los segundos, cuando se está seguro de que los alumnos
conocen una serie de ideas parecidas a las que se habrán de aprender. Así establecerán
comparaciones o constrastaciones.
No hay que olvidar que, en ambos casos, las ideas o los conceptos que establecen el
puente cognitivo (de similar nivel de inclusión que los conceptos de la información nueva para el
caso de los comparativos y de mayor nivel para el de los expositivos) deben crear el contexto o
el soporte ideacional necesario para la posterior asimilación de los contenidos.
• Proporcionar así un “puente” al alumno entre la información que ya posee con la que va a
aprender.
42
Por lo común, los organizadores previos se elaboran en forma de pasajes o textos en
prosa; aunque son posibles otros formatos como los organizadores visuales en forma de mapas,
gráficas o redes” de conceptos, donde éstos se diagraman para ilustrar sus relaciones esenciales.
Revisemos ahora un ejemplo de organizador previo elaborado para el tema “El ciclo del
agua en a naturaleza”. Confróntelo con el resumen del mismo y observe que el resumen se
diseñó a partir de os conceptos definidos en el texto; mientras que el organizador se desarrolló
con los conceptos “ciclo” y “cambio de estado”, que son más generales y engloban a los
conceptos definidos.
2. No confundir el hecho de que el organizador previo es más inclusivo y general que el texto,
con la suposición de que, por ello, será más difícil de leer y comprender. Por el contrario, el
organizador debe formularse con información y vocabulario familiares para los aprendices.
3. No realizar organizadores demasiado extensos de tal manera que el alumno los perciba como
una carga excesiva y decida “saltarlos” o les preste escasa atención.
5. Cuando el texto resulte muy complejo y se desee desarrollar organizadores para alumnos de
poca edad o con un nivel académico bajo, es conveniente emplear apoyos (como ilustraciones,
mapas, redes, etcétera), en vez de sólo presentar un simple pasaje en prosa.
8. No considerar que el mero hecho de presentar el organizador será suficiente para mejorar el
aprendizaje de los alumnos; es mejor si discute el tema con ellos.
a) Elabore un inventario con los conceptos centrales que constituyen la información nueva que
habrá de aprenderse.
b) Identifique aquellos conceptos que engloben o incluyan a los conceptos centrales (o que sean
del mismo nivel de inclusión que los más importantes en la información que se habrá de
aprender). Estos conceptos (supraordinados o coordinados) son los que servirán de contexto y/o
apoyo para asimilar los nuevos; hay que recordar que éstos deben preferentemente ser parte de
los conocimientos previos de los alumnos.
43
c) Puede elaborar un mapa conceptual para identificar y reconocer las relaciones entre los
conceptos supraordinados (base del organizador previo) y los conceptos principales de la
información nueva que habrá de aprenderse.
Analogías
Una analogía es una proposición que indica que un objeto o evento es semejante a otro
(Curtis y Reigeluth, 1984; Glynn, 1990). Se manifiesta cuando:
• Dos o más objetos, ideas, conceptos o explicaciones son similares en algún aspecto; aunque
entre ellos puedan existir diferencias en otro sentido.
• Cuando una persona extrae una conclusión acerca de un factor desconocido sobre la base de su
parecido con algo que le es familiar.
De acuerdo con varios autores (Curtis y Reigeluth, ob. cit.; Dagher, 1998; Glynn, ob.
cit.), una analogía se estructura de cuatro elementos: a) el tópico o concepto blanco que se va a
aprender, que, por lo general, es abstracto y complejo; b) el concepto vehículo (o también
llamado análogo) con el que se establecerá la analogía; c) los términos conectivos que vinculan
el tópico con el vehículo; d) la explicación que pone en relación de correspondencia las
semejanzas entre el tópico y el vehículo.
Según Glynn (ob. cit.), una analogía será eficaz si con ella se consigue lograr el propósito
de promover un aprendizaje con comprensión del tópico. Para valorar la eficacia, se consideran
los siguientes aspectos: a) la cantidad de elementos comparados, b) la similitud de los elementos
comparados y c) la significación conceptual de los elementos comparados.
2. Evocar el vehículo cuidando que sea familiar y concreto para el alumno. Aquí se solicita la
intervención de los alumnos para que comiencen a buscar las similitudes y se vayan perfilando
las conclusiones.
6. Indicar los límites de la analogía (el vehículo se parece al tópico pero no es igual),
reconociendo que lo más importante es aprender el tema.
7. Evaluar los resultados determinando el conocimiento que los alumnos lograron sobre los
atributos importantes del tópico e identificar los errores que pudieron derivarse del uso de la
analogía.
La similitud entre el tópico y el vehículo generalmente produce que entre ellos haya un
concepto supraordinado que los subsuma o los incluya. Es importante identificar dicho concepto
porque permitiría el establecimiento de nuevas analogías alternativas, que podrían servir en un
momento dado para enriquecer la comprensión de los alumnos. Por ejemplo, en una supuesta
analogía creada entre el sistema nervioso (tópico) y un sistema de comunicación (vehículo), por
su parecido funcional, se identifica al concepto supraordinado “sistemas de procesamiento de
información” y, entonces, encontraríamos otro concepto vehículo potencial que sería el de
“computadora”, sobre el cual podríamos plantear una nueva analogía.
Cabe hacer hincapié, una vez más, en que esta estrategia de enseñanza debe emplearse
sólo cuando la información que se va a aprender se preste para relacionarla con conocimientos
aprendidos anteriormente, si y sólo si el alumno los conoce bien.
Puesto que el hecho de que el alumno relacionara la información nueva con datos sueltos
o endebles, provocaría confusiones y no se justificaría el uso ce la estrategia. Por ejemplo, si se
está trabajando sobre el mismo sistema circulatorio humano y, al tratar de facilitar el aprendizaje,
el docente establece como sistema análogo el funcionamiento de un lavabo y su tubería, pidiendo
al alumno comparar ambos, siendo que los alumnos no saben casi nada del funcionamiento del
lavabo, la supuesta analogía no favorecerá el aprendizaje.
Por último, tampoco hay que confundir las analogías con los ejemplos. Estos últimos son
instancias de un concepto determinado; mientras que la analogía es una comparación entre dos o
más conceptos en relación con sus características o elementos componentes.
45
• Fomentar el razonamiento analógico en los alumnos o lectores.
Ciertas analogías son empleadas reiteradamente por los docentes. Entre ellas, son muy
conocidas la comparación del esqueleto humano con el armazón de un edificio, el cerebro con
una computadora, la representación del DNA con una cremallera, el científico con un detective,
el flujo sanguíneo con el funcionamiento de una tubería, el ojo humano con una cámara
fotográfica, el sistema nervioso humano con un sistema de comunicación, la célula biológica con
una fábrica, etcétera.
1. Asegúrese de que el vehículo ciertamente contenga los elementos pertinentes (los que interesa
enfatizar) con los cuales se comparará con el tópico y que exista similitud entre ellos.
4. Vigile que la analogía no “vaya demasiado lejos” en el sentido de ir más allá del punto de
similitud, pues esto la invalida.
7. Anime a los alumnos, después de que se hayan familiarizado con la estrategia, a construir
conjuntamente con usted las analogías y luego a que lo hagan en forma colectiva (en pequeños
grupos) o autónoma.
Los textos poseen una estructuración retórica que les proporciona organización,
direccionalidad y sentido. A dicha organización de las ideas contenidas en el texto, de acuerdo
con la teoría macroestructural de Kintsch y Van Dijk (1978), se le conoce como superestructura
textual, aunque también se le suele denominar patrón o estructura de textos. Una superestructura
se refiere, entonces, a la forma de organización del texto y no tanto al contenido (el cual tiene
que ver directamente con la micro y macroestructura).
En general, los autores de los textos además de preocuparse sobre cómo expresar
adecuadamente las ideas que les interesa comunicar, utilizando distintas estrategias discursivas y
cuidando aspectos como la coherencia temática, seleccionan y utilizan determinadas
superestructuras para agrupar las ideas que desean expresar, con la intención de mejorar la
lectura, la comprensión y el aprendizaje del lector.
Se supone que la destreza de algunos lectores para procesar la estructura de los textos se
debe básicamente a una mejor internalización de su superestructura (en forma de esquema
organizativo) y a un uso estratégico de las claves retóricas que los acompañan, lo cual afecta en
forma positiva los procesos de codificación y recuperación de la información contenida en el
texto (Horowitz, 1985).
En la actualidad se conocen con un cierto grado de detalle las estructuras de los textos
narrativos (en particular cuentos populares, historietas, fábulas, etcétera), de los textos
expositivos (colección, secuencia, comparación-contraste, causa-efecto o covariación y
problema-solución o aclaratorio) y de los textos argumentativos (véase Gárate, 1994; Meyer y
Freddle, 1984; Richgels y cols., ob. cit.).
1-Textos narrativos
En la década de los setenta surgió toda una línea de investigación sobre el estudio del
procesamiento de la lectura de los textos narrativos, llamada la “gramática de historias” (véase
Fitzgerald, 1991; Hernández y Rojas-Drummond, 1989). En dicha línea, se elaboró un
planteamiento teórico y metodológico que impulsó de forma notable el estudio de los procesos
de comprensión de la lectura.
Los textos narrativos tienen como función principal divertir y, en algunos casos, dejar una
enseñanza moral al lector (por ejemplo, las fábulas). Sobre los aspectos estructurales de los
cuentos populares, fábulas, cuentos de hadas, etcétera (otros tipos de textos narrativos son la
novela, el drama, el género policiaco, etcétera. Véase Fitzgerald, ob. cit.), podemos decir en
términos generales 1 siguiente (véase Gárafe, 1994):
1. Un texto narrativo está compuesto principalmente por un escenario y una trama o secuencia de
episodios.
3. Posterior a ello, se presentan uno o más episodios constituyendo la trama. Cada episodio se
encuentra compuesto por una secuencia de eventos que constituyen un principio, un desarrollo y
un final.
47
4. Al principio del episodio ocurre un evento inicial, que generalmente le ocurre al personaje
principal, creándole un problema que dispara toda la secuencia de acontecimientos siguientes.
5. En el desarrollo ocurren básicamente tres tipos de eventos: a) una reacción que consiste en una
respuesta del personaje al evento inicial, que lo puede obligar a crear una meta como respuesta
interna (un proyecto del personaje para salir avante del problema creado por el evento inicial), b)
posteriormente un intento, que es algo que hace el personaje como producto de la reacción
(meta), y c) un resultado (consecuencia del intento que puede o no resolver el problema).
6. En la parte final del episodio puede ocurrir una resolución del problema como producto de la
trayectoria meta > intento resultado, que se denomina final.
7. Un texto narrativo tiene distintos episodios que se van organizando entre sí por medio de
relaciones temporales y/o causales. Cuando la historia se encuentra basada en relaciones
temporales su estructura es más flexible, en comparación con la estructura causal que le provee
de una organización más rígida. Esto trae importantes consecuencias en el recuerdo de la
información de la historia (Hernández, 1987).
8. Una forma típica de estructuración de los episodios es lo que se llama secuencia de desarrollos
repetidos, que consiste en que el personaje intenta varias acciones antes de conseguir solucionar
el problema que le provocó el evento inicial, repitiéndose recurrentemente la secuencia de
reacción compleja (meta) intento > resultado.
9. Por estas razones, se afirma que los textos narrativos tienen como punto central de la trama un
esquema de solución de problemas compuesto de la cadena reacción compleja (meta) intento
resultado; es decir, al personaje principal le ocurre algo, se plantea una meta y a través de
distintos medios (acciones, intentos, relaciones con otros personajes) pretende solucionarlo
(conseguir o evitar algo) (Gárate, ob. cit.). Muy probablemente tal cadena de eventos lo vuelve
más recordable.
10. El estilo utilizado por los textos narrativos se caracteriza por usar ciertas formas retóricas.
Por ejemplo, en la parte del escenario se usan frases estilísticas tales como “Había una vez…; y
en otras partes del texto, algunas frases como “el más... que haya existido jamás”.
2-Textos expositivos
Los textos expositivos son otro tipo de discurso quizá más complejo por su grado de
abstracción y arreglo lógico. Slater y Graves (1990) mencionan que no es fácil definir un texto
expositivo; no obstante, proponen que éste debe poseer cuatro características, a saber:
• Tiene como función principal presentar al lector información de distinto tipo (teorías,
predicciones, limitaciones, generalizaciones, conclusiones, personajes, fechas, etcétera)
• Son “directivos” en el sentido de proveer al lector de una guía basada en claves explícitas.
Este tipo de textos son continuamente utilizados en la prosa de distintas ciencias naturales
(física, biología, entre otras), sociales (historia, geografía, etcétera) y otras disciplinas (por
48
ejemplo, matemáticas, administración). Se dice que la expositiva es la superestructura
predominante en los textos académicos, desde los ciclos finales de la educación básica hasta la
educación universitaria. De hecho, los textos científicos son en esencia expositivos; aunque
pueden asumir diferentes géneros (por ejemplo, el reporte científico, la monografía, el ensayo,
etcétera).
A continuación, realizaremos una breve descripción de cada uno de los tipos de texto
expositivo con un ejemplo sencillo, presentando un esquema (organizador gráfico textual)
elaborado en tres niveles principales jerarquizados: nivel tópico, nivel de ideas principales
(relación retórica) y nivel de información de detalles (véase Richgels y cois., 1988).
Por último, un buen texto debe incluir una sección final de conclusión que cierra el texto.
Sin embargo, no todos los textos requieren de dicha sección, especialmente cuando se trata de
textos expositivos breves. En textos largos o complejos sí es recomendable considerarla, bajo la
forma de recapitulación o resolución.
Otra parte importante es el título, el cual debe ser claro, pertinente e informativo en el
caso de textos expositivos educativos. Un buen título debe tener una relación esencial con el
tópico del texto y con la información retórica superestructural.
Pasemos ahora a revisar cada tipo de texto expositivo.
49
2.1. Texto descriptivo
Los atributos llegan a presentarse en forma de mera asociación (descriptivo tipo simple),
o bien, con mayor organización retórica, ya sea enumerando cada atributo y presentándolos
claramente en forma de lista (descriptivo enumerativo), o agrupándolos en categorías o clases
(descriptivo de colección o de agrupación).
Los marcadores de discurso en los textos descriptivos son los conectores aditivos tales como:
“además...”, “aparte...”, “incluso...”.
En los descriptivos enumerativos los marcadores de discurso son más claros, puesto que
constituyen expresiones ordenadoras que indican explícita o implícitamente la enumeración de
las categorías presentadas en el texto alrededor del tema básico. Pueden ser: “en primer
término…, “en segundo lugar...”, “por último...”.
También son claras las palabras clave en los descriptivos de colección o agrupación, tales
como: “hay varias…, que...”, “una primera clase...”, “un primer tipo...”, “un segundo tipo”, “otra
clase…, etcétera.
Cabe recordar que todos estos textos agrupan la información sin un orden secuencial
rígido (la información puede ser intercambiable de lugar o de orden en el texto). Los textos
descriptivos son muy empleados en definiciones, biografías, cartas, narraciones y como partes
importantes de textos informativos de diversa índole.
En este tipo de superestructura las ideas se organizan por medio de un orden cronológico.
El vínculo entre los componentes es estrictamente temporal (no son intercambiables en su orden
de aparición); por esta razón algunos autores le denominan superestructura de orden temporal.
Las palabras clave en los textos de secuencia son aquellas que expresan semánticamente un
orden de eventos, sucesos o acciones en el tiempo. Algunas de ellas son: “primero...”,
“segundo...”, “acto seguido...”, “posteriormente…, “después…”, “por último…”, etcétera.
2.3-Texto comparativo
50
Las palabras clave son: “a semejanza diferencia de”, “desde un punto de vista…, desde
otro punto de vista”, “se asemejan…, “se distinguen... “, “es similar a...”, etcétera. También se
usan los marcadores llamados conectores contraargumentativos: “sin embargo...”, “en
cambio...”, “por el contrario…,”.
La superestructura de este tipo de textos se fundamenta en una relación retórica del tipo
causa- efecto (un evento o antecedente causa a otro evento o consecuente). Casi siempre, se
presenta la causa y una serie de explicaciones que la vinculan al efecto.
Por desgracia, la mayor parte de los textos instruccionales, además de tener las carencias
o problemas ya mencionados (véase la sección de señalizaciones en este capítulo), tienen una
inadecuada estructuración, lo cual provoca que en muchos casos las superestructuras no queden
suficientemente claras a los lectores, ya sea porque el autor no ha sabido hacer uso de ellas o
porque las presenta en forma oscura, provocando que la comprensión y el aprendizaje de la
información contenida se vean seriamente afectados.
1. Los niños están más familiarizados con los discursos narrativos desde temprana edad. Todos
los cuentos populares, los cuentos de hadas y leyendas (presentados primero en forma oral y
51
posteriormente por vía escrita), e incluso las historietas a las que se enfrentan por medio de la
televisión o los comics (con modalidad oral, visual y/o escrita), siguen un patrón superestructural
similar, aunque con ciertas variantes. Por tanto, la comprensión y el recuerdo de dicho tipo de
textos desde la niñez suelen ser mejores en comparación con otros).
2. Sin embargo, se reconoce que, en los textos narrativos, algunos factores llegan a influir en
forma importante en la comprensión, entre otros: la modalidad (los resultados son mejores en el
caso de la presentación oral que escrita), la complejidad, la canonicidad, el contenido, los
conocimientos previos, los aspectos socioafectivos y los factores socioculturales (Hernández,
1987; Hernández y Rojas-Drurnmond, 1989; Gárate, 1994; León, 1986).
4. En general, se acepta que existe una mayor dificultad para la comprensión y recuerdo de
textos expositivos, en comparación con los textos narrativos. Se ha demostrado en varios trabajos
(véase revisión de Balluerka, ob. cit.) que: a) los textos expositivos exigen más esfuerzo
cognitivo (por ejemplo, más procesos atencionales, mayor tiempo de lectura en las frases) y
despiertan menos interés que los textos narrativos; y b) la elaboración de inferencias resulta
mucho más probable en la lectura de textos narrativos que en la de textos expositivos; de hecho,
algunos autores sostienen que la generación de inferencias en los textos narrativos es más
automática, mientras que en los textos expositivos tiende a ser más reflexiva y controlada.
5. No existe un acuerdo total sobre las diferencias debidas a la edad para comprender los cinco
tipos de textos expositivos. A partir de los años correspondientes a los últimos grados de la
educación básica, parece que se va adquiriendo la sensibilidad necesaria para identificar las
superestructuras expositivas en los textos (primero en los textos descriptivos de colección y
enumerativos y después en los de covariación, comparativo adversativos, y problema-solución).
De hecho, la tendencia de los lectores más pequeños, quienes no demuestran mucha sensibilidad
a las superestructuras expositivas, es recordar los textos expositivos (por ejemplo, un texto causal
o de problema-solución) como un mero listado de ideas, lo cual afecta seriamente la
comprensión de las relaciones entre ideas.
6. Como ya se ha insinuado, son las diferencias individuales las que se tornan más claras; es
decir, a partir de la niñez tardía y durante toda la adolescencia, los buenos lectores comienzan a
distinguirse por la sensibilidad para identificar y hacer uso de las relaciones retóricas
52
(identificando las relaciones de primer orden y utilizando los marcadores sintácticos), primero en
el campo de la comprensión de textos y un poco más tardíamente en el campo de la composición
escrita. Los malos lectores nuevamente tienen dificultades para identificar las superestructuras
especialmente las más complejas cuando leen y tienden a utilizar la estrategia de listado en su
recuerdo.
7. En todo momento se debe tener presente la importancia de varios factores que se sabe influyen
en el procesamiento de los textos expositivos, a saber: su complejidad, su canonicidad, la
relación de la temática abordada con los conocimientos previos o con el interés despertado en el
lector y los factores culturales implicados en ella (Gárate, 1994; Horowitz, 1985; Richgels y
cois., 1987).
3. Por último, enseñar a los alumnos la estructura de los textos narrativos y expositivos como un
tipo de conocimiento esquemático-estratégico (véase la llamada “estrategia estructural”, en el
capítulo 7 de la presente obra) para mejorar el aprendizaje, comprensión y composición de
textos. Este debe ser el fin último: convertir dichos recursos en estrategias poderosas para la
comprensión y composición de textos.
Las estrategias de enseñanza que hemos presentado aquí no necesariamente tienen que
utilizarse cuando se trata de enseñanza expositiva.
53
Cuando Ausubel (1978) defendió este tipo de enseñanza frente a otras modalidades como
la enseñanza basada en el aprendizaje por descubrimiento, hizo una serie de especificaciones que
no han sido bien consideradas, o han sido mal aplicadas o interpretadas incorrectamente por
quienes dicen utilizarla.
Pese a los recientes hallazgos y las nuevas propuestas en el área instruccional, es una
realidad que la enseñanza expositiva sigue siendo un recurso ampliamente utilizado por los
docentes, porque les permite enseñar grandes cantidades de corpus de conocimiento y porque
constituye una estrategia necesaria para grupos numerosos de alumnos, con quienes las
posibilidades de interacción se ven seriamente disminuidas.
Una propuesta con cierto parecido a lo anterior es aquella que Eggen y Kauchak (1999)
han denominado modelo de “enseñanza de discusión-exposición”, que consiste de cinco fases: a)
Introducción, b) Presentación de la información, c) Monitoreo de la comprensión lograda, d)
Integración y e) Cierre.
Otra propuesta un tanto similar es la que Jones, Palincsar, Ogle y Carr (1995) denominan
“enseñanza estratégica”, que se compone de los siguientes (tres) momentos pedagógicos: a)
Preparación para el aprendizaje, b) Presentación de los contenidos que se van aprender y c)
Aplicación e integración. Según estas autoras, dichas fases de la enseñanza estratégica
corresponden con las etapas que ocurren en el aprendizaje de los alumnos. Así, tenemos que para
Jones y cols. (ob. cit.) todo aprendizaje pasa recursivamente por las siguientes etapas: ) Fase de
preparación del aprendizaje, b) Fase de procesamiento del aprendizaje y c) Fase de consolidación
y profundización (véase también el capítulo dos de esta obra).
54
En las propuestas de discusión-exposición y de enseñanza estratégica, se pueden
encontrar más coincidencias que diferencias. En ambas está el mismo núcleo vertebrador
compuesto por la fase inicial introductoria, en la que esencialmente se da oportunidad para que el
aprendiz active sus conocimientos previos, genere expectativas apropiadas y se plantee el
problema de aprender como una actividad intencional; en la siguiente fase, la información nueva
se presenta dando oportunidad para que los alumnos la construyan conjuntamente con el
enseñante y, posteriormente, en la última fase, el alumno tiene oportunidades para que integre,
amplíe y consolide la información.
En la segunda fase se pueden utilizar todas aquellas estrategias que ayudan a codificar el
material de aprendizaje y a orientar su asimilación eficaz, como serían las señalizaciones, las
ilustraciones y las preguntas; también pueden emplearse aquellas que sirvan para potenciar las
conexiones internas y externas con las nuevas ideas a aprender, como por ejemplo las analogías,
los resúmenes, los organizadores textuales, etcétera; de hecho, en esta fase deben existir amplias
oportunidades para observar cómo están progresando los procesos constructivos de los alumnos
para, en caso necesario, realizar ajustes en la ayuda pedagógica.
Finalmente, para la tercera fase también pueden utilizarse las estrategias de organización
de la información tales como mapas conceptuales, cuadros sinópticos de doble entrada, cuadros
C-Q-A, etcétera, de manera eficaz porque ayudan a la integración y profundización de la
información, en los aspectos a los que nos hemos referido como conexiones internas y externas.
Otra propuesta o modelo de enseñanza que también puede estar relacionada con las
anteriores (aunque en este caso moviéndose hacia el ámbito del aprendizaje por descubrimiento
guiado) es la llamada “enseñanza directa” que se compone de las siguientes fases: a)
Introducción, b) Presentación de la información con modelamiento y explicación, c)
Oportunidades de práctica guiada y d) Oportunidades de práctica independiente. En esta
propuesta de enseñanza que se suele ocupar mucho para la enseñanza de habilidades y
procedimientos también es posible utilizar las estrategias revisadas en el capítulo, sobre todo
para las primeras tres fases.
Sin embargo, todas las propuestas anteriores siguen estando más centradas en el
aprendizaje por recepción; aunque, como ya dijimos, la enseñanza directa es una propuesta que
se acerca al aprendizaje por descubrimiento guiado.
Por otro lado, en otras propuestas de enseñanza que pueden ubicarse dentro del ámbito
del aprendizaje por descubrimiento, ya sea autónomo o guiado, también es factible el uso de
estrategias de enseñanza.
Un ejemplo en este sentido son las actividades típicas de laboratorio que se realizan en las
clases de ciencias (Física, Química, Biología, etcétera), o las situaciones de aprendizaje mal
estructuradas en grupos pequeños, donde supuestamente se deja que los alumnos jueguen un
protagonismo. Se supone que en dichas situaciones pedagógicas los alumnos tienen que seguir
una metodología inquisitiva compuesta de técnicas activas en realidad basada en una serie de
prescripciones de procedimientos y pasos rígidos que los alumnos siguen como si fueran ellos
quienes lo hubieran planeado, sin un marco conceptual ni una serie de expectativas claras sobre
qué están haciendo y por qué lo hacen. Al final todo se reduce a un mero activismo ingenuo de
aplicación de pasos que terminan con la actividad, donde aparentemente hay una
pseudomediación a nivel metodológico por parte del enseñante o el diseñador de las actividades,
sin existir necesariamente una mediación conceptual, que es precisamente lo que provoca el
inductivismo.
No es nuestro propósito exponer con detalle cada uno de tales modelos, ya que ello nos
llevaría quizás un texto completo (el lector interesado puede revisar directamente las obras
referidas); lo que sí podemos señalar son las características básicas de algunas de ellas (otras,
como ya hemos dicho, se presentan en otros capítulos) y hacer unos breves comentarios sobre el
uso de estrategias de enseñanza. Lo que en principio debe quedar claro es que en todas ellas el
papel del alumno es eminentemente activo, tratando de indagar, explorar y, sobre todo,
establecer conexiones internas y externas (tal y como se definieron páginas atrás), siempre
guiado o supervisado en lo general por el enseñante (en algunas ocasiones más que en otras),
quien proporciona diversas formas de ayuda ajustada fincada en situaciones de andamiaje.
El aprendizaje basado en problemas es una propuesta que se basa en que los alumnos se
enfrenten a problemas (pequeños experimentos, observaciones, tareas de clasificación,
56
aplicación flexible y razonada de técnicas, etcétera) cuidadosamente seleccionados y
estructurados, para tratar de solucionarlos activamente mediante situaciones de discusión con los
otros (aprendizaje cooperativo). Durante todo el proceso de comprensión o refinamiento del
problema, acopio de información y planteamiento de estrategias de solución, los alumnos
aprenden contenidos y diversos recursos procedimentales (metodologías, técnicas, habilidades),
así como estrategias autorreguladoras sobre cómo afrontar diferentes clases de problemas.
Igualmente, se supone que existen diversas formas de coordinación, guía y ayuda que un
enseñante proporciona desde los momentos iniciales (véase Torp y Sage, 1998).
El alumno asume un papel más activo en la toma de decisiones, ya sea para obtener
documentación necesaria, realizar observaciones, elaborar una hipótesis, etcétera; aunque la
labor del enseñante sigue siendo imprescindible y necesaria para estructurar, guiar y orientar
dichas actividades hacia ciertos fines mínimos indispensables de aprendizaje.
En general, en todas las propuestas que hemos comentado brevemente, lo más importante
sigue siendo que los alumnos cuenten con los apoyos y ayudas necesarias para que realicen las
actividades constructivas de la mejor manera posible. Los objetivos últimos seguirán siendo la
promoción de aprendizajes significativos y el desarrollo de habilidades de aprender a aprender,
creando situaciones de ayuda ajustada pertinentes y necesarias para ello.
Para finalizar, como colofón diremos que el empleo de estrategias de enseñanza puede
contribuir sensiblemente a las recomendaciones que sagaz y acertadamente hace Pozo (1994,
57
capítulo 13) en sus ya conocidos “Diez mandamientos del aprendizaje” que todo buen profesor
debería saber (invitamos al lector, y especialmente al docente-lector, a que los reflexione y, por
qué no, los practique). Así, de modo implícito, en los “mandamientos” puede leerse tanto los
principales aspectos a considerar en los alumnos para que ocurran aprendizajes valiosos, como
una posible guía que sintetiza lo que los docentes deben tomar en cuenta y realizar cuando se
enfrentan a la tarea compleja de enseñar.
FUENTE:
DÍAZ BARRIGA, Frida y Gerardo Hernández Rojas, Estrategias docentes para un aprendizaje
significativo, 2ª.ed., México, McGraw-Hill, 2004, pp. 137-225.
58
TRABAJO PRACTICO ACERCA DE LAS TECNICAS ACTIVAS DE ENSEANZA
ESTRATEGIAS PARA EL DESARROLLO DE CLASES
1-Fundamente el uso de la Técnicas de inicio para la asignatura de lo que has
preparado el programa de estudio (por qué puedo utilizar estas técnicas en mi
asignatura)
1. TÉCNICAS DE INICIO:
2. Objetivo o intenciones
3. Organizadores previos
4. Lluvia de ideas
5. Ping pong
6. TÉCNICAS DE DESARROLLO
DE TEMAS GENERALES:
7. La técnica expositiva
8. Técnica de la exposición grupal
9. La técnica de la interrogación
10. La técnica del interrogatorio dirigido
11. Técnica de la tarea dirigida
12. Phillips 66 o reunión de corrillos
13. Philips 22 o la técnica del cuchicheo
14. La técnica del foro
15. La técnica del archipiélago
16. Cuento inconcluso
17. La técnica de la discusión
18. Técnica de textos en presencia del Prof.
19. Búsqueda bibliográfica o de informaciones
20. Estudio del documento técnico
21. Técnica “El Acuario”
22. Técnica de la cooperación
23. La técnica “Torbellino de Ideas”
24. Técnica, “El Juicio”
25. Panel simple
26. Técnica, “El Panel Integrado”
27. La técnica, panel de expertos
28. Técnica de la demostración
59
29. La técnica de peritos y examinadores
30. La técnica de la copa
31. El método de resolución de problemas
32. Técnica “El Simposio”
33. Evaluación de actividades para-escolares
34. Técnica “El Embajador”
Técnicas de animación y concentración
35. El amigo secreto
36. Mar adentro mar afuera
37. El alambre pelado
38. El cuento vivo
39. Los números
40. El pueblo manda
41. El correo
42. La doble rueda
43. Se murió Chicho
44. Esto me recuerda
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