Unidad Nº 14
Unidad Nº 14
Jefaturas. Según el art 99 (inc. 1 y 12) el presidente de la nación asume cuatro jefaturas
-Jefe de Estado: la “jefatura del estado” coincide, en nuestro régimen presidencialista, con la
jefatura del Poder Ejecutivo.
El jefe de estado representa interna e internacionalmente la unidad del estado como persona
jurídica. Que la constitución diga que es el jefe “supremo” no quiere significar erigirlo en gobernante
omnipotente, ni colocarlo por encima de los otros órganos del poder como dominador o árbitro, ni
despojar a los demás órganos de su independencia. La supremacía, en este caso, no es
superioridad sino exclusivamente expresión de la calidad de “único” jefe del estado.
En lo internacional, el presidente como jefe de estado representa al estado, aun cuando el
congreso ejerza también facultades referentes a las relaciones internacionales.
-Jefe del Gobierno: la reforma de 1994 ha especificado como nueva jefatura del presidente
a la jefatura “del gobierno”, bien que a nuestro criterio hay que afirmar: a) ya existía implícitamente
involucrada en la jefatura del estado y en la jefatura de la administración; b) la mención explícita de
la norma actual no equivale a separar la jefatura del estado y la jefatura del gobierno en dos
órganos distintos, ni a implantar un sistema similar al parlamentario, sino b’) sirve para considerar
como la mejor interpretación posible a la que postula que la jefatura del gobierno a cargo del
presidente significa que, como tal, es la cabeza de la administración, y su responsable político,
aunque el “ejercicio” de tal administración le incumbe directamente al jefe de gabinete.
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas: la jefatura de las fuerzas armadas implica
subordinarlas al poder ejecutivo de quien dependen, pero no excluye los poderes militares del
congreso.
El Presidente es Comandante en Jefe de las FFAA (inc. 12 del art. 99). Dispone de ellas y corre
con su organización y distribución según las necesidades de la nación, dice el inc. 14. Declara la
guerra y ordena represalias con autorización y aprobación del Congreso (art. 99 inc. 15).
Además del uso de la fuerza armada como auxiliar del poder civil, conviene resaltar la facultad que
como comandante en jefe asiste al presidente para ejercer el poder disciplinario en el ámbito del
órgano castrense. Las sanciones aplicadas disciplinariamente no deben eximirse de revisión
judicial, pero sólo han de “descalificarse” judicialmente cuando exhiben arbitrariedad manifiesta.
Colegislador.
-Participación en las distintas etapas del proceso legislativo: el art. 99 inc. 3º primer párrafo
consigna que el presidente “participa de la formación de las leyes con arreglo a la constitución, las
promulga y hace publicar”.
En primer lugar, el art. 77 le reconoce la facultad de presentar proyectos en cualquiera de las
cámaras, salvo las excepciones que establece la constitución. Aquí hay que hacer un
desdoblamiento:
-El presidente examina el proyecto sancionado, conforme al art. 78; este examen
puede recaer en diversos puntos: si el procedimiento de sanción legislativa fue correcto, si se la
considera constitucional o no, etc. Según sea el criterio presidencial, el proyecto sancionado será
promulgado o vetado.
-Si el presidente aprueba el proyecto, puede hacer dos cosas: promulgarlo
expresamente, o dejar transcurrir el plazo de diez días útiles para que se opere la promulgación
tácita. Aquí el proyecto se convierte en “ley”.
-El presidente dispone la publicación del texto de la ley. La publicación integra en
nuestro sistema la etapa de eficacia para dar vigencia normológica y obligatoriedad a la ley.
2) Legislativas.
D) Judiciales.
-Indultos y conmutación de penas: el inc. 5º del art. 99 contiene la facultad del indulto y
de la conmutación. Dice la norma que el presidente puede indultar o conmutar penas por delitos
sujetos a la jurisdicción federal, previo informe del tribunal correspondiente, excepto en los casos
de acusación por la cámara de diputados. El indulto es conceptuado como el perdón absoluto de la
pena ya impuesta; y la conmutación, como el cambio de una pena mayor por otra menor.
Enrolándonos en el criterio de Bidart Campos, interpretamos que es menester no sólo la existencia
de un proceso, sino la sentencia firme imponiendo una pena, porque la pena que se indulta no es la
que con carácter general atribuye la norma penal a un hecho tipificado como delito, sino la que un
juez ha individualizado en una sentencia, aplicándola a un reo.
Por otra parte, el indulto anticipado viola el derecho de toda persona –aun procesada- a la
presunción de su inocencia hasta ser convicto de delito por sentencia firme del juez. Además, la
paralización del proceso penal por el indulto anticipado es claramente violatoria de la tajante
prohibición que el art. 109 dirige al presidente de la república impidiéndole ejercer facultades
judiciales, arrogarse el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas.
El informe previo del tribunal correspondiente no es vinculatorio para el poder ejecutivo. Aunque el
tribunal opine que no procede el indulto, el presidente puede concederlo.
El indulto es un acto de neta y clara naturaleza política, y no jurisdiccional. El poder ejecutivo no
cumple función de administrar justicia (que ya ejercitó el tribunal que condenó), sino que concede
una “gracia”, y esta prerrogativa presidencial es propia de su actividad política.
Al igual que el congreso al disponer una amnistía, el poder ejecutivo debe actuar éticamente y por
notorias razones de equidad cuando dispensa un indulto. Éste es facultad privativa del presidente,
cuyo ejercicio no puede transferir (“imputar”) a ningún funcionario.
El indulto no procede en caso de juicio político. Pero si por e hecho que sirvió de causa al juicio
político y motivó la destitución, se aplica luego una condena de derecho común en sede judicial,
esa pena sí puede ser indultada.
Aunque la constitución guarde silencio, creemos que tampoco pueden indultarse las penas
aplicadas judicialmente por delitos que define la misma constitución en los arts. 15, 22, 29, 36 y
119. De evidente lógica parece, asimismo, que el presidente no podría indultarse a sí mismo.